Por: Jorge Cachinero
En América Latina se ha producido una mejora destacada de las competencias acumuladas por los individuos, a través de la educación reglada y de la experiencia profesional, aunque, en algunos de sus países, este proceso no se ha desarrollado ni tan rápidamente, ni tan universalmente como hubiera sido deseable.
Es necesario abordar las razones del porqué de esta brecha y sobre cuál ha de ser el papel que los estados pueden desempeñar en acortarla con las políticas públicas adecuadas.
Para empezar, el problema de la educación en América Latina no es de dinero.
El gasto público y el esfuerzo que realizan las familias latinoamericanas en educación están a la par con los de la media del resto del mundo y son importantes.
Obviamente, no todas las familias gastan en educación lo mismo ya sea en cantidades absolutas o en proporción a sus ingresos.
Las familias más ricas latinoamericanas suelen gastar en educación veinte veces más que las más pobres.
Otro factor de diferenciación social entre familias latinoamericanas es el tiempo que los padres dedican personalmente a la educación de sus hijos.
No todo es un problema de incentivos sino, más bien, de ser más eficiente en el gasto. En Latinoamérica se debe gastar mejor en educación y no, necesariamente, más.
Para ello, es necesario contar con elementos de medición del retorno de la inversión (ROI, return on investment, en inglés) para los estados de su gasto en educación, por un lado, y con elementos de medición del impacto de dicha educación en el progreso económico y social de sus sociedades, por otro lado.
Por ejemplo, hace años, en Perú se repartieron computadoras portátiles, por valor de USD $200 cada una, a un millón de niños. El coste de aquel programa fue de $200 millones.
Sin embargo, el impacto de ese programa sobre el desarrollo de las competencias académicas de los niños fue cero porque dichas computadoras no fueron acompañadas de los correspondientes programas o aplicaciones informáticas que las hubieran hecho funcionar y los docentes que debieron haberlas utilizado como herramienta de formación no contaban con la capacitación necesaria.
En contraste con lo anterior, el programa “Expande tu mente”, desarrollado, también, en Perú, durante 2015, y dirigido a los niños para que aprendieran que el cerebro es un músculo que puede desarrollarse con la práctica y con su uso y que, por tanto, dicho ejercicio es necesario para ampliar su capacidad cognitiva, con vídeos explicativos de USD $ 0.20 de coste por niño participante en el programa, tuvo un potencial de impacto mucho mayor que el reparto, sin más, de material que no pudo usarse correctamente o que no contó con instructores necesarios para guiar a los niños en su uso.
La medición de los retornos a la inversión (ROIs) para los estados y la medición de los impactos para los beneficiarios y para la sociedad son elementos imprescindibles para poder desarrollar mejores y más eficientes políticas públicas educativas, que estén formuladas sobre evidencias y sobre datos contrastables. Éste es un reto, no sólo en materia educativa, y no sólo en América Latina, o en España, también, para los gobiernos en el momento presente.
Los adultos adquieren y aprenden las competencias críticas para sus desarrollos profesionales, fundamentalmente, en las empresas, en las universidades y en las escuelas de negocio. También, en América Latina.
Desgraciadamente, la informalidad, tan extendida en sus entornos empresariales, y, por razones obvias, el tamaño y la dimensión de las organizaciones empresariales son obstáculos para que las empresas cumplan en Latinoamérica esa función de capacitación y de recapacitación de los individuos. Las diferencias en la inversión en formación dentro de las empresas y el impacto sobre los incrementos salariales de los trabajadores pueden llegar a ser múltiplo de tres dentro de las mejores en relación con las demás.
Las políticas públicas, idealmente, deberían seleccionar programas educativos, por ejemplo, sobre criterios de cálculo coste-beneficio de los mismos -sin que, necesariamente, se incluya el incremento de la jornada escolar, por costoso-, que incorporen la tecnología -siempre guiada por monitores capacitados y que cuenten con los programas y aplicaciones necesarios-, que garanticen una mejor organización de las clases, que pongan el foco sobre la motivación de los alumnos o que atajen el abandono escolar, que es el gran desafío de la educación secundaria en Latinoamérica.
Éstos programas deberían complementarse con proyectos de crianza que ayuden a los padres a estimular la educación de los niños -en Jamaica ya los hay-, con proyectos de mejora que integren a padres y a adolescentes en la educación de éstos y que ayuden a gestionar los riesgos del abandono educativo y con proyectos de desarrollo de habilidades socioemocionales para reforzar la ambición y el autocontrol.
América Latina es la única región del mundo en la que se está produciendo una disminución palpable de la pobreza y de la desigualdad y en la que el populismo, hasta ahora, aunque con desagradables excepciones, está en retroceso. La educación ha de ser un rubro en el que se debe ser más eficiente para que esto siga siendo así.
Fuente: http://abcblogs.abc.es/jorge-cachinero/2018/03/15/america-latina-y-las-politicas-publicas-educativas/