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Entender cómo funciona el cerebro, clave para un cerbro

Por: Nacho Meneses

La neuroeducación y la psicología cognitiva aportan las estrategias y circunstancias necesarias para conseguir un aprendizaje más profundo y eficiente a lo largo de la vida

Sin duda, no es lo mismo comer lo que nos gusta que comer lo que nos conviene. Y, sin embargo, cuando se trata del aprendizaje, muchos estudiantes tienden a confundir la forma en que les gusta estudiar con la que les proporcionaría los mejores resultados: leer y releer, ponerse música, repasar compulsivamente… Por eso, resulta esencial comprender la manera en que aprende el cerebro (qué mecanismos, qué neurotransmisores y qué circuitos intervienen), así como las acciones y circunstancias, internas y externas, que favorecen un aprendizaje más duradero. Neurociencia, psicología y educación confluyen en el aula “para que el profesor sepa cómo adaptar la clase a cada niño, porque no todos tienen las mismas habilidades cognitivas ni las mismas sensibilidades, y que consiga un aula lo más diversificada posible”, afirma Mario Fernández, especialista en neurociencia de la Universidad Autónoma de Madrid. “La neurociencia puede ayudarnos a saber cómo tenemos que aprender, a olvidarnos de memorizar esos tochos increíbles, relacionar mucho más y aprender más visualmente”.

De fondo, el objetivo último es conseguir que el aprendizaje proporcione herramientas y conocimientos que luego se puedan implementar a lo largo de la vida personal y profesional. Y en este sentido, la neuroeducación permitirá a los docentes “identificar de manera precoz las dificultades que presentan niños y niñas dentro del aula, así como los métodos más adecuados para manejar esas dificultades”, explica Carla Carvalho, psicóloga general sanitaria y fundadora de la web Hablemos de Neurociencia.

Desmentir falsas ideas

Efectivamente, aprender como más nos gusta no es necesariamente sinónimo de eficiencia. Normalmente, nadie nos enseña a estudiar, y cada uno desarrolla espontáneamente sus propios hábitos, según las preferencias que pueda tener sobre el tiempo que se dedica al estudio. Pero lo cierto es que “realmente hay una serie de acciones y circunstancias que nos ayudan a todos a la hora de aprender. Lo que pasa es que no son intuitivas, ni tampoco tienen por qué ser las más agradables”, sostiene Héctor Ruiz Martín, especialista en neurociencia y psicología cognitiva y autor del libro Aprendiendo a aprender (editorial Vergara).

También es necesario aclarar la idea de los diferentes estilos de aprendizaje, ampliamente extendida, y que lleva a pensar que cada uno tiene un cerebro distinto que aprende de manera distinta. Algo que, apunta Ruiz Martín, la ciencia ha estudiado repetidas veces y no ha conseguido probar nunca: “Es tan sencillo como hacer primero una explicación visual a los estudiantes, y entonces ponerles una prueba con eso. En principio, dirías que los que sacan mejores resultados son los visuales, porque la explicación ha sido visual. Si a continuación haces otra lección, en este caso auditiva, y les pones una prueba a todos, ¿Qué esperarías? Que destacaran otros, ¿no? Si existen los estilos de aprendizaje… Pues no: vuelven a destacar los mismos”.

Emoción y motivación

Entonces, ¿QuéP estrategias proporcionarán una experiencia de aprendizaje más completa? Para identificarlas, es necesario tener en cuenta tanto aspectos cognitivos (sobre cómo funciona la memoria) como emocionales, porque las emociones determinarán si estamos dispuestos a hacer el esfuerzo necesario, cuando podríamos estar haciendo otra cosa. Entre los primeros, lo más importante es recordar que el aprendizaje, más que un proceso receptivo, debe ser generativo: “Claro que se tiene que empezar por incorporar información a través de los sentidos. Pero a partir de ahí, tienes que implicarte en dar significado a lo que aprendes y en utilizarlo, es decir, explicarlo con tus palabras, interpretar nuevas situaciones, resolver problemas con lo que has aprendido…”, ilustra Ruiz Martín.

Hoy en día, la neurociencia ha demostrado que todos nuestros procesos cognitivos se basan en la emoción. Un niño triste, ansioso, estresado o deprimido no puede aprender igual que uno contento, y por eso “es muy importante tener en cuenta que, en esas edades, las emociones afectan mucho. A nuestra edad, un evento negativo puede afectarnos dos, tres, cinco días… Pero a un niño de seis años puede fastidiarle toda la vida o modificar su carácter, porque en ese momento su cerebro es tan plástico que ese suceso emocional modifica sus neuronas y sus conexiones”, explica Fernández. Por eso, crear un contexto en la clase donde haya un buen ambiente es fundamental para aprender. “Hoy en día, hay muchos profesores que hacen hincapié en comprender el estado emocional de la otra persona”.

Las emociones, además, mantienen una relación estrecha con la motivación por aprender. Y esta depende, según Héctor Martín, de tres factores principales: el interés, la autoeficacia y un esfuerzo adecuado. “El interés influye, pero debemos recordar que no es algo innato, sino que se puede generar. El tema sobre lo que vas a aprender es muchísimo menos importante que la forma en que te lo acercan. ¿Cuántas veces hemos vivido esa situación en la que un profesor de una materia que de entrada no nos interesaba, ha hecho que nos gustara? Y lo mismo sucede al revés”.

La autoeficacia, por su parte, se refiere a la creencia que tiene una persona sobre si va a ser capaz o no de aprender una cosa. “Si tu autoeficacia es baja, afectará a tu motivación, y probablemente no le vayas a dedicar el tiempo necesario para aprender, por lo que es muy probable que no lo consigas”, añade. En esto, es importante no confundir nuestra habilidad inicial con la supuesta capacidad para aprender o no una determinada cosa. Y también es necesario esforzarse empleando las estrategias adecuadas, lo que facilitará el aprendizaje, la consecución de los objetivos y un aumento de la confianza en nosotros mismos y en nuestra motivación.

La forma en que los docentes enseñan tiene también un fuerte impacto en la motivación: “Si utilizamos métodos obsoletos y arcaicos, obtendremos una baja motivación por parte del alumnado. Pero si incorporamos las nuevas tecnologías a este proceso, aumentaremos de manera exponencial su motivación, debido en gran parte a las emociones derivadas de este tipo de enseñanza”, afirma a su vez Carvalho.

¿Cómo funciona la memoria?

En el proceso de aprendizaje intervienen, fundamentalmente, dos tipos de memoria: la memoria a largo plazo y la memoria de trabajo. La primera es el espacio, en algún lugar del subconsciente, donde almacenamos los conocimientos que adquirimos. No somos conscientes de todo lo que sabemos y solo podemos serlo cuando lo evocamos. “Si yo te pregunto: ¿de qué color es un oso panda? Pues ¡pum! Ese oso panda, que hasta ahora no tenías en ninguna parte, acaba de saltar a tu mente, lo has sacado de tu memoria a largo plazo. Y cuando lo evocas, lo llevas a lo que técnicamente llamamos la memoria de trabajo, un espacio mental en donde situamos la información a la que estamos prestando atención en cada momento, y que es muy limitado”, ilustra Ruiz Martín.

Es importante distinguir entre estos dos tipos de memoria, porque todo lo que queramos aprender ha de pasar por la memoria de trabajo, el lugar donde evocas algo, le prestas atención, le das significado y lo interpretas a la luz de tus conocimientos. Allí se establecen las conexiones entre lo que ya sabes y lo que estás percibiendo: cuanto más sepas, más relaciones podrás hacer, y más profundo, duradero y transferible será ese conocimiento. “Nosotros prácticamente nacemos con las mismas neuronas con las que morimos. Lo que cambia en el cerebro son las conexiones entre esas neuronas, que pueden ser pobres o ricas. Los miles de millones de conexiones entre las neuronas pueden favorecer que entre una y otra zona de tu cerebro haya una autovía de comunicación o una carretera de un solo carril”, sostiene Fernández.

Un proceso cognitivo, como pueda ser leer o entender matemáticas, puede ser realizado en neuronas que se comunican por carreteras de un solo carril o por carreteras de ocho carriles, y esas conexiones son las que facilitan el aprendizaje: algo que, explica, puede entrenarse: “Te pongo un ejemplo: cuando cambias de marchas en un coche, las primeras 1.000 veces lo haces conscientemente; unas neuronas que se comunican con otras y dicen: vamos a meter la primera marcha, y van creando un camino. Pero llega un momento en que lo automatizas, y ya no piensas en ello”. En el caso de un niño pasa lo mismo, ya que puede aprender a automatizar tareas de cálculo, de lectura, de comprensión… Si las practica tanto que las automatiza, podrá aprender cosas mayores.

Estrategias para aprender mejor

Si antiguamente lo normal era estudiar con el libro que debías memorizar, sin duda hoy se estudia más relacionando conceptos y desarrollando en el cerebro toda una red que contribuirá a que no se te olviden. “El principio fundamental es que debes pensar sobre lo que estás aprendiendo, y tratar de darle significado”, apunta Ruiz Martín. Algo que puede hacerse tratando de explicarlo con tus propias palabras (con un resumen, por ejemplo); buscando ejemplos de tu propia cosecha y comparándolos; o incluso haciendo un mapa conceptual que te sirva para explicarte a ti mismo lo que estás aprendiendo. “Todas estas cosas son mucho más eficaces cuando no las copias, sino que te esfuerzas por sacarlas de tu memoria, de lo que has leído. Cuando haces un resumen mirando continuamente el texto del que lo estás sacando, no te va a ayudar”, cuenta.

Por supuesto, a la hora de aprender, es de vital importancia situarte en un entorno carente de distracciones, solo o colaborando con otras personas. Pero, sobre todo, optar por acciones que faciliten el que, en un futuro, puedas recordar lo que estás aprendiendo ahora. “Y cada uno hace lo que cree que debe hacer, desde leer, leer y releer a recitar, hacerse esquemas, hacerse tal… Ahí está la cuestión. Esos esfuerzos y ese tiempo podemos dedicarlo de una manera que sea mucho más eficaz para nuestra memoria. Por ejemplo: según las encuestas, muchísimos estudiantes (de hecho, la mayoría) estudian leyendo y releyendo lo que tienen que aprender. Incluso si se trata de procedimientos (por ejemplo, de matemáticas), en vez de volver a hacer los ejercicios, miran cómo los hicieron en su momento. Y eso es muy poco eficaz”.

