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El poder y sus fantasmas:“A través del prisma de la conspiración, todo vuelve a ser legible” (Entrevista)

WOZ de Suiza / OVE, 3 de agosto de 2025

¿Qué hay detrás de esto? Una pregunta importante, pero que puede dar lugar a respuestas peligrosamente simplistas, afirma Donatella Di Cesare. La filósofa explica cómo la creencia en conspiraciones está vinculada a sentimientos de impotencia política y por qué ya no se siente libre en la Italia posfascista.

“El problema surge cuando el escepticismo cuestionador se transforma en certeza dogmática”: Donatella Di Cesare.

WOZ: Donatella Di Cesare, su libro «La Conspiración en el Poder» se publicó por primera vez en italiano en 2021. Hoy en día, sigue siendo un diagnóstico oportuno del presente. ¿Por qué cada vez más gente cree en conspiraciones poderosas, es decir, en la existencia de una realidad tras la realidad?

Donatella Di Cesare:Donatella Di Cesare: Yo no hablaría de una realidad tras la realidad. Más bien, es un mundo tras el mundo al que se hace referencia: el mundo tiene un lado oculto, un trasfondo. Este concepto es crucial para la teoría de la conspiración: se cree en un reino secreto donde se mueven los hilos, donde se llevan a cabo actividades clandestinas, se forjan planes, se manipula la información y se controlan los pensamientos. El centro del poder reside en la intriga oculta de este trasfondo. Como por arte de magia, allí todo parece claro e iluminado; todo tiene una base sólida y una causa. Allí, se puede dejar atrás el desorden global. A través del prisma de la conspiración, todo vuelve a ser legible de repente.

El filósofo valiente

Donatella Di Cesare es una de las intelectuales más importantes de Italia. Profesora y autora de numerosos libros de filosofía, así como de temas de actualidad, imparte clases de filosofía en la Universidad La Sapienza de Roma. Participa regularmente en debates políticos. En un programa de entrevistas de la televisión italiana en 2023, Di Cesare dijo del ministro de agricultura de Giorgia Meloni que hablaba como un «gobernador neohitleriano» o Gauleiter. El ministro la demandó por difamación. En mayo de 2024, un tribunal penal romano desestimó la demanda. De ser declarada culpable, la mujer, que ahora tiene 69 años, habría enfrentado una pena de prisión.

WOZ:¿De dónde viene este pensamiento?

Donatella Di Cesare:Tiene una larga tradición histórica. En mi libro, intento reconstruir la «escena primigenia» de la literatura. De la vasta masa de textos literarios, surgen tres narrativas que han adquirido relevancia mitológica en la imaginación política. Abordan tres conspiraciones: la judía, la jesuita y la masónica. Si bien las conspiraciones jesuitas se han agotado, las otras dos se superponen y se convierten en las conspiraciones «judeo-masónicas».

WOZ:¿Hay algún texto literario específico que puedas nombrar?

Donatella Di Cesare:Un relato fue escrito por Hermann O. F. Goedsche, exsecretario de correos prusiano, quien publicó la mediocre novela «Biarritz» en 1868. Contiene un capítulo titulado «El discurso del rabino». De este capítulo, por caminos tortuosos, surgieron los «Protocolos de los Sabios de Sión». Este mito, que inició y acompañó la Shoah, sigue siendo el motor de la movilización antisemita hasta nuestros días. Podría citar más ejemplos, como la novela masónica de Alejandro Dumas «Joseph Balsamo» de 1846/47. En todos estos relatos, la trama siempre surge de otro lugar. Extraños se inmiscuyen en el yo interior: inmigrantes, migrantes, pero también banqueros, saqueadores y vagabundos. Y tras la red, «el judío», como el extraño entre todos los extraños, maneja los hilos, oculto, invisible e intangible, a la vez sobrehumano e infrahumano.

WOZ:En términos de la historia de las ideas, ¿ubicaría el surgimiento de estas teorías conspirativas en el siglo XIX, pero con consecuencias duraderas para el presente?

Donatella Di Cesare:Si la conspiración fuera una reliquia del pasado, se agotaría cada vez más. Vemos que ocurre lo contrario. Existe una estrecha conexión entre conspiración y democracia. La palabra clave «poder» puede explicarlo. Tras la Revolución Francesa, el pueblo es finalmente soberano. Pero ¿dónde está su poder? Antes, se concentraba en el cuerpo del rey; ahora, nadie sabe dónde redescubrirlo. Parece temporal y fugaz. El poder del pueblo no es poder de nadie. Precisamente en esto Claude Lefort vio el aspecto revolucionario de la democracia, al hablar de un «vacío en la democracia».

WOZ:¿Qué quiere decir esto?

Donatella Di Cesare:Falta una base sólida; existen divisiones y brechas: dentro de la comunidad democrática, el pueblo solo puede declararse soberano en un sentido simbólico, no en un sentido sustantivo e identitario. Esto significa que no puede ocupar el centro del poder, y este debe permanecer vacío. Se comprende el asombro de los nuevos ciudadanos democráticos ante esta nueva forma política. Y también se comprende por qué este vacío está lleno de todo tipo de espectros. Esta tentación existe hoy más que nunca.

WOZ:¿Porqué es eso?

Donatella Di Cesare:Sin duda, el poder actual se presenta cada vez más volátil, omnipresente y en red, proyectado con mayor fuerza sobre los canales tecnológicos y los flujos económicos; parece descentralizado y quizás incluso sin dirección. No tiene rostro, nombre ni lugar. Solo se percibe su presencia difusa, lo que incrementa aún más la inseguridad y la sospecha. Del efecto se infiere una causa. Por lo tanto, uno se siente impotente. Esta sensación de impotencia se experimenta a diario. Cada noche vemos en las noticias lo que ocurre en el mundo: guerras y crisis de todo tipo. Pero tenemos la impresión de que no podemos cambiar nada. Somos un demos sin poder, sin Kratos; en otras palabras, ya no somos una democracia.

WOZ:Pero si me percibo impotente y luego construyo una figura que maneja los hilos en segundo plano, eso no me devuelve ningún poder, ¿verdad? Sigo siendo impotente.

Donatella Di Cesare:Debo enfatizar: no suele ser solo una cifra. Y ciertamente hay razones sólidas para asumir este mundo oculto. Durante años, hemos experimentado un debilitamiento de la democracia. La política se ha convertido en nada más que «gobernanza», una administración de la economía. En este sentido, la conspiración es una expresión de un malestar difuso. Señala la crisis de la democracia. ¡Cuántas promesas incumplidas! ¡Cuántas esperanzas traicionadas!

WOZ:Pero ¿no significa en realidad democracia gobierno o “soberanía del pueblo”?

Donatella Di Cesare:Y, sin embargo, este pueblo soberano se siente de todo menos soberano. El poder democrático parece escabullirse de sus manos. Y no es solo una sospecha: la democracia a menudo parece completamente ilusoria. Los gobiernos cambian, los partidos se reemplazan, pero nada cambia realmente. Lo que queda es el llamado Estado Profundo, ese poder institucional que puede mantenerse y perpetuarse intacto gracias a castas, grupos de presión, bancos, dinastías y algunas corporaciones mediáticas. Por lo tanto, no lo consideraría una simple fantasía.

WOZ:¿Qué se puede hacer para contrarrestar este peligroso sentimiento de impotencia política?

Donatella Di Cesare:No lo sé. El problema es, sin duda, el resentimiento que nos permite revolcarnos en nuestra propia impotencia. Es el nuevo opio del pueblo. Pero solo confirma nuestra propia impotencia política. La participación en el proceso democrático es el camino a seguir. Pero primero, debemos reflexionar sobre la conspiración como una señal importante. Solo puedo decir que el resentimiento se arraiga precisamente donde se desvanece el principio de la esperanza.

WOZ:¿Puedes explicarme eso con más detalle?

Donatella Di Cesare:La conspiración no es un espasmo mental ni una simple posverdad. Esta estigmatización es engañosa e ineficaz. Recientemente, se ha arraigado una anticonspiración que reivindica la propiedad exclusiva de la verdad y clasifica otras teorías como desviadas, irracionales y peligrosas. Una anticonspiración tan simplista corre el riesgo de endurecer aún más la línea entre la verdad «oficial» y la «oculta». En el fondo, todos somos conspiranoicos, tenemos que admitirlo. Porque cuando nos enteramos de un nuevo suceso, todos nos preguntamos: ¿Qué hay detrás?

