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Mundo: La amenaza del supremacismo blanco

La amenaza del supremacismo blanco

Frei Betto

Soy blanco, pero tengo ADN negro e indígena. Y tengo dudas de si mi inveterado optimismo, reforzado por el factor de resurrección de mi fe- de que la vida prevalecerá sobre la muerte- resistirá a los indicios de barbarie que identifico en la actual coyuntura mundial.

Me alivia el hecho de que no tengo descendientes, tanto es el temor que siento hoy por el futuro de la humanidad. Me sumo al epílogo de Machado de Assis en Memorias póstumas de Bras Cubas (1881): “No tuve hijos, no le transmití a ninguna criatura el legado de nuestra miseria”.

Si tuviera que señalar un único factor del actual caos global apuntaría al supremacismo de la elite blanca. No tanto por condición de clase, sino de espíritu.

Jair Bolsonaro

Conozco a personas pobres imbuidas del síndrome del elitismo. Todo Brasil vio, en el gobierno de Bolsonaro, a un presidente de la Fundación Palmares, negro, manifestar prejuicios sobre su propia etnia. En septiembre de 2021 criticó el movimiento negro, negó que Brasil fuera un país racista y defendió que se debía acusar también del delito de racismo a quien ofende a personas blancas. “Soy el terror de los afrollorones, de la negrada victimista, de los negros con rabia. No les tengo miedo”, declaró en un evento en Brasilia organizado por el diputado Eduardo Bolsonaro (PL-SP), ante un público conservador.

El elitismo racista se caracteriza por una acentuada aporofobia, esto es, una aversión a los pobres. La persona vive alquilada, carga con un monte de deudas, araña para pagar las cuentas, pero abomina a quien se encuentra desempleado o vive en situación de calle. Como tiene amistades en situación mejor que la suya se considera de clase media en camino al ascenso social. Se avergüenza de su situación real y se alía a los alpinistas de la pirámide de la desigualdad.

Trump es hoy en día el gurú de esa gente. Usa metáforas como “inmigrantes” para vomitar sus prejuicios contra los extranjeros atraídos por el “sueño americano”, aunque su tercera esposa, Melanie Knauss, haya nacido en Eslovenia. Lo bastante sagaz como para no ser acusado de racista y perder votos de los electores negros, es obvio que su “América” es la de los wasp, sigla que designa a los blancos, anglosajones y protestantes. Los racistas estadounidenses desprecian a los católicos, predominantemente descendientes de italianos e irlandeses.

La ideología trumpista es el Destino Manifiesto, la convicción de que el modelo de vida estadounidense debe ser llevado a todos los pueblos. Trump es el Capitán América, un personaje de historietas creado en 1941, en plena Segunda Gran Guerra para inflamar de orgullo a las tropas de los Estados Unidos contra las potencias del Eje (Alemania, Italia y Japón). El personaje realiza prodigios y escapa a todas las trampas que le tienden sus enemigos.

Trump es candidato a la presidencia, acompañado por J.D. Vance, a quien se califica de modelo de la meritocracia por haber nacido en una familia del interior de pocos recursos y haberse hecho rico y famoso. Su mujer, Usha Chilukuri Vance, es hija de inmigrantes. La ideología rastrera estadounidense de que el sol de la prosperidad brilla para todos y basta con saber alcanzarlo, como si no hubiera lucha de clases, me recuerda el Reader’s Digest, una revista conocida en el Brasil de mi infancia con el nombre de Selecciones, repleta de artículos centrados en convencer al lector de la supremacía de los Estados Unidos, y de cuántos famosos nacidos en la pobreza se convirtieron en exitosos magnates.

Vance, el vice de Trump, se jactó en la convención del Partido Republicano de que su abuelo tenía en su casa 19 armas “para proteger a la familia”. ¡Dios mío! ¡Cuándo se hubiera podido imaginar que mantener un arsenal en casa pudiera ser motivo de orgullo para un político!

Los Estados Unidos son una nación bélica. Cuenta con solo el cuatro por ciento de la población mundial, pero su población civil tiene en sus manos 393 millones de armas: el 40 por ciento de todas las que circulan en el mundo.

Así como el gurú de Bolsonaro era el supuesto filósofo Olavo de Carvalho, el de Vance es el politólogo Patrick Deneen, de la Universidad de Notre Dame. Católico fundamentalista, se dio a conocer en 2018 con el lanzamiento del libro Por qué ha fracasado el liberalismo, en el que propone una sociedad centrada en los valores religiosos y restringida a pequeñas comunidades, un sistema conocido como “localismo”, opuesto a la globalización.

Admirador del premier húngaro Viktor Orban (amigo de Trump), de extrema derecha, Deneen sugiere imitarlo en el control ideológico de las universidades vetando ideas identitarias, ecologistas, sexistas y marxistas. Y apoya el servicio militar y civil obligatorio para todos los jóvenes.

Deneen sostiene, además, que fue un error integrar a las mujeres al mercado de trabajo. Eran más felices cuando ocupaban la posición de reinas del hogar…

Es sorprendente ver a millones de electoras estadounidenses fanáticas de la dupla Trump-Vance. En marzo de 2023, Trump fue acusado de hacerle pagos clandestinos a una estrella de cine porno. Y en mayo del mismo año fue condenado por un jurado de Nueva York por abuso sexual y difamación contra la escritora Elizabeth Jean Carroll, a quien tuvo que pagarle cinco millones de dólares.
Cuando la cabeza se impregna de fanatismo, los ojos se ciegan.

Uno de los factores que más contribuyen al fundamentalismo es la religión, que se basa en la fe, aunque la teología exige apoyar la creencia en la razón y no ceder al fideísmo, que es la convicción de que la fe prescinde de la razón y de la ciencia.

Sin duda, como vimos en Brasil a lo largo del gobierno de Bolsonaro, todavía hoy en muchas candidaturas a los gobiernos municipales Dios será invocado como cacique electoral de innumerables candidatos. Una encuesta realizada por Reuters/Ipsos revela que 65 por ciento de los electores republicanos le atribuyen a una intervención divina la sobrevivencia de Trump al escapar del atentado que lo hirió en la oreja… La victimización martirial de un candidato siempre ayuda a apuntalar su elección.

Aunque existen síntomas apocalípticos derivados del desequilibrio ambiental, como sequías prolongadas e inundaciones diluvianas, Trump defiende abiertamente descartar las energías limpias y priorizar el uso de combustibles fósiles.

Todo indicaba que la dupla Trump-Vance sería electa en noviembre. A partir del 20 de enero de 2025, el mundo estaría bajo el gobierno del supremacismo blanco, racista, misógino y religioso. Un dios creado a imagen y semejanza de sus propósitos imperialistas.

Pero la renuncia de Biden a un segundo mandato y la selección de Kamala Harris, una mujer negra, como candidata del Partido Demócrata, ahora obliga a Trump a poner sus bardas en remojo…

rmh/fb

 

Fuente de la Información: https://firmas.prensa-latina.cu/2024/08/01/la-amenaza-del-supremacismo-blanco/

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Cultura del odio y regulación de las redes

Sao Paulo (Prensa Latina): Crece el número de suicidios de jóvenes causados por el linchamiento virtual. El odio permea las redes digitales, avanza la cultura de la cancelación, y la defensa de la honra de las víctimas se hace imposible. Las fake news provocan diversos trastornos, estrés postraumático y depresión profunda. Y los asesinos virtuales se esconden tras el anonimato de las redes.

De ahí la importancia de que la escuela, desde el ingreso de los niños, promueva la educación para el uso de las redes digitales e internet en general. En caso contrario, niños y jóvenes corren el riesgo de tornarse vulnerables a la mayor fábrica de odio global inventada por el ser humano, que engrosa con miles de millones de dólares cada mes las cuentas bancarias de los propietarios de las plataformas digitales, las big tech, y cuyo objetivo es uno solo: ¡money, money, money!

Esos propietarios conocen el secreto para mantener a millones de personas conectadas a las redes digitales, hasta el punto de sufrir de la enfermedad de moda, la nomofobia: dependencia de internet. Hoy más de cinco mil millones de personas están conectadas a las redes.

Haga una encuesta en su entorno y verá que las personas recuerdan mejor las ofensas sufridas que los elogios recibidos. Por tanto, cuanto más odio destilan las redes, tantas más personas se conectan. He ahí la receta del éxito de las plataformas.

La más sencilla noción de psicología nos permite saber que nuestra identidad se deriva de nuestras relaciones sociales. Hoy en día, no solo de nuestras relaciones presenciales, como la familia y las amistades, sino también de las conexiones virtuales.

La diferencia es que las conexiones virtuales tienen el inconmensurable poder de amplificar una acusación injusta, mientras que el acusado muchas veces ni siquiera cuenta con la oportunidad de defenderse, porque es cancelado inmediatamente, o sea, eliminado de los canales digitales.

