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¿Educar para qué?

Por. Frei Betto

Hablar de educación es hablar de sociedad. Uno de los reflejos de la educación cartesiana que tenemos de la educación es que las distinciones son más acentuadas que las conexiones. Por eso hoy se habla en concepción holística de la educación, tratando de reunir a los que estamos desunidos por la modernidad cartesiana. Dice la Constitución Brasileña: «La educación es responsabilidad de la familia, de la escuela y de la sociedad». A veces imagino a los promotores, o sea al Ministerio Público entrando con recurso junto a la Unión, penalizando a la sociedad por no cumplir su papel educativo. En naciones indígenas tribalizadas, la educación de un niño depende de toda la comunidad; no es responsabilidad de la escuela, que no existe, ni de los padres, porque toda la comunidad es concebida como la familia de crianza del joven.

Es evidente que esa utopía ya no es realizable en nuestras ciudades, que incluso fueron concebidas no en función de la humanización de las personas sino como burgos. De ahí el nombre de «burgués»: el que vivía en una confluencia, en un cruce de caminos donde se llevaba a cabo el trueque de mercancías. Lo que marca el origen de las ciudades en Occidente, tales como las conocemos hoy, es el interés económico. Todo el planteamiento viario de la ciudad está hecho en función del flujo de la economía y no de la calidad de vida de los ciudadanos. Aunque Brasil tenga hoy más del 80% de su población en ciudades, todavía resisten en el campo casi un 20%. Y es en el campo donde se encuentra el mayor contingente de mano de obra entre los 64 millones de trabajadores brasileños. ¿Cómo es posible que la agricultura represente todavía el sector que absorbe más mano de obra (23%) -siguiendo el sector de servicios (que emplea el 21%)- si hay tan poca gente en el campo? Por desgracia eso es perfectamente explicable si trabajáramos con el factor eventuales. Personas que todas las madrugadas se desplazan desde un centro urbano para trabajar, o personas que pasan períodos en la zona rural en busca del sustento. Lo cual no significa que Brasil tenga un mundo urbano en contraposición al mundo rural, pues hay una progresiva unificación de la mentalidad de los brasileños gracias al avance de los medios de comunicación. En esa red de comunicación el vehículo más poderoso es la televisión. Según el censo del 2000, 86% de los hogares brasileños tienen televisor.

Datos de la UNICEF 2000 revelan que en Brasil los adolescentes pasan como media 4 horas al día en la sala de clase y poco menos de 4 horas ante la televisión. Ambas medias están muy distantes del índice de Cuba, el país más avanzado en educación de toda América Latina, donde los alumnos pasan 12 horas al día en el aula de clase. Ciudadanía versus consumismo. Hay una dicotomía o tensión entre el propósito educativo y el contenido predominante en la televisión brasileña. No tengo nada contra las emisoras; el problema está en el contenido, que, salvo raras excepciones, trata de formar consumidores y no ciudadanos. Por otra parte están la escuela, la familia, las iglesias, que en principio quieren formar ciudadanos. Eso explica nuestro desasosiego como educadores. Con frecuencia me preguntan algunos educadores: «¿Por qué en nuestra época éramos tan disciplinados en el aula y ahora son tan agitados?» La respuesta, según mi modo de ver, es obvia: porque ahora a la muchachada le gustaría cambiar al profesor como cambia de canal. Aguantar durante 40 ó 50 minutos un tono monótono no es fácil, sobre todo cuando el profesor no está dotado de pedagogía para hacer atractiva su presencia en el aula. La TV brasileña es una concesión pública; el Estado debería, en nombre de la sociedad y como proveedor, no sólo de nuestro bienestar sino también de nuestro crecimiento cultural y espiritual, exigir a las emisoras ciertos parámetros educativos; lo cual no sucede. Las emisoras son el mejor regalo que unas pocas familias pueden recibir de ese Estado clientelista que privilegia a determinados segmentos de la sociedad. Ni se exige a esas familias «dueñas» de los canales de TV lo mínimo que se espera en cualquier país decente, o sea la devolución a las arcas públicas de una parte de los fabulosos ingresos de publicidad. Imaginen si el 10% de esos ingresos de esos fueran destinados a la educación fundamental. Sería una revolución, sobre todo considerando que, de los gastos destinados a la enseñanza fundamental, apenas un 8% llega al segmento que representa a los 20% más pobres de la población; y de los gastos destinados a la enseñanza superior, casi la mitad va al 20% de los más ricos. Es un embudo al revés. O se cambia eso, modificando la política de orientación educacional, o continuaremos remando contra corriente y haciendo un trabajo inocuo, porque las fuerzas contrarias son más poderosas que nuestros buenos propósitos.

