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Educación, el camino para alcanzar la paz

Por: Julián De Zubiría Samper

La sociedad debe asumir su responsabilidad en la construcción de un nuevo país. La comunidad educativa hace un llamado para que todas las instituciones del país se unan en una jornada de reconciliación que permita dejar el odio atrás.

Queridos maestros: He sido profesor durante 39 años. Siendo joven fui nombrado docente de un colegio oficial en un barrio marginal de Bogotá. Al igual que ustedes, trabajé en asignaturas tan diversas como religión, educación física, matemáticas y sociales. Pasé luego al colegio San Carlos. Allí, en conjunto con otros colegas, gestamos lo que sería el Merani.

He dedicado mi vida a transformar la educación. Esto exige modificar las maneras de pensar, sentir y comunicarse, lo que significa cambiar la cultura, quizá la tarea más compleja en una sociedad. Aun así, si volviera a nacer, volvería a ser docente. La razón es sencilla: lo más emocionante que he visto en mi vida es el desarrollo encarnado en los niños. Ver el proceso que los conduce a pensar, ver cómo clasifican y establecen relaciones cada vez más complejas. Ustedes y yo sabemos que este proceso solo es posible con un buen docente enfrente.

También he sido testigo de otro de los momentos que justifican la vida. Ver lo que pasa con un niño cuando aprehende a leer. El mundo se le duplica, tanto el de los objetos como el simbólico. Este último, miles de veces más prolífico, ya que permite aprehender de experiencias no vividas. Nuevamente, ello solo es posible teniendo un profesor. Pero hoy quiero hablarles de otra de las acciones esenciales de la vida: la posibilidad de enseñar a un niño a expresar afecto y compartir ideas, respetando el hecho de que los otros piensan y sienten diferente a nosotros. Es otra de las maravillas que solo es posible alcanzar participando en un proceso de mediación. El afecto, como el amor, se desarrolla. Si no tuviéramos personas que nos quieren y se preocupan por nosotros no aprenderíamos a dar.

Lo triste de esta historia es que vivimos en un país que de tanto estar expuesto a la guerra se ha enfermado emocionalmente. El lenguaje dominante ha sido el del odio y la venganza. Según estudios, los colombianos confiamos tan solo en el 10 % de quienes nos rodean, mientras que los finlandeses confían en el 75 %. Pero si a odiar se aprende, también se puede enseñar a querer. Por eso hoy me dirijo a ustedes, porque creo fielmente en el impacto estructural y profundo que tiene la buena educación.

Todos llevamos en el corazón a aquel maestro que nos enseñó a conocernos y que nos llamó la atención cuando equivocamos la palabra o el tono para referirnos a un compañero.

Tenemos tareas pendientes que cumplir con el país y con los niños bajo nuestra formación. Una de ellas es ayudar a impulsar el cambio cultural que necesitamos. Y no lo lograremos solos, porque es mucho lo que podemos impulsar si lo hacemos en equipo.

Una forma para que la sociedad asuma el papel central que le corresponde. Invito, por lo tanto, a la comunidad educativa a que el próximo 30 de agosto, a las 12:00 del día, en cada una de nuestras instituciones, nos unamos en una masiva oración por la paz, que cada uno entreguemos un pequeño mensaje a aquel de quien un conflicto nos separó y a que nos demos un abrazo profundo de reconciliación.

Invito a los profesores a que, previa conformación de un comité organizador, definamos en dónde se escribirán los mensajes, cómo se repartirán, en qué lugar se reunirá la comunidad y qué pasará en la ceremonia simbólica, que debería incluir expresiones artísticas.

Hemos firmado unos acuerdos, pero la paz verdadera la construiremos transformando la cultura, para lo cual es condición que entre todos cambiemos el odio por la reconciliación. ¡La educación es el camino a la paz! Ustedes y yo lo hemos sabido desde siempre.

Fuente: http://www.semana.com/educacion/articulo/educacion-para-la-paz-en-colombia/537415

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Escuelas que (se) transforman

09 de agosto de 2017 / Fuente: https://compartirpalabramaestra.org

Por: Julián de Zubiría

Pese a que han cambiado las maneras de enseñar y evaluar, las innovaciones tienen una trascendencia en escenarios más amplios relativamente baja. 

«Las experiencias innovadoras específicas, al desequilibrar la rutina del sistema educativo e introducir elementos conflictivos, van corriendo permanentemente el límite de lo posible.» Inés Aguerrondo

Con estas palabras, Inés Aguerrondo, investigadora argentina, invita a sus seguidores a reflexionar sobre la naturaleza de las innovaciones educativas. Innovar es repensar la estructura y el sentido de la escuela. Innovar es iniciar un viaje hacia un destino varias veces pensado, pero sin que tener la certeza ni la claridad de cuál será el camino que se va a recorrer. Al fin y al cabo, nadie lo ha recorrido de manera previa. Los innovadores suelen ser rebeldes, idealistas, arriesgados, creativos y poco normativos. Están inconformes con el orden de cosas que se vive en las escuelas. Por eso, quieren transformarlas, luchan por el cambio y convocan a las comunidades a que los acompañen en su intento. Sin duda, las innovaciones deberían ser la antesala de las reformas educativas. Sin embargo, hasta el momento, no ha sido así.

Pese a que han cambiado las maneras de enseñar y evaluar, y a que se han consolidado con el paso del tiempo, las innovaciones tienen una trascendencia en escenarios más amplios relativamente baja. Aun así, corren con suerte, porque la mayor parte de las transformaciones desaparecen en el camino. Se las traga no la selva sino la tradición. Según Reich (1993), 95% de las innovaciones no logran subsistir más allá de su quinto año.

Es necesario ayudar a los maestros de América Latina a repensar sus prácticas educativas e invitarlos a que conozcan algunas de las escuelas alternativas que desafiaron los lineamientos de los ministerios de educación y pusieron en práctica nuevos currículos y novedosos sistemas de evaluación. Una innovación necesariamente implica una ruptura, en tanto transforma de manera significativa las formas como se venía trabajando la educación en un contexto específico y en un tiempo determinado. Las innovaciones son frágiles porque desconocen las respuestas a sus preguntas novedosas y porque deben dar explicaciones a las inquietudes de los padres, estudiantes y maestros que se acercan a ellas. Por ello, sólo subsisten las que se acompañan de buen seguimiento y de programas de investigación que les permitan evaluar sus impactos y reorientar sus estrategias. Transformar esas ideas y prácticas es una de las tareas más complejas que tienen que llevar a cabo quienes se la juegan por las innovaciones. Por ello, sin formación constante y sin consolidar la comunidad educativa es imposible que subsista una innovación.

