Por David Auris Villegas
Escribo este artículo, como homenaje a Tupac Amaru II, el más grande revolucionario peruano que fue decapitado junto a su esposa, Micaela Bastidas, un 18 de mayo de 1781, por rebelarse contra la tiranía española diez años antes del estallido de la revolución francesa, en busca de la justicia, la equidad y la inclusión social que aún no hemos logrado a pesar de que navegamos en mares de tecnología.
Tupac Amaru II, convertido en un símbolo perdurable de rebelión, resistencia y justicia, nos legó su pedagogía liberadora que, es una fuente de inspiración para aquellos quienes anhelamos una educación transformadora que trascienda los muros de la dependencia y el sometimiento y empodere a las personas en su proceso de emancipación mental por una vida plena.
Asimismo, su extraordinario liderazgo y determinación barnizada de carisma, valentía y compromiso con los excluidos, son faros que los docentes debemos poseer en el ejercicio de nuestro magisterio, como la capacidad de unir a estudiantes de todas las etnias en la lucha por un aprendizaje liberador que, Paulo Freire lo llamó pedagogía de la liberación.
De esta revolución, se desprende que, la educación no solo es una transmisión de conocimientos, sino un vehículo para el cambio social y debemos entender que la educación no tiene tinte político partidario, sino, es nuestro bien común que permite liberar a los oprimidos mentales del atroz consumismo producto de la globalización que somete a toda una generación de los países subdesarrollados.
Este revolucionario, reconocía y apreciaba la diversidad como un activo fundamental de la humanidad que hoy la UNESCO, enarbola como bandera de desarrollo sostenido, pues su pedagogía se fundamenta en el respeto por las diferentes culturas, identidades y perspectivas, creando así una conciencia crítica y colectiva, para desafiar las estructuras de opresión mental y económica que aún persiste en la actualidad.
La acción de Tupac Amaru II, nos invita a reflexionar sobre nuestro rol como educadores y a asumir la responsabilidad de educar ciudadanos comprometidos en la construcción de una sociedad unida, para romper los paradigmas de abuso, con el aporte de los estudiantes en el mejoramiento de nuestra realidad y trabajar por una educación que promueva la autonomía y la participación ciudadana, así como él logró la participación activa del pueblo, en la lucha contra el abuso de poder.
Actualmente, el legado pedagógico de Tupac Amaru II, continúa siendo una fuente de inspiración para quienes aspiramos una educación transformadora y liberadora. Sus acciones nos instan a construir juntos, un sistema educativo que promueva la justicia, la equidad y la inclusión, empoderando de conciencia social a todas las personas para recrear un mundo más justo y solidario.
© David Auris Villegas. Escritor, columnista, pedagogo peruano y creador del ABDIV.
Fuente de la información: https://revistaaula.com