¿Es la violencia característica genética del hombre?

Parecería que tenemos que llegar a la conclusión de que la prohibición de matar se refiere sólo a los miembros del clan.

Carlos Corredor Pereira

Los últimos hallazgos acerca de cómo nuestros primos, los neandertales, pudieron vivir pacíficamente entre sí y en relación con la naturaleza durante más de 250.000 años, pero fueron extinguidos por la violencia del hombre, Homo sapiens, en un lapso de apenas 50 mil años parecería corroborar la idea de que el hombre tiene genes que lo predisponen hacia la violencia.

Es quizás esta la razón por la cual Moisés, el gran legislador y precursor de las tres religiones monoteístas que actualmente existen en el mundo, recibió de Dios las tablas de la ley en las cuales claramente se consignaba la prohibición de matar como base de la convivencia. ¿Será que al quebrar Moisés las tablas de la ley en un momento de ira, al ver cómo el pueblo volvía a sus costumbres anteriores, también quebró la prohibición? o ¿será más bien que no matar no era un principio absoluto?

Reflexionando sobre la historia de los descendientes de Abraham, y de aquellos que sin serlo, adhirieron a esa religión transformada en una esperanza de redención y justicia por el mandato divino que trajo Jesús cuando dijo  “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros”, pienso que nos prohibió de nuevo matar, porque no se mata a quienes queremos.

Pero, ¿será que, como decía Oscar Wilde en su Balada de la cárcel de Reading: “cada hombre mata lo que ama/ Los unos matan con su odio/ Los otros con palabras blandas”, el hombre de nuevo se apartó del mandato? Y cuando Mahoma recibe del arcángel su nueva ley condensada en el Corán, ¿no es Allah, el que ordena no matar, “excepto por derecho”? ¿Por qué, entonces, se matan entre hermanos que creen en el mismo Dios y entre fieles de diferentes religiones en nombre del mismo Dios como en el caso, por ejemplo, de las cruzadas o en el del actual Estado Islámico?

Reflexionando sobre estos hechos históricos y miles más, parecería que tenemos que llegar a la conclusión de que la prohibición de matar se refiere sólo a los miembros del clan, de la tribu, del partido, de la nación y no aplica a los miembros de otros clanes o naciones a quienes es legítimo matar.

Parecería, entonces, que el mandato divino lo convirtió el hombre en inocuo y es necesario que los mismos hombres lleguen a un acuerdo para poder vivir en armonía sin la continua asechanza de la muerte por parte de enemigos desconocidos pero pertenecientes a otra etnia, a otra tribu, a otra nación.

La Declaración de los Derechos Humanos de la ONU es precisamente un intento por hacer que los hombres entiendan la sacralidad y la inviolabilidad de la vida como el primero y más importante derecho de cualquier persona y que éste sea aceptado por los gobiernos dentro de los confines de sus fronteras, sin que esto impida que continúen las guerras entre facciones religiosas o políticas.

Nuestra constitución consagra el derecho a la vida como el derecho fundamental de todo colombiano y exige que el Gobierno la proteja y la garantice. Y es aquí cuando desde los claustros universitarios no se entiende cómo puede ser posible la violencia premeditada y claramente orquestada contra los candidatos a cargos públicos en un Estado Social de Derecho.

La muerte de tres candidatos a alcalde y la de muchos a corporaciones de diferentes partidos políticos, nos dejan absolutamente perplejos y muestra la total indefensión del ciudadano ante una bien planeada operación con sicarios para quienes la vida humana vale tanto como el mísero pago que reciben de los autores intelectuales de los asesinatos.

¿Será que quienes ordenan la muerte de adversarios políticos creen que están no solamente en su derecho o, inclusive, llevando a cabo una misión divina porque su dogmatismo se ha convertido en su propia religión personal? o ¿será que no reconocen el derecho a la vida que es fundamental a quienes ellos creen que son sus enemigos políticos, cuando sólo son adversarios, pero que sólo reconocen a los miembros de su grupo de fanáticos? Son preguntas que claman por una respuesta.

Desde todas partes del tejido social se le pide al Gobierno parar estas  muertes programadas y se le acusa de inefectividad. Pero, claramente no es el Gobierno el que pueda detener la violencia. Eso sólo lo pueden hacer los líderes de los distintos grupos para quienes la vida de quien no hace parte del suyo, no tiene ningún valor.

Fuente: https://www.laopinion.com.co/columna-de-opinion/es-la-violencia-caracteristica-genetica-del-hombre-184495#OP

Imagen tomada de: http://alacipe.com/violencia-masculina/

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Educación y liderazgo global

Por: Carlos Corredor Pereira.

