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El líder de la revuelta anarquista de Ucrania (1918-1921) en sus propias palabras

Por: Jesús Aller

El siglo XIX alumbró dos proyectos para la emancipación de la clase trabajadora que tuvieron posibilidad de cristalizar en la centuria siguiente. Sin embargo, mientras en esta son frecuentes las experiencias que proclaman su fidelidad a la estrategia propuesta por Karl Marx, las que se reivindican herederas de la tradición libertaria son mucho más escasas. Entre ellas, ocupa un lugar destacado la revuelta de Ucrania, liderada por Néstor Majnó, que fue relatada por algunos de sus protagonistas, como Piotr Arshínov o Vsévolod Eichenbaum “Volin”. La obra que reseñamos, editada por Descontrol en 2014 constituye un esfuerzo por ofrecer en castellano una recopilación de escritos del hombre de acción que fue Néstor Majnó. Se trata de artículos publicados entre 1925 y 1932, muchos de los cuales pueden leerse en la web nestormakhno.info.

Como nos recuerda la breve biografía en catalán que abre el libro, Néstor Majnó viene al mundo en 1889 en la pequeña ciudad de Guliaipole (Ucrania oriental) en una familia de campesinos pobres. Huérfano de padre muy pronto, trabaja de pastor para sostener a los suyos y, a partir de los doce años, de peón en las fincas de colonos alemanes de la zona. Participa en la revolución de 1905 y se adhiere al movimiento libertario, para el que realiza peligrosas misiones. En 1908 es detenido e internado en la Butyrka moscovita, donde conoce a Piotr Arshínov, que le instruye en las ideas anarquistas. Cuando la insurrección de febrero de 1917 lo deja en libertad, regresa a su tierra, organiza el soviet de su aldea natal y se convierte a partir de entonces en el líder indiscutible en el combate por el autogobierno de obreros y campesinos, logrando importantes victorias contra los blancos, aliado a veces con los bolcheviques y otras perseguido por ellos. Herido gravemente en 1921, es trasladado al extranjero y tras un azaroso peregrinaje termina en París, donde sigue luchando por el ideal libertario hasta su fallecimiento en 1934.

En el texto más extenso recogido en el libro “El abecedario del anarquista revolucionario” (1932), Majnó defiende con coraje el proyecto de una sociedad sin opresión, e insiste en que la clave para alcanzarla es la superación de la psicología servil que encadena al hombre. Se trata de comprender que estamos ante una lucha que compete a todos para organizarnos fraternalmente y destruir el andamiaje de explotación que es hoy la vida, pero sin caer en el error de sustituirlo por un sistema como el soviético, que niega la libertad. Otro artículo es un alegato contra las acusaciones de persecución de judíos por parte del movimiento que lideró, vertidas en publicaciones próximas a los bolcheviques. Se incluye también una carta a los anarquistas españoles, a los que en 1931 estimula a una acción decidida para fortalecer la organización de las masas y llevarlas a la revolución: “¡Golpead mientras el hierro está caliente!”

Varios fragmentos insisten en su frustración ante la Rusia soviética, donde no encuentra una hegemonía de obreros y campesinos, sino una estructura estatal apenas diferente de otras, y en la que se ha renunciado a la idea de igualdad, con los bolcheviques como nueva clase burguesa. En este sentido, le resulta especialmente dolorosa la subordinación del mundo rural al poder centralizado. Hay también un recuerdo emocionado para la insurrección de Kronstadt en su quinto aniversario, y reflexiones sobre la disciplina revolucionaria, trabazón fraternal imprescindible en la batalla entablada. La obra concluye con dos cartas a Malatesta de 1929 y 1930, en las que Majnó asume la defensa de una responsabilidad colectiva en el movimiento anarquista, que debe dotarse según él de estructuras estables y tácticas unificadas, más allá de los grupos de propaganda que predominaban en aquel momento.

El ejército de campesinos, obreros e intelectuales que Néstor Majnó fue capaz de organizar en Ucrania obtuvo algunos de los mayores éxitos de su historia para el ideal anarquista de una sociedad sin explotación. Sus tácticas y la brillantez estratégica de su líder consolidaron un control sobre amplias regiones con grandes núcleos urbanos donde se puso de manifiesto lo que es posible construir desde una perspectiva que considera al hombre libre y dueño de su destino. Blancos y rojos frustraron las esperanzas de que aquello fructificara, pero las palabras del protagonista principal de aquel combate siguen aportando hoy a la foto en sepia de las primitivas ametralladoras en carros de caballos de la guerra civil rusa, un grito de coraje y un mensaje ineludible de organización y lucha sin cuartel por la liberación del ser humano.

Blog del autor: http://www.jesusaller.com/

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Biografía de un protagonista de la República de los Consejos de Baviera

Reseña de “Una juventud en Alemania” de Ernst Toller

Por: Jesús Aller

Ernst Toller nació el año 1893 en Samotschin, en una Polonia que era alemana entonces, de familia judía y bien a tiempo para que el fervor nacionalista, contagiado como un mal virus, lo llevara voluntario a las trincheras de la I guerra mundial. Ellas forjaron su carácter, y de ellas salió rebelde en cuerpo y alma contra la desidia de dios y la infamia de los hombres, y contra la servidumbre en que el miedo nos ata. En 1918 participó en la constitución de la República de los Consejos de Baviera, tras cuya derrota fue condenado a cinco años de prisión que cumplió íntegramente.

A partir de 1919 Ernst Toller alcanzó cierto éxito como autor de piezas teatrales expresionistas, cuyos personajes trataban de mostrar arquetipos del devenir social, pero su carrera se vio interrumpida por el acceso de los nazis al poder en 1933, que lo llevó al exilio en Inglaterra y luego en los Estados Unidos, y a volcar sus energías en la tarea de alertar a sus contemporáneos de la necesidad de plantar cara al fascismo. En los años 30 viajó varias veces a España y desarrolló una solidaridad con el torturado pueblo español como para hacerle quitarse la vida tras la derrota definitiva de éste, el 22 de mayo de 1939 en un hotel de Nueva York. Una juventud en Alemania fue publicado en 1933 y aparece ahora en castellano (Pepitas de calabaza, 2017) recuperando una traducción de Pablo Sorozábal Serrano y con prólogo de Carlos García Velasco.

El libro echa a andar con una nota fechada el día de 1933 en que las obras de Toller son quemadas en Alemania. En ella constata la urgencia de comprender el pasado si se quiere descifrar el presente, y de analizar los errores que han traído el triunfo de la barbarie. Se trata de percibir, sobre todo, que no es que la razón haya fracasado; en realidad nunca tuvo poder y sólo un simulacro suyo fue venerado. Con este espíritu, Toller rememora su infancia en un país en el que alemanes y judíos, solidarios en su germanidad, rivalizaban con polacos por lo general más pobres. Él, un niño rico y judío, conoce pronto el placer de “colocar las palabras una tras otra”, progresa en sus estudios y los continúa en Francia tras la muerte de su padre. En Grenoble acude a la universidad y viaja luego por Provenza.

