Sociología del poder y de la desigualdad, violencia estructural

Por: Agustín Ortega Cabrera

En la época contemporánea, como es sabido, se han desarrollado las ciencias sociales como la sociología, la psicología o la antropología. Estas ciencias con su base filosófica, crítica y ética nos posibilitan un análisis más estructural, global e integral de la realidad con los problemas sociales y patologías que padecemos en la actualidad. No podemos reducir estos problemas, como son los actuales que sufrimos, a una cuestión meramente individual y puntual. Las ciencias sociales y la sociología nos muestran las causas, raíces y el sentido de estas problemáticas con una explicación y compresión más profunda de la sociedad-mundo en el que vivimos. De tal forma, podemos conocer y valorar como nos dominan, oprimen y empobrecen las relaciones inhumanas, la cultura alienante, la estratificación social de los poderosos y enriquecidos a costa de los empobrecidos. Todas esas estructuras sociales injustas, los sistemas políticos y económicos perversos, la inequidad de los sistemas laborales, comerciales y financieros/bancarios especulativos, usureros y causantes de crisis sistemáticas.

En nuestro mundo, como nos enseñan los estudios sociales, esta desigualdad e injusticia social, global y ecológica cada vez es más acentuada, escandalosa u obscena. En donde el poder, el capital y la riqueza se concentran cada vez más en menos manos de estos poderosos y enriquecidos. Lo que genera toda esta desigualdad, inequidad e injusticia social-global de la creciente, extensa e intensa hambre, miseria, pobreza, esclavitud infantil, desempleo, trabajo basura, exclusión social, guerras y destrucción ecológica. Una auténtica violencia (mal) estructural, una estructura social y global perversa e injusta que insistentemente provoca conflictos, patologías y problemas. Por ejemplo en el Sur empobrecido, en África, buena parte de Asia o América Latina se extiende toda esta desigualdad e injusticia socio-estructural, con la mayor parte de las poblaciones sometidas a condiciones de vidas indignas e inhumanas, cada vez más explotadas, empobrecidas y excluidas.

Tal como estudian las ciencias sociales, no es casualidad que en este Sur empobrecido, que en los pueblos africanos o latinoamericanos a causa de toda esta desigualdad e injusticia del empobrecimiento y marginación: se hayan originado todo tipo de violencias o conflictos bélicos; con la aparición de guerrillas, paramilitares, pandillas o maras, narcotráfico, corrupción y crimen organizado. El poder y dominación que padecen los pueblos, sufriendo toda esta desigualdad e injusticia social-global, es el caldo de cultivo para todas estas violencias, guerras, terror, delincuencia y criminalidad de todo tipo. Tal como, por ejemplo, sigue sucediendo en El Salvador, Colombia o últimamente Ecuador con el caso de los tres periodistas asesinados y, parece, otras personas secuestradas.

Como nos enseñan los estudios sociales, hay una mayor salud integral y desarrollo humano global, con una convivencia más pacífica, en aquellas realidades donde existen unas condiciones sociales e históricas más dignas. Por las que se aseguran los derechos humanos, sociales, económicos y políticos con una democracia más real, participativa y autogestionaria. Un estado social de derechos con libertad, ética, equidad y justicia social. Los conflictos sociales, guerras y violencias de todo tipo, con la corrupción o criminalidad extendida, afloran más en aquellos lugares que padecen la desigualdad e injusticia. Con la apropiación y expolio de las tierras o bienes para disfrute de unos pocos, con un trabajo basura (indecente) y salarios injustos, con el paro, la pobreza y exclusión, con la dominación política que impide una auténtica democracia y la destrucción ecológica. Cuando no se distribuyen de forma justa los recursos o bienes y la propiedad, con una sistema laboral digno y una economía que posibilite la equidad- como es una fiscalidad con justicia social-, entonces, la violencia estructural está servida. La humillación y empobrecimiento de las poblaciones del Sur como las africanas o latinoamericanas, con su desesperación por la negación de la vida-dignidad y un futuro con esperanza, no puede más que traer todo este conflicto, violencia y crimen.

La violencia estructural, en donde el poder con el el capital dominan sobre la vida (humana o ecológica) y el trabajo decente, impide la solidaridad y la justicia provocando las violencias, conflictos y guerras. La civilización del capital con su cultura del individualismo posesivo, relativista e insolidario, del consumismo y de la competitividad: generan las violencias y guerras de todos contra todos; en donde triunfan los más fuertes, poderosos y enriquecidos. Es la ideología del éxito y de ciertos enfoques del emprendimiento. Por el que cada uno va a lo suyo, al interés individual y al mayor beneficio, a costa de aplastar al otro e indiferencia ante todo este sufrimiento y opresión. El poseer y el tener se impone sobre el ser (humano-persona). El placer (hedonismo) y la buena vida burguesa del lujo con la riqueza-ser rico, por encima de todo y de todos, es la máxima ley. Y es que el que no consume ni produce no es, no merece existir. Solo los fuertes-poderosos y enriquecidos con la regla mercantilista de la competitividad, el ídolo del mercado, deben sobrevivir a costa del descarte de los demás.

