Por: Miguel Erasmo Zaldívar Carrillo y Yanelis Vispo Rodríguez
Introducción
¿Por qué alguien querría dedicar su vida a enseñar a los demás? ¿Por qué las personas se empeñan en transmitir y crear conocimiento, cuando el saber es provisional? (TALIS 2013. Estudio internacional de la enseñanza y el aprendizaje, 2014) Con estas preguntas comienza el informe Talis. Decir que el conocimiento es provisional es negar su esencia dialéctica exagerando una de sus dimensiones por encima de la otra. Decir que todo cambia es solo una mitad de la verdad cuya otra mitad sería asegurar que todo permanece. Cambio y permanencia son las dos vertientes entre las que se debate dialécticamente el mundo objetivo y subjetivo en el que vivimos. Es cierto que los saberes cambian, pero igualmente es cierto que también permanecen. Como sino explicar la coincidencia tan fenomenal entre el poema de Tito Lucrecio Caro y muchos saberes que hoy se consideran nuevos. Desde Giordano Bruno hasta hoy, sí que ha llovido mucho y gran parte de sus aseveraciones mantienen una vitalidad asombrosa.
A tenor con estas ideas impuestas por un tipo de escuela que no cuestiona ni se compromete con el cambio social se han hegemonizados conceptos como disciplina, aprendizaje, calidad o excelencia educativa. Todos estos en el entendido de que la escuela es neutra, sabe y se preocupa por el futuro de nuestros hijos.
Una de las primeras actitudes que la escuela imprime en sus discípulos es la disciplina, entendida como la obediencia a ciertas reglas, muchas veces absurdas, que han trascendido los tiempos y las generaciones. El conservadurismo ha devenido el paradigma educativo más importante de los últimos 500 años.
Si uno pudiese ver una escuela del período escolástico se pasmaría de reconocer muchísimas identidades con la escuela actual. Tal vez uno de los denominadores comunes que ha cambiado la forma para mantener su férreo contenido es la disciplina. No se aplican los mismos castigos, ni se lacera abiertamente al estudiantado, se han creado nuevos métodos y formas menos drásticas y corporales pero la esencia de lo que significaba disciplina sigue siendo la misma que perdura hoy en día.
En el presente ensayo haremos una aproximación a algunas definiciones de disciplina con el propósito de entender algo de su evolución en el tiempo.
Palabras claves: Disciplina, Disciplina escolar, Pensamiento crítico, Pedagogía liberadora, escuela.
Introduction
Why would someone want to dedicate their life to teaching others? Why do people
They insist on transmitting and creating knowledge, when knowledge is provisional? (TALIS 2013. International Study of Teaching and Learning, 2014) The Talis report begins with these questions. To say that knowledge is provisional is to deny its dialectical essence by exaggerating one of its dimensions above the other. To say that everything changes is only one half of the truth whose other half would be to ensure that everything remains. Change and permanence are the two aspects between which the objective and subjective world in which we live is dialectically debated. It is true that knowledge changes, but it is also true that it also remains. As if not to explain the phenomenal coincidence between Tito Lucrecio Caro’s poem and many pieces of knowledge that today are considered new. From Giordano Bruno to today it has rained a lot and a large part of his statements maintain an amazing vitality.
In accordance with these ideas imposed by a type of school that does not question or commit to social change, concepts such as discipline, learning, quality or educational excellence have been hegemonized. All of these with the understanding that the school is neutral, knows and cares about the future of our children.
One of the first attitudes that the school impresses on its disciples is discipline, understood as obedience to certain rules, often absurd, that have transcended times and generations. Conservatism has become the most important educational paradigm of the last 500 years.
If one could see a school from the scholastic period one would be amazed to recognize many identities with the current school. Perhaps one of the common denominators that has changed the way to keep its iron content is discipline. The same punishments are not applied, nor is it openly laced to the student body, new methods and less drastic and corporal forms have been created, but the essence of what discipline meant remains the same that lasts today.
In this essay we will approach some definitions of discipline in order to understand some of its evolution over time.
