España: Profesores interinos y estudiantes en Andalucía logran poner fin a las designaciones “a dedo” de docentes

Europa / España / 30 de octubre de 2016 / Por: Aníbal Maza Zaragoza

El pasado día 26, la Consejería de Educación de Andalucía ha tenido que poner fin a la designación «a dedo» de las plazas docentes que se empleaban para cubrir servicios especiales.

La Consejería de Educación Andaluza ha dado órdenes de acabar con la designación «a dedo» de personal docente para cubrir servicios especiales. Unas plazas de trabajo, que hasta la fecha se repartían a discreción y por mediación de los delegados provinciales.

Adelaida de la Calle, dirigente de la Consejería, ha presentado en el Parlamento Andaluz la instrucción (14/2016 de 19 de octubre), donde compareció para “rendir cuentas” sobre la investigación interna, y las medidas sancionadoras, a raíz de la investigación interna abierta por el nombramiento irregular de la hija del inspector jefe de la Delegación de Educación de Sevilla. Conocida como Caso del Polígono Sur.

De la Calle confirmó que se ha destituido a dos jefes de servicios: Orientación Educativa y Recursos Humanos, y se les ha abierto un expediente disciplinario. Además dimitió el Jefe de la inspección, Alberto Moreno, cuya hija fue contratada de forma irregular para un puesto de docente en el Centro de Educación Permanente del Polígono Sur (Sevilla). Su hija obtuvo el puesto de libre designación a pesar de no ser trabajadora fija ni interina, ni reunía los requisitos para el puesto de trabajo que iba a desempeñar.

La Consejería de Educación, ha insistido siempre en que las irregularidades del Caso Polígono Sur constituyen un “nuevo caso aislado”. Recurriendo de esta forma al típico argumentario del Régimen para encubrir problemas de carácter sistémico. No obstante, estas medidas reconocen que el problema está en el elevado grado de discrecionalidad de estos puestos. La Consejería reconoció que desde 2006 se habían realizado al menos 14 nombramientos “a dedo” por parte del delegado provincial, para cuatro puestos de coordinación de programas educativos en el Polígono Sur.

La Consejería ha cedido a las demandas de trabajadores docentes, interinos y sindicatos (como CGT, USTEA y otros) que venían denunciando desde hace años fraudes en la colocación de personal docente en Andalucía. Éstos pedían que acabasen estas prácticas de designación directa y que esas plazas saliesen a concurso en convocatorias iguales a las que siguen los demás profesores interinos.

Estas prácticas, constituyen una parte integrante del ataque contra la Educación pública y el profesorado, pues más allá de los beneficios de carácter personal, el “enchufismo”, la creación de redes clientelares de determinados cargos, lo que consiguen es llevar a cabo una depuración de profesorado por goteo. Así se dan puestos a los clientes o aquellos con un perfil “dócil” frente a los huelguistas, críticos y todo profesor que luche por defender la educación pública.

Además, prácticas similares están siendo intentando ser institucionalizadas en comunidades como Catalunya en 2013, donde se propuso un decreto para que el director elija “a dedo” hasta el 50% de la plantilla, sin respetar los principios de igualdad de oportunidades en el acceso al empleo público. Con lo que la diferencias entre Comunidades residen en el grado de centralización e institucionalización de los ataques no en “casos concretos de corrupción”.

En la Comunidad Autónoma de Andalucía se vienen sucediendo las luchas contra la precarización de la Educación desde hace años, la CGT denunció que se ha despedido a 1.297 profesores interinos en esta comunidad (el sector más precario dentro de la educación, que trabaja para vacantes cada vez más reducidas en tiempo, en duración de la jornada y sometido a continuos cambios de destino).

El pasado mes de Julio se llevaron a cabo movilizaciones por parte del personal docente contra los recortes, la reducción de plantillas y las irregularidades en la distribución de las plazas docentes.

La reciente huelga de estudiantes (que ha contado con un seguimiento del 85% en Sevilla según el Sindicato de Estudiantes) sumada al encierro de profesores interinos en el Ayuntamiento de Sevilla el pasado día 25, expulsados del Ayuntamiento el mismo día 26 por un desproporcionado dispositivo policial mientras se sucedía la huelga estudiantil en las calles.

Sin duda, la posible confluencia de estas luchas de trabajadores y estudiantes ha conseguido hacer retroceder las ofensivas de la Consejería poniendo fin a estas “purgas interesadas de profesorado” por el momento.

No obstante, este retroceso momentáneo de los ataques autoridades educativas andaluzas debe ser tomado con la misma cautela que las declaraciones de Mariano Rajoy acerca de suspender parcialmente la reválida y otras partes de la LOMCE. Probablemente no se trate más que de “fuegos de artificio” con los que tratan de ganar tiempo para buscar una correlación de fuerzas más favorable que les permita proseguir con sus ataques al sector educativo.

Lo que si podemos tener por cierto es que la confluencia de las luchas obrero-estudiantiles es el camino para detener la ofensiva contra la Educación y las servicios públicos, y en un futuro lograr una correlación de fuerzas favorable a los intereses de la los trabajadores y las clases populares. Intereses que van mucho más allá de hacer caer algunas “manzanas podridas del árbol” o del mero mantenimiento del “Estado del malestar” que teníamos antes de la crisis.

Fuente: http://www.izquierdadiario.es/Profesores-interinos-y-estudiantes-en-Andalucia-logran-poner-fin-a-las-designaciones-a-dedo-de?id_rubrique=2653

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Empatía y Psicopatía: Una aproximación teórica desde el pensamiento fenomenológico

Por: Carlos Avendaño

 

Lo que más recuerdo son sus ojos. No puedo irme a dormir sin pensar antes en ellos. No por lo que veía en ellos, sino por lo que no tenían, por lo que les faltaba. Detrás de ellos solo había oscuridad (…) una maldad tan pura como una llamarada.

