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Honduras: Una juventud que avanza a costa de la ausencia de sus madres

Por: Jénnifer Ávila Reyes/Contracorriente

Familias enteras huyen de Honduras a causa de la pobreza y la violencia, que normalmente van juntas. Y aunque la migración más conocida y documentada es la que tiene como destino Estados Unidos, cada vez más aumenta la población que migra hacia España, sobre todo las mujeres.

Rebeca tiene 54 años y vive en San Pedro Sula en el norte de Honduras. Ella se quedó sosteniendo el hogar que dejó Karla, su hermana menor cuando decidió emigrar a España. Karla dejó a su cuidado a tres hijos adolescentes. Ese 8 de noviembre de 2016 que se despidieron, Rebeca sintió el peso que caía sobre su espalda: lograr la estabilidad de la familia mientras Karla conseguía un trabajo en España, y lidiar con el vacío que dejaba en sus hijos. Pero Karla y Rebeca ya tenían su familia partida por la migración, de siete hermanas: tres están en Estados Unidos, donde también está el esposo de Rebeca. Las relaciones a distancia no eran nuevas para ellas.

Karla y Rebeca vivían juntas, aportaban a la familia conjuntamente para sobrevivir, ambas trabajaban y ganaban un sueldo fijo cada mes. “Al inicio fue muy difícil. Cuando ella llegó a España nos faltaba su ingreso. Yo le pude aportar y su esposo también. Mi familia nos ayudaba a pagar la comida, las facturas. Fue apretado los primeros seis meses. Los muchachos estaban finalizando el año escolar y ya venía el siguiente pago de matrículas. Pese a las dificultades, salimos adelante” cuenta.

Rebeca no tiene hijos, pero ayudó con la crianza de los de Karla. Le preocupaba que no pudieran superar la partida de la madre.

“Tuve que llevar a uno de ellos al psicólogo”, explica. El muchacho se encerraba en su cuarto y empezó a tener bajo rendimiento en la escuela, a pesar que los tres eran muy apasionados con sus estudios. Dos de los hijos de Karla estudiaron música a la vez que la secundaria. “Se veían bien, pero hay un punto en el que no puedo penetrar en sus vidas. Les preguntaba si sentían que su mamá los había abandonado, si se sentían amados. Después la psicóloga me explicó que la ausencia de su madre impacta y eso ocurre a la edad que sea, la madre siempre hace falta”, dice.

Rebeca es abogada y tiene su despacho privado con otra de sus hermanas. El trabajo le ayudaba a tener lo suficiente para vivir y a contribuir con la familia extendida que vive con ella. Pero los costos de tener hijos que ya iban a la universidad se elevaban mucho. Por eso, cuando Karla decidió emigrar, ella la apoyó.

“Karla siempre estaba pensando en emigrar a otro país por la situación de aquí, tanto económica como por la delincuencia: por el riesgo que corría ella, los muchachos, todos nosotros. Maduró la idea, empezó a averiguar y a ver cómo hacía para irse. Cuando vi que iba en serio me asusté”, explica, sobre todo por la lejanía, porque la migración en su familia puede estar normalizada, pero duele igualmente.

De las más de 370.000 mujeres que estaban registradas en el Régimen Especial de Empleo de Hogar en agosto de 2020, el 70% eran extranjeras. En 2017 CCOO Catalunya publicó que el 81,7% de las mujeres hondureñas que estaban dadas de alta en la seguridad social, trabajaban en el Régimen Especial de Trabajadoras del Hogar. Los datos actualizados a 1 de enero de 2020 del Padrón Continuo indican que en España hay unas121,695 personas empadronadas con nacionalidad hondureña. De ellas 86,297 son mujeres. Hay 21,299 mujeres de Honduras con algún tipo de permiso de residencia, lo que nos deja un total de 64.998 mujeres sin papeles.

