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La OIT, el empleo, y las falsas soluciones del cambio climático

La OIT, el empleo, y las falsas soluciones del cambio climático

Fuentes: Rebelión / CLAE

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que el aumento de las temperaturas a causa del cambio climático podría provocar la pérdida de 80 millones de empleos de aquí a 2030 y, como siempre, los países pobres serán los más afectados.

Cree, asimismo, que la adopción de medidas ambiciosas dirigidas a combatir el cambio climático podría crear más y mejores trabajos, con un potencial de 18 millones de empleos netos para 2030, gracias a la aplicación de medidas en el sector de la energía.

Las empresas necesitarán trabajadores bien formados, que dispongan del conjunto de competencias adecuadas para reducir la intensidad de carbono de la producción. Será necesario que inviertan en preparar a sus trabajadores para un nuevo y desafiante cambio técnico y tecnológico, convirtiendo el lugar de trabajo en un lugar de aprendizaje permanente en la transición ecológica.

La información sobre el medioambiente y el clima puede contribuir a crear empleos, fomentar un mercado de consumo ecológico y permitir que los ciudadanos colaboren con los gobiernos en materia de cambio climático.
Por ello la OIT insiste en que se adopten medidas urgentes a nivel mundial contra el cambio climático, que incluyen la necesidad de apoyar la educación y la sensibilización sobre el clima. La transición hacía una economía sin emisiones de carbono requerirá nuevas competencias, formación y cualificaciones.

“Los efectos del cambio climático alterarán la estructura del empleo. Nuevos empleos y de familias de empleos serán creados, otros desaparecerán o serán insostenibles, y las empresas tendrán que encontrar nuevas y diferentes maneras de organizar el trabajo y la producción”, declaró en Director General de la OIT, Guy Ryder (…) “Es necesario preparar a los jóvenes para este mundo en evolución. La educación sobre el clima puede habilitar a los estudiantes para que resuelvan la crisis del clima y desarrollen las competencias, el optimismo y decidan liderar el movimiento ecologista de mañana”, añadió.

De la función social de la tierra a la propiedad privada

Cada vez que el mundo celebra el Dia de la Tierra, y según la época, el espacio y la organización social de los pueblos, la gestión de la tierra y los territorios ha tomado distintas formas y ha sido siempre un reto importante para toda comunidad humana.

No es fácil hacer un inventario de las formas de gestión, dado que está ligada a la historia de cada pueblo/comunidad y puede ser incluso extremadamente compleja. Pero para simplificar, algunas comunidades han priorizado el uso colectivo de la tierra y continúan preconizándolo (pueblos indígenas originarios, por ejemplo): para ellos la venta de la “madre tierra” es inimaginable.

Mientras, otros (entre otros lugares en Europa occidental) han instaurado progresivamente la propiedad privada como norma principal y la han exportado a sus colonias. Como bien lo señalo Jean J. Rousseau, en el Contrato Social, la invocación del ‘derecho de tenencia’, o ius nullius, otorgando un derecho al primer ocupante sobre un ‘bien personal’” sirvió como “justificación legal (…) para legalizar la apropiación colonial de tierras que habían sido decretadas vírgenes.

Como lugar de vida (de vivienda, de actividades económicas, sociales, culturales, religiosas…), las tierras superficiales son un lugar irreemplazable en la existencia de la humanidad. Esta es la razón por la que son objeto de todas las codicias.

Este fenómeno viene reforzado por la multiplicación por siete de la población mundial en un tiempo apenas superior a un siglo. Desde el neolítico, la conquista de las tierras (sobre todo las fértiles) ha sido el objetivo principal de los soberanos (emperadores, reyes, príncipes…) para amasar riquezas y extender sus dominios.

En este contexto, pueblos enteros, incluso países con sus poblaciones, podían ser propiedad de un soberano y, en este sentido, podían ser vendidos o cambiar de soberano en función de alianzas, conquistas o derrotas.

Por lo general, los derechos de propiedad relativos a la tierra se conciben sin tener en cuenta los derechos humanos. Sin embargo, se trata de una cuestión esencial ya que tienen un impacto real sobre el disfrute del derecho a la alimentación, a la vivienda, a la salud, al trabajo, a un medio ambiente saludable, al desarrollo…

Y, sin acceso a la tierra, muchos pueblos o comunidades están privados de sus medios de subsistencia, como puede observarse un poco por todo el mundo. Por lo tanto, no es exagerado decir que el disfrute de todos los derechos humanos, incluido el derecho de los pueblos a decidir su futuro, depende de políticas y legislaciones relativas a la tierra.

La ausencia de reformas agrarias y prácticas como desplazamientos forzosos, apropiación de tierras a gran escala, reglas comerciales desiguales, especulaciones bursátiles sobre los productos alimentarios, destrucción ambiental, discriminaciones y exclusiones ejercidas sobre familias campesinas y otros productores de alimentos suponen una fuente de violaciones graves y masivas de derechos humanos.

Se deben aplicar límites de propiedad en la tenencia de la tierra cuando sea necesario con el fin de asegurar un acceso equitativo a las tierras.

El paradigma político medioambiental

La crisis climática, que afecta al planeta ha motivado el interés de gobiernos, medios de comunicación, movimientos ciudadanos y toda clase de organismos medioambientales. Los desafíos globales y locales han sido discutidos en toda clase de foros internacionales y cumbres, pero los enfoques y acuerdos están lejos de una solución efectiva.

¿Están las soluciones a esta crisis dentro de los marcos del sistema capitalista? Creemos que la respuesta es no. El sistema capitalista se centra en la obtención y maximización de ganancias, en su rentabilidad, sin importarle si los recursos que utiliza son o no renovables. Por tanto, el sistema encontrará un muro entre sus fuerzas de desarrollo esenciales y sus patrones de sobreexplotación.

La crítica situación ecológica global, evidenciada en los procesos de cambio climático, agotamiento de recursos naturales y degradación ambiental, acompañados de crecientes conflictos socioambientales, está arrastrando a la humanidad a una irremisible catástrofe.

Y esta amenaza no es algo remoto sino un proceso claramente ostensible, cuyos efectos ya se hacen sentir y que, de continuar el irracional derroche consumista generado por la lógica del capital, se incrementarán a ritmo creciente en las próximas décadas, hasta provocar un daño irreparable a las condiciones necesarias para la vida en el planeta.

No es difícil comprender que es imposible el crecimiento infinito en un espacio finito como lo es el de nuestro planeta. Durante miles de años la humanidad tomó de la naturaleza cuanto necesitaba para su reproducción y arrojó a ella los desperdicios de su actividad, sin preocuparse de las consecuencias futuras.

Es terrible amenaza que representa para la existencia de la humanidad la sistemática destrucción del entorno natural, provocada por la tendencia a la producción por la producción y al derroche consumista inmanente a la lógica del capital, cuyas manifestaciones son ya evidentes.

Esta evidencia, empírica, demuestra claramente las reticencias de la cúpula gobernante en los principales países capitalistas a adoptar acciones enérgicas que conduzcan a una verdadera transformación cuantitativa y cualitativa de la producción, así como de los correspondientes patrones de consumo.

Por lo tanto, se puede insistir sobre los conceptos que pretenden ilusionar con una lógica de cambio, pero los hechos han ido demostrando, una y otra vez, que conceptos como capitalismo sostenible, capitalismo sustentable son pura demagogia. El capitalismo es en su esencia, irreformable y, en consecuencia, no es posible una solución completa y definitiva de la crisis ecológica en los marcos del sistema.

Es un sistema intrínsecamente expansionista en los mecanismos de producción, comercio, consumo, y la explotación de los recursos naturales y del trabajo, en el uso de nuevas tecnologías.

La necesidad permanente de crecimiento y expansión es una de las características centrales del sistema, pues es la única manera de ampliar el ciclo de acumulación para valorizar el capital y realizar niveles cada vez mayores de ganancia que, al reinvertirse, asegurarán un crecimiento sostenido de la rentabilidad, lo que supone ciertas garantías para sobrevivir frente a la feroz competitividad entre los capitales.

No obstante, lo que  no puede resolver es la desocupación, la pobreza y desigualdad, la exclusión, la explotación, el desprecio, la subordinación sin cuestionar esa base, pues no se trata sólo de “consecuencias indeseables”.
Son condiciones indispensables para el propio establecimiento y reproducción de las relaciones capitalistas, profundizando cada vez más los problemas de contaminación, erosión, desertización, calentamiento, sobreexplotación, despojo, depredación y extinción de recursos naturales y humanos.

Las empresas trasnacionales portadores de la deuda ecológica
Las empresas trasnacionales dominan cada vez mas todos los sectores económicos en los que es posible tener ganancias. La mayoría de ellas han incorporado consideraciones sociales y ambientales en su discurso, una retórica sin sentido cuya praxis se encarga de desmentir.

Más allá de sus buenas intenciones la escala misma de sus actividades hace que la sustentabilidad ambiental sea prácticamente imposible de lograr, mientras que la competencia por dominar los mercados mundiales ha convertido a las consideraciones sociales en algo antagónico con la rentabilidad.

