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Modelo machista de resolución de conflictos

Por: Miguel Lorente Acosta

El autor nos muestra como el modelo machista de resolución de conflictos en lugar de resolverlo lo agrava.

El modelo machista para resolver los conflictos entre dos partes basa su estrategia en generar más conflicto, no en el diálogo ni en el consenso. El planteamiento es sencillo y surge de la construcción patriarcal de la cultura y de la sociedad que tenemos como consecuencia.

Esta construcción toma como referencia universal lo masculino y sitúa a los hombres en una posición de superioridad respecto a las mujeres, de manera que establece la desigualdad de género como esencia de estructuración social, y a partir de ella ha ido tomando otros elementos para extender y ampliar la desigualdad a otras circunstancias y características de las personas que forman parte de esa sociedad. El resultado es un sistema jerarquizado de poder, o lo que es lo mismo, una sociedad en la que determinadas personas por su sexo, sus ideas, sus creencias, su color de piel, su status, su origen, su orientación sexual… tienen una serie de privilegios y ventajas respecto a aquellas otras cuyas características son consideradas inferiores por esa cultura y sociedad.

Cuando se produce un conflicto entre personas en diferente nivel dentro de esa estructura jerarquizada, a quien se encuentra en una posición de superioridad no le interesa dialogar o consensuar para solucionar el conflicto, porque ha de hacerlo a partir de argumentos y razones, y puede que no las tenga o que sean menos sólidas que las de la otra parte. Por eso le interesa agravar el conflicto, avivarlo con elementos que generen más enfrentamiento para de ese modo justificarse en el uso de los instrumentos propios de su posición de poder, y que la otra parte no tiene por encontrarse en un nivel inferior.

Con esa estrategia el conflicto va aumentando hasta llegar el momento del “hasta aquí hemos llegado”, a partir del cual se pone en marcha todo el arsenal de instrumentos que guarda en su posición de poder, bajo la justificación de que el conflicto es insostenible, y como si hubiera sido generado en exclusiva por la otra parte.

Este es el modelo machista de resolver los conflictos, y el que usan los hombres desde sus posiciones de poder con las mujeres, algunos llegando a la violencia, otros a la amenaza, y otros simplemente recurriendo a la escenificación del conflicto para que la mujer entienda que debe ceder ante su autoridad.

Y como son los hombres y las referencias de la masculinidad las que impregnan la cultura y el significado de lo que acontece en la sociedad, el modelo se extiende a otros escenarios bajo los mismos planteamientos de la desigualdad y el poder, como ocurre en las relaciones laborales entre empresarios y trabajadores, en las relaciones dentro de los partidos políticos y en el ejercicio de la política, en las relaciones nacionales y en las internacionales…

Cualquier escenario en el que se entienda que el conflicto es un ataque a la posición de poder y un pulso a la persona que responde desde ella, el resultado será un aumento del conflicto que lleve a vencer más que a convencer. Porque el objetivo de la resolución de conflictos bajo esta estrategia machista es doble, por un lado resolver la cuestión formal que se ha planteado, sea esta personal, familiar, laboral, política, nacional o internacional; y por otro, ser reconocido como “vencedor” y salir reforzado en su posición de poder, aunque haya sido a través de una injusticia. Lo importante es vencer y aumentar el poder.

Este modelo de resolución de conflictos habitualmente reporta muchos éxitos a quienes están esas posiciones de privilegio, de ahí su refuerzo y su permanencia a lo largo de la historia, y su extensión a los ámbitos y contextos más diversos con ligeras variaciones. Pero siempre con la estrategia de resolver el conflicto generando más conflicto.

El problema se presenta cuando el modelo se utiliza frente a quien se piensa que está en una posición inferior y no lo está, o cuando lo está pero cuenta con otros mecanismo de apoyo informal que contrarrestan en parte el poder inicial de la otra posición, pero también cuando cada una de las partes cree que está en una posición de poder, y que debe potenciar el conflicto desde su lado para de ese modo poder utilizar su “carta secreta” y todos aquellos elementos propios a su posición que le permitirían vencer sin convencer.

Al final, este tipo de planteamientos son los mismos que dicen eso de que “la historia la escriben los vencedores”, por eso lo importante es derrotar al otro del modo que sea, porque después lo suavizarán y endulzaran con su relato. Lo estamos viendo estos días en diferentes contextos, pero es obvio que el más cercano y trascendente es el “conflicto” surgido con el proceso sobre el referéndum de autodeterminación de Cataluña del 1 de octubre.

Al margen de los elementos formales sobre su legalidad y las motivaciones y razones de quienes quieren votar, de sobra conocidas y comentadas, lo que se está viendo es el típico conflicto al modo machista. Una especie de pulso que, como muy bien se ha dicho estos días recurriendo a la canción de Joan Manuel Serrat, parece que están a ver “quien la tiene más larga”. Lo único que le falta es ver a Rajoy decir “por mis cojones que no se vota”, y a Puigdemont responder, “por mis cojons que votamos”.

Si lo dijeran quizás se entendería todo mejor. La prueba de que realmente se trata de un modelo machista de afrontar el conflicto es su retroalimentación, es decir, la utilización de las consecuencias que se producen como resultado de las decisiones dirigidas a potenciar el conflicto como razones para mantener el conflicto y aumentar así su intensidad.

Todo lo que está sucediendo estos días con las decisiones y acciones de unos y otros se está utilizando como justificación de las posiciones iniciales, cuando son un resultado de los problemas surgidos durante el conflicto, no causa del mismo. Pero eso no importa para las partes, lo que interesa es el conflicto en sí mismo y los apoyos para que quien dirige cada una de las posiciones sea reconocido por los suyos como ese macho-alfa capaz de dirigir al grupo.

