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#NEOSOCIALDEMOCRACIA

24 agosto 2016

No es nuevo. El intento de socialdemocratizar cualquier proceso revolucionario tiene infinitos precedentes en la historia política latinoamericana. Desde la Alianza por el Progreso (iniciada por Kennedy) hasta los primeros años de la época Clinton. En años más recientes, por ejemplo, la tercera vía latinoamericana fue el término que se utilizó con el objetivo de que el Brasil de Lulacaminara siempre por el rail del centro.

#NEOSOCIALDEMOCRACIA

En la actualidad, en tiempos de contracción económica mundial, lo intentan con Ecuador y Bolivia, tratándolos con el cariño necesario para que se dejen guiar por esos principios socialdemócratas. No lo consiguen (por ahora) pero lo siguen intentando. Le lanzan un acuerdo comercial por acá y una inversión extranjera por allá. La economía aprieta y la ayuda externa se presenta como la gran tentación salvadora.

Y ahora también lo intentan sorprendentemente con Venezuela. Si no se puede por las malas, que sea por las buenas. Ante el momento de emergencia económica, algunos actores se han puesto manos a la obra para que el chavismo acabe decantándose por una salida neosocialdemócrata. La excusa, la de siempre: el pacto necesario para dar estabilidad y gobernanza económica. La estrategia, también la habitual: se afirma que todo lo que ha hecho el sector público está mal, y con eso se argumenta que las grandes decisiones económicas han de estar en manos del gran capital privado. Si hay fallas en el sistema de precios justos, entonces la solución es que dos empresas privadas marquen el precio que les de la gana. Si el sistema cambiario tiene debilidades, entonces la respuesta es que el Dólar Today sea legal. Así es como la neosocialdemocraciapretende imponer su sentido común económico para dar estabilidad ante la actual situación económica adversa.

La pregunta que nos debemos hacer es qué tipo de estabilidad económica queremos como respuesta ante las dificultades. Una cosa es la estabilidad que excluye a las mayorías, y otra bien distinta es aquella que incluye, que no deja a nadie por afuera. He aquí la verdadera discusión detrás de este emergente consenso de ideas económicas. ¿Estabilidad macroeconómica con malestar microeconómico? Como en Perú, Colombia, México o como sucede ahora en Argentina. De nada sirve, alcanzar un equilibrio macroeconómico sin gente adentro, sin pueblo. La clave es llegar a la meta pero hacerlo con el mayor número posible de personas.

La socialdemocracia, en las últimas décadas, se viene promocionando con una cara amigable. Intentando disimular que pertenece al mismo sistema hegemónico que ha provocado un importantísimo desastre económico a escala global. Procura utilizar como carta de presentación lo que fue en el pasado, sin querer rendir cuenta del presente. Es por tanto necesario no confundir lo que fue la vieja socialdemocracia con esta neosocialdemocracia que cohabita en una casa neoliberal dominante. Este nuevo proyecto se caracteriza por constituirse a partir de un pacto desigual con amistades peligrosas; por una soberanía subordinada al patrón de acumulación global del capital; por políticas públicas de bienestar social condicionadas a la tasa de ganancia de unos pocos grandes empresarios. Esta es la corriente que aparece camuflada como nueva, pero que se asemeja demasiado a lo de siempre, al modelo neoliberal.

Muchos de los procesos de cambio en América latina se enfrentan indudablemente ante su propio punto de clivaje para sortear contradicciones internas y para afrontar situaciones externas adversas. Ninguna identidad política puede continuar paralizada ante tanto cambio adentro y afuera. Se abren así muchas vías para su resignificación e interpretación hacia delante. Y ante el amplio abanico de posibilidades de por dónde transitar, ser domesticado en modo neosocialdemocracia es una opción por la que algunos están apostando con mucho ímpetu. Su éxito, en gran medida, dependerá de si surgen otras alternativas que seduzcan y convenzan más que el plan de marketing neosocialdemócrata. En caso de que esto no suceda, entonces, comenzará mas pronto que tarde el tic tac de los procesos de cambio en la región. Esperemos que no.