Por tanto, este mundo idolatra con sus falsos dioses de la riqueza-ser rico y del poder, de lo ídolos del mercado/capital o del estado, nos lleva a esta jungla global violenta, con su ley de la selva competitiva del éxito y del fracaso que merece la muerte. Los “mayores” resuelven sus conflictos a base de guerras y violencias que son el medio para conservar, mantener y acrecentar el poder y la riqueza-ser rico, para dominar a los pueblos con el robo de sus bienes, recursos y capacidades de todo tipo. No es casual que en aquellos territorios geo-estratégicos y que poseen bienes o materias como las energéticas, por ejemplo en Medio Oriente (Siria e Irak como casos dramáticos) o Latinoamérica (Venezuela es otro ejemplo terrible), se produzcan el terror, los conflictos y las guerras.

Y para mantener todo este desorden violento e injusto hace falta controlar las conciencias, por ejemplo, a través de los medios de comunicación, de la cultura y de la educación. Es más que evidente la manipulación de las conciencias por medio de toda esta publicidad o propaganda, cultura y educación mercantilista, competitiva y violenta. El poder y la riqueza/ser rico necesita des-educar para producir animales científicos-técnicos y competitivos al servicio del productivismo mercantilista. Seres individualistas y hedonistas, esclavos del consumismo que es su negocio y que asegura la alienación humana. Impidiendo así que seamos personas, sujetos protagonistas y gestores de la vida pública, social, política y económica con la militancia por la solidaridad, la paz y la justicia con los pobres de la tierra. Toda esta mercantilización y corrupción global que estamos sufriendo, por ejemplo en el mundo universitario y académico español con todos esos casos de fraudes generalizados, responden a toda esta “lógica” del poder y del dominio del capital; con los ídolos de la riqueza-ser rico, del beneficio y del tener.

Como nos muestran las ciencias sociales, los poderes económicos, políticos e ideológicos siempre pretender controlar y dominar la educación para el monopolio de los ricos, potentados y de la vida burguesa. Manipulando y expulsando así a los pobres o a los pueblos más empobrecidos. Como pasa ahora con los títulos de posgrados (“masters” o “expertos” e inclusos doctorados), la educación se convierte en una mercancía o negocio para unos pocos. Una realidad educativa de desigualdad e injusticia, con la exclusión de los más pobres y del acceso al trabajo, por no acceder a esta mercantilización de la educación. En esta línea, la educación como lavado de conciencia para fabricar animales técnicos-competitivos, al servicio del lucro y productivismo, que no se comprometan y luchen por la justicia.

Frente a todo lo anterior, la propuesta y alternativa solo puede ser la vida honrada, asociada y militante con la civilización del trabajo y de la pobreza solidaria, en contra de la del capital y de la riqueza. Esto es, una existencia desde la solidaridad en la comunión de vida, de bienes y de luchas por la justicia con los pobres de la tierra, con los obreros y trabajadores del mundo. Para que haya una economía y política democrática al servicio del bien común, del trabajo decente con salarios justos y del desarrollo humano, ecológico e integral. En oposición a las idolatrías del capital, de la riqueza-ser rico y del poder.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=240469

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Ciencia social, filosofía crítica y ética liberadora ante el capital

Por: Agustín Ortega Cabrera

Se han estado celebrando los 150 años de la obra “El Capital” de K. Marx y, recientemente, se ha estrenado la película “El joven Karl Marx”. Como es más que sabido, Marx y su obra ha sido uno de los referentes que más han influido en la historia de la cultura, de la filosofía y de las ciencias como las sociales o humanas, del pensamiento en general. Una repercusión que se ha extendido a todos los campos de la vida como la política, la economía y la religión. Como lo denominó P. RicoeurMarx es uno de “los maestros de la sospecha” junto a Nietzsche y Freud. Uno de los fundadores e iniciadores de la conocida como teoría (perspectiva) crítica, que se han expresado en los diversos campos del pensamiento que hemos señalado u otros.

Marx estuvo influenciado por la cosmovisión judía-bíblica, por Feuerbach, Hegel, Darwin al que le pidió el prólogo para el capital a lo que se negó el inglés, e incluso por los economistas clásicos como los escoceses. Y su obra y pensamiento crítico ha sido recepcionado, valorado e interpretado hasta la saciedad. Con corrientes tan significativas como el conocido marxismo occidental con Lukács, Gramsci, la escuela de Escuela de Fráncfort​ (Frankfurt)Bloch, la psicología rusa con Vygotsky, el personalismo con Mounier o el pensamiento latinoamericano. En donde destaca E. Dussel, uno de sus más profundos conocedores. Todas estas corrientes y autores u otros tan significativos como M. Weber; o más recientemente A. Giddens, M. Löwy, T. Eagleton y entre nosotros, por ejemplo, M. Sacristán o F. Fernández Buey  han emprendido un encuentro y diálogo crítico con la obra de Marx. Señalando sus luces y sombras, sus aciertos y carencias o límites como contiene la obra de todo autor y ser humano.