Karla –dice Rebeca– siempre pensó en llevarse a sus hijos. Honduras es un país del que quería huir. Cuatro años después, los hechos demuestran que estaba en lo acertado.  Honduras pasa una crisis humanitaria sin precedentes. Sumida en una pandemia, dos tormentas devastaron toda la zona norte del país dejando a cientos de miles de personas damnificadas, incontables muertosy la economía aún más golpeada. El Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales (ICEFI) proyecta que Honduras aumentó el porcentaje de población viviendo por debajo del umbral de la pobreza: del 60% ha pasado al 70% tras la pandemia y las dos tormentas.

San Pedro Sula ha sido una de las ciudades más violentas del mundo, en 2018 bajó su puesto en el ranking mundial de ciudades violentas, pero a pesar de esa mejora, personas como Karla y Rebeca siguen teniendo una percepción alta de inseguridad. Rebeca dice que no hay sitio donde la violencia no llegue: “ni en las mejores colonias se salva uno”. Asegura que vivir con miedo de que algo pueda le pasar a sus hijos es algo que no le desea a nadie, mucho menos a su hermana.

Entre 2006 y 2010, Honduras ocupó los primeros lugares de peligrosidad del mundo por su tasa de homicidios. Aunque esta se ha reducido, la violencia es ya endémica en este país. En 2019 Honduras se convirtió en el país más violento de Centroamérica con una tasa de 41.2 homicidios por cada 100.000 habitantes, según el informe Balance de InSight Crime, de los homicidios en 2019. Entre los departamentos con mayor número de homicidios se encuentran Cortés, Francisco Morazán, Yoro, Atlántida y Olancho. La crisis humanitaria que ahora vive el país solo avizora más violencia y conflictividad social en un país que según el Bertelsman Transformation Index (BTI) 2020 ha sido catalogado como una autocracia.

Familias enteras huyen de Honduras a causa de la pobreza y la violencia, que normalmente van juntas. Y aunque la migración más conocida y documentada es la que tiene como destino Estados Unidos, cada vez más aumenta la población que migra hacia España, sobre todo las mujeres.

Rebeca lamenta que Karla se haya perdido los cumpleaños de sus hijos, sus graduaciones, pero rápidamente añade que quizá las graduaciones no habrían sido posibles sin Karla trabajando en España y enviando la remesa que mes tras mes no les faltó desde que, a los seis meses de llegar, encontró trabajo.

“Comida siempre hubo, pero ahora no tengo que preocuparme de que se acabe el dinero y no tenga para comprar. Ella cubre las necesidades mensualmente, nos ayuda a pagar las facturas”. Otro de los ámbitos en los que necesitaban más recursos económicos era en el de la salud. En Honduras los progenitores pueden asegurar a sus hijos e hijas en el Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS), bastante precario, hasta sus 11 años. Después sólo les queda el seguro privado. Por ello, cada vez que uno de los tres hijos de Karla enfermaba, los gastos se disparaban.

“A mí no me gusta preocuparle. Si algún hijo cae enfermo, trato de solucionarlo sin decirle nada. Pero si veo que es fuerte y no puedo cubrir el gasto, se lo cuento y su respuesta inmediata es que le lleve al médico, que ella me manda de inmediato el dinero para hacerlo todo: los exámenes, comprar las medicinas…”, explica Rebeca.

Este año Karla tenía planificado viajar a Honduras durante la Semana Santa para visitar a la familia. El plan era llevarse a uno de los hijos con ella. Pero llegó la pandemia y el viaje se postergó de manera indefinida. Ahora el muchacho, de 20 años, con su ticket de avión comprado, no sabe cuándo se va a reunir con su madre. Mientras, se ha matriculado en la universidad de manera virtual.

La pandemia sacudió al mundo y la vida de esta familia partida. Rebeca se preocupaba por Karla porque le llegaban las noticias de la tragedia y la crisis sanitaria en ese país cuando en Honduras aun no se sabía nada del virus.

“Cuando a ella le pegó el covid ni siquiera supimos si era eso o una gripe. Ella me dijo que fue al doctor, pero que no le mandaba a hacer los exámenes porque los hospitales estaban saturados. Tenía los síntomas, pero no es fácil aceptarlo, nos habría dado terror”, recuerda Rebeca.

