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“El coronavirus no puede reinar en la escuela. Es el momento de construir colegios más humanos”

Por: Nacho Meneses

‘Caperucita y el CovidLobo’ es una historia gráfica dirigida a que niños y mayores aprendan a minimizar las consecuencias que la crisis sanitaria puede tener para el desarrollo de los pequeños

– “¿Por qué te lavas las manos cada vez que me tocas?”

– “Es para protegerme mejor”.

– “¿Y por qué llevas esa mascarilla tan fea?”

– “Es para protegerte mejor”.

Cuando, durante la crisis, se anunció la apertura de las escuelas de cero a seis años, se armó no poco revuelo entre madres, padres y maestros. ¿Podía garantizarse el distanciamiento social, prevenir el contagio, y desinfectar convenientemente los edificios y la ropa de menores y adultos? Urgía conciliar, sí, pero apremiaba aún más proteger tanto a los pequeños en las escuelas como a los mayores en casa: por aquel entonces, aún se creía que los niños eran grandes transmisores de la covid-19, algo que no se ha llegado a determinar, según la evidencia científica existente. Medidas sanitarias, sociales, económicas: los políticos se esforzaban por acertar con el paso siguiente ante un enemigo desconocido, pero pocos alcanzaban a preguntarse cómo se sentían los niños cuando toda su realidad cercana se desmoronaba.

A lo largo de media docena de viñetas, en Caperucita y el CovidLobo se repasa cómo sería esa vuelta a la escuela para los niños y niñas de la pandemia de coronavirus. “Lo escribí, como Tonucci con Frato, poniéndome en el lugar de lo que el niño o la niña puede sentir con esas medidas, lo que estamos transmitiendo con ellas. Y quería que los adultos tomaran conciencia de que no solo hablan las palabras; también lo hacen los gestos, y ese lenguaje no verbal es el primero que los niños perciben”, cuenta Heike Freire, autora del texto y experta en pedagogía verde. Un mensaje que se puede ver en cada página: “Yo procuré generar esas distancias sociales en prácticamente todas las viñetas. Cada cosa en un extremo del folio; estiro el brazo, pero no llego a mi amigo, que ni siquiera se inmuta… Eso, un adulto lo entiende a la perfección, y también el niño, a partir de una cierta edad”, añade Rocío Peña, su ilustradora.

El distanciamiento social también se practica en la escuela.
El distanciamiento social también se practica en la escuela. ROCÍO PEÑA

¿Es este un cuento para niños o para adultos? Pues depende de cómo se mire. Más allá de unas viñetas amables, y una niña, una escuela y unas estanterías con las que los niños van a sentirse familiarizados, “el cuento se dirige a los padres, para que puedan reflexionar sobre el miedo y la angustia que muchos pequeños están sintiendo con todo lo que está pasando”, explica Freire. Cuando esta reflexión se produce, cuando el adulto se lo ha leído y sabe lo que siente, puede entonces usarlo con los niños y las niñas. “La idea es que sirva para poder sacar miedos, porque creo que todos hemos pasado mucho durante el confinamiento y que todavía estamos asustados. Es importante que los niños se puedan expresar”, añade.

Hay que dominar los miedos

A falta de otros instrumentos, muchos padres han recurrido a la herramienta del miedo al virus hasta convertirlo, efectivamente, en el lobo del cuento. Pero esta dista mucho de ser la más adecuada. Para la Asociación Francesa de Pediatría, “es urgente que dominemos nuestros miedos y que sigamos adelante, por la salud y el bienestar de los niños y de las niñas”, a la vez que lamentan lo que consideran unas medidas excesivas de protección, “más ligadas a los temores de los adultos que a los hechos y a los resultados de las investigaciones en países como Dinamarca, Holanda, Islandia o Italia”, argumenta Freire. Unos estudios que ya han demostrado que los niños están lejos de ser esos grandes contagiadores que se creía que eran al inicio de la crisis, unos “transmisores silentes, que es lo que en repetidas ocasiones ha dicho la Asociación Española de Pediatría”.

En la misma línea, la autora de Caperucita y el CovidLobo, también psicóloga y filósofa, afirma que las medidas de distanciamiento, que sí pueden estar indicadas en aquellos mayores de 20 años que, por ejemplo, trabajan presencialmente, no se justifican en niños y niñas, en los que además pueden ocasionar traumas psicológicos, o como poco ansiedad y miedo: de hecho, una encuesta de Save the Children afirma que uno de cada cuatro niños sufre angustia y ansiedad por el encierro. “Todos tenemos miedo, y eso es normal. Nos faltan los argumentos para explicarles a los niños y las niñas cómo comportarse; por qué salir a la calle o por qué no hacerlo; por qué hacerlo a una hora sí y a otra no, o por qué podemos salir dos personas, pero no cuatro. De ahí que muchas familias necesiten recurrir al miedo, porque son cosas que ni nosotros mismos, los adultos, a veces comprendemos”, se cuestiona Freire.

Sin embargo, para dominar esos miedos, hay que saber reconocerlos y expresarlos, para poder tomar conciencia de ellos y que no te dominen a ti, sino al revés. “Y es urgente que lo hagamos por la vida de esos niños y niñas que tienen derecho a vivir su infancia, y porque, desde el punto de vista del desarrollo y del aprendizaje, una criatura angustiada y con miedo no se desarrolla ni aprende bien”, sostiene Freire. “Por millones de razones, pero sobre todo porque pierde la seguridad y la confianza en la vida, y entonces no se atreve a tomar riesgos; y uno no puede desarrollarse ni aprender sin arriesgarse. Si no te atreves a nada, ni te desarrollas, ni creces, ni aprendes”.

Para protegerse, conviene usar mascarillas.
Para protegerse, conviene usar mascarillas. ROCÍO PEÑA

Ser conscientes de nuestros propios temores hace a su vez que podamos ser transparentes con los niños, y que ellos perciban que es normal sentir miedo en circunstancias como las que vivimos. “Si yo le digo a mi hijo que tengo miedo por lo que está pasando, él podrá separarse fácilmente y decir, “es mi madre la que tiene miedo”. Pero si no digo nada y me comporto de una determinada manera, el niño puede recibir esos sentimientos sin saber si son suyos o de otra persona, y ocasionar muchos más conflictos a la larga”.

¿Una escuela más humana?

Más allá de la crisis sanitaria, la pandemia de de la covid-19 representa también, para las autoras del cuento, una oportunidad única para construir una escuela más íntima y humana en la que, para empezar, no se gestione solo desde el punto de vista epidemiológico y a golpe de decreto, sino donde se tomen en consideración otras dimensiones del ser humano, que de alguna manera incluyan las opiniones y los criterios de las familias, los psicólogos o los pedagogos, “porque la salud no solo es el coronavirus, sino que es algo mucho más complejo, que tiene que ver con el bienestar y muchas otras cosas”, afirma Freire. “Ningún coronavirus puede reinar en la escuela”.

El debate sobre cuándo y cómo abrir las escuelas ha de extenderse, aseguran, a otros profesionales, empezando por un comité de expertos pluridisciplinar, a nivel nacional, que contemple a la infancia en todas las dimensiones que tiene, donde se comparta y debata. Un órgano que de unas pautas generales para que luego cada escuela, cada comité o cada pueblo pueda crear sus propias regulaciones: “Hay mucho que aportar desde las familias o desde otros grupos de trabajo. Se trata de ampliar el debate, la reflexión y las soluciones, porque saldrán propuestas concretas y soluciones viables. No sé hasta dónde estamos contando con estas redes, pero me parece, en principio, que muy poco”, asegura Peña.