¿Cómo defenderse de un comentario malintencionado que en menos de una hora se multiplica por mil? Ante esa siniestra coyuntura solo veo dos antídotos: la educación de niños y jóvenes en el uso de las redes digitales y el mundo virtual, y el establecimiento por el gobierno de una rígida regulación para ponerle freno a la “fakecracia” e impedir que la cultura del odio prevalezca sobre la del respeto y la solidaridad.

Investigaciones realizadas en Brasil arrojan que los niños y jóvenes enviciados con internet presentan una considerable pérdida de la capacidad de memorización, redacción e interpretación de textos, y expresión oral. Y muestran cada vez menos interés por la literatura. Saben digitar, pero no siempre saben reflexionar.

Además de tratar de capturar y mantener al internauta conectado el mayor tiempo posible y motivarlo a compartir los contenidos seleccionados por el algoritmo en función de una infinidad de factores, como sucede en las redes digitales, estas pueden ser un factor de inducción de la discriminación y desigualdad. Es lo que ocurre cuando el algoritmo de una empresa de selección de candidatos a empleo excluye sistemáticamente a las personas de determinado género o etnia.

Ese “hueco negro” del ciberespacio debe ser mapeado urgentemente para no asfixiar nuestra ciudadanía y vernos reducidos a meros consumistas. *Escritor brasileño y fraile dominico, autor de varios libros, colaborador de Prensa Latina.

Fuente de la información e imagen:  https://vocesdelsur.prensa-latina.cu

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Brasil: ¿Salvará el capitalismo a la humanidad?

¿Salvará el capitalismo a la humanidad?

Frei Beto

Nuestra era puede definirse como el capitaloceno. Hoy día, el poder del capital habla más alto que el derecho a la vida de los seres humanos y la naturaleza

El año comenzó con una noticia estremecedora. En 2021, en pleno auge de la pandemia, la fortuna de las 500 personas más ricas del mundo creció en más de un billón de dólares. Al cambio del 3 de enero del nuevo año, ese monto equivalía a 5,57 billones de reales.

Para tener una idea de lo que esto significa, basta saber que, en 2020, el PIB de Brasil –la suma de todos los bienes y servicios de una población de 212 millones de personas– fue de 7,5 billones de reales.

Si sumamos el patrimonio líquido de ese selecto club de 500 supermillonarios, el resultado es de 8,4 billones de dólares (49,9 billones de reales), superior al PIB de cualquier país del mundo, salvo Estados Unidos y China.

De los 500, diez son casi 2,15 billones de reales más ricos. Ellos son:

1) Elon Musk (Estados Unidos), 50 años. Su fortuna es de 270 000 millones de dólares. En 2021 esta creció en 114 000 millones. Es inversionista y fundador de Space x, una empresa que fabrica naves espaciales y tecnología de punta; de la The Boring Company, dedicada a la perforación de túneles y la infraestructura de la construcción; y de la mayor fábrica de autos eléctricos del mundo. Nació en Sudáfrica, pero tiene la nacionalidad estadounidense. Quiere privatizar el espacio.

2) Jeff Bezos (Estados Unidos), 57 años. Su fortuna es de 192 000 millones de dólares. En 2021 ganó 2,04 mil millones. Es dueño de medios de comunicación, inversionista, ingeniero en computación y, al igual que Musk, busca la privatización del espacio y promueve el turismo espacial. Es dueño de la compañía Amazon.

3) Bernard Arnault (Francia), 72 años. Su fortuna es de 178 000 millones de dólares y ganó 63,6 mil millones en 2021. Es inversionista y coleccionista de arte, controla la lvmh-Louis Vuitton s.a., que produce artículos de lujo, incluidas bebidas selectas como champán y coñac.

4) Bill Gates (Estados Unidos), 66 años. Su fortuna, de 138 000 millones de dólares, creció en 6,39 mil millones el año pasado. Es uno de los dueños de Microsoft.

5) Larry Page (Estados Unidos), 48 años. Su fortuna, de 128 000 millones de dólares, se incrementó en 46 000 millones en 2021. Especialista en ciencias de la computación, es cofundador de Google.

6) Mark Zuckerberg (Estados Unidos), 37 años. Magnate de medios de comunicación y empresario de internet, fundó Meta Platforms, que controla Facebook, Instagram y WhatsApp, entre otras subsidiarias.

7) Serguei Mijailovich Brin (Estados Unidos), 48 años. Su fortuna asciende a 124 000 millones de dólares, y creció en 43 000 millones en 2021. Especialista en ciencias de la computación, nació en Moscú y tiene ciudadanía estadounidense. Fundó Google junto a Larry Page. Abandonó el control de la empresa en 2019.

8) Steve Ballmer (Estados Unidos), 65 años. Tiene una fortuna de 124 000 millones de dólares, que creció en 39,3 mil millones en 2021. Fue presidente de Microsoft (2000-2014) y es dueño de Los Angeles Clippers, un equipo profesional de baloncesto.

9) Warren Buffett (Estados Unidos), 91 años. Su fortuna, de 109 000 millones de dólares, se acrecentó en 21,3 mil millones el año pasado. Inversionista, preside Berkshire Hathaway, una compañía holding diversificada, cuyas subsidiarias operan en los campos de los seguros, el transporte ferroviario de carga, la generación y la distribución de energía, etc.

10) Larry Ellison (Estados Unidos), 77 años. Posee una fortuna de 107 000 millones de dólares que creció en 27,5 millones en 2021. Empresario e inversionista, presidió la Oracle Corporation, la segunda mayor empresa de software del mundo en ingresos y capitalización de mercado.

La mayoría de los supermillonarios controla los medios de comunicación, en especial los electrónicos. O sea, fabrican las ideas que pueblan las mentes de mucha gente. Esos diez hombres tienen también poder para detectar cada uno de nuestros pasos y registrar nuestras preferencias. Poseen más poder que casi todos los jefes de Estado.

De los diez, solo uno no vive en Estados Unidos: el francés Bernard Arnault. Y, como se sabe, Estados Unidos es hoy un imperio más poderoso que el romano de los césares, el persa de Ciro, el griego de Alejandro Magno. Tiene poder ideológico (en especial a través de la industria del entretenimiento, como el cine), económico (el dólar y el euro son las únicas monedas internacionales, exceptuando las virtuales) y bélico (acumula 3 750 ojivas nucleares).

Vale subrayar que esos nueve estadounidenses tienen un inconmensurable poder electoral, ya que en Estados Unidos se permite el financiamiento privado de las campañas políticas.

¿Y por qué esas diez personas poseen fortunas tan fantásticas?

Porque vivimos en el sistema capitalista, que instauró la naturalización de la desigualdad social, la convicción de que la naturaleza existe para ser explotada, la creencia en que todos son libres para ascender de la pobreza a la riqueza (la meritocracia), el poder de dictar leyes y monitorear gobernantes y, como explica Max Weber, el precepto de que poseer una fortuna es señal de la bendición de Dios…

De los 7,9 mil millones de personas que habitan este planeta devastado por el capital, 857 millones padecen hambre (de la cual 24 000 mueren cada día); 780 millones sobreviven en la miseria (con ingresos de apenas 320 reales al mes); 785 millones no tienen acceso a agua potable; y más de 3 000 millones viven en la pobreza (con ingresos mensuales de 938 reales como máximo).

Nuestra era puede definirse como el capitaloceno. Hoy día, el poder del capital habla más alto que el derecho a la vida de los seres humanos y la naturaleza. La apropiación privada de la riqueza se considera un mérito y un derecho, protegidos por las leyes y la policía.

Los más ricos son envidiados, cortejados, adulados y admirados, mientras que los más pobres son menospreciados, rechazados y excluidos.

Un detalle: el 84 % de la población mundial (6,63 mil millones de personas) cree en Dios… No en vano los dólares llevan impreso In God we trust (confiamos en Dios). En realidad, deberían corregir la frase para que dijera In Gold we trust (confiamos en el Oro).

Estoy convencido de que ni la humanidad ni la naturaleza tienen salvación bajo el capitalismo. Y tengo la esperanza de que, un día, la humanidad considerará que es un sistema inhumanamente abominable.

Fuente de la Información: https://www.granma.cu/pensar-en-qr/2022-01-12/salvara-el-capitalismo-a-la-humanidad-12-01-2022-20-01-57

 

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Combatir el hambre y el veneno en los alimentos

En este artículo el autor reflexiona sobre la situación de miseria que sufren 19 millones de personas en Brasil como consecuencias de las políticas aporofóbicas del presidente Bolsonaro.


La alimentación es el derecho humano número uno. En Brasil, 19 millones de personas (el 9% de la población) padecen hambre crónica, agravada por la pandemia, el desempleo, el aumento del precio de los alimentos (el más alto desde 2003) y, sobre todo, el desgobierno de Bolsonaro.

