Inteligencia natural y artificial

 Luis A. Montero Cabrera

El pensamiento humano está esencialmente relacionado con el procesamiento de información en la infraestructura de un dispositivo biológico de cómputo: nuestro cerebro. Al igual que cualquier otro ser vivo y con diferentes escalas de complejidad, nuestros sentidos gestionan constantemente información que se intercambia con el universo que nos rodea: imágenes a través de los ojos, aromas por el olfato, ruidos desde el oído, expresiones informativas a través del código de los lenguajes, y muchas más. De alguna manera las células cerebrales y sus interconexiones se las ingenian para lo mismo almacenar que recuperar esos datos, con mayor o menor nivel de copias de seguridad y de capacidades de búsqueda y recuperación. Así conformamos nuestro tan humano pensamiento, conjuntamente con lo que le adicionamos que nos causa placer y también rechazo, ya sea fisiológico o asociado con la elaboración de la propia información adquirida y almacenada. Estos suelen ser los llamados “sentimientos”. La información que proviene del exterior de nuestro ser se convierte en conocimiento al incorporarse a nuestra conciencia,según se suele considerar.

El goce de la poesía más hermosa, del paisaje más impresionante y del placer más intenso, lo que nos caracteriza como especie y enorgullece nuestras individualidades, siempre tiene una base material que podemos llamar biofísicoquímica. Conocer como funcionamos y usar las capacidades que vamos inventando nos permite ser cada vez más plenos al utilizar nuevas potencialidades y fuentes de enriquecimiento espiritual. Ya ha ocurrido muchas veces en la historia: cuando aprendimos a escribir, a imprimir y a hacer libros nos revolucionamos compartiendo saberes y placeres intelectuales que antes no estaban a nuestro alcance. Con la pintura, la fotografía, el cine, el radio, la televisión multiplicamos la capacidad cultural audiovisual. Cuando creamos la Internet podemos lograr que la sabiduría sea universal, ubicua.

Si andamos por un sendero y tropezamos con una piedra en medio del camino inmediatamente conocemos o aprendemos que existe este obstáculo. Al volver a andar ese sendero y en ausencia de otra información debemos recordar que la piedra existe, porque tenemos el dato almacenado y recuperable en nuestra memoria, y evitaríamos tropezar de nuevo con ella. Esto se ha denominado como una respuesta “lógica”. Es una acción que se subordina a un hecho conocido. Sin embargo, se dice con razón que somos los humanos los únicos que podemos tropezar con ella de nuevo. Es porque somos inteligentes. Resulta que casi siempre disponemos de más información que podemos relacionar con la existencia de la piedra. Por ejemplo, podemos confiar en que los encargados del mantenimiento del sendero la hayan removido antes de nosotros repetir la experiencia. Como nuestra lógica es más compleja, que es como poder correlacionar más informaciones, es posible que de nuevo tropecemos, si es que no ha ocurrido la esperada limpieza. De cualquier forma, siempre transitaríamos con más cuidado.

Se dice que la inteligencia consiste en la capacidad de percibir información y retenerla en forma de conocimientos para aplicarlos en comportamientos adaptativos a un contexto dado. Esto comprende todo lo que de ello se deriva, incluyendo a nuestros tan distintivos sentimientos.

Un sistema que puede responder de acuerdo con informaciones previas aprendidas o almacenadas de alguna forma se dice que es “inteligente”. Era exclusiva de sistemas nerviosos evolucionados desde que apareció la vida sobre la tierra hasta no hace tanto tiempo. Sin embargo, el desarrollo de nuestro propio saber la ha convertido en una pieza maestra para el funcionamiento de sistemas artificiales como las computadoras y los teléfonos móviles actuales. Se realiza a través de simples circuitos electrónicos que permiten la trasmisión o no de corriente en dependencia de alguna información previamente almacenada y disponible. Con solo uno de estos circuitos el sistema electrónico evitaría tropezar con la piedra del camino que aprendió que existía. Es una lógica elemental, idéntica a la de un humano inexperto. Pero la electrónica actual también puede poner a funcionar simultáneamente millones de ellos, tantos o más que como lo hace nuestro cerebro. Por lo tanto, si esos circuitos lógicos artificiales disponen de más información (como la de que alguien debió removerla para limpiar el camino) pueden operar tan “inteligentemente” como nosotros y tropezar de nuevo, deduciendo que alguien debió removerla antes.