Key words: Discipline, School discipline, Critical thinking, Liberating pedagogy, school.
Desarrollo
El término disciplina no ha sido privativo de la escuela o de las artes militares, al estar unido a la cultura humana por muchos siglos se ha posicionado en muchas áreas de la cultura. A lo largo de la historia este concepto se ha debatido entre dos extremos más o menos reconocibles: la disciplina como imposición para encausar al alma humana tendiente a los desvíos o vista como un acto en el que la bondad y la perseverancia logran educar en el hombre ciertos hábitos favorables a su desarrollo óptimo. En cualquier caso, tanto a los maestros tradicionalistas como a los reformistas y a los militares les ha gustado contar con alumnos indisciplinados.
A la falta de disciplina se le denomina indisciplina. La palabra disciplina con el prefijo in que significa negación señala que la persona está falta de algo, carente de algo: disciplina. Sin embargo, creemos que hay mucho que debatir entorno a un concepto que consideramos central en el proceso pedagógico porque como ningún otro expresa la filosofía que como sustrato invisible determina muchas de las cosas que terminan sucediendo en el aula de clases.
Lo primero sería decir que una forma directa y simple de aproximarse al tema sería expresar que disciplina significa seguir ciertas normas establecidas e indisciplina implica violarlas. De manera que para una escuela sobre exigente las causas de indisciplinas serían muchísimas. Según se deja entender por el sentido común la disciplina resulta importantísima para lograr algo en la vida y, hablando de ser humano cualquier cosa puede disciplinarse. En este sentido el concepto de disciplina a todo lo largo del pasado siglo ha tenido una marcada tendencia conductista.
El hombre nace indefinido y va tallándose una personalidad en el proceso sociohistórico y sicológico de internalizar la cultura. En el sistema de relaciones socio culturales en que el hombre vive se forman los procesos posinápticos que diseñan para cada uno un cerebro que es hijo de su época y de sus ansias personales.
(…) no existe nada natural en un movimiento, una postura, un gesto, un desplazamiento, una mirada o una sensación. Ni la biología ni la fisiología determinan los comportamientos corporales. Son las lógicas sociales, culturales y familiares, en el marco de singulares tramas institucionales, las que modelan el cuerpo, lo atraviesan y definen un repertorio particular de actividades perceptivas, expresiones de sentimientos y emociones, ritos de interacción corporal (…) (Scharagrodsky, 2007, pág. 2)
El homo cultural es resultado del sistema de relaciones en las que vive y crece. Cuando una actividad siempre relacionada a sentimientos se repite una y otra vez se va formando el carácter. De esa manera el ejercicio sistemático siempre ha acompañado a los hombres a lo largo del proceso de su hominización ya sea filo u ontogenética. Ese ejercicio diario que permite al homo sapiens dominar una actividad hasta su más alta perfección también se le ha denominado disciplina. De modo que: “Se puede disciplinar cualquier conducta humana e incluso el carácter para moldearlo a los fines perseguidos. (…) Otro lugar donde se impone disciplina es en los colegios (se imponen horarios, actitudes como permanecer sentados, no hablar en clase, etcétera)” (DeConceptos.com, 2020)
No se puede separar la historia de la disciplina de la propia historia de la educación. En la educación occidental la disciplina constituyó un elemento esencial de toda la organización de proceso docente desde sus mismos inicios. Los primeros conventos fueron organizados bajo la lógica de una férrea disciplina cuya violación podría conllevar a severos castigos, incluso la expulsión.
