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La ciencia maltratada, privatizada y mercantilizada

Durante miles de millones de años, la vida se ha abierto camino en todos y cada uno de los rincones existentes en el planeta Tierra. Vida en continuo cambio, no solo proliferando sino adaptándose a todo tipo de condiciones, con diferentes formas de alimentarse, reproducirse y crecer.

Pero la historia humana no es sino una entre miles, tantas como ramas en las que se diversifica el árbol de la vida en la Tierra.  Grande es la fuerza de los conocimientos y, pertrechados con ellos el hombre es invencible. Pero ¿nos son asequibles los conocimientos?
Es obvio que nuestra especie está sometida a los mismos mecanismos de cambio y selección que el resto de los organismos que pueblan nuestro hábitat, nuestro medio ambiente y para entender hacia donde nos dirigimos debemos comprender cómo hemos llegado hasta aquí.
El Covid-19 no cae del cielo, sino que es consecuencia de un sistema capitalista patriarcal, productivista y devastador, que ha alterado el equilibrio de los ecosistemas, incluyendo virus y bacterias. El urbanismo y la deforestación asociada al desarrollo capitalista está obligando a muchos de estos animales a migrar e instalarse cerca de los humanos, lo que multiplica las probabilidades de que microbios, que para estas especies son benignas, pasen a las personas y muten en patógenos.
Los apologistas del capitalismo sostienen que no hay razones para cuestionarlo. Pero cuando ocurre una crisis como ésta, la gente se da cuenta de que el sistema no funciona y que tenemos que contenerlo, e incluso quizás superarlo. Pero el problema es que hoy no parece que mucha gente sea capaz de establecer una conexión entre el virus y el capitalismo.
La enfermedad sigue siendo percibida como un evento aleatorio, algo que ha ocurrido sin más, como un relámpago o la caída de un meteorito. Apenas hay discusión sobre cómo el capitalismo produce pandemias a pesar de que haya una considerable base científica al respecto.

 ¿Covid-19 como oportunidad?

La crisis del coronavirus pone en evidencia las limitaciones y riesgos, a nivel humano y social, pero también económico, del sistema capitalista. Nos pone frente al espejo de lo que puede ser el futuro en un marco de emergencia climática.
En un escenario de crecientes fenómenos climáticos extremos, solo un estado del bienestar fuerte, sistemas de protección social suficientes y un tejido comunitario y socioeconómico resiliente nos permitirá hacer frente a la creciente vulnerabilidad.
La economía de mercado muestra, en momentos como el actual, el sinsentido de un sistema financiero especulativo y volátil. Se hace evidente que el capitalismo financiarizado y globalizado es incapaz para hacer frente a situaciones de crisis humanitaria como la que plantea la pandemia del Covid19 o la actual emergencia climática.
Los problemas se contagian rápidamente, la incertidumbre se convierte en histeria colectiva en los mercados financieros, las dependencias de importaciones y exportaciones se vuelven vulnerables y la deuda insostenible se convierte en un peso imposible de seguir cargando.
Ante estas evidencias, seria recomendable, como resaltan algunos economistas poner en valor los beneficios de una nueva economía de circuito corto, que produzca bienes y servicios que respondan a las necesidades de las personas y no a las posibilidades de rentabilidad de la inversión.

La verdad es la luz de la razón

Creemos que en una crisis como la del Covid 19, la economía debe sostenerse en el saber, pero “el saber se mercantiliza y al mismo tiempo se privatiza”. Al transformarse el estatus del ser humano en relación al saber, convirtiéndose en “proveedor” y “usuario” se facilita la conversión de este en un objeto de valor.
De modo que es fácilmente asimilable al ciclo de producción/consumo que define a los distintos objetos que se ponen a disposición en el mercado, (ergo) el saber se convierte en una mercancía más, que se vende, se compra y se consume, deja de ser un “valor de uso” para transformarse en un “valor de cambio”.
En plena pandemia, nos aprestamos a un nuevo ejercicio dialéctico, donde las derivas comerciales, estarán nuevamente presentes, en efecto grupos de investigadores, laboratorios, empresas farmacéuticas están en la actualidad lanzados en la comercialización de la vacuna.
Apenas diez meses después la gente ya está siendo vacunada contra la Covid-19, a pesar de que, al comienzo de la pandemia, nos advirtieron que se necesitan años para desarrollar una vacuna.
Nos encontramos, por tanto, ante una situación de ¿falta de legitimidad de la ciencia, al estar enmarcada en el ciclo de valorización capitalista, el cual intenta hacer pasar como “saber” lo que es interés económico; por lo tanto, el saber vale como forma de obtención de plusvalía?.
Sublime realidad, capitalista, que precede un asunto de feroz competencia entre los Estados-nación, quienes, además, entran en conflicto con las grandes multinacionales, que también desean poseer ese saber para reforzar sus posiciones, además de establecer sutilmente un marco ideológico con las vacunas chinas y rusas.
En este marco el saber ya no es apreciado por su valor epistemológico (todo nuevo saber es positivo) para distribuirse públicamente (todo el mundo tiene derecho al saber) sino por su valor monetario/económico (se investiga aquello de lo que se extraiga rentabilidad), de modo que se controlan los flujos de información según intereses comerciales (al conocimiento tendrá acceso solo quienes puedan pagarlo).
En esta situación, el saber cómo “búsqueda de lo verdadero” pierde relevancia en favor de otra perspectiva guiada sustancialmente por la rentabilidad económica, lo que comporta el problema de su pérdida de legitimidad. ¿Cómo confiar en un saber dirigido por intereses espurios?
¿Quién puso el dinero?
Debido a la urgente necesidad de la vacuna, los gobiernos y los donantes han invertido miles de millones de dólares en proyectos para crearlas y probarlas. Organizaciones «filantrópicas» -como la Fundación Gates- respaldaron la búsqueda, así como celebridades de todo tipo y organizaciones sin fines de lucro, que han otorgado casi 1.900 millones de dólares. En total, los gobiernos han proporcionado 8.600 millones de dólares, según la empresa de análisis de datos científicos Airfinity.
Solo 3.400 millones de dólares provienen de la propia inversión de las empresas, y muchas de ellas dependen en gran medida de la financiación externa.

 Vacunas contra la covid-19: ¿a qué se debe el secretismo?

La pandemia hace que la demanda mundial de vacunas sea superior a la oferta. El mundo entero se disputa una plaza para recibir la vacuna contra el coronavirus, un bien todavía demasiado escaso y producido por pocos laboratorios farmacéuticos.
Los gobiernos firman contratos con las compañías que han desarrollado esas vacunas en tiempo récord y, sin embargo, información crítica de esos acuerdos permanece oculta para el gran público debido a estrictas cláusulas de confidencialidad. Cuánto cuestan o cómo se distribuirán son detalles que en la mayoría de los casos la ciudadanía desconoce, porque así lo exigen los acuerdos firmados.

El problema es mundial

En respuesta a una petición de información del Parlamento Europeo a mediados de noviembre, la comisaria de Salud, Estela Kiriakides, afirmó que “Debido a la naturaleza altamente competitiva de este mercado, la Comisión está legalmente imposibilitada para desvelar la información que contienen estos contratos”.
La ministra belga de Presupuesto, Eva de Bleeker, tuvo que retirar, poco después de publicarlo, un mensaje en Twitter en el que recogía la lista de precios de los laboratorios con los que había negociado la Unión Europea (UE).
A las quejas por el incumplimiento de los compromisos adquiridos por algunos fabricantes de vacunas se suman ahora las voces que exigen mayor transparencia en un asunto de salud pública vital. La polémica sigue subiendo de tono, sobre todo en la UE, enojada después de que los laboratorios Pfizer y AstraZeneca le comunicarán que no estarán en condiciones de suministrarle al bloque la cantidad de dosis iniciales acordadas.
Ello ha llevado a que, según fuentes de la UE citadas por la agencia Reuters, desde Bruselas se les exija a las farmacéuticas que hagan públicos los términos de los contratos y amenace con controlar las exportaciones de las vacunas producidas en Europa.

