25 de julio de 2017 / Fuente: https://compartirpalabramaestra.org
Por: Miyer Pineda
En términos pedagógicos, la respuesta está en la noción de didáctica.
En varios artículos he hecho referencia al problema de la Escuela como dispositivo retórico; ha dejado de ser un espacio de construcción de sentido de la ciudadanía y de resistencia política desde el conocimiento, para volverse una guardería de niños a merced del discurso populista de turno, y dirigida por capataces más que por Maestros.
Es una discusión que se evita porque toca fibras sensibles envueltas en relaciones de poder, y en un escenario de ese tipo, no se dialoga ni se buscan acuerdos sino que se imponen prejuicios. Esa dicotomía afecta el clima laboral y desestimula el liderazgo; si por un lado van los que mandan y por otro los que obedecen, se obedece pero no se cumple; o se cumple pero sin convicción.
Pero el problema va aún más allá, porque sin diálogo, los que mandan, envueltos en su ego, se pierden de la posibilidad de reflexionar sobre otras visiones que podrían enriquecer la Escuela. De hecho, lo que se percibe es que incluso esas actitudes pueden ser nocivas porque no tienen idea de las dinámicas que se presentan en las instituciones educativas hoy en día.
Con esto se hace referencia, el primer lugar, a esos funcionarios del MEN y de las Secretarías de Educación, tan expertos en visitas y auditorias, y en emitir circulares y directivas, pero tan alejados de la realidad de un entorno escolar; y en segundo lugar, a esos directivos expertos en interpretar de manera amañada la normatividad que rige horarios y derechos laborales de docentes, desconociendo las implicaciones de esas interpretaciones subjetivas.
Basta con poner como ejemplos el problema del hambre en una jornada única, o el problema del asistencialismo, pretexto poderoso para que muchos padres de familia consideren la Escuela como ese lugar donde pueden deshacerse de sus hijos.
A ninguno de estos funcionarios les interesa esa parte de la historia porque ellos comen bien, y no entienden lo que pasa en muchas aulas: nadie puede pensar con el estómago vacío.
Sin embargo el mundo continúa girando. Y el país descuadernado en el que vivimos, observó, por ejemplo, el desfile del 20 de julio, sin pensar en la millonada que cuesta sostener ese aparato militar, y en los posibles beneficios que tendría la paz en ese aspecto. Observamos ese desfile militar en la TV, y no creemos que haya corrupción en ese honor, y descreemos de ese dicho popular entre las filas que dice que la plata para la comida del soldado, a veces alcanza hasta para la comida del soldado.
Y en las redes, el humor haciéndole frente con valentía a ese otro país fanático y mentiroso, mientras al otro lado del mundo los deportistas son quienes sacan la cara por nosotros, aliviando los comentarios de senadores que no saben ya qué más inventarse para desprestigiar a quienes fueran sus aliados.
Ahora, ¿es posible hacerle frente a estos malestares desde la Escuela? ¿Cuándo entenderemos que urge una educación que resignifique su función social, en la que se discuta la realidad tal como es, y en la que se plantee y se propongan soluciones?
Pero hasta aquí, esto también es retórica barata: discurso y activismo, porque el problema es entonces cómo sacar el colegio a la calle; cómo hacer para que el saber se encarne y comience a edificar ciudadanos modernos y comprometidos con una ética pública. He ahí la cuestión… Y por eso nuestra propuesta:
En términos pedagógicos estoy casi convencido de que la respuesta está en la noción de didáctica. Para ilustrar la idea, compartiré, por ahora, un par de anécdotas con la comunidad lectora de Palabra Maestra.
El año 2016, el día de las elecciones de nuestro Gobierno Escolar, también realizamos un Plebiscito sobre el proceso de paz pero con una pregunta diferente, cuyo SÍ –de ganar- fungiría como un mandato dirigido a todo frente político que aspirara al poder en este país; se trataba de un mandato desde la Escuela a los políticos de Colombia tan expertos en el manejo retórico pero tan alejados de la ética pública.
Sobre la experiencia escribí un artículo que publicó Palabra Maestra [1], teniendo en cuenta, además, un proyecto didáctico que compartimos en el blog de nuestro proyecto Mnemósine [2]. Fue sorpresivo cuando meses después, el Gobierno comunicó que los acuerdos de la Habana se refrendarían a través de un Plebiscito, aunque no nos sorprendimos mucho porque alcanzamos a prever que en nuestra ciudad ganaría el NO, como efectivamente sucedió.
Mientras en la Escuela alcanzábamos a comprender la importancia de la negociación con las FARC, los adultos se encontraban a merced de una campaña mentirosa y calculada para echar abajo los acuerdos. Pudo más el odio que el perdón; pudo más la estrategia política mentirosa para conseguir votos, que la posibilidad de construir una nación sin guerra.
Y la historia siguió. Entonces decidimos continuar con el ejercicio didáctico de poner a funcionar un mecanismo de participación ciudadana en el 2017.
Pensamos en el peor de todos los males, el más terrible que tenemos; incluso más atroz que las FARC, el Paramilitarismo o la delincuencia común (ya salvajes de por sí…); se trataba de elegir un mal peor que esos males juntos, así que dimos con ese tumor maligno que se encuentra enquistado en el discurso de los políticos populistas de turno: la Corrupción.