Si se trata de adquirir ideas y conceptos, lo mejor es hacer uso de estrategias más efectivas como explicarlos con tus palabras, proponer ejemplos, crear analogías y hacer comparativas. Si se trata de hechos, vocabulario o fechas, pueden emplearse reglas mnemotécnicas o, también, tratar de visualizar mentalmente lo que se está tratando de aprender, o emplear recursos visuales. «Nuestra memoria tiene una enorme preferencia por las imágenes. En realidad, todos somos visuales», dice Ruiz.

Si tienes buena memoria, añade, esto puede funcionarte a corto plazo; pero es mucho más eficaz que vayas leyendo y que cada página, o cada dos párrafos, te vayas preguntando y explicando lo que acabas de leer. “En ese momento tienes la capacidad, puedes acordarte perfectamente, y ese gesto de sacarlo hacia afuera te lo está consolidando más”, esgrime Ruiz. “Otra cosa que puedes hacer es ir creándote preguntas sobre lo que estás leyendo, a medida que lees. Las famosas flashcards, por ejemplo”. Un enfoque que resultará útil aunque el objetivo prioritario sea simplemente aprobar unos exámenes: «Si tus conocimientos son efímeros, pierdes esa ventaja, pudiendo dedicar el mismo tiempo no solo a pasar esa evaluación, sino a que, con el mismo esfuerzo, lo que has aprendido te dure más y te sirva para otros exámenes».

Para conseguir que esos conocimientos que adquirimos sean lo más transferibles posible en el futuro, otro factor a tener en cuenta es el de la diversificación, tanto respecto al contexto físico en el que aprendes como a la hora de aplicarlo en situaciones distintas. Porque cuanto más diversificas, más contextos y más pistas hacen que te sea posible encontrar lo que aprendiste en tu memoria. “No dejes algo vinculado únicamente a un solo contexto. Eso es terrible para el cerebro, porque al cerebro le encantan las anécdotas, y aprende vinculando de manera fuerte lo que está aprendiendo al contexto en el que lo ha adquirido”, argumenta Ruiz Martín.

La neurociencia, además, aporta información con respecto a los horarios de aprendizaje: no se aprende igual por la mañana que por la tarde, ni antes que después de comer. “Se ha demostrado que retrasar la hora de entrada de los chavales al colegio mejora su aprendizaje. Si les obligan a entrar a las 8 de la mañana, como toda la vida, aprenden menos y llegan dormidos, por lo que retrasar la hora de entrada al colegio hace que las notas y los rendimientos cognitivos y escolares sean mejores”, apunta Fernández. “No pueden evitarlo, porque sus hormonas de sueño se segregan más tarde. Por tanto, si se levantan a las siete de la mañana para ir a aprender, todavía tienen melatonina en el cuerpo y el cerebro medio dormido”.

Estudiar con música, ¿sí o no?

En principio, la música es un estímulo ajeno que compite por tu atención y por tus recursos cognitivos. Por lo tanto, de entrada, constituye una distracción que convendría evitar. Ahora bien: ¿Y si el entorno es ruidoso? En ese caso, la música puede ser un mal menor, contribuyendo a enmascarar ese otro ruido, más aleatorio y molesto, por uno que resulta más sencillo de ignorar. Si una persona se ha acostumbrado a estudiar con música, además, quitársela podría ocasionarle incomodidad e incluso ansiedad. Si ya te has acostumbrado, resulta un hábito difícil de quitar, por lo que, al menos, tendríamos que asegurarnos de recurrir a una música suave, relajante y sin letra que puedas entender.

“Dicho de otra manera: quien lo haga por necesidad, que lo siga haciendo; pero si lo hace porque le aburre estudiar y cree que de esa manera va a pasarlo mejor… Es mucho mejor ir haciendo pausas. Concéntrate, dedica tu tiempo a estudiar (aunque sea media hora) y entonces te tomas un descanso y te pones música. Y luego otra vez. Es mucho mejor hacerlo de esa manera que no tratar de hacer dos cosas a la vez, escuchar música y estudiar”, insiste Ruiz Martín. Y no conviene olvidar un detalle importante: el hecho de escuchar música para concentrarse, para tapar ruidos u otros tipos de desconcentraciones, no sale gratis, ya que necesitas inhibirla e ignorarla para poderte enfocar en lo que estás haciendo. Y esa inhibición tiene un coste cognitivo que hará que el cansancio por estudiar llegue antes.

Para aprender, usa el olvido

De entrada, evidentemente, suena paradójico. ¿Olvidar para aprender? Lo que pasa es que, queramos o no, el olvido siempre va a actuar: desde el momento en que has aprendido una cosa, ya la estás olvidando. De lo que se trata, entonces, es de conseguir que la tasa de olvido sea lo más lenta posible, tan lenta como para que pueda durar toda la vida. “Cuando dejas que lo que has aprendido se te olvide un poco antes de volverlo a practicar o evocar, resulta mucho más eficaz que hacerlo justo después de haberlo aprendido”, puntualiza Ruiz Martín.

“Masificar la práctica es algo muy habitual que tanto estudiantes como profesores piensan que es muy efectivo. Cuando ya has demostrado que sabes hacer una cosa, repetirla en el momento no sirve prácticamente de nada”, continúa. “En cambio, si dejas que pase un tiempo para volverla a practicar, y luchas contra el olvido que se ha generado, esa señal que envías al cerebro es mucho más poderosa y hace que se consolide mucho mejor ese aprendizaje”. Esa masificación, además, llevará a un aprendizaje engañoso, porque te hará pensar que te lo sabes perfectamente. “Y claro que al momento te lo sabes. Pero una cosa es saberlo al minuto de haberlo estudiado, y otra al día siguiente”. La estrategia más adecuada, por tanto, es ir espaciando la práctica cada vez más.

Trastornos del neurodesarrollo

“En los últimos años, la cifra de menores que padecen algún tipo de trastorno del neurodesarrollo ha aumentado de manera significativa, siendo el TDAH (de déficit de atención e hiperactividad) y los trastornos del aprendizaje los más prevalentes en la actualidad”, llama la atención Carvalho. Unas patologías que requieren un enfoque adecuado y multidisciplinar, desde el neuropediatra hasta los docentes. “Un manejo inadecuado de estos niños y niñas puede traducirse, en un alto porcentaje de casos, en abandono escolar prematuro (…), al no poder alcanzar el rendimiento académico esperado según su edad y grupo normativo”. Entre los posibles signos de alarma, el retraso en los hitos del desarrollo: la no consecución de distintos objetivos relacionados con el área motora, cognitiva y social dentro de la ventana temporal determinada por los profesionales del neurodesarrollo. Un contexto en el que la labor de los docentes es, junto a la de la familia, fundamental.

Fuente: https://elpais.com/economia/2020/12/02/actualidad/1606918081_087843.html

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Una educación libre de prejuicios sociales, esencial para fomentar la curiosidad científica y las vocaciones STEM en las niñas

Por: Nacho Meneses

La brecha de género que persiste entre las carreras tecnológicas y científicas hace que se pierda una parte importante del talento clave para afrontar el futuro

Más de la mitad del alumnado universitario en España, un 55 %, es femenino, y sin embargo la brecha de género es abismal en algunos estudios superiores. La presencia de la mujer continúa siendo minoritaria en las llamadas disciplinas STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas, por sus siglas en inglés): si en el curso 2018-2019, por ejemplo, un 51 % de las matrículas de Ciencias corresponden a mujeres, tres de cada cuatro alumnos matriculados en la rama de Ingeniería y Arquitectura son hombres, y en Informática las mujeres se quedan en un 12,9 %. Estas, por el contrario, representan una abrumadora mayoría en las ramas de Ciencias de la Salud (70,3 %), Artes y Humanidades (63,6 %) y Ciencias Jurídicas y Sociales (59,8 %), según datos del Ministerio de Universidades. Los datos fuera de España no cambian demasiado, y a nivel mundial solo el 29 % de los investigadores en el campo de las Ciencias son mujeres.

¿Obedece esto a una predisposición innata de género o es más bien producto de una larga historia de prejuicios y estereotipos sociales? Más bien lo segundo, afirman los expertos: “Lamentablemente, vivimos en un sistema profundamente dominado por los roles de género (…). Tradicionalmente, a las mujeres se nos ha socializado en los cuidados (del hogar, de la familia, de nuestros mayores y de nuestros hijos), y se ha dicho de nosotras que somos “más intuitivas” o “sensibles”, por lo que existe una mayoría de mujeres en carreras como comunicación, filologías, terapia ocupacional o enfermería”, sostiene Ludi García, directora gerente de la consultora de comunicación Hotwire. “Mientras tanto, a los hombres se les han atribuido fortalezas como la mente fría y analítica, empujándolos hacia carreras más científico-técnicas como las ciencias, las ingenierías o las matemáticas. Por supuesto, esto no son más que construcciones sociales que, por desgracia, siguen prevaleciendo en algunos sectores de la sociedad”.

Luchar contra la brecha de género, imprescindible

Para Ana Delgado, Chief Education Officer en The Valley, el talento femenino existe y es muy abundante, y considera que la base del éxito está en lograr un equilibrio que ponga en evidencia el valor añadido que puede aportar cada uno a este ámbito STEM. “Los equipos con perfiles variados y multidisciplinares incitan a la productividad, la eficiencia y la creatividad. De la misma manera que existen diferentes perfiles en cuanto a capacidades (como, por ejemplo, personas más dadas a la analítica, a la estrategia o al negocio), pasa lo mismo con el género. Y todos son necesarios”. Con los avances tecnológicos y la rápida evolución de la digitalización, se necesitan cada vez más expertos capaces de ayudar y guiar a las empresas y profesionales a abordar este nuevo panorama y cubrir esas necesidades, y en esta demanda resulta irrelevante si se es hombre o mujer.

“Un mantra que repetimos constantemente, pero que no por ello es menos cierto, es que por culpa de la brecha de género en estas disciplinas estamos perdiendo la mitad del talento. A día de hoy vemos que uno de los problemas principales, anunciado por la Unión Europea, es la falta de habilidades en los trabajos del futuro, aquellos ligados estrechamente a la tecnología”, afirma Belén Perales, responsable de RSC de IBM España. Los datos apuntan a que las disciplinas STEM no figuran entre las favoritas de los jóvenes, pero, aun así, un 16,3 % de los adolescentes españoles de 15 años contempla dedicarse a estas áreas cuando sean adultos: de ellos, un 12,1 % corresponde a los chicos y solo un 4,2 % a las chicas, lo que demuestra que la brecha de género se da ya en edades muy tempranas. “Desde IBM, consideramos que la solución se encuentra en fomentar la educación en estas disciplinas desde muy jóvenes, para acabar con estos estereotipos que hacen pensar más adelante que ciertas carreras son masculinas o femeninas”, añade.

