Por: Miguel Erasmo Zaldívar Carrillo
INTRODUCCIÓN
Recientemente en una manifestación antichavista en Venezuela marchaba un hombre con apariencia humilde con su hijo sobre los hombros vestido de capitán América, el manifestante cargaba un letrero que decía “Capitán América, nuestro futuro depende de usted”. La imagen del oprimido manifestándose con las imágenes construidas por el opresor puede ser una excelente alusión al tema de la presente comunicación “La Modernidad y el robo de la conciencia histórica del oprimido”.
El oprimido solicitando
La intervención del opresor.
Muchos otros representantes de la derecha neoliberal en América Latina, que es el territorio del planeta que más intervenciones de EUA ha sufrido a lo largo de su historia, marchan cargando los símbolos del imperialismo cultural norteamericano; estatuas de la libertad, personajes de películas, héroes míticos de las pantallas, etcétera.
En rededor de este tema hay muchas preguntas para orientar el análisis ¿Cargarían los oprimidos los estandartes de su opresión si tuviesen conciencia de que trabajan para sus opresores? ¿Es la actitud abyecta una opción consciente de los oprimidos, o se llega a ese estado a partir de la anulación de la capacidad crítica sincrónica con la incapacidad de reconocer a su verdadero enemigo histórico?
En el presente trabajo abordaremos el proceso el robo de la consciencia histórica de los oprimidos a lo largo del proceso histórico que denominamos modernidad. Abordaremos en primer lugar la propia definición de modernidad y luego algunas de sus características con énfasis en el robo de la memoria histórica.
DESARROLLO
Creemos que, en primer lugar, la participación de las construcciones culturales e ideológicas de la dominación como actores en procesos sociales de contrarrevolución no es casual, es parte del proceso de la penetración ideológica del poder del capitalismo en la aniquilada consciencia de los explotados. Según expresa el articulista:
(…), el mensaje del cartel «Capitán América, mi futuro depende de ti» nos produce inquietud, zozobra, lástima, repugnancia. Y es que revela el efecto tan hondo y devastador de la maquinaria de dominación cultural sobre la subjetividad de la gente. Si ese hombre de pueblo (digamos que es eso: un hombre de pueblo) decidió hacer un doble llamado al Capitán América, por vía del disfraz de su hijo y del cartel, es un ejemplo digno de estudio.[1]
Planteamos como hipótesis de este trabajo el hecho de que esta abyección ha tenido un proceso de construcción histórica a lo largo de todo el período conocido como modernidad.
De la modernidad se ha dicho mucho. Pretendemos desarrollar un acercamiento a ella desde una dimensión que se nos presenta muy atractiva, esto es: la modernidad pensada como el robo sistemático de la consciencia histórica de los oprimidos con instrumentos cada vez más sugestivos subliminales e integrados a su realidad vital, y, por ende, ocultos a su propia conciencia de explotados.
Primero tendremos que detenernos necesariamente en lo que se ha denominado modernidad en sí. Sin embargo, conviene de antemano que dejemos claro que no es posible referirse a un sistema conceptual desde una postura aséptica. Todos los hombres al referirnos al mundo lo hacemos desde una plataforma de partida que condiciona la manera de ver a ese mismo mundo que pretendemos criticar. No es posible ser un observador o un analista neutro o pretender hacerlo desde la distancia pues toda distancia establece, como distancia en sí, dimensiones que dependen en sí mismas del distanciamiento.
Los marcos cognoscitivos permean nuestros modos de pensar, influyen sobre nuestros conceptos de la causalidad y guían nuestras percepciones sensoriales. En todo momento nos encontramos inmersos en un sistema cognoscitivo que organiza la forma en que conceptualizamos el mundo material a nuestro alrededor.[2] p. 25
La cita anterior reafirma lo que estamos diciendo. Nadie está fuera de la cultura, el distanciamiento cultura no existe pues estamos dentro de ella todos, todo el tiempo. Es por ello que cuando hablamos de modernidad estamos en el entendido que lo hacemos desde las posibilidades y desde las limitaciones que nuestro recorrido cultural nos autoriza. Entendamos por recorrido cultural las vivencias que llenan nuestra subjetividad y las vivencias que llenaron las subjetividades de los que nos educaron.