Todas estas técnicas disciplinarias fueron eficazmente introducidas y desarrolladas en el ámbito escolar desde fines del siglo XIX y hasta por lo menos mediados del siglo XX. Era habitual y recurrente formarse por orden de estatura, alinearse, adelantar el pie izquierdo, marchar al aula conservando las distancias, sin echar el cuerpo demasiado atrás o demasiado adelante, o ir al recreo formados y ordenados en hileras. Todas estas acciones estuvieron siempre dominadas por la mirada atenta del docente. El grado de disciplinamiento, homogeneización y rutinización formó parte constitutiva de una matriz normalista. (Scharagrodsky, 2007, pág. 6)
A diferencia de este tipo de institución educativa rígida y digamos, dictatorial en origen de la escuela en este hemisferio siguió otra lógica. En el período de esplendor o Tolteca las escuelas de este territorio organizadas por los Maestros Toltecas se constituían bajo el lema “Educar un rostro propio y un corazón verdadero” ya que las disciplina era vista como autoconocimiento y autocontrol. (Marín G. , 2010)
Ambas posturas están sustentadas en concepciones filosóficas y humanas diferentes. En los orígenes de las escuelas euroasiáticas estaba un dios vigilante y castigador exigiendo ciertos comportamientos y proscribiendo otros. Es los orígenes nuestros no había dioses castigadores, nuestra visión de la vida era totalmente diferente.
En la lógica instrumental que ha heredado la escuela de los sistemas de dominación se estudia para alcanzar un status y alimentar el ego. La felicidad, la fraternidad y la sensibilidad ante lo bello, lo bueno y lo cierto se han encadenado al frío utilitarismo y la ganancia.
Algunos autores reconocen a la escuela como un espacio en que se aliena:
“…nuestra sugestión estribaba en devolverle sus razones y poderes, esos que la escuela se lo había quitado para cumplir su función de preparar para la vida, que hemos llamado preparar para la muerte. De ahí que nuestra obra, era destruir, mediante un análisis de todas las realidades de su relación, ese mundo artificial que le creaba la escuela, luchar contra esa mala sugestión…” (Sosa, 1950, pág. 1950)
Abordar el tema de la disciplina es entrar en el centro mismos de los sistemas diseñados para la dominación y sometimiento generalizado de la población. “La pandemia y la educación han traído diferentes debates en todo el mundo. Traer al pensador Italiano Antonio Gramsci, tan reconocido, leído e interpretado con diferentes “usos” en los ámbitos educativos y políticos, nos permite repensar la escuela, el Estado, la docencia, al calor de sus ideas y su vida militante.” (Pescarmona, 2020)
La escuela que comúnmente se asume como un centro de estudios podría verse como una institución de disciplinamiento de la mente y el cuerpo humano. Si juntamos esto con el hecho innegable de que no se dedica a descubrir los despojos a los que hemos estado sometido por años ni a denunciar las actuales injusticias del mundo entonces tendremos un peligroso coctel de disciplinamiento e ignorancia histórica. Esto es, disciplinar para el no comprender el momento histórico alejando con ello la posibilidad de unidad y lucha emancipadora.
La escuela que disciplina en la dirección de anular las oposiciones y resistencias es una escuela favorable al sistema que funcionaria como un Aparato Ideológico Del Estado Capitalista. Esta idea althuseriana deberá ser retomada porque denuncia una de las funciones de la escuela que es solidaria con la creación de hegemonía. (ALTHUSSER, 1969) Es por ello que:
Antonio Gramsci se preocupó del tema educativo entre otras cosas porque consideraba que existía una crisis de profundo tinte cultural, provocada por una crisis estructural y política de la sociedad de su tiempo. La misma atravesaba todas las capas sociales y signaba profundamente a la educación en general tiñéndola de un fuerte sesgo clasista y burgués. Ante esto le opone una concepción filosófica de la praxis que resultaba de la unión entre conceptualización y acción que procuraba, no solo comprender la realidad, sino y por sobre todo transformarla. (Albornoz, 2020)