La inseguridad alimentaria moderada y severa afectaba al 21,5% de la población en 2004; al 10,3% en 2013; y en 2020 alcanzó el 20,5% (Rede Penssan – Red de Investigación Brasileña sobre Soberanía Alimentaria y Nutricional). En la actualidad, 116 millones de personas en Brasil sufren inseguridad alimentaria, es decir, no saben qué tendrán que comer al día siguiente o no tienen acceso a una dieta que contenga los nutrientes esenciales.

En 2004, la pobreza afectaba al 21,5% de la población brasileña. Diez años después (2014) se redujo al 8,4%. Subió al 11% en la recesión de 2015-2016, y al 16% en el primer semestre de 2021.

Acción Colectiva Comida de Verdad, una red formada por 13 movimientos comprometidos con la promoción de la seguridad alimentaria, identifica 310 iniciativas de sistemas alimentarios inclusivos y sostenibles en Brasil, desde huertos comunitarios hasta cooperativas y campañas de financiación colectiva. De estos 310, el 58,9% se dedican a la comercialización, como las ferias agroecológicas y la distribución de cestas de agricultura familiar. Y el 31% son acciones solidarias destinadas a facilitar el acceso a los alimentos de los grupos vulnerables; y el 7,5% son el resultado de políticas públicas.

Desde el lanzamiento del programa Hambre Cero, en el gobierno de Lula, se propone que los municipios cancelen el IPTU (impuesto sobre la propiedad) de las parcelas y terrenos baldíos que sean cedidos por sus propietarios para el cultivo de huertos comunitarios.

En 1950, según el censo del IBGE (Instituto Brasilero de Geografía y Estadística) -, dos tercios de la población brasileña (64%) vivían en zonas rurales. En el último censo, en 2010, el 84% vivía en ciudades y el 16% en zonas rurales. Esto se traduce en favelas, desempleo, violencia y, sobre todo, en el consumo de alimentos industrializados de escaso valor nutritivo.

El MST (Movimiento de los Sin Tierra) es hoy el mayor productor de arroz orgánico de América Latina, es decir, sin insumos como fertilizantes y pesticidas químicos. De hecho, estos productos se encarecieron durante la pandemia, afectando al precio de los alimentos. En el MST, un paquete de 1 kg de arroz cuesta entre 7 y 8 reales (1,20 $US). En Rio Grande do Sul, el movimiento espera recolectar, para la cosecha de 2022, 300 mil sacas. A principios de 2021, se cosecharon 248 mil sacas, por un valor de 20 millones de reales, y 130 mil aún están en stock, ya que la principal dificultad es vender la producción, ya que el principal comprador es el gobierno, la Conab (Compañía Nacional de Abastecimiento) y el Programa Nacional de Alimentación Escolar. Y en cuanto a los productos de la MST… la Conab no ha realizado ninguna subasta para comprar productos de la agricultura familiar. El gobierno federal tampoco muestra ningún interés en mantener las reservas de regulación.

Brasil es el tercer país del mundo que utiliza pesticidas, por detrás de China y Estados Unidos (datos de FAO). En 2019, se vendieron 620.000 toneladas de pesticidas en Brasil (datos Ibama). De este total, el 38,3% son «muy o muy peligrosos», el 59,3% «peligrosos» y sólo el 2,4% «poco peligrosos».

El gobierno de Bolsonaro ha flexibilizado el registro de agrotóxicos. Desde la ley de 1989, se había evitado aprobar cualquiera que contuviera sustancias que provocaran graves trastornos respiratorios, cáncer, mutaciones genéticas, malformaciones fetales, Parkinson, así como alteraciones hormonales y reproductivas.

El decreto del 7 de octubre de este año (10.833/2021) aprobó el «paquete de veneno». Reduce el plazo de aprobación de los plaguicidas, aumenta la participación del Ministerio de Agricultura y crea «límites de seguridad» para que se aprueben sustancias antes prohibidas. Las entidades que se oponen a la medida dicen que Brasil tiene un gran potencial para producir biodefensivos, pero el gobierno los ignora.

De enero a septiembre de 2021, se liberaron 1.215 plaguicidas en Brasil (Diário Oficial). Entre 2005 y 2015 el ritmo de aprobación fue de unos 140 al año. Este año ya se han publicado 345. De los productos utilizados en Brasil, el 30% tiene sustancias activas prohibidas en los países europeos, como la atrazina, el acefato y el paraquat. Este último herbicida, utilizado en plantaciones de algodón, maíz y soja, fue vetado en 2017, pero se permitió su uso hasta julio de este año. Está prohibida en 37 países. Provoca Parkinson en los agricultores.

Desde 1997, los pesticidas reciben incentivos fiscales del gobierno. Al permitir la exención de hasta el 60% del ICMS (Impuesto a la Importación) sobre el comercio de venenos, los estados dejan de recaudar ¡6.000 millones de reales al año!

Una de las principales fuentes de venenos en los alimentos son los productos ultraprocesados. El gobierno debería regular la publicidad, aumentar los impuestos y obligarles a imprimir etiquetas de advertencia, como con los cigarrillos. A partir de octubre de 2022, los productos con altas concentraciones de sodio, azúcar y grasas saturadas tendrán que mostrar los índices en sus envases.

La dieta in natura es más cara que el consumo de productos ultraprocesados, cuyo mayor coste se deriva del envasado, el transporte y la publicidad. Los productos ultraprocesados se fabrican, no para alimentar, sino para fomentar el consumo excesivo. Los refrescos, por ejemplo, no están pensados para calmar la sed, sino para crear adicción en el consumidor. Favorecen la obesidad, la hipertensión y la diabetes. Y lo peor: aquí son alentados por el gobierno. Los refrescos fabricados en la Zona Franca de Manaos reciben subvenciones en forma de créditos fiscales.

En septiembre, el Idec (Instituto Brasilero de Defesa do Consumidor), denunció que el 59,3% de los productos ultraprocesados tienen residuos de pesticidas. Entre los 27 productos, más de la mitad contenían residuos de glifosato o glufosinato, dos herbicidas muy utilizados en los cultivos de soja, maíz y algodón. Según la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer, vinculada a la Organización Mundial de la Salud (OMS), el glifosato provoca cáncer. Aparece en bocadillos, panecillos, galletas de agua y sal, galletas rellenas, cereales, pan de trigo y bebidas de soja, artículos muy consumidos por niños y adolescentes.

Anvisa (Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria), que controla el nivel de pesticidas en los productos ecológicos, no lo hace cuando se trata de productos industrializados.

El agronegocio reconoce que, en los últimos 30 años, el área de siembra en Brasil ha crecido sólo un 50% y, gracias al uso de pesticidas, ¡la producción de granos aumentó un 360%!

¡Sálvese la bolsa, dañándose la vida!

Frei Betto es asesor de movimientos sociales. Autor de 53 libros, publicados en Brasil y en el extranjero, ganó dos veces el premio Jabuti (1982, con «Batismo de Sangue», y 2005, con «Típicos Tipos»).

Traducción: Correspondencia de Prensa.

Fuente (de la traducción): https://correspondenciadeprensa.com/?p=22771

Fuente (del original): https://www.correiocidadania.com.br/colunistas/frei-betto/14842-combater-a-fome-e-o-veneno-na-alimentacao

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Frei Betto señala desafíos para lograr soberanía alimentaria en Cuba

Durante encuentros con estudiantes, investigadores, productores y otros grupos el teólogo brasileño reflexiona acerca de ese tema estratégico para el país.

Las interconexiones entre la agroecología, la participación del campesinado y las juventudes, el enfoque de género y la comunicación para el avance del Plan de Soberanía Alimentaria y Educación Nutricional (Plan SAN) en Cuba fueron abordadas por el  teólogo brasileño Frei Betto.

Sin los campesinos y sin quienes se dedican al periodismo y la comunicación no tendrá éxito el Plan SAN, sentenció el sacerdote de la orden de los Dominicos durante el encuentro organizado por el Instituto Internacional de Periodismo José Martí (IIPJM), junto a la representación en Cuba de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés) y la oenegé Oxfam.

Betto, uno de los máximos exponentes de la Teología de la Liberación, compartió reflexiones sobre el papel capital que le concede a la labor de las y los periodistas en la socialización del Plan SAN, del cual es asesor, y en la movilización de la sociedad: personas de todas las edades, comunidades organizaciones, organismos y proyectos e institutos de investigación de todo el país.

El Plan de Soberanía Alimentaria y Educación Nutricional, primero de su tipo en la historia del país, fue aprobado por el Consejo de Ministros en julio de 2020 y persigue organizar sistemas alimentarios locales, soberanos y sostenibles que integren toda la cadena agroalimentaria y el fomento de una cultura alimentaria y educación nutricional.

Visiones

Betto indicó que las personas no tienen forma de intervenir ni de decidir en las medidas gubernamentales, los desastres naturales como huracanes e inundaciones y situaciones como la pandemia.