Para acercarnos a una definición de modernidad apelaremos desde los inicios a un universal, un proceso que emerge de incontables eventos causales y casuales como la llegada de los castellanos al Anáhuac pero que se despliega en universales irrevocables como la instalación de la cosmovisión jadeo cristiana en tierras de lo que se denominó Nuevo Mundo. Nuevo Mundo en referencia al viejo mundo, a lo que ya existía, a lo conocido.
Nuevo mundo se refiere a nosotros, que seríamos para ellos los otros, siempre nos han definido desde un supuesto epistémico. Echevarría al referirse a la modernidad lo hace desde un ya universal: “(…) la modernidad capitalista como esquema civilizatorio universal.” Porque debemos reconocer que el capitalismo nace para los otros, para incluir a los otros en su lógica. El capitalismo modernizador no es, como se ha dicho excluyente, es todo lo contrario incluyente y, además igualador. La modernidad es el pensamiento que se hegemoniza en el proceso de desarrollo del capitalismo. La modernidad reconoce al otro, reconoce la diferencia, pero ni la respeta ni la reverencia, la integra así aniquilándola.
Algunos autores defienden que nosotros a diferencia de los castellanos no reconocíamos la otredad por no tener la experiencia de ella. En este sentido Bolívar expresa que:
Los indígenas no podían percibir en el Otro una otredad o alteridad independiente. Una «soledad histórica», la falta de una «experiencia del Otro», según la explicación materialista de Octavio Paz, había mantenido incuestionada en las culturas americanas aquella profunda resistencia oriental a imaginar la posibilidad de un mundo de la vida que no fuera el suyo. La otredad que ellos veían en los españoles les parecía una variante de la mismidad o identidad de su propio Yo colectivo, y por tanto un fenómeno perfectamente reductible a ella (en la amplitud de cuya definición los rasgos de la terrenalidad, la semi-divinidad y la divinidad pertenecen a un continuum). p.25[3]
Para los autores de este trabajo la dificultad no estaba en no reconocer la otredad porque en el territorio conocido como Anáhuac existía una enorme variedad de naciones reconocidas por su lengua en primer lugar y por toda la diversidad de producción material y cultural que subyace debajo de la producción lingüística. Vivíamos rodeados de otredades de diversas dimensiones e importancia. Sin embargo, coincidimos con este autor en que no teníamos la noción de la aniquilación del otro. A las naciones Tainos que poblaban las Antillas mayores y menores, según ya hoy se conoce, las conquistaban como a palomitas por su carácter bondadoso y gentil y por su falta de experiencias en la batalla y en el asesinato del otro.
Entonces modernidad sería inclusión, igualación, aniquilación de la diferencia por el arte de incluirla en lo propio de manera violenta. Toda la historia de la modernidad es la historia de la inclusión violenta del otro en su propia lógica, digamos ya acá, una lógica que es esencialmente depredadora. Esto es, no se violenta por el amor a la violencia sino con el objetivo superior y económico de despojar. Incluir para depredar sería su objetivo. Es la maquinaria económica sometiendo a la cultura a su lógica de capitalización. En esta dirección del análisis modernizarse sería sinónimo de someterse; de ser obligadamente incluido en la lógica del otro, del incluyente.
Algunos autores intentan lanzar luces de hermandad a este proceso de sometimiento del mundo por el capital que en lo esencial estuvo lleno de crueldades e imposiciones al que identificamos con la ideología de la modernidad: “Uno de ellos es Roger Bastide (1978: 12). En vez del concepto de sincretismo, habla de una interpenetración de las civilizaciones, un proceso dinámico que continua hasta nuestros días.”[4] Citado por Silvia Marcos, p. 26.