Michel Connelly (El poeta).

 

A modo de introducción

 

La necesidad de comprender los fenómenos asociados al comportamiento problemático en nuestras sociedades es lo que inspira la realización de este trabajo, el fenómeno de la violencia así como el de la delincuencia, reviste principal interés en los contextos latinoamericanos por su frecuencia y sus efectos negativos. Dentro de las acciones violentas, lejos de las generalidades que se pretenden con el empleo de la estadística, es importante advertir de la existencia de personas que en definitiva no se comportan como la mayoría, que son infrecuentes pero que sus acciones son significativas sobre todo para quienes resultan sus víctimas: es el caso de los psicópatas.

 

La psicopatía es un fenómeno que se da con muy poca frecuencia en la sociedad, pero es responsable de una desproporcionada cuantía de delitos, especialmente los más graves y crueles (Hare, 1993). Aunque también podemos reconocer individuos psicópatas que no cometen delitos, su comportamiento causa una cantidad de sufrimiento importante para quienes se vinculan con ellos, la razón según algunos autores (véase Cleckley, 1982; Hare, 1993; Garrido 2000 entre otros), es porque en su modo de estar en el mundo parecen carecer de un elemento clave que regula nuestras acciones: la empatía;  señalan que su ausencia en individuos psicópatas los hace ser crueles y perversos, pero en realidad el psicópata ¿carece de empatía?. El principal objetivo de este ensayo es profundizar en la “empatía” desde el pensamiento fenomenológico y comprender si en realidad los psicópatas carecen de empatía o es otro proceso el que explica su crueldad.

Compartiendo con psicópatas

 

Según algunas estimaciones estadísticas los psicópatas representan el 1% de la población mundial, porcentaje que se incrementa en instituciones carcelarias puesto que se involucran en mayor medida en delitos y en actos violentos que las personas no psicópatas (Hare R. , 1993), mi experiencia con psicópatas en las instituciones carcelarias motivaron un especial interés en tratar de comprender ¿Cómo es que algunas personas sean capaces de cometer actos tan violentos y permanecer totalmente indiferentes ante el hecho?.

Cuando entrevisté a personas no psicópatas que se involucraron en hechos violentos como el homicidio, me describían noches de insomnio acompañadas de visiones en donde creían ver a su víctima ya fallecida; decían sentir miedo y arrepentimiento, otros habían cometido homicidio y se arrepentían por las consecuencias que les produjo el hecho y justificaban su acción en el marco de venganzas o situaciones extremas donde el hecho de matar significaba salvar sus vidas o la de sus familiares. Sin embargo, también confesaban sentirse mal y lo evidenciaban con su conducta, en individuos con rasgos de personalidad psicopáticos estas escenas no se presentaban, simplemente el hecho de cometer homicidio no les afectaba en al plano emocional.

En una oportunidad un joven de 20 años, estudiante de ingeniería se encontraba privado de libertad por el homicidio de la pareja de uno de sus tíos; en una discusión aparentemente espontánea y sin mayor provocación, el joven toma un cuchillo de la cocina y le propina más de 20 puñaladas, en la entrevista sólo me dijo que el hecho le había impedido seguir estudiando y era lo único que lamentaba, no manifestaba en absoluto ninguna emoción con respecto a la muerte de la joven.

En otra oportunidad otro joven se siente celoso, su ex pareja está teniendo una vida tranquila sin él, exige quedarse un fin de semana con sus dos hijos de 7 y 8 años de edad; al finalizar la tarde, prepara una bebida con veneno para matar roedores y se los hace tomar, afortunadamente la madre de los niños llegó a tiempo y pudo pedir ayuda para salvarlos. Ante el hecho él sostenía que ella se lo merecía por dejarlo, quería que se arrepintiera siempre. Otro tenía como profesión el secuestro, cada vez ideaba modos nuevos de obtener ganancias económicas con las personas; fue privado de libertad por un caso en particular donde tomó la mano de su víctima, cortó uno de los dedos y lo envió a los familiares, con ese acto sabía que la familia de la víctima pagaría con mayor rapidez la fuerte suma que solicitaba. Me sorprendió su razonamiento cuando me expresó que la vida de esa persona estaba en manos de sus familiares, me dijo: “si ellos que son su familia no les importa su vida mucho menos me importaría a mí que no somos nada, yo quería que pagaran”.

Estos ejemplos son casos de psicópatas que cometieron delito; sin embargo, existen muchos que no cometen delitos y que se mueven dentro de los límites sociales, generando mucho daño sobre todo a las personas que identifican como obstáculos para obtener lo que quieren, pudiendo atentar contra la imagen de cualquiera de ellos mintiendo constantemente, manipulando y creando historias falsas para posicionarse por encima de los demás, sin mérito alguno; todos con una característica en común: una total indiferencia ante las emociones de los otros, sobre todo de quienes han sido sus víctimas.

Describiendo la psicopatía

 

La psicopatía resulta un término que genera mucho debate sobre todo en el ámbito psiquiátrico, la perspectiva clínica niega la existencia de la psicopatía basado en sus manuales de clasificación, incluso lo consideran un término obsoleto. La realidad es que el psicópata existe independientemente de la postura psiquiátrica en el tema, el término de psicopatía a partir del año 1952 fue sustituido por el de sociopatía, esta sustitución obedece principalmente a las características sociales inherente a esta forma de actuar (Cleckley, 1988)  también es usado con frecuencia para evitar confusiones en el término con los psicóticos quienes se abstraen de la realidad y no son conscientes de lo que hacen (Hare R. , 1993), en 1980 a partir de la tercera edición del Manual Diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-III) se incluye el trastorno de personalidad antisocial, término que muchos clínicos confunden con psicopatía.