WOZ:En realidad es una pregunta inocente.

Donatella Di Cesare:¡Claro! Y es una pregunta importante. El problema surge cuando cuestionar el escepticismo se convierte en certeza dogmática.

WOZ:Exploremos el tema político con más profundidad: Los políticos de derecha son quienes más se benefician de la crisis de la democracia que mencionaste y de la sensación de impotencia que experimenta mucha gente. ¿Existe una conexión entre las teorías conspirativas y el giro a la derecha?

Donatella Di Cesare:Por supuesto. Lo diría así: actualmente estamos experimentando una fuerte despolitización. ¿Qué significa despolitización? Significa, por ejemplo, que ya no participamos en las elecciones, lo cual es un problema en muchos países europeos.

WOZ:¿Por qué la gente ya no vota?

Donatella Di Cesare:Es solo un síntoma. La verdadera despolitización es la pérdida de la polis, es decir, la pérdida de la política como comunidad política. Se pierden los vínculos políticos. En ese sentido, es un fenómeno muy peligroso. Incluso se podría exagerar y decir que la despolitización ya es síntoma de un nuevo régimen autoritario. En el trumpismo vemos esta nueva forma. Ya no creemos en la política ni en la democracia.

WOZ:¿En qué creemos en cambio?

Donatella Di Cesare:Así que creo en la política y la democracia. Por eso intento señalar los peligros y también quiero recuperar el significado radical de la democracia.

WOZ:Eso suena bien. ¿Tienes en mente algún movimiento político específico que también esté intentando hacer esto?

Donatella Di Cesare:No me corresponde señalar el camino concreto. Además, ¿qué significa «concreto» o «práctico», y qué significa «teórico»? Soy filósofo, no político. Mi trabajo es pensar. Pensar, como sabemos, es muy peligroso; Hannah Arendt ya lo dijo. Y pensar es hoy más importante que nunca.

WOZ:En su libro, escribe que las conspiraciones siempre son construcciones de significado, explicaciones, narrativas simples que señalan a los culpables, etc. Sin embargo, para una democracia funcional, necesitaríamos construcciones de significado más complejas.

Donatella Di Cesare:Hablo de una «ilegibilidad del mundo». El mundo parece haberse desmoronado. El hilo de la narrativa se ha roto. Solo queda una intriga difícil de desentrañar. Los conspiradores, en cierto sentido, añoran la legibilidad. Albergan la ilusión de poder explicarlo todo. La intriga, de la que se consideran víctimas, puede resolverse así. Por eso les resulta atractiva la estrategia política de la nueva derecha, que señala el atajo fácil del perpetrador y aviva el miedo.

WOZ:¿Significa eso que la nueva derecha gobierna con el miedo de la gente?

Donatella Di Cesare:Se podría hablar realmente de una fobocracia. El poder se ejerce a través del miedo. Esto caracteriza al gobierno de la nueva derecha. Prometen una protección que no pueden brindar. Es más: provocan miedo deliberadamente, incitan al odio y construyen enemigos. La xenofobia y el conspiracionismo son aspectos fundamentales de la misma aversión a lo «exterior» y a lo extranjero. ¿Qué hace Trump? ¿Qué hace Georgia Meloni? ¿Qué hace Viktor Orbán? Identifican a un perpetrador que puede considerarse culpable: el mexicano, la persona trans, la feminista, el migrante. El conspiracionismo es una reacción inmediata a la complejidad de este mundo. Pero en lugar de encontrar una solución, constantemente señalan a un chivo expiatorio. Esta es una estrategia política que, lamentablemente, está ganando terreno. La experimentamos a diario.

WOZ:Ya que mencionaste a Georgia Meloni: ¿Cómo describirías su gobierno?

Donatella Di Cesare:Para mí, Meloni es diferente de Trump. Proviene de la derecha italiana radical y es posfascista en todos los sentidos. Tenemos un gobierno posfascista. Al principio, esto fue traumático para mí, y no solo para mí. Es precisamente en Italia, la tierra de Mussolini, donde nació el fascismo, donde está surgiendo el primer gobierno posfascista de Europa en 100 años. Quiero enfatizar esto primero. Pero al mismo tiempo, debo preguntarme: ¿Es Italia como Hungría? Estuve en Hungría hace poco y puedo responder: absolutamente no.

WOZ:¿Por qué no?

Donatella Di Cesare:Porque Italia tiene una fuerte tradición de izquierda y aún cuenta con una izquierda fuerte. Pero, lamentablemente, esta izquierda no está suficientemente representada.

WOZ:¿Qué significa eso?

Donatella Di Cesare:He hablado a menudo últimamente de una «izquierda difusa». No diría que Italia sea un país que haya virado claramente a la derecha. Hay mucha gente de izquierdas en Italia. Hay manifestaciones a diario. En muchas ciudades hay protestas, resistencia, manifestaciones. Innumerables. Así que hay mucha resistencia en Italia. Y, por supuesto, Italia es un país dividido, pero siempre lo ha sido. Eso también forma parte de nuestra historia. No es fácil predecir si la izquierda tendrá representación en el gobierno en el futuro. Porque es difícil crear una buena política migratoria. También tenemos un grave problema de pobreza. Tenemos un éxodo significativo de jóvenes. Al mismo tiempo, tenemos un grave problema demográfico. Así que todos estos problemas son muy complejos. Y me temo que las guerras y este plan de rearme de «Rearmar Europa» tendrán consecuencias graves y negativas en Italia.

WOZ:Usted mismo fue víctima del gobierno de Meloni (véase «El filósofo valiente»). ¿Cómo ve la situación de los intelectuales en Italia hoy?

Donatella Di Cesare:En los últimos años, varios intelectuales en Italia han sido procesados. Se han celebrado juicios uno tras otro, incluyendo el mío, el de Luciano Canfora, historiador, el del escritor Roberto Saviano y otros. Desde entonces, debo admitir que hablar en público se ha vuelto más difícil. Yo mismo hablo muy a menudo en público, en televisión, en debates públicos. Y últimamente me he preguntado a menudo: ¿Me siento todavía tan libre como antes?

WOZ:¿Y cuál es tu respuesta?

Donatella Di Cesare:Diría: No. Ya no me siento tan libre como antes. Y probablemente no lo volveré a sentir. También he perdido la confianza. Sin embargo, sigo hablando, como otros intelectuales. Y casi a diario digo lo que la gente no quiere oír: que tenemos un «gobierno posfascista». Pero, claro, observo que la libertad de expresión en Italia se ha reducido mucho. Todos lo sienten así.

WOZ:Recientemente firmó una carta abierta contra el regreso del fascismo. ¿Puede decirnos dónde ve diferencias, pero también similitudes, con el fascismo histórico actual?

Donatella Di Cesare:Esa es una pregunta importante. A diferencia de otros intérpretes y politólogos, estoy convencido de que existe una continuidad entre el fascismo histórico y el posfascismo. Hay diferencias, pero también similitudes. Me gustaría mencionar solo una de ellas: el intento de reducir el demos al ethnos. Para mí, el principal peligro de los Estados Unidos de Trump, la Italia de Meloni o la Hungría de Orbán es que la democracia se convierta en etnocracia. Es decir, las fronteras étnicas se enfatizan y defienden constantemente. Y eso es lo que vimos en el nacionalsocialismo y en el fascismo de Mussolini. Basta mencionar las Leyes de Núremberg de 1935 y las leyes raciales italianas de 1938. Esta interpretación del demos como ethnos es el punto en común más importante con el fascismo histórico, y es crucial hoy, por ejemplo, para la política migratoria o la ciudadanía. En Italia, por ejemplo, tenemos una ley de ciudadanía reaccionaria.

WOZ:¿Puedes nombrar también alguna diferencia?

Donatella Di Cesare:Hay muchas diferencias. Solo por el contexto histórico, que era bastante distinto. Lo que me parece crucial es que el posfascismo de Meloni se extiende en un contexto democrático, que, sin embargo, él busca cambiar.

