Por: Hector G. Barnés
En septiembre de 2015, Jesuitas Educación, la red de escuelas de los jesuitas de Cataluña, dio el pistoletazo de salida a la Nueva Etapa Intermedia, una innovadora experiencia piloto que intentaba dar la vuelta a las convenciones educativas en los cursos de 5º de Primaria a 2º de ESO. Esta se traducía en rediseñar las aulas (adiós a los muros), redefinir el rol de los profesores (las clases tienen 60 alumnos y tres profesores) y fomentar el trabajo por proyectos.
Un cambio de filosofía que cristaliza en distintas siglas, como el MCEFE (Modelo de Cambio del Espacio Físico de las Escuelas) o el MENA (Modelo de Enseñanza y Aprendizaje). El primero intenta propiciar «ambientes más flexibles y educadores», desde el cambio de colores en el aula hasta el diseño de estos espacios, más grandes y polivalentes. El MENA es el modelo pedagógico aplicado, que ha prorizado contenidos «para posibilitar un enfoque globalizado y hacer posible una comprensión más integrada y significativa del aprendizaje a través del descubrimiento guiado y el trabajo cooperativo, en proyectos basados en situaciones complejas y problemas reales».
En este innovador planteamiento, ocupaba un lugar privilegiado la evaluación de cada uno de los pasos dados en el programa para comprobar aquello que funciona y aquello que no. Uno de los primeros resultados es el ‘Informe final de la rvaluación de impacto de la experiencia piloto de la Nueva Etapa Intermedia’, que acaba de ser publicado y que ha sido elaborado por el Centro de Tecnologías Ituarte (Cetei) que ha trabajado de forma independiente a pesar de formar parte de la red jesuita, y ha contado con la participación de investigadores de la Universitat Ramon Llull, la Pompeu Fabra y la Northwestern University.
“Estamos convencidos de que el proceso que hemos iniciado es muy importante, porque nuestra innovación no se puede concebir sin que vaya acompañada de una evaluación, que es su motor”, nos explica Miquel Amor, director del Cetei. Es uno de los pilares de un sistema en el que resulta tan importante la innovación como la evaluación de estos cambios. Como recuerda el autor, en apenas dos años no se puede medir con exactitud el impacto que el NEI ha tenido en el rendimiento de los estudiantes, sino, más bien, se ha perseguido proveerse de instrumentos que permitan evaluar un sistema que se centra en lo “no cognitivo”. Algo a lo que no está acostumbrado el sistema educativo, que suele centrarse en los resultados.
El informe se ha realizado a través de la comparación entre los alumnos que participaron en el programa NEI y otros que cursaron el sistema tradicional en Jesuïtes Casp, unido a varios cuestionarios dirigidos a padres, docentes y directivos. ¿El principal objetivo? Comprobar que los estudiantes encajaban en las cinco cualidades de la persona que deben formar parte de su formación integral: ser consciente, competente, comprometida, compasiva y creativa.
El alumno, en el centro
Esta configuración se deriva del principio que ordena el NEI, que es otorgar protagonismo al alumno. “Es un miembro activo y el centro del proceso de enseñanza, que trabaja tanto individualmente como en equipo con sus compañeros”, explica el informe. Esta primera valoración es positiva: “Sin duda, el camino iniciado abre la posibilidad de rediseñar completamente el proceso de enseñanza y aprendizaje centrado en el alumno y en el impacto que deseamos producir al acabar un periodo terminado”.
Se constata que el descentramiento del rol del profesor en la NEI ha empoderado al alumno y ha sido el motor que ha impulsado que los otros elementos de la innovación analizada hayan podido tener éxito”, prosigue el texto. Uno de los hallazgos que han permitido respirar tranquilos a profesores e implantadores de sistema es que no ha perjudicado los resultados académicos de los estudiantes. “Obtenemos los mismos resultados excelentes que antes”, explica Amor. “No partíamos del fracaso escolar, porque teníamos muy buenos resultados, sino que queríamos actualizar nuestra propuesta porque se requieren más cosas que las académicas para tener éxito en la vida”.
Entre los hallazgos positivos se encuentra también un muy buen clima en el aula, un potencial problema, dado que el nuevo sistema obligaba a replantear las relaciones entre alumnos y con el propio profesor. Ya no hay 25 o 30 estudiantes con un único docente, sino entre 50 o 60 con dos o tres. La diferencia ahora se encuentra en que la relación con el tutor es mucho más estrecha. “Conoce bien al alumno y los alumnos le conocen”, explica Amor. Debido a que está siempre en el aula, es consciente de las necesidades y problemas de cada uno de los estudiantes. En el sistema tradicional, el tutor pasa en el mejor de los casos seis horas a la semana con sus alumnos; a veces, tan solo una.
Los alumnos parecen haber aceptado fácilmente el sistema del trabajo por proyectos y la creatividad es, junto a la conciencia, uno de los factores de la persona que más destacan en la evaluación (Amor destaca el caso del Blanquerna). Los alumnos, señala el informe, muestran una mayor autonomía organizativa, definida por “la propia tarea a realizar”, mientras que el grupo de control vinculado a la educación tradicional sigue guiándose por lo que el profesor determina.
Un sistema por encima de sus miembros
La mayor ventaja del NEI es, no obstante, su independencia del talento, tanto del profesor como del alumno. “Es un triángulo: el profesor siempre será esencial, porque puede hacer un sistema mejor o peor, y los alumnos también lo llevarán a un sitio u otro”, explica Amor. Sin embargo, uno de los objetivos del sistema es, a través del trabajo por proyectos o en grupo, que no sea del profesor de quien dependa el éxito o el fracaso del entramado, sino de la interacción entre los distintos miembros.
El objetivo de Jesuitas Educación no es, aclara Amor, evaluar el sistema de manera definitiva, sino tener una pequeña guía para orientarse en el medio plazo. Sobre todo, dado que apenas lleva dos años implantado. “Cualquier transformación tiene su recorrido, y cuando cambias culturas, también alteras marcos mentales, y no puedes conseguir impactos inmediatos o a medio plazo en pocos años”, recuerda el investigador. “Esto requiere su tiempo, tanto a nivel de profesionales como de alumnos”.
Uno de los puntos a mejorar es, precisamente, el del papel del profesor, cuya exigencia es mucho mayor que en el pasado inmediato. “Todo cambio provoca cierto coste energético y emocional, como cuando te mudas”, explica Amor. En este caso, el vínculo constante entre docente y alumno es una carga adicional. “Hasta ahora, los profesores no lo tenían, porque su función no era acompañar personas, sino transmitir contenidos”. De ahí que, en último lugar, los investigadores reivindiquen también una diferente preparación de los docentes, así como un replanteamiento de su rol. “Si le pides a un profesional algo nuevo, el sistema también debe cambiar”, concluye Amor.
Fuente: http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2017-03-23/colegios-jesuitas-metodo-innovador_1352816/