No estamos negando la realidad objetiva de que las culturas de la modernidad y las que fueron sometidas a su lógica no hayan intercambiado en muchísimos aspectos y dimensiones de lo humano. Pero ha de reconocerse que este intercambio no se dio entre iguales pues una cultura estaba por debajo de la otra, dígase que ella no intercambió a ella se le obligó. Incluso el intercambio dura hasta nuestros días con la misma lógica que llegó porque el despojo aún no se ha detenido. La lógica depredadora del capitalismo sobre nuestro territorio es más cruenta. Tal y como expresa Michel:
El derecho que se formula como «de vida y muerte» es en realidad el derecho de hacer morir o de dejar vivir. Después de todo, era simbolizado por la espada. Y quizá haya que referir esa forma jurídica a un tipo histórico de sociedad en donde el poder se ejercía esencialmente como instancia de deducción, mecanismo de sustracción, derecho de apropiarse de una parte de las riquezas, extorsión de productos, de bienes, de servicios, de trabajo y de sangre, impuesto a los súbditos. El poder era ante todo derecho de captación: de las cosas, del tiempo, los cuerpos y finalmente la vida; culminaba en el privilegio de apoderarse de ésta para suprimirla. p.164[5]
Es claro que la Modernidad cuyo inicio lo ubican los especialistas en el año de 1492 dado que en el comienza la depredación de las culturas que se desarrollaron en lo que hoy se conoce como América Latina y el Caribe, es un proceso objetivo de dominación que venía ya antecedido por una lógica, una ética y una epistemología del despojo. Para la autora de este trabajo el despojo cultural o el epistemicidio como se le conoce es solidario y sincrónico con la aniquilación de la conciencia histórica.
Algunos elementos de interés para este análisis de lo que es la modernidad para los habitantes de estas tierras se encuentra en un documento firmado por el rey de Castilla en el año 1912 y que se conoce como “Leyes de Burgos”. En estas leyes el rey intentaba “organizar” el trato con los indios y establecer los derechos que estos tenían bajo la dominación española. Nótese que estos son derechos otorgados y reconocidos por la figura que te despoja de la libertad, del territorio, de la cultura y de las riquezas. En estas Leyes de Burgos el rey establecía que para que los indios dejaran su vida corrupta deberían tener sus casas cerca de las casas de los castellanos para que aprendieran de aquellos las costumbres cristianas. Ya el propósito mismo porta un desprecio por lo ajeno, por lo otro, por lo que no se comprende. Estas leyes de Burgos organizan el epistemicidio que hoy vemos claramente: establecen que se construyan en estos poblados, construidos por la fuerza: las encomiendas; una iglesia con una campana para llamar a los indios a orar y que se les aplicara un examen cada 15 días para ver lo que habían aprendido. Se controlaba con exámenes quincenales el avance de la hegemonía cultural, se media y evaluaba con objetividad la efectividad del trabajo ideológico.
Estas leyes evidencian que la conquista estaba acompañada de la imposición de un tipo de pensamiento que la justificaba para lo cual necesitaban borrar la memoria histórica de los pueblos, como se conoce a la par con la construcción de las igliesias se quemaron los códices.
Es por ello que defendemos la idea de que la Conciencia histórica sería, entre otros aspectos, la posibilidad real de reconocer al verdadero enemigo histórico. El pobre vestido de Capitán América sería un ser que no reconoce a su enemigo histórico y, por ende, se ubica en la trinchera de este, dispuesto a pelear sus batallas y a morir defendiendo su propio estado de explotación. En la historia humana los hombres siempre se han inventado muchísimos enemigos en función de intereses particulares y mezquinos sin percatarse que el enemigo común lucra con su falta de memoria histórica y de unidad.
No estamos diciendo acá que todo lo que la modernidad despoja en el hombre se inaugura con ella precisamente en el año 1492. El despojo, que sería como el rasgo distintivo de todas las sociedades divididas en clases sociales, tiene su historia anterior a esta fecha. La modernidad capitalista lleva al despojo a su más alta expresión, a su más desarrollada sofisticación. Es el hombre alejado de sí mismo, enemistado con su propia naturaleza, producto del despojo sistemático y sistémico; aquello que Carlos Marx denomina enajenación.
Para demostrar que el despojo ya era anterior a la modernidad podemos poner un ejemplo de ello: el despojo de la libre esencia femenina de la mujer es un despojo que acontece mucho antes de que la modernidad se establezca. Así puede leerse en el texto de Engels “El origen de la familia, la propiedad privada y el estado”:
Por tanto, la monogamia no aparece de ninguna manera en la historia como una reconciliación entre el hombre y la mujer, y menos aún como la forma más elevada de matrimonio. Por el contrario, entra en escena bajo la forma del esclavizamiento de un sexo por el otro, como la proclamación de un conflicto entre los sexos, desconocido hasta entonces en la prehistoria. En un viejo manuscrito inédito, redactado en 1846 por Marx y por mí, encuentro esta frase: <<La primera división del trabajo es la que se hizo entre el hombre y la mujer para la procreación de hijos>>. Y hoy puedo añadir: el primer antagonismo de clases que apareció en la historia coincide con el desarrollo del antagonismo entre el hombre y la mujer en la monogamia; y la primera opresión de clases, con la del sexo femenino por el masculino[6]. p.32
Como puede verse Engel y Marx hacen una aguda y fundamentada crítica a la dominación de la mujer, esto es al patriarcado, que llega de la mano de la explotación de las clases y la de la mujer al unísono. A la mujer se le expropia el derecho a la felicidad sexual a la libertad de elección de la pareja precisamente por una necesidad económica de los hombres. El matrimonio monógamo llegó como transacción económica, como acuerdo entre las partes para un fin mercantil. La mujer se convirtió en moneda de cambio para aumentar o asegurar más ganancias. El matrimonio monógamo no buscaba ni mucho menos la felicidad de la mujer, sino que su estructura servía a intereses económicos muy bien definidos.