WOZ:Un estado emocional muy extendido hoy en día, tan explotado por la derecha, es el resentimiento. ¿Por qué es tan difícil aprovechar este poderoso resentimiento para impulsar la política progresista?

Donatella Di Cesare:Por supuesto, el resentimiento también podría utilizarse para la política de izquierdas. Sentimos resentimiento, por ejemplo, cuando nos creemos víctimas de una injusticia. El resentimiento es una emoción política y, en este sentido, está justificado. La dificultad para la izquierda reside en procesar el resentimiento individual para que pueda elaborarse y articularse en torno a un proyecto político común.

WOZ:La derecha canaliza ese resentimiento hacia la política populista. En su libro, menciona a Ernesto Laclau, quien, junto con Chantal Mouffe, definió el populismo como una fuerza emancipadora también para la izquierda. ¿Cuál es su postura respecto al populismo?

Donatella Di Cesare:La cuestión del populismo es compleja. En la visión de Meloni sobre Italia, existe una relación directa entre el jefe de gobierno y el pueblo. ¿Para qué necesitamos entonces a la prensa? ¿Para qué a los intelectuales? El pueblo y yo: ese es el modelo populista de Meloni. Pero también coincido con Ágnes Heller, la filósofa húngara que, hacia el final de su vida, luchó incansablemente contra Orbán y analizó el fenómeno del orbanismo. Coincido con ella en que el orbanismo no es populismo, sino etnosoberanía. Sobre todo, Orbán incita al odio contra los extranjeros y todos los que son «diferentes».

WOZ:¿Existe también un populismo de izquierda?

Donatella Di Cesare:Para ser populista, no basta con la tan cacareada cercanía con la gente. Tampoco debemos olvidar que el populismo tiene una historia y se expresa de diversas formas, especialmente en el contexto latinoamericano. No es tanto una ideología como un estilo político que consiste en movilizar a las masas contra las élites. Por lo tanto, el populismo también puede ser de izquierdas y, sobre todo, puede ofrecer una alternativa a la crisis imperante. El politólogo francés Jacques Rancière describió acertadamente la palabra «populismo» como una etiqueta para la crisis de legitimidad de la política. Mientras que los populistas de izquierda apelan a la gente, a los sectores más pobres de la sociedad, para revitalizar sus reivindicaciones, Orbán utiliza una retórica nacional-populista. Y dada la forma en que él y la nueva derecha utilizan el populismo, prefiero hablar de soberanismo o, como dije, etnosoberanía, porque creo que es más preciso.

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Entrevista a Héctor Cerezo acerca del libro Los derechos humanos una herramienta de lucha

Héctor Cerezo Contreras, coordinador del área de acompañamiento del Comité Cerezo México, nos habló de la concepción de los derechos humanos que se aborda en el libro y de la importancia de plasmar teóricamente la práctica de la defensa de los DDHH. Puedes descargar el libro aquí

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Entrevista a la feminista y panafricanista keniana Wangari Kinoti «Las mujeres y niñas terminamos absorbiendo el golpe de la deuda y la austeridad»

Por Soraya Aybar Laafou

La activista de origen keniano denuncia que la Conferencia sobre Financiación para el Desarrollo ha excluido al sur global del debate de las reformas sobre el sistema económico entre gobiernos e instituciones financieras, y recalca que se ha poner coto a la deuda externa con un enfoque feminista

La IV Conferencia sobre Financiación para el Desarrollo, celebrada en Sevilla, ha sido escenario de fuertes tensiones entre la sociedad civil y los organismos multilaterales. Mientras los gobiernos y las instituciones financieras debatían sobre reformas del sistema económico global, las voces del sur global denuncian haber sido excluidas del proceso.

Así lo señala Wangari Kinoti (Nairobi, 1979), feminista panafricanista de origen keniano y referente internacional en justicia económica y derechos de las mujeres. Kinoti lideró en Sevilla una de las delegaciones de la sociedad civil que asistieron a la conferencia. Con una trayectoria vinculada a organizaciones como ActionAid y múltiples redes feministas internacionales, señala que mujeres y niñas acaban siendo el amortiguador de las crisis económicas y lanza una advertencia clara: si no se hace justicia con la deuda de los países del sur, no habrá igualdad real.

¿Cómo ha visto esta conferencia en Sevilla? ¿Cuál es su impresión principal sobre el enfoque actual de la financiación para el desarrollo?

El ambiente no ha sido favorable para la sociedad civil. Aunque el secretario general de Naciones Unidas, [António Guterres], aseguró en un mensaje al foro de la sociedad civil que seríamos la conciencia de este proceso, en realidad hemos sido sistemáticamente excluidas del diálogo con los Estados miembros y los organismos de la ONU. Incluso se nos ha amenazado con expulsiones por alzar la voz.

Este proceso, que se presenta como inclusivo y democrático, reproduce la arquitectura colonial y patriarcal de la financiación del desarrollo que supuestamente vinimos a reformar. Las propuestas más progresistas, muchas de ellas impulsadas por Estados africanos y movimiento sociales globales, han sido eliminadas del documento final. En esencia, las voces de quienes más sufren esta injusticia han sido silenciadas.

A pesar de todo, logramos realizar una acción simbólica de la sociedad civil dentro del espacio de la conferencia. Solo tuvimos tres minutos, pero fue suficiente para expresar nuestra solidaridad global frente al imperialismo financiero y alzar la voz por la justicia de género, fiscal, climática y de la deuda.

Según su experiencia, ¿qué espacio se da a las voces feministas y del sur global en este contexto? ¿Se siente escuchada aquí?

Incluso dentro de espacios de la sociedad civil más “convencionales”, las voces feministas no siempre son escuchadas. Pero por eso mismo estamos aquí, con una fuerte presencia feminista en Sevilla. Tuvimos un foro feminista durante los dos días previos a la conferencia oficial, y desde ahí articulamos las luchas por la justicia de género, económica y climática.

Las feministas estamos entrelazando estas luchas porque están en el núcleo de nuestra misión: garantizar una vida digna para todas las personas y proteger el planeta que habitamos. ¿Es suficiente el espacio que se nos da? Nunca lo es. Pero siempre estamos aquí para ocuparlo, para reclamarlo y para transformarlo.

¿Cuál cree que es el mayor riesgo de que estas cumbres internacionales no incorporen una perspectiva feminista estructural?

El riesgo es enorme. Una mirada feminista —que en realidad son muchas, porque hay distintos feminismos— nos permite conectar lo local con lo global, lo macroeconómico con la experiencia vivida. Revela puntos ciegos, opresiones que se cruzan, y se enfoca en quienes han sido sistemáticamente marginadas. Nos obliga a enfrentar el poder y a imaginar nuevas formas de bienestar centradas en el cuidado. No incorporar estas miradas no solo es un error: es peligroso. Si este proceso no integra una perspectiva feminista estructural, será incapaz de transformar realmente las arquitecturas globales de poder.

Habla con firmeza sobre la necesidad de abolir la deuda desde una mirada feminista. ¿Qué significa exactamente y por qué es tan importante?

La mayoría de los países del sur global están atrapados en un círculo vicioso de deuda. Hablamos de justicia de la deuda porque su estructura actual es profundamente injusta, colonial e imperialista. Y entrelazada con todo eso está la injusticia de género.

Las políticas económicas no son neutrales. Cuando hay deuda y austeridad, las mujeres y niñas terminamos absorbiendo el golpe: hacemos más trabajo no remunerado, asumimos el colapso de los servicios públicos, nos empujan hacia trabajos precarios y mal pagados. Las niñas abandonan la escuela. Pagamos de nuestro bolsillo servicios que deberían ser públicos. Y todo eso se da en contextos de violencia estructural que se agrava.

Concretamente, ¿cómo afecta la deuda externa a la vida cotidiana de las mujeres en contextos como el de África o América Latina?

La deuda significa menos inversión en salud, educación, protección social. Eso nos afecta directamente: más tareas de cuidado, más riesgos, menos derechos. Las mujeres somos las primeras en sentir el impacto de cada recorte. Estamos hablando de vidas deterioradas, de derechos negados, de violencia sistemática que atraviesa todos los ámbitos.