En el caso de la TV la cuestión es seria porque el contenido es hegemónico. Estoy hablando de la TV abierta, mayoritaria, que llega al 86% de los domicilios del país. No me refiero a la TV de pago, de más calidad. La TV abierta ejerce un papel deseducativo de desinformación y deformación de las nuevas generaciones brasileñas, porque tiene como prioridad fortalecer el mercado. Lo que rige la grada de programación de TV es aquello que da índices de audiencia, porque implica mayor contingente de consumidores. No importa si esa prioridad consumista hiere principios, parámetros y elementos éticos que la familia, la escuela, la iglesia y la sociedad quieren inculcar en los jóvenes. Lo que importa es aumentar el nivel de consumo. Lo cual no sería tan grave si no hubiese un antagonismo. No es una competición, sino que hay un conflicto ético entre la formación y la deformación de una persona. Una persona no puede ser simultáneamente ciudadana y consumista. Hay un momento en que una de esas dimensiones es prioritaria en su vida. La publicidad sabe muy bien que cuanto más culta es una persona -cultura es todo aquello que engrandece nuestro espíritu y nuestra conciencia- tiende a ser menos consumista. Un pequeño ejemplo: quien gusta de la música clásica, será raro que contribuya a enriquecer la industria fonográfica. Quien aumenta la fortuna en esta industria es el consumidor que día a día desea experimentar una nueva banda, un estilo diferente, porque si no fuera así, si sólo le gustaran media docena de compositores clásicos, el consumo sería menor, pues apenas comprará las nuevas interpretaciones de las obras de su preferencia. La TV abierta no trabaja mirando cómo favorecer la cultura, porque la cultura crea discernimiento crítico, sino que trabaja con el entretenimiento que estraga nuestros principios éticos. ¿Qué es el entretenimiento? Es el conjunto de enlatados que vienen de los EE UU, películas violentas, dibujos animados, programas humorísticos, etc., en resumen lo que vemos el domingo, Día Nacional de la Imbecilización General. Imbéciles el presentador, los participantes y el público que permanece en ese siéntate-levántate aplaudiendo.

Todos obedecen a programadores invisibles, que el teleespectador no ve. Imbéciles nosotros que, en lugar de ir a pasear con la familia, quedamos sentados en el sofá, creyendo que estamos absorbiendo alguna cosa útil cuando en realidad estamos rompiendo el diálogo familiar, la diversión de los niños, el contacto con la naturaleza y toda una serie de actividades saludables. Y lo peor es que nos avisan: ¡Sal de abajo! La gente no sale y despierta el lunes con resaca espiritual. O alertan: ¡Cuidado: alta tensión!, pero continuamos insistiendo y marcando puntos en el índice de audiencia. ¿Cuál es el secreto del entretenimiento? Quien trabaja en publicidad o en ambientes de enlatados conoce la alquimia. No es fácil crear entretenimiento, porque no se puede dar sustancia al espíritu y a la conciencia del público; apenas se deben dar unos toques sensibles capaces de hipnotizar al público. La radio por ejemplo es universal; puede ser oída manejando el carro, cocinando, plantando etc.; la TV no. Ésta exige una actitud de sumisión, provoca hipnosis. Tengo que estar frente al aparato. Yo creo que ya es hora de que las escuelas lleven la TV a las aulas, como hacen con los textos; debatiendo el contenido de las imágenes los alumnos educarán su propio mirar con más discernimiento crítico. ¿Cómo se logra la alquimia del entretenimiento? Gracias a los conocimientos del doctor Freud sabemos que nuestro inconsciente gira en el diapasón inicio de la vida/fin de la vida. Somos el único animal que sabe que nació y que va a morir. Ningún otro tiene esa conciencia. Todos los animales son contemporáneos de su presente. Son todos aquí y ahora. Nosotros no sólo oscilamos en el nivel de lo consciente, como tenemos un gran peligro en la vida, que es el de no ser contemporáneos del propio presente, como enseña por ejemplo la tradición budista.

