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10 reflexiones sobre educación que convendría debatir – Por Fander Falconí | Especial para NODAL

Ecuador / 3 de febrero de 2019 / Autor: Fander Falconí / Fuente: NODAL

Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

La educación es el valor fundamental de toda sociedad. Una visión humanista, aparte de cualquier consideración religiosa o política, nos impulsa a defenderla y a trabajar para que alcance a toda la población con máxima calidad. Un Estado laico es sinónimo de libertad de conciencia y una educación pública laica va de la mano con una sociedad respetuosa de la diversidad y libre de fanatismos.

  1. Para garantizar este valor universal en un país es indispensable la estabilidad presupuestaria en la educación. Hacen falta asignaciones crecientes para este sector, en especial para la infancia, que es cuando se forma el cuerpo y la mente. Si se descuidan esa etapa, pasados los cinco años ya no se puede remediar casi nada. Estas asignaciones deben manejarse con total transparencia y las irregularidades en educación deben sancionarse con la máxima pena. La niñez es un bien superior.
  2. Educar a todos y a todas es un deber sagrado. La exclusión es incompatible con la educación. La gratuidad de la educación asegura la inclusión. La necesidad de incluir a la población entera en el proceso educativo es la única garantía para un futuro feliz. Nunca se funda la felicidad en el dolor ajeno. Ningún error es más costoso que desprestigiar al sector público. La experiencia demuestra que lo obtenido en las privatizaciones se malgasta en gastos innecesarios o en pago de deudas muchas veces ilegítimas o inmorales. Las empresas públicas deben permanecer en manos de sus legítimos dueños.
  3. La política educativa no se presta a la demagogia. Es sembrar a mediano plazo, para obtener cosechas durante muchos años. La política educativa debe ser flexible, adaptable y creativa. Debemos educar para la vida y para el trabajo. La política educativa no debe confundirse nunca con la politiquería. La primera es altruista y duradera, la segunda es egoísta y efímera. La buena política educativa beneficia a docentes y estudiantes. La politiquería no cabe en el aula ni en las reuniones de docentes.
  4. Los derechos de los estudiantes no pueden ser vulnerados, ni en la casa ni en la escuela ni en la calle. Esto incluye protección contra abuso sexual, acoso y drogas. Es nuestro deber sancionar a los que ataquen a la niñez y adolescencia, con cero tolerancia y con rapidez. La justicia que tarda es injusticia. Lo más importante es acompañar a las víctimas y a sus familias.
  5. La nueva escuela será un espacio de paz, con ambientes adecuados para la educación y para la recreación. Debe integrarse al ambiente con naturalidad, con materiales locales y acoger a todos, con inclusión y solidaridad. No importa su tamaño, sino su función y eficiencia. La nueva escuela concuerda con la modernidad del siglo XXI, al incorporar lo último en tecnología, aunque sus raíces penetran en el pasado, al mantener la enseñanza de los saberes ancestrales. Quienes ingresan este año a la educación básica, al graduarse se toparán con profesiones que hoy todavía no existen. Por eso la nueva escuela debe adelantarse a esa futura realidad, a más de inculcar una actitud amigable con los cambios.
  6. Las madres y los padres de familia, los representantes legales necesitan facilidades para educar a sus hijas e hijos. La gestión descentralizada en los distritos ciudadanos debe ser eficaz. Que nunca más tengan los usuarios que viajar a la capital por un trámite sencillo. Que los distritos sean modelos de eficiencia y respeto.
  7. La educación planificada necesita una mirada al futuro, con amplios consensos y una gran dosis de conciencia social. La participación de todos los actores es fundamental en la planificación. Madres y padres de familia deben estar en contacto continuo con los docentes. Y los estudiantes deben ser agentes activos de los cambios.
  8. Las y los docentes merecen el máximo apoyo del Estado. Las becas y el crédito educativo para capacitar docentes son prioritarias. Además, como formadores de los futuros profesionales en todas las especialidades deben tener acompañamiento pedagógico en el aula con buenos mentores y debe darse preferencia a territorios aislados.
  9. Se educa con el ejemplo y no solo con la información. Se forma al estudiante en la medida que se entrega el docente a sus labores. El currículo debe ser nacional sin excluir al mundo, internacional sin despreciar lo nuestro, futurista sin ser iluso, respetuoso con la historia sin descuidar el presente. Sus contenidos deben desarrollarse en consenso con la comunidad y no redactados por un solo grupo. Los contenidos tienen que empatar con la realidad del trabajo y con el estándar de la educación superior. Hay que educar para la vida real.
  10. Sin evaluación, no hay evolución educativa. Para planificar y hacer ajustes sobre la marcha, hay que evaluar la educación. La evaluación de la educación inicial y básica debe ajustarse a la realidad propia del medio y de la población. La evaluación debe tender a los estándares internacionales a partir del bachillerato, para preparar a la juventud ecuatoriana a enfrentar desafíos en cualquier lugar del mundo.

