Por: Carlos Avendaño
Lo que más recuerdo son sus ojos. No puedo irme a dormir sin pensar antes en ellos. No por lo que veía en ellos, sino por lo que no tenían, por lo que les faltaba. Detrás de ellos solo había oscuridad (…) una maldad tan pura como una llamarada.
Michel Connelly (El poeta).
A modo de introducción
La necesidad de comprender los fenómenos asociados al comportamiento problemático en nuestras sociedades es lo que inspira la realización de este trabajo, el fenómeno de la violencia así como el de la delincuencia, reviste principal interés en los contextos latinoamericanos por su frecuencia y sus efectos negativos. Dentro de las acciones violentas, lejos de las generalidades que se pretenden con el empleo de la estadística, es importante advertir de la existencia de personas que en definitiva no se comportan como la mayoría, que son infrecuentes pero que sus acciones son significativas sobre todo para quienes resultan sus víctimas: es el caso de los psicópatas.
La psicopatía es un fenómeno que se da con muy poca frecuencia en la sociedad, pero es responsable de una desproporcionada cuantía de delitos, especialmente los más graves y crueles (Hare, 1993). Aunque también podemos reconocer individuos psicópatas que no cometen delitos, su comportamiento causa una cantidad de sufrimiento importante para quienes se vinculan con ellos, la razón según algunos autores (véase Cleckley, 1982; Hare, 1993; Garrido 2000 entre otros), es porque en su modo de estar en el mundo parecen carecer de un elemento clave que regula nuestras acciones: la empatía; señalan que su ausencia en individuos psicópatas los hace ser crueles y perversos, pero en realidad el psicópata ¿carece de empatía?. El principal objetivo de este ensayo es profundizar en la “empatía” desde el pensamiento fenomenológico y comprender si en realidad los psicópatas carecen de empatía o es otro proceso el que explica su crueldad.
Compartiendo con psicópatas
Según algunas estimaciones estadísticas los psicópatas representan el 1% de la población mundial, porcentaje que se incrementa en instituciones carcelarias puesto que se involucran en mayor medida en delitos y en actos violentos que las personas no psicópatas (Hare R. , 1993), mi experiencia con psicópatas en las instituciones carcelarias motivaron un especial interés en tratar de comprender ¿Cómo es que algunas personas sean capaces de cometer actos tan violentos y permanecer totalmente indiferentes ante el hecho?.
Cuando entrevisté a personas no psicópatas que se involucraron en hechos violentos como el homicidio, me describían noches de insomnio acompañadas de visiones en donde creían ver a su víctima ya fallecida; decían sentir miedo y arrepentimiento, otros habían cometido homicidio y se arrepentían por las consecuencias que les produjo el hecho y justificaban su acción en el marco de venganzas o situaciones extremas donde el hecho de matar significaba salvar sus vidas o la de sus familiares. Sin embargo, también confesaban sentirse mal y lo evidenciaban con su conducta, en individuos con rasgos de personalidad psicopáticos estas escenas no se presentaban, simplemente el hecho de cometer homicidio no les afectaba en al plano emocional.
En una oportunidad un joven de 20 años, estudiante de ingeniería se encontraba privado de libertad por el homicidio de la pareja de uno de sus tíos; en una discusión aparentemente espontánea y sin mayor provocación, el joven toma un cuchillo de la cocina y le propina más de 20 puñaladas, en la entrevista sólo me dijo que el hecho le había impedido seguir estudiando y era lo único que lamentaba, no manifestaba en absoluto ninguna emoción con respecto a la muerte de la joven.