 

El trastorno de personalidad antisocial describe una serie de criterios que se ajustan a conductas antisociales y delictivas, pero que no abarcan suficientemente a la psicopatía. Cuando se habla de psicopatía, “se define por un conjunto de rasgos de la personalidad y conductas socialmente desviadas” (Hare R. , 1993, pág. 27) se puede decir que un individuo es psicópata porque su modo de ser y de estar en el mundo supone una serie de características que no son adquiridas como se adquieren las enfermedades, y que no incluyen necesariamente conductas criminales. Destacan características como la manipulación, la mentira, egocentrismo, falta de remordimientos y de culpa.

 

Los psicópatas son individuos que parecen relacionarse en el mundo como viviendo una obra de teatro donde interpretan sus personajes; es por ello que pueden comportarse con diferentes personas de diferentes maneras, siempre y cuando consigan lo que se proponen, ven a las demás personas como víctimas potenciales. El sujeto con estas carencias (emocionales) es alguien profundamente egocéntrico, manipulador, mentiroso y cruel (Garrido, 2000).

 

Una de las características principales es la imposibilidad de vinculación afectiva, por lo tanto no tienen sentimientos de culpa por lo que hacen y las personas que componen su entorno experimentan sufrimiento por sus actos. Las emociones que es posible identificar en ellos son: la ira o tristeza, miedo y deseo sexual. Son movidos únicamente por su propio interés. A continuación, presento una serie de criterios utilizados para identificar al psicópata.

Tabla N°1

Criterios de la escala PCLR para identificar psicópatas

 Psicopatia

Fuente: Hare, Hart y Harper (1991)

Se consideran estos rasgos como inflexibles, esto quiere decir que no son modificables ni por experiencia ni por aprendizaje; algunos clínicos consideran que pueden disminuir a medida que avanza el tiempo y se acercan a la cuarta década de vida. Hasta los momentos no existe ningún tratamiento para ellos, y la razón principal es que la mayoría de estrategias psicoterapéuticas dirigidas a la modificación de la conducta tienen como base las “emociones”, elemento que para los psicópatas es irrelevante, son especialistas en simular emociones pero no las experimentan genuinamente.

 

Entendiendo la empatía

 

Para comprender la empatía es necesario hacer mención que nace de un problema fundamental anterior que es el problema de la constitución de las objetividades del mundo; es decir, cómo se constituyen las realidades en la conciencia. Sin embargo, se hará extensión sólo de las consideraciones filosóficas sobre la empatía para acercarnos a su comprensión en los individuos psicópatas.

Es necesario comenzar haciendo referencia al pensamiento de Husserl la idea de empatía en el término (Einfϋhulug) descrita “como una vivencia particular capaz de trazar el camino hacia la constitución del mundo objetivo compartido” (Del Rosal, 2013, pág. 141); sin embargo, en la quinta meditación cartesiana enconrtramos un análisis profundo de esta vivencia abriendo el camino para la intersubjetividad trasendental.

En ese sentido Husserl realiza un análisis de la existencia de la alteridad y esta guiado por tres supestos (Henry, 2009): el primer supuesto puntualiza que persibimos al otro en la medida en que tenemos experiencia de él, para tener incluso una idea del otro debe haber contacto de alguna forma, en este primer supuesto es necesario que el otro entre en mi experiencia, husserl lo señala de forma explícita cuando afirma que “estas experiencias y sus rendimientos son en efecto hechos trasendentales de mi esfera fenomenológica” (Husserl, 1986, pág. 150).

 

El segundo supuesto hace alusión a la forma o el como se nos da el otro, aquí señala Husserl que el otro me esta dado en y por la intencionalidad. El enunciado de este supuesto general es el siguiente: “tengo que atenerme imperturbablemente a que todo sentido que tenga y pueda tener para mi cualquier ser, tanto por lo que hace a su escencia como por lo que hace a su existencia real efectiva, es sentido en mi vida intencional” (Henry, 2009, pág. 184).

El tercer supuesto consiste en la universalidad del segundo, es decir el solapamiento de la donación intencional con la donación en mi propia experiencia, esto se comprende entendiendo que Husserl presenta la teoría trasendental como una parte de la teoría trascendental del mundo objetivo, en ese sentido el otro es lo que se me da primero en la construcción de la naturaleza objetiva, precede a esta y la funda, en este proceso el ego del otro es accesible y experimentable (Henry, 2009).

En el pensamiento de Husserl nos encontramos con la “esfera de la propiedad”, la reducción trascendental nos lleva a lo que es propio, el ego trascendental, y a la representación del otro como un alter ego, ese otro es reflejo del primero (de mí mismo) aunque no es un estricto reflejo sino lo que Husserl llama un analogon de mí mismo. En otras palabras el otro es una modificación de mí mismo (Husserl, 1986, pág. 152) la empatía es en este pensamiento una vivencia de ese ámbito de “propiedad” que anuncia otra “propiedad”.

Para Husserl la empatía es la proyección que yo realizo situándome en el lugar del otro y con la que compruebo si ese otro se comporta como yo lo haría si estuviera en su cuerpo (Del Rosal, 2013). Siguiendo esta línea no es posible situarse de manera afectiva en la conciencia del otro, ambas consciencias se mantienen distintas e independientes.