Construyamos una educación tan fuerte que resista las crisis y tan flexible que se adapte a los cambios venideros.

Fuente del Artículo:

10 reflexiones sobre educación que convendría debatir – Por Fander Falconí | Especial para NODAL

ove/mahv

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Felices los que compran y compran y compran

Por: Fander Falconí

Según el filósofo italiano Umberto Galimberti (2002, Diccionario de Psicología, Siglo XXI, México), la oniomanía es un trastorno psicológico caracterizado por un deseo incontenible de comprar bienes innecesarios. En griego ‘manía’ es compulsión y ‘onios’ es compra (de la misma raíz tenemos oneroso, por ejemplo). En italiano se dice “shopping compulsivo”. Si esta práctica fuera patológica, media humanidad debería estar encerrada. Todos tenemos un poquito de compradores compulsivos, aunque sea de libros.

No somos culpables, el sistema capitalista está diseñado para eso. El individuo solo no puede luchar contra el sistema, reforzado con una maquinaria publicitaria que supera a la realidad. El capitalismo nos ha convencido de que comprar lo que sea nos hará felices. Si odiamos nuestras oficinas y hasta nuestros condominios de la vida real, tratamos de hallar satisfacción en algo que nos recuerde al mundo fantástico de la televisión. Vamos a comprar, porque eso nos aliviará. Al comprar, nos atienden como a reyes y reinas medievales (no siempre, pero esos vendedores de «pocas pulgas» duran poco tiempo).

Cuando dejamos de ver la oniomanía como un problema psicológico y empezamos a medir su incidencia social, hablamos de consumismo. Aunque signifique casi lo mismo -tendencia inmoderada a adquirir, gastar o consumir bienes, no siempre necesarios- la dimensión del problema es gravísima. Un país entero malgastando sus ingresos, pero eso no es todo como veremos más adelante.
Uno de los principales motivadores del consumismo es la obsolescencia programada. Obsolescencia programada es la programación del fin de la vida útil de un producto, para que pasado un tiempo determinado por el fabricante desde el diseño del mismo, este se torne obsoleto y nos obliga a comprar la última versión.

Por definición, el capitalismo debe crecer y crecer. La función del consumismo es compatible con el capitalismo. Se generan más ingresos cuando las compras son más frecuentes. Las personas involucradas en esta cadena han caído en la adicción, aunque los gurús del mercadeo la llaman “fidelización a una marca”. La realidad es distinta a la fantasía capitalista. Los felices no son los que compran, sino los que venden, aunque sea baratijas. ¿O no? No, definitivamente en esta carrera no hay ganadores. A la larga los vendedores están matando a la gallina de los huevos de oro. El sueño capitalista tiene un doloroso despertar.

El mayor problema es el daño ambiental. La tendencia consumista exige producir más y más bienes. Pero a más consumismo, más gasto de energía (en realidad, malgasto). Más producción de energía aumenta la presión sobre los recursos naturales. Tarde o temprano, la negligencia ambiental pasa factura. En los momentos en los cuales el calentamiento global amenaza con destruir la civilización, es imposible creer que se podrá crecer de manera indefinida.

*Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=244834&titular=felices-los-que-compran-y-compran-y-compran-
*Fuente de la imagen: http://enpazyarmonia.blogspot.com/2011/06/los-hombres-compran-las-mujeres-van-de.html
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La pesadilla del plástico “Cuando China despierte… el mundo temblará”

Por: Fander Falconí 

“Cuando China despierte… el mundo temblará” es el título de un libro de 1973, escrito por el político francés Alain Peyrefitte. En los 45 años que han pasado desde entonces, China no solo ha despertado sino que también ha causado preocupaciones a Europa y Estados Unidos. En 2018, sin embargo, el mundo ya está temblando.

Desde hace varios años, China se convirtió en uno de los mayores productores de todo tipo de bienes (por ende es el mayor contaminador global: emite el 28% del total de las emisiones de dióxido de carbono, según datos del Banco Mundial). Para exportarlos necesitaba empaques baratos. Entonces comenzó a importar basura para reciclarla y quedarse con materiales para empaques. De paso, obtenía ciertos elementos indispensables para sus industrias, como cobre. Tanto Europa como Estados Unidos estaban gustosos de proveer basura a China. Así los países ricos del Norte se libraban de un problema y hasta recibían un pequeño pago.

Al vender basura a China, los países ricos se libraban del odioso plástico, invento “práctico” que se convirtió en el material Frankenstein de Occidente. Por su composición, el plástico no es biodegradable. Y su reciclado es una pesadilla. El 90% de los metales se recicla, del plástico solo se recicla el 10%. Eso se debe a que los 20 diferentes tipos que existen no se mezclan con facilidad. Eso lo saben los empresarios. (“Basura de plástico: ¿por qué es tan difícil su reciclaje?” Proexpansión, 2015-05-26, Perú).

Empezó la pesadilla del plástico. La BBC de Londres lo anuncia el 8 de enero de 2018. Según Naciones Unidas, en 2017 China importó más de siete millones de toneladas de desechos plásticos de Europa, Estados Unidos y Japón: el 70% de todo el plástico desechado del mundo.

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China notificó a la Organización Mundial del Comercio (OMC) que a partir de marzo de 2018 prohibiría las importaciones de 24 categorías de material reciclable y desechos sólidos, incluidos los plásticos. Ahora la OMC pide a China que postergue la prohibición. El año pasado, Estados Unidos exportó a China 1.400.000 toneladas de desechos plásticos. Y no es que solo China importe basura, la India también lo hace, sino que China ha sido hasta hoy el primer importador de basura en el mundo, con gran diferencia sobre los otros.

Hay dos alternativas, alternativa solución “parche” y la racional. La primera es la del capitalismo salvaje que no quiere gastar mucho en la transición. Esta ya está buscando cambiar de comprador, buscando a otros países de Asia oriental, incluso podrían pensar en algún país de Latinoamérica. Puede que hasta ofrezcan gratis la basura a algunos países africanos, todo es posible. Si no queda otra solución, hasta podrían pagar para que reciban la basura. En otros artículos, he recordado el terrible “memorando Lawrence Summers”, mediante el cual, con una lógica neoliberal, Summers recomendaba colocar los residuos tóxicos en los países que tienen menor ingreso por habitante, ¡por que éstos tienen una menor expectativa de vida!

La solución racional y amigable con el ambiente es empezar a disminuir la producción de los países ricos (hay todo un debate y planteamiento global sobre el decrecimiento económico), la producción de plásticos y encontrar soluciones creativas para reciclar los desechos plásticos. El transporte de esos desechos no solo es costoso, sino que causa más daños ambientales. Por lo mismo, hay que tratar de reciclar localmente la basura. A nivel individual, sin embargo, hasta las personas preocupadas por el medio, seguirán comprando botellas plásticas de agua.

Ecoportal.net

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La tecnología se multiplica, las aulas suman

Ecuador / Autor: Fander Falconí / Fuente: El Telégrafo

La imprenta se inventó en China hace mil años. Allá se usaba para difundir las normas morales de Confucio. Los mongoles, tras conquistar China, llevaron el artefacto para hacer barajas, con el fin de distraer a sus soldados entre batalla y batalla. Así fue como Gengis Kan introdujo el invento en Europa.

