Por: Francisco Javier Pérez Cáceres
UN millar de adolescentes andaluces de entre 15 y 17 años realizan este curso 110 proyectos de investigación dirigidos por expertos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y de las universidades de la comunidad. Sin ruido, sin fotos y sin alaracas Francisco Javier Pérez Cáceres (Loja, Granada, 1975) ha tenido la habilidad de sumar complicidades para poner en pie una iniciativa que tiene a media Europa con la boca abierta y que respalda expresamente el premio Príncipe de Asturias Ginés Morata. El proyecto de iniciación a la investigación y a la innovación en secundaria en Andalucía (Piiisa) se copia ahora en Alemania, Portugal y el Reino Unido. Todo empezó hace seis años cuando los alumnos de tercero de ESO del instituto Fray Luis de Granada lo retaron a impartir Física en inglés. Nada de esta fantástica aventura hubiera sido posible si antes este profesor interino y errante no hubiera dejado a medio cocer su carrera como astrofísico y no hubiera conocido en primera persona, como alumno y como profesor, los sistemas educativos de Finlandia, Turquía, los Estados Unidos, el Reino Unido y Holanda.
-¿Si quería ser astrónomo por qué está en un instituto?
-Estudié Físicas en Granada, fui erasmus en Finlandia y Turquía, y al terminar estuve dos años en el Instituto de Astrofísica de Holanda formándome como investigador. En Amsterdam me surgió la posibilidad de trabajar un año como profesor en Estados Unidos. Me pareció interesante y acepté. Estuve un año en Tenesse y después otro año en un instituto de Londres. Vi que me gustaba la docencia y que ese era mi camino. Después me presenté a las oposiciones de secundaria en Andalucía, saqué plaza como interino y he sido cuatro años profesor en Granada, uno en Antequera y dos en Málaga.
-¿Cómo se le ocurre enredar a los adolescentes en la investigación?
-Surgió en el instituto Fray Luis de Granada. Los alumnos de tercero de ESO bilingüe me preguntaron si les podía dar las clases en inglés.
-¡Los alumnos!
-Me impresionó mucho. Que los niños demanden en el instituto las materias en inglés, ¡madre mía! Ahí mi chip se puso en marcha: alumnos jóvenes, quieren clases en inglés, tienen ganas de estudiar, saben usar software… Tenían todo lo necesario para hacer astrofísica. Se me ocurrió hacer algo especial con ellos. A la vuelta a Granada daba clases pero también investigaba para mi tesis en el Instituto de Astrofísica de Andalucía del CSIC. Hablé con el presidente de la Sociedad Española de Astronomía, don Emilio Alfaro Navarro, y le propuse poner a los chavales a investigar. Nos reunimos un montón de veces, él convenció a ocho astrofísicos del CSIC y empezamos con cinco profesores de instituto y 75 alumnos. Fue genial.
-Tuvieron, además, su momento de gloria.
-Empezamos con alumnos de tercero y cuarto de ESO, y primero bachillerato, y con proyectos de galaxias, agujeros negros, supernovas y detección de asteroides. Utilizábamos los ordenadores del Instituto de Astrofísica de Andalucía para tomar datos de los telescopios de Chile y Argentina. Como eran datos reales, se detectó un asteroide que no estaba catalogado y fue un boom. Salió en todos los periódicos, vino Antena Tres al instituto… El año siguiente ya eran 270 alumnos.
-¿Y ahora seis años después?
-El curso pasado me vine a Málaga como profesor interino y decidí arrastrar la iniciativa. Empezamos aquí, en Sevilla y Córdoba con compañeros que conocía en institutos de allí. Este curso lo he iniciado en Cádiz, Almería y Jaén. Solo falta Huelva porque no me ha dado tiempo. Además lleva tres años funcionando en Murcia con el CSIC y la Universidad. Ahora participan en el proyecto 1.000 alumnos, de cuarto de SO y primero y segundo de bachillerato, 350 investigadores del CSIC y de las universidades, y 150 profesores de instituto, a grosso modo.
-¿Tan rápido y tan solo?
-Hablando en plata sí. Si no es por mí el proyecto no sale de Granada. Para echar a andar en otras provincias me monto en mi coche y me voy a visitar científicos, como lo hice desde el primer día, toco puertas y explico la iniciativa.
-¿En Málaga con quien colabora?