¿Qué papel tienen instituciones como el FMI o el Banco Mundial en la perpetuación de un sistema económico que reproduce desigualdades de género?

El FMI impone políticas de ajuste estructural que priorizan el pago de la deuda por encima del bienestar de las personas. Promueve recortes en servicios esenciales, lo que destruye la salud y la educación pública. El Banco Mundial, por su parte, fomenta la privatización de servicios y la financiarización del desarrollo.

Estas instituciones, que han estado en el centro de la gobernanza económica global por más de ocho décadas, mantienen a los países del sur global marginados de las decisiones clave. Esto genera más deuda, reformas nocivas y menos inversión en lo esencial.

¿Ve avances reales en la narrativa internacional sobre deuda y género o seguimos en los márgenes?

Hay avances, sí. Cada vez se habla más de las conexiones entre justicia de la deuda y justicia de género. Pero estamos lejos de donde necesitamos estar. Y lo más importante es que esto se aborde desde lo estructural. Porque el sistema económico actual está diseñado para aumentar la desigualdad, la injusticia y la explotación.

¿Y cómo puede el feminismo internacionalista construir una agenda común frente a sistemas económicos y financieros tan poderosos?

Ya lo estamos haciendo. Llevamos décadas construyendo una agenda feminista común. Desde la Conferencia de Beijing hace 30 años –donde ya se habló de la necesidad de incorporar una mirada de género en las políticas macroeconómicas– hasta hoy, seguimos organizándonos entre movimientos, regiones y causas.

Nos inspiran nuestra hermandad, nuestra solidaridad, nuestra memoria feminista. Aunque nos ignoren o nos digan que somos demasiado, no nos rendimos. Porque todo está en juego. Y, al final, el poder está en la gente.

Como mujer panafricana y feminista que lidera una agenda global, ¿cuáles han sido los mayores retos a los se que ha enfrentado en espacios de poder y toma de decisiones internacionales?

Uno de los mayores desafíos ha sido precisamente ese: ser ignoradas o reducidas a una presencia simbólica. Pero no estamos aquí para cumplir cuotas, sino para transformar estructuras. Seguimos adelante porque estamos organizadas, porque tenemos una visión clara y porque no estamos solas.

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¿Qué la inspira y la sostiene en esa lucha?

Me sostiene la fuerza colectiva, nuestra hermandad global. Me inspira la historia feminista, todo lo que ya hemos logrado y lo que todavía podemos alcanzar. A las jóvenes feministas les diría que no están solas. Nunca subestimen el poder de organizarse, de conectar luchas, de alzar la voz. Puede que el sistema sea enorme, pero también lo es nuestra capacidad de imaginar otro mundo y de construirlo juntas.

Fuente: https://www.eldiario.es/desalambre/wangari-kinoti-mujeres-ninas-terminamos-absorbiendo-golpe-deuda-austeridad_128_12439681.html

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“La austeridad sirve para disciplinar a la clase trabajadora”

Con la publicación de El orden del capital, traducido por Isadora Carolina Prieto y Anna Hernández y editado por Capitán Swing, Clara E. Mattei (Italia, 1988) pone en nuestras manos una de las intervenciones más incisivas sobre la historia y el presente de la austeridad. Profesora de economía y directora del Centro de Economía Heterodoxa (CHE, por sus siglas en inglés) en la Universidad de Tulsa (Oklahoma), Mattei explica en esta entrevista que la austeridad no es un instrumento técnico destinado a sanear las finanzas públicas. Por el contrario, se trata de una herramienta política de dominación del capital frente al trabajo, destinada a reforzar el poder del primero, reprimir la disidencia del segundo y clausurar toda posibilidad de un futuro alternativo al establecido como inevitable. A través del análisis histórico del periodo de entreguerras y su eco en el presente –desde las guerras arancelarias de Trump hasta las luchas por la autogestión y la democracia económica–, esta profesora desmantela el mito de la neutralidad de los “expertos” económicos y reivindica el conocimiento popular y la organización colectiva como claves para imaginar otro orden y construirlo.

Quisiera empezar por su proceso de investigación para el libro. ¿Hubo momentos o etapas, en cuanto a los archivos o marcos teóricos, que fueron especialmente importantes para el desarrollo de su trabajo?

A veces se subestima lo mucho que las fuentes primarias nos hablan todavía a día de hoy. A menudo expresan ideas muy actuales, pero de forma más directa. En el trabajo de archivo se encuentra de todo, pero cuando das con documentos que expresan claramente la lógica de la austeridad –como el “trabaja duro, vive con esfuerzo, ahorra”–, por ejemplo, en las conferencias de Bruselas o cuando lees cartas como la de Montagu Norman, gobernador del Banco de Inglaterra, apoyando abiertamente a Mussolini –donde dice que fue “el hombre adecuado en un momento crítico”–, esos momentos son reveladores. Confirman que lo que estás reconstruyendo encuentra un fuerte respaldo en las visiones de quienes hicieron la historia en aquel momento.

¿Por qué eligió centrarse en Gran Bretaña e Italia en el período de entreguerras? ¿Qué había de particularmente destacable en ese momento para su enfoque?

Lo hice principalmente porque conozco los idiomas, lo cual es esencial para trabajar con fuentes primarias. Pero también porque Italia y Gran Bretaña ofrecen un contraste muy revelador, que se supone potencialmente opuesto, tanto ideológica como institucionalmente. Por un lado, la cuna del liberalismo parlamentario y el imperialismo; por el otro, un país más atrasado que también es el lugar de nacimiento del fascismo. Y sin embargo, lo interesante es cómo ambos gestionaron de forma similar el capitalismo tras la Primera Guerra Mundial, especialmente frente al empoderamiento de la clase trabajadora, que puso en cuestión dos pilares fundamentales del orden, como son el trabajo asalariado y la propiedad privada de los medios de producción. En ambos casos recurrieron a tecnócratas para justificar políticas de austeridad, idénticas a las que hoy se utilizan para extraer de la gente sus recursos y socavar su poder, con el objetivo de mantener la economía como un ente aparentemente eterno e invencible. Pero esta “invencibilidad” es en realidad el resultado de una intervención estatal activa, no de un libre mercado. El laissez faire es una construcción ideológica: es el Estado interviniendo para beneficiar a las élites económicas. Y eso sigue ocurriendo hoy.

¿Qué paralelismos ve entre los regímenes de austeridad que estudia y los impulsos de austeridad posteriores a 2008 o al covid, u otras políticas recientes?

Creo que hay una clara continuidad tanto en cómo se justifican como en cómo se aplican estas políticas. Su propósito sigue siendo debilitar a la clase trabajadora. Lo que llamo en el libro la “trinidad de la austeridad” –disciplina fiscal, monetaria y laboral que se traduce en recortes del gasto social, privatizaciones y reformas laborales regresivas– es un patrón recurrente en la historia del capitalismo. En el trabajo que estoy desarrollando ahora, trato de mostrar cómo incluso en los llamados “años dorados” esta lógica estuvo presente, de igual modo que lo ha seguido estando desde la década de los setenta hasta la actualidad.

A mi modo de ver, la austeridad está en el ADN del capitalismo. No puede haber capitalismo sin austeridad. No es solo una reacción temporal ante crisis o desafíos revolucionarios en los que la gente puede llegar a cuestionar la economía, sino una necesidad estructural: el sistema, al basarse en la subordinación de la mayoría, es frágil y necesita de una protección constante. Se crean así las condiciones políticas de manera continua para la reproducción del orden del capital. Europa ha sido un laboratorio de esta lógica de austeridad industrial, con privatizaciones, desregulación y precarización laboral. En EEUU, esto se refleja en los contratos por horas no garantizadas y salarios bajos, que trasladan el riesgo económico directamente al trabajador.