El siglo XIII los monjes europeos empezaron a usarla para reproducir estampas, hasta que algunos emprendedores (entre ellos Gutenberg de Maguncia) adaptaron la imprenta para publicar libros hacia 1450. Menos de un siglo después, ya había imprenta en México, la primera en Hispanoamérica. Sin embargo, la educación no mejoró enseguida. Más de medio milenio después de la impresión de la Biblia de Gutenberg, todavía hay analfabetos en el mundo.

La tecnología, por sí sola, no garantiza mejoras en la educación. En nuestros tiempos, aunque un nuevo teléfono inteligente asiático llega a Ecuador en pocas semanas, tampoco hay que atribuir milagros a la tecnología. Claro que podemos mejorar la educación con computadoras portátiles y teléfonos inteligentes, pero solo si democratizamos el acceso a todos los estudiantes y capacitamos a los docentes en su uso óptimo. Así como la introducción de libros impresos obligó al alumno a dejar de ser solo oyente y empezar a ser lector a tiempo completo, las nuevas tecnologías exigen más razonamiento propio y menos aceptación pasiva.

El siguiente paso es empezar a generar contenidos educativos propios. Eso exige nuevas propuestas pedagógicas y metodologías adaptadas a nuestros ámbitos culturales. Lo más importante a corto plazo, no obstante, será dar una forma atractiva a esos contenidos. Implica pericia en publicidad, además de la experiencia pedagógica. También significa intercambiar experiencias educativas y procesos con otros países latinoamericanos. Compartir la misma lengua es una ventaja que permite ese intercambio inmediato y la cooperación rápida. Solo si tiene impactos positivos en la calidad y en la cobertura de la educación ecuatoriana, vale la pena incorporar las nuevas tecnologías.

Desde hace algún tiempo se habla de las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) y hoy se han sumado nuevas siglas. Son valiosas esas siglas para ahorrar tiempo en las discusiones entre expertos, pero no tanto si queremos comunicarnos con toda la sociedad. Pocos distinguen entre TIC, TAC (Tecnologías del Aprendizaje y Conocimiento) y TEP (Tecnologías del Empoderamiento y la Participación).

La mayoría de jóvenes conoce los dispositivos electrónicos de hoy y más los distingue por sus nombres en inglés: all-in-one, laptop, tablet, smartphone. Los mayores, no tanto y no todos. ¿Cuántas personas conoce usted que han sido catalogadas como ‘peleadas’ con la tecnología? Por eso, debemos acelerar la introducción apropiada de las nuevas tecnologías en el aula. Porque la tecnología se multiplica (progresión geométrica), mientras las mejoras en la calidad de la educación se suman (progresión aritmética). Para mejorar la educación, hace falta una voluntad social decidida por la democracia.

Fuente del Artículo:

http://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/columnistas/1/la-tecnologia-se-multiplica-las-aulas-suman

Fuente de la Imagen:

http://noticias.universia.net.mx/educacion/noticia/2016/02/15/1136272/presente-futuro-tecnologia-educacion-segun-nmc-horizon-report-2016.html

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Obsoleto desde el primer día

Por: Fander Falconí

Francia fue el primer país que sacó una ley en 2015 contra la obsolescencia programada. Esta se define como una estrategia de diseño industrial que obliga al consumidor a comprar un producto nuevo, antes de lo necesario.