¿Por qué tanto secreto?

Según Jonathan García, experto en salud pública en la Universidad de Harvard, en EEUU., “esto no es nada nuevo; es frecuente que en los contratos entre los sistemas de salud de los países y las farmacéuticas se incluyan cláusulas de confidencialidad”. “Los laboratorios buscan fraccionar el mercado para poder negociar precios distintos con los diferentes países”, añade.
Esto les permite negociar con los países en función de sus recursos, ofreciéndoles precios más bajos a las naciones pobres o en desarrollo y exigiendo cantidades más altas a los más ricos.
La compañía AstraZeneca ha revelado que la vacuna que ha desarrollado en colaboración con la Universidad de Oxford tendrá un coste aproximado entre 3 y 4 dólares por dosis (se requiere de dos). Pero el suyo es, por ahora, un caso excepcional. Además de los precios, se mantienen muchas veces en secreto la información relativa a la producción y logística, y las conocidas cláusulas de responsabilidad.
En ellas se estipulan límites a la responsabilidad de los laboratorios en el caso de posibles efectos adversos de los medicamentos y se indica que si hay diferencias no las resolverán los tribunales nacionales, sino unas cortes especiales de arbitraje internacional.
Las voces que reclaman mayor transparencia alertan de que la urgencia por el desarrollo de una vacuna, para una enfermedad que se ha cobrado ya más de dos millones de vidas en todo el mundo, ha podido llevar a los gobiernos a aceptar limitaciones de responsabilidad aún mayores.
En la Estrategia para la Adquisición de Vacunas que hizo pública la Comisión Europea se decía que “la responsabilidad por el desarrollo y el uso de la vacuna, incluida cualquier indemnización específica requerida, recaerá sobre los estados miembros que la adquieran”.
No obstante, estamos hablando de una emergencia sanitaria global, de algo que sucede cada 100 años, ante lo que uno esperaría que el sistema utilizara mecanismos mucho más transparentes y buscara un esquema más cooperativo. En cambio, vemos que se sigue buscando un mercado monopólico y mantener ventajas en los precios.
Las diferencias en el acceso a las vacunas han llevado al mundo a un riesgo de “fracaso moral catastrófico”, como definió el director de la Organización Mundial de la Salud, el doctor Tedros Adhanom Ghebreyesus, el hecho de que los países más necesitados vayan a tener que esperar años para inmunizar a su población.
La historia de las epidemias muestra que no sería la primera vez. Ya sucedió con la poliomielitis y la viruela, enfermedades erradicadas mucho antes en los países más avanzados. O con el VIH, que todavía diezma a muchas poblaciones africanas cuando los pacientes en el llamado primer mundo han visto prolongada significativamente su esperanza de vida gracias al desarrollo de los tratamientos antirretrovirales.
Como resultado, los analistas de inversiones pronostican que al menos dos de estas compañías, la empresa estadounidense de biotecnología Moderna y la alemana BioNTech con su socio, el gigante estadounidense Pfizer, probablemente ganarán miles de millones de dólares.

Fuente: https://rebelion.org/la-ciencia-maltratada-privatizada-y-mercantilizada/

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Las crisis el capitalismo, la Covid y los ludópatas neoliberales de Wall Street

Por: Eduardo Camín

La pandemia del Covid está exacerbando las desigualdades ya existentes; desde enfermar del virus, hasta mantenerse vivo o padecer las dramáticas consecuencias económicas. La Covid-19 sin dudas, provoca una crisis sin precedentes, y las medidas de confinamiento han afectado a casi todos los trabajadores y las empresas.

Los tiempos en los que uno debía considerarse afortunado por el mero hecho de tener trabajo ya es cosa del pasado. Aunque, no hay que perder de vista que la pobreza ya no es sinónimo de desempleo, ay que también se da en muchos trabajadores con un empleo precario, que sufren una carencia material severa, como retraso en los pagos, no tener vacaciones o la baja intensidad en el empleo.

Por lo tanto, la temporalidad, los contratos de un día, por obra o servicio con los sueldos precarios se pueden dar en cualquier de estas situaciones. La Organización Internacional del Trabajo (OIT), organismo rector especialista en temas laborales, ha advertido a lo largo de los años la tendencia mundial hacia un aumento del empleo vulnerable.

Así la Covid 19, al igual que el colapso financiero global que desencadeno la recesión 2008- 2009, se convierten en el producto ideológico que oculta una causa endógena que explicaría la permanente recurrencia a la crisis: no es casualidad que la economía capitalista ya no avanzara a un ritmo acelerado antes de la pandemia.

Al comienzo de la actual pandemia, “los mercados bursátiles”, el faro que orienta al capitalismo cayeron hasta un 30% en el espacio de pocas semanas e hicieron saltar las alarmas mediáticas ante lo que se podría convertir, de nuevo, en una inminente crisis económica mundial.

En realidad son muchos los factores en juego que dictan el rumbo de la economía global, entre ellos las tensiones comerciales entre EEUU y China (¡antes del virus!).

La desaceleración de la economía del sector exportador, ocasionadas por el proteccionismo y las guerras comerciales ha causado un debilitamiento de las exportaciones que se trasladó a las inversiones empresariales, agravando a la vez las condiciones laborales y sociales, con el consiguiente aumento de desempleo y precarización

La situación económica

En abril 2020, el Fondo Monetario Internacional (FMI) estimó que la ratio promedio de endeudamiento público con respecto al PIB aumentaría del 69,4 al 85,3 por ciento durante el año, y que muchos países alcanzarían niveles considerablemente superiores, lo que llevo a su Directora, la búlgara Kristalina Georgieva,a abogar por políticas monetarias acomodaticias y políticas fiscales que protejan a la economía de un colapso que derivaría en una ola de insolvencias y un desempleo estructural.

Algunos estados han establecido planes de estimulo fiscal y monetario sin precedentes para contrarrestar las repercusiones sociales y económicas de la pandemia de la Covid 19, de miles de millones de euros, en consonancia con los compromisos de “hacer todo posible” para proteger a sus ciudadanos, mientras que el sector empresarial se encarga de fustigar por el aumento de la deuda publica.

El resultado último de esta crisis humana es que, según el Banco Mundial, entre 71 y 100 millones de personas se verán arrastradas a la pobreza extrema, revirtiendo así los avances en materia de desarrollo registrados en los últimos años. El costo económico y social de los esfuerzos que deben desplegarse para detener la pandemia es innegable.

Esto ha generado un debate -en ocasiones arduo- sobre la interacción de los objetivos de política sanitaria y de política laboral. No obstante, si no se actúa con determinación ahora contra la pandemia, inexorablemente el costo socioeconómico tendrá proporciones aún mayores en el futuro.

La solidaridad y cooperación “nacionalizadas”

Sin duda, los estímulos fiscales y monetarios, aunados a los esfuerzos para apoyar a las empresas y favorecer el mantenimiento de los puestos de trabajo y de los ingresos, requieren una importante inversión de recursos, incluso si, lógicamente, éstos no se consideran costos sino inversiones.

Pero este tipo de medidas no puede prolongarse indefinidamente, ni tampoco es ese su objetivo. Además, algunos países no tienen la capacidad para implementarlas, o por lo menos no durante el tiempo necesario, y si se retiran demasiado pronto podría producirse otra oleada de grandes dificultades.

La creciente diversidad de formas de trabajo que han ido apareciendo en los últimos años ha supuesto un obstáculo para prestar apoyo inmediato a aquellos que lo necesitan. A menudo, los trabajadores por cuenta propia, los subcontratados, o con contratos temporales, los de plataformas y otras categorías de trabajadores con una situación laboral incierta o prestaciones insuficientes, tienen todas dificultades del mundo para acceder a las ayudas.