Ya Marx afirmó con ironía que él no era marxista y que, por tanto, su obra, pensamiento y legado no era un dogma de fe. Y que podía y debía estar sometido a una revisión y valoración crítica. Lo cual debe apuntar lo verdadero y bueno que nos deja el autor alemán, al mismo tiempo que se desvelan sus errores y limitaciones. Ciertamente toda esta teoría y filosofía crítica como la mencionada escuela de Frankfurt con  Horkheimer, Adorno y Benjamin, con el personalismo y Mounier o el pensamiento latinoamericano con Dussel, I. Ellacuría… se han confrontado con Marx. Con dicho juicio crítico de su obra. A partir de ella, vamos a exponer una serie de claves y criterios que tratan de presentar lo más valioso de dicha filosofía crítica. Con una ética liberadora que, junto a la mediación socio-analítica de la ciencia social, contribuyan a su actualización y profundización en la realidad social e histórica.

Como ha sido estudiado, creemos que lo más valioso es su humanismo crítico, realista, histórico y liberador. Lo que debería posibilitar la ampliación a una antropología integral que contemple las diversas dimensiones inter-relacionadas de lo humano: lo material y espiritual, lo físico y trascendente, lo personal y social; los afectos y la historia, la conciencia y las estructuras sociales con sus sistemas económicos, políticos y la misma cultura. La persona y su conciencia se retro-alimentan con la vida social y cultural, con las instituciones, la política y la economía. Una acción social y militancia transformadora que no suponga toda esta antropología, que no lleve al cambio global abarcando integralmente todas estas dimensiones, está llamado al fracaso. Tal como lo muestran todos los totalitarismos contemporáneos que, con sus reduccionismos antropológicos y deformación de lo humano, llevaron a la barbarie, a la injusticia y desigualdad.

Este humanismo y antropología integral posibilita la crítica, ética y liberación integral de toda dominación, opresión y alienación. Tal como es impuesta por las clases y grupos sociales dominantes sobre otros colectivos que son oprimidos, explotados y deshumanizados. Las personas y los pueblos deben ser siempre centro, sujetos y protagonistas de toda realidad, estructura o sistema ya sea económico (mercado), político (estado), etc. El ser humano es fin y no medio, tiene dignidad y no precio como ya señalaba Kant al que Marx, en cierta medida siguió, en su defensa del trabajo vivo. La vida del trabajador y de todo ser humano, por encima del capital. El imperativo categórico kantiano se historiza con Marx: hay que liberar a las personas trabajadoras, a la humanidad misma, de las cadenas de la explotación u opresión que sufre el mundo obrero; los pobres de aquel tiempo y, en buena medida, del nuestro. Y es que, como vio el mismo Benjamin en los pasos de Marx, el capitalismo se ha convertido en la nueva religión. El capital es el nuevo dios (ídolo) al que se adora y, con su fetichismo de la mercancía, sacrifica en el altar de la tasa de ganancia (plusvalía): la vida y dignidad sagrada e inviolable del ser humano.

El problema del capitalismo no es solo su sistema económico que explota al trabajador, robándole su tiempo de trabajo, salario justo y la vida misma. Es su antropología y religión idólatra que se hace amar y adorar, que con su fetichismo realiza esta subversión en el orden de lo humano y espiritual. Lo más bajo, las cosas, mercancías, los medios de producción, el capital…se divinizan. Y lo más elevado y divino de lo real y del ser humano, esa vida y dignidad sagrada e inviolable de la persona, se rebaja, se cosifica y aliena. Este es el secreto teológico del capital, la auténtica crítica religiosa de Marx que, como tal, no era un ateo al uso y rechazó ese vulgar e impuesto ateísmo, difundido en su época. En esta crítica a dicha idolatría del capital, Marx sigue a los Profetas y a Pablo de Tarso  (Filipenses 2,6-7), como muestra en “Los Grundrisse”. De esta forma, nos revela como el capital ha sustituido a Dios, se ha puesto en su lugar devorando a sus hijos, con la explotación e injusticia social ejercida sobre los trabajadores y los seres humanos. Para todo ello, es muy interesante e importante la obra del ya citado E. Dussel, como es “Las metáforas teológicas de Marx”.

La idolatría del capital, como un vampiro, chupa la sangre (vida) del ser humano trabajador, lo aliena robándole su tiempo, su existencia y el fruto de su trabajo. Expoliando y destruyendo así el verdadero valor de la vida humana con el trabajo que crea, transforma y renueva la historia. En una usurpación del auténtico valor del trabajo y sus derechos, como es salario justo, que conlleva el uso de los bienes al servicio de esta vida y necesidades de las personas. Lo cual no hay que sacrificar al mero cambio e intercambio mercantilista de las cosas o recursos, en la búsqueda insaciable del lucro, de la ganancia y del capital. Como recordaba A. Machado, “sólo  el  necio confunde valor y precio”. En esta línea, los medios de producción y el derecho la propiedad no son realidades sagradas e inviolables, ya que antes están la justa distribución de los recursos y la socialización de estos medios en una economía social, cooperativa y ética.

Como se observa, la crítica es ejercida sobre la clave de la negatividad, el sufrimiento e injusticia que padecen las víctimas de la historia como son los trabajadores y los pobres. Y es encarnada en la materialidad, en lo real e histórico. Esa vida humana con sus posibilidades, capacidades humanas y condiciones sociales que es negada por el capital. El problema de fondo del capitalismo junto a su funcionamiento económico, como lo es del resto de totalitarismo, es la razón que lo sostiene. La razón formal e instrumental, la razón tecnocrática, que a la búsqueda de la dominación de la realidad e historia, de la eficacia o rendimiento y productividad, se olvida de lo más profundo de dicha razón. El hilo rojo que anima y orienta a la verdadera razón: la memoria de la com-pasión y la justicia liberadora del sufrimiento e injusticia que padecen las víctimas, los pobres y oprimidos de la historia.

