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Las lecciones de las elecciones

Por Carolina Vásquez Araya

Hay mucho que aprender del proceso electoral de Estados Unidos.

Estados Unidos es, sin duda, la mayor potencia mundial. En su historia política los intereses de las cúpulas económicas han marcado el tono de sus incursiones bélicas, sus tratados comerciales, las prioridades de su política exterior y la manera como es percibido desde los países pertenecientes a su círculo de influencia. Las elecciones presidenciales son, por lo tanto, observadas con atención desde todos los rincones de la Tierra.

Con una ciudadanía decantada hacia las dos fuerzas políticas más importantes, los partidos Republicano y Demócrata, los procesos electorales oscilan entre ambas tendencias dejando muy poco espacio a otras fuerzas ideológicas, monopolizando así el máximo poder. Visto desde la distancia, especialmente desde un país cuyas estructuras partidistas duran un suspiro y se reproducen como las amebas, de un proceso al siguiente sin echar raíces, el fenómeno del país del Norte resulta interesante y ejemplificador.

Uno de los aspectos más relevantes de las elecciones actuales en Estados Unidos ha sido el apoyo masivo brindado por los jóvenes a un candidato, Bernie Sanders, capaz de romper con estereotipos y hablar claramente sobre los grandes vicios del sistema capitalista y la influencia de los grandes consorcios en una decisión tan importante como es la elección de sus máximas autoridades. Aun cuando resulta obvia la infiltración de los intereses corporativos en todo el entramado político de Estados Unidos, no son muchos los candidatos capaces de oponerse públicamente a sus posibles financistas de campaña.

Sanders no logró la nominación, pero el germen de su mensaje permaneció vigente en una gran parte de la población, los llamados millenials, quienes traen una visión más afinada sobre el futuro, pero sobre todo una mayor voluntad de participación que la manifestada por los jóvenes de generaciones anteriores.

Para quienes no conocen el término, se denomina millenials o “generación Y” a la nacida en las últimas décadas del siglo pasado. Son jóvenes inmersos desde su nacimiento en el mundo tecnológico y por consiguiente, mucho más informados y activos que sus antecesores. Esa es una de las lecciones más interesantes del proceso en mención, porque nuestros países también traen una ola de nuevos ciudadanos cuya experiencia de vida les ha forzado a incorporarse de manera más decidida en el destino de sus naciones, lo cual finalmente es su propio destino.

Otra de las lecciones de las elecciones a celebrarse en noviembre es un fenómeno cada vez más sorprendente, expresado en el apoyo masivo a un candidato cuyas principales características son la improvisación, el total desconocimiento de la política internacional –incluyendo la agenda de su propio país- el desprecio por el sector femenino de la ciudadanía, la xenofobia y la carencia de un plan de gobierno.

Para algunos países de nuestra región eso no sería novedad, porque se han visto casos parecidos, pero para una potencia tan importante es una ruta peligrosa, tomando en cuenta que los inicios de la campaña ofrecían opciones mucho más adecuadas y razonables de elección. Esto ha generado divisiones en su propio partido, por ser el candidato menos apropiado en la historia política de ese país.

Merecedor de análisis es cómo su estrategia de infundir temor entre sus seguidores y sus reiteradas promesas de encerrar a su país entre muros para contener a la inmigración, hayan podido prender en un sector tan importante de votantes. Eso indica que la xenofobia y el racismo siguen prendidos como lapas en la idiosincracia de muchos estadounidenses. Una obvia contradicción para el país más diverso del planeta.