A éstos se suman los muchos millones de trabajadores informales que se encuentran en una situación extremadamente precaria.

Para proteger la salud de los trabajadores se han observado tres posibles opciones: retirarlos de los lugares de trabajo y permitirles trabajar desde sus domicilios; pedirles que continúen trabajando en el lugar de trabajo habitual, pero con equipos y protocolos de protección adecuados, incluido el distanciamiento físico; o simplemente interrumpir su trabajo durante el período de emergencia.

Aquí también se han observado dificultades. La OIT ha estimado que sólo un 18 por ciento de los trabajadores desempeñan tareas y se encuentran en lugares que se prestan al teletrabajo. Esto dista mucho de ser una opción al alcance de todos.

Lamentablemente las personas que han seguido trabajando como antes -los del sector de la salud, los del cuidado, los del transporte y los trabajadores de la limpieza, que hoy se consideran personal esencial- no siempre han dispuesto de equipos y procedimientos de protección adecuados.

En ocasiones, las medidas de confinamiento adoptadas por los gobiernos han supuesto fuertes restricciones a las libertades individuales. Por lo general, estas medidas han sido bien aceptadas por la población, que comprende que son adecuadas, proporcionales y limitadas en el tiempo, y, por consiguiente, resultan legítimas en la lucha contra la pandemia.

Lo que no es legítimo es que se apliquen esas restricciones a las condiciones de trabajo y que no se respeten plenamente las normas laborales, que a su vez constituyen herramientas importantes para superar la crisis.

Por último, se han observado dificultades en cuanto a la solidaridad y la cooperación internacionales en la respuesta a la crisis de la Covid-19. Si bien ha habido una movilización de recursos sin precedentes, su utilización se limitó abrumadoramente a la esfera nacional. En el sálvese quien pueda, aún no hemos presenciado una respuesta mundial a la altura del desafío al que se enfrenta el planeta.

Peor aún: el director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS) Tedros Ghebreyesus, a propósito de las vacunas, advirtió que “el mundo está al borde de un fracaso moral catastrófico … y el precio de este fracaso se pagará con las vidas y el sustento de los paises más pobres”

El máximo responsable de la OMS consideró que no es justo que gente sana y joven de las naciones ricas acceda a la vacuna antes que los grupos vulnerables de los paises más pobres.

¿Qué pasará ahora en el gran casino de Wall Street?

Los países de todo el mundo y la comunidad internacional en su conjunto siguen enfrentando los desafíos sanitarios, humanitarios y socioeconómicos asociados a la crisis causada por la pandemia.

Mientras ésta siga, las respuestas adoptadas en materia de políticas deberán aplicarse de forma eficaz como preludio necesario al retorno gradual y seguro al trabajo.No obstante, ello no significa que se vuelva a trabajar como antes, al menos durante el período en que debamos seguir viviendo y trabajando con el virus, e independientemente de la vacuna .

Se está debatiendo mucho sobre cómo será el mundo del trabajo cuando superemos la pandemia, y la idea de una «nueva normalidad» en el trabajo está ganando terreno.Con demasiada frecuencia, se pasa por alto la distinción entre las nuevas prácticas que deberán adoptarse durante el período en que el virus siga planteando la amenaza que hoy supone y las perspectivas de futuro a más largo plazo que puedan imaginarse cuando ya no existan esas limitaciones.

El riesgo de ello es que podemos perder de vista que, a pesar de las limitaciones que hoy enfrentamos, el futuro del trabajo puede y debe ser lo que nosotros queramos que sea. En efecto, los planes de recuperación deben establecer, desde el principio, las bases de la «mejor normalidad» que queremos.

El punto de partida no será alentador. Independientemente de su evolución futura, la pandemia dejará un mundo del trabajo con más desempleo, más desigualdad, más pobreza, más deuda y, con toda probabilidad, más frustración e incertidumbre.

El coronavirus nos ha mostrado cuan frágil es la economía capitalista. Pero la crisis del capitalismo –con o sin coronavirus– seguirá golpeando la economía global.
En el gran casino de Wall Street sigue siendo el faro que guía a los ludópatas neoliberales, que continúan apostando en sus bolsas de valores, e incluso sus economías ‘reales’ seguirán produciendo para un mercado virtual.

La desatención selectiva pretende borrar de la experiencia aquellos elementos que pueden resultar inquietantes si se llegara a tomar conciencia de ellos. Esta desatención selectiva es una respuesta de uso múltiple frente a los problemas cotidianos que nos acucian: no veo lo que no me agrada, parece ser la consigna.

Mucho temo, que la clase trabajadora quedó atrapada, en la telaraña del virus del gran capital dando vueltas sin rumbo en la rueda de la fortuna del neoliberalismo.

 

*Periodista acreditado en la ONU-Ginebra. Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)

Fuente e imagen:  http://estrategia.la/2021/01/22/las-crisis-el-capitalismo-la-covid-y-los-ludopatas-neoliberales-de-wall-street/

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Uruguay: el Covid 19 entre ciencia, pretexto y soberbia neoliberal

Por: Eduardo Camín

Enseñaba el filosofo español de la primera mitad del siglo XX José Ortega y Gasset que el progreso de la civilización humana se debe fundamentalmente a dos razones; por un lado la democracia, es decir la adquisición de derechos sociales y civiles y el establecimiento y consolidación de generaciones humanas. Y por el otro, la generación del conocimiento en su sentido mas amplio y el desarrollo científico y tecnológico,

Reafirmaba la idea que para conseguir y mantener la democracia resulta fundamental la política. Y, a la vez que para conseguir y mantener lo segundo resulta crucial la ciencia.180.com.uy :: “Notoriamente Uruguay mantiene números bajos” de covid-19

El buen alumno del Covid 19

En un primer momento Uruguay recorrió con holgura –cuasi  insolencia- lo que el mundo comenzaba a padecer. Apenas un mes de comenzada la pandemia el gobierno nacional creo el Grupo Asesor Científico Honorario (GACH).

Mas de 60 científicos, matemáticos, infectologos, epidemiológicos y otros especialistas asesoraban estrechamente al gobierno uruguayo recientemente formado por Luis Lacalle Pou, en el control de la Covid 19, los cuales en su momento fueron señalados como uno de los factores de la privilegiada situación del pais respeto a la enfermedad.

El tiempo ha pasado y aquel buen alumno con pocos casos activos de Covid 19 y con menos de cinco nuevos casos por día en promedio, ha dejado de ser un caso singular y una excepción, como nos destacaban los medios internacionales, para transformarse en un eslabón mas de la crisis sanitaria a escala mundial.

La lucha política cambio de bando

Ayer repudiaban la arrogancia (tal vez con razón) de la tecnocrática de los economistas de centroizquierda nucleados en el Frente Amplio, con ese alarde de falsa superioridad que desestima como irrelevante la opinión de quienes no son expertos en economía.

El tiempo ha pasado y la derecha neoliberal está al frente del gobierno, hoy trata de cerrarle la boca a cualquiera que intente Coronavirus en Uruguay: Luis Lacalle Pou estuvo en contacto con un infectado y entra en aislamientoopinar sobre la emergencia sanitaria si no es especialista en epidemiología. La duda y la crítica, esos recursos que tanto supieron ejercer antes, cuando estaban en la oposición, ahora que están en el poder les parecen una necedad, una afrenta o un peligro.

Es como si su militancia política se hubiera vuelto incompatible con la lealtad a la democracia. Como si su derecho a defender al gobierno significara que ya se les olvidó, que ya no entienden o no tienen que tolerar el derecho a disentir.

Porque en lugar de responder con datos y argumentos suelen hacerlo asumiendo que todo cuestionamiento forma parte de una maquinación. No aclaran las dudas ni rebaten las críticas, simplemente descalifican a quienes las plantean. No admiten diferencias, solo imputan malas intenciones.