Regresa a Alemania con el comienzo de la Gran Guerra y en Múnich se presenta voluntario. Es admitido en artillería y tras unos meses de instrucción, en marzo de 1915 se ofrece para ir al frente. Cerca de Metz participa en el cañoneo de posiciones francesas y siente por primera vez el soplo helado de la muerte. En otro destino al este de Verdún es ascendido a suboficial. Sus impresiones son las de tantos que sufrieron aquello: “El infierno sería mejor que esto; los cadáveres provocan pavor pero no piedad”. Después de trece meses en las trincheras, enferma y es declarado inútil. En Múnich estudia y escribe con ahínco y se une al círculo donde brillaban Thomas Mann y Frank Wedekind, pero es incapaz de olvidar. Piensa que se debería hacer algo para tratar de detener la matanza e interviene en la creación de una asociación pacifista. Entre virulentos ataques reciben cartas de apoyo de Albert Einstein y Gustav Landauer.

Cuando Toller tiene acceso a documentos que ponen de manifiesto la responsabilidad de las autoridades alemanas en el comienzo de la guerra, no tarda en comprender que tras ella se esconde sólo el afán de lucro y que es un movimiento más de la máquina infernal del capitalismo. Por entonces conoce además a Kurt Eisner, líder de los socialistas independientes que luchan por poner fin al conflicto, y toma contacto con unas masas obreras pujantes y pletóricas de ideas. En Múnich, apoya los huelguistas que exigen un armisticio y es encarcelado. Cuando el maltrato hace que su salud se resienta lo llevan al hospital militar y sólo en el verano de 1918 está libre por fin. Pronto, la revuelta se extiende por el país; el 9 de noviembre Karl Liebnecht proclama en Berlín la República Socialista Alemana, mientras el káiser huye a Holanda.

Ernst Toller desgrana sus recuerdos de aquellos días. En Múnich colabora con el gobierno revolucionario del Estado Libre de Baviera, que preside su amigo Eisner, y en diciembre viaja a Berlín para asistir al congreso de consejos. Éste toma la desastrosa decisión de renunciar a asumir el control total de la situación y da con ello el golpe de gracia a la revolución, mientras la reacción, con la inestimable ayuda de los socialdemócratas, se envalentona y los empresarios arman fuerzas paramilitares. Sus hazañas llegan pronto; Karl Liebnecht y Rosa Luxemburg son apaleados y asesinados el 15 de enero de 1919 y Kurt Eisner recibe un disparo por la espalda el 21 de febrero. Es entonces cuando, con las masas en efervescencia, el 7 de abril de 1919 (no el 17 como se dice en el libro) en el muniqués palacio Wittelsbach el Comité Central de los consejos y los delegados de los partidos proclaman la República de los Consejos de Baviera.

Las medidas revolucionarias no se hacen esperar: socialización de la prensa, confiscación de viviendas para paliar su escasez, creación del Ejército Rojo… Toller, que es nombrado presidente del Comité Central poco después, nos acerca a los desvelos de aquellos días en los que ha de enfrentarse a la incompetencia de sus propios colaboradores y a las intrigas de socialdemócratas y comunistas, por no hablar de la reacción, que se apresta desde Bamberg para derrotar militarmente a los consejistas. Los comunistas toman pronto el control y Toller queda marginado de la dirección del proceso, pero participa en combates contra los blancos y a petición de sus compañeros asume el mando militar de las fuerzas revolucionarias. Interviene después en el asalto y conquista de Dachau, donde desobedece la orden de fusilar a los oficiales capturados.

Además de al enemigo, Toller ha de combatir la desmoralización, episodios de brutalidad que se dan en sus propias filas, y el sectarismo y arbitrariedad de las órdenes que recibe. A finales de abril, Múnich está rodeado por los blancos, que inventan atrocidades de los rojos para excitar contra ellos a los campesinos, al tiempo que les ofrecen generosas soldadas. Son cien mil contra unos pocos miles, y cuando los comunistas insisten en la solución militar, Toller dimite de su cargo de comandante de las tropas. No obstante resiste en la ciudad hasta el final, tratando de hacer lo posible para paliar lo que se avecina. Sabe que el fracaso de la revolución se saldará con un baño de sangre, pero se niega a estar entre los que huyen dejando atrás a las masas indefensas a punto de ser masacradas. Su destino está sellado al suyo.

El gobierno ofrece 10000 marcos de recompensa por Ernst Toller, que es escondido por buenas gentes dispuestas a arriesgar su vida. Al fin el 4 de junio es detenido y enviado a la prisión de Stadelheim, donde convive con las huellas macabras de los recientes asesinatos de sus compañeros y amigos, y sólo se salva de que le apliquen la ley de fugas por la ayuda de unos guardianes benevolentes. Viene luego el juicio sumarísimo, en el que es condenado a cinco años de reclusión en una fortaleza. Habían pasado ya las semanas del terror blanco en que cientos de personas fueron exterminadas, como detallan los testimonios estremecedores que se presentan en el libro. Éste concluye con los recuerdos del presidio, donde Toller comienza su carrera de dramaturgo, y con apéndices que recogen su declaración tras ser detenido y la noticia periodística de su arresto.

Toller nunca deja de ser un poeta expresionista y en seguida nos damos cuenta de que siente predilección por los individuos que desafinan, sea en la brutal orquesta wagneriana de la guerra o en el coro violento y alucinante de la revolución. Ellos quiere que sean los protagonistas, porque reflejan mejor que nadie las contradicciones de aquel tiempo, y ponen en evidencia a los que tienen la desfachatez de seguir el guión sin inmutarse. El propio Toller es uno de aquellos sin duda, y su compromiso con la revolución, es decir, con la liberación del ser humano de la máquina despiadada que lo aplasta, no es óbice para que sienta la necesidad de detenerse a contemplar cada momento, con infinita tristeza, las flores trituradas por la operación liberadora.