 La militarización no rompe con la lógica de la austeridad; al contrario, la refuerza

Por otro lado, algunos han querido ver en el auge del militarismo en la Europa actual una forma de intervencionismo keynesiano posneoliberal, pero eso es un reductivismo engañoso. La militarización no rompe con la lógica de la austeridad; al contrario, la refuerza. Se recortan gastos sociales con el pretexto de rearmarse, lo que canaliza recursos públicos hacia corporaciones privadas. Esto no empodera a los trabajadores, porque el gasto social podría fortalecerles y poner al sistema en problemas. Por el contrario, redirigir los recursos hacia unos pocos da sustento a un sistema de lucro privado, incluso a lomos de guerras sin fin como la de Ucrania o la destrucción genocida de Palestina. Todo para incrementar el valor de las acciones de las corporaciones, no solo de armamento, sino también tecnológicas como Google o Microsoft, que hacen millones gracias a ello, por ejemplo, a través de contratos con el ejército israelí.

En definitiva, la lógica del lucro está en contradicción directa con las necesidades humanas. La economía actual no está hecha para servir a las personas, sino para extraer, explotar y destruir a expensas del clima, generaciones futuras y gente inocente, y es importante decirlo con claridad.

 La austeridad no tiene nada que ver con combatir la inflación

¿Qué tipos de resistencia a la austeridad surgieron en el período que estudió, y cómo fueron reprimidos o cooptados? ¿Cómo resuena eso en la actualidad, también a la hora de pensar la austeridad como una herramienta para clausurar la aparición de futuros alternativos?

El período de 1919-1920 muestra cuán exitoso e inteligente fue el proyecto de la austeridad. No en términos de equilibrar presupuestos, porque nunca lo hace –de hecho, es muy costoso–, sino en lo que se refiere a su capacidad para reprimir las expectativas de cambio y aumentar la explotación del trabajo. La austeridad no tiene nada que ver con combatir la inflación, como se vende, sino con disciplinar a la clase trabajadora.

Una de las claves para eso fue lo que, en términos gramscianos, denominaríamos la construcción del consenso social. Para frenar los impulsos transformadores del proletariado, como los consejos obreros donde los trabajadores tomaban decisiones económicas y participaban en la construcción de nuevas instituciones, los “expertos” impusieron la idea de que solo ellos entendían la economía. Así, deslegitimaron el conocimiento popular y comunitario, y comenzaron a difundir el mito de que no hay clases sociales, sino solo individuos, y que el experto habla en nombre del bien común de todos, de toda la nación.

Esta retórica técnica y “apolítica”, que reestablecía el equilibrio económico, fue fundamental para neutralizar toda alternativa. Con ello, se redujo el campo de análisis en favor de una supuesta objetividad, se naturalizaron instituciones como la propiedad privada y el trabajo asalariado –sin cuestionar sus fundamentos históricos–, y luego se universalizó este orden como si fuera inevitable. Así surge la idea thatcheriana de “no hay alternativa” [TINA, por sus siglas en inglés].

Las universidades hoy están organizadas precisamente para evitar que el conocimiento sea empoderador

Entender cómo los “expertos” sirven de coacción social por medio de la trinidad de la austeridad y cómo se construye esta autoridad “experta” es un acto de empoderamiento. Nos permite deconstruir la falsa objetividad del discurso económico dominante y reabrir la posibilidad de pensar alternativas a este. Es importante señalar que las universidades hoy están organizadas precisamente para evitar que el conocimiento sea empoderador para los estudiantes, razón por la cual muchos de ellos en la actualidad se rebelan contra cómo se les educa.

En última instancia, la clave está en recuperar el conocimiento colectivo como herramienta de transformación, y entender cómo este se ha intentado suprimir históricamente aplicando la austeridad también a la producción de conocimiento.

¿Qué le llevó precisamente a interpretar la austeridad como un arma política y no como una solución técnica o científica? ¿Y cómo le sirvió para desarrollar la noción de “orden del capital”, como la forma esencial de las relaciones sociales bajo el capitalismo?

Al estudiar la historia, muchas intuiciones teóricas, como las del marxismo, se vuelven evidentes. Por ejemplo, que el capital no es una cosa, sino una relación social, es algo que los economistas nunca tienen en cuenta. La economía dominante –incluso en versiones progresistas como la de Piketty– sigue tratando al capital como algo técnico, como dinero o insumos para la producción, lo cual define al capital en términos que lo fetichiza y lo universaliza. Sin embargo, el sistema económico se basa en las personas. El primero en darse cuenta de esto fue Marx, que dijo que la economía se fundamentaba en las relaciones sociales entre personas, lo cual la convierte en una disciplina política por definición, porque remite al poder y las relaciones de poder, a quién toma las decisiones y quién se beneficia de la producción.

Desde esa mirada, empezamos a pensar de una forma más emancipatoria: si este es un sistema político, ¿qué le da continuidad y qué mecanismos se activan para ello? Entonces, la austeridad se presenta como una herramienta clave para sostener ese orden del capital. No es la única, pero sí una forma muy clara de gestión social: sirve para contener y moldear a la sociedad según los intereses del capital. Y si esto es así, también podríamos organizarnos socialmente de otra forma.

Lo interesante es que en momentos históricos como este, incluso figuras como Trump, aunque desde una agenda opuesta, han dejado en evidencia que la economía es profundamente política. Con sus aranceles, por ejemplo, ha roto con la narrativa de que la globalización es un proceso natural e inevitable para los seres humanos. Por supuesto, no lo hace para liberar a los trabajadores, a los que les está aplicando severas políticas de austeridad –por ejemplo, cortando dos billones de dólares en gasto social y reduciendo más de cuatro billones en impuestos a las empresas y los ricos, como parte de una guerra contra los pobres. Pero Trump está mostrando, por un lado, que no hay economía separada de las decisiones políticas y, por otro, paradójicamente, que el sistema es potencialmente modificable.

Esto es interesante porque, al final, si tomamos en serio la dimensión social, histórica y política de la economía, deberíamos abrir más espacio a experiencias presentes que cuestionan los pilares fundamentales del capitalismo que ya mencioné: el trabajo asalariado y la propiedad privada de los medios de producción.

Ya que menciona esto, quería preguntarle sobre el vínculo entre la austeridad, como instrumento histórico para disciplinar a la clase, y las guerras arancelarias actuales, que Trump y otros se esfuerzan en presentar como políticas en favor del empleo nacional, aunque el costo real recaiga precisamente en la clase trabajadora. ¿Cree que los aranceles funcionan también como una herramienta para gestionar el descontento complementaria a la austeridad?

Es una buena forma de plantearlo. Esta guerra arancelaria funciona como una herramienta para gestionar el descontento social, aunque la efectividad de sus resultados sea incierta. La idea de que los trabajadores estadounidenses se beneficiarán de estas guerras comerciales es pura fantasía: las corporaciones solo reubicarán empleos si el entorno para la producción y la generación de beneficios les resulta favorable, y con el nivel de automatización actual, eso es muy improbable.

Lo que sí está claro es que los trabajadores tendrán que hacer frente a precios más altos, ya que las empresas aprovechan cualquier excusa para subirlos y aumentar sus beneficios, incluso si los costos reales no lo justifican. En un país donde el 52% de las familias no pueden cubrir sus necesidades básicas y el 78% vive al día, esto agrava una situación ya crítica. La gente está en estado de pobreza extrema en este país, y los aranceles no van a ayudarles.

Mientras tanto, la austeridad clásica continúa, con recortes brutales a programas sociales como Medicaid, Medicare o la educación pública, que afectan sobre todo a los más vulnerables. Esto ya no convence ni siquiera a la base de Trump, así que los aranceles sirven más como narrativa del “hacer América grande de nuevo” que como solución real. En definitiva, encubren un sistema que sigue extrayendo riqueza de los trabajadores, al tiempo que exponen las contradicciones de un orden global en crisis.

Lo que está claro es que EEUU es un imperio en decadencia. Está perdiendo. China y los BRICS son ya un poder económico muy superior, y EEUU busca reafirmar su poder mediante gestos agresivos, pero poco efectivos. Es una farsa que va a acelerar su aislamiento. Esto, combinado con su apoyo incondicional a Israel, Netanyahu y el genocidio en curso, está deteriorando tanto su poder económico como su legitimidad política en el mundo.

