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«Los cambios sociales no son producto solo del entusiasmo sino, sobre todo, de convicciones arraigadas»

Por: Frei Betto.

«Cuando se corre detrás del dinero y el aumento del patrimonio personal, se cede a la corrupción»

(Frei Betto).- Hay quien se mueve, se activa y se moviliza en función de causas políticas. En los últimos tiempos, los estudiantes ocuparon escuelas y, ahora, los manifestantes gritan en las calles ¡FUERA TEMER!

El entusiasmo es bueno en la actividad política, pero no forma militantes. Pasado el apasionamiento, las aguas vuelven a coger su nivel. Lo que forma militantes revolucionarios para toda la vida es la articulación entre práctica y teoría.

La práctica se da en movimientos sociales, sindicatos, partidos o instancias pastorales como las comunidades eclesiales de base. La formación teórica exige herramientas adecuadas para comprender la realidad y saber cómo transformarla.

Durante los años de la dictadura se trabajó fuerte en esas dos caras de la moneda: la práctica y la teoría. Se multiplicaron en el país los movimientos sociales y proliferaron por todo Brasil equipos de educación popular que se encargaban de la parte teórica. El movimiento sindical y el PT llegaron a dirigir, en Cajamar (SP), una escuela-albergue a la que afluían militantes de todos los estados. Hoy, el MST mantiene en Guararema (SP) la Escuela Florestan Fernandes para perfeccionar la formación de sus militantes.

Me pregunto qué ha sido de los jóvenes que ocuparon las escuelas a inicios de año. ¿Terminado el movimiento se acabó el entusiasmo? ¿Quién les ofreció herramientas teóricas para que comprendieran que la lucha de un sector de la sociedad es la lucha de un pueblo, y que el antagonismo entre la libertad y la opresión es la búsqueda de una sociedad en la que el capital deje de prevalecer sobre los derechos humanos?

Las herramientas teóricas están disponibles y son de fácil acceso: las obras clásicas del marxismo, los libros de Paulo Freire, la historia de las revoluciones sociales, la historia de América Latina y Brasil.

Los cambios sociales no son producto solo del entusiasmo, sino, sobre todo, de convicciones arraigadas, capaces de tornar inmunes a los y las militantes a las tres tentaciones principales que aparecen en la lucha política: el poder, el dinero y el sexo.

Cuando la lucha se centra en alcanzar el poder y/o mantenerse en él, se troca un proyecto de nación por una feria de cargos y salarios. Cuando se corre detrás del dinero y el aumento del patrimonio personal, se cede a la corrupción. Cuando se cae en la promiscuidad, hiriendo los sentimientos de compañeras y compañeros, se mina la base ética de la construcción de hombres y mujeres nuevos.

En la historia de Brasil hay suficientes ejemplos de militantes que se destacaron por sus firmes convicciones ideológicas y prácticas revolucionarias: Tiradentes, Prestes, Olga Benario, Mauricio Grabois, Mariguella, Apolonio de Carvalho, Fray Tito, Chico Mendes, Margarida Alves, la hermana Dorothy Stang, el padre Josimo, etc.

Basta estudiar sus historias para saber cómo se formaron y fueron capaces de enfrentar todo tipo de adversidades para mantenerse fieles a la causa de la liberación de nuestro pueblo.

Fuente del Artículo:

http://www.periodistadigital.com/religion/opinion/2017/07/19/frei-betto-los-cambios-sociales-no-son-producto-solo-del-entusiasmo-sino-sobre-todo-de-convicciones-arraigadas-religion-iglesia-brasil.shtml

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Cuba cuenta con una modalidad universitaria que no tiene paralelo en el mundo

Por: Frei Betto

En agosto de 1945, dos ciudades japonesas fueron barridas del mapa: Hiroshima y Nagasaki. Más de 200 mil personas, simples ciudadanos civiles, perdieron la vida al ser alcanzadas por las bombas atómicas lanzadas por aviones estadounidenses. Esos han sido, sin sombra de duda, los más graves atentados terroristas ocurridos en toda la historia de la humanidad.

Detrás de las mortíferas bombas había hombres graduados en las mejores universidades del mundo. Robert Oppenheimer, quien dirigió el Proyecto Manhattan, que culminó con la fabricación de las bombas de Hiroshima y Nagasaki, era un físico teórico, graduado de la Universidad de Harvard en 1925. Tuvo varios hijos, y era conocido por su gentileza, su incapacidad de golpear a una mujer ni siquiera con una flor. Después de la catástrofe japonesa Oppenheimer sufrió una crisis de conciencia. Solía repetir una frase del Bhagavad-Gita, el libro de la espiritualidad hindú: “Me convertí en la muerte, destructora de mundos”. Más tarde se manifestó a favor de un mayor control sobre la proliferación de las armas nucleares, lo que le costó que lo acusaran de ser un espía de los soviéticos.

Edward Teller era colega de Oppenheimer en el Proyecto Manhattan. Nacido en Hungría de padre abogado y madre pianista, se graduó de ingeniero químico en Alemania. Fue profesor en las más prestigiosas universidades del mundo, como la de Londres y la de Berkeley, en California. Utilizó su inteligencia para inventar la bomba de hidrógeno, 750 veces más potente que la de Hiroshima. Fue él quien acusó a Oppenheimer de ser espía de los soviéticos. En la década de 1980 se destacó por ser el gran mentor del Programa de Defensa Estratégica, más conocido como “guerra de las galaxias”, patrocinado por el presidente Reagan. Su enajenación científica inspiró el filme Doctor Strangelove, dirigido por Stanley Kubrick en 1964.

Todos los científicos del Proyecto Manhattan tuvieron el respaldo de dos presidentes de los Estados Unidos: Franklin Delano Roosevelt y su sucesor, Harry S. Truman. Roosevelt ostentaba dos diplomas de Derecho, expedidos por las universidades de Harvard y Columbia. Truman, quien lo sucedió en abril de 1945, también había estudiado Derecho, pero no llegó a obtener el diploma.

Si Oppenheimer hubiera tenido, como Albert Einstein, una formación humanista basada sobre valores morales, ¿habría dirigido el Proyecto Manhattan? Si Edward Teller hubiera tenido una formación humanista fundada sobre la ética, ¿habría creado la bomba de hidrógeno? ¿Y Roosevelt y Truman habrían autorizado el Proyecto Manhattan y el genocidio nuclear en Hiroshima y Nagasaki?

No basta con una formación humanista. Heidegger tuvo una formación humanista y, sin embargo, apoyó el nazismo. Werner Heisenberg también recibió una formación humanista y, no obstante, colaboró con el proyecto atómico de la Alemania nazi. Una verdadera formación humanista supone encarnar valores como la solidaridad, la cooperación, la lucha por la justicia, la defensa de la dignidad de todos los seres humanos y la preservación ambiental.

Universidad y pluridiversidad

Las universidades nacieron a la sombra de la Iglesia como instituciones humanistas. Y toda universidad es, curiosamente, una multidiversidad, dado que reúne distintas disciplinas y métodos de aprendizaje. ¿Por qué, entonces, se les llama universidades y no pluridiversidades?

La realidad es que en el seno de una universidad, toda la diversidad de disciplinas, desde la Filosofía hasta la Medicina, sigue el mismo objetivo estratégico pedagógico: es una institución volcada a la formación de mano de obra calificada para el mercado, en el caso de las universidades capitalistas, o de profesionales en condiciones de responder a las demandas de la población, que debería ser el propósito de las universidades en los países socialistas.

Por eso resulta necesario que la universidad se someta siempre a un proceso permanente de autocrítica. Que se pregunte si es una isla del saber indiferente a las necesidades reales del país o una fábrica capaz de dotar a la nación de herramientas teóricas y prácticas para solucionar los problemas que la afectan.

Cuando Napoleón entró a Berlín en 1806, los prusianos tuvieron que abandonar sus posturas inflexibles y permitir que en los países de lengua alemana las universidades se liberaran de la tutela de la teología. Los pioneros de esa conquista emancipadora del saber fueron Johann Fichte, Christian Wolff e Immanuel Kant. Y gracias a la autonomía de la razón, las universidades alemanas nos dieron a Carlos Marx, Federico Engels, Max Planck, Max Weber, Sigmund Freud y Albert Einstein. La geología, la física y la química comenzaron a merecer la misma importancia que la filosofía, la historia y la sociología.

Los Estados Unidos copiaron el modelo alemán, sobre todo porque necesitaban profesionales calificados para ampliar su parque industrial. Se estableció un vínculo estrecho entre las empresas y las universidades. Yale concedió el primero título de doctorado en 1861, y en 1900 más de 300 alumnos ya ostentaban el título de doctores.

La universidad yanqui se transformó en una fábrica elitista de pragmatismo y liberalismo. Lo que le interesa, hasta el día de hoy, es el desarrollo de la ciencia y la tecnología. Y el principio estratégico pedagógico que rige ese pragmatismo es obvio: fortalecer el mercado y la apropiación privada de la riqueza.

El fundador del pragmatismo estadounidense fue Charles Sanders Pierce, un filósofo destacado en la década de 1870. Pero le cupo a William James el mérito de popularizarlo gracias a la serie de conferencias que pronunció en Boston en 1907, con el título de “Pragmatismo: un nuevo nombre para viejas formas de pensar”. James enseñaba que un profesional no debe estar movido por principios, sino por hechos empíricos… ¡Aunque sus enseñanzas eran contradictorias, porque se basaban sobre un nuevo principio!