En definitiva, se trata de implementar estrategias que se centren no solo en protegernos de la enfermedad, sino también en inyectar vida en una escuela renaturalizada y abierta al entorno, con grupos más pequeños que sirvan para aprovechar los espacios de la ciudad: “Es un enfoque que, por ejemplo, ya utilizaba la Institución Libre de Enseñanza antes de la Guerra Civil. Giner de los Ríos tenía una extensa lista de todos los lugares donde había que hacer escuela, aprovechando todo lo que tengas alrededor: una playa, un parque, un río, una montaña o un jardín público, pero también en una biblioteca, el centro de ocio y tiempo libre e incluso la cárcel”.

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/elpais/2020/05/26/mamas_papas/1590462043_255092.html

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Llegan los exámenes virtuales: así se evita que los alumnos hagan trampas

Por: Nacho Meneses

La suspensión de clases presenciales obliga a los centros educativos a adaptar las pruebas de evaluación a un entorno digital, y a tratar de garantizar la integridad del proceso

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Ingeniero, médico o psicólogo: estas son las profesiones que combaten el coronavirus

Por: Nacho Meneses

La crisis sanitaria de la Covid-19 involucra a múltiples disciplinas que ganarán relevancia en la sociedad posterior a la pandemia

“Lo peor de todo es cuando te tienes que despedir de un paciente que va a fallecer, al que a lo mejor has tratado durante un mes, y hablar con su familia. Es algo que sabemos manejar, pero no te acostumbras nunca”, explica Amparo García, jefa de área de enfermería del bloque quirúrgico en el hospital Gregorio Marañón, de Madrid. Cuando los países empiezan a preparar su lento y esperanzador retorno a la normalidad, cuando lo peor ha pasado, pero queda la incertidumbre del futuro y un temor a futuros repuntes que planeará sobre cada conciencia durante meses, llega el momento de reflexionar sobre quienes han hecho (y siguen haciendo) de la lucha contra la pandemia de Covid-19 su razón de ser, de cómo se adaptaron para contribuir al control del virus y del futuro de muchas de esas profesiones.

A los muchos interrogantes que aún presenta esta crisis sanitaria, se le une también alguna certeza: “No se trata solo de ser médico o enfermera, sino de cómo colaboran y trabajan de manera eficiente, con el paciente en el centro y siempre pensando en su seguridad”, apunta Elena Gazapo, rectora de la Universidad Europea. “Todas las universidades debemos apostar más por la educación interprofesional, y que nuestros alumnos, cuando acaben, estén preparados para trabajar de manera colaborativa con el resto de los profesionales sanitarios”, e incluso de otras ramas aparentemente más lejanas. En la crisis del coronavirus, muchos han sido los sectores que rápidamente se ofrecieron para paliar la saturación del sistema de salud: ingenieros, químicos, biólogos, fisioterapeutas, psicólogos, trabajadores sociales y veterinarios son algunas de esas profesiones, sin dejar fuera las iniciativas ciudadanas que, como en el caso de Madrid, han surgido durante el confinamiento.

Ámbito sanitario

Atención primaria, cuidados intensivos, medicina de urgencias, rehabilitación… Profesionales que no han podido contar siempre con todos los recursos necesarios para el desempeño de su labor, y que ha provocado que España sea el país con más contagios entre el personal sanitario. Al esfuerzo de trabajar en condiciones poco idóneas, se suma en no pocas ocasiones la angustia del personal que, habiendo dado positivo, debe quedarse en casa, «que no hemos podido estar en primera línea, que es donde deberíamos estar… Y que seguimos aquí, sin poder ayudar», cuenta por WhatsApp Flor Barquero, enfermera de quirófano en el Hospital Gregorio Marañón de Madrid.

Hospitales y centros residenciales de mayores han sufrido más que nadie el golpe de la pandemia, y requirieron de un esfuerzo de adaptación sin precedentes: “En el caso del Gregorio Marañón, tuvimos la suerte de tener desde el primer momento una estrategia que nos permitió crear áreas nuevas de pacientes críticos que no existían. En un primer momento, instalamos 14 puestos en la zona de cirugía mayor ambulatoria, y justo cuando los teníamos montados y con dotación de material y de equipo humano, se llenó en 24 horas”, recuerda García. Unas camas a las que se unieron pronto otras 14 plazas que el centro creó en la primera planta.

¿Influirá la realidad de hoy en la oferta del mañana? A juzgar por la opinión de los expertos, debería: “Se ha puesto la necesidad, sobre todo en España, de tener un mayor número de camas de UCI. Por eso, es de suponer que en el futuro haya más servicios de cuidados intensivos y una oferta mayor de especialización en estas plazas”, augura Gazapo. La atención de urgencias y emergencias sanitarias está disponible en forma de máster tanto para médicos como para profesionales de la enfermería en diferentes universidades españolas, así como otros en gestión hospitalaria, una labor cuya importancia ha quedado de manifiesto a lo largo de la crisis.

LAS NOTAS DE CORTE PARA LOS ESTUDIOS DE LA COVID-19

NOTAS MÍNIMAS DE ACCESO
GRADO UNIVERSITARIO MÁS ALTA MÁS BAJA MEDIA
  • Enfermería
12,22 5 9,81
  • Medicina
13,12 11,67 12,52
  • Psicología
11,13 5 8,06
  • Farmacia
11,20 6,73 9,72
  • Fisioterapia
12,22 5 11,18
  • Veterinaria
11,55 10,14 10,90
  • Microbiología
10,99 10,99 10,99
  • Trabajo Social
7,79 5 6,24
  • Bioquímica
12,55 5 11,25
  • Biología
11,35 5 6,24
  • Educación Social
9,28 5 6,79

Fuente: El País

A unos y otros se les unen otros profesionales de la salud que han pasado quizá más desapercibidos. Fundamental está siendo, por ejemplo, la labor de apoyo de los psicólogos tanto para los sanitarios como para la población general (adultos y niños), que durante meses ha padecido las consecuencias personales, familiares, laborales y psicológicas de un confinamiento que solo ahora empieza a relajarse. Conviene recordar que, para acceder al ejercicio de la psicología en el ámbito de la salud privada, debe cursarse un máster habilitante en Psicología General Sanitaria (mientras que, para los sistemas públicos de salud, ha de hacerse vía PIR). Otro campo relevante es el de la fisioterapia respiratoria para pacientes que hayan padecido el coronavirus, una labor de rehabilitación que, sin embargo y por lo general, “no está apoyada por las comunidades autónomas o por el sistema nacional de salud”, afirma Gazapo.

De cara al futuro, la rectora de la Universidad Europea anima a los futuros egresados a que escojan la medicina de familia, «que es donde está la clave de los cuidados a la población, de la prevención y de todo lo que viene ahora, en la fase aguda de la Covid-19», e incide en dos campos: el de la Biotecnología, «en lo relacionado con las vacunas y el estar preparados para futuras pandemias o microorganismos que puedan surgir», y la especialización y los másteres en humanización de la medicina, de la enfermería y de los cuidados.