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El bocado más apetecible

Por Carolina Vásquez Araya

En un juego de suposiciones, hagamos uso de la imaginación.
“La trata de personas con fines de explotación sexual es un drama humano y social, una violación a los derechos humanos y un delito. Es una práctica ilegal que afecta especialmente a las niñas, niños y adolescentes, robándoles su inocencia y dignidad. Constituye un crimen inaceptable que conculca derechos fundamentales, mientras los victimarios se benefician, lucran, torturan y truncan vidas a costa del sufrimiento de otros más vulnerables.” Iván Velásquez, Cicig, 2016. Informe sobre Trata de Personas con fines de Explotación Sexual en Guatemala.
Las características de la trata son muy variadas, dependiendo de los fines para los cuales se obliga a una persona a someterse a la esclavitud. Las redes criminales dedicadas a esta actividad suelen preferir como víctimas a niñas, niños y adolescentes para explotarlos sexualmente o para trabajos forzados, dentro o fuera del territorio.
El impacto emocional, psicológico y físico para una niña o una adolescente, derivado de la separación de su familia, de su hogar y de su ambiente cotidiano, es difícil de imaginar. La sensación de impotencia, pánico y el dolor de saberse incapaz de escapar del cautiverio ha de desembocar en un quiebre emocional de enormes dimensiones. Si eso es duro para un adulto, imaginemos por un momento cómo ha de ser para una niña de 5 o 9 años destinada a servir de juguete sexual a hombres que las consideran un bocado apetecible, carentes de escrúpulos y calidad humana.
Lo descrito en el cuadro anterior es, aunque parezca difícil de digerir, uno de los destinos más recurrentes de la trata de niñas y adolescentes. Servidoras sexuales en antros de prostitución en donde incluso las obligan a trabajar en el servicio doméstico y les impiden todo contacto con el exterior. Mientras tanto, sus padres se enfrentan a un sistema insuficiente de búsqueda de personas desaparecidas y a una actitud muchas veces negligente por parte de agentes policiales poco empáticos con la familia de las víctimas y mal capacitados para hacer frente a ese tipo de situaciones.
Guatemala es uno de los países más afectados de la región, con cerca de 50 mil víctimas de trata con fines de explotación sexual. Pero aun cuando existen avances en el abordaje del problema, son miles las niñas, niños, adolescentes y mujeres cuyo destino se desconoce. Las organizaciones criminales dedicadas al mercado de venta y explotación de personas han fincado su fortaleza en el tráfico de influencias, la violencia homicida y la intimidación, especialmente en comunidades de las regiones más apartadas del país, en donde casi no existe presencia del Estado.
Si piensa en cuán dramática es la desaparición de un familiar, ahora suponga que esa niña de 5, 7 o 12 años es su hija y un día, jugando con sus amiguitos de la cuadra, desapareció. Suponga que usted, en estado de absoluta desesperación, acude a la policía. Le prometerán buscarla. Le pedirán paciencia, porque su caso es uno más de otros muchos parecidos o idénticos, de niñas y niños ausentes de su hogar porque alguien se los llevó con engaños o simplemente a la fuerza.
Suponga que, finalmente, esa espera se convierte en la angustia permanente y sin esperanzas de nunca más saber, como la de tantas madres y padres cuyos seres más queridos les fueron arrebatados por las redes de trata para convertirlos en esclavos sexuales, someterlos a trabajos forzados o quitarle órganos vitales. Como parte de esta sociedad, usted puede dejar la indiferencia a un lado para propiciar el cambio y salvar la vida de miles de niñas y niños que lo demandan, incluyendo a los suyos.
elquintopatio@gmail.com
@carvasar
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Imagen de uso público tomada de: https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/e/eb/Trata_23.jpg

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La huella del hambre

Por. Carolina Vásquez Araya

Enfrentamos un relevo generacional marcado por las carencias.

La huella del hambre

El ser humano se reinventa constantemente. Es un ente creativo ante los desafíos impuestos por su entorno, manifiesta un carácter competitivo ante los obstáculos, sabe cómo hacer para resolver problemas y tiene un claro concepto del éxito y el fracaso. En general, se le podría considerar un ser motivado por la búsqueda de la felicidad, como se supone debería ser la ruta de la Humanidad. Pero eso es pura poesía. En la realidad se ha desviado de ese parámetro ideal hacia un egoísmo deshumanizante al extremo de ser grotesco.

En un país como Guatemala, de una riqueza inagotable y bendecido con un clima cuya bondad permite cultivar alimentos durante el año entero, la mitad de su población infantil sufre desnutrición crónica. Es decir, un estado de privación alimenticia que va de una a otra generación, ocasionando un deterioro físico irreversible y evidente.

Por lo general, para esa parte de la sociedad acostumbrada a adquirir alimentos –muchas veces en exceso- en tiendas y supermercados (el segmento catalogado por los mercadólogos como “C completo” es decir: clase media) las características de la desnutrición crónica son casi desconocidas. De vez en cuando y quizá por algún eco noticioso en particular, los medios reproducen declaraciones de expertos pero estas notas pasan tangencialmente por la mente y se pierden entre una variedad de temas periodísticos de interés diverso.