La profundización de la idea de Husserl acerca de la empatía proviene de la tesis doctoral de una de sus discípulas más notables Edith Stein (1891–1942), describe como la empatía se desarrolla en tres estratos: cuerpo vivo (Leib), psique y espíritu (Del Rosal, 2013, pág. 145) y realiza una comparación de la empatía con otros actos de la consciencia pura como el recuerdo, la espera y la fantasía, incluye dos conceptos fundamentales para la comprensión de la empatía: vivencias originarias y no originarias.

La autora contempla la empatía como un acto originario en cuanto que vivencia el presente; sin embargo, así como el recuerdo la espera y la fantasía es no-originario según su contenido (Del Rosal, 2013)

Más el sujeto de la vivencia empatizada –y ésta es la novedad fundamental frente al recuerdo, la espera, la fantasía de las propias vivencias– no es el mismo que realiza la empatía, sino otro. Ambos están separados, no ligados como allí por una conciencia de la mismidad, por una continuidad de vivencia. Y mientras vivo aquella alegría del otro no siento ninguna alegría originaria, ella no brota viva de mi yo, tampoco tiene el carácter del haber estado viva antes como la alegría recordada. Pero mucho menos aún es mera fantasía sin vida real, sino que aquel otro sujeto tiene originariedad, aunque yo no vivencio esa originariedad; la alegría que brota de él es alegría originaria, aunque yo no la vivencio como originaria. En mi vivenciar no originario me siento, en cierto modo, conducido por uno originario que no es vivenciado por mí y que empero está ahí, se manifiesta en mi vivenciar no originario. Así tenemos en la empatía, un tipo sui géneris de actos experienciales. (Stein, 2004, pág. 27)

Entonces, la empatía es una experiencia originaria en la medida en que lo es para el sujeto con el cual empatizo. En la medida en que sólo a través de ella es posible que yo me reconozca como otro, distinto de los otros, y que es por medio de los otros en los cuales posibilito mi propio conocimiento y puedo percibirme como ellos me perciben (Montes Pérez, 2016). La empatía como conocimiento inmediato del otro, no puede entenderse como producto de un proceso deductivo que concluye en un modo o estado de ánimo (Montes Pérez, 2016).

Otro concepto importante en este análisis es la simpatía que aparece cuando tenemos compasión por el otro, Max Scheler (1874-1928) introduce estos conceptos principalmente en su obra Wesen und der Sympathie (Naturaleza y simpatía) de (1923), por lo general se considera un trabajo ejemplar en la investigación fenomenológica de la vida emocional y una contribución significativa a la fenomenología de la intersubjetividad y la cognición social (Zahavi, 2008). Scheler analiza diferentes casos, uno de los más pertinentes para el análisis que se realiza en este ensayo es el siguiente:

Pensemos en el rostro de un niño llorando, pueden darse tres situaciones: la primera es observar la posición de los músculos faciales, es decir observar la imagen sin asociar ningún elemento emocional, es una observación atípica que puede estar situada dentro de alguna patología; ahora bien, en segundo lugar se puede observar el mismo rostro e identificar elementos emocionales: comprender que hay angustia o sufrimiento en ese rostro, pero permanecemos indiferentes; y por último, considerar el caso donde ante la misma imagen sentimos compasión o preocupación por el niño. Para Scheler esta última situación es un ejemplo de simpatía, pero para poder sentir compasión, es necesario creer que el otro está realmente el sufrimiento.

En la obra de Scheler existe controversia por la utilización de los términos y la búsqueda de sinónimos en las traducciones, alguno de los términos que utiliza son Nachfühlen (reproducción de sensación), Nachleben (reproducción de la experiencia), experiencia de visualización (Nacherleben), Verstehen (comprensión), o Fremdwahrnehmung (percepción de otras mentes) (Scheler, 1954, pág. 238)  es por ello que cuando Scheler se refiere a una experiencia básica de otros un término utilizado por varios autores pero principalmente por Dan Zahavi para englobar ese sentido es la “Empatía”

Zahavi (2008) destaca de igual modo que aparte de destacar la diferencia entre empatía y compasión, el punto central de Scheler en el ejemplo citado, es recordarnos que es posible empatizar con alguien sin ningún sentimiento de simpatía (Scheler 1954, pág. 8). Basta pensar en el hábil interrogador o el sádico. Sádica crueldad no consiste simplemente en no notar el dolor del otro, sino en empáticamente disfrutarlo Scheler (1954, pág. 14).

A modo de conclusión

Luego de la revisión sobre los problemas de la empatía que presentamos en este trabajo, surgen interesantes argumentos que ponen en la mesa el debate sobre la presencia de la empatía en los psicópatas, sobre todo si consideramos que el psicópata tiene plena conciencia de sus acciones y consecuencias. El psicópata puede reconocer las emociones en los demás, su modo de estar en el mundo implica conectarse con los demás mediante las vivencias no-originarias, podemos decir que el psicópata empatiza pero no simpatiza con el otro, no se identifica con el otro; sin embargo, accede a las vivencias ajenas lo que le permite: manipular, simular, mentir de una forma casi natural pero particular con cada uno de los individuos que aborda.

El psicópata comprende el mundo emocional pero se mantiene indiferente desde su vivencia original, esto permite replantear las consideraciones diagnósticas donde se describe como uno de los criterios para identificar a los psicópatas “la falta de empatía”, si partimos de que el psicópata sí empatiza entonces el criterio diagnóstico va más allá, debería buscar identificar la imposibilidad de simpatizar o de incorporar la vivencia emocional del otro en su vivencia originaria lo que le permitiría sentir compasión por el otro. El psicópata entiende al otro pero no se compadece por nadie.