Especialistas veterinarios

Aunque pueda sorprender, los profesionales veterinarios juegan un papel relevante en la gestión de la Covid-19, ya que están acostumbrados a trabajar con grandes epidemias y grandes poblaciones: “Aunque en estos años los seres humanos no han vivido muchas epidemias, sí las ha habido en animales. Y las medidas para frenarlas son, en gran parte, las mismas que se ponen en funcionamiento en la medicina humana”, explica Bruno González Zorn, catedrático de veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid. En Europa, algunos de esos veterinarios son Lothar Wieler, director del Instituto Robert Koch de Alemania y quien ha dirigido el control de la epidemia en ese país, y Marion Koopmans, de Holanda, asesora de la Unión Europea para esta crisis.

En España están involucrados en la gestión de la desescalada, e incluso investigan una vacuna para el coronavirus (como el equipo de Joaquim Segalés, investigador del Centro de Investigación en Sanidad Animal IRTA-CReSA, en Cataluña). Por otra parte, y para aliviar la saturación tanto de los hospitales como del Instituto de Salud Carlos III durante esta emergencia, la Universidad Complutense puso en marcha una red de laboratorios de diagnóstico de la Covid-19 que, en su primer mes de funcionamiento, ya ha realizado más de 10.000 pruebas a residentes y trabajadores de 85 residencias de ancianos de la Comunidad de Madrid.

Para González Zorn, lo verdaderamente importante en este campo es el concepto de One Health (Una salud), una aproximación que contempla la colaboración entre la salud humana, la salud animal y la medioambiental para mejorar la salud del ser humano: “Hay que entender el flujo de microorganismos que se da entre el medioambiente, los animales y el hombre para controlar esta y otras epidemias, e incluso predecir la emergencia de las futuras epidemias y pandemias que puedan saltar de los animales al ser humano”. No en vano, el 70 % de las enfermedades emergentes tiene un origen animal, y por ello, serán los campos de virologíaepidemiología y salud pública y microbiología y parasitología los que, en su opinión, cobrarán mayor importancia en un futuro.

Los colectivos más vulnerables

Aunque el hospital de emergencia de IFEMA ya ha cerrado, allí continúa abierto el pabellón 14, donde se mantienen 150 camas para las personas sin hogar de la capital española (a los que hay que sumar otras 150 en el madrileño polideportivo Samaranch), que el Ayuntamiento de Madrid, a través del Samur Social, mantendrá abiertas hasta por lo menos finales de mayo. “Debido a la situación del estado de alarma, y puesto que la gente no podía estar en la calle, se habilitaron espacios adicionales para acogerlos”, cuenta Antonio Sáez, médico de familia y subdirector del Centro de Atención a las Adicciones de San Blas, que ha estado organizando la atención sanitaria y prestando servicios médicos a este sector de la población, en el que los problemas de adicción son muy frecuentes.

Como muchos otros españoles, Charo Díaz, trabajadora social y coordinadora de centros de mayores del Ayuntamiento de Madrid, tuvo que adaptar su labor al teletrabajo. “Es complicado, porque tenemos mucho contacto con los usuarios y eso es muy importante para nosotros. También hacemos muchas visitas a domicilio, pero las hemos tenido que sustituir por contactos telefónicos con los que poder conocer su situación personal”. En el caso de los centros de día, gracias a estos contactos se ha podido detectar “quiénes necesitaban servicios de comida a domicilio y de auxiliar de hogar, e incluso casos de mayores más vulnerables que, sin ser usuarios de estos centros, nos han llegado a través de las redes vecinales o de los centros de salud”. Dentro del campo de la atención a los mayores, las posibilidades de especialización pasan por campos como los de Gerontología y Atención Centrada en la Persona, de la Universidad Internacional de Valencia.

Ingeniería y salud pública

A lo largo de la crisis, y ante la falta de equipos de protección individual, los ingenieros se han volcado en ofrecer y aplicar sus conocimientos técnicos en la impresión 3D, telas virucidas y otras tecnologías, en la desinfección de materiales y en el diseño de respiradores en iniciativas como la de Coronavirus Makers, en muchas ciudades españolas. “Además, equipos de investigadores como los del Instituto Universitario de Matemática Multidisciplinar, de la Universidad Politécnica de Valencia (UPV), han desarrollado modelizaciones epidemiológicas de la Covid-19 para facilitar la toma de decisiones sobre las acciones para parar la curva”, cuenta por Israel Griol, técnico de la Unidad de Emprendimiento de la UPV.

Entre las diferentes acciones puestas en marcha por la UPV, Griol destaca la celebración del hackaton MuchoxHacer, en el que casi un centenar de estudiantes, titulados y emprendedores de la universidad han trabajado en iniciativas y soluciones para los retos de esa “nueva normalidad” que se acerca: proyectos como Mimbox (una solución de desinfección de objetos con rayos ultravioleta) o Greenmask (una máscara que integra sensores para controlar parámetros vitales). Han lanzado, además, 40 cursos gratuitos en la plataforma EdX, webinars en materia de empleo y emprendimiento y se han donado numerosos terminales móviles a los hospitales para facilitar la comunicación de los enfermos con sus familias.

Mirando hacia el futuro, serán los perfiles especializados en Big Data, ciberseguridad, robótica, IoT, Blockchain y mantenimiento y prevención los que seguirán teniendo una gran demanda, según José Millet, vicerrector de Empleo y Emprendimiento de la UPV. Un futuro que también abre oportunidades “a especialistas relacionados con todo lo virtual, la organización o los diagnósticos, derivados de la nueva forma de comportarnos y relacionarnos. Y, por supuesto, todas aquellas disciplinas que aportan a la implementación efectiva de la transformación digital, la cual ha permeado forzosamente en el sector sanitario”.

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/economia/2020/05/07/actualidad/1588834632_329770.html

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Los niños y las niñas corren por la casa para ayudar a las familias que más lo necesitan

Por: Nacho Meneses

La iniciativa ‘Metros de Solidaridad’ promueve una divertida actividad hogareña para educar a los menores en valores y mejorar la cuarentena de quienes están en una situación más precaria

 

Para las más de 2.000 familias en situación de pobreza o riesgo de exclusión social a las que Save the Children venía asistiendo en España, las consecuencias de la pandemia y del confinamiento generalizado son sin duda mucho más dramáticas. Familias viviendo hacinadas en una sola habitación, madres solteras con hijos a cargo y sin empleo alguno y niños, muchos niños para los que la falta de recursos (tanto económicos como digitales) ha hecho que a la brecha social y tecnológica que ya sufren pueda sumarse otra educativa, y que la propia precariedad en la que viven genere incluso problemas de convivencia. Con la intención de paliar esta situación, y para que sean los propios niños los que ayuden a estas familias, la oenegé ha puesto en marcha Metros de Solidaridad.

La iniciativa es, en realidad, una manera de apoyar A tu lado, la intervención de emergencia de Save the Children en España para mitigar la vulnerabilidad de todas estas familias, cuya situación no ha hecho sino empeorar con la pérdida de sus trabajos. “Como, además, muchas se dedicaban a la economía informal, no hay ERTE ni desempleo que valga. Y hay familias monoparentales que, aun conservando el trabajo, no tienen con quién dejar a sus hijos”, cuenta Beatriz Tejada, especialista en comunicación de la oenegé. “Muchos niños no tenían acceso a Internet, ordenador o tablet. A lo mejor, en la familia solo tenían los móviles de sus padres, y no es lo más adecuado para que los niños puedan estudiar”.

