UNESCO/ Autor: Informe GEM / Fuente: Blog de la Educación Mundial
La violencia escolar puede ser física, sicológica o sexual; puede tener lugar dentro de la escuela, en el camino entre la casa y la escuela o en el ciberespacio; y puede comprender acoso, castigos corporales, abuso verbal y emocional, intimidación, acoso y agresiones sexuales, actividad pandillera y la presencia de armas entre los alumnos. Entre los diversos factores que contribuyen a la violencia escolar dirigida a los niños y adolescentes, la dimensión de género es uno de los más destacados. La violencia de género afecta negativamente los resultados del aprendizaje. Esta es el primero de dos blogs que se publican como respaldo a la campaña de 16 días para acabar con la violencia.
Las escuelas no pueden aislarse socialmente de sus comunidades
Las ideas preponderantes pueden excusar a los chicos u hombres por sus manifestaciones de agresión, violencia, poder sexual y homofobia. Por el contrario, de las chicas y mujeres se espera deferencia a los hombres y chicos, sumisión y pasividad. Así pues, el comportamiento de los docentes puede ser un reflejo de los prejuicios que existen en las sociedades en un sentido más amplio. Por tanto, los docentes, tanto hombres como mujeres, necesitan formación para comprender y reconocer sus propias actitudes, percepciones y expectativas relacionadas con la cuestión de género, de tal forma que sus interacciones con los alumnos no influyan negativamente en las experiencias y logros del aprendizaje de los chicos y chicas. En Turquía, por ejemplo, un curso corto de formación de docentes antes del empleo sobre la equidad de género produjo mejoras considerables en cuanto a las actitudes relativas a los roles de género.
En algunos casos son los docentes los que cometen abusos y explotación de tipo sexual
Sin embargo, aunque los docentes deben actuar para hacer frente a la violencia de género en el entorno escolar, algunos son a su vez los que cometen los abusos y la explotación de tipo sexual, con frecuencia impunemente, tal como demostró un documento de políticas del Informe GEM. En 42 escuelas primarias de Uganda, el 54% de los alumnos denunció actos de violencia física cometidos por miembros del personal.
Una encuesta de 2010 del Ministerio de Educación Nacional de Côte d’Ivoire determinó que el 47% de los docentes había tenido relaciones sexuales con alumnos. En Sudáfrica, una encuesta nacional reciente concluyó que el 8% de las alumnas de secundaria había sufrido violaciones o agresiones sexuales graves el año anterior en la escuela.
En el marco de la encuesta del SACMEQ de 2007, el 39% de los directores de escuela afirmó que en sus instituciones habían ocurrido casos de acoso entre profesores y alumnos. Esto variaba ampliamente entre los sistemas educativos, concretamente de aproximadamente una quinta parte de las escuelas encuestadas en Mauricio y Mozambique, a más de tres cuartos en Seychelles (Gráfico 1).
Los estudios de otras regiones confirman que la violencia sexual en las escuelas no es un fenómeno que se limita a África Subsahariana. Un estudio en los Países Bajos demostró que el 27% de los alumnos había sido víctima de acoso sexual por parte del personal escolar. En el Reino Unido, se estima que un tercio de los jóvenes de 16 a 18 años ha experimentado contacto sexual no deseado en las escuelas. Las chicas de la República Dominicana, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua y Panamá sufren frecuentemente acoso sexual en la escuela y “chantaje sexual” por las calificaciones. Ciertos estudios a pequeña escala en Bangladesh, la India, Nepal y Pakistán también informan sobre gestos sexuales por parte de los profesores hacia las chicas. Una encuesta sobre la violencia de género en las escuelas en Malawi determinó que aproximadamente una quinta parte de los docentes decía estar al tanto de que ciertos colegas presionaban a las chicas para tener relaciones sexuales, o las obligaban.
Las relaciones entre la pobreza, la violencia y las desigualdades de género complican la cuestión. En la República Unida de Tanzania, el 41% de los directores de escuela de los planteles más pobres informaron sobre acoso sexual de los docentes hacia los alumnos, en comparación con el 20% en los más ricos. No obstante, en otros países, como Lesotho, Namibia y Mozambique, se informó sobre más casos de acoso de profesores a alumnos en las escuelas más ricas. En Sierra Leona, las chicas que no pueden pagar los gastos relativos a la escuela suelen ser obligadas por los profesores a tener relaciones sexuales.
Dicho esto, los ejemplos presentados en este blog reflejan actos de una minoría y no de la parte más considerable de los docentes. La mayoría, como hemos demostrado en numerosas ocasiones, son los pilares de un sistema educativo en funcionamiento, y su propia motivación, dedicación e innovación son, en muchos casos, la clave del éxito de un niño en la escuela.
Además, no puede ignorarse la influencia de las normas sociales, en lo relativo a la autoridad y los roles de género, en las actitudes de los docentes en la escuela, a pesar de que sus efectos indirectos no pueden nunca excusarse. Este vínculo muestra de manera muy clara la necesidad de cambiar el enfoque de los debates normativos, pasando de la equidad de género a la igualdad de género.