La tercera figura importante del pragmatismo yanqui es John Dewey, un catedrático de la Universidad de Chicago. Su lema era “Democracia (entiéndase, capitalismo), ciencia e industrialismo”.

En 1908, Harvard inauguró su Escuela Superior de Empresas de Graduados. O sea, una vía para formar mejor a los hombres de negocios. Los alumnos eran enviados a hacer pasantías en las empresas. Esa pedagogía desarrolló dos aspectos: les permitió a los alumnos vincular la teoría y la práctica y, a la vez, les propició a las empresas la posibilidad de perfeccionar la calidad de sus nóminas de profesionales.

El carácter de ese proyecto estratégico pedagógico de las universidades de los Estados Unidos ya estaba definido en las palabras de Marx y Engels en el Manifiesto comunista: “Todos los complejos y variados lazos que ataban al hombre feudal a sus ‘superiores naturales’, [la burguesía] los despedazó sin piedad y solo dejó subsistir, entre hombre y hombre, el lazo frío del interés, las duras exigencias del ‘pago a la vista’. Apagó los fervores sagrados del éxtasis religioso, del entusiasmo caballeresco, del sentimentalismo pequeño burgués, en las aguas heladas del cálculo egoísta. Hizo de la dignidad personal un simple valor de cambio. Sustituyó las numerosas libertades conquistadas con tanto esfuerzo por la única e implacable libertad del comercio”.

Como bien señala el educador y filósofo brasileño Maurício Abdalla, en nuestras universidades, lamentablemente, casi no hay espacio para la filosofía de las ciencias. Si bien se rechaza teóricamente el positivismo, en la práctica está vigente, aunque criticado por los cultivadores de la Nueva Filosofía de las Ciencias como Popper, Kuhn, Lakatos, Feyerabend y Laudan. Muchos profesores universitarios, en especial de las áreas científicas y tecnológicas, permanecen ajenos a los debates epistemológicos, y son tributarios de una visión positivista ingenua de las ciencias. Creen que hay una ciencia neutra, exenta de influencias ideológicas y subjetividades, mero fruto de indagaciones e investigaciones desinteresadas, de observaciones empíricas ajenas a toda metafísica. El resultado de esa postura es que teorías científicas plagadas de subjetivismo y condicionamientos culturales son abrazadas como dogmas, sin conexión con la realidad cambiante y el proceso histórico dinámico.

Se crea así una escisión entre ciencias naturales y ciencias humanas, ética e investigación científica, lo que favorece aberraciones como la de querer impedir todo sistema axiológico en las investigaciones de la biogenética, o la de pregonar que los productos transgénicos en nada afectan el equilibrio ambiental y el organismo humano, o que el uso excesivo de combustibles fósiles no influye en el calentamiento global. Es la “cientocracia”, la dictadura de la ciencia, que debe decidir lo que comemos, de qué modo nos vestimos, qué tipo de sociedad es mejor, etc. Es el neoplatonismo posmoderno, que elige científicos-reyes en lugar de filósofos-reyes, como quería Platón.

Cooperación o competencia

Si el capitalismo es un sistema monetario en el que los derechos humanos están sujetos a los caprichos del mercado, el socialismo es un sistema humanitario en el que los derechos humanos son la prioridad por excelencia. Es en el marco de esos parámetros que la universidad debe enrumbar su objetivo estratégico pedagógico en un país como Cuba. Impedir que la universidad sea una torre de marfil y crear vínculos efectivos entre alumnos y profesores y entre los diversos sectores de la nación, que reflejen las demandas más urgentes de la población. Buscar respuestas a las siguientes preguntas: ¿cómo se relaciona la universidad con los sindicatos, las cooperativas, los movimientos sociales, los nuevos emprendimientos? ¿Cómo se prepara la universidad para las reformas económicas y sociales que se llevan a cabo en Cuba, sobre todo teniendo en cuenta la inauguración del puerto de Mariel y la reanudación de las relaciones con los Estados Unidos?

Sin duda, Cuba cuenta con una modalidad de extensión universitaria que, por su alcance, no tiene paralelo en el mundo: la solidaridad internacional de sus profesionales, en especial sus médicos y maestros, presentes entre la población más pobre de más de 100 países. Ese internacionalismo logra su consistencia gracias al capital simbólico acumulado por la heroica historia de este país y enriquecido, de modo ejemplar, por la Revolución. Capital simbólico encarnado en la vida y el testimonio de hombres como Félix Varela, José Martí, Ernesto Che Guevara, Raúl y Fidel Castro.

Tanto en el mundo capitalista como en el socialista, las universidades transitaron del humanismo regado con agua bendita al racionalismo cientificista abrazado al mito positivista de la neutralidad de la ciencia. Pero la brújula de la ciencia es la ética, como bien demostró Aristóteles. Y la ética es el conjunto de valores que incorporamos para hacer más digno y feliz nuestro breve período de vida a bordo de esta nave espacial llamada Planeta Tierra. He ahí la cuestión central de un proyecto estratégico pedagógico verdaderamente revolucionario, capaz de superar las contradicciones de la razón instrumental, que en nombre de acelerados avances científicos y tecnológicos provoca la devastación ambiental, hasta el punto de que la naturaleza de nuestro planeta perderá su capacidad de autorregeneración, a menos que se produzca una intervención humana.

En tiempos de posmodernidad, que amenazan tener como paradigma no la religión del período medieval ni la razón del período moderno, sino el mercado, la mercantilización de todos los aspectos de la vida humana y la naturaleza, tan acertadamente denunciada por el papa Francisco en su encíclica socioambiental Laudato Si – sobre el cuidado de la casa común, la universidad se ve interpelada por una pregunta ontológica: ¿cómo lidiar con la experiencia subjetiva del mundo de sus profesores y alumnos? La experiencia subjetiva del mundo de cada ser humano es una cuestión que la ciencia jamás podrá resolver. Ni siquiera el lenguaje es capaz de traducirla, aunque haya formas de expresión que intentan aprender el alfabeto de los ángeles, como la filosofía, la religión y el arte. En una fase de transición civilizatoria, como la actual, precisamos de una nueva ontología ecosocialista.

Es ahí que se ubica el desafío ideológico para el proyecto estratégico pedagógico de la universidad en un país como Cuba. ¿Los profesionales que ella forma construyen una experiencia subjetiva del mundo centrada en valores ajenos a la universidad? ¿Esos valores están enraizados en la solidaridad, el altruismo, la cooperación, o en la ambición egocéntrica, el individualismo, la competitividad?

En un país como Cuba no es suficiente responder: ¡somos socialistas! ¡Somos marxistas! Basta repasar la historia para saber cuántas atrocidades se cometieron en nombre del marxismo y del socialismo, al igual que en nombre del cristianismo hubo Inquisición y se realizó la empresa colonialista genocida en la América Latina. Pero no hay que tirar al niño con el agua sucia. Tanto el cristianismo como el socialismo han escrito bellas páginas en la historia. Y los dos se nutren de la misma raíz: la ética bíblica, que proclama que todo ser humano está dotado de sacralidad ontológica y que el don de la vida nos fue dado para que podamos disfrutarlo en un paraíso aquí en la Tierra, a lo que el mensaje evangélico llama “reino de Dios” y el marxismo, sociedad comunista, en la que todo será común entre todos, se le dará a cada cual según sus necesidades y se exigirá de cada uno según su capacidad.

Ese humanismo debería ser la estrella polar de nuestras universidades, capaz de señalar el rumbo de todas las investigaciones científicas, los inventos tecnológicos, la formación de profesionales y de hombres y mujeres dedicados a la política y a la administración pública.

Termino con dos citas que reflejan bien lo que he pretendido decir aquí. La primera es del filósofo Gaston Bachelard, que instaba a los científicos a revelar el carácter humano de sus investigaciones. En su obra La filosofía del no (1978), señala: “Preguntémosles, pues, a los científicos: ¿cómo piensan, cuáles son sus intentos, sus ensayo, sus errores? ¿Cuáles son las motivaciones que los llevan a cambiar de opinión? ¿Por qué razón se expresan tan sucintamente cuando hablan de las condiciones psicológicas de una nueva investigación? Transmítannos, sobre todos, sus ideas vagas, sus contradicciones, sus ideas fijas, sus convicciones no confirmadas.”

La otra cita, con la cual termino, es del genio profético de Martí, quien en Nuestra América ya nos interpelaba en ese sentido:

“¿Cómo han de salir de las universidades los gobernantes, si no hay universidad en América donde se enseñe lo rudimentario del arte de gobierno, que es el análisis de los elementos peculiares de los pueblos de América? A adivinar salen los jóvenes al mundo, con antiparras yanquis o francesas, y aspiran a dirigir un pueblo que no conocen. En la carrera de la política habría de negarse la entrada a los que desconocen los rudimentos de la política. El premio de los certámenes no ha de ser para la mejor oda, sino para el mejor estudio de los factores del país en que se vive. En el periódico, en la cátedra, en la academia, debe llevarse adelante el estudio de los factores reales del país. Conocerlos basta, sin vendas ni ambages; porque el que pone de lado, por voluntad u olvido, una parte de la verdad, cae a la larga por la verdad que le faltó, que crece en la negligencia, y derriba lo que se levanta sin ella. Resolver el problema después de conocer sus elementos es más fácil que resolver el problema sin conocerlos. Viene el hombre natural, indignado y fuerte, y derriba la justicia acumulada de los libros, porque no se la administra en acuerdo con las necesidades patentes del país. Conocer es resolver. Conocer el país, y gobernarlo conforme al conocimiento, es el único modo de librarlo de tiranías. La universidad europea ha de ceder a la universidad americana. La historia de América, de los incas acá, ha de enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los arcontes de Grecia. Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra. Nos es más necesaria. Los políticos nacionales han de reemplazar a los políticos exóticos. Injértese en nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas. Y cállese el pedante vencido; que no hay patria en que pueda tener el hombre más orgullo que en nuestras dolorosas repúblicas americanas.”

