La reducción del tiempo de trabajo en los tiempos de la pandemia

La crisis de la Covid ha provocado un descenso de la actividad y, por tanto, del número de horas trabajadas. Es un fenómeno global: según la OIT (Organización Internacional del Trabajo), la caída en el número de horas trabajadas a nivel mundial en 2020 equivale a 255 millones de empleos equivalentes a tiempo completo, cuatro veces más que durante la crisis de 2009. Pero la repercusión en el empleo se ha visto atenuada por lo que la OIT llama una “reducción de las horas de trabajo en el interior del empleo”. Como se verá más adelante, Francia no es una excepción. Pero, previamente, resulta esclarecedor inscribir la coyuntura actual en una perspectiva histórica más amplia.

¡Todos a medio tiempo!

El gráfico de abajo da una evaluación de la duración media anual del trabajo en un amplio período. Ciertamente, tal ejercicio plantea numerosos problemas metodológicos (ver el anexo). Dos historiadores, Corine Maitte y Didier Terrier, acaban de publicar un libro magistral, Les Rythmes du labeur [Los ritmos del trabajo] (La Dispute, 2020), una encuesta sobre el tiempo de trabajo en Europa occidental desde el siglo XIV al XIX. Muestran hasta qué punto la definición misma del tiempo de trabajo es difícil e incluso escurridiza. Se puede consultar esta recensión de la obra y escuchar esta entrevista con los autores. Reconocen sin embargo el interés de los trabajos estadísticos que tienen el mérito “de plantear una cuestión que hasta entonces apenas se ponía en evidencia”. Sea como sea, la tendencia histórica a la baja es innegable: en la actualidad se trabaja aproximadamente la mitad del tiempo en relación con el inicio del siglo veinte.

Un declive secular de la duración del tiempo de trabajo

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Número total de horas trabajadas en Francia, por año. Fuente: Olivier Marchand y Claude Thélot, Pierre Villa, INSEE

El reparto del trabajo

El número total de horas trabajadas es el producto del empleo por la duración media del trabajo: esto es una igualdad contable. Ella plantea evidentemente problemas estadísticos de los que los principales son el campo de estudio (el conjunto de los empleos o solo los asalariados) y el tratamiento de los empleos a tiempo parcial o reducido. Se utilizarán aquí los datos del INSEE [Instituto Nacional de Estadística y Estudios Económicos, ndt] sin entrar en esta discusión. Una mirada rápida sobre los cuatro últimos decenios a partir de las cuentas nacionales trimestrales lleva a las siguientes observaciones: entre el primer trimestre de 1980 y el cuarto trimestre de 2019, el número de personas en empleo ha aumentado en la cuarta parte. Esta progresión del empleo se hace en escalones en función de los diversos episodios de recesión. En este mismo período, el número de horas trabajadas solo ha aumentado en el 6%. La duración del trabajo ha disminuido el 17% pero esta caída se ha producido hasta 2002: desde el paso a las 35 horas, la duración del trabajo no se mueve. Es posible (en datos anuales) ensanchar más el foco para volver hacia la inmediata post-guerra. Se obtiene entonces la representación de aquí abajo.

El reparto del trabajo en un período amplio

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Empleo, número de horas trabajadas y duración del trabajo en Francia, base 100 en 1950. Fuente: INSEE, cuentas nacionales anuales

La principal constatación es que el número de horas trabajadas en Francia es hoy, aproximadamente, el mismo que hace 60 años: 43 mil millones en 2019, contra 46 en 1950, porque la productividad horaria del trabajo ha aumentado aproximadamente como el PIB en el conjunto de ese período. Al mismo tiempo, el número de empleos ha aumentado en casi la mitad, pasando de 19,5 a 28,5 millones. Esta progresión solo ha sido posible porque la duración del trabajo ha bajado.

Un volumen de horas constante, un empleo que aumenta la mitad (o sea 1,5 veces o 3/2) y una duración del trabajo que baja en un tercio (es decir, 2/3 de su nivel inicial): la cuenta (3/2 x 2/3=1) es correcta.

¿Una regla de tres simplista?

El 10% de reducción del tiempo de trabajo = 10% de empleo, ¿es una contabilidad simplista? Esa es la opinión dominante entre muchos economistas que se han dedicado a descalificar la aparición de las luchas sociales por la jornada de ocho horas. Lo atestiguan estas dos citas:

“Existiría una cantidad dada de trabajo y sería interés de los obreros trabajar menos, a fin de que este volumen de trabajo se reparta entre el conjunto de los trabajadores”.

“Los economistas condenan casi unánimemente el sofisma del empleo en cantidad fija, un concepto según el que el número total de empleos en una economía es fijo y, por lo tanto, debe ser repartido equitativamente”.

La primera cita proviene de 1891. Es del economista británico David F. Schloss. Observemos que se produce un año después de la primera fiesta del trabajo, celebrada el uno de mayo de 1890 a favor de la jornada de ocho horas. La segunda cita es de 2016 y su autor solo hace traducir al francés la expresión acuñada por Schloss, cuando habla del “sofisma del empleo en cantidad fija”. Este autor es Jean Tirole, nuestro premio del Banco de Suecia en economía, en su libro Economie du bien commun. Se atrevía a hacer una amalgama entre los partidarios de la reducción del tiempo de trabajo y las tesis del Frente Nacional, de la que mostramos en su tiempo que revelaba una burda confusión entre número de empleos y número de horas de trabajo. Imaginemos por un momento lo que habría podido pasar si ese volumen de horas de trabajo aproximadamente fijo (a pesar de que ello disguste a Schloss y Tirole) no hubiera sido repartido gracias a una reducción de la duración del trabajo: en ese hipotético escenario habría habido menos empleos y así más paro. Es un tal reparto lo que efectivamente ha tenido lugar en Francia desde hace medio siglo, ciertamente no siempre equitativamente, con altos y bajos, en función de las relaciones de fuerza, ya que no se trata de una ley económica sino de una cuestión social.

El choque del virus

Tras esta perspectiva histórica es el momento de volver a la coyuntura actual. El gráfico de abajo muestra que la caída de la duración del trabajo ha permitido de absorber la mayor parte del impacto en el empleo del retroceso del número de horas trabajadas. Es llamativo el paralelismo entre número de horas trabajadas y duración del trabajo. Más precisamente, el balance en un año (entre el último trimestre de 2020 y el de 2019) queda como sigue: el número de horas trabajadas ha bajado el 7%, la duración del trabajo el 5,7% y el empleo el 1,4%. Retengamos esta última cifra: la duración media del trabajo es hoy inferior en casi el 6% a la de hace un año, lo que equivale a un poco de más dos horas por semana.

Después del Covid: ¿aumentar el tiempo de trabajo o el empleo? 

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Empleo, duración del trabajo y número de horas trabajadas. Base 100 en el primer trimestre de 2018 Fuente: INSEE, cuentas nacionales trimestrales

Esta pequeña aritmética permite subrayar una de las cuestiones centrales que va a plantearse en los próximos meses. Imaginemos que el número de horas trabajadas colma el agujero y aumenta así el 7 %. Se puede entonces considerar dos escenarios. Si la duración del trabajo sigue en su actual nivel, el empleo puede aumentar el 7%. Pero si vuelve a su nivel de antes de la crisis, el empleo aumentará solo el 1 %. Se trata evidentemente de escenarios hipotéticos, pero que enmarcan la posible evolución. Entre los dos, la diferencia es considerable: son 1,7 millones de empleos cuya suerte depende de la trayectoria de salida de la crisis. La crisis actual podría ser entonces la ocasión de recuperar el tiempo perdido, no alargando la duración del trabajo como proponía el Institut Montaigne desde mayo de 2020, sino renovando con una caída interrumpida desde hace al menos quince años. La mera preservación de los empleos es a este precio.

Anexo

Además de las cuentas nacionales del INSEE, las fuentes utilizadas provienen de trabajos preciosos de los investigadores del Insee. El primero es el libre Deux siècles de travail en France de Olivier Marchand y Claude Thélot (1991). El segundo es la impresionante colección de Series macro-económicas reunida por Pierre Villa (1997). Marchand y Thélot suministran estimaciones de la duración anual para diversos años comprendidos entre 1831 y 1989. Esta duración es aproximadamente constante hasta 1896, fecha en la comienzan las estimaciones de Villa sobre la duración semanal. Se han intercalado los puntos de Marchand y Thélot con los datos de Villa, de forma que se obtiene una primera serie 1896-1989. Los datos del INSEE permiten calcular la duración anual del trabajo a partir de 1949. Se dispone así de dos series para el período 1949-1989, una coherente con las evaluaciones de Marchand y Thélot y otra del INSEE. No coinciden: la principal diferencia concierne a la inmediata postguerra, en la que la duración calculada por el INSEE es superior a la de Marchand y Thélot. Se ha procedido pues a un ajuste en silbido para el decenio de postguerra. La curva obtenida es pues el resultado de un ajuste razonado entre diferentes fuentes, de forma que se obtenga una trayectoria de largo plazo lo más coherente posible.

Evolución del tiempo de trabajo efectivo por semana en el Estado español

En el Estado español la población ocupada, mayoritariamente asalariada, realiza en torno a 600 millones de horas efectivas de trabajo semanal. Habiéndose alcanzado 720 millones antes de la crisis que se inició en 2008, el mínimo anterior a la pandemia en la serie disponible en el INE son los 520 millones de horas semanales tras la campaña de verano en 2013. En ese periodo, el número de ocupadas ha pasado de 16,5 millones en 2002 a casi 19,5 millones de personas en la actualidad, suponiendo las mujeres una gran mayoría de ese incremento, en torno al 90%. Es sabido que las mujeres perciben menores salarios y sufren una incidencia mucho mayor del empleo temporal y, sobre todo, de las jornadas a tiempo parcial. El tiempo parcial, en gran parte involuntario, afecta al 20% de las mujeres con contrato indefinido (solo al 4% de los hombres) y al 30% de las mujeres con contrato temporal.

Esa evolución relativamente estable del número de horas trabajadas, junto al aumento de la población ocupada por una fuerte activación de las mujeres de todas las generaciones, nos muestra una jornada efectiva decreciente, desde las 36 horas de media de hace casi 20 años a las 31 horas en la actualidad. Siendo el diferencial entre mujeres y hombres estable en unas 5 horas semanales, se puede ver una dualidad reforzada, con más mujeres trabajando a tiempo parcial y peores salarios, al tiempo que varios millones de hombres en empleos industriales y de la construcción perdían sus trabajos para siempre, mientras otros hombres que siguen ocupados hacen más horas extras, cada vez más no reconocidas ni pagadas.

La pandemia ha dejado una evolución del tiempo de trabajo por trimestres que merece ser también analizada. Si el 2019 terminaba en niveles altos de horas trabajadas y personas ocupadas, el primer confinamiento nos muestra que para final de junio se habían dejado de realizar más del 25% de las horas y se destruyeron más de 1,3 millones de empleos asalariados, con un impacto negativo leve sobre la cantidad de autónomos y empresarios. El impacto económico y social de esa primera ola se llevó casi el 8% del empleo, en el que históricamente ha sido siempre el mejor trimestre del año (el segundo). Un impacto relevante, a pesar del encarecimiento del despido por decreto y sin contar los más de 4 millones de personas que fueron protegidas del despido por la generalización del ERTE, habiendo resultado un mecanismo eficaz de nacionalización del salario y salvaguarda del empleo.

Para finales de 2020 y en relación a un año antes, el número de horas trabajadas solo ha caído un 6% y el total de ocupadas un 3%, 620.000 personas menos y a la espera de ver como se desenvuelve el desarrollo del trabajo y el empleo en la nueva normalidad actual. Indudablemente existe la posibilidad de que algunos ERTE deriven en otras modalidades de regulación de empleo y finalicen en despidos. Para minimizar o evitar esa posibilidad sería preciso derogar las últimas reformas laborales y promover la estabilidad en el empleo mediante el refuerzo de la negociación colectiva, lo que no está asegurado por la negativa de la mayoría del gobierno de coalición a implantar reformas que aseguren esos derechos. Esa evolución por trimestres muestra que más que despidos masivos, como en la anterior crisis, en el primer confinamiento más severo se dio una reducción del tiempo de trabajo a una media de 25 horas semanales en el segundo trimestre, habiendo recuperado una cierta normalidad en torno a las 31 horas para final del año. Quitando la hostelería y la cultura, que han perdido en torno a un 20% de sus efectivos asalariados, según datos de la Seguridad Social, el impacto sobre el resto de sectores ha sido en 2020 muy moderado, a la vista del fuerte impacto sobre la producción y la caída de un 11% del PIB (Redacción Viento Sur).

Fuente: https://vientosur.info/la-reduccion-del-tiempo-de-trabajo-en-los-tiempos-de-la-pandemia/

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El sombrío futuro de la crisis

Por Michel Husson

La crisis no ha terminado, pero deja ya un paisaje social devastado. Tras describir sus efectos sociales, este estudio se interroga sobre la existencia de alternativas a las políticas neoliberales llevadas a cabo en la actualidad en Europa.