Llegó el momento de conocer el camino que de tiempo atrás han explorado y puesto a prueba innovadores que desafiaron las normas y el destino. Aquí están las ideas y prácticas alternativas de algunas de las voces más innovadoras en América Latina. Conocer sus principios, estrategias y maneras de entender la educación puede ser algo que ayude a impulsar el cambio que demanda la educación en América Latina. Por esta razón, la Revista Internacional Magisterio ha invitado a algunos innovadores de América Latina y les ha pedido que caractericen en unas pocas líneas los procesos transformadores que han puesto en práctica en sus países.

Lea el contenido original en este enlace.

Fuente artículo: https://compartirpalabramaestra.org/alianza-editorial-magisterio-fundacion-compartir-columnas/escuelas-que-se-transforman

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El contexto: un principio infaltable en la planeación curricular

26 de julio de 2017 / Fuente: https://compartirpalabramaestra.org

Por: Julián de Zubiría

Como proceso social y cultural que es, la educación tiene que adecuarse al medio y a la cultura, y por ello se diferencia según contextos, épocas y culturas.

Fragmento tomado de: Cómo diseñar un currículo por competencias. Julián de Zubría. Editorial Magisterio – Biblioteca de la Rectoría, 2016: http://www.magisterio.com.co/libro/como-disenar-un-curriculo-por-competencias

Una inteligencia incapaz de encarar el contexto y el complejo global se vuelve ciega, inconsciente e irresponsable. E. Morin

La pregunta “¿A quién enseñamos?” tiene que ver con la caracterización del contexto sociocultural en el que se desenvuelve la sociedad en un momento histórico y un espacio determinado. Y de allí que, cuando se quiere delimitar el diseño curricular, es necesario caracterizar el contexto histórico, cultural, social, institucional y personal de cada uno de los estudiantes bajo nuestra responsabilidad.

Este principio se sustenta en otro más general derivado de los enfoques socio-culturales, y el cual fue formulado con profundidad por Vigostky, Wallon y Merani: somos seres histórica y culturalmente determinados. De allí que cuando delimitemos el currículo se hace necesario precisar en qué contexto lo haremos. Somos seres sociales, históricos y culturales, y por eso necesitamos enraizarnos en el tiempo, el espacio y la cultura.

El contexto es así, la caracterización de las condiciones, las costumbres, los valores y las ideas de una cultura en una época y en un espacio determinado. Tiempo, cultura y espacio se entrecruzan para darle una caracterización determinada a las maneras de pensar, sentir y actuar de un grupo humano y un individuo en particular.

El papel procultural, contracultural e intercultural del currículo

Como proceso social y cultural que es, la educación tiene que adecuarse al medio y a la cultura. Y por ello se diferencia según contextos, épocas y culturas. Así, los propósitos tienen que tener en cuenta las características individuales y sociales de los niños en formación, para que les sean útiles a ellos y a las sociedades en las que están siendo formados, y según las condiciones y necesidades de los tiempos y las culturas en que se desenvuelven. Los contenidos tienen que consultar la época, el espacio y la cultura, para que sean pertinentes individual, social e históricamente. Tienen que aportarle a su desarrollo y a su consolidación. Y por ello, el currículo tiene que tener un papel procultural, contracultural e intercultural. En sus términos (Andrade, 2010: 4):

La educación y la escuela constituyen una posibilidad de realizar una reforma del pensamiento y de la cultura, lo que les confiere un carácter contracultural, en el sentido de que es en este campo donde se cobra conciencia de las carencias, falencias e inconsecuencias de la sociedad y la cultura y se intenta superarlas. Así, cuando la cultura parece privilegiar las exclusiones, aparecerá la escuela para contrarrestar esa tendencia y promover la inclusión; cuando la cultura parece privilegiar una sola dimensión del ser humano, aparecerá la escuela para recuperar las dimensiones excluidas o atrofiadas y establecer el equilibrio entre ellas (…)

No obstante, la educación y la escuela también han de reconocer la riqueza de la cultura, los factores que en ella se cultivan para la supervivencia y trascendencia de la especie, los conocimientos, actitudes y prácticas, que hacen de ella el capital humano fundamental. Frente a nuestro patrimonio cultural común y planetario, la educación necesariamente tiene que cumplir un papel procultural e intercultural. De esta manera, su carácter ha de ser, a la vez, reformador, revolucionario, y conservador.

Según este principio, todas las áreas al seleccionar los propósitos y contenidos deben tener en cuenta las condiciones del contexto sociocultural, histórico, ambiental, institucional y personal.

Para tener en cuenta el contexto sociocultural hay que dialogar con la cultura, con sus mitos, sus ritos, sus interpretaciones, sus fantasías, sus representaciones, sus expresiones, sus valores y sus ideologías. Hay que conocerla, interpretarla, cuestionarla, relativizarla y proyectarla. De allí que no siempre el papel de la escuela sea procultural, pero siempre debe ser cultural.

Hay que saber dialogar

Lo contrario sería hablar desde otra cultura sin conocer o sin comprender la naturaleza de las ideas y los valores de la cultura en la que está inmersa la escuela. Es lo que sucede cuando nos sentimos poseedores de una única verdad. Es lo que sucede cuando desconocemos maneras, formas, valores y religiones diversas a las nuestras. Es lo que le sucedió a España cuando casi desaparece las diversas culturas milenarias que habían desarrollado las, religiones, mitos y ciencias diferentes a las desarrolladas en Europa para el siglo XV. Es lo que les sucede a los que creen que hay una sola dirección y un solo sentido en la historia y que por ello se sienten con derecho a pisotear las culturas que se distancien de ese horizonte.

Por ello, Hitler se sintió con el derecho de eliminar una raza diferente a la suya. Por eso, hoy en Francia se prohíbe el uso de la burka en las calles a las mujeres árabes, para enseñarles a los musulmanes que sólo serán recibidas en las calles de París quienes piensen y valoren como lo hacen los católicos y occidentales. Es la lógica del pensamiento único y hegemónico. Es la lógica de la ausencia de libertad y del irrespeto a la diferencia. Por ello es impactante lo poco que conocemos en Occidente de las culturas orientales y lo muy poco que ha sido enseñado de ellas. Sirva de ejemplo cómo alguna de las construcciones más importantes y cómo los rasgos y características esenciales de las culturas que las llevaron a cabo, son totalmente desconocidas para nosotros en occidente. Angkor Wat, por ejemplo, está considerada como la mayor estructura religiosa jamás construida y uno de los tesoros arqueológicos más importantes del mundo. Abarca una extensión de 200 km² y llegó a ser la ciudad más poblada del mundo en la época del Renacimiento. A pesar de ello, en Occidente desconocemos por completo la cultura Jemer y la naturaleza y la simbología que utilizaron para representar el cielo en la Tierra.