También se ha comentado, y es cierto, que si en lugar de dos hombres al frente de cada parte hubiera dos mujeres y un modelo feminista de resolución de conflictos basado en la Igualdad, la empatía, el bien común… la situación actual sería completamente diferente. En estas circunstancias el conflicto ya no se puede resolver, pero sí se puede detener y replantear de nuevo toda la situación.

Esperemos que alguien saque el lado femenino que todos tenemos.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=232446&titular=modelo-machista-de-resoluci%F3n-de-conflictos-
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Donde más duele

Por Miguel Lorente

Cuando el corazón ya se ha hecho insensible a los golpes y a la amenaza de cada amanecer, el maltratador utiliza a los hijos e hijas para conseguir su objetivo

Los hombres que maltratan saben dónde golpear para hacer daño, lo aprenden pronto, por eso usan la palabra como arma y dirigen sus golpes al tórax, al abdomen y a la cabeza, de modo que la ropa y el cabello cubran las lesiones y nadie vea las heridas que ocasionan. Y esto sólo es con relación a los golpes.

El verdadero dolor lo producen en el mediastino, en ese espacio donde antes estaba el corazón que, poco a poco, el maltratador va secando a base de desprecio, advertencias y culpas sobre la propia mujer.

Y cuando ese corazón ya se ha hecho insensible a los golpes y a la amenaza de cada amanecer, el maltratador utiliza a los hijos e hijas para conseguir su objetivo de controlar y dominar a la mujer sin necesidad de agredirla físicamente. Los agresores saben que es lo que más les duele y lo usan de manera egoísta para sus intereses. Por eso, a pesar del intento de muchos de separar el ejercicio de la paternidad de la violencia, un maltratador siempre es un mal padre, porque utiliza la violencia en contra de la mujer y contra sus hijos e hijas para causar dolor y daño más allá de los golpes. El pasado 3 de febrero, Vladimir V. I., de 27 años, se arrojó al vacío con su hija de un año desde la segunda planta del Hospital Infantil La Paz, en Madrid, situada a una altura de 12 metros.El padre discutió con la madre en la habitación, y, antes de saltar por la ventana, le dijo: «Te voy a dar donde más te duele».

Y no es algo que ocurra de manera ocasional. Según la Macroencuesta de 2011, cada año 840.000 niños y niñas, aproximadamente el 10% de nuestra infancia, viven en hogares donde los padres maltratan a sus madres como parte de la violencia y como advertencia de lo que les puede ocurrir si deciden dejarlos. No es casualidad que la propia cultura que justifica y minimiza la violencia de género haya creado como argumento trampa la idea que repiten muchas mujeres maltratadas para permanecer en ella: “No me separo por mis hijos”.

Es su amenaza más eficaz y el calvario al que se ven sometidas cuando se separan y comienzan a utilizarlos para intentar continuar con el control a través de cuestiones relacionadas con la custodia, las visitas, la pensión por alimentos… Saben que es lo que más les duele, hasta el punto de ser conscientes de que asesinar al hijo o a la hija y dejarlas vivir a ellas con el drama de la experiencia, es golpearlas cada día en lo más profundo del alma para que su dolor no tenga fin.

Y del mismo modo que es un error no pensar que un maltratador puede llegar a asesinar a su mujer porque “sólo unos pocos lo hacen”, también es un error creer que un agresor no es capaz de instrumentalizar y asesinar a sus hijos e hijas tomando como referencia el número de casos en que esto ocurre. La prevención pasa por adelantarse al problema, no por esperar a que este llegue a las instituciones por medio de la denuncia, sobre todo si comprobamos cómo el machismo sigue lanzando mensajes desde la impunidad contra la respuesta frente a la violencia de género y contra las mujeres. Ese odio es el que mueve a la violencia y el que lleva a que la conducta del violento busque “golpear” allí donde más duele.

Fuente: http://elpais.com/elpais/2017/02/04/mujeres/1486201498_722077.html

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Machismo & Normalidad Social 37’1º C: Machismo

 Europa/ España/Diciembre 2016/Miguel Lorente Acosta//http://www.rebelion.org/
Machismo & Normalidad Social
37’1º C: Machismo

 

 

Cuando el machismo se naturaliza y se normaliza en la vida cotidiana hace que también la desigualdad se entienda como algo accidental en el tiempo y no como una construcción de poder.

 

A partir de 37º C es fiebre, por lo tanto 37’1º C ya es fiebre y 40º C mucha fiebre. Esas referencias que se entienden muy bien cuando hablamos de salud o de otros temas, en cambio no se tienen nada claras cuando nos referimos al machismo, y no es casualidad. Todo forma parte de las trampas que el propio machismo ha creado y colocado sobre su territorio hostil para que no sea fácil salir de él. Una de las más utilizadas es la “trampa de lo excesivo”, que permite realizar la crítica sobre aquello que se considera demasiado intenso, dejando el resto como parte de la normalidad y sin cuestionar. Es lo que da lugar a que muchas mujeres digan ante el maltrato lo de “mi marido me pega lo normal, pero hoy se ha pasado”, criticando la cantidad de violencia empleada, pero no la violencia en sí misma que queda como parte de “lo normal”.

Una normalidad que lleva a que sean las mujeres quienes dejen el trabajo o reduzcan la jornada para dedicar su tiempo al cuidado de sus hijos, hijas o familiares, o a que cobren menos por el mismo trabajo, o a que si les tocan el culo en clase o en el autobús, o las piropean por la calle, se entienda que no es exagerado y que forma parte de lo normal. El cuestionamiento sólo se hará cuando cualquiera de esas situaciones sobrepase el límite puesto, e interpretado con sus “machomáticas”, por el propio machismo que lleva a cabo las conductas.