Las proyecciones económicas y sociológicas apuntan, efectivamente, a que el bienestar de nuestro sistema económico pasa por un desarrollo de perfiles tecnológicos que no puede detenerse ante obstáculos de género y que implicará a todos los sectores productivos. “El futuro no estará tan demarcado como ciencias y letras, sino que vamos hacia una formación más transversal”, argumenta Rafael Conde, director del grado en Artes Digitales de la Universidad Camilo José Cela (UCJC), en Madrid. “Las materias STEM estarán presentes en todas las formaciones. Antes, ser analfabeto era no saber leer ni escribir; exagerando un poco, pero no tanto, en el futuro lo será no saber código, te dediques a lo que te dediques. Por eso necesitamos mujeres STEM, para que rompan los estigmas y no solo las niñas, sino toda la población, se acerquen a estos conocimientos sin prejuicios ni complejos”.

Por supuesto, eso no implica que haya que forzar vocaciones científicas si no existe interés. El problema es que, como recuerda Conde, este existe, “pero muchas mujeres que querrían entrar no lo hacen por el estigma social que conlleva de “mundo masculinizado” y, sobre todo, algo asocial”. El caso del grado en Artes Digitales de la UCJC es algo diferente, ya que (si bien son un grupo pequeño) este curso el 100 % de las matrículas ha correspondido a mujeres, y en el segundo curso también hay una mayoría femenina. Allí, los estudiantes aprenden desde disciplinas más artísticas como la fotografía y el dibujo hasta elementos más técnicos como la programación multimedia, principios de robótica y diseño, entendido este como ilustración 2D, modelado e impresión 3D, diseño web, maquetación… Unos estudios cuyas salidas profesionales están en las industrias creativas, que hoy por hoy generan más empleo que la industria del automóvil de Estados Unidos, Europa y Japón juntas, según la OIT: la animación, el diseño digital, los videojuegos, los efectos especiales, la posproducción o el diseño web.

Una mayor visibilidad de referentes femeninos

Para fomentar la curiosidad científica y las disciplinas STEM entre las niñas se requiere de un esfuerzo conjunto que promueva valores inclusivos desde la infancia y que ayude a visibilizar los referentes femeninos que ya existen (y que han existido) dentro del campo STEM. Una labor en la que los padres y las familias, por un lado, y los educadores, por otro, juegan un papel fundamental: “Es necesario que no solo en el colegio, sino también en casa, se eduque en la igualdad y la colaboración. Es responsabilidad de todos que trabajemos en derribar las ideas convencionales y los roles tradicionalmente adjudicados a cada uno de los géneros”, reflexiona Ludi García.

Por otro lado, es necesario que, desde los centros educativos, se ofrezca una orientación libre de estereotipos en la que reforzar la presencia de mujeres en los contenidos educativos ayude a que las chicas quieran dedicarse a la ciencia. “La clave pasa por ofrecer experiencias con disciplinas de ingeniería, ciencias, matemáticas y demás desde pequeños, para que todos se familiaricen con esos ámbitos y vean todas las posibilidades que ofrecen, sin distinción de género”, incide Delgado. En cualquier caso, se trata de educar a los niños y niñas, inspirándoles e impulsándoles a avanzar en el camino que más les interese. “En general, la inclusión de referentes femeninos ayuda a disminuir la desigualdad de género en todos los ámbitos”, insiste Perales.

Sin embargo, cuando se trata de dar visibilidad a estos referentes, la responsabilidad va mucho más allá, e implica a empresas, instituciones públicas y privadas y medios de comunicación. Así, espacios públicos como ChicaStem, que recoge iniciativas nacionales e internacionales para fomentar las vocaciones en estas disciplinas, o el Observatorio Mujeres, Ciencia e Innovación, creado en 2019 para “combatir cualquier discriminación por razón de sexo, garantizar la igualdad de oportunidades y aumentar la presencia de mujeres en todos los ámbitos de la vida científica y universitaria”.

La Universidad Complutense de Madrid (UCM) presentó en junio de 2019 el proyecto Por qué tan pocas, que incluye un largometraje y 20 píldoras audiovisuales con las que se pretende visibilizar el papel de las mujeres españolas en los campos de la tecnología y la ciencia, con referentes como Margarita Salas (bioquímica), María Blasco (bióloga), Elena García (ingeniera robótica) o Clara Grima (matemática). IBM, por su parte, tiene en marcha desde hace varios años iniciativas como Watson va a clase y Open P-Tech, que ofrecen a los más jóvenes las herramientas necesarias para despertar esta curiosidad y fomentar la vocación en estas disciplinas.

El ámbito de la comunicación es, finalmente, muy importante a la hora de dar visibilidad a las mujeres y que las futuras generaciones vean referentes a los que seguir: “En muchas ocasiones, los estudiantes se interesan por una disciplina por las informaciones que ven en los medios. Si la periodista es una mujer, las posibilidades de que se sientan reflejadas y captar su interés son mayores”, concluye Ludi García.

Liderazgo femenino en el campo STEM

Si hay una brecha de género respecto al número de mujeres que entran en las titulaciones STEM, también la hay en cuanto a la cantidad de ellas que se incorporan a puestos de alta dirección en las empresas tecnológicas, una carencia del mercado que pretende contribuir a subsanar el máster Desarrollo Directivo para Mujeres STEM, de la UCM, una formación “dirigida a mujeres que han sido referentes y que llevan 15 o 20 años trabajando en áreas tecnológicas, formándolas en habilidades y competencias que les permitan ejercer ese liderazgo en unos contextos empresariales que son eminentemente masculinos”, explica Silvia Carrascal, directora del programa.

El objetivo, afirma, es empoderar a la mujer, aunque a la vez hace hincapié en que se trata más de poner en valor el talento y reconocer las competencias que se poseen, ya seas hombre o mujer, que de cumplir con un determinado porcentaje [por los planes de igualdad de las empresas]. El máster de la UCM pone así el foco en “contribuir a su desarrollo personal y su empoderamiento a través de la mentoría y del coaching de carrera, con expertos en habilidades comunicativas y sociales, liderazgo, toma de decisiones, visión estratégica y actualizaciones en la transformación digital de las empresas”.

Para Carrascal, se trata de aportar nuevos estilos de liderazgo, ya que la mujer puede promover “uno mucho más flexible y transversal, menos encasillado en lo que es el conocimiento y mucho más relacionado con los retos, los logros y los desafíos de una empresa, un equipo o un proyecto”. “Alguien”, continúa, “que es capaz de ver no solo el impacto económico, sino también el lado más personal y emocional de las cosas: el efecto que tiene en la sociedad; cómo es de sostenible para la empresa; cuál es el impacto positivo para sus empleados o qué políticas implementar para una mejor cultura organizativa”.

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/economia/2020/10/28/actualidad/1603878746_104941.html

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Un decálogo para mejorar la enseñanza en línea

Por: Nacho Meneses

Doce profesores especializados en la educación digital publican un libro que repasa estrategias, herramientas y otras claves para conseguir que el aprendizaje a distancia sea un éxito

El incierto retorno a clase en medio de la pandemia revela que, aun manteniéndose en unos niveles relativamente bajos, la crisis sanitaria afecta cada vez a un mayor número de aulas en España. Esta semana había 2.852 grupos escolares en cuarentena, de un total de 386.214, o lo que es lo mismo, un 0,73 % del total. Pero con más de 10.000 nuevos positivos diarios de coronavirus en todo el país, parece seguro asumir que, en este nuevo curso, la presencialidad no será siempre posible, lo que obliga a los equipos docentes a estar permanentemente preparados ante una posible cuarentena que mande a sus alumnos a casa. Para ayudar en esta empresa, la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) ha editado el Decálogo para la mejora de la docencia online. Propuestas para educar en contextos presenciales discontinuos, un libro gratuito que ha puesto a disposición de la comunidad educativa.

¿Estamos ahora mejor preparados para la enseñanza online de lo que estábamos hace unos meses? En marzo pasado, los docentes tuvieron que migrar a un entorno virtual de un día para otro sin que, en muchos casos, dispusieran de la formación o los recursos necesarios. Una muestra de ello es que más de 9.000 profesores de 47 países siguieron, durante los meses de abril, mayo y junio una propuesta formativa de emergencia del profesorado de la UOC para acompañar a los educadores en su transición forzada a la enseñanza no presencial.

La adaptación, por tanto, fue muy dispar. Aquellos más preparados sufrieron menos, pero también hubo centros donde la situación se afrontó encadenando una videoconferencia tras otra, y replicando en línea las mismas prácticas que venían aplicando en la enseñanza presencial; una práctica que, según los expertos en educación digital, dista mucho de ser idónea, por un sencillo motivo: un contexto tan diferente exige también nuevas formas de dar clase, nuevas estrategias, otras herramientas y nuevas formas de dinamizar, implicar y motivar a los estudiantes, todos ellos aspectos tratados en el libro publicado recientemente por la UOC.

Lo primero, diseñar bien el curso

Para superar ese distanciamiento social, “lo primero que hay que hacer es diseñar bien el curso, elaborar actividades en las que los estudiantes puedan participar y generar interacciones entre ellos”, explica Albert Sangrà, catedrático de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación en la UOC y coordinador de esta iniciativa editorial. Si las clases virtuales no proveen a los alumnos de oportunidades para trabajar en equipo, afirma, no es porque el contexto online tenga esas limitaciones, sino porque el curso está mal diseñado. Y a la hora de diseñar una programación, anima a los docentes a hacerlo con los objetivos que tiene el curso en mente: una vez que sabemos los conocimientos y competencias que queremos que los alumnos desarrollen, será posible identificar las acciones, actividades y herramientas que nos ayudarán en ese proceso.