La llamada inteligencia artificial es todo un campo de las ciencias de la computación desde hace decenios. Se ha hecho buena ciencia y mucho ha avanzado la eficiencia de los sistemas de cómputo artificiales desde que se consolidó como campo de investigación.

Por otra parte, la eclosión de la ciencia, sobre todo después de la segunda guerra mundial, ha desarrollado instrumentos que permiten acumular infinidad de datos acerca de todo el universo que nos rodea, incluyendo nuestras sociedades humanas. A esas grandes acumulaciones de información se las conoce como “big data” (grandes informaciones). Están literalmente estallando por lo cuantioso en la biología, la astronomía, y también en las ciencias sociales, como la economía y la comunicación. La inteligencia artificial es hoy indispensable para hacer utilizable la big data, los torrentes de informaciones que se generan. Es preciso hacer una verdadera minería para identificar aquellas que nos interesan y se pueden correlacionar para sacar conclusiones de utilidad.

Esto está transformando nuestra vida, a veces sin darnos cuenta. Hoy existen ciudades que poseen un servicio de taxis sin conductor. Y que tienen menos accidentes que los carros conducidos por humanos. Muchos procesos de fabricación y hasta de operar una simple llamada telefónica se hacen con robots que no tienen que tener apariencia humana. Nuestra anatomía viva fue seleccionada naturalmente para existir y desarrollarnos como especie en un determinado ambiente, pero un robot no tiene que ser igual.Si su misión en una fábrica es, por ejemplo, la de controlar la precisión y disciplina de los operarios este “supervisor” se diseña, construye y se le programa su inteligencia solo para ello. Seguramente que no tendrá brazos, ni piernas, porque no le hacen falta. Basta con un sistema de cámaras que abarque todo lo que le interese en la fábrica.

Un país como el nuestro, donde la mano de obra es cada vez más escasa y envejecida, está obligado a desarrollar dispositivos, programas, equipos, con inteligencia artificial. La capacidad humana la tenemos con graduaciones masivas anuales de ingenieros y científicos de computación, y matemáticos y muchos otros especialistas. Esa es una inversión de miles de millones de pesos que ya se ha hecho a los largo de décadas de Revolución y que no podemos desperdiciar. La cultura de gestión y el uso de medios informáticos en la vida cotidiana sí que debemos adquirirla, y esta es una de las temáticas que debería estar presente en cualquier acción de educación de decisores, de líderes. Recordemos que deseamos una sociedad socialista, exclusivamente en bien del ser humano.

Fuente del articulo: http://www.cubadebate.cu/opinion/2017/08/31/inteligencia-natural-y-artificial/#.WeAvpmjWzIU

Fuente de la imagen: http://media.cubadebate.cu/wp-content/uploads/2017/08/inteligencia-artificial-y-natural-580×326.jp

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La energía, el cambio climático y la innovación tecnológica en Cuba

Muchos artículos publicados acerca de los temas más candentes y actuales de la humanidad dan por perfectamente conocidos algunos aspectos que en realidad están muy lejanos aún de la conciencia social común. La energía y el cambio climático forman parte de esos temas dados como muy bien concientizados pero no tan conocidos desde adentro.

La situación del inmenso desbalance que la humanidad con su crecimiento ha provocado en la energía de este mundo es uno de los fenómenos más notables. Eso motivó esencialmente la afirmación de Fidel en Rio de Janeiro, en los años 90 del siglo XX, donde disparó las alarmas acerca de que homo sapiens podía ser una especie en vías de extinción.

La palabra “energía” tiene hoy muchos usos populares y hasta místicos, entrando algunas veces en el campo de ciertas creencias, y algunas charlatanerías. La energía, bien definida como capacidad de realizar trabajo, es una magnitud generalmente evaluable, medible. La superficie de la Tierra ha recibido en los últimos 4540 millones de años una gran cantidad de energía del cosmos, principalmente de nuestro sol, y además ha tenido manifestaciones de la que está almacenada en su propio interior. También ha devuelto al cosmos cantidades considerables de esa energía. La vida surgió como un fenómeno químico apropiado para los balances energéticos que ocurrían y siguen ocurriendo en nuestro planeta. Ha servido para aumentar considerablemente la diversidad de objetos naturales en nuestro universo más accesible. También para crear sus propios balances, que hacen que el rango de temperaturas, presión y composición de la atmósfera, el suelo y el agua que nos rodean sea estable dentro de un cierto margen de valores. Y este es el que permite la diversidad de la vida y nuestra aparición como especie en este grandioso escenario. Nos toca a los humanos participar en esa historia desde hace relativamente muy poco tiempo. Solo tenemos algunas decenas de miles de años viajando y estableciéndonos fuera de África. Y solo ayer, hace uno o dos siglos, comenzamos a gastar cuantiosamente la energía que nuestros ancestros vivos ahorraron del sol durante varios miles de millones de años. Y se espera que acabemos con todas esas reservas accesibles en unas cuantas decenas de años más. El cambio climático que eso ocasiona va a ser o ya es una realidad.