Fuente: http://www.telesurtv.net/bloggers/NEOSOCIALDEMOCRACIA-20160824-0005.html

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Consumir políticas. Dilemas latinoamericanos

Por: Alfredo Serrano Mancilla

 

El consumo es el territorio social de la diferenciación, la jerarquización y un indicador social del ascenso.

I.
Yo consumo. El pueblo es una operación política, una invención, un conjunto de actores y ciudadanos, pero también es un universo de consumidores e individualidades que presionan sobre la política. Que están ahí, exigiendo ampliar sus posibilidades. La subjetividad posmoderna, la individuación y su vinculación con el consumo se han transformado en un problema electoral, y también político. Es un dilema para todos los gobiernos. El mercado -no solo en su dimensión compra-venta- se ha metido en la cama de la política. En los últimos años, el consumo fue incorporado como política pública: ampliar el mercado interno, el empleo, el salario, etc. Pero poco fue pensado como condición de la subjetividad posmoderna y global. Como práctica donde se realiza lo privado y una identidad vinculada a éste. El consumo es el territorio social de la diferenciación, la jerarquización y un indicador social del ascenso. El momento de lo privado que acecha a lo público. El ciudadano-consumidor es un voto en sí mismo.

II
La mayoría de los proyectos de cambio (Venezuela, Argentina, Bolivia, Ecuador) partieron de un pacto social y económico basado en la lógica ganar-ganar. La gobernabilidad fue viable –por un tiempo- para los intereses de todos los actores. El Estado asumió un papel protagónico reapropiándose de los sectores estratégicos, redistribuyendo la riqueza a través de políticas públicas activas. Logró incluir a las mayorías sociales en clave de consumo gracias a la mejora en el empleo y salario. Mayorías y consumidores se articularon y se expresaron al mismo tiempo. Una asociación que no siempre va de la mano, sobre todo, cuando los problemas económicos aparecen y el Estado ya no aparece como “garantizador” del consumo. Ante coyunturas críticas, la figura del consumidor demanda lo mismo (a veces más) sin preocupación por el interés colectivo. Lo general es su enemigo. Emerge un consumidor liberal que no desea discutir sobre lo estatal ni sobre políticas gubernamentales. Lo que busca es seguir consumiendo.

III
La demanda interna creció y se democratizó significativamente en estos años. El mercado interno no pudo de ninguna manera ser satisfecho por el sector público. Pero la oferta privada nacional tampoco logró ser la respuesta a este nuevo fenómeno económico inclusivo. Fue imposible producir internamente al mismo ritmo que lo hacía el consumo interno. El mercado, sus intereses y actores, se expandió más allá del Estado. Se multiplicó y tomó su propio rumbo sin posibilidad real de ser gestionado ni controlado por las políticas públicas. He aquí la nueva cuestión de época.

IV
Existe una vida social contemporánea que por momentos no es captada en su complejidad por los gobiernos. Un poder en ciernes y en transformación, cuya velocidad muchas veces no puede captarla. La gran avenida del consumo cobijó a todos aquellos que mejoraron su situación. Les tendió la mano. Con “lo social” satisfecho, el consumo se volvió la gran madre de la movilización ascendente.

V
Tras las bambalinas del consumo, se fragua el dilema de época para estos procesos de cambio. A medida que el Estado recuperaba -por distintas vías- las divisas, se forjaba una mayor dependencia del capital privado en el uso de las mismas para importar bienes y servicios. Cuando la divisa se hizo escasa la política se encontró con el mercado y con ese mundo privado dispuesto a todo. Mientras tanto, los consumidores fueron a elecciones y votaron.