Envejecemos más rápido cuando vivimos con nostalgia de lo que pasó o con ansiedad de lo que vendrá, y no somos capaces de ser presentes en la actualidad. Por eso me gusta mucho un poema que dice: «El pasado pasó / el futuro vendrá / pero eso aquí y ahora / es de hecho un presente». Sin embargo es necesario saber disfrutarlo. El diapasón de la industria del entretenimiento es transformar el comienzo de la vida en sexualidad, pornografía, y el fin de la vida, la muerte, en violencia. Unen ambas cosas y ahí está el éxito, ahí está el crecimiento del índice de audiencia, ésa es la formación de los consumidores. Apreciamos ser espectadores de algo que es incitante en nuestro inconsciente y se mueve con las profundidades de nuestro psiquismo. Pero no podemos estar permanentemente en una actitud de Eros. Todavía no llegamos a la fase de humanización en que las estructuras de nuestro cerebro, tributarias de reptiles y primates, hayan sido totalmente superadas. Suelo ponerme alerta cuando me dicen que necesitamos «escoger políticos que tengan diploma de carrera universitaria», pues las bombas de Hiroshima y Nagasaki fueron construidas por grandes científicos, todos ellos doctorados en física, química, etc.; los hornos crematorios de Auschwitz fueron construidos por ingenieros, las armas biológicas por médicos. O sea el hecho de que alguien tenga alta calificación desde el punto de vista erudito, académico, significa poco. Sentido de la educación Educación es formar personas verdaderamente humanizadas y felices. Eso significa formar personas con mucha ética, principios y proyecto de vida. Sin ello no es posible ser humano y ser feliz.

¿Qué educación es esa que forma un mundo de desigualdad, que forma un mundo en que la competitividad es un valor superior a la solidaridad? ¿Qué educación es esa que, ella misma, es factor de estímulo a la competitividad, en forma de pruebas, premios, humillación de los que no pasaron de curso, de los que no avanzaron, y que son la mayoría? La mayoría no alcanza el primer lugar. Me acuerdo de cuánto sufrí en la secundaria, en la enseñanza fundamental, por no ser premiado, por no estar mi nombre en el cuadro de honor, no recibir medalla, no figurar entre los primeros de la clase, como cuento en mi libro Alfabetto. Autobiografía escolar. Me consideraba un perdedor. La educación me enseñaba a tragar mi humillación de ser un perdedor. Entonces ¿qué educación es esa que no consigue trabajar la formación de principios éticos? Criado en Belo Horizonte, iba al centro de la ciudad a comprar clavos para mis carritos de pasamanos o para las manivelas que yo mismo fabricaba. En aquella época, felizmente no existía la palabra marca, la gente hacía sus propios juguetes. Mi padre me alertaba: «No pases por determinadas calles del centro». Era por donde quedaba la zona bohemia de la ciudad. ¿Cómo un padre va a decir eso hoy a un hijo si al prender la televisión se le mete dentro de casa la zona bohemia y el burdel entero? Uno de los desafíos más difíciles y urgentes que hay que afrontar es la formación sexual y afectiva de los niños y de los jóvenes. Pasé 22 años en las bancas escolares y nunca las escuelas a las que asistí abordaron las situaciones-límite de la vida, por las que todos pasamos o habremos de pasar. La escuela nunca habló de dolor, pérdida, ruptura afectiva, carencia, muerte, espiritualidad. Por suerte sólo estudié cuatro años en colegio religioso; los otros fueron en escuela pública. En los 4 años como alumno de colegio religioso oí hablar de doctrina y de moralismo pero no de la experiencia de Dios, de valores evangélicos ni del amor preferencial a los pobres. La escuela nunca me habló de sexualidad; hoy habla de cuidados higiénicos, para evitar enfermedades de transmisión sexual. ¿Y la educación afectiva? ¿la educación para el amor? La relación afectiva es determinante en la vida de todas las personas. Actualmente la media brasileña de duración del matrimonio es de 7 años. (Quien pasó de esa media puede festejarlo, porque ya es ganancia).