En este trabajo abordamos la problemática de la psicopatía y la discusión sobre la empatía, realizando un acercamiento al concepto desde distintos puntos de vista en la tradición del pensamiento fenomenológico. Sin embargo, el debate está lejos de terminar en la esfera teórica, pero es necesario tomar postura ante cuestiones que revisten importancia sobre todo en el plano operativo; aún hay mucho que investigar en cuanto a la psicopatía y que hacer, autores proponen la generación de propuestas que impliquen la inclusión en espacios de la sociedad donde no causen daños, no es un camino fácil y aún hay mucho que develar.

Bibliografía

Cleckley, H. (1988). The Mask of Sanity. Georgia: Mosby. Co.

Del Rosal, F. I. (Diciembre de 2013). Ficción de la idea de empatía de Edith Stein. Ideas y Valores, LXII(153), 137-155.

Garrido, V. (2000). El psicópata. España: Algar.

Hare, R. (1993). El inquietante mundo de los psicópatas que nos rodean. México: Paidós.

Hare, R. (1993). Without Conscious. New York: The Guilford Press.

Henry, M. (2009). Fenomenología material. Madrid: Encuentro.

Husserl, E. (1986). Maditaciones cartesianas. Madrid: GAMA, S. A.

Montes Pérez, R. (2016). El problema de la Empatía en Edith Stein. Recuperado el 8 de Enero de 2016, de Academia.edu: https://www.academia.edu/5671338/El_problema_de_la_Empat%C3%ADa_en_Edith_Stein

Scheler, M. (1954). The Nature of Sympaty. (P. Heath, Trad.) Washintong, D.C.: ICS Publications.

Stein, E. (2004). Sobre el problema de la empatía. (J. L. Caballero Bono, Trad.) Madrid: Trotta.

Zahavi, D. (Junio de 2008). Simulation, projection and empathy. Consciousness and Cognition, 17, 514-522.

Foto: http://www.silviarodriguez.es/wp-content/uploads/psicopata-2-Silvia-Rodriguez.jpeg

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Aproximación histórica del pensamiento criminológico en las Ciencias Sociales

“La criminología es como una bella doncella tierna y de poca edad y en todo extremo hermosa, a quien tienen cuidado de enriquecer, pulir y adornar otras muchas doncellas, que son todas las otras ciencias, y ella se ha de servir de todas, y todas se han de autorizar con ella.” (Anitua, 2005, pág. 3) 

La criminología, síntesis de la cuestión criminal

La criminología resulta ser un espacio controversial, si se realiza una revisión sobre los programas de formación en distintas universidades del mundo, lo criminológico está asociada al ámbito Jurídico, a pesar de ello, los juristas consideran a la criminología como algo de los sociólogos y/o psicólogos, paradójicamente los sociólogos y psicólogos ubican a la criminología como tema de los juristas; en esta disyuntiva la criminología trasciende y se abre lugar a medida que se fortalece en el propio ejercicio profesional y en la investigación.

El campo de estudio de la criminología se ha visto empañado de discusiones recurrentes al menos en América Latina (Gabaldón, 2014), han existido en medio de las disputas académicas posturas, por un lado, a favor de circunscribir la criminología al ámbito del orden jurídico para alcanzar respetabilidad científica y por el otro a tomar en cuenta referentes sustantivos por fuera del derecho para poder construir la noción de delito (Aniyar de Castro, 1986), el estudio de los cambios sociales para algunos dogmáticos no es asunto de los académicos sino de los luchadores sociales (Novoa Monreal, 1985).

El hecho de que la criminología se ubique en mayor medida en las escuelas de derecho, es una limitación para su propio desarrollo (Gabaldón, 2014), puesto que se impone un dogmatismo jurídico propio de la formación de los abogados que claramente delimita mucho más el campo de análisis de la criminología, dejando de lado la necesaria validación empírica y estudios desde la perspectiva social que pueden generar áreas de aplicabilidad más allá de lo normativo-jurídico.

Hablar de criminología como ciencia social es hablar de las propias ciencias sociales y los problemas que han devenido en su conformación, comenzando por considerar a las ciencias sociales como una creación (Wallerstein, 1997), una construcción reciente al igual que la criminología y en constante crisis. La confrontación entre teorías, posturas epistemológicas y paradigmas que caracterizan las ciencias sociales también lo son en el pensamiento criminológico.

La criminología es un ámbito del conocimiento, necesario para todas las ciencias y disciplinas que se relacionan con el control social, la criminalidad y el comportamiento delictivo, espacios ontológicos que se resumen en lo que se llama “la cuestión criminal”, existe mucha discusión sobre la condición de “ciencia” en la criminología, en este trabajo no profundizaremos en ésta disyuntiva, nos concentraremos en la criminología como espacio del saber vinculado a las ciencias sociales más allá del contexto jurídico-penal.

Un breve recorrido histórico de las ciencias sociales

En el transcurso de la historia, las ciencias sociales han desempeñado un rol importante, produciendo conocimiento fundamental para el desarrollo de las personas y las sociedades. En la historia de las Ciencias Sociales, debemos hacer referencia a la historia del pensamiento científico a través del mundo, la manera de gestionar el conocimiento responde a momentos históricos precisos.

Si comenzamos revisando desde el Medievo occidental podemos destacar que el conocimiento era exclusivo del mundo clerical (Wallerstein, 1997), en el renacimiento los filósofos desde la racionalidad descubrieron las leyes naturales y comenzaron a construir los saberes de su tiempo, en el siglo XVIII comienzan a cuestionarse a los teólogos y los filósofos surgiendo un grupo de personas que postularon que la verdad se descubre empíricamente y no por ordenamientos divinos ni deducciones de leyes naturales, estos individuos comenzaron a llamarse científicos dándose así la primera división de los saberes.