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=209203

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El futuro será lo que sembremos hoy

Por: Frei Betto

Conferencia pronunciada por Frei Betto en el teatro Guaso de Guantánamo el 26 de abril de 2017, invitado por el Centro Memorial Martin Luther King Jr., en el marco de las actividades por sus 30 años.

Buenas tardes a todas y a todos, agradezco la invitación del Centro Martin Luther King en la celebración por los 30 años de actividad, yo estoy vinculado a este desde su nacimiento en los años 80 y agradezco también la acogida en Guantánamo de todos ustedes, especialmente del Partido y el Gobierno.

Hoy por la mañana pude realizar un sueño, el primero de dos. Pude ir a Caimanera y conocer la Bahía de Guantánamo, incluso poder mirar los invasores estadounidenses y ahora espero realizar otro sueño, ver la Bahía recuperada por el pueblo cubano, seguimos luchando por eso.

Yo voy a dividir mi intervención en tres partes. Primero, hablaré de la coyuntura histórica, general del mundo en que vivimos, luego América Latina y termino por Cuba.

Estamos viviendo un cambio de época

Nosotros estamos viviendo un momento que nuestros abuelos no han vivido porque ellos conocieron épocas de cambios y nosotros estamos viviendo un cambio de época, que es muy distinto. La última vez que ha pasado un cambio de época en occidente fue hace 500 años, cuando se pasó de la época medieval a la moderna.

Estamos viviendo una experiencia que solo algunos señores y señoras que nosotros solo conocemos de nombre han vivido, Copérnico, Miguel de Cervantes, Erasmo de Rottherdam, Teresa de Ávila, Galileo Galilei, ellos vivieron ese pasaje de la época medieval a la moderna que ahora termina, y nosotros estamos vivienda el paso de la modernidad a la posmodernidad.

Todo cambio de época provoca muchos problemas incertidumbres, dudas, son momentos muy difíciles porque aparecen dificultades para entender los cambios de valores, de referencias…

¿Pero qué caracteriza a una época?, es su paradigma, que es como un palo central de los circos, que cuando se quita el techo viene abajo. El paradigma del periodo medieval, que duró mil años, fue la religión y desde ahí la supremacía de la iglesia, del Papa que nombraba reyes, príncipes y todo estaba centrado en la concepción teológica de la naturaleza, incluso.

Los griegos ya habían descubierto, tres siglos antes de Cristo, que la tierra era esférica y danzaba alrededor del sol, como sabemos hoy que danza. Es un planeta danzante, dentro de una galaxia danzante.

Pero la iglesia adoptó la cosmología de Ptolomeo que decía que la tierra estaba inmovilizada y el sol hace su movimiento y por la noche pasa por debajo, por qué, porque no le convenía a la iglesia decir que Dios reencarnó en una planeta cualquiera, esto aquí tiene que ser el centro del universo y la sensibilidad percibe claramente que la Tierra no se mueve, este vaso de agua está parado, no se mueve, entonces Copérnico, que había leído Paulo Freire, y por qué lo digo, porque ese maestro de la Educación Popular enseña que cuando cambiamos de lugar social, cambiamos de lugar epistémico, o sea, cambiamos nuestra manera de conocer la realidad.

Si vives en Guantánamo tu óptica de la realidad será una, si te vas a vivir a Miami, posiblemente tendrás otra. Es un principio de Educación Popular, la epistomología: La cabeza piensa donde los pies pisan. Si la gente ya no está con el pueblo, difícilmente piensa a favor del pueblo.

Por eso digo que Copérnico había leído a Paulo Freire, porque hasta ese momento los científicos miraban el sistema solar con los pies en la Tierra, entonces era un sistema geocéntrico. Copérnico hizo al revés, cómo miro el sistema solar con los pies, virtualmente, en el Sol, y  miró todo distinto, y miró científicamente, que el sol es el centro de nuestro sistema solar, y esto fue una revolución.

Pero no solo la cosmología de Copérnico fue un factor en el cambio de época. También las invasiones musulmanas en Europa que trajeron la cultura griega, oriental. Hasta la llegada de los árabes, en el siglo XIII, los europeos no conocían la existencia del número cero, los mayas acá al lado conocían el número cero, mucho antes que los europeos. Usaban logaritmos romanos, ¿se imaginan hacer cuentas con logaritmos romanos y no arábigos, como lo hacemos hoy?

Otro factor, fue la desagregación de la hegemonía de la iglesia católica, y este año estamos celebrando 500 años de la Reforma Protestante de Martín Lutero, era 1517 cuando Lutero presenta sus 95 tesis para reformar la iglesia.

Además, influyeron las expediciones marítimas de la Península Ibérica, que descubrieron un nuevo continente. Cristóbal Colón murió sin saberlo, murió pensando que había llegado a las espaldas de Japón, y por eso lamentablemente para él, el continente no tiene su nombre, a no ser un país llamado Colombia, sino el de Américo Vespucio, su piloto, que después descubrió que era un continente propio.

El fracaso de la modernidad

Todos han sido factores que cambiaron el paradigma medieval. Salió la religión y entró la razón con sus dos acompañantes, la ciencia y la tecnología. Cuando leemos los textos de esta etapa conocida como Renacimiento, se percibe un optimismo exagerado porque ahora que salió la superstición religiosa, como la llamaban los iluministas, va a entrar la ciencia y la tecnología y van a arreglar todos los problemas del mundo.

No vamos a tener más enfermedades, guerras, peste, en fin, todo se va a arreglar…, pero ocurre que todos nosotros que estamos en esta sala somos hijos de la modernidad y podemos volver los ojos atrás y dar un balance de esos 500 años, y darnos cuenta de que hubo muchísimos avances, al punto del ser humano poner los pies en la faz de la luna, la gente vive más, muchas enfermedades como la peste ahora están bajo control…, pero hay un problema, los avances son para pocos.

Somos hoy 7.2 mil millones de personas en este planeta, de las cuales, la mitad, 3.6 mil millones, la mitad, no tienen garantizados sus derechos animales, que es comer, educar la cría, abrigarse del frío y la intemperie, y para quienes es un lujo hablar de derechos humanos.

Gente que vive toda su vida en busca de su manutención biológica, poder comer y dar de comer a su familia, como hacen en la selva un león, un elefante o un pájaro que nace de su nido y va a buscar comida para sus pichones. Entonces la modernidad fracasó y por qué, porque fue atropellada por el capitalismo.

El capitalismo hizo que las conquistas, que son reales y buenas, fuesen privilegio del 10 por ciento de la humanidad. Quién puede disfrutar de las grandes conquistas de la medicina, los más ricos. Quién puede disfrutar de los medios más ágiles de transporte, los más ricos, de toda la tecnología de comunicación, siempre ellos, y escandalosamente.

En enero de este año, se reunieron las personas más ricas del mundo en Davos en Suiza, y fueron presentados por Oxfam la ONG británica, ocho personas físicas que tienen la misma riqueza que la suma de lo que poseen 3,6 mil millones de habitantes de este planeta, la mitad de la humanidad.

Fracasó la modernidad. Por qué fracasó porque como dice Thomas Piketty, que no es marxista ni nada, pero sí un hombre serio que escribió El capital del siglo XXI, hay una acumulación de la riqueza cada vez más estrecha en unos pocos hombres, y una brutal desigualdad que se agrava.

Y ahí queda la pregunta, si la modernidad que tuvo sus avances ya no va a seguir con este paradigma de la razón, porque la razón fue apropiada por la lógica capitalista, que les voy  a explicar de la manera más didáctica. En la economía clásica, la relación es Betto que es un ser humano usa una camisa que es un producto para sus relaciones sociales con otros seres humanos, de modo que lo importante son las dos puntas de la ecuación, un ser humano con otros seres humanos y las mercancías son herramientas de acercamiento, de sociabilidad, de comodidad.

Ahora la ecuación se invirtió mercancía-ser humano-mercancía. La marca de la camisa de Betto viene por fuera para que tú mires que yo tengo valor porque estoy con la mercancía de valor, en otras palabras, si llego a tu casa a pie, yo tengo valor Z, si llego a tu casa, en el último modelo de Mercedes Benz, yo tengo valor A. Es la misma persona, pero la mercancía es la que decide mi valor como ser humano, lo que significa que en nuestra cultura un hombre o una mujer que está viviendo en la calle –en Brasil hay muchísimos, esperando porque alguien les dé una moneda, un pedazo de pan- no tiene ningún valor. Es un ser humano, fruto de una relación amorosa entre dos personas, pero no tiene valor porque no está revestido de ninguna mercancía.

