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Capitalismo y petróleo: nuevos centros de acumulación de capital y el lugar del Medio Oriente en el imperialismo internacional.

Adam Hanieh es profesor de economía política y desarrollo internacional en la Universidad de Exeter (Inglaterra), donde su investigación se centra en el capitalismo y el imperialismo en Oriente Medio. Su último libro lleva por título Crude Capitalism. Oil, Corporate Power, and the Making of the World Market (Verso Books, septiembre de 2024). En esta gran entrevista con Federico Fuentes para LINKS, Adam Hanieh habla de la necesidad de poner de relieve las transferencias de valor para comprender el imperialismo, el papel de Israel en el capitalismo fósil mundial y la creciente influencia de los Estados del Golfo.

-Durante el siglo pasado, el término imperialismo fue utilizado para definir diferentes situaciones. A veces, es reemplazado por conceptos como globalización y hegemonía. ¿Sigue siendo válido el concepto de imperialismo? Si es así, ¿cómo lo define?

-Adam Hanieh. Sin duda sigue siendo válido y hay mucho que aprender tanto de los autores clásicos sobre el imperialismo, como Vladimir Lenin, Nikolái Bujarin y Rosa Luxemburgo, como de las contribuciones y debates posteriores, incluidos los de los marxistas anticolonialistas de los años sesenta y setenta.

De manera muy general, defino el imperialismo como una forma de capitalismo mundial basado en la extracción y la transferencia continua de valor de los países pobres (o periféricos) a los países ricos (o centrales), y de las clases de los países pobres a las clases de los países ricos. Creo que existe una tendencia a reducir el imperialismo a un simple conflicto geopolítico, a la guerra o a la intervención militar. Pero sin esta idea central de las transferencias de valor, no podemos entender el imperialismo como una característica permanente del mercado mundial que opera incluso en períodos considerados «pacíficos»

Los medios mediante los cuales se efectúan estas transferencias de valor son complejos y requieren una reflexión profunda. La exportación de capital en forma de inversión extranjera directa a los países dominados es uno de los mecanismos. La extracción y el control directo de recursos es otro. Pero también debemos examinar los diversos mecanismos y relaciones financieras que se han generalizado desde los años 80, como los pagos del servicio de la deuda efectuados por los países del Sur. También existen diferencias en el valor de la fuerza de trabajo entre los países centrales y los periféricos, algo que analizaron los teóricos del imperialismo de los años sesenta y setenta, como Samir Amin y Ernest Mandel. El intercambio desigual en el comercio es otra vía. Y la mano de obra migrante es otro mecanismo muy importante para la transferencia de valor. Reflexionar sobre estas múltiples formas nos permite comprender mejor el mundo actual, más allá de la simple cuestión de la guerra o de los conflictos interestatales.

El hecho de abordar el imperialismo a través de estas transferencias de valor permite revelar quién saca provecho de ellas. Lenin destacó el capital financiero, que era el resultado del control cada vez más integrado del capital bancario y del capital industrial o productivo. Esto sigue siendo válido. Pero ahora es más complicado, en la medida en que ciertas capas de burguesías dominadas en la periferia se han integrado parcialmente dentro del capitalismo del centro. No sólo tienen a menudo la nacionalidad de estos países, sino que además se benefician de esas relaciones imperiales. También hay mucha más propiedad transfronteriza del capital y un auge de las zonas financieras extraterritoriales, offshore, lo que hace mucho más difícil el seguimiento del control y los flujos de capital. Para entender el imperialismo hoy en día, es necesario comprender mejor quién saca provecho de esta integración en los principales centros de acumulación de capital y cómo están conectados los diferentes mercados financieros.

Una tercera característica derivada de estas transferencias de valor es el concepto de aristocracia obrera. Este concepto fue de gran importancia para debatir sobre el colonialismo y el imperialismo, remontándose a Karl Marx y Friedrich Engels, pero a menudo es malinterpretado o dejado de lado en el pensamiento marxista contemporáneo. Si vamos más allá del folleto de Lenin, El imperialismo, fase superior del capitalismo, para examinar sus otros escritos sobre el imperialismo, vemos que le dedicó especial atención al análisis de las implicaciones políticas de las relaciones imperiales en la creación de capas sociales en los países centrales cuya política se alineó y se conectó con su propia burguesía. Esta idea sigue siendo válida y debe ser subrayada nuevamente. En Gran Bretaña, por ejemplo, permite explicar el carácter claramente proimperialista del Partido Laborista británico.

Una de las características del imperialismo contemporáneo que no estaba bien teorizada a principios del siglo XX es la forma en que la dominación imperial está necesariamente vinculada a ideologías racistas y sexistas particulares, que contribuyen a justificarlas y legitimarlas. Podemos verlo hoy en el contexto de Palestina. Es realmente importante integrar el antirracismo y el feminismo en nuestra forma de pensar el capitalismo, el antiimperialismo y las luchas antiimperialistas. Neville Alexander [1936-2012, estuvo encarcelado en Robben Island de 1964 a 1974] lo hizo en el contexto sudafricano, al igual que Walter Rodney [1942-1980, fecha de su asesinato], un marxista anticolonialista de Guyana, y Angela Davis en Estados Unidos.

-Muchos coinciden en que, después del fin de la Guerra Fría, la política internacional ha estado dominada por el imperialismo estadounidense/occidental. Sin embargo, parece estar ocurriendo un cambio relativo con el florecimiento económico de China, la invasión de Ucrania por parte de Rusia y la demostración de poder militar más allá de sus fronteras por parte de naciones aún más pequeñas, como Turquía y Arabia Saudita. En general, ¿cómo entender la dinámica que opera dentro del sistema imperialista internacional?

-Desde principios de los años 2000, asistimos a la aparición de nuevos centros de acumulación de capital fuera de Estados Unidos. China ocupa un lugar destacado. Al principio, esto estaba relacionado con los flujos de inversión extranjera directa en China y en la región más amplia de Asia Oriental con el objetivo de explotar una mano de obra barata en el marco de una reorganización de las cadenas de valor globalizadas. Pero desde entonces, el auge de China se ha asociado a un debilitamiento relativo del capitalismo estadounidense en el contexto de crisis mundiales profundas y cada vez más graves.

Esta erosión relativa de la potencia de Estados Unidos puede observarse a través de diferentes indicadores. En las últimas tres décadas, la dominación estadounidense sobre las tecnologías, las industrias y las infraestructuras clave se ha debilitado. Un indicador de esto es la disminución de la participación de Estados Unidos en el PIB mundial, que pasó del 40 % a aproximadamente el 26 % entre 1985 y 2024. También ha habido un cambio relativo en la propiedad y el control de las mayores empresas capitalistas del mundo. Por ejemplo, la cantidad de empresas chinas que figuran en el Global Fortune 500 superó a la de las empresas estadounidenses en 2018 y se mantuvo así hasta el año pasado, cuando Estados Unidos volvió a liderar la lista (139 empresas estadounidenses frente a 128 chinas). En el año 2000, la presencia de China en esta lista se limitaba a 10 empresas. Si bien el ascenso de China se ha producido en gran medida a expensas de las empresas japonesas y europeas, también se ha observado una disminución del control estadounidense sobre las grandes empresas: en los últimos 25 años, la participación de Estados Unidos en la clasificación de Global Fortune 500 pasó del 39 % al 28 %.

Es importante señalar que estos signos de declive relativo de Estados Unidos se reflejan a nivel nacional. El capitalismo estadounidense atraviesa graves problemas sociales: disminución de la esperanza de vida, encarcelamiento masivo, falta de vivienda, salud mental y deterioro de las infraestructuras esenciales. El neoliberalismo y la extrema polarización de la riqueza han destripado la capacidad del Estado para responder a las grandes crisis, como se pudo ver con la pandemia de Covid y, más recientemente, durante la temporada de huracanes de 2024 y los incendios de Los Ángeles en enero de 2025.

Pero debemos subrayar el debilitamiento relativo de la potencia estadounidense. No creo que vaya a producirse una caída inminente del dominio estadounidense. Conservan una ventaja militar considerable sobre sus rivales, y la centralidad del dólar estadounidense no ha sido cuestionada. Este último es una fuente importante de poder estadounidense, ya que permite a Estados Unidos excluir a sus competidores de los mercados financieros y del sistema bancario estadounidenses (especialmente evidente desde el 11 de septiembre). Gran parte de la potencia geopolítica de Estados Unidos se articula en torno a su dominio financiero, otra razón por la que debemos considerar el imperialismo más allá de sus formas militares.

También hay una visión más amplia de estas rivalidades mundiales que deberíamos destacar: las múltiples e interconectadas crisis que marcan hoy el capitalismo a escala mundial. Podemos verlo en el estancamiento de las tasas de ganancia y los grandes volúmenes de capital excedente en busca de valorización; el enorme aumento de la deuda pública y privada; la sobreproducción en muchos sectores económicos; y la dura realidad de la emergencia climática. Así, cuando hablamos de la dinámica del sistema imperialista mundial, no se trata simplemente de rivalidades entre Estados y de medir la fuerza de Estados Unidos en relación con otras potencias capitalistas. Debemos situar estos conflictos en la crisis sistémica a más largo plazo que todos los Estados tratan de superar.

-¿Cómo entiende el ascenso del presidente estadounidense Donald Trump en este contexto?

-Algunos comentaristas liberales describen a menudo a Trump como una especie de egoísta loco que se encarga de supervisar una administración desviada por multimillonarios de extrema derecha (o dirigida en secreto por Rusia). Creo que esta perspectiva es errónea. Independientemente del narcisismo personal de Trump, representa un proyecto político claro que aborda los problemas generales que acabo de mencionar: ¿cómo gestionar el declive relativo de Estados Unidos en el contexto de las crisis sistémicas más importantes a las que se enfrenta el capitalismo mundial?

Si seguimos las discusiones entre sus asesores económicos, tendremos la prueba. Un ejemplo particularmente revelador es un largo análisis [Hudson Bay Capital: «A User’s Guide to restructuring the Global Trading system, November 2024»] escrito en noviembre de 2024 por Stephen Miran, un economista que acaba de ser confirmado como presidente del Consejo de Asesores Económicos de Trump. Miran afirma que la economía de Estados Unidos se ha reducido en relación con el PIB mundial en las últimas décadas, mientras que Estados Unidos soporta el costo de mantener el «paraguas de defensa» mundial frente a las crecientes rivalidades interestatales. Sobre todo, afirma que el dólar está sobrevalorado debido a su papel como moneda de reserva internacional, lo que ha erosionado la capacidad de producción estadounidense.

Stephen Miran ropone resolver este problema esgrimiendo la amenaza de los aranceles para obligar a los aliados de Estados Unidos a asumir una mayor parte de los costos del imperio. Según Miran, esto contribuirá a que la industria manufacturera regrese a Estados Unidos (un elemento importante en caso de guerra). Propone una serie de medidas para limitar los efectos inflacionistas de este plan y mantener el dólar como moneda dominante a pesar de la esperada devaluación (subraya explícitamente la importancia del dólar estadounidense para proyectar y garantizar la potencia de Estados Unidos). Este tipo de perspectiva es defendida por la administración Trump, incluido el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin[ex empleado de Goldman Sachs de 1985 a 2002, cuyo padre era un alto directivo, y luego al frente de un fondo especulativo].