Así nace lo que se conoce en el siglo XX como las dos culturas: la cultura filosófica humanística y la cultura científica natural dando origen a una reestructuración de las universidades, en el Medievo europeo la universidad tenía cuatro facultades: medicina, derecho, teología y filosofía. La medicina y el derecho eran saberes específicos para personas que desempeñarían una práctica en la sociedad, la teología era un área de los clérigos y para el resto la filosofía, siendo ésta última la base de todo el saber que se construyó hasta hoy en día, por un lado las ciencias naturales o puras y por el otro humanidades o de artes y letras variando los nombres de acuerdo a los países (Wallerstein, 1997).

Posteriormente con la revolución francesa se fraguan una serie de cambios profundos en la geocultura que trasciende a la idea de tener que estudiar los cambios que pueden darse en las sociedades, así surge un área de conocimiento que se conoce luego como ciencias sociales. Por un lado de las humanidades y por el otro de las ciencias naturales.

En principio se retoma un concepto más antiguo, la “historia” y se ubican a estudiar lo concerniente al pasado. Para estudiar lo concerniente al presente surgen la economía, la política y la sociología respondiendo a la “lógica liberal que concibió la modernidad como la separación de tres áreas diferentes de la realidad: el mercado, el Estado y la sociedad civil” (Wallerstein, 1997, pág. 15), luego de la segunda guerra mundial hubo una expansión enorme del desarrollo acompañado de igual forma de un crecimiento en intereses intelectuales.

En el transcurso de la historia, las ciencias sociales se han enfrentado a dualismos que las ubican en un área en constante movimiento pendular: en un extremo las ciencias puras y en el otro las humanidades, por ejemplo, se encuentra la economía más cerca de las ciencias naturales y  la historia más cerca de las humanidades. Por ende, las ciencias sociales han pasado los últimos dos siglos oscilando entre esas dos epistemologías.

Cuando dentro de los cambios sociales, se estudian los comportamientos humanos considerados indeseados. o que en un sentido más amplio las propias sociedades rechazan, se comienzan a generar conocimientos que más adelante se incluirán en un ámbito de conocimiento llamado criminología.

Un poco de historicidad en los pensamientos criminológicos

Cuando se realiza una lectura de los orígenes de la criminología, nos encontramos con diversos pensamientos y discursos sobre la cuestión criminal, que responden a la sincronía histórica que los caracteriza. Ubicar en la historia un origen concreto de la criminología es difícil, los diferentes discursos están relacionados a la construcción del conocimiento, que de forma diferencial. se hace de acuerdo a las sociedades que se analizan, es por ello que en lugar de analizar una historia de la criminología es más adecuado ubicar el análisis en los pensamientos criminológicos que caracterizaron cada época.

Al realizar un recorrido histórico, la mayoría de los autores comienzan en la Ilustración o desde los planteamientos de Cesare Lombroso con “el Hombre Criminal” (Garrido, Stangeland, & Redondo, 2001), a los criminólogos no nos gusta hablar de un origen muy particular pero totalmente cierto que es el de la “demonología”, estos saberes provenientes de la teología tienen su auge en los inicios de lo que se conoce como el poder punitivo.

En el siglo XIII europeo apareció la estructura del Estado y a través de ella, comienzan a gestionarse los conflictos y una nueva actitud para determinar la verdad de las conductas que se consideraban desviadas; en esa época el método utilizado para esclarecer los hechos y llegar a la verdad era la “inquisición”. Malleus maleficarum (el martillo de las brujas) es el primer tratado de criminología de la historia y tuvo un impacto muy destacado en el juicio contra las brujas del continente.

En el siglo XVIII, ese Estado absolutista sería fuertemente criticado, y uno de los aportes más importantes que se realiza es la inclusión de los conceptos de “delito, pena y juicio”, ello representaría la gestación de una nueva legitimidad en la administración del poder punitivo por parte del Estado. Sectores sociales llamados burguesía, hicieron surgir nuevos discursos criminológicos e instituciones que también conformaban prácticas discursivas como: alienismo, evolucionismo y positivismo; policías y médicos. El pensamiento criminológico de las clases dominantes posteriores al siglo XIX se pretendería no político; “al despolitizar la cuestión criminal, centrándose en la figura del autor de lo definido como delito, el objeto de estudio pasa a ser el delincuente y en concreto el comportamiento criminal.” (Anitua, 2005, pág. 119).

El siglo XIX es precedido por la “revolución industrial” que trajo consigo las innovaciones tecnológicas como las máquinas a vapor que reemplazaron la manufactura y el artesanado, formas de economía típicas de los “campesinos sin tierra”; estos cambios dieron origen a nuevas formas de administración económica. Esta forma de pensar influiría decisivamente en el pensamiento criminológico de la época y, en consecuencia, en sus aportes prácticos, un ejemplo es la difusión en el siglo XIX de las policías nacionales[1]. La Francia post-revolucionaria organizó su policía en 1798 de acuerdo al modelo centralizado absolutista, con el agregado de la legalidad típica de la dominación burocrática. Irlanda creó una policía nacional en 1823, en Londres se creó la Policía Metropolitana en 1829, y en 1844 apareció la Guardia Civil en España (Anitua, 2005)

La principal institución de control formal elegida por la clase burguesa fue la prisión. En el pensamiento imperante de este período (democrático-burgués) los métodos de control eran la escuela, la fábrica, el ejército y la cárcel; ésta última, es la que con mayor claridad impone la disciplina individual y el control de masas.