Tampoco tiene valor para el Estado capitalista. Ese estado tiene dos brazos, el primero es el brazo administrativo, para el cual ese que está en la calle no tiene valor, ahora, si ese señor con hambre echa una piedra en una panadería para comer, inmediatamente aparece el otro brazo, el represivo, que está para defender los privilegios del brazo administrativo, y la panadería es una propiedad privada, y la propiedad privada es sagrada.

¡Es una inversión total!, porque lo sagrado en la teología clásica de Santo Tomás de Aquino, es ese hombre que tiene hambre, pero para la lógica capitalista, lo sagrado es esa panadería, la tienda, el comercio, eso no puede ser afectado, no importa que la gente tenga hambre.

El futuro será la semilla que sembremos

Entonces queda una pregunta, ¿cuál va a ser el paradigma de la posmodernidad? Y ahí nos desafía a cada uno de nosotros porque la historia no es dada, es hecha, y la historia del futuro a va ser resultado de lo que nosotros hacemos hoy, en el presente.

Eso vale para nuestras vidas personales y vale para nuestras vidas sociales. Lo que va a ser el futuro es el resultado de la semilla que estamos plantando hoy, y tenemos que preguntar qué semilla estamos echando, y qué cosecha esperamos, qué calidad de humanidad y de mundo.

Ante la pregunta de cuál será el paradigma de la posmodernidad, hay dos alternativas, una que no es fácil, que sería la globalización de la solidaridad –ustedes saben que lo que se conoce como globalización es la globocolonización que es la imposición del modelo consumista y hedonista de las sociedades capitalistas-, y hay que luchar porque sea ese, pero somos un grupo pequeño, comparado con las fuerzas que quieren que prevalezca el paradigma del mercado, la mercantilización de todos los aspectos de la vida humana y la naturaleza, que fue muy bien anunciado por el Papa Francisco, en su encíclica, el primer documento papal de la historia de la iglesia sobre el tema socioambiental.

El papa no acepta que se le llame Encíclica verde, porque antes de verde, es una encíclica social y política, tanto que (inaudible) intelectual y científico ateo ha dicho que no  hay en la historia un documento más contundente que este documento, Laudato Si, “Alabanza sea”, porque todos los anteriores hablan de los efectos de la degradación ambiental, pero este apunta también las causas, por eso provocó tanto rechazo sobre todo en Los Estados Unidos.

Si el mercado se impone como paradigma de la posmodernidad, no hay más futuro para la humanidad. Y hoy sabemos que todo está en función del mercado, el único ente que no tiene fronteras, no necesita pasaporte, y no tiene que pedir permiso para entrar no solo a cualquier país, a cualquier casa, sino también en nuestra conciencia y en nuestra cultura.

Por eso, cada uno de nosotros tiene que dar respuesta a la pregunta qué calidad de mundo quiero dejar a las futuras generaciones, para la cual hay solo dos respuestas: si tú dices “no me importan las futuras generaciones, yo quiero disfrutar mi vida y ya”, escogiste una opción egocéntrica, antiética, criminal y difícilmente serás una persona feliz, porque la felicidad solo existe para quien  hace a los otros felices; y no hay opción, estás totalmente tomado por el neoliberalismo, que nos quiere convencer que lo más importante es mi vida personal, y estás totalmente domesticado por el sistema.

Y está la otra alternativa, “yo voy a construir un mundo para todos”, porque ejemplo cuando yo entré en la cárcel yo pensaba, tenía el sueño de que mi tiempo personal iba a coincidir con mi tiempo histórico, como le pasó a Fidel y Raúl,  que es muy raro, que uno pueda tener un sueño, vivir la realidad de ese sueño y sobrevivir como ellos. ¡Es muy raro! No existe otro líder revolucionario en la historia que le haya pasado como a Fidel. Yo me convencí después que no habrá coincidencia entre mi tiempo personal y mi tiempo histórico, hoy pienso como Che Guevara, yo tengo que ser semilla para que otras generaciones puedan hacer la cosecha. Esa es la disposición revolucionaria de hoy, hacer de la vida semilla, para que los demás tengan vida.

Jesús lo ha dicho en el Evangelio de Juan, que ha venido para que todos tengan vida, y vida en abundancia y plenitud, y él mismo tuvo una muerte precoz para dar vida, para que otros tengan vida.

Los errores de los países progresistas

Nosotros hoy vivimos dentro de este mundo globocolonizado en que lamentablemente la experiencia socialista fracasó en Europa Oriental, y hay que analizar cada vez más por qué fracasó. Yo estuve cuatro veces en la Unión Soviética y me pregunto hoy qué hacen estos compañeros que me miraban de arriba abajo como si yo como creyente no fuese suficientemente revolucionario, ¿será que ellos están luchando por el socialismo o ya se acomodaron al sistema capitalista?

Es espantoso que una construcción que debería tener raíces populares, se viniera abajo por decisión de un hombre llamado Gorvachov. No era el socialismo que nosotros queremos porque no tenía raíces, era un socialismo “peluca” y no cabello. El cabello viene de abajo para arriba, y la peluca se pone ahí, es falso.

O es el socialismo de China, que ha juntado una economía capitalista con un gobierno teóricamente socialista, lo mismo pasa en Viet Nam. Entonces, queda Cuba.

Yo a veces me pregunto si ustedes cubanos tienen la conciencia de la importancia histórica de este país como símbolo en todos los militantes de la esperanza en el mundo, y no hablo solamente de la izquierda, sino de toda la gente que sueña con otro mundo posible. Cuba es una referencia.

Cuba, por razones históricas y culturales, se compara mucho más con Los Estados Unidos y España, que con América Latina. Tengo la impresión de que en Cuba no  se conoce profundamente la realidad de este continente, y cuando yo pienso que si el socialismo fracasa en Cuba, la única salida que habrá será un futuro capitalista, que es el presente de Honduras, de Guatemala…, de naciones que tienen un alto nivel de violencia, miseria, pobreza y  desigualdad, me pregunto ¿es esto lo que Cuba quiere para su futuro? Claro que no porque Cuba está metida en este bloque que llamamos América Latina y el Caribe, y hay que ver algunos datos interesantes. En los últimos años, esta región y ahí Cuba tuvo un papel inspirador, ha sido gobernada muchas veces por países progresistas: Argentina, Ecuador, Bolivia, Brasil, Paraguay, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Venezuela…, y ahora hay una crisis, un impasse, porque hubo muchos logros, muchas conquistas importantes.

Yo por ejemplo considero que los años de gobierno de Lula y Dilma, han sido los mejores de toda la historia de Brasil, pero se cometieron grandes errores.

Primero, no hemos cambiado la matriz o paradigma de desarrollo. Cuando yo estaba en la escuela primaria yo aprendí que Brasil históricamente era una nación exportadora de materias primas, empezó por el palo Brasil que da nombre al país, después el azúcar, el oro, el café, y seguimos en lo mismo. Lo único que ha cambiado es el nombre, ya no son materias primas, ahora tienen un nombre elegante, commodities.

Nuestros gobiernos progresistas cometieron el grave error de confiar demasiado en estas olas de los precios altos de las commodities. Las cuentas estaban llenas, y Venezuela por ejemplo no imaginaba la tremenda caída de los precios del petróleo, y las afectaciones a toda su economía.

Por eso, era más cómodo importar mercancías de China, lo que creó en algunos países como Brasil un proceso terrible de desindustrialización, cosas que nosotros fabricábamos internamente ahora tenemos que comprarlas fuera, por eso, porque como era más barato traer aparatos desde China entonces cerramos las fábricas y los obreros quedaron desocupados.

Un segundo error. Tú vas a una favela de Rio de Janeiro, a una casita de madera, ahí vive una familia pobre, pero seguramente dentro de esa casita tiene computadora, teléfono celular, nevera, televisor, horno microondas, pero la familia está en la favela, no tiene vivienda, no tiene salud, educación, transporte, cultura, seguridad.

O sea, nuestros gobiernos progresistas han cometido el error de priorizar el acceso de la gente a los bienes personales, cuando debió seguir el ejemplo de Cuba, y dar acceso, primero, a los bienes sociales, educación, salud, alimentación, vivienda básica… porque si no hay acceso a esos bienes sociales es muy difícil alcanzar un mínimo de calidad de vida en los bienes personales, que son del consumismo sobre todo ahora en el neoliberalismo, cuando tu teléfono celular tiene un tiempo de validez de un año, ya al otro año hay otro y otro, porque lo que interesa es vender. Es el mercado, la gente que está detrás del mercado necesita que los que tienen dinero tengan siempre nuevos y nuevos modelos del mismo producto, para que gasten su dinero y mantengan el sistema.

Otro error que hemos cometido, no hicimos alfabetización política del pueblo. No se hizo ese trabajo que hace el Centro Martin, el Partido, de formación ideológica y organización popular.

Y ustedes saben que no hay neutralidad, si yo no soy formado en una concepción solidaria, altruista, socialista, entonces soy formado en una concepción individualista, egocéntrica, consumista y el aparato de formación, que más bien es deformación ideológica, es muy superior a nuestros pequeños sistemas de educación política, pero hay que hacerlo, porque cada uno de nosotros dentro del corazón tiene sus valores y a partir de esos valores imprimimos una determinada dirección a  nuestras vidas, y solamente nuestra coherencia con esos valores nos hace felices.