La razón debe cultivarse con el eros, con los afectos y los sentimientos humanos, morales y sociales. Tales como el amor fraterno, la com-pasión solidaria y la pasión por la justicia ante el dolor y opresión que sufren los otros, los obreros, los pobres y las víctimas de la historia. Es una inteligencia histórica, social, ética y espiritual que se abre a este eros-amor, fraternidad y solidaridad en la lucha por la justicia. Con la trascendencia, confianza y esperanza de que el mal, muerte e injusticia no tengan la última palabra. Terminamos con estas palabras del propio Marx, que resumen lo expuesto hasta aquí y nos muestran lo más valioso de su vida, obra y ética. «Todo el tiempo que podía consagrar  al trabajo debí reservarlo a mi obra, a la cual he sacrificado mi salud, mi alegría de vivir y mi familia… Si fuéramos animales, podríamos naturalmente dar la espalda a los sufrimientos de la humanidad para ocuparnos de nuestro propio pellejo”.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=238518

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Ecología integral, pedagogía descolonizadora y buen vivir desde Leónidas Proaño

En la Universidad Nacional de Educación (UNAE, Ecuador), donde actualmente ejerzo mi docencia e investigación, se viene realizando toda una serie de políticas y acciones educativas, académicas e intelectuales para impulsar otra educación posible. Una pedagogía humanizadora, crítica y liberadora para el buen vivir (Sumak Kawsay). Desde lo anterior expondré, como estoy tratando de trabajar en mi actividad académica, una serie de claves para está educación y cultura del buen vivir. Tal como la transmitió y testimonió todo un pionero de dicha pedagogía crítica y liberadora con una ecología integral, el ecuatoriano Leónidas Proaño, conocido como el Obispo de los pobres e indígenas.
Efectivamente, el que fuera Obispo de Riobamba, desde su humanismo espiritual e integral con una espiritualidad liberadora, nos ha dejado todo un legado que anticipó y desarrolló todo este buen vivir con esta ecología integral. L. Proaño es paradigma de una ecología espiritual, una espiritualidad honrada, real y trascendente en la búsqueda de la verdad, del bien y de la belleza; frente a la mentira, el mal, injusticia y la destrucción. Como afirmaba Proaño, “no debía decir mentiras por nada de este mundo, aunque por decir la verdad pudiera sobrevenir dificultades y castigos…La honradez, en relación con la verdad, sembró en mi ánimo una especie de culto por la verdad”.

De esta forma, promovió la ecología mental con las experiencias, sentimientos, valores e ideales que nos dan sentido, felicidad y realización personal. En la comunión solidaria con esta transcendencia y espiritualidad liberadora, con los otros y con los pobres, con las culturas y con esa casa común que es el planeta. La ecología social en la solidaridad con los otros, el bien común universal, la paz y la justicia social-global con los pobres de la tierra, con la defensa de la dignidad y los derechos humanos. La ecología ambiental con el cuidado y defensa de esa casa común que es el planeta, con la hermana tierra para una desarrollo sostenible e inter-generacional. Como se observa, L. Proaño manifiesta una crítica a la colonización cultural, social, política y económica que impone la dominación, opresión e injusticia sobre los pueblos y sobre la naturaleza. Esa razón tecnocrática, mercantilista, competitiva e instrumental que empobrece y excluye a los otros, a las culturas y pueblos.

Por ello, nos transmite toda una ecología de saberes: “cuanto he vivido y he aprendido, no ha sido extraído de las aulas universitarias de mi país o de algún otro país del mundo. Sino de la cantera del pueblo, porque mi Universidad ha sido el pueblo y mis mejores maestros han sido los pobres en general y, particularmente, los indígenas del Ecuador y de América Latina. Considerados en Puebla como los más pobres entre los pobres. Estoy convencido de que los indígenas conservan valores extraordinarios. Si se logra tomar conciencia de ellos, expresarlos en la vida práctica y organizada, esos valores están llamados a redimir a una sociedad, que se vuelve cada día más individualista y más conflictiva. Pienso que, inclusive, un esfuerzo de este tipo puede contribuir a la redención del mundo occidentalizado y capitalista”

En la línea de P. Friere y de la pedagogía crítica-liberadora, Proaño desarrolló toda una una cultura y educación popular, conscientizadora y ética-política para el conocimiento transformador de la realidad, del mundo e historia. En el que las personas, los pueblos y los pobres con sus virtudes y valores fueran los sujetos protagonistas de sus procesos educativos, culturales y sociales. Para una promoción y liberación integral. “Lo que llamamos pueblo, quizá es ahora en buena parte masa, multitud. Nosotros tenemos que contribuir a que el pueblo sea realmente pueblo, para que su conciencia sea cada vez más clara y más crítica. Para que su solidaridad sea cada vez más fuerte, para que su compromiso sea cada vez más decidido…Por esto, sueño en la posibilidad de una sociedad nueva. Veo la necesidad de crear conciencia, también en las organizaciones populares urbanas, de la necesidad de una práctica económica, educativa y política que sea convergente con el caminar del movimiento indígena. De modo que no se produzcan competencias y conflictos, sino más bien colaboraciones complementarias”.