Estos sistemas estuvieron centrados fundamentalmente en dos modelos: el primero, denominado celular o sistema filadélfico, desarrollado en 1790 y aplicado por primera vez a treinta (30) internos de una antigua prisión del condado en la calle Wainut de Filadelfia. Se basaba en el aislamiento, la prohibición de trabajar, la educación religiosa y el silencio absoluto. El segundo modelo, se desarrolló en 1821 con la intención de hacer una modificación para incluir el trabajo, y por consiguiente, la rentabilidad de las prisiones. Bajo este modelo surge el penal de Auburn en el estado de Nueva York, donde se introdujo el trabajo colectivo en estricto silencio durante el día y mantenía el aislamiento durante la noche.

Este sistema se reprodujo rápidamente por los Estados Unidos y luego por Europa, en donde se implantaron ambos modelos; el primero era considerado más humano por tener en cuenta la introspección; sin embargo; eran frecuentes los casos de suicidio y locura por lo estricto del aislamiento. El segundo modelo fue considerado menos humano porque se realizaban trabajos forzados y se establecieron jornadas laborales exhaustivas de hasta diez (10) horas diarias los siete días de la semana.

La cárcel en el devenir histórico ha cumplido diversos papeles, dependiendo de la forma como cada sociedad ha reaccionado frente al delito. Las formas penales han variado desde sanciones como el descuartizamiento hasta una fase que pudiésemos llamar “moderna” la segregación o el aislamiento del delincuente como terapia para sus males y la defensa social. De igual forma han cambiado los paradigmas en cuanto a lo carcelario, desde el sólo castigo corporal, la expiación de las culpas en soledad, el trabajo y finalmente la educación y readaptación.

En las sociedades democráticas de la modernidad, encontramos que la razón de ser de un sistema penitenciario es la rehabilitación. Sin embargo, desde cualquier punto de vista, la cárcel ha fracasado como institución recuperadora, en términos generales lo que parece conseguir es la promoción de comportamientos delictivos y la profundización de conductas desadaptadas a la luz de las sociedades convencionales por efecto del proceso de prisionización[2]; incluso las que cuentan con una infraestructura adecuada imposibilitan cualquier tipo de intervención eficaz centrada en la persona que pueda finalizar en un cambio conductual tendiente a la  readaptación.

Los pensamientos criminológicos en el espacio científico

El siglo XIX fue un siglo caracterizado por la ciencia aplicada, por el desarrollo de grandes invenciones, en el cual las distintas disciplinas científicas alcanzaron una madurez que aún hoy marcan las explicaciones del sentido común sobre la mayoría de los fenómenos naturales. En el caso de la criminología y la sociología, este siglo marcó el inicio de su concepción científica, a pesar de que las concepciones etiológicas que las nutrían venían desarrollándose en  tiempos anteriores; en el caso de la criminología destacan las primeras concepciones sobre el hombre criminal y la influencia del pensamiento positivista, por ejemplo: la concepción del criminal nato, descrito por Lombroso en donde se hace hincapié en las características físicas-antropológicas (Garrido, Stangeland, & Redondo, 2001).

Éste siglo también marcó el inicio de la estadística delictiva y el estudios probabilísticos sobre ocurrencia del crimen tomando en cuenta elementos de todo tipo como la zona geográfica, condiciones climatológicas, raza, edad, género, entre otros. Los discursos criminológicos con estas inclinaciones, se mantendrían durante el siglo XX, y la sociología adquirió un carácter predominante en ellos, la inclusión de la sociología en el estudio del comportamiento delictivo dio origen a la sociología criminal.

En la primera y segunda década del siglo XX en los Estados Unidos surge lo que se conoce como la Escuela de Chicago, cuya gran virtud fue la inclusión del discurso del desviado en la explicación de la desviación y el delito, en ese sentido comprenden la desviación como una estrategia adaptativa al entorno, contribuyendo al desmantelamiento de la idea de la delincuencia como patología, producto del estudio del desviado como cifra de laboratorio o como dato estadístico (Antón Prieto, 2011).

La influencia de los pensamientos criminológicos desde la perspectiva social originó una serie de planteamientos teóricos enfocados en las relaciones sociales y la influencia de las interacciones entre los individuos como elementos etiológicos del comportamiento delictivo. Autores como Sutherland escriben sobre la teoría de la asociación diferencial y reflexionan sobre los delitos de cuello blanco. Surgen de igual modo las teorías de la reacción social, teorías del conflicto, el marxismo y el pensamiento crítico respecto de la cuestión criminal.

En la década de los años 60 y primeros de los 70, el pensamiento criminológico está marcado por las teorías del Etiquetamiento y la reacción social, donde el grueso del análisis se dirige hacia el control social. Aquí existe una interacción entre el individuo desviado y la sociedad, donde ésta es el sujeto fuerte y el desviado, el débil. Por consiguiente el delito y el delincuente son etiquetas, construcciones sociales que los sujetos frágiles cumplen en el transcurso de la carrera delictiva.

Este pensamiento, es la base de la criminología crítica, donde se afirma que el Estado con su principal herramienta, el derecho penal, son los creadores por definición del delito y del delincuente, el primero una expresión del capitalismo y el segundo una forma de resistencia y respuesta a dicho sistema (Antón Prieto, 2011), situación que se evidencia incluso en nuestros días en los sistemas penales: en general los privados de libertad resultan ser jóvenes, inexpertos, pobres o pertenecientes a grupos minoritarios, es decir sujetos frágiles, vulnerables.

En lo que se ha denominado la época de la postmodernidad, caracterizada por diversos eventos como la caída del muro de Berlín en 1989 y el surgimiento de la sociedad de las redes, se presenta la caída del pensamiento universal, los postulados en las ciencias sociales ya no se pueden generalizar, aparecen los pensamientos concretos, contextualizados, y los paradigmas tradicionales ya no se asumen con tanta solides; la relativización de estos paradigmas epistemológicos desembocan en una crisis etiológica de la criminología (Antón Prieto, 2011).