En Honduras, la pandemia ha sido gestionada con ineptitud, corrupción y desidia. El presidente Juan Orlando Hernández, cuyo mandato está en entredicho desde su reelección ilegal en 2017,mintió al declarar que había pasado la enfermedad en el mes que Honduras registró la mayor cantidad de contagios, hospitalizaciones y decesos por la COVID19. Los hospitales móviles que el gobierno compró para la atención de la emergencia en marzo fueron una estafa: de los 7 adquiridos solo 4 han llegado al país y, de estos, solo dos funcionan. En Honduras el temor no solo es a enfermar, sino a sufrir las consecuencias de un sistema sanitario colapsado y sin recursos para tener posibilidades de ser atendidos dignamente.

A finales de octubre, la economía estaba comenzando a reabrirse, gracias también a la flexibilización de las restricciones horarias y a la flexibilización del toque de queda decretado en marzo. Rebeca, por ejemplo, dejó de trabajar en marzo, todos dependían de su hermana.

Comenzaban a estabilizarse en casa, cuenta Rebeca, cuando tocaron tierra dos huracanes, Eta y Iota, que devastaron el valle de Sula.

“Fue algo terrible. No hemos salido de la pandemia cuando llega el primer huracán Eta.  Vivimos en una zona que nunca se ha inundado. El día del huracán empezó a azotar y, de repente, yo me siento responsable de los niños, del esposo de Karla, de decidir qué hacer. Sale una alerta de que mi colonia está en alto riesgo y en ese momento se va la energía, empieza a soplar el viento, mi hermana llamándome desde España, llorando, pidiéndome que me fuera a la casa de otra hermana, que tiene dos plantas. Empieza el shock, ella desesperada, estábamos a la deriva”, recuerda Rebeca y explica que en ese momento se imaginaba la impotencia de su hermana, que, desde lejos, habría querido volar para sacarlos de allí.

Rebeca sacó a toda la familia de la casa. Al día siguiente regresaron y la colonia no había sido afectada. La periferia de San Pedro Sula parece ahora un campo de refugiados tras la caída de una bomba. Lo que antes eran ciudades, contiguas a San Pedro Sula, ahora son grandes pantanos donde familias enteras buscan, aún meses después de la tormenta, muchos buscan pertenencias debajo del fango, mientras otras intentan huir en caravana migrando hacia Estados Unidos.

Si Karla quisiera regresar, podría decirse que no tiene un país al que hacerlo. Después de las dos tormentas, el 10 de diciembre una caravana de migrantes salió con rumbo a Estados Unidos desde San Pedro Sula. Familias enteras caminaron hacia la frontera con Guatemala donde la marcha fue disuelta por autoridades migratorias hondureñas. Esta vez, el muro del sur de México se corrió hasta Honduras. Las mujeres lloraban porque no las dejaban salir de su país, como si fuera una cárcel, como si nunca más quisieran volver a ver sus casas hundidas en el lodo.

Rebeca cree que es un precio muy caro el que se paga si se decide emigrar y que por más que al inicio las personas, como Karla, piensan que trabajarán un tiempito, ahorrarán y regresarán a su país, eso no sucede. “No se puede decir que el sacrificio vale la pena porque es mucho lo que hay que pagar por la estabilidad. Pero si ella hubiera estado aquí, habría tenido más dificultad para graduar a sus hijos”, dice Rebeca, que ahora ve más cerca el momento en que los hijos de Karla se reúnan con su madre, lejos de Honduras. Ese día continuará su vida y su plan: migrar a Estados Unidos donde la espera su esposo después de esta prolongada pausa en su vida.