Sin embargo, enfatizó, en el Plan SAN todas las personas pueden y deben actuar y participar y “no va a tener éxito si cada cubana y cubano, desde los niños hasta los más viejos, no lo asumen como suyo”, pues depende fundamentalmente de la movilización del pueblo.

Recordó que con la campaña de alfabetización Cuba se convirtió en el primer país de América Latina en eliminar el analfabetismo.

Ahora, destacó, se trata de erradicar la inseguridad alimentaria en un país pobre, que importa cada año alimentos por unos 2.000 millones de dólares –que podría invertir en mejorar las condiciones de vida e incidir en el sector del abastecimiento–, y sufre el impacto del bloqueo de los Estados Unidos.

En Cuba, consideró, no hay hambre, pero las personas no pueden comer lo que les gusta, ni en las cantidades que quieren, deben enfrentar las colas y no hay seguridad de encontrar los alimentos en los mercados, todo lo cual constituye un serio problema.

Otros desafíos

El teólogo recordó que en un mundo habitado por 7 300 millones de personas hay unos 900 millones de hambrientos, no porque no existan los alimentos, sino por su injusta distribución, lo que contrasta con la pandemia que representa la obesidad exagerada y crónica, que genera gastos millonarios en medicamentos.

También destacó el papel de la agroecología, donde existen múltiples buenas prácticas, porque alcanzar soberanía alimentaria pasa también por una transformación en las formas de explotar la tierra, sin destruir los suelos, los bosques, ni devastar el medio ambiente, dijo.

Nuevamente lanzó el reto a la comunicación y a la necesidad de socializar las experiencias agroecológicas exitosas, así como promover un cambio de paradigma nutricional que permita aprovechar mejor los alimentos y reducir considerablemente las pérdidas, estimadas en cerca de 30 por ciento de lo que se produce.

“La prensa tiene que socializar esa información de por qué la agroecología es más provechosa, más sostenible”, acotó. También valoró el fracaso de la 26 Conferencia sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas, que sucumbió frente a la prioridad del capitalismo de obtener ganancias para los más ricos.

Por otra parte, Betto enfatizó que “si la juventud cubana no abraza ese plan como una bandera suya, eso no va a tener futuro”. Asimismo, destacó el rol de la educación popular como metodología para dar a conocer el Plan SAN y para sistematizar sus saberes, en los cuales se basa la Cartilla Popular, que recomendó leer a todas las personas.

Plan SAN

Para Marcelo Resende, representante de FAO en Cuba, el país se encuentra en un momento muy especial, de transformación de los sistemas alimentarios, sobre grandes pilares: actualización del modelo económico, con el impulso al desarrollo local; el acercamiento a la ciencia, tecnología y la innovación a la agricultura y el Plan SAN.

Según dijo en el encuentro Elizabeth Peña, directora de Agricultura Urbana, Suburbana y Familiar del Ministerio de la Agricultura, los principales temas del referido plan se relacionan con la disminución de la dependencia de las importaciones de alimentos e insumos, la garantía de la calidad y la inocuidad, además de la reducción de las pérdidas y los desperdicios de alimentos.

Este programa prioriza también la consolidación de los sistemas alimentarios locales y la movilización de los sistemas educacionales, la cultura y la comunicación para fortalecer la educación alimentaria y nutricional.

Al valorar la importancia del Plan SAN, Juan Garay, jefe de cooperación de la Unión Europea en Cuba, mencionó que si bien las importaciones por 2 000 millones lastran la economía de la nación caribeña, comer sano evitaría gastos en salud por una cifra similar y aumentaría la ya elevada esperanza de vida y salud, admirable comparada con la región.

Fuente: https://rebelion.org/frei-betto-senala-desafios-para-lograr-soberania-alimentaria-en-cuba/

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100 Años De Paulo Freire

Artículo del escritor brasileño, activista político, filósofo y teólogo Frei Betto, donde analiza el legado de Paulo Freire y su amistad con el insigne pedagogo. 

Por: Frei Betto

“…si queremos rescatar el legado de Paulo Freire, el camino es volver al trabajo de base con las clases populares, adoptando su método en una perspectiva histórica, abierta a las utopías libertarias y al horizonte democrático. Fuera del pueblo no hay salvación. ” – Frei Betto