La modificación del equilibrio ambiental es irreversible, como tantas cosas que la vida ha ocasionado en tanto tiempo. La necesidad de mantener un equilibrio aceptable para que nuestra especie sobreviva es esencial. Solo actuando con nuestra sabiduría podemos lograrlo, con tanta astucia como hemos logrado hacer maravillas con la energía fósil.

Una variante es recuperar los carbonos oxidados que hemos lanzado a la atmósfera en forma de CO2 después de quemar los carbonos reducidos almacenados en las entrañas de la tierra. Eso puede hacerse mediante consumos de energía de otras fuentes y buenos catalizadores para hacerlo eficiente. Resulta ser una de las tareas de punta en la investigación científica y tecnológica actual. Puede llegarse, sin dudas, a una actividad que sea intrínseca a la economía de todos los países y cuyas afectaciones inevitables al imprescindible equilibrio ambiental que se pretende enmendar sean mínimas.

Otra variante es usar otras fuentes de energía. La mejor conocida científica y tecnológicamente, a pesar de haberse descubierto muy recientemente, es la nuclear. Su extensión como energía limpia y favorecida por la opinión pública en un tiempo provocó que importantes países europeos, como es el caso de Francia, tengan hoy en ella la principal fuente de electricidad y probablemente también de estabilidad económica. Junto con Ucrania, Eslovaquia y Hungría forma el grupo de países que produce más de la mitad de su energía eléctrica por medios de la fisión nuclear “tradicional”, según reporta el Instituto de Energía Nuclear de Washington. Según el Foro Económico Mundial, los países que tienen en operación más de 30 plantas nucleares son los EEUU (99), Francia (58), Japón (43) y Rusia (34). China, Corea del Sur y la India no quedan lejos. El fantasma de los terribles accidentes nucleares más conocidos, como Chernobil y Fukushima, y el de otros menos conocidos, hace que la opinión pública vea hoy con recelo y hasta con rechazo esta fuente. Sus críticos nos recuerdan siempre sus terribles accidentes muchas veces mientras están disfrutando de la luz y la potencia que les suministra discretamente, todos los días, en el país en el que vivan, o afectando el equilibrio energético y químico de nuestro entorno al quemar hidrocarburos fósiles.

Las más populares, que dependen del sol irradiado en el lugar y más o menos en el momento, son la hidráulica, la solar y la eólica. La hidráulica se ocasiona por las precipitaciones de agua que antes había sido evaporada por el sol. Se acumula en presas altas, con energía potencial con respecto al mar, y al caer hacia este convierte ese potencial y mueve las turbinas para producir así electricidad. La eólica usa la energía cinética del viento ocasionada por la acción de la irradiación solar sobre los gases atmosféricos, la tierra y el mar. Mueve sus paletas y la convierte también en electricidad.

La energía de la radiación solar directa que incide sobre la tierra puede usarse, esencialmente, de dos formas. Una de ellas es mediante la radiación infrarroja, la de menos energía intrínseca, para provocar un aumento de las vibraciones nucleares de las sustancias que las absorben, y que eso se manifieste en forma de calor. Ese calentamiento se usa tecnológicamente como cualquier otra forma con energía fósil lo hace. Se puede producir vapor, por ejemplo, y con él mover turbinas convencionales. Existen plantas industriales que lo hacen hoy en día. También hay sustancias químicas capaces de convertir paquetes de luz visible del sol (porque la energía que traen los infrarrojos no suele alcanzar para ello) en cambios electrónicos de las sustancias que los absorben. Esos cambios pueden provocar que las cargas sean despedidas de sus entornos anteriores, si se dan las condiciones para ello, y que formen parte entonces directamente del flujo que constituye la electricidad. El maravilloso silicio se presta muy bien como material predominante y además se investiga intensamente en otras sustancias, algunas ya explotadas tecnológicamente. De una forma o de otra, un poco más del 1 % de la energía eléctrica de este mundo se produce hoy a partir del sol, directamente, por alguno de estos métodos.