La revolución verde y biotecnológica que se nos pretende vender, son causantes de otra deuda social y ecológica del Norte con el Sur. Los graves impactos sociales, ambientales, culturales y económicos de la aplicación de tecnologías agrícolas como la de la llamada Revolución Verde y ahora la agro-biotecnología, con sus semillas genéticamente modificadas, así como programas que promueven la concentración de tierras en pocas manos, constituyen una inmensa deuda social y ecológica.

¿Qué es la deuda ecológica?

La deuda ecológica es en esencia la responsabilidad que tienen los países industrializados del Norte, sus instituciones, la élite económica y sus corporaciones por la apropiación gradual y control de los recursos naturales, así como por la destrucción del planeta causada por sus padrones de consumo y producción, afectando la sustentabilidad local y el futuro de la humanidad.

Basados en esta definición, los pueblos en el Sur se consideran acreedores de esta deuda y los deudores son los países del Norte. Esta deuda tiene como base al actual modelo de producción industrial, la producción exhaustiva de residuos como la emisión de gases de efecto invernadero, el capitalismo y el libre mercado.

Hay una necesidad ambiental, social, económica y moral de que se detenga el incremento de esta deuda y de que se repare las consecuencias nefastas sociales y ambientales que dicho modelo ha tenido sobre las poblaciones del Sur.

El reconocer la existencia de estas otras deudas, histórica, social y ecológica, y demandar un resarcimiento, cambiará indefectiblemente y para siempre las relaciones económicas internacionales, pero sobre todo permitirá detener el modelo depredador y genocida que rige en el mundo.

La deuda ecológica también se manifiesta por la apropiación abusiva de espacios comunes como son la atmósfera o los océanos para absorber las emisiones de gases con efecto invernadero. El cambio climático está provocando desastres que afectan principalmente a los pueblos más vulnerables al Sur. Miles de muertos, millones de desplazados, tierras agrícolas y ecosistemas naturales desaparecidos.

Las trasnacionales de los países del Norte, han sido los principales beneficiarios de los proyectos de agroexportación, y que tienen sumidos en la pobreza y expoliación a los países y pueblos de América Latina, principalmente los pueblos indígenas y las comunidades campesinas.

Finalmente, el desafío del cambio climático, que implicaría una cooperación internacional y la creación de empleo, están en contradicción con la lógica profunda del capitalismo, un sistema que está basado en la competencia entre capitales y en el afán de beneficio.

Eduardo Camín. Periodista uruguayo acrditado en ONU-Ginebra. Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)

Fuente de la Información: https://rebelion.org/la-oit-el-empleo-y-las-falsas-soluciones-del-cambio-climatico/

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Mundo – Promesas: La OIT habla de impulsar la justicia social y promover el trabajo decente

Promesas: La OIT habla de impulsar la justicia social y promover el trabajo decente

Eduardo Camín

Al citar el drástico aumento de la pobreza y de las desigualdades a partir del brote de la pandemia del covid-19, Guy Ryder, Director General de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), señalo que las medidas adoptadas para salir de la crisis causada por la COVID-19 deben estar centradas en las personas y enfrentar las dificultades preexistentes en el mundo del trabajo así como a las repercusiones de la pandemia.

Ryder señaló que la acción multilateral coherente fue esencial para garantizar que la recuperación social y económica fuese tan centrada en las personas como las consecuencias de la pandemia en sí misma.
Y agregó que la Declaración del centenario de la OIT para el futuro del trabajo, adoptada por unanimidad por todos los Estados miembros en 2019, propone entre otros objetivos, una hoja de ruta acordada a nivel internacional para lograr sociedades más inclusivas y resilientes.

“Existe el riesgo muy real de que el legado de la crisis provocada por la COVID-19 sea un agravamiento de las desigualdades y la injusticia social.»  “[Acelerar] la implementación de esta hoja de ruta debería ser una prioridad absoluta de las políticas públicas y de la cooperación internacional”, agregó el Director General de la OIT.

En su declaración ante los miembros del Comité para el Desarrollo y del Comité Monetario y Financiero Internacional (CMFI) -en el marco de las Reuniones virtuales de Primavera del Grupo del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional (FMI), Ryder planteó el tema del cambio climático, que si bien amenaza la estabilidad macroeconómica y los medios de subsistencia de millones de personas, también contenpla un potencial considerable para combinar la transición hacia un futuro con bajas emisiones de carbono con la creación de trabajos decentes.

“Los millones de millones de dólares invertidos en el proceso de recuperación económica pueden estar dirigidos a la sostenibilidad y la creación de trabajo decente”, dijo, y agregó que, la investigación de la OIT indica que una recuperación verde centrada en inversiones en energía renovable, eficiencia energética y transportes ecológicos podría crear unos 20,5 millones de empleos de aquí a 2030.

El acceso equitativo a una formación profesional adecuada y el apoyo al aprendizaje permanente serán esenciales en esta transición y elementos cruciales del desarrollo inclusivo y sostenible, concluyó Guy Ryder.

El trabajo decente, las causas justas de una injusticia permanente
En su declaración escrita al Comité para el Desarrollo, Guy Ryder dijo que la respuesta a la COVID-19 debería dar prioridad a la creación de trabajo decente, y citó los componentes necesarios para una recuperación centrada en las personas que, además, reforzarán la resiliencia ante futuras crisis.

Estos incluyen el fortalecimiento de los sistemas de seguridad y salud en el trabajo, donde se estima que el enorme impacto humano de prácticas deficientes de seguridad y salud laboral ha tenido un coste económico de cuatro por ciento del PIB anual a nivel mundial.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) define el trabajo decente como la suma de las aspiraciones de las personas en su vida laboral y abarca todas las dimensiones del trabajo, desde las oportunidades de empleo que proporcionan ingresos justos, las condiciones dignas en el lugar de trabajo y la igualdad de trato hasta la protección social, los derechos laborales y la libertad de expresar las preocupaciones que uno pueda tener.

Los principales actores del mercado de trabajo –gobiernos, empleadores y trabajadores– se enfrentan a la ingente tarea de reducir los déficits de trabajo, que se hace aún más compleja por las fuerzas transformadoras del cambio tecnológico, climático y demográfico y por el carácter cambiante de la globalización.

A estos retos relacionados con el futuro del trabajo pueden venir a añadirse en muchos países las limitaciones que se derivan actualmente de la desaceleración general del crecimiento económico, el malestar social, la inestabilidad política y el aumento del proteccionismo, un argumento paliativo antes de la Pandemia de la COVID 19.

Pero para evaluar estos fenómenos es preciso examinar rigurosamente las tendencias económicas y sociales que están configurando el mundo del trabajo. En especial, es crucial que sepamos en qué medida las personas en edad de trabajar logran acceder al trabajo decente y desarrollar todo su potencial en el trabajo.

El hecho de disponer de datos fiables sobre estas cuestiones permitirá elaborar políticas económicas y sociales que contribuyan a que los países avancen hacia un desarrollo sostenible e inclusivo.

Los expertos y sus contradicciones

Los investigadores y estadísticos de la OIT llevan mucho tiempo realizando una amplia labor de recopilación de datos y elaboración de modelos para establecer nuevas estimaciones a escala mundial de indicadores que ofrecen una visión completa de los mercados laborales.

Los datos son novedosos y en su ultimo informe arrojan luz sobre los principales problemas de acceso al trabajo, ya que el alcance real de la subutilización de la mano de obra es muy superior a la del desempleo.

Además, en el informe se destaca la persistencia de deficiencias notables en cuanto a la calidad del trabajo, como los elevados índices de informalidad y pobreza laboral, que es poco probable que disminuyan de manera significativa, dado que el crecimiento es insuficiente o no inclusivo.

Claro, no debemos olvidar que el sistema está diseñado para la acumulación de capital, no para la satisfacción de las necesidades de quienes trabajan. En definitiva, los investigadores soslayan de sus informes – incluso de buena fe- ciertas realidades, como que el capital necesita incrementar la tasa de explotación al trabajo (su fuente de riqueza), forzado por la competencia global, lo que lo impele a depauperar y empeorar las condiciones de trabajo y existencia de los trabajadores en el mundo.

El proceso de competencia va ahogando a millones de empresas, concentrando y centralizando la producción para aprovechar economías a escala. Esa es la única forma de fructificar los recursos técnicos para aumentar los beneficios, abaratar los salarios e incrementar la tasa de ganancia.

La burguesía empresarial lucha anárquicamente por desarrollar la tecnología que le permitirá producir con menores costos (aumentado el tiempo de trabajo excedente expoliado por el patrón) y empobrecer relativamente a la clase obrera, al abaratar los medios de subsistencias que ellos mismos producen y que perciben como salarios cada vez más reducidos y insuficientes para adquirir todo lo que ellos mismo producen.
La feroz competencia entre megacorporaciones y otras de menor importancia impulsa a la sobreproducción, desesperada y absolutamente disociada de las necesidades sociales pertinentes a la humanidad.