Fuente: https://desinformemonos.org/una-juventud-que-avanza-a-costa-de-la-ausencia-de-sus-madres/

Imágenes: Martín Caliz/Contracorriente

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Expulsadas de sus países, esclavizadas en España

Por: Olivia Carballar

Ninguna de las mujeres que hablan en este reportaje viajó hasta España por placer o por gusto. Ninguna lo hizo para pasar unas vacaciones. Todas las mujeres que hablan en este reportaje llegaron a España por necesidad, obligadas por la situación política, social y económica de su países de origen. De allá –aseguran todas ellas– se sienten expulsadas. Acá –dicen igualmente– se sienten ninguneadas, como si el trabajo que realizan no valiera nada, como si fueran menos que nadie. Ninguna imaginaba, según su relato, que iba a pasar por situaciones vejatorias, en ocasiones, de maltrato, en este “país del primer mundo”, como en algún momento definen España. Todas aceptaron las condiciones laborales que les pusieron encima de la mesa, a pesar de que, más veces que menos, esas condiciones no reconocían –ni reconocen– su dignidad como personas, como seres humanos. Porque ninguna, ninguna de ellas, quería dejar de enviar dinero a su familia. Y porque a veces hay que recordar lo obvio: todas tienen que comer.

Son trabajadoras del hogar, mujeres migrantes de Centroamérica que decidieron dejar su vida y comenzar algo a lo que no se atreven a llamar una nueva vida. Comenzaron, por poner un nombre, otra cosa. Sus vidas, las de verdad, son las que no les dejaron vivir allá, sus carreras frustradas, la educación de sus hijos e hijas, sus casas, los abrazos perdidos de los abuelos y abuelas que ya no están. La mayoría no ha regresado a su tierra desde entonces. Todas conviven con la idea de que tardarán tiempo en hacerlo. La pandemia vino a poner, como en muchas otras desigualdades invisibles, la guinda de una situación que algunas califican como de “esclavitud moderna”.

Lo que cuenta Vanessa al otro lado del teléfono, desde Barcelona, puede encajar en esa definición. De 34 años y enfermera en Honduras, emprendió el viaje embarazada de cuatro meses, acompañada por su marido y la hija que ya tenían de nueve años. Llegaron a España el 22 de noviembre de 2016. Y aquel día empezó a formar parte del listado de fechas importantes que, para bien o para mal, nunca se olvidan. Contaban con el apoyo de su cuñada, ya asentada desde mucho antes, con un trabajo fijo y una red. Pero había un ESTO. Esto era lo que había, esto es lo que hay. Un ESTO por lo que, según los testimonios recopilados y las experiencias que comparten de otras compañeras, tienen que pasar.

Tras dar a luz a su hijo, en la primera casa donde trabajó, como interna, había días que solo dormía una hora. Lo hacía sentada en una silla de plástico, aterrorizada pensando en cuándo sonaría el timbre. “Tenía un timbre en la habitación”, narra Vanessa. Aún dice que lo escucha, años después: “Recuerdo ese timbre, el sonido de ese timbre. Nunca pensé que recibiría maltrato”. Según explica, la señora a la que cuidaba la sometía a humillaciones: “Cada cinco minutos me decía que quería agua, o pipí o galletas. Yo la tenía que mover a todos lados. Inmigrante de eme. Hija de la gran pe. Todo eso me decía. Y una no está acostumbrada a oír esas cosas. Me hice mucho daño en la espalda”.

Cuenta que la hija de aquella mujer le propuso pagarle 100 euros más. Entonces cobraba 1.000 euros: por un trabajo continuo e interno con apenas unas horas libres a la semana. No había otra cosa, no hay otra cosa, esto es lo que había, esto es lo que hay, resuena como un eco. Pero aquella vez, dijo que no. No se trataba de dinero. Se trataba ya de no sufrir, de dignidad: las fajas que tiene que llevar para aguantar el dolor y las lloreras que se pilla ahora al ver las fotos de su hijo cuando aún era un bebé y ella no podía apenas verlo. “Yo le quité el pecho para irme a esa casa, con cinco meses, no lo veía. Y cuando lo hacía, no lo podía cargar del dolor de espalda. Cuando dejé aquel trabajo y volví, mi hijo me rechazaba. Mi hijo no me quería, no me conocía. Y no quería que lo cargara”. Otra vez, en otra casa, le pidieron que limpiara la cocina a fondo y, varias horas después, le dieron cuatro euros. “Salí llorando, cuatro euros”.