Dar cabida a todos

Desde una postura claramente contraria, han aparecido aun en las huestes del cristianismo, éticas cuyo principio esencial ha sido el del respeto a la tolerancia y la diferencia. Es así como el teórico inglés Engelhardt (1995) se ha propuesto construir una ética secular para una sociedad postmoderna y politeísta.

Para Engelhardt (1995), las sociedades actuales son politeístas. Ha muerto Dios, ya que no todos lo aceptan y quienes lo hacen, no lo aceptan de la misma manera. Es por ello que coexisten comunidades que expresan y mantienen diferentes creencias, ideologías y sentimientos. En este contexto, no son viables las ciudades organizadas  a la manera de la polis en Grecia, o como lo fueron las culturas occidentales bajo el predominio que alcanzó el cristianismo durante siglos. Tampoco ahora es viable una moralidad basada en la razón. La modernidad que lo intentó, fracasó. En las sociedades actuales coexisten diversas comunidades, cada una con una determinada visión del bien y del mal.

Éste es el contexto que ha permitido que surjan sociedades pluralistas seculares. Sociedades que no tienen una misma visión del bien ni del mal. Son sociedades politeístas y plurales moral y éticamente. Descartada la razón y aceptado el politeísmo, la ética secular sin contenidos debe permitir la convivencia pacífica entre extraños morales. Pero esta no es una ética cognitivista, ya que la verdad es relativa y por tanto ésta no sería aceptada por todos los individuos de una misma comunidad. Dado que lo bueno es subjetivo a los individuos y los grupos humanos, los criterios morales necesariamente están enmarcados en contextos sociales e históricos. La nueva fuente de autoridad moral es la sociedad.

Contexto y aprendizaje

De diversas maneras, Ausubel reivindica el papel del contexto. De un lado le da una original aplicación didáctica cuando concluye que hay que reiterar las ideas, pero cambiando los contextos. Y de otro, cuando retoma las investigaciones que evidencian el papel activo de la contextualización en el aprendizaje. En una de ellas muestra cómo según Boon y Davies en 1993 encontraron que ofrecer al estudiante información contextual adicional, como, por ejemplo, los datos biográficos de los personajes implicados, ayuda a fortalecer el recuerdo del aprendizaje adquirido. En otra, destaca que Hull en 1920 concluyó que el abordar un mismo concepto en múltiples contextos y con diversas representaciones gráficas era más eficaz para la generalización que un trabajo con una experiencia intensiva y con unas pocas formas de representación utilizadas (Ausubel, 2002: 192 y 272). En sus propios términos (Ausubel, 2002: 21):

La repetición de una idea en múltiples contextos la consolida más en la memoria que múltiples repeticiones de la misma en el mismo contexto.

La necesidad de vincular todo contenido al contexto es captada de manera brillante y creativa por los teóricos de la autopoiesis. Varela (2002: 224) afirma al respecto:

Siempre operamos en la inmediatez de una situación dada. Nuestro mundo vivido está tan a la mano que no tenemos un control deliberado acerca de lo que es y de cómo lo habitamos. Cuando nos sentamos a la mesa a comer con un amigo o un pariente, el complejo know-how que implica el manejo de los utensilios, las posturas corporales y las pausas en la conversación están todas presentes sin que  exista deliberación (…) Terminamos de almorzar, regresamos a la oficina y habitamos una nueva disposición con un modo diferente de hablar, un tono postural diferente y diferentes evaluaciones. Tenemos una disposición a la acción propia de cada situación específica que vivimos.

Implicaciones

Tener en cuenta el contexto a nivel institucional implica que al pensar y caracterizar los propósitos y los contenidos se tengan en cuenta los fines señalados en el PEI de cada una de las instituciones. Implica pensar el currículo desde el contexto de la institucionalidad de la escuela. Implica que no es lo mismo caracterizar un currículo para una institución de una naturaleza, una propuesta pedagógica y un PEI, que la caracterización curricular que pueda hacer otra institución con otra naturaleza jurídica, otra propuesta pedagógica y otro PEI. Implica reconocer la incidencia del PEI en el diseño curricular.

A nivel personal, deberá tenerse en cuenta el nivel de desarrollo actualmente alcanzado a nivel cognitivo, valorativo y comunicativo por los estudiantes de cada uno de los grupos. De allí que toda área deba realizar diagnósticos que les permitan comprender el nivel alcanzado por cada curso en cada una de las dimensiones señaladas (aspecto que relaciona el currículo con la evaluación y particularmente con la evaluación realizada con fines diagnósticos). Enseñar sin tener en cuenta el contexto implicaría desconocer las necesidades de los niños, los medios y los contextos en los que se desarrolla el proceso educativo. Implicaría negar el carácter histórico, cultural y social de la educación. Enseñar lo mismo exactamente a individuos diferentes implicaría desconocer dichas diferencias y la individualidad de cada uno.

Así mismo, enseñar lo mismo en épocas diversas es desconocer las diferencias históricas; y enseñar lo mismo en contextos diversos implica desconocer las diferencias contextuales. Y todo ello en su conjunto implica desconocer nuestra naturaleza cultural, social y contextual, como seres humanos que somos.

Dado lo anterior, sería equivocado que en el trabajo educativo a realizar en una zona geográfca determinada no se incluyeran las características, las necesidades, las identidades, las tensiones, las expectativas y los intereses de los estudiantes de la zona, de su cultura y de sus contextos sociales.

En consecuencia, es necesario caracterizar el desarrollo, las necesidades, los problemas y los intereses de los estudiantes, las instituciones, sus familias y los barrios y las ciudades en los que se desenvuelve su desarrollo. Y todo ello, enmarcado en una época y una cultura determinada. En consecuencia, los docentes de universidades y colegios deben realizar diagnósticos que les permitan comprender el nivel alcanzado por cada curso y cada estudiante en cada una de las dimensiones señaladas (aspecto que relaciona el currículo con la evaluación y particularmente con la evaluación diagnóstica). Sólo teniendo en cuenta estos diagnósticos, podemos decir que incorporamos el contexto personal. En este sentido, tiene toda la razón el enfoque de enseñanza para la comprensión cuando formula una evaluación diagnóstica continua asociada a la retroalimentación constante y a ofrecer a los estudiantes criterios y oportunidades para reflexionar a lo largo de la secuencia de la enseñanza (Blythe et al, 1999: 48).