Vuelvo al ejemplo del Che, estaba en paz con la historia, había sido exitoso con la Revolución Cubana, había sobrevivido a la Sierra Maestra, era ministro en el gobierno de Cuba, podía estar ahí, vivo hoy, en la dirección del gobierno de Cuba, con Raúl, con sus ochenta años.

Pero como un San Francisco de Asís de la política, renunció a todo para dar vida para que otros tengan vida. Primero fue al Congo, después a Bolivia, donde muere con 37 años pero seguramente muy feliz, porque lo que nos hace feliz es esa motivación interior, los valores que traemos por dentro, no es el dinero, la funciones, eso aparentemente puede hacer a una persona feliz pero cada uno en su vida, da una respuesta a esta pregunta ontológica, ¿mi vida es solamente para mí mismo, o es para que otros tengan también vida?

Nuestros gobiernos han tenido avances, y para mí es importante recordar los avances, pero es más importante ahora superar los errores, porque si no perdemos el gobierno. Somos hoy una nación gobernada hoy por un golpista llamado Temer, y entonces tenemos que hacer autocrítica. Yo no sé si la gente en la Unión Soviética hizo autocrítica algún día, y Dios me libre algún día encontrar cubanos que digan vamos a hacer autocrítica porque el socialismo fracasó en Cuba, eso sería el fin de toda la esperanza histórica de la humanidad.

Cuba es la esperanza

Vamos a hacer autocríticas antes de que lo que ha podido avanzar también fracase. No hemos hecho alfabetización política, ideológica, porque pensábamos que si la gente está bajo un gobierno progresista, ya es progresista. Es como pensar que en Cuba cada ser que nace es, naturalmente, socialista. Mentira. Todo niño cubano es naturalmente capitalista porque como decía Lenin el amor es un producto cultural, es fruto de una educación.

Si usted tiene un bebé en casa, sabe que a las 3 de la madrugada cuando usted duerme, y está cansado, él tiene hambre y quiere leche, agua, no importa tu sueño, tu trabajo…, hace una protesta hasta que su demanda sea atendida. Por eso el sistema capitalista tiene tanta fuerza porque corresponde a lo más deshumano que tenemos en nuestra naturaleza, porque un niño está más cerca de un animal que de un ser humano, pues un ser humano empieza efectivamente a los 6 o 7 años, por eso los niños cuando tienen un año, dos, puede jugar con un perro muy bravo, montarlo como un caballo, tirar de su cola, y no pasa nada, pero hazlo tú. No pasa nada, porque el perro percibe que el bebé tiene una relación con él de alteridad, pero ya cuando crecemos tenemos una relación con el perro de sujeto y objeto, y el animal lo percibe. Pero no voy a entrar aquí a mi clase de perrología, lo dejo para otro día (risas y aplausos).

Dentro de ese contexto latinoamericano, mundial, de hegemonía del mercado y el capitalismo, crisis de los gobiernos progresistas, qué pasa con Cuba desde la visión de un extranjero que hace 37 años viene a esta país, aquí compartí muchos momentos, sobre todo durante el Periodo Especial, y siempre mantuve, por mérito de ellos, una proximidad muy fraternal con Fidel y Raúl.

Una vez en los años ochenta, pregunté a Fidel si yo podía hacer una crítica a la Revolución, y él me dijo, “Usted, Betto, no solamente tiene el derecho, tiene también el deber de hacer la crítica que quiera hacer”, y desde ese momento yo me sentí muy a gusto en este país de, como dicen ustedes, poner las cosas claras y chocolate a la española.

Cuba pasa por un cambio, ahora, dentro de ese contexto mundial. Un cambio económico, a partir de lo cual la gente me pregunta fuera de Cuba-como ya lo hacían desde el desplome del Muro de Berlín, cuando todo el mundo celebraba el efecto dominó y decían Cuba, la próxima en caer, pero no cayó y no he encontrado ningún titular capitalista que reconozca que Cuba resistió-, que si yo creo que con todos los cambios, la apertura al capital extranjero, sus relaciones con transnacionales, va a ser una Mini China, va a pasar lo que pasó allí, una economía capitalista con un gobierno socialista. Y yo digo que no, por dos razones, primero porque este país está cambiando su economía, pero es un error pensar que sale de una economía socialista para entrar a una socialista, no es así la ecuación. La ecuación es que Cuba sale de una economía estatalizada para una economía popular, y cuál es la distinción, es sencilla, en una economía estatalizada, el Estado es el proveedor de todo, en una popular, el Estado es proveedor sí, pero no de todo, hay emprendedores privados, cooperativa, economía solidaria…, y muchas otras formas, que van creciendo para arriba, como el cabello y volvemos la metáfora.

Una economía popular en el socialismo significa que los protagonistas de ese proceso tienen que tener un espíritu socialista muy profundizado, yo siempre digo que socialismo es el nombre político del amor, o sea, cuando amas en tu familia, no le niegas a un hijo una comida, una bebida, todos tienen los mismos derechos a pesar de que todos son distintos, pero tienen iguales derechos y oportunidades, así debe ser para un pueblo.

Ocurre que cuando yo no incido en los intereses económicos de mi país y dependo en todo del Estado como pasaba aquí, y Fidel me dijo un día, “Hemos cometido el error de dar a la gente la impresión que la Revolución era una vaca con una teta para cada boca”, y la gente quedaba así, si voy al trabajo gano, si no voy al trabajo, gano igual. Son algunos vicios que se crearon por esa vaca que provocaba una dependencia tremenda.

Ahora no, ahora el protagonismo económico de la gente, del pueblo cubano con su creatividad, con su iniciativa, con su capacidad de inventar maravillas de la nada –todos los extranjeros que llegan a la Habana se quedan asombrados de ver aquellos carros que yo conocí cuando tenía seis años caminando-, un pueblo que ha resistido tremendamente a tantas agresiones, y resiste aún…, y es cuando la pelota está del lado de ustedes, y por más que el gobierno logre soluciones económicas mejores para el país, a pesar de las dificultades, ustedes tienen que encontrar la solución de la subjetividad, cómo lograr una emulación moral, porque cuando soy protagonista, tengo que tomar una decisión ética: Voy a sacar provecho de ese protagonismo para mí o voy a crear una cultura ética, porque el daño que hace la corrupción en nuestros gobiernos progresistas es irreparable.

Yo recuerdo a Fidel cuando decía, que un revolucionario puede perderlo todo, la libertad porque fue a la cárcel, la familia porque fue al exilio, la salud porque está enfermo, la escolaridad porque ya no puede ir a la Universidad, el trabajo porque fue echado por revolucionario, incluso la vida, menos una cosa, la ética.  Ahí ya no tiene solución, si un revolucionario pierde la moral, la ética, si pasa a actuar, incluso a veces a nombre de la Revolución, sí, en nombre de la Revolución, porque hay gente que están de acuerdo con el proceso no porque sean revolucionarios sino porque sacan provechos personales, como hay en la iglesia también, hay muchos obispos y curas que están ahí no porque son convictos  y tienen mucha fe, no, es porque les conviene.

Yo estuve dos años en el gobierno de lucha como asesor especial en el programa Hambre cero, y escribí dos libros, La mosca azul, que se publicó en Cuba, y Calendario del poder, que no, y en este libro yo digo que la experiencia del poder me llevó a descubrir algunas cosas, una de ellas es que yo pensaba que el poder cambia a las personas,  y descubrí que no, el poder no cambia a nadie, solo hace que la persona se revele, o sea, él ya era arrogante, egoísta, impositivo, opresor, pero no tenía posibilidad de ponerlo en práctica. Todo está resumido en una consigna española: Quieres conocer a Juanito, dale un carguito (risas y aplausos).

El poder hace eso. El poder es esto, el testimonio del Che, anónimamente meterse al servicio de una causa de liberación en el Congo y después en Bolivia, eso es el poder.

Cuando uno se identifica con su función, y no importa qué función de poder sea, no hablo solo de la gente que está en el gobierno, en la dirección del Partido, no, hablo de la directora de la escuela, del director del banco, del guardia de la esquina…, si la gente no está educada en esa dimensión del servicio, decir, a mí me pagan para servir a mi pueblo, entonces viene el capitalismo con su poder de captación e impide que un día la humanidad sea como una familia, donde hay muchas personas, con niveles de inteligencia distintos, con talentos y dones distintos, pero tienen todos los mismos derechos y oportunidad. Así debe ser la humanidad un día pero para crear eso, es un proyecto histórico.

Qué debemos hacer cotidianamente para lograrlo. Calzar los valores socialistas, que son los mismos valores evangélicos, no hay ninguna posibilidad de hacer una descripción de valores socialistas que no sean los mismos valores evangélicos. Son exactamente lo mismo. Todo evangelio se resume en dos valores, amar en las relaciones personales, compartir en las relaciones sociales. Por eso digo, que el socialismo es el nombre político del amor.

Nosotros, cristianos oramos Padre nuestro, y pan nuestro. Dios es padre, nuestro, no mío, y lucho porque el pan sea un bien de todos, no solamente mío, por eso un creyente que no está dispuesto a compartir y luchar por una sociedad donde se compartan los bienes no debería orar, Padre nuestro, ¡mentira! Él cree en un ídolo, un dios de su cabeza para justificar su postura antiética, porque la oración de Jesús es Padre nuestro y pan nuestro, o sea que lo necesario para la vida sea de todos.