Lo esencial no es saber si este plan funciona o si es económicamente sensato, sino comprender las motivaciones que lo sustentan. Está explícitamente concebido como un medio para hacer frente a los problemas a los que se enfrenta el capitalismo estadounidense e internacional, y para reafirmar la primacía de Estados Unidos repercutiendo sus costes en otras zonas del mundo. La administración de Joe Biden propuso diferentes soluciones, pero se enfrentó a los mismos problemas, hablando abiertamente de intensificar la «competencia estratégica» y de la necesidad de encontrar formas para que Estados Unidos «mantuviera sus ventajas fundamentales en la competencia geopolítica» («The Sources of American Power. A Foreign Policy for a Change World», Jake Sullivan, Foreign Affairs, noviembre-diciembre de 2023).

Por lo tanto, debemos abordar la administración Trump como actores con un proyecto coherente. Es evidente que este proyecto genera numerosas contradicciones y tensiones internas, así como evidentes desacuerdos por parte de algunos sectores del capital estadounidense y de aliados históricos. Pero estas tensiones también reflejan la naturaleza muy inestable del capitalismo internacional mundial en la actualidad.

La articulación nacional del proyecto, como suele ocurrir en tiempos de crisis, se basa en la designación de chivos expiatorios, es decir: un racismo virulento y actitudes antimigratorias, un irracionalismo anticientífico, la negación del cambio climático y políticas ultraconservadoras en materia de género y sexualidad. Todos estos tipos de tropos ideológicos sirven para promover el nacionalismo, el militarismo y el sentimiento de un país sitiado. Permiten aún más represión estatal y recortes en los gastos sociales. Por supuesto, esto no se limita a Estados Unidos. El resurgimiento mundial de estas ideologías de extrema derecha es un indicio más de que nos enfrentamos a una crisis sistémica más importante a la que todos los Estados capitalistas se enfrentan.

Quiero subrayar de nuevo la urgencia climática. Podemos ver cómo la administración Trump está desmantelando las regulaciones ambientales y busca acelerar la producción nacional de petróleo y gas para reafirmar el poder del capitalismo estadounidense (reduciendo los costos energéticos). Pero también está muy claro que estamos entrando en una fase de crisis climática en cascada e imprevisible, que tendrá un impacto material en miles de millones de personas en las próximas décadas. La derecha puede negar la realidad del cambio climático, pero, en última instancia, se debe a que el capitalismo no puede permitir que nada afecte la acumulación de capital. Debemos situar la cuestión climática en el centro de nuestra política actual, ya que estará cada vez más presente en todos los ámbitos.

-Se han dado varias explicaciones contradictorias para justificar el apoyo imperialista de Estados Unidos y Occidente al conflicto de Israel contra Gaza. ¿Cuál es su punto de vista? ¿Cómo encaja el proceso de normalización entre Israel y las naciones árabes en este contexto? ¿Y qué impacto tuvieron el 7 de octubre y el genocidio de Gaza en este proceso?

-Deberíamos situar la relación entre Estados Unidos e Israel en el contexto de la región en general, y no sólo a través del prisma de lo que ocurre dentro de las fronteras de Palestina o de las motivaciones de los dirigentes israelíes. Esto requiere poner de relieve el imperialismo estadounidense (véase el artículo de junio de 2024 de Adam Hanieh en el sitio alencontre.org) y el papel central de la región en el capitalismo internacional basado en los combustibles fósiles.

El ascenso de Estados Unidos como potencia capitalista dominante estuvo estrechamente relacionado con la adopción del petróleo como principal fuente de energía fósil a mediados del siglo XX. Esto le dio al Medio Oriente un papel muy importante, como centro de las exportaciones mundiales de petróleo y zona crucial de producción de energía, en el proyecto global de Estados Unidos. En el Medio Oriente, Israel ha sido un pilar fundamental del poder de Estados Unidos, especialmente después de la Guerra de los Seis Días de 1967, donde demostró su capacidad para derrotar a los movimientos nacionalistas árabes y las luchas anticoloniales. En este sentido, Estados Unidos siempre ha estado al mando de esta relación regional, no Israel y, desde luego, tampoco un lobby proisraelí.

El otro pilar de la potencia de Estados Unidos en el Medio Oriente han sido los Estados del Golfo, en particular Arabia Saudita. Desde mediados del siglo XX, Estados Unidos estableció una relación privilegiada con las monarquías del Golfo, actuando como apoyo a su supervivencia siempre y cuando permanecieran en el sistema más amplio de alianzas regionales de Estados Unidos. Esto significaba garantizar el suministro de petróleo al mercado mundial y asegurarse de que el petróleo nunca fuera utilizado como «arma». También significaba que los miles de millones de dólares que los Estados del Golfo ganaban con la venta de petróleo se reinvertían en gran medida en los mercados financieros occidentales.

Pero, al igual que su estatus mundial, la dominación de Estados Unidos en la región ha ido erosionándose en las dos últimas décadas. Esto se refleja en el creciente papel de otros Estados ajenos a la región (como China y Rusia) y en la lucha de las potencias regionales por ampliar su influencia (por ejemplo, Irán, Turquía, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos). Es importante señalar que también se ha producido un desplazamiento hacia el este de las exportaciones de petróleo y gas del Golfo, que se orientan ahora principalmente hacia China y Asia oriental, en lugar de hacia los países occidentales.

La respuesta de Estados Unidos ha sido tratar de acercar a sus dos principales aliados regionales normalizando las relaciones políticas, económicas y diplomáticas entre los Estados del Golfo e Israel. Este proyecto se remonta a varias décadas, pero se intensificó en el marco de los Acuerdos de Oslo en la década de 1990. Más recientemente, Israel normalizó sus relaciones con los Emiratos Árabes Unidos y Baréin a través de los Acuerdos de Abraham de 2020. Ese mismo año, Israel también normalizó sus relaciones con Sudán y Marruecos. Estos pasos importantes fueron seguidos en 2022 por la firma de un acuerdo de libre comercio entre los Emiratos Árabes Unidos e Israel.

Debemos leer las acciones de Israel y el genocidio en Gaza a través de este prisma. Incluso ahora, después del 7 de octubre y el genocidio, y mientras se habla de expulsar a aún más palestinos de su tierra, el objetivo de Estados Unidos sigue siendo la normalización de las relaciones entre Israel y los Estados del Golfo para reafirmar su primacía en la región.

-Sin embargo, con el plan de Trump de limpiar Gaza de su población palestina, ¿no se hace más difícil la normalización de las relaciones entre los gobiernos de la región e Israel?

-Las propuestas de Trump a favor de una limpieza étnica de Gaza encuentran claramente eco en gran parte del espectro político israelí. Sin embargo, existen numerosos obstáculos para ello, empezando por el hecho de que Estados como Jordania y Egipto no quieren que sea desplazada a su territorio una cantidad tan grande de refugiados palestinos.

Pero países como Arabia Saudita, Jordania y Egipto no están fundamentalmente en desacuerdo con el proyecto de Estados Unidos. En principio, la monarquía saudita no tiene ningún problema en normalizar sus relaciones con Israel, y sin duda le ha dado luz verde a los Emiratos Árabes Unidos para hacerlo en el marco de los Acuerdos de Abraham. Existe una alineación extremadamente estrecha entre Estados Unidos y los Estados del Golfo, que se acelera bajo Trump. Podemos verlo en el hecho de que Arabia Saudita es sede de las actuales negociaciones entre Estados Unidos y Rusia, y en el reciente anuncio de los Emiratos Árabes Unidos de su intención de invertir 1400 mil millones de dólares en Estados Unidos durante la próxima década.

Al mismo tiempo, es obvio que es muy difícil que este proyecto avance sin la derrota de los palestinos en Gaza y demás lugares, y sin una cierta forma de aquiescencia palestina. La posible solución a este dilema se encuentra en Cisjordania, bajo la forma de la Autoridad Palestina (AP). La AP es esencial porque ha creado una capa de políticos palestinos y una clase capitalista palestina cuyos intereses están vinculados a un compromiso con Israel y que están dispuestos a facilitar la normalización regional (ése era el objetivo de los acuerdos de Oslo). Por lo tanto, no deberíamos considerar a los Estados árabes como genéticamente opuestos a la limpieza étnica y a la normalización tal y como la propone Trump.

-Los monopolios petroleros nacionales gestionados por los Estados del Medio Oriente (y otros países no occidentales) han superado a las empresas occidentales en el mercado mundial del petróleo. ¿Cómo influye esto en la posición del Medio Oriente dentro del capitalismo internacional?

-En las dos últimas décadas, asistimos al surgimiento de grandes compañías petroleras nacionales, que están cambiando la dinámica de la industria petrolera mundial. Los Estados del Golfo se destacan en este sentido, en particular con Saudi Aramco, el mayor productor y exportador de petróleo del mundo en la actualidad, que ha superado a las grandes empresas occidentales que dominaron la industria durante la mayor parte del siglo XX.

Estas petroleras nacionales siguieron el ejemplo de las supermajors petroleras occidentales al integrarse verticalmente. En la década de 1970, los países productores de petróleo, como Arabia Saudita, se concentraban principalmente en la extracción de crudo. Pero hoy en día, sus petroleras nacionales están presentes en toda la cadena de valor. Participan en el refinado y la producción de productos petroquímicos y plásticos. Poseen compañías navieras, oleoductos, petroleros y estaciones de servicio donde se venden los combustibles. Cuentan con redes de comercialización a nivel mundial.

Al mismo tiempo, fuimos testigos del surgimiento de lo que en Crude Capitalism llamo «el eje Este-Este de los hidrocarburos». Con el ascenso de China, las exportaciones de petróleo del Golfo se desviaron de Europa Occidental y Estados Unidos hacia el este, más concretamente hacia China y Asia Oriental. No estamos hablando sólo de la exportación de crudo, sino también de productos refinados y petroquímicos. Esto condujo a una creciente interdependencia entre estas dos regiones, que ahora constituyen el eje central de la industria petrolera mundial fuera de Estados Unidos.

Esto no quiere decir que los mercados occidentales y las compañías petroleras no sean importantes. Las grandes supermajors occidentales siguen dominando en Estados Unidos y en el bloque norteamericano en sentido amplio. Pero hay que admitir que el mercado mundial del petróleo es un mercado petrolero fragmentado, en el que estas conexiones Este-Este reflejan más bien el debilitamiento de la influencia estadounidense, tanto a escala mundial como en Medio Oriente.

-¿Qué lecciones podemos extraer de la idea de que algunas empresas transnacionales o públicas no occidentales pueden funcionar con éxito sin un anclaje institucional en una potencia imperialista?