Todavía más, Proaño propició una cultura para la fraternidad universal, una solidaridad mundial y una justicia global e internacional con todos los pueblos y los pobres de la tierra. Más allá de toda frontera, barrera y nación o patria. Frente a todo imperialismo colonizador que quiere dominar, expoliar y empobrecer a los pueblos. Con un diálogo y encuentro inter-cultural e inter-religioso. En donde se respetaran y acogieran todo lo bueno, bello y verdadero de los otros, de las diversas culturas, espiritualidades y religiones o religiosidades populares. Frente a todo fundamentalismo, sectarismo e integrismo del tipo que sea. En esta línea, hizo una crítica y desligitoimaación profunda al capitalismo que en su misma entraña es inhumano, injusto e idolátrico. Ya que pone a las cosas sobre los seres humanos, a la mercancía, mercado y capital (beneficio) por encima de las personas, de los pueblos y de los pobres

Con sus mismas palabras, “el capitalismo es frío, como es frío todo lo que es metálico. No le importan los hombres ni los pueblos. Le importan las ganancias. Y solamente le importan los hombres y los pueblos, en la medida en que éstos le proporcionan ganancias. Para poder devorar ganancias, devoran hombres y pueblos. Es frío, no tiene corazón. Nuestro país, como tantos otros países de América Latina, ha caído, desde mucho tiempo atrás, en las garras de este monstruo. Dependemos de él de múltiples maneras. Somos su juguete. Nos hace pensar como él piensa. Nos hace actuar como él quiere… Pero el monstruo del capitalismo no habita sólo en el extranjero, en los países llamados desarrollados, en Estados Unidos y Europa: habita también dentro de los países latinoamericanos; dentro de nuestro propio país. Esa raíz gruesa y profunda tiene ramificaciones. Ese monstruo tiene tentáculos aquí, dentro de nosotros”.

Tal como se observa, en la línea del movimiento obrero y de un pensamiento auténticamente crítico, Proaño vio que el problema no es solo el sistema económico-político del capitalismo. Sino el hombre capitalista, el burgués de la vida del lujo y la riqueza-ser rico, que se retroalimenta con él. De ahí que, con su vida y compromiso, Proaño testimonió una auténtica solidaridad humana, ecológica y del buen vivir. Con una existencia austera, sobria y del decrecimiento en la pobreza solidaria que comparte la vida, los bienes y las luchas liberadoras por la justicia con los pobres y con la naturaleza. En oposición al egoísmo e individualismo insolidario y posesivo con sus ídolos de la riqueza-ser rico, de la propiedad y del poder, del capital, mercado y del tener que se pone por encima de este ser persona fraterna, solidaria y ecológica.

Como afirma Proaño, “ese amor y respeto a los pobres, particularmente a los indígenas, llegó a formar parte de mi propia existencia. Por esto, he dicho más tarde que no he querido nunca ser traidor a los pobres, pues nací en un hogar pobre y aprendí en ese mismo hogar a amar a los pobres…Ahora digo que también la amistad de los pobres es un don y que también este don viene acompañado de un mensaje. De lo ajeno, ni una aguja. Esta es una frase que se repetía mucho en el seno de mi pequeña familia y que tenía que ver, particularmente, en nuestras relaciones con los demás pobres. Así, el respeto a los bienes ajenos y al derecho que tiene toda persona a la verdad imprimieron en mí uno de los rasgos característicos de mi personalidad, para toda la vida…”

Ph. D. Agustín Ortega (España) es Trabajador Social y Doctor en Ciencias Sociales (Dpto. de Psicología y Sociología). Asimismo ha realizado los Estudios de Filosofía y Teología, Doctor en Humanidades y Teología. Profesor e investigador de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador y, actualmente, de la UNAE (Universidad Nacional de Educación) así como invitado en diversas universidades latinoamericanas. Autor de diversas publicaciones, libros y artículos.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=234748

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Educación y Universidad Popular Católica

Por Agustin Ortega Cabrera

Este artículo tiene como base mi última experiencia académica y docente en Universidades de Perú, al igual que recoge y profundiza unos últimos mensajes que el Papa Francisco ha dirigido al mundo universitario, como son las Universidades Católicas. En este escrito, frente a las lógicas de la educación mercantilista y de poder que quiere dominar a la realidad educativa o universitaria, proponemos una educación y universidad popular, liberadora y trascendente. Es decir, al servicio de la verdad, de la belleza y del bien que sea más universal, del bien común y de los pueblos, de la civilización del amor, de la solidaridad, paz, justicia con los pobres de la tierra y ecología integral.