Termino con esa frase que después voy a decir de quién es. “Son los comunistas los que piensan como los cristianos. Cristo ha hablado de una sociedad donde los pobres, los débiles y los excluidos tengan en sus manos las decisiones, no los demagogos, pero el pueblo, los pobres, aquellos que tienen y aquellos que no tienen fe en Dios, mas son ellos, los que deben tener la igualdad y la libertad”. Eso es del Papa Francisco en su entrevista al periódico italiano La República el día 11 de noviembre del 2016.

Y es curioso. “Son los comunistas los que piensan como los cristianos”, claro que mucho antes de haber comunistas, en tres siglos de Imperio Romano, hubo cristianos revolucionarios que provocaron el desplome de ese imperio. Está este libro, El cristianismo Primitivo, un libro que cuando llegué a Cuba en los años ochenta mucha gente no lo conocía y yo sé por qué, por la influencia de los soviéticos que no les gustaba divulgarlo, que subrayaba cómo los primitivos cristianos fueron los primeros comunistas porque no solamente compartían sus bienes, sino que luchaban contra un poder opresor, que era el Imperio Romano.

Yo termino diciendo esto. No hay distinción entre creyentes y no creyentes, si los dos tienen como propósito el amor, incluso a los enemigos, ah pero cómo amamos a nuestros enemigos, no significa que vamos a concordar con ellos o a apoyarlos. Amar al enemigo es quitar de él las herramientas que le permiten ser un opresor y devolverle su dignidad humana. Eso es amar a un enemigo. Hacer que Trump venga a trabajar en un canal vial y gane su salario, si, porque se sabe que Nerón puso fuego en Roma, Hitler puso fuego en Europa y este loco ahora quiere ponerle fuego a todo el mundo. Entonces no podemos permitir eso. Muchas gracias.

Fuente: http://www.cubadebate.cu/opinion/2017/05/04/el-futuro-sera-lo-que-sembremos-hoy/#.WQ_J7bjau00

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La jaula neoliberal

Frei Betto

«El mercado se apropia de todo»

Al contrario del liberalismo, el neoliberalismo defiende la supremacía del mercado y la reducción del Estado a mero gestor de intereses corporativos privados. La democracia, entendida como participación popular, es un estorbo para el neoliberalismo. Como cierto general brasileño, no soporta «el olor del pueblo».

Ya en 1975, los autores del Informe Rockefeller, que enunció las bases de la Comisión Trilateral (Estados Unidos, Europa y Japón), se quejaban del «exceso de democracia» y admitían, sin ningún pudor, que solo funcionaría con cierto grado de apatía por parte de la población y desinterés de individuos y grupos.

Max Weber nos había advertido sobre la tiranía del mercado, que instaura en nuestras vidas -desde la subjetividad más íntima hasta la actividad política- la «jaula de hierro» de la que no resulta fácil librarse. El mercado se apropia de todo. Y le transfiere la culpa de sus males a la responsabilidad del Estado.

En la década de 1960, el hambre, la devastación ambiental, la corrupción, el desempleo, etc., se calificaban de (d)efectos del capitalismo. Hoy se atribuyen a la ineptitud del Estado. Él es el gran villano, responsable de todos los malestares sociales y económicos.

De ahí el apresuramiento para aprobar la reforma laboral propuesta por Temer, para hacer retroceder los derechos laborales duramente conquistados, anular el papel del Estado como árbitro de las cuestiones sociales y restringir los derechos de los trabajadores a las parcas concesiones patronales formalizadas en acuerdos privados.

El neoliberalismo es la nueva razón del mundo. Promueve el desmontaje de la democratización, en la misma medida en que favorece la formación de monopolios y oligopolios. Desde los bancos hasta los medios de comunicación. La pirámide social y cultural se estrecha cada vez más.

En el neoliberalismo impera la teología de la culpa. En teoría, el Dios Mercado les ofrece a todos iguales oportunidades. Si en la práctica reina una desigualdad brutal, la culpa es de quienes no han sabido evitar el propio fracaso…

Pregúntele a un ciudadano corriente qué es el neoliberalismo. Es probable que no le sepa responder. Pregúntele entonces qué cree de la vida, del país, del mundo. Sin duda expresará esa ideología del éxito individual y de la supremacía de unos sobre otros, que legitima todo tipo de prejuicios y discriminaciones.

Dos áreas en las que el neoliberalismo invierte sin tasa son la educación y la cultura. Los libros didácticos se someten a la lupa censora de lo que hoy se denomina Escuela Sin Partido. La cultura se reduce a mero entretenimiento.

Los medios masivos exaltan el mercado y execran al Estado. Si este favorece a la mayoría de la población, es populismo. La finalidad del Estado es facilitar el crecimiento de las grandes empresas y la elevación de los índices de la Bolsa de Valores, engordar a las corporaciones financieras y garantizar la seguridad del juego mercantil ante el descontento y, quizás, la revuelta de los excluidos de sus beneficios (huelgas, manifestaciones, etc.).

El neoliberalismo es una plaga que solo se puede combatir con un antídoto: el neosocialismo o ecosocialismo.

(Traducción de Esther Perez)

 


Fuente del Artículo:

http://www.periodistadigital.com/religion/opinion/2017/04/05/religion-iglesia-opinion-frei-betto-la-jaula-neoliberal-el-mercado-se-apropia-de-todo-neoliberalismo-neosocialismo-ecosocialismo.shtml

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Nos equivocamos

Frei Betto
Continúo sumándome a los que dicen “¡Fuera Temer!” y denunciando, aquí en Europa, donde me encuentro por razones de trabajo, la usurpación del vicepresidente de Dilma como golpe parlamentario. Sin embargo las fuerzas políticas progresistas, que dieron la victoria al PT en cuatro elecciones parlamentarias, deben hacer autocrítica.

No cabe la menor duda, excepto para el sector miope de la oposición, que los 13 años del gobierno del PT fueron los mejores de nuestra historia republicana. No para el FMI, que mereció tarjeta roja; no para los grandes corruptores, alcanzados por la autonomía del Ministerio Público y de la Policía Federal; ni para los intereses de los Estados Unidos, afectados por una política exterior independiente; ni para los que defienden el financiamiento de campañas electorales por parte de empresas y bancos; ni para los invasores de tierras indígenas y esclavistas.

Los últimos 13 años fueron mejores para 45 millones de brasileños que, beneficiados por los programas sociales, salieron de la miseria; para quien recibe el salario mínimo, revisado anualmente por encima del nivel de la inflación; para quienes tuvieron acceso a la universidad, gracias al sistema de cuotas, al ProUni y al Fies; para el mercado interno, fortalecido por el combate a la inflación; para millones de familias beneficiadas por los programas Luz para Todos y Mi Casa, mi Vida; y para todos los pacientes atendidos por el programa Más Médicos.

A pesar de todo nos equivocamos. El golpe fue posible también debido a nuestros errores. En 13 años no promovimos la alfabetización política de la población. No tratamos de organizar las bases populares. No valoramos los medios de comunicación que apoyaban al gobierno ni tuvimos iniciativas eficaces para democratizar los medios. No adoptamos una política económica orientada hacia el mercado interno.

En los momentos de dificultad llamamos a los incendiarios para apagar el fuego o sea a los economistas neoliberales, que piensan con la cabeza de los pudientes. No realizamos ninguna reforma estructural, como la agraria, la fiscal y la previsional. Ahora somos víctimas de la omisión en cuanto a la reforma política.

¿En qué baúl avergonzado guardamos a los autores que enseñan a analizar la realidad bajo la óptica liberadora de los oprimidos? ¿Dónde están los núcleos de base, las comunidades populares, el sentido crítico en el arte y en la fe?

¿Por qué abandonamos a las periferias; tratamos a los movimientos sociales como menos importantes; y cerramos las escuelas y los centros de formación de militantes?

Fuimos contaminados por la derecha. Aceptamos la adulación de sus empresarios; usufructuamos sus regalías; hicimos del poder un trampolín para el ascenso social.

Cambiamos un proyecto del Brasil por un proyecto de poder. Ganar elecciones se volvió más importante que promover cambios a través de la movilización de los movimientos sociales. Engañados, acatamos una concepción burguesa del Estado, como si él no pudiera ser una herramienta en manos de las fuerzas populares y tuviera que ser siempre amparado por la élite.

Llegó pues la factura de los errores cometidos. Y en las calles del país la reacción al golpe no tuvo fuerza para evitarlo.

Pero dejemos el pesimismo para días mejores. Es la hora de hacer autocrítica en la práctica y de reorganizar la esperanza.

Fuente del articulo: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=217443

Fuente de la imagen: http://www.bitacora.com.uy/imgnoticias/8176.jpg

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Aprender a pensar

Por: Frei Betto

Nuestra mirada está impregnada de prejuicios. Una de las miopías habituales es considerar a los niños como ignorantes. Nosotros, los adultos, sabemos; los niños no saben.

El educador y científico Glenn Doman se planteó la pregunta: ¿En qué fase de la vida aprendemos las cosas más importantes que sabemos? Las cosas más importantes que sabemos todos son: hablar, andar, moverse , distinguir olores, colores, factores que representan peligro, diferentes sabores, etc. ¿Cuándo aprendemos todo eso? Un 90% de todo cuanto es importante para hacer de nosotros seres humanos lo aprendemos entre 0 y 6 años, período que Doman considera “la edad del genio”.