En otra oportunidad otro joven se siente celoso, su ex pareja está teniendo una vida tranquila sin él, exige quedarse un fin de semana con sus dos hijos de 7 y 8 años de edad; al finalizar la tarde, prepara una bebida con veneno para matar roedores y se los hace tomar, afortunadamente la madre de los niños llegó a tiempo y pudo pedir ayuda para salvarlos. Ante el hecho él sostenía que ella se lo merecía por dejarlo, quería que se arrepintiera siempre. Otro tenía como profesión el secuestro, cada vez ideaba modos nuevos de obtener ganancias económicas con las personas; fue privado de libertad por un caso en particular donde tomó la mano de su víctima, cortó uno de los dedos y lo envió a los familiares, con ese acto sabía que la familia de la víctima pagaría con mayor rapidez la fuerte suma que solicitaba. Me sorprendió su razonamiento cuando me expresó que la vida de esa persona estaba en manos de sus familiares, me dijo: “si ellos que son su familia no les importa su vida mucho menos me importaría a mí que no somos nada, yo quería que pagaran”.
Estos ejemplos son casos de psicópatas que cometieron delito; sin embargo, existen muchos que no cometen delitos y que se mueven dentro de los límites sociales, generando mucho daño sobre todo a las personas que identifican como obstáculos para obtener lo que quieren, pudiendo atentar contra la imagen de cualquiera de ellos mintiendo constantemente, manipulando y creando historias falsas para posicionarse por encima de los demás, sin mérito alguno; todos con una característica en común: una total indiferencia ante las emociones de los otros, sobre todo de quienes han sido sus víctimas.
Describiendo la psicopatía
La psicopatía resulta un término que genera mucho debate sobre todo en el ámbito psiquiátrico, la perspectiva clínica niega la existencia de la psicopatía basado en sus manuales de clasificación, incluso lo consideran un término obsoleto. La realidad es que el psicópata existe independientemente de la postura psiquiátrica en el tema, el término de psicopatía a partir del año 1952 fue sustituido por el de sociopatía, esta sustitución obedece principalmente a las características sociales inherente a esta forma de actuar (Cleckley, 1988) también es usado con frecuencia para evitar confusiones en el término con los psicóticos quienes se abstraen de la realidad y no son conscientes de lo que hacen (Hare R. , 1993), en 1980 a partir de la tercera edición del Manual Diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-III) se incluye el trastorno de personalidad antisocial, término que muchos clínicos confunden con psicopatía.
El trastorno de personalidad antisocial describe una serie de criterios que se ajustan a conductas antisociales y delictivas, pero que no abarcan suficientemente a la psicopatía. Cuando se habla de psicopatía, “se define por un conjunto de rasgos de la personalidad y conductas socialmente desviadas” (Hare R. , 1993, pág. 27) se puede decir que un individuo es psicópata porque su modo de ser y de estar en el mundo supone una serie de características que no son adquiridas como se adquieren las enfermedades, y que no incluyen necesariamente conductas criminales. Destacan características como la manipulación, la mentira, egocentrismo, falta de remordimientos y de culpa.
Los psicópatas son individuos que parecen relacionarse en el mundo como viviendo una obra de teatro donde interpretan sus personajes; es por ello que pueden comportarse con diferentes personas de diferentes maneras, siempre y cuando consigan lo que se proponen, ven a las demás personas como víctimas potenciales. El sujeto con estas carencias (emocionales) es alguien profundamente egocéntrico, manipulador, mentiroso y cruel (Garrido, 2000).
Una de las características principales es la imposibilidad de vinculación afectiva, por lo tanto no tienen sentimientos de culpa por lo que hacen y las personas que componen su entorno experimentan sufrimiento por sus actos. Las emociones que es posible identificar en ellos son: la ira o tristeza, miedo y deseo sexual. Son movidos únicamente por su propio interés. A continuación, presento una serie de criterios utilizados para identificar al psicópata.
Tabla N°1
Criterios de la escala PCLR para identificar psicópatas
Fuente: Hare, Hart y Harper (1991)
Se consideran estos rasgos como inflexibles, esto quiere decir que no son modificables ni por experiencia ni por aprendizaje; algunos clínicos consideran que pueden disminuir a medida que avanza el tiempo y se acercan a la cuarta década de vida. Hasta los momentos no existe ningún tratamiento para ellos, y la razón principal es que la mayoría de estrategias psicoterapéuticas dirigidas a la modificación de la conducta tienen como base las “emociones”, elemento que para los psicópatas es irrelevante, son especialistas en simular emociones pero no las experimentan genuinamente.