Puedo afirmar, sin miedo a exagerar, que Paulo Freire está en la raíz de la historia del poder popular brasileño a lo largo de 50 años, entre 1966 y 2016. Ese poder surgió como un árbol frondoso de la izquierda brasilera actuante en la segunda mitad del siglo XX: grupos que lucharon contra la dictadura militar (1964-1985); las comunidades Eclesiales de Base de las Iglesias cristianas; la amplia red de movimientos populares y sociales que despuntaron en los años 70; el sindicalismo combativo; y, en la década de 1980, la fundación de la CUT (Central Única de los Trabajadores); de la ANAMPOS (Articulación Nacional de los Movimientos Populares y Sindicales) y enseguida de la CMP (Central de Movimientos Populares); del PT (Partidos de los Trabajadores); y del MST (Movimento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra); y de tantos otros movimientos, ONGs y entidades.
Si tuviese que responder a la pregunta: “Indique una persona causante de todo eso”, diría sin ninguna duda: Paulo Freire. Sin la metodología de educación popular de Paulo Freire, no habría esos movimientos, porque él nos enseñó algo muy importante: a ver la historia desde la óptica de los oprimidos y hacerlos protagonistas de los cambios en la sociedad.
Los excluidos como sujetos políticos
Al salir de la prisión política, a finales de 1973, tuve la impresión de que toda lucha, aquí fuera, había acabado por la fuerza de la represión de la dictadura militar, y porque todos nosotros, imbuidos de la pretensión de ser los únicos entendidos en la lucha capaz de rescatar la democracia, estábamos en la cárcel, muertos, o en el exilio. Cuál no fue mi sorpresa, al encontrar una inmensa red de movimientos populares diseminados por todo Brasil.
Cuando fue fundado el PT, en 1980, vi a compañeros de izquierda reaccionar: “¿Obreros? No. Es mucha pretensión querer que los obreros sean la vanguardia del proletariado. Somos nosotros, intelectuales teóricos, marxistas, quienes tenemos capacidad para dirigir a la clase trabajadora”. No obstante, en Brasil los oprimidos empezaban a volverse no sólo sujetos históricos, sino también líderes políticos, gracias al método Paulo Freire.
Una vez, en México, compañeros de izquierda me preguntaron:
– ¿Cómo hacer aquí algo parecido al proceso de ustedes en Brasil? Porque ustedes tienen un sector de izquierda en la Iglesia, un sindicalismo combativo, el PT… ¿Cómo se obtiene esa fuerza política popular?
– Empiecen haciendo educación popular –respondí– y de aquí a treinta años…
Ellos me interrumpieron:
– ¡Treinta años es demasiado! Queremos una sugerencia para tres años.
– Para tres años no sé cómo hacer –observé–, pero para treinta años conozco el camino.
En resumen, todo el proceso de acumulación de fuerzas políticas populares que resultó en la elección de Lula como presidente de Brasil, en 2002, y mantuvo al PT en el gobierno federal durante trece años, no cayó del cielo. Todo fue construído con mucha tenacidad a partir de la organización y movilización de las bases populares aplicando el método Paulo Freire.
El método Paulo Freire
Conocí el método Paulo Freire en 1963. Yo vivía en Rio de Janeiro, formaba parte de la Dirección Nacional de la Acción Católica. Al surgir los primeros grupos de trabajo del método Paulo Freire, me comprometí en un equipo que los sábados subía a Petrópolis, a 70 km de Rio de Janeiro, para alfabetizar a obreros de la Fábrica Nacional de Motores. Allí descubrí que nadie enseña nada a nadie, unos ayudan a otros a aprender.
¿Qué hicimos con los trabajadores de aquella fábrica de camiones? Fotografiamos las instalaciones, reunimos a los obreros en el salón de una iglesia, proyectamos diapositivas e hicimos una pregunta totalmente simple:
– En esta foto, ¿qué es lo que ustedes no hicieron?
– Bueno, no hicimos el árbol, la planta, el camino, el agua…
– Eso que ustedes no hicieron es naturaleza –dijimos–.
– ¿Qué es lo que hizo el trabajo humano? –indagamos–.
– El trabajo humano hizo el ladrillo, la fábrica, el puente, la cerca…
– Eso es cultura –dijimos–. ¿Y cómo fueron hechas estas cosas?
Ellos discutían y respondían:
– Fueron hechas a medida en que los seres humanos transformaron la naturaleza en cultura.
Enseguida aparecía la foto del patio de la Fábrica Nacional de Motores ocupado por muchos camiones y las bicicletas de los trabajadores. Simplemente preguntábamos:
– En esta foto, ¿qué hicieron ustedes?
– Los camiones.
– ¿Y qué tienen ustedes?
– Las bicicletas.
– ¿No estarán ustedes equivocados?
– No, nosotros fabricamos los camiones…
– ¿Y por qué no van a casa en camión? ¿Por qué van en bicicleta?
– Porque el camión cuesta caro y no es nuestro.
– ¿Cuánto cuesta un camión?
– Cerca de 40 mil dólares.
– ¿Cuánto ganan ustedes al mes?
– Bueno, ganamos en promedio 200 dólares.
– ¿Cuánto tiempo tiene que trabajar cada uno de ustedes, sin comer, sin beber, sin pagar alquiler, economizando todo el salario para ser un día dueño del camión que construye?
Ahí ellos empezaban a calcular y tomaban conciencia de la esencia de la relación capital x trabajo, lo que es la plusvalía, la explotación, etc.
Las nociones más elementales del marxismo, en cuanto crítica del capitalismo, venían por el método Paulo Freire. Con la diferencia de que no estábamos dando clase, no hacíamos lo que Paulo Freire llamaba ‘educación bancaria’, o sea, meter nociones de política en la cabeza del trabajador. El método era inductivo. Como decía Paulo, nosotros, los profesores, no enseñábamos, ayudábamos a los alumnos a aprender.
Culturas distintas y complementarias
Cuando llegué a São Bernardo do Campo (SP), en 1980, había militantes de izquierda que distribuían periódicos entre las familias de los trabajadores. Cierto día doña Marta me preguntó:
– ¿Qué es “contradicción de clase”?
– Doña Marta, olvide eso.
– No soy de mucha lectura –se justificó– porque mi vista es mala y la letra pequeña.
– Olvide eso –le dije–. La izquierda escribe esos textos para leerlos ella y quedarse contenta, creyendo que está haciendo la revolución.
Paulo Freire nos enseñó, no sólo a hablar en lenguaje popular, plástico, no académicamente conceptual, sino también a aprender con el pueblo. Enseñó al pueblo a recuperar su autoestima.
Al salir de la cárcel, viví cinco años en una favela en el Estado de Espíritu Santo. Allí trabajé en educación popular con el método Paulo Freire. Al volver a São Paulo, a finales de los 70, Freire me propuso hacer un balance de nuestra experiencia en educación y, gracias a la mediación del periodista Ricardo Kotscho, produjimos el libro titulado “Esa escuela llamada vida” (editorial Ática). Es su relato como educador y creador del método, y mi experiencia como educador de base.
En el libro cuento que, en la favela donde yo vivía, había un grupo de mujeres embarazadas de su primer hijo, asesoradas por médicos de la Secretaría Municipal de Salud. Pregunté a los médicos por qué trabajar sólo con las embarazadas de primer hijo.
– No queremos mujeres que ya tengan vicios maternales –dijeron–, queremos enseñar todo.
Pues bien, pasados unos meses, llamaron a mi puerta.
– Betto, queremos su ayuda.
– ¿Mi ayuda?
– Hay un cortocircuito entre nosotros y las mujeres. Ellas no entienden lo que hablamos. Usted, que tiene experiencia con ellas, nos podría asesorar.
Fui a presenciar el trabajo de ellos. Al entrar en el Centro de Salud del barrio, me asusté. Allí estaban mujeres muy pobres, y el Centro había sido adornado con carteles de bebés Johnson, rubios de ojos azules, propaganda de Nestlé etc. Delante de aquel espectáculo visual, reaccioné:
– Todo está equivocado. Cuando las mujeres entran aquí y ven esos bebés perciben que eso es otro mundo, no tiene nada que ver con los bebés de ellas.
Presencié el trabajo de los médicos. Hablaban en FM y las mujeres estaban sintonizadas en AM. La comunicación realmente no funcionaba. En una sesión, el doctor Raúl explicó, en lenguaje científico, la importancia de la alimentación materna y, por tanto, de las proteínas, para la formación del cerebro humano. Cuando él terminó la exposición, las mujeres lo miraron como yo al abrir un texto en mandarín o árabe: sin entender nada.
– Doña María, ¿usted entendió lo que dijo el doctor Raúl? –pregunté–.
– No, no entendí, sólo entendí que él dijo que nuestra leche es buena para la cabeza de los niños.
– ¿Y por qué no lo entendió usted?
– Porque no tengo estudios. Fui poco a la escuela, nací pobre en el campo. Yo tenía que trabajar la tierra y ayudar al sustento de la familia.
– ¿Y por qué el doctor Raúl supo explicar todo eso?
– Porque él es doctor, tiene estudios. Él sabe y yo no sé.
– Doctor Raúl, ¿usted sabe cocinar? –pregunté–.
– No sé ni hacer café.
– Doña María, ¿usted sabe cocinar?
– Sí sé.
– ¿Sabe hacer pollo en salsa oscura (plato que en Espirito Santo y también en algunas áreas del Nordeste se llama galinha de cabidela)?
– Sé.
– Por favor, póngase de pie –le pedí–, y cuéntenos cómo se hace un pollo en salsa oscura.
Doña María dio un aula de culinaria: cómo se mata el pollo, cómo se despluma, cómo se prepara la carne y se hace la salsa, etc.
Cuando se sentó, dije:
– Doctor Raúl, ¿usted sabe hacer un plato así?
– Claro que no, me gusta, pero no sé cocinar.
– Doña María –concluí–, usted y el doctor Raul, están perdidos en un bosque espeso, muertos de hambre, y de pronto aparece una gallina. Él, con toda su cultura moriría de hambre, usted, no.
La mujer abrió una sonrisa de oreja a oreja. En aquel momento ella descubrió un principio fundamental de Paulo Freire: no existe nadie más culto que otro, existen culturas distintas, socialmente complementarias. Si ponemos en la balanza toda mi filosofía y teología y la culinaria de la cocinera del convento en el que vivo, ella puede pasar sin mis conocimientos, pero yo no puedo pasar sin los de ella. Ésa es la diferencia. La cultura de una cocinera es imprescindible para todos nosotros.
Paulo Freire y desafíos de futuro
Ante la emergencia de tantos gobiernos autoritarios y la profusión de mensajes antidemocráticos, racistas, homofóbos, machistas y negacionistas en las redes digitales, me parece de suma importancia volver a Paulo Freire en esta fecha del centenario de su nacimiento.
El reflujo de las fuerzas progresistas en América Latina en los últimos años y el despuntar de figuras neofascistas como Bolsonaro en Brasil, nos obligan a reconocer que hace décadas abandonamos el trabajo de base de organización y movilización populares. Ese vacío en las poblaciones de la periferia, de las favelas, de las zonas rurales pobres, está siendo ocupado por el fundamentalismo religioso, por el narcotráfico y los milicos.
Paulo Freire nos enseña en sus obras que no hay movilización sin concientización previa. Es preciso que las personas tengan un “perchero”, donde colgar los conceptos políticos y las claves de análisis de la realidad. El “perchero” es la percepción del tiempo como historia.
Hay civilizaciones, tribus, grupos, que no tienen percepción del tiempo como historia. Los griegos antiguos, por ejemplo, creían que el tiempo era cíclico. Hoy, el tiempo retorna por medio del esoterismo, del negacionismo, del fatalismo y del fundamentalismo religioso. Pero retorna sobre todo por el neoliberalismo.
La esencia del neoliberalismo es la deshistorización del tiempo. Cuando Fukuyama declaró que “la historia acabó”, expresó esto que el neoliberalismo nos quiere inculcar: ¡Hemos llegado a la plenitud de los tiempos! El modo neoliberal de producción capitalista, basado en la supremacía del mercado, es definitivo. Pocos son los escogidos y muchos los excluidos. Y de nada sirve querer luchar por una sociedad alternativa, ¡por “otro mundo posible”!
De hecho, hoy en día es difícil hablar de sociedad alternativa. Socialismo, entonces, ¡ni pensar! Se ha creado un pudor, un bloqueo intelectual y emocional. “El socialismo se acabó, se derrumbó, colapsó, fue enterrado”, alardean las pitonisas. Las alternativas que se plantean son por lo general intrasistémicas.
La noción de que el tiempo es historia viene de los persas, pasada a los hebreos y acentuada por la tradición judaica. Tres grandes paradigmas de nuestra cultura son de origen judaico –Jesús, Marx y Freud– y, por lo tanto, trabajaron con la categoría de tiempo como historia.
No se consigue estudiar el marxismo sin profundizar en los modos de producción anteriores, para entender cómo se llegó al modo de producción capitalista. Y entender, enseguida, cómo sus contradicciones podrían llevar a los modos de producción socialista y comunista. El análisis marxista supone por tanto el rescate del tiempo como historia.
Si alguien hace análisis o psicoterapia, el psicoanalista pregunta al paciente sobre su pasado, su infancia, su educación. Si el paciente puede hablar sobre su vida intrauterina, tanto mejor… Toda la psicología de Freud es un rescate de nuestra temporalidad como individuos.
La perspectiva de Jesús era histórica. El Dios de Jesús se presenta con currículum vitae: no es un dios cualquiera –es Dios de Abraham, Isaac y Jacob–, o sea, un Dios que hace historia. La categoría principal de la predicación de Jesús es histórica: el Reino de Dios. Aunque situado allá arriba por el discurso eclesiástico, teológicamente no se sitúa allá arriba. El Reino es algo ahí adelante, es la culminación del proceso histórico.
Es curioso que en la Biblia la historia, como factor de identificación del tiempo, es tan fuerte que en el relato del Génesis la Creación del mundo ya aparece marcada por esa historicidad del tiempo antes de la aparición del ser humano.
Para muchos, historia es lo que hombres y mujeres hacen. Entonces, no habría historia antes del surgimiento de hombres y mujeres, tanto es así que se habla de prehistoria. Para la Biblia, ya hay historia antes de la aparición del ser humano. Tanto que los griegos consideraban al dios de los hebreos una entidad muy incompetente. Un verdadero dios crea como el Nescafé: instantáneo, y no a plazos, como muestra el relato bíblico. En el relato de la Creación, en siete días, ya hay historicidad. Y Paulo Freire, hombre de formación cristiana y militante adepto a los fundamentos del marxismo, supo percibir la importancia de la lectura del mundo como condición para la lectura del texto.
Al neoliberalismo no le conviene esta perspectiva. Por eso, no se puede hacer educación popular sin tener el “perchero vertical” en el que colgar las ropas… Ese “perchero” –el tiempo en cuanto historia– es fundamental para poder visualizar el proceso social y político. Esto sucede también en la dimensión micro de nuestras vidas. ¿Por qué hoy muchos tienen dificultad para hacer proyectos de vida? ¿Por qué hay jóvenes que llegan a los 20 años sin la menor idea de lo que pretenden ser o hacer en la vida? Para muchos de ellos, todo es aquí y ahora.
Por eso, si queremos rescatar el legado de Paulo Freire, el camino es volver al trabajo de base con las clases populares, adoptando su método en una perspectiva histórica, abierta a las utopías libertarias y al horizonte democrático. Fuera del pueblo no hay salvación. Y si creemos que la democracia debe ser, de hecho, el gobierno del pueblo para el pueblo y con el pueblo, no queda alternativa sino adoptar el proceso educativo paulofreiriano que sitúa a los oprimidos como protagonistas políticos e históricos.
Cuando Paulo Freire volvió de 15 años de exilio, en agosto de 1979, nos encontramos en São Paulo. Éramos vecinos y con frecuencia lo visitaba. Estrechamos mucho nuestras relaciones personales.
Un texto de hace 24 años
Termino este homenaje con este texto que escribí el día 2 de mayo de 1997, fecha de la transvivenciación de Paulo Freire:
“Ivo vio la uva”, enseñaban los manuales de alfabetización. Pero el profesor Paulo Freire, con su método de alfabetizar concientizando, hace que adultos y niños en Brasil y en Guinea-Bissau, en la India, en Nicaragua y en tantos otros lugares, descubran que Ivo no vio sólo con los ojos. Vio también con la mente y se preguntó si uva es naturaleza o cultura.
Ivo vio que la fruta no resulta del trabajo humano. Es Creación, es naturaleza. Paulo Freire enseñó a Ivo que sembrar uva es acción humana en y sobre la naturaleza. Y la mano, multiherramienta, despierta las potencialidades del fruto. Así como el propio ser humano fue sembrado por la naturaleza en años y años de evolución del Universo.
Coger la uva, aplastarla y transformarla en vino es cultura, señaló Paulo Freire. El trabajo humaniza la naturaleza y, al realizarlo, el hombre y la mujer se humanizan. Trabajo que instaura el nudo de relaciones, la vida social. Gracias al profesor, que inició su pedagogía revolucionaria con trabajadores del Sesi de Pernambuco, Ivo vio también que la uva es recogida por temporeros, que ganan poco, y comercializada por intermediarios, que ganan mucho más.
Ivo aprendió con Paulo que, aun sin todavía saber leer, él no es una persona ignorante. Antes de aprender las letras, Ivo sabía levantar una casa, ladrillo a ladrillo. El médico, el abogado o el dentista, con todos sus estudios, no son capaces de construir como Ivo. Paulo Freire enseñó a Ivo que no existe nadie más culto que otro, existen culturas paralelas, distintas, que se complementan en la vida social.
«Ivo vió la uva», y Paulo Freire le mostró los racimos, el parral, toda la plantación. Enseñó a Ivo que la lectura de un texto es tanto mejor comprendida cuanto más se inserta el texto en el contexto del autor y del lector. De esa relación dialógica entre texto y contexto, Ivo extrae el pretexto para actuar. En el inicio y en el fin del aprendizaje la praxis de Ivo es lo que importa. Praxis-teoría-praxis, en un proceso inductivo que torna al educando sujeto histórico.
Ivo vio la uva y no vio el ave que, desde arriba, mira la parra y no ve la uva. Lo que Ivo ve es diferente de lo que ve el ave. Así, Paulo Freire enseñó a Ivo un principio fundamental de epistemología: la cabeza piensa desde donde pisan los pies. El mundo desigual puede ser leído con la óptica del opresor o con la óptica del oprimido. Resultan lecturas tan diferentes una de otra como entre la visión de Ptolomeo, al observar el sistema solar con los pies en la Tierra, y la de Copérnico, al imaginarse con los pies en el Sol.
Ahora Ivo ve la uva, el parral y todas las relaciones sociales que hacen del fruto fiesta en el cáliz de vino, pero ya no ve a Paulo Freire, que se sumergió en el Amor la mañana del 2 de mayo de 1997. Nos deja una obra inestimable y un testimonio admirable de competencia y coherencia.
Paulo debía ir a Cuba, donde recibiría el título de Doctor Honoris Causa por la Universidad de La Habana. Al sentir dolorido su corazón, que tanto amó, pidió que fuese yo a representarlo. Pero yo tenía que ir a Palestina y no me fue posible atenderlo. Sin embargo, antes de embarcar fui a rezar con Nita, su mujer, y con sus hijos en torno a su semblante tranquilo: Paulo veía a Dios.