Sucede que la educación fundamental se realiza en esa edad. Nacemos con 86.000 millones de neuronas en nuestro cerebro. Las sinapsis, las conexiones cerebrales, se dan de manera acelerada en los primeros años de la vida.

Glenn Doman trató a niños con deformaciones esqueléticas incorregibles, incluso con cerebro dañado. Hoy son adultos que hablan diversos idiomas, dominan la música, la computación, etc. Son personas felices, con una buena autoestima. Al conocer en Japón a un profesor que adoptó su método, fue recibido por una orquesta de niños; todos tocaban el violín. La más vieja tenía 4 años.

Doman enseña en sus libros cómo se enseña a un niño, de 3 o 4 años, a aprender un instrumento musical o a autoalfabetizarse sin asistir a ningún curso específico de alfabetización. Eso también sucedió en mi familia. Tengo un sobrino–nieto alfabetizado mediante fichas. Su madre le leía historias infantiles y luego él hacía fichas de palabras y las repetía; y de repente el niño comenzó a leer antes de ir a la escuela.

Si me preguntasen: ¿para mejorar al Brasil, qué reformas se nescesitaría hacer?Yo diría: una objetiva y otra subjetiba. La objetiva es la reforma agraria. Brasil y Argentina son los únicos países de las tres Américas que nunca conocieron una reforma agraria. Lo curioso es que somos el único país de las Américas con una superficie cultivable de 600 millones de hectáreas y con un enorme potencial de producción extractiva, como es el caso de la Amazonía. Ningún otro país del continente iguala al nuestro en posibilidad productiva.

La reforma subjetiva sería la de la educación. Todo el potencial de nuestra vida depende de la educación recibida. La educación en el Brasil nunca fue suficientemente valorada. Y sufrió un trauma durante la dictadura militar, al adoptar el método usamericano de no calificar los contenidos sino la cantidad.

Sobretodo suprimió del currículo disciplinas que nos ayudan a pensar, como filosofía y sociología, reintroducidas ahora en algunas escuelas de enseñanza media. Durante décadas estuvieron prohibidas, tanto así que en Belo Horizonte un profesor, los sábados, decidió por su propia cuenta dar clase de filosofía a los alumnos interesados. Fue tal el éxito, que la escuela tuvo que introducirla en el currículo.

Fuente: http://www.cubadebate.cu/opinion/2015/05/30/aprender-a-pensar/#.V-0VY4jhDIU

Imagen:www.montessorixaltepec.com/sad/imagenes/banco/grandes/52.png

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Educación crítica y protagonismo cooperativo

Frei Betto

La educación escolar tiene un papel fundamental en el proceso de transformación social. A semejanza de la política y la religión, la educación sirve para liberar o alienar; despertar protagonismo o favorecer el conformismo; propiciar en los educandos una visión crítica o legitimar el status quo, como si fuera insuperable e inmutable; promover una praxis transformadora o sacralizar el sistema de dominación.

En estos inicios del siglo XXI, la educación escolar difiere mucho de la que predominó en el siglo XX. Hoy en día, nuestra vida cotidiana se ve invadida por nuevas tecnologías que nos brindan, en tiempo real, informaciones capaces de incidir en nuestra forma de vivir y de relacionarnos (ciberespacio, relaciones virtuales, crisis de las ideologías libertarias, nuevos perfiles familiares y sexuales, monopolio y manipulación de la información, etc.).

Como vivimos un cambio de época y navegamos entre la modernidad y la posmodernidad, estamos amenazados por una crisis de la identidad teórica. El instrumental teórico que tanto nos confortaba e incentivaba en el siglo XX, y que nos parecía tan sólido, se desplomó con el Muro de Berlín. Al contrario de lo que pregonaban los manuales de vulgarización del materialismo histórico, la historia retrocedió en Europa del Este.

Setenta años de socialismo en Rusia no fueron suficientes para formar los tan anhelados hombres y mujeres nuevos, dotados de inquebrantables valores éticos, disposición revolucionaria y menosprecio a las seducciones del capitalismo. Hoy Rusia es uno de los países más corruptos del mundo, y en él impera una brutal desigualdad económica.

¿Qué faltó en la Unión Soviética? Faltó una educación que, más allá de la escolaridad, de la transmisión cultural del país y de la humanidad, inculcara en los educandos una visión crítica de la realidad y un protagonismo social transformador.

De hecho, en muchos de nuestros países, capitalistas y socialistas, la educación escolar se ha convertido en una prisión de la mente, donde las disciplinas curriculares se repiten sucesivamente, con vistas a la calificación de la mano de obra destinada al mercado de trabajo. No se ha reflexionado sobre la prioridad de formar ciudadanos y ciudadanas revolucionariamente comprometidos con el proyecto social emancipador.

Vivimos hoy una era de impasse con respecto al futuro emancipado. Estamos en el limbo del proceso libertario. Los movimientos, grupos y partidos de izquierda, cuando existen, parecen perplejos en lo que toca al futuro. Muchos ceden a la fuerza cooptadora del neoliberalismo y cambian el proyecto de liberación social por el mero usufructo del poder, aunque eso implique traicionar las esperanzas de los oprimidos y los fundamentos teóricos que originaron esas fuerzas sociales y políticas.

La hegemonía capitalista ejerce un poder tan avasallador que muchos abdican del propósito de construir un nuevo modelo civilizatorio. Poco a poco, como si se tratara de un virus incontrolable, el capitalismo se impone en nuestras relaciones personales y sociales. Nos vamos adhiriendo a la creencia idolátrica de que “no hay salvación fuera del mercado”. En la esfera personal, abandonamos nuestra ideología libertaria a cambio de una zona de comodidad que nos permite acceder al poder y la riqueza, lo que nos libra de la amenaza de integrar el contingente de 2,6 miles de millones de personas que sobreviven hoy con un ingreso diario inferiores a los 2 dólares.

Formación de conciencia crítica y de protagonistas sociales

La educación crítica es nuestro gran desafío en este mundo hegemonizado por el capitalismo neoliberal. Su principio es no formar meros profesionales calificados, sino ciudadanos y ciudadanas que sean protagonistas de transformaciones sociales. Por eso trasciende los límites físicos de la escuela y vincula a educadores y educandos a movimientos sociales, sindicatos, ONG, partidos políticos; en fin, a todas las instituciones que realizan actividades de transformación social. La educación crítica solo se desarrolla en sintonía con los procesos reales de emancipación en curso y las reflexiones teóricas que los fundamentan.

La educación que busca la formación de conciencia crítica y de ciudadanos militantes comprometidos con la transformación social debe tener en cuenta la intercalación de tres tiempos: el tiempo de las estructuras (más largo); el tiempo de las coyunturas (más inmediato y factible de cambiar a mediano plazo); y el tiempo de lo cotidiano (en el cual vivenciamos el conflicto permanente entre la satisfacción de nuestros intereses personales y la conciencia de las demandas altruistas, que nos exigen ser para los demás, o simplemente, ser capaces de amar).

El tiempo de las estructuras debe ser objeto de la educación escolar. Es él el que nos remite a la historia de la historia, a los grandes procesos sociales con sus avances y retrocesos, a los triunfos y las derrotas, a las virtudes y las contradicciones.

Mientras más conscientes son educadores y educandos del tiempo estructural, más se contextualizan y se entienden a sí mismos como herederos de una historia que avanza, en medio de dificultades, de la opresión a la liberación.

Tener conciencia del tiempo de las estructuras es tener conciencia histórica y no dejarse ahogar en el mar de contradicciones de los tiempos coyuntural y cotidiano. Cada uno de nosotros es un pequeño eslabón en la vasta corriente del proceso social. Solo si tenemos conciencia de la amplitud de esa corriente comprendemos la importancia del eslabón que somos. Una educación que no se abre al tiempo de las estructuras corre el grave riesgo de ser cooptada por la estructura mundialmente hegemónica.

El tiempo de las coyunturas es el de los cambios cíclicos que producen inflexiones en las estructuras, aunque sin alterarlas sustancialmente. Es la acumulación de coyunturas la que influye en el cambio del tiempo de las estructuras. El gran desafío consiste en saber cómo comportarse en determinada coyuntura para mejorar o transformar la estructura. La coyuntura es el presente, el aquí y ahora, mientras que la estructura, que condiciona las coyunturas, no es fácilmente perceptible, a menos que se tenga conciencia histórica para poder encuadrar la parte en el todo, el detalle en el conjunto, el presente en las causas del pasado y en las alternativas de futuro.

El tiempo de lo cotidiano es el del día a día, en el cual transitamos o tropezamos, movidos por ideales altruistas, solidarios, y, a la vez, atraídos por las seducciones del acomodo y el individualismo. Es en el tiempo de lo cotidiano que la educación actúa, permite una comprensión crítica de la coyuntura y despierta el imperativo de comprometerse con la transformación de la estructura.

Vivimos inmersos en ese tiempo cotidiano, muchas veces movidos por utopías libertarias y, al mismo tiempo, desanimados al percatarnos cada día de que la materia prima del futuro es humana, siempre frágil, ambigua y contradictoria.