Si nos preguntáramos cuales serían las temáticas de desarrollo e innovación tecnológica en las que un país pobre en energía y rico en talento, como Cuba, debería invertir prioritariamente sus recursos, ¿cuáles serían nuestras respuestas? ¿Lo lograríamos solamente comprando “plantas completas” donde el conocimiento lo ponen otros y nosotros lo pagamos a precios muy elevados?

Fuente: http://www.cubadebate.cu/opinion/2016/09/13/la-energia-el-cambio-climatico-y-la-innovacion-tecnologica-en-cuba/#.V9nPuVvhDIU

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“Los científicos cubanos en el escenario global del Siglo XXI… y los que vienen”

Por: Luis Montero Cabrera

Como país pequeño y relativamente pobre, no debería esperarse que la ciencia cubana tuviera un impacto global en tiempos globales como los que transcurren, e inevitablemente dominarán el futuro previsible. Según estimados que aparecen en las prospecciones de población mundial de la ONU, en 2015 Cuba ocupaba el lugar 78 en población entre todos los países, con 11 392 889 habitantes. La lista la preside China con 1 382 323 332 habitantes. Los Estados Unidos de América ocupan el tercer lugar con 324 118 787 habitantes.

Si medimos la producción científica a partir de la cantidad de documentos publicados con resultados originales y citables entre 1996 y 2014 estamos en el lugar 60, con 28 387 documentos y un índice Hirsch de 115, según la organización SCIMAGO. Aquí el primer lugar lo tienen los EEUU con 7 876 234 documentos y un índice Hirsch de 1648 y le sigue China, en segundo lugar, con 3 569 652 y 495, respectivamente. El índice Hirsch nos dice cuántos de esos documentos han tenido hasta un índice Hirsch de citas en otros trabajos científicos. Así, Cuba tiene 115 documentos que se han citado hasta 115 veces por otros.

Esto quiere decir que los nuevos conocimientos obtenidos en Cuba se insertan en los flujos mundiales de información de modo ciertamente privilegiado con respecto a la magnitud de nuestra población. No se cuenta en esto una cantidad inestimable de conocimientos que han producido cubanos en el mundo, fuera de nuestras costas. Con la excepción de la emigración de los primeros años de la Revolución, los cubanos que hacen ciencia y producen nuevas tecnologías dentro y fuera de Cuba han sido educados fundamentalmente en nuestras escuelas y universidades. Todos adquirieron sus saberes fundamentales y formaron su visión del mundo en nuestras modestas y nacionalmente ubicuas instalaciones escolares, al alcance de todos, con oportunidades similares para todos, sin excepción, de llegar a lo más alto posible en el saber.

Una de las razones por las que las prácticas imperiales de potencias mundiales han podido esquilmar a otros pueblos del mundo durante la historia humana escrita ha sido la demostración y uso, muchas veces inmoral, de alguna superioridad. Siempre tal superioridad ha estado de alguna forma influida por la principal ventaja que tiene homo sapiens en la naturaleza: el conocimiento. La astucia parece haber permitido el triunfo guerrero sobre los troyanos en el Mediterráneo y sin dudas facilitó la dominación de Atahualpa, que estaba respaldado por miles de soldados incas, por parte de unas cuantas decenas de guerreros ibéricos desembarcados por Pizarro en tierras muy extrañas para ellos. Saber construir y administrar sistemas de producción azucarera gigantescos, modernos y eficientes, y tener la habilidad para aprovecharse de oportunidades políticas brindadas por circunstancias y por entreguistas facilitaron que Cuba fuera un país neocolonizado durante la primera mitad del siglo XX. Las éticas donde la autoconsideración de paria determina los comportamientos, las individualistas, son las que fertilizan las dominaciones de los astutos. Es tan censurable el ser humano que impone una superioridad de cualquier tipo sobre otro para su propia conveniencia como el que se la deja imponer, si tiene alternativas. Y es más censurable el que con una actitud oportunista favorece su propia dominación por otros y se subordina de forma mansa y a cambio de migajas.