Entendiendo la empatía
Para comprender la empatía es necesario hacer mención que nace de un problema fundamental anterior que es el problema de la constitución de las objetividades del mundo; es decir, cómo se constituyen las realidades en la conciencia. Sin embargo, se hará extensión sólo de las consideraciones filosóficas sobre la empatía para acercarnos a su comprensión en los individuos psicópatas.
Es necesario comenzar haciendo referencia al pensamiento de Husserl la idea de empatía en el término (Einfϋhulug) descrita “como una vivencia particular capaz de trazar el camino hacia la constitución del mundo objetivo compartido” (Del Rosal, 2013, pág. 141); sin embargo, en la quinta meditación cartesiana enconrtramos un análisis profundo de esta vivencia abriendo el camino para la intersubjetividad trasendental.
En ese sentido Husserl realiza un análisis de la existencia de la alteridad y esta guiado por tres supestos (Henry, 2009): el primer supuesto puntualiza que persibimos al otro en la medida en que tenemos experiencia de él, para tener incluso una idea del otro debe haber contacto de alguna forma, en este primer supuesto es necesario que el otro entre en mi experiencia, husserl lo señala de forma explícita cuando afirma que “estas experiencias y sus rendimientos son en efecto hechos trasendentales de mi esfera fenomenológica” (Husserl, 1986, pág. 150).
El segundo supuesto hace alusión a la forma o el como se nos da el otro, aquí señala Husserl que el otro me esta dado en y por la intencionalidad. El enunciado de este supuesto general es el siguiente: “tengo que atenerme imperturbablemente a que todo sentido que tenga y pueda tener para mi cualquier ser, tanto por lo que hace a su escencia como por lo que hace a su existencia real efectiva, es sentido en mi vida intencional” (Henry, 2009, pág. 184).
El tercer supuesto consiste en la universalidad del segundo, es decir el solapamiento de la donación intencional con la donación en mi propia experiencia, esto se comprende entendiendo que Husserl presenta la teoría trasendental como una parte de la teoría trascendental del mundo objetivo, en ese sentido el otro es lo que se me da primero en la construcción de la naturaleza objetiva, precede a esta y la funda, en este proceso el ego del otro es accesible y experimentable (Henry, 2009).
En el pensamiento de Husserl nos encontramos con la “esfera de la propiedad”, la reducción trascendental nos lleva a lo que es propio, el ego trascendental, y a la representación del otro como un alter ego, ese otro es reflejo del primero (de mí mismo) aunque no es un estricto reflejo sino lo que Husserl llama un analogon de mí mismo. En otras palabras el otro es una modificación de mí mismo (Husserl, 1986, pág. 152) la empatía es en este pensamiento una vivencia de ese ámbito de “propiedad” que anuncia otra “propiedad”.
Para Husserl la empatía es la proyección que yo realizo situándome en el lugar del otro y con la que compruebo si ese otro se comporta como yo lo haría si estuviera en su cuerpo (Del Rosal, 2013). Siguiendo esta línea no es posible situarse de manera afectiva en la conciencia del otro, ambas consciencias se mantienen distintas e independientes.
La profundización de la idea de Husserl acerca de la empatía proviene de la tesis doctoral de una de sus discípulas más notables Edith Stein (1891–1942), describe como la empatía se desarrolla en tres estratos: cuerpo vivo (Leib), psique y espíritu (Del Rosal, 2013, pág. 145) y realiza una comparación de la empatía con otros actos de la consciencia pura como el recuerdo, la espera y la fantasía, incluye dos conceptos fundamentales para la comprensión de la empatía: vivencias originarias y no originarias.