Otro aspecto que destaca es el social: las relaciones han de ser fluidas entre los propios estudiantes y entre ellos y el docente, que a su vez ha de proporcionar un feedback constante que ayude a los alumnos a entender cómo es su progreso y el motivo de sus equivocaciones. “De esta manera, consigo que el alumno asuma por qué lo ha hecho mal, y que entienda más y mejor aquello que, en un principio, no había captado adecuadamente. En la formación en línea, a veces te encuentras con pruebas de tipo quiz que te marcan las respuestas que has dado mal, pero no te explican el porqué”, añade Sangrà. “Ahora bien, es recomendable hacerlo segmentando a los alumnos en grupos más pequeños, para no perder la capacidad de interactuar. En lugar de hacer sesiones maratonianas con toda la clase, tomo a cuatro o cinco, y hablo con ellos, y luego a otros cuatro o cinco más. Y entre tanto, tienen actividades para desarrollar”.

Se trata, en definitiva, de superar el distanciamiento social gracias a una serie de herramientas digitales que permiten a alumnos y profesores seguir trabajando conjuntamente. “Recomendamos, por ejemplo, que una videoconferencia no tenga nunca una duración superior a los 30 minutos. Y que sirva para aclarar dudas y conceptos; para iniciar temas y que los alumnos se puedan animar a participar”. Una metodología que se adapta muy bien a las llamadas aulas invertidas, como las que ya practican los docentes edutubers, y que facilita una mayor flexibilidad en el desarrollo de las clases. No es necesario ajustarse a un horario estricto, “sino que puede flexibilizarse en cierta manera cuándo trabajamos, cuándo leemos o estudiamos… de forma que hagamos crecer la capacidad de autonomía de los alumnos, menos desarrollada con respecto a lo que podría estar”, esgrime el experto.

Para Sangrà, se trata de un elemento fundamental, porque, “en el fondo, lo que hay detrás de esto es la competencia de aprender a aprender. Si lo vas trabajando desde pequeño, estás capacitando a los alumnos a desarrollarse de mejor manera incluso ante situaciones como la que estamos viviendo en estos momentos”. Una labor que, de la mano de los docentes, se complementa con el desarrollo de una actitud crítica con respecto a la tecnología, para que sepan cuándo es bueno utilizarla y cuándo no, y que aprendan a ser mejores personas desde un punto de vista ético: no solamente por el uso de la misma, en lo relacionado con la privacidad de terceras personas, por ejemplo, sino también por su interpretación. “Aquí entraría todo lo relacionado con las fake news, de manera que comprendan que el simple hecho de que una información esté en Internet no garantiza en modo alguno su veracidad; y que es imprescindible poder distinguir si las fuentes son o no son creíbles”.

Nuevas actividades y herramientas

Un aspecto es innegable: ya sea completamente online, semipresencial o con una presencialidad bañada por un alto grado de incertidumbre, estamos en un contexto distinto al habitual, y todo funciona, se ve y se percibe de manera diferente. Ello lleva necesariamente a que, para mantener implicado al alumno, sea imprescindible echar mano de actividades que sean motivadoras y atractivas, y que los alumnos comprendan por qué hacen eso y qué conseguirán con ello. Estas son algunas de las actividades sugeridas por el grupo de expertos de la UOC:

  • Actividades de análisis y síntesis, normalmente individuales (mapas conceptuales, esquemas, infografías…).
  • Actividades de investigación o resolución de problemas, ya sea de forma individual o en grupos pequeños, como estudios de caso, proyectos o trabajos de campo.
  • Actividades de interacción y comunicación, en las que el docente debe estar atento para animar al estudiante a expresarse, debatir y discutir ideas preconcebidas (debates virtuales, encuestas de grupo seguidas de una discusión, etcétera). Unas tareas que, además, pueden desarrollarse de forma síncrona o asíncrona.
  • Actividades de construcción colaborativa de conocimiento, resolviendo situaciones del mundo real que involucren una negociación y la elaboración colaborativa de soluciones.
  • Actividades de reflexión.

Además del tipo de actividades, el decálogo de la UOC se hace eco de numerosas herramientas del entorno virtual que están a disposición de docentes y estudiantes, desde buscadores específicos como Google Académico, Pixabay (para imágenes) o CC Search (para contenido bajo licencias Creative Commons), a herramientas de comunicación social, ya sea a través de servicios de mensajería instantánea (como WhatsApp, Hangouts o Discord), videoconferencia (Zoom, Jitsi Meet, Skype, Open Meetings), redes sociales o blogs, pasando por herramientas para la creación de contenido, como editores de imagen o vídeo, capturadores de pantalla, creación de comics, podcasts o páginas web, presentaciones multimedia o infografías. Todo un inmenso abanico de posibilidades.

Nuevas formas de evaluar y nuevas estrategias

Uno de los elementos clave en este tipo de contexto es la forma de evaluación. Como explican los autores de Decálogo para la mejora de la docencia online, lo ideal en un entorno de estas características es diversificarla al máximo: que, en lugar de un solo examen final, la evaluación sea continua; que sirva para que el propio estudiante identifique sus puntos débiles y pueda mejorarlos; y que haya múltiples canales de evaluación (pruebas objetivas sencillas, trabajos, actividades en grupo…). “Hay alumnos a los que el sistema de quizzes no les va bien, porque les exige sobre todo memorización, para poder responder correctamente, y no evalúa, por ejemplo, todo el proceso para resolver un problema”, reflexiona Sangrà. “Esa diversidad ayuda a aplicar una evaluación más justa y más equitativa, porque tenemos menos riesgo de equivocarnos”.

Para el grupo de expertos de la UOC, un contexto de enseñanza virtual, semipresencial o presencial discontinuo, como el que tendremos este curso, obliga a tener muy en cuenta algunas estrategias. En primer lugar, facilitarles la organización: que tengan claro cuándo empieza una materia o una actividad; qué es lo que tienen que hacer y de qué forma van a ser evaluados: “Una información que tenemos que ir gestionando de tal manera que les llegue adecuadamente, en tiempo y forma; que ellos puedan sentirse tranquilos sobre si están haciendo lo que deben hacer, y como se espera que lo hagan. Que sientan que están participando en unos objetivos comunes e importantes para ellos, y que siempre hay, al otro lado, una persona que está preocupándose por ellos”, explica Sangrà. “Es un aspecto muy importante relacionado con el estrés emocional, y que ha sido motivo recurrente de conversación durante los meses de confinamiento”.

En segundo lugar, añade el catedrático, es necesario darles pautas y orientaciones, pero siempre dejando margen a la flexibilidad; y, finalmente, destaca la presencia del docente, incluso ante su ausencia. “Muchos docentes hemos creído, durante este periodo, que la única forma de estar presentes es que vean nuestra imagen a través de la pantalla. Pero en los entornos virtuales, nosotros podemos estar conectados aunque no estemos físicamente interactuando en un determinado momento: estamos presentes si, cuando alguien manda un mensaje, respondemos; estamos presentes si, cuando nos preguntan directamente, damos una respuesta en un periodo corto de tiempo; estamos presentes cuando, en un debate en un foro, participamos para reorientar la conversación y el estudiante se da cuenta de que estamos ahí”. Los entornos virtuales permiten crear comunidades de aprendizaje virtuales en las que los profesores son una presencia más, eso sí, muy importante, porque para ellos sigue siendo el referente.

“Por otro lado, tenemos que ayudar a las madres y a los padres a que entiendan que el que en un momento no se vea al profesor en una pantalla no significa que no esté haciendo su trabajo, sino que lo hace con mayor flexibilidad, tanto para él como para los alumnos”, argumenta Sangrà. Es decir, que puede estar ocupándose en esos momentos de unos estudiantes que tienen una mayor dificultad, por ejemplo, mientras que otros están avanzando porque ya han entendido muy bien lo que tienen que hacer. En definitiva –resume–, se trata de diseñar programaciones que contemplen la formación en los dos entornos, el presencial y el virtual, y de establecer los vínculos que permitan enlazar las actividades realizadas en ambos para que presencialidad y virtualidad se liguen de una forma fluida. “Si los estudiantes no pueden asistir a los centros educativos, convendrá que los centros vayan a ellos”.

Fuente: https://elpais.com/economia/2020/09/30/actualidad/1601468461_459471.html

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‘Apps’ educativas para rediseñar la educación del futuro

Por: Nacho Meneses

La tecnología educativa, o ‘EdTech’, crece significativamente durante la pandemia y acelera la transformación digital de los centros educativos en todo el mundo

La nueva realidad social que ha traído la pandemia ha afectado a todos los ámbitos de nuestra vida, cambiando la forma en que nos comunicamos, cómo nos relacionamos y, por supuesto, la manera en que enseñamos y aprendemos, ya sea dentro o fuera del aula. Escuelas y universidades regresan a una actividad que aspira a mantener una cierta normalidad, y lo hacen girando hacia un modelo digital que pueda dar respuesta a las cambiantes necesidades de los docentes, los alumnos y sus familias. Un contexto en plena transformación en el que destacan soluciones como Google Classroom, recursos audiovisuales como Zoom o YouTube y numerosas aplicaciones educativas, cuyo uso, a nivel global, creció un 105 % solo durante el pasado mes de marzo.

A juzgar por los números, el desarrollo de las tecnologías educativas (o EdTech) será clave en los próximos años, ya que apenas el 2 % de la educación global está hoy digitalizada. Un mercado que en España es aún muy joven y que AEFOL, la empresa que organiza cada año Expoelearning junto a IFEMA, cifra en torno a los 1.000 millones de euros. A nivel global, tiene un valor de algo más de 65.000 millones de euros, y se cree que, para 2027, puede superar los 243.000, según un reciente estudio de Grand View Research. Statista, por su parte, considera que solo el gasto en realidad virtual y aumentada aplicada a la educación pasará de unos 1.400 millones de euros en 2018 a 11.000 millones en 2025.

“La educación se está transformando, y cobran protagonismo metodologías activas como la clase invertida, el aprendizaje basado en proyectos o el aprendizaje cooperativo, así como el desarrollo de habilidades blandas como el trabajo en equipo, la resolución creativa de problemas o el liderazgo”, explica Gonzalo Romero, responsable de Google for Education España. Un objetivo a corto, medio y largo plazo que exige la participación de familias, escuelas, administraciones y compañías tecnológicas, de manera que se cuente no solo con los recursos materiales necesarios, sino también con los humanos, para saber cómo utilizarlos. “Las facultades de Pedagogía deben incorporar en sus planes de estudio tanto el EdTech como el e-learning, y los graduados deberían realizar un máster práctico en empresas y centros educativos para conocer y aplicar estas tecnologías, indispensables para crear una sociedad competitiva y tecnológica, a la vez que más humana, porque no son aspectos incompatibles”, sostiene José Lozano, CEO de AEFOL.