  1. En este cambio de época se avanzó en materia de derechos sociales gracias a todo lo realizado en la esfera pública. Sin embargo, los gobiernos progresistas no pudieron limitar ni desgastar el consumismo y su lógica aspiracional. Paradójicamente, su estrategia de integración fue a través del mismo. Por tanto, se encontraron con el segundo dilema: aceptar la fuerza globalizadora de la cultura del consumo, mientras necesitaban limitar las exigencias venidas de los actores económicos-financieros globales. Este dilema se encuentra en el centro de la escena gubernamental. Es un proceso que no es considerado por los ciudadanos en su vida cotidiana. Solo es un dilema para el Gobierno; la persona consume y se encarga de su vida. Participa en la polis con su “bolsillo” pero no como un homo consumis sino con la resignificación política-social de su nueva condición de consumidor/ciudadano. Mas allá, de su inclusión a través del universo de políticas sociales, privilegia opciones políticas que busquen saciar su propia invidualidad y diferenciación. Esta defensa del “derecho individual de consumo” se enfrenta con los imaginarios de las políticas que le permitieron gozar de su condición actual. En momentos de turbulencias económicas, esta subjetividad puede ser expresada por opciones de derecha, cada vez más preocupada por la rebelión de “lo privado” y representada en una discursividad de lo cotidiano que evade e impugna los grandes relatos hiperideologizados. En el territorio de la subjetividad posmoderna ha encontrado su votante.

VII.
La izquierda debe lidiar con una subjetividad que también le pertenece y necesita. Deberá “descender” al mundo del individuo y de los actores para repensar sus prácticas en contextos de intensa globalización. Tendrá que pensar en el votante  y en sus capacidades -siempre mínimas- de erosionar o reconducir esta subjetividad que puede poner en riesgos proyectos democratizadores, inclusivos y bienestaristas. La opción de votar por órdenes decididamente desiguales es una posibilidad que brinda el mundo contemporáneo y la lógica cultural del consumo. La izquierda no puede darle la espalda. Le tocará afrontar esta contradicciónpropia del proceso de cambio. La clave está en hacerlo creativamente.

Tomado de: http://laventana.casa.cult.cu/noticias/columnas/orbita/2016/06/23/consumir-politicas-dilemas-latinoamericanos/

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Macri censura a TELESUR

Alfredo Serrano Mancilla

El titulo no es del todo exacto. Dudé si lo dejaba así a pesar de ser consciente de que no refleja con rigor lo sucedido. Pero enseguida se me vino a la cabeza aquel mayo del 2007 cuando se incendiaron los titulares contra Hugo Chávez porque en Venezuela se había decidido no renovar la concesión de transmisión del canal de televisión RCTV (Radio Caracas Televisión), fundada por el empresario William H. Phelps. Se le acabó su licencia, y no se le renovó. La decisión del gobierno venezolano fue no continuar permitiendo que este canal estuviera en señal abierta, pero sí se permitió que RCTV siguiera transmitiendo a través de las empresas cable operadoras privadas. Este detalle, como era de esperar, fue obviado en la mayoría de editoriales en relación a esta noticia. Toda la artillería pesada fue contra Chávez y su supuesta censura.

Este hecho interno fue objeto de atención de los medios dominantes a escala internacional. CNN atizaba sin matices: “Venezuela es un país totalitario”. El País de España se sumaba a la campaña: “Chávez cierra el canal privado RCTV en medio de violentas protestas”. En Argentina, precisamente en Argentina, Clarín y La Nación hablaban de “golpe a la libre expresión”. Como no podía ser menos, la propia presidenta de la Cámara de Representantes de EEUU, Nancy Pelosi, en esa misma línea, manifestaba su disconformidad porque tal medida atentaba contra la libertad de expresión. Sin embargo, nada de esto ocurrió cuando el Presidente colombiano Uribe, en octubre de 2004, cerrara la empresa estatal Instituto de Radio y Televisión (Inravisión) con 3 señales abiertas con contenidos a menudo incómodos para el gobierno. En ese momento, hizo el anuncio un lunes, y el jueves siguiente desalojó con policía a los trabajadores; luego, esa señal fue reemplazado por Radio Televisión de Colombia (RTVC), que contratara externamente. Entonces, casi nadie dijo nada.