Referencias

ANDRADE, G. (2010). “Los roles culturales de la escuela”. Ponencia presentada en el Festival Vivamérica, celebrado en Barranquilla en octubre de 2010.

AUSUBEL, D. (2002). Adquisición y retención del conocimiento. Una perspectiva cognitiva. Buenos Aires: Editorial Paidós.

ENGELHARDT, H. T. (1995). Los fundamentos de la ética.  Madrid: Paidós.

VARELA, F. (2002). El fenómeno de la vida. Santiago de Chile: Océano.Varios. El concepto de competencia. Una mirada interdisciplinar. Dos tomos. Bogotá: Ediciones Alejandría.

Fragemento tomado de: Cómo diseñar un currículo por competencias. Julián de Zubría. Editorial Magisterio – Biblioteca de la Rectoría, 2016: http://www.magisterio.com.co/libro/como-disenar-un-curriculo-por-competencias

Fuente artículo: https://compartirpalabramaestra.org/alianza-editorial-magisterio-fundacion-compartir-columnas/el-contexto-un-principio-infaltable-en-la

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La estigmatización de la universidad pública

Por: Julián de Zubiría

Las instituciones de educación superior que no son privadas son esenciales en la consolidación de la democracia. La sociedad no debe permitir que se sigan estigmatizando, como viene sucediendo en Colombia.

En días pasados, los dos principales medios de comunicación del país incluyeron en sus titulares a la Universidad Nacional, en tanto algunos de los sindicados de los actos de terrorismo del Centro Comercial Andino resultaron ser egresados de dicho centro educativo. Subsisten serias dudas sobre este proceso, pero tendrán que ser los jueces quienes tomen las decisiones y no unos medios que no deberían conocerlos, ni una población que carece de elementos para juzgar, a no ser por los divulgados previamente por los mismos medios masivos. La democracia se debilita cuando quien juzga carece de conocimiento o cuando al juzgado no se le garantiza el debido proceso.

Andrés Salazar, representante de estudiantes ante el Consejo Superior de la Nacional, comentó en radio que, el día del examen de admisión, su mamá se había quedado rezando porque temía que si ingresaba “se lo iban a volver un tirapiedra o guerrillero”, prejuicios que suelen ser más comunes de lo que se piensa. De manera irresponsable y amarillista, estas descalificaciones se divulgan, una y otra vez, en algunos de los principales medios de comunicación del país. Sin embargo, si se analizan con cuidado, quedan desmentidos por completo.

En la Universidad Nacional han estudiado algunos de los más grandes empresarios del país, como Ardila Lülle, Luis Carlos Sarmiento o Nicanor Restrepo. También lo han hecho científicos del nivel de Manuel Elkin Patarroyo o Salomón Hakim; grandes artistas como Salmona o filósofos como Antanas Mockus, entre muchos otros. La lista sería interminable.

También resulta interesante saber que algunos de los más importantes líderes de la derecha colombiana han sido formados en las universidades públicas del país. Entre ellos, Álvaro Uribe, quien se graduó en Derecho de la Universidad de Antioquia, o Laureano Gómez, egresado de Ingeniería de la Nacional. La explicación es en extremo sencilla: la Nacional tiene 50.000 estudiantes de pregrado, otros 10.000 en postgrado y más de 100.000 egresados. En ese gigantesco grupo de personas está representado todo el país político, religioso y regional. Por ello, no debe extrañar que se exprese una gama muy diversa de ideologías y creencias. En contra de lo que piensa una amplia parte de la población, eso habla muy bien del carácter democrático y libre de la formación que de tiempo atrás se ha desarrollado en sus aulas.

Lo que sucede es que en un país que tiene tan baja calidad en su educación es muy frecuente que la gran mayoría de la población nunca llegue a leer ni a pensar de manera crítica. Como no lo hace, su mente es presa fácil de maniqueísmos y prejuicios.  Como los niños, una amplia parte del país tiende a pensar en “blanco y negro”; y a dividir el mundo entre “buenos” y “malos”. Conserva una visión única y elemental de las cosas. Y en esa historia “única”, los estudiantes de la Universidad Nacional son vistos como “tirapiedras”, de “izquierda” y “terroristas”. La realidad es rica en colores, matices, tensiones y contradicciones; pero esa diversidad sólo se valora con formación de alta calidad. Sin ella, no son visibles ni la complejidad, ni las contradicciones. En consecuencia, es esencial comprender que la educación de calidad es una condición sine qua non para consolidar la democracia, la tolerancia y la pluralidad en Colombia.

La desvalorización de las universidades públicas es impulsada por los grupos de interés que vienen cambiando soterradamente el modelo de financiación en la educación superior. Ya no queda duda de que hay sectores interesados en entregarle los recursos públicos a las universidades privadas. El problema es que quienes piensan así tienen mucho poder y por ello han podido diseñar estrategias para que los dineros no se trasladen hacia la educación pública.

 Cuando se les pone a elegir a los jóvenes, ellos tenderán a optar por las privadas. De un lado, porque saben que si acceden a ellas, su salario futuro será mejor; y del otro, porque también reciben de los medios una imagen por completo desdibujada de las universidades públicas. Para lograrlo, los interesados han desarrollado una agresiva campaña en contra de la educación pública. Por eso, cuando se refieren a la Nacional, hablan de las pedreas, de los paros y de semestres que se “pierden” o “atrasan”; en cambio, guardan silencio cuando se trata de sus invaluables aportes a la investigación, la ciencia, el arte, la paz o la cultura.

Sin duda alguna, la Nacional es la mejor ranqueada en investigación y la que más aporta a la ciencia y a la cultura del país. También aparece una y otra vez en las listas de universidades que más valor agregan a los jóvenes en lectura crítica, pensamiento, razonamiento numérico y competencias ciudadanas.

Sin embargo, en un momento dado del 2016, y según informaba el exrector de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, José Fernando Isaza, el 73% del gabinete del Presidente Santos había egresado de una sola universidad. En las democracias es esencial la valoración y el reconocimiento de las diferencias. Por ello, es equivocado que una sola universidad esté sobrerrepresentada en el poder.  Sea cual sea dicha universidad. Obviamente, no era la Nacional, la cual no ha tenido a uno solo de sus egresados en los más altos cargos del gobierno en el cuatrienio anterior.