La formación de conciencia crítica y protagonismo social es resultado de un proceso pedagógico que intercala los tres tiempos para evitar que nos perdamos en un idealismo cuyo discurso no se adecua a la realidad, o en la mezquindad de un cotidiano que no siempre refleja los valores en nombre de los cuales lo asumimos. Ese es el caso de los militantes supuestamente revolucionarios que hacen de su función de poder un nicho de acomodo burgués y provecho personal. Y ello se aplica al director de la escuela, al obispo de la iglesia, al gerente de la empresa, etc.

Es importante tener siempre presente que nuestro cotidiano transita bajo la hegemonía de un determinado proceso civilizatorio, el de la burguesía europea, y de un único sistema económico globalizado, el capitalista, aunque vivamos en un país socialista.

Por tanto, nuestro tiempo cotidiano debe aspirar a incidir en el tiempo coyuntural para poder modificar el tiempo estructural global. Para eso no bastan los principios teóricos y las prácticas colectivas. Es preciso que a los principios y las prácticas los oriente una ética que tenga en su centro los derechos de los pobres, los oprimidos y los excluidos. Sin esa alteridad amorosa, todo proyecto emancipatorio o revolucionario corre el riesgo de congelarse, aprisionado por sus propias estructuras de poder, emitiendo un discurso desvinculado de la práctica, abriéndole paso a la esquizofrenia de crear en el imaginario colectivo, en nombre de la emancipación, la expectativa de un futuro burgués para cada ciudadano y ciudadana…

Comparados con el tiempo veloz de los aspectos coyunturales y el tiempo aparentemente caótico de lo cotidiano, los cambios estructurales son lentos, procesuales, y solo se pueden evaluar debidamente sus avances cuando se ponen lado a lado las conquistas del presente con los atrasos del pasado.

De la educación individualista a la educación cooperativa

Desde Marx hasta la Teología de la Liberación, todos sabemos que no existirá emancipación plena sin la superación del sistema capitalista. Una educación crítica y liberadora no debe perder de vista esa meta. Debe despertar en los educandos una visión crítica que no se limite a consignas repetitivas, que más que profundizar la razón exacerban la emoción.

Aunque se viva en un país socialista como Cuba, todos estamos sometidos a la hegemonía del pensamiento único neoliberal y de la economía capitalista centrada en la apropiación privada de la riqueza. El neoliberalismo, como un virus que se propaga casi imperceptiblemente, se introduce en los métodos pedagógicos y las teorías científicas, en resumen, en todas las ramas del conocimiento humano. Así, instaura progresivamente ideas y actitudes que fundamentan la ética de las relaciones entre los seres humanos y entre los seres humanos y la naturaleza.

En la lógica neoliberal, la inclusión del individuo como ser social se mide por su inserción en el mercado como productor y consumidor. La posesión de mercancías revestidas de valor determina las relaciones humanas. Es el fetiche que denunciara Marx. Esa inversión de la relación –según la cual la mercancía tiene más valor que la persona humana, y la persona humana es valorizada en la medida en que hace ostentación de mercancías de valor– contamina todo el organismo social, inclusive la educación y la religión, como denunciara el papa Francisco el 22 de diciembre de 2014 al señalar las “15 enfermedades” que corroen a la curia romana.

De ello se deriva una ética perversa que subraya como valores la competitividad, el poder de consumo, los símbolos de riqueza y poder, la supuesta mano invisible del mercado. Esa perversión ética debilita a los organismos que fortalecen a la sociedad civil, como los movimientos sociales, los sindicatos, las asociaciones barriales, las ONG, etc. El patrón que se debe adoptar ya no es el de la alteridad y la solidaridad, sino el del consumismo narcisista y la competitividad.

¿Cómo superar hoy ese patrón de vida capitalista que, si no rige nuestro estatus social, muchas veces predomina en nuestra mentalidad? En eso a la educación le corresponde el papel preponderante. Entre otras cosas, porque la actual coyuntura no es proclive a los cambios estructurales por la vía del “asalto” al aparato del Estado. Eso no significa, como supone cierta parcela de la izquierda, que las revoluciones son hechos irrepetibles del pasado y, por tanto, ya no hay alternativa sino adaptarse al nuevo “determinismo histórico”: la hegemonía del mercado.

La historia demuestra que han ocurrido cambios estructurales significativos sin un “asalto” al Estado, como fueron el paso del esclavismo al feudalismo y del feudalismo al capitalismo. Hoy, una de las armas más poderosas para superar el capitalismo es una educación crítica y cooperativa, capaz de crear nuevos parámetros de conocimiento y promover nuevas praxis emancipadoras.

Es mediante la educación que se moldean las subjetividades que le imprimen significado a los fenómenos sociales. Con frecuencia sucede que se vive un antagonismo entre lo microsocial (pautado por la subjetividad) y lo macrosocial (pautado por las estructuras). En Cuba se encuentra un buen ejemplo: en la década de 1950, un grupo de jóvenes revolucionarios (microsocial) se hizo consciente, gracias a la educación política (subjetividad) de la importancia de modificar la estructura del país (macrosocial). Hoy Cuba es un país de estructura socialista, pero no todos los cubanos disciernen lo que eso significa, y algunos sueñan con disfrutar, bajo el socialismo, de un estilo de vida capitalista (microsocial).

La educación crítica y cooperativa es capaz de superar ese antagonismo al formar protagonistas o militantes que reproduzcan las bases materiales y espirituales del socialismo, cuyo sustento es la solidaridad.

Para ello, es necesario que la educación sepa situar a educadores y educandos en relación con el pasado y el futuro. Ello solo es posible a partir del aquí y el ahora, del presente. Es nuestro modo de pensar y actuar en el presente lo que resignifica nuestra manera de encarar el pasado y el futuro.

La educación tiene el poder necesario para destronar una racionalidad dominante e introducir otra, siempre que no sea meramente teórica y se vincule a procesos efectivos de producción material de la existencia. Resulta siempre oportuno recordar la observación de Marx de que no nos diferenciamos de los animales por nuestra capacidad para pensar (tal vez las abejas, por ejemplo, posean una lógica algebraica más depurada que la nuestra…), sino por la capacidad de reproducir nuestros medios de subsistencia.

Una educación crítica, liberadora, es la que aspira a conquistar la hegemonía mediante el consenso, mediante prácticas efectivas, y no mediante la coerción ideológica. Debe abarcar todas las disciplinas escolares, desde las ciencias exactas hasta la educación física, superando las relaciones fundadas en la economía del intercambio en aras de una economía solidaria, cuya base sea la cooperación.

Todos sabemos que las relaciones mercantilistas influyen en las concepciones de quienes las adoptan o se dejan regir por ellas. Para citar solo algunos ejemplos, esas relaciones acentúan el individualismo e inciden sobre los mecanismos de relacionamiento en el trabajo, la física moderna, la biología darwinista de la sección natural, etc. Ni siquiera la concepción mecanicista del marxismo, que profesaba la fe en un “irrefrenable determinismo histórico” logró escapar de su influencia. Es eso lo que índuce a los educandos a creer que el mercado obedece a una “ley natural”, y que fuera de él no hay alternativa… Es eso lo que nos lleva, literalmente, a torturar a la naturaleza para que nos suministre sus frutos cuanto antes.

Por tanto, debemos preguntarnos, ¿para qué sirve la educación? ¿Para adaptar a los educandos al status quo? ¿Para transmitir el patrimonio cultural de la humanidad como si fuera el resultado de la acción intrépida de héroes y genios? ¿Para formar mano de obra calificada para el mercado de trabajo? ¿Para adiestrar individuos competitivos?

Una educación crítica y solidaria engloba a todos los actores de la institución escolar: los alumnos, los profesores, los funcionarios y las familias de todos ellos. Y trasciende los muros de la escuela para vincularse participativamente con el barrio, la ciudad, el país y el mundo. Las puertas de la escuela permanecen abiertas a los movimientos sociales, los actores políticos, los artistas, los trabajadores. Y la óptica de su proceso pedagógico enfatiza esta verdad que la lógica mercantilista intenta encubrir: los fundamentos de la evolución de la naturaleza y de la historia de la humanidad están mucho más centrados en la cooperación, en la solidaridad, que en la selección natural, la competitividad y la exclusión.

Una educación crítica y cooperativa es deliberadamente contrahegemónica, y procura ubicar el destino de sus educandos en el destino global de la humanidad. El valor de la escuela se evalúa por su capacidad para insertar a los educandos y los educadores en prácticas sociales cooperativas y liberadoras. Por eso es indispensable que la escuela tenga claridad acerca de su proyecto político pedagógico, en torno al cual debe prevalecer el consenso de sus educadores. Sin esa perspectiva, la escuela corre el peligro de convertirse en rehén de la camisa de fuerza de su currículo, como un mero aparato burocrático de reproducción bancaria del saber.

Si queremos atrevernos a reinventar el futuro, debemos comenzar por revolucionar la escuela, transformándola en un espacio cooperativo en el cual convivan la formación intelectual, científica y artística; la formación de conciencia crítica; la formación de protagonistas sociales éticamente comprometidos con los desafíos de construir otros mundos posibles, fundados en la compartición de los bienes de la Tierra y los frutos del trabajo humano.

Fuente del articulo: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=194907

Fuente de la imagen: http://www.radiomundial.com.ve/sites/default/files//styles/618×468/public/field/image/Frei-Betto5.jpg?itok=yMYrMEIM

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