Por: Carlos Henríquez
Sebastián Edwards señaló, en La Tercera el pasado fin de semana, que no se está haciendo nada en cuanto a la calidad en la educación escolar. Denota que hay un panorama desolador, todo en un ambiente de mediocridad y, según su comprensión, con pocas posibilidades de mejorar.
Aventurar sin ver lo que se ha hecho sistemáticamente y sobre todo lo que viene, parece una opinión muy impulsiva. La Reforma de Educación en marcha contempla la calidad como eje, no como mera declaración, sino que una medida concreta, más allá que es en la misma implementación donde se juega el verdadero partido.
Resulta que no nos vamos quedando atrás, como dice el académico de la Universidad de California. Avanzamos con fuerza para que todos los estudiantes, sin distinciones, accedan a una educación de calidad, lo cual requiere esfuerzos permanentes y consistentes.
Es poco comprensible no querer ver la importancia de la Ley de Inclusión (fin del copago, el lucro y la selección), que centra las bases para avanzar en el derecho de la educación; la nueva Ley de Carrera Docente, que saca del anonimato la discusión de la calidad a través de profesores mejor formados y motivados (ingreso, desarrollo, aumento relevante de sueldo y menos horas lectivas, como algunos de los factores), haciendo de ellos uno de los agentes estratégicos del país.
En cuanto a la duración de la jornada escolar, el problema no está en la cantidad de horas, sino el uso y la productividad de éstas. El 2017 es posible actualizar la Jornada Escolar Completa (JEC) en serio, gracias a las condiciones que nunca se tuvieron para implementarla, no sólo desde la planta docente: Ley de Inclusión, aumento de recursos de la Subvención Escolar Preferencial y Carrera Docente. La JEC deberíamos hoy construirla mirando intereses y necesidades de desarrollo integral de niñas, niños y jóvenes.
No debemos omitir el proyecto de ley que crea el Sistema Nacional de Educación Pública que apunta a la desmunicipalización de los establecimientos y su gestión en Servicios Locales de Educación, entidades descentralizadas (por lo tanto, no significa más ministerio), que buscan terminar con las enormes brechas entre la educación entregada por las distintas comunas. Más allá que siempre es perfectible, sabemos, de mejorar el proyecto desde la perspectiva local y de autonomía, el país está tomando la educación pública con el ejemplo de los países desarrollados que tanto miramos, con condiciones, recursos y equipos de apoyo a los establecimientos para ser de buen nivel, en un marco de una sociedad inclusiva, multicultural y diversa en clases sociales.
Por otra parte, con el Sistema Nacional de Evaluación, también en este Gobierno hemos progresado en medidas para mejorar. Creemos que tener más pruebas Simce no ayuda a solucionar la calidad. Hemos disminuido un cincuenta por ciento estas mediciones, perfeccionando la información para la mejora escolar. Consideramos que estas evaluaciones son muy valiosas para monitorear los logros de aprendizaje en nuestras escuelas, pero no son la única herramienta de evaluación para acrecentar los aprendizajes de cada estudiante a lo largo de un año escolar. De hecho, con el nuevo Plan de Evaluaciones 2016-2020, hemos implementando nuevas herramientas como la Evaluación Progresiva para aportar al monitoreo del aprendizaje de la lectura en segundo básico; una evaluación muestral de Formación y Participación Ciudadana, y el aumento de las visitas de orientación de la mejora hacia los establecimientos que más lo requieren con el fin de mirar procesos pedagógicos, junto a las comunidades escolares para poder avanzar.
Somos conscientes que falta mucho por hacer. No nos conformamos con lo que hay. Urge reaccionar. La épica de la Reforma está en desmantelar la inercia, el cual no es apretar tres botones y, claramente, dar una cruzada integral por la calidad. La tarea es larga, pero estamos trabajando como país para implementar los cambios. Vale decir, pasar de las leyes a las acciones concretas que impacten positivamente a los estudiantes. Allí reside la diferencia, pensar la educación con responsabilidad e involucrándonos: entregando lo mejor de todos.
Tomado de: http://www.theclinic.cl/2016/08/12/columna-de-carlos-henriquez/