Hay que denunciar la estigmatización de las universidades públicas, pero hacer lo mismo con las privadas es parte del problema, no de la solución. Hay universidades, públicas y privadas, de muy baja calidad, las cuales tendremos que transformar por completo. Hoy los jóvenes no solo tienen derecho a la educación; lo tienen a una educación de alta calidad que les garantice a ellos y al país el desarrollo integral y sostenible. Bienvenidas las universidades privadas de calidad. Ellas contribuyen significativamente al desarrollo individual y colectivo. Lo único, es que deben gestionar sus propios recursos; no deben crecer a costa de quitarles recursos y estudiantes a las universidades públicas.

Los que quieren acabar la universidad pública están debilitando nuestra frágil democracia. La estigmatización y el ahogo financiero son parte de dicha estrategia. Lo que necesitamos es fortalecerlas pedagógica y financieramente para consolidar la calidad y defender el derecho a estudiar de toda la población, independientemente de su condición socioeconómica de origen. Invito a los estudiantes y a los demócratas a que luchemos para que cada día sean más fuertes. Las democracias necesitan la universidad pública para garantizar la movilidad social. Para que la gente llegue lejos, gracias al esfuerzo y dedicación personal y no a la cuna en la que nació. Eso, en últimas, es la democracia.

Fuente: http://www.semana.com/educacion/articulo/univerisdad-nacional-estigmatizacion-de-las-universidades-publicas-en-colombia/532873

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El principal error en el acuerdo entre Fecode y el gobierno

Por: Julián de Zubiría

Después del paro de maestros, diferentes acuerdos surgieron entre las partes para mejorar la educación en el país. Sin embargo, la propuesta de llevar a los niños menores de 5 años a los “colegios oficiales grandes” resulta perjudicial para su desarrollo.

Tras 37 días de negociaciones, culminó el paro del magisterio. En términos generales es una excelente noticia para el país, ya que contamos ahora con más mecanismos para fortalecer la educación y dignificar la profesión docente. Gracias al acuerdo, se crea una Comisión para reformar el Sistema General de Participaciones (SGP), lo que debería permitir contar con mayores recursos para infraestructura escolar, la ampliación de la jornada, culminar la nivelación salarial de los docentes y resolver el tema de las primas extralegales que se usaron en las regiones para compensar los bajos salarios históricos.

Tenía toda la razón el ex presidente Mujica cuando declaraba: “Vamos a invertir primero en educación, segundo en educación, tercero en educación. Un pueblo educado tiene las mejores opciones en la vida y es muy difícil que lo engañen los corruptos y mentirosos”. En Colombia, la baja calidad educativa es uno de los elementos esenciales para entender la subsistencia de la corrupción, el engaño y la manipulación que siguen carcomiendo la vida política nacional.

Un estudio de la Fundación Compartir estimó en 2013 que los salarios de los docentes estaban, en promedio, 18% por debajo de los que devengaban otros servidores públicos con el mismo nivel de formación y antigüedad. Hasta el momento se ha convenido una nivelación salarial del 12%, la cual culminará en el año 2019; pero seguiría pendiente un 6% para los años 2020 y 2021, lo cual sólo es posible con una reforma al SGP. También es muy positiva la creación de una bonificación anual a los docentes, la que crecerá hasta llegar al 15% en 2020.

Es igualmente positivo que se garantice el derecho a la educación inicial desde los 3 años, tal como fue establecido en la Ley General de Educación hace 23 años, pero que solo se cumple para el grado cero o inicial. Se prevé abrir los primeros grados de jardín en el 2022 y los de prejardín dos años después. Aun así, la manera que se acordó dar cumplimiento a este derecho evidencia poca comprensión pedagógica sobre el proceso de formación que requieren los niños pequeños. Por ello, en esta nota argumentaré por qué es un acuerdo que, en este aspecto, tendremos que reestructurar.

Múltiples estudios en el mundo han revelado la importancia que tiene para el desarrollo de los niños recibir una educación inicial de calidad. Se calcula que por cada dólar invertido en educación inicial retornan 17 en el largo plazo, lo cual no es de extrañar si se tiene en cuenta que esos niños disminuyen significativamente la reprobación de año y la deserción escolar.

La educación inicial es esencial para que el niño capte los matices, grados y “colores” que tiene lo real, lo cual no puede hacer por sí solo. Es fundamental para cualificar sus clasificaciones y fortalecer las nociones espacio-temporales que consolidarán su pensamiento. También le facilita el aprendizaje de la escritura y su comprensión lectora gracias al trabajo que se hace en los “jardines” a nivel de motricidad fina y gruesa y lo que se adelanta en vocabulario. Precisamente por eso, las Pruebas Pisa estiman que los niños de 15 años que tuvieron educación inicial alcanzan, en promedio, 32 puntos superiores en matemáticas y en lenguaje, frente a quienes no ingresaron a la educación “preescolar”.

A nivel emocional, la educación inicial es determinante para brindar seguridad y fortalecer la comprensión del otro y la convivencia sana y tolerante entre compañeros. Un niño que recibe el acompañamiento y la mediación desde sus primeros años es más equilibrado emocionalmente, más sensible y más tranquilo.

 Por eso es tan grave que la mayoría de los niños que no van a la escuela en edades iniciales pertenezca a los estratos más bajos de la población. En los grandes centros urbanos, pese a la gratuidad del servicio integral, la oferta privada sigue cubriendo la mayoría de los niños en estas edades y, pese a la alta calidad observada en algunos centros infantiles privados, sigue siendo frecuente el “jardín” de barrio que funciona en un garaje, ofreciendo “guarderías” para los niños de estratos medios, pero con muy poco impacto en su desarrollo integral.

Garantizar los tres años de educación inicial que estableció la Ley General de Educación sin reparo de estrato, género ni región es una de las mejores maneras de acrecentar la democracia, disminuir la inequidad y mejorar la calidad de la educación en Colombia.

Sin embargo, el acuerdo entre Fecode y el Ministerio, estableció algo especialmente grave para los niños: Que los jardines estarán integrados a los “colegios oficiales del país”. Con seguridad, ni los hijos de los directivos de Fecode ni de los funcionarios del MEN van a asistir a dichos centros escolares; de lo contrario, no habrían tomado una decisión tan perjudicial para el desarrollo de niños de 3 a 5 años. Estos requieren un espacio propio que les garantice seguridad, un currículo flexible acorde a su nivel de desarrollo y un trabajo en las diversas dimensiones humanas, algo de lo cual, tienden a carecer los “colegios oficiales del país”.