-No se trata de empresas estadounidenses u occidentales, pero tienen importantes vínculos con empresas petroleras occidentales (especialmente a través de asociaciones) y operan en los mercados occidentales. La mayor refinería de petróleo de Estados Unidos es propiedad de Arabia Saudita. Por lo tanto, no deberíamos oponerlas necesariamente, como si hubiera una diferencia fundamental en la forma en que ellas, como «bloque fósil», ven el futuro de la industria. Están absolutamente del mismo lado en lo que respecta al estado de emergencia climática. Podemos constatarlo en el papel preponderante de los Estados del Golfo, que obstruyen y desvían cualquier respuesta internacional eficaz ante esta emergencia.

-A la vez que refuerzan sus vínculos con China, los Estados del Golfo han demostrado cada vez más su voluntad de actuar de forma autónoma e incluso de rivalizar por ejercer influencia en la región. ¿Cómo explica el papel de estos Estados del Golfo?

-Junto con este debilitamiento relativo del poder de los Estados Unidos, otros actores, entre ellos los Estados del Golfo, han tratado de proyectar sus propios intereses regionales.

Han utilizado diversos mecanismos: el patrocinio de diferentes grupos armados o movimientos políticos o bien la acogida de diferentes fuerzas políticas (el caso de Qatar es un caso aparte); el otorgamiento de ayuda financiera a Estados como Egipto y Libia; la intervención militar en países como Yemen y Sudán; y el control de puertos y vías logísticas. De esta manera, los Estados del Golfo han tratado de aumentar su presencia regional.

Esto está relacionado en parte con las consecuencias de los levantamientos árabes de 2011, que se extendieron rápidamente por la región, desestabilizando a los líderes autoritarios de larga data, como en Egipto y Túnez. Los Estados del Golfo desempeñaron un papel importante en el intento de reconstruir estos Estados autoritarios después de los levantamientos.

También existen rivalidades entre los Estados del Golfo, en particular entre Arabia Saudita y Qatar, pero también entre Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos. No están necesariamente de acuerdo sobre todo y a veces apoyan bandos opuestos, por ejemplo en Sudán [donde Arabia Saudita apoya a las fuerzas armadas sudanesas en la actual guerra civil, mientras que los Emiratos Árabes Unidos ayudan a las Fuerzas de Apoyo Rápido [de Hemeti-Mohamed Hamdan Dogolo].

Sin embargo, a pesar de su declive relativo, Estados Unidos sigue siendo la principal potencia imperialista de la región. Esto es evidente a la vista de su presencia militar directa en el Golfo, donde Estados Unidos tiene instalaciones y bases militares en países como Bahréin, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos. Estados Unidos sigue siendo la última fuerza de recurso, militar y política, de los regímenes del Golfo.

El término «subimperialista» se utiliza a veces para describir países como éstos, que están subordinados a una potencia imperialista pero que operan con cierta autonomía en su esfera de influencia. ¿Considera que este término es útil para entender a los Estados del Golfo?

-Si el término «subimperialismo» puede explicar en parte lo que representan estos Estados, los Estados del Golfo no tienen necesariamente la capacidad de proyectar su poder militar de la misma manera que las potencias occidentales. Esto no quiere decir que no estén reforzando su capacidad militar, pero siguen actuando en gran medida a través de representantes y dependen en gran medida de la protección militar de Estados Unidos. Como he mencionado, hay bases militares estadounidenses por todo el Golfo. Las exportaciones de material militar de los países occidentales a la región refuerzan la supervisión occidental de los ejércitos del Golfo, ya que estas exportaciones requieren formación, mantenimiento y apoyo permanentes.

Dicho esto, la exportación de capital del Golfo hacia la región en sentido amplio —y cada vez más también hacia el continente africano— es muy evidente. Estas exportaciones de capital reflejan transferencias transfronterizas de valor. También está muy claro que los conglomerados con sede en el Golfo han sido los principales beneficiarios de la ola neoliberal que arrasó el Medio Oriente en las últimas décadas, durante la cual se abrieron las economías y se privatizaron las tierras y otros activos. No me refiero sólo a los conglomerados públicos del Golfo, sino también a los grandes conglomerados privados. Si nos fijamos en sectores como la banca, el comercio minorista o la industria agroalimentaria, encontraremos tanto conglomerados públicos como privados basados en el Golfo.

Por eso es tan importante pensar en la región en el contexto de los intereses capitalistas y los modelos de acumulación de capital, y no sólo en el contexto de los conflictos interestatales.

-A veces se considera a Irán como una potencia de poca importancia o subimperialista, dado su conflicto simultáneo con el imperialismo estadounidense y su creciente papel en la región. Otros lo ven como la punta de lanza de un «eje de resistencia antiimperialista» en la región. ¿Cómo ve usted el papel de Irán?

-La expresión «eje de la resistencia» es engañosa porque implica una unanimidad excesiva entre un conjunto de actores bastante heterogéneos con intereses, bases sociales y relaciones con la política diferentes, tanto a nivel nacional como regional. Esta expresión trata esencialmente de poner un signo positivo donde [el expresidente estadounidense George W. Bush] puso un signo negativo con su «eje del mal». Es una forma reductora de concebir la política.

Debemos oponernos clara e inequívocamente a cualquier forma de intervención imperialista occidental en Irán o en la región en general (ya sea directamente o a través de Israel). Esto significa no sólo una intervención militar, sino también una intervención económica y otras formas de intervención. Las sanciones son un elemento importante en el caso de Irán.

Al mismo tiempo, debemos reconocer que Irán es un Estado capitalista, con su propia clase capitalista, que tiene sus propios objetivos en la región y más allá. Al igual que los Estados del Golfo, Irán busca proyectar su poder regional, en este contexto de desestabilización posterior a 2011, de debilitamiento relativo del poder de los Estados Unidos y de todo lo que acabamos de discutir.

Es cierto que Irán lo hace por fuera del proyecto estadounidense para la región, como lo ha hecho durante décadas. Pero reconocer el carácter capitalista del Estado iraní significa que también debemos solidarizarnos con las luchas sociales y políticas progresistas reprimidas en Irán, ya sean las luchas obreras y sindicales (que siguen siendo numerosas), las luchas de las mujeres, las luchas del pueblo kurdo, etc. Son movimientos que nosotros, los socialistas, debemos apoyar, en el marco de una política antiimperialista.

El punto de partida es ser sistemáticamente anticapitalista en nuestra forma de pensar sobre los Estados y los movimientos, lo que significa no dar ningún apoyo político a los gobiernos capitalistas, sean cuales sean y dondequiera que estén. Podemos solidarizarnos con las personas en lucha y al mismo tiempo oponernos a la intervención imperialista en todas sus formas, y no reducir las complejidades del capitalismo en Oriente Medio a una especie de geopolítica maniquea.

Adam Hanieh

Profesor de economía política y desarrollo internacional en la Universidad de Exeter (Inglaterra), donde su investigación se centra en el capitalismo y el imperialismo en Oriente Medio. Su último libro lleva por título Crude Capitalism. Oil, Corporate Power, and the Making of the World Market (Verso Books, septiembre de 2024)

Fuente de la información e imagen:  https://www.sinpermiso.info

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Entrevista a Julia Steinberger «El saber que incomoda al poder, la ciencia en peligro»

Por: Guillaume Matthey

Desde el inicio del segundo mandato de Trump asistimos en Estados Unidos a un ataque generalizado contra la ciencia: despidos, presiones e intimidaciones, cortes masivos de investigaciones, prohibición de usar palabras como género, incluso históricamente o mujer. Este ataque no tiene precedente en su amplitud, pero forma parte de una ola mundial de represión de las libertades académicas y de expresión en los campus. Entrevista a Julia Steinberger, corredactora del GIEC e investigadora en la UNIL.

Julia, conocerás a investigadores en Estados Unidos que sufren o son testigos de los ataques contra la investigación. ¿Puedes darnos algunos ejemplos?

Hay muchos ejemplos, en particular en las áreas de salud, medio ambiente, y en todo lo que se refiere a la equidad o a la justicia social. Puedo contarte el caso de mi colega del GIEC, la doctora Katherine Calvin. Es coautora conmigo del mismo capítulo del 6º informe de síntesis, por tanto alguien que conozco personalmente. Es una científica prodigiosa, de una inmensa competencia, que además colabora y ayuda. Había sido nombrada Científica Jefe de la NASA, un puesto de enorme prestigio, y elegida después copresidenta del 3º Grupo de Trabajo del GIEC, lo que la convierte en la científica estadounidense situada en un puesto más alto del GIEC. Trump empezó despidiendo a todo el equipo de apoyo del GIEC en Estados Unidos. Después prohibió a los científicos estadounidenses participar en las reuniones del GIEC, tratar con medios de comunicación o con sus colegas internacionales. Y ahora sencillamente ha eliminado el puesto de Científico Jefe en la NASA. La destrucción del planeta por Trump y sus aliados petroleros pasa también por la decapitación de la ciencia.

Además de las universidades están siendo también atacados muchos centros de investigaciones, como en el caso de la salud y las epidemas. Por ejemplo, el nuevo Ministro de Salud Robert Kennedy Jr. ha despedido a unas 1300 personas del CDC de Atlanta, el primer centro de investigación en salud pública del país. Hace algunos meses anunció que quería suprimir casi toda la investigación sobre enfermedades infecciosas e inmunológicas.

En efecto, es un ataque sistemático contra las ciencias (tanto sociales como naturales) más orientadas de hecho a ayudar y a proteger a la población de Estados Unidos o de otros lugares.

El ámbito científico es internacional y colaborativo: todas y todos dependemos, para nuestros cuidados y tratamientos, de avances elaborados en Estados Unidos en materia de salud, al igual que dependemos de sus centros meteorológicos para nuestras previsiones. Esta destrucción nos pone en peligro ante enfermedades que serían evitables.

¿Cómo analizas la política de Trump contra la investigación? J.D. Vance declaró en 2021 que «las universidades son el enemigo». ¿Pero contra quién se dirige: la Ciencia como tal, algunos ámbitos en particular, las universidades como focos de resistencia? La climatóloga Valérie Masson-Delmotte ha hablado de un «oscurantismo tecnófilo» para expresar el rechazo de la ciencia, salvo cuando es remuneradora o permite adquirir poder.

Las libertades de investigación y de expresión ya están limitadas desde hace tiempo por la importancia que ocupan los fondos privados en la investigación, y los ataques contra las universidades no son una novedad. Pero, para mí, el proyecto de Trump, Vance y Musk es fácil de comprender: quieren destruir la capacidad democrática (ya antes tan débil) de toma de decisión y de acción, con el fin de acumular el poder y de aprovecharse de la corrupción de las instituciones.

Las universidades son un obstáculo para este proyecto, porque los investigadores ponen al día la realidad, y permiten que la población comprenda lo que está pasando. Si la población estadounidense sufre tempestades, canículas e inundaciones causadas por el recalentamiento climático sin que ningún científico pueda explicarle la causa, estará en peores condiciones todavía para pararlo.