Lo que está claro es que la pandemia de coronavirus ha acelerado la transformación digital de los centros educativos porque, aunque la tecnología ya existía, muchos centros no la habían todavía incorporado a su proyecto pedagógico, esgrime Javier Arroyo, cofundador de Smartick, una app española para el aprendizaje de matemáticas. “Creo que la incorporación de metodologías online sigue siendo la asignatura pendiente de los colegios. Lo que es un error, y es algo que se ha repetido hasta ahora, es replicar lo que haces presencialmente en un entorno digital”. Esa adaptación, tan necesaria como desigual en los meses de confinamiento, exige a su vez un cambio de rol por parte de los docentes, que han de pasar de ser meros transmisores de conocimiento a convertirse en facilitadores o gestores del aula, “que puedan dar una clase de grupo pero que luego lleven a cabo un entrenamiento superpersonalizado, algo que solo es posible con tecnología. Y que esas herramientas les den una información de mucho valor añadido, donde vean exactamente cómo va avanzando cada alumno, y qué es lo que sabe o no sabe”.

Beneficios de los contenidos digitales

Se trata, en cualquier caso, de tecnologías que vienen a complementar la labor del docente en el aula, de manera que mejoren el proceso de aprendizaje. “Sirven para optimizar su trabajo con recursos que enriquecen los contenidos y dinamizan el aprendizaje; no convierten a los alumnos en máquinas de aprender, sino que multiplican su potencial de formarse y crecer tanto en el plano académico como en el personal”, afirma David Murillo, director de producto de Telecoming. Entre sus beneficios, los expertos citan la capacidad de retener la información y una mayor motivación para el aprendizaje, lo que contribuye a reducir las tasas de abandono escolar temprano y al desarrollo de habilidades no cognitivas “como pueden ser el sentido de la responsabilidad, el desempeño, el pensamiento crítico, la colaboración, la sana competitividad, la creatividad o incluso la puntualidad”, de acuerdo con un estudio de la Fundación Junior Achievement España.

Un contexto que, de la mano de la tecnología, sirve también para transformar el tiempo de ocio en tiempo de aprendizaje, dentro de lo que se conoce como edutainment, y que se traduce en aplicaciones para móvil o tableta que sirvan para divertirse o entretenerse sin renunciar al aprendizaje, independientemente de la edad del usuario. No en vano los estímulos audiovisuales contribuyen a mejorar la memoria y la retención de la información. Según Telefónica, el 54 % de los usuarios de Internet en España ven vídeos educativos, y una encuesta de GP Strategies arroja que el 81 % de las personas colocan a los vídeos entre las tecnologías de aprendizaje más útiles.

Las aplicaciones educativas más populares

Las circunstancias tan especiales que envuelven este 2020 han hecho que, solo en el primer trimestre de 2020, Apple Store tuviera 470 millones de descargas de aplicaciones educativas, frente a los 466 de Google Play; en ambos casos, las cifras más altas en el histórico de descargas de ambas plataformas. Un futuro lleno de oportunidades para los profesionales especializados en el desarrollo de contenidos digitales y los perfiles de usabilidad (UX/UI), ya que la de los niños es muy diferente a la de los adultos: botones más grandes, colores brillantes… Aspectos importantes para que se interactúe de forma correcta. Sin olvidar, por supuesto, la ciberseguridad, para que los menores naveguen en un entorno 100 % seguro.

En general, la utilización de las aplicaciones educativas en España ha aumentado un 25 % con respecto a septiembre de 2019, y se prevé que el nuevo curso escolar registre también un aumento significativo, según datos de Qustodio, plataforma de seguridad y bienestar digital para las familias que ha analizado también cuáles son las apps educativas más usadas en estos momentos por los menores españoles. Un top 10 encabezado por Smartick, cuyo método para aprender matemáticas con 15 minutos diarios ofrece, gracias a la inteligencia artificial, un plan de estudios personalizado que identifica en cada momento las áreas de mejora para cada alumno. Y no solo eso. “Para nosotros, saber matemáticas es mucho más que el cálculo; es saber resolver problemas. Y por eso, le damos mucha importancia a la lógica y el razonamiento”, cuenta Arroyo.

  1. Smartick. Ofrece un método gamificado para aumentar la motivación de los menores (de 4 a 14 años), que van acumulando estrellas que les permiten luego acceder a un mundo virtual donde pueden jugar y personalizar su propio avatar.
  2. Duolingo. Permite aprender más de 20 idiomas y personalizar las lecciones, y en su versión para escuelas, los profesores pueden hacer un seguimiento del progreso de cada alumno.
  3. Google Classroom. Ayuda a organizar las tareas e incrementar el aprovechamiento de las clases. En mayo ocupaba el primer puesto del ranking en España y, con el inicio de las clases, es fácil que vuelva a ocuparlo.
  4. Photomath. Una herramiento que permite leer y resolver problemas matemáticos de forma inmediata utilizando la cámara del móvil.
  5. Bible app for kids. Ofrece la posibilidad de conocer y entender la biblia, y está disponible en más de 60 idiomas.
  6. Kahoot! es una plataforma gratuita para crear cuestionarios que los estudiantes contestan usando sus propios dispositivos móviles, con un formato de concurso que fomenta la competitividad entre los alumnos.
  7. U-Dictionary. Diccionario en línea en una docena de idiomas.
  8. Khan Academy. Un sistema de educación personalizado y gratuito y que permite a los docentes hacer un seguimiento del progreso de sus clases en las diferentes materias.
  9. Wordreference. Diccionario online que permite traducir en varios idiomas, con acceso a un foro de discusión en el que los propios usuarios formulan y responden dudas.
  10. BinkLearning. Plataforma digital que permite a las editoriales adaptar su contenido y libros para que los alumnos puedan acceder a ellos por Internet. También permite a los profesores poder gestionar sus clases.

La seguridad en Internet, fundamental

No se trata de amenazas nuevas, pero sí de un aumento en las probabilidades de que algo malo pueda sucederles a nuestros hijos por Internet. Es una simple regla matemática: a mayor uso (y lo hay, claramente), mayor riesgo, porque ahora la familia pasa mucho más tiempo en casa y hay, por lo general, más dispositivos, tanto de entretenimiento como de productividad. “Hemos visto que los niños han pasado jornadas laborales completas conectados a Internet, hasta 10 o 12 horas diarias; y eso se ha quedado ahí. Eso significa que hay una mayor probabilidad de que caigan en problemas como adicciones, descontrol de prioridades, bullying, fraude, actuaciones ilegales…”, explica Eduardo Cruz, CEO de Qustodio. Hace unos meses, Google lanzó, en colaboración con la Policía Nacional, el Instituto Nacional de Ciberseguridad (INCIBE) y la FAD el proyecto Sé Genial en Internet, para ayudar a familias y educadores a fomentar en los niños y adolescentes buenos hábitos para que puedan manejarse de manera segura en el entorno digital.

La mejor manera de proteger a los menores, sin embargo, no es nueva: la implicación de los padres y las madres. “Si todos estamos en nuestra pantalla, de manera unitaria y aislada, y no compartimos ni disfrutamos de alguna de esas cosas en familia, estamos creando mundos paralelos, sin que tú te enteres de lo que me pasa a mí o con lo que yo disfruto”, argumenta Cruz. “Es necesario que haya momento de conciliación, ya sea viendo un contenido juntos, charlando de lo que hemos descubierto o visto en Internet, o interesándonos por las experiencias e interacciones que tienen nuestros hijos”. De igual manera que en el mundo físico no les dejaríamos hacer muchas cosas, como salir a la calle y no volver en ocho horas, tampoco conviene hacerlo en Internet.

Para Cruz, lo primero que tiene que haber es higiene y salud digital, un equilibrio: “Si tomo helado a todas horas, tarde o temprano me va a pasar algo. Pues con esto es lo mismo: mi dieta digital ha de ser saludable, no basada exclusivamente en horas y horas de juego, por ejemplo. Hay cosas que se pueden hacer y cosas que no; tampoco le damos click a todo ni descargamos todo”. Y, en segundo lugar, es imprescindible asegurarse de que las relaciones que establezcan online estén gestionadas de una manera inteligente, porque lo que se hace en el mundo digital puede perdurar para siempre. “Si lo que define quién soy mañana son las relaciones que yo llevo hacia adelante, y no lo hago de manera correcta, puedo encontrarme con que, dentro de 10 años, muchos de esos niños que hoy están en casa, y que a lo mejor van a pasar en casa los próximos tres años, tengan un vacío temporal de madurez en sus relaciones que les pasará factura”.

A través de Qustodio, las familias pueden tener un sentido de cómo y para qué se usa Internet en su hogar, así como gestionar el tiempo que le dedican a cada cosa. “Los niños muy pequeños, por ejemplo, no necesitan que todo Internet esté disponible en su dispositivo, porque con un año ya están usando contenido de YouTube Kids, por ejemplo, o de Blippi, en el mundo anglosajón. Y, si el día de mañana sucede lo que no tiene que suceder, yo puedo saber qué ha pasado durante los últimos días y dónde ha estado este niño, o dónde estaba físicamente en el momento que desapareció”.

Fuente: https://elpais.com/economia/2020/09/23/actualidad/1600864548_666566.html

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Escuela y covid-19: llega la hora de los ‘edutubers’

Por: Nacho Meneses

La incertidumbre que rodea la vuelta a clase en medio de la pandemia favorece un perfil de docente más innovador y participativo: el de los profesores ‘youtubers’

Incorporar la tecnología en el aula dejó de ser una opción el pasado mes de marzo, cuando la pandemia de coronavirus provocó el cierre repentino de los centros educativos en España y en muchos otros países. Con más o menos fortuna, y en cuestión de días, los docentes tuvieron que encontrar la mejor manera de seguir dando clase a distancia, echando mano de las herramientas tecnológicas a su alcance: plataformas como Zoom, Google Classroom, Microsoft Teams… y YouTube, un recurso recurrente en el aprendizaje de los internautas. Según datos de Google, siete de cada diez usuarios de la plataforma la utilizan para aprender, y si en enero y febrero se subieron 300 vídeos en todo el mundo con las palabras “enseñanza a distancia” en el título, solo en marzo ese número superó los 23.000. Meses después, y cuando arranca el año académico en medio de fuertes medidas de seguridad para contener el número de contagios, la tecnología es ya una herramienta esencial para los educadores, los alumnos y sus familias.