-Aquí empecé a reunirme con los científicos del CSIC de La Mayora, parte de los cuales son también de la Universidad de Málaga. Ya hay nueve institutos de la capital, Ronda, Antequera y la Costa y se realizan 10 proyectos de biología, dos de astrofísica, uno de física química y otro de historia de la ciencia.
-Es evidente que transcendieron de la astrofísica.
-Por supuesto, hay proyectos en todas las ramas científicas e, incluso, en empresariales, economía e historia.
-¿Por qué tienen éxito?
-Porque los alumnos aprenden qué es la ciencia en un laboratorio real y con un científico real. Esto se está haciendo por primera vez en el mundo. Ningún gran centro nacional de investigación se ha abierto a los alumnos de secundaria como lo ha hecho el CSIC. Somos pioneros. Lejf Moos, presidente de la Asociación Europea de Investigadores en Educación, dice que este proyecto es importante porque es muy social.
-¿Cómo es el día a día?
-Los alumnos van al laboratorio varias mañanas al trimestre, a veces también algunas tardes. En las primeras sesiones cada científico les explica su línea de investigación y el proyecto en el que van a trabaja. Desde el primer día toman datos y utilizan los equipos. Ese ambiente, tan diferente del aula, les engancha. El trabajo sigue en casa, en contacto con su grupo. En las últimas sesiones discuten los resultados y preparan una ponencia final, en inglés y español, que exponen en un congreso, con objetivos, datos, resultados y conclusiones, y una memoria de investigación. Un alumno que hace tres años Piiisa hace una minitesis.
-¿Quien y cómo se adhiere a esta iniciativa?
-Granada, que ya lleva más tiempo, saca una convocatoria oficial para los institutos. En el resto de las provincias los científicos proponen sus proyectos, los profesores de instituto que participamos seleccionamos a los alumnos en los centros y después nos reunimos y los distribuimos por equipos.
-¿Es fácil fichar a los científicos?
-No. Los niños y los profesores que conocen Piiisa se matan por entrar, pero no es fácil convencer a un científico del CSIC. Aunque hagan divulgación, están para investigar en su institución y no es fácil decirle que tiene que meter a un chaval en su laboratorio y trabajar con él. Un proyecto Piiisa bien planificado no es ninguna bobada. Es un esfuerzo importante, aunque cuando lo conocen se involucran muchísimo, lo ven como una posibilidad de generar nueva cantera científica, te dicen que tienen doctorandos menos ilusionados.
-¿A coste cero?
-Ningún científico y ningún profesor cobra por esto.
-Al margen de la Administración.
-Bueno las universidades y el CSIC ponen el tiempo de sus científicos y los instrumentos, que valen un dineral. La Consejería de Educación permite a los profesores que salgan con los alumnos a los laboratorios, pero pare usted de contar. Llevamos seis años, Portugal, Inglaterra y Portugal empiezan el mismo proyecto el curso que viene, Madrid y Galicia también lo quieren implantar, pero nosotros no tenemos apoyo suficiente de la administración educativa, por ejemplo, para llevar algunos proyectos a los institutos para que todos los niños puedan tener esa experiencia en el aula. Nos gustaría pero necesitamos apoyo institucional, medios, alguna financiación… Las cosas no salen del aire.
-¿Conclusiones después de seis años de experiencia?
-Lo más importante es que los alumnos aprenden qué es la ciencia y cómo se hace. Segundo, trabajan de la mano de investigadores reales, tercero con instrumentación real y cuarto utilizan un paquete metodológico rico en actividades muy diversas en la manera de aprender, escribir y redactar, hacer un póster científico o dar una charla en inglés y español en un congreso. Otra de las claves es la temporalidad porque se desarrolla durante todo un curso. No es un campus de verano al que vas cuatro días te enseñan un laboratorio y no te da tiempo de pensar, equivocarte y rectificar. Además se aplica el bilingüismo, las matemáticas, el software. Esto es STEM [acrónimo en inglés de ciencias, tecnología ingeniería y matemáticas] puro y duro. Cuando a través del programa Scientix nos invitaron para explicar Piiisa en Madrid, Barcelona y Bruselas se quedaron alucinados. No sabían que había una iniciativa tan poderosa en el sur de Europa. Piiisa también favorece el sensemaking, esa capacidad para encontrar tu propia identidad gracias a interacciones sociales en contextos nuevos. Ayuda a entender qué piensas, a organizar tus ideas, predecir eventos o tu propio futuro. Es importante, hace reflexionar a los jóvenes, que a veces están bastante perdidos, sobre su futuro.