Quizá al ciudadano promedio el tema le aburra un poco por provenir de informes especializados, muchas veces de la burocracia internacional.  Pero dada la extensión del fenómeno sobre tan importante sector de la ciudadanía, vale la pena explorar sus causas y efectos para tener una idea, aunque sea vaga, sobre qué le espera a ese enorme contingente de niñas y niños guatemaltecos.

Primero es necesario entender que la desnutrición es una de las consecuencias de la pobreza extrema. Y dado que un sector importante de la población vive en ese estado, es lógico que sus hijos, al depender de otros para su subsistencia, sean las primeras víctimas de la falta de nutrientes en su desarrollo. A esa carencia se asocian otras, como la falta de higiene y de los cuidados mínimos requeridos por un neonato o un infante en sus primeros años de vida.

Los efectos de la falta de nutrientes repercuten en todo el sistema fisiológico de quien vive en estado de carencia grave. A partir del momento que no recibe suficiente alimento, su sistema digestivo –como todos los demás de su organismo- comienza a fallar en sus funciones y el poco alimento que recibe ya no es procesado en su totalidad, por lo cual a la escasez se suma la incapacidad de aprovechar lo poco que el menor ingiere.

El cerebro en formación depende de manera absoluta de un metabolismo funcional y de la provisión de nutrientes básicos para su desarrollo. Entonces a la pérdida de masa muscular, a la formación ósea incompleta y a la debilidad del sistema inmunológico se añade el peligro de perder capacidades neurológicas cuyo impacto durará todo el resto de la vida.

Aun cuando la desnutrición crónica ha sido documentada por expertos y certificada por organismos nacionales e internacionales, todavía hay quienes prefieren creer en una mala elección de los alimentos por parte de la población más pobre. Con esa justificación muchas veces se pretende ocultar una de las mayores deudas de la sociedad y una de las fallas más resonantes de los sectores en el poder. Esos niños, niñas y adolescentes privados de alimentos en sus primeros años de vida son la base de la pirámide y, por ende, las primeras víctimas del fracaso político y social.

Fuente: http://www.telesurtv.net/bloggers/La-huella-del-hambre-20160919-0006.html

Imagen: pbs.twimg.com/media/CswycouWEAAtxsA.jpg:medium

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La importancia de las cosas

Por: Carolina Vásquez Araya

La capacidad de olvido es parte de un mecanismo de sobrevivencia.

Las grandes tragedias tienen un efecto particular: nos dan una via emocional para canalizar la frustración y la rabia acumuladas a lo largo de nuestra existencia, provocadas en su mayoría por una incapacidad atávica de confrontar aquello que nos ofende como seres humanos por comodidad, por miedo o por esa pasividad que nos va ganando mientras se disipan los ecos del hecho que nos conmueve. Entonces construimos barreras mentales para no saber, no sentir, no actuar.

Ciertos eventos espectaculares nos hacen reaccionar con todo nuestro arsenal de sentimientos y una empatía sublimada por la distancia física y la cercanía mediática. Y sufrimos por víctimas lejanas, lo cual no tendría nada de malo si no fuera porque aquellas tragedias cercanas, las ocurridas a pocas cuadras de nuestro hogar, nos dejan totalmente indiferentes.

Expertos en el arte de la evasión, rechazamos el contacto con la realidad sin tener en cuenta que esa realidad supuestamente ajena y extraña a nuestro entorno nos está cercando, nos toca en directo y termina por transformar nuestra vida en todos sus aspectos. Hacemos esfuerzos desproporcionados por enfocar nuestra atención en los mínimos puntos porcentuales de avances relativos con tal de no ver los grandes retrocesos en los temas cruciales.

Guatemala cruza por una crisis mucho mayor que la totalidad de sus fragmentos. En otras palabras: la situación de la niñez y la juventud, la marginación de los pueblos originarios, la discriminación de la mujer en los espacios de decisión, el desastre ecológico a nivel del territorio, las explotaciones incontroladas de su riqueza mineral y tantas otras fuentes de conflicto –como el tema agrario o una legislación pendiente sobre el derecho al uso del agua- conforman un cuadro global más grave de lo que el ciudadano percibe a simple vista.

Como un ejercicio interesante para adentrarse en el pensamiento del habitante urbano –principal emisor de opiniones, juicios y pronósticos- es conocer su grado de conocimiento sobre ciertos temas. Por ejemplo, algo cercano como la vida de las familias que habitan el vertedero de la zona 3, sobreviviendo en ese foco de contaminación y abandono. Allí, en donde los niños se disputan los despojos con los zopilotes en una atmósfera putrefacta, sin mayores perspectivas de escapar para tener una vida saludable, educarse y desarrollar sus habilidades como todo ser humano.