El colega y amigo Prof. Carlos Rodríguez Castellanos relató recientemente en las páginas de Cubadebate una experiencia probablemente inédita. Nuestra delegación de científicos cubanos, patrocinada y organizada por la Sociedad Cubana de Química y la Sociedad Química Americana y apoyada por la Universidad de La Habana y la Academia de Ciencias de Cuba, participó en el panel “Oportunidades para la colaboración en la ciencia y la educación superior entre Cuba y los EEUU”, que tuvo lugar en el Club Nacional de la Prensa, en Washington, DC, el pasado 29 de junio de 2016. Tanto en esa actividad, como en la posterior reunión con la Fundación Nacional de la Ciencia, como en el intercambio con el personal del Comité de Ciencia de la Cámara de Representantes del Congreso de los EEUU, la ciencia cubana estuvo presente de igual a igual. La sideral diferencia de ser los cubanos 28 veces menores en población y 277 veces menores en producción científica no significó que alguien optara por la posición de colonizador o la de colonizado.

La Revolución Cubana es una clara triunfadora en la confrontación política que apostaba a su eliminación y reimplantación del régimen neocolonial como única salida. Fidel, su ya nonagenario líder, hasta había sido condenado a la eliminación física sin juicio alguno en sus tiempos de protagonismo activo. Sin embargo, ha tenido la oportunidad de presenciar el inevitable hecho de un acercamiento progresivo entre Cuba y los EEUU en todos los escenarios, aunque con diferentes cadencias en cada caso.

El escenario que nos toca protagonizar a los científicos cubanos debería ser el de una colaboración activa entre iguales. Las diferencias inevitables cuantitativas y de disponibilidades económicas son siempre compensables de nuestra parte con trabajo, talento y sabiduría, de lo que tanto potencial tenemos. Ese escenario proyecta ahora a la comunidad de los académicos cubanos hacia una ubicación global donde nuestra voz de sabiduría puede elevarse tan alto como la de cualquier otro país, por grande y poderoso que sea. Muchos científicos activos en la Patria y también nuestros emigrados en este campo lo demuestran cada día en sus respectivos sitios de vida y trabajo. Una alternativa entreguista, de paria, de entrega de activos fundamentales, de subordinación incondicional al más fuerte, como las tristes actitudes de muchos políticos y poderosos cubanos de la primera mitad del siglo XX, es inadmisible.

Podemos confiar en que la dignidad martiana que ha presidido la educación y toda la conciencia social cubana en la Revolución hará posible que la ciencia cubana en Cuba y fuera de nuestras fronteras salga fortalecida y potenciada en estas nuevas condiciones, lejos de absorberse. Por el camino de la sabiduría y la ciencia también se llega a la eliminación de toda medida política discriminatoria existente aún, como es el oneroso e inaceptable bloqueo. Luchemos para que se aprovechen al máximo todas las oportunidades que puedan beneficiar a ambos países, sin otro prejuicio que nuestra propia y bien ganada dignidad.

Fuente: http://www.cubadebate.cu/opinion/2016/08/17/los-cientificos-cubanos-en-el-escenario-global-del-siglo-xxi-y-los-que-vienen/#.V8yKq9LhDMz

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Colombia: La revolución del circulante.

América del sur/Colombia/17.05.2016/Autor:Luis Montero/Fuente:https://www.diagonalperiodico.net/.

Una imagen.
Una rueda de roedor.
Uno de esos artefactos que se colocan en las jaulas para roedores domésticos. El ratón se sube y comienza a correr. Y, corre que te corre, no se desplaza. Tras un par de minutos, agotado, el roedor se lanza a la fuente en busca de agua.
Pero no nos hemos quedado ahí. Hemos conectado una pequeña dinamo a esa rueda. Almacenamos la energía que genere el roedor. ¿Qué pasaría si también conectamos la cantidad de energía producida a la alimentación del animal? ¿Si, cuanta más energía genere, más remuneración recibe?

Pues así funciona la revolución del circulante.

Una introducción.
La revolución del circulante no es un fenómeno reciente. Ni siquiera se basa en alguna novedad conceptual o ni tampoco en un fenómeno naciente. Todo lo contrario, es el corolario predecible de un proceso que comenzó hace siete siglos, en los albures del Renacimiento.