Las marcas de la crisis

El balance sobre el empleo se puede resumir, simplemente, señalando que en la actualidad hay el mismo número de personas que disponen de un empleo que cuando estalló la crisis: la creación neta de empleo ha sido nula en la zona euro en el curso de estos ocho últimos años. No es pues, nada asombroso, constatar que la tasa de paro sea en la actualidad del 10%, es decir casi dos puntos más que al inicio de la crisis. Esta media coexiste con importantes disparidades entre países: la tasa de paro sobrepasa el 20% en Grecia y en España, mientras que es inferior al 5% en Alemania y el Reino Unido. Pero sobre todo, estas cifras globales no dan cuenta de las transformaciones estructurales desencadenadas por la crisis.

Esta tiene, en primer lugar, un impacto sobre la demografía: a partir de 2009, la población total ha disminuido en los países más golpeados por la crisis, especialmente en España, Portugal y Grecia. Ese fenómeno se explica por la inversión de los saldos migratorios: las entradas de inmigrantes se agotan y la emigración se desarrolla. Pero la crisis deja también su marca sobre otro indicador del que se podría pensar que es relativamente independiente, el número de nacimientos. Es llamativo constatar que ha tenido la misma evolución en España y en Grecia: baja hasta mediados de los años 1980, estabilización, después aumenta desde el inicio del siglo (ver gráfico 1). Y, en los dos países, la irrupción de la crisis provoca un nuevo giro a la baja.

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Gráfico 1 – Número de nacimientos en Grecia y en España

En millares. Fuente: Eurostat

Estas involuciones contribuyen a la desvitalización de los países concernidos por la salida de la juventud cualificada. Refuerzan el círculo vicioso de la austeridad, a corto plazo pero también a largo plazo al hacer más difícil el equilibrio y la financiación de las pensiones.


Los movimientos subterráneos

Las cifras del paro y del empleo ocultan movimientos menos visibles, transformaciones que corresponden, en su mayor parte, a inflexiones irreversibles.

El paro de la gente joven se aprecia mejor por la parte de los jóvenes (de 15 a 29 años) que no trabajan y ni estudian ni están en formación (NEET, Not in Education, Employmentor Training) que por la tasa de paro. Esta proporción ha aumentado en la Unión Europea, pasando del 13,2% en 2007 al 15,9% en 2013. Ha comenzado a bajar a continuación para volver al 14,8% en 2015. Pero permanece muy elevada en los países más tocados por la crisis, como Italia (25,7%), Grecia (24,1%) o España (19,4%). El paro de larga duración aumenta desde 2008 y retrocede desde 2014, pero más lentamente que el paro global. La crisis ha alejado duraderamente del empleo a una parte de la gente trabajadora, a menudo la de mayor edad y al mismo tiempo ha inscrito en la realidad social el largo y difícil acceso de la gente joven al empleo.

En un primer momento, la duración del trabajo ha servido de variable de ajuste entre actividad económica, empleo y paro. Bajo formas diversas (desempleo parcial, mantenimiento negociado de los efectivos, trabajo a tiempo parcial, etc.) la caída del tiempo de trabajo ha permitido amortizar el impacto inmediato de la crisis sobre los efectivos empleados. Pero este homenaje del vicio a la virtud era provisional: el movimiento se ha interrumpido desde que ha parecido instalarse una cierta recuperación económica. Después todo ocurre como si las modulaciones de la duración del tiempo de trabajo estuviesen puramente ligadas a la coyuntura: la crisis no ha conducido a hacer de una reducción colectiva del tiempo de trabajo un elemento estructural del combate contra el desempleo. Muy al contrario, las reformas tienden a una utilización diferenciada de la duración del trabajo: tiende a aumentar para los empleos “competitivos” y a reducirse para permitir la multiplicación de los pequeños trabajos.

El trabajo a tiempo parcial es en efecto el medio de crear un mayor número de empleos para un mismo volumen de horas trabajadas. No es pues asombroso constatar que ha sobrepasado una escalera en los países más golpeados por la crisis. Entre 2007 y 2015, la parte de las personas asalariadas a tiempo parcial ha pasado así del 13,4% al 18,3% en Italia y del 11,4% al 15,6% en España. Esta evolución es tanto más regresiva que la parte del tiempo parcial forzoso es muy elevada (68,8% en Grecia, 63,9% en Italia y 63,4% en España) y que se acompaña en estos países de una progresión aún más rápida de los contratos cortos (de menos de 15 horas por semana).

Como los empleos a tiempo parcial son mayoritariamente ocupados por mujeres, nos podemos dar cuenta que la progresión del tiempo parcial equivale a otra báscula importante en la estructura del empleo. Entre 2008 y 2015, el número de empleos a tiempo completo ha caído en 7,6 millones en la Unión Europea y este retroceso ha sido aproximadamente compensado por un aumento de 3,7 millones de empleos a tiempo parcial. Al mismo tiempo, el empleo masculino ha retrocedido en 4,7 millones mientras que el empleo femenino ha aumentado en 0,8 millones. La parte de las mujeres en el empleo total ha continuado pues progresando durante la crisis, pero esta progresión ha estado ampliamente condicionada por la del tiempo parcial (ver gráfico 2). La crisis ha reafirmado y generalizado así la “fatalidad” del tiempo parcial para las mujeres.

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Gráfico 2 – Empleo de las mujeres y trabajo a tiempo parcial

Fuente: Eurostat


La bipolarización del empleo

La crisis ha acentuado las tendencias a la segmentación y a la bipolarización del mercado de trabajo, entre los “pequeños trabajos” y los empleos cualificados y mejor remunerados. Un muy interesante estudio loha mostrado recientemente a nivel de la Unión Europea. El estudio clasifica los empleos en cinco quintiles o tramos de remuneraciones y observa su progresión entre 2011 y 2015 según los diferentes estatutos de empleo. El gráfico 3 ilustra los principales resultados de este estudio: cada columna representa la progresión del número de empleos según el tramo de salarios considerado. La primera columna corresponde al 20% de los menos bien pagados, la segunda a los 20% siguientes y así hasta el 5º quintil mejor pagado.

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Gráfico 3 – Crecimiento del empleo en la UE entre 2011 y 2015 según el tramo de salario y el estatuto

En millones. Fuente: Fernández-Macías y otros |1|

Se pueden observar cuatro evoluciones significativas.

  1. se acentúa la polarización de los empleos: solo las categorías extremas ven progresar significativamente sus efectivos;
  1. se instala la precarización: en todas las categorías de empleo, salvo en el 20% de los mejor pagados, retroceden los empleos a tiempo completo;
  1. se consolidan las desigualdades salariales: el empleo de los 20% mejor pagados aumenta principalmente bajo la forma de tiempo completo;
  1. retrocede el empleo autónomo, salvo entre las personas asalariadas mejor pagadas.


Hacia la fragmentación salarial

La progresión del poder de compra de los salarios ha sido evidentemente frenada por la crisis pero no ha sido completamente anulada. De media, este poder de compra ha aumentado el 4% en la Unión Europea entre 2008 y 2015. Pero ese resultado global es engañoso al no tener en cuenta los efectos de estructura: la crisis ha destruido, sobre todo, los empleos de bajos salarios, lo que da lugar a que el salario medio vaya hacia arriba |2|. Y, por supuesto, las personas asalariadas que pierden su empleo pierden una parte de su ingreso. Y, por supuesto también, esa media encubre grandes disparidades según los países: también aquí, hay que citar a Grecia donde el retroceso del poder de compra alcanza un record del 17%.

De forma aparentemente paradójica, la crisis ha hecho incrementar la parte de los salarios en el valor agregado. Pero eso no es verdaderamente una paradoja: de media siempre, ni el freno salarial ni las supresiones de empleo han compensado plenamente el retroceso de la producción. Se podría entonces hablar de una “vuelta a la normalidad”, en la media en que la parte de los salarios ha reencontrado su nivel de inicios de los años 2000.

Sin embargo, esta evolución global encubre procesos menos visibles que conciernen a la estructura sectorial de la masa salarial. En una precedente contribución |3|, analizábamos los proyectos tendentes a desconectar la evolución relativa de los salarios entre los dos grandes sectores de la economía: el sector expuesto a la competencia internacional y el sector “protegido” de la misma. Se podía ya mostrar que se esbozaba un cambio de régimen salarial, desde una progresión relativamente homogénea de los salarios en estos dos grandes sectores a una desconexión |4|.

Por otra parte una recomendación de la Unión Europea, en su jerga característica, invoca una “necesaria reasignación de los recursos de los sectores no intercambiables hacia los sectores cambiables”. Dicho de otra forma, la “devaluación interna” (el otro nombre de la austeridad salarial) no bastaría, sería también necesario devaluar “la tasa interna de intercambio” entre los salarios de los sectores expuesto y protegido. En resumen, la austeridad debería centrarse especialmente en los salarios del sector llamado protegido, el que no está expuesto a la competencia internacional. Y es ello lo que ocurre: en casi todos los países |5|, el salario medio en los servicios se distancia del salario medio en la industria (ver gráfico 4).

Gráfico 4 - La desconexión salarial. Diferencial de evolución del salario medio entre los servicios y la industriaBase 100 en 2000. Fuente: Ameco

Una tal tendencia a la desconexión de los salarios entre grandes sectores de la economía significa que la mayoría de los países europeos converge hacia un modelo “a la alemana”, donde la progresión de los salarios ya no sigue la productividad del trabajo medio en el conjunto de la economía sino la productividad específica de cada sector, incluso de cada empresa. El sector expuesto a la competencia internacional ya no estaría afectado por los costos del trabajo “excesivos” en el sector de los servicios.

Las reformas estructurales de los mercados de trabajo tienen como principal función hacer posible esa desconexión. El objetivo es descentralizar al máximo la negociación colectiva para acercarla a la realidad de las empresas y ajustar la progresión de los salarios a los resultados de cada empresa. La “ley del trabajo” francesa es un buen ejemplo de esta lógica, puesto que la mayor parte de sus disposiciones tienden a hacer posibles los acuerdos derogatorios en relación con los convenios colectivos de sector (en esta web se han dedicado varios artículos al análisis de esta ley y a las movilizaciones contra la misma; el último es de Patrick Le Moal, “Formas inéditas y problemas políticos”, ndt).

Las transformaciones que se acaban de describir no son el producto de evoluciones espontáneas. Han sido acompañadas de la puesta en práctica de “reformas estructurales” que marcan ya su sello al funcionamiento de los mercados de trabajo. Una encuesta del Banco Central Europeo sobre los salarios |6| muestra así que el 10% de los empleadores europeos considera que es más fácil “ajustar el empleo” en 2013 que en 2010. Este porcentaje es particularmente elevado (el 30% y más) en los países más afectados por las citadas “reformas”, como Grecia, España y Portugal. Los resultados son similares en lo que concierne al ajuste de los salarios, que se ha hecho más fácil en todos los países, especialmente para las nuevas contrataciones.

Los cambios en el mercado de trabajo se prologan en los sistemas de negociación colectiva. Las tendencias desfavorables a las personas asalariadas (reducción de la cobertura convencional, retroceso de la sindicalización, descentralización de las negociaciones salariales) estaban en marcha antes de la crisis y engendraban una profundización de las desigualdades |7|. Pero la crisis ha introducido una “ruptura política”, como señala Jelle Visser |8|. La intervención del Estado se ha hecho mucho más presente en materia especialmente de formación de los salarios: los planes sociales que tendían a conseguir un relativo compromiso han desaparecido del paisaje y, en los países más afectados por la crisis, la negociación salarial ha “más o menos desaparecido”. Ahí también, el efecto de la crisis ha sido la profundización de la separación ente algunos países “regulados” y los otros, más numerosos, “donde son los mercados quienes deciden, en los que las negociación salarial está fraccionada y no coordinada y donde los niveles de desigualdad de los ingresos son más elevados” |9|.


Gran recesión, ¿gran bifurcación?

Este rápido examen panorámico ha permitido ilustrar la variedad de los procesos de ajuste entre diferentes países, que hace bastante vanas las tentativas de comparaciones internacionales basadas sobre tal o cual indicador unidimensional. La constatación más llamativa de esta revisión es sin duda que la crisis ha acelerado la divergencia entre las diferentes zonas de la Unión Europea. No ha golpeado a todos los países de la misma forma y las políticas de austeridad han sido desigualmente severas. En los países del “Norte” se han acentuado las tendencias ya presentes antes de la crisis, mientras que en los países del “Sur” el retroceso del empleo se acompaña de inflexiones irreversibles en el funcionamiento de los mercados de trabajo. En fin, la desconexión salarial entre sectores protegidos y expuestos parece haberse generalizado al conjunto de los países europeos: el auge del tiempo parcial es sin duda el indicio de una inflexión duradera hacia un nuevo modelo social esencialmente dualista.


There is no alternative

El rápido cuadro que acaba de ser esbozado muestra que las reformas neoliberales del mercado de trabajo traen consigo una regresión social sistemática. Se podría generalizar este diagnóstico al conjunto de las políticas europeas |10|. Más allá de esa constatación, la cuestión que se plantea es la de interrogarse sobre la coherencia y la eficacia de esas políticas.