Fuente de la información e imagen: https://www.bloghemia.com

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Brasil: Homenaje en el centenario de su nacimiento – Por Frei Betto

Homenaje en el centenario de su nacimiento – Por Frei Betto

Por Frei Betto*

Si queremos rescatar el legado de Paulo Freire, el camino es volver al trabajo de base con las clases populares, adoptando su método en una perspectiva histórica, abierta a las utopías libertarias y al horizonte democrático.

Puedo afirmar, sin miedo a exagerar, que Paulo Freire está en la raíz de la historia del poder popular brasileño a lo largo de 50 años, entre 1966 y 2016. Ese poder surgió como un árbol frondoso de la izquierda brasilera actuante en la segunda mitad del siglo XX: grupos que lucharon contra la dictadura militar (1964-1985); las comunidades Eclesiales de Base de las Iglesias cristianas; la amplia red de movimientos populares y sociales que despuntaron en los años 70; el sindicalismo combativo.

Y, en la década de 1980, la fundación de la CUT (Central Única de los Trabajadores); de la ANAMPOS (Articulación Nacional de los Movimientos Populares y Sindicales) y enseguida de la CMP (Central de Movimientos Populares); del PT (Partidos de los Trabajadores); y del MST (Movimento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra); y de tantos otros movimientos, ONGs y entidades.

Si tuviese que responder a la pregunta: “Indique una persona causante de todo eso”, diría sin ninguna duda: Paulo Freire. Sin la metodología de educación popular de Paulo Freire, no habría esos movimientos, porque él nos enseñó algo muy importante: a ver la historia desde la óptica de los oprimidos y hacerlos protagonistas de los cambios en la sociedad.

Los excluidos como sujetos políticos

Al salir de la prisión política, a finales de 1973, tuve la impresión de que toda lucha, aquí fuera, había acabado por la fuerza de la represión de la dictadura militar, y porque todos nosotros, imbuidos de la pretensión de ser los únicos entendidos en la lucha capaz de rescatar la democracia, estábamos en la cárcel, muertos, o en el exilio. Cuál no fue mi sorpresa, al encontrar una inmensa red de movimientos populares diseminados por todo Brasil.

Cuando fue fundado el PT, en 1980, vi a compañeros de izquierda reaccionar: “¿Obreros? No. Es mucha pretensión querer que los obreros sean la vanguardia del proletariado. Somos nosotros, intelectuales teóricos, marxistas, quienes tenemos capacidad para dirigir a la clase trabajadora”. No obstante, en Brasil los oprimidos empezaban a volverse no sólo sujetos históricos, sino también líderes políticos, gracias al método Paulo Freire.