Educación y liderazgo global

Para que los otros miembros de la OCDE nos reconozcan eventualmente como pares, debemos propiciar profundos cambios en nuestra manera de ver nuestra realidad y nuestras potencialidades.

Colombia es un país muy rico, pero tiene una población pobre, con dirigentes pobres de miras, con estadistas pobres de ideas, con políticos que no ven más allá de ganancias personales inmediatas dentro de un plan de desarrollo cortoplacista, con inversionistas que quieren recuperar su inversión en un año o menos e inmerso en una cultura de la pobreza, como la describió Oscar Lewis en su clásico libro, Los hijos de Sánchez. Y, sin embargo, ahora pertenece al selecto grupo de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), cuyo objetivo es coordinar las políticas económicas y sociales de sus 36 Estados miembros.  Muestra de esa cultura de la pobreza de miras y cortoplacismo, son precisamente las múltiples críticas que recibió el Gobierno anterior por haber solicitado y haber sido admitido en este club de naciones avanzadas.

Para que los otros miembros de la OCDE nos reconozcan eventualmente como pares, debemos propiciar profundos cambios en nuestra manera de ver nuestra realidad y nuestras potencialidades y comenzar por una condición sin la cual será imposible nuestro verdadero desarrollo económico y social: la educación para el Siglo XXI.

Hace poco el expresidente Barack Obama nos mostraba en un foro que se llevó a cabo en Bogotá, que la ruta hacia el futuro pasa primero que todo por la educación, desde la primera infancia hasta la universidad, y nos presentó  ejemplos como el de Singapur, con un 100% de alfabetismo. Esta cifra tenemos que compararla con Colombia en donde, no solamente podríamos hablar de analfabetismo absoluto sino analfabetismo funcional, es decir, el analfabetismo de quienes leen hilvanando palabras sin entenderlas, condición que no es ajena a ciertos exponentes de las más altas dignidades del Estado que la comparten con un buen sector del público general. En el caso de las universidades, el analfabetismo funcional se demuestra en los resultados de lectura crítica en las pruebas Saber Pro y a nivel del colegio, en las pruebas Saber 11. Obama también presentaba el caso de Finlandia, donde los maestros no solo tienen el respeto y la admiración de toda la sociedad, sino que sus sueldos son comparables a los de las más altas dignidades del Estado. Diferencias notables con Colombia, pero que si las reconocemos son diferencias que podrían ser metas a superar en el futuro.

Casi al mismo tiempo, en Boston la canciller alemana, Angela Merkel proponía en su discurso a los nuevos graduandos de Harvard que no podían aceptar nada sin el beneficio de la crítica y de la duda. “Nuestras libertades no se nos dieron gratis ni la democracia es algo que nos hayan regalado. Tampoco se nos ha dado gratis la paz ni la prosperidad… pero si tumbamos los muros que nos limitan, si tenemos el coraje de salirnos del constreñimiento de nuestras costumbres para abrazar nuevos comienzos, entonces, todo será posible… cualquier cosa que pueda parecer escrita en mármol o que parezca inalterable, ciertamente puede cambiar”.  Y terminó diciendo a los graduandos: “Salgan y tumben las paredes de la ignorancia y la estrechez mental porque nada va a permanecer en la forma como está hoy”.

En su entrega de junio de 2018 editorializaba Scientific American: “Conocimiento es poder” y decía que para muchos el conocimiento acerca del mundo natural era supeditado a sus creencias personales. Y continuaba: “Educar a ciudadanos globales es la misión más importante de las universidades… tenemos una obligación de confrontarlos con la realidad y obligarlos a cambiar sus creencias cuando chocan con la objetividad de los hechos”.

Surgen estas reflexiones al terminar un semestre académico en los colegios y  universidades y al prepararnos para uno nuevo. Y nos preguntamos: ¿cómo podremos prepararnos para las carreras que aún no existen, cuando el sistema de aseguramiento de la calidad del Ministerio de Educación parecería estar diseñado para mantener las mismas condiciones de la universidad napoleónica que han regido por décadas y que se consagraron en la Ley 30 de 1992, desmembrada pero aún vigente?

En un mundo en el que se espera que los profesionales cambien de carrera varias veces durante su ejercicio para adaptarse a las condiciones nuevas del mercado y a las coyunturas y tendencias globales, ¿tenemos la capacidad y resiliencia para afrontar los cambios desde el punto de vista legal y desde la misma universidad?