En el siglo XIV se produjo un asombroso descubrimiento en las ciudades-estado italianas: la potencia económica del capital productivo, ese working capital que aquí se llamó «activo circulante». Si se ponía el capital a trabajar sus rendimientos crecían –un crecimiento sujeto también al riesgo que conllevaba ese trabajo. ¿Cuál era ese trabajo del capital? El tránsito, la circulación. Por eso se llamó «circulante». El capital en movimiento, que es lo que es, es una fuerza productiva como la materia prima o el trabajo, si no más.

Y, con ese descubrimiento, llegó la llamada contabilidad italiana, la contabilidad de doble entrada. A partir de entonces los libros de contabilidad de cualquier entidad contarían con dos tablas enfrentadas, una para los Haberes, otra para los Debes. Y así hasta hoy.

Fue el primer intento de formalizar el tránsito dinerario.

El segundo es Blockchain. Pero eso ya es otra historia.

Un desarrollo:
Pero tan importante como el feliz hallazgo contable fue un hallazgo conceptual de mayor trascendencia: el cero, para la economía, no es un valor neutro. El cero contable no es cero, todo lo contrario: es la sombra del número precedente (no en la secuencia de números naturales, claro, sino en la tendencia contable). El cero, de tener algún valor, tiene el valor de la querencia con el que la contabilidad de doble entrada lo registra. Es decir, si uno viene de números negativos, el cero es positivo. Si uno viene de números positivos, el cero es negativo. Pero nunca es neutro. Porque de serlo, neutro, significaría que el dinero no se ha movido, que ha permanecido estanco, inmóvil. Y el dinero inmóvil no produce, es pasivo –pasivo es como llamamos aquí a ese capital que no es circulante y que se entiende como una carga, como un lastre para el movimiento: el capital inmovilizado.

El cero tiene valor de transición.

De hecho, el cero contable es tan poco neutro que es un valor del que conviene escapar. El cero es el punto de inflexión que separa la aceleración de la desaceleración económica. Entre la inmovilidad y el tránsito. Entre el pasivo y el circulante. Y, como es de esperar, nadie quiere soportar pasivos ni, mucho menos, serlo. Una economía estancada es peor que una economía desacelerada. De la desaceleración se sale acelerando; desde el cero aún se puede desacelerar.

El capitalismo niega el valor neutro del cero. O, mejor dicho, la economía niega el valor neutro del cero y el capitalismo acelera esa negación.

Fue el capitalismo, con su insistencia inicial en la derogación de aranceles, la superación de los proteccionismos europeos y el reclamo a la libre circulación de mercancías aprovechando los cauces fluviales del Rin y del Sena durante los siglos XVII y XIX, el que superó el inmovilismo del mercantilismo, que atenazaba el desarrollo económico de Europa, a base de promover la libre circulación de capitales, bienes y personas. El tránsito que promulgaba el capitalismo erosionó los cimientos mercantilistas europeos. Hoy, el tránsito ya no es suficiente. Si el mundo se ha globalizado es porque todo puede estar, y está, en movimiento. El capital fluye, las mercancías fluyen y el trabajo fluye. La deslocalización del trabajo es eso, un fluir. La increíble capacidad logística es eso, un fluir. Y la libre circulación del capital es eso, un fluir.

Pero, si todo fluye, nada fluye. O, dicho de otra forma, el movimiento de todo no es muy distinto del estancamiento de todo. Si todo se mueve todo está estancado. Es un cero. Ya no se trata tanto de que todo transite, porque todo transita desde la década de los 80 del siglo pasado, como de que todo acelere. Y nada, nada ha acelerado tanto como el capital. Hoy el capitalismo, empujado por un capital convertido en –y gestionado como– información, va a una velocidad de cojones. Y subiendo.

Tan rápido viaja y tanta es su aceleración que amenaza con emanciparse definitivamente de los otros dos medios de producción tradicionales, las materias primas y el trabajo. Si es que no ha superado ya ese umbral, dado que hoy para generar capital ya sólo hace falta capital. Nunca ha sido tan alto el peso de la especulación financiera –desde los mercados de futuros al high frequency trading– en la economía mundial.