No resulta difícil entender que esta crisis de “profundo tinte cultural” se ha profundizado durante todo el siglo XX y lo que va del XXI encadenándose a la crisis medioambiental, civilizatoria y epistémica abarcando la totalidad de la sociedad. Uno de los muchos denominadores comunes que podemos encontrar entre todos estos momentos históricos es el concepto de “disciplina escolar” que lejos de cambiar se afianza. Es notable como los educadores estamos dispuestos a pasar del conductismo al constructivismo o al cognitivismo cuestionando las instrumentaciones en función de elevar ciertos resultados de los procesos de escolarización, pero, al mismo tiempo, no cedemos el férreo control que emerge de una comprensión de la “Disciplina escolar” como buen comportamiento. Y es que una cosa es discutir sobre el método y otra ceder el poder porque, en definitiva, la disciplina apuntala el poder dominador de la institución y el estado sobre la masa estudiantil hoy mañana obreros. Debemos, en definitiva, comprender que:
El mensaje central de Gramsci es que la organización de la cultura es «orgánica» para el poder dominante. Los intelectuales no pueden definirse como tales por el trabajo que hacen, sino por el papel que desempeñan en la sociedad; esta función es siempre, de modo más o menos consciente, la de «liderar» técnica y políticamente un grupo, bien el grupo dominante o bien otro grupo que tienda a asumir una posición dominante. (Monasta, 1996, pág. 4)
La disciplina es una de las expresiones más honestas de la filosofía de la educación. Siempre que se produce un cambio real de paradigma educativo se sacuden los cimientos de cómo se concebía la disciplina anteriormente y se pasa a nuevos criterios que humanizan la escuela. Así pasó, por ejemplo, con “El Emilio” y con la propuesta de Makárenko. Ser disciplinado, en los términos que acá lo estamos analizando, ofrece grandes ventajas para el que está dispuesto a postergar su criterio y silenciar sus ansias. Ha ocurrido con frecuencia que la sociedad capitalista y más aún la neoliberal responsabiliza a la familia y al individuo de comportamientos que tienen raíces profundas en las desigualdades sociales y la exclusión. (Foucault, 1988)
De la misma manera las ideas de los enciclopedistas estaban en el camino de buscar la libertad de todas las ataduras. Educar un hombre capaz de hacerse dueño y consciente de sus actos y de los efectos que estos tendrían en el grupo humano al que pertenece era una de sus mayores aspiraciones que quedó, sepultada bajo capas asfálticas de la disciplina impuesta por el capitalismo a toda la sociedad. Una disciplina que, además, estaba fundada y aspiraba a la mayor eficiencia posible. En un evento desarrollado en Córdoba: “Conferencias de la Universidad Nacional de Córdoba, XIV Reunión Nacional y III Encuentro Internacional De La Asociación Argentina de Ciencias del Comportamiento”; se podía leer en una de sus memorias:
Investigaciones longitudinales indican que cerca del 90% de los adolescentes manifiesta en algún momento de su vida conductas antinormativas, aunque solamente una proporción que oscila entre el 6% y el 9% se convertirá en individuos agresores o violentos persistentes. Existen comportamientos infanto-juveniles que, sin ser delictivos, predicen de manera sólida la delincuencia futura. La importancia de estudiar los factores de riesgo de la delincuencia reside en que ellos deben ser los blancos de cualquier intervención preventiva. (Arbach, 2013)
Uno de los “territorios” culturales en los que se producen los más sistemáticos y mayores desencuentros generacionales entre el pasado que no desea irse y el futuro que se apura y que quiere llegar es precisamente en las normas. Las normas pertenecen a las épocas, son sus columnas vertebrales, los sistemas de establecimiento del control social. Si no se cambian las normas según las urgencias en la búsqueda de la libertad en correspondencia con los tiempos históricos se establecen estados de control que con el paso de los años generan ansiedades y son fuentes de conflictos familiares y escolares. Debemos comprender que las normas tienen sus padres, “en última instancia”, en el sistema de relaciones económicas. Las normas del capitalismo, fundado en 1492, solo se vieron cuestionadas por el socialismo y por el neoliberalismo. El socialismo, en algunos casos, no pudo zafarse de la lógica predatoria del poder que heredaba y terminó ahorcado en sus propios tentáculos. El neoliberalismo, por su parte, afianzó aún más el individualismo para aniquilar el espíritu colectivo que torpedeaba sus ansias privatizadoras. La escuela, en definitiva, que debería liberar al hombre, nunca ha sido libre para poder hacerlo.