Pero ¿en qué consiste Metros de Solidaridad y cómo pueden participar las familias? El objetivo es llevar a cabo una actividad deportiva y divertida en familia sin salir de casa, recorriendo metros de solidaridad y proporcionando a los niños una valiosa lección en valores. Cada familia decide cómo: “Puedes usar el pasillo, la terraza, el patio o el jardín; pueden ser relevos, una carrera, yincana, un circuito, zumba… Cualquier actividad aeróbica es válida”, argumenta Nieves García, coordinadora de programas en centros educativos de la oenegé. Los niños descargan e imprimen el material necesario, un dorsal y una plantilla para colocar varios hitos métricos por el recorrido que ellos montarán y decorarán, asignando a cada uno un valor que estén poniendo en práctica con esa actividad: compromiso, responsabilidad, empatía, solidaridad, respeto…

“Una vez realizada la actividad, es importante que lo difundan por redes sociales como Facebook y Twitter (mencionando a @EducaciónSave y el hashtag #Atulado), para que lo vean otras familias y cree una movilización”. Luego, solo queda hacer la donación que hayan acordado hacer en familia, a través de la página web de Save the Children. De esta manera, señala García, se consigue sensibilizar a los niños sobre la situación que otros niños y sus familias están viviendo estas semanas, dando ejemplo de solidaridad, compromiso y responsabilidad.

El dinero recaudado servirá para comprar cestas básicas de alimentos, ofrecer acompañamiento psicológico e incluso adquirir tablets y tarjetas de conexión a Internet para los niños que las necesiten, de manera que no se queden descolgados en sus clases. Y si no se dispone de impresora en casa, la oenegé pone a disposición de las familias un documento con ideas para realizar un circuito alternativo con la familia y que no por ello dejen de participar. Por otro lado, Acción Contra el Hambre también ha puesto en marcha una iniciativa para ofrecer ayuda a las familias más vulnerables por la crisis de la COVID-19, a través de tarjetas solidarias con las que comprar alimentos o artículos de higiene.

Metros de Solidaridad no es sino la adaptación a la cuarentena de un programa veterano de Save the Children, Kilómetros de Solidaridad, una carrera que lleva celebrándose 16 años en los centros educativos españoles en las que los niños, a través de microdonaciones conseguidas gracias a los patrocinios de los adultos que les rodean, apoyan un proyecto de solidaridad internacional. “El año pasado, 700.000 menores en edad escolar participaron en una carrera de Save the Children. Y este año, todo lo recaudado hasta el cierre de las escuelas irá a parar a los refugiados Rohingya, de Bangladesh”, explica García.

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/elpais/2020/04/20/mamas_papas/1587344308_523218.html

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¿Estudias o trabajas? Consejos para ser más productivo durante la cuarentena

Por: Nacho Meneses

El cambio en la rutina diaria puede causar problemas de concentración y disminuir el rendimiento laboral o académico, o hacer que se acabe trabajando de más

Antes del 15 de marzo de 2020, solo el 4,3 % de los españoles trabajaba a distancia, casi un punto por debajo de la media europea (5,2 %). Al día siguiente, eran millones. La cuarentena impuesta dentro del paquete de medidas para luchar frente a la pandemia del coronavirus hizo que ciudadanos y empresas de países repartidos por todo el mundo tuvieran que transformar radicalmente sus rutinas laborales o académicas. Superado ya el primer mes, y con el horizonte de otro periodo igualmente prolongado por delante, cabe preguntarse si la adaptación ha sido todo lo efectiva que debía ser. ¿Rendimos menos, igual o, por el contrario, más que cuando asistíamos físicamente a clase o a la oficina?

El desafío era (y es) complejo, porque no se trata únicamente de estudiar o trabajar desde una ubicación diferente. Un domicilio no tiene por qué estar preparado para el trabajo o el estudio intensivo, existen numerosas distracciones y, en muchos casos, obliga además a conciliar a unos niveles antes desconocidos, debido al cierre indefinido de los centros educativos. Un cambio que además puede acabar por afectar no solo a la concentración y rendimiento, sino a otros aspectos fundamentales como la vida personal o la propia salud de las personas.

Pasar de tener una jornada completamente definida (levantarse, coger el transporte público para ir a estudiar o trabajar según unos horarios, o al gimnasio en días concretos), a tener otra más flexible o incluso sin horas o fechas marcadas puede tener consecuencias. “Al encontrarnos en un espacio no laboral, podemos fácilmente relajarnos, y que nuestros procesos cognitivos no estén tan activos como cabe de esperar cuando recibimos los estímulos de ambientes relacionados con tareas de concentración y rendimiento. ¿Estudias igual en casa que en la biblioteca? ¿Trabajas igual solo que viendo a todos tus compañeros trabajar?”, se pregunta Nuria Cros, experta en terapias de tercera generación del gabinete de Psicología Ypsihablamos. “Al trabajar desde casa, aumentan los potenciales distractores. La tele, el ordenador, una visita a la nevera… Cualquier cosa nos vale, ¿verdad? Y el más peligroso es el teléfono móvil”.

Uno de los factores que más puede influir en nuestro rendimiento es, sin duda alguna, la gestión emocional que hagamos de la crisis. Aunque, para Cros, el mayor impacto psicológico y cognitivo del confinamiento no suele aparecer ahora, sino al inicio, “cuando recibimos un estresor y un cambio radical en nuestras vidas y necesitamos tiempo para adaptarnos”. A medida que van pasando las semanas, uno va aprendiendo estrategias, por muy duras que sean las circunstancias (por ejemplo, por la pérdida de familiares y amigos).

El problema aparece cuando nuestros recursos no son ni adecuados ni suficientes (negación, pesimismo excesivo, abuso de sustancias, mala higiene del sueño, trastornos de la alimentación, mala gestión de los problemas conyugales…). “Este déficit en las herramientas de gestión (o en la percepción subjetiva de tenerlas) puede derivar en trastornos del espectro de la ansiedad, depresión, estrés prolongado que nos lleve al agotamiento, problemas de sueño, apatía y todo un largo etcétera de problemas psicológicos”, añade.

Rutinas para mejorar el rendimiento

Si se quiere ser eficiente y productivo, el primer aspecto a tener en cuenta es el de la organización. Aunque vayamos a quedarnos en casa, conviene que nos duchemos y nos vistamos como si fuéramos a ir a la oficina o la universidad (y cambiarnos de ropa al acabar). Una rutina sencilla que, además, puede ayudarnos a separar la jornada laboral del tiempo de ocio, y evitar que acabemos trabajando más de la cuenta. Lo siguiente es “crear una agenda para el día con los objetivos y las tareas a realizar, para maximizar tu tiempo y tener una idea de cuánto tiempo invertirás en cada cosa”, explica Shelley Osborne, vicepresidenta de Aprendizaje en Udemy. Colócalas por orden de prioridad, y no te olvides de desconectar el móvil o ponerlo en modo avión, a fin de no distraerte con las redes sociales.

Elegir bien el lugar donde estudiar o trabajar resulta fundamental. Debe estar apartado del resto de personas en el hogar, para concentrarnos sin apenas distracciones, y también de las zonas “en las que habitualmente se hace la vida en el hogar, como el salón o el dormitorio, y en especial la cama, ya que luego te costará más dormir y podría repercutir en tu salud”, argumenta Osborne. Cerciórate antes de empezar de que tienes a tu alcance todo lo que vas a necesitar, y no infravalores la importancia de una postura correcta.