El machismo ha jugado con la normalidad situando el umbral en una posición más alta o más baja según el nivel de crítica social

Y es que el machismo ha jugado con la normalidad situando el umbral en una posición más alta o más baja según el nivel de crítica social. De manera que si las circunstancias sociales se vuelven críticas con el machismo, pues baja el umbral para reducir el espacio de la normalidad y para que lo “excesivo” comience antes, pero sin renunciar a todo el machismo que queda bajo él. Y si logra recuperar terreno o cuestionar algunas de las medidas de Igualdad, pues vuelve a subir el listón para que lo “excesivo” comience más tarde y sólo se cuestionen las manifestaciones especialmente graves.

Esa ha sido su estrategia histórica, la adaptación a las nuevas circunstancias, pero sin transformar el sentido ni el significado que él daba a la realidad, y sin renunciar a la posición de poder que permitía hacerlo. Sólo con mirar la evolución histórica de las sociedades se comprueba que nada tiene que ver la España de hace 50 años con la de ahora, pero en las dos permanece el machismo como referencia y moviendo los hilos de la realidad.

La desigualdad es una construcción de poder, no un accidente ni una deriva incontrolada del tiempo, sino el diseño interesado para obtener esas ventajas desde la normalidad

 

Bajo esa construcción, al hablar de la desigualdad que existe en la sociedad y del patriarcado que la ha creado parece que estamos hablando de una abstracción, de algo teórico y distinto a la realidad y, lo más importante, se presenta como ajena a todo lo que sucede en la sociedad y sin nada que ver con el machismo, pues como hemos explicado, éste queda reducido a lo “excesivo”, a todo aquello que supera el umbral del momento cuando en verdad es la propia desigualdad, es decir, la construcción de una cultura sobre las referencias de los hombres que ha permitido situar lo masculino en una posición de referencia, para otorgarse una serie de privilegios sobre los que obtener ventajas y beneficios respecto a las mujeres, que han sido situadas en una posición de inferioridad y bajo su control y supervisión.

Y como se puede apreciar, la desigualdad es una construcción de poder, no un accidente ni una deriva incontrolada del tiempo, sino el diseño interesado para obtener esas ventajas desde la normalidad que da ser “dueño” de todos los mecanismos de influencia y poder, unidos a la capacidad de dar significado y a la posibilidad de utilizar mecanismos de coacción y violencia para conseguir sus objetivos, entre ellos mantener el orden dado sin que haya ninguna consecuencia negativa a pesar del abuso y la injustica, puesto que se hace desde la normalidad. Es más, si se llega a superar el umbral del momento y se produce un resultado grave, también tiene la capacidad de minimizar lo sucedido por medio del argumento de la justificación (alcohol, drogas, celos, trastorno mental…).

Este es el contexto que permite decir al presidente de la CEOE que “las mujeres son un problema para el trabajo”, que el 80% de las 700.000 mujeres que sufren maltrato no denuncie, que el 44% de las que no denuncian no lo hagan porque la violencia que sufren “no es lo suficiente grave”, o que el 21% manifieste no denunciar por “vergüenza” (Macroencuesta, 2015). Todo ello forma parte de lo normal, no porque sea aceptable, adecuado o consecuente, sino porque “está por debajo del umbral” que el machismo, o sea la desigualdad, ha situado. Intentar gestionar el umbral para situar el listón más alto o más bajo siempre conducirá al fracaso, puesto que significa mantener el machismo con sus manos y puños invisibles bajo él.

Hay que quitar el machismo de la realidad, no bajar el umbral, pues el machismo es la desigualdad, no su representación excesiva. Es como la fiebre en salud. Si a partir de los 37º C se considera como tal, 37’1º C ya es fiebre, 40º C es mucha fiebre, y 42º C es muchísima fiebre; y si una persona ha tenido 40ºC y al día siguiente tiene 37’1ºC sigue teniendo fiebre, menos, pero fiebre; en ningún caso significa que ha desaparecido.

La desigualdad es el machismo, son los 37’1ºC que nos indican que la normalidad social está por encima de la referencia saludable para la convivencia y que, por tanto, estamos ante una “patología social” inaceptable.

 

Con el machismo ocurre lo mismo. La desigualdad es el machismo, son los 37’1ºC que nos indican que la normalidad social está por encima de la referencia saludable para la convivencia y que, por tanto, estamos ante una “patología social” inaceptable. A partir de ahí la discriminación, el abuso, la violencia… van sumando grados y aumentando la intensidad del problema, pero eso no significa que sólo atendamos y nos preocupemos de los grados más altos y graves para separarlos y cuestionarlos como si fueran problemas ajenos al machismo de la desigualdad, y como si para llegar hasta ellos no se hubiera pasado décima a décima, grado a grado, por todos los anteriores. Y es lo que sucede ahora cuando se rechaza el homicidio sin rechazar lo suficiente la violencia, y cuando se critica la violencia sin hacerlo lo bastante sobre el machismo que la genera.

No entenderlo así es caer una y otra vez en la trampa del machismo, o lo que es lo peor, no salir de ella. El machismo sí es consciente de toda esta situación y por ello ha desarrollado su estrategia del posmachismo como forma de generar confusión, duda y pasividad en la sociedad y, de ese modo, mantenerla distante al problema de la desigualdad y su significado para así poder mover el umbral hacia arriba, y hacer la normalidad más machista y a los machistas más normales. Es lo que ocurre cuando al hablar de violencia de género salen con el argumento de las “denuncias falsas”, de que “todas las violencias son importantes”, de que “las mujeres también maltratan”…

Nunca han dicho nada de otras violencias hasta que se ha hablado de violencia contra las mujeres, y por eso tampoco piden nada contra la violencia que ejercen los hombres contra otros hombres, que supone el 95% de los homicidios de hombres. Eso no importa, lo importante es que no se hable de violencia de género, porque eso implica hablar de desigualdad, y hablar de desigualdad supone hacerlo de machismo, y hablar de machismo conlleva desmontar la estructura que sitúa lo de los hombres como referencia para obtener ventajas y beneficios a costa de las mujeres.