La autora contempla la empatía como un acto originario en cuanto que vivencia el presente; sin embargo, así como el recuerdo la espera y la fantasía es no-originario según su contenido (Del Rosal, 2013)
Más el sujeto de la vivencia empatizada –y ésta es la novedad fundamental frente al recuerdo, la espera, la fantasía de las propias vivencias– no es el mismo que realiza la empatía, sino otro. Ambos están separados, no ligados como allí por una conciencia de la mismidad, por una continuidad de vivencia. Y mientras vivo aquella alegría del otro no siento ninguna alegría originaria, ella no brota viva de mi yo, tampoco tiene el carácter del haber estado viva antes como la alegría recordada. Pero mucho menos aún es mera fantasía sin vida real, sino que aquel otro sujeto tiene originariedad, aunque yo no vivencio esa originariedad; la alegría que brota de él es alegría originaria, aunque yo no la vivencio como originaria. En mi vivenciar no originario me siento, en cierto modo, conducido por uno originario que no es vivenciado por mí y que empero está ahí, se manifiesta en mi vivenciar no originario. Así tenemos en la empatía, un tipo sui géneris de actos experienciales. (Stein, 2004, pág. 27)
Entonces, la empatía es una experiencia originaria en la medida en que lo es para el sujeto con el cual empatizo. En la medida en que sólo a través de ella es posible que yo me reconozca como otro, distinto de los otros, y que es por medio de los otros en los cuales posibilito mi propio conocimiento y puedo percibirme como ellos me perciben (Montes Pérez, 2016). La empatía como conocimiento inmediato del otro, no puede entenderse como producto de un proceso deductivo que concluye en un modo o estado de ánimo (Montes Pérez, 2016).
Otro concepto importante en este análisis es la simpatía que aparece cuando tenemos compasión por el otro, Max Scheler (1874-1928) introduce estos conceptos principalmente en su obra Wesen und der Sympathie (Naturaleza y simpatía) de (1923), por lo general se considera un trabajo ejemplar en la investigación fenomenológica de la vida emocional y una contribución significativa a la fenomenología de la intersubjetividad y la cognición social (Zahavi, 2008). Scheler analiza diferentes casos, uno de los más pertinentes para el análisis que se realiza en este ensayo es el siguiente:
Pensemos en el rostro de un niño llorando, pueden darse tres situaciones: la primera es observar la posición de los músculos faciales, es decir observar la imagen sin asociar ningún elemento emocional, es una observación atípica que puede estar situada dentro de alguna patología; ahora bien, en segundo lugar se puede observar el mismo rostro e identificar elementos emocionales: comprender que hay angustia o sufrimiento en ese rostro, pero permanecemos indiferentes; y por último, considerar el caso donde ante la misma imagen sentimos compasión o preocupación por el niño. Para Scheler esta última situación es un ejemplo de simpatía, pero para poder sentir compasión, es necesario creer que el otro está realmente el sufrimiento.
En la obra de Scheler existe controversia por la utilización de los términos y la búsqueda de sinónimos en las traducciones, alguno de los términos que utiliza son Nachfühlen (reproducción de sensación), Nachleben (reproducción de la experiencia), experiencia de visualización (Nacherleben), Verstehen (comprensión), o Fremdwahrnehmung (percepción de otras mentes) (Scheler, 1954, pág. 238) es por ello que cuando Scheler se refiere a una experiencia básica de otros un término utilizado por varios autores pero principalmente por Dan Zahavi para englobar ese sentido es la “Empatía”
Zahavi (2008) destaca de igual modo que aparte de destacar la diferencia entre empatía y compasión, el punto central de Scheler en el ejemplo citado, es recordarnos que es posible empatizar con alguien sin ningún sentimiento de simpatía (Scheler 1954, pág. 8). Basta pensar en el hábil interrogador o el sádico. Sádica crueldad no consiste simplemente en no notar el dolor del otro, sino en empáticamente disfrutarlo Scheler (1954, pág. 14).