Si trabajas y tienes varias reuniones, intenta agruparlas para que no sean fuente de interrupciones y puedas disfrutar de cierta continuidad en tus tareas. Y, por último, “trata de ampliar los canales de comunicación por los que puedes estar disponible, tanto con las personas a las que debes reportar, como con aquellos con los que trabajas mano a mano. La comunicación debe ser fluida en todas las direcciones, y mejor con las cámaras de los portátiles o los móviles activadas”, apunta.

Gestiona bien los descansos

Suena contradictorio, pero no lo es: para rendir más en el trabajo o en los estudios, hay que descansar con frecuencia. Pasarse ocho horas seguidas en ello puede ser contraproducente. “Es mejor ir parando cada dos horas y tomarse un pequeño descanso para meditar o hacer alguna actividad agradable como leer, escuchar música, tomarte un café o incluso ir a por el pan…”, recuerda Raquel Moyá, psicóloga y compañera de Cros. “Y no te olvides de cuidar los motores de tu cuerpo: dormir bien, comer sano y hacer ejercicio. Seguro que puedes sacar 10 minutos al día para moverte, aunque sea dentro de casa. No hay excusa”.

Cuando acabe el día, piensa en lo que has hecho y de qué puedes sentirte orgulloso u orgullosa; esto aumentará tu motivación para el día siguiente. Y si te apetece algún capricho, es el momento para dártelo. “Reserva eso que te gusta tanto para el final: un bombón, una ducha caliente, abrir esa botella de vino, ponerte música tranquila y relajada, leer la novela que te tiene enganchada, o ver ese capítulo de la serie que te gusta. ¡Los premios, al final!”, aconseja Moyá.

Eso sí, pasarnos de horas de descanso tampoco es bueno. Si trabajar mucho puede generar ansiedad, descansar demasiado puede llevarnos a la procrastinación. Y no confundamos descanso con no hacer nada: quedarse tumbado e inactivo durante muchos días, facilita entrar en un círculo vicioso de apatía y anergia, embajadores y precursores de la depresión. Descansar también puede ser hacer una actividad.

La higiene de sueño, fundamental

La falta de horarios fijos para ir a dormir y levantarse afecta gravemente a la higiene del sueño y, por consiguiente, a la calidad del estudio o del trabajo. “A menudo los pacientes nos comentan que duermen un día 13 horas, otro día cinco, y otros se pasan con la siesta. Todo esto repercute de manera negativa en el cuerpo, tanto a nivel físico como mental”, sostiene Cros. Dormir bien significa cargar las pilas de todos los procesos cognitivos. Nos ayuda a rendir mejor tanto física como mentalmente, y mejora nuestro estado de ánimo.

Pero ¿qué podemos hacer para procurar una buena calidad de sueño? Desde el estudio de Psicología Ypsihablamos, Cros y Moyá sugieren una rutina completa y sencilla de poner en práctica:

  1. Levántate y acuéstate siempre a la misma hora (incluido el fin de semana). Intenta que no haya diferencias de más de una hora. Regula el ciclo de sueño-vigilia repitiendo un patrón horario.
  2. Utiliza la cama solo para dormir. En el dormitorio, evita comer, estudiar, trabajar, ver series o mirar el móvil. La cama está para dormir, y nuestro cerebro necesita que esa asociación sea más fuerte que nunca cuando estamos inquietos por algo, como este confinamiento.
  3. Mantén un ambiente adecuado: luz tenue, con un colchón y una almohada cómodos, aislando la habitación o a nosotros mismos del sonido. Haz de tu dormitorio un templo del sueño lleno de señales que induzcan este proceso.
  4. Evita la siesta (y, en casos excepcionales, que no dure más de 20 o 30 minutos). El que sea demasiado larga hará que nos cueste más conciliar el sueño por la noche. Parece de cajón, pero si estás descansado, ¿cómo vas a dormir después?
  5. Haz actividad física durante el día. Mantenerse activo hará que lleguemos a la cama más cansados y que nos cueste menos conciliar el sueño.
  6. Evita comidas copiosas y/o los estimulantes. Si tomamos algún estimulante, procura que sea siempre antes de las cinco o seis de la tarde (la duración del efecto de la cafeína es de unas seis horas).
  7. Nada de luces brillantes dos horas antes de irnos a dormir: la melatonina, que es la hormona que regula el sueño, funciona con las señales de luz. Si estás mirando la pantalla del móvil cuando tu cerebro quiere apagarse, estás reactivando el proceso de vigilia.
  8. Sigue rutinas relajantes antes de acostarte: lavarse los dientes, ducharse, ponerse el pijama, darse un masaje con crema hidratante, beber una infusión caliente o poner música suave. También puede aplicarse durante los despertares nocturnos.

RELAJARSE PARA SER EFICIENTES

Una vez terminada la jornada (laboral o de estudio), desconecta e intenta desarrollar el resto de tu día al margen de esas obligaciones; separar tu vida personal y de ocio de la profesional es de vital importancia para tener tu propio espacio. La Guía para el trabajo a distancia de Fremap incide, entre otras cosas (como la importancia de una alimentación cuidada y saludable), en la importancia de una correcta relajación para el bienestar emocional (y la productividad), y propone unos sencillos ejercicios de relajación y de respiración que pueden mejorar la concentración y disminuir el nivel de tensión; unas prácticas que podemos también hacer durante alguno de los descansos de la jornada. A su vez, recuerda que «si al finalizar el trabajo, continúas usando pantallas de visualización, acumulas fatiga visual y mental. Por ello dedica un periodo para cambiar a otras actividades que no te supongan eso».

Fuente: https://elpais.com/economia/2020/04/15/actualidad/1586938863_280833.html

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Los jóvenes se movilizan para mitigar los efectos de la cuarentena

Por: Nacho Meneses

Las iniciativas universitarias de apoyo escolar, humano, técnico y psicológico son solo algunas de las muestras del compromiso social impulsado por la crisis sanitaria del coronavirus

Cuando, el pasado 13 de marzo, se declaró por primera vez el estado de alarma en España, las alertas resonaron en multitud de jóvenes universitarios españoles. Conscientes ya de la magnitud de la lucha que el país tenía por delante, decidieron no esperar y se organizaron con celeridad para dar luz verde a numerosas iniciativas de apoyo a los colectivos más necesitados: familias con necesidad de conciliar y teletrabajar, estudiantes y profesores que debían adaptarse en días a un entorno puramente digital, mayores que no podían salir de casa porque su salud es la que más riesgo corre. Ciudadanos jóvenes (y no tan jóvenes) ayudando a ciudadanos, la cara más dulce e inspiradora de la crisis sin precedentes que vive nuestra sociedad.

“Las revoluciones siempre las han emprendido los jóvenes, y ahora hay una base mayor dispuesta a luchar por lo que creen, por un ideal de justicia. Tienen prisa por intervenir en la sociedad, porque para ellos estudiar es demasiado poco”, afirma Félix Lozano, cofundador y CEO del campus de innovación y emprendimiento Teamlabs, en Madrid. A nivel individual, en grupos, por iniciativa propia o sumándose a alguna de las ya existentes, las muestras de solidaridad surgieron casi a la vez que la cuarentena, y a día de hoy contribuyen a paliar los efectos de este aislamiento forzoso.