El machismo sí es consciente de toda esta situación y por ello ha desarrollado su estrategia del posmachismo como forma de generar confusión, duda y pasividad en la sociedad

 

No caigamos en las trampas del machismo, la desigualdad es el machismo, no sólo las expresiones graves y “excesivas” que se producen como parte de él. Por lo tanto, lo que debemos erradicar es el machismo, no sólo la violencia de género.

Fuente:

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=220022&titular=37%921%BA-c:-machismo-

Fuente imagen:

https://lh3.googleusercontent.com/enIEwB3xfSifJoeaZnZ8coVSyFIt4PN0dSG36Yf9o4GUD5o9zmJ9gZBdDoK1WyQUfCjm0Q=s85

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Machomáticas

Miguel Lorente Acosta

Sin duda se trata de un gran descubrimiento, algo así como la Piedra Rosetta del machismo, las claves que permiten descifrar parte de su lenguaje. Hablamos de las “Machomáticas”, el conjunto de reglas y procedimientos que utiliza el machismo para alcanzar los números exactos y las conclusiones necesarias para que todo encaje en su universo XY, desde el que poder hacer pasar una realidad por otra con la fuerza de su palabra.

El tema viene de lejos. ¿Recuerdan aquello de “…y el verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros?, pues algunos lo han seguido al pie de la letra, y desde su deidad han elaborado un sistema propio de cálculo con el que concretar lo abstracto de sus ideas en números enteros y decimales con los que cuadrar las cuentas. Y claro, como las palabras tienen sinónimos, estos hombres tan divinos, en su omnipotencia y omnipresencia, no se han cortado un pelo para dar también “sinónimos” a los números en ese lenguaje “machomático”.

Podría parecer algo imposible, pero no lo es. Hay que recordar que el poder del machismo se concentra en dos grandes elementos; por una parte, en la capacidad de condicionar la realidad para que las cosas sean como tienen que ser según el orden, las ideas y valores que ellos han decidido que deben actuar como referencia. Y por otra, en la capacidad de dar significado a la realidad, especialmente cuando se aparta de su modelo, que es cuando podría ser cuestionada. Por ejemplo, cuando un hombre agrede a otro hombre es una agresión, pero cuando un hombre agrede a la mujer con la que mantiene una relación es un asunto privado y algo normal, a no ser que el resultado sea especialmente grave. Y cuando se produce ese resultado y las consecuencias traspasan el umbral de la normalidad, pues recurren a otro significado, y si el hombres es un anciano dicen que se le fue la cabeza, si es un joven fue por celos, y si se trata de un hombre adulto comentan que fue por el alcohol consumido.

De ese modo la violencia de género no existe, y cuando se comprueba que sí existe y que está presente como parte de las relaciones, se dice que no es así, que es producto de determinadas circunstancias que afectan a algunos hombres o, incluso, de la provocación de la mujer, del famoso “algo habrá hecho”. Y ese significado está construido sobre el valor de la palabra de los hombres, de esa capacidad de crear realidades sólo con pronunciarlas o de borrarlas al silenciarlas. La palabra de los hombres se convierte así en el instrumento más poderoso del machismo, y por ello la idea de “palabra de hombre” o de un “hombre de palabra” se presenta como referencia del valor de una cultura patriarcal asentada en esa combinación “hombre-palabra” hecha voz. Y para darle un reconocimiento añadido, la propia cultura no sólo le quita ese significado a la palabra de las mujeres, sino que es presentada como lo contrario, como algo falso, pasajero e interesado, cuando no directamente dirigida contra ellos, como recogen algunas expresiones que tanto me repetían los maltratadores cuando actuaba como médico forense: “sí, yo le he pegado… pero es que mi mujer se empeña en llevarme la contraria”.

Todo forma parte de las combinaciones y significados que han instaurado como claves para que la realidad tenga sentido y sea armónica con su concepción de modelo de sociedad. Por ello utiliza la fuerza y su influencia a través de la capacidad de darle significado para presentarse como merecedores de su superioridad al hacer creer que “tener razón” es ser inteligente. Y para conseguirlo imponen su razonamiento a través de la violencia (explícita o como amenaza), y concluyen que son muy inteligentes al ver que todo el mundo asiente ante sus posiciones. Por eso luego se producen tantas sorpresas cuando algunos destapan el “tarro de las esencias” y no sale nada. Pero esa construcción, como tantas otras, es falaz.

Ya lo expresó Don Miguel de Unamuno con aquello del “vencer y el convencer”; el machismo podrá vencer con la violencia e influir con su poder, pero no convencer con la razón que no tiene. Y en su desesperación han llegado a los números y a las “machomáticas” para intentar callar las palabras que los cuestionan, de ahí que hayan inventado un lenguaje particular a base de cifras para que luego las letras les sigan dando la razón. Es una lengua muerta que ni siquiera ellos entienden, pero la presentan como una divinidad, como algo en lo que necesitan creer para darle sentido y trascendencia a unas vidas construidas sobre la mentira del machismo.

Y al margen de sus cálculos y de sus cuentas, como decía antes, han cambiado la literatura por la aritmética para darle sinónimos a los números y, de ese modo, convertir esas cuentas en cuentos. Así, por ejemplo, para el 0’014% de las denuncias falsas utiliza el sinónimo del 80%, y cuando hablan de que este tipo de denuncias representan el 80% en verdad no están mintiendo, sólo que aplican un sinónimo.