Necesitamos maestras y directoras concentradas en jalonar su desarrollo integral, que garanticen un seguimiento constante y que lleven a cabo un trabajo conjunto con los padres de familia para fortalecer el desarrollo. Por ello, sin duda, se equivocaron Fecode y el MEN. Lo que necesitamos es crear una oferta educativa amplia, diversa, pertinente y de calidad que brinde atención integral a la primera infancia, que respete las condiciones de desarrollo de los niños, así como la diversidad geográfica y cultural del país. Es necesario que los niños a esta edad se acerquen al arte, que exploren y jueguen —en especial juegos de roles que jalonen su proceso de descentralización social—. Esta es la actividad rectora que deberían realizar los niños menores, y los colegios oficiales no cuentan con las condiciones para impulsarla.

A Fecode podríamos decirle algo análogo a lo que ellos dicen de la Jornada única: “Educación inicial sí, pero no así”. No es de extrañar que un sindicato que se ha concentrado en las últimas dos décadas en reivindicar lo gremial acierte al pensar arreglos económicos para la educación, pero se equivoque al pensar las soluciones que se requieren para transformar la calidad de la educación del país.

La tarea que tendremos entre todos es fortalecer la educación de niños menores en los nuevos y diversos centros que habrá que crear para brindarles los espacios, los proyectos, los currículos flexibles, las actividades, el trabajo con los padres, las maestras, las directoras y la formación que ellos requieren para impulsar su desarrollo integral.

De antemano, aseguro que, aunque he sido fuerte defensor de la educación oficial, aspiro a que ninguno de mis nietos llegue a los actuales colegios oficiales “grandes” a los tres años, porque sé que, a esa edad, no sería lo más conveniente para su desarrollo integral.

Fuente: http://www.semana.com/educacion/articulo/el-principal-error-del-acuerdo-entre-profesores-y-gobierno/529388

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La guerra abierta contra la educación pública

Por: Julián de Zubiría

“Un país que destruye la escuela pública no lo hace nunca por dinero, porque falten recursos o su costo sea excesivo. Un país que desmonta la educación, las artes o las culturas está ya gobernado por aquellos que sólo tienen algo que perder con la difusión del saber”. Con estas palabras, la filósofa italiana Gabriella Giudici caracteriza la guerra que, de tiempo atrás, se libra en algunos países del mundo contra la educación pública.

En Estados Unidos esta batalla va contra todo el legado de Obama en materia social. Recientemente echaron para atrás sus logros en salud y ahora van por el derecho a la educación. Para lograrlo, Donald Trump nombró como secretaria de la cartera educativa a Betsy Devos, quien afirma que la educación pública es «un sistema hermético, una industria resistente al cambio, un mercado cerrado […] un monopolio, un callejón sin salida». Por ello, propone tomar los recursos que se destinan a este fin y trasladarlos a entidades religiosas y con ánimo de lucro para la prestación del servicio.

En Colombia no hemos llegado tan lejos, aunque vamos en la misma dirección. Una y otra vez se dice que las universidades públicas son centros de formación de guerrilleros y desadaptados. Aunque a quienes quieren descalificarlas los contradicen los resultados en SABER Pro, en las evaluaciones internacionales y los estudios de valor agregado y en investigación, ellos no paran de reiterar que son costosas, de baja calidad y que sus profesores ganan demasiado y trabajan poco. La educación pública está sujeta a una guerra mediática de desprestigio y a una guerra económica que la estrangula financieramente.

Recientemente, Rodrigo Lloreda, ex ministro de Educación, declaraba que “el deber del Estado no es sostener universidades sino garantizarles a los colombianos, en razón al mérito, acceso a la mejor educación oficial o privada”. Al decirlo, desconoce que la educación es un derecho y que el deber del Estado es garantizarlo no sólo a los que tienen “más mérito”. Como puede verse, algunos ven la educación como un servicio o una mercancía. Por el contrario, en las democracias verdaderas, la educación es un derecho que el Estado debe garantizar.

El problema financiero de las universidades públicas es estructural y creciente porque sus ingresos crecen a un ritmo menor que sus gastos. Esto es así porque la Ley 30 de 1992 estableció transferencias anuales incrementadas con bases en el IPC, en tanto sus gastos lo hacen a un ritmo superior: los estudiantes se multiplican, los docentes tienen cada vez más títulos e investigaciones y la población en posgrados viene en aumento. La Nacional, por ejemplo, tiene un 18 % de estudiantes en maestría, lo que cuesta, en promedio, tres veces más que un joven matriculado en pregrado. También tiene el 91 % de sus profesores con maestría y doctorado, lo que le genera pagos mayores por su salario.

En el 2012 se trató de incluir como política de Estado el ánimo de lucro en la educación superior colombiana, supuestamente para mejorar cobertura y calidad. La MANE (Mesa Amplia Nacional Estudiantil) la derrotó en las calles. ¿Se quedará quieta ahora que retorna la privatización disfrazada con el programa Ser Pilo?

El programa SPP es la expresión en Colombia del subsidio a la demandacreado por Milton Friedman como estrategia para pasar el sistema educativo a manos privadas. Aun así, somos el único país del mundo en el que la cofinanciación en los programas de subsidio a la demanda es nula. Es decir, el Estado paga el 100 % del valor de la matrícula de los “pilos” y las universidades más costosas apenas asumen unos pocos almuerzos. En este contexto, de los recursos públicos, el 98 % en el 2015 y el 94 % en 2016 y 2017, han ido a parar a manos de las instituciones de educación superior más costosas para atender a los 30.500 “pilos” seleccionados hasta el momento.

A esto hay que añadir que los recursos del impuesto a la renta para la equidad, conocidos como CREE, y los dineros recaudados en la reciente reforma tributaria adquiridos con el incremento en el IVA se están destinando a financiar el programa SPP, el cual el gobierno quiere convertir en política pública. Si se hace sin reestructuración, cerca de un billón de pesos del Estado se comenzarán a trasladar anualmente, a partir de 2018, hacia las universidades privadas más costosas del país.

Lo que está en juego no es un programa particular, sino la manera como el país garantizará el derecho a la educación de las próximas generaciones. En Chile, Bachelet se comprometió a la gratuidad en la educación universitaria para el 50 % de los jóvenes de familias de menores recursos. Ahora que ya lo cumplió, va por el 60 % en el 2018. En Argentina, la educación superior pública es gratuita desde hace tiempo. En Colombia hemos armado la más grande campaña publicitaria para un pequeño y costoso programa que atiende al 2 % de los graduados anualmente de la educación media.

