Formar “GUARDAVIDAS DE LA WEB” para detectar gritos de ayuda en medio del Mar

María Zysman E

¿Es posible construir un mapa en el océano? ¿Podríamos aplicar las mismas reglas de planificación urbana de nuestras ciudades en un planeta desconocido? ¿Cómo normatizamos un nuevo mundo?

Pensar en reglamentar el universo digital con pautas similares a las del mundo físico es una empresa ardua. Los jóvenes acceden a las redes sociales y van construyendo entre ellos sus propios códigos. A veces con fluidez, otras a los golpes, encuentran alguna clase de respuesta a sus inquietudes.

Chicos y chicas permanentemente conectados a través de la web comparten vivencias, escuchan música, ven videos, prueban maneras de ser y de estar en el mundo. Cambian, ensayan, conocen, investigan. Allí preguntan todo aquello que no pueden preguntar en el espacio físico, averiguan lo prohibido y dan rienda suelta a aspectos que en otros ámbitos podrían avergonzarlos. Se juntan, se interrogan y se desafían.

Cuando lo que necesitan decir es doloroso o implica riesgos, en la red saben encontrar espacios anónimos para hablar, sin el requisito de “registrarse” y aparentemente sin control. Pueden expresar allí todo aquello que no encuentra palabras en las redes sociales más populares. Desde el anonimato se animan a decir (y a veces, a ser) lo prohibido.

Claro está que en este escenario las temáticas que surgen son intensas y transmiten angustia, miedo y sufrimiento. Son gritos de auxilio en el medio del mar. Que alguien pueda escuchar esa voz y “rescatar” a quien se está ahogando, sería maravilloso. Que alguien cuide a quien está aprendiendo a nadar, es imprescindible.

El punto es el cómo. Cómo escuchamos y damos lugar para seguir hablando.

Formemos guardavidas para la web. Capacitémonos para entender los pedidos de ayuda de los chicos y así poder ofrecer alternativas. Dejarlos navegar solos en la inmensidad oscura del mar los expone a muchísimos peligros. Entre ellos, con otros y, sobre todo, con su propia angustia.

Las redes sociales que facilitan el ingreso desde el anonimato son un terreno facilitador para el maltrato y para otras situaciones de abuso. En el universo digital, las prohibiciones constituyen una solución fácil pero engañosa, porque son de difícil cumplimiento. Por el contrario, construir desde las instituciones normas que cuiden y acompañen es una tarea difícil y urgente, pero posible.

Nota publicada en el diario Clarín, el 12/11/2018

Fuente: https://libresdebullying.wordpress.com/2018/11/12/formar-guardavidas-de-la-web-para-detectar-gritos-de-ayuda-en-medio-del-mar/

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La angustia de los niños como espectáculo

27 de julio de 2016 / Por: María Zysman / Fuente: https://libresdebullying.wordpress.com

“Si tu hijo está triste, consolalo. Abrazalo, escuchalo, contale tus experiencias, alentalo, dejá que llore todo lo que tenga para llorar. Pero por favor, no lo filmes para subir a las redes sociales. No hagamos de la angustia de los chicos un espectáculo.”

En los últimos días, y a raíz de la posible renuncia de Lionel Messi a la Selección Nacional luego de perder la final de la Copa América ante Chile, surgieron todo tipo de pedidos y súplicas por parte de argentinos desesperados, angustiados… prácticamente devastados. Hombres, mujeres y niños que a través de las redes sociales expresaron sus sentimientos y le rogaron al ídolo, –tantas veces maltratado, por cierto– que se quede, que no nos abandone, que le perdonamos todo.

Entre todo lo que pude leer y ver, un video en particular me conmovió, pero de la peor manera. Me partió el corazón ver a un niño pequeño, de menos de 6 años, llorar desconsoladamente entre mocos y lágrimas, implorándole a Messi. Mientras su madre lo filmaba, lo presionaba para que continuara “hablándole” al futbolista; le insistía, cuando su hijo estaba desbordado de angustia: “así se lo mostramos a él”, agregaba.

Ni un abrazo, sólo un teléfono filmando y una madre buscando “dar a conocer” el dolor de su hijo. Luego, para completar el cuadro, un conductor de TV muy famoso, amigo de la familia, mostró el video a millones de televidentes en su programa de altísimo rating.

Hemos llegado, señores y señoras, a niveles de exposición y búsqueda de “fama” que jamás podría haber imaginado. Ya no importa ni el dolor de un hijo, si eso se puede utilizar para algo. Ya no son los adolescentes mostrando desnudeces y descubriendo su sexualidad en las pantallas, sino los padres jóvenes que exponen no sólo las gracias de sus hijos, sino sus dolores más profundos. Y eso es grave.

Si lo tomo desde el recorte que suelo hacer en mi trabajo, lo vinculo inmediatamente a la humillación, a las consecuencias de que esas imágenes aparezcan durante años en los buscadores de internet, a la mirada propia de este niño y su autoconcepto, a la mirada de sus compañeritos mañana (no el año que viene), a la de su maestra, a la de sus padres.

Pienso en el valor de la intimidad, que tanto preocupa a los padres de púberes y adolescentes, cuando el miedo a que los otros “le hagan algo” a su hijo los invade. Y sin embargo, no piensan en lo que le hacen ellos mismos. El miedo puesto afuera por la propia exposición del adolecente y el olvido de lo que ellos mismos van exponiendo y van construyendo durante la lactancia y latencia de sus hijos.