De manera general, el saber crítico producido en la universidad ha constitudo siempre una amenaza para el totalitarismo, el fascismo y el autoritarismo. Vance tiene razón: las universidades y los investigadores son el enemigo del proyecto Trump, porque este proyecto es fundamentalmente antidemocrático.

Para Musk, hay un aspecto suplementario: el anzuelo de la ganancia. Pretende destruir las agencias de investigación o de regulación nacional, como la NASA o la FAA (que se ocupa del control aéreo), para acaparar los fondos de la tesorería estadounidense y redirigirlos hacia su propia compañía SpaceX.  Quiere ocupar el espacio aéreo estadounidense sin la restricción de la seguridad pública. También hay un chantaje con el armamento, ya que SpaceX tiene contratos militares.

Hay estudiantes expulsados por haber participado en movilizaciones por el boicot académico, o investigadores expulsados a sus países por sus posiciones políticas. Paralelamente a los ataques contra la investigación, observamos también graves ataques contra las libertades fundamentales. ¿Cómo se relacionan estos dos niveles?

En efecto, el ataque contra las libertades fundamentales de expresión política y los ataques contra los investigadores están relacionados. Se quiera o no, la realidad expuesta por la investigación, ya sea climática o social, económica o sanitaria, expone también las fechorías del poder.

Desde el punto de vista de la «junta» de Trump, los estudiantes que exigen justicia y derechos humanos para los palestinos no son tan diferentes de los científicos que demuestran la urgencia de la acción climática. Los dos grupos exigen una acción relacionada con principios de bien comín, ya sean los derechos humanos o un planeta habitable.

¿Qué formas de resistencia y movilizaciones podemos ver hoy día?

En Estados Unidos, por el momento, desgraciadamente, demasiado pocas. Las décadas de neoliberalismo desenfrenado dan sus frutos: los estadounidenses se sienten aislados individualmente, los sindicatos han perdido su fuerza, el partido demócrata está dividido y debilitado.

Hay que reaprender toda la capacidad y los saberes de la organización por abajo y de la acción colectiva. Los movimientos estudiantiles y los activistas están mucho mejor organizados que los científicos e investigadores. Pese a todo, los científicos estadounidenses organizaron el pasado 7 de marzo Stand Up For Science, con acontecimientos en todo el país. Se suceden las manifestaciones, incluso algunos políticos prominentes, como Chuck Schumer, comienzan a criticar abiertamente los ataques de Trump.

Pero ya es tarde. El proyecto de Trump y su estratega Steve Bannon es aceleracionista: ir muy rápido y por medio de grandes impulsos para descolocar a las instituciones y los modos de regulación tradicionales. Al no estar éstos últimos a la altura: será necesario que la resistencia al proyecto Trump pase por otro sitio y que sea mucho más rápida y fuerte que hoy.

¿Y cuáles son los límites de estas movilizaciones? Parece que los científicos han comenzado a movilizarse, pero no se ven grandes manifestaciones, ni un gran apoyo en la población.

En efecto, y el papel de los medios de comunicación es importante para crear las condiciones de este abandono de los científicos por parte de la población. Cuando se constata que los multimillonarios propietarios de Los Angeles Times y del Washington Post imponen su línea editorial alineada con las políticas de Trump, está claro que la población estadounidense ya no puede contar con los medios de comunicación como institución independiente, que permitiría informarle sobre el proyecto Trump. La comunicación tendrá que hacerse de otra manera.

¿Qué observas al llegar a Suiza y cómo ves la situación? ¿Quién está aquí a la ofensiva contra las universidades y a través de qué batallas?

Quedé verdaderamente impactada a mi llegada a Suiza en 2021 al observar hasta qué punto las personas políticas se permiten atacar a las universidades y a los universitarios. Es un contexto muy inquietante.

El saber y la investigación universitaria deberían estar al abrigo de los ataques partidarios, pero en cambio los políticos en Suiza se ofuscan en cuanto los investigadores expresan su posición.

En particular, la extrema derecha querría una universidad silenciosa, neutra, difuminada, que nunca tome parte en el debate público. De hecho, no estamos tan lejos de Trump como nos figuramos, sobre todo cuando nuestro presidente de la Confederación aprueba elementos del discurso de Vance.

Parece que ha habido un recrudecimiento de los ataques contra las universidades después de las movilizaciones por el boicot académica del pasado mayo. ¿Cómo ves la situación?

Según pienso, hacemos frente a un backlash, una contra-ofensiva que quiere enterrar las movilizaciones que  molestan, el saber que incomoda al poder. Hoy día está todo en juego: la democracia real, los valores fundamentales de los derechos humanos, las exigencias de justicia social.

El frágil equilibrio ya no se sostiene: las movilizaciones estudiantiles molestan porque exponen la complicidad de las instituciones universitarias y de los dirigentes políticos con las violaciones masivas de los derechos humanos.

Las investigaciones climáticas y ecológicas molestan, porque exponen la incompatibilidad entre la supervivencia de la humanidad y las actividades de los gigantes de nuestra economía, ya sean UBS, Glencore o incluso la Banque Nationale Suisse. Estos conflictos son muy reales, e incluso existenciales.

El caso de Joseph Daher parece paradigmático: es un despido político con otro nombre. Ha sido señalado porque es árabe, tiene un puesto precario y ha sido atacado e incluso difamado en la prensa.

Exactamente. El profesor Joseph Daher es el chivo expiatorio, la presa fácil: precario, de origen sirio, abiertamente político, apoya a los estudiantes. El hecho de que sea mundialmente reconocido por sus conocimientos, que una de sus dos tesis doctorales se haya realizado en la universidad de Lausanne, que enseñe desde hace una década siendo estimado por sus colegas y apreciado por sus alumnos, todo eso no ha bastado para protegerle una vez calumniado en la prensa.

La universidad debería haberlo apoyado y exigido correcciones y derecho de réplica, y en lugar de ello lo ha sacrificado. Es un signo claro de que todos estamos en peligro. La movilización por Joseph Daher nos afecta a todos.

Texto original: Solidarités

Traducción: viento sur

Fuente: https://vientosur.info/el-saber-es-la-ignorancia-la-ciencia-en-peligro/

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«La IA permite una vigilancia total que acaba con cualquier libertad»

En su nuevo ensayo, ‘Nexus‘, el historiador y filósofo Yuval Noah Harari (Israel, 1976) enciende las alarmas sobre el creciente poder de la inteligencia artificial, el avance de la hipervigilancia y el debilitamiento de la conversación. Así, el autor de bestsellers como ‘Sapiens’ y ‘Homo Deus’ plantea una paradoja: si nuestra especie es tan sabia, ¿por qué somos tan autodestructivos? 


¿Qué diferencia a la inteligencia artificial (IA) de un totalitarismo o autoritarismo?

Los regímenes autoritarios controlan la esfera política y militar y el presupuesto, pero dejan que la gente tenga un margen. El rey o el tirano no puede saber lo que cada uno de nosotros hace o piensa cada minuto del día. Los regímenes totalitarios intentan precisamente hacer eso. Stalin en la Unión Soviética o Hitler en Alemania no solo querían controlar el ámbito militar y el presupuesto, sino la totalidad de la vida de cada uno de sus habitantes. Pero incluso Hitler y Stalin tenían límites frente al nivel de control de sus súbditos porque no podían seguir a todo el mundo constantemente, ni mucho menos disponer de unos 400 millones de agentes para vigilar y controlar a sus 200 millones de ciudadanos. La IA permite una vigilancia total que acaba con cualquier libertad, porque no necesita agentes para seguir a cada humano: hay teléfonos inteligentes, ordenadores, cámaras, reconocimiento facial y de voz… La IA tiene la capacidad de revisar una cantidad ingente de videos, audios, textos, analizarlos y reconocer patrones.

«La gente del sector de la IA está atrapada en una mentalidad de carrera armamentística»

¿Esto ya está sucediendo?

Por supuesto. En Israel hay territorios ocupados con cámaras y drones, siguiendo a todo el mundo constantemente. En Irán, donde las mujeres deben cubrir su rostro, hay cámaras de vigilancia con software de reconocimiento facial que identifica a las mujeres que, por ejemplo, van en su vehículo sin cubrirse la cara. Ellas reciben de inmediato en su teléfono móvil un SMS que les recuerda su falta y su castigo: la confiscación de su vehículo; deben descender del coche y entregarlo. La autoridad para castigarlas está en manos de la IA. No es un escenario de ciencia ficción ni algo que pasará en 100 años. Ya estamos viviéndolo.

¿Considera que debemos asumirnos como especie en peligro?

Sí, pues la IA es diferente a cualquier tecnología previamente inventada. No es una herramienta sino un agente independiente. Todas las anteriores tecnologías —la bomba atómica o las armas nucleares— tenían un inmenso poder destructivo, pero su poder estaba en las manos de los humanos, ellos decidían cómo y dónde usarlas. No sucede lo mismo con la IA, pues esta toma decisiones por sí misma. En el ámbito periodístico, las decisiones más importantes en un periódico están en manos de su editor. Un periodista puede escribir la historia que desee, pero, al final, es el editor quien decide qué publicar en la primera página del periódico. Ahora, en la mayoría de los principales medios de comunicación y plataformas digitales como Twitter y Facebook, el rol del editor ha sido reemplazado por la IA. Son algoritmos los que deciden cuál debe ser la historia recomendada, cuál debe ir en la parte alta del news feed. Ahora la IA no solo toma decisiones por su cuenta, sino que también crea ideales, en cuanto produce mil cosas nuevas por sí misma, desde textos, imágenes, etc.

«Los medios de comunicación integran la base de una democracia a gran escala»

¿Qué papel debe asumir la prensa para fortalecer la democracia?

Antes del mundo premoderno no conocíamos una democracia —la palabra «democracia» significa «conversación»— en sí, pues una conversación a gran escala era imposible. En una pequeña ciudad, sus habitantes podían reunirse en la plaza y conversar llegando a acuerdos, pero en un reino era técnicamente imposible mantener una conversación entre millones de personas. Una conversación a gran escala fue posible con la llegada de la tecnología de la información moderna, cuya primera herramienta fueron los periódicos que surgieron entre los siglos XVII y XVIII en Países Bajos o Inglaterra, en donde nacieron las primeras democracias de la historia. Luego llegaron otras nuevas tecnologías como el telégrafo, la radio, etc., demostrando que los medios de comunicación integran la base de una democracia a gran escala. Algunos dictadores de la era moderna empezaron como periodistas. Lenin antes de ser dictador fue editor de un periódico. Mussolini empezó como periodista socialista y después cambió de parecer y fundó un periódico fascista; era editor de un periódico y a partir de ese poder se convirtió en dictador de Italia. Hoy este poder está en manos de los gigantes: Facebook, Instagram y Twitter y en manos de sus algoritmos.

En este marco, ¿caben la libertad de expresión y la censura?