A modo de conclusión
Luego de la revisión sobre los problemas de la empatía que presentamos en este trabajo, surgen interesantes argumentos que ponen en la mesa el debate sobre la presencia de la empatía en los psicópatas, sobre todo si consideramos que el psicópata tiene plena conciencia de sus acciones y consecuencias. El psicópata puede reconocer las emociones en los demás, su modo de estar en el mundo implica conectarse con los demás mediante las vivencias no-originarias, podemos decir que el psicópata empatiza pero no simpatiza con el otro, no se identifica con el otro; sin embargo, accede a las vivencias ajenas lo que le permite: manipular, simular, mentir de una forma casi natural pero particular con cada uno de los individuos que aborda.
El psicópata comprende el mundo emocional pero se mantiene indiferente desde su vivencia original, esto permite replantear las consideraciones diagnósticas donde se describe como uno de los criterios para identificar a los psicópatas “la falta de empatía”, si partimos de que el psicópata sí empatiza entonces el criterio diagnóstico va más allá, debería buscar identificar la imposibilidad de simpatizar o de incorporar la vivencia emocional del otro en su vivencia originaria lo que le permitiría sentir compasión por el otro. El psicópata entiende al otro pero no se compadece por nadie.
En este trabajo abordamos la problemática de la psicopatía y la discusión sobre la empatía, realizando un acercamiento al concepto desde distintos puntos de vista en la tradición del pensamiento fenomenológico. Sin embargo, el debate está lejos de terminar en la esfera teórica, pero es necesario tomar postura ante cuestiones que revisten importancia sobre todo en el plano operativo; aún hay mucho que investigar en cuanto a la psicopatía y que hacer, autores proponen la generación de propuestas que impliquen la inclusión en espacios de la sociedad donde no causen daños, no es un camino fácil y aún hay mucho que develar.
Bibliografía
Cleckley, H. (1988). The Mask of Sanity. Georgia: Mosby. Co.
Del Rosal, F. I. (Diciembre de 2013). Ficción de la idea de empatía de Edith Stein. Ideas y Valores, LXII(153), 137-155.
Garrido, V. (2000). El psicópata. España: Algar.
Hare, R. (1993). El inquietante mundo de los psicópatas que nos rodean. México: Paidós.
Hare, R. (1993). Without Conscious. New York: The Guilford Press.
Henry, M. (2009). Fenomenología material. Madrid: Encuentro.
Husserl, E. (1986). Maditaciones cartesianas. Madrid: GAMA, S. A.
Montes Pérez, R. (2016). El problema de la Empatía en Edith Stein. Recuperado el 8 de Enero de 2016, de Academia.edu: https://www.academia.edu/5671338/El_problema_de_la_Empat%C3%ADa_en_Edith_Stein
Scheler, M. (1954). The Nature of Sympaty. (P. Heath, Trad.) Washintong, D.C.: ICS Publications.
Stein, E. (2004). Sobre el problema de la empatía. (J. L. Caballero Bono, Trad.) Madrid: Trotta.
Zahavi, D. (Junio de 2008). Simulation, projection and empathy. Consciousness and Cognition, 17, 514-522.
Foto: http://www.silviarodriguez.es/wp-content/uploads/psicopata-2-Silvia-Rodriguez.jpeg
¡Excelente, mi estimado Avendaño! Nada es casual, para variar, nos seguimos encontrando, y como cosa rara: estudiando la psicopatía. Patología fascinante ¿no? El otro día un estudiante me confrontó: «Usted siente placer al hablar de los psicópatas, ¿No se ha revisado?». Si supiera, llevo años en terapia, lidiando con los rasgos que enbuenahora he descubierto. (Risas). Te encontré de casualidad, ando preparando clases. ¡Qué bonito se siente ver a tus amigos y compañeros, crecer intelectualmente!
Muy buen ensayo mi querido Carlitos.
Un mega abrazo Ché querido.