Es necesario empezar por sobrepasar por el análisis marxista básico sobre las cuestiones de la crisis. Consiste en decir que la austeridad y las reformas estructurales son políticas coherentes porque tienden a restablecer la tasa de beneficio y que no hay otra forma para el capitalismo de salir de la crisis.

Ello es cierto, pero incompleto. La austeridad salarial no basta para salir de una gran recesión; es necesaria también una desvalorización masiva del capital que ponga los contadores a cero. Pero, y esto es uno de los parámetros de la situación actual, el capitalismo financiero no lo quiere. Una lectura sin duda más adecuada podría se la siguiente. Las diferentes fracciones del capital persiguen (en proporciones diversas) dos objetivos: restablecer la tasa de beneficio, ciertamente, pero también conservar y validar los derechos de giro adquiridos antes de la crisis bajo forma de capital ficticio. En resumen, los capitalistas rechazan “asumir sus pérdidas”: ellos lo quieren todo.

Pero esos dos objetivos son manifiestamente contradictorios. Lo son todavía más si se tiene en cuenta otros dos parámetros esenciales del período abierto por la crisis, es decir el agotamiento de las ganancias de productividad y el freno de la globalización. Por presentar las cosas de otra forma, en el fondo hay tres formas de hacer aumentar la tasa de beneficio: desvalorizando el capital, logrando ganancias de productividad o bajando los salarios. Los capitalistas no quieren desvalorizar el capital. No pueden lograr aumentos de productividad. Si se deja de lado la apuesta por las “reformas estructurales” que provienen del pensamiento mágico, solo queda una palanca: la compresión salarial.


El atolladero reformista

En todo ello hay una lógica implacable y por ello tienen algo de patético todas las tentativas de convencer a los capitalistas de que existe una forma más racional de salida de salida de la crisis. Esta es una de las enseñanzas de la crisis griega que se puede evocar rápidamente: el gobierno Syriza ha llegado a las negociaciones con la Troika con un proyecto de reestructuración de la deuda. Se había concebido un plan en colaboración con el banco Lazard, cuyas grandes líneas fueron presentadas por el banquero Mathieu Pigasse: es suficiente con escuchar su entrevista |11| para comprobar que ese plan era perfectamente racional, razonable y que constituía a priori un buen punto de partida para un compromiso asimismo razonable.

Se sabe lo que ha sucedido y desgraciadamente se podría generalizar esta lección a todas las alternativas racionales, por coherentes que sean: no es por la convicción que podrán ser puestas en práctica, ya que las mismas implican forzosamente el abandono de uno u otro de los objetivos citados anteriormente, sea frenando la carrera a la rentabilidad, sea cuestionando los derechos adquiridos sobre la plusvalía.


El espanto burgués

No es posible otra política de los dominantes, pero eso no quiere decir que funcione la que ellos imponen a los pueblos. Ya hemos comentado las inquietudes del FMI |12| en relación con la economía mundial. Son todavía quizá más grandes en Europa, como testimonian estos gritos de alarma lanzados por tres responsables europeos: “Nunca jamás había visto tal fragmentación y tan poca convergencia en nuestra Unión”, “La Unión Europea está en peligro. Nadie puede decir si (ella) existirá todavía en diez años”, “Europa no produce suficientes resultados” |13|.

Más recientemente todavía, una tribuna (que ha pasado relativamente desapercibida) es propiamente alucinante |14|. Los firmantes componen un extraño equipo, ya que se encuentran Christine Lagarde, directora general del FMI y Pascal Lamy, antiguo director general de la OMC (Organización Mundial del Comercio, Ndt), pero también los PDG (Presidente Director General, Ndt) de Air France-KLM y de Veolia. E incluso el del PMU (Pari Mutual Urbain) más acostumbrado sin duda a las apuestas hípicas que a la prospectiva económica.

Las quince personalidades deploran que “la búsqueda excesiva de una finalidad exclusiva –maximizar los beneficios para los accionistas- ha aislado a la empresa y alimentado la sospecha sobre la misma”, rechazan “la idea falsa de que una empresa pertenece a sus accionistas” y retoman a su cuenta “el consenso cada vez más fuerte” según la cual “la financiarización del capitalismo es un error”. Se pronuncian pues “a favor de una economía de mercado responsable” y, para llegar a ella, nuestros aprendices altermundialistas se limitan a proponer la modificación de los artículos 1832 y 1833 del Código Civil francés, lo que seguramente va a trastornar el funcionamiento del capitalismo.

Sin embargo, hay que tomar en serio estas manifestaciones de inquietud ya que expresan la sensación de los gestores de los intereses capitalistas de que no disponen de los útiles necesarios para “morder” sobre todos los aspectos de la realidad. Desde este punto de vista, merece ser detallado el desasosiego manifestado por la Unión Europea en una reciente Comunicación |15|. Se encuentra en primer lugar una autocrítica sobre la austeridad presupuestaria llevada a destiempo: “la orientación presupuestaria de la zona euro ha sido restrictiva en el curso del período 2011-2013, en un momento en el que la economía se deterioraba”.

La Comisión va todavía más lejos, cuando descubre los problemas planteados por la ausencia de coordinación presupuestaria a nivel europeo. La política óptima no debe ser “el resultado espontáneo de la aplicación de las reglas presupuestarias de cada Estado miembro” y es difícil de alcanzar “en ausencia de un presupuesto centralizado que podría desempeñar un papel más activo”. La Comisión se pone incluso a soñar: sería necesario “considerar a la zona euro como una entidad única, como si hubiera un Ministro de Hacienda para el conjunto de la zona euro y definir a la política presupuestaria en términos agregados”.

Sin embargo hay fondos estructurales, el Banco Europeo de Inversiones y su Fondo Europeo para las Inversiones Estratégicas, el plan Juncker, pero ello no le parece suficiente a la Comisión que sugiere un relanzamiento equivalente al 0,5% del PIB europeo, es decir, equivalente a 50 000 millones de euros. Pero ¿quien a va a relanzar? “Los que no tienen margen de maniobra presupuestario querrían utilizarlo; los que tienen no quieren utilizarlo”, tal es la “paradoja” que subraya la Comisión. Este emplazamiento a Alemania para que tome su parte en una “orientación presupuestaria más positiva” está evidentemente llamado a ser letra muerta (el 5-12-2016, el Eurogrupo ha rechazado, por una amplia mayoría, el paquete fiscal propuesto por la Comisión, ndt).

Las manifestaciones de este “espanto burgués” remiten a otra fuente de inquietud: la regresión social –que se desprende mecánicamente de las políticas capitalistas de salida de la crisis- es el trampolín que propulsa a las corrientes soberanistas polarizadas por la extrema derecha. Los desastres sociales del neoliberalismo suministran su base económica, el recubrimiento xenófobo y reaccionario solo es el fondo la “superestructura” que sirve para desviar la cuestión social hacia las afirmaciones identitarias.

 

Notas

|1| Enrique Fernández-Macías, John Hurley, Martina Bisello, What do Europeans do at work? A task-based analysis, Eurofound, European Jobs Monitor 2016. https://goo.gl/O3Wb9Z

|2| Sobre esta cuestión técnica (pero esencial en las negociaciones salariales) ver: Michel Husson, “Les salaires ne baissent pas assez en France?”, note hussonet n° 79, 20 de enero de 2015. https://goo.gl/6tl8tk

|3| Michel Husson, “Europe. Le tout-compétitivité contre les salaires”, A l’encontre, 24 de diciembre 2014. https://goo.gl/lNFj5X

|4| Para un análisis más detallado, ver: Odile Chagny y Michel Husson, “Quel régime salarial optimal pour la zone euro?, La Revue de l’Ires, n° 81. https://goo.gl/4MizMn

|5| Las principales excepciones son Suecia y Alemania. Suecia mantiene una estructura estable de salarios. En Alemania, el período abierto por la crisis ha corregido la tendencia anterior a una desconexión muy marcada y que era anteriormente una excepción en Europa, especialmente con la puesta en marcha de un salario mínimo interprofesional.

|6| “New evidence on wage adjustment in Europe during the period 2010-13”, ECB Economic Bulletin, Issue 5/2016. https://goo.gl/fQDhzN

|7| Florence Jaumotte y Carolina Osorio Buitron, “El poder desde el pueblo”, Finanzas & Desarrollo, marzo de 2015. https://goo.gl/n0HVRF

|8| Jelle Visser, “What happened to collective bargaining during the great recession?”, IZA Journal of Labor Policy, 2016, 5:9.https://goo.gl/8hZiMO

|9| Paul Marginson y Christian Welz, Changes to wage-setting mechanisms in the context of the crisis and the EU’s new economic governance regime, Eurofound, 2014. https://goo.gl/XPc6EL

|10| Para una revisión sistemática de los efectos económicos y sociales de estas políticas, ver: Thomas Fazi, “How Can Europe Change? Civil Society Proposals”, ISI growth, Octobre 2016.https://goo.gl/FTjcCV

|11| Mathieu Pigasse sobre la deuda griega, France Inter, 3 de febrero de 2015. https://goo.gl/YkIe6k

|12| Michel Husson, “Los desconciertos del profesor Obstfeld”, Viento Sur, 30 de abril 2016 https://goo.gl/fQRbLG

|13| Las citas son respectivamente de: Jean-Claude Juncker (presidente de la Comisión Europea), Discurso sobre el estado de la Unión 2016, 14 de septiembre de 2016; de: Martin Schulz (presidente del Parlamento Europeo), “Die Europäische Union ist in Gefahr”, Die Welt, 07.12.2015 y de: Pierre Moscovici (Comisario europeo de asuntos económicos y financieros), “L’Europe ne produit pas assez de résultats”, FranceTVinfo, 11 de septiembre de 2016.https://goo.gl/v3YGmN https://goo.gl/OFPyz6 https://goo.gl/QRR0Ev

|14| Colectivo, “Plaidoyer en faveur d’une économie de marché responsable”, lemonde.fr, 16 de noviembre de 2016. https://goo.gl/3sbzlu

|15| European Commission, “Towards a Positive Fiscal Stance for the Euro Area”, Communication, 16 de Noviembre de 2016. Ver también el comunicado de prensa: “En pro de una recuperación económica más firme e integradora”. https://goo.gl/ULnCdP, https://goo.gl/ov3swu

Fuente: http://www.cadtm.org/El-sombrio-futuro-de-la-crisis

 

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El fin del trabajo: el tiempo de los gurúes

Por: Michel Husson

La crisis actual genera un clima degradado, por la desorientación y la desesperanza: «El viejo mundo se muere, el nuevo mundo tarda en aparecer y en ese claroscuro surgen los monstruos» (Gramsci). Es también el tiempo de los gurúes.

La lista de los candidatos es larga pero aquí nos interesa Bernard Stiegler que prometió un proyecto de transformación social basado en las transformaciones tecnológicas. Siegler es un «filósofo francés que centra su reflexión sobre los desafíos de los cambios actuales, sociales, políticos, económicos, sicológicos, provocados por el desarrollo tecnológico y especialmente las tecnologías digitales. Fundador y presidente del grupo de reflexión filosófica Ars industrialis creado en 2005, así mismo, desde 2006 dirige el Instituto de Investigación e Innovación (IRI) que creó en el centro Georges Pompidou.

Así es la presentación que da Wikipedia/1 de Siegler. Pero también es un teórico del «fin del empleo» y de lo que hablaremos aquí a partir de un libro entrevista/2 más accesible que sus otras obras.

Profetismo

El punto de partida es la postura del gran iniciado, que tiene la clarividencia y valentía de anunciar lo que debe suceder: «Afirmar que el empleo está condenado a extinguirse, no es la mejor manera de ser popular. Hoy en día existe una obsesión por el empleo; en realidad, es la negación de un proceso completamente opuesto, y el choque político que se prepara en esta contradicción entre el discurso y la realidad es terrible. Está mal visto decir que la redistribución por el mundo industrial del poder adquisitivo bajo forma de salarios, maltratada desde el final de la década de 1970, está en fase de desaparecer a causa de la automatización».

Es el fin del asalariado, no inmediatamente, sino a largo o breve plazo: «con el paso del tiempo, las y los asalariados se convertirán una especie residual de una época pasada. Por supuesto, aún habrá empleos porque en ciertos sectores, se seguirá necesitando mano de obra humana proletarizada pero esto será excepcional». Se van a crear considerables ganancias por la «automatización integral y generalizada» y no podrán ser redistribuidas mediante el salario, puesto que el salario está llamado a desaparecer.

Frente a una «verdadera conjura de los necios» que se empeña en ocultar el futuro, es urgente, según Stiegler, «crear un nuevo modelo, a falta del cual, la «defensa del empleo» es una batalla perdida en breve plazo». Todo este razonamiento es un bluf, como hemos intentado demostrar en una contribución anterior/3. Pero hay que examinar con mayor detalle el «nuevo modelo» que propone Stiegler.

Un sueldo desconectado del empleo

Stiegler no tiene miedo a las afirmaciones rotundas; por ejemplo: «un forma muy buena de suprimir el paro es suprimir el empleo. Si no hay más empleo no hay más paro. El paro es un estado de carencia determinado por el derecho al trabajo, él mismo concebido sobre el modelo de empleo. El paro se define en relación al empleo».