Programas de apoyo escolar y universitario

A Josué Labios (21 años, estudiante de Economía y Estudios Internacionales de la Universidad Carlos III, en Madrid), el estado de alarma le pilló en California, acompañando a su novia, Aitana Padilla, que estudia Neurociencia en UCLA. Inmediatamente tuvieron claro que no podían quedarse de brazos cruzados: “Nos habían cancelado las clases y, aunque siguiéramos online, íbamos a tener mucho más tiempo, así que pensamos que había que hacer algo para ayudar a los niños que se quedaban en sus casas”, cuenta por vía telefónica. “Queríamos evitar que se quedaran atrás. Además, hay padres que, por determinadas circunstancias, no pueden ayudar a sus hijos como estos necesitan, y alumnos que ya tenían problemas para seguir el ritmo de la clase y que ahora, con el confinamiento, podrían ver cómo su problema se agravaba”.

En tan solo dos días, esa idea de dos cristalizó en el proyecto de Universitarios Contra la Pandemia, gracias al trabajo de seis amigos entre los que se encontraba un estudiante de la Universidad Politécnica de Valencia, que creó la página web del proyecto, y otro de Derecho, que les ayudó con los asuntos legales, de Protección de Datos. Rápidamente alcanzaron el centenar de voluntarios y se difundieron por redes sociales, recibiendo el apoyo de universidades, colegios y ANPAS; hoy son alrededor de 400 voluntarios y 500 familias repartidas por toda España, “aunque el número de alumnos, desde los seis a los 16 años, es bastante mayor, porque un mismo voluntario asignado a una familia puede ayudar a varios alumnos”, puntualiza Labios. Los universitarios que quieran unirse al proyecto, o las familias que necesiten de sus servicios, pueden hacerlo a través de su página web.

No es, desde luego, el único proyecto de estas características. En la primera semana de cuarentena, los alumnos de la Facultad de Educación de la Universidad Complutense de Madrid (que cuenta con casi 7.000 estudiantes) abrieron una lista interna de voluntarios para tutorizar a niños y niñas que necesitaran clases de apoyo, desde Infantil hasta Bachillerato, pero también actividades de ocio y otras dirigidas a los menores con dificultades de aprendizaje. “Somos casi 400 alumnos, y aún necesitamos más gente, para dar servicio a todas las familias que han pedido ayuda”, cuenta Enrique Alonso, uno de los coordinadores y estudiante de 4º de Educación Infantil. La Universidad Europea puso en marcha un programa similar para ayudar a familias con niños en Primaria y Secundaria con las tareas del colegio, e incluso la Orquesta y Coro de la Universidad Autónoma de Madrid ofrece su ayuda a los escolares con sus deberes.

El grupo de Vengadores UCM surgió de la Facultad de Informática de la Universidad Complutense para asistir a aquellos estudiantes universitarios sin los conocimientos técnicos necesarios para atender clases por Internet, y ha juntado a 98 voluntarios de 10 facultades diferentes. “Mediante un foro, damos respuesta a sus cuestiones, y si aún tienen dudas siempre podemos hacer una videoconferencia para ayudar a esa persona de forma más personal”, explica Markel Álvarez, estudiante de 2º de Informática.

Apoyo psicológico

Adaptarse a circunstancias tan excepcionales ha sido (y continúa siendo) un desafío monumental que puede hacer que, en ocasiones, nos veamos sobrepasados: padres con dificultades para teletrabajar y apoyar escolarmente a sus hijos, o para establecer una rutina efectiva en casa; estudiantes que necesitan ayuda para organizarse o concentrarse; profesores que requieren de asistencia para organizar los contenidos no presenciales para los alumnos, programar o encontrar actividades alternativas. Para paliar esos efectos, han surgido ideas como las de b-resol y FITA Fundación, con el objetivo de reducir el impacto del aislamiento en la salud mental de los adolescentes, y Educamos Contigo, gracias a un grupo de estudiantes voluntarios, psicólogos educativos y otros profesionales de la educación de la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Madrid. Para acceder a su asesoramiento, tan solo es necesario acudir a su web y reservar una cita con uno de sus expertos, ya sea por videollamada, correo electrónico o por teléfono.

Los mayores, población prioritaria

Muchas de las medidas tomadas estas semanas van encaminadas a proteger a la población que más se ha visto afectada por los efectos de la pandemia: nuestros mayores, especialmente aquellos que están solos y carecen de familia cercana que pueda asistirles. Una ayuda que se concreta en tareas tan cotidianas como hacer la compra o acudir a la farmacia a por medicamentos. En Bilbao, un grupo de jóvenes magrebíes se organizan cada día para comprar en el mercado y entregar pedidos a domicilio a mayores en un barrio de la ciudad; en Zamora, una veintena de voluntarios se ofrece para hacer la compra a grupos de riesgo, familias con hijos a cargo o personas de movilidad reducida; y casos similares se reparten por Segovia, Canarias, Madrid…

Más allá de evitar que los mayores tengan que salir de sus casas, otras iniciativas se proponen contribuir a que puedan mantener su bienestar físico o emocional. En Erandio (Bizkaia), las personas de una residencia de mayores reciben ánimos a través de cartas o imágenes enviadas por estudiantes universitarios, gracias a una iniciativa coordinada por Izaskun Álvarez, profesora de Bellas Artes de la Universidad del País Vasco; mientras, los voluntarios de Adopta un Abuelo ofrecen, en colaboración con el Ayuntamiento de Madrid, apoyo telefónico a los mayores de cualquier lugar de España, y los alumnos de Fisioterapia de la Universidad Europea realizan vídeos con recomendaciones prácticas para que los mayores conserven su movilidad.

Múltiples iniciativas en las redes

Impulsada por el confinamiento, la sociedad se ha volcado más que nunca en los recursos tecnológicos que tiene a su alcance, no solo para mantenerse cerca de sus seres queridos, sino para involucrarse en muchas acciones de impacto social. Iniciativas que en poco tiempo han crecido exponencialmente, como el caso de Coronavirusmakers, una red de voluntarios expertos en tecnología abierta y gratuita que ya ha reunido a más de 20.000 personas de todo el mundo: investigadores, diseñadores, ingenieros o makers que aportan su tiempo, su esfuerzo y hasta su dinero de forma altruista, al servicio de la sociedad. “El 12 de marzo abrimos el primer grupo en Telegram y solo dos días después nos tuvimos que dividir en grupos, porque ya éramos más de 5.000 personas”, cuenta Rosa Pascual, arquitecta y portavoz del colectivo.

“Tenemos más de 50 proyectos de I+D, entre los que están protectores faciales como las mascarillas (en proceso de homologación) y las viseras (ya homologadas por muchas comunidades autónomas), y un respirador apto para su uso en UCIs que está a la espera de validación por la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios”, sostiene Pascual. A día de hoy, este movimiento (que partió de los médicos del Hospital Gregorio Marañón, en Madrid, y rápidamente se extendió por las redes) ha entregado ya más de 400.000 viseras, 100.000 mascarillas y 20.000 batas para médicos y enfermeras. Un trabajo monumental que tiene una característica destacada: todo se idea, desarrolla y produce de forma pública, gratuita y abierta, para que lo puedan usar en cualquier país que lo necesite.