En este contexto de incertidumbre por cómo se desarrollará el nuevo curso, la figura de los edutubers, o educadores por YouTube, cobra una relevancia especial. Canales educativos con años de experiencia como Unicoos, del profesor David Calle (1,4 millones de seguidores que aprenden con él matemáticas, física, química y tecnología); La cuna de Halicarnaso, del profesor de Historia y Geografía José Antonio Lucero (150 mil) o AntonioProfe, del andaluz Antonio Pérez (26.900 estudiantes de Física y Química), marcan el camino de un estilo de enseñanza interactivo y participativo, basado en un modelo de aula invertida (o flipped classroom) que se adapta sin problemas al tipo de enseñanza que se necesite en cada momento, ya sea cara a cara, semipresencial o a distancia.

“Ahora todo el mundo está preocupado por una vuelta segura a las clases, y eso está genial, pero no se está hablando de qué cambiamos, de qué forma diferente debemos afrontar las lecciones, o de cómo conseguir que los alumnos se impliquen y participen en las videoconferencias”, reflexiona Calle en voz alta. Para este profesor, falta tanto formación como recursos por parte de las administraciones educativas, para que los docentes puedan abordar su docencia digital con todas las garantías.

No se trata solo de mandar vídeos

Todos los docentes consultados coinciden en un punto: dar clase por Internet no es simplemente mandar una lista de 50 o 100 vídeos a tus alumnos, ni conectarse a una videoconferencia para hacer exactamente lo mismo que harías en el aula. “Hay que cambiar el qué se enseña y el cómo se enseña, tratando de introducir dinámicas diferentes para motivarles e implicarles en otras iniciativas que les interesen, porque si no… Si ya en clase se te duermen, imagínate a las nueve de la mañana en su casa”, sostiene Calle. En el modelo de aula invertida, los estudiantes ven el contenido por su cuenta antes de clase, de manera que el tiempo que pasan con el profesor se emplea para contestar preguntas y realizar actividades colaborativas.

“Yo no explico en el aula”, confiesa Antonio Pérez, profesor de Física y Química de ESO y Bachillerato en Los Barrios (Cádiz). “Las clases las dedicamos a resolver dudas, al igual que hicimos durante el confinamiento: ellos veían la teoría en casa y las preguntas las resolvíamos por videoconferencia. Por eso es una metodología tan interesante, porque atiende perfectamente a la diversidad. Como la clase está grabada, el alumno al que le cuesta más puede verla tantas veces como necesite, de manera que cuando volvemos a clase ya estamos todos al mismo nivel”, asegura. Pérez, que es finalista al Gobal Teacher Prize 2020 y que protagoniza el documental Soy EduTuber, que se verá próximamente en el festival de cine documental Alcances, en Cádiz, ha acumulado en su canal casi 500 vídeos que cubren todo el temario de Física y Química desde 2º de la ESO hasta 2º de Bachillerato, con los ejercicios más importantes de cada tema. “A mí me gusta ser innovador, y probar cosas nuevas; y la verdad es que, cuando empiezas a usar metodologías activas como esta, los resultados mejoran, y mucho”.

José Antonio Lucero creó La cuna de Halicarnaso en 2015 para ofrecerle a sus alumnos un contenido audiovisual que ellos pudieran usar para estudiar o repasar en casa. Pero, como en el caso de Calle y de Pérez, lo que empezó como un pequeño proyecto adquirió gracias a Internet un alcance inesperado que traspasó fronteras, especialmente el curso pasado. Y, también como ellos, adoptó el mismo modelo de clases invertidas. “Yo les pido que vean un vídeo a la semana, que ellos tienen que trabajar en casa tomando apuntes según un modelo (el de las notas Cornell) que les enseño a principios de curso. Y luego, lo que se genera en clase es tiempo para reflexionar sobre la cuestión histórica que estamos planteando, mediante tareas cooperativas o proyectos. Generar un debate es fundamental no solo para el aprendizaje, sino para desarrollar el espíritu crítico”.

Entre las actividades que emplea tras el visionado de los vídeos, Lucero cita algunas como un análisis de imágenes, la realización de preguntas y respuestas para otros compañeros o investigaciones en el aula, usando recursos informáticos. Pero insiste en un punto: estos recursos son muy válidos, pero no lo son todo: “Para mis alumnos, el vídeo puede significar entre el 10 y el 20 % de lo que aprenden. Debe combinarse con otras actividades y metodologías activas en el aula, que sirven para reflexionar y aprender de muchas maneras”. Y Calle recuerda que “los profesores ya no somos la única fuente de conocimientos. Por eso es imprescindible guiarles, enseñarles qué tipo de cosas deben ver y que puedan discriminar las fuentes fiables de las que no lo son; plantearles preguntas; trabajar en equipo con ellos; debatir; conocerles un poco más…”

Además de cubrir el temario de Historia, La cuna de Halicarnaso aborda también, desde un punto de vista objetivo, cuestiones de actualidad no exentas de polémica para explicárselas a un alumno de Secundaria: ¿por qué me dicen facha si llevo la bandera de España? ¿Por qué tenemos un rey? ¿Por qué no aparecen tantas mujeres como hombres en los libros de texto? Una iniciativa que pretende desmentir la impresión generalizada de que la Historia es solo una materia para memorizar hechos pasados: “Yo creo que la Historia sirve, sobre todo, para comprender y reflexionar sobre nuestro presente”, afirma Lucero.

¿Son entonces los vídeos todo ventajas?

No del todo. Para este docente, presentan el inconveniente de que el profesor no está delante para responder las dudas que puedan surgir en los estudiantes, y por eso intenta que las apunten para luego formularlas en clase; y siempre sin olvidar que puede haber alumnos que no tengan un buen acceso a Internet o que a lo mejor tienen un solo ordenador para varias personas, y para ellos ha de preparar otras estrategias.

“Es muy común que al alumno que estudia en casa le surja una duda, pero que cuando regresa a clase ya se le ha olvidado”, cuenta Pérez. Para evitarlo, él los anima a que dejen sus dudas o preguntas en los comentarios del vídeo o a través de las redes sociales como Facebook, Instagram o Twitter, en las que el docente mantiene un contacto directo con sus alumnos. “En Instagram, por ejemplo, suelo subir fotos de las prácticas que hacen ellos en sus casas; o me mandan una foto de un problema que no les sale, y si yo en ese momento estoy en casa, trabajando en algo de eso, les resuelvo la duda en el acto. O la tenemos ahí y al día siguiente, en clase, abrimos esa red social y la contestamos”.

Conservar la pasión por aprender

“Tal vez, lo que en muchas ocasiones ha generado este sistema educativo es una desilusión por aprender, y ha hecho que poco a poco pierdan esa curiosidad e ilusión que los niños sienten a los tres, cuatro, cinco años”, reflexiona Lucero. “Al final, de lo que se trata es de generar amor por el conocimiento, sobre todo en Secundaria. Porque cuando a un chaval se le transmite ese amor por aprender, eso nunca se le va. A mí no me importa que mis alumnos salgan de la ESO conociendo un montón de fechas, nombres y hechos históricos; sino que no pierda su amor por mi materia, por seguir aprendiendo historia”. Para este experto, estamos acostumbrados a un sistema conductista en el que el profesor conduce y el alumno va sobre raíles; así que, al final de su etapa educativa, “es como si hubiera estado todo el rato sentado en el tren de la bruja, recibiendo. Eso genera en muchos alumnos la sensación de que ellos no construyen su propio aprendizaje, sino que se les impone, y genera desconexión porque no ven el atractivo al sistema”.

Si se consigue generar esa pasión por aprender, los resultados no solo serán mayores, sino también más duraderos. Los estudiantes se implicarán más y tomarán una mayor responsabilidad sobre su propio aprendizaje. Algo en lo que coincide también Antonio Pérez, que a la hora de hacer prácticas da total libertad a sus alumnos: “Ellos pueden hacer la que quieran. Te pongo un ejemplo de segundo de la ESO. Un día me vino uno de ellos y me dijo: “¡Antonio, yo quiero hacer un cohete!” “¿Un cohete, chiquillo?”. “Sí, sí”. “Pues nada, métete por ahí, busca la información, dime lo que quieres hacer y yo te ayudo”. Ellos hacen todo el proceso completo: buscan la información, los materiales, hacen el experimento, explican lo que ha pasado… Como están siguiendo todo el método científico, desde la observación hasta la obtención de resultados, es válido para cualquier asignatura”. Y añade: “A lo mejor no está relacionado directamente con lo que estás dando en ese momento, pero ese contenido se les queda, es un aprendizaje significativo que además cumple con el propósito de las prácticas, que es que conozcan cómo funciona la ciencia”.

Unicoos, de la crisis a la pandemia

Cuando en 2011, y por la crisis económica, la pequeña academia que David Calle tenía en Velilla de San Antonio (Madrid) se quedó sin la mitad de sus estudiantes, le dio tanta pena que decidió superar su miedo escénico y comenzó a grabar vídeos para ayudar a sus estudiantes. Iba a ser algo para una treintena de estudiantes… Y hoy, nueve años después, Unicoos es ya una comunidad virtual de casi un millón y medio de estudiantes, docentes e incluso padres, tiene su propia web e incluso una app para Android, y ha superado los contenidos de matemáticas, física, química y tecnología para abordar todas las asignaturas, con el proyecto BeUnicoos. Le han comparado con Salman Khan, creador de la web Khan Academy y recipiente del Premio Princesa de Asturias de Cooperación Internacional 2019, “con una pequeña diferencia: que él recibe 100 millones de dólares al año en subvenciones y nosotros ni 100 euros… Ojalá pudiera yo tener también 200 empleados, y hacer muchas más cosas con Unicoos. Porque no dejan de pedírnoslas”, confiesa.

Tanto ha crecido que ahora, además de casi 900 vídeos gratuitos, incluso tienen una parte premium “con toda la teoría que necesitan, exámenes que se corrigen solos, ejercicios resueltos, un chat y un foro de preguntas y respuestas que, en dos años, ha resuelto ya 600.000 dudas”, explica Calle, e incluso han desarrollado algunas herramientas para profesores, como BeCam, una plataforma de videoconferencias que tiene una pizarra multiusuario en la que profesor y alumno pueden pintar a la vez, o BeQuest, una aplicación para ludificar las clases a través de un juego interactivo de preguntas y respuestas.