Puede decirse que el cuerpo de la mujer es expropiado sincrónicamente a la expropiación de la tierra. Al final de este texto, Engel expone en una aclaración que el matrimonio monógamo es una de las características fundamentales de lo que posteriormente se convirtió en lo que hoy denominamos modernidad. La cita exactamente expresa:
Haré notar sencillamente que Fourier consideraba ya la monogamia y la propiedad sobre la tierra como las instituciones más características de la civilización, a la cual llama una guerra de los ricos contra los pobres. También se encuentra ya en él la profunda comprensión de que, en todas las sociedades defectuosas y llenas de antagonismos, las familias individuales (les familles incohérentes) son unidades económicas[7]. p.93
La modernidad es entonces la lógica de la explotación junto a la justificación del despojo y la barbarie. En esta batalla por la dominación as primeras víctimas fueron las mujeres. Es por ello que todos los feminismos, en opinión nuestra, debe ubicar en primer lugar al enemigo histórico contra el que enfilan sus armas. Ese enemigo, en nuestra opinión, no es en ningún caso el sexo opuesto o cierto tipo de educación sino un sistema de organización de la producción del que emerge un tipo muy específico de familia y de educación social de los sexos.
El despojo de la memoria histórica que se consolidó con la modernidad se instaló de manera muy suigéneris en leyes y formas de organización. Los documentos que guardan las memorias de la “Disputa de Valladolid” pueden ser una excelente prueba de ello. En la disputa de Valladolid se enfrentaron los argumentos de Sepúlveda y de el Padre de las casas. De un lado Sepúlveda defendiendo el derecho a evangelizar por la fuerza a los conquistados y el Padre de las Casas defendiendo la idea de evangelizarlos, pero desautorizando la fuerza y la barbarie. Ambos posturas mantenían terribles identidades: en primer lugar; las ideas eran expuestas por hombres que estaban del lado de los conquistadores; luego, se nos defendía porque se nos veía incapaces de hacerlo por nuestros propios argumentos; además, no se discutía en ningún caso el derecho de los indios a que los españoles se retiraran de nuestros territorios o que se aceptaran nuestras creencias como válidas sino que en ambas posturas, como debería ser, coincidían en la necesidad de evangelizarnos; léase, dominarnos culturalmente.
Estamos entonces intentando acercarnos a una definición de modernidad que hace énfasis en su carácter negativo, en la ruptura de la continuidad del desarrollo de las culturas que somete para imponerse. En la cita anterior de Engels y Marx se exponen dos aspectos sobre los que deseamos llamar la atención; uno es el carácter disruptor de la modernidad en el sentido de despojar y el otro es la denuncia que hacen estos filósofos a la explotación de la mujer. Podemos, repitiendo una idea ya dicha pero fundamental y sin temor a equívocos, ubicar los inicios del feminismo actual en esta toma de conciencia histórica de la importancia que tuvo la dominación de la mujer para el desarrollo de las sociedades de las clases en general y del capitalismo en particular.
De manera más explícita Engels expone que:
El estadio de la producción de mercancías, con el que comienza la civilización, se distingue desde el punto de vista económico por la introducción: 1) de la moneda metálica, y con ella del capital en dinero, del interés y de la usura; 2) de los mercaderes, como clase intermediaria entre los productores; 3) de la propiedad privada de la tierra y de la hipoteca, y 4) del trabajo de los esclavos como forma dominante de la producción. La forma de familia que corresponde a la civilización y vence definitivamente con ella es la monogamia, la supremacía del hombre sobre la mujer, y la familia individual como unidad económica de la sociedad.[8] p.45
La denuncia de la acumulación del capital como forma de explotación del hombre y de la naturaleza la elaboran Marx y Engels, denunciando a la vez, el proceso de explotación de la mujer. La constitución de la familia monógama es una necesidad económica en primer lugar y despoja a la mujer de su condición de ser con dignidad para construir una identidad femenina que se solidarice con las condiciones de expropiación que ya vienen consolidándose.