Esta es solo un pequeño ejemplo que demuestra cómo el alegato a favor de la libertad de prensa solo es aplicable en algunos casos. La reapropiación de ciertas banderas es una lección bien aprendida por quienes procuran construir hegemonía. Solo ellos, los bienaventurados, tienen el monopolio para acreditar la libertad de prensa. Es por ello que esta vez, en el caso de Argentina, nadie en los grandes grupos mediáticos internacionales dice nada acerca de la decisión del ministro de Medios y Contenidos Públicos, Hernán Lombardi, de “irse de la cadena TeleSur”.

TeleSur es una cadena de televisión multiestatal (Venezuela, Bolivia, Cuba, Nicaragua, Uruguay y Ecuador) con sede central en Caracas que transmite en señal libre y sin costo, constituida como empresa pública, que lleva una década al aire en todo el mundo. El gobierno de Macri, en su modo restauración conservadora express, sigue cortando cabezas. Cortó la de decenas de miles de empleados públicos; ha endeudado externamente/eternamente a los argentinos a favor de los fondos buitre; ha incrementado estrepitosamente las tarifas de luz, gas y transporte. Y ahora, decide sacar a TeleSUR de la Televisión Digital Abierta (TDA), gratuita y pública, que llega al 80% de la población del país. Además, la medida implica que TeleSur también deje de ser incluido entre los canales de las operadoras de cable en las que hasta ahora debía estar de manera obligatoria a raíz de un fallo de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual de 2010 (también disuelta por el macrismo).

Las explicaciones del gobierno argentino han apelado paradójicamente al respeto por la “pluralidad”. La interpretación de lo plural es retorcida y torticera; es una pluralidad excluyente, que censura a TeleSur como otra mirada informativa. Ese es el verdadero respeto por la diversidad de información de Macri. Ni siquiera expiraba la licencia para retransmitir. Simplemente, el gobierno argentino cortó la señal, así sin mas. El neoconservadurismo del siglo XXI no admite otro relato que no sea el suyo. No quiere de ninguna manera que exista ningún canal público que pueda surinformar a todos los que nos sentimos del Sur.

El Norte hoy no exige libertad de prensa. Nosotros sí.

 

Fuente del articulo: http://www.celag.org/macri-censura-a-telesur-por-alfredo-serrano-mancilla/

Fuente de la imagen:  http://i0.wp.com/www.celag.org/wp-content/uploads/2016/03/censura-e1459281990164.gif?resize=443%2C299

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La ineficiencia neoliberal

Alfredo Serrano Mancilla

La crítica más común al capitalismo viene casi siempre por la falta de justicia en su forma de repartir. El capitalismo parte de una premisa esencial: la concentración es la base para su patrón de acumulación. Actualmente, son 147 corporaciones las que controlan el 40% de la economía mundial según el estudio “La Red de Control Corporativo Global” (The Network of Global Corporate Control), publicado en la revista científica PlosOne.

Estas “súper entidades”, como así las denominan en el informe, son conglomerados que abarcan diferentes dimensiones del universo económico global (financiero, comercial, productivo, etc.) llegando a controlar hasta el 80% de las cadenas globales de valor. El 1% de la población mundial posee tanto dinero líquido o invertido como el 99% restante de la población mundial. 

Esta concentración es más avanzada de la que existiera en el siglo pasado. El neoliberalismo, basado en una economía financiarizada globalmente y fragmentada geográficamente en lo productivo, es el gran responsable de esta involución desigual. Sin embargo, el capitalismo neoliberal jamás presumió de ser justo. De lo que sí lo hace es de ser más eficaz que cualquier otro sistema económico. Sin embargo, sobre su eficiencia hay más de mito que de verdad. Veamos que pasó en el último año.

En el 2015, las empresas estadounidenses obtuvieron beneficios récord por un valor de más de 1,6 mil millones de dólares; de los cuales solo invirtieron el 31%. Dicho de otra forma: de cada 10 dólares que obtuvieron como ganancia, sólo se inviertieron 3, y los 7 restantes se acumularon en forma de patrimonio improductivo, ocioso, alejado de la economía real. 