Si bien existe un fuerte debate sobre la responsabilidad de estos nuevos gigantes tecnológicos, cuando se les acusa de algo siempre hablan de la libertad de expresión: «Nosotros, por la libertad de expresión, no queremos censurar a nadie» y este tema está en el centro de la polémica. Estoy de acuerdo en que las empresas de redes sociales deben ser cuidadosas con el tema de la censura a sus usuarios, pero el problema no son los contenidos producidos por humanos sino las decisiones editoriales de los algoritmos.

«Insto a la gente a marcar la diferencia entre las decisiones de los usuarios humanos y las del algoritmo»

¿Qué pueden hacer las personas del común?

Insto a la gente a marcar la diferencia entre las decisiones de los usuarios humanos y las del algoritmo. Si el usuario humano decide inventar una historia, publicar fake news y mentir (tal vez por error o a propósito), en situaciones extremas, podría ser perseguido y castigado; en términos generales, la gente miente, pero en una democracia debemos tener cuidado antes de empezar a censurar. Además, creo que la gente tiene derecho a la estupidez, inclusive a decir mentiras —excepto cuando se vinculan a un delito—. No es bueno que la gente mienta, pero forma parte de la libertad de expresión. Sin embargo, el tema principal con esas teorías de conspiración y fake news no son las decisiones de los seres humanos protegidos por la libertad de expresión, sino las decisiones de los algoritmos de las corporaciones, pues su modelo de negocio se basa en la implicación del usuario.

 ¿Cómo describe el modelo de negocio de las empresas de redes de información?

La implicación del usuario es la base de todo. Si las personas pasan más tiempo en las plataformas, las empresas ganan más dinero pues venden más anuncios y recaban datos que más adelante venderán a terceros. Este es su modelo de negocio. Y persiguiendo este objetivo, los algoritmos de las empresas han descubierto que hay que diseminar fake news y teorías que aumentan las dosis de odio, miedo y rabia en los usuarios porque esto hace que la gente se implique, esté más tiempo en las plataformas y envíe enlaces para que sus amigos también se puedan enfadar y tengan miedo. De eso sí que deberían ser responsables las empresas porque esto no es libertad de prensa.

¿Qué pueden hacer las empresas de redes de información?

No hay que detener todo esto; simplemente hay que invertir más en seguridad, como sucede por sentido común en cualquier otro sector. Por ejemplo, si vas a fabricar un fármaco o una vacuna hay que invertir tiempo, esfuerzo y talento para que funcione sin generar efectos adversos. Si las empresas de IA invirtieran, por ejemplo, 20% de su presupuesto, su tiempo y talento en seguridad, sería un paso significativo que podría protegernos de su lado más pernicioso. Pero la gente del sector está atrapada en una mentalidad de carrera armamentística, de competidores, y de no dejarse ganar. Así que cuando les hablas de los peligros de la IA te responden: «Ahora estamos desarrollando la IA y si tenemos un problema en el camino, pues ya lo trataremos». Esto es muy peligroso porque es como si alguien pusiera en la carretera un vehículo sin frenos y dijera: «Solo queremos que vaya lo más rápido posible y, si luego hay un problema en carretera con los frenos, inventaremos algo cuando eso suceda». Esto no funciona así en los vehículos y tampoco debería hacerlo en la IA.

«La IA tiene un potencial enorme; no creo que toda la gente en Silicon Valley sea malvada»

¿Algo positivo o aporte de IA a la humanidad?

Sin duda, la IA tiene un potencial enorme; no creo que toda la gente en Silicon Valley sea malvada. La IA puede darnos a todos la mejor atención sanitaria, pues hay falta de médicos en muchos países y la IA podría crearlos; inclusive, el médico de IA puede actualizarse a diario con los descubrimientos, estudios y desarrollos que se producen en todo el mundo. El médico IA puede estar 24 horas con nosotros mientras que los médicos humanos no pueden (además, el médico IA es más barato). En este sentido, dentro de 20 o 30 años la IA podrá crear la mejor atención sanitaria incluso en zonas remotas o de pobreza extrema. Ahora, en el campo de la prevención de accidentes de tránsito, muchas veces los siniestros son producidos por errores humanos, pero cuando le das a la IA el control de un vehículo autónomo, esta no se va a dormir al volante, no bebe alcohol y luego conduce, etc. No hay tecnología perfecta, pero creo que automatizar la conducción salvará millones de vidas.


Esta entrevista hace parte de un acuerdo de colaboración entre el periódico ‘El Tiempo‘ y ‘Ethic’. 

Fuente de la información e imagen:  https://www.anred.org

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Entrevista a: Lev Moujahid Velázquez: La reforma al ISSSTE no cambia nada: CNTE

Texto: Camilo Ocampo

Foto: Damián Sánchez / Cuartoscuro

Luego de un decreto presidencial que busca la implementación de una nueva reforma a la Ley del ISSSTE, el sector magisterial ha comenzado a movilizarse, ya que la reforma aún no resuelve demandas históricas para los profesores. ¿Qué exige la Coordinadora? Aquí te contamos.

CIUDAD DE MÉXICO. – Desde el 7 de febrero, diversas secciones de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) se han movilizado en todo el país en contra de la reforma a la Ley del ISSSTE. La CNTE advierte que esta iniciativa no deroga el espíritu neoliberal de la reforma de 2007 y, en cambio, sigue afectando a los trabajadores del magisterio.

La propuesta actual, promovida por el gobierno federal, incluye medidas como la creación de un fondo para vivienda y la reestructuración de créditos, pero omite mecanismos claros de financiamiento y mantiene esquemas de privatización en las pensiones. Algo que la Coordinadora ya había criticado desde el sexenio de López Obrador.

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Pese a que la reforma enviada por la presidenta, Claudia Sheinbaum, se encuentra estancada en la Cámara de Diputados, las movilizaciones continúan. Las diferentes secciones de la CNTE siguen sin bajar la guardia, argumentando que el proyecto mantiene los ejes problemáticos de la ley anterior.

En entrevista para Pie de Página, el profesor de telesecundaria e integrante de la Sección XVIII de la CNTE, Lev Moujahid Velázquez, explica las demandas principales de los profesores a nivel federal:

«Pese a que esta reforma promete construir viviendas —ya no solo ofrecer créditos para comprar en el mercado—, beneficiar a acreditados y rescatar al ISSSTE, lo que no se nos dice es ¿cómo se va a financiar? Nos están endosando la deuda», señala.

No solo es lo que dice, sino lo que no dice

De acuerdo con el profesor Lev, en esta nueva reforma es crucial analizar tanto lo que se incluye como lo que se omite, pues «algo que no contiene es la restitución del sistema público de pensiones bajo un régimen solidario. La ley del ISSSTE privatizó los fondos, trasladándolos a cuentas individuales administradas por la banca privada. Esto permitió que los sectores financieros cobraran comisiones altas y manipularan los ahorros de los trabajadores —reflexiona».

El profesor se refiere a la reforma de 2007, aprobada con un madruguete legislativo, que trasladó el régimen de jubilación a cuotas individuales, trasladando la carga económica a los trabajadores.

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Además, Velázquez señala una deuda histórica no resuelta: el cálculo de pensiones mediante Unidades de Medida y Actualización (UMAS) en lugar de salarios mínimos. Explica que, cuando el gobierno federal anunció incrementos sustanciales al salario mínimo en 2007, previó que esto afectaría sus obligaciones con los pensionados:

«Cambiaron el cálculo a UMAS para evitar que los aumentos al salario mínimo se reflejaran en las pensiones. Las UMAS no crecen al mismo ritmo, lo que reduce progresivamente el poder adquisitivo de los jubilados».

Las trampas de la reforma

Otro problema, agrega el docente, es que las pensiones de los retirados disminuyen mientras los salarios activos aumentan. «A mí me parece una trampa muy dolosa», afirma.

Respecto a la tabla de jubilación, Velázquez recuerda que antes los trabajadores podían retirarse tras 27.5 años de servicio (mujeres) o 29.5 años (hombres). La reforma de 2007 elevó la edad mínima a 54 años, incluso si se cumplen los años de servicio.

Esa, asegura el docente, «es otra deuda de administraciones pasadas y actuales». Y critica:

«Se comprometieron a resolverlo en la mañanera, pero es una traición al sector educativo».

Durante las protestas, los profesores también han enfrentado narrativas que los tachan de desinformados o reacios al progreso. Frente a esto, Velázquez es enfático: «Gobierne quien gobierne, los derechos se defienden».

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Plan de lucha

Como parte de su estrategia, la CNTE anunció una jornada de lucha que incluye:

  • Protesta nacional el viernes 7 de marzo.
  • Paro de 72 horas en todo el país.
  • Asamblea nacional el sábado 22 de marzo para evaluar un paro indefinido.

La reforma al ISSSTE, que teóricamente busca modernizar el instituto, se topa con un magisterio organizado que exige la reversión de las políticas privatizadoras y el cumplimiento de promesas históricas.

Fuente de la información e imagen:  https://piedepagina.mx

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Entrevista a Adriana Guzmán Arroyo: “Descolonizar el tiempo es renunciar a la acumulación capitalista”

Hemos hablado con Adriana Guzmán Arroyo, educadora popular aymara y referente del feminismo comunitario antipatriarcal en Bolivia, sobre colonialismo, racismo, extractivismo, heterosexualidad obligatoria, familia, comunidad, Estado. privilegios, colores y lenguas minorizadas. Y sobre aprender a levantar la cabeza.

Adriana Guzmán Arroyo es educadora popular aymara, feminista y q’iwsa (no heterosexual, en aymara). Desde pequeña veía los cuerpos de su abuela y abuelo aymaras, su piel, su idioma, su lengua y se sentía muy cerca de ellos, pero no fue hasta después de la masacre del gas de 2003 cuando se reconoció como feminista y aymara, empezando así un camino de ruptura con las ideas coloniales y racistas que se habían ido instalando en su cuerpo.

En 2003, en la masacre del gas lucharon contra el colonialismo, el racismo, el extractivismo, después de que el presidente Gonzalo Sánchez de Lozada autorizara la represión contra manifestantes que mostraban su rechazo a la decisión del Gobierno de exportar gas: “Ahora se ha puesto de moda el extractivismo, pero hace 500 años que venimos luchando contra la explotación de la plata, la minería y después la explotación de los hidrocarburos que ha destrozado nuestros territorios, que ha generado una mentalidad capitalista que rompe la comunidad, toda otra forma de vida que tenemos en Abya Yala”, explicaba Adriana Guzmán en Bilbao una mañana lluviosa y gris, después de haber participado en el congreso Nuevas narrativas para una educación feminista y antirracista, organizado por InteRed.

¿En qué momento te diste cuenta que esa lucha contra el extractivismo, el racismo, el capitalismo y el colonialismo era también una lucha contra el sistema patriarcal?