El robo de la memoria histórica de las mujeres incluye esta importante dimensión de su explotación porque al desconocer la historia de la familia monógama ella desconoce las causas primerias y esenciales de la opresión entre los géneros. Esta falta de conocimientos de la historia de la dominación femenina hace que algunas feministas ubiquen a su enemigo de genero en el otro genero y no en un sistema de relaciones de explotación que ha lucrado con el robo de su cuerpo y su libertad desde sus mismos orígenes. Este es otro argumento a favor de la tesis de que no hay Modernidad sin el robo de la memoria histórica de los oprimidos (los modernizados).
Ciertamente creemos que la modernidad arrebata también la memoria histórica a algunas mujeres para que luchen sus batallas sin dañar en un ápice al sistema de dominación, en este momento, neoliberal.
En otro orden de ideas, para los clásicos del marxismo el capitalismo en su esencia explotadora al desarrollarse y conseguir sus “progresos” refina los modos de explotación, tanto de hombres como de mujeres. En otras palabras; el desarrollo de la modernidad es el desarrollo de mejores y más refinadas formas de explotación y de robo de la conciencia histórica.
Siendo la base de la civilización la explotación de una clase por otra, su desarrollo se opera en una constante contradicción. Cada progreso de la producción es al mismo tiempo un retroceso en la situación de la clase oprimida, es decir, de la inmensa mayoría. Cada beneficio para unos es por necesidad un perjuicio para otros; cada grado de emancipación conseguido por una clase es un nuevo elemento de opresión para la otra. La prueba más elocuente de esto nos la da la introducción de la maquinaria, cuyos efectos conoce hoy el mundo entero.[9] p.92
Los esclavos modernos, si es que se nos permite la frase, a diferencia de los esclavos de la edad media, compran con su raquítico salario sus propias cadenas, las actualizan y las disfrutan.
La modernidad actualiza sus formas de dominación; las crueles y las menos drásticas. Todas han de ser reconsideradas a la luz de las experiencias históricas. Puede leerse a Victoria Ocampo cuando se pregunta qué nos deja el siglo, decir:
En Chile, más allá de cualquier deseo de siglo, más allá de las intenciones políticas de blanqueo de la historia (me refiero a su neutralización), el siglo xx chileno me parece que quedará prisionero en un relato enteramente contaminado por el golpe de Estado de 1973. El golpe será el hito visible tras el que se agrupará laberínticamente el centenario. Una ordenación circular que permitirá atisbar, con una cierta nitidez, la escalada programática de los distintos tipos de violencia que han recorrido los últimos cien años.[10]
Sin embargo, para toda la América Latina este siglo deja, además, la desmemoria. A pesar de las dictaduras y los miles de desaparecidos y asesinados en este continente, aun cuando duela decirlo, los ninguneados continúan votando por los despojadores. Una nueva versión de Pinochet gobierna Brasil con la anuencia de una parte importante de humildes trabajadores que le dieron el voto. Hoy, solo algunos pocos se salvan del capital, la mayoría corre asustada a alinearse nuevamente a las órdenes de Tío Sam. Y unos trabajadores empobrecidos piden, vestidos del Capitán América, que los EUA intervengan nuevamente en nuestras tierras arrasadas. Para este continente a la alerta martiana de unirnos como la plata en las raíces de los andes deberá continuar esperando por otros aires menos agresivos.