Así pues, lo que propone Stiegler es una desconexión total entre el empleo (llamado a desaparecer) y lo que llama las «prestaciones de recursos». El sueldo debe ser distribuido de otra manera. Debe cumplir una primera condición, ser «favorable a la solvencia del nuevo sistema basado en la automatización» y permitir «la existencia de mercados a los cuales vender las mercancías producidas tanto por robots como por puestos de producción temporalmente (sic) asalariados». En fin, no se cuestiona el beneficio: «no se trata de prohibirlo; al contrario, sin él no habría inversión». Basta con «considerarlo» de otra manera: por una parte, en la perspectiva que no se reduce al mercado -lo que es bueno para la sociedad, es un beneficio- y por otra parte, en la perspectiva del benéfico del mercado, pero de forma duradera, exige una recalificación de lo es «rentable».

El valor también se transformaría: «sería un valor de una nueva clase, más allá de los valores de uso y de cambio», un valor «negantrópico» que Stiegler bautiza como «valor práctico». Este valor que «no se usa, no se desecha», es el «saber» un valor «omnitemporal» (en el sentido de Husserl, precisa Stiegler). Este valor «es justamente el que producen las discontinuidades, en cuanto que elevan el nivel de la inteligencia colectiva por el contenido fundamentalmente cualitativo de las capacidades que cultivan».

Un salario contributivo

La solución se llama «salario contributivo». Este salario «se asigna de acuerdo a los derechos específicos del régimen de las discontinuidades». Stiegler insiste de entrada, que se trata de algo distinto al salario universal especialmente preconizado por los teóricos del «capitalismo cognitivo» de quienes, por otra parte, se reclama Stiegler. Por supuesto, el postulado base es el mismo: es necesario dar un salario a los individuos privados de empleo por los robots. Pero, puesto que ya no hay ni empleo ni paro, «será un salario contributivo (…) asignado a todo el mundo sobre la base de que permita vivir dignamente». A priori, parece que el salario «contributivo» no se diferencia de otros proyectos de renta universal.

Sin embargo, existe una diferencia esencial: el salario contributivo no es incondicional. Contrariamente a la afirmación de que este salario sería «asignado a todo el mundo», habría personas simplemente incapaces de acceder a ese famoso salario porque no podrían «entrar en los procesos sociales tal como los preconizamos». A estas «personalidades frágiles» (sin duda, desprovistas de las «capacidades» según Amartya Sen), sería necesario «en todos los casos, garantizarles un salario existencial en condiciones de supervivencia elemental».

El modelo de Stiegler es dualista. El proyecto no abarca al conjunto de la población en régimen de discontinuidad sino solamente a quienes su actividad convierte en susceptibles de producir este «valor negantrópico»/4 «elevando el nivel general de inteligencia colectiva por el contenido fundamentalmente cualitativo de las capacidades que cultivan». Todos no serán elegidos y las «personalidades frágiles» deberán conformarse con una «supervivencia elemental».

Es necesaria toda la fascinación ejercida por el discurso del gurú para que no llegar a ver lo que este proyecto tiene de discriminatorio. A menos que se considere una sociedad idílica compuesta por individuos cuyas potencialidades se hubieran desarrollado íntegras, el modelo de Stiegler conduce a una sociedad de dos velocidades: de una parte, los artistas creativos en sentido amplio y de otra, esas «personalidades frágiles» cuya contribución «cualitativa» es nula. Esto no es un proyecto progresista.

Lo que hay que descifrar es el adjetivo «contributivo». Un sistema de seguridad social se llama contributivo cuando existe un vínculo más o menos estrecho entre las contribuciones realizadas por el individuo y la prestación obtenida en contrapartida, por ejemplo, entre cotizaciones y pensión. Así que un salario contributivo no es, por definición, incondicional: es «un derecho recargable» en función de la actividad de socialización de capacidades desarrolladas por el individuo destinadas a los grupos.»

Stiegler no dice quién decidiría los criterios para recibir ese salario y nunca se precisa su montante; probablemente sería una prueba de vulgaridad. Se limita a anunciar que es necesario «reemplazar el poder adquisitivo por el saber adquisitivo». Por supuesto, la gente continuaría, no obstante, comprando «billetes de tren, ordenadores, latas de guisantes», pero esta compra no estaría organizada por un «poder adquisitivo». Que lo entienda quien pueda: la economía mercantil debe convertirse en «inteligente» y «sostenible» dice Stiegler, que amplia la perspectiva con uno de eses desarrollos oscuros a los que acostumbra.

A modo de ejemplo: «Todo esto debe ser situado en una perspectiva más amplia que es la que de aquí en adelante, llamamos Negantropoceno, es decir, el estadio que debería seguir al Antropoceno del cual se trata de salir lo más rápido posible. Este será el tema de La Sociedad automática 2. El futuro del saber. El saber es lo que produce la negantropía y creo que la época de los estudios digitales, de las especulaciones «post-humanistas» y de la storytelling (narración) transhumanista (ultraliberales estadounidenses de derecha y muy peligrosos), hay que repensar de parte a parte las condiciones de posibilidad en la perspectiva que aprehendemos, en pharmakon.fr y con el grupo Noötechnics como una negantropología.»

Zonas de excepción

Todo esto necesita, dice Stiegler, «repensar el derecho al trabajo, la fiscalidad, la formación y la educación, todo (…). Es necesario repensar completamente todo». ¿No es extraordinariamente interesante? Este impulso pretende eliminar todas las objeciones; sin embargo, a pesar de todo, Stiegler admite que «no tiene el derecho de salir del derecho al trabajo y esto felizmente es normal». Sin embargo, es una pena y hay que experimentar. «Debemos crear zonas de excepción bajo control para experimentar otros modelos de sociedad. E inventar un nuevo estado de derecho ante la automatización. Es necesario que algunos territorios puedan ser candidatos y que les sean asignados medios excepcionales, no solo en financiación sino en acompañamiento de investigadores, en dispositivos de investigación contributiva e innovación social y tecnológica apropiadas asociando los componentes sociales y el mundo económico, etc -un verdadero «pacto de responsabilidad» ante el futuro y por la juventud».

La experimentación local

Bajo los auspicios de Stiegler, Ars Industrialis lleva un experimento en Seine-Saint-Denis con la Comunidad Urbana Paine Commune/5. El objetivo de este proyecto es «implicar el territorio en lo digital» y hacer que «los habitantes ya no sean consumidores sino ordenantes de servicios digitales». Para ello, será necesario «concebir una nueva arquitectura de red» bajo la forma de «plataformas web que permitan la formación de comunidades aprendices y contribuidoras sobre la base de una web negantrópica (sic). Se crearán tres cátedras que tendrá por función «desarrollar sistemáticamente recursos de capacitación para los beneficiarios del salario contributivo».»

Antes que nada, hay que confrontar los puntos de vista y Stiegler cita una larga lista heteróclita de potenciales contribuidores: Marc Giget, Michel Volle, Paul Jorion, Roland Berger, Oxford, l’Institut Bruegel, le MIT, Jean Pisani-Ferry y… Bernard Stiegler. Las malas lenguas dirían que el primer objetivo es garantizar el flujo de subvenciones que van a Ars Industrialis.

¿Cuál es el quid del famoso salario contributivo? Es el último objetivo del proyecto: «desarrollar un nuevo proyecto de redistribución» Gracias a una ley de 2003 que autoriza a las colectividades a experimentar, sería posible «derogar la legislación en vigor» para testar un «nuevo modelo de redistribución de las ganancias de la productividad». Sin embargo, «las modalidades exactas del dispositivo no están definidas al día de hoy»: ese será «el objeto de las tesis de investigación contributiva por uno o varios doctorandos» que, sin duda, deberán previamente definir que es una «tesis contributiva» y apresurarse a terminarla en un tiempo récord pues la experimentación debería comenzar desde 2017.

Stiegler más allá de Marx

Stiegler no teme elevarse por encima de la discusión. Sus referencias son bastante eclécticas pero cada vez se esfuerza en marcar sus diferencias y en destacar los límites de pensadores en quienes, por otra parte, se inspira. Una prueba de ello es, por ejemplo, la fuerte crítica al Marx de los Grundrisse: «Porque no comprendió bien su propia teoría de la exteriorización como conductora a la proletarización, Marx, él mismo, finalmente fue incapaz de pensar esta materialidad hiper-material , la del saber como capital fijo, y no logró pensar y criticar la tecnicidad del capitalismo como revolución tanto farmacológica como terapéutica: no logró teorizar el impacto tecnológico y su transformación por la individuación psicosocial y por un impacto filosófico»/6.

Sin duda, este galimatías no quiere decir gran cosa y, en cualquier caso, es una despropósito. Los Grundrisse, ofrecen una anticipación sorprendente de los efectos de la automatización. «Ya no es el trabajo el que aparece incluido en el proceso de producción sino más bien el hombre que se comporta como vigilante y regulador del mismo proceso de producción»/7. En estas condiciones, «no es ni el trabajo inmediatamente realizado por el hombre ni su tiempo de trabajo (…) el que aparece como el gran pilar fundamental de la producción y de la riqueza» sino «el desarrollo del individuo social».

Su crítica definitiva de Marx no impide a Siegler valerse del Marx de las Grundrisse/8. Pero no retiene más que una idea de gama baja: «con la automatización, no habrá necesidad de personas empleadas». Según Stiegler, Marx plantearía la cuestión de qué sería un trabajo «libre o liberado» que quedaría fuera «del valor de cambio/valor de uso». Lo que ocurre es que Marx extrae una conclusión mucho más precisa de su análisis: «Esto significa que el hundimiento de la producción basada en el valor de cambio y el proceso de producción material inmediato pierde él mismo la forma de escasez y de contradicción. Es el libre desarrollo de las individualidades (…) donde el trabajo necesario de la sociedad se reduce justo hasta el mínimo.»

También en este pasaje de los Grundrisse, Marx cita elogiosamente el bello aforismo extraído de un panfleto anónimo de 1821: «Una nación es verdaderamente rica si en lugar de 12 horas, se trabaja 6″/9. Tampoco es inútil recordar este pasaje del final de El Capital, en el que Marx introduce una diferencia famosa entre libertad y necesidad que concluye con esta afirmación: «La condición esencial de esta realización es la reducción de la jornada de trabajo»/10.

Stiegler, al contrario, da la espalda a la perspectiva de la reducción generalizada de la jornada laboral, en provecho de un proyecto de salario contributivo cuyas condiciones de asignación quedan oscuras. Se sitúa, con la especificidad que él defiende celosamente, en una lógica que considera logrado el fin del empleo e imagina una forma de redistribución de la riqueza compatible con el capitalismo en lugar de considerar las implicaciones anticapitalistas del «hundimiento de la producción basada en el valor de cambio».

El arte y la industria del gurú

Stiegler, una vez más, solo es un candidato-gurú entre otros (sobre los que habrá que volver) pero es una especie de tipo ideal puesto que despliega todos los procedimientos. La postura esencial es la de un profeta visionario capaz de discernir lo que el resto de los mortales no ve. Su retórica es del tipo de una revelación: «La urgencia de la misión reformadora del pensamiento, de la acción, de la economía y de la cultura que Stiegler se atribuye, a menudo, roza el tono profético»/11, señala una crítica. Sin duda, esta empresa no tiene más que un alcance relativamente limitado (pero no nulo), pero suscita discípulos fascinados por esta misión.

Las demostraciones de Stiegler intentan fascinar y subyugar a sus potenciales adeptos mediante el uso de un vocabulario hermético y la multiplicación de citas sabias. Como testimonio, su propensión al name dropping (soltar nombres) que consiste, en sus escritos y conferencias, en multiplicar las referencias que mezclan hábilmente grandes nombres y autores mal conocidos u oscuros como una forma de presentar su propio discurso como una síntesis sobresaliente. Esta acumulación tiene también como función utilizar el argumento de autoridad. Por ejemplo, Stiegler se reclama a menudo de «Oxford» como si pudiera convocar la prestigiosa universidad como tal. En realidad, solo se puede referir a un documento de trabajo de los dos publicados/14. Stiegler practica también el «soltar nombres» en la desviación de las nociones filosóficas, como, por ejemplo, la invención de neologismos elevados al estatus de conceptos hasta tal punto que Ars Industrialis tuvo que incluir un glosario de términos a disposición de su público/15.

El estilo, la mayoría de las veces hermético, del que hemos dado algunos ejemplos, contribuye a la fascinación de su público. Por otra parte, es chocante que solo existen unas pocas recensiones que describan el salario contributivo, en principio, más concreto.

En cuanto a la inserción de sus ideas en la realidad social, la actividad de Stiegler se despliega en dos frentes. En el plano institucional, solo se puede admirar su talento para ocupar puestos prestigiosos, por ejemplo en el INA (Instituto Nacional Audiovisual) o el Ircam (Instituto de Investigación y Coordinación Acústico/Música).

Stiegler se construye también una base social haciendo del régimen de discontinuos el modelo de sociedad futura. Y gracias a Patrick Braouezec/16, ha encontrado un campo de experimentación en Seine-Saint-Denis.