Una juventud en Alemania nos trae imágenes en sepia de la Europa que se dejaba caer en el desastre y una crónica del infierno de las trincheras en el frente occidental. Después, su relato a flor de piel de la República de los Consejos de Baviera nos acerca a una revolución con amplia base popular y casi incruenta, que pecó de improvisación, se envenenó en rencillas muy de aquellos años y fue ahogada al fin en un baño de sangre. Toller fue de los que sobrevivieron, pero sólo para ver el ascenso del fascismo y rumiar una esperanza que se rompió definitivamente cuando España cayó bajo sus garras.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=232539

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Textos escogidos de la mujer más peligrosa de Alemania

“Pequeña antología, seguida de cartas de la cárcel y últimos escritos” de Ulrike Meinhof (La Cotali), traducción y notas de Manuel Sacristán

Por: Jesús Aller

Este volumen recoge la Pequeña antología con selección, introducción, traducción y notas de Manuel Sacristán, que Anagrama publicó en 1976, y la complementa con una traducción, realizada por la editorial, de algunos de los últimos fragmentos de Ulrike Marie Meinhof (1934-1976), una joven burguesa que lo abandonó todo cuando comprendió la vacuidad cruel de la vida que nos ofrece el capitalismo, descifradora de los enigmas de éste desde las páginas de la revista konkret, de la que fue principal animadora, y que dio el paso a la lucha armada en 1970, contribuyendo a fundar la Fracción del Ejército Rojo (RAF). Detenida en 1972, fue probablemente asesinada en la cárcel por la policía de la RFA, aunque su muerte se hizo pasar por un suicidio.

Manuel Sacristán explica en la introducción su criterio al seleccionar los artículos de konkret escogidos, correspondientes muchos de ellos a los años 1967 y 1968, período en el que se produce un giro en el pensamiento de Ulrike desde los intentos de evitar por la vía democrática la involución política en Alemania hacia el convencimiento de la necesidad de organizarse para la acción contra la violencia del estado. El primer fragmento, de 1960, contiene una protesta ante el progresivo endurecimiento de la legislación represiva, con recortes de la libertad de huelga y manifestación, facilidades para decretar el estado de excepción y otras disposiciones que hacían recordar 1933. Los artículos siguientes, hasta 1967, comentan aspectos de la política alemana y el antagonismo inevitable con los intereses de la clase trabajadora.

A partir de 1967, Ulrike Meinhof recrudece su batalla dialéctica contra las medidas represivas, basadas en interpretaciones abusivas de la normativa existente, y reforzadas con leyes de emergencia. No faltan tampoco llamamientos a la movilización contra la intervención norteamericana en Vietnam y la participación del ejército de la RFA en la guerra, cuyo carácter imperialista pone de manifiesto, ni protestas por las críticas que reciben los activistas y la brutalidad con que son reprimidos. Reprocha la tibieza reformista del SPD, que mantiene el sistema y silencia los conflictos, y percibe con claridad la urgencia de alzar la voz contra los que se niegan a escuchar. Cuando estalla la violencia estudiantil de 1968, se solidariza con aquellos a los que no han dejado otro camino. Hay también invectivas contra la política errática de la DDR y la intervención del Pacto de Varsovia en Praga en 1968.

Los últimos escritos recogen un texto sobre la estructura del grupo y el liderazgo, que para ella ha de emerger de la colectividad, y algunas cartas con críticas tanto de la deriva económica de la URSS, como de la trayectoria histórica de la socialdemocracia, en la que ve un simple apoyo del capitalismo. Se incluye después una larga declaración acerca del objetivo militar da la RAF: atacar el imperialismo en su mismo corazón. En este sentido, la liberación de Andreas Baader el 14 de mayo de 1970 en un acto de guerrilla urbana, representa para ella un ejemplo que marca el camino para salir del letargo a través de una lucha armada en la que ve todo por ganar y cuya organización discute con pasión. Sin embargo, un último fragmento expresa su desesperación en la celda de aislamiento: “una feroz agresividad para la que no hay válvula de escape”.

La magnífica traducción, pletórica de notas detalladas sobre la política del momento, nos permite disfrutar al máximo la prosa implacable, brillante e incisiva de Ulrike Meinhof, un riguroso alegato contra la deriva autoritaria de la República Federal Alemana en los años 60. El epílogo de César de Vicente Hernando trata de explicar la evolución de su pensamiento como una expansión progresiva de conciencia, que desemboca en la asunción de la necesidad de una insurrección contra el sistema. Ésta, no obstante, emprendida por un grupo armado desconectado de la masa social, se revela al fin autodestructiva y estéril.

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Reseña de “Toussaint L’Ouverture. La Revolución haitiana”

Por:Jesús Aller

Reseña de “Toussaint L’Ouverture. La Revolución haitiana”
El libro presenta una antología de textos de y sobre Toussaint L’Ouverture, padre de la revolución haitiana, la primera y más importante de las protagonizadas por esclavos negros en toda la historia. La edición es de Nick Nesbitt y la introducción corre a cargo del expresidente haitiano Jean-Bertrand Aristide, que sufrió también en sus carnes en 2004 el castigo por haber tomado la opción por los pobres en su gobierno y haberse opuesto a las directrices imperiales. La obra apareció en inglés en 2008 (Verso) y en versión castellana en 2013 (Akal, trad. de Alfredo Brotons Muñoz).

Toussaint era hijo de un príncipe africano llevado a las Antillas como esclavo y nació en 1739, o 1745 según otras fuentes, en la plantación de Bréda, próxima a Cap Haitian, la segunda ciudad de Haití. La cronología detallada que se aporta en el libro muestra la complejidad del proceso revolucionario que se desencadena en la Hispaniola a partir de 1791 como una secuela de lo ocurrido en la metrópoli. Toussaint, que desde 1776 era un hombre libre y propietario de esclavos, hace suya entonces la lucha por la emancipación y alcanza pronto un papel protagonista. Ha de enfrentarse primero a los franceses, pero cuando estos, en 1794, conceden derechos a los negros, se une a ellos contra los españoles. Tras la victoria, entre 1795 y 1799, su influencia es decisiva en la reorganización del país.

Las tensiones con la metrópoli no hacen más que aumentar en estos años, y en 1802 un ejército francés desembarca en la isla para tomar el control de la situación. Toussaint es deportado, y fallece el 7 de abril de 1803 en Fort de Joux, en el Jura, mientras en su tierra los antiguos esclavos que no querían volver a serlo se enfrentaban a los franceses y lograban proclamar el 1 de enero de 1804 la primera república negra de la historia. Duró ésta sólo hasta octubre de 1806, pero permanece y brilla como un hito indeleble en la crónica de las luchas por la emancipación, rayo de luz desde las entrañas del infierno americano donde centenares de millones de seres humanos fueron esclavizados.

Aristide nos presenta en su introducción a Toussaint como un auténtico hombre libre, empeñado en conquistar la libertad para todos a los que se les niega. La raíz cristiana de su pensamiento hace que, según él, pueda considerársele un precedente de la opción por los pobres de la teología de la liberación, e insiste en que su mensaje tiene más relevancia que nunca en este momento en que los estragos del colonialismo se recrudecen en un neoliberalismo desbocado. Aristide concluye proponiendo medidas concretas, como la abolición de la deuda, que serían necesarias para paliar la postración económica de Haití, resultado de siglos de explotación y rapiña.