Los ejemplos, como en los demás ámbitos, son numerosos, ya tengan un alcance local o más general. Desde Castilla y León, un grupo de profesores de Educación Física se empeña cada día en mantenernos en forma durante la cuarentena; y en la comarca de La Sagra (Toledo), el Proyecto Kieu, coordinado por María Díez, impulsa diferentes actividades en Internet (ocio y tiempo libre, consumo responsable, conversaciones en inglés o italiano…) para seguir fomentando el desarrollo de la comarca a través de los siete espacios jóvenes que posee.

Comunidades virtuales y redes sociales son también el escenario de numerosas iniciativas globales y abiertas a la cooperación, como Juntos desde Casa, #frenalacurva o #covid19Challenge. La primera es una plataforma formada por especialistas en tecnología que, de forma altruista, ponen a disposición de las familias diversas actividades para que todos, independientemente de la edad (a partir, eso sí, de los cinco o seis años) puedan divertirse aprendiendo en talleres de inteligencia artificial, robótica, programación HTML, Minecraft y Python o creación de videojuegos, entre muchos otros. Frena la Curva, a su vez, es una plataforma ciudadana abierta a todo aquel dispuesto a participar, en la que “voluntarios de muchas tipologías diferentes, organizaciones sociales, instituciones y laboratorios de innovación públicos se ponen en marcha para hacer proyectos que puedan hacer frente a la pandemia y a sus múltiples efectos sobre la salud, la educación o la vida vecinal”, explica Lozano, de Teamlabs, donde muchos de sus alumnos se han incorporado a estas y otras iniciativas.

Fuente: https://elpais.com/economia/2020/04/08/actualidad/1586353994_478579.html

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La universidad, ante el reto ‘online’ del coronavirus

Por: Nacho Meneses

La crisis sanitaria que ha obligado a suspender las clases presenciales en todo el país pone a la educación superior ante un desafío mayúsculo: continuar su formación digitalmente

Cuando el lunes 16, a las dos de la tarde, Laura Sanz, profesora de Derecho de la Seguridad Social, se sentó frente a sus alumnos, no lo hizo en su aula habitual de la Universidad Camilo José Cela (UCJC), en Madrid, sino frente a un ordenador y a través de un campus virtual. Para ellos, como para el resto de los 9,5 millones de alumnos cuyas clases quedaron abruptamente interrumpidas la semana pasada debido al ya infame COVID-19, su educación depende ahora de un entorno digital al que muchos han tenido que acostumbrarse en cuestión de días. Pero ¿de qué herramientas y recursos disponen profesores, estudiantes y familias? Y, sobre todo, ¿cómo está siendo esa transición?

La respuesta, como siempre, depende de dónde se mire. “Nosotros empezamos a trabajar para organizarnos ya desde la semana anterior, para poder trasladar todas las actividades formativas que se hacen en la presencial”, explica Ricardo Rejas, vicerrector de Calidad y Evaluación de la UCJC. La universidad madrileña tiene una amplia experiencia en la educación en línea, lo que sin duda facilitó la rápida adaptación de unos y otros; como el lunes en la clase de Sanz: “Casi sin darnos cuenta, empezamos a debatir la repercusión de las medidas adoptadas por el Gobierno en materia sociolaboral… Estos alumnos, de 4º de carrera, se convirtieron en verdaderos asesores y abogados laboralistas, donde los diferentes puntos de vista destacaron por el talante jurídico de sus aportaciones y deliberaciones”.

Sin embargo, y en términos generales, nada de esto es tan simple como sentarse y hacer una videollamada, y el grado de preparación para una situación extraordinaria como la que vivimos depende de muchos factores diferentes. “La Universidad Complutense es presencial, y hay carreras que tienen un alto grado de experimentalidad, incluso en carreras en las que en principio no pensarías, como Bellas Artes. ¿Cómo das una asignatura de restauración de lienzos? En un grado de Química, ¿cómo realizas un laboratorio?”, se pregunta Jorge J. Gómez, vicerrector de Tecnología y Sostenibilidad. “Ciertos alumnos, como los de la Facultad de Geológicas o Biológicas, tienen que hacer salidas al campo como parte de su formación, y también esto se ha parado… Las actividades presenciales en una universidad como la nuestra son de lo más variopintas, así que el principal reto es averiguar cómo trasladar todo esto a lo digital”.

La institución madrileña se ha dado de plazo 15 días para regular todo debidamente y que cada profesor disponga de las herramientas necesarias para seguir impartiendo docencia de calidad. Mientras tanto, las instrucciones desde el rectorado son las de transmitir contenidos complementarios: «Estamos trabajando con las circunstancias actuales», admite Gómez. «Si cambian los tiempos y se alargan los plazos, habrá que adaptarse. Pero lo haremos todas las universidades juntas, de la mano de los organismos competentes en cada comunidad y del ministerio».

Estudiantes sin recursos, con diversidad funcional, residentes en áreas geográficas sin cobertura… No se trata, apunta Gómez, de “simplemente” hallar una fórmula online. Esta tiene que ser, además, inclusiva, y no solo desde este punto de vista, sino también desde el de los colectivos: “Imagínate que tienes niños en casa… El rendimiento académico depende mucho del ambiente de trabajo o de las circunstancias que tengas en el hogar. A lo mejor, solo tienes la posibilidad de centrarte en tus estudios cuando todos los demás se han acostado”, aventura. “Hay que tener en cuenta toda una serie de sensibilidades”. Sin olvidar, añade, que hablamos de una institución con 6.000 profesores, y que no todos tienen el mismo nivel de competencias digitales.

¿Qué se necesita la educación en línea?

Más allá del conocimiento específico de las herramientas habituales en la educación digital, hay dos puntos fundamentales: contar con la infraestructura adecuada, tanto en apps y plataformas (BlackboardMicrosoft Teams, etcétera) como a nivel técnico (al disponer de unos servidores potentes para aguantar la carga de trabajo telemática que, por ejemplo, viene ahora, y disponer del ancho de banda necesario para conectarse). “Pero, para alcanzar los objetivos formativos, hace falta también tener un profesorado lo suficientemente formado en el plano metodológico de impartición online, incluyendo el uso de los recursos técnicos”, señala Rejas.

Un objetivo que se consigue gracias a la colaboración entre profesores y entidades públicas y privadas, que estos días comparten a todos los niveles numerosas guías y webinars orientados a enseñar tanto a alumnos como profesores. Es en este marco, por ejemplo, que Edul@b, el grupo de investigación en Educación y TIC de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), ha compartido un decálogo de buenas prácticas para aquellos centros y profesores menos familiarizados con el entorno digital, incluyendo aspectos como la selección del sistema y de las herramientas; organización del alumnado; rediseño del curso; generación de presencia social; explicar modelos de evaluación…

“No son solo recursos; también hay que saber qué hacer con ellos. Puedes enviar una grabación a tus alumnos, siempre que les mandes también un correo con instrucciones y estés en contacto e interactuando con ellos. Esto es fundamental en la educación online, y no podemos renunciar a ello, porque como alumnos no se pueden sentir aislados, has de poder trabajar con ellos”, asegura Albert Sangrà, profesor de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC. Si se hace de forma correcta, la lejanía física entre docente y alumnos no ha de ser obstáculo alguno, como no lo es para Carlos Carrillo, estudiante del grado en Transporte y Logística de la UCJC: “Podíamos hablar perfectamente, y escuchar al profesor de una manera nítida y sencilla. Incluso diría que esta vez ha sido la vez que más cercanía he notado con él y con mis compañeros. Estar todos en nuestras casas, en la misma situación y con nuestras familias hacía que fuera diferente”, asegura.