Parece que su convicción política llega a tal extremo que les impide aceptar la posibilidad de desacuerdos legítimos, como el simple hecho de preguntar por un plan de vacunación.

Mucho nos tememos, que se busca invocar el prestigio social de la ciencia para evadir el rigor del debate político. Quieren que la ciencia sea una proveedora de certezas definitivas, de respuestas irrefutables. Pero la ciencia no es eso, no puede serlo. Si así fuera, posiblemente no hubiéramos llegado al estado actual de la pandemia, batiendo récords de casos positivos.

La ciencia es más bien, un campo de disputa permanente y de preguntas que nunca terminan. El conocimiento científico, para serlo de veras, necesita basarse en evidencia accesible y en una teoría clara, ser explícito en su método, poder replicarse y sobre todo estar formulado de tal manera que sea susceptible de ser refutado.De eso se trata, en ello reside su paradójica Uruguay: tecnología para paliar la Covid-19 - Diario Hoy En la noticiafortaleza; en no confiarse, en estar siempre sujeto a escrutinio, en irse forjando no a partir de la conformidad sino del conflicto.

Aquí está el quid de la cuestión: qué peso debe tener la opinión de los científicos en las decisiones políticas en las circunstancias actuales si queremos que el Covid 19 pase a ser un mal recuerdo.  Sin dudas, es priorizar el asesoramiento científico en todas las decisiones políticas.

Ahora bien, refugiarse en esta lógica es un equilibrio difícil, porque el debate se cristaliza sobre el conjunto de medidas, que salva vidas evitando que los hospitales colapsen, pero cuyo coste económico y social es terrible, y que se contradicen en esa falacia de nueva normalidad.

Uruguay comienza a ceder, su práctica económica y social es el sector turístico y sus empresariados con la complicidad de los diferentes alcaldes quienes comienza a generar una firme contradicción en el manejo de la pandemia, como por ejemplo la extensión de los horarios de bares y restaurantes.

Por eso tratar de acallar a quienes lo interpelan pretextando que ellos no tienen credenciales científicas e incluso atribuyéndoles motivaciones perversas e inconfesables, no es ayudar a la causa de la ciencia, es hacer política apelando a ella, no como forma de conocimiento sino como recurso de autoridad.

La ciencia no escapa a la ideología a sus sesgos personales y los intereses políticos y empresariales. Por ello uno de los mayores retos del organismo como el GACH es conservar su independencia y su credibilidad.

Parlamento homenajeó a grupo asesor científicoEl conjunto de investigadores que conforman el GACH subrayan la importancia de entender que la evidencia científica es aquello en lo que muchas personas están de acuerdo y que la ciencia no tiene respuestas absolutas. Por eso la necesidad de ser críticos con las fuentes y ser capaces de transmitir todo esto a los políticos dentro de una estructura independiente y creíble.

Los procesos científicos y tecnológicos se han convertido en asuntos políticos de importancia medular en las sociedades contemporáneas como consecuencia de su capacidad para afectar y transformar todas las esferas de la vida.

No obstante, toda la conducción de la pandemia, se concentra en la estructura del gobierno de la coalición neoliberal o mejor dicho bajo la autoridad del presidente Luis Lacalle Pou.

Esto no es un hecho menor, que se refleja en su discurso tecnocrático y neoliberal, que excluye por la vía de los hechos, la mitad de la población representada por la centroizquierda, a no integrar, a ningunear a sus legítimos representantes a un espacio de coordinación con el grupo científico, por ejemplo.

Ya Parménides enseñaba en Grecia la distinción entre opinión y opinión verdadera que sería desarrollada por Platón. En realidad se trata de una distinción que determina la diferencia entre política y ciencia. Lo malo es que garantizar la independencia de la ciencia es una decisión política, y la decisión de financiarla, con cuanto y cómo, es una practica política por excelencia.

Fuente e imagen: http://estrategia.la/2021/01/07/uruguay-el-covid-19-entre-ciencia-pretexto-y-soberbia-neoliberal/

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El negocio de cambiar al mundo: un capitalismo inclusivo … ¡y tan excluyente!

Por: Eduardo Camín

Entre muchas cosas que son respetables, tal vez la más respetable sea la realidad nada se paga tan caro como la sustitución o deformación de la misma, por lo que nos parece o nos conviene. Hay quienes piensan que los males del capitalismo pueden superarse mediante la promoción de la libre competencia, la apertura de sus mercados y la colección de tratados bilaterales.

Desafortunadamente, para sus sueños de gloria ocurre que en el capitalismo tiende a la concentración y centralización del capital. Vivimos una transición delicada e incierta del capitalismo, en crisis aguda , a una forma social aun más bestial y feroz. Sin dudas la sociedad es un enmarañado sistema de relaciones sociales, donde lo principal en su funcionamiento y desarrollo es la actividad de los hombres. Sin embargo, esto no significa que ella sea la suma mecánica de individuos, sino un organismo social complejo.Santidad, ¿pueden ser éstos los guardianes del capitalismo inclusivo?

Tal vez ser conocedor del género humano sea una de las expresiones más indefinidas con la que vinculamos determinadas capacidades para orientarse entre la gente; ya que la unión de los mejores talentos, dotes y capacidades pueden desvalorizarse con el “minúsculo” agregado del sistema económico en el cual se desarrolla la caprichosa realidad.

Sin embargo, la problemática se mantiene, no sólo con el advenimiento y desarrollo del capitalismo, sino que permuta las causas que la generaron en el pasado, preserva algunas y crea nuevas maneras de vivir y sufrir la injusticia.

Esta contradicción sigue intacta: el capitalismo tiende a la concentración y centralización del capital, está en crisis aguda y se teme un futuro social aun más bestial y feroz.

El capitalismo en tiempos de pandemia

El paradigma en  tiempos de pandemia lleva a que algunos sectores del capitalismo, busquen escribir una narrativa nueva, bajo el signo de una economía más inclusiva. El término elegido es significativo, ¨capitalismo inclusivo¨, este enfoque estratégico, más amplio y a más largo plazo es una nueva concepción del capitalismo o el negocio de cambiar el mundo.La economía afronta un cambio de paradigma acelerado por la pandemia del  coronavirus - elEconomista.es

Creemos que aún es pronto para conocer el verdadero impacto económico y social de la pandemia. No obstante, hay múltiples señales y numerosos informes internacionales que apuntan a un aumento de la desigualdad y la pobreza, con una mayor incidencia sobre los jóvenes y las mujeres.

Un reciente informe del Observatorio Empresarial para el Crecimiento Inclusivo (OEPCI), señala que «existe un consenso relativamente generalizado de que la crisis social y económica provocada por la pandemia ha despertado también la urgencia por desarrollar algunas políticas, adaptar modelos de negocio con impacto social o diseñar productos y servicios de forma que ayuden a los diferentes grupos de interés: desde los clientes hasta los proveedores o consumidores finales».

Y todo ello, sin renunciar al beneficio económico, sino al contrario. «Cada vez más empresas demuestran que buscar un impacto social positivo conlleva nuevas oportunidades de negocio», subraya el estudio apuntando en la dirección del llamado ‘capitalismo inclusivo’.

Un nuevo concepto una vieja realidad

La responsabilidad social de la empresa no es algo nuevo, en el discurso de las Cámaras Empresariales, pero si hubiera que buscar Un capitalismo inclusivo – Ser cubanoamericanaun momento fundacional para el concepto de capitalismo inclusivo, tal vez se podría situarse en mayo del 2014, en Londres, con ocasión de la Conferencia para un Capitalismo Inclusivo organizada por Lady Lynn de Rothschild, auténtica impulsora de esta idea.

Esta ex ejecutiva de telecomunicaciones, casada con un descendiente del linaje bancario de los Rothschild, creó el foro ‘Capitalismo inclusivo’ para promover la visión de que las empresas deben dejar de tener su foco exclusivo en el beneficio para el accionista.