Cada uno de los textos de Toussaint, o relacionados con él, que se recogen en el libro viene precedido de una explicación de Nick Nesbitt. Leyéndolos conocemos su primera proclamación pública el 29 de agosto de 1793, cuando anuncia la adopción del nombre L’Ouverture (Abertura hacia la libertad) así como algunas piezas de la correspondencia en la que reivindica siempre el final de la esclavitud al tiempo que se ve obligado a hacer equilibrios entre sus inestables aliados. Toussaint asume de corazón los ideales de la República Francesa cuando esta se compromete contra la trata, y define su objetivo político como una colonia con plantaciones eficientes en las que la esclavitud no existiera y todos recibieran un salario. Ha de entenderse sin embargo que para muchos trabajadores estos planes no resultaran demasiado diferentes de la oprobiosa situación anterior.

En 1997, la deriva reaccionaria en Francia hace que en una vibrante carta al Directorio, Toussaint se rebele contra las amenazas que se ciernen: “Hemos sabido cómo afrontar el peligro para obtener nuestra libertad y sabremos cómo afrontar la muerte para conservarla.” En 1999, el Primer Cónsul Bonaparte trata de apaciguar los ánimos en una meliflua misiva, y en 1801, se redacta, a iniciativa de Toussaint, la primera constitución haitiana, también reproducida en el libro, que francamente conservadora y autoritaria en algunos aspectos, tiene sin embargo el mérito de ser la primera en Occidente que reconoce el derecho ilimitado y universal a no ser esclavizado. No fue esta bien recibida en París y en mayo de 1802, el ya emperador Bonaparte reinstaura la esclavitud en las colonias.

El libro recoge también documentos que nos aproximan al Toussaint más autoritario, como su proclama de noviembre de 1801 en la que defiende el trabajo de los niños en las plantaciones y arremete contra los que se niegan a integrarse en ellas: “Desde la revolución, hombres perversos les han dicho que la libertad es el derecho a permanecer ocioso y a seguir solamente sus caprichos. Tal doctrina no podrían dejar de aceptarla hombres malvados, ladrones y asesinos. Es hora de arremeter contra los hombres empedernidos que persisten en tales ideas.” Las opiniones expresadas por Napoleón en Santa Elena ponen de manifiesto lo cerca que estuvo de ratificar la obra de Toussaint. Sin embargo, rehusó hacerlo y hubo de enfrentarse a una táctica de guerrillas y tierra quemada en la que fue derrotado.

Toussaint insiste en todos sus textos en que considera la Revolución haitiana como expresión de una lucha por la emancipación que había de ser universal, inmediata y sin matices, y debe reconocérsele el mérito de izar esta bandera en una época en que en el mundo atlántico no existía ningún modelo para tal reivindicación. No obstante, ha de señalarse que su plan económico para la colonia, respetuoso en extremo de las sacrosantas propiedad y productividad del capitalismo de aquel momento, no dejaba de ser afrentoso. Prisionero de las contradicciones de su tiempo, Toussaint, más allá de su genio militar o su talento político, nos interpela hoy con una personalidad fascinante que se revela a cada paso en sus escritos: “Sufro cada vez que no consigo evitar el mal”.

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Dos obras cortas del gran crítico del liberalismo económico

Reseña de La esencia del fascismo y Nuestra obsoleta mentalidad de mercado de Karl Polany

Por: Jesús Aller

El libro, publicado por Escolar y Mayo en 2013, recoge dos opúsculos de Karl Polanyi (1886-1964) que reflejan distintos momentos de la evolución de su pensamiento y sintetizan, al tiempo que profundizan en algunos aspectos, las ideas desarrolladas en La gran transformación (1944), su obra fundamental. La edición es de César Ruiz Sanjuán, que en una amplia introducción nos acerca a las claves de la crítica del liberalismo que realiza el gran antropólogo y economista de origen húngaro.

La esencia del fascismo

Este es el primer trabajo extenso de Polanyi, y lo publica en Londres en 1935, tras su exilio obligado huyendo de la peste parda. En él argumenta que los procesos históricos en curso en aquel momento mostraban una evolución del capitalismo, amenazado por el auge del socialismo, hacia una extirpación de las instituciones democráticas, lo que significaba a fin de cuentas la amputación política del ser humano y su restricción a la dimensión económica de productor.

Las bases teóricas del fascismo se encuentran para Polanyi en interpretaciones sesgadas de la filosofía del Estado de Hegel, como la de Othmar Spann, y del vitalismo de Nietzsche, que tal y como fue desarrollado por Ludwig Klages defiende el predominio en el hombre de las funciones biológicas (alma) sobre las racionales (espíritu). De todas formas, la consumación teórica sólo se produce cuando vitalismo y totalitarismo se conjugan en el “principio racial” de Alfred Rosenberg.

Polany sostiene vehementemente a lo largo del texto que la crítica al socialismo de los ideólogos del fascismo implicaba necesariamente un ataque al cristianismo. No obstante, debe reconocerse que aunque este ocurrió hasta cierto punto en Alemania, la colaboración de las jerarquías eclesiásticas con el fascismo y el apoyo mutuo entre ambas ideologías fue frecuente en muchos otros lugares, más allá de las diferencias que pueden existir entre el fascismo y el concepto idealizado de cristianismo que Polanyi maneja.

Hasta los años 30, capitalismo y democracia habían ido de la mano, pero los acontecimientos de aquel tiempo demostraron que la burguesía estaba dispuesta a sacrificar la individualidad del ser humano para salvar el proceso de acumulación. Quedó así palmariamente de manifiesto la incompatibilidad entre democracia y capitalismo, pues la alienación inherente a este, definida y estudiada por Marx, transforma al hombre en un engranaje económico que difícilmente alcanza la conciencia necesaria para desarrollar la dimensión política implícita en su naturaleza.

Nuestra obsoleta mentalidad de mercado

Se trata de un artículo de 1947 en la revista Commentary que resume las tesis fundamentales de La gran transformación, y fue incluido luego en una recopilación de ensayos publicada en 1968. Polanyi defiende aquí la necesidad de reintegrar la esfera económica dentro de las relaciones sociales, habida cuenta de que fue la independencia de la economía, auspiciada por el liberalismo, la que dio lugar al fascismo. La conclusión es que sólo instaurando una auténtica democracia quedará la economía bajo el control de la sociedad y podremos estar a salvo de la barbarie fascista o liberal.