Como indicamos, siguiendo la enseñanza del Papa Francisco, el tiempo es superior al espacio y la Universidad debe servir a los procesos de los pueblos en su desarrollo humano integral, como sujetos protagonistas de su promoción liberadora y global. Es una educación y universidad católica al servicio de la fe en diálogo con la razón, de la cultura, fraternidad solidaria y de la justicia con los pobres que se encarna en lo real, en el mundo e historia. Ya que la realidad tiene la prioridad sobre la idea, es un proceso educativo y universitario que sirve al conocimiento, discernimiento y transformación de la realidad humana, social e histórica. En donde se hace cargo (carga y se encarga) de toda esta realidad de la humanidad y del mundo desde el principio-misericordia y el amor compasivo que asume las alegrías y sufrimientos, las injusticias y anhelos, los males y esperanzas de las personas, pueblos y de los pobres.

Emplea la lectura creyente de la realidad, la revisión de vida y el método de encuesta con el ver-juzgar-actuar para el discernimiento crítico, ético y espiritual de lo real con sus signos de los tiempos. Asumiendo los gozos y conflictos en la unidad fraterna de la vida, de la realidad de los pueblos crucificados por el mal e injusticia, la opresión y exclusión de los pobres de la tierra, la memoria de las víctimas de la historia. Ya que el todo es mayor que la parte, es una educación y universidad católica al servicio del amor fraterno universal con toda la humanidad y todos los pueblos, que promueve la civilización de la fraternidad solidaria y la mundialización de la paz, de la ecología integral y de la justicia liberadora con los pobres de la tierra; frente la civilización global del capital, de la guerra, de la competitividad y de la destrucción ecológica.

Un educación y universidad, pues, que se encarna en las culturas y luchas de los pueblos con sus movimientos populares, ciudadanos y sociales que buscan ese otro mundo posible, la globalización de la solidaridad y del desarrollo humano, sostenible e integral. Un estado mundial social de derecho-s, de justicia social-global con el respeto y promoción de los derechos humamos, sociales y ecológicos como son las 3 “t”, la tierra, trabajo y techo. La distribución justa de la tierra y de los recursos con el valor del destino universal de los bienes, que se sitúa por encima del derecho a la propiedad. En esta línea de justicia social y bien común, hay que implementar un sistema fiscal justo que reparte de forma equitativa todos estos bienes y recursos. El principio del trabajo decente y digno, con los derechos del trabajador como es un salario justo para él y su familia, que está antes que el capital, que el beneficio, productividad y competitividad. Los servicios públicos que aseguran estos derechos como son la vivienda digna e infraestructuras tales como las energías o transportes, como son el agua y la alimentación, la educación y cultura, sanidad y medicamentos, etc.

Es una educación y universidad que posee toda una sensibilidad humanista, crítica, ética, social y solidaria en la responsabilidad moral y compromiso ciudadano por los problemas, males e injusticias que padecen las personas, los pueblos y los pobres. Todo ello lleva a este estudio e investigación de la realidad humana, social e histórica con las causas de todos estos problemas, males e injusticias. Las culturas, ideologías e ideologizaciones que encubren lo real, la verdad real y deshumanizan, las relaciones inhumanas y las estructuras sociales de pecado. Los sistemas jurídicos, políticos y económicos inmorales, como son los fiscales, laborales y comerciales injustos, los mecanismos bancarios-financieros especulativos, usureros y perversos. Tal como lo sufren los pobres de la tierra, los grupos sociales y humanos más excluidos.

Como por ejemplo están padeciendo las mujeres más pobres y maltratadas, las víctimas de la trata y de la esclavitud infantil, los parados y trabajadores precarios, cada vez más empobrecidos. Los campesinos e indígenas, marginados y expoliados del buen vivir, de la ecología integral. Los hermanos migrantes y refugiados que se ven forzados a dejar sus pueblos, tierra y familia a causa de toda esta desigualdad e injusticia global del hambre, la pobreza y que tiene como consecuencia (es el caldo de cultivo de) las violencias como son las guerras. Violencias y guerras que son un negocio para el control, expolio y dominación de los recursos, del poder y de todos estos mercaderes de la muerte con su industria militar-bélica y venta de armas.

Por tanto, toda esta educación y universidad católica tiene un espíritu misionero, en salida hacia las periferias y reverso de la historia, es pobre con los pobres, en la opción por los pobres y con una epistemología desde el Sur empobrecido. En comunión de vida, bienes y lucha por la justicia con los pobres de la tierra. Es la conversión pastoral y misionera que lleva al estudio y cultura con la profecía: en el anuncio del Reino de Dios con su justicia liberadora con los pobres; y en la denuncia de todas estas desigualdades, males e injusticia que padecen los pueblos crucificados. Por tanto, que tiene unas cualidades creadoras, renovadoras de nueva evangelización y misión en sus métodos con nuevo ardor, que sin miedo ni temor se arriesga; que se ensucia y accidenta, como hospital de campaña, en el barro de la historia para curar y liberar de todas estas heridas, sufrimientos e injusticias. Ya que comprende que más vale una educación y universidad accidentada, manchada por la solidaridad y compromiso liberador del mal e injusticia, que estar quieta, ser purista, impasible, temerosa, cobarde y muerta, sin vida ni acción por la solidaridad y el Reino con su justicia.