Una de las formas más sutiles de disciplinamiento escolar es encadenar las mentes a una lógica lineal y determinista que teme a lo indeterminado, a lo estocástico y al desorden. La escuela traicionó al humanismo que aspiraba a:
(…) lograr un cambio cultural profundo, que superará el concepto cultural del mero dominio de saberes enciclopedistas. El adjetivo precedente denotaba lo intrascendente que él consideraba esos “saberes”. Esto era así porque a sus poseedores los erigía en autómatas, reproductores acríticos del seudoconocimiento, en definitiva, seres sin poder de discernimiento, más cercano a lo autómata y mecánico que a lo humano. (Albornoz, 2020)
Más que institución encargada de alimentar el espíritu creativo, critico y fundador la escuela vigilaba, premiaba y castigaba a todo el que se atrevía a traspasar sus puertas. Hoy en las escuelas públicas oaxaqueñas quedan sórdidos testigos de esta lógica del control y la manipulación: los murales del honor. En estos murales se anotan los nombres de aquellos infelices que logran alcanzar los estándares establecidos por el capitalismo racionalista e insensible. Se reconoce al que obtiene mejores calificaciones y nunca al que comparte su merienda con los más desfavorecidos. Se reconoce el resultado de la mente siempre listo a recibir aplausos y no las donaciones del alma que anda a escondida por los espacios lúgubres de esa escuela sin luz. Y lo más terrible es reconocer que ni los educadores más avezados descubren la terrible lógica hegemónica que subyace en tales rutinas. En definitiva:
(…) existen ciertas herramientas utilizadas para lograrla cuando ese orden se rompe. Estas son las medidas disciplinarias o sanciones que varían según los ámbitos en que se aplican. En los colegios pueden consistir en llamados de atención, citación a los padres, firma del libro de disciplina, amonestaciones suspensión, cambio de turno o de establecimiento. (DeConceptos.com, 2020)
Entonces la institución educativa es un territorio en disputa ética más que racional. En ella se establecen normas racionales que dictan a los estudiantes qué es relevante para la escuela, en qué deben concentrarse y en que no deben ocupar ni perder su tiempo. Todo ello muestra la fundamental función ideológica y política que cumplen los centros escolares. Debe considerarse que:
La educación es un campo en el que la teoría y la práctica, la cultura y la política se confunden inevitablemente, y donde la investigación y el descubrimiento intelectual se combina con la acción social y política. Sin embargo, no es infrecuente que se produzca una distinción, si no una oposición, entre esos dos aspectos de la educación, y el uso ideológico de la cultura y la ciencia a menudo provoca la «neutralización» de los efectos educativos y políticos del desarrollo cultural y la «justificación» del poder político por teorías domesticadas que, en consecuencia, pueden definirse como «ideologías». (Monasta, 1996, pág. 1)
La disciplina no deberá ser entendida más que como la disposición del carácter para buscar la libertad y la dignidad humana en toda circunstancia y contra todo riesgo. Buscaremos aproximarnos al concepto de disciplina de Antonio Gramsci para argumentar con ello la necesidad de hacer un cambio radical en la lógica de la escuela pública que comúnmente defendemos.
Gramsci consideraba que los hombres al crear las mercancías y vivir sus vidas no solo se creaban a sí mismos sino a la sociedad toda. Para él, la historia se determinaba en las acciones humanas. No consideraba que fuese el destino ni la maduración de las relaciones de producción las que determinaran las transformaciones en la superestructura social sino los hombres con sus prácticas cotidianas. Es por ello que su concepto de cultura y de disciplina están directamente relacionados con la acción práctica transformadora.
Para Gramsci “La cultura (…) Es organización, disciplina del yo interior, apoderamiento de la personalidad propia, conquista de superior consciencia por la cual se llega a comprender el valor histórico que uno tiene, su función en la vida, sus derechos y sus deberes” (Gramsci, 2020). Este autor no separa la cultura de la organización y la disciplina. Todo ello porque sus definiciones parten de la cabal comprensión del momento histórico que vive y de su lugar en el sistema de clases sociales. Si usted es hijo de familia pudiente puede darse el lujo de confundir la cultura con la pedantesca acumulación de saberes universitarios que avalen un título con el que flotar por encima de las penurias de su tiempo. Pero si usted es un obrero, o un desocupado, o hijo de tales deberá comprender que su primera misión en la historia es organizarse y luchar contra las injusticias y los privilegios que el sistema capitalista protege para una minoría de la sociedad.