Otro ejemplo, al hablar de hombres asesinados por sus parejas dicen que cada uno de estos últimos años han matado a 30, cuando los datos del CGPJ hablan de cifras entre 4 y 8, pero no debemos entender sus palabras como una falacia, tan sólo que han aplicado otro sinónimo numérico dentro de su lenguaje “machomático”. Es algo similar a cuando hablan de que se producen más de 8000 suicidios de hombres por “divorcios abusivos”, a pesar de que el número total de suicidios masculinos está alrededor de 3500; no piensen que es un intento de manipular, nada de eso, es otro sinónimo dentro de su literatura aritmética que convierte las cuentas en cuentos.

Puede parecer complejo en una primera aproximación, pero no lo es tanto. Si se dan cuenta es lo que sucede cuando nos acercamos a cualquier lengua extranjera, que al principio no entendemos nada, pero en cuanto aprendemos algunas palabras y algunas claves sobre su gramática y significado ya somos capaces de ir avanzando por su entramado. Por eso he elaborado una primera “tabla” que nos ayude a entender sus cálculos y sus cuentas, con las que comprender la historia de fondo que aparece en sus cuentos, y la moraleja que tratan de hacernos llegar para que no lleguemos muy lejos de la mano de la Igualdad.

Es una tabla que puede parecer sofisticada, como la propia cultura, pero en realidad es muy simple. En ella se mezclan todo tipo de operaciones, tanto la suma como la multiplicación, la resta y la división, pues el objetivo es que todo encaje.

Echémosle un vistazo a una parte de esa “Tabla de las Machomáticas”:

  • Uno por uno = Diente por diente .
  • Uno más uno = “Mis cojones” .
  • Uno más una = Uno .
  • Una y una = Ninguna .
  • Dos entre uno = Tres .
  • Cinco por una = Burundanga .
  • 19 entre 130.000 = 80% .
  •  90 hombres, 10 mujeres = Igualdad .
  •  50 hombres, 50 mujeres = Discriminación
A partir de esta tabla se puede hacen las operaciones más diversas bajo sus reglas. Un par de ejemplos rápidos. El primero, cuando un factor determinado se multiplica por el factor “mis cojones”, el resultado tiende a infinito. De manera que cuando alguien dice “eso no lo hago” y un machista lo multiplica por su factor testicular y apunta, “por mis cojones que lo vas a hacer”, el resultado es que tenderá a hacerse siempre.
El segundo, con independencia de que el resultado de una operación sea un número positivo, en realidad puede ser igual a cero cuando se acompaña del decimal “de eso nada”. Así, si se dice que la brecha salarial entre hombres y mujeres es del 20% y se pone detrás, como si fuera un decimal, “de eso nada”, para las “machomáticas” la brecha salarial es igual a cero.No traten de entenderlo, es “machomática pura”. 

Fuente del articulo: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=218633&titular=%93machom%E1ticas%94-

Fuente de la imagen: http://radio.uchile.cl/wp-content/uploads/2013/11/genero.jpg

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Síndrome de Alienación Parental (SAP)

Por: Miguel Lorente Acosta

Los alienígenas han invadido el planeta…” podría parecer el comienzo de un relato de ciencia ficción con seres procedentes de otros mundos, pero la situación es más mundana. La invasión se ha realizado desde otro tiempo, desde el pasado arraigado en la desigualdad, y quienes lo han hecho nunca se han marchado del todo, siempre han utilizado el poder con sus argumentos e ideas.

El posmachismo es la nueva versión del machismo tradicional que juega con las formas y el mensaje para defender lo mismo que hicieron sus antepasados sin formas ni mensaje, sólo con la violencia de palabra, obra y “misión”, pues todo se hacía en nombre del bien común y en defensa de las instituciones. Y entre esos nuevas estrategias está la del Síndrome de Alienación Parental, o lo que es lo mismo, la manipulación por parte de un progenitor de los hijos e hijas para indisponerlos y enfrentarlos contra el otro progenitor.

Si se han fijado, como buena estrategia posmachista, juega con dos elementos esenciales, la neutralidad y el cientificismo. Se trata de un “síndrome”, o lo que es lo mismo, de un “producto de la ciencia”, y lo puede ejercer tanto el padre como la madre. De este modo superan las críticas iniciales, aquellas que, por ejemplo, se levantaron contra un antecesor del SAP, otro “síndrome” que fue denominado con todo el descaro “Síndrome de la Madre Maliciosa”. Cuando todo se les puso en contra por la falacia científica y por la formas de plantearlo aprendieron que ya no podían utilizar el ataque directo a las mujeres, que la sociedad había cambiado y que tenían que revestirse de neutralidad. Eso ocurría a mediados de los 80, y desde entonces han ido trabajando en el SAP con más éxito social, aunque con las mismas dificultades nacidas de su naturaleza, de ser una construcción ideológica que pretende controlar a las mujeres tras la separación.

03_imgTapaEl SAP juega con los mitos y prejuicios que históricamente han impregnado la percepción social sobre la actitud y personalidad de las mujeres, y lo hace al poner en valor la perversidad y la malicia que son capaces de desarrollar por interés personal, sin considerar a nada ni a nadie. En definitiva, se trata de aplicar esa idea sobre la “maldad” de las mujeres a los casos prácticos de las relaciones de los hijos e hijas con sus padres tras la separación.

Por eso no es casual que se empezara a utilizar cuando las leyes de “divorcio no culpable” posibilitaron que las mujeres pudieran separarse y rehacer sus vidas, pues hasta entonces  para hacerlo tenía que demostrar la “culpa” del marido, algo prácticamente imposible cuando la prueba era su palabra frente a la de ellos. A partir de ese momento la situación cambio de forma significativa. Antes, tras la separación la mayoría de los hombres “entregaban” los hijos a las madres y no pasaba nada cuando no respondían con responsabilidad ante las obligaciones que tenían como padres, por eso no había SAP. Pero cuando todo cambió, y las mujeres no quedaban atrapadas en el cuidado de los hijos, ni dependientes en la distancia del ex-marido porque la ley les obligaba a pasar la pensión por alimentos, muchos hombres sorprendidos empezaron a desarrollar otras tácticas para mantener ese control.