Desde todo lo anterior, tenemos una educación y universidad madura, coherente y testimonial de la fe que es luz para los pueblos y los seres humanos, que atrae y enamora por esta vida de humanización, santidad y justicia con los pobres. Una educación y universidad testigo del seguimiento de Jesús con su Reino de amor, misericordia y vida; que sirve a la vida en todas sus fases y dimensiones, a la dignidad de la persona, a la realización y felicidad en este amor fraterno y misericordioso, en la paz, solidaridad, justicia, esperanza y trascendencia. Frente a la globalización de la indiferencia, la cultura del descarte y la geopolítica de la desesperanza. Esta educación y universidad sí se toma en serio, de forma coherente, la espiritualidad, la misión y la doctrina social de la iglesia con la promoción de la vocación de una familia y laicado adulto, maduro y militante: que son las claves que orienta lo católico en el mundo educativo y universitario.

Es la educación y formación integral de las personas con un sentido moral y católico en la inteligencia humana, social y espiritual. La cultura e inteligencia de la santidad en el amor fraterno y en pobreza solidaria con la comunión de vida, de bienes y de luchas por la justicia con los pobres de la tierra. Lo que nos libera de la mundanidad espiritual, del mal y pecado del egoísmo con sus ídolos de la riqueza-ser rico, del poder y de la violencia en todas sus formas. Desde la fe, iglesia y los Papas como Francisco, soñamos, nos entregamos y comprometemos por otra educación y universidad posible, popular, católica y liberadora.

Fuente: http://blogs.periodistadigital.com/accion-formacion.php/2017/11/08/educacion-y-universidad-popular-catolica

Imagen tomada de: http://www.periodistadigital.com/imagenes/2017/11/08/educacion-liberadora.jpg

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Investigación ética desde la filosofía crítica y metodología de ciencias sociales

Por: Agustín Ortega Cabrera

Como se ha estudiado, las ciencias sociales como es la sociología nacen con la conocida como cuestión social en la época moderna e industrial donde va dominando el capitalismo con sus desigualdades e injusticias sobre los obreros, las familias y los pobres. Frente a esta realidad, se van desarrollando corrientes de filosofía y pensamiento social que tratan de analizar, investigar todas estas patologías de las desigualdades e injusticias de la sociedad industrial y del capitalismo. Estamos en la génesis de la ciencia social y de la sociología con sus fundadores y clásicos. Lo que se pretende es explicar las causas de estos males y problemas sociales con las estructuras y sistemas que inciden, o comprender el sentido de la acción de las personas en sus inter-acciones sociales con la razón, carisma e ideales o valores. Un pensamiento social con conciencia, con carácter ético y crítico que explica la cohesión o el conflicto social con las estructuras y sistemas sociales que bien cohesionan o dominan y causan la desigualad, explotación laboral e injusticias sociales como es el empobrecimiento; que comprende a la razón y sus patologías, que re-fluyen con estas estructuras o sistemas, producidas cuando lo que impera es la racionalidad formal e instrumental que quiere lo utilitario, mercantilista y burocrático. Y olvida los fines y valores últimos como es la razón crítica-ética en la justicia con las víctimas.

Es pues una ciencia e investigación que quiere conocer, mejorar y transformar la realidad social e histórica con una praxis emancipadora de toda dominación, desigualdad e injusticia. Una práctica investigadora para la transformación humana, personal y social que se orienta y manifiesta los valores e ideales de justicia e igualdad, solidaridad y libertad. Comprendiendo y asumiendo los conflictos sociales, estratificación e injusticias entre los grupos económicos con las desigualdades, políticos con el poder y sociales con el estatus o prestigio. En donde el capital subsume al trabajo, al trabajo vivo negando así la vida de las personas que laboran y que son fines, no medios. Con la expropiación y alienación del valor real de su trabajo y salario, de la misma vida con sus necesidades y capacidades. La mercancía y el capital con su uso se convierte en fetichismo, que aliena a la persona con su valor, que convierte los bienes y al trabajo vivo, la misma vida, en mero instrumento de cambio, de lucro y rendimiento productivo. Lo que, como auténtica idolatría, diviniza al capital y al mercado que exige siempre el sacrificio de la vida del trabajador, de las personas y de los grupos sociales más oprimidos.

La investigación social crítica y ética siempre tiene como clave epistemológica el conocimiento real, inteligente y vital (asumir y sentir) la realidad de sufrimiento, desigualdad e injusticia u opresión que padecen las personas, los grupos sociales y víctimas. Como son los obreros, trabajadores, pobres (empobrecidos) y excluidos que se les priva de la satisfacción de sus necesidades vitales (privaciones sociales); que se les expolian los recursos y bienes que están al servicio de dichas necesidades o capacidades, deben servir liberadoramente a la vida y fin-dignidad de las personas. Con un destino y uso común, universal de los bienes, en este reparto y distribución justa de dichos recursos con solidaridad, equidad y carácter social de la propiedad-capital. La investigación social se lleva a todos los planos de la realidad, tanto el personal como el socio-estructural, en su crítica de todas estas patologías, contradicciones, asimetrías y desigualdades que generan los males e injusticias.