Esos 7 dólares se quedaron descansando sin ganas de producir. Grandes ollas de dinero no destinadas a ninguna actividad económica. Una hucha cada vez más grande pero cada vez más ineficiente. Una suerte de abundancia inútil.

El actual capitalismo no es eficiente ni siquiera bajo sus propios criterios económicos. Acumula sin reinvertir. Pero además tampoco le gusta la competencia. Todo lo contrario. Cada vez más, existen gigantes corporaciones con alto poder de mercado impidiendo un verdadero grado de competencia.

Las barreras de entrada son múltiples (la tasa de creación de pequeña empresa en Estados Unidos está cerca de su nivel más bajo desde los años 70). Se dispone de mecanismos de expulsión de las pequeñas y medianas empresas en la mayoría de los sectores de mayor generación de valor agregado. 

Estamos en la era de las megafusiones entre corporaciones de alcance global. En 2015, las grandes empresas del mundo dedicaron 4,7 billones de dólares para comprarse entre ellas y crear conglomerados todavía más grandes (cifra récord en la historia mundial; un incremento de 42% frente al año anterior). Abusando de los eufemismos, a eso es lo que le llaman ser más competitivos. Lo que sucede realmente es que son más grandes porque se comen a las más chicas.

El capitalismo neoliberal no sabe cómo aumentar su tasa de productividad global. No sabe cómo afrontar una significativa parálisis de innovación tecnológica. No se generan nuevas fuentes de riqueza, ni de crecimiento económico. Así lo sostiene la tesis de “estancamiento secular” de Lawrence Summers (ex secretario de Tesoro de los Estados Unidos), que no ve ninguna manera de que la economía pueda reactivarse si no es través de burbujas especulativas. 

La economía de la deuda también se ha impuesto de manera ineficaz. Es un peso muerto que actúa como freno para crear riqueza. Los deudores ordenan el sistema económico solo para satisfacer a los acreedores, con tasas de interés usureras. La política monetaria lanza “billetes” en helicóptero para sanear cuentas de la banca privada, pero no a favor de inversiones productivas. 

Ni siquiera la última compra de deudas del Banco Central Europeo destinada a empresas no financieras servirá para reactivar la economía real porque solo pretende sanear balances contables intoxicados. La política fiscal restrictiva, recortadora de inversión pública, derechos sociales y empleo, también es clave en impedir que la demanda efectiva se recupere. El empobrecimiento salarial tampoco reactiva el consumo privado.

En un reciente artículo en The Economist, “Too much of a good thing” (Demasiado bueno), se señala que los altos beneficios pueden ser un signo de enfermedad debido a que cada vez existen más empresas expertas en extraer riqueza que en crearla, como sucede en los mercados monopólicos u oligopólicos. 

Anteponen la recompra-reventa a las inversiones productivas. El capitalismo prefiere trabajar lo mínimo para ganar lo máximo. Puede que esta dinámica sea considerada como eficiente desde la perspectiva de la maximización del beneficio de unos pocos privilegiados. Pero lo que no se puede afirmar es que sea eficiente en lo económico. Es ineficiente ambientalmente; es inútil para mantener una demanda estable; es infructuoso para crear empleo con salarios dignos; ineficaz para aumentar sostenidamente la productividad. La ineficiencia neoliberal es responsable de la actual adormecida economía real. Y además empobrece a las mayorías.

Fuente del articulo: http://actualidad.rt.com/opinion/alfredo-serrano-mancilla/210170-ineficiencia-neoliberal

Fuente de la imagen: http://www.correodelorinoco.gob.ve/wp-content/uploads/2016/06/Neoliberal.jpeg

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¿Cómo escapar del neoliberalismo del siglo XXI en América latina?