Dicen que lo ‘cool’ es tener el último iphone, usando expresiones de los ‘millenials, otro anglicismo. Puede ser que, dentro de poco, sea una mala inversión. Apple enfrenta demandas en Estados Unidos, Francia e Israel por obsolescencia programada. Está comprobado que el procesador de los modelos 6, 6S, SE y 7 vienen programados para reducir su desempeño en un tiempo fijado, no por desgaste normal.
Como dice León Martínez (2018-01-10, El Economista, México) es como si le vendieran un automóvil con batería solo accesible al fabricante. Cuando su batería empieza a desgastarse en un tiempo fijo, se activa un dispositivo que reduce la velocidad. Supuestamente el fabricante hace eso para alargar la vida de la batería, pero no le avisó eso cuando compró el carro. La batería, que solo puede cambiar Apple, cuesta 8% del precio de un teléfono nuevo. Pero eso se entera usted si averigua en internet a los consumidores insatisfechos. Porque los vendedores le dirán que mejor se compre el último modelo.
Francia fue el primer país que sacó una ley en 2015 contra la obsolescencia programada. Esta se define como una estrategia de diseño industrial que obliga al consumidor a comprar un producto nuevo, antes de lo necesario. El autor ya citado, en la misma publicación de 2017-12-09, comenta que la primera vez que se invocó esta ley para demandar a una empresa fue contra Epson, por el tema de las impresoras y sus cartuchos. Comprobar que existe obsolescencia programada en muchos productos actuales, nos lleva a tres conclusiones: 1) el capitalismo entró a una fase en la cual la codicia se impone al sentido común, 2) eso de que las cosas de antes duraban más, es un dicho muy vigente y 3) el exacerbado consumismo provoca mayor presión ambiental debido a la cantidad de residuos (incluso radioactivos) de difícil o imposible asimilación planetaria, en cortos periodos de tiempo.
Ejemplos de productos con obsolescencia programada abundan. Los ya nombrados cartuchos de las impresoras cuestan tanto como estas máquinas. Además, si sacamos impresiones a color, generalmente un color se agota primero. Entonces se desactiva la impresión, aunque sobren los otros colores. Muchas personas, aunque los fabricantes adviertan como en una película de terror que solo usen sus cartuchos nuevos, rellenan los viejos con otras tintas o compran cartuchos genéricos. Los focos eléctricos duran unas mil horas en promedio. Nada impide que los fabriquen para durar 10.000 horas como los de hace 100 años que exhiben algunos museos. Nada lo impide, excepto la codicia.
Los videojuegos tienen por naturaleza obsolescencia programada. El software de las computadoras también. Todos sabemos que una persona pobre no puede tener un automóvil viejo. Lo que paga en matrícula y en combustible, la falta de repuestos, etc., dejan esos carros para los coleccionistas o para chatarra. De los aparatos electrónicos y de los electrodomésticos ni hablemos. Ya vimos el caso de los celulares. Recordemos las lavadoras que dan 2.500 lavadas y ahí mueren, sin reparación. La refrigeradora de la abuela todavía funciona, aunque haga más escarcha que un nevado.
¿Recuerdan los mayores esos tiempos cuando heredábamos el texto escolar del hermano mayor? Eso era antes. Ahora exigen la última edición, con una que otra modificación. El teorema de Pitágoras y el binomio de Newton no han cambiado, pero los textos de geometría y álgebra sí lo han hecho. Es cierto que también hemos mejorado determinados contenidos y metodologías de aprendizaje, pero debemos desterrar muchos absurdos de la cultura del descarte. La obsolescencia programada no solo afecta a la economía familiar, también contamina el planeta.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=236665&titular=obsoleto-desde-el-primer-d%EDa-
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¿Cómo terminará el capitalismo?

Por: Fander Falconí

Arthur Schopenhauer, pensador prusiano de la primera mitad del siglo XIX, es considerado el más pesimista de los filósofos. En nuestro tiempo, no ha faltado quien considere al alemán Wolfgang Streeck como el más pesimista de los sociólogos.

En su libro ¿Cómo terminará el capitalismo?, Streeck (2017, Ensayos de un sistema fallido, Verso, Nueva York) predice que tras la caída del capitalismo, vendrá una era caótica para la humanidad, una especie de Edad Media. Aunque uno no comparta tan desesperanzador final y tampoco el determinismo social, hay que admitir que su análisis del capitalismo es impecable. Streeck era poco conocido hasta que algunas de sus predicciones se cumplieron con la crisis de 2008 y muchos empezaron a leerlo.

Streeck afirma que ya estamos viviendo la descomposición del capitalismo, con las crisis periódicas que vive este sistema desde 1973. Cada crisis se ha arreglado tapando un hueco del barco que se hunde, pero abriendo otro. Cada medida tomada para salvar el capital, resulta perjudicial para la mayoría de la población, y viceversa. Los gobernantes no pueden alcanzar un término medio, porque el desequilibrio entre economía y política es intrínseco al sistema capitalista. El descontento acompaña a la ganancia.