Estábamos en las calles organizadas protestando y cuando volvemos a las casas los compañeros quieren que las casas estén limpias y que las wawas [les hijes] hagan sus tareas, que haya comida caliente. Entonces una gran pregunta fue: ¿quién cuida en la revolución? Entendimos que existía también esta forma de opresión a la que luego le vinimos a llamar patriarcado, como lo han hecho otras feministas también. Para nosotras la masacre del gas fue mirarnos al espejo y reconocernos como aymaras. Queremos ser aymaras, pero no bajo los términos patriarcales que nos va a imponer la heterosexualidad obligatoria, no como la mujer que se calla y agacha la cabeza y va detrás del marido, no como la mujer que solo sirve para sembrar la papa. Queremos vivir bien y no se puede vivir bien si las mujeres vivimos mal, si a las mujeres nos matan o nos violan. Queremos cuestionar la revolución dentro de la revolución. Y no queremos solo participar políticamente, queremos decidir, no queremos ser diputadas solo para decir que hay mujeres diputadas. Logramos que en Bolivia el impuesto directo a los hidrocarburos esté destinado a las universidades. Nosotras queríamos que nuestras wawas estudien en una universidad digna, en un espacio de conocimiento desde los pueblos.

“El patriarcado es un sistema de todas las opresiones, articula el colonialismo, el racismo, el capitalismo, el extractivismo, pero se construye sobre el cuerpo de las mujeres”

¿Cómo fue el proceso de elección en la asamblea constituyente de la palabra en aymara para nombrar el concepto “patriarcado”?

A esto lo llamamos la lucha en el territorio de las palabras, porque venimos de la lucha en el territorio. Lo primero que hicimos fue reconocernos feministas. Nuestros compañeros nos dijeron: “Feministas son las académicas, las europeas. Las indígenas no son feministas”. Fue toda una discusión epistemológica y política donde nosotras decimos que nos llamamos feministas porque recuperamos la palabra y nosotras inventamos un contenido. No es que el feminismo nació en Francia, el feminismo va a nacer en todos los territorios donde luchemos contra el patriarcado. Y ahí llegó la segunda palabra, que era “patriarcado”. Había que discutirlo en la asamblea constituyente. Planteamos que el patriarcado es un sistema de todas las opresiones: articula el colonialismo, el racismo, el capitalismo, el extractivismo, pero se construye sobre el cuerpo de las mujeres. ¿Cómo se ha aprendido que a la naturaleza se le pueden sacar los árboles, el agua, el aire, todo? En el cuerpo de las mujeres, porque nos sacan el agua, el aire, los afectos, todo. Pero estaba otra vez la justificación de los hombres aymaras: “En nuestro pueblo no existe la palabra patriarcado”. La palabra patriarcado no existe, pero la realidad patriarcal sí, ¿cómo se puede llamar? Usamos la palabra pacha usutawa: tiempo enfermo, un tiempo que hace daño. O pacha janiw walikiti: un tiempo que no está bien. Unquq pacha en quechua. Y así en guaraní y en distintos idiomas empezamos a construir estos conceptos de patriarcado, de capitalismo, de machismo, de racismo.

“La propuesta fundamental del feminismo comunitario es autoorganización, autonomía y autodeterminación”

Descolonizar la memoria, descolonizar los feminismos (2019) es el título de tu libro. ¿Qué se propone desde el feminismo comunitario antipatriarcal para llevar a cabo esta descolonización?

La comunidad es contraria al Estado, aunque haya sido un Estado plurinacional; nosotras decimos siempre: “Estado plurinacional solo para transitar a la comunidad”. La comunidad te exige la responsabilidad propia de construir lo que quieres con tus manos. Es imposible que un presidente se haga cargo de 11 millones de personas. La comunidad hoy existe, la comunidad que se autoorganiza, que logra tener agua, que en Bolivia durante la pandemia ha logrado tener medicina y no morirse, ha logrado circular la comida. La propuesta fundamental del feminismo comunitario es autoorganización, autonomía y autodeterminación y entendemos que eso se llama comunidad, un sistema político. Hacer comunidad es renunciar al individualismo, a la acumulación, y por eso nos parece una propuesta antipatriarcal, anticapitalista y anticolonial. La misma importancia tienen las personas como las montañas, las aguas, los animales, los pájaros y todo. En la comunidad en la que las wawas dialogan con las abuelas y los abuelos y se valoran sus conocimientos y sabiduría.

“Estos feminismos que ahora están de moda y hablan de la igualdad y el empoderamiento son funcionales al sistema”

“Leer en las arrugas de las abuelas”, te hemos escuchado decir.

Nuestras mamás y nuestras abuelas han peleado por una vida digna, porque nadie nos maltrate. Nos hemos encontrado con que habían luchado por lo mismo que estábamos peleando nosotras: porque no haya extractivismo, no destruyan la comunidad, no se lleven a las niñas en la trata y tráfico, no maten a las mujeres, no destruyan la naturaleza. Hemos empezado a recuperar la memoria de abuelas en todo Abya Yala. La Tránsito Amaguaña dice en los años 30 que “es importante la tierra, es importante el territorio, es importante no tener patrón, pero también es importante que no te cases niña”. Recuperar la memoria de Bartolina Sisala Domitilala comandanta Ramonala María Sabina nos hace tener certeza sobre lo que estamos planteando. Frente a semejantes problemas (contaminación, trata y tráfico, que se lleven a tu hija, a tu sobrina, a la hija de tu hermana, que destruyan tu comunidad, el río y la montaña donde has crecido) que te vengan a plantear un discurso de igualdad de género es insuficiente, es indignante. Estos feminismos que ahora están de moda y hablan de la igualdad y el empoderamiento son funcionales al sistema. Nosotras creemos que los feminismos tienen que ser antisistémicos, antipatriarcales.
Por eso creo que un principio fundamental es que podamos dialogar entre todas las feministas, por más diferencias que tengamos hay que seguir discutiendo y politizando la lucha contra el patriarcado y el extractivismo. No basta que las feministas de Europa se vayan a Bolivia a apoyar la lucha contra la hidroeléctrica o denuncien a la empresa de Bolivia, necesitamos que haya acciones más concretas hacia los bancos que financian esas empresas en Europa, a los dueños de estas empresas, así como nosotras perseguimos a los jueces, a los feminicidas y pintamos su casa. Así creo que tendría que funcionar en Europa, la presión social para que estás empresas vayan reduciendo sus intervenciones en Abya Yala o vaya poniéndose más en cuestión esto.

Hablas también de descolonizar la temporalidad y la linealidad en los feminismos y en la manera de entender los procesos históricos.

Hay un feminismo hegemónico, liberal, blanco que habla de empoderamiento, que dice “supérate”, que dice que el mundo ha cambiado porque hay una mujer taxista, porque ha habido una mujer presidenta o porque hay una mujer negra vicepresidenta en los Estados Unidos. Eso no evita que los Estados Unidos siga matando migrantes, siga invadiendo los territorios o financiando, acompañando a Israel en el genocidio en Palestina. No creemos en estos proyectos lineales de que hay que luchar, capacitarse, formarse, hacer la revolución, tomar el poder y la vida va a cambiar. Esa es una linealidad del tiempo que le ha servido a Europa, pero le ha servido porque ha logrado el desarrollo y las comodidades que tiene ahora gracias al saqueo de nuestros pueblos. Descolonizar el tiempo para nosotras es generar condiciones en la lucha que nos permitan vivir bien todos los días, acabar con las relaciones de violencia, criar a las wawas de otra forma, en comunidad. Para recuperar los saberes, hablar con nuestras abuelas, nuestros abuelos, se necesita tiempo. Si te metes en la lógica capitalista de explotación, tienes que correr en los tiempos de productividad que te marca el capitalismo. Descolonizar el tiempo es renunciar a la acumulación capitalista. En el mundo aymara el tiempo es circular y no es un círculo en sí mismo que se repite, nosotras venimos de la comunidad y por tanto es lógico que podamos volver a la comunidad, porque hay una memoria política, hay una memoria genética, hay una memoria territorial. Toda esa insistencia en que querer hacer comunidad es difícil es una justificación del sistema, hacer comunidad es mucho más fácil que vivir en todo este mundo racista individualista y de explotación.

“Nosotras tenemos que transformar el Estado, porque nuestras hijas van a la escuela pública”

¿Qué ha cambiado en Bolivia con la aprobación en 2009 de la Constitución y con la declaración de un Estado plurinacional y en qué aspectos sientes que se podía haber ido más allá?

Desde 2009 hemos estado en la construcción de la ley de educación y en la construcción de la ley de violencia que habla de patriarcado. Hemos estado en la construcción del plan de salud de las mujeres para vivir bien, en las cumbres de justicia para refundar una justicia que no sea patriarcal, que tenga valores mínimos como los tiene la justicia comunitaria. Hemos visto que el Estado era útil para algunas cosas. En las que no vaya a ir más allá, le pedimos que no interrumpa nuestras luchas. Se ha ido extendiendo el cordón del pueblo aymara que va por todo Bolivia, llega hasta el norte de Chile, hasta el norte de Argentina y se han empezado a discutir, a intercambiar, a recuperar la cultura, la música. Más allá de las fronteras de los propios Estados. ¿Qué necesitamos? Qué el Estado no intervenga. Es mucho más fácil construir esa autonomía, esa reconstitución territorial cuando no hay un Estado que te persigue, cuando hay un Estado que es capaz de hablar de descolonización. Mientras exista, necesitamos que plantee un marco mínimo de lo que necesitamos los pueblos para vivir bien. Yo creo que en algunos lugares de Europa hay una mirada muy esencialista e higienizadora de no tener relación con el Estado. Tienen los privilegios y el dinero para hacer sus iniciativas a parte, una educación distinta, una salud distinta, trabajo de autocuidado autónomos. Nosotras tenemos que transformar ese Estado, porque nuestras hijas van a la escuela pública, porque son nuestros territorios los que se están discutiendo en ese Estado y en esa política pública. Incluso a los Estados fascistas hay que presionarlos, primero para sacar a los fascistas de ahí, lo segundo para que cumplan con las garantías mínimas: educación, salud. Tenemos la Constitución de 2009 y un código penal de 1970. No se ha transformado para llevar adelante esa Constitución. También ha habido un golpe de Estado fascista y racista [en 2019 y que implicó la salida de Evo Morales de la presidencia] para dejar claro cuál es nuestro lugar como indígenas: en las casas como sirvientas. El pueblo se ha organizado y ha logrado sacar ese golpe en un año, pero ese fascismo sigue, sigue organizado, está representado en el Parlamento y hay un discurso de odio racista que ha crecido más. Eso ha impedido que se profundice en la Constitución. Hay una ley en educación que que a mí me parece que es muy importante. Hay procesos de educación que se han estado haciendo con transformación curricular y metodológica, descolonizadora y comunitaria. En el sistema de salud también hay transformaciones para concretar la Constitución. Pero este fascismo, este permanente ataque para generar una inestabilidad al Gobierno ha hecho que el Gobierno también tome una posición conservadora: “No voy a profundizar nada más, hasta aquí llegamos, cuidemos lo poco que tenemos”. Y para nosotras esa no es la forma de cuidar, para nosotras hay que profundizar lo que tenemos, porque sino lo poco que tenemos fácilmente se recicla para el sistema y se pierde.