Escuchar a Trump decir que podría adueñarse de Gaza, después de haber asesinado y desplazado a quienquiera que quede, es un signo inequívoco de que EEUU no puede representar más el centro de cualquier pacto mundial que nos propongamos, que es algo de lo que todos los liberales en este país todavía están convencidos. Algunos incluso dicen eso de que “Trump es malo, pero no tan malo como otras alternativas”, en referencia a Rusia, China o lo que tengan en mente. ¿En serio? Así que es interesante ver cómo incluso esos liberales que están tan convencidos de la superioridad estadounidense no tienen capacidad para defender lo que está sucediendo. Es una gran farsa. Y Europa debería dejar de ser tan servil a EEUU, pero no creo que lo haga.

Quería ahondar en el tema de la guerra arancelaria como síntoma de una crisis más profunda de legitimidad del orden del capital, similar a la que describe tras la Primera Guerra Mundial. Si así fuera, ¿qué tipo de orden cree que podría surgir de este momento?

Evidentemente, no se trata solo de EEUU frente al resto del mundo. Más bien, lo que se está haciendo cada vez más obvio es que hasta la esperanza de conseguir un trabajo alienante y mal pagado en industrias insostenibles como la automotriz ya no es suficiente ni deseable como horizonte de vida. Hay que imaginar algo mejor para las próximas generaciones.

Están sucediendo muchas cosas importantes. Existen muchas iniciativas subterráneas y poco visibilizadas que ofrecen alternativas reales y exigen retomar las raíces de experiencias sobre las que he escrito. Una de ellas es la autogestión obrera, una demanda histórica clave para una verdadera democracia económica, porque permite que las personas participen en las decisiones sobre sus condiciones materiales de vida y fomenta modelos de producción sostenibles y comunitarios que no se basan únicamente en el lucro. Porque una vez que los trabajadores refuerzan los lazos con sus comunidades, priorizan la sostenibilidad ecológica de estas. Hay grandes ejemplos concretos en el mundo, como el del Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra (MST) en Brasil, que ha desarrollado exitosamente proyectos agroecológicos autogestionados e inspiran a muchos movimientos a presionar a los gobiernos para recuperar la tierra.

Fuente de la información: https://ctxt.es

Fotografía: CTXT. Clara Mattei. / Anton Brink

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Entrevista OVE: Claudia Pedone sobre Migraciones Latinoamericanas. (Video)

Entrevista realizada por Luis Bonilla Molina para Centro Internacional de Investigación Otras Voces en Educación 

Claudia Pedone es una investigadora especializada en migraciones, con un enfoque en movilidad humana, políticas migratorias y dinámicas transnacionales, especialmente en América Latina y Europa.

Algunos aspectos destacados de su trabajo:

  • Temas de investigación: Migraciones internacionales, familias transnacionales, migración y género, políticas migratorias, migración cualificada (especialmente desde América Latina hacia Europa).

  • Vinculación académica: Ha trabajado en instituciones como el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en España y colaborado con universidades y centros de investigación en Europa y América Latina.

  • Publicaciones: Ha escrito artículos y capítulos sobre migraciones, destacándose en estudios sobre migrantes latinoamericanos en España y procesos de integración.

Algunas publicaciones o proyectos relacionados:

  1. «Políticas migratorias y estrategias familiares» – Análisis de cómo las familias migrantes adaptan sus estrategias frente a cambios legislativos.

  2. «Migración calificada y movilidad» – Estudios sobre profesionales latinoamericanos en Europa.

  3. Colaboraciones en libros como «Migraciones internacionales: miradas desde América Latina» (entre otros).

Les invitamos a ver y escuchar la entrevista y a dejar sus comentarios.

 

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La pintura como refugio: Artista española Bárbara Alegre sobre el arte, el duelo y la sanación emocional

Sus figuras evocan un regreso a la lentitud, a la empatía y a la conexión con uno mismo, con los demás y con la naturaleza.

En un mundo abrumado por el conflicto, la sobreestimulación y la fatiga emocional, las pinturas de Bárbara Alegre ofrecen un raro contrapunto: quietud, suavidad y una conexión sincera. Con paletas de colores tenues y composiciones en óleo por capas, crea espacios íntimos que responden al caos con ternura. Sus figuras evocan un retorno a la lentitud, la empatía y la conexión con uno mismo, con los demás y con el mundo natural. Para Alegre, pintar es “un refugio”, un acto silencioso de sanación en un mundo que a menudo resulta abrumador.

Alegre nació en España y actualmente vive en Barcelona. Su formación académica abarca tres instituciones clave: Llotja Escola d’Arts i OficisChelsea College of Arts y Royal College of Art en Londres, donde completó su maestría en pintura. Tras una larga pausa para crear una familia, el regreso al Royal College of Art la ayudó a relanzar su carrera y a profundizar su perspectiva conceptual del arte. Cada etapa formativa moldeó su evolución: desde los fundamentos técnicos hasta una práctica más filosófica y emocionalmente guiada.

En junio, el trabajo de Alegre fue presentado en la feria New Art Dealers Alliance (NADA) en la ciudad de Nueva York, a través de la galería coreana Dohing Art. La exposición marcó un paso significativo en la expansión de su alcance global, ofreció al público estadounidense una ventana a su mundo introspectivo y profundamente sentido. Su presencia en NADA destacó la resonancia universal de su obra, que ya se ha exhibido en Europa y Asia.

Bárbara Alegre's painting ‘Limits of a Given World’ 2024. Oil on canvas.

Bárbara Alegre ‘Límites de un mundo dado’, 2024. Óleo sobre lienzo, 50 x 70 cm. Foto cortesía de la artista.

En una entrevista con Global Voices, Alegre habló sobre las fuerzas emocionales y simbólicas que impulsan su arte, el uso de objetos personales, como el maquillaje de su difunta madre, las corrientes psicológicas que moldean su lenguaje visual y la manera en que la pintura funciona como terapia personal y como una ofrenda silenciosa para quienes buscan consuelo en el arte.

A continuación, extractos de la entrevista.

Omid Memarian (OM): En “Límites de un mundo dado”, una figura juega al hilo con caracoles, insinuando lentitud y reflexión. ¿Cómo responde esto a la urgencia y la sobreestimulación actuales?

Bárbara Alegre (BA): En los últimos años, he sentido una fuerte necesidad de crear imágenes que reconforten y contrarresten la violencia de nuestro mundo muchas veces disfuncional. Veo el afecto como un camino hacia la comprensión, y la pintura como un espacio silencioso y restaurador, libre de cinismo, destinado a compartir calma, paz y amabilidad.

Esta pintura se desarrolla como una fábula, contada a través de una figura femenina que encarna valores humanistas y un compromiso profundo con la comprensión y el respeto del entorno que sostiene su cuerpo y su mente, lo que beneficia a la propia naturaleza.

La obra busca recuperar un vínculo perdido, volver al ritmo de la madre naturaleza y recordarnos que todavía es posible sentir su poder reparador, devolver el equilibrio y la armonía con la fauna, la flora y el ecosistema, que son extensiones de nosotros mismos.

Bárbara Alegre ‘Última lección’, 2020. Maquillaje y óleo sobre papel, 57 x 77 cm. Foto cortesía de Ione & Mann Gallery.

OM: En tu serie “Última lección”, incorporaste el maquillaje de tu madre tras su muerte. ¿Cómo influyó este proceso íntimo en tu exploración de la identidad, la memoria y la transformación?

BA: Esta serie exploró el dolor, el trauma y la reparación durante el duelo. Pinté retratos de mi madre con su maquillaje y sus pinceles en un intento por mantenerla cerca, físicamente presente. Su ADN estaba en todo; era una obra sobre ella, hecha de ella y para ella. Fue una despedida lenta que terminó cuando el maquillaje se agotó.

La pintura ayudó a resolver un rompecabezas interior que las palabras o acciones no podían explicar, ya que el trauma muchas veces resiste el discurso. Estas representaciones simbólicas transformaron mi dolor, me llevaron a la aceptación, el homenaje y la reubicación.

Reflexioné sobre la visión de Melanie Klein del arte como un acto de amor y reparación, y sobre la idea de Donald Winnicott del arte como un espacio transicional, que se aleja de la realidad hacia la fantasía y la ilusión. En ese sentido, el maquillaje se convirtió en el objeto transicional que ayuda a lograr la separación de la madre cuando ella ya no está de cuerpo presente.