Por este mecanismo de concentración se reduce la cantidad de trabajadores ocupados, lo que constriñe la demanda efectiva de los bienes y servicios que una franja obrera produce y que otra más pequeña puede consumir, en detrimento de millones de obreros expulsados al Ejército Industrial de Reserva donde su depauperación, servirá al sistema para el sostenimiento de bajos salarios y aumentará la competitividad entre obreros para mendigar empleos de condiciones laborales infamantes, y esto se sitúa en las antípodas de la proclamación del trabajo decente.

Por último, en cada conferencia (virtual) o informe, se demuestra que en los mercados laborales aún imperan desigualdades muy pronunciadas, derivadas muchas veces de las políticas que recomiendan los propios organismos que ahora en plena crisis gesticulan y se sorprenden del alcance del horror.

En especial, las nuevas estimaciones de la participación en la renta del trabajo a nivel mundial, así como su distribución desigual entre los trabajadores, ofrecen una visión novedosa de las desigualdades del mercado de trabajo en diversas regiones del mundo.

En este informe, se presentan las perspectivas de los trabajadores rurales y urbanos, así como su situación en el mercado laboral, que marcan una segmentación crucial entre las perspectivas económicas y sociales dentro de la fuerza de trabajo a escala mundial.

El apoyo al crecimiento de las empresas y a la creación de empleo debe ser sostenible y debe estar centrado en la calidad del empleo, a través de medidas y políticas que abarquen a todos los trabajadores y las empresas, incluida las de la economía informal. También es necesario fortalecer las instituciones del trabajo, como la libertad sindical, una negociación colectiva más eficaz y otras formas de diálogo social, incluidos los salarios.
Tal vez un aspecto propio de nuestro tiempo y su cultura de consumo, es que los hechos y los conceptos están perdiendo su principio y su fin.

Ocultan por un lado su causa y por el otro su finalidad. Hace mucho tiempo que marchamos por los senderos de los acontecimientos puros, fenómenos que se nos echan encima, sin justicia ni provecho. Todo tiene la extraña apariencia de pertenecer al accidente o la fatalidad.

Por eso, tratar de comprender el discurso es un ejercicio dialéctico permanente, una dicotomía entre las promesas y la realidad, que, como un elixir muy volátil, un veneno atmosférico inseparable de la política, la religión, el crimen, la pornografía, la diversión y el arte, todo se ejemplifica en la explotación del capitalismo.

Un sistema caótico, y que en su seno conlleva una crisis tras otra, que a su vez sólo aparece a los ojos comunes en el instante en que la gran burguesía empieza a hallar dificultades de rentabilidad y por consecuencia se ahonda la contracara natural de la inmensa riqueza que se genera en el sistema, que no es otra que las hambrunas, miserias, precariedad y violencia desquiciante.

Eduardo Camín. Periodista uruguayo acreditado en ONU-Ginebra. Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)

Fuente de la Información: https://rebelion.org/promesas-la-oit-habla-de-impulsar-la-justicia-social-y-promover-el-trabajo-decente/

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Los objetivos del desarrollo insostenible, una cuestión de género: impacto del Covid 19, discriminación de la mujer

Por: Eduardo Camín 

La crisis del Covid-19 ha tenido un impacto desproporcionado fundamentalmente en las mujeres, lo que está exacerbando las desigualdades de género existentes. Y, para reconstruir mejor y de forma más justa las políticas de ocupación deben situar la igualdad de genero en el centro de los esfuerzos de recuperación, al tiempo que se debe reforzar las medidas y los datos de género para cuantificar adecuadamente los retos a los que se enfrenta el mundo.

Desde hace más de un siglo, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) se ocupa de cuestiones relacionadas con el mundo del trabajo. Por ello, ha sido elegida organismo custodio de 14 indicadores relacionados con el trabajo decente en el marco de 5 de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas. Y hoy se ocupa de esta situación.COVID-19 y igualdad de género: COVID-19: Las naciones del G7 deben hacer  efectiva la igualdad de género para que el futuro de las mujeres en el  trabajo sea mejor

La OIT mantiene activamente una serie de modelos econométricos que se utilizan para producir estimaciones de los indicadores del mercado laboral en los países. Sin embargo, la conmoción sin precedentes del mercado de trabajo creada por la pandemia del COVID-19 hace difícil de evaluar con los datos históricos. Por ello, la mayoría de las series del conjunto de datos de las estimaciones y proyecciones modelizadas de OIT terminan ahora en 2019 (el último año para el que se disponía de datos de la encuesta anual de población activa en el momento de elaborar las estimaciones).

En el caso de algunos indicadores, se utiliza un modelo de previsión actual para proporcionar las estimaciones de 2020 y un nuevo modelo de proyección para prever las estimaciones de 2021. Dada la situación excepcional, incluida la escasez de datos pertinentes, las estimaciones para 2020-21 están sujetas a una gran incertidumbre.

Un reciente informe dos expertas de la OIT -Vipasana Karkee (estadística) y Marie-Claire Sodergren (economista), ambas de la Unidad de Producción y Análisis de Datos del Departamento de Estadística), sostiene que los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas establecen una visión compartida para acabar con la pobreza, luchar contra la desigualdad y la injusticia, y hacer frente al cambio climático para 2030.

No obstante, se interpelan a la vez, si las consecuencias de la pandemia invertirá los avances en la promoción del trabajo decente para todos, tal y como establece el Objetivo 8. Parece probable, al menos para las mujeres. Incluso antes del inicio de la pandemia, la igualdad de genero en el lugar del trabajo seguía siendo difícil de alcanzar.

ACNUDH | Las mujeres, quienes han sido las más afectadas por la COVID-19,  deberían participar en los esfuerzos de recuperaciónAhora las mujeres están en primera línea de la crisis del Covid-19, ya que constituyen el grueso de los trabajadores esenciales, incluido el 70% del personal sanitario. Sin embargo, en todo el mundo y en todas las regiones y grupos de ingresos, la pandemia ha afectado más a las oportunidades de las mujeres en el mercado laboral.

Es probable que esto revierta algunos de los progresos realizados en el marco del Objetivo 8, que pretende «promover el crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible, la plena y productiva ocupación y el trabajo decente para todos».

La perturbación del mercado laboral en 2020 supero con creces el impacto de la crisis financiera mundial de 2009. Las pérdidas no sólo no tuvieron precedentes, sino que fueron más pronunciadas para las mujeres (5,0%) que para los hombres (3,9%). Además, dado que el cierre de las escuelas debido a los cierres requiere una mayor supervisión de los niños en el hogar, las mujeres son mucho mas propensas a abandonar la fuerza de trabajo que los hombres para poder prestar esa atención.

Esto está aumentando aún más las antiguas brechas de género en las tasas de participación en la fuerza laboral. En 2019, antes de que comenzara la pandemia, la participación en la fuerza de trabajo de los hombres en edad avanzada era del 93,5%, en comparación con sólo el 62,1% de las mujeres en edad avanzada. La tasa era aún mas baja para las mujeres en pareja con hijos pequeños.

La infrarrepresentación femenina en puestos directivos puede empeorar

Mujeres en alta dirección: cambiando las reglas del juego - Diario  ResponsableLa proporción de mujeres en puestos directivos en todo el mundo ha mostrado un lento progreso en las dos últimas décadas. Aumentó menos de tres puntos porcentuales desde el año 2000. En 2019, aunque las mujeres representaban casi el 39% de la población activa mundial, solo ocupaban el 28% de los puestos directivos.

Esto sugiere que el techo de cristal sigue muy presente, ya que los hombres siguen dominando los puestos de toma de decisiones, como los de director general, altos funcionarios y legisladores, ocupando casi tres cuartas partes de estas ocupaciones.

Mientras tanto, el impacto desproporcionado de la pandemia en las mujeres amenaza con hacer retroceder los escasos avances logrados estas últimas décadas. La proporción de mujeres en puestos directivos disminuyó, a veces significativamente, del cuarto trimestre de 2019 al tercer trimestre de 2020 en más de la mitad de los 47 países con datos disponibles.

Las cifras trimestrales estaban disponibles sobre todo para los países de ingresos altos. No obstante, es probable que este patrón se mantenga en los países de ingresos más bajos, donde a menudo más de la mitad de las mujeres directivas trabajan por cuenta propia.

Las medidas de distanciamiento social, los cierres y la distorsión de las cadenas de suministro y los mercados han exacerbado las desigualdades estructurales y los retos que suelen impedir el rendimiento y el crecimiento de las empresas propiedad de mujeres, y han provocado el cierre de muchas de ellas.

Gran porcentaje de mujeres jóvenes no recibe educación ni formación

En todo el mundo, la proporción de jóvenes que no cursan estudios, ocupación ni reciben formación (NEET, por sus siglas en inglés) no ha mostrado signos significativos de mejora en más de una década, mientras éstas siguieron viéndose afectadas de forma desproporcionada en comparación con sus homólogos masculinos. En 2019, las mujeres jóvenes tenían más del doble de probabilidades que los hombres jóvenes de estar desempleadas y sin educación ni formación.