La obra analiza la historia de la sociedad de mercado, desde su surgimiento en la Inglaterra del siglo XIX. Es aquí donde la economía se establece como un ámbito autónomo, haciendo que todo, incluidos el trabajo y la tierra, se convierta en mercancía. Lo social, las costumbres y lo moral pasan entonces a estar subordinados a lo económico por primera vez en la historia. De todas formas, como este mecanismo actuando sin restricciones amenaza con destruir la sociedad, inmediatamente surgen procesos que corrigen y al mismo tiempo posibilitan la dictadura del mercado.

El nuevo protagonista de la historia, que resulta ajeno a todas las lecciones de la antropología sobre la organización de las sociedades humanas es el homo oeconomicus, al que mueve solamente el afán de ganancia, y la máquina que se pone en funcionamiento provoca pronto decenas de millones de víctimas en hambrunas de India, China o Irlanda, que las leyes inexorables del mercado impiden que sean aliviadas. El proceso de acumulación trae consigo inevitablemente guerras imperialistas y al final la única opción para que pueda seguir adelante es la anulación de la dimensión individual del ser humano en el éxtasis nacionalista del fascismo.

Para Polanyi, la alternativa a la sociedad de mercado no estaba en una economía centralizada como la que se daba en la Unión Soviética, que necesariamente habría de degenerar en una burocratización y esclerotización de la vida política. Su apuesta era más bien por mecanismos de autogestión y socialización de la producción, fundamentados en una democracia que enraizara en lo laboral y lo económico. En el sistema que él atisba, podría haber un lugar para el mercado, pero este dejaría de ser la instancia directriz de la economía.

Fuente:http://www.rebelion.org/noticia.php?id=229733

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Diario de un voluntario norteamericano en la Guerra Civil Española

La guerra es bella de James Neugass

En su introducción a La guerra es bella, los editores, Peter N. Carroll y Peter Glazer, aportan los datos esenciales de la biografía de James Neugass. Nace este en Nueva Orleans en 1905 en el seno de una familia judía acomodada de origen alemán, y en su juventud realiza estudios variados y viaja por Europa. De regreso a América en 1932, se ocupa en diferentes trabajos, que hace compatibles con una producción poética cuyos frutos llevan ya tiempo apareciendo en revistas especializadas. En 1937 toma la decisión de viajar a España, y aquí conduce ambulancias y participa también en violentos combates hasta marzo de 1938, lo cual constituye la historia que se narra en el libro. De vuelta en Estados Unidos, Neugass trabajó de ebanista y luego de capataz en un taller mecánico, mientras daba forma a una extensa novela, Rain of Ashes, que consiguió ver publicada en junio de 1949, tres meses antes de sufrir un letal ataque al corazón en una estación del metro neoyorkino.

La guerra es bella fue escrito durante su estancia en España y algunos fragmentos se integraron en 1938 en un folleto sobre la Guerra Civil, pero hubo que esperar hasta el año 2000 para que el librero Burton Weiss localizara una copia mecanografiada del texto en una librería de viejo y la enviara a la biblioteca de la Universidad de Illinois, donde llamó la atención de los editores. Levemente retocado para evitar repeticiones y aderezado con notas explicativas, el libro vio la luz en 2008, y en versión española (Papel de liar, trad. de Felipe Osanz) en 2010. El título ironiza con una frase del tristemente célebre poema-soflama de Marinetti, prontuario de locura al servicio de los poderes más oscuros de la Historia.

La acción arranca el 5 de diciembre de 1937, cuando Neugass, que había llegado en noviembre a España, es chófer de ambulancias en el hospital americano de Saelices (Cuenca), donde convive con otros jóvenes voluntarios estadounidenses, excitados todos por la posibilidad de entrar pronto en combate: “Estoy aquí en España porque la historia siempre produce hombres en la línea de Espartaco, que o ponen sus palabras en acción o se vuelven neuróticos mortificándose a sí mismos.” En Tarancón, tras un bombardeo de los facciosos, ve sus primeros muertos en España.

A partir del 12 de diciembre, James Neugass recorre diversas zonas de Aragón con su novia, metamorfoseada en ambulancia, acompañando a su jefe, Edward K. Barsky (1897-1975), legendario cirujano neoyorquino que tuvo un importante papel en los servicios médicos del frente republicano. Los diálogos entre los dos hombres son un arroyo de ironía inteligente que destella en el corazón de la guerra: “¿Sabes, Jim?, no me preocupa que un chófer se ponga a escribir poesía, pero que un poeta se ponga a conducir…” Neugass trasporta médicos, heridos y suministros en un grupo quirúrgico vinculado a la 15ª Brigada Internacional, y tras unas semanas de consumirse en la retaguardia mientras llegan noticias de la batalla por Teruel, al fin el 31 de diciembre parten para el frente. Las continuas nevadas complican el viaje y tras una noche interminable, la unidad médica consigue reagruparse en Aliaga, 50 km al nordeste de Teruel. El 6 de enero Neugass está ya en un hospital precariamente instalado desde el que oye el crepitar de las ametralladoras.

Conviene recordar aquí que el frente establecido en el sur de Aragón en el verano de 1936 tenía un trazado recto norte-sur con una invaginación dentro del territorio republicano que dejaba la ciudad de Teruel en manos de los franquistas. Su conquista en diciembre de 1937 fue una gran noticia para las armas leales, pero las acometidas que se producen en ese sector a partir de ese momento tendrán carácter devastador y acabarán poniendo de manifiesto la inferioridad de las fuerzas republicanas en una estrategia convencional de frentes, ofensivas y contraofensivas.

El 13 de enero, Neugass pasa unas horas en Teruel, ciudad en ruinas llena de caballos muertos, y el día siguiente descubre en Tortajada una novedosa técnica médica al presenciar cómo un joven doctor inglés extrae la sangre de cadáveres recientes para usarla en transfusiones. El desigual equipamiento de los dos bandos es un rasgo esencial de esta guerra, e impregna todas las sensaciones cotidianas. Neugass conduce su ambulancia camuflada con barro por carreteras maltratadas para abastecer de carne doliente los hospitales de campaña que el movimiento de los frentes obliga a improvisar en cualquier sitio, y nos sumerge en los ciclos mentales del que coquetea con la muerte: ocasionales crisis de pánico que domina la voluntad terca de cumplir un deber.