En esa actualización de las formas de dominación, hoy los golpes de estado son blandos y el pensamiento crítico es asesinado sistemáticamente en internet. En este 2019, a diferencia de otras épocas “más tristes” y “menos entretenidas” podemos admirar la caída de las bombas en tiempo real y disfrutar del linchamiento de un presidente sentados en las primeras filas. Hoy las dictaduras tienen otros discursos y se presentan en la televisión con el mayor de los descaros. Todo ello es posible porque el capitalismo y su modernidad están dispuesto dispuestos a reciclarlo todo; el capitalismo en neoliberalismo y la modernidad en postmodernidad; menos a la memoria histórica de los oprimidos. El tiempo lineal que nos propone la modernidad aleja cada ves mas a los hombres del pasado cruel impidiendo que se reconozcan en sus antecesores. El tiempo cíclico de las culturas madres nos permitía vivir nuevamente con los ancestros reeditando la memoria imprescindible para la construcción de la identidad; el tiempo lineal de la modernidad lo imposibilita porque siempre vamos hacia delante con la ilusoria noción del desarrollo alejándonos de las costumbres y de nosotros mismos.
Además de lo dicho, la modernidad ha establecido como nunca antes un tiempo para el trabajo y un tiempo para el disfrute; y este último no es otra cosa que tiempo para olvidar. El entretenimiento de la modernidad se alienó junto con el trabajo hasta el punto que hoy en día descansar es consumir y, nunca, emanciparse. Resulta muy poco frecuente que las personas identifiquen el tiempo de descanso con un espacio de conquista de mayor desarrollo subjetivo y de conciencia histórica.
Qué son sino los nuevos y sofisticados teléfonos celulares; más que herramientas del sistema de dominación cultural que arrebata el tiempo a los dominados y con ello la conciencia de su propia explotación. Las pruebas de la importancia que tuvieron los teléfonos celulares y las redes en la definición de la victoria en las antepenúltimas, penúltimas y últimas elecciones en los EUA resultan abrumadoras y preocupantes. Los celulares no son dispositivos neutros para la comunicación humana sino herramientas que posibilitan continuar educando un pensamiento único en contra de los intereses históricos de los desposeídos. Los celulares se apoderan del tiempo en el que el explotado moderno podría leer e ir conquistando la unidad y organización que les permitan destruir definitivamente al sistema de explotación que los oprime.
Es por ello que reconocemos con desprecio que este sujeto oprimido vestido con los atuendos del Capitán América, que citamos al inicio de este trabajo, está orgullosamente peleando la guerra de su opresor porque ese mismo opresor o enemigo histórico le ha robado la conciencia histórica, la capacidad de comprender su propio estado de alienación y explotación.
¿Qué sería entonces para los autores de este trabajo la conciencia histórica? Ya hemos enumerado algunos aspectos que se consideran fundamentales en la construcción de esta respuesta. Deseamos enumerar otros: en primer término; conciencia histórica sería, poder reconocer el despojo. Poder fundamentar con hechos su propio estado de alienación y ubicar, dentro del momento histórico que le ha tocado vivir cuales son los objetivos inmediatos y mediatos de su clase social.
Estamos escribiendo esto en el entendido que al reconocer el despojo al que es sometido, el sujeto pasa solidariamente de ver su explotación individual a reconocerla en los otros como una condición de explotación colectiva. Inmediatamente pasa a concebirse como parte de una clase social con la que comparte no solo el pasado y el presente sino, además, el futuro.
El despojo debe visualizarse en todas sus dimensiones históricas, haciendo énfasis en las que consideramos fundamentales, esto es: el despojo de la tierra, el despojo del cuerpo y de la memoria histórica, el despojo de los recursos espirituales y la cultura y por último el despojo de los satisfactores.
Comprender el despojo de los satisfactores es de primera importancia. En las condiciones de explotación primarias el esclavo sufría su explotación y podía ubicar a su enemigo. Nunca, en ninguna de las sociedades anteriores al capitalismo la clase dominada, expropiada o explotaba disfrutaba su propio estado de sometimiento como ahora se hace. Al despojar al esclavo de los satisfactores naturales de su existencia humana e instalar satisfactores creados por la clase explotadora el esclavo moderno comienza a sentir placer en el acto de dominación. Disfruta la producción cultural del capitalismo cuya misión esencial es despojarlo de su conciencia de explotado y lanzarlo al disfrute de un entretenimiento absurdo que lo llena de deseos mundanos por una vida en condiciones de total indignidad.
Es en este punto en el que se comprende como es que puede un humilde hombre de pueblo salir a una manifestación y pedirle al imperialismo norteamericano que lo libera del gobierno que lo libera del imperialismo.