Se ha demostrado que la niñez no es un tema “de plaza” . Tampoco lo es el estado de los ríos o las fuentes de abastecimiento de agua, ni llega a la plaza la demanda por una ley que proteja a las trabajadoras de casa particular, muchas de las cuales viven en una situación de esclavitud de hecho, aunque disfrazada con un barniz de condescendencia ladina. ¿Temas de plaza? Muchos más, como el acceso a una educación de calidad para la totalidad de la población infantil, alimentación garantizada para evitarles el daño producto de la desnutrición crónica, protección contra la violencia sexual y acceso a los servicios de salud.

Por supuesto es más cómodo encerrarse a escuchar las noticias que vivirlas. Pero ninguna sociedad avanza sobre el silencio de sus integrantes y el de una prensa para la cual ciertos temas carecen de relevancia o de impacto en sus estadísticas de preferencia.

Las tragedias ajenas son importantes pero sobre las propias es posible actuar y contribuir a minimizar sus efectos. Guatemala es uno de los países más vulnerables del mundo y está entre los menos desarrollados en temas sustantivos, como la niñez. La indiferencia no es una opción.

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Mirando para otro lado

Enconcharse en la vida propia e inmediata parece ser un recurso cultural propio de sociedades organizadas bajo un régimen de silencio. Desde la infancia se impide la libre expresión y desde ese punto de partida, ya con la represión bien instalada como rasgo de educación y buena conducta, seguimos el camino hacia una adultez cargada de hipocresías.

Mirando para otro lado

Si a eso añadimos un patriarcado machista y extremo contra el cual no hay modo de rebelarse sin parecer desquiciada y loca, tenemos una vida normada bajo pautas ajenas, creadas con el fin de llevar la obediencia al sistema a fuerza de leyes y reglamentos aparentemente indiscutibles. De hecho, así funcionan las Constituciones cuyo contenido, sin ser necesariamente malo para la concordia ciudadana, tampoco representa una garantía de bienestar para las mayorías.

Ese es, por ejemplo, el caso del aborto. Tema espinoso como ninguno, precisamente porque a partir de conceptos sectarios y profundamente fundamentalistas, surgidos de instituciones de eminente corte patriarcal, ha sido reproducido por cortes y asambles de estilo similar, sin la menor incidencia de voces femeninas.

Pero las voces femeninas sí se han hecho escuchar desde los sectores más conservadores para condenar su práctica y convertirla en un asunto de moral, de pecado –perverso como ningún otro- perpetrado por mujeres libertinas y malvadas. Estas mujeres carentes de sentimientos atentan contra el decoro y las buenas costumbres y la sociedad tiene la obligación de imponer severos castigos a quienes cometan tan graves fechorías.

Lo que esas voces no consideran en el predicado son los derechos humanos de las mujeres, las niñas y adolescentes víctimas de incesto y violación. De acuerdo con estudios ampliamente divulgados desde que el tema de violencia contra las mujeres por fin saltó a los medios de comunicación (después de un silencio de siglos) de cada 3 mujeres, por lo menos una sufre de una agresión sexual. Son agresiones muchas veces no denunciadas por miedo a las represalias del agresor, a la condena social, a la vergüenza.

En Chile, el no muy brillante ex presidente Piñera le negó el derecho al aborto a una niña de 11 años, con un embarazo de alto riesgo producto, obviamente, de una violación. El mandatario, al ver a la niña, adujo que la menor había mostrado “profundidad y madurez” y por lo tanto debía tener a ese hijo a como diera lugar porque “en este país la vida de la madre está siempre en el primer lugar” (sic).

Sin embargo, esa actitud obtusa del ex presidente de Chile –por cierto, un país extremadamente conservador y machista- no es única en el continente.

La negación de un aborto seguro en casos de violación y en embarazos de alto riesgo tanto para la madre como para el feto, son frecuentes a todo lo largo y ancho de Latinoamérica y en muchos otros países del mundo. Es el castigo supremo para una mujer o una niña que exige su derecho a la vida. La visión patriarcal, de resortes bien aceitados para defender la postura extrema de negar ese derecho sin tener ni haber tenido una experiencia similar en carne propia, de no ser tan nefasta resultaría hasta ridícula.