Aunque todavía no se dispone de cifras globales para el conjunto de 2020, las cifras trimestrales muestran que la tasa de Ni-nis fue mayor en el segundo trimestre de 2020 que el año anterior en 45 de los 50 países con datos disponibles. Esto no es sorprendente, Los jóvenes trabajadores y el contrato colectivo – Tribuna Popularya que las medidas de cierre por la pandemia de Covid-19 causaron pérdidas sin precedentes en ocupación en 2020, con mayores pérdidas para los jóvenes (8,7%) que para los mayores (3,7%).

Mientras tanto, tanto la educación técnica y profesional como la formación en el puesto de trabajo sufrieron una interrupción masiva, obligando a muchos a abandonar sus estudios. El empeoramiento de la situación de los jóvenes debido a la crisis Covid-19 es especialmente preocupante para las mujeres jóvenes. Casi un tercio de las mujeres jóvenes de todo el mundo ya no cursaban estudios, ocupación o formación en 2019.

Trabajadores de la economía informal y mujeres, en sectores de alto riesgo

Se calcula que 1.600 millones de trabajadores de la economía informal -es decir, el 76% de los trabajadores informales de todo el mundo- se vieron muy afectados por las medidas de cierre y/o trabajaban en los sectores más afectados, como los servicios de alojamiento y alimentación.  Entre ellos, las mujeres estaban sobrerrepresentadas en los sectores de alto riesgo: El 42% de las mujeres trabajaban en esos sectores, frente al 32% de los hombres.

Mientras que el sector informal ocupación tiende a aumentar durante las crisis, actuando a menudo como una opción «por defecto» para sobrevivir o mantener los ingresos, las limitaciones a la circulación de personas y bienes durante la pandemia de COVID-19 han restringido este tipo de mecanismo de supervivencia.

Efectos de crisis por COVID impactan más en mujeres: OIT - DesinformémonosÉsto, a su vez, ha dejado a los trabajadores informales y a sus familias en una posición muy precaria, expuestos a pérdidas repentinas de ingresos y enfrentándose a mayores riesgos de caer en la pobreza.
La ausencia de un debate dialécticamente serio

Los datos que se desprenden del informe muestran que la división sexual del trabajo es una realidad. Esto no sólo supone la especialización de la mujer en ciertas tareas sociales (la mayoría de las veces más reproductivas), sino que demuestra que los efectos de la crisis y de la política económica se sufren de diferente modo.

De hecho, si tenemos en cuenta que el 88’5% de las mujeres ocupadas lo están en el sector servicios y que ocupan el 70% de empleo público podemos deducir cómo las políticas de recortes, las reformas laborales que facilitan el despido en los empleos con menos grado de protección y precariedad (como el sector servicios) y de privatización (con el empeoramiento de condiciones laborales) afectan de manera más severa a las mujeres.

Es decir, recortar y privatizar servicios públicos afecta más a las mujeres trabajadoras dado que son sectores feminizados. El empeoramiento en las condiciones de vida, la precariedad laboral y todos los elementos que deterioran las condiciones del ideal de la familia burguesa hacen que sobre la mujer recaiga la mayor parte de responsabilidad doméstica. Las presiones y las frustraciones provocadas por la imposibilidad de mejorar y ascender en el sistema capitalista por parte de los trabajadores acaban siendo pagadas por las mujeres y las niñas(os).

La mujer, miembro familiar que cumple el papel de sustento doméstico y en muchos casos emocional, sufre de más violencia en períodos de crisis económica en la familia. Además, los recortes y la falta de fondos en ayudas a mujeres en situación de violencia machista suponen una desprotección total hacia las víctimas y la imposibilidad de una salida material por parte del Estado que permita la emancipación de estas mujeres.

Un simple vistazo al mercado laboral muestra cómo la mujer vuelve a estar discriminada en multitud de aspectos. A nivel salarial, las mujeres sufren discriminación “vertical” (acceden a muchos menos puestos de responsabilidad), “horizontal” (realizando el mismo trabajo obtienen una menor retribución y/o una menor categoría profesional) y por embarazo, siendo aún frecuente el despido o la no contratación de mujeres embarazadas. Todo ello se traduce en que el salario de las ocupadas es de media un 22% menor que el de los ocupados.

Las mujeres trabajadoras sufreTrabajadoras: las más oprimidas entre las mujeres, las más explotadas entre  los proletariosn la opresión patriarcal además de la material, por lo que resulta imposible encontrar la fórmula de acabar con el patriarcado de manera separada al método para acabar con el capitalismo y, por lo tanto, no marcar como básica la necesidad de analizar a la clase trabajadora también como sujeto de cambio para acabar con la opresión de género.

La opresión de género está profundamente ligada con el sistema capitalista y, por tanto, la única posibilidad de acabar con esta opresión es construyendo una nueva sociedad donde estas bases materiales no existan, donde no sea posible que nadie se beneficie a costa de ningún tipo de desigualdad, y esto significa irremediablemente acabar con el sistema capitalista.

Día a día, en nuestras vidas cotidianas, en nuestros centros de trabajo y de estudio, en nuestras casas, en la calle, en la televisión, etc., las mujeres ven sus libertades coartadas, sus vidas ninguneadas y sus condiciones de vida cada día más precarias. Mientras, una sinfonía de informes oculta el verdadero debate.

Fuente e imagen: estrategia.la

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Los objetivos del desarrollo insostenible, una cuestión de género

Por: Eduardo Camín 

La crisis del Covid-19 ha tenido un impacto desproporcionado fundamentalmente en las mujeres, lo que está exacerbando las desigualdades de género existentes. Y, para reconstruir mejor y de forma más justa las políticas de ocupación deben situar la igualdad de genero en el centro de los esfuerzos de recuperación, al tiempo que se debe reforzar las medidas y los datos de género para cuantificar adecuadamente los retos a los que se enfrenta el mundo.


Desde hace más de un siglo la Organización Internacional del Trabajo (OIT) se ocupa de cuestiones relacionadas con el mundo del trabajo. Por ello, ha sido elegida organismo custodio de 14 indicadores relacionados con el trabajo decente en el marco de 5 de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas.  Y hoy se ocupa de esta situación.

La OIT mantiene activamente una serie de modelos econométricos que se utilizan para producir estimaciones de los indicadores del mercado laboral en los países. Sin embargo, la conmoción sin precedentes del mercado de trabajo creada por la pandemia del COVID-19 hace difícil de evaluar con los datos históricos.

Por ello, la mayoría de las series del conjunto de datos de las estimaciones y proyecciones modelizadas de OIT terminan ahora en 2019 (el último año para el que se disponía de datos de la encuesta anual de población activa en el momento de elaborar las estimaciones).

En el caso de algunos indicadores, se utiliza un modelo de previsión actual para proporcionar las estimaciones de 2020 y un nuevo modelo de proyección para prever las estimaciones de 2021. Dada la situación excepcional, incluida la escasez de datos pertinentes, las estimaciones para 2020-21 están sujetas a una gran incertidumbre.

Un reciente informe dos expertas de la OIT -Vipasana Karkee (estadística y Marie-Claire Sodergren ,economista, ambas de la Unidad de Producción y Análisis de Datos del Departamento de Estadística), sostiene que los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas establecen una visión compartida para acabar con la pobreza, luchar contra la desigualdad y la injusticia, y hacer frente al cambio climático para 2030.

No obstante, se interpelan a la vez, si las consecuencias de la pandemia invertirá los avances en la promoción del trabajo decente para todos, tal y como establece el Objetivo 8. Parece probable, al menos para las mujeres.  Incluso antes del inicio de la pandemia, la igualdad de genero en el lugar del trabajo seguía siendo difícil de alcanzar.

Ahora las mujeres están en primera línea de la crisis del Covid-19, ya que constituyen el grueso de los trabajadores esenciales, incluido el 70% del personal sanitario. Sin embargo, en todo el mundo y en todas las regiones y grupos de ingresos, la pandemia ha afectado más a las oportunidades de las mujeres en el mercado laboral.

 Es probable que esto revierta algunos de los progresos realizados en el marco del Objetivo 8, que pretende «promover el crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible, la plena y productiva ocupación y el trabajo decente para todos».

La perturbación del mercado laboral en 2020 supero con creces el impacto de la crisis financiera mundial de 2009. Las pérdidas no sólo no tuvieron precedentes, sino que fueron más pronunciadas para las mujeres (5,0%) que para los hombres (3,9%). Además, dado que el cierre de las escuelas debido a los cierres requiere una mayor supervisión de los niños en el hogar, las mujeres son mucho mas propensas a abandonar la fuerza de trabajo que los hombres para poder prestar esa atención.

 Esto está aumentando aún más las antiguas brechas de género en las tasas de participación en la fuerza laboral. En 2019, antes de que comenzara la pandemia, la participación en la fuerza de trabajo de los hombres en edad avanzada era del 93,5%, en comparación con sólo el 62,1% de las mujeres en edad avanzada. La tasa era aún mas baja para las mujeres en pareja con hijos pequeños.

La infrarrepresentación femenina en puestos directivos puede empeorar

La proporción de mujeres en puestos directivos en todo el mundo ha mostrado un lento progreso en las dos últimas décadas. Aumentó menos de tres puntos porcentuales desde el año 2000. En 2019, aunque las mujeres representaban casi el 39% de la población activa mundial, solo ocupaban el 28% de los puestos directivos.