Tras una semana inmovilizado por la fiebre, a primeros de febrero, Neugass disfruta con su unidad de tres días de permiso en Valencia: “Nada puede perturbar la tranquilidad de la luz del sol a orillas del Mediterráneo y la pureza relajante de sus olas, ni siquiera los hombres que tienen tantas ansias de demostrar que la humanidad puede ser repugnante.” Pero es en ese momento precisamente cuando comienza la gran ofensiva franquista sobre Teruel y el día 14 ya está de nuevo en el frente con su ambulancia. El día 17, Muniesa, 100 km al norte de Teruel y su hospital son bombardeados. Neugass, sin perder jamás el humorismo elegante que marca su estilo, nos aporta los detalles sobrecogedores del miedo y la impotencia, del barro ensangrentado y los cuerpos despedazados, aunque luego sus nervios estén de punta y su ánimo roto.

Siguen días tranquilos en Muniesa, a donde llegan los heridos de la 15ª Brigada Internacional en la ofensiva que ésta emprende como maniobra de distracción en la lucha por Teruel. Para finales de febrero, la ciudad está ya en manos de los facciosos, que en poco tiempo avanzan rápido. Neugass sirve con su “cariñito” en el hospital de Híjar y después se ve envuelto en el dantesco horror de lo que se ha denominado “gran retirada”. Tras el 12 de marzo, el diario, fragmentario, deja de consignar fechas y dibuja escenas del heroísmo desesperado de internacionales y españoles en la resistencia imposible. Neugass participa en violentos combates y logra llegar maltrecho a Barcelona, donde toma la decisión de regresar a los Estados Unidos. El 24 de marzo escribe en Cervère (Francia) la última anotación de su diario; resurrección tras semanas en una sucursal del infierno.

Tenemos en las manos el texto que James Neugass tejía en sus ratos libres, a veces sobre el volante de su coche, y en él tienen su lugar las frecuentes bromas de los que lo veían absorto en esta labor. La obra nos acerca a las rutinas y rituales de la guerra, y de la retaguardia ociosa y anhelante a los horrores del frente, una prosa brillante desgrana lo que trae cada día con sabor a vida fresca y un humor inglés y yiddish a la vez. Ante nosotros quedan los hombres animosos y mal equipados que plantaron cara al fascismo mientras el mundo claudicaba, sin que falten descripciones amorosas de un país que sedujo a Neugass con la dignidad de su pobreza, ni anécdotas del desconcierto político que reinaba tras el asalto al poder de los estalinistas. Las notas de los editores aportan un minucioso listado de combatientes internacionales con esbozos biográficos.

James Neugass, un poeta treintañero espigado y miope, no se lo piensa dos veces a la hora de venir a España y arriesgar su pellejo por lo que cree que es justo. Es un intelectual, pero de otra pasta que los que más abundan, esos que usan su intelectualismo para arrebatar privilegios y se construyen de esa forma un refugio. Otros como él pueblan las páginas del libro, y algunos de ellos dejaron su vida en el intento de parar al fascismo en España. Paul y Jim, los hijos de Neugass, muy jóvenes a la muerte de su padre, descubrieron en las páginas de La guerra es bella a un personaje cautivador desconocido para ellos. Lo mismo le ocurre a cualquier lector de la obra.

¿Por qué vine a España?, se pregunta Neugass recurrentemente, y en un momento cree haber hallado la respuesta: Estas son las claves de la guerra que se libra aquí. Que los teóricos y los sofistas hablen cuanto quieran de guerra ‘religiosa’, de conspiración bolchevique’ de ‘ley, orden y renovación de España’. Esta guerra es la lucha internacional del campesino pobre, del pequeño comerciante liberal (…), de los parados y de los obreros industriales contra las charreteras, mitras y plumas de oro internacionales que se lamentan, con extremas demostraciones de silenciosa paciencia, por la sangre que hay que derramar inevitablemente para ‘renovar España’ (…) ¿Poqué vine? No tanto por amor compor asco, supongo.”

Blog del autor: http://www.jesusaller.com/

Fuente:http://www.rebelion.org/noticia.php?id=226928

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El lento despertar de un líder único

Por: Jesús Aller

Reseña de “Malcolm X. Una autobiografía contada por Alex Haley”

El libro vio la luz en 1964, un año antes del asesinato de Malcolm X, y fue resultado de más de cincuenta entrevistas que concedió al veterano escritor y periodista Alex Haley, famoso por el bestseller Raíces, quien se encargó luego de seleccionar el material y dar forma a la obra, aunque la revisión final de la mayor parte de ésta corrió a cargo del propio Malcolm. El interés del libro es enorme pues muestra en detalle la biografía y la lenta maduración del pensamiento de un personaje esencial de las luchas negras de los 60’ en Estados Unidos, un líder inteligente y carismático que no dejó apenas obra escrita. La versión española es de Capitán Swing (2015, trad. de César Guidini y Gemma Moral).

Primeros años: la experiencia

Malcolm vino al mundo en 1925 en Omaha (Nebraska), séptimo de los ocho hijos de Earl Little, un ministro baptista, y cuarto de los que éste tuvo con Louise Norton, una mulata antillana nacida de una violación. Su padre militaba en la UNIA de Marcus Garvey, que predicaba el retorno a África como respuesta a la segregación. La familia vivió después en Milwaukee y en Lansing (Michigan), donde en 1929 su casa fue quemada por la Legión Negra, una variante del Ku Klux Klan. Los bomberos miraban mientras se consumía, y luego la policía se afanó sólo en buscar la pistola con que su padre había disparado a los incendiarios. Dos años más tarde Earl Little fue asesinado por blancos segregacionistas, final que también tuvieron cinco de sus hermanos.

Empieza entonces una época aún más difícil. Con demasiadas bocas que alimentar, la madre se derrumba y en 1937 ha de ser internada en un psiquiátrico. Malcolm, adoptado por una familia amiga, gana fama de gamberro y con trece años es enviado a un centro de rehabilitación en Mason (Michigan), donde estudia en un instituto y trabaja de lavaplatos. No hay muchos negros en su entorno y los blancos suelen ser amables con él, pero no deja de sentirse una especie de mascota a la que no se atribuyen plenas capacidades humanas. Es una época marcada por el orgullo de ser uno de los primeros de la clase, el empeño de mantener la relación con sus hermanos y dramáticas visitas a la madre internada.

En el verano de 1940 visita a su hermanastra Ella, bien situada en Boston. Allí descubre que los negros pueden llegar a realizarse como personas en América mucho más de lo que había visto hasta entonces, pero esto mismo hace que de regreso en Mason, la escasez de horizontes le deprima. Al terminar el curso, logra que Ella se lo lleve con ella a Boston. El libro nos ilustra sobre la compleja sociedad negra de Nueva Inglaterra, dividida entre la marginación y una aceptación a medias que Malcolm acabará percibiendo como una traición. Tras conseguir trabajo de limpiabotas en la sala de baile Roseland, lustra los zapatos de gente como Benny Goodman, Duke Ellington o Count Basie, al tiempo que hace sus pinitos como alcahuete y pequeño traficante. Como no podía ser menos, conoce los placeres del güisqui y la marihuana, compra a crédito y se estira y tiñe el cabello.

