Ante el debate suscitado en los medios de comunicación en relación con los deberes escolares, los Servicios de Orientación estimamos que es necesario ofrecer una postura sensata. España, según un reciente estudio, es uno de los países de la OCDE donde más tiempo pasan los alumnos haciendo deberes escolares. Sin embargo, el abandono y el fracaso escolar siguen siendo de los más altos.
En Educación las posturas maximalistas no deberían existir. Corremos el riesgo de tomar decisiones pendulares. Es decir, al igual que ha ocurrido con la autoridad del profesorado y de las familias que era excesiva no hace demasiados años, se ha pasado a una relajación también excesiva que ha propiciado hijos convertidos en «pequeños dictadores».
Lo mismo ocurre con los deberes. Las dos posturas extremas son igualmente erróneas. No es pedagógico que niños de etapa infantil o primaria estén en la escuela desde las 8 de la mañana hasta las 17 horas y que después de dos o tres horas de actividades extraescolares deban todavía realizar tareas escolares y aprender algunos temas. Hay casos en que niños de 8 o 9 años hacen jornadas más exigentes que las de sus propios padres.
Si a esto añadimos que en muchas ocasiones son tareas repetitivas, poco innovadoras, que no favorecen la creatividad, la curiosidad y el afán de aprender; los deberes, en este caso, no son educativos. Además, limitan el tiempo que el niño necesita para interactuar físicamente con otros niños. Es tan o más importante que los niños jueguen y desarrollen su imaginación junto a sus iguales y con sus padres. En las ciudades cada vez los niños salen menos de casa y el poco tiempo del que disponen lo emplean jugando con los distintos dispositivos digitales. No es de extrañar que cada vez los alumnos son más inmaduros emocionalmente hablando (aunque por otra parte están hiperestimulados).
Por otro lado, la postura contraria de permitir que los alumnos ya no tengan ninguna responsabilidad educativa al terminar las clases es también incorrecta. Está demostrado que el hábito de la lectura se adquiere en los primeros años de vida y la actitud de los padres es fundamental para el éxito escolar. Es necesario fijar los conocimientos adquiridos en el centro educativo repasando y memorizando. Y también es imprescindible realizar actividades de investigación, de creatividad, etc. que no se pueden realizar en el periodo escolar y dentro de ese espacio, tal como observaciones del medio ambiente, actividades lúdico-deportivas etc.
Los padres deben implicarse conjuntamente con los centros escolares en la educación de los hijos. Precisamente, el Consejo Escolar del Estado en el estudio «La participación de las familias en la educación escolar», presentado en noviembre de 2014, revela que las altas expectativas académicas de los padres sobre sus hijos, la supervisión de las tareas y deberes relacionados con la escuela, y la adquisición de hábitos lectores dentro de la familia, son factores que influyen muy positivamente sobre el rendimiento escolar de los alumnos, independientemente de la etapa educativa. Igualmente, el sentimiento de pertenencia al centro, la accesibilidad del profesorado y la participación de los padres en las actividades que lleva a cabo la escuela son variables que se asocian de forma positiva con los resultados académicos.
En este estudio se destaca la importancia de realizar actividades en familia, en particular dedicar todos los días un tiempo a conversar y realizar juntos una comida principal. Estos hábitos no dependen del nivel socioeconómico o cultural y sin embargo resultan efectivos en el rendimiento escolar. También anima a los padres a situar las aspiraciones académicas de sus hijos entre sus principales valores, y a supervisar las tareas escolares de los mismos.
Eso sí es necesario apoyar especialmente a los centros situados en entornos desfavorecidos y que escolarizan a alumnos inmigrantes en proporciones elevadas. Y es necesario, establecer programas de compensación educativa para los alumnos cuyas familias no pueden prestarles apoyo académico en las tareas escolares por carecer del nivel de preparación necesario.
Sintetizando, en la etapa infantil y primaria el alumnado debe tener tiempo para jugar con otros niños, descansar y relacionarse con la familia. Por tanto, habría que limitar muchísimo el tiempo dedicado a los deberes y actividades extraescolares.
En Educación Secundaria y Bachillerato, obviamente, la exigencia escolar es mucho mayor. Pero igualmente hay que racionalizar las actividades extraescolares, deberes y estudio que deben realizar. Es imprescindible mayor coordinación entre el profesorado y que la familia colabore con el centro educativo para racionalizar el poco tiempo del que disponen para el ocio.
Aunque parezca paradójico las nuevas tecnologías están contribuyendo a aumentar el nivel de ansiedad y la sensación de disponer de poco tiempo para jugar, practicar deporte y otras actividades lúdicas.
Fuente: http://www.aragondigital.es/noticia.asp?notid=146208&secid=21
Imagen: http://www.zetaestaticos.com/aragon/img/noticias/1/006/1006994_1.jpg