 Esto sugiere que el techo de cristal sigue muy presente, ya que los hombres siguen dominando los puestos de toma de decisiones, como los de director general, altos funcionarios y legisladores, ocupando casi tres cuartas partes de estas ocupaciones.

Mientras tanto, el impacto desproporcionado de la pandemia en las mujeres amenaza con hacer retroceder los escasos avances logrados estas últimas décadas. La proporción de mujeres en puestos directivos disminuyó, a veces significativamente, del cuarto trimestre de 2019 al tercer trimestre de 2020 en más de la mitad de los 47 países con datos disponibles.

Las cifras trimestrales estaban disponibles sobre todo para los países de ingresos altos. No obstante, es probable que este patrón se mantenga en los países de ingresos más bajos, donde a menudo más de la mitad de las mujeres directivas trabajan por cuenta propia.

Las medidas de distanciamiento social, los cierres y la distorsión de las cadenas de suministro y los mercados han exacerbado las desigualdades estructurales y los retos que suelen impedir el rendimiento y el crecimiento de las empresas propiedad de mujeres, y han provocado el cierre de muchas de ellas.

Gran porcentaje de mujeres jóvenes no recibe educación ni formación

En todo el mundo, la proporción de jóvenes que no cursan estudios, ocupación ni reciben formación (NEET, por sus siglas en inglés) no ha mostrado signos significativos de mejora en más de una década, mientras éstas siguieron viéndose afectadas de forma desproporcionada en comparación con sus homólogos masculinos. En 2019, las mujeres jóvenes tenían más del doble de probabilidades que los hombres jóvenes de estar desempleadas y sin educación ni formación.

Aunque todavía no se dispone de cifras globales para el conjunto de 2020, las cifras trimestrales muestran que la tasa de Ni-nis fue mayor en el segundo trimestre de 2020 que el año anterior en 45 de los 50 países con datos disponibles. Esto no es sorprendente, ya que las medidas de cierre por la pandemia de Covid-19 causaron pérdidas sin precedentes en ocupación en 2020, con mayores pérdidas para los  jóvenes (8,7%) que para los mayores (3,7%).

Mientras tanto, tanto la educación técnica y profesional como la formación en el puesto de trabajo sufrieron una interrupción masiva, obligando a muchos a abandonar sus estudios. El empeoramiento de la situación de los jóvenes debido a la crisis Covid-19 es especialmente preocupante para las mujeres jóvenes. Casi un tercio de las mujeres jóvenes de todo el mundo ya no cursaban estudios, ocupación o formación en 2019.

Trabajadores de la economía informal y mujeres, en sectores de alto riesgo

Se calcula que 1.600 millones de trabajadores de la economía informal -es decir, el 76% de los trabajadores informales de todo el mundo- se vieron muy afectados por las medidas de cierre y/o trabajaban en los sectores más afectados, como los servicios de alojamiento y alimentación.  Entre ellos, las mujeres estaban sobrerrepresentadas en los sectores de alto riesgo: El 42% de las mujeres trabajaban en esos sectores, frente al 32% de los hombres.
Mientras que el sector informal ocupación tiende a aumentar durante las crisis, actuando a menudo como una opción «por defecto» para sobrevivir o mantener los ingresos, las limitaciones a la circulación de personas y bienes durante la pandemia de COVID-19 han restringido este tipo de mecanismo de supervivencia.

Esto, a su vez, ha dejado a los trabajadores informales y a sus familias en una posición muy precaria, expuestos a pérdidas repentinas de ingresos y enfrentándose a mayores riesgos de caer en la pobreza.

La ausencia de un debate dialécticamente serio

Los datos que se desprenden del informe muestran que la división sexual del trabajo es una realidad. Esto no sólo supone la especialización de la mujer en ciertas tareas sociales (la mayoría de las veces más reproductivas), sino que demuestra que los efectos de la crisis y de la política económica se sufren de diferente modo.

De hecho, si tenemos en cuenta que el 88’5% de las mujeres ocupadas lo están en el sector servicios y que ocupan el 70% de empleo público podemos deducir cómo las políticas de recortes, las reformas laborales que facilitan el despido en los empleos con menos grado de protección y precariedad (como el sector servicios) y de privatización (con el empeoramiento de condiciones laborales) afectan de manera más severa a las mujeres.

Es decir, recortar y privatizar servicios públicos afecta más a las mujeres trabajadoras dado que son sectores feminizados.

El empeoramiento en las condiciones de vida, la precariedad laboral y todos los elementos que deterioran las condiciones del ideal de la familia burguesa hacen que sobre la mujer recaiga la mayor parte de responsabilidad doméstica. Las presiones y las frustraciones provocadas por la imposibilidad de mejorar y ascender en el sistema capitalista por parte de los trabajadores acaban siendo pagadas por las mujeres y las niñas(os).

La mujer, miembro familiar que cumple el papel de sustento doméstico y en muchos casos emocional, sufre de más violencia en períodos de crisis económica en la familia. Además, los recortes y la falta de fondos en ayudas a mujeres en situación de violencia machista suponen una desprotección total hacia las víctimas y la imposibilidad de una salida material por parte del Estado que permita la emancipación de estas mujeres.

Un simple vistazo al mercado laboral muestra cómo la mujer vuelve a estar discriminada en multitud de aspectos. A nivel salarial, las mujeres sufren discriminación “vertical” (acceden a muchos menos puestos de responsabilidad), “horizontal” (realizando el mismo trabajo obtienen una menor retribución y/o una menor categoría profesional) y por embarazo, siendo aún frecuente el despido o la no contratación de mujeres embarazadas. Todo ello se traduce en que el salario de las ocupadas es de media un 22% menor que el de los ocupados.

Las mujeres trabajadoras sufren la opresión patriarcal además de la material, por lo que resulta imposible encontrar la fórmula de acabar con el patriarcado de manera separada al método para acabar con el capitalismo y, por lo tanto, no marcar como básica la necesidad de analizar a la clase trabajadora también como sujeto de cambio para acabar con la opresión de género.

La opresión de género está profundamente  ligada con el sistema capitalista y, por tanto, la única posibilidad de acabar con esta opresión es construyendo una nueva sociedad donde estas bases materiales no existan, donde no sea posible que nadie se beneficie a costa de ningún tipo de desigualdad, y esto significa irremediablemente acabar con el sistema capitalista.

Día a día, en nuestras vidas cotidianas, en nuestros centros de trabajo y de estudio, en nuestras casas, en la calle, en la televisión, etc., las mujeres ven sus libertades coartadas, sus vidas ninguneadas y sus condiciones de vida cada día más precarias. Mientras, una sinfonía de informes oculta el verdadero debate.


Fuente: https://estrategia.la/2021/04/11/los-objetivos-del-desarrollo-insostenible-una-cuestion-de-genero-impacto-del-covid-19-discriminacion-de-la-mujer/

*Sobre el autor: Periodista uruguayo acreditado en ONU-Ginebra. Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)

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Impulsar la justicia social y el trabajo decente, ¿evidencia empírica o ideología optimista?

Por: Eduardo Camín

La OIT puso en marcha la campaña “50 for Freedom” contra el trabajo forzoso:  A escala mundial, esto afecta a 25 millones de hombres, mujeres y niños.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) puso en marcha la campaña “50 for Freedom” contra el trabajo forzoso, en colaboración con la Organización Internacional de Empleadores (OIE) y la Confederación Sindical Internacional (CSI), para alentar a los gobiernos a ratificar dicho protocolo y aumentar la concienciación sobre la existencia de formas modernas de esclavitud.

 Casi 60.000 personas de todo el mundo se han sumado a la campaña hasta ahora con el fin de refrendar el llamamiento a la ratificación y aplicación del protocolo

Hace algunos días, la OIT dio a conocer que cincuenta países han puesto de manifiesto su compromiso con la erradicación de las formas modernas de esclavitud al ratificar el Protocolo de la OIT sobre el trabajo forzoso. La cantidad de ratificaciones ha alcanzado el objetivo inicial fijado en la campaña “50 for freedom”. Sudán se convirtió en el quincuagésimo país en ratificarlo.

En virtud de este tratado internacional, los gobiernos se comprometen a tomar medidas eficaces para evitar el trabajo forzoso, proteger a las víctimas de éste y velar por que éstas tengan acceso a acciones jurídicas y de reparación, incluidas las indemnizaciones pertinentes.

«Hemos logrado hito que reviste suma importancia», señaló Guy Ryder, Director General de la OIT. Y añadió: «Debemos forjar de consuno un futuro del trabajo en el que no haya trabajo forzoso, trata de seres humanos, trabajo infantil ni formas modernas de esclavitud. Porque el trabajo forzoso no tiene cabida en la mejor normalidad que deseamos fomentar desde ahora».

Por su parte Sharan Burrow, Secretaria General de la CSI, señalo que «Si bien 50 ratificaciones merecen ser objeto de celebración, es necesario contar con muchas más»,

mientras Roberto Suárez-Santos, Secretario General de la OIE agrego que «todas las empresas deben comprometerse de forma clara y eficaz para erradicar el trabajo forzoso».