Remitirse a la idea absurda y retorcida de creer que las mujeres disfrutan abortando, es el colmo de la ignorancia. El aborto es un drama personal subsecuente a otro drama como la agresión sexual, cuando ha sido ese el motivo. Como corolario, es preciso subrayar ese recurso extremo está muchas veces a disposición de quienes pueden pagar fortunas en hospitales privados para obtenerlo en ambiente seguro. Las mujeres pobres, que se resignen.

Fuente: http://www.telesurtv.net/bloggers/Mirando-para-otro-lado-20160829-0006.html

Imagen: static3.esoterismos.com/wp-content/uploads/2014/07/sonar-que-participamos-en-un-aborto.jpg

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El origen del conflicto

Por Carolina Vásquez Araya

No importa el ámbito en el cual nos encontremos, la comunicación entre humanos se ha desvirtuado a tal punto que asumimos, de entrada, la falsedad del otro, la manipulación, la agenda oculta, los intereses inconfesados. Entonces, a partir de esa premisa preconstruida, actuamos. Es decir, comenzamos a defendernos de una agresión asumida como real pero no explícita, como un mecanismo de protección impreso en nuestro inconsciente que se dispara de modo automático.

El conflicto en Siria ha dejado desde 2011 más de 290 mil muertos.

El diálogo abierto y sincero es una pieza de colección: escaso.

¿De dónde surgió la idea de un ser humano naturalmente gregario? La realidad nos ha enseñado lo contrario: somos islotes en un mar lleno de amenazas verdaderas o imaginarias, pero tan poderosas como capaces de determinar nuestras reacciones, nuestras capacidades y sobre todo los desafíos de nuestro entorno. Por supuesto hay excepciones y son precisamente las que marcan la diferencia entre simples individuos absortos en su propio mundo y grupos integrados alrededor un algún objetivo común.

Estos últimos son los verdaderos motores del desarrollo. Son quienes trabajan con el pensamiento enfocado mucho más allá de sus intereses personales, capaces de hacer realidad sueños colectivos como si fueran los propios. Son personas cuya habilidad más notable es mantener la transparencia en un entorno marcado por la opacidad y el egoísmo. Por supuesto, no siempre vencen la fuerza de la oposición, pero dejan un legado de esperanza y la posibilidad concreta de un mejor modo de enfrentar los desafíos.

En esta lucha sin sentido, la comunicación es una herramienta poderosa y se utiliza en ambos sentidos de la escala de los valores humanos con una eficacia aterradora. Se puede transformar en un arma letal o en un instrumento capaz de llevar a la Humanidad por el camino del entendimiento y la razón. Esta dicotomía es palpable en todos sus ámbitos y se traduce tanto en la incapacidad de entendimiento entre colectividades, hemisferios e ideologías, como en la ejecución de extraordinarias iniciativas para beneficio de la Humanidad.

Quizá el origen del conflicto entre humanos sea la pérdida de contacto con el otro. La desconfianza, cuyo origen está muchas veces en nuestra propia incapacidad de entendimiento y empatía, es una presencia constante en el diálogo y resulta capaz de alterar la percepción, contaminando cualquier intento de conciliación.

Dentro del núcleo familiar ya se instalan los prejuicios y las luchas de poder. Son muchas veces tan crudas y explícitas como para imprimir en la mente de las nuevas generaciones ese patrón de conducta como el correcto, el conveniente, el ventajoso frente al resto de una sociedad con similares esquemas de conducta. De esos patrones devienen el desprecio por el otro con los consiguientes mecanismos de defensa y ataque psicológico a los cuales terminamos por acostumbrarnos como algo aceptable en nuestras relaciones interpersonales.

La guerra, por lo tanto, es un elemento presente como una característica implícita de nuestra especie y se le otorga el valor del poder sobre el otro en los negocios, en el romance, en la competencia. La guerra, como nos enseñaron desde la infancia, es territorio de valientes, de héroes y de quienes merecen permanecer en el imaginario colectivo como ejemplos a emular. Nunca nos dijeron que era mejor el diálogo claro y sincero, Tampoco nos enseñaron a reconocer nuestros errores en lugar de imponerlos por la fuerza y por eso, fundamentalmente, nos resulta tan difícil destruir esa escala de antivalores para construir otra sobre la base del entendimiento y la búsqueda de la paz.

Fuente: http://www.telesurtv.net/bloggers/El-origen-del-conflicto-20160815-0002.html

Imagen:http://cdn1.amarseaunomismo.com/images/preguntas-frecuentes_conflictos-2.jpg

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