Pero ellos no lo llaman especulación, claro. Lo llaman transformación digital, que no es sino la capacidad de transformar la información en el mayor activo del balance corporativo. En el único activo del balance corporativo. O, mejor dicho, transformar las corporaciones para que su mayor activo, su único activo sea la información. Frente a la aceleración del capital todo lo demás es pasivo. Y como tal es prescindible. Lastra. Frena. Las nóminas, los bienes inmobiliarios o los equipos y maquinarias son considerados liability en cualquier P&L. Y hay que deshacerse de ellos.

De ahí las ETT, los bancos vendiendo todas sus posesiones inmobiliarias para alquilaras segundos después o las cadenas interminables de subcontratas…

De ahí la automatización del trabajo, la externalización de servicios y las llamadas IA tomando el control de la corporación –o con parte de ella, como ha sucedido en la consultora (ahora no recuerdo el nombre de la consultora, mañana lo pongo), que los mandos intermedios han sido sustituidos por una inteligencia artificial.

Todo lo que es pasivo desacelera. Salvo la marca y el pipeline de clientes lo demás es pasivo. ¡Si hay empresas de las que no queda otra cosa que el departamento demarketing y el call center! Tan optimizadas están. El capital intelectual, aquel despojo heredado de los tiempos de la artesanía, es un recurso que muchas veces no es necesario para la operación. Y el resto de recursos, incluidos los humanos, son pasivos. Frenan. Y frenar mata. O, al menos, mata la generación. Y, muerta la generación muertos nosotros. O, mejor dicho, muertas las corporaciones.

Como curiosidad –y un tanto al margen, aunque no tan al margen–, es debido a esta negación del valor neutro del número cero que el balance no se entiende como algo equilibrado. Como algo balanceado, que por mucho que oscile tiende al equilibrio. De hecho, es esa paradoja lo es lo que nos condena al crecimiento económico infinito. Al menos mientras la economía del decrecimiento no sea capaz de dibujar un modelo productivo que no identifique tránsito y movimiento con generación. Aquí no hay péndulo, nada bascula, aquí todo se mueve en una y única dirección.

Un colofón: La economía colaborativa.
¿Y qué tiene que ver todo esto con nosotros? Aquí entra eso que llamamos «economía colaborativa». Que no es mucho más que la conversión del pasivo en circulante. ¿Que tengo una vivienda que podría rentar los fines de semana? Estoy perdiendo oportunidades. ¿Que tengo un coche que no circula más que dos horas al día, mientras llevo y recojo del cole a la progenie? Estoy perdiendo oportunidades. ¿Que soy freelance –o desempleado– y no tengo todas mis horas productivas ocupadas? Estoy perdiendo oportunidades.

Y así con todo: perder oportunidades es acumular pasivo.

En realidad, cuando alguien usa AirBnB para alquilar su casa un fin de semana, cuando entra en Über para transportar pasajeros por su cuidad o se da de alta en Upwork para tener más trabajo –o para, simplemente, tener trabajo– está emulando a las corporaciones. Pero con las alas cortadas. Porque hay una diferencia fundamental entre la corporación y el sujeto: que este no puede contar con la información como su único activo —de hecho no puede contar con la información de ninguna forma para generar nada. Entre otras cosas porque el mercado de la información no es tal: es una plaza exclusiva de acceso restringido a unos pocos; mis datos no cotizan sino como parte de un acumulado al que no tengo acceso: como agente económico autónomo, que es como nos llamaba Becker y sobre la que se construyó la promesa neoliberal de la igualdad operativa de todos los agentes del mercado, deja de serlo en el elusivo mercado de datos. ¿Cómo voy a ser agente económico autónomo de ningún tipo si no puedo ni acudir al mercado? El capitalismo, reforzado por la capacidad de aceleración del capital, deja de ser un juego de suma 100 y vuelve al juego de suma 0. A los tiempos de Ricardo, que introdujo la idea de la extenuación como supervivencia.

Quizá sea el momento de volver a la imagen de la rata corriendo su rueda a cambio de comida…

Así que si quiero seguir el ritmo acelerado del capital, que es el que marca el ritmo de la economía global, y no puedo acceder al mercado de la información, sólo me queda una estrategia: procurar maximizar el rendimiento de mi pasivo mediante su conversión en circulante. Y, para ello, aprovecho las migajas –puesto que migajas es lo que me queda una vez excluido del mercado de la información– de esa llamada transformación digital, pero esta vez aplicada a los individuos.

¡Bienvenido a la economía colaborativa!