Comprendimos que el político corrupto en Colombia es capaz de distraernos con el discurso de la guerra para poder seguir robando. Discutimos en clase sobre ese problema; sobre lo vergonzoso que resulta para una sociedad desconocer o no entender que se roban al año 50 billones de pesos, mientras nos distraen con telenovelas, músicas baratas y odio al prójimo.
Pero es tan basto el problema que decidimos enfocar nuestra atención sobre las instituciones que son más corruptas y que por esta razón tienen la peor imagen… y adivinen quién ganó: el honorable Congreso de la República. Averiguamos por los salarios de los Congresistas mientras explicábamos sus funciones; buscamos noticias sobre sus escándalos mientras nos indignábamos al comparar su salario con el de un empleado o con el de un pobre.
Decidimos entonces hacer una Consulta Popular que posibilitara bajarle el sueldo a estos funcionarios, mientras conocíamos un intento de revocatoria al Congreso que hizo en alguna oportunidad, Camilo Romero, el actual Gobernador de Nariño, o conocimos el concepto vergonzoso de Parapolítica (que demostró que la democracia se encuentra en nuestro país a merced del asesino), y finalmente, nos acercamos al nombre de una mujer ejemplar, quien se propuso hacer algo para vencer la retórica y combatir la corrupción; se trataba de Claudia López, quién había visto cómo se hundían sus iniciativas para bajar el salario de los honorables congresistas.
Luego de discutir y de conocer muchas preguntas posibles que irían en el tarjetón, entre todos nos decidimos por las seis siguientes porque resguardaban nuestra capacidad de indignación:
1. ¿Está usted de acuerdo con que se disminuya el número de congresistas de 268 a 110, y que el dinero ahorrado en el pago de estos salarios se puede invertir en las necesidades más urgentes de la población infantil? 2. ¿Está usted de acuerdo con que el aumento salarial anual de un congresista no exceda la mitad del porcentaje que se le aumenta a una persona que gana el mínimo y que el dinero que se ahorre en salarios, se destine específicamente a solucionar las causas de las muertes de los niños por hambre y por sed? 3. ¿Está usted de acuerdo con que se le reduzca el 50% del salario a los congresistas? 4. ¿Está usted de acuerdo con que todos los gastos que requiera un congresista, en un 50% sean cubiertos con su propio salario? 5. ¿Está de acuerdo con aplicar la cadena perpetua a los corruptos y sus testaferros, en cárceles de máxima seguridad, ya que sus vergonzosas actuaciones causan la muerte de miles de colombianos? 6. ¿Está usted de acuerdo con que el dinero que se destinaba para la guerra se destine para la educación y la salud de los colombianos?
Y en todas las preguntas ganó el SI. Por supuesto que se trata de un ejercicio didáctico para pensar en la importancia de los mecanismos de participación ciudadana mientras nos indignamos por la falta de Ética de la clase política colombiana; pero el resultado dice mucho de estos futuros electores y ciudadanos.
¿Cuántas veces el proyecto para bajarles el sueldo a los congresistas fue aplastado por esos partidos que dicen luchar contra la corrupción? Nuestra idea nació de la impotencia, y mientras Claudia López comenzaba el proceso de su campaña para vencer al corrupto desde los primeros días de febrero, nosotros una semana después realizábamos nuestra consulta.
Claudia López es de las pocas senadores que ha hecho algo concreto para combatir la corrupción, y por eso es un modelo a seguir. Nos dijo que dejáramos de quejarnos (la forma más elemental de la retórica) y que comenzáramos a actuar…
… Hace unas semanas se me acercó Ariana Alejandra; una estudiante de grado décimo que tiene 16 añitos. Me preguntó si le colaboraba con una firma en uno de los formatos de la consulta anticorrupción que lideraban Claudia López, Angélica Lozano, el senador Antonio Navarro, y muchos Quijotes más. Recogió 239 firmas en esta ciudad de lento amanecer. Salió sola a la calle. A veces salió con la mamá. ¡Qué lección! Llevó el saber del colegio a la calle. Ni siquiera tiene edad para votar Ariana y se indigna ante lo que ocurre: No es ético que estos personajes tengan esos salarios; puede ser legal pero no es ético. Ariana comenzó a actuar, esa fue su lección: indígnate y actúa; esos dos elementos son fundamentales en la enseñanza y en la Escuela del posconflicto. La indignación y la acción van de la mano; la indignación sin acción no sirve de nada porque estamos acostumbrados a cambiar de canal, y la indiferencia se ha vuelto una de las herramientas más poderosas del corrupto.
¿De qué hablar en clase el día de mañana? De la necesidad de recuperar nuestra capacidad de indignación, y de la importancia de volverla productiva, votando bien y actuando guiados por un profundo sentido ético y por el inmenso valor civil que implica soñar un país justo, en el que esos padres de la patria dejen de ser tumores, parásitos y sanguijuelas, y comprendan que podrían marcar la diferencia, en el proceso de lograr un país más justo. Ahí nos vemos, y felicitaciones para las Arianas del reino, y a esos Quijotes quienes recogieron las firmas. Y si pueden, visiten nuestro blog www.quebecmnemosine.blogspot.com.
[1] https://compartirpalabramaestra.org/columnas/ya-hicimos-el-plebiscito-con-una-pregunta-diferente
[2] http://quebecmnemosine.blogspot.com.co/2016/07/mnemosinequebec-plebiscitopor-la-paz-1.html
Fuente artículo: https://compartirpalabramaestra.org/columnas/el-colegio-la-calle-indignate-y-actua