Esta crítica puede parecer inútil, injustamente acerba. Hay dos razones para explicar el tono adoptado. La primera es que el discurso sobre el fin del empleo no es nuevo ya que repite las mismas viejas temáticas/17 desmentidas por los hechos. La segunda es que esta postura conduce a desviar la reflexión hacia caminos tangenciales, dicho de otra forma, alternativas que no ponen en cuestión la lógica capitalista aunque es ella quien transforma los cambios tecnológicos en desastre social: «el capital emplea la máquina como fuerza enemiga del obrero como y lo proclama en voz alta» decía Marx.

 Notas 

1/ Bernard Stiegler, Wikipedia.

2/ Bernard Stiegler, L’emploi est mort, vive le travail !, 2015.

3/ Michel Husson, «Le bluff de la robotisation», A l’encontre, 10/06/2016.

4/ Si el concepto de negantropía es de una claridad desorientadora, su ortografía es más dudosa. Es lo contraria a la entropía que designa el grado de desorganización o de falta de información de un sistema (Wikipedia) Entonces, ¿por qué negan y por qué tropía?

5/ Ver el «Projet d’expérimentation territoriale, Plaine commune, territoire apprenant contributif» o este vídeo de presentación.

6/ Bernard Stiegler, «Re-Reading the Grundrisse: Beyond Two Marxist and Poststructuralist Misunderstandings», en States of Shock. Stupidity and Knowledge in the 21st Century, 2012.

7/ Esta cita de los Grundrisse y las siguientes están sacadas de este extracto de los Manuscrit de 1857-1858 (Grundrisse), Editions sociales, tome 2, 1980, p. 192-196: «Le vol du temps d’autrui, une base miserable».

8/ Por ejemplo durante un debate organizado por Politis: «Travail et temps libre: tous intermittents ?», 25 novembre 2014 (ver el minuto 35)

9/ The Source and Remedy of the National Difficulties. La identidad del autor, Charles Wentworth Dilke, fue revelada por su nieto, después del descubrimiento de un manuscrito.

10/ Karl Marx, Le Capital, Livre III, chap. 48, Editions sociales, 1960.

11/ Manola Antonioli, «Deux choses à la fois», nonfiction.fr, 7/02/ 2011.

12/ Carl B. Frey, Michael A. Osborne, «The future of employment: how susceptible are jobs to computerisation?», Septiembre de 2013.

13/ Sobre esta discusión ver de nuevo «Le grand bluff de la robotisation», ya citado.

14/ Manola Antonioli, ya citada.

15/ Ver, por ejemplo, la definición de Pharmakon/pharmacologie en la página de Ars industrialis.

16/ Ver el video de la presentación del presidente de Plaine Commune en el primer seminario con Ars-Industrialis, el 4 de noviembre de 2015.

17/ Nos hemos permitido remitir a dos contribuciones críticas pero que giraban ya sobre los mismos argumentarios: Michel Husson, «Fin du travail ou abolition du salariat ?», Critique communiste n° 144, invierno de1995-1996 ; «Sommes-nous entrés dans le « capitalisme cognitif?», Critique communiste n° 169-170, verano-otoño de 2003.

Traducción de Viento Sur: http://www.vientosur.info/

Fuente: http://www.vientosur.info/spip.php?article11428

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Crisis capitalista mundial : las deudas privadas y públicas conducen a una presión insostenible sobre la actividad económica

Se pueden encontrar, incluso dentro del FMI y la OCDE, economistas inquietos que denuncian al capitalismo. El abismo entre su diagnóstico y sus recomendaciones es otro síntoma de la profundidad de la crisis actual.

Maurice Obstfeld es director de investigaciones en el FMI. Su reciente presentación a la prensa de las últimas Perspectivas de la Economía Mundial del FMI |1| se produjo bajo el signo del pesimismo y el desconcierto. Ciertamente, afirmó que “no estamos en crisis”. Pero su fórmula, tomada de su presidenta Christine Lagarde, de que “no estamos en estado de alarma, sino en estado de alerta”, no resulta en el fondo nada tranquilizadora. Ya que el diagnóstico de conjunto es: “el crecimiento mundial continúa, pero a un ritmo cada vez más decepcionante, exponiendo a amenazas a la economía mundial. El crecimiento ha sido demasiado débil desde hace demasiado tiempo”.

Por “amenazas” hay que entender acontecimientos financieros, económicos o políticos que desestabilizarían aún más la economía mundial. Para hacerlas frente, la FMI recomienda una política con tres ejes: monetario, presupuestario y sin olvidar las inevitables “reformas estructurales”. Uno de los periodistas presentes reaccionó con algo de impertinencia ante el enunciado de este programa: “Hace ya 20 años que asisto a estas reuniones. Y siempre oigo las mismas cosas, una y otra vez. Usted ha dicho financiero, estructural y monetario. Pero como usted ya sabe, el monetario está casi agotado, el presupuestario está fuera de alcance para muchos. En cuanto al estructural, requiere un tiempo muy largo. En estas condiciones, ¿qué hay que hacer para mejorar la situación a corto plazo?”

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Christine Lagarde : Nous ne sommes pas en état d’alarme.

Christine Lagarde: “no estamos en estado de alarma”


Respuestas equivocadas de medio a medio

Excelente pregunta, que describe muy bien las angustias del FMI: se ven las amenazas, pero sus repetitivas propuestas están completamente equivocadas. Así, Obstfeld cita la salida de capitales de los mercados emergentes como ejemplo de los “episodios de turbulencias” que tanto teme. En lugar de hablar de los instrumentos que permiten regular el tipo de cambio –que es en teoría una de las principales misiones del FMI– se remite al capítulo 2 de las Perspectivas |2| que, en su opinión, demuestra que la mayor parte de los países emergentes “han conseguido hacer frente”. Es bastante alucinante, si se piensa por ejemplo en el impacto que ha provocado en Brasil la brutal retirada de capitales.

El gráfico adjunto permite recordar la historia. Muestra cómo el real brasileño se revalorizó considerablemente desde comienzos de 2003: el tipo de cambio del real pasó de 0,28 dólares a 0,62 dólares a comienzos de 2011. Es cierto que la crisis lo había hecho caer en 2009, pero la resistencia de los BRICS tranquilizó a los inversores, atraídos por una elevada rentabilidad. Pero a mediados de 2011 se retiraron: fue el sudden stop, la interrupción brutal de las entradas de capitales, que desencadenó una caída continua del real, equivalente a una devaluación del 60 % respecto al dólar. Se puede discutir cuál debería ser el tipo de cambio adecuado, pero una cosa es segura: no es gestionable una economía tan expuesta a la volatibilidad de los capitales.

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Taux de change du real par rapport au dollar

Gráfico: Tipo de cambio del real respecto al dólar

Sólo es economía: Obstfeld se ha dado cuenta también de que “ en muchos países, la débil progresión de los salarios y las crecientes desigualdades han conducido a la extendida idea de que el crecimiento económico ha beneficiado sobre todo a las élites económicas”. No se sabe si comparte este punto de vista, pero la única consecuencia que deduce es que avanzan las actitudes nacionalistas y hay menos “derecho al error”.

En cuanto a las famosas reformas estructurales, el capítulo 3 de las Perspectivas |3|, dedicado a ellas, lanza un mensaje prudentemente equilibrado: aunque “aumentan la producción y el empleo a medio plazo” (como todo el mundo sabe), tienen sin embargo que ir acompañadas de “políticas macroeconómicas complementarias para maximizar su efecto a corto plazo, dada la situación de subempleo en la mayor parte de las economías avanzadas”. Algunas reformas incluso pueden “volverse recesionistas en período de ralentización”. La recomendación del FMI es por tanto “establecer con cuidado el orden de prioridades y el calendario de puesta en marcha de las reformas”. Traducción: las reformas estructurales son seguramente una excelente idea, aunque tal vez no en una coyuntura recesiva.

El mismo “estado de alerta” se encuentra en el Monitor de las Finanzas Públicas (Fiscal Monitor), publicado al mismo tiempo |4|. El cuadro que presenta es también inquietante: “los ratios de deudapública se han deteriorado en casi todas partes y las finanzas públicas se han vuelto más vulnerables”. Según el FMI, es el resultado de la “debilidad persistente de la actividad económica”, que evidentemente no tiene nada que ver con las políticas de austeridad (o mejor dicho de saneamiento presupuestario, según la jerga neoliberal), cuya eficacia es elogiada en el propio informe. De este panorama, el director del Departamento de Finanzas Públicas del FMI, Vitor Gaspar, deduce este resplandeciente principio: “todos los países deben adaptarse a estas nuevas realidades, pero no hay solución única”. ¿Qué política presupuestaria hay que llevar a cabo en estas condiciones? Debe ser “favorable al crecimiento, sobre todo con medidas que estimulen el crecimiento a corto y a medio plazo”. ¿También en Grecia?

Todo ello revela un profundo desconcierto, que es fácil de explicar: el FMI señala con lucidez los disfuncionamientos del capitalismo mundial, pero las eventuales soluciones que podrían pensarse se escapan a su radar neoliberal.


Inversión: el sector privado no quiere, el público no puede

Hace un año, en sus anteriores Perspectivas de la Economía Mundial |5|, el FMI ya se mostraba pesimista y se preguntaba por las razones del débil dinamismo de la inversión. Como en el caso del aumento de la deuda, lo explicaba de forma bastante tautológica, por la “debilidad general de la actividad económica”. Es verdad que la debilidad de la acumulación de capital es una característica esencial del actual período. Pero se merece un examen menos superficial.

Un estudio del Banco Internacional de Pagos |6| aporta a esta cuestión un punto de vista mucho más interesante. Sus autores comienzan por recusar la teoría de que la inversión estaría frenada por un crédito demasiado caro o forzado. Citan también la incertidumbre, pero le dan un contenido concreto: “podría ocurrir que las empresas prevean un retorno de la inversión inferior al coste del capital ajustado por el riesgo y comparado con las rentas que podrían obtener de activos financieros más líquidos”. Y aún cuando las empresas están relativamente confiadas sobre las perspectivas de la demanda, pueden “tener reticencias en invertir si piensan que la rentabilidad del capital adicional será débil”. La cuestión clave es por tanto “la falta de ocasiones de inversión rentables”.

Otro factor que pesa sobre la recuperación de la inversión es la lentitud del proceso de desendeudamiento (deleveraging). Entre 2007 y 2014, la suma total de las deudas, públicas o privadas, ha aumentado en 57 billones de dólares a escala mundial, y el ratio deuda/PIB en 17 puntos |7|. Esta progresión afecta también a la deuda de las empresas que sigue creciendo rápidamente en algunos países: ha aumentado en 18 billones de dólares, pasando del 72,5 % del PIB mundial al 80,5 %, entre 2007 y 2014. Y el Global Institute McKinsey subraya que esto “implica nuevos riesgos para la estabilidad financiera y podría afectar al crecimiento económico mundial”.

Si la iniciativa privada ha perdido confianza porque escasean las ocasiones de inversión rentable, la inversión pública podría tomar el relevo. Esta idea ha dado lugar a múltiples propuestas, procedentes sobre todo de sindicatos o de economistas heterodoxos. Todas ellas insisten en el papel de la intervención pública en el desarrollo de las infraestructuras y en dirigir la transición ecológica. Sería la vía a seguir y todas estas contribuciones tienen gran utilidad para revalorizar la intervención pública en estrecha relación con el paso a un nuevo modelo de desarrollo.

Pero todas ellas chocan con esta contradicción fundamental: ¿cómo conciliar un relanzamiento de la inversión pública con las políticas de ajuste presupuestario? Esta contradicción es particularmente flagrante en el caso de la Unión Europea que ha “constitucionalizado” en la práctica la prohibición de cualquier nuevo endeudamiento y ha insistido en reducir al mínimo el presupuesto europeo.

Esto da lugar a diversas contorsiones retóricas. Por ejemplo, France Stratégie |8| identifica tres sectores prioritarios (transportes, energía e informática) pero añade a continuación esta cláusula de estilo: “dadas las actuales obligaciones presupuestarias, es imperativo seleccionar con cuidado las inversiones estudiadas, validando su utilidad social”. El FMI cree que ha llegado la hora de un esfuerzo (push) en materia de infraestructuras |9|, y asegura que “proyectos financiados con deuda podrían tener grandes impactos sin aumentar el ratio deuda/PIB”, pero añade esta condición: “si es una inversión eficaz que responde a necesidades en infraestructuras claramente identificadas”.

En cuanto a la Comisión Europea |10|, reconoce que “inversiones públicas en infraestructuras bien enfocadas pueden ser útiles en algunos casos”, pero añade a contunuación que “deben tenerse en cuenta las condiciones macroeconómicas, incluidas las obligaciones presupuestarias y la necesidad de aumentar la financiación privada”. No se podría subrayar mejor la prioridad dada de forma más o menos explícita a la iniciativa privada, y el creciente divorcio entre los criterios de rentabilidad y los que dan prioridad a la eficacia social y medioambiental.