A falta de menos de diez años para alcanzar la meta 8.7 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, relativa a la erradicación del trabajo forzoso, los países deben redoblar sus esfuerzos para aplicar el citado protocolo. Por eso,» es necesario llevar a cabo un seguimiento pormenorizado de su implantación en cada región, en cada país, y en cada ciudad, para velar por que nadie se quede atrás», señaló el Director General de la OIT.

Impacto del Covid-19 en el trabajo infantil y el trabajo forzoso

El trabajo forzoso afecta a todos los grupos de población, a todas las regiones del mundo y a todos los sectores económicos. A escala mundial, aún siguen realizando trabajo forzoso 25 millones de hombres, mujeres y niños, que son víctimas de la trata de seres humanos, la servidumbre por deudas o situaciones de trabajo en condiciones análogas a la esclavitud.

Esa cifra ha aumentado debido a la pandemia de COVID-19, que repercute en los trabajadores más vulnerables, la mayoría de los cuales no tiene acceso a prestaciones de protección social. No obstante, la ratificación por sí misma no es suficiente. Su aplicación es fundamental para que la vida de las personas mejore en el futuro.

Se teme que se agraven las causas fundamentales del trabajo infantil y el trabajo forzoso, entre ellas la pobreza, el acceso limitado a oportunidades de trabajo decente para las personas en edad legal de trabajar, la marginación social, la discriminación, la falta de una educación universal de calidad, la prevalencia de la economía informal y la debilidad del diálogo social.

La crisis económica y social afectará especialmente a los niños. Se estima que este año entre 42 y 66 millones de niños podrían caer en la pobreza extrema como resultado de la crisis, lo que se suma a los 386 millones de niños que en 2019 ya se encontraban en situación de pobreza extrema.

La masiva interrupción mundial de la educación causada por las medidas de confinamiento y la falta de soluciones de aprendizaje a distancia en muchos países provoca el aumento del número de niños en situación de trabajo infantil.  Los hogares pueden recurrir al trabajo infantil para hacer frente a la pérdida de empleo y a la crisis sanitaria asociadas al Covid-19, en particular, si los niños no están en el sistema educativo.

Los niños que provienen de grupos minoritarios marginados, los discapacitados, las personas que viven en la calle y sin hogar, en hogares monoparentales o encabezados por niños, migrantes refugiados, desplazados internos o de zonas afectadas por conflictos o desastres, son más vulnerables al trabajo infantil y corren un riesgo especial en la crisis actual.

Los niños, y en particular las niñas, además del riesgo de trabajo infantil, pueden verse abrumados por el aumento de las tareas domésticas y las responsabilidades de cuidado.

Las personas y familias vulnerables que han perdido sus empleos en la economía informal, y que necesitan urgentemente financiamiento para la supervivencia del hogar pero que tienen pocos ahorros y un acceso limitado a la protección social u otras formas de apoyo del Estado, es probable que corran un mayor riesgo de ser víctimas de los prestamistas que conceden créditos en condiciones que constituyen servidumbre por deudas.

Los trabajadores vulnerables tienen más probabilidades de ser engañados y atrapados en trabajos forzosos. La probabilidad de que más trabajadores contraigan deudas para sobrevivir, hace que el riesgo de aumentar la servidumbre por deudas sea particularmente importante.

Las redes criminales pueden utilizar, -de hecho, ya lo hacen-, esta crisis mundial para explotar las vulnerabilidades a fin de restringir aún más la libertad de las víctimas y aumentar el beneficio financiero que generan el trabajo forzoso y la trata de personas.

Las restricciones a la circulación pueden modificar las formas de explotación. Por ejemplo, las mujeres y los niños pueden ser explotados sexualmente con fines comerciales por sus abusadores en línea o en domicilios privados.

Los controles más estrictos en las fronteras pueden aumentar el riesgo de trata de personas. De hecho, las víctimas con documentación confiscada pueden correr el riesgo de sufrir abusos, detención y revictimización por parte de agentes de seguridad/policía que aplican cuarentenas y gestionan puntos de control. Las víctimas sin documentación personal pueden experimentar barreras adicionales para acceder a los servicios de salud y otros servicios relacionados con el Covid-19.

El problema de fondo relativo a los derechos humanos no es tanto el de justificarlos, como el de protegerlos y aplicarlos, pues la cuestión de su fundamentación ya ha sido resuelta por la Declaración Universal de 1948. Conviene recordar entonces, de manera sinóptica, que el despliegue de la idea de dignidad humana en tanto núcleo central de los derechos humanos abarca el concepto de trabajo forzoso.

Creemos que dialécticamente proclamar los derechos humanos en su lucha contra el trabajo forzoso, significa fundamentalmente crear aquel horizonte de sentido mediante el cual los individuos aislados pueden expresarse, afirmarse a sí mismo como una comunidad de hombres libres e iguales. Claro: se trata del capitalismo de libertades y privilegios para unos pocos, es decir de una cierta idea de dignidad humana, reñida con la realidad.

Eduardo Camin

Periodista uruguayo acreditado en ONU-Ginebra, Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)

https://estrategia.la/2021/03/25/impulsar-la-justicia-social-y-el-trabajo-decente-evidencia-empirica-o-ideologia-optimista/

Fuente e imagen: https://www.alainet.org/es/articulo/211556

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Idioma inclusivo, estadísticas y explotación de género

Por: Eduardo Camin 

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) se ha unido a sus socios en la producción y uso de estadísticas para hacer un llamamiento a la acción con el objetivo de mejorar los datos de género, basándose en las lecciones aprendidas y las lagunas expuestas o exacerbadas durante la pandemia de Covid-19. Este informe destaca cinco áreas clave en las que se requiere una acción fuerte y decisiva para lograr una mejora sostenible en la disponibilidad de datos clave de género, incluso en el mundo del trabajo.

La OIT tiene un largo historial de promoción de mejoras en la disponibilidad de datos relevantes para el género. “En este momento presenta tanto una elección como una oportunidad. Podemos seguir volando a ciegas, diseñaLa ONU y el Estado apoyan el desarrollo de mujeres ruralesndo respuestas políticas en el vacío», señalan los autores.

«O podemos invertir en nuestra propia recuperación dando prioridad y financiando la recopilación de datos que nos den una imagen real de los retos a los que nos enfrentamos. Tenemos la oportunidad de construir los cimientos de un sistema de datos sólido y receptivo, un sistema que nos permitirá diseñar políticas inteligentes y específicas que tengan un impacto real”, añaden

La igualdad de género ¿una cuestión de datos?

Los datos son muy claros en un punto; la pandemia de Covid-19 ha tenido un impacto desproporcionadamente negativo en las mujeres. Dado que hay más mujeres que trabajan en el turismo, el comercio minorista y los sectores informales, que han sido los más afectados por la pandemia, sus medios de vida se han visto alterados.

Comprender el alcance de este impacto es el primer paso para invertir el rumbo. Sin embargo, la pandemia también ha puesto de manifiesto y ha exacerbado las lagunas de datos que socavan la capacidad para actuar intencionadamente y elaborar respuestas políticas eficaces.

Sin dudas que los esfuerzos de producción de datos se han visto seriamente perturbados por la pandemia de Covid-19, afectando a todo, desde la recogida de datos hasta su posterior gestión, análisis y comunicación. A estos desafíos se suma una gran cantidad de lagunas de datos existentes, especialmente en lo que respecta a la salud, la educación y las oportunidades económicas.

Si no se abordan estas falencias y los obstáculos a la recopilación, no podremos comprender ni abordar plenamente las repercusiones de la pandemia desde el punto de vista del género.

La recopilación y el uso de datos oportunos y fiables desglosados por sexo no sólo son fundamentales para reconocer y abordar las desigualdades de género, sino que son esenciales para la recuperación económica mundial.

Informe especial: un mes de aislamiento y el impacto de la violencia de género en el país | La tintaSi optamos ahora por comprometernos a aumentar la recopilación y el uso de datos, construiremos una base mejor preparada para futuras crisis. Todo el mundo -desde los altos cargos de los sistemas estadísticos nacionales y los responsables de las encuestas hasta los financiadores, los organismos multilaterales y los socios de investigación- tiene un papel que desempeñar.

Pero este trabajo debe realizarse de forma sistemática para analizar eficazmente las repercusiones sanitarias y socioeconómicas de la pandemia. Sin embargo, en la actualidad sólo uno de cada tres países informa regularmente de las estimaciones de casos y muertes relacionadas con el COVID-19 desglosadas por sexo.

La violencia de género, el trabajo remunerado, el trabajo de cuidados no remunerado y el acceso a los servicios son sólo algunos ejemplos importantes en los que persisten o se han exacerbado importantes lagunas de datos. El seguimiento y el análisis de la forma en que los gobiernos responden y utilizan los datos para garantizar la rendición de cuentas también es crucial.

Los datos procedentes de la actividad de los medios de comunicación sociales y tradicionales y del uso de Internet, los datos geoespaciales generados por los dispositivos móviles y el sector privado pueden proporcionar información fundamental en un plazo más breve que las fuentes de datos tradicionales.

