Por: Federico Buyolo
Para transformar el mundo debemos transformarnos, y esto sólo será posible a través de una educación humanista basada en un desarrollo sostenible
¿Es posible transformar el mundo sin transformar la sociedad? ¿Es posible transformar la sociedad sin transformar la educación? ¿Es posible cumplir la Agenda 2030 sin contar con la aportación de la ciudadanía? Posiblemente todas estas preguntas tienen la misma respuesta: no es posible.
Sin embargo, sí es posible transformar el mundo si somos capaces de construir una sociedad comprometida de personas libres y éticas que trabajen juntas por un desarrollo sostenible basado en la justicia social. Para ello es necesario apostar por una educación humanista transformadora que dote a las personas de las competencias necesarias para ser la palanca de cambio que transforme el mundo actual en el futuro que queremos.
Ya hemos definido a través de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible y sus 169 metas, cual es el camino que debemos emprender para hacer sostenible nuestro planeta, acabar con las desigualdades sociales y generar una economía ética. No podemos aducir que no sabemos cuales son los fines, las estrategias y las políticas que hemos de implementar para lograr un desarrollo sostenible.
La Agenda 2030 es algo más que un compendio de buenos propósitos, es una iniciativa que al contrario de los Objetivos de Desarrollo del Milenio que fue diseñada por un grupo de expertos, ha sido el fruto de las aportaciones y diálogo de millones de personas, instituciones, organismos, empresas y líderes de todos los países y ámbitos sociales, económico y medioambientales, que nos permite entender que el camino a seguir nace irremediablemente de la colaboración y cooperación de todos.
Sin duda alguna los estados nación, las regiones y los municipios tienen el papel más importante en la consecución de la Agenda 2030, pero no es menos cierto que sin la aportación de la sociedad civil será imposible transformar el mundo en que vivimos. La Agenda 2030 no puede ser entendida como un compendio de políticas, sino como una agenda transformadora que tiene en las personas su principal eje impulsor del cambio. Hemos de dar un paso más. La aportación de la ciudadanía no puede quedarse exclusivamente en el diseño de la misma, sino que han de ser actores principales en el seguimiento, implementación y evaluación de las actuaciones a desarrollar.
No podemos ver el futuro como un mar oscuro, sino como una oportunidad para rediseñarlo en base a un desarrollo sostenible que permita que nadie se quede atrás y para ello necesitamos tener una ciudadanía informada y formada.
La educación no puede ser vista solamente como un elemento de promoción económica, sino como un instrumento de fortalecimiento de las capacidades de las personas con el fin de integrar los fines de la educación: personal, cultural y social.
Una educación que sobrepase el marco normativo y formal y se configure, como un eje vertebrado de un aprendizaje permanente a lo largo de la vida centrado en: el “yo individual”, en la relación con la cultura con la que convivo y además en el fortalecimiento de las relaciones intersubjetivas que me permitan, junto a otros “yo”, transformar la sociedad en la que vivimos. Un modelo educativo de humanismo transformador basado en el bien común.
Para que se pueda llegar a cabo este modelo de educación humanista de desarrollo sostenible, donde los fines educativos se centran en las personas y en su relación con el entorno cultural y hacia un modelo de transformación sostenible, debemos dotar a las personas de las competencias y capacidades necesarias para liderar su propio desarrollo personal, cultural y social.
En 1996 Jacques Delors presentó un informe a las Comisión Internacional sobre la educación para el siglo XXI titulado La educación encierra un tesoro, donde establecía los cuatro pilares sobre los que se debía sustentar la educación: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a ser, aprender a vivir juntos. Hoy lejos de pensar que estos pilares están obsoletos, podemos decir que más que nunca estos están a la vanguardia de la educación. Cuatro pilares que han de transformarse en las competencias necesarias para el desarrollo de una educación ciudadana 2030.
Aprender a conocer las bases del desarrollo sostenible y sus cinco esferas: personas, planeta, prosperidad, paz y alianzas. Un aprendizaje que va más allá de la adquisición de conocimientos, sino que se trata de fortalecer capacidades para saber, comprender, profundizar y conectar las tres dimensiones del desarrollo sostenible: social, económico y medioambiental.
Aprender a hacer a través de la adquisición de las habilidades necesarias para que la persona pueda ser partícipe en la transformación cultural. Actitudes que van más allá de las meras competencias manuales, sino que las personas han de disponer de las capacidades necesarias para afrontar con garantías su futuro, al mismo tiempo que contribuyen a un desarrollo global.
Aprender a ser personas éticas desde una visión humanística, desarrollando la personalidad con una visión amplia, integradora e inclusiva. Un aprendizaje que vaya desde la responsabilidad personal al enriquecimiento social y cultural de un bien común. Sin personas éticas será imposible construir sociedad inclusivas.
Aprender a vivir juntos, porque es indispensable saber que las diferencias nos hacen plurales y esa integración de nuestra diversidad nos hace personas. Los retos futuros son globales y locales y por ello debemos general alianzas que nos permitan buscar e implementar soluciones globales a problemas locales y soluciones locales a problemas globales.
Por todo ello debemos de fomentar el aprendizaje basado en la premisa de que nadie puede quedar atrás y eso sólo es posible si trabajamos desde una visión humanista y apostamos por una educación transformadora vinculada al desarrollo sostenible.
Transformar nuestro mundo es mucho más que aplicar un plan de acción en favor de las personas, el planeta y la prosperidad a través de la generación de alianzas para la paz. Es ante todo una acción en pro de la generación de una nueva ciudadanía informada, formada y activa que construya un mundo basado en la justicia social.
Para transformar el mundo debemos transformar la sociedad, y esto sólo será posible a través de una educación basada en un desarrollo sostenible.
Fuente: http://elpais.com/elpais/2017/06/22/planeta_futuro/1498141393_073612.html