No puedo saber qué motiva a cada familia a tomar las decisiones que toma, pero sí siento la necesidad de pedirles que se amplíen los tiempos de reflexión previos a subir contenidos a las redes sociales. Que ese “qué estás pensando” que propone Facebook sea un pensar de verdad y no un impulso. Que la prioridad a la hora de elegir qué compartir siempre sea el bienestar de los niños y la preservación de su intimidad, frescura y emociones.

Que lo que a nosotros nos enorgullece muchas veces a los chicos los avergüenza, que debemos tener conciencia de que lo que subimos a la web… subido está.

Y que en la pubertad no nos encontraremos con un desconocido sino con nuestro hijo, el mismo que amamos desde que fue gestado. El mismo que elegimos exponer o no. Y eso también es lo que hará él con su vida.

Fuente artículo: https://libresdebullying.wordpress.com/2016/06/30/la-angustia-de-los-ninos-como-espectaculo/

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Bullying: Hay salida

20 de julio de 2016 / Por: Lic. María Zysman / Fuente: https://libresdebullying.wordpress.com

Muchas veces me preguntan sobre las “irreversibles consecuencias” de haber sufrido bullying o leo titulares catastróficos del tipo “9 de cada 10 víctimas de acoso escolar se dejan maltratar por sus parejas en la adultez”. Al responder insisto en que ningún hecho en sí mismo vaticina un futuro del cual no se puede escapar, pero este presagio determinista sigue apareciendo.

Como trabajo desde hace muchos años atendiendo situaciones de bullying, suelo recibir correos, mensajes y testimonios de jóvenes que me consultaron y a quienes ayudé en sus tiempos de escuela. Chicos y chicas que ahora tienen más de 20 años me cuentan de sus actuales estudios, noviazgos, viajes y preocupaciones, comunes a todos los jóvenes de nuestra región. Aunque aparece en sus relatos el recuerdo de momentos complicados y dolorosos que atravesaron, todos coinciden en un aspecto: “qué bueno que podía hablar con vos”, “menos mal que me bancaste, porque era un infierno”, “lo mejor fue cuando le dijiste a mis viejos que el problema no era yo, y decidieron cambiarme a otro colegio”. Es decir que chicos y chicas que fueron hostigados, lastimados, ninguneados, rescatan siempre la posibilidad que tuvieron de hablar, de ser escuchados y “bancados”.

Hace unos días, caminando por mi barrio me crucé con una mujer cuya cara me resultaba muy familiar, aunque no la reconocí instantáneamente. Ella me sonrió y eso me trajo claramente el recuerdo de su hija, una adolescente que me consultó hace años, alumna de un colegio muy exigente y que estaba sufriendo del ninguneo intencional de todo su curso. “Juana” (nombre ficticio) tenía por delante al momento de la consulta los últimos 2 años de secundaria y no paraba de llorar. No la incluían, no se incluía, no se quería ir (¡Había llegado casi hasta el final de un recorrido dificilísimo! ¿Por qué irse?) Su familia estaba muy angustiada, porque no veían salida; simplemente querían “aguantar” hasta el final de la escuela, pero eso implicaba mucho sufrimiento para todos.

Trabajamos unos meses, me acerqué al colegio, hice sugerencias, contuve a Juana y a sus padres. El colegio también sentía que no tenía herramientas.

Hacia fin de ese año escolar, Juana se tomó sus vacaciones y al disponer de tiempo comenzó a hacer actividades extraescolares que le gustaban, la entusiasmaban y la amigaban con partes de ella que tenía descuidadas. Surgió con fuerza su creatividad y disminuyó el estrés.

En marzo –al reiniciarse el año lectivo– Juana me mandó un mensaje. Estaba bien, no tenía mucho tiempo disponible por la alta exigencia académica de su último año y no seguiría viniendo a verme. Sabía que podía llamarme o venir, pero se sentía segura y me pareció sumamente oportuno e importante sostener esa seguridad. No supe mucho más de ella, en los meses siguientes cruzamos algún emoticón pero nada más.

Ahora su mamá, al encontrarme, me dijo: “Mi hija es un éxito en tu carrera profesional; está feliz, en la facultad. Nunca pensé que podía pasar esto”. Sin dudas fue una caricia al ego, y el reconocimiento siempre llena el alma, pero no lo traigo por eso, sino porque puede ser importante para muchos otros chicos que pasan por situaciones similares.

La escuela en ese momento sentía que no tenía herramientas… pero algo hizo, y probablemente hizo mucho.

Los padres sentían que no la estaban ayudando, pero sin duda lo hacían al escucharla.

Yo me preguntaba si lo que hacíamos era el mejor camino para Juana. Hoy parece que –dentro de lo que era posible– fue el mejor.

Juana pudo, confió en sí misma, salió adelante, se encontró con otros escenarios posibles y relativizó sus vínculos con las compañeras. Se sintió sostenida y respetada. Insistí mucho en ese momento para que se respetaran sus pedidos de “no intervención” con los compañeros de colegio. Me parecía el mejor abordaje, porque surgía de las propias posibilidades de Juana. Porque ella misma había encontrado esas respuestas y recursos. No se los estábamos imponiendo.

Más allá de la anécdota autorreferencial, pensemos en que HAY SALIDA para el bullying. Los vaticinios de catástrofe que algunos buscan imponer no son tales. El hostigamiento entre pares puede dejar huellas imborrables y sumir a un individuo en la más profunda depresión, cuando nadie lo escucha. Pero si escuchamos a los chicos y actuamos con responsabilidad profesional, podemos (y debemos) encontrar caminos que sanen.

Fuente artículo: https://libresdebullying.wordpress.com/2016/07/10/bullying-hay-salida/

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