-¿Qué opinión le merecen los adolescentes? Se pone tanto énfasis en sus riesgos y peligros…
-Es un error. Como estudiante y profesor he pasado por los sistemas educativos finlandés , turco, holandés, americano, inglés y español. Puedo decir que los alumnos son muy parecidos en todos los países, por no decir prácticamente iguales, pero los sistemas no.
-¿Dónde están las diferencias?
-En la forma de abordar la enseñanza de las ciencias. Los sistemas holandés, danés y americano destacan el aspecto práctico. No puedes seguir enseñando Física con una tiza. Hemos visto en los institutos que han participado en este proyecto que se ha doblado la demanda de alumnado en ciencia. ¿Será por Piiisa? No lo sabemos, pero creemos que influye, que se populariza por el boca a boca de los chavales. Es que los científicos publican artículos y en el acknowledgement citan a los alumnos.
-O sea, que es el sistema.
-Y la metodología. Por ejemplo, en EEUU la directora del instituto me dijo que, por ley, el 35% de mi materia tenía que ser tiempo de laboratorio. Aquí nada obliga a un profesor de ciencias a impartir clases prácticas.
-Los profesores universitarios se quejan del nivel en Física y Matemáticas que los alumnos traen del instituto.
-Si cada año hay menos jóvenes que quieren estudiar ciencias, no nos engañemos, los profesores y las administraciones no lo estamos haciendo bien. Si no eligen Física ni Biología es porque no la quieren, piensan que es fea, aburrida y sacan poca nota. Otro aspectos que puede influir son los rankings. Cada vez hay más y a etapas más tempranas. ¡Cuidado! Si los niños estudian solo para el ranking pierden la ilusión natural por conocer cosas. Además, los profesores debemos mejorar la metodología y la administración los medios. He pasado por institutos donde todo el material científico está guardado en cajones.
-¿Por qué?
-Porque ni la administración ni la ley te obligan, porque la dirección tampoco tiene espíritu de lucha o porque, a lo mejor, llega un profesor con iniciativa pero al año siguiente está en otro centro… Aunque también hay institutos con laboratorios maravillosos. Hay un poco de todo.
-¿Qué le parecen las reválidas de la Lomce?
-Si un sistema educativo es bueno garantiza el aprendizaje y no hacen falta reválidas. Quizás sí a cierta edad cuando ya debe competir, pero no en las etapas obligatorias. En Finlandia sería inconcebible. Finlandia, Dinamarca y Holanda son los países que más cuidan a las personas que se dedican a la enseñanza. Primero para entrar piden más nota que en Medicina y luego examinan tu capacidad docente. Las instalaciones, los planes de estudios, todo está mejor hecho, por tanto es garantista. Sabes que un niño solo por ir a la escuela aprende.
-¿Qué influye más en un estudiante, el ambiente económico y social o la calidad del centro?
-El centro. El niño pasa muchísimas horas en el centro, convive con un montón de personas que le influyen y, aunque los inputs sociales no sean positivos, si el ambiente escolar es bueno y motivador puede paliar esas deficiencias. Ese es el éxito de un país.
-¿Deberes sí o no?
-Muy medidos y consensuados entre los profesores. Cada profesor no puede mandar lo que le dé la gana, hay que lograr un equilibrio. ¿Es que en seis horas diarias no da tiempo a aprender?
-¿Da tiempo?
-Por supuesto. Seis horas sentado en una silla, en un sofá, en una alfombra o en cojines, como he visto en los Estados Unidos… Y otra cosa, allí el aula está decorada. Aquí he visto escuelas donde solo hay pupitres y paredes blancas. Vivir ese ambiente seis horas diarias puede tener un impacto psicológico que no estamos evaluando. En los Estados Unidos es obligatorio decorar el aula. Te dan una semana para prepararla para que los alumnos cuando lleguen se sientan acogidos. También es impensable allí separar a los alumnos para hacer los exámenes. En el primer examen que hice separé a los estudiantes. Para mí era algo natural . Me llamó la directora y me dijo que está prohibido porque presupone que se copian y es una falta de respeto, un insulto. Ya nunca más los he separado. Tampoco aquí y les dejo ir a los exámenes con un folio en el que pueden anotar lo que quieran. Ellos le llaman el chuletón y yo el pedazo de resumen, porque garantiza que han leído los apuntes, identificado lo importante y vuelto a escribir.