Los testimonios de otras compañeras que pertenecen a la Red de Hondureñas Migradas, son parecidos: hay quien ha sufrido abusos, hay quien tiene que comprarse el papel higiénico, hay quien solo puede comer lo que come la persona a la que cuida: patatas hervidas, zanahorias hervidas. Hay quien come sopa de tomate el lunes. Y al día siguiente la come con arroz. Y al día siguiente la come en revuelto. “Es triste. Ni los cerdos comen aquí así. Es lo que hay. Mi amiga lo hace porque está sacando un curso para estudiar un módulo superior. Siempre nos mueve la necesidad y siempre tenemos claras las metas que tenemos”, explica Karla, hondureña de 47 años.

Y hay, también, quien en los meses de confinamiento se ha pasado encerrada, aguantando todas estas situaciones, con dos tetra bricks de leche para cuatro meses, como denuncia Rafaela Pimentel, una de las impulsoras de la Red de Trabajadoras del Hogar y de la asociación Territorio Doméstico. “Ya veníamos de situaciones difíciles, por eso estamos organizadas. Veníamos de años reclamando derechos básicos para mujeres que realizan un trabajo importante y un trabajo esencial. Aunque el nombre se lo han puesto ahora. Esencial. Sin nuestro trabajo, la sociedad no podría moverse. Y con la pandemia ha sido horrible. Las personas que teníamos que estar cuidando, en primera línea, no teníamos ningún apoyo. ¿Qué podríamos esperar? Pues que se complicara más”, dice Rafaela entre cortes de túneles, mientras hace el trayecto en tren desde su casa a su trabajo, en Madrid. Ella es dominicana y lleva 28 años en España. La primera vez que empezó a organizarse fue en su barrio, en Vallecas, allá por el año 95. En 2006 puso en marcha Territorio Doméstico. Estamos en 2020 y las trabajadoras del hogar continúan sin derechos básicos: ni tienen paro ni cotizan en el Régimen General de la Seguridad Social.

“Muchas compañeras tuvieron que quedarse durante los cuatro meses que duró el confinamiento en los trabajos porque, claro, los cuidados no se podían dejar. A muchas se las llevaron fuera de Madrid. Sin ver a sus familias, a sus amigas, sin ver a nadie. Y, como colectivo –prosigue Rafaela–, hemos tenido que aportar un sostenimiento de psicología terapéutica para algunas compañeras. Porque esto va a tener un impacto terrible. Muchas trabajadoras encerradas vivieron situaciones más complicadas por la propia pandemia, con más trabajo, con horarios terribles, compañeras que apenas les daban de comer, sin ni siquiera hacer una llamada, ni poder enviar dinero a su familia. Los locutorios estaban cerrados. Y mucha gente sin papeles envía el dinero por locutorios porque como no tiene cuenta en el banco…”.

Según las cifras que se manejan, con datos de la Encuesta de Población Activa (EPA), del Ministerio de Trabajo y otras entidades, el colectivo de empleadas del hogar está compuesto por unas 600.000 trabajadoras, la mayoría mujeres extranjeras, pero unas 200.000 de ellas no cotizan. Un informe del sindicato UGT indica que los sueldos de las personas que trabajan en el sector doméstico son cerca de un 60% menores al salario medio bruto en España. Y, según un estudio de Oxfam Intermón y del Instituto de Estudios de Género de la Universidad Carlos III, una de cada tres empleadas domésticas vive en hogares que están por debajo del umbral de la pobreza (el 16% en la población general) y duplican los retrasos en el pago del alquiler o la hipoteca respecto a cualquier otro trabajador. El mismo informe calcula que si este sector económico estuviera legalmente remunerado equivaldría al 2,8% del PIB.