Alfredo Serrano Mancilla

La restricción aprieta y la salida neoliberal está a la vuelta de la esquina. Siempre te atrapa de la misma manera: te llevan hasta el borde del precipicio y, desde ahí, toca elegir el mejor salto al abismo. A medida que crece la restricción externa, más difícil es huir del laberinto neoliberal en su versión más moderna. Los tentáculos del orden hegemónico global aparecen habitualmente como “auxiliadores” para superar cualquier emergencia. Así fue en el pasado y lo es ahora. Pero, esta vez, se presenta en versión siglo XXI, aprendiendo del pasado. Ya se acabó la era de ofertar todo como un paquetazo de ajuste social. La ayuda financiera es presentada sin aparente contrapartida, sin grandes virajes. Las políticas económicas salvadoras en materia cambiaria, precios, tributarias y monetarias tampoco asoman con descaro neoliberal. Se esconden en forma de grandes acuerdos, de alianzas con amistades (peligrosas). Estamos en otro momento histórico. Todo se hace más amigable.

Esta es la primera vez que el bloque de países progresistas ha de afrontar un ciclo tan prolongado de caída de los precios de las materias primas. Economías acostumbradas a funcionar con muchas divisas han de desafiar un nuevo estado de vacas flacas. No es momento para mirar hacia atrás. Seguramente hubieron errores en el pasado; pero también se llevaron a cabo políticas económicas exitosas en redistribución de la renta, garantías de derechos sociales, crecimiento (democratizado) del consumo interno, reapropiación de sectores estratégicos, recuperación de la soberanía, mejores condiciones de inserción geoeconómica. No obstante, la clave no está ni en vanagloriarse ni autoflagelarse por el pasado. El presente es lo que manda; y el futuro es lo que espera.

En ningún manual se encuentra la receta para encarar esta emergencia económica caracterizada por un frente externo adverso. La economía mundial no presenta síntomas de recuperación: ni los precios de los commodities, ni el comercio global y, mucho menos, la economía productiva global. Países como Venezuela, Ecuador o Bolivia enfrentan una situación inédita por la combinación conjunta de múltiples retos: a) no retroceder en materia social, b) sostener un patrón de consumo superior al del siglo pasado, c) gestionar una nueva estructura de clases sociales que cambió su matriz de demandas, d) no hipotecar el futuro ni ceder en clave de soberanía. Y todo ello hay que hacerlo ganando elecciones y venciendo la actual batalla que gira en torno a las expectativas de “estar mejor”.

El neoliberalismo del siglo XXI te extiende la mano con nuevas fórmulas. El gran Tratado de Libre Comercio se sustituye por acuerdos parciales; el ALCA por los “alquitas”. Cada país firma con quien puede para ver si así logra captar más divisas. De esta manera, se atomiza la región y se desanda todo lo que se avanzó en materia de integración regional. Los Tratados Bilaterales de Inversión se camuflan en blindajes particulares por cada inversión extranjera directa. La fragmentación geográfica de la producción mundial y sus cadenas globales de valor sirven para captar el mayor porcentaje posible de ganancia generada en cualquier proceso de transformación. La nueva economía del conocimiento y sus acuerdos de propiedad intelectual construyen nuevas cadenas de dependencia entre los países centrales y la periferia. Las translatinas son actores tan trascendentes como las transnacionales. La banca privada internacional y el FMI proponen prestamos con condiciones leoninas exigiendo como garantías expropiaciones de activos públicos. No resulta sencillo escapar de esta avalancha de rebajas en época de liquidación. La tentación neoliberal retorna aprovechándose de que nunca se fue del todo procurando injertarse definitivamente ahora que las contradicciones internas-externas florecen.

Ante cierto agotamiento relativo de la inventiva creadora de los procesos progresistas en materia económica, se corre el riesgo de “dejar hacer, dejar pasar” al neoliberalismo en su versión siglo XXI. Sin embargo, la política económica heterodoxa (postkeynesianismo, neomarxismo, feminismo, institucionalismo, escuela de regulación) otorga un gran ramo de posibilidades para huir de esta salida neoliberal. Lo primero es partir de varias premisas básicas: 1) la economía como un todo (y como la suma de sus partes), 2) la economía política está más presente que nunca, 3) no hay acierto económico sin una adecuada comunicación económica, 4) la eficiencia no debe estar reñida con la justicia social, 5) la economía también produce subjetividades, 6) la sociedad con mercado (pero no de mercado) es un hecho y, como tal, hay que definir qué vaya a ser. A partir de ahí, toca edificar un nuevo metabolismo económico capaz de sostener materialmente las revoluciones sociales que se han venido aconteciendo. He aquí algunas líneas para escapar del neoliberalismo 2.0.