Y, desde ese momento, como la rata que no para de hacer girar su rueda, mi vida se centra en maximizar el rendimiento del pasivo-circulante. Ya no es trabajo, es maximización. Que un conductor de Über –me acabo de bajar de uno y se lo he preguntado– trabaje 15 horas diarias de media y sin un contrato que defina claramente las condiciones laborales no es explotación. Porque es él quien está explotando su pasivo. Él es el explotador, faltaría más. Para chulo su pirulo. Que sea un explotador derivado de una tendencia económica iniciada hace casi seis siglos es irrelevante. Él es el explotador, ¿acaso no va al volante y puede decidir cuándo descansa y cuando no descansa? El caso es, y esto es revelador, cuando al explotador le es permitido elegir su descanso, elige no descansar. Por algo será. Quizá no lo sea tanto.

¿Cómo soportamos esa máscara ideológica ideología entendida como la entendía Marx?

Con esta misma pregunta hemos hecho un estudio entre usuarios de las plataformas de economía colaborativa de próxima publicación. Y, para resumir, la respuesta es clara: mediante la construcción de vínculos afectivos. Con la plataforma, con los clientes que alquilan el piso el fin de semana o son transportados en coche de un extremo a otro de la ciudad, con quien haga falta, con tal de no declararse explotados. Porque no se sienten explotados. De hecho, ni siquiera son conscientes de que estén realizando un trabajo. Cuando hablan de las tareas que exige alquilar el piso o mantener el coche según los estándares de la corporación que les proporciona clientes, ninguno lo describe como trabajo. Y, por tanto, ninguno lo califica de trabajo. Lo hacen porque es «bueno compartir». Aunque algunos saben que no comparten nada, ya que reciben una contraprestación económica por sus servicios, todos justifican las horas invertidas no en términos económicos (beneficios, rendimientos, dinero, lo que sea) sino en términos emocionales. Explotar sus casas, el coche en el que llevan a sus hijos o sus horas de ocio mediante una plataforma de economía colaborativa no se entiende como una forma de explotación de su intimidad –el pasivo siempre estuvo más cerca de la intimidad– y, por tanto, no se considera capitalismo emocional –la intimidad convertida en circulante.

Así se explica –una forma más– el auge de esa explotación de la intimidad que son el porno amateur o los reality shows. Nadies haciéndose ricos a base de mostrar su intimidad. Y, al mismo tiempo, así se explica que plataformas como Google o Facebook se hayan hecho tremendamente ricas explotando la intimidad de muchos. Muchos nadies que no tienen acceso al mercado para en el que se explota la información de sus intimidades.

Y, lo más flipante, es que los usuarios de AirBnB, Über o Upwork entienden ese capitalismo emocional entienden como anti-capitalismo. ¿Ha triunfado o no la ideología? ¿Tenía o no tenía razón Marx? La rata es feliz corriendo, total, si es lo que más le gusta hacer.

Un corolario: ¿Es este el fin del trabajo?
Ahora todo el mundo habla del fin del trabajo. El fin del trabajo asalariado, deberían aclarar. Porque bien podría ser que en un futuro automatizado, en el que la carestía del trabajo no fuera una situación coyuntural y sí estructural, el único recurso posible para la supervivencia fuera la continua y continuada conversión del pasivo en circulante y su maximización. De ser así, qué diferencia habría con la rata, que gira que gira su rueda sin parar, a cambio de comida. Como la rata, perseguiríamos algo que no va a llegar, la consolidación del circulante es una tautología, y la única salida sería seguir corriendo en la rueda del circulante. Esa, o morir extenuados. También como la rata.

Post scriptum:
¿Y sí bajamos paulatinamente la ración de comida del ratón? ¿Correrá cada vez más? Al final, eso es lo que han descubierto los economistas: dado un nivel de riqueza suficiente, nada como bajar el nivel de vida para acelerar la economía. «Estimular la economía» lo llaman. Agitarla, vamos. Un meneíto y a ver si se pone en marcha…

¡Y que todo siga girando!

Fuente: https://www.diagonalperiodico.net/blogs/consumidos/la-revolucion-del-circulante-o-hablan-cuando-hablan-economia-colaborativa.html

Imagen: 

https://images-na.ssl-images-amazon.com/images/I/41NgjpPpZbL._AC_UL320_SR278,320_.jpg

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