Es curioso que algo tan determinante no tenga un mecanismo educativo que ayude a esa formación. Más curioso es que haya una excepción paradójica: la única escuela de formación afectiva-conyugal que existe en todo el país es la Iglesia Católica, que exige el celibato de sus sacerdotes y religiosos, pero no celebra casamientos sin que la pareja haga un curso de novios. Por suerte la mayoría de los cursos los dan los laicos. Una vez me dijo una amiga: «Betto, no voy a bautizar a mis hijos ni educarlos en ninguna religión. Que ellos cuando tengan 20 años decidan si quieren seguir alguna religión y cuál. Fui alumna de un colegio de hermanas y pagué análisis durante años para que me libraran de tabús y advertencias que me fueron inculcados». Y yo le dije: «Usted como madre y su marido como padre tienen todo el derecho de educar a sus hijos como mejor entiendan, aunque no concuerdo con su punto de vista. Usted no tiene disyuntiva: o educa usted o educa Xuxa, no hay alternativa. Si usted no da educación religiosa a sus hijos -educación entendida aquí como valores evangélicos, principios éticos, apertura a la trascendencia-, será Xuxa quien les enseñe lo que es cierto y lo que es falso, lo que es bueno y malo, quién es sinvergüenza y quién buenagente, cual es el juego ético, aético o antiético de la vida social. Usted no tiene disyuntiva, o sea, la formación de la subjetividad es una cuestión educativa de la mayor importancia». La escuela, en su tradición occidental y brasileña, por razones históricas y cartesianas, olvida la cuestión de la subjetividad, una de las dos dimensiones esenciales del ser humano. * (Traducción de José Luis Burguet)

Fuente: http://www.adital.com.br/site/noticia2.asp?lang=ES&cod=4608

Imagen: http://www.diariolareforma.com.ar/2013/wp-content/uploads/2015/06/educar.jpg

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Ideología de género

Por: Frei Betto

“Hay más cosas entre el cielo y la Tierra de lo que supone nuestra vana filosofía”, afirmó Shakespeare. En la versión brasileña del barón de Itararé: “hay muchas cosas en el aire, además de los aviones de carrera”.

Eso es aplicable a la sexualidad posmoderna. Aunque seamos todos, por nacimiento, del sexo masculino o femenino (o hermafrodita), hay más géneros sexuales que la hetero y la homosexualidad.

La homosexualidad hoy día es considerada por la mayoría de países de Occidente y aún por la Iglesia Católica una tendencia natural del ser humano. Fue sacada de la lista de las enfermedades mentales de la Organización Mundial de la Salud en 1993 y en el Brasil del Consejo Federal de Psicología. Aunque algunos evangélicos insistan en calificarla de “diabólica” y prescriban la “sanación gay”…

Hace poco trabajé el tema con educadores de la Red Azul en São Paulo, que congrega a una decena de escuelas. Y hubo quien enumeró más de cincuenta géneros sexuales, además de transexuales, bisexuales, HSH, etc.

Cuando se habla de ideología de género se da la impresión de que ese concepto se fragua en una mente pornográfica, sin reflejar la realidad. Ciertos padres y profesores se hacen la idea de que creen en la heterosexualidad de sus jóvenes, dejándolos a la deriva en prácticas sexuales encubiertas antaño por el moralismo, el tabú o el prejuicio.

La familia y la escuela suelen guardar silencio cuando se trata de temas radicales (de raíz) de la vida, como sexo, dolor, muerte, fracaso, ruptura conyugal, carencia, etc. Y no raramente dan educación sexual como meras informaciones de higiene corporal para evitar enfermedades de transmisión sexual. Pero sin abordar lo fundamental: la constitución del amor como vínculo afectivo y efectivo.

Los nacidos en el siglo 21 se inician en la vida sexual a una edad más precoz que las generaciones del siglo 20. Y hay niñas que se acuestan con niñas, niños con niños, sin que eso necesariamente exprese una identidad sexual. “Quedar”, “follar”, rotación de parejas, a banalizar el sexo, practicado como si fuera un mero deporte agradable, sin el peso de la culpa o compromiso emocional para imponérselo como proyecto de vida en común.

Varios factores contribuyen a esa revolución sexual: la indiferencia religiosa o la espiritualidad desprovista de la noción de pecado; la erotización de la cultura hedonista y consumista del neoliberalismo (fíjese en las vallas publicitarias y en programas como Gran Hermano y Pánico en la TV); el fin de la censura (cualquier adolescente puede ver todo tipo de pornografía en internet) y la vieja moral burguesa que privatiza las buenas costumbres y publicita la degradación de la mujer (el mismo empresario que prohíbe a su hija usar ropas insinuantes patrocina el programa o el anuncio en el que la mujer es reducida a objeto de deleite machista).