En aquella cita, la entonces directora del FMI, Christine Lagarde (hoy presidenta del Banco Central Europeo BCE), reflexionó sobre el alcance de la expresión ‘capitalismo inclusivo’ y se hizo una doble pregunta: «¿Es un concepto contradictorio? ¿O es la respuesta que, en contra de lo que pronosticaba el marxismo, permitirá que el capitalismo se reinvente y sobreviva?». Obviamente, Lagarde se abonó al segundo punto de vista.

Lagarde habló de la desigualdad social y de la bien merecida pérdida de reputación que se había ganado el sector financiero por sus excesos. También se refirió a «la exclusión de la mujer, el desprecio por el medio ambiente y la responsabilidad social de las empresas».  Y advirtió de la necesidad de un cambio en las reglas del juego, favoreciendo a la mayoría y no solo a unos pocos, «premiando una participación amplia (en los beneficios del capitalismo), frente al clientelismo limitado».

El pacto social del capital

La 'euroeconomía' está en peligro y Lagarde admite que podría hundirse un  15% en 2020 - Economía - MundiarioEn definitiva, Lagarde estaba llamando a una reinvención del capitalismo a vida o muerte, de dimensiones similares a la que ya se produjo tras la Segunda Guerra Mundial, cuando se fraguó el gran pacto social por el estado de bienestar. Una nueva reinvención capaz de alejar a las democracias occidentales del populismo y de la fractura del descontento social, como también propugna, el Foro Económico Mundial en la cumbre capitalista de Davos.

En este sentido algunas cámaras empresariales manifestaron su interés por un nuevo pacto social. Esta propuesta de pacto social además incluye el fortalecimiento de los ingresos del Estado (vía impuestos) para favorecer políticas públicas a favor de la incorporación laboral de la mujer, contra la pobreza y en apoyo del colectivo con mayor riesgo de quedarse en el camino: los jóvenes.

Y la pandemia no ha hecho sino acelerar la exigencia de este nuevo pacto social, reinventor del capitalismo. Ante los retos del capitalismo y la democracia que, entre otras propuestas, incluía aumentar el salario mínimo, evitar los abusos en la externalización laboral e introducir una renta básica (en la línea del nuevo ingreso mínimo vital que luego ha precipitado la pandemia).

«La desigualdad excesiva, la precariedad de muchos puestos de trabajo y los salarios bajos son un factor de inestabilidad y pueden poner en riesgo el crecimiento económico», decía el informe.

«Muchos pequeños empresarios no sienten como propio un sistema que premia al accionariado y altos directivos de grandes corporaciones, frente a la figura del empresario que dedica su vida y compromete su patrimonio en un proyecto a largo plazo», añadía.

La decadencia del sistema

EShareholder Value Is No Longer Everything, Top C.E.O.s Say - The New York  Timesn agosto de 2019, la ‘American Business Roundtable’ (BR), donde participan directivos de empresas como Amazon, Apple, Coca-Cola, Goldman Sachs, Boeing o Exxon entre otros, redefinió el propósito de la empresa, centrado, hasta ahora, en maximizar los beneficios para sus accionistas. En un comunicado afirmó que a partir de ahora tendrían en cuenta también los intereses de sus trabajadores, de sus consumidores y las comunidades donde operan.

Llama poderosamente la atención que el capitalismo inclusivo está siendo promocionado y defendido por los mismos líderes que nos han llevado al capitalismo excluyente. Frente a este torrente de palabras huecas, debemos estar alertas.

Acaso podemos pensar que en los campos de esclavos del este de la República Democrática del Congo, que continúan extrayendo el coltán para que la compañías digitales en pleno desarrollo puedan tener para sus consolas, Xbox, IPhone portátiles y computadoras,…. no se repetirán en el futuro por arte y magia del capitalismo inclusivo.

Es cierto que la igualdad de género y la mejora de los salarios, suena bien. Pero mientras tanto predomina la precarización extrema de los trabajadores, sin olvidar las prácticas de elusión fiscal de estas compañías (a través de paraísos fiscales y territorios de baja tributación), la persistente brecha salarial de género y la enorme distancia entre los sueldos del primer ejecutivo y la media de la plantilla.

Inmersos en un capitalismo que genera caos y desintegra las sociedades para reordenarlas bajo su mando despótico: destruye y construye al mismo tiempo. Separa vínculos para volver a reunir, bajo su dominación y control. Por lo tanto el capitalismo no es solo caos y desorden, también es orden, un orden cada día más opresivo y depredador.

En realidad el capitalismo busca su redención escribir al mundo una narrativa nueva, en la cual el capitalismo inclusivo pretende sustraer a los actores de la actividad económica la soberanía material sobre sus vidas: lo que nos convierte en juguetes zarandeados por estrategias orientadas al máximo beneficio para el capital … inclusivo o excluyente.

Fuente e imagen: http://estrategia.la/2020/12/12/el-negocio-de-cambiar-al-mundo-un-capitalismo-inclusivo-y-tan-excluyente/

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Los salarios bajan a consecuencia de la covid-19, informa la OIT

Poco a poco el miedo se ha propagado universalmente, y si antes nos refugiábamos en el horizonte de la esperanza, ahora solo nos encogemos de hombros cuasi con resignación e indiferencia ante la pandemia que nos gobierna: según un nuevo informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la pandemia de Covid 19 provocó que en el primer semestre de 2020 los salarios mensuales de dos terceras partes de los países se redujeran o crecieran más lentamente.

Además, es probable que en el futuro cercano la crisis ejerza una inmensa presión a la baja sobre los salarios. Los efectos más adversos de la crisis se han hecho sentir en el salario de las mujeres y de los trabajadores con remuneraciones más bajas.

Al analizar los datos, parecía observarse un aumento del salario medio en una tercera parte de los países que habían facilitado datos; sin embargo, ello se debía a la distorsión del valor promedio provocada por el gran número de trabajadores mal pagados que habían perdido el empleo y cuyos datos ya no se incluían entre los de los asalariados.

En los países en los que se adoptaron medidas firmes para preservar el empleo, los efectos de la crisis se sintieron fundamentalmente como reducciones salariales, más que como pérdidamasiva de puestos de trabajo.

El informe Mundial sobre Salarios 2020-2021 indica que la crisis no ha afectado del mismo modo a todos los trabajadores. Las mujeres se han visto más perjudicadas que los hombres. De las estimaciones basadas en una muestra de 28 países europeos se desprende que, sin los subsidios, en el segundo trimestre de 2020 la pérdida salarial para las mujeres hubiera sido del 8,1 por ciento frente al 5,4 por ciento para los hombres.

La crisis también ha asestado un duro golpe a los trabajadores con remuneraciones más bajas. Quienes tenían una ocupación de baja calificación perdieron más horas de trabajo que quienes ocupaban un cargo directivo o profesional mejor remunerado. A partir de los datos del grupo de 28 países europeos el informe explica que, sin los subsidios temporarios, el 50 por ciento de quienes menos ganan hubiera perdido aproximadamente el 17,3 por ciento de su salario. Sin los subsidios, la cuantía salarial media perdida en todos los grupos hubiera sido del 6,5 por ciento. Sin embargo, dichas prestaciones compensaron el 40 por ciento de este monto.

Según Guy Ryder, Director General de la OIT, el crecimiento de la desigualdad a causa de la crisis de la Covid-19 podría dejar un desolador saldo de pobreza e inestabilidad social y económica de enormes proporciones. “Nuestra estrategia de recuperación debe centrarse en las personas. Necesitamos políticas salariales adecuadas que tengan en cuenta la sostenibilidad del empleo y de las empresas, en las que se aborden también las desigualdades y la necesidad de sostener la demanda”, señaló.