Bárbara Alegre's painting, ‘Shadow’ 2024. Oil on canvas

Bárbara Alegre, ‘Sombra’, 2024. Óleo sobre lienzo, 35 x 35 cm. Foto cortesía de la artista.

OM: Tus pinturas suelen presentar una paleta de colores suaves y composiciones delicadas. ¿Cómo contribuyen estos elementos a la calma y a la introspección que impregnan tu arte?

BA: Desde pequeña me cautivó el impacto emocional del color. Armonizaba tonos intuitivamente para provocar algunas emociones. En la adolescencia, estudiar la psicología del color profundizó esa intuición al ayudarme a comprender cómo los colores influyen en el estado de ánimo de una persona. Más tarde, trabajar como florista añadió una dimensión simbólica, al asociar colores con aromas y significados.

Esta base define mi paleta actual: tonos tenues, pasteles y colores piel, elegidos para evocar suavidad, empatía, vulnerabilidad e inocencia. Todo invita a la calma y a la contemplación

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London Gallery Weekend 2022. Billboard for Bárbara Alegre’s ‘Last Lesson,’ 2020, Piccadilly Lights

London Gallery Weekend 2022. ‘Última Lección’ en Piccadilly Lights, Londres. Foto de Will Amlot, cortesía de London Gallery Weekend.

OM: Tu trabajo explora lo físico y lo psicológico. ¿Cómo usas historias personales para plantear temas universales, como la empatía y la condición humana?

BA: Mi obra parte de reflexiones y experiencias personales, pero busca ir más allá para hablar de aspectos universales de la condición humana.

Todos atravesamos paisajes emocionales similares y enfrentamos cuestionamientos fundamentales a medida que crecemos. El arte siempre ha tratado estos temas; lo que cambia es la manera de expresarlos.

Intento crear un espacio donde el espectador pueda percibir la conexión entre las sensaciones físicas y las respuestas psicológicas. Mi objetivo es que la obra resuene profundamente, que fomente empatía y una comprensión compartida de nuestra humanidad colectiva.

Bárbara Alegre, ‘Seven Souls’ 2024.

Bárbara Alegre, ‘Siete Almas’, 2024. Óleo sobre lienzo, 70 x 50 cm. Foto cortesía de la artista.

OM: En obras como Lucha, huida, parálisis exploras el trauma y los estados psicológicos. ¿Cómo traduces esas emociones al lenguaje visual y qué retos conlleva?

BA: Mi forma de traducir estados emocionales complejos, especialmente los relacionados con el trauma, al lenguaje visual figurativo es profundamente personal, aunque con la intención de conectar con otros. El desafío es dar forma a emociones internas, a menudo abstractas, sin caer en clichés. Comienzo escuchando mi cuerpo, localizando dónde está el dolor, entendiendo su naturaleza y percibiendo qué podría aliviarlo. Este diálogo interno se parece a una sesión psicológica. Aunque el arte abstracto parezca más sencillo, lo considero demasiado superficial para reflejar la complejidad del trauma. Busco moldear esos sentimientos invisibles a través de la figuración, con lo que honra su profundidad y fomenta la empatía.

Bárbara Alegre, ‘Naigo’ 2020. Oil on canvas.

Bárbara Alegre, ‘Naigo’, 2020. Óleo sobre lienzo, 90 x 130 cm. Foto cortesía de la artista.

OM: Has llamado al arte un “refugio”, un espacio de reflexión y consuelo. ¿Cómo influye esto en tu proceso y en los entornos que creas en tus exposiciones?

BA: En mi experiencia, el arte ha sido vital para mi salud mental y mi bienestar emocional. Desde niña, dibujar y pintar me han ayudado a transformar experiencias dolorosas en recuerdos positivos. Cuando la vida parece reducirse al dolor, encontrar formas no dañinas de afrontarlo se vuelve esencial  y para mí, la práctica artística constante es una de ellas. Intento compartir ese refugio con los demás, ofrecer tranquilidad a través de la contemplación y la experiencia del arte. Las galerías con las que colaboro apoyan esta visión, ya sea añadiendo alfombras a los espacios, pintando las paredes en tonos suaves o eligiendo lugares con chimenea. Esa sensación final de suavidad habita cada detalle.

Bárbara Alegre, ‘Fight Flight Freeze’ 2023.

Bárbara Alegre, ‘Lucha, Huida, Parálisis’, 2023. Óleo sobre lienzo, 80 x 80 cm. Foto cortesía de la artista.

OM: Con la creciente digitalización del mundo del arte, ¿cómo percibes el papel de la presencia física y la experiencia táctil al interactuar con una obra?

BA: Para mí, la experiencia visual y táctil es esencial; las palabras no pueden transmitir completamente la sensación de ver y tocar una obra. Intento evocar esa sensación a través de la pintura.

Las plataformas digitales son útiles para la accesibilidad, especialmente en momentos especiales como lo fue la pandemia, pero sus límites son evidentes. En las pantallas, las obras pierden profundidad, textura, fidelidad del color y las huellas humanas sutiles del original.

Nada se compara con ver arte presencialmente, en el que todos los sentidos se involucran en una experiencia inmersiva. Aunque ambos formatos pueden coexistir, lo digital nunca podrá reemplazar la riqueza del encuentro físico directo.

Fuente de la información:  https://es.globalvoices.org

Fotografía: Global voices. Bárbara Alegre en el Studio_2021. Javier Rodero.

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Entrevista a Aurora Gómez «Una búsqueda con ChatGPT consume 10 veces más que una búsqueda en el Google antiguo»

Por: Olivia Carballar

Tu Nube Seca Mi Río trata de sensibilizar y actuar sobre el impacto ecosocial de los centros de datos. Hace unas semanas, fue referenciado por Naomi Klein en ‘The Guardian’. «Yo es que lo tengo que decir porque estoy muy orgullosa», afirma Aurora Gómez, la persona que está detrás del colectivo.

Si eres de los que se resisten a dejar las redes sociales por miedo a que el mundo se olvide de ti, puede que te interese esta entrevista. «En la España árida y con estrés climático, uno de los grupos que pide una moratoria a los nuevos centros de datos se autodenomina Tu Nube Seca Mi Río. El nombre es apropiado, y no solo para España. Se está tomando una decisión indescriptiblemente desalentadora ante nuestros ojos y sin nuestro consentimiento: máquinas sobre humanos, lo inanimado sobre lo animado, las ganancias por encima de todo lo demás». Quien escribe estas palabras es nada más y nada menos que Naomi Klein.

«Yo es que lo tengo que decir porque estoy muy orgullosa», afirma Aurora Gómez, la persona que está detrás de ese colectivo. Porque ni todos los días una sale en The Guardian ni todos los días te cita la autora de La doctrina del shock. «Y nos ha citado sin necesidad de estar en las redes sociales privativas. Yo solo estoy en Mastodon», argumenta como ejemplo de que habitar Internet de otro modo es posible.

Foto:
«Soy huérfana de río», dice Aurora Gómez. «Este es el mío adoptivo, el Júcar, a su paso por Cuenca». CEDIDA

De profesión psicóloga, Gómez viene de 25 años de lucha por el software libre y los derechos digitales. «Si bajas la resolución de la cámara, podremos hablar mejor. O si puedes cerrar pestañas», avisa ante las interrupciones al inicio de la entrevista, por videoconferencia. Fue unos días antes del apagón. Finalmente, optamos por el teléfono. «Ahora sí».

¿Cómo surge Tu Nube Seca Mi Río?

Somos un colectivo activista que nació con la idea de sensibilizar sobre el impacto ecosocial de los centros de datos. Empezamos hablando de impacto ambiental y tuvimos que hablar también de lo social, porque nos dimos cuenta de que los impactos iban, además, hacia la población. El colectivo surgió cuando anunciaron el centro de datos de Meta en Talavera de la Reina. Yo, que soy de Castilla-La Mancha, pensé que si lo ponían ahí, nos lo iban a poner en más sitios. Y no iba muy desencaminada. En mi región estamos enfrentando no solo el tema de los centros de datos sino también el extractivismo minero de las tierras raras.