El análisis crítico-ético abarca la totalidad de la vida social, la realidad global de la persona con su vida social e histórica, que con su razón o conciencia y corazón puede alumbrar e idear malos sueños que se transmutan en pesadillas y monstruos como los patológicos de la modernidad. Los totalitarismos de los fascismos, del liberalismo economicista con el capitalismo y su mala repuesta como es un comunismo colectivista, el colectivismo estatalista de tipo leninista-stalinita, tienen unos presupuestos filosóficos, antropológicos y metafísicos más latentes o explícitos. Son esos reduccionismos y relativismos antropológicos que convierten metafísicamente la realidad humana en simple materialidad económica (economicismo), en colectivo amorfo estatal o en raza-nación. Son las idolatrías del mercado, capital, estado, partido y nación que como falsos dioses aniquilan antropológicamente al ser humano. Devorando metafísicamente a las personas que, despojadas de su sentido y condición de sujetos personales, se convierten en un mero objeto de cambio e instrumento de producción, dominio y apropiación por parte de este capital económico, político, racial, nacional y simbólico.

La razón formal e instrumental, que pervierte a la modernidad generando dichas patologías, se convierte en mecanismo de dominación de la naturaleza y del ser humano, de explotación del hombre por el hombre. Con la insaciable voracidad de dominio, utilitarismo, mercantilismo y burocracia que impide la memoria compasiva (sentida) y de la justicia liberadora con las víctimas de historia, que niega a la esperanza y liberación integral de todo mal, muerte injusticia. Esta ciencia social crítica con su filosofía humanista, ética y liberadora muestra que las personas no son objetos sino sujetos protagonista y gestores de toda la realidad social, política, económica y cultural, del mercado y del estado. Articula y asienta bien la justicia e igualdad en la sociabilidad solidaria de la persona, frente al capitalismo, con la libertad y participación (autogestión) democrática en contra del colectivismo estatalista que, en realidad, es un capitalismo de estado. Para una correcta comprensión de la inter-relación inseparable de la persona con la comunidad social/mundo en donde, lejos de todo dualismo u oposición, se fecundan mutuamente dichas realidades de la persona y lo social e histórico.

Como vemos, la ciencia social crítica se hace cargo (carga y se encarga) de lo real de la negatividad, de los sufrimientos e injusticias que padecen las víctimas u oprimidos. Con la materialidad de las condiciones de promoción de la vida y del bien común que son negadas por estos ídolos del capital económico (riqueza-ser rico) y político-estatal (el poder). Esta negatividad y materialidad, la negación de la vida digna a los seres humanos y a los pobres o excluidos, junto a una praxis liberadora de todo mal e injusticia con los oprimidos (pobres), son los criterios que constituyen a la ciencia (como es la social) en crítica. Y que analizan, juzgan o valoran como injusto, inmoral e inhumano a todo sistema, instancia real e ideología que niegue esta condición y naturaleza de la vida humana, que impida la vida digna e integral (en todas sus dimensiones o fases). Tal como impone el capitalismo o el colectivismo que son, por tanto, perversos, deshumanizadores y van en contra de esta ética socia crítica.

Por tanto, en la investigación social crítica se estudia toda esta desigualdad e injusticia causada por la acumulación del capital y los bienes en pocas manos, la de los rico y poderosos con sus sistemas e ideologías como el capitalismo y el colectivismo. Se observa y analiza como el capital crece exponencialmente, con dicha acumulación desigual e injusta, en detrimento de (contra) los bienes del trabajo, del trabajador, de las personas con sus familias y de los pueblos; como se alquila y se práctica la usura con todo, con los créditos e intereses y los bienes en general, negando este valor del destino universal y uso común de los bienes como es la propiedad para todos. Lo que endeuda para el presente y futuro a las personas, familias y pueblos con el cierre de todo desarrollo humano e integral. En esta línea, en nuestro mundo globalizado se investiga como este capital, sobre todo especulativo-financiero e irreal, genera un casino planetario. Con una economía de burbuja, tóxica y basura que especula con todo, genera las crisis y arruina a los pueblos, que pincha y estalla produciendo un estado de shock o colapso global.

Más esta ciencia social crítica, asimismo, articula la investigación con la acción-participación. Con la praxis protagonista y esperanza liberadora de los pueblos, pobres y movimientos u organizaciones populares, sociales y ciudadanos que buscan ese otro mundo posible. Una mundialización en la solidaridad, paz y justicia socio-ambiental e intercultural frente a la globalización del capital, de la guerra y la competitividad insostenible, anti-ecológica. Es la auténtica alternativa de la ecología integral en el desarrollo personal, humano, social y ambiental. La civilización del trabajo, la dignidad del trabajador con una economía al servicio de las necesidades de las personas, de los pueblos como clave del desarrollo integral; frente a la del capital, del lucro y beneficio. La civilización de la pobreza solidaria en comunión de vida, bienes y luchas liberadoras por la justicia con los pobres de la tierra como principio de humanización frente a la de la riqueza-ser rico, del tener y poseer por encima de este ser solidario.

Agustín Ortega Cabrera, Trabajador Social y Doctor en Ciencias Sociales (Departamento de Psicología y Sociología, ULPGC), Experto Universitario en Moral, Doctor en Humanidades y Teología (UM-ITM). Es profesor e investigador de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador y en el Centro Universitario de Estudios del Seminario Diocesano de Ibarra. Investigador en la Universidad Loyola Andalucía.

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