Julio C Valdez/ Venezuela
¿Cómo nace un libro, por ejemplo, en el mundo de la educación? ¿Y cómo surge este, en particular? Sólo podemos decir que es parte de un proceso mayor, un proyecto de vida, consciente o inconsciente. Por ejemplo, puedo rastrear en mi historia personal algunos temas que siempre están emergiendo: América Latina, por un lado, y el esfuerzo colectivo para crear o resolver algo. A mis 17 años, en San Juan de los Morros, escribía para el diario La razón al día, una columna llamada En busca del alma latinoamericana, mientras practicaba con otros un teatro más bien de creación colectiva sobre temas continentales (aunque era yo quien supuestamente dirigía y escribía las obras).
En Caracas, además del teatro comunitario, tuve la oportunidad de estudiar la licenciatura en educación en el Centro de Experimentación para el Aprendizaje Permanente (CEPAP) de la Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez. Allí pude integrar estos 2 temas, puesto que allí la formación transcurre en equipos de aprendizaje, buscando el acuerdo interpersonal para la generación de pautas de relación y acompañamiento de proyectos de aprendizaje, y al mismo tiempo este Centro permite el vínculo con diversos autores y colectivos latinoamericanos (y de más allá también), mediante el intercambio de ideas y experiencias.
He participado directamente en diversos movimientos sociales, como El Frente Cultural de Caricuao, “los poetas de Caricuao”, el movimiento vecinal de Caricuao y Movimiento de Vecinos a nivel nacional, la escuela de Salud Esparsa, TV Caricuao, La Voz de Caricuao, entre otros. Pero fue a finales del siglo pasado cuando me dio por estudiarlos más, y descubrir sus diversos significados y sus múltiples potencialidades. Y empecé a escribir reseñas (¿artículos?) en diversos medios (Aporrea, Rebelión) y revistas sobre todo universitarias. Y comprendí que hablar de los movimientos sociales en América Latina es hablar del presente y futuro del continente, de su creación permanente, de la vivencia aquí y ahora de las posibilidades que la sociedad requiere para el mañana.
El momento político actual latinoamericano (en el que Venezuela cuenta con un papel protagónico) exige –a mi parecer- una creación permanente, creación del continente, creación social y creación de nosotros y nosotras. Queremos ser de una forma que hasta ahora no existe, relacionarnos de modos que no nos hemos relacionado aún, y todos hemos de participar en esas creaciones. Ese es un principio para mi escritura. Y, a pesar de que últimamente me han llamado “escritor”, y hasta aparecí en Tv con ese mote, soy sólo un escribidor, un artesano de la palabra con mucho camino por recorrer.
Decía el sabio vasco, Miguel de Unamuno, que existen 2 tipos de escritores: los ovíparos (que toman muchas notas, organizan todo, integran lentamente, elaboran, incuban, y al momento de escribir ya tienen casi todo preparado); y los vivíparos, que luchan día a día con la palabra, hacen, rompen, rehacen, boxean con ideas y palabras, hasta que van saliendo cosas y dicen: “no está tan mal”…
Pero ello puede ocurrir en un mismo escribidor. Por ejemplo, mi caso con la editorial El Perro y la Rana. El libro Andragogía, una lectura prospectiva es más o menos ovíparo, en el sentido de que fue armado como una estrategia de fútbol, pensado integralmente, planificado y luego escrito integralmente. Algunos capítulos dieron pie a artículos y ponencias. En cambio, Los movimientos sociales en Venezuela, una propuesta transformadora, fue más o menos vivíparo, en el sentido de que retomé diversos artículos y ponencias y traté de amarrarlos para decir: ¡Ya tengo el libro!”, Pero no fue así. A escritores ilustres, inteligentes, les funciona eso de reunir ensayos, conferencias, artículos, y con un buen prólogo, les sale enterito un libro. Pero en mi caso, sólo encontré un mosaico de discursos diversos que no pegaban ni con cemento, y tuve que reescribir algo que pareciera un libro.
Ahora bien, yo tengo un sistema a la hora de hacer una ponencia, un artículo o un libro. Un sistema que más o menos me funciona, para elaborar la escritura. Parto de definir y visualizar un posible público (profesores, activistas de movimientos sociales, otros), y un tema central (por ejemplo, la integración latinoamericana, la Andragogía como concepto y como proceso, los movimientos sociales y sus implicaciones formativas). Este tema, claro, puede cambiar en el camino. Pero, mientras tanto, le guardo fidelidad. Luego, busco una estructura, y eso es importante para mí, puesto que mi aparato psíquico no es el de un filósofo o un científico, sino el de un artista, pleno de imágenes, formas estéticas. Necesito una estructura firme para no perderme. Empleo la tradicional (partes, capítulos, subcapítulos), generados por preguntas reflexivas, preguntas que tienen que ser muy claras (hasta elementales). En Andragogía… se ve más clara esta estructura de preguntas… Una vez con preguntas estructurantes (si cabe la expresión), me voy al material documental (releído o por leer), y ubico párrafos claves, o síntesis de textos y los voy diseminando a lo largo de los diversos capítulos. Luego, procedo a dar un orden a los párrafos-clave, a forjar el análisis y las síntesis, buscando una secuencia que me permita desarrollar el tema. Es el momento más engorroso y “trabajoso” del proceso, pero es la base “dura” para lo que viene, la escritura final. Este escribir concluyente es la parte que más me gusta, la más creativa, la más poética, y aunque me apoyo en la base “dura” no me limito a ella, sino que dejo volar las utopías literarias hasta el final. Aún tengo otra oportunidad que es la revisión final del texto (fase también creativa), donde trabajo fuertemente las posibilidades del texto de ser comprendido por la mayor cantidad de personas posible.
(Apuntes para la presentación de mi libro “Movimientos sociales en Venezuela, una propuesta transformadora”, en el CENAMEC, en algún momento de 2014.)