¿Qué se puede hacer? ¿Permitir una libertad general, con todos los peligros de enfermedades y de embarazos indeseados? ¿Rescatar el moralismo, volver a rememorar el fuego del infierno y estimular la homofobia y el genocidio de LBGTodos?

Hay que ir al punto medular de la cuestión: formar la subjetividad. El joven que se droga clama: “No soporto esta realidad. ¡Quiero ser amado!” La joven que se acuesta con diversos hombres grita: “¡Quiero ser feliz!” Sin embargo nadie les dice que la felicidad no es el resultado de la suma de placeres. Es un estado de espíritu del cual se disfruta incluso en situaciones adversas. Y requiere algo que los jóvenes buscan intensamente sin encontrar quién se lo ofrezca: espiritualidad, como apertura a una doble relación: amorosa (una persona, una causa, un proyecto de vida) y a la transcendencia. No confundirla con la religión. Ésta es la institucionalización de la espiritualidad, como la familia lo es del amor.

Pretender evitar la promiscuidad sexual de los jóvenes sin educación de la subjetividad (y hay excelentes herramientas para ello, como películas, novelas y poesía) es esperar que alguien sea honesto sin estar impregnado de valores éticos.

*Articulo tomado de: http://www.cubadebate.cu/opinion/2016/03/09/ideologia-de-genero/#.V3cONdLhDcs

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Metas de la Educación Crítica

Una educación crítica y liberadora debe tender a construir una civilización solidaria, libre de opresión y desigualdad social.

Todos vivimos bajo la hegemonía del pensamiento único neoliberal y de la economía capitalista centrada en la apropiación privada de la riqueza. El neoliberalismo, cual virus que se esparce de manera apenas perceptible, se introduce en los métodos pedagógicos y en las teorías científicas; en fin, en todos los ramos del conocimiento humano. De ese modo se afianzan progresivamente ideas y actitudes que fundamentan la ética (o la falta de ética) de las relaciones entre los seres humanos y de los seres humanos con la naturaleza.

En la lógica neoliberal la inclusión del individuo como ser social es medida por su inserción en el mercado como productor y consumidor. Las relaciones humanas son determinadas por la posesión de mercancías revestidas de valor. Es el fetiche denunciado por Marx.

Esa inversión relacional, según la cual la mercancía tiene más valor que la persona humana, y la persona humana es valorada en la medida en que ostenta mercancías de valor, contamina todo el organismo social, incluyendo la educación y la religión, según denunció el papa Francisco el 22 de diciembre al señalar las “15 enfermedades” que corroen a la Curia Romana.

De ahí se deriva una ética perversa, que destaca como valores la competitividad, el poder de consumo, los símbolos de riqueza y poder, la supuesta mano invisible del mercado. Tal perversión ética debilita los organismos de fortalecimiento de la sociedad civil, como los movimientos sociales, los sindicatos, las asociaciones de barrio, las ONGs, los partidos políticos… El patrón adoptado ya no es el de la alteridad y de la solidaridad sino el del consumismo narcisista y el de la competitividad.

¿Cómo superar hoy ese patrón de vida capitalista que, aunque no se afiance en nuestro ambiente social, predomina muchas veces en nuestra mentalidad? En ello la educación ejerce un papel preponderante para que las nuevas generaciones no se sientan obligadas a adaptarse al nuevo “determinismo histórico”: la hegemonía del mercado.

Hoy día un arma poderosa para la superación del neoliberalismo es la educación critica y cooperativa, capaz de crear nuevos parámetros de conocimiento y de suscitar nuevas prácticas emancipatorias. Sobre todo cuando ella se vincula con movimientos sociales de defensa de los derechos humanos y de mejoramiento de la democracia.

Es a través de la educación como se moldean las subjetividades que imprimen significado a los fenómenos sociales. Con frecuencia sucede que se vive un antagonismo entre lo microsocial (normado por la subjetividad) y lo macrosocial (normado por las estructuras). Profesamos una ética que no practicamos y una democracia que no admitimos cuando ocupamos una función de poder.

Buenos ejemplos de coherencia entre lo micro y lo macrosocial son Gandhi, Luther King y Chico Mendes: a partir de sus ideales específicos -lucha contra el imperialismo británico, la discriminación racial y la degradación ambiental- lograron modificar las estructuras e implantar nuevos parámetros éticos en las relaciones personales y sociales.