En el Espacio Europeo de Educación Superior (EEES), en el que el pregrado dura tres años, hay por lo menos 10 tipos de maestrías, de las cuales sólo dos, la de investigación y la de profundización, existen en Colombia y hay varias que permiten que quienes se formaron en una profesión en pregrado puedan cambiar legalmente y ejercer otra carrera en posgrado. ¿Será posible que en nuestro país se pueda hacer algo semejante en el cercano futuro? Existen muchos ejemplos en países avanzados para superar los retos del cambio acelerado basado en el conocimiento, ¿será que nosotros seguiremos a la zaga, sin siquiera buscar el cambio?

Fuente del artículo: https://www.laopinion.com.co/columna-de-opinion/educacion-y-liderazgo-global-179256#OP

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¿Tiene la educación colombiana un norte?

Por Carlos Corredor Pereira 

En Colombia nos hemos quedado en normas, decretos y leyes y no hemos definido aún cuál es el papel de la educación en nuestro propósito como nación.

Quiero agradecer al diario La Opinión por abrirme sus puertas y permitirme compartir con el pueblo cucuteño mis opiniones. Opiniones en el sentido aristotélico de doxa, es decir, conocimiento de los hechos sociales coloreados por la experiencia y por las propias creencias.

Podríamos decir, opinión informada pero sujeta a lo que decía Campoamor: “En este mundo traidor / nada es verdad ni es mentira / todo es según el color / del cristal con que se mira”.

En esta coyuntura turbulenta y polarizada por la que atraviesa el país, los candidatos a la primera magistratura ofrecen el Oro y el Moro para persuadir a los ciudadanos a entregarles su voto. Son múltiples las áreas en las que se hacen las promesas, rara vez cumplidas, pero el caso de la educación merece análisis particular, porque nuestro futuro como país y como sociedad está en los niños y jóvenes que hoy se encuentran en nuestras escuelas y universidades.

Lo que vemos en los programas y lo que repiten los candidatos en la televisión son promesas de incrementar la cobertura, de proveer universidad gratis…etc. ¡Más de lo mismo!, pero el problema básico se ha soslayado y no se puede curar con los paños de agua tibia que son esas promesas.

Continuamos ignorando que en las pruebas PISA Colombia ocupó el último lugar entre las naciones que participaron en ese examen estandarizado global. Hasta el momento no se ha hecho un verdadero análisis de cuáles son las falencias reales de nuestros estudiantes de educación media cuando se les compara con sus homólogos de países como Finlandia o Singapur, que ocupan los primeros lugares.

De la misma manera, no hay un consenso entre los profesores universitarios acerca de lo que miden las pruebas Saber Pro que toman los estudiantes en los últimos semestres de sus carreras y que muchas veces muestran que no han adquirido las competencias genéricas que la universidad debería haberles dado, particularmente en las pruebas básicas de pensamiento cuantitativo y lectura crítica. Esto lo que demuestra NO es que haya falta de cobertura ni de oportunidades, que efectivamente faltan, sino que no se ha definido el propósito mismo de la educación colombiana.

En marzo de 2000, el Consejo Europeo de Lisboa definió como meta estratégica para la Unión Europea el convertirse en “la economía basada en el conocimiento más competitiva y dinámica del mundo, capaz de mantener un crecimiento económico sustentable con más y mejores empleos y mayor coherencia social”.

Desde 2010 la Comisión Europea identificó siete competencias clave para el desarrollo personal, la empleabilidad, la inclusión social y la participación cívica que los graduados de la escuela secundaria deberían tener: 1) comunicación en la lengua materna y otras lenguas; 2) competencias matemáticas y científicas; 3) competencias digitales; 4) aprender a aprender; 5) competencias cívicas; 6) iniciativa y espíritu de empresa y 7) conciencia y expresión culturales. Nótese qué tan parecidas son a las competencias genéricas de las pruebas Saber Pro.

Pero si bien, la Unión Europea desde hace varios años tiene claro cuál es el propósito de la Educación y las competencias que deben tener los jóvenes si va a convertirse en la primera potencia mundial en la Sociedad del Conocimiento, en Colombia nos hemos quedado en normas, decretos y leyes y no hemos definido aún cuál es el papel de la educación en nuestro propósito como nación, para asegurar el bienestar de toda la población, disminuir la inequidad y asegurar el desarrollo sostenible, ni cuáles son las competencias clave que deben tener nuestros egresados de la escuela y de la universidad. ¡Buena falta nos hace si queremos entrar en el Club de la OECD!

Fuente del artículo: https://www.laopinion.com.co/columna-de-opinion/tiene-la-educacion-colombiana-un-norte-153981#OP

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