Buscando nuevos horizontes, “Red”, que es como nombraban al apuesto mulato pelirrojo en que se había convertido, deja los betunes por la bandeja de camarero. Baile y chicas son su pasión, y sus crueldades con ellas terminan distanciándolo de Ella. Tras el ataque a Pearl Harbor encuentra trabajo vendiendo bebidas y helados en los trenes que van hacia el sur, y pronto se establece en Harlem, que se convertirá en su hogar. Despedido del tren por su mal carácter, viaja a Lansing, donde sus trajes y modos causan furor y hasta firma autógrafos. Más tarde, de camarero en Harlem, conoce en la barra la historia del barrio y se gradúa magna cum laude en un curso teórico sobre las formas más variadas de delincuencia. La galería de tipos que describe no tiene desperdicio.

Cuando es despedido por ofrecer una prostituta a un soldado de permiso que resultó ser un espía del ejército, el que ya es apodado “Red de Detroit” comienza a proveer de marihuana a sus amigos músicos. Así vive unos meses hasta que, hostigado por la policía, decide utilizar su tarjeta de empleado del ferrocarril para viajar por el país suministrando hierba a las orquestas de gira. Sólo tres cosas le aterrorizan en esta época: la cárcel, el trabajo o el ejército, y cuando es convocado a la oficina de reclutamiento, monta un hilarante número de paranoico polidrogadicto con el que consigue ser declarado inútil para el servicio.

Corre 1943 y Red, expulsado de los ferrocarriles tras una trifulca, se convierte en ladrón y atracador, usando cocaína para ponerse en forma. Tras un susto, trabaja en la lotería clandestina y luego en las apuestas, haciendo de guía para blancos adinerados que buscan experiencias especiales en Harlem y traficando con güisqui de matute. Las drogas arrastran a Red en su irrealidad destellante, y tras un viaje al filo de la muerte, es rescatado por un amigo que lo lleva a Boston. Allí pronto organiza una banda de desvalijadores de casas, reclutando para ello a Sophia, una rubia que es su amante desde su primera época en la ciudad y otros conocidos viejos y nuevos. Dan unos cuantos golpes, pero pronto son detenidos.

La conciencia

En febrero de 1946 Malcolm es condenado a diez años de cárcel. Comienza a cumplirlos en Charlestown, donde es “Satanás”, un inadaptado que blasfema y reniega de todo hasta que un compañero de reclusión respetado por sus conocimientos consigue animarlo a estudiar: inglés, latín. Pronto es capaz de escribir cartas legibles y más o menos correctas. En 1948 es trasladado a Concord, y a finales de ese mismo año, por influencia de Ella, a la colonia penitenciaria de Norfolk, de régimen mucho más laxo.

En Norfolk, a través de su hermano Reginald, llegan a oídos de Malcolm las doctrinas de Elijah Muhammad, el mensajero de Alá, líder de la Nación del Islam: El hombre negro fundó la civilización, pero fue sometido con toda clase de violencias por el hombre blanco, una raza diabólica creada por selección genética. Esta raza finalmente ha falsificado la historia y ha lavado el cerebro del hombre negro. El cristianismo es la religión impuesta a los negros, que les obliga a aceptar su postración y a adorar a un dios extranjero, de piel blanca. El islam es la religión que libera al hombre negro, destinado a derrotar en breve la maldad de sus opresores. El objetivo político de Elijah no es la integración en la sociedad blanca que defienden la mayor parte de los líderes negros, sino la creación de un estado propio para los negros americanos.

Estas ideas producen una conmoción en Malcolm, que ve en ellas la respuesta a todas sus preguntas. “Durante los años siguientes estuve en soledad casi total. Nunca había estado tan ocupado. Todavía me maravillo del modo en que cambié de mentalidad, mis viejas costumbres caían en el vacío como la nieve se desliza de los tejados. Era como si alguien -a quien yo no conocía muy bien- hubiera vivido del delito. Y me sorprendía cada vez que recordaba mi anterior personalidad.” Necesita expresar lo que siente y escribe cada día a Elijah, que a veces le contesta. Su afán de aprender no tiene límites, y devora los libros de la biblioteca. La historia universal le transmite como un leitmotiv la maldad esencial del blanco que ha esquilmado y oprimido a todos los pueblos del planeta. Decide dedicar su vida a propagar esta verdad.

Malcolm es liberado en 1952 y se establece en Detroit, donde vive con su hermano Wilfred y su familia, también conversos al islam. En septiembre viaja a Chicago y allí conoce personalmente a Elijah Muhammad. A partir de entonces se vuelca en el proselitismo y cambia su apellido paterno “Little” por la “X” que simboliza su auténtica y olvidada estirpe africana. Comienza a dirigirse a la comunidad en las reuniones semanales y en el verano de 1953 es nombrado ministro ayudante del templo. Sus desgarradas arengas expresan la revuelta contra siglos de opresión y mentira. Pronto decide dejar su trabajo y dedicarse por entero a predicar sus ideas. Su primer logro es reclutar tantos fieles en Boston como para abrir allí un templo. Su hermanastra Ella asiste conmovida a los sermones, pero tardará cinco años en convertirse.

Su siguiente destino es Filadelfia, donde consigue inaugurar otro templo, y después es nombrado ministro del de Nueva York. La ciudad es un reto difícil, pero trabaja las calles y sabe agudizar la contradicción de los negros cristianos, que practican la religión que los blancos les impusieron y consolida su opresión. Gracias en gran parte a los esfuerzos de Malcolm, la Nación del Islam progresa mucho en esta época, con nuevos templos en Springfield, Hartford y Atlanta. En 1956, Elijah pone a su disposición un Chevrolet para sus continuos desplazamientos. El libro nos instruye sobre los usos, dogmas y rituales de unos musulmanes atípicos, que por ejemplo no admitían una vida después de la muerte, en abierta contradicción con el Corán.

En enero de 1958 Malcolm se casa con Betty X, enfermera y seguidora también de la Nación del Islam; la primera de las seis hijas que tendrán nace ese mismo año. El siguiente, la firmeza de los musulmanes ante un caso de brutalidad policial en Harlem aumenta enormemente su popularidad y pronto programas de televisión y estudios académicos analizan el movimiento. La cólera del blanco contra los que “incitan al odio” no se hace esperar. A este respecto dice Malcolm: “Qué sentido tiene que el blanco pregunte al negro si le odia? Es como si el violador o el lobo preguntaran a sus víctimas: ‘¿Me odias?’ El blanco carece en absoluto de autoridad moral para acusar de odio a nadie.”