Por un lado, la política tributaria ha de dejar de ser mera acompañante para convertirse en una herramienta decisiva en este dilema. Es necesario utilizar este motor frente a la emergencia económica por varias razones: a) hay que avanzar en soberanía tributaria (recaudar adentro lo que se necesite adentro), b) lo tributario ha de servir como incentivo para fomentar producción nacional, frenar importaciones y penalizar lo ocioso-improductivo-especulativo. Por otro lado, el sistema bancario ha de remar en la misma dirección del modelo de desarrollo productivo. Hay que regular las carteras de créditos evitando burbujas ineficientes y especulativas; se deben poner a funcionar las reservas excedentarias a favor de la economía productiva; hay que procurar nuevos mecanismos de ahorro interno. En materia cambiaria, se deben buscar mecanismos novedosos que logren amortiguar la supremacía del dólar: timbres cambiarios que resuelvan desequilibrios comerciales, bonos ahorros cambiarios que salvaguarden de ataques a la moneda, utilización de las divisas disponibles bajo criterios multiplicativos en la economía real. En lo comercial, es momento para repensar otras modalidades de intercambio en otras divisas con los BRICS.

De nada servirían estas políticas si no vienen acompañadas de un cambio del modelo productivo, no sólo produciendo nuevos bienes finales sino también considerando la fabricación de insumos productivos, verdaderos generadores del valor agregado. En este sentido, tampoco se debe descuidar quién produce (pequeños, medianos, grandes, transnacionales) y bajo qué condiciones laborales, y especialmente bajo qué objetivos: para satisfacer la demanda interna, privada o pública, o para exportar. Es hora de una nueva planificación productiva que, además, contemple los requerimientos de la política de compras públicas. Es imprescindible sintonizar la demanda del Estado con la nueva etapa productiva.

A pesar del mandamiento neoliberal, del “no hay alternativa”, sí que se puede tomar otra ruta económica para afrontar este desafío de época. Nadie dijo que iba a ser fácil. 

Fuente del articulo: http://www.celag.org/como-escapar-del-neoliberalismo-del-siglo-xxi-en-america-latina-por-alfredo-serrano-mancilla/

Fuente de la imagen: http://i0.wp.com/www.celag.org/wp-content/uploads/2016/05/laberinto1-e1463934745658.jpg?resize=638%2C400

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El misterio de la Clase media en América Latina

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Alfredo Serrano Mancilla

En estos últimos años se ha abierto un intenso debate sobre el rol político de la clase media en América latina. Sin embargo, el término clase media es exageradamente ambiguo. Tiene tantas acepciones como enfoques teóricos. La economía ortodoxa apela al ingreso para su definición y la sociología dominante lo limita a un asunto de estratificación social. Otros se centran en una cuestión de identidad, en una nueva subjetividad emergente que se siente incluida en un modo de vida promedio. En cualquiera de sus interpretaciones, la clase media existe actualmente como dilema político de época.

La estructura de clases sociales de la región ha cambiado sustancialmente de forma acelerada. Se conformó un nuevo sujeto gracias a las políticas redistributivas implementadas en la región. En Bolivia, en la última década, el 20% de la población ha pasado de la extrema pobreza a ser considerada como clase media. En Ecuador, en ese mismo periodo, la clase media se duplicó. En Venezuela, durante la Revolución Bolivariana, se triplicó. En Argentina, durante el kirchnerismo, se incorporaron 9 millones de personas a esta categoría. En Brasil, durante los gobiernos de Lula y Dilma, la nueva clase media abarca a 39 millones de personas. Este ascenso social oreenclasamiento positivo es un rasgo característico irrefutable de este ciclo político.