Ahora empezamos a escuchar más que la IA consume mucha agua. ¿De qué impacto estamos hablando?

Hasta hace poco no sabíamos que los centros de datos consumían agua. Lo único que hacían, para refrigerarse, era consumir mucha energía. Y eso ya era un problema climático impresionante y deslocalizado. Pero cuando aparece la inteligencia artificial y otros tipos de demandas energéticas como el streaming o los juegos multijugador online, la cosa cambia. Los centros de datos hacen tres funciones. Son como una gran caja de zapatos y dentro están los ordenadores, que tienen que almacenar la información, procesar la información y distribuir la información. Y es en la parte de procesar la información donde la inteligencia artificial consume muchos más recursos. Antes era mucho menor, pero ahora es un gran problema. Es decir, han crecido los denominados centros de datos de hiperescala, que son los que utilizan energía y agua para refrigerarse. Y, en breve, van a suponer la mitad de los centros de datos en todo el mundo.

Entre quienes defienden el uso de la IA generativa, argumentan que con ella necesitan hacer menos búsquedas que antes, con lo que el impacto ecológico sería menor. ¿Esto es así?

Es absolutamente falso. Primero, porque la información no suele ser verídica. Segundo, porque una búsqueda con ChatGPT consume 10 veces más que una búsqueda en el Google antiguo. Imagínate la diferencia de lo que estamos hablando en tan poquito tiempo. Y, en tercer lugar, todas estas visiones tecnooptimistas de la IA son visiones colonizadoras, racistas y lanzadas desde el privilegio, porque tú estás dando por hecho que tu derecho a buscar esa información o hacer una imagen del Estudio Ghibli está por encima del derecho de alguien a beber agua en otra parte del mundo. Es decir, es un privilegio atroz pensar que tenemos derecho a usar la inteligencia artificial porque sí. ¿Por qué alguien se cree con el derecho a pisotear la salud, el clima o los derechos laborales de otras personas?

Hay gente comprometida con el medioambiente que dice que prefiere no saber las consecuencias. 

Sí. Es que hay gente que se ha comido el discurso tecnooptimista y no se ha dado cuenta de que ese discurso viene totalmente imbricado con el capitalismo. Y me voy a retrotraer. En la primera revolución industrial coexistían a la vez la esclavitud y las primeras fábricas. En las plantaciones de esclavos, los esclavos se estaban rebelando, estaban con sus movimientos abolicionistas. Y en las fábricas, los movimientos obreros estaban diciendo también «oye, queremos derechos laborales, queremos salud». Ellos no estaban conectados, pero los jefes eran los mismos.

Entonces, gente como Charles Babbage lo que hizo fue decir: vamos a utilizar la automatización que separa una tarea compleja en tareas más pequeñas de tal manera que le quitemos valor a la gente. Es decir, que en la idea misma de lo que es la raíz de la IA ya hay una base colonial, capitalista y extractivista. No es un fallo de diseño, es el diseño.

Es otro invento del sistema, dicen algunos lectores, porque lo que te llevaba un día, ahora te lleva un minuto. 

Te voy a poner un ejemplo que me gusta mucho. Yo soy de una zona de Ciudad Real muy cerquita de Almagro. Almagro es superbonito, con su teatro y demás, pero tiene una característica muy curiosa: el encaje de bolillos. Allí se hace mucho porque la gente lo trajo de sus migraciones a Holanda. Y es algo que requiere una habilidad manual espectacular. ¿Pero sabes qué hacen las mujeres de Almagro mientras hacen bolillos? Hablar entre ellas. El bolillo es secundario y hablar entre ellas es lo principal. Lo principal es que salen a la puerta de su casa las noches de verano más tórridas para poder hablar en grupo. Y se oye ese sonido que tengo grabado en la mente: tuturrutu-tuturrutu. Podían haberlo hecho muy rápido, con un telar, con mucho ruido, sin hablar y ser, así, eficaces. Pero la eficacia es algo que solo le importa al capitalismo.

¿Y por qué se eligen determinados lugares para esos centros de datos?

La mayoría de los sitios que se están eligiendo son regiones con alto estrés hídrico. O sea, desiertos. Son zonas despobladas, con muy bajo poder. A esas empresas les da igual que haya agua porque se la van a llevar ellas. Tienen contratos preferentes. Y eso es lo que ya hemos visto. Por ejemplo, en Estados Unidos, tú ves el mapa de las regiones secas, donde habría un cowboy por ahí dando vueltas, y es ahí donde están todos los centros de datos. Arizona, Virginia… En España, Aragón es la región que más está creciendo con diferencia. La siguiente va a ser Castilla-La Mancha. Y luego Andalucía. Madrid y Barcelona tienen los centros de datos antiguos. Porque en Madrid y Barcelona el terreno es más caro y nos les sale rentable. Básicamente, estos centros de hiperescala irán en la España despoblada.

Algunos gobiernos, además, promueven estos centros. ¿Deberían exigir a las empresas que informen del uso de agua que conlleva su actividad?

Hay una directiva europea aprobada en septiembre del año pasado que dice que tienen que informar de cuánto gastan, pero no se está aplicando. ¿Sabes el meme este de la independencia de Cataluña? ¿Primero que sí y luego que no? Pues cuando Escrivá, como ministro para la Transformación Digital, dijo en la misma noticia que iban a legislar sobre la IA y los centros de datos para que no consuman tanta agua y su uso sea transparente, yo dije: «¡Bien!». Pero a continuación añadió: «Y entonces vamos a hacer un kit digital para que todos los autónomos, pequeñas pymes, utilicen la IA». Y yo dije: «¡No!». Tienen un cacao con la transición ecológica y digital…

¿Y qué pasó con el decrecimiento? Se volvió a escuchar mucho cuando preguntó la reina Letizia. ¿Y ahora?

Yo la escribo a diario, muchas veces. Nosotros, por ejemplo, hablamos de decrecimiento digital. Hay gente que utiliza los términos de permacomputación o de ecofeminismo de datos, como Ana Valdivia. Hay muchas maneras de afrontar cómo podría ser un mundo con otro tipo de tecnología diferente.

En ‘La Marea’, que también ha dejado la redes del ‘mal’, nos anima oír esto.

Claro. No necesitamos estar en esos otros sitios del mal y alimentar el mal. Somos nosotros los que creamos contenido y los que queremos interaccionar. Y para esas dos cosas no necesitamos esas herramientas del mal.

Pero es difícil en mitad de la gran ola.

El fallo es verlo de manera individual. Yo llevo 25 años luchando, con lo cual para mí es medianamente fácil. Pero ¿te acuerdas de lo de la huella de carbono? Ahora están intentando hacer lo mismo: trasladar las culpas individuales. Pero nosotros no tenemos poder de manera individual, tampoco en una sociedad digital. Lo tenemos en colectivo.

Un ejemplo de nuestra capacidad de acción es lo que está pasando en las escuelas. Las asociaciones de familias se están juntando y haciendo pactos contra las pantallas, que no van a permitir que sus hijos e hijas utilicen móviles hasta los 16 años. De esa manera, sí puedes sacar a tus hijos de la pantalla .  Y es lo que te decía antes de los esclavos de las plantaciones en Jamaica y los luditas en Londres. No se conocían, pero yo, por ejemplo, la siguiente reunión que tengo es con alguien de Irlanda. Y a diario hablo con muchos colectivos, franceses, portugueses… Es una cascada de activismos que van levantándose, y cada uno lo hace porque ha visto a otro y le ha inspirado.

Y actuando.

Sí, porque más allá de la parte de visibilización, ya estamos con la parte de lucha. Por ejemplo, hemos hecho alegaciones a los centros de datos de Amazon de manera colectiva, con Ecologistas en Acción. Que las actuaciones tengan consecuencias.

En resumen: ¿es entonces imposible tener IA sin consumo de agua?

Aunque resolvieras el problema aquí con los centros de datos, seguiríamos teniendo una cadena de impactos ecosociales en toda la cadena de suministro, en otra parte del globo; es decir, sería imposible.

Fuente: https://www.lamarea.com/2025/05/20/aurora-gomez-una-busqueda-con-chatgpt-consume-10-veces-mas-que-una-busqueda-en-el-google-antiguo/

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