Por: Abelardo Carro Nava
Generalmente, para quienes tenemos la oportunidad de encontrarnos “activos” dentro del Sistema Educativo Mexicano (SME), la pregunta que da entrada a esta serie de reflexiones, impostergablemente, llega. Y llega en el momento en que las circunstancias de naturaleza administrativa nos lo hacen saber pero, además, los que la propia constitución biológica de los seres humanos, lo confirma.
Pareciera ser fácil tomar esa decisión: jubilarse. Pero no es así. De hecho, bien a bien no acabo de comprender dicho termino, porque por más que los diccionarios y las normas establecidas que he consultado me brindan cierta información al respecto, la verdad de las cosas, es que estas definiciones son nada frente al significado que cada ser humano le otorga al mismo y, mucho menos, al proceso que cada individuo vive llegado ese momento.
Pensemos pues, en esos maestros que por más de 30 años dedicaron su vida a la enseñanza. ¿Será fácil desprenderse de todo ese cúmulo de elementos que forman parte de ese proceso de enseñanza y de aprendizaje?, ¿cómo dejar de buenas a primeras las actividades que por años llevaron a cabo para favorecer los aprendizajes de sus estudiante?, ¿cómo eliminar de tajo la convivencia – en sus distintas formas – con colegas, alumnos y padres de familia?, ¿cómo desligarse de todo lo que el medio educativo significa?
No sé si usted mi apreciable lector, se haya detenido un momento a pensar cada uno de las interrogantes que he planteado. Sinceramente, quienes nos encontramos insertos y “activos” en el SEM, sólo lo hacemos o hemos hecho, cuando el fantasma de la jubilación ronda nuestra puerta. Asunto nada menor que muy pocos nos hemos detenido a analizar e indagar. ¿Las razones? Aunque ilógicas e irracionales, son en buena medida, entendibles, porque aquel trabajador de la educación que se jubila “ya no es parte de ese sistema” dado que su ciclo ha culminado, no obstante que éste se incorpora a otro, a ese en el que la vejez lo cobija, lo comprende y lo acepta.
Triste realidad es ésta. Y la hemos aceptado como un proceso natural en los seres humanos, dada la etapa productiva que pueden ejercer en tal o cual profesión los hombres. Sin embargo, permítame ser un poco “quisquilloso” al respecto: la Secretaría de Educación Pública (SEP) no se ha ocupado de capacitar a los que ingresan al medio y, mucho menos, ha considerado brindar un apoyo a quienes transitan por ese proceso jubilatorio.
¿Cuántas veces no habremos escuchado a algunos de nuestros mentores expresar que si se jubilan se mueren?, ¿cuántas veces no hemos oído decir a los profesores que su futuro será incierto una vez que se jubilen?, ¿cuántas veces no hemos visto a esos maestros, que fueron nuestros maestros, en las clínicas y/o hospitales porque sus enfermedades se agravaron después de su retiro?
Cierto es, que buena parte de quienes toman la decisión de jubilarse, tienen y viven un proceso favorable. Tal vez las circunstancias sociales y económicas les permiten o permitieron gozar felizmente de esa jubilación a la que tienen “derecho”. No obstante, también es cierto que buena parte de esos docentes, no viven ese proceso como debiera, y es ahí donde quisiera ocuparme un poco. Porque finalmente, como prestadores de servicio y empleados del gobierno, también somos seres humanos que amamos y sentimos, que pensamos y reflexionamos, que valoramos y somos valorados, en fin, que vivimos.
Justo por esta última razón, y en aras de comprender el proceso de desprendimiento de la profesión docente, es que quien escribe estas líneas, conjuntamente con la Mtra. Rocío Acosta Jaimes, colega de la Normal Urbana Federal Cuautla, Morelos; decidimos iniciar un proyecto de investigación con profesores jubilados de escuelas normales en el estado de Tlaxcala y, como parece obvio, de Morelos, con la finalidad de reconstruir su identidad profesional a partir de los espacios de sociabilidad y procesos discursivos que los llevaron a ser maestros normalistas. Es indudable que el tema de la jubilación saldrá a relucir, sin embargo, nuestro objeto de estudio se centra en ese proceso que han vivido los profesores que serán sujetos de estudio.
En este sentido, es que la metodología jugará un papel importante; sin embargo, creemos que a través del método biográfico y las historias de vida, podremos acercarnos a la comprensión del fenómeno que deseamos indagar y, cuyo propósito, será el de exponer dicho proceso para generar un conocimiento sobre tan importante tema de estudio.
Alguna vez se ha preguntado cuántos estudios se han o habrán hecho al respecto. Pues bien, esa fue una de las primeras interrogantes que nos planteamos y partir de las cuales, pretendemos lograr el objetivo propuesto.
En suma, considero que la educación es un campo muy amplio de posibilidades en cuanto a la investigación se refiere. De hecho, en caso de ser aprobado, estaremos exponiendo este anteproyecto de indagación en el Primer Congreso Nacional de Investigación de Educación Normal en Mérida, Yucatán, pero, si no fuera así, dicho proyecto seguirá su curso hasta encontrar los hallazgos que la misma indagatoria nos regale.
Estoy seguro y convencido, que la educación puede cambiar al mundo y, trabajos como éste, y como los de cientos de colegas que realizan a diario en sus propios espacios, brindan la posibilidad de tener una perspectiva diferente de las cosas o de los fenómenos.
Ojalá, el Secretario de Educación, Aurelio Nuño, o el mismo Juan Díaz de la Torre, volteara su mirada a los cientos de maestros y maestras jubilados. Su vida se vivió en el magisterio, esa vida de la que muy probablemente, solo quedan: recuerdos.
Fuente: http://www.educacionfutura.org/y-despues-de-la-jubilacion-que-sigue/