Aunque no sustituirán a las encuestas de hogares bien diseñadas como fuente clave de información sobre la mano de obra, estos tipos de fuentes no tradicionales pueden aprovecharse para informar sobre las previsiones relacionadas con la pandemia. Hasta laEl trabajo doméstico y de cuidados no remunerado representa casi el 16% del PBI en la Argentina - MiráVox fecha, las respuestas políticas a la pandemia han sido en gran medida involuntarias desde el punto de vista del género. Por ejemplo, sólo un 8% de las medidas de protección social y del mercado laboral han abordado directamente los cuidados no remunerados.

Para que las medidas políticas sean eficaces, deben reflejar lo que nos dicen los datos, pero el progreso mundial se ve obstaculizado por las limitaciones en el acceso a los datos y la infrautilización de los datos disponibles en la elaboración y evaluación de las políticas.

Es fundamental una inversión sustancial en infraestructuras de datos, tanto ahora como después de la pandemia. El pasado año ha puesto a prueba los sistemas de datos, que están sobrecargados y carecen de fondos.

Antes de la pandemia, sólo el 13% de los países contaban con un presupuesto dedicado a la recopilación y el análisis de datos de género, y los sistemas de encuestas de hogares suelen carecer de recursos, lo que limita gravemente la capacidad de los países para emprender la recopilación de datos esenciales.

Es probable que el impacto económico de COVID-19 en los países erosione aún más los presupuestos nacionales, exacerbando las deficiencias de financiación y de datos. La modernización de la recopilación de datos y el fortalecimiento de las infraestructuras de datos es una inversión que nos servirá ahora y que también preparará nuestros sistemas para responder mejor a futuras crisis.

La economía informal del mundo que ignoramos y ninguneamos

Dos mil millones de personas, más del 61 por ciento de la población empleada en el mundo, se ganan la vida en la economía informal sin acceso al diálogo social; el 58 por ciento de las mujeres y el 63 por ciento de los hombres del mundo trabajan en la economía informal.

Aquí también las mujeres, tienen muchas más probabilidades que los hombres de pertenecer a los segmentos más vulnerables de la economía informal como trabajadores domésticos, trabajadores a domicilio o trabajadores familiares auxiliares, lo que significa que tienen poca o ninguna protección contra el despido y poco acceso a la protección social, incluida la licencia de enfermedad remunerada.

Los trabajadores de la economía informal también carecen de acceso a los mecanismos de diálogo social. Aunque el diálogo social para los trabajadores informales sigue siendo un desafío, se promueve el diálogo social tripartito a través de la Recomendación sobre la transición de la economía informal a la economía formal, 2015 (núm. 204) para representar los intereses y la participación de los trabajadores informales y su transición a la economía formal.

La superación de la escasa cobertura de los trabajadores informales en el diálogo social y la negociación colectiva ha llevado a los sindicatos a destinar mayores esfuerzos a contratar, organizar y representar a los trabajadores informales, a menudo con organizaciones de trabajadores informales, por ejemplo, la Asociación de Mujeres Trabajadoras por Cuenta Propia (SEWA) y la red mundial Mujeres en Empleo Informal: Globalizando y Organizando (WIEGO).

Ello ha ayudado a fortalecer la voz colectiva de las trabajadoras informales, como en el caso de ‘los trabajadores informales, sus organizaciones y sus campañas, que representan lo más destacado del cambio notable que ha registrado el movimiento obrero mundial en más de un siglo’.

Las estructuras en los sindicatos que representan a los trabajadores informales incluyen el establecimiento en 2015 por el Congreso de Sindicatos (TUC) de Ghana del Sindicato de Asociación de Trabajadores del Sector Informal para representar a los trabajadores informales, y la Comisión de Trabajadores del sector informal del Sindicato Unificado de Trabajadores Generales y del Transporte de Uganda, centrado en las trabajadoras informales del sector del transporte.

En la misma línea, organizaciones de empleadores han colaborado con unidades de la economía informal y con pequeños empleadores en la promoción de la transición de la economía informal a la economía formal.

Algunos ejemplos incluyen la representación de los intereses de pequeñas empresas informales como han hecho la Federación de Empleadores de Kenya, la Asociación de Empleadores de Ghana y la organización de empleadores de la República Democrática del Congo, Copemeco.

Con motivo del establecimiento del Comité de las Mujeres Trabajadoras del Sector Informal del ATGWU se han celebrado negociaciones para mejorar la seguridad de las mujeres y su acceso a retretes seguros y otras instalaciones, así como a la protección social.

Tras la incorporación de asociaciones de trabajadores informales del transporte y de la organización y el apoyo a Galima (una asociación de mujeres supervivientes del VIH y el sida en el sector del transporte), así como con la organización de comerciantes y trabajadores que trabajan desde su domicilio a través de la Asociación de Desarrollo de la Artesanía Tukolere Wamu, entre otros, se ha producido un aumento en la afiliación al sindicato.

El Comité de las mujeres trabajadoras del sector informal del ATGWU también ha promovido la constitución de comités de trabajadoras locales, ayudando a las mujeres a conocer sus derechos y alentándolas a informar cuando sufren abusos o violaciones de sus derechos.

Además, la organización de talleres de educación y la impartición informal de educación en las calles, en los principales centros de transporte y en el sindicato, ha ayudado a cambiar la actitud de los hombres y a las mujeres a tener más confianza e informar de los abusos. Algunos trabajadores informales han entrado en el ámbito de aplicación del diálogo social y la negociación colectiva, por ejemplo, en lo relativo a la fijación de salarios mínimos, la seguridad social o los derechos de maternidad.

Así es compañera: si te sientes débil, asustada y sola, quemar tus manos y mojar tu frente sudorosa por la explotación, derramar lagrimas de injusticia, frente al mundo, de nada sirve el idioma inclusivo, si las sombras se alargan y te abrazan en la empañada sombra del capitalismo.

Fuente e imagen: http://estrategia.la/2021/03/04/idioma-inclusivo-estadisticas-y-explotacion-de-genero/

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Plataformas digitales, la nueva fase del capitalismo

Por: Eduardo Camín

Las plataformas digitales de trabajo se han multiplicado por cinco en el último decenio.

El crecimiento de las plataformas digitales conlleva oportunidades y problemas para los trabajadores y las empresas, señala la edición más reciente del informe de la OIT Perspectivas Sociales y del Empleo en el Mundo 2021.  Este crecimiento ha puesto de manifiesto la necesidad de un diálogo internacional sobre políticas y cooperación en materia de reglamentación, que permita una actuación más coherente en favor de oportunidades de trabajo decente y el impulso del crecimiento de empresas sostenibles.

 El informe hace hincapié en torno a dos tipos principales de plataformas digitales de trabajo: las plataformas web, en las que los trabajadores realizan sus tareas en línea y de modo remoto, y las plataformas basadas en la localización, en las que unas personas, como choferes de taxis o repartidores, ejecutan su trabajo en una localización geográfica determinada.

Nuevos problemas para los trabajadores y las empresas

Los problemas para los trabajadores de las plataformas guardan relación con las condiciones laborales, la regularidad del trabajo y de los ingresos, y la imposibilidad de gozar de los derechos a la protección social, la libertad de asociación y de negociación colectiva. Las horas de trabajo suelen ser prolongadas e imprevisibles. La mitad de los trabajadores de plataformas digitales ganan menos de dos dólares por hora. Además, en algunas plataformas hay brechas notables de remuneración. El informe señala que la pandemia de Covid-19 ha puesto muchas de estas cuestiones aún más en evidencia.

Muchas empresas se topan con el problema de la competencia desleal, la falta de transparencia con respecto a los datos y la fijación de precios, además de comisiones costosas. Por su parte, las pequeñas y medianas empresas (pymes) tienen dificultades para acceder a financiación y a infraestructura digital.

Es un hecho, que las nuevas oportunidades creadas por las plataformas digitales de trabajo están volviendo cada vez más difusa la clara distinción que solía haber entre asalariados y autónomos. Las condiciones laborales en general vienen determinadas por los términos del contrato de servicios, que suelen definirse unilateralmente. Cada vez es más frecuente que las tareas de asignar y evaluar el trabajo, y de gestionar y supervisar a los trabajadores dependan de algoritmos, y no de seres humanos.

El informe apunta a la necesidad de políticas coherentes y coordinadas frente al hecho de que las plataformas operan en distintas jurisdicciones, para conseguir que ofrezcan oportunidades de trabajo decente e impulsen el crecimiento de empresas sostenibles.

Mientras tanto el Director General de la OIT, Guy Ryder señala que  “Las plataformas digitales de trabajo están abriendo oportunidades que antes no existían, en particular para las mujeres, los jóvenes, las personas con discapacidad y los colectivos marginados en todo el mundo. Es un factor positivo.».
Añade que «Los problemas nuevos que plantean deben solucionarse mediante el diálogo social internacional a fin de que los trabajadores, los empleadores y los gobiernos puedan beneficiarse plenamente y por igual de estos avances. Con independencia de su situación contractual, todos los trabajadores tienen que poder ejercer sus derechos laborales fundamentales».