Con muy pocas excepciones, la mejor educación en el mundo la tienen los colegios y universidades públicas. Pública es la educación de los países que acaparan los mejores resultados en las pruebas PISA como Finlandia, China, Canadá o Corea. Los países del norte de Europa saben que una educación pública de calidad es la mejor inversión posible para consolidar la democracia y el desarrollo de una sociedad.

De otro lado, y como todos hemos visto nuevamente en días recientes, en múltiples ocasiones Fecode ha salido a las calles para protestar por las pésimas condiciones salariales y de salud del magisterio. Tienen toda la razón. El trabajo educativo es agotador física y emocionalmente y las condiciones laborales siguen siendo muy precarias para compensar el esfuerzo. Por eso, el país y la sociedad entera deben apoyar su lucha, sin reservas. Sin embargo, pocas veces los docentes han salido a la calle en defensa de las transformaciones pedagógicas y curriculares necesarias que nos conduzcan a mejoras en la calidad. Pocas veces han reconocido la necesidad de replantear por completo los programas de formación inicial y permanente de los docentes para que, por fin, logremos transformar las prácticas pedagógicas. Muchos extrañamos el liderazgo que tuvo este sindicato en el Movimiento Pedagógico de los años noventa, el cual se diluyó por completo en las últimas dos décadas. Ahora la lucha por la reivindicación gremial, profundamente justa, pero es sólo una parte del problema.

¿Qué futuro le espera a un país si en el Ministerio de Educación Nacional (MEN) comienza a tomar fuerza la tesis de que es mejor debilitar la educación pública y desplazar los escasos recursos hacia subsidios en las universidades privadas? ¿Qué futuro nos depara como sociedad si el movimiento sindical del magisterio levanta exclusivamente sus reivindicaciones gremiales, dejando de lado los aspectos propiamente pedagógicos? ¿Qué perderían quienes hoy gobiernan si las nuevas generaciones alcanzaran la tolerancia, lectura y el pensamiento crítico, gracias a que fueron formados en una educación pública robusta y de muy alta calidad?

La educación pública mejoraría significativamente si los principales dirigentes del MEN, de las Secretarías de Educación y de Fecode matricularan a sus hijos en las instituciones de educación oficial, algo que la gran mayoría actualmente no hace. Ese día, todos ellos trabajarían conjuntamente para garantizar recursos, calidad e innovación para la educación pública. Como esto no se está logrando, tendremos que construir, entre todos, un amplio movimiento social y cívico en defensa de una educación pública de muy alta calidad.

Fuente: http://www.semana.com/educacion/articulo/la-crisis-de-las-universidades-publicas/528359

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¿Es los Andes una universidad pública?

Por: Julián de Zubiria

Los expertos de diferentes universidades convencieron a Gina Parody de que Ser Pilo Paga era la solución al problema de la calidad y la cobertura de la educación superior en Colombia.

Cuando Andrés Oppenheimer le preguntó a la presidenta de Finlandia cómo habían hecho para pasar de ser un país agrícola, que sólo exportaba madera, a exportadores de alta tecnología, ella le respondió de manera directa y clara: “El secreto es muy sencillo y se puede resumir en tres palabras: educación, educación y educación”. Cuando viajó a Corea, encontró una respuesta semejante que explica por qué ese país, que tenía un PIB per cápita cinco veces inferior al colombiano en 1960, hoy tiene uno cuatro veces superior al nuestro. Corea del Sur es uno de los países que más invierte en educación, ciencia e investigación.

En Colombia ha pasado exactamente lo contrario. A pesar de que hemos contado con profundos balances y recomendaciones y con dos Planes Decenales, la educación sigue careciendo de políticas de Estado, de presupuesto y de apoyo político y social. La guerra y la corrupción le quitaron los recursos. No hemos contado con grandes movilizaciones ciudadanas que exijan invertir primero en educación, segundo en educación y tercero, en educación, como han hecho los países de mayor crecimiento y desarrollo en los últimos 50 años. Hemos desaprovechado las grandes oportunidades que hemos tenido para construir la política pública de largo aliento que garantice el derecho y la calidad de la educación.

Es este el contexto en el que la exministra Gina Parody lanzó el programa Ser Pilo Paga (SPP), sin discutirlo previamente con la comunidad académica, sin un debate con investigadores, rectores, pedagogos y la sociedad como un todo; ni siquiera hacía parte de la plataforma programática del gobierno que la eligió. Sencillamente, los expertos de la Universidad de los Andes la convencieron de que esa era la solución al problema de la calidad y la cobertura de la educación superior en Colombia. Y lo hizo público con bombos y platillos, en una de las campañas publicitarias más costosas que hemos tenido en educación. Para colmo, el presidente Juan Manuel Santos, sin hacer la más mínima evaluación de su impacto, ha salido a todos los medios a decir que quiere convertir al programa en política de Estado.

¡Qué irresponsabilidad! ¿Qué pasaría, por ejemplo, si algunos miles de “pilos” abandonan las carreras que eligieron? ¿Pagarán las cifras impagables que les fueron dadas en calidad de “créditos condonables”? ¿Qué ocurriría si se encontrara que, como irresponsablemente suele pasar en Colombia, este programa no tiene reservas a futuro porque salió mucho más caro de lo previsto? ¿Es necesario recordar que, como era previsible para todos menos para sus diseñadores, los “pilos” eligieron las carreras y universidades más costosas?

Así mismo, las universidades de élite han salido a defender el programa a capa y espada. Ellas, que son las principales beneficiadas al recibir el 85% de los recursos del Estado y de los “pilos”, han aplaudido la decisión de convertir SPP en política pública, pues estamos ante un mercado potencial de 10.000 jóvenes y un billón de pesos que anualmente ingresarían a la educación superior. Las universidades aplauden sin que se conozca ni un solo estudio serio de análisis hecho por expertos independientes. ¡Qué irresponsabilidad!

Por eso estamos como estamos en educación. Los intereses particulares han impedido construir una política pública de largo aliento y de seguimiento e investigación que ayude a hacer los ajustes cuando sean indispensables. Esto pasa porque en Colombia la política pública educativa no se construye de manera transparente, ni consensuada, ni pública. No hay interlocución, como sí la hay para definir las relaciones internacionales o la política económica.

Desde hace un tiempo las principales decisiones de política educativa se están tomando en consenso con la universidad más costosa del país. Ellos, que no han tenido un solo egresado de su recién creada facultad. Ellos que no han participado en la historia de la reflexión pedagógica colombiana, ni cuentan con publicaciones en el campo, ni han impulsado innovaciones, ni construido equipos de investigación pedagógica. Ellos están incidiendo en las principales decisiones de política pública educativa. Por ello no es raro que hayan diseñado Ser Pilo Paga y los Derechos Básicos de Aprendizaje, dos de los mayores errores en política pública educativa en las últimas décadas.