En definitiva, se trata de aplicar esa idea sobre la “maldad” de las mujeres a los casos prácticos de las relaciones de los hijos e hijas con sus padres tras la separación.


El SAP parte del hecho objetivo de que los hijos e hijas no quieren ver al padre tras la separación, y lo que hace es dar una explicación coherente con las referencias culturales a esa conducta. Y esa es la trampa.

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R.A. Gardner, autor del SAP

Es una trampa porque lo que hace el SAP es evitar que se investigue cuáles pueden ser las verdaderas razones para que los hijos e hijas muestren ese rechazo al padre. Desde el momento en que en sede judicial se comprueba esta actitud en los hijos, estos son separados de la madre “manipuladora” y entregados al padre “herido”, creándoles  un trauma que será difícil de superar. De manera que la propia estrategia del SAP conlleva no profundizar en lo ocurrido.

En todo este contexto hay un detalle que no suele tenerse en cuenta, y es que la mayoría de las mujeres que sufren violencia de género salen de ella a través de la separación, concretamente la Macroencuesta de 2011 indicó que el 73.4% lo hacían de este modo. La situación es clara. Todas estas mujeres acuden a un Juzgado de Familia para separarse sin decir que han sufrido violencia por parte de sus maridos, violencia que los niños han visto y sufrido y que genera una conducta de rechazo hacia el agresor (el padre), que sólo ponen de manifiesto cuando se sienten seguros, es decir, tras la separación.


lo que hace el SAP es evitar que se investigue cuáles pueden ser las verdaderas razones para que los hijos e hijas muestren ese rechazo al padre.


Esta es la causa más frecuente del rechazo de los hijos hacia el padre, la violencia de género previa. Luego hay otras razones que han sido puestas de manifiesto por múltiples estudios, pero todo choca contra el muro del SAP.

El Síndrome de Alienación Parental es una trampa y es una manipulación interesada al amparo de la cultura de la desigualdad. El SAP no existe. No está aceptado por ninguna de las clasificaciones mundiales de trastornos y enfermedades mentales, ni por el DSM-IV-TR de la Asociación Americana de Psiquiatría, ni por la CIE-10 de la OMS, y por lo tanto no debería aceptarse como categoría diagnóstica en los Juzgados, como ahora se hace. Así lo ha recomendado el propio CGPJ, pero muchos Jueces y Juezas continúan aceptándolo. La independencia judicial se lo permite, pero también es exigibleun papel más activo del Ministerio Fiscal y una respuesta profesional por parte de los equipos forenses (Medicina, Psicología y Trabajo Social).


la causa más frecuente del rechazo de los hijos hacia el padre, la violencia de género previa.


El hecho de que haya científicos que lo defiendan no significa que sea una categoría científica, eso dependerá del cumplimiento de los criterios establecidos por la comunidad científica, no de las ideas u opiniones de unos cuantos científicos. Y hoy por hoy no se acepta.

A mi me parece perfecto que esos científicos continúen su trabajo para intentar que se admita el SAP, lo mismo que hay otros que intentan que se incorpore un nuevo fármaco que está en fase experimental. Pero del mismo modo que ese fármaco no se puede utilizar hasta que no sea aceptado, el SAP no debería ser utilizado en los Juzgados hasta su reconocimiento por la comunidad científica.

No es casualidad que se acepte y se tomen decisiones a partir de su diagnóstico, pues en definitiva viene reforzar la ideología de la desigualdad. Lo mismo que no es casualidad que quienes defienden y apoyan la existencia del SAP sean los mismos grupos de hombres y posiciones ideológicas que cuestionan la Ley Integral contra la Violencia de Género, que hablan de denuncias falsas, de custodia compartida impuesta, de discriminación de los hombres…  No deja de ser llamativo que quienes hablan de denuncias falsas utilicen la falacia del SAP como argumento para que se imparta Justicia.

Todo ello demuestra cómo el SAP forma parte de ese “paquete de medidas” desarrollado por el posmachismo para atacar a las mujeres tras la denuncia de violencia de género, y para mantener las referencias de la desigualdad.


no es casualidad que quienes defienden y apoyan la existencia del SAP sean los mismos grupos de hombres y posiciones ideológicas que cuestionan la Ley Integral contra la Violencia de Género, que hablan de denuncias falsas, de custodia compartida impuesta, de discriminación de los hombres…  No deja de ser llamativo que quienes hablan de denuncias falsas utilicen la falacia del SAP como argumento para que se imparta Justicia.

Fuente: http://www.hombresigualitarios.ahige.org/?p=2846

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Machismo, continuidad y repetición

MIGUEL LORENTE ACOSTA *

La afirmación del machismo pasa por la negación de la realidad que él mismo crea, ésa es la forma de hacerse invisible en una sociedad que lo señala en cada uno de sus actos. Desde el piropo como halago y el maltrato como un tema de pareja, hasta el homicidio por celos o alcohol, todo forma parte de lo que el machismo presenta como verdad para así mantener su mentira. Da igual que sean 70 las mujeres asesinadas cada año y 700.000 las maltratadas, al final, para el machismo cada uno de esos casos es un accidente o una excusa, y todos juntos ninguno.El problema de la violencia de género no son esos 700.000 hombres que maltratan ni los 70 que matan, el problema de la violencia de género es el machismo que los alimenta a todos ellos y al resto de la sociedad. Un machismo que lleva a que el 3% de la población de la UE manifieste que la violencia de género está justificada en algunas ocasiones, y que un 1% afirme que lo está en todas las ocasiones (Eurobarómetro, 2010).