«El 100 % de las universidades y escuelas de negocios de España tienen un contrato campus con Microsoft, que incluye tanto Office como Teams, para fortalecer la comunicación de sus campus virtuales», esgrime Belén Gancedo, directora de Educación en Microsoft España. Y aunque se va dando salida a todos, una situación extrema como la que se está viviendo con motivo de la crisis sanitaria del coronavirus hace que a veces puedan existir contratiempos de tipo técnico: “Estamos trabajando para que el servicio sea estable y de calidad, pero hay que tener paciencia, ya que, si hay un pico de demandas, puede ralentizarse. Ahora, esta es muy superior a la de hace cuatro semanas”, afirma.

Las herramientas

Para poder desarrollar una enseñanza digitalmente, lo primero que se necesita es una plataforma o campus virtual como Blackboard o Moodle, algo que normalmente poseen ya las instituciones educativas. Lo siguiente, por supuesto, es que el profesorado sepa cómo funciona y esté en condiciones de usarlo. “Y, si no lo tienen, cualquier profesor puede descargarse gratuitamente Moodle a su ordenador, y ofrecérselo a sus estudiantes. Es bastante intuitivo y la curva de aprendizaje es muy corta; puede aprenderse en solo una semana”, sostiene Sangrà. En el caso de dudas, el profesor puede también recurrir a las comunidades online, en la que otros docentes ya acostumbrados a usarlo podrán responder a cualquier pregunta.

Estos recursos sirven no solo para mantener clases por videoconferencia (a través de herramientas como Teams, Zoom o Collaborate); sino también para organizar las clases y compartir muchos otros materiales como vídeos, transparencias, actividades o presentaciones; interactuar en directo a través de chats o en foros de debate; formar grupos de trabajo y recibir información acerca de cómo será el proceso evaluativo.»Las clases se pueden guardar y compartir a través de Streams, por ejemplo. Pero el profesor también puede grabarse explicando un Power Point, para que los alumnos lo consulten a posteriori», añade Gancedo.

Bien conducida, la experiencia no tiene por qué desmerecer a la formación presencial: “La plataforma en línea, la interactuación a través de un micrófono y una cámara y la responsabilidad del alumno de hacer el trabajo autónomo de una forma a la que no estamos acostumbrados son una preparación muy valiosa para los que el día de mañana tengamos que desempeñar nuestras funciones laborales desde casa”, argumenta Alejandra Artero, estudiante del grado de Comunicación en la UCJC. “De alguna forma, son unas prácticas para el sistema de teletrabajo que se da cada vez más en muchos sectores profesionales del mundo laboral al que nos enfrentamos”.

Las posibilidades que se abren con la enseñanza digital son numerosas: no solo puedes subir un documento y trabajar con los alumnos un caso práctico en directo, abordando la solución conjuntamente; también permite que todas las sesiones síncronas (en vivo) queden grabadas y a disposición del estudiante, en tanto y cuanto permanezca en los servidores de la universidad. Otra de sus ventajas es la capacidad de estas herramientas para integrarse unas con otras. Si el campus virtual de la Universidad Camilo José Cela es Blackboard, su profesorado usa Teams para comunicarse a nivel de gestión interna; mientras que en la Rey Juan Carlos, de Madrid, la plataforma de Microsoft (con capacidad para videollamadas de hasta 250 personas) se usa complementariamente a Moodle. “Nosotros tenemos un proyecto de integración con Aula Planeta, One Space. Cuando profesores y estudiantes entran en Teams, acceden a todo el contenido digital de Aula Planeta”, añade Gancedo.

Recursos y metodologías

Uno de los mayores desafíos que se presentan en esta crisis es mantener a todos esos estudiantes, hasta ahora ajenos a este tipo de enseñanza, no solo atentos sino enganchados a su propio proceso de aprendizaje virtual, manteniendo a la vez unas rutinas saludables tanto a nivel académico como personal. Con la enseñanza en línea, “sabemos lo que debemos hacer en cada momento, y conseguimos evitar no tener esa sensación de aburrimiento, de que los días pasan muy lentamente y no sabes qué hacer”, explica Hélène Colinet, profesora de Francés y formadora de docentes. Sus clases siguen con frecuencia la metodología de la clase invertida (o flipped classroom), por la que con anterioridad a la clase, el o la docente envía un vídeo o un documento para que los estudiantes trabajen previamente sobre él. Después, en la videoconferencia, profesores y alumnos sacan más provecho al tiempo debatiendo sobre ese contenido, resolviendo dudas o compartiendo explicaciones.

Con esta metodología, lo primero que se deberá tener claro es el objetivo formativo de las actividades; luego diseñar los materiales, saber cuánto tiempo va a invertir el estudiante en su casa y, finalmente, para la videoconferencia, contar con una herramienta de moderación que sea potente. “Hay que tener en cuenta todas estas situaciones, no solo para planificar la clase, sino también para formar a los profesores, marcar los tiempos de clase, moderarla con herramientas colaborativas, hacer material autoformativo…” cuenta Gómez.

Las metodologías activas son, en opinión de Colinet, las más efectivas, porque dan el protagonismo al alumno, que va haciendo cosas para poder procesar los contenidos. “También mandamos tareas por Edmodo o Socrative, que son muy útiles porque puedes hacer quizzes y otras actividades que la plataforma corrige automáticamente; mientras que EdPuzzle ofrece la posibilidad de ver un vídeo, que se para automáticamente en determinados puntos, para que los alumnos contesten preguntas de comprensión por escrito. El profesor sigue la evolución en directo y recibe las respuestas”, ilustra Colinet. Y, si no quieres perder la forma durante la cuarentena (o después), homEF es un grupo de profesores de Secundaria en Castilla y León que han llevado la Educación Física a las redes (puedes seguirles en Instagram, Twitter o YouTube).

Mirando al futuro

En todo este proceso de transición digital, así como en el futuro a medio y largo plazo, los mayores obstáculos serán humanos, opina Gancedo. “Habrá quien, estas semanas, haga un plan de mínimos y quien se empape y aproveche realmente la oportunidad, tanto profesores como alumnos. Va a haber un antes y un después; el uso de la tecnología para aprender y enseñar en remoto se va a incorporar a nuestra vida”. Ahora es, sin duda, el momento ideal para que se anime incluso el docente que nunca se ha atrevido a dar clase de otra manera, que jamás ha experimentado con metodologías como la clase invertida o ha probado alguna de las muchas apps educativas que existen.

“Y luego, veremos lo que se puede seguir haciendo para facilitarnos el trabajo del día a día en clase. Podemos grabar las lecciones y dejarlas en la nube, para que, si un alumno no está en clase, pueda seguirla de la misma manera que sus compañeros”, apunta Colinet. Se trata, en definitiva, de que todos abran su mente y exploren, de que analicen todas las posibilidades que te aporta lo virtual para, luego, cambiar tu enseñanza presencial. “Ganaríamos flexibilidad y mucha más capacidad de reacción ante situaciones inesperadas”, finaliza Sangrà.

Fuente: https://elpais.com/economia/2020/03/18/actualidad/1584509500_279435.html

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