Una vez, en México, compañeros de izquierda me preguntaron:

— ¿Cómo hacer aquí algo parecido al proceso de ustedes en Brasil? Porque ustedes tienen un sector de izquierda en la Iglesia, un sindicalismo combativo, el PT… ¿Cómo se obtiene esa fuerza política popular?

— Empiecen haciendo educación popular –respondí– y de aquí a treinta años…

Ellos me interrumpieron:

— ¡Treinta años es demasiado! Queremos una sugerencia para tres años.

— Para tres años no sé cómo hacer –observé–, pero para treinta años conozco el camino.

En resumen, todo el proceso de acumulación de fuerzas políticas populares que resultó en la elección de Lula como presidente de Brasil, en 2002, y mantuvo al PT en el gobierno federal durante trece años, no cayó del cielo. Todo fue construído con mucha tenacidad a partir de la organización y movilización de las bases populares aplicando el método Paulo Freire.

El método Paulo Freire

Conocí el método Paulo Freire en 1963. Yo vivía en Rio de Janeiro, formaba parte de la Dirección Nacional de la Acción Católica. Al surgir los primeros grupos de trabajo del método Paulo Freire, me comprometí en un equipo que los sábados subía a Petrópolis, a 70 km de Rio, para alfabetizar a obreros de la Fábrica Nacional de Motores. Allí descubrí que nadie enseña nada a nadie, unos ayudan a otros a aprender.

¿Qué hicimos con los trabajadores de aquella fábrica de camiones? Fotografiamos las instalaciones, reunimos a los obreros en el salón de una iglesia, proyectamos diapositivas e hicimos una pregunta totalmente simple:

— En esta foto, ¿qué es lo que ustedes no hicieron?

— Bueno, no hicimos el árbol, la planta, el camino, el agua…

— Eso que ustedes no hicieron es naturaleza –dijimos–.

— ¿Qué es lo que hizo el trabajo humano? –indagamos–.

— El trabajo humano hizo el ladrillo, la fábrica, el puente, la cerca…

— Eso es cultura –dijimos–. ¿Y cómo fueron hechas estas cosas?

Ellos discutían y respondían:

— Fueron hechas a medida en que los seres humanos transformaron la naturaleza en cultura.

Enseguida, aparecía la foto del patio de la Fábrica Nacional de Motores ocupado por muchos camiones y las bicicletas de los trabajadores. Simplemente preguntábamos:

— En esta foto, ¿qué hicieron ustedes?

— Los camiones.

— ¿Y qué tienen ustedes?

— Las bicicletas.

— ¿No estarán ustedes equivocados?

— No, nosotros fabricamos los camiones…

— ¿Y por qué no van a casa en camión? ¿Por qué van en bicicleta?

— Porque el camión cuesta caro y no es nuestro.

— ¿Cuánto cuesta un camión?

— Cerca de 40 mil dólares.

— ¿Cuánto ganan ustedes al mes?

— Bueno, ganamos en promedio 200 dólares.

— ¿Cuánto tiempo tiene que trabajar cada uno de ustedes, sin comer, sin beber, sin pagar alquiler, economizando todo el salario para ser un día dueño del camión que construye?

Ahí ellos empezaban a calcular y tomaban conciencia de la esencia de la relación capital x trabajo, lo que es la plusvalía, la explotación, etc.

Las nociones más elementales del marxismo, en cuanto crítica del capitalismo, venían por el método Paulo Freire. Con la diferencia de que no estábamos dando clase, no hacíamos lo que Paulo Freire llamaba ‘educación bancaria’, o sea, meter nociones de política en la cabeza del trabajador. El método era inductivo. Como decía Paulo, nosotros, los profesores, no enseñábamos, ayudábamos a los alumnos a aprender.

Culturas distintas y complementarias

Cuando llegué a São Bernardo do Campo (SP), en 1980, había militantes de izquierda que distribuían periódicos entre las familias de los trabajadores. Cierto día doña Marta me preguntó:

— ¿Qué es “contradicción de clase”?

— Doña Marta, olvide eso.

— No soy de mucha lectura –se justificó– porque mi vista es mala y la letra pequeña.

— Olvide eso –le dije–. La izquierda escribe esos textos para leerlos ella y quedarse contenta, creyendo que está haciendo la revolución.

Paulo Freire nos enseñó, no sólo a hablar en lenguaje popular, plástico, no académicamente conceptual, sino también a aprender con el pueblo. Enseñó al pueblo a recuperar su autoestima.

Al salir de la cárcel, viví cinco años en una favela en el Estado de Espíritu Santo. Allí trabajé en educación popular con el método Paulo Freire. Al volver a São Paulo, a finales de los 70, Freire me propuso hacer un balance de nuestra experiencia en educación y, gracias a la mediación del periodista Ricardo Kotscho, produjimos el libro titulado “Esa escuela llamada vida” (editorial Ática). Es su relato como educador y creador del método, y mi experiencia como educador de base.

En el libro cuento que, en la favela donde yo vivía, había un grupo de mujeres embarazadas de su primer hijo, asesoradas por médicos de la Secretaría Municipal de Salud. Pregunté a los médicos por qué trabajar sólo con las embarazadas de primer hijo.

— No queremos mujeres que ya tengan vicios maternales –dijeron–, queremos enseñar todo.

Pues bien, pasados unos meses, llamaron a mi puerta.

— Betto, queremos su ayuda.

— ¿Mi ayuda?

— Hay un cortocircuito entre nosotros y las mujeres. Ellas no entienden lo que hablamos. Usted, que tiene experiencia con ellas, nos podría asesorar.

Fui a presenciar el trabajo de ellos. Al entrar en el Centro de Salud del barrio, me asusté. Allí estaban mujeres muy pobres, y el Centro había sido adornado con carteles de bebés Johnson, rubios de ojos azules, propaganda de Nestlé etc. Delante de aquel espectáculo visual, reaccioné:

— Todo está equivocado. Cuando las mujeres entran aquí y ven esos bebés perciben que eso es otro mundo, no tiene nada que ver con los bebés de ellas.

Presencié el trabajo de los médicos. Hablaban en FM y las mujeres estaban sintonizadas en AM. La comunicación realmente no funcionaba. En una sesión, el doctor Raúl explicó, en lenguaje científico, la importancia de la alimentación materna y, por tanto, de las proteínas, para la formación del cerebro humano. Cuando él terminó la exposición, las mujeres lo miraron como yo al abrir un texto en mandarín o árabe: sin entender nada.

— Doña María, ¿usted entendió lo que dijo el doctor Raúl? –pregunté–.

— No, no entendí, sólo entendí que él dijo que nuestra leche es buena para la cabeza de los niños.

— ¿Y por qué no lo entendió usted?

— Porque no tengo estudios. Fui poco a la escuela, nací pobre en el campo. Yo tenía que trabajar la tierra y ayudar al sustento de la familia.

— ¿Y por qué el doctor Raúl supo explicar todo eso?

— Porque él es doctor, tiene estudios. Él sabe y yo no sé.

— Doctor Raúl, ¿usted sabe cocinar? –pregunté–.

— No sé ni hacer café.

— Doña María, ¿usted sabe cocinar?

— Sí sé.

— ¿Sabe hacer pollo en salsa oscura (plato que en Espirito Santo y también en algunas áreas del Nordeste se llama galinha de cabidela)?

— Sé.

— Por favor, póngase de pie –le pedí–, y cuéntenos cómo se hace un pollo en salsa oscura.

Doña María dio un aula de culinaria: cómo se mata el pollo, cómo se despluma, cómo se prepara la carne y se hace la salsa, etc.

Cuando se sentó, dije:

— Doctor Raúl, ¿usted sabe hacer un plato así?

— Claro que no, me gusta, pero no sé cocinar.

— Doña María –concluí–, usted y el doctor Raul, están perdidos en un bosque espeso, muertos de hambre, y de pronto aparece una gallina. Él, con toda su cultura moriría de hambre, usted, no.

La mujer abrió una sonrisa de oreja a oreja. En aquel momento ella descubrió un principio fundamental de Paulo Freire: no existe nadie más culto que otro, existen culturas distintas, socialmente complementarias. Si ponemos en la balanza toda mi filosofía y teología y la culinaria de la cocinera del convento en el que vivo, ella puede pasar sin mis conocimientos, pero yo no puedo pasar sin los de ella. Ésa es la diferencia. La cultura de una cocinera es imprescindible para todos nosotros.

Paulo Freire y desafíos de futuro

Ante la emergencia de tantos gobiernos autoritarios y la profusión de mensajes antidemocráticos, racistas, homofóbos, machistas y negacionistas en las redes digitales, me parece de suma importancia volver a Paulo Freire en esta fecha del centenario de su nacimiento.