Ahora bien, la modernidad no ha seguido un desarrollo lineal ni mucho menos. Al ser específicamente la ideología de una sociedad de explotación dividida en clases ha sufrido los rigores de las contradicciones de esas mismas clases en todos los niveles de la vida humana. Especialmente dura ha sido la lucha de la modernidad por imponer una visión de lo social, lo humano y lo cultural que oculte precisamente esa lucha a muerte entre las clases que ya habían denunciado Carlos Marx y su amigo F. Engels.
Uno de los ejemplos que se pueden citar al respecto sería la corriente estructuralista inaugurada por Lévi Strauss y que es una escuela que se consolida en Francia en los años 50 y 60 del pasado siglo y que según Gustavo Bueno es el intento de introducir el concepto de estructura en el análisis antropológico intentando dar cuenta con ello de conceptos como clases sociales y lucha de clases.
Personalmente considero que la propuesta del estructuralismo de encontrar estructuras explicativas para los fenómenos antropológicos que pudiesen aplicarse a varias culturas y que por tanto tuviesen carácter general, sin que, además, emergieran de la base económica de las que emergían las relaciones de dominación de las sociedades que investigaban no pasó más de ser una propuesta suigéneris pero poco explicativa.
Considero mucho más sólida la propuesta marxista cuando hace un análisis de los tipos de familia y su evolución y llega a la conclusión de que la familia monógama es resultado del establecimiento de un tipo de relación económica de producción que no hubiese podido evolucionar sin introducir a la familia en la propia lógica del sistema.
La modernidad entonces, para la autora de este trabajo es un complejo sistema de pensamiento que emerge de sociedades divididas en clases y pretende, en la mayor de los casos, ocultar ese estado de explotación.
CONCLUSIONES
La modernidad es un sistema de pensamiento que nace de sociedades divididas en clases y que pretende, como objetivo fundamental, hegemonizar el estado de injusticia permanente que tal sociedad produce y reproduce.
El pensamiento moderno es un pensamiento lineal, instrumental y hegemónico que no reconoce a la lucha de clases como el factor determinante de la historia y pretende sustituir la conflictividad que se genera de su estado de explotación con los conceptos de desarrollo, eficiencia, libertad y democracia. Conceptos que por demás se le han subordinado de manera acrítica.
La modernidad es un modo de pensar que se funda fundamentalmente en la perdida de la memoria histórica de los oprimidos que terminan alabando las bondades desarrollistas de un sistema que no les da esperanzas ni a los hombres ni a la tierra que aniquila bajo sus producciones innecesarias.
BIBLIOGRAFÍA
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- Victoria Ocampo. Mery Louisse Prattno me interrumpas, las mujeres en el ensayo latinoamericano. En soporte digital. PDF.
[1] Abel Prieto Jiménez. “Capitán América, mi futuro depende de ti”, el empleo por la oposición antichavista de símbolos yanquis. Cubadebate contra el terrorismo mediático. Consultado el 20042019 en http://www.cubadebate.cu/opinion/2019/04/19/capitan-america-mi-futuro-depende-de-ti-el-empleo-por-la-oposicion-antichavista-de-simbolos-yanquis/#boletin20190419
[2] Sylvia Marcos. Tomado de los labios: género y eros en Mesoamérica. Ediciones Abya–Yala. Quito-Ecuador. 2006.
[3] Bolívar Echevarría. La modernidad de lo barroco. Biblioteca Era. 1998. Echeverría
[4] Sylvia Marcos. Tomado de los labios: género y eros en Mesoamérica. Ediciones Abya–Yala. Quito-Ecuador. 2006.
[5] Michel Foucault. HISTORI DE LA SEXUALlDAD. 1. LA VOLUNTAD DE SABER. Traducción de Ulises Guiñazú. Editorial siglo xxi editores, s.a. de e.v, México, D.F. 1977.
[6] Friedrich Engels. EL ORIGEN DE LA FAMILIA, LA PROPIEDAD PRIVADA Y EL ESTADO. En soporte digital. PDF.
[7] Idem.
[8] Friedrich Engels. EL ORIGEN DE LA FAMILIA, LA PROPIEDAD PRIVADA Y EL ESTADO. En soporte digital. PDF.
[9] Friedrich Engels. EL ORIGEN DE LA FAMILIA, LA PROPIEDAD PRIVADA Y EL ESTADO. En soporte digital. PDF.
[10] Victoria Ocampo. Mery Louisse Prattno me interrumpas, las mujeres en el ensayo latinoamericano. En soporte digital. PDF.