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/economia/2020/09/16/actualidad/1600249878_557809.html

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Vuelta a clase: estos son los desafíos emocionales y psicológicos de alumnos y profesores

Por: Pablo Meneses

Además de las medidas sanitarias, la enseñanza presencial durante la pandemia presenta nuevos retos que requieren de una capacidad de adaptación constante

Distanciamiento social. Mascarillas. Educación híbrida, presencial, online. Burbujas de convivencia. Gel hidroalcohólico, desinfección, confinamiento y protocolos de actuación. El debate sobre la vuelta a los centros educativos de los 8,2 millones de alumnos no universitarios matriculados en España está marcado por la preocupante evolución de una pandemia que continúa expandiéndose sin freno aparente. Un retorno que presenta, además, numerosos desafíos emocionales y psicológicos que alumnos y profesores tendrán que afrontar en los próximos meses, y que les exigirán una permanente capacidad de adaptación.

Es en este contexto de cambio que la Universidad de Cambridge celebra estos días el Cambridge Live Experience 2020, un congreso online y gratuito en el que, a lo largo de tres días (8, 9 y 10 de septiembre), más de 20.000 docentes de todo el mundo asisten a 55 webinars que pretenden orientar, inspirar y apoyar a los profesores en su retorno a las aulas. Para abordar esos desafíos emocionales y psicológicos, EL PAÍS ha conversado con cuatro de sus ponentes: Andy Cope, especialista en bienestar y crecimiento personal; Kate Brierton, psicóloga clínica; Nahla Al Malki, consultora ELT; y Ricardo Morales, coordinador de servicios académicos de Cambridge University Press en México.

Aulas de apoyo emocional

Más allá de las medidas de contención sanitarias, los docentes han empezado a recibir en sus clases a unos alumnos cuyas vivencias estos meses han sido muy diferentes. Algunos habrán disfrutado del contacto con la familia y de una menor presión académica, mientras que otros habrán pasado por experiencias difíciles y potencialmente traumatizantes. Para la mayoría, el mayor reto será ahora mantenerse motivados por aprender a pesar de la incertidumbre acerca de cómo la pandemia afectará a sus estudios y a su vida, con la posibilidad de nuevos confinamientos y una vuelta a las clases en remoto.

Por eso, “una de las tareas más importantes de los profesores será la de ayudar a todos estos estudiantes a regularse emocionalmente y a que se sientan capacitados para seguir adelante. Hay que escuchar y validar cada experiencia individual; un sentimiento o emoción nunca está equivocado, porque no podemos controlar cómo nos sentimos”, sostiene Kate Brierton, psicóloga clínica en Compassionate Cambridge. Usar el lenguaje para generar un sentimiento de pertenencia, añade, es también útil, con frases como “estamos juntos en esto y nos podemos ayudar unos a otros”, que pueden evitar que los menores se sientan solos y sin ayuda.

Una de las posibles estrategias es la de crear aulas sensibles al trauma, con entornos que proporcionen apoyos a todos los estudiantes, incluyendo los más vulnerables, “con una rutina constante y predecible, y una atmósfera tranquila y silenciosa, sin demasiado ruido ni ajetreo. Los profesores pueden ser conscientes de su comunicación no verbal, moviéndose más lentamente por la clase, evitando los movimientos bruscos y hablando con un tono regular y reconfortante”, afirma Brierton. “Y en lugar de inclinarse sobre los estudiantes, lo que podría provocar la reacción de un estudiante traumatizado, bajar a su altura para hablar con ellos”. Si un estudiante se siente angustiado, es recomendable disponer de un espacio, fuera del aula, donde el alumno o alumna pueda tomarse el tiempo que necesite para tranquilizarse.

¿Cómo reconocer señales de estrés emocional en los alumnos?

Cualquier cambio en su conducta con respecto a antes de la pandemia puede indicar la existencia de estrés emocional, ya sea a través de un aislamiento social, de comportamientos desafiantes o de otros síntomas como dificultades con grupos de compañeros, cambios en el peso o incluso señales de fatiga. “Los profesores deben también vigilar la posible aparición de autolesiones o señales de trauma, como hipervigilancia, reactividad emocional, flashbacks o disociación, que puede manifestarse con el menor soñando despierto”. Los niños más pequeños pueden desarrollar una dependencia excesiva de los familiares adultos, estar nerviosos en situaciones nuevas o mostrar síntomas somáticos, como dolores de cabeza o de estómago.

Una oportunidad para redefinir la nueva normalidad

El papel de los profesores en la recuperación educativa e incluso emocional de los alumnos es, por tanto, clave. Pero para ello, apunta Brierton, “es necesario que antepongan su propia salud. Cuidarse a sí mismos es vital en estos momentos: comer bien, dormir lo suficiente, practicar ejercicio…”. La enseñanza es una profesión que demanda mucha energía, y que es física y mentalmente extenuante. “Si no te sientes bien físicamente, si no tienes la energía suficiente, es muy difícil que puedas dar lo que no tienes. Hay que cuidar la salud física y mental… Si el sueño y el ejercicio vinieran en pastillas, curarían la mayoría de los problemas del mundo”, argumenta Andy Cope, especialista en bienestar, conferenciante y autor de The Art of Being Brilliant.

Y después, aunque parezca complicado en esta nueva normalidad de la covid-19, es necesario mantener una actitud positiva, porque las emociones son contagiosas: “Como profesor en un aula, si estás estresado, preocupado o con ansiedad, adivina qué es lo primero que tus alumnos van a percibir inmediatamente de ti. Es imposible no tener un impacto, y por tanto hay que encontrar la manera de que este sea positivo”, explica Cope. “Solo el 10 % de tu felicidad se debe a circunstancias externas; el resto viene de cómo piensas, y sobre esa parte podemos aprender a tener el control” e impactar no solo nuestras vidas sino las de quienes nos rodean. Hay estadísticas que lo corroboran: tener un buen amigo feliz nos hará un 14 % más felices; si se trata de un hermano o hermana, seremos un 17 % más felices; y si tienes un vecino feliz, tú serás un 37 % más feliz, según explican Nicholas Christakis y James Fowler en Connected: The Amazing Power of Social Networks & how they Shapeour Lives.

Hemos entrado, y estamos cansados de oírlo, en una nueva normalidad. Pero lo bueno (y también lo malo) es que nadie sabe exactamente cómo es, y eso precisamente brinda una oportunidad para que todos (y no solo los docentes) decidan por su cuenta cómo será esta. “No sé tú, pero yo no quiero volver a mi vieja normalidad, porque en ella estaba cuatro horas diarias en la carretera, sufría de estrés y ansiedad…”, reflexiona Cope. Y respecto a las escuelas, se pregunta: “¿No sería fantástico si pudiéramos salir de la covid-19 en una posición mejor de la que teníamos cuando entramos? ¿Si incorporáramos el bienestar a los centros educativos, incrustándolo en el aula de manera que cuando venga la próxima pandemia, o lo que sea, estemos en una mucha mejor posición para lidiar con ello mental y emocionalmente?”

El secreto, para Cope, está en la psicología positiva, en ese puñado de personas que podemos encontrar en nuestra vida que mantienen la energía, la pasión, la sonrisa y la positividad en todas las circunstancias, incluso en medio de una pandemia global como la que nos afecta; en qué hacen para sentirse así de bien y en qué podemos aprender de ellos. “Eso es lo importante de la psicología positiva: que tiende a ser una conducta aprendida, y te recuerda las cosas que tú puedes hacer para tomar el control”. Por ejemplo, la ratio de tres a uno: en el aula, el profesor debería proponerse ser tres veces más positivo que negativo; y si estoy en la sala de profesores, y escucho a la gente compartiendo tres cosas positivas (risas, alabanzas, ánimos) por cada cosa negativa, estaré bastante seguro de que el ambiente es adecuado.

“Pero no queremos hacerlo simplemente bien, queremos hacerlo excepcionalmente”, argumenta. Por eso, recomienda que la proporción sea aún mayor. “Una de las cosas que puedes hacer es escucharte a ti mismo, de manera que por cada aspecto negativo que compartas, lo equilibres con otros seis positivos, seis cosas buenas, seis alabanzas a un colega que ha hecho algo bien, seis momentos de risa… Y, de hecho, las investigaciones actuales en el aula apuntan incluso a una ratio de ocho a uno. Si estoy en el aula y escucho ocho cosas positivas por cada negativa, podré estar seguro de que esa clase tiene la energía necesaria”.

La regla de los cuatro minutos

Otro consejo es lo que Cope denomina la regla de los cuatro minutos, porque es más o menos el tiempo que tarda una persona en percibir cómo te sientes. Para un profesor, eso significa que tienes que dar lo mejor de ti mismo los primeros cuatro minutos: cuando entras en la sala de profesores, con energía, entusiasmo y positividad; los primeros cuatro minutos de clase, para que luego todos respondan positivamente; los primeros cuatro minutos de una reunión de claustro, o al irse a casa desde el trabajo… “Si todos podemos completar bien esos cuatro minutos, y ser genuinamente alegres y positivos, nos daremos cuenta de que creamos una energía en la gente que nos rodea”.

Separados físicamente, pero participativos

El distanciamiento social impuesto por el coronavirus ha modificado también la forma de impartir clase o de participar en las actividades lectivas, al forzar un espacio físico entre los alumnos que hace más difícil el trabajo en grupos. Sin embargo, esto no significa que no haya estrategias a las que los docentes puedan recurrir: “Los profesores deben reflexionar sobre sus propias creencias respecto al aprendizaje, y como conseguían implicar a sus alumnos antes de la pandemia”, esgrime Nahla Al Malki, consultora de ELT y formadora de CELTA. “Si parten de esas prácticas originales y de esos principios de aprendizaje, rápidamente encontrarán sus propias estrategias para superar las medidas de distanciamiento”.

Así, la participación de los alumnos puede potenciarse facilitando un aprendizaje basado en la investigación, con clases invertidas (flipped classrooms) o la colaboración entre compañeros y en grupo, y desarrollando un sentido de la responsabilidad y de propiedad sobre su propio proceso de aprendizaje. No serán, en un sentido estricto, nuevas estrategias, sino que usarán herramientas nuevas: por ejemplo, a través de soluciones TIC o celebrando debates en espacios abiertos.

En cualquier caso, es importante no caer en el error de que el distanciamiento necesariamente hará que los profesores impartan exclusivamente clases magistrales: “Estas lecciones pueden ser útiles en contextos concretos o para ciertas asignaturas, pero desde luego no debe ser nunca la forma en que los estudiantes experimenten todo su aprendizaje. Los alumnos deben implicarse a un nivel más profundo para desarrollar sus habilidades, y aprovechar plenamente lo que sea que estén aprendiendo”, cuenta Malki.