A partir de esas referencias creadas por la cultura, cada agresor desarrolla su estrategia de violencia de manera diferente, aunque todos persiguen lo mismo: controlar a las mujeres para que no se salgan del guión establecido, corregirlas cuando consideran que se han desviado de sus dictados, y castigarlas cuando la desviación alcanza cierta gravedad. La propia dinámica de la violencia muestra claramente que cada agresor reacciona ante el comportamiento y actitud de las mujeres, y frente a las circunstancias que envuelven los hechos.Y cuando el machismo y los machistas ven que la sociedad está cambiando al incorporar y defender la Igualdad como derecho, al observar que las mujeres y el feminismo rompen con la injusticia de la desigualdad de la que nacen sus privilegios, y al comprobar que se incorporan con normalidad a los espacios y funciones que le habían sido negados, interpretan que esa nueva realidad es un ataque a sus posiciones y responden con su argumento habitual, que es la violencia.

«Ante esta realidad hay que informar y mucho, mandando un mensaje crítico a los agresores y a su entorno»

Por eso no es casualidad que ante una norma como la Ley Integral, dirigida a abordar globalmente el problema de la violencia de género, el machismo responda e intente confundir con argumentos tramposos y falaces como el de las denuncias falsas (en verdad suponen el 0,01% según la Fiscalía General del Estado y el Consejo General del Poder Judicial), que todas las violencias son importantes, que las mujeres también maltratan, que es una ley dirigida contra los hombres, o que que en verdad lo que se busca es enriquecerse a través de esa violencia, como incluso llegan a escribir algunos columnistas con total impunidad. Nunca se han preocupado de las otras violencias, ni del maltrato que ejercen las mujeres, ni de las agresiones de los hombres por parte de otros hombres… nunca lo han hecho hasta que no se ha hablado de violencia de género, porque en realidad lo que les preocupa es perder un instrumento tan necesario para ellos a la hora de mantener el orden establecido, como es la violencia contra las mujeres.

Tan necesario que, tal y como recoge la Macroencuesta de 2015, el 44% de las mujeres no denuncian por considerar que la violencia que sufren no es lo suficientemente grave, es decir, porque piensan que esa violencia es «normal» dentro de las relaciones de pareja. Y quien les dice que es normal no es el doble cromosoma X ni los estrógenos circulantes en sangre, sino la cultura machista que las paraliza.Esa reacción del machismo no es abstracta e impersonal, sino que es la reacción coordinada de cada uno de los machistas. Y si es fácil entender que hay una respuesta individual ante los cambios sociales que hablan de Igualdad, también debe serlo entender que cada uno de los agresores que ya está ejerciendo la violencia, reaccione de forma particular ante las circunstancias que envuelven su relación y el contexto social del momento.

De ahí las diferentes influencias que actúan en la construcción de sus conductas criminales.Los homicidios por violencia de género son la consecuencia de una historia de violencia que los maltratadores van desarrollando en el tiempo, unas veces de forma acelerada, otras más lenta. Se trata de un proceso en el que van integrando elementos que refuerzan su decisión y aquellos otros que de alguna manera la cuestionan, y la evolución final dependerá de la mayor presencia de elementos a favor del homicidio o de factores críticos con la idea de matar. Se trata, pues, de un proceso dinámico que va consolidándose conforme avanza, dificultando y limitando las posibilidades de incidir sobre él.

«Los machistas no son hombres extraños a la realidad social que ellos mismos crean a través del machismo. Son hombres muy integrados en ella, en su valores y en sus ideas»

Cuando se produce un homicidio por violencia de género el impacto social de la noticia es muy diferente. Y la valoración que hace el agresor que está pensando en matar a su mujer no es en términos de solidaridad o compasión con la víctima y su familia, sino que lo hace identificándose con el hombre que acaba de hacer aquello que él ya está pensando realizar. Ésa es una de las razones que hacen que un homicidio previo en violencia de género pueda actuar como refuerzo en la idea que manejan estos agresores, algo que se refleja en la acumulación de casos alrededor del homicidio cometido con anterioridad. El estudio realizado en 2011 por la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género y la Universidad de Granada, demostró esa realidad al comprobar que al día siguiente de un homicidio se producía un aumento «no justificable por azar», lo cual sitúa la asociación en el conocimiento del caso anterior, puesto que se trata de sucesos aislados e inconexos.Esta situación demuestra que son homicidios que nacen de la voluntad y de la decisión de matar del agresor, quien actúa por motivaciones internas y posicionándose ante los elementos del contexto.

En ningún caso se puede interpretar esta influencia como un acto impulsivo e incontrolado surgido del simple conocimiento del homicidio previo, ni tampoco debe entenderse como un factor que incide en todos los homicidas. Se trata de un factor que influye «un poco en algunos casos», no en todos, pero como tal debe ser tenido en cuenta a la hora de valorar el riesgo y de adoptar medidas de protección. Y tampoco debe llevar a la errónea conclusión de que ante esta realidad no se debe informar, todo lo contrario. Lo que hay que hacer es informar, e informar mucho, pero mandando un mensaje crítico hacia los agresores (por ejemplo, en lugar de titular «una mujer muere a manos de…» hacerlo con «un hombre mata a…»), y a esos entornos posmachistas que buscan generar confusión y desviar la atención sobre el significado y la gravedad de la violencia de género.Los machistas no son hombres extraños a la realidad social que ellos mismos crean a través del machismo.