“Si queremos reconstruir pensando en un futuro mejor, también hemos de plantearnos cuestiones incómodas, como por qué con tanta frecuencia las ocupaciones de gran valor social, como la de cuidadores/as y personal docente son sinónimo de sueldo bajo”, añadió. En el Informe se incluye un análisis de los sistemas de salario mínimo, que podrían ser un factor determinante para conseguir una recuperación sostenible y justa. En la actualidad, el 90 por ciento de los Estados Miembros de la OIT tiene establecida alguna modalidad de salario mínimo. Incluso antes de comenzar la pandemia de Covid-19  a nivel mundial, 266 millones de personas –el 15 por ciento de todos los asalariados del mundo– percibían una remuneración inferior a la del salario mínimo por hora, ya fuera a causa del incumplimiento de la normativa pertinente o porque su ocupación estaba excluida de la misma. Las mujeres son mayoría entre los trabajadores que perciben el salario mínimo o una suma inferior.

“Un salario mínimo adecuado pone al trabajador a salvo de una remuneración baja y reduce la desigualdad”, señaló Rosalía Vázquez Álvarez, una de las autoras del Informe. “Sin embargo, lograr la efectividad de las políticas del salario mínimo exige un conjunto exhaustivo e inclusivo de medidas. Significa lograr un mayor cumplimiento, ampliar la cobertura a más trabajadores, y establecer un salario mínimo a un nivel adecuado e ir actualizándolo, a fin de que el trabajador y la familia puedan tener un mejor nivel de vida. En los países en desarrollo y emergentes, la mejora del cumplimiento exigirá la transición de los trabajadores desde el sector informal hacia el sector formal”, añadió.

La hegemonía económica determina la realidad

¿Será cierto que un mundo de transformación seguirá reduciéndose en la nostálgica llorona de un universo perdido en décadas de miseria o en la retórica del discurso del neoliberalismo conservador globalista? La pandemia está exacerbando las desigualdades ya existentes; desde enfermar del virus o padecer las dramáticas consecuencias económicas. De los Informes a las advertencias, la OIT pretende poner el acento en los olvidados de siempre, aquellas personas cuyas dificultades se acrecientan en tiempos de crisis. Pero sabemos que el lenguaje es una de las herramientas usuales para interpretar y comprender la realidad. No obstante en nuestros días es habitual la utilización del lenguaje fingido, para controlar la forma de pensar o legitimar desigualdades. Las malas condiciones de trabajo también se manifiestan en los bajos ingresos. En 2019, más de 630 millones de trabajadores de todo el mundo, no ganaron lo suficientes para que ellos y sus familias salieran de la pobreza extrema o moderada, que se define como la situación en la que los trabajadores ganan menos de 3.20 dólares al día.

Sin embargo, nunca en la historia ha habido tanta riqueza acumulada como ahora. Es un problema de equidad, de solidaridad y de justicia, que debe traducirse en prioridades políticas, económicas y sociales. Aunque los mercados accionarios mundiales siguen marcando récords en sus bolsas de valores, aparentemente descontando un futuro promisorio de la mano del descubrimiento de las vacunas de aún desconocida eficiencia contra el Covid 19, la realidad económica actual y la previsible para el futuro inmediato parece bien complicada. Necesitamos trabajo y sustento y nos ofrecen empleo cada vez más precario, cada vez más indecente. Este es el problema por resolver. Y no tiene solución viable razonando con la lógica del lucro y el dinero. La lógica del modelo económico neoliberal dominante ha impuesto una nueva configuración del trabajo en la que el desempleo y la precariedad son lo habitual, lo normal, puesto que lo nuclear no son las personas sino la rentabilidad.

Eduardo Camín. Periodista uruguayo acreditado en la ONU-Ginebra Miembro asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)

Fuente: https://rebelion.org/los-salarios-bajan-a-consecuencia-de-la-covid-19-informa-la-oit/

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El teletrabajo en estos tiempos neoliberales

Por: Eduardo Camín

 

Nuevas fuerzas están transformando el mundo del trabajo. La pandemia de la Covid 19 tiene consecuencias sociales y políticas: se ha instalado una ´´virtualización de la vida humana¨ y del control social. El mundo, tal como lo conocíamos, se detuvo abruptamente a principios de 2020 y los gobiernos, informados por la ciencia, tuvieron que aplicar medidas drásticas para salvar vidas.

Es cierto que la vida continúa, pero sin duda hemos adoptado la forma de trabajo más inusual de esta generación. El reto para los responsables políticos es cómo seguir protegiendo la vida y la salud de las personas sin, a su vez, causar un daño irreversible a la economía.Teletrabajo: 3 desafíos que tiene Latinoamérica | TyN Magazine

En este sentido las medidas que garantizan el distanciamiento físico -el cierre de escuelas, la suspensión de vuelos, el cese de grandes reuniones y el cierre de lugares de trabajo- han sido al comienzo de la lucha contra el virus, como herramienta para frenar su propagación. Mientras tanto, el trabajo hizo irrupción en un nuevo auge del teletrabajo.

Antes de la pandemia, solo una fracción de la fuerza laboral trabajaba ocasionalmente desde casa. Dentro de la Unión Europea (UE), la incidencia del teletrabajo regular u ocasional (en el hogar y móvil combinados) variaba del 30 por ciento o más en Dinamarca, Países Bajos y Suecia al 10 por ciento o menos en la República Checa, Grecia, Italia y Polonia.

Según los estudios, hasta un 20 por ciento de la fuerza laboral de Estados Unidos trabajaba regular u ocasionalmente desde su casa u otro lugar alternativo, un 16 por ciento en el Japón y solo un 1,6 por ciento en Argentina, según cifras de Eurofound y OIT, 2019.

Entre enero y marzo de 2020, a medida que la infección por Covid-19 se extendieron por todo el mundo, los países dieron instrucciones a los empleadores de cerrar sus operaciones y, de ser posible, aplicar el teletrabajo a tiempo completo para sus trabajadores, con muy poco tiempo de preparación tanto para los empleadores como para los trabajadores.

Algo que se planeó como una solución temporal y a corto plazo ha estado sucediendo desde hace meses. Hay varios factores que determinan si un trabajo puede realizarse potencialmente a distancia. La cantidad de trabajos que se pueden realizar a distancia determina la parte de la fuerza laboral que puede trabajar desde casa durante una pandemia y así reducir la transmisión del virus en la comunidad.

El paso definitivo al teletrabajo ¡Ahora es el momento! - Emprendedores.esEn dos artículos recientes (Hatayama et al., 2020; OIT 2020h) se examinaron las posibilidades de trabajar desde casa en países con diferentes niveles de desarrollo económico: se constató que factores como la estructura económica y ocupacional, el acceso a Internet de banda ancha y la probabilidad de que las personas posean una computadora personal, son determinantes importantes para trabajar desde el hogar.

Las conclusiones indican que la posibilidad de trabajar desde el hogar aumenta con el nivel de desarrollo económico del país. Por consiguiente, los países en que una gran proporción de los puestos de trabajo corresponden a sectores como las tecnologías de información y comunicación (TIC), los servicios profesionales, las finanzas y los seguros y los sectores de la administración pública pueden movilizar una mayor proporción de la fuerza laboral a trabajar desde casa.

Mientras,  los países que dependen en gran medida de sectores como la industria manufacturera, la agricultura, la construcción y el turismo tienen menos posibilidades de hacerlo. Como resultado de las directivas de confinamiento decretadas por los gobiernos, casi cuatro de cada 10 empleados en Europa comenzaron a teletrabajar.

El aumento más significativo del teletrabajo tuvo lugar en los países más afectados por el virus y en los que el teletrabajo estaba bien desarrollado antes de la pandemia. En Finlandia, cerca del 60 por ciento de los empleados pasaron a trabajar desde casa. En Luxemburgo, los Países Bajos, Bélgica y Dinamarca, más de la mitad, en Irlanda, Austria, Italia y Suecia, alrededor del 40 por ciento de los empleados teletrabajaban.Teletrabajo | Comunidades Cepal

En esos países, menos trabajadores vieron una reducción en su tiempo de trabajo. En promedio, en Europa, el 24 por ciento de los empleados que nunca habían trabajado desde casa comenzó a teletrabajar, en comparación con el 56 por ciento de los empleados que lo habían hecho ocasionalmente.