Encontrar la resiliencia necesaria

En este contexto tan atribulado, es importante que tanto profesores como alumnos puedan considerar que el de la pandemia no deja de ser un proceso en el cual se viven diferentes etapas, como señala Ricardo Morales, coordinador de servicios académicos de Cambridge University Press en México: el impacto o trauma inicial ante una situación inesperada; la reacción, que consiste en adaptarse al nuevo entorno y buscar soluciones que permitan reconvenir la estabilidad; y el crecimiento: aprender de lo acontecido y tomar todo lo positivo que esta nueva situación ha traído. Es ahí en dónde la resiliencia toma un rol importante: “Considerar que no todo lo que se ha vivido ha sido catastrófico; por el contrario, se han adquirido nuevos conocimientos, habilidades y destrezas que nos ayudarán a mejorar en las siguientes etapas de la vida”.

Fuente: https://elpais.com/economia/2020/09/09/actualidad/1599648299_945483.html

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“El abandono escolar puede aumentar si seguimos con la educación a distancia o la semipresencialidad”

Por: Nacho Meneses

España es el país de la UE con mayor abandono temprano, una situación que puede incluso empeorar si no se aborda una transformación profunda del sistema educativo

Sin lugar a dudas, esta es una clasificación en la que ningún país desea destacar. El abandono escolar temprano español, el de las personas de 18 a 24 años que han dejado los estudios sin llegar a completar la segunda etapa de la educación secundaria, sigue siendo el más alto de toda la Unión Europea: un 17,3 % en 2019, siete puntos por encima de la media comunitaria (10,3 %), a pesar de haberse reducido significativamente a lo largo de la última década. Un dato que alcanza mayor dramatismo si se disgrega por géneros, ya que alcanza el 13 % entre las mujeres, pero el 21,4 % entre los hombres, es decir, un 65 % superior.

La incertidumbre que domina todo lo relacionado con el próximo año académico tampoco ayuda. Tras un final de curso marcado de manera excepcional por el cierre de las escuelas y la formación a distancia, en el que Gobierno y autonomías acordaron flexibilizar la promoción de los alumnos, y el actual aumento de casos de covid-19 en gran parte de la geografía española, el temor de un mayor abandono escolar acecha entre las sombras difícilmente discernibles de lo que pueda suceder en los próximos meses.

“El abandono escolar puede aumentar si seguimos con la educación a distancia o la semipresencialidad”

Si la brecha digital dificultó el seguimiento de las clases entre los alumnos de familias con un bajo nivel socioeconómico, la continuidad de la educación a distancia podría llegar a romper esa lenta tendencia a la baja de la tasa de abandono: “La desvinculación, la ausencia de motivación, el bajo rendimiento escolar y el abandono escolar pueden aumentar si la semipresencialidad o la educación a distancia se imponen frente a la presencialidad en el curso 2020-2021, si las circunstancias sanitarias obligan a ello”, afirma Andrés Payà, profesor titular de Pedagogía en la Universidad de Valencia y conferenciante de Thinking Heads. “La ausencia de contacto con el grupo de compañeros y con la comunidad escolar que representa la convivencia en el aula, aumenta todavía más la vulnerabilidad y el desarraigo de la escuela; el alumno se va a sentir más solo y menos acompañado, y va a valorar mucho menos la educación”.

¿Por qué se produce el abandono escolar?

Las causas que explican la relevancia de este problema son múltiples y de muy distinta clase. Tienen que ver con el propio alumno, con su entorno sociofamiliar, con el contexto escolar en particular y el sistema educativo en general; y las soluciones tienen tantas aristas como los factores que lo propician.

Los motivos de índole personal, que sí dependen del alumno o alumna que abandona, van desde sus propias capacidades a los intereses, las motivaciones, las competencias, el compromiso o incluso su propio estado emocional: “Es decir, cómo se encuentra a nivel psicológico, bien porque tenga una psicopatología o porque, sin llegar a ello, pueda tener problemas emocionales, de ansiedad, de autoestima e incluso un bajo estado de ánimo o una situación personal en un momento determinado, como puede ser, a ciertas edades, una ruptura amorosa”, esgrime Andrea Navarrete, psicóloga y psicoterapeuta.

En el entorno sociofamiliar, la actitud y expectativas que los padres tengan hacia la educación juegan un papel fundamental, porque influirán decisivamente en el mensaje que transmitirán a los hijos; pero también el fomento de la lectura o la calidad de la comunicación que hay entre padres e hijos: “Cuando viene con suspensos del cole o diciendo que no quiere ir, en vez de castigarle, hay que poder razonar con él, preguntarle si tiene algún tipo de problema y si le puedes ayudar”, explica Payà. “Durante la pandemia, ha habido familias que han querido ayudar pero no han podido, porque estaban limitadas en ese sentido”.

Pero hay, además, muchos otros factores: “Si la familia tiene problemas, si es disfuncional o si ha sufrido algún acontecimiento traumático que influya de manera directa en el alumno o alumna, e incluso la propia situación económica de la familia, que puedan ocasionar situaciones de estrés o ansiedad que determinen cómo el adolescente percibe el ambiente dentro de su núcleo familiar”, añade Navarrete.

¿Y qué sucede con el entorno escolar? Aquí la conversación se complica y las aristas se multiplican. “Nunca se ha hecho una reforma integral encaminada a motivar más al alumno, a hacer un aprendizaje más atractivo y personalizado (…) El sistema educativo español adolece de ser más práctico y motivador”, sostiene Navarrete. Otros aspectos que pueden influir son la repetición de curso (el que repite dos o tres veces, es posible que se harte y abandone el sistema educativo); el nivel socioeconómico del centro o la autopercepción que tenga el alumno de lo que está haciendo y de lo que sirve el estudiar.

Tampoco deben olvidarse las propias expectativas que los docentes tienen respecto de sus estudiantes. “Es el llamado efecto Pigmalión, o la profecía autocumplida, que sigue funcionando mucho a nivel de aula: cuando las expectativas que tienes de un alumno son muy buenas, le prestas más atención e individualizas mucho más la enseñanza… Y al revés: cuando el docente piensa que de un alumno no va a sacar nada, está manteniendo un mensaje negativo, y esas expectativas que tenía se acaban cumpliendo. Esas expectativas inconscientes hacia la gente hacen que les demos más oportunidades y les dediquemos más tiempo, con lo que tienen mayores posibilidades de éxito”, reflexiona Payà.

¿Cómo reducir el abandono temprano?

Conseguir reducir el abandono escolar es una prioridad global que forma parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU y de la Agenda 2030, que con respecto a la educación se fijan la meta de “asegurar el acceso igualitario de todos los hombres y las mujeres a una formación técnica, profesional y superior de calidad, incluida la enseñanza universitaria” de aquí al final de la década. En ese contexto, el objetivo marcado para España era reducir la tasa de abandono al 15 % para 2020, algo ya altamente improbable si tenemos en cuenta que con datos de 2019 seguimos en el 17,3 %, y que ninguna de las leyes educativas promulgadas en España durante la democracia ha logrado rebajar ese porcentaje hasta al menos los niveles europeos. Para conseguirlo, Andrés Payà señala como necesarias ocho acciones que supondrían una reforma radical del sistema educativo:

1. Reducir las ratios en todas las etapas, para conseguir que la enseñanza sea más individualizada.

2. Incrementar la cantidad de profesorado, y no solo para tener menos alumnos por aula, sino también para tener profesores de refuerzo y aumentar el tiempo de tutorías, de orientación escolar, de apoyos y de desdobles.

3. Dotar a los centros de profesionales especializados: no solo docentes, sino profesores de pedagogía terapéutica, logopedas, pedagogos y psicopedagogos, que son los que van a colaborar en la detección, prevención e intervención del abandono escolar.

4. Reforzar los programas y medidas de atención a la diversidad del alumnado, que sí se está haciendo, pero no lo suficiente.

5. Promover un sistema efectivo de orientación y formación profesional durante la enseñanza obligatoria. Un tema, el de la FP, en el Gobierno ya se ha puesto las pilas y se ha dado cuenta de que no es una segunda vía, sino una vía supernecesaria.

6. Aumentar la inversión en becas y ayudas para el estudio, así como medidas compensatorias para grupos vulnerables.

7. Potenciar una estrategia común y coordinada entre programas y administraciones educativas. No puede hacer el ministerio una cosa, la consejería otra y el ayuntamiento otra… De los pocos recursos que invertimos en educación, a veces los estamos duplicando y no siempre van en el mismo sentido, cuando van dirigidos a las mismas personas.

8. Trabajar con las familias para mejorar su arraigo con la comunidad educativa: es lo que se está haciendo ahora con las famosas comunidades de aprendizaje. No se trata solo de que las familias participen de la educación, sino de que sientan su centro educativo como propio.

9. Hay que valorar mucho más la labor y la función del profesor; empoderarles y prestigiar la docencia. El docente no se dedica a enseñar porque no tiene otra cosa; realiza una labor importantísima, y debe reconocerse.

Alumnos de altas capacidades

El abandono escolar temprano no solo afecta a la población de riesgo, ya que cualquier persona puede estar en riesgo de abandonar. Y, entre ellos, los estudiantes con altas capacidades (o superdotados), que necesitan esos profesionales específicos arriba mencionados y un seguimiento constante para evitar que desconecten y abandonen un sistema educativo que no les satisface. “Cuando hablamos de flexibilizar los currículums, la repetición y la promoción de cursos, siempre pensamos en hacerlo más fácil para las personas que no tengan tantas capacidades, pero no lo pensamos de la otra manera, que el currículum sea mucho más complicado y complejo, que la promoción de cursos sea posible y que alguien pueda saltarse dos cursos”, argumenta Payà. “Por eso es tan importante la adaptación de esos currículos y contenidos”.

Para Navarrete, una situación de abandono escolar puede dar lugar también a un paréntesis de crecimiento personal y maduración, cuando hay factores personales, emocionales y psicológicos que le están influyendo negativamente: “A veces, ese abandono puede redundar en algo positivo, si se utiliza el tiempo para trabajar esos problemas y luego retomar los estudios. Si se le da el apoyo necesario, si se halla la manera de reengancharle al sistema educativo y de volverle a ilusionar, ese alumno no tiene por qué perderse”.

Fuente: https://elpais.com/economia/2020/08/12/actualidad/1597228975_884403.html

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