No es posible liberarse si no se establecen criterios muy claros de lo que sería la disciplina para un oprimido. La disciplina que como hemos visto se asume como obediencia a ciertas reglas está muy lejos de ser una necesidad para la masa de desposeídos. De hecho, a ellos se les educa para el respeto a las leyes burguesas y a las reglas establecidas por el sistema y la clase que los oprime.
Es por esto que disciplina para los ninguneados de la historia es romper con la inercia de aborregamientos bajo leyes que no son neutras. Disciplina es entonces, según Gramsci:
Primero conciencia histórica, pero ello se logra con estudio, debates y sacrificios porque los hábitos que nos han formado van en dirección totalmente contraria. Es por ello que para poder acceder a las disciplinas necesitamos la organización porque uno solo, aislado de la masa nunca lo logrará.
La disciplina es entonces la manera en la que el grupo se organiza y exige, para que cada miembro trabaje en colectivo e individualmente para alcanzar las metas emancipadoras. Estas metas penetran toda la realidad social práctica y teórica. Habrá momentos de reflexión, debate, estudio y análisis y momentos de hacer, de transformar y entre ambos una muy compleja relación dialéctica que las condiciones de cada momento irán desdibujando.
La disciplina entonces conduce a la formación de hábitos que gravitan en la liberación de la mente y del cuerpo. La disciplina tal y como Gramsci la concibe autoriza al hombre a salirse de las condiciones históricas y actuar directamente sobre ellas para permitir al colectivo hacer la historia conscientemente.
Cuando a un maestro no le gusta leer y lo dice a los cuatro vientos como quien está haciendo una declaración de pecadillos solamente está evidenciando su falta de disciplina y consciencia histórica. Los hábitos no son neutros como no lo es nada en la sociedad dividida en clases. Unos hábitos sirven a la enajenación y otros a la liberación. Unos hábitos alimentan la aparente libertad del albedrío y otros contribuyen a la organización de la masa oprimida frente al capital.
Por otro lado, debemos dejar claro que el simple hábito de estudio y lectura es muy útil, pero insuficiente si no se pone al servicio de la colectividad y la emancipación de los oprimidos. Es por ello que la cultura para Antonio no es el puro saber sino el saber al servicio de la organización y la formación del carácter revolucionario.
En este punto queremos ser mucho más específicos: el hombre es siempre un ser de hábitos y estos hábitos son la base sobre la que se establece el carácter. Los padres y maestros deberemos considerar con mucho detenimiento que las novedosas TIC´s portan nuevos gustos y nuevos hábitos que podrían estar contribuyendo a la enajenación de nuestros hijos y discentes más que a su emancipación. No es que la tecnología en sí sea nociva, sino que, está encadenada a la logia del entretenimiento del capitalismo de casino. Y, como se ha de suponer, un niño entretenido está muy lejos de ser una persona en la ruta de su liberación.
A modo de conclusiones
La disciplina para los oprimidos que están en proceso de emancipación debe ser entendida de manera muy diferente a como se nos ha educado en la escuela hegemónica tradicional. Obedecer para que sea manifestación de libertad debe estar determinada por la consciencia histórica, por el reconocimiento de mis condiciones de explotado y la asunción del deber de liberarme liberando y de liberar liberándome.
Los educadores organizados en función de la liberación deben comprender que asistir a un congreso, no es una medida de la liberación que se alcanza, porque en un momento no es posible avanzar hacia la organización, la conciencia y la formación de hábitos. Más que en espacios especialmente diseñados para lucir teorías debemos atender la formación permanente de los educadores. Crear grupos de estudio y de transformación revolucionaria de las escuelas, establecer relaciones culturales emancipadoras con las familias y el pueblo en general, serán fundamentales para avanzar en la constitución de hábitos que tributen al saber descolonizado y la organización transformadora de la sociedad.
Trabajos citados
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