La brecha digital

La distribución de los costos y beneficios de las plataformas digitales en el mundo es muy desigual. El 96 por ciento de las inversiones en este tipo de plataformas se concentra en Asia, América del Norte y Europa. El 70 por ciento de las ganancias se concentra en solo dos países: Estados Unidos y China.

 El trabajo en plataformas digitales web es externalizado por empresas del Norte y realizado por trabajadores del Sur, que ganan menos que sus homólogos de los países desarrollados. Esta desigualdad de crecimiento de la economía digital perpetúa la brecha digital y podría agravar las desigualdades.

Muchos gobiernos, empresas y representantes de trabajadores, entre otros los sindicatos, han comenzado a ocuparse de algunas de estas cuestiones, pero las respuestas son diversas y ello provoca incertidumbre para todas las partes.

El hecho de que las plataformas digitales de trabajo operen en varias jurisdicciones plantea la necesidad de diálogo y coordinación a nivel internacional en torno a las políticas, a efectos de conseguir la seguridad reglamentaria y la aplicación de las normas internacionales del trabajo, puntualiza el informe.

 Y se exhorta al diálogo social y la cooperación internacional en materia de reglamentación entre las plataformas digitales de trabajo, los trabajadores y los gobiernos, para lograr con el tiempo la aplicación de una estrategia más eficaz y congruente.

La otra cara de la moneda: ¡navega sin normas ni recomendaciones!

 Es poco aliciente que un organismo como la OIT conformado por 187 Estados miembros, destacado por ser un órgano tripartito del sistema de Naciones Unidas, limite su rol al conjunto de informes, recomendaciones y normas laborales, navegando entre lo abstracto de la filosofía del derecho y de la coyuntural acción partisana.

Y es esta, una de las paradojas más desafiantes de nuestro tiempo: la contradicción entre el bienintencionado discurso sobre la justicia social que producen estos organismos internacionales y los Estados nacionales y la desdichada realidad de las libertades ciudadanas.

 Este es el dramático contraste entre la teoría y la práctica, entre el derecho y la vida cotidiana, un sentimiento que nos revive cada informe, pleno de buenas intenciones, pero sin poner acento en el núcleo central del problema que es el propio sistema capitalista.

Después de un período de más de cuatro décadas caracterizado por la globalización y un conjunto de políticas que han disparado entre otras cosas el drama de la desigualdad global, dislocando las instituciones que cohesionaban la sociedad y quebrado las bases naturales que sostienen la vida humana, como bien lo señalan muchos de estos informes.

Las reformas de los mercados han traído como resultado un poder creciente para las grandes corporaciones y nuevos monopolios digitales.  A partir de éstos, está emergiendo un nuevo orden fruto de la reestructuración que ha experimentado el capitalismo global tras la última crisis, en la que adquieren un papel preponderante las tecnologías de la información. La dominación digital global de las principales corporaciones del ramo, han logrado posicionarse como monopolios naturales.

 Las aplicaciones de Google se aceptan como si fueran un servicio público, y universidades e instituciones de todo el mundo firman acuerdos para que esta corporación gestione sus sistemas de correo. Mientras tanto, Facebook y Twitter capitalizan el grueso de la comunicación social en la Red, y sus logos son incluidos gratuitamente en programas de televisión o acompañando a la publicidad de otros productos.

Los teléfonos inteligentes se venden con aplicaciones de fábrica diseñadas para recopilar masivamente datos sobre y de sus usuarios. Miles de millones de consumidores de todo el mundo, cualquiera sea su estatus, aceptan con normalidad situaciones en las que son intensamente monitorizados por empresas privadas. Más grave aún la sociedad en su conjunto ha sucumbido a los cantos de sirena y renunciado a protegerse contra las nuevas formas de control digital. Esta sumisión se explica porque las corporaciones digitales son vistas como agentes del progreso tecnológico, dando la impresión de que aceptar su tutela es la única forma de disfrutar las ventajas prácticas de la tecnología; es estar acorde con el mundo actual del progreso.

 Pero, esta ideología de progreso tiene un profundo rasgo neoliberal, en tanto que se nos pide que aceptemos que los ganadores del juego económico se conviertan, desde su posición de monopolio, en árbitros de éste.  Ahora, empresas de cualquier sector y tamaño compiten por llegar a la gente en Facebook o posicionarse en Google, pero nadie está en condiciones de competir contra quienes han logrado dominar de forma incontestable el mercado de la atención en la red.

El capitalismo digital es la fase  de la economía en la que el mercado es impulsado y dinamizado por plataformas digitales que generan nuevos ciclos de acumulación de capital. Estos sistemas se caracterizan por su extraordinaria escalabilidad, es decir, su capacidad para amplificar la oferta de un servicio sin modificar sus condiciones de producción. Inicialmente, el lanzamiento de un proyecto digital implica una gran inversión de capital, pero una vez desarrollado puede ofrecerse globalmente con una inversión estable en infraestructura.

En otras palabras, alcanzado cierto umbral las posibilidades de facturación crecen exponencialmente mientras los costes lo hacen aritméticamente, generando oportunidades de rentabilidad nunca vistas en la historia económica. En la práctica, las ratios de productividad de estas compañías – según algunos expertos – superan con facilidad el millón de dólares por empleado contratado.
El amplio margen de beneficios que prometen estas plataformas hace de ellas un vehículo privilegiado de inversión para los fondos financieros, ávidos por encontrar nuevos caladeros de rentabilidad.
Por eso nunca escasean fondos de capital de riesgo para auspiciar el desarrollo de nuevas empresas digitales, y por eso las que ya están consolidadas negocian con holgura la atracción de nuevos capitales. Surge así una alianza estructural entre la élite financiera y la tecnológica, en la que la primera pierde progresivamente su hegemonía, al tiempo que la segunda se afirma en la posición dominante.
En otras palabras, los emprendedores tecnológicos cuentan con una inédita posición de poder frente a los representantes del capital financiero, quienes se ven obligados a apostar por cualquier opción que les prometa aumentar la rentabilidad de sus inversiones.
Por su parte, las plataformas digitales satisfacen ampliamente esta necesidad, haciendo uso de su inigualable capacidad para organizar e influir en las actividades de miles de millones de usuarios en todo el mundo.

Desde el punto de vista histórico, cada nueva etapa del capitalismo supone una mejora en la capacidad de acumulación. Al igual que el capitalismo financiero se construyó sobre el industrial apoyándose en una nueva capa de abstracción económica (las finanzas), el capitalismo digital lo hace sobre el financiero haciendo aún más complejo el sistema de extracción de plusvalías.

 En definitiva, es una evolución guiada por la huida hacia adelante del capital para escapar de la tasa de rendimientos decrecientes, como lo enseñaba Karl Marx. En el siglo XIX, cuando las posibilidades del mercado nacional comenzaron a agotarse, el capitalismo industrial precisó abrir nuevos mercados y las potencias occidentales intensificaron la conquista violenta de otros territorios. A riesgo de pasar por trasnochados diremos alto y fuerte que el imperialismo sigue siendo la fase superior del capitalismo porque en la búsqueda constante de beneficio, que es su motivación sistémica, crea la esencia de una necesidad estructural expansionista.

 A finales del siglo pasado, cuando el ciclo de crecimiento económico posterior a las guerras mundiales desaceleró, el capitalismo se reinventó a sí mismo con la financialización de la economía y la oleada de políticas neoliberales que aplanaron el pensamiento global.

 En la actualidad, cuando empieza a cuestionarse la capacidad de la especulación financiera para mantener el ritmo de crecimiento, el capitalismo se reinventa de nuevo gracias a las plataformas y sus mercados digitales. En otras palabras, después de que el mercado se haya expandido por toda la capa física del planeta, se orienta hacia la búsqueda de nuevos horizontes.

Y los encuentra en la colonización de la mente humana, cuya atención atrapa con una oferta infinita de contenidos e interfaces diseñados para enganchar con actualizaciones y recompensas virtuales.  En su grado actual de desarrollo, las tecnologías de la comunicación demuestran su potencial como tecnologías del pensamiento y como piedra angular del sistema económico y social.

En este sentido, la era digital es un capítulo más de la historia del capitalismo, no un episodio al margen de él, como ciertos revisionistas pretende hacer creer. El capitalismo a lo largo de su historia ha logrado captar innumerables aspectos de la realidad ajenos a la esfera comercial para convertirlos en mercancías. Los cercamientos de los bienes comunes o la creación de “mercancías ficticias” son buenos ejemplos de ello.
Vivimos demasiada desigualdad, explotación, mercantilización y alienación, concentración del poder y devastación social y ecológica asociada a la economía digital como para pensar que su desarrollo nos ha acercado mínimamente a un horizonte poscapitalista, como pretenden algunos.
En realidad no son las tecnologías las que determinan la evolución del orden social, sino al contrario. Debemos estar atentos ya que el capitalismo digital ofrece más de lo mismo, cuando no peor.

*Periodista uruguayo acreditado en ONU-Ginebra. Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
http://estrategia.la/2021/02/28/plataformas-digitales-la-nueva-fase-del-capitalismo/

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