No obstante, este salto en las cifras muestra que, con la tecnología, las herramientas (por ejemplo, de comunicación) y la reorganización del trabajo adecuados, muchos más trabajos pueden realizarse a distancia de lo que se suponía anteriormente. Se adoptaron medidas similares en otras partes del mundo, donde los gobiernos instaron a los empleadores a adoptar el teletrabajo para reducir la densidad de desplazamientos en las grandes ciudades y contribuir así al distanciamiento físico.

En Japón, según una encuesta del Ministerio de Tierras, Infraestructura, Transporte y Turismo, menos del 13 por ciento de los trabajadores de todo el país pudieron trabajar desde casa en marzo de 2020 debido a una serie de factores, entre ellos el amplio uso del sello Hanko1 , un sello personal que se utiliza en los documentos de oficina, los contratos, las solicitudes e incluso los memorandos, en lugar de las firmas, para cualquier artículo que requiera reconocimiento de autoría en lugar de una firma.

Teletrabajo o teleconfinamiento: un reto post covid-19 – ProdavinciHay que destacar que para los padres y cuidadores que trabajan, el cierre de escuelas y de otros centros de atención ha hecho que el trabajo desde el hogar sea un desafío. De acuerdo con la última encuesta de Eurofound, entre quienes trabajan desde el hogar como medida de distanciamiento físico, el 26 por ciento vive en hogares con niños menores de 12 años y otro 10 por ciento vive con niños de 12 a 17 años.

Una realidad preocupante

Varios análisis del Observatorio de la OIT ponen de manifiesto los devastadores efectos que sigue teniendo la pandemia en el empleo y los ingresos provenientes del trabajo desde comienzos de 2020, así como la repercusión adversa generalizada en el mercado de trabajo

Los encargados de la formulación de políticas deberán seguir fomentando el empleo y garantizando los ingresos a lo largo de los próximos meses, incluido 2021, y abordar los retos fundamentales. Sigue siendo primordial armonizar y planificar las medidas en los planos político, sanitario, económico y social.

La cantidad de contagios ha aumentado en todo el mundo, y ello ha llevado a muchos países a volver a aplicar restricciones en actividades económicas. La desacertada o prematura aplicación más laxa de las medidas de prevención sanitaria está provocando una prolongación de la pandemia y, en consecuencia, se agravaba la incidencia en el mercado de trabajo.

Por lo tanto, es necesario que las medidas políticas que se apliquen estén en consonancia con los efectos adversos de la pandemia en el mercado de trabajo. La crisis provocada por la pandemia ha provocado la pérdida de horas de trabajo y de ingresos provenientes del mismo.

A raíz del aumento de las restricciones financieras, los encargados de la formulación de políticas deberán afrontar el reto de seguir aplicando medidas destinadas a mitigar el riesgo de que aumenten los niveles de pobreza, desigualdad, desempleo y exclusión. A tal efecto, será necesario prestar particular atención a la eficacia y la eficiencia de las inversiones que realicen.

Es fundamental que las medidas políticas contribuyan a prestar el mayor apoyo posible a los grupos vulnerables más afectados, en particular, los migrantes, las mujeres, los jóvenes y los trabajadores del sector informal. A tenor de los datos más recientes de que se dispone, la pérdida de empleo afecta en mayor medida a las mujeres que a los hombres.

Los encargados de la formulación de políticas tendrán que adoptar medidas de respuesta frente a las crisis específicas, en particular ayudas para garantizar los ingresos y fomentar los esfuerzos para facilitar a los trabajadores que retomen su empleo, a fin de evitar su marginación a largo plazo en los mercados laborales, y velar por que nadie se quede atrás.

La brecha en materia de incentivos fiscales existente en los países emergentes y en desarrollo sólo puede suprimirse si se fomenta la solidaridad internacional. La mayoría de los países en desarrollo no han podido movilizar los recursos necesarios para respaldar las medidas políticas que han adoptado las naciones más ricas, lo que ha dado lugar a una gran «brecha en materia de incentivos fiscales».

46% más de carga laboral con teletrabajo: 92% de las mujeres debe cocinar y limpiar mientras teletrabaja - El MostradorCon objeto de subsanar esa brecha, es necesario seguir reduciendo y reestructurando la ignominiosa deuda externa, y promover la ayuda oficial al desarrollo a fin de garantizar la disponibilidad de recursos financieros para afrontar la actual crisis sanitaria y del mercado de trabajo en los países en desarrollo.

Naciones Unidas aboga por qué se dé «prioridad con carácter estratégico, en materia de financiación pública, a las políticas y los programas que permitan lograr mejores resultados en términos de empleo y mantenimiento de los ingresos, en particular respecto de las personas en situación vulnerable».

La combinación de estos retos tiene repercusiones más generales para la justicia social y la paz. El aumento de la inseguridad y la incertidumbre dan pábulo al aislacionismo y al populismo.

La manera en que la ideología neoliberal contempla la modernidad entiende al ciudadano como consumidor, la acción colectiva y la vida pública quedan restringida a hacer un ¨clic¨ en la recomendación de un algoritmo. En realidad, la crisis de la Covid 19 colocara al sector tecnológico en el epicentro de una economía convertida en función de sus algoritmos.

El mundo no será igual, pero la explotación digital o presencial se le parecerá mucho a la del presente.

 

*Periodista uruguayo acreditado en la ONU Ginebra. Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico CLAE

Fuente e imagen: Estrategia.la

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Covid-19, nueva normalidad, viejas dudas,falsas ilusiones

Por: Eduardo Camín*

En esta época marcada por la Covid- 19 nuestro gran reto es encontrar la forma de protegernos del virus, a nosotros, a nuestras familias, y a la vez conservar nuestros empleos. Para los responsables políticos, esto se traduce en superar la pandemia sin causar, paralelamente, daños irreversibles a la economía. Mientras tanto, en búsqueda de las mejores soluciones, los gobiernos continúan escuchando a la ciencia, sin contemplar las evidentes ventajas de una mayor cooperación internacional podría dar una respuesta más adecuada, a la crisis.

Con la batalla contra la Covid-19 sin ganar aún, se ha instalado la idea de que lo que nos espera tras la victoria es una “nueva normalidad” en la forma de organizar la sociedad y en la forma de trabajar. Aunque esta noción no es nada tranquilizadora. Y no lo es porque nadie sabe explicar a ciencia cierta en qué consistirá esta nueva normalidad, que parece que será dictada por las limitaciones impuestas por la pandemia y no por nuestras elecciones y preferencias.La nueva normalidad: un viaje de cambios sociales | RTVE

Pero ya hemos oído esto antes. Lo oímos en la crisis de 2008-2009 cuando nos dijeron que, una vez inoculada la vacuna contra el virus de los excesos financieros, la economía mundial sería más segura, más justa y más sostenible. Y no fue así. Se restableció la antigua normalidad, castigando duramente a la población más desfavorecida, y dejándola en peor situación.

Los símbolos de la ineficacia

 Este es el momento de examinar más de cerca esta nueva normalidad, y para comenzar la tarea de forjar una normalidad mejor, no tanto para los que ya tienen mucho sino para los que tienen demasiado poco. Esta pandemia ha revelado de la manera más cruel la extraordinaria precariedad y las injusticias de nuestro mundo laboral. Se trata de la destrucción de los medios de vida de la economía informal –en la que según la OIT, se ganan la vida seis de cada diez trabajadores– la que ha provocado las advertencias del Programa Mundial de Alimentos sobre la pandemia de hambre que se avecina.