“El colectivo de trabajadoras del hogar y cuidados es el único sin derecho a paro, podemos ser despedidas sin causa justificada y estamos excluidas de la ley de prevención de riesgos laborales. Seguimos cuidando en esta situación a miles de personas que lo necesitan en sus domicilios y que no son atendidas desde un sistema público insuficiente e infradotado. Somos 600.000 trabajadoras. Hemos denunciado la discriminación histórica que sufre nuestro colectivo y hoy somos excluidas nuevamente”, decía el escrito, al inicio del primer confinamiento, que la Red Estatal de Trabajadoras del Hogar trasladó al Gobierno. Porque, de la misma manera que han sido ignoradas tradicionalmente, las trabajadoras del hogar también quedaron para el final en la lista de ayudas adoptadas por el Gobierno en plena pandemia. En los primeros meses de pandemia, el sistema especial de Empleadas de Hogar perdió unas 20.000 afiliadas.

Del subsidio extraordinario por desempleo aprobado el 31 de marzo –del que quedaban excluidas las mujeres sin papeles o aquellas que no cotizan, muchas de ellas por la propia situación diabólica de precariedad en el sector–, el Gobierno ha reconocido la prestación al 80% de las solicitantes. Según una respuesta parlamentaria, hasta el 4 de noviembre, el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social había resuelto 36.587 solicitudes. Hasta octubre solo se habían resuelto 23.000 de las 52.000 que habían sido presentadas. “La falta de respuesta gubernamental es tal que se ha resuelto menos de la mitad de una prestación que estructuralmente ya es insuficiente y no cubre ni la totalidad de las compañeras ni se corresponde con la realidad precarizada y vulnerable del sector”, denunció entonces el recién creado sindicato SINTRAHOCU en su primer comunicado, en el que exigía, además, la inclusión de las trabajadoras del hogar en la ampliación de todos los subsidios, entre ellos la Renta Activa de Inserción y obligar la inspección laboral y prevención de riesgos laborales adaptadas a las medidas sanitarias por la COVID-19.

Hay más colectivos que consideran que los sindicatos mayoritarios no las representan y se han autoorganizado ellas mismas, como ha ocurrido también en otros sectores como el de las Kellys o camareras de piso. Desde Barcelona, Sindihogar, Sindicato independiente de Trabajadoras del Hogar y los Cuidados (THC), nació, según explican, ante la ausencia de una organización independiente, con perspectiva de género, clase y raza de orden jurídico sindical. En su página web resumen el listado de reivindicaciones. O, dicho de otra manera, el listado de las discriminaciones que sufren: ratificación del Convenio 189 de la OIT (2011), que obliga a la equiparación de los derechos laborales y de seguridad social de las trabajadoras del hogar y del cuidado al resto de trabajadores/as; inclusión total del empleo del hogar en el régimen General de la Seguridad Social; derecho a la prestación por desempleo: cotización por salarios reales; obligación por parte de las personas empleadoras a realizar contratos por escrito; eliminación del pago en especie; tabla salarial con revisión según el IPC; cumplimiento de las pagas extras; derecho a vacaciones anuales y descansos diarios y semanales; derogación del despido por desistimiento de la persona empleadora; eliminación de las oficinas de colocación y de las ETT, la derogación de la Ley de Extranjería; visibilización de las situaciones precarias de las cuidadoras, las trabajadoras por horas y las internas, sensibilización; y concienciación en torno a la fundamental importancia social del trabajo del hogar y de los cuidados.

La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, dijo que la prestación por desempleo había llegado para quedarse. “Que se dejen de chapuzas, queremos estar en el régimen general, que este trabajo se reconozca, que las personas que lo hacemos seamos valoradas y tengamos derechos como cualquier otro trabajador, y ya está, un salario digno que nos permita tener una vivienda digna. Eso es lo que debe hacer el Gobierno, que se deje de chapuzas”, afirma rotunda Rafaela Pimental, que gana 690 euros. En ese mismo trayecto, su teléfono no deja de sonar a diario. Es el momento de atender a las compañeras, de echar las manos, de seguir organizándose ante lo que consideran un abandono por parte del Estado. El día antes, rememora, una amiga la llamó para contarle la situación de una mujer a la que tratan de ayudar en estos momentos: “Tiene dos hijos, uno de 5 y otro de 14 años, con asilo, no tiene trabajo, que es lo único que pide. Y si no paga la habitación este mes los echan. Necesita ropa, abrigo, un techo y alimentos. Lo básico”. Y añade, para remarcar lo que significa básico: “Vamos, una mierda”.