En estas circunstancias el rector de los Andes, Pablo Navas, salió a decir que, a pesar de ser la universidad más costosa y en la que se ha educado parte de la élite de este país, en realidad era la más “pública” de todas. (Tal vez le entendimos mal y lo que quiso decir fue que era la universidad que más incide en la política pública. Y en eso sí tendría toda la razón). Basó su argumento en que el 35% de los nuevos estudiantes reciben créditos condonables por el Programa SPP y que es la tercera universidad por número de estudiantes “pilos” recibidos (1.869), pero la que más dinero recibe por ellos. La pregunta es si eso la convierte en una universidad pública.

Los Andes es una excelente universidad. En las pruebas Saber Pro suele obtener uno de los mejores resultados y lo mismo puede decirse de la calidad de la formación brindada. También alcanza el cuarto lugar entre las universidades que más grupos de investigación tienen registrados ante Colciencias. Aun así, decir que es la mejor es claramente equivocado, ya que no existe manera para validar dicha información, salvo las pruebas Saber Pro que tienen en cuenta tan solo algunas pocas de las competencias esenciales en la vida. Para evaluar una universidad habría que considerar muchas y más diversas variables: valor agregado, aporte a la sociedad, innovación, liderazgo, formación ética, convivencia, cultura ciudadana; pero muy especialmente, sus egresados.

No debería haber duda de que es equivocado que los “pilos” se desplacen desde municipios lejanos hasta las grandes capitales; es inequitativo que mientras las universidades públicas se caen a pedazos, los Andes, la Javeriana y la Salle concentren a la mayoría de ellos. Pero lo inaudito es que debido a que están tomando el dinero público y algunos de los mejores alumnos de condiciones socioeconómicas muy bajas, ahora se declaren “públicas”.

En Colombia hay una guerra contra la educación pública: una guerra de recursos y una guerra mediática. En múltiples medios de comunicación se dice una y otra vez que la educación pública es “costosa y mala”, que los egresados se vuelven guerrilleros, que los jóvenes viven echando piedra y haciendo paros. También hay una guerra económica que se expresa en que el Estado tiene una deuda pendiente de 11,5 billones de pesos con la educación pública.

Es cierto que en las públicas de verdad es débil la evaluación de docentes y procesos; también lo es que los politiqueros tienen injerencia indebida en algunas regiones. Pero, contrario a lo que se dice, las públicas agregan más valor que las privadas según recientes estudios del Banco de la República. Eso quiere decir que impactan en mayor medida el desarrollo del pensamiento, la convivencia y la lectura, de lo que hacen las privadas. Contrario a lo que se dice, las tres universidades con más grupos de investigación reconocidos por Colciencias son la Nacional, la de Antioquia y la del Valle. Contrario a lo que se dice, en las últimas pruebas Saber Pro de 2017, la Nacional ocupó el primer lugar en seis de los diez programas evaluados. Contrario a lo que se dice, los grupos de matoneo virtual han tomado más fuerza en algunas universidades de élite que en las universidades públicas.

La mejor educación en el mundo la tienen los colegios y universidades públicas. Pública es la educación en Finlandia, como también lo es en China o en Corea del Sur. Todos los países del norte de Europa saben que una educación pública de calidad es la mejor inversión posible para consolidar el desarrollo integral y sostenible de una sociedad. Ellos aprendieron que la única opción para consolidar la democracia es fortalecer la educación pública de calidad. Por ello, invierten en ella; y al hacerlo, construyen un futuro integral y sostenido para todos.

Las universidades privadas certificadas han cumplido un excelente papel en la formación de profesionales en el país, pero no deben quitarles los recursos ni los alumnos a las públicas. Lo que tenemos que hacer es consolidar nuevas universidades regionales, como recientemente hizo Ecuador. Universidades que deben estar alejadas de los políticos regionales como garantía de calidad y deben atender a la población, sin tener que trasladarla hasta las grandes ciudades, cambiando con ello de manera radical y equivocada su contexto y sus formas de vida. Sólo así la inversión en educación se articulará a mediano plazo a los procesos de desarrollo regional. Para consolidar la paz, hay que fortalecer las regiones y la educación pública. Si reestructuramos programas como Ser Pilo Paga, podemos a ayudar a consolidarla.

Recientemente el presidente prometió equiparar los “pilos” en las públicas y las privadas. ¿Desde cuándo la política pública consiste en “equiparar” el apoyo a los dos tipos de universidades? La sociedad debe exigir que, sin excepción vayan a las públicas los próximos 10.000 “pilos”. Al hacerlo, aprovecharemos este programa para fortalecer y no para debilitar las universidades públicas. Las privadas recibieron la mayor parte de los primeros 30.000 “pilos”. Ahora la sociedad debe exigirles que asuman una parte de la matrícula, como pasa en todos los países del mundo en el que funcionan programas similares. Se llama cofinanciación. Colombia es el único país del mundo en el que el Estado paga el 100% de las matrículas y las privadas de élite nada. Por eso se declaran públicas. ¡Qué descaro!

En Chile los estudiantes han copado las calles para exigir el sagrado cumplimiento de su derecho a la educación. La presidenta Bachellet se ha comprometido a garantizarlo para el 50% de los estudiantes. Si no lo cumple, no culminará su gobierno. En Colombia hemos armado una enorme campaña publicitaria para promover un pequeño y costoso programa que sólo atiende al 2% de los estudiantes graduados de la educación media (de allí que tendrá un impacto marginal en cobertura), pero que gasta en ellos lo mismo que en los otros 650.000 estudiantes que asisten a todas las universidades públicas del país.

Invito a los estudiantes colombianos a que se tomen las calles para defender su derecho a estudiar, el cual se encuentra hoy amenazado por una política que disimuladamente está privatizando la educación superior. Incluso, les propongo a los estudiantes de los Andes que encabecen estas marchas. Quien quita que la Mane los deje hablar como voceros principales de las universidades “públicas” del país. Al fin y al cabo, el rector está convencido de que volvió “pública” la universidad de los Andes. Me temo que muy pocos compartirán sus ideas; el problema es que esa engañosa tesis la comparten quienes quieren debilitar la educación pública en el país.

Fuente: http://www.semana.com/educacion/articulo/universidad-de-los-andes-es-publica-julian-de-zubiria/524019

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