Se trata de los agujeros enormes de los sistemas de protección social, incluso de los países más ricos, que han dejado a millones de personas en situación muy precaria. Se trata de la falta de garantías de seguridad en el trabajo, que cada año condena a casi tres millones de personas a morir debido al trabajo que realizan. Y se trata de la dinámica incontrolada de la creciente desigualdad que hace que, si bien en términos médicos el virus no discrimina entre sus víctimas, en su impacto social y económico, discrimina brutalmente a los más pobres y vulnerables.

Noticias coronavirus | Cepal pide una 'normalidad mejor' en cambio de una 'nueva normalidad' | Internacional | PortafolioLo único que debería sorprendernos en todo esto es que estamos sorprendidos. Antes de la pandemia, la falta de trabajo decente se manifestaba principalmente en episodios individuales de desesperación silenciosa. Ha sido necesaria la irrupción de la Covid-19 para sumarlos al cataclismo social colectivo que el mundo afronta hoy. Pero siempre se supo, siempre estuvo presente, sencillamente, optamos por no preocuparnos.

En general, las decisiones políticas, por acción u omisión, más que aliviar el problema, lo agravaron. Hace 52 años, en un discurso a los trabajadores sanitarios en huelga, y en vísperas de su asesinato, Martin Luther King recordó al mundo la dignidad inherente a todo trabajo.

En la actualidad, el virus ha vuelto a poner de manifiesto la función siempre esencial, y en ocasiones épica, de los héroes que trabajan en primera linea de esta pandemia. Son personas por lo general invisibles, ignoradas, infravaloradas, incluso ninguneadas, que con demasiada frecuencia figuran en la categoría de trabajadores pobres y en situación de inseguridad: los trabajadores de la salud y de los servicios de prestación de cuidados, el personal de limpieza, las cajeras y cajeros de supermercados, el personal del transporte.

Hoy, negar la dignidad a estas y a otros tantos millones de personas, es el símbolo del desprecio de la clase política y de nuestras responsabilidades futuras. Pero tendremos ante nosotros la tarea de forjar un futuro del trabajo que resuelva las injusticias que la pandemia ha dejado al descubierto, junto con otros retos permanentes, imposibles de postergar: la transición climática, digital y demográfica. Esto es lo que define “una normalidad mejor” que ha de ser el legado perdurable de la emergencia sanitaria mundial de 2020.

Mercados: pagar para vivir

Mientras tanto se nos repite hasta el cansancio que los ‘mercados’ son el mejor regulador de la economía. Una mentira interesada, un fake ideológico. En realidad cabria preguntarse  ¿Qué han hechos los mercados con la pandemia? Subir los precios de los materiales imprescindibles para hacerle frente y multiplicar los beneficios de las empresas/élites.Desempleo y EU presionan a México para regresar a la "nueva normalidad"....

El ‘regulador’ ha decidido enriquecerse antes que salvar vidas. El mercado internacional de materiales médicos está controlado por pocas empresas, que ponen condiciones draconianas ante la demanda, eso si,  bajo el manto legal de la libre empresa promovido por la Organización Internacional del Comercio (OMC ). A la vez, los estados, sometidos a los mercados, no se atreven ni a confiscar unos stocks imprescindibles para la vida, ni mucho menos a nacionalizar unas empresas que especulan con el precio de la muerte.

Los precios de los respiradores imprescindibles para evitar la muerte de pacientes, en especial los mayores, se han multiplicado por ocho en algunos casos. Se trata de convertir la enfermedad  en un negocio, de hacer crecer el capital a costa de vidas humanas, ahora y siempre. El lucro, la especulación, la economía en negro, obligar a pagar las deudas antes de invertir en bienestar, las necropolíticas que ya están aquí,son los males mortales del capitalismo.

Debe ser la atención primaria –que no sólo se debe mantener abierta sino que debería reforzarse incluso ahora para contener a los enfermos que están en casa, controlarlos y evitar, si es posible, que lleguen al hospital-, la medicina preventiva, la clave del sistema sanitario y no los hospitales, caros, peligrosos e insostenibles. Y menos aún, los hospitales privados, creados para dar beneficios a sus accionistas y corporaciones propietarias.

Había y hay que prevenir. Y no son mayoría los profesionales que han recibido la formación suficiente para detectar a tiempo estas enfermedades emergentes. Alguien pensará: ¿cómo se puede prevenir algo de lo que no se sabe nada? No es exactamente así.

En septiembre de 2019, la Junta de Vigilancia Mundial y Prevención, integrada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Banco Mundial ,en un dictamen para Naciones Unidas (El mundo en peligro Informe anual para la preparación de las emergencias sanitarias), advertía: Nos enfrentamos a la amenaza muy real de una pandemia fulminante, sumamente mortífera, provocada por un patógeno respiratorio».

«Se transmitiría a través de gotas procedentes de la respiración. Podría infectar a un gran número de personas y en poco tiempo matar a entre 50 y 80 millones, dado que con 36 horas se puede viajar a cualquier lugar. Y sería capaz de destruir casi el 5% de la economía mundial. Una pandemia mundial de esta escala sería una catástrofe y desencadenaría caos, inestabilidad, e inseguridad en todas partes. Sería el resultado de una convergencia sin precedentes”, añadía.

El informe dice que sería una crisis de carácter ecológico, político, económico y social, como el crecimiento demográfico, la progresiva urbanización, la integración mundial de la economía, la aceleración y generalización de los desplazamientos, los conflictos, las migraciones y el cambio climático.

El mundo, aseguran, cada vez sufre más brotes de enfermedades infecciosas.Se parece demasiado a lo que está pasando. Sabían que podía pasar y describen las posibles causas. No se ha hecho nada efectivo para prevenirlo y hacerle frente. Vivimos al día, Carpe Diem, como enseñaba el poeta Horacio “ aprovecha el dia de hoy confía lo menos posible de mañana”

Así estamos ahora mismo. Con la pandemia atacando con más dureza los lugares y los barrios más pobres, donde la población vive en pisos con más gente por metro cuadrado, a veces amontonados, mal alimentados y con peores estándares de salud. Con la Covid-19 haciendo más daño donde encuentra más desigualdades y precariedad y la atención primaria está más debilitada.

Con el aislamiento, que es más duro para las personas que viven en pisos más reducidos, sin terrazas. Y con menos capacidad de acceder a internet, la única puerta abierta, aunque sea virtual, a la cultura y el ocio. Con las niñas y los niños que viven en estos inmuebles sufriendo una prisión, que por mucho que sea por su bien, no deja de ser una radical restricción de sus necesidades de moverse y relacionarse.EL TRABAJO INFORMAL. | regencia

Con trabajadores manteniendo los servicios esenciales a cara descubierta, sin los equipos necesarios porque no se ha hecho prevención. Sin haber preparado los y las profesionales de la salud para que dispusieran de datos para poder entender el futuro que se acercaba.

Al fin y al cabo, sólo era una posibilidad expresada por científicos.No lo decían ni las élites, ni los economistas ortodoxos, que, incompetentes, nos maltratan con falsas verdades. Y los políticos que gobiernan y los que dicen controlar, y nunca han sentido la obligación de informarse ni de actuar. Ni a mirar el futuro, preocupados como están por los tiempos electorales. Y si alguien lo advierte, le marginan, le tapan la boca.

Y no son ajenos los medios de comunicación, públicos y privados, sometidos a la corriente del pensamiento dominante. No hablamos de los periodistas, que bastante tienen con mantener el trabajo. Lo hacemos de la propiedad y de sus lacayos. Así se descompone la sociedad. Así se pierde la confianza. El sistema está tocado, pero sigue siendo el terrible monstruo mitológico de la quimera como ilusión.

*Periodista uruguayo miembro de la ONU en Ginebra Asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)

Fuente e imagen:  http://estrategia.la/2020/11/23/covid-19-nueva-normalidad-viejas-dudasfalsas-ilusiones/

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