El sociólogo cree que desde la crisis de 2008, entramos en la última manga de esta loca carrera desbocada. Como un profeta apocalíptico, hasta nombra a los tres jinetes del apocalipsis capitalista: estancamiento económico, deuda y desigualdad. Claro que el capitalismo no admite su final y emprende programas sociales que son una burla: para combatir el desempleo, establece programas de subempleo.

La desigualdad ha llega a una fase en la cual los más ricos han olvidado que su riqueza depende de la supervivencia de un enorme sector poblacional, que es a la vez productor y consumidor de sus bienes y servicios. A veces, se presentan como filántropos y así alcanzan legitimidad social. La sociedad no necesitaría filántropos si los ricos pagaran sus impuestos.

Como cada vez es más difícil compaginar capitalismo y democracia, aparecen nuevas formas para burlar la voluntad popular, como la teoría de que hay que dejar que los expertos decidan sus cosas. Los médicos deciden cuánto cuesta una consulta y los banqueros deciden cuánto pagar de interés. Al fin y al cabo, esa costumbre de dejar que los expertos sean juez y parte es igual en el poder legislativo: los legisladores legislan hasta sobre sus propios sueldos.

El capitalismo de posguerra (1945-1973), según Streeck, dependió de cierto equilibrio entre la política de los trabajadores y las necesidades de las economías nacionales. Desde 1973, las clases dominantes optaron por la globalización. Ahí nace el neoliberalismo.

No importa al neoliberalismo el aumento de la desigualdad si hay más ganancia para los capitalistas. Si baja el poder adquisitivo dentro de un país, no importa porque los bienes se venderán en el exterior. Estamos en la era de la globalización. Ahora los Estados están dentro de los mercados, ya no los mercados dentro de los Estados.
Al globalizarse, la banca ya no tiene controles nacionales, es supranacional. La democracia ya no existe, ha sido sustituida por una auténtica plutocracia (del griego ‘plutos’: riqueza). La seudo democracia actual ya no redistribuye la riqueza, solo aparenta ser el gobierno del pueblo (‘demos’).

Para olvidar nuestra desgracia, el sistema respalda recursos como la fe en un futuro mejor o tolera el uso de amortiguadores ilegales, como las drogas. El sistema incentiva una droga de su propia creación: el ‘shopping’.
Nunca hemos estado mejor, dice el neoliberalismo. Nunca hemos estado peor, responden los trabajadores. No se puede dialogar así. Aunque no predijera el caos, la tesis del alemán se queda en la denuncia, bien fundamentada es cierto. Pero no hay síntesis.

Fander Falconí Benítez: economista ecológico y académico ecuatoriano. Actualmente es ministro de Educación de Ecuador.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=236033&titular=%BFc%F3mo-terminar%E1-el-capitalismo?-

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Lo que crece desigual se derrumba

Por: Fander Falconí

La publicación del Informe sobre la desigualdad global 2018 contiene cifras que marcan una tendencia mundial. Eso nos hace recordar algunos ejemplos que muestran que tal tendencia es histórica.

La caída del Imperio Romano no se produjo por falta de recursos. Roma era dueña de todos los recursos. Tampoco se enfrentaron los ejércitos romanos a una tecnología superior. Roma poseía la mejor tecnología de su época. Lo cierto es que el mundo mediterráneo del siglo V era un mar de desigualdades. En las colonias del Imperio (la mayor parte del territorio) no solo se mantenían las mismas estructuras esclavistas, sino que habían aumentado las desigualdades. Roma había nombrado a los anteriores reyes locales o a sus familias como recaudadores de impuestos. Ellos empezaron a cobrar más tributos a sus súbditos, para la nobleza local y para Roma, aumentando las desigualdades. En Italia, los ciudadanos romanos pobres veían a diario los excesos de los romanos ricos y la perversión de sus césares, mientras ellos se empobrecían.