Ágil y correoso, debate con periodistas muchas horas y pronto su voz es conocida en todo el país, mientras las universidades más prestigiosas se disputan como orador al “demagogo de moda”. Contra los negros que defienden la integración, afirma que es insensato, además de imposible, integrarse en una sociedad en decadencia, abismada moralmente y condenada a la destrucción. Donde quiera que lo llamen, transmite fielmente las enseñanzas de Elijah Muhammad, que ahora viaja en su avión privado para presidir los actos multitudinarios de la Nación del Islam.

Madurez interrumpida

La relación de Malcolm X con la Nación del Islam se terminó rompiendo. Había sufrido una gran decepción cuando supo que Elijah Muhammad, apóstol de la honestidad, iba dejando un reguero de secretarias embarazadas y amedrentadas, pero siguió cumpliendo sus cometidos con plena dedicación. En esa época, su rol esencial en el movimiento despertaba la envidia de otros dirigentes, y al fin, tras el asesinato de J. F. Kennedy, el líder lo condenó a noventa días de silencio por un comentario bastante anodino sobre la responsabilidad última del clima de violencia que vivía el país. Le ayudó en este trance su amigo Cassius Clay, que invitó a toda su familia a Miami, donde preparaba el crucial combate contra Sonny Liston. Malcolm fue su guía espiritual esos días y en la hora crucial en el Convention Hall de la ciudad, donde conquistó el cetro de los pesos pesados.

Pronto llegan a Malcolm noticias de los primeros complots de sus viejos compañeros de lucha para asesinarlo, y sólo entonces toma la decisión de volcar toda su energía en forjar un movimiento, no exclusivamente musulmán, que pelee por los derechos humanos del negro americano con mucha más contundencia y proyección política que la Nación del Islam. Al mismo tiempo, comienza a plantear la liberación de la comunidad de color en términos de autodeterminación, y no de separación territorial, como había defendido hasta entonces. Realiza un primer acto en el centro de Harlem, en el hotel Theresa, donde planea fundar una mezquita, pero la complejidad de la situación creada lo anima a peregrinar a la Meca en busca de inspiración.

Tras visitar El Cairo, donde queda sorprendido de la pujanza industrial que observa, vive con entusiasmo los ritos seculares de la ciudad sagrada, rodeado siempre del afecto y admiración de todos hacia el famoso “musulmán norteamericano” amigo de Cassius Clay. El rey Faisal lo admite en audiencia y lo exhorta a predicar en Occidente una versión auténtica del islam, fiel a sus fuentes originarias. La solidaridad de razas existente en el mundo musulmán le hace ver con claridad que la fraternidad entre los seres humanos es posible. El odio al blanco deja paso entonces al odio a unas estructuras de explotación, y el islam se convierte para él en el instrumento más idóneo para alcanzar esa hermandad entre todos los hombres.

El viaje continúa luego con intensas visitas a Nigeria y Ghana, donde Malcolm toma conciencia de la importancia de mantener una comunicación sincera y afectiva con los líderes negros africanos, pues estos sin duda trabajarían por el fin de la segregación en los Estados Unidos si fueran conscientes de su brutalidad. Ve allí también en acción la nueva esclavitud que imponen los que codician las riquezas de aquellas tierras, y comprende que las de las dos orillas del Atlántico son en realidad manifestaciones de una única y eterna lucha de liberación.

De regreso en Estados Unidos, Malcolm X es usado como cabeza de turco durante las revueltas negras de 1964 y 1965 y acusado de instigar a las masas a la violencia. Él por su parte defiende el derecho de los oprimidos a combatir con todos los medios disponibles, al tiempo que condena el sustrato ideológico de los opresores, el cristianismo, que ha impuesto el racismo en todo el planeta. Se convierte de este modo dentro del movimiento por los derechos civiles de los negros, que alcanzaba su clímax en aquel momento, en el polo opuesto a la noviolencia que preconizaba el reverendo Martin Luther King.

Malcolm X, consciente de los riesgos de su lucha, nunca pensó que fuera a llegar a viejo, pero en sus últimos meses sentía la inminencia del final. Fue ésta una época marcada por una actividad frenética para difundir sus ideas y hacer progresar la organización política que había fundado, demasiado violenta para unos y moderada en exceso para otros, y por un acoso implacable por parte de la Nación del Islam, que incluyó un ataque a su casa con bombas incendiarias. Por fin, el 21 de febrero de 1965, cuando se disponía a hablar en el Audubon Ballroom de Manhattan, varios hombres se levantaron de la primera fila y le dispararon “en lo que parecía un pelotón de fusilamiento”. Murió casi instantáneamente.

El arsenal de la memoria

En un epílogo de la obra Alex Haley nos narra sus primeros contactos con Malcolm X cuando aún militaba en la Nación del Islam, la gestación de los artículos sobre él, de la famosa entrevista en Playboy de mayo de 1963 y finalmente de la propia autobiografía. Ésta arrancó con dificultad, pero la paciencia y el buen hacer de Haley consiguieron que los recuerdos de la niñez, del hampa y de la cárcel se convirtieran en una catarsis para el líder ajetreado y absorbido por las trifulcas cotidianas, al tiempo que dejaban para la posteridad un testimonio único de superación y lucha contra la alienación del ser humano.

Leyendo el libro descubrimos a un hombre que gustaba de averiguar la etimología de las palabras y cuya mayor emoción fue cuando los hermanos lograron sacar a su madre del manicomio y que viviera con la familia de uno de ellos; alguien capaz de meter la pata y reconocerlo luego, como cuando declaró alegrarse de la muerte de más de cien norteamericanos blancos de Georgia en un accidente de avión en París. El afán de perfeccionamiento y autocrítica de alguien siempre consciente de sus limitaciones fue la clave de su éxito como comunicador, sin olvidar su inteligencia, su indomeñable voluntad y su enérgica y hábil dialéctica.

Malcolm X supo trascender el instinto de supervivencia del delincuente del gueto y alcanzar una percepción lúcida de la explotación sufrida por la población negra. Y esta visión no hizo más que aquilatarse a lo largo de su corta vida, con el rechazo a cualquier forma de racismo y la búsqueda de tácticas políticas integradoras basadas en el activismo y la presión implacable desde la calle. En Harlem, que fue su universidad, aprendió lo esencial: que es la gente al final la que ha de sacar sus propias castañas del fuego, pero le hubiera gustado volver a otra donde saciar el enorme afán de saber que llevaba consigo.

Aunque desapareció demasiado pronto, su vida nos aporta lo que tal vez más necesitamos, un ejemplo soberbio de progreso y coraje.

Fuente: Blog del autor: http://www.jesusaller.com/

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