Los salarios: ganancias contra mercados

Una idea se está abriendo camino: una revalorización de los salarios podría relanzar la actividad económica y reducir las desigualdades. Podría decirse incluso que el salario mínimo está de moda. En enero de 2015, se instituyó en Alemania un salario mínimo de 8,50 € la hora, sin que ello provocase la destrucción de 200 000 empleos como anunciaron los economistas neoliberales. Como lo demuestra Ronald Jansenn |11|, consejero de la Comisión sindical consultiva ante la OCDE, el salario mínimo ha tenido en cambio el efecto de “forzar a los empleadores a ofrecer empleos ‘normales’, cubiertos por la seguridad social”. Una interesante lección que muestra a contrario que la flexibilidad no crea empleos sino que “permite a los empleadores transformar empleos regulares en empleos precarios o mal pagados”.

El pasado 1 de abril, David Cameron, primer ministro británico, decidió aumentar el salario mínimo en un 7,5 %. Pasaría a 9,10 € la hora (frente a 9,67 € en Francia), y debería aumentar un 40 % de aquí a 2020. En los Estados Unidos, el salario mínimo federal está bloqueado en 7,25 $ desde 2009. Barack Obama querría hacerlo subir a 10,10 $ antes de su marcha, Hillary Clinton duda entre 12 $ y 15 $, y Bernie Sanders reivindica claramente los 15 $. El Estado de Nueva York y California ya han decidido subirlo a 15 $, de aquí a 2018 y 2022. En Rusia, el salario mensual mínimo va a aumentar un 20 % y pasará a 7500 rublos (unos 98 €). Y se sabe que en China los salarios han aumentado a un ritmo de más del 10 % anual desde hace algunos años |12|.

Hay una enorme contradicción con las llamadas políticas de competitividad que pretenden hacer bajar el “coste del trabajo”. Es la contradicción clásica entre ganancias y mercados, que Patrick Artus ha sabido resumir con mucha ingenuidad: las “políticas económicas de recuperación salarial, de reducción de las desigualdades salariales, pueden ser peligrosas si no van asociadas a la aceptación por parte de las empresas de una menor rentabilidad del capital» |13|.


Las deudas: ¿nunca reembolsadas?

Otro motivo de inquietud preocupa a William White, el presidente del Comité examinador (Economic Development and Review Committee) de la OCDE |14|. Cuando era economista jefe del Banco Internacional de Pagos, advirtió, junto con su colega Claudio Borio, de los riesgos de una crisis antes de que ésta estallase en 2008. Hoy piensa que la situación “es peor de lo que era en 2007” y que “hemos agotado todas las municiones macroeconómicas de que disponemos para hacer frente a los cambios de coyuntura”. La razón es la acumulación de deudas, propulsadas sobre todo por las políticas monetarias: “siempre ha sido peligroso confiar a los bancos centrales la tarea de resolver un problema de solvencia (…) Eso sólo puede llevar al desorden, y hay día alcanzamos el límite”.

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A la Banque des règlement internationaux, nous avons adressé beaucoup de bons conseils aux banques centrales, mais malheureusement, personne ne nous a écoutés.

“En el Banco Internacional de Pagos hemos dirigido muchos buenos consejos a los bancos centrales, pero por desgracia nadie nos ha escuchado”

Según White, la próxima recesión debería mostrar que una gran parte de las deudas acumuladas, públicas o privadas, “nunca podrán ser liquidadas ni reembolsadas”. Los gobiernos deberían adoptar “un enfoque más sistemático de reducción de deudas”. Y White no duda en incitar a los responsables públicos a “prestar más atención al crecimiento de los salarios, que se mantiene demasiado débil”. Aunque dicho en lenguaje diplomático, es un mensaje al que la OCDE no nos tenía acostumbrados.

Wwite resume bien el desconcierto de los más lúcidos economistas dominantes cuando declara que “los economistas han cometido un profundo error ontológico, postulando que la economía es comprensible. Y han inferido de ello que la podían comprender, y también la podían controlar”.

Se comprende este desconcierto ante un capitalismo manifiestamente trastornado al que nadie parece querer atajar: “dinero en todas partes, crecimiento en ninguna”, nos dicen tanto Le Monde como Le Figaro. Y esta vez es el lector quien queda perplejo cuando descubre que el propio The Economist se pregunta si no habrá “demasiadas ganancias” |15| y llega a reconocer que Hillary Clinton y Bernie Sander tienen razón cuando dicen que la economía está “trucada” (rigged), porque ganancias demasiado elevadas “puede significar que hay empresas más aptas para engullir riqueza que para crearla”.

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William White. La macroéconomie moderne est fondée sur une croyance erronée.

William White: La macroeconomía moderna se funda en una creencia errónea

Esta conclusión aclara y matiza la oposición entre keynesianos y marxistas sobre el análisis del período. A riesgo de caricatura, podría resumirse el debate de esta manera: los keynesianos dicen que es una política absurda no relanzar la demanda; y los marxistas replican: no es verdad, se trata de una política racional, porque pretende sostener la tasa de ganancia. Las políticas neoliberales tienen en el fondo dos objetivos: restablecer la tasa de ganancia y garantizar el capital ficticio, o dicho de otra manera los derechos de emisión del “1 %” sobre la plusvalía. Pero continuar estos objetivos, que sería lo racional desde el punto de vista de los intereses de los dominadores, engendra toda una serie de “turbulencias” en el funcionamiento del capitalismo: la acumulación del capital no llega a despegar, los mercados se frenan, y las deudas privadas o públicas conducen a una presión insostenible sobre la actividad económica. Retomando la fórmula de Artus, haría falta que las empresas “acepten una menor rentabilidad del capital” y, como subraya White, adoptar “un enfoque más sistemático de reducción de deudas”. Pero estas dos reivindicaciones son con toda evidencia totalmente extrañas a la lógica profunda del capitalismo.

 

Notas

|1| «Press Conference on the Release of the April 2016 World Economic Outlook», April 12, 2016.

|2| «Understanding The Slowdown In Capital Flows To Emerging Markets», FMI, World Economic Outlook, chapitre 2, avril 2016.

|3| «Time for a supply-side boost? Macroeconomic effects of labor and product market reforms in advanced economies», FMI, World Economic Outlook, chapitre 3, avril 2016.

|4| «Faire face à une nouvelle réalité», Bulletin du FMI, 13 avril 2016.

|5| FMI, «Uneven Growth: Short- and Long-Term Factors»,World Economic Outlook, avril 2015.

|6| «(Why) Is investment weak?», BIS Quarterly Review, mars 2015.

|7| «Debt and (not much) deleveraging», McKinsey Global Institute, février 2015.

|8| «Trois secteurs cibles pour une stratégie européenne d’investissement», France Stratégie, novembre 2014.

|9| «Is it time for an infrastructure push? The macroeconomic effects of public investment», FMI, World Economic Outlook, chapitre 3, octobre 2014.

|10| «Infrastructure in the EU: Developments and Impact on Growth», European Economy Occasional Papers n°203, 2014.

|11| «The German Minimum Wage Is Not A Job Killer», Ronald Janssen, Social Europe Jounal, 9 September 2015.

|12| «Dernière innovation de la Silicon Valley : le salaire minimum le plus haut du monde», Gilles Raveaud, AlterEcoPlus, 6 avril 2016.

|13| «Hausse des salaires versus exigence de rentabilité du capital», Patrick Artus, 8 avril 2016.

|14| «World faces wave of epic debt defaults», William White, January-February 2016; voir aussi cette vidéo : «Today’s Central Banks Policy Risks Ending Unhappily», Bloomberg, February 9, 2016.

|15| «Too Much of a Good Thing» The Economist, March 26, 2016.

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Los desconciertos del profesor Obstfeld

PERSPECTIVAS DE LA ECONOMÍA MUNDIAL

Se pueden encontrar, incluso dentro del FMI y la OCDE, economistas inquietos que denuncian al capitalismo. El abismo entre su diagnóstico y sus recomendaciones es otro síntoma de la profundidad de la crisis actual.

Maurice Obstfeld es director de investigaciones en el FMI. Su reciente presentación a la prensa de las últimas Perspectivas de la Economía Mundial del FMI/1 se produjo bajo el signo del pesimismo y el desconcierto. Ciertamente, afirmó que “no estamos en crisis”. Pero su fórmula, tomada de su presidenta Christine Lagarde, de que “no estamos en estado de alarma, sino en estado de alerta”, no resulta en el fondo nada tranquilizadora. Ya que el diagnóstico de conjunto es: “el crecimiento mundial continúa, pero a un ritmo cada vez más decepcionante, exponiendo a amenazas a la economía mundial. El crecimiento ha sido demasiado débil desde hace demasiado tiempo”.

Por “amenazas” hay que entender acontecimientos financieros, económicos o políticos que desestabilizarían aún más la economía mundial. Para hacerlas frente, la FMI recomienda una política con tres ejes: monetario, presupuestario y sin olvidar las inevitables “reformas estructurales”. Uno de los periodistas presentes reaccionó con algo de impertinencia ante el enunciado de este programa: “Hace ya 20 años que asisto a estas reuniones. Y siempre oigo las mismas cosas, una y otra vez. Usted ha dicho financiero, estructural y monetario. Pero como usted ya sabe, el monetario está casi agotado, el presupuestario está fuera de alcance para muchos. En cuanto al estructural, requiere un tiempo muy largo. En estas condiciones, ¿qué hay que hacer para mejorar la situación a corto plazo?”

Christine Lagarde:

“no estamos en estado de alarma”

Respuestas equivocadas de medio a medio

Excelente pregunta, que describe muy bien las angustias del FMI: se ven las amenazas, pero sus repetitivas propuestas están completamente equivocadas. Así, Obstfeld cita la salida de capitales de los mercados emergentes como ejemplo de los “episodios de turbulencias” que tanto teme. En lugar de hablar de los instrumentos que permiten regular el tipo de cambio –que es en teoría una de las principales misiones del FMI– se remite al capítulo 2 de las Perspectivas/2 que, en su opinión, demuestra que la mayor parte de los países emergentes “han conseguido hacer frente”. Es bastante alucinante, si se piensa por ejemplo en el impacto que ha provocado en Brasil la brutal retirada de capitales.

El gráfico adjunto permite recordar la historia. Muestra cómo el real brasileño se revalorizó considerablemente desde comienzos de 2003: el tipo de cambio del real pasó de 0,28 dólares a 0,62 dólares a comienzos de 2011. Es cierto que la crisis lo había hecho caer en 2009, pero la resistencia de los BRICS tranquilizó a los inversores, atraídos por una elevada rentabilidad. Pero a mediados de 2011 se retiraron: fue el sudden stop, la interrupción brutal de las entradas de capitales, que desencadenó una caída continua del real, equivalente a una devaluación del 60 % respecto al dólar. Se puede discutir cuál debería ser el tipo de cambio adecuado, pero una cosa es segura: no es gestionable una economía tan expuesta a la volatibilidad de los capitales.

Gráfico

Tipo de cambio del real respecto al dólar

Sólo es economía: Obstfeld se ha dado cuenta también de que “ en muchos países, la débil progresión de los salarios y las crecientes desigualdades han conducido a la extendida idea de que el crecimiento económico ha beneficiado sobre todo a las élites económicas”. No se sabe si comparte este punto de vista, pero la única consecuencia que deduce es que avanzan las actitudes nacionalistas y hay menos “derecho al error”.

En cuanto a las famosas reformas estructurales, el capítulo 3 de las Perspectivas/3, dedicado a ellas, lanza un mensaje prudentemente equilibrado: aunque “aumentan la producción y el empleo a medio plazo” (como todo el mundo sabe), tienen sin embargo que ir acompañadas de “políticas macroeconómicas complementarias para maximizar su efecto a corto plazo, dada la situación de subempleo en la mayor parte de las economías avanzadas”. Algunas reformas incluso pueden “volverse recesionistas en período de ralentización”. La recomendación del FMI es por tanto “establecer con cuidado el orden de prioridades y el calendario de puesta en marcha de las reformas”. Traducción: las reformas estructurales son seguramente una excelente idea, aunque tal vez no en una coyuntura recesiva.

El mismo “estado de alerta” se encuentra en el Monitor de las Finanzas Públicas (Fiscal Monitor), publicado al mismo tiempo/4. El cuadro que presenta es también inquietante: “los ratios de deuda pública se han deteriorado en casi todas partes y las finanzas públicas se han vuelto más vulnerables”. Según el FMI, es el resultado de la “debilidad persistente de la actividad económica”, que evidentemente no tiene nada que ver con las políticas de austeridad (o mejor dicho de saneamiento presupuestario, según la jerga neoliberal), cuya eficacia es elogiada en el propio informe. De este panorama, el director del Departamento de Finanzas Públicas del FMI, Vitor Gaspar, deduce este resplandeciente principio: “todos los países deben adaptarse a estas nuevas realidades, pero no hay solución única”. ¿Qué política presupuestaria hay que llevar a cabo en estas condiciones? Debe ser “favorable al crecimiento, sobre todo con medidas que estimulen el crecimiento a corto y a medio plazo”. ¿También en Grecia?

Todo ello revela un profundo desconcierto, que es fácil de explicar: el FMI señala con lucidez los disfuncionamientos del capitalismo mundial, pero las eventuales soluciones que podrían pensarse se escapan a su radar neoliberal.