El acceso a la información global, permite el análisis de una cantidad de situaciones que ponen en tela de juicio los postulados criminológicos más tradicionales: se observan disminuciones en las tasas delictivas en períodos donde se incrementa la pobreza y el desempleo, así mismo aumentan los delitos en etapas de bonanza económica; las clases medias y altas delinquen igual o más que los pobres; es más abundante el delito en áreas acomodadas que en las pobres. Por supuesto, estas situaciones contradictorias con los postulados de la criminología no se dan de la misma forma en todos los lugares, por ejemplo: en Japón la prosperidad y las tasas delictivas tienen una relación inversa, pero en América Latina el aumento de la pobreza parece relacionarse con el aumento de la delincuencia (Antón Prieto, 2011).

En definitiva, el conocimiento de la historia de las sociedades y de la historia de los pensamientos criminológicos, resulta fundamental para comprender aquellos conceptos que forman parte de los discursos actuales, como el de “criminología” que tiene una particular historicidad. La criminología, tiene en la actualidad múltiples y hasta opuestos significados, dependiendo del autor y del enfoque al cual se pertenece. Esto brinda distintas formas de reflexionar sobre la “cuestión criminal”. Los diferentes esquemas de pensamiento acabados en “ismo” han realizado enfoques sobre aspectos distintos de esa cuestión y, también desde presupuestos políticos igualmente disímiles. Estas formas de reflexionar, han permanecido e influyen en el pensamiento criminológico de la actualidad (Anitua, 2005)

Una mirada actual

Al mirar en la historia la evolución de los distintos pensamientos criminológicos, los más antiguos provienen del surgimiento del Estado absolutista, posteriormente surgen los primeros modelos criminológicos integrados de criminología de la Edad Media; pasando por aquellos pensamientos expresados en movimientos como la Ilustración y la Revolución Francesa que generaron importantes cambios en las sociedades; el surgimiento de los sistemas penitenciarios en el siglo XIX; el positivismo criminológico; la inclusión de la sociología y la Escuela de Chicago; las criminologías de la Segunda Guerra Mundial y el nacimiento del pensamiento crítico respecto de la cuestión criminal; hasta llegar a los pensamientos criminológicos de finales del siglo XX.

La criminología afronta numerosos retos en la actualidad, por un lado el estudio de las instituciones de control social formal como el sistema de justicia y por el otro del delito, constructo mucho más complejo, ya que no es considerado un asunto solamente político, ni jurídico, ni policial mucho menos médico psiquiátrico, tampoco sociológico; por lo que requiere un análisis superior, transversal que no puede adjudicarse a un modo de generar conocimiento ni a una forma de pensar, es aquí donde la criminología se justifica como ciencia multidisciplinaria y social.

Aún queda camino por recorrer, la praxis reflexiva en las sociedades modernas nos conduce a plantear nuevas formas de generar conocimiento, nuevas formas de abordar los fenómenos sociales, sobre todo los vinculados a la cuestión criminal, que no pueden ser exclusivos de un área o disciplina particular. Su estudio transversaliza las ciencias sociales, humanas y trascienden lo jurídico-penal. Un importante paso para esta tarea es la promoción de la criminología en espacios universitarios no vinculados, exclusivamente, a las escuelas de derecho, que motiven a profesionales con otras miradas a contribuir en la expansión del campo de estudio de la criminología.

Los criminólogos hoy en día no sólo necesitamos ampliar los modos de comprender el fenómeno de la desviación, sino también debemos comprometernos a ser impulsores de la interdisciplinariedad, para lograr desde la participación de las diferentes ciencias sociales y disciplinas la construcción de saberes criminológicos aplicables a los contextos sociales de la actualidad.

 

Bibliografía

Anitua, G. I. (2005). Historias de los pensamientos criminológicos. Buenos Aires: Editores del Puerto s.r.l. .

Aniyar de Castro, L. (1986). «El jardín de al lado» o «Respondiendo a Novoa sobre la criminología crítica». Doctrina Penal (9), 305-313.

Antón Prieto, J. I. (2011). La criminología como ciencia social. Pasado, presente y futuro. Dialnet (http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3687937) (13), 38-45.

Clemmer. (1940). The prison community. New York: Rinehart and Winston.

Gabaldón, L. G. (2014). Criminologías Latinoamericana y Norteamericana: Una visión desde el Sur. En L. G. Gabaldón, & Y. Monsalve, Control Social y Seguridad, Investigación para la Política Pública (págs. 19-60). Mérida: Universidad de los Andes, Consedo de Publicaciones Universidad Católica Andrés Bellos.

Garrido, V., Stangeland, P., & Redondo, S. (2001). Principios de Criminología. Valencia: Tirant lo Blanch.

Novoa Monreal, E. (1985). ¿Desorientación epistemológica en la criminología crítica? Doctrina Penal (8), 2636-275.

Silva, A. (2003). Criminología y Conducta Antisocial. Mexico, D.F.: Pax México.

Wallerstein, I. (1997). La historia de las Ciencias Sociales. México: Signum Editores S.A.

[1]  Aunque tienen su origen en Francia, antes y durante el Antiguo Régimen, con el objeto de delación y control total terrorista

[2] El término hace referencia era un proceso similar a la asimilación, observando que de la misma manera como un inmigrante adopta los patrones culturales del lugar al que llega para empezar a vivir, una persona que entra en la prisión sufre un proceso en el que adquiere las costumbres, normas y valores que le son propios a la prisión y a los prisioneros (Clemmer, 1940)

Fuente de la foto: http://mlc-s2-p.mlstatic.com/historia-de-la-criminologia-wehner-669501-MLC20361926892_072015-F.jpg

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