Son hombres muy integrados en ella, en su valores y en sus ideas, tanto que responden con la violencia que habitualmente utilizan ante lo que interpretan como ataques, partan estos de la sociedad a través de las iniciativas políticas o de las manifestaciones que los cuestionan y critican, o surjan de la conducta de las mujeres a quienes están pensando asesinar. Creer que los machistas contemplan la realidad como si miraran un paisaje o al mar es un error que se traduce en más riesgo para las mujeres que sufren la violencia. Los machistas se refuerzan entre ellos a través de las palabras y las conductas, lo vemos a diario en la calle y en las redes sociales; y los machistas que están usando la violencia se refuerzan identificándose con la violencia que utilizan otros hombres violentos, de ahí que la violencia de género continúe y se repita.

Fuente: http://www.elmundo.es/opinion/2015/11/14/56462c31e2704e8b538b4571.html

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Él tan macho y ella tan feliz

Miguel Lorente Acosta

Lo ha dicho Shakira de Gerard Piqué,“es tradicional y celoso. Le gusta tenerlo todo bajo control”. “Gerard no me deja hacer videos con hombres, es una persona muy conservadora”…Todo un retrato del macho controlador y la mujer feliz en su sumisión, muy propia de una cultura que dice que los “hombres de verdad” deben ser así, y que las “mujeres de bandera” deben ser controladas ante la amenaza de otros hombres de verdad merodeando por las aceras, pues en definitiva, puede pensar Piqué y tantos otros como él, es lo que le ocurrió a la anterior pareja de Shakira, el argentino Antonio de la Rúa, tras la aparición del jugador del Barcelona CF y de la Selección Española.

En el artículo de Noelia Ramírez (“Shakira y el síndrome de la famosa sumisa”http://smoda.elpais.com/articulos/shakira-y-el-sindrome-de-la-famosa-sumisa/4535) recoge otros casos de famosas con una actitud similar de entrega y sometimiento a los dictados de sus hombres, como el de Miranda Kerr y de Candace Cameron. Todo ello no es casualidad, sino el resultado de una cultura androcéntrica que define las identidades de los hombres sobre la idea de protección y posesión de las mujeres, y la de las mujeres sobre las referencias de cuidado y sumisión a los hombres, por lo que la reproducción de estos valores es entendida como la manifestación máxima del amor que debe caracterizar la relación.

Las declaraciones de Shakira coinciden con un enorgullecimiento de los valores vintage y de lo conservador como escondite. Las posiciones tradicionales de la sociedad (partidos, religiones, instituciones…) han mandado el mensaje de que los problemas que tenemos en nuestra sociedad a todos los niveles (individual, familiar, social…) son consecuencia de la deriva sin rumbo de una izquierda hedonista y caprichosa que tiene un interés  especial en acabar con las referencias tradicionales. De este modo, las propuestas para alcanzar la igualdad y erradicar la desigualdad se ven como un ataque, no como una alternativa, de ahí la beligerancia con la que se responde ante ellas.

El problema, además de la injusticia que supone una relación en la que una de las personas actúa como referencia para imponer sus ideas y decisiones sobre la otra, es que aunque se asuma este juego de roles impuesto por la cultura, no siempre se está de acuerdo ni se perciben del mismo modo determinadas situaciones que se presentan en el día a día.

¿Qué ocurre cuando el protector-dominador entiende que su sumisa mujer no corrige lo suficiente aquello que él considera inaceptable?, ¿qué sucede cuando la sometida mujer decide que la nueva exigencia es inasumible?…

No es difícil de imaginar, la misma cultura de la desigualdad cuenta con mecanismos para obligar e imponer en esas circunstancias en que la duda genera conflictos, y uno de los instrumentos más accesibles, eficaces e inmediatos es  la violencia… Es lo que dicen muchas mujeres maltratadas: “mi marido me pega lo normal, pero hoy se ha pasado”, es decir, no cuestionan el uso de la violencia, sólo la intensidad utilizada. Por ello prácticamente el 80% de las mujeres que sufren violencia de género no denuncian, incluso cuando la situación es tan grave que terminan siendo asesinadas.

Y si todo ello ocurre en mujeres famosas, independientes, con recursos de todo tipo para afrontar una situación de esas características, imagínense lo que están pasando cientos de miles de mujeres sin esas posibilidades, que del  mismo modo entienden que entre las obligaciones de sus parejas está el controlarlas y el imponerle límites de toda clase. Y piensen cuáles son las circunstancias de las mujeres más jóvenes cuando aún no han agotado las oportunidades que dan al amor romántico y a su príncipe azul-policía.

Bien, pues a pesar de todas estas circunstancias y de una normalidad cómplice con la violencia de género, todavía hay muchos jueces que en los casos de violencia de género no entienden lo de la “desigualdad estructural”, de manera que si la mujer tiene más ingresos que el hombre concluyen que no hay desigualdad. Y del mismo modo, dan más credibilidad a las palabras de las mujeres cuando retiran la denuncia (sin tener en cuenta todas las presiones que hayan podido recibir y sus propias dudas), que cuando la ponen (sin considerar todas las dificultades y miedos a la hora de hacerlo).

Y aún sorprende más cómo todavía hay tantos hombres que defiendan esa identidad con olor a “Varón Dandy”, y se sientan más hombres por desconfiar y dudar de las mujeres con quienes comparten una relación. Todo ello lo que en verdad demuestra es que a quienes protegen es a ellos mismos y la imagen que supondría que “su mujer los dejara”, máxime si es por otro hombre, y que el único amor que sienten es el “amor propio”.

¿Ustedes creen qe este planteamiento tradicional es querer a las mujeres?, ¿y creen que defender esa masculinidad significa querer a los hombres…? Yo, sinceramente, creo que no.

Fuente: http://blogs.elpais.com/autopsia/2014/03/%C3%A9l-tan-macho-y-ella-tan-feliz.html

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