Cuando las hordas asiáticas entraron a Europa en esos tiempos, las tribus germánicas huyeron hacia Occidente y se toparon con las legiones romanas. Al principio, fueron rechazadas (no les daban la visa, se diría hoy). La posición de las tropas imperiales en las colonias se sostenía por la colaboración con la población local, pero cuando esta población sintió que su situación económica era insostenible, optó por pactar con el enemigo. La Guerra de las Galias (recordando el libro de Julio César) se convirtió en una guerra civil, apoyada desde afuera. Las desigualdades habían llegado a ese extremo en el que los esclavos ya no tenían nada que perder, excepto sus cadenas.

La situación de desigualdad en el siglo XX también produjo cambios sustanciales en el mapamundi. La caída de Rusia en 1917 ocurrió por las desigualdades entre oficiales y tropas, entre aristócratas y campesinos, entre industriales y obreros. La rendición rusa, firmada por Trotsky en febrero de 1918, la utilizaron después los militaristas alemanes para inventar el mito de la invencibilidad germana. Los alemanes, a su vez, cayeron ante los aliados a fines de ese mismo año. El pueblo alemán se rebeló contra las desigualdades sociales que defendía su gobierno y eso produjo la rendición de alemanes y austro húngaros en la I Guerra Mundial.

En 1945, al concluir la II Guerra Mundial, Europa quedó devastada. La riqueza, en gran parte, se había nivelado en cero. Lo mismo había sucedido en Japón. En los Estados Unidos, la gente pobre empezó a exigir más bienestar, tal como había prometido Roosevelt si ganaban la guerra. Rusia ya vivía un socialismo con mínimas desigualdades y China iniciaba igual camino. Estados Unidos y Europa tendían a reducir las desigualdades. Eso cambió desde 1980.
Aquí empieza el informe. Un buen indicador de la desigualdad de ingresos es el porcentaje de la riqueza que percibe el 10% de los más ricos. En 2016 (hoy, se podría decir) es 37% en Europa, 41% en China, 46% en Rusia, 47% en Estados Unidos y Canadá. Pero es un 55% en África (excepto los países árabes, de Marruecos a Egipto), Brasil e India. En Medio Oriente, hay más desigualdad que en África: el 10% más rico acapara el 61% del ingreso de sus países.

Desde 1980, esta desigualdad ha aumentado rápidamente en Norteamérica, China, India y Rusia, pero en Europa ha crecido poco. Mientras Europa Occidental y Estados Unidos tenían cifras similares de desigualdad en 1980: la participación del 1% de mayor ingreso era un 10% en ambas regiones. Hoy es 12% en Europa Occidental, mientras en Estados Unidos se duplicó al 20%. La participación del 50% de menos ingresos de Estados Unidos era más de 20% en 1980, hoy es 13%. ¿Qué pasó en Estados Unidos? Una enorme desigualdad educativa, algo que debe hacernos reflexionar, y un sistema tributario cada vez menos solidario. Esto último lo comprueba el reciente anuncio de su presidente Donald Trump: la reducción de impuestos por 1,5 billones de dólares, favoreciendo a las grandes empresas y a las personas con mayores ingresos. Récord histórico que el diario español El País describe así: “el presidente ha enarbolado la bandera del neoliberalismo”. Es decir, aumentarán las desigualdades.

Desde 1980, la riqueza privada ha crecido bastante, mientras la riqueza pública ha disminuido en forma escandalosa. Los gobiernos ya no tienen medios para reducir la desigualdad. La fiebre de privatizaciones aumenta la desigualdad de ingresos y la concentración de la riqueza en pocas manos. El Informe presenta proyecciones de la evolución de la desigualdad de ingreso hasta 2050. Si las condiciones actuales se mantienen sin cambios, la desigualdad seguirá continuaría creciendo. Si todos los países siguieran el estilo de Europa Occidental, la desigualdad mundial podría reducirse, erradicando la pobreza.

Reducir la desigualdad implica primero dar educación de calidad a los más pobres. Luego mejorar los salarios de ese mismo sector y cobrar más impuestos al que más gana. Democratizar la dirección de las empresas también ayuda. Finalmente, hay que combatir a dos enemigos de la igualdad económica y de la justicia social: la evasión fiscal y la corrupción. Lo contrario hará estallar una bomba.

Fander Falconí Benítez, economista ecológico y académico ecuatoriano. Actualmente es el ministro de Educación de Ecuador.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=235642

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