“El castellano nos impone una forma de entender el mundo y nosotras queremos vivir en otro mundo”

En el congreso Nuevas narrativas para una educación feminista y antirracista has hablado de la importancia de que las lenguas de los pueblos estén en el sistema educativo, no como asignatura, sino en todos lados, como acto de dignidad.

Sí, aprender nuestras lenguas no solo para hablar bien, sino para dejar de pensar, sentir y amar en castellano. El castellano nos impone una forma de entender el mundo y nosotras queremos vivir en otro mundo, queremos construir ese otro mundo. Y recuperar esa otra imagen del mundo es recuperar la lengua para poder pensar, sentir, querer y alimentar la rabia desde nuestras propias lenguas, eso es parte de la descolonización, de la autonomía, de la autodeterminación. Es un acto de dignidad no tener que esconder tu lengua, tu color de piel, tu forma de vestir ni tu forma de comer para poder ser reconocida en el mundo. También presentaste el material didáctico Nosotras somos Abya Yala, un libro para colorear creado por les niñes del feminismo comunitario, para dejar de pintar princesas y hombres araña y pintar a las abuelas de las que vosotras les habláis. En esa discusión sobre las abuelas dijimos “tiene que haber reglas para pintar” y una de las reglas es que no hay un color piel, porque toda la vida han estado con maestras y maestros que les han dicho que había que pintar los dibujos de color piel y ese color piel oficial nunca ha sido nuestro color de piel. Y otra regla era “no hay colores feos ni bonitos, ni vivos ni muertos”, porque como nosotras vivimos en un lugar que es 3.800 metros de altura sobre el nivel del mar no existe el naranja de los cítricos y el verde de las palmeras. Yo aprendo a amar y a reconocer los colores que hay en mi entorno, los colores como montaña, como agua. El negro es el color fundamental para nosotras, para nuestra ropa, para nuestra vida. Es más, la Wipala, que tiene muchos colores, antes tenía una franja negra en medio que era el color de la vida, de que todo viene de ahí, contrario a lo que las maestras y maestros dicen, que el negro parece un color muerto. En los colores y en las formas de vestir hay lógicas coloniales. Para mí es una decisión política llevar estas ropas, porque me acerca a mi abuela, mi ropa es una resistencia, es un atentado permanente al sistema. En una escuela había un profesor de gimnasia que decía “¿qué tengo que ver con la despatriarcalización?”. Y le decíamos: “Usted encárguese de que las wawas aprendan a no agachar la cabeza”. Porque eso no es casualidad, no es que vivamos en lugares muy altos y agachamos la cabeza para cubrirnos del frío, porque también nos han planteado eso. Este maestro de gimnasia después de un tiempo nos decía: “Qué difícil es enseñar a levantar la cabeza”. Es el cuerpo que está formado por un mundo colonial, siempre pidiendo perdón, siempre sin mirar a los ojos, porque eso te da poder, seguridad en vos misma. Era un proceso de descolonización para el propio profesor, para que cree sus metodologías y ejercicios que a la vez puedan descolonizar el cuerpo, y eso lo hemos hecho mediante la ley de educación, que obliga a las maestras y maestros a despatriarcalizar en cualquier asignatura.

“Nuestra memoria ancestral están estos cuerpos plurales, estos cuerpos que no eran ni hombre ni mujer. La comunidad también ha sido atravesada por el colonialismo, por el patriarcado y por la heteronormatividad”

En el libro Jiwasa / Nosotras: Resistencias chiquitanas, guarayas, moxeñas, aymaras, quechuas, indias, cholas / Disidencias tevis, mujerengues, q’iwsas, qharimachos, ullupakus, machorras, maricas (2019) explicas tu decisión política de ser lesbiana, como parte del proceso de descolonización, un camino de descolonización del cuerpo, el placer y el deseo.

Nosotras cuestionamos la familia, no queremos familia, porque la familia rompe la comunidad, la familia es una imposición colonial. La heterosexualidad es una imposición colonial. Hay información de que nuestros pueblos no eran heterosexuales. Tenemos una memoria no heterosexual en el cuerpo, pero ese deseo es eliminado, coartado por la heterosexualidad desde el colegio y por las iglesias. Yo decido políticamente siendo feminista y comunitaria ser lesbiana, no lo decido antes porque no sabía que se podía. Me he casado a los 16 años y he tenido una hija a los 16 años y después otra, porque pensé que era la única opción para las mujeres. Esta decisión para mí ha significado reconstruir una relación de deseo, de erotismo con otra mujer, una relación que ha sido cargada de prejuicios, de sentir asco por nuestro cuerpo y por el cuerpo de otra mujer, porque el único cuerpo que podemos desear o que puede ser satisfactorio es el cuerpo de un hombre, el falocentrismo. En un mundo patriarcal, el deseo es patriarcal, el erotismo es patriarcal. También ha habido una discusión sobre si soy lesbiana, si esa es la palabra, porque no deja de ser una palabra que viene del griego, de Lesbos. Yo miraba el movimiento feminista, el movimiento lésbico y no la comunidad, donde había también lesbianas. Empezamos a recuperar la palabra q’iwsa en aymara, que son las personas no heterosexuales. Y ahí profundizamos más esa discusión de que la heterosexualidad es una imposición colonial, porque en nuestra memoria ancestral están estos cuerpos plurales, estos cuerpos que no eran ni hombre ni mujer. La comunidad también ha sido atravesada por el colonialismo, por el patriarcado y por la heteronormatividad, y por eso se habla de que somos hijas del padre sol y de la madre luna, de la Pachamama, del tata inti, toda esa heterosexualización y humanización de la naturaleza que es parte de un sistema patriarcal, las cosmovisiones no son antropocéntricas, pero lo parecen, porque sexualizan a la naturaleza por la colonización. Todo eso hemos cuestionado para poder nombrarnos. Sí, como lesbiana, pero fundamentalmente como q’iwsa, como esta resistencia a una heterosexualidad que es colonial, que es dominación, que es explotación y saqueo.

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Fuente de la información:  https://www.pikaramagazine.com

Fotografía: Pikaramagazine. Adriana Guzmán Arroyo, en Bilbao. / Foto: Garazi Basterretxea Barea

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CII-OVE: Ciclo de debates sobre la universidad, presente y desafíos

Realizada por Luis Bonilla-Molina/CII-OVE

Hoy le traemos una entrevista realizada al Dr Carlos Forero.

Con Carlos Forero nos adentramos en la cultura universitaria y su impacto en la transformación de la educación superior, profundizando en su mirada sobre el impacto de la tecnología en la educación superior, así como las tensiones entre tradición e innovación.

👉🏻Les invitamos a sumarte a este ciclo de conversaciones sobre la universidad que tenemos y la que queremos.

🔈Para este y otros contenidos visitar nuestro sitio web www.otrasvoceseneducacion.org y nuestras redes sociales 👇🏻
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Entrevista disponible en:
httHoy le traemos una entrevista realizada al *Dr Carlos Forero*.

Con Carlos Forero nos adentramos en la cultura universitaria y su impacto en la transformación de la educación superior, profundizando en su mirada sobre el *impacto de la tecnología en la educación superior*, así como las *tensiones entre tradición e innovación*.

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Entrevista a la escritora y abogada feminista pakistaní Rafia Zakaria: «El problema del feminismo blanco es creer que la cultura occidental es la más adecuada para la igualdad»

Por: Ana Requena Aguilar

La autora de ‘Contra el feminismo blanco’ critica duramente un marco feminista que sigue teniendo como centro y referencia a las mujeres blancas, sus características, vidas, necesidades e historias.

Detrás de un título algo provocador –Contra el feminismo blanco (Editorial Contintametienes)- hay un libro para pensar y aprender. Lo firma Rafia Zakaria, una abogada feminista pakistaní, escritora, columnista en varios medios de comunicación, que, harta de ver cómo el racismo y la blanquitud se reproducen en la academia, el activismo, las ONG y también en el feminismo, se puso a escribir un manual no apto para ofendiditos u ofendiditas occidentales. Zakaria diserta desde la experiencia concreta y desde todo el conocimiento y experiencia acumulado, no solo desde la teoría, sino desde la práctica, que ella reivindica como fundamental, por encima de nociones elitistas de feminismo que alejan a muchas mujeres de él. Hace unas semanas, la abogada y escritora estuvo en Madrid para participar del ciclo de pensamiento organizado por la asociación Mujeres de Guatemala y La Casa Encendida.

¿Cómo define feminismo blanco y por qué acabar con él?

Uno de los conceptos centrales del libro es la idea de blanquitud, no en el sentido del color de la piel, sino como un sistema de dominación. La blanquitud es el sistema de colonialismo y subyugación, el deseo de mantener ese sistema y su centralidad en nuestro mundo, de modo que, de forma directa o indirecta, se mantiene el statu quo. Implica poner a la gente blanca esencialmente en el centro y priorizar sus preocupaciones y agendas. La razón por la que escribí este libro es que sentía que había un montón de interacciones que estaban teniendo lugar atravesadas por la raza y que, sin embargo, funcionaban bajo la idea de que en general, tienen lugar en igualdad de condiciones, con la misma cantidad de poder. Y eso era completamente erróneo. Hoy en día es muy raro que alguien vaya a ser abiertamente racista, la mayor parte del racismo sucede debajo de la superficie. Así que este concepto busca crear un vocabulario que permita que eso salga a la luz para que la gente entienda que todas nuestras interacciones están cargadas de diferencias de poder y, si no las reconocemos, entonces estamos participando de ello.

¿Cómo diría que funciona el feminismo blanco, de qué maneras concretas se reproduce la blanquitud, también en el feminismo?

Uno de los principales problemas es que las mujeres blancas asumen que la cultura blanca, es decir, la cultura europea occidental y norteamericana, es más adecuada para la igualdad de género y para la libertad de las mujeres que otras culturas. Voy a dar un ejemplo que me acaba de pasar. Hace un par de días hablaba con un grupo de mujeres, la mayoría blancas, y me preguntaban dónde había estado en los últimos tiempos. Conté que acababa de volver de Qatar e inmediatamente una de ellas dijo ‘oh la situación de las mujeres allí debe ser muy mala, debe haber sido difícil para ti estar allí’. Cuando la gente se entera de que soy musulmana sé que van a empezar con el ‘¿qué opinas del velo? ‘. No puedo decirte el número de veces que como mujer marrón y musulmana sufro esta suposición de que vengo de una cultura que es extremadamente represiva en la que las mujeres no tienen idea de cómo luchar por su libertad, así que tenemos que hacerlo por ellas y decirles qué hacer.