La manera en la que se afronte este fenómeno será decisiva en este momento histórico. Tras la victoria de Macri en Argentina, la derrota electoral del chavismo en la Asamblea de Venezuela, el revés de Evo Morales en el referendo para la reelección en Bolivia, a menos de un año de las elecciones presidenciales en Ecuador, y en medio del intento de golpe contra Dilma en Brasil, el asunto de la clase media se sitúa actualmente en el centro de la controversia política.

La llamada “nueva derecha” latinoamericana del siglo XXI lleva años prestando especial atención en “cómo hablarle” a esta nueva clase media. El objetivo es doble. Por un lado, ha venido prometiendo (desde la oposición sin responsabilidad de gobierno) aquello que reclama la lógica aspiracional de ese nuevo sujeto. Y, por otro lado, busca darle forma e identidad para constituirla como un actor social afín a su proyecto político-económico. Se presenta así a la clase media como si estuviera cansada de confrontar, aparentemente despolitizada, que prefiere la moderación, mayoritariamente urbana, que no le importa ni la justicia social ni la igualdad, que se siente más cómoda con otros valores materialistas (consumo) y postmaterialistas (ecologismo), y cada vez más individualizada.

Seguramente hay parte de verdad en todo esto, pero tampoco se puede dar todo por cierto. Tal caracterización responde a una intencionalidad, la de instaurar un nuevo sentido común conservador acerca de lo que es la nueva clase media. Hecha a medida, construida a su semejanza, y útil como nuevo sujeto.

He aquí la nueva jugada del neoconservadurismo para vencer en medio de este pulso sobre la resignificación de quién es la “naciente clase media”. Aún es un enigma por descifrar. No es la clase media europea de las décadas pasadas, ni siquiera es la clase media latinoamericana preexistente a estos procesos de intensa movilidad social. García Linera la conceptualiza como “clase media de origen popular”, lo que significa que no es una clase media al uso. Es otra clase media, distinta, que ha naturalizado los derechos sociales adquiridos y tiene nuevas aspiraciones; pero esto no significa que haya perdido sus raíces. Es una clase media politizada pero no de la misma manera que lo era hace una década. Tiene una nueva subjetividad que nos toca conocer. Está en constante relación con nuevos medios (redes sociales); tiene otra estética, otros marcos culturales que responden a una etapa posfordista.

El desafío está en caracterizar a esa “clase media de origen popular” en forma más compleja de lo que lo hacen Durán Barba y compañía. Este sujeto emergente es heterogéneo y contradictorio; es un híbrido de lo que fue, lo que es y lo que quiere ser. Es un actor en transición, en conformación. Es más, todavía es una especie de “casi clase media”, que se encuentra al filo del alambre como cualquier recién llegado que siempre puede volver al lugar desde donde salió. A esto, el Banco Mundial le llama “clase vulnerable”, porque dejó de ser pobre pero nunca pasó a ser rica; todavía susceptible de retroceder si la economía no crece lo suficiente. La restricción económica externa pone en riesgo su permanencia.

Seguramente, este término, el de nueva clase media, incomoda al pensamiento tradicional de la izquierda, más acostumbrado a otras categorías teóricas. Esto es comprensible, pero no hay tiempo que perder en un debate en curso que no pide permiso a los manuales clásicos. El misterio de la clase media está omnipresente. O se permite la restauración de una “clase media light” procedente de la visión neoconservadora, o por el contrario, se disputa su significado. De no hacerlo, corremos el riesgo de interpretarla como si fuera una clase media de otro espacio y otro tiempo histórico, importada e impuesta como tantas veces nos lo hicieron con recetas, teorías, categorías, epistemes, marcos analíticos.

Fuente: http://www.celag.org/el-misterio-de-la-clase-media-en-america-latina-por-alfredo-serrano-mancilla/

Fuente de imagen de cabecera: http://www.alainet.org/sites/default/files/styles/articulo-ampliada/public/mujer_joven_protestando_mobile.jpg?itok=K4NgsO5N

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