Inversión: el sector privado no quiere, el público no puede

Hace un año, en sus anteriores Perspectivas de la Economía Mundial/5, el FMI ya se mostraba pesimista y se preguntaba por las razones del débil dinamismo de la inversión. Como en el caso del aumento de la deuda, lo explicaba de forma bastante tautológica, por la “debilidad general de la actividad económica”. Es verdad que la debilidad de la acumulación de capital es una característica esencial del actual período. Pero se merece un examen menos superficial.

Un estudio del Banco Internacional de Pagos/6 aporta a esta cuestión un punto de vista mucho más interesante. Sus autores comienzan por recusar la teoría de que la inversión estaría frenada por un crédito demasiado caro o forzado. Citan también la incertidumbre, pero le dan un contenido concreto: “podría ocurrir que las empresas prevean un retorno de la inversión inferior al coste del capital ajustado por el riesgo y comparado con las rentas que podrían obtener de activos financieros más líquidos”. Y aún cuando las empresas están relativamente confiadas sobre las perspectivas de la demanda, pueden “tener reticencias en invertir si piensan que la rentabilidad del capital adicional será débil”. La cuestión clave es por tanto “la falta de ocasiones de inversión rentables”.

Otro factor que pesa sobre la recuperación de la inversión es la lentitud del proceso de desendeudamiento (deleveraging). Entre 2007 y 2014, la suma total de las deudas, públicas o privadas, ha aumentado en 57 billones de dólares a escala mundial, y el ratio deuda/PIB en 17 puntos/7. Esta progresión afecta también a la deuda de las empresas que sigue creciendo rápidamente en algunos países: ha aumentado en 18 billones de dólares, pasando del 72,5 % del PIB mundial al 80,5 %, entre 2007 y 2014. Y el Global Institute McKinsey subraya que esto “implica nuevos riesgos para la estabilidad financiera y podría afectar al crecimiento económico mundial”.

Si la iniciativa privada ha perdido confianza porque escasean las ocasiones de inversión rentable, la inversión pública podría tomar el relevo. Esta idea ha dado lugar a múltiples propuestas, procedentes sobre todo de sindicatos o de economistas heterodoxos. Todas ellas insisten en el papel de la intervención pública en el desarrollo de las infraestructuras y en dirigir la transición ecológica. Sería la vía a seguir y todas estas contribuciones tienen gran utilidad para revalorizar la intervención pública en estrecha relación con el paso a un nuevo modelo de desarrollo.

Pero todas ellas chocan con esta contradicción fundamental: ¿cómo conciliar un relanzamiento de la inversión pública con las políticas de ajuste presupuestario? Esta contradicción es particularmente flagrante en el caso de la Unión Europea que ha “constitucionalizado” en la práctica la prohibición de cualquier nuevo endeudamiento y ha insistido en reducir al mínimo el presupuesto europeo.

Esto da lugar a diversas contorsiones retóricas. Por ejemplo, France Stratégie/8 identifica tres sectores prioritarios (transportes, energía e informática) pero añade a continuación esta cláusula de estilo: “dadas las actuales obligaciones presupuestarias, es imperativo seleccionar con cuidado las inversiones estudiadas, validando su utilidad social”. El FMI cree que ha llegado la hora de un esfuerzo (push) en materia de infraestructuras/9, y asegura que “proyectos financiados con deuda podrían tener grandes impactos sin aumentar el ratio deuda/PIB”, pero añade esta condición: “si es una inversión eficaz que responde a necesidades en infraestructuras claramente identificadas”.

En cuanto a la Comisión Europea/10, reconoce que “inversiones públicas en infraestructuras bien enfocadas pueden ser útiles en algunos casos”, pero añade a contunuación que “deben tenerse en cuenta las condiciones macroeconómicas, incluidas las obligaciones presupuestarias y la necesidad de aumentar la financiación privada”. No se podría subrayar mejor la prioridad dada de forma más o menos explícita a la iniciativa privada, y el creciente divorcio entre los criterios de rentabilidad y los que dan prioridad a la eficacia social y medioambiental.

Los salarios: ganancias contra mercados

Una idea se está abriendo camino: una revalorización de los salarios podría relanzar la actividad económica y reducir las desigualdades. Podría decirse incluso que el salario mínimo está de moda. En enero de 2015, se instituyó en Alemania un salario mínimo de 8,50 € la hora, sin que ello provocase la destrucción de 200 000 empleos como anunciaron los economistas neoliberales. Como lo demuestra Ronald Jansenn/11, consejero de la Comisión sindical consultiva ante la OCDE, el salario mínimo ha tenido en cambio el efecto de “forzar a los empleadores a ofrecer empleos ‘normales’, cubiertos por la seguridad social”. Una interesante lección que muestra a contrario que la flexibilidad no crea empleos sino que “permite a los empleadores transformar empleos regulares en empleos precarios o mal pagados”.

El pasado 1 de abril, David Cameron, primer ministro británico, decidió aumentar el salario mínimo en un 7,5 %. Pasaría a 9,10 € la hora (frente a 9,67 € en Francia), y debería aumentar un 40 % de aquí a 2020. En los Estados Unidos, el salario mínimo federal está bloqueado en 7,25 $ desde 2009. Barack Obama querría hacerlo subir a 10,10 $ antes de su marcha, Hillary Clinton duda entre 12 $ y 15 $, y Bernie Sanders reivindica claramente los 15 $. El Estado de Nueva York y California ya han decidido subirlo a 15 $, de aquí a 2018 y 2022. En Rusia, el salario mensual mínimo va a aumentar un 20 % y pasará a 7500 rublos (unos 98 €). Y se sabe que en China los salarios han aumentado a un ritmo de más del 10 % anual desde hace algunos años/12.

Hay una enorme contradicción con las llamadas políticas de competitividad que pretenden hacer bajar el “coste del trabajo”. Es la contradicción clásica entre ganancias y mercados, que Patrick Artus ha sabido resumir con mucha ingenuidad: las “políticas económicas de recuperación salarial, de reducción de las desigualdades salariales, pueden ser peligrosas si no van asociadas a la aceptación por parte de las empresas de una menor rentabilidad del capital«/13.

Las deudas: ¿nunca reembolsadas?

Otro motivo de inquietud preocupa a William White, el presidente del Comité examinador (Economic Development and Review Committee) de la OCDE/14. Cuando era economista jefe del Banco Internacional de Pagos, advirtió, junto con su colega Claudio Borio, de los riesgos de una crisis antes de que ésta estallase en 2008. Hoy piensa que la situación “es peor de lo que era en 2007” y que “hemos agotado todas las municiones macroeconómicas de que disponemos para hacer frente a los cambios de coyuntura”. La razón es la acumulación de deudas, propulsadas sobre todo por las políticas monetarias: “siempre ha sido peligroso confiar a los bancos centrales la tarea de resolver un problema de solvencia (…) Eso sólo puede llevar al desorden, y hay día alcanzamos el límite”.

“En el Banco Internacional de Pagos hemos dirigido

muchos buenos consejos a los bancos centrales,

pero por desgracia nadie nos ha escuchado”

Según White, la próxima recesión debería mostrar que una gran parte de las deudas acumuladas, públicas o privadas, “nunca podrán ser liquidadas ni reembolsadas”. Los gobiernos deberían adoptar “un enfoque más sistemático de reducción de deudas”. Y White no duda en incitar a los responsables públicos a “prestar más atención al crecimiento de los salarios, que se mantiene demasiado débil”. Aunque dicho en lenguaje diplomático, es un mensaje al que la OCDE no nos tenía acostumbrados.

Wwite resume bien el desconcierto de los más lúcidos economistas dominantes cuando declara que “los economistas han cometido un profundo error ontológico, postulando que la economía es comprensible. Y han inferido de ello que la podían comprender, y también la podían controlar”.

Se comprende este desconcierto ante un capitalismo manifiestamente trastornado al que nadie parece querer atajar: “dinero en todas partes, crecimiento en ninguna”, nos dicen tanto Le Monde como Le Figaro. Y esta vez es el lector quien queda perplejo cuando descubre que el propio The Economist se pregunta si no habrá “demasiadas ganancias/15 y llega a reconocer que Hillary Clinton y Bernie Sander tienen razón cuando dicen que la economía está “trucada” (rigged), porque ganancias demasiado elevadas “puede significar que hay empresas más aptas para engullir riqueza que para crearla”.

William White: La macroeconomía moderna se funda

en una creencia errónea

Esta conclusión aclara y matiza la oposición entre keynesianos y marxistas sobre el análisis del período. A riesgo de caricatura, podría resumirse el debate de esta manera: los keynesianos dicen que es una política absurda no relanzar la demanda; y los marxistas replican: no es verdad, se trata de una política racional, porque pretende sostener la tasa de ganancia. Las políticas neoliberales tienen en el fondo dos objetivos: restablecer la tasa de ganancia y garantizar el capital ficticio, o dicho de otra manera los derechos de emisión del “1 %” sobre la plusvalía. Pero continuar estos objetivos, que sería lo racional desde el punto de vista de los intereses de los dominadores, engendra toda una serie de “turbulencias” en el funcionamiento del capitalismo: la acumulación del capital no llega a despegar, los mercados se frenan, y las deudas privadas o públicas conducen a una presión insostenible sobre la actividad económica. Retomando la fórmula de Artus, haría falta que las empresas “acepten una menor rentabilidad del capital” y, como subraya White, adoptar “un enfoque más sistemático de reducción de deudas”. Pero estas dos reivindicaciones son con toda evidencia totalmente extrañas a la lógica profunda del capitalismo.

20/04/2016

http://alencontre.org/laune/les-des…

Notas:

1/ «Press Conference on the Release of the April 2016 World Economic Outlook», 12 de abril de 2016.

2/ «Understanding The Slowdown In Capital Flows To Emerging Markets», FMI, World Economic Outlook, capítulo 2, abril 2016.

3/ «Time for a supply-side boost? Macroeconomic effects of labor and product market reforms in advanced economies», FMI, World Economic Outlook, capítulo 3, abril 2016.

4/ «Faire face à une nouvelle réalité», Boletin del FMI, 13 de abril de 2016.

5/ FMI, «Uneven Growth: Short- and Long-Term Factors«,World Economic Outlook, abril 2015.

6/ «(Why) Is investment weak?«, BIS Quarterly Review, marzo 2015.

7/ «Debt and (not much) deleveraging», McKinsey Global Institute, febrero 2015.

8/ «Trois secteurs cibles pour une stratégie européenne d’investissement» France Stratégie, noviembre 2014.

9/ «Is it time for an infrastructure push? The macroeconomic effects of public investment«, FMI, World Economic Outlook, capítulo 3, octubre 2014.

10/ «Infrastructure in the EU: Developments and Impact on Growth», European Economy Occasional Papersn°203, 2014.

11/ «The German Minimum Wage Is Not A Job Killer«, Ronald Janssen, Social Europe Jounal, 9 de septiembre de 2015.

12/ «Dernière innovation de la Silicon Valley : le salaire minimum le plus haut du monde«, Gilles Raveaud,AlterEcoPlus, 6 de abril de 2016.

13/ «Hausse des salaires versus exigence de rentabilité du capital», Patrick Artus, 8 avril 2016.

14/ «World faces wave of epic debt defaults«, William White, Enero-febrero 2016; ver también este video: «Today’s Central Banks Policy Risks Ending Unhappily«, Bloomberg, 9 de febrero de 2016.

15/ «Too Much of a Good Thing» The Economist, 26 de marzo de 2016.

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Francia ¿Quién pilotea la ley El Khomri?