No creo que las mujeres blancas tengan una intención maliciosa, o que lo hagan para hacerme sentir por debajo de ellas, pero lo hacen. Exponen la suposición de que otras mujeres están de alguna manera por debajo y tienen menos idea de lo que es ser feminista, cuando la verdad es que las mujeres en estas culturas, como con las que crecí en Pakistán, luchan tanto para sobrevivir como mujer que son mejores luchadoras, grandes y fuertes, porque saben lo que es ir en contra de los hombres todo el tiempo. Hay muchas mujeres blancas que tienden a hablar mucho y a ocupar todo el espacio, y es muy difícil para ellas ceder ese espacio para que las mujeres marrones, negras, asiáticas, etc. también puedan hablar. Aunque estas mujeres son mayoría, tienen muy poca voz dentro del movimiento feminista global.

Pone el ejemplo del sufragismo, que siempre aparece como un hito en la historia del feminismo, tal y como la solemos escuchar y relatar.

Si sabemos algo sobre el sufragismo es por supuesto sobre el sufragismo blanco. El feminismo no empezó cuando las mujeres blancas decidieron luchar por el voto o en la Revolución Francesa. Esa es precisamente la cuestión: ¿qué marco consideramos feminista? Si tienes a una mujer blanca y sólo te fijas en las características de su vida y de sí misma, y si esas son las únicas mujeres en las que estás pensando cuando piensas en el feminismo, entonces eso es lo que encontrarás porque otras características que puedan tener otras mujeres marrones, negras, etc., ni siquiera forman parte del marco, así que quedan fuera. Empezar tu marco con el movimiento sufragista deja fuera a millones y millones de mujeres y a muchísima historia. La consecuencia, y digo esto como alguien que creció en Pakistán, es que si eres una chica pakistaní piensas que allí no ha habido feministas en absoluto, que todas están en América o en Europa. Eso es simplemente incorrecto, y si estamos tratando de crear un movimiento feminista que sea inclusivo pero seguimos haciendo esto, naturalmente que muchas de esas mujeres y chicas dirán ‘no queremos tener nada que ver, esto no se aplica a nuestras vidas’. Cuando creas una historia que deja fuera a tanta gente, naturalmente esas personas no van a estar interesadas en el propósito de esa historia.

En el libro hace una diferencia muy interesante entre los términos ingleses expertise y experience, que en español sería como diferenciar entre las mujeres que son expertas en sentido más teórico, de leer, escribir, estudiar, y las que tienen experiencias en el feminismo, que lo viven desde sus heridas y vivencias. ¿Cuáles son las consecuencias de que generemos esa diferencia?

Empecé mi carrera como abogada, trabajando con mujeres en un refugio para víctimas de violencia. Habían perdido sus hogares, estaban allí con sus hijos, no sabían qué iba a pasar en el futuro, y se les estaba pidiendo que mostraran un increíble grado de fuerza para ser capaces de, básicamente, sobrevivir. Hay millones de mujeres en todo el mundo que están experimentando esto en un nivel u otro. Sin embargo, al mismo tiempo, mis experiencias como estudiante de posgrado en aulas de teoría feminista eran muy diferentes, ya que no se hablaba de los retos reales a los que se enfrentan las mujeres en su día a día. Había conversaciones teóricas muy profundas sobre qué es el feminismo y sobre si deberíamos incluir esto o aquello. No estoy diciendo que esas conversaciones no sean importantes, pero me sentía frustrada porque creía que era urgente hablar de lo que las mujeres necesitan y merecen de la sociedad. Y no había urgencia en esas conversaciones. Tenía la sensación de que esas mujeres se sentían cómodas en su papel de teóricas. También veía que en el caso de las mujeres que estaban creando un importante discurso feminista antirracista dentro del mundo académico, su trabajo no estaba saliendo a la luz. En última instancia, quería señalar que las mujeres que sobreviven a estas situaciones difíciles, sus voces, deben ser fundamentales para el feminismo.

¿Cree que esa diferenciación que se hace está de alguna manera relacionada con las tensiones y debates feministas de los últimos años, con la ‘pelea’ por marcar cuál debe ser la agenda feminista y quiénes son las que pueden hablar en nombre del ‘verdadero’ feminismo?

Absolutamente. En inglés, la palabra que usamos para ello es gatekeeping, que significa que esencialmente están tratando de controlar quién pertenece y quién no pertenece. Eso sucede de varias formas, por ejemplo, cuando se les dice a las mujeres que necesitan estudiar feminismo o que su comprensión de las partes teóricas del feminismo es defectuosa o que no conocen la definición de feminismo. Todas estas réplicas me parecen discriminatorias y excluyentes. Es una forma de mantener a las mujeres fuera del feminismo, de intimidarlas para que guarden silencio, porque entonces piensan ‘quizás yo no sepa nada de feminismo’. Les quitas la confianza para hablar y participar.

Por eso, cuando la gente me pregunta cuál es la definición de feminismo, utilizo una muy sencilla: cualquiera que esté comprometido con la justicia igualitaria de género y con la transformación de las instituciones sociales, políticas y culturales para que reflejen esa igualdad. Y la práctica es crucial. Eso es todo. Las mujeres deberían poder hablar de sus experiencias y conectar a partir de ellas. Y las mujeres que tienen menos poder en la sala son las que deberían poder hablar más, porque son las que más necesitan que se oiga su voz. Estaría bien que alguna gente dejara de preocuparse tanto por la definición de feminismo y viera cómo interactúan en su vida diferentes tipos de discriminación, alienación o subordinación.

¿Está esa diferente forma de entender o definir el feminismo en la base de la disputa por los derechos trans, la autodeterminación de género y lo queer? Es decir, ¿es el intento por definir y controlar qué es el feminismo lo que está condicionando que haya quien señale eso como un problema, una especie de enemigo para las mujeres?

Existe una conexión muy importante. Personalmente, creo que toda la controversia en torno a los derechos trans es una distracción. El verdadero peligro para las mujeres no son las mujeres u hombres trans. Esto que se repite de las mujeres en los deportes, por ejemplo. El hecho es que las oportunidades para las categorías femeninas de todos los deportes son muy pequeñas en comparación con lo que los hombres tienen. Así que una forma de abordar esto sería, tal vez, aumentar la cantidad de recursos disponibles para el deporte femenino. Pero, por supuesto, nadie habla de eso porque es mucho más fácil que las mujeres se peleen entre ellas y se pidan definir qué es esto o lo otro. Es parte de la manera en la que el patriarcado crea ansiedad interna entre las mujeres, incluso por lo poco que tienen. Es una mentalidad de escasez que sucede cuando has sido subyugada durante mucho tiempo. Quiero decir, es asombroso pensar en todas las cosas que estamos viendo -por ejemplo, imágenes en directo de Marte-, pero que todavía estamos en una situación en la que las mujeres tienen que discutir si es importante que estén en la junta de su empresa mientras tantos hombres sienten la necesidad de afirmarse y de excluir a las mujeres de la toma de decisiones, de posiciones importantes y de la formulación de políticas.

Parece anatema, pero esa es nuestra realidad. Y es una realidad urgente porque estamos en un momento de transformación. En todo el mundo, los sistemas políticos están cambiando la importancia que damos a la democracia, a la igualdad. Y si las mujeres no presentamos al menos una apariencia de frente unido, en el que insistamos en mantener nuestros derechos, será un mundo muy oscuro. El nivel de misoginia en este momento en el mundo parece ser mayor de lo que era en épocas anteriores. No es sólo el tipo habitual que ha existido siempre, siento que hay mucha rabia entre los hombres y el deseo real de hacer daño y de ver a las mujeres subyugadas.

En los últimos años, el término ‘empoderamiento’ se ha convertido en un ‘clásico’ de los encuentros, las políticas y las medidas sobre igualdad y mujeres. Usted es muy crítica con la evolución de ese término y su aplicación. ¿Qué ha pasado con el empoderamiento?

Lo describiría de dos maneras. Por un lado, el término procede originalmente de un colectivo de mujeres indias que lo definió como el movimiento para transformar las instituciones sociales, culturales y políticas de modo que reflejen la igualdad de género. Pasó de eso a ser adoptado por la ONU y formar parte de instrumentos transnacionales. El problema fue que pasó de ser una palabra que tenía significado a una de moda que sonaba bien y que todo el mundo quería poner en sus papeles. Ahora puede significar cualquier cosa, desde la compra de un determinado tipo de sujetador deportivo a luchar contra las guerrillas armadas en Nigeria. Cuando un término se diluye de esa manera, desafortunadamente, tiene muy poco impacto. Por eso ya no soy un gran fan de la palabra empoderamiento.

Por otro lado, soy columnista de un periódico paquistaní desde 2009. Durante gran parte de la guerra contra el terrorismo, yo estuve allí y se invertían cantidades increíbles de dinero en Afganistán y Pakistán para esta idea del empoderamiento. Era una situación muy difícil: como feminista diriges un refugio y de repente, el gobierno de Estados Unidos quiere darte 40 millones y quieres aceptarlo, pero al mismo tiempo era un feminismo ‘de goteo’. Es decir, pones dinero desde arriba y te permite hacer cosas, pero como no hay aceptación de los interesados, de abajo, tan pronto como Estados Unidos se fue, o tan pronto como se acabó la subvención, el proyecto se acabó. Se pusieron millones, por ejemplo, en proyectos para que las niñas afganas pudieran aprender a patinar o jugar al baloncesto o cosas que son buenas, pero si hablamos de una sociedad en la que las mujeres no tienen educación básica y viven en zonas muy alejadas, separadas unas de otras, sin atención sanitaria básica, entonces esa priorización es errónea. ¿Por qué se les da prioridad a que jueguen al baloncesto en lugar de a que puedan recibir las vacunas básicas? Por un lado, bombardeas su aldea y, por otro, decides que vas a construir una escuela en algún lugar.

Entiendo que entonces eso desacreditó esa idea del empoderamiento…

Manchó la idea del empoderamiento y del feminismo para toda una región del mundo, de modo que ahora si estás hablando sobre los derechos de las mujeres es algo controvertido y se considera inherentemente pro-estadounidense. Ese fue el otro motivo por el que llegué a la idea de la blanquitud, porque lo que intentaba mostrarles es que lo que realmente rechazan es la blanquitud, no el empoderamiento de las mujeres. Cuando se habla o se discute sobre los principios feministas, inmediatamente se te considera pro-occidental, pro-estadounidense, anti-Pakistán, anti-Afganistán. Por eso es tan importante separar estas ideas, porque está perfectamente bien que la gente se sienta como se siente sobre la blanquitud y el colonialismo, porque esa ha sido la base de su subyugación. Pero decir que todo discurso sobre la emancipación de las mujeres es de alguna manera occidental es incorrecto. Así que ahora el trabajo dentro de estas sociedades tiene que ser, y está sucediendo, observar a las mujeres dentro de sus propias culturas y saber que lucharon estas luchas desde hace mucho y crear una especie de narrativa indígena del feminismo.

Fuente:https://www.eldiario.es/sociedad/rafia-zakaria-problema-feminismo-blanco-creer-cultura-occidental-adecuada igualdad_128_11933962.html

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