Frei Betto es escritor, autor de “reinventar la vida”, entre otros libros.
www.freibetto.org/> twitter:@freibetto.
Traducción de J.L.Burguet

Fuente: http://www.cubadebate.cu/opinion/2015/03/14/metas-de-la-educacion-critica/#.V3FFnWjhCUk

Imagen: http://2.bp.blogspot.com/-bgUkdG9qQPI/VQFt6vly1II/AAAAAAAArpo/BMGMFW8UQ8c/s1600/Untitled-1.png

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¿Será ganado humano?

Por: Frei Betto

En su periplo por Cuba y los Estados Unidos el papa Francisco recordó que José y María no fueron recibidos en Belén. Ella, embarazada, se vio obligada a dar a luz a Jesús en un corral. Perseguidos por Herodes, tuvieron que emigrar a Egipto.

El mundo entero se emocionó con la foto del niño sirio, Aylan Kurdy, de 3 años, tumbado como si durmiera en una playa de Turquía. Eso hizo que la opinión pública se planteara: ¿cómo tratamos a nuestros semejantes que, amenazados por la violencia y la miseria, buscan refugio? ¿como ganado rumbo al matadero?

El Alto Comisariato de la ONU para los Refugiados calcula que, en el 2014, 59.5 millones de personas tuvieron que abandonar sus hogares y su patria.

¿De qué huye esa gente? ¿de Al Qaeda? ¿del Estado Islámico? Aparentemente sí. Pero de hecho huyen del desastre producto del capitalismo. Sus países fueron durante décadas saqueados por empresas petrolíferas, mineras, constructoras, todas ellas occidentales, que utilizaron a la población como mano de obra barata y descartable, gracias a gobiernos corruptos y dictatoriales.

El Alto Comisariato de la ONU para los Refugiados calcula que, en el 2014, 59.5 millones de personas tuvieron que abandonar sus hogares y su patria.

Bashar al-Assad, que sucedió a su padre, gobierna Siria con mano de hierro desde el 2000 y siempre fue recibido con alfombra roja por los presidentes que ocuparon la Casa Blanca. Hasta que la “primavera árabe” llegó a aquel país y las potencias occidentales decidieron armar a los jóvenes rebeldes, como hicieron en la caída de los gobernantes de Egipto, Libia y Túnez. Y las armas fueron a parar a manos de los terroristas.

En África el colonialismo europeo y el neocolonialismo de los EE.UU. dejaron un rastro de miseria y corrupción. Gobernantes crueles eran recibidos en los palacios presidenciales de Occidente porque consumían grandes cantidades de armas fabricadas en Europa y en los EE.UU., y porque facilitaban la explotación de petróleo y diamantes por parte de empresas multinacionales.

Mientras las potencias occidentales usaron y abusaron de esos países no se habló de democracia ni de derechos humanos. Lo que hace recordar la famosa frase del presidente de los EE.UU., Franklin D. Roosevelt, cuando fue notificado de que Somoza, de Nicaragua, era un dictador sanguinario: “Sí, sé que Somoza es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”.

Se repitió en África y en Oriente Medio lo mismo que sucedió en Afganistán. Para expulsar a los rusos de allí, en la década de 1980, los EE.UU. enviaron a un agente de la CIA de origen musulmán, llamado Osama Bin Laden. El resto de la historia es bien conocida.

El gobierno brasileño, a pesar de que adopta una política migratoria descoordinada entre los ministerios de Relaciones Exteriores, de Trabajo y de Justicia, ya concedió visas humanitarias a 7.752 refugiados sirios. Y nuestro país ha acogido ya a 28 mil haitianos.

La ausencia de Secretarías de Inmigración en los estados del país dificulta la obtención de documentos y puestos de trabajo. Lo cual se ve agravado por la vigencia del Estatuto del Extranjero, publicado por la dictadura en 1980, y que trata al emigrante como potencial amenaza para la seguridad nacional.

En el 2000 el Mercosur creó el Acuerdo de Residencia, que permite a los inmigrantes dos años de permanencia en el Brasil, plazo que es renovable. Quien no entra al país como refugiado, como es el caso de los haitianos, recibe una visa humanitaria que garantiza su permanencia por cinco años.

  • Articulo tomado de: http://firmas.prensa-latina.cu/index.php?opcion=ver-article&authorID=97&articleID=577&SEO=betto-frei-sera-ganado-humano
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