Michel Husson

“Es una ley escrita en un despacho, con una total ausencia de transparencia, entre Matignon y el director de gabinete de Myriam El Khomri”, declara a Liberación un socialista desconcertado /1. El director de gabinete en cuestión se llama Pierre-André Imbert y su trayectoria tiene interés sociológico, ya que aclara un poco la cuestión que se plantea mucha gente: ¿Cómo ha podido el gobierno francés abrazar en cuerpo y alma la doctrina neoliberal?
Primer período: una juventud heterodoxa
Pierre-André Imbert es un economista de 45 años. Provisto de un diploma de economía del trabajo y de políticas sociales y de un MBA (Master of Business Administration, ndt) del ESC-EAP /2, se convirtió en profesor-investigador de la Universidad de París 1. Sus publicaciones están marcadas por la heterodoxia, por ejemplo un artículo/3 en el que muestra “como la descentralización de la negociación colectiva favorece la dualización de algunas economías”. Colaboró en la efímera revista Pétition, así como en una obra colectiva (Contra la dictadura de los mercados) publicada por ATTAC (de la que es miembro de su Consejo Científico). En 2001 Imbert firmó una nota de la Fundación Copernic/4, Por un pleno empleo de calidad, que se presenta como una crítica del social-liberalismo y, más particularmente, del informe Pisani-Ferry/5 sobre el pleno empleo. En un artículo/6 de Le Monde Diplomatique –firmado con Liêm Hoang-Ngoc–, Pierre-André Imbert proponía entre otras medidas el paso a las 35 horas que “permitiría desencadenar una dinámica global de creaciones de empleos estables a tiempo completo”.
Imbert participó también en el lanzamiento, con Liêm Hoang-Ngoc, de la llamada de los economistas para salir del pensamiento único. He aquí como Liberation/7 dió cuenta de su génesis. “Plaza de La Bastille, diciembre de 1995. Volviendo de una manifestación, dos jóvenes, Liêm Hoang-Ngoc, de 31 años, y Pierre-André Imbert, de 25 años, debaten y se interrogan sobre su propia utilidad en el movimiento social. Investigadores en economía, abominan de la forma como los medios de comunicación ‘se sirven del discurso económico para denunciar la irracionalidad de la cólera del pueblo’. La mayoría de los expertos interrogados por la prensa, sean de derecha o de izquierda, defienden en efecto el plan Juppé de racionalización de los gastos de salud. Nuestros dos manifestantes deciden hacer algo”. En este mismo artículo, Imbert explica que forma parte “de una generación que solo ha conocido la crisis y que no ha participado en la batalla de los años setenta; ninguno de entre nosotros ha tenido experiencia del poder socialista, cuya política económica es para nosotros un patente fracaso”.
En 1997 la izquierda llega al poder. Paralelamente a sus actividades académicas y militantes, Imbert, que es también militante socialista, más bien de su ala izquierda, se convierte en consejero del presidente de la comisión de finanzas de la Asamblea Nacional, en ese momento Henri Emmanuelli/8, puesto que ocupará hasta el 2002.
Segundo período: consejero de la patronal
Después de la caída de la izquierda, Imbert debe reconvertirse. Después de un paso durante algunos meses por el gabinete Apex que trabaja para los comités de empresa, es reclutado por el gabinete Altedia que aconseja a las empresas (más del 80% del CAC 40) [las 40 empresas de mayor capitalización bursátil; ndt] sobre las reestructuraciones, la gestión de las carreras profesionales y la comunicación. El gabinete está presidido por Raymond Soubie que asesorará al gobierno Raffarin sobre la reforma de las pensiones. En 2005, Soubie vende Altedia, mientras que Imbert sube escalones en el interior del gabinete: se convierte en Senior Project Manager y después en Businees Unit Manager en el interior del departamento “Ingeniería social, reestructuraciones y reindustrialización”. En este cometido le corresponde gestionar “las mayores reestructuraciones de estos últimos años” precisa su retrato en Liaisons Sociales Magazine /9. A inicios de 2011, Imbert pasa al gabinete Alixio, nueva propiedad de Soubie, y después se convierte en su director general adjunto hasta la vuelta de la izquierda al poder, en mayo de 2012.
Sin embargo la reconversión solo se realiza progresivamente: en 2004, Imbert ha sido ya reclutado desde hace ya un año por Altedia, donde acompaña las reestructuraciones de empresas. Pero la discordancia de los tiempos hace que aparezca en la revista Projet un artículo/10 en el que se presenta todavía como “economista y militante socialista” y en el que fustiga el “pensamiento tuerto“, es decir el “social-liberalismo”.
El artículo revela un cierto grado de esquizofrenia. Por un lado, Imbert “acompaña” las reorganizaciones de empresas al servicio de la patronal; por otro lado reitera su denuncia del social-liberalismo: “No partir de los sufrimientos vividos en el trabajo (la explotación) o en la ausencia del trabajo (la exclusión), no ligarlos a la naturaleza del sistema económico, no desarrollar las esferas de desbordamiento de las relaciones sociales, constituyen una carencia cruel del social-liberalismo. El socialismo se ha hecho fuerte por la articulación de una crítica social del capitalismo, apoyada en la dimensión estructurante del conflicto capital/trabajo y una crítica basada en el desarrollo del individuo cuyas dimensiones relacionales y espirituales son negadas por la estandarización y la mercantilización. Olvidar una de estas dos dimensiones le convierte en un pensamiento tuerto y reduce su impulso emancipador”.
Tercer período: el hombre de las “reformas”
En 2012, François Hollande es elegido presidente. Imbert abandona entonces Alixio para convertirse en consejero técnico sobre las empresas y los cambios económicos del nuevo ministro de trabajo, Michel Sapin. Ha sido localizado por la “task force” del candidato. En abril de 2014, Imbert pasa a ser director adjunto del gabinete del nuevo ministro de trabajo, François Rebsamen, y cuatro meses después su director de gabinete. Conservará ese puesto cuando en agosto de 2015 dimite Rebsamen y es reemplazado por Myrian El Khomri. Durante todo este período, Imbert hace de “bombero” en PSA [varios miles de supresiones de empleo, pero 101 despidos invalidados por los prud’hommes de Bobigny] [el consejo de prud’hommes es una institución surgida en Francia en la Edad Media y que en la actualidad es una jurisdicción de primer grado para conflictos derivados del contrato de trabajo; ndt] y Mory-Ducros [2800 despidos, pero el plan social será anulado por el Consejo de Estado].
Imbert “pone la música” a la ley de aseguramiento del empleo y se congratula de ello con la periodista de Liaisons Sociales: “antes, los procedimientos eran conflictivos y no acababan. Hoy la tasa de cuestionamiento de los PSE [plan de salvaguardia del empleo] se ha dividido por cuatro”. Y el panegírico continúa: “trabajo en domingo, cuenta personal de formación, reforma del ministerio, ¡no es cuestión de desacelerar el ritmo!, avisa este gran currante. Aunque se está a mitad del mandato hay ideas a poner en marcha. Para desarrollar su hoja de ruta, el ministro puede contar con él”.
Así pues Imbert es el hombre clave en la génesis de la ley El Khomri. Se puede pensar que va a tener que “gestionar” un amplio movimiento social y que va hacia una prueba de fuerza en la que “jugar de bombero” tiene el riesgo de sobrepasar sus competencias. Pero como la fuga hacia delante del gobierno en un “pensamiento tuerto” (y quizá incluso ciego) conduce derecho a la pérdida del poder, Imbert prepara su salida. Según l’Opinion debería abandonar su puesto director de gabinete antes de fin de año, para asumir la cabeza de la Delegación general del empleo y la formación profesional (DGEPF)/11. ¿Pero se podrá reemplazar a un servidor tan dotado del Estado?
Las razones de una trayectoria
Más allá del caso personal este itinerario es revelador de la capacidad de la burguesía de reclutar a los individuos útiles para la gestión de sus intereses. Sabe utilizar las competencias y proponer transacciones tentadoras. No es fácil asumir una función de intelectual crítico ni resistir a las sirenas de la ascensión social. El gusto –o la ilusión– del poder, Imbert lo adquierió de Emmanuelli, presidente de la comisión de finanzas, lo que no es poca cosa. Pero, como las políticas llevadas en ese marco no están fuertemente ancladas a la izquierda (esto es un eufemismo), en ese período de aprendizaje desarrolla una especie de neutralidad tecnocrática.
Cuando pierde ese interesante puesto debe reconvertirse y para ello hace valer el capital adquirido desde la escuela de comercio hasta la gestión social-liberal, pasando por encima del período heterodoxo. Como el trabajo en un gabinete ligado a los comités de empresa no ofrece sin duda una perspectiva de carrera suficientemente estimulante, se pasa al otro lado: después de todo se trata en los dos casos de animar el “diálogo social”. Pero, más allá de esa trayectoria individual, la posibilidad misma de ese paso señala la permeabilidad entre la esfera del partido socialista y las instituciones al servicio de la patronal. Los restos de pensamiento crítico se borran y se acumula un saber hacer que se va a poder valorizar al servicio de un ministerio supuestamente de izquierda, como si ello condujera a renovar el lazo con sus primeros amores. La aspiración individual a la coherencia se une con la pretensión del gobierno de reclamarse de izquierda: no se ha renunciado a ninguna de sus convicciones de izquierda puesto que se continúa su carrera “de izquierda”.
Pero todo ello solo es posible por la profunda interpenetración entre los “funcionarios” del Partido Socialista y los de la burguesía, que hablan el mismo lenguaje y comparten en el fondo la misma visión del mundo… y de su propio lugar en este mundo. Todo ello ciertamente no basta para dar cuenta del increíble alineamiento del gobierno francés con las concepciones liberales que es, además, profundamente suicida. La razón de fondo es sin duda que las transformaciones del capitalismo y su crisis han estrechado completamente el campo de la socialdemocracia. Pero el análisis de las formas de este alineamiento permiten también esclarecer el movimiento de fondo.
Nota de la Redacción de A l’encontre
Sería útil hacer una historia de la burocratización histórica tanto de la SFIO, como de otras organizaciones sindicales y socialdemócratas en Europa.
El proceso de burocratización es complejo y tiene rasgos particulares en cada formación social en Europa. Se trata de un proceso de separación parcial de la base obrera y de su defensa efectiva. Esta última pasaba por una defensa, más o menos combinada, de los intereses de los asalariados/as y de los propios del aparato político y sindical (posición social, papel jugado en los nacientes sistemas de “seguridad social”, gestión de edificios bajo forma de conjuntos cooperativos, responsabilidad en los “almacenes cooperativos”, etc.).
Esta fase de burocratización, en el interior del movimiento obrero propiamente dicho, ha sido analizada, bajo ángulos diferentes (más o menos), entre otros por Robert Michels, Rosa Luxemburgo, Karl Korsch, Leon Trotsky y también por Anton Pannekoek, etc.
El proceso se desarrolló antes de la Primera Guerra Mundial, pero tomó una amplitud mayor y diferente en diversos países tras una cooptación en las instituciones estatales. Por otra parte estas últimas no sirvieron de escudos frente a la represión de los años 1930 en diversos países. Incluso cuando hubo pasos de sectores de la izquierda oficial (tanto en Bélgica como en Francia y Alemania) a la derecha extrema como extensión de esa cooptación anterior.
El período de la postguerra conoció un “progreso” de la cooptación directa en los sectores de la industria nacionalizada. Esa fue la palanca que empujó a una transformación cualitativa de los círculos dirigentes de la socialdemocracia –entre otros países en Francia, tras las nacionalizaciones y después desnacionalizaciones (bajo Jospin)– que se han convertido en cogerentes de industrias y bancos de seguros. La integración en estructuras del capital se convierte en un itinerario bastante común en “personalidades” de la socialdemocracia.
La figura de Strauss-Khan es esclarecedora, ¡el que ha estado hasta en el FMI y ha “ensuciado” la reputación de Dodo la Saumure [conocido proxeneta francés y que ha sido inculpado junto a Strauss-Khan; ndt)], como ha confesado este último! Martine Aubry, hija de Delors, siguió su aprendizaje, entre 1989-1991–después de haber salido de la ENA (Escuela Nacional de Administración), como muchos de ellos–en Pechiney, dirigida entonces por Jean Gandois que fue presidente del ancestro del MEDEF: el CNPF [MEDEF es la organización patronal de Francia; ndt]. Martine Aubry ha abierto una fábrica (del grupo Pechiney) “modelo” por la llamada gestión participativa e integradora de los asalariados en Dunkerke y ha cerrado la fábrica de Noguères en los Pirineos Occidentales. Esta nueva etapa de absorción en los círculos económicos, que se afirma fuertemente en Francia en la segunda mitad de los años 1980, es la ruta que conduce a la transformación del PS en un partido burgués, en Francia y en otras partes. La caricatura es Gerhard Schröder, el hombre que pasó de la contrarreforma Hartz IV a flotar sobre el petróleo de Putin. Es cierto que este último, nuevo zar del Kremlin, ¡tiene el honor de ser defendido por el autoproclamado candidato a la presidencia de Francia: Jean-Luc Mélenchon!].
Notas
1/ Lilian Alemagna, Laure Bretton et Amandine Cailhol, “Loi El Khomri: procession libérale”, Libération, 26 de febrero de 2016.
2/ ESCP-EAP (European School of Management) es el resultado de la fusión en 1999 de la Escuela de comercio de París y de la Escuela europea de negocios, pertenecientes las dos a la Cámara de Comercio e Industria de París.
3/ “Normes du travail, formes et modes d’emploi, relations professionnelles”, Economies et sociétés, tome XXXII, n°3, marzo de 1998.
4/ Fondation Copernic: Pour un plein emploi de qualité. Critique du social-libéralisme, à propos du rapport Pisani-Ferry, 2001.
5/ Jean Pisani-Ferry, Plein emploi, rapport du Conseil d’Analyse Economique n°30, 2000.
6/ Liêm Hoang-Ngoc et Pierre-André Imbert, “Cinq leviers pour l’emploi”, Le Monde diplomatique, octubre de 1996.
7/ Pascal Riché, “Ces jeunes économistes qui ruent dans les brancards de l’orthodoxie”, Libération, 5 de febrero 1997.
8/ Emmanuelli, después de haber dimitido provisionalmente de su mandato de diputado y recuperarlo posteriormente, fue reemplazado por Augustin Bonrepaux entre enero de 1998 y febrero de 2000. En 2002, fundó la corriente Nuevo Mundo en el interior del Partido socialista, con Jean-Luc Mélenchon.
9/ Emmanuelle Souffi, Liaisons sociales Magazine, 3 octubre 2014.
10/ Pierre-André Imbert, “Une pensé borgne”, Projet nº 278, 2004.
11/ Olivier Auguste, “Myriam El Khomri va déjà devoir se trouver un bras droit”, l’Opinion, 29 septembre 2015.

 

Publicado en

A l´encontre / Traducción de Viento Sur
http://www.vientosur.info/

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