El reflujo de las fuerzas progresistas en América Latina en los últimos años y el despuntar de figuras neofascistas como Bolsonaro en Brasil, nos obligan a reconocer que hace décadas abandonamos el trabajo de base de organización y movilización populares. Ese vacío en las poblaciones de la periferia, de las favelas, de las zonas rurales pobres, está siendo ocupado por el fundamentalismo religioso, por el narcotráfico y los milicos.

Paulo Freire nos enseña en sus obras que no hay movilización sin concientización previa. Es preciso que las personas tengan un “perchero”, donde colgar los conceptos políticos y las claves de análisis de la realidad. El “perchero” es la percepción del tiempo como historia.

Hay civilizaciones, tribus, grupos, que no tienen percepción del tiempo como historia. Los griegos antiguos, por ejemplo, creían que el tiempo era cíclico. Hoy, el tiempo retorna por medio del esoterismo, del negacionismo, del fatalismo y del fundamentalismo religioso. Pero retorna sobre todo por el neoliberalismo.

La esencia del neoliberalismo es la deshistorización del tiempo. Cuando Fukuyama declaró que “la historia acabó”, expresó esto que el neoliberalismo nos quiere inculcar: ¡Hemos llegado a la plenitud de los tiempos! El modo neoliberal de producción capitalista, basado en la supremacía del mercado, es definitivo. Pocos son los escogidos y muchos los excluidos. Y de nada sirve querer luchar por una sociedad alternativa, ¡por “otro mundo posible”!

De hecho, hoy en día es difícil hablar de sociedad alternativa. Socialismo, entonces, ¡ni pensar! Se ha creado un pudor, un bloqueo intelectual y emocional. “El socialismo se acabó, se derrumbó, colapsó, fue enterrado”, alardean las pitonisas. Las alternativas que se plantean son por lo general intrasistémicas.

La noción de que el tiempo es historia viene de los persas, pasada a los hebreos y acentuada por la tradición judaica. Tres grandes paradigmas de nuestra cultura son de origen judaico –Jesús, Marx y Freud– y, por lo tanto, trabajaron con la categoría de tiempo como historia.

No se consigue estudiar el marxismo sin profundizar en los modos de producción anteriores, para entender cómo se llegó al modo de producción capitalista. Y entender, enseguida, cómo sus contradicciones podrían llevar a los modos de producción socialista y comunista. El análisis marxista supone por tanto el rescate del tiempo como historia.

Si alguien hace análisis o psicoterapia, el psicoanalista pregunta al paciente sobre su pasado, su infancia, su educación. Si el paciente puede hablar sobre su vida intrauterina, tanto mejor… Toda la psicología de Freud es un rescate de nuestra temporalidad como individuos.

La perspectiva de Jesús era histórica. El Dios de Jesús se presenta con currículum vitae: no es un dios cualquiera –es Dios de Abraham, Isaac y Jacob–, o sea, un Dios que hace historia. La categoría principal de la predicación de Jesús es histórica: el Reino de Dios. Aunque situado allá arriba por el discurso eclesiástico, teológicamente no se sitúa allá arriba. El Reino es algo ahí adelante, es la culminación del proceso histórico.

Es curioso que en la Biblia la historia, como factor de identificación del tiempo, es tan fuerte que en el relato del Génesis la Creación del mundo ya aparece marcada por esa historicidad del tiempo antes de la aparición del ser humano.

Para muchos, historia es lo que hombres y mujeres hacen. Entonces, no habría historia antes del surgimiento de hombres y mujeres, tanto es así que se habla de prehistoria. Para la Biblia, ya hay historia antes de la aparición del ser humano. Tanto que los griegos consideraban al dios de los hebreos una entidad muy incompetente. Un verdadero dios crea como el Nescafé: instantáneo, y no a plazos, como muestra el relato bíblico. En el relato de la Creación, en siete días, ya hay historicidad. Y Paulo Freire, hombre de formación cristiana y militante adepto a los fundamentos del marxismo, supo percibir la importancia de la lectura del mundo como condición para la lectura del texto.

Al neoliberalismo no le conviene esta perspectiva. Por eso, no se puede hacer educación popular sin tener el “perchero vertical” en el que colgar las ropas… Ese “perchero” –el tiempo en cuanto historia– es fundamental para poder visualizar el proceso social y político. Esto sucede también en la dimensión micro de nuestras vidas. ¿Por qué hoy muchos tienen dificultad para hacer proyectos de vida? ¿Por qué hay jóvenes que llegan a los 20 años sin la menor idea de lo que pretenden ser o hacer en la vida? Para muchos de ellos, todo es aquí y ahora.

Por eso, si queremos rescatar el legado de Paulo Freire, el camino es volver al trabajo de base con las clases populares, adoptando su método en una perspectiva histórica, abierta a las utopías libertarias y al horizonte democrático. Fuera del pueblo no hay salvación. Y si creemos que la democracia debe ser, de hecho, el gobierno del pueblo para el pueblo y con el pueblo, no queda alternativa sino adoptar el proceso educativo paulofreiriano que sitúa a los oprimidos como protagonistas políticos e históricos.

Cuando Paulo Freire volvió de 15 años de exilio, en agosto de 1979, nos encontramos en São Paulo. Éramos vecinos y con frecuencia lo visitaba. Estrechamos mucho nuestras relaciones personales.

Termino este homenaje con este texto que escribí el día 2 de mayo de 1997, fecha de la transvivenciación de Paulo Freire:“Ivo vio la uva”, enseñaban los manuales de alfabetización. Pero el profesor Paulo Freire, con su método de alfabetizar concientizando, hace que adultos y niños en Brasil y en Guinea-Bissau, en la India, en Nicaragua y en tantos otros lugares, descubran que Ivo no vio sólo con los ojos. Vio también con la mente y se preguntó si uva es naturaleza o cultura.

Ivo vió que la fruta no resulta del trabajo humano. Es Creación, es naturaleza. Paulo Freire enseñó a Ivo que sembrar uva es acción humana en y sobre la naturaleza. Y la mano, multiherramienta, despierta las potencialidades del fruto. Así como el propio ser humano fue sembrado por la naturaleza en años y años de evolución del Universo.

Coger la uva, aplastarla y transformarla en vino es cultura, señaló Paulo Freire. El trabajo humaniza la naturaleza y, al realizarlo, el hombre y la mujer se humanizan. Trabajo que instaura el nudo de relaciones, la vida social. Gracias al profesor, que inició su pedagogía revolucionaria con trabajadores del Sesi de Pernambuco, Ivo vio también que la uva es recogida por temporeros, que ganan poco, y comercializada por intermediarios, que ganan mucho más.

Ivo aprendió con Paulo que, aun sin todavía saber leer, él no es una persona ignorante. Antes de aprender las letras, Ivo sabía levantar una casa, ladrillo a ladrillo. El médico, el abogado o el dentista, con todos sus estudios, no son capaces de construir como Ivo. Paulo Freire enseñó a Ivo que no existe nadie más culto que otro, existen culturas paralelas, distintas, que se complementan en la vida social.

«Ivo vió la uva», y Paulo Freire le mostró los racimos, el parral, toda la plantación. Enseñó a Ivo que la lectura de un texto es tanto mejor comprendida cuanto más se inserta el texto en el contexto del autor y del lector. De esa relación dialógica entre texto y contexto, Ivo extrae el pretexto para actuar. En el inicio y en el fin del aprendizaje la praxis de Ivo es lo que importa. Praxis-teoría-praxis, en un proceso inductivo que torna al educando sujeto histórico.

Ivo vio la uva y no vio el ave que, desde arriba, mira la parra y no ve la uva. Lo que Ivo ve es diferente de lo que ve el ave. Así, Paulo Freire enseñó a Ivo un principio fundamental de epistemología: la cabeza piensa desde donde pisan los pies. El mundo desigual puede ser leído con la óptica del opresor o con la óptica del oprimido. Resultan lecturas tan diferentes una de otra como entre la visión de Ptolomeo, al observar el sistema solar con los pies en la Tierra, y la de Copérnico, al imaginarse con los pies en el Sol.

Ahora Ivo ve la uva, el parral y todas las relaciones sociales que hacen del fruto fiesta en el cáliz de vino, pero ya no ve a Paulo Freire, que se sumergió en el Amor la mañana del 2 de mayo de 1997. Nos deja una obra inestimable y un testimonio admirable de competencia y coherencia.

Paulo debía ir a Cuba, donde recibiría el título de Doctor Honoris Causa por la Universidad de La Habana. Al sentir dolorido su corazón, que tanto amó, pidió que fuese yo a representarlo. Pero yo tenía que ir a Palestina y no me fue posible atenderlo. Sin embargo, antes de embarcar fui a rezar con Nita, su mujer, y con sus hijos en torno a su semblante tranquilo: Paulo veía a Dios.

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Fuente de la Información: https://www.nodal.am/2021/10/homenaje-en-el-centenario-de-su-nacimiento-por-frei-betto/

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