Al considerar hasta qué punto deberán participar los docentes en el establecimiento de las normas de género, también deberá tomarse en cuenta que el contenido con el que trabajan en el aula transmite con frecuencia mensajes negativos sobre la igualdad de género, como ha demostrado nuestra investigación. En 10 países de África oriental y meridional, un examen a fondo de los planes de estudio reveló que muchos no tenían en cuenta la violencia por motivos de género y en la pareja. Además, mientras que un gran número se centraba en los derechos humanos, pocos trataban cuestiones como los derechos sexuales o la diversidad sexual. El tema del matrimonio infantil se omitía o no se abordaba adecuadamente en muchos países donde era frecuente, como Kenya, Lesotho y Malawi.
El papel fundamental de los docentes como vehículos del cambio, y algunas veces como autores del mismo, requiere que se les considere parte de la solución. La mala aplicación de la legislación, los códigos de conducta inadecuados, los sindicatos de docentes débiles, y la falta de formación sobre la violencia sexual contribuyen a que las normas de género nocivas sigan pasando inadvertidas, y con frecuencia permiten que los responsables actúen impunemente, como demostrará nuestro próximo blog. La rendición de cuentas, tal como concluirá, puede resultar útil.
Fuente del Artículo:
https://educacionmundialblog.wordpress.com/2017/12/05/los-docentes-son-primordiales-para-toda-respuesta-eficaz-a-la-violencia-de-genero-en-el-entorno-escolar-parte-i/
BLANTYRE, MALAWI – In September, I was among a group of world leaders who gathered in New York City to discuss ways to improve access to quality education. Around the world, hundreds of millions of children are either not receiving basic schooling, or are attending schools but not learning. We gathered to devise a way forward.
The crisis that I discussed with heads of state from France, Senegal, and Norway, along with leaders from the United Nations and global education advocates, is not an abstract problem unfolding in a distant land. It is a crisis that has reached my doorstep in Malawi. The challenge of education is one that my government, like many in developing countries, grapples with every day.
As one of the co-conveners of the International Commission on Financing Global Education Opportunity– which brings together world leaders to mobilize support for solutions to the education crisis – I have long focused on how to improve educational access. Quality schooling is key to helping people contribute to the development of their communities and their countries. Without a properly educated populace, it would take decades for developing countries like mine to overcome the profound economic, social, and health challenges that we face.
To ensure that we do not fail our children, or our country, my government is investing heavily to build a strong and sustainable education system. We have steadily increased education spending, which has risen from 12.5% of the total domestic budget in 2010 to 21% in 2015. This represents one of the highest percentages among developing countries anywhere, and I hope that our example will encourage leaders elsewhere to devote at least 20% of their national budgets to education.
But there is a limit to what economically struggling countries like Malawi can do alone. To make real progress in education, the generous support of wealthier partner countries and global institutions is essential. The momentum we have generated can be sustained only if donor support remains strong.
Malawi’s education sector has benefited greatly from balancing increased domestic investment with external support. For example, more Malawian children are enrolled in primary school than ever before, and the rate of boys and girls completing primary education has increased dramatically, from 59% in 2007 to 80% in 2014. Adult literacy has also improved, albeit more modestly, from 61% in 2010 to 66% in 2015.
Still, Malawi falls far behind the rest of the world on a several key education indicators. Among the list of challenges we face are derelict schools, high pupil-to-teacher ratios, and significant gaps in inspection and oversight capabilities. These and other issues make it hard for teachers to teach and for students to learn.
When Rihanna, the pop artist and ambassador of theGlobal Partnership for Education, visited Malawi in January and met with students and teachers, she put a spotlight on the promise of education. Our country has been fortunate to receive funding in recent years from bilateral donors and international organizations like GPE, which helps countries like mine increase educational quality and broaden access.
Since 2009, GPE funding has enabled Malawi to conduct long-term planning and data collection, and has brought domestic and international partners together for a common cause. GPE’s support has helped us build more facilities, overhaul our curriculum, improve access for girls, and train more educators.
It would not be an exaggeration to say that Malawi’s partnership with GPE has been transformative, which is why I am urging donor countries around the world to contribute generously to GPE at its upcomingfinancing conference in Senegal. By 2020, GPE aims to distribute more than $2 billion annually to help improve education in developing countries around the world.
Without GPE’s support, some 825 million young people risk being left behind without the education or skills to perform well in the workplace of the future. That could lead to growing unemployment, poverty, inequality, instability, and other factors that threaten not just individual countries or regions, but the entire international community.
Educating every child is a moral imperative and thus a universal responsibility. In today’s interconnected world, challenges and gains in low-income countries do not remain local.
When my colleagues and I met in New York on the sidelines of the United Nations General Assembly, we recommitted to solving the challenges of educational quality and access. We now need the rest of the world to join us in addressing this global crisis head-on.