Los testimonios de otras compañeras que pertenecen a la Red de Hondureñas Migradas, son parecidos: hay quien ha sufrido abusos, hay quien tiene que comprarse el papel higiénico, hay quien solo puede comer lo que come la persona a la que cuida: patatas hervidas, zanahorias hervidas. Hay quien come sopa de tomate el lunes. Y al día siguiente la come con arroz. Y al día siguiente la come en revuelto. “Es triste. Ni los cerdos comen aquí así. Es lo que hay. Mi amiga lo hace porque está sacando un curso para estudiar un módulo superior. Siempre nos mueve la necesidad y siempre tenemos claras las metas que tenemos”, explica Karla, hondureña de 47 años.

Y hay, también, quien en los meses de confinamiento se ha pasado encerrada, aguantando todas estas situaciones, con dos tetra bricks de leche para cuatro meses, como denuncia Rafaela Pimentel, una de las impulsoras de la Red de Trabajadoras del Hogar y de la asociación Territorio Doméstico. “Ya veníamos de situaciones difíciles, por eso estamos organizadas. Veníamos de años reclamando derechos básicos para mujeres que realizan un trabajo importante y un trabajo esencial. Aunque el nombre se lo han puesto ahora. Esencial. Sin nuestro trabajo, la sociedad no podría moverse. Y con la pandemia ha sido horrible. Las personas que teníamos que estar cuidando, en primera línea, no teníamos ningún apoyo. ¿Qué podríamos esperar? Pues que se complicara más”, dice Rafaela entre cortes de túneles, mientras hace el trayecto en tren desde su casa a su trabajo, en Madrid. Ella es dominicana y lleva 28 años en España. La primera vez que empezó a organizarse fue en su barrio, en Vallecas, allá por el año 95. En 2006 puso en marcha Territorio Doméstico. Estamos en 2020 y las trabajadoras del hogar continúan sin derechos básicos: ni tienen paro ni cotizan en el Régimen General de la Seguridad Social.

“Muchas compañeras tuvieron que quedarse durante los cuatro meses que duró el confinamiento en los trabajos porque, claro, los cuidados no se podían dejar. A muchas se las llevaron fuera de Madrid. Sin ver a sus familias, a sus amigas, sin ver a nadie. Y, como colectivo –prosigue Rafaela–, hemos tenido que aportar un sostenimiento de psicología terapéutica para algunas compañeras. Porque esto va a tener un impacto terrible. Muchas trabajadoras encerradas vivieron situaciones más complicadas por la propia pandemia, con más trabajo, con horarios terribles, compañeras que apenas les daban de comer, sin ni siquiera hacer una llamada, ni poder enviar dinero a su familia. Los locutorios estaban cerrados. Y mucha gente sin papeles envía el dinero por locutorios porque como no tiene cuenta en el banco…”.

Según las cifras que se manejan, con datos de la Encuesta de Población Activa (EPA), del Ministerio de Trabajo y otras entidades, el colectivo de empleadas del hogar está compuesto por unas 600.000 trabajadoras, la mayoría mujeres extranjeras, pero unas 200.000 de ellas no cotizan. Un informe del sindicato UGT indica que los sueldos de las personas que trabajan en el sector doméstico son cerca de un 60% menores al salario medio bruto en España. Y, según un estudio de Oxfam Intermón y del Instituto de Estudios de Género de la Universidad Carlos III, una de cada tres empleadas domésticas vive en hogares que están por debajo del umbral de la pobreza (el 16% en la población general) y duplican los retrasos en el pago del alquiler o la hipoteca respecto a cualquier otro trabajador. El mismo informe calcula que si este sector económico estuviera legalmente remunerado equivaldría al 2,8% del PIB.

“El colectivo de trabajadoras del hogar y cuidados es el único sin derecho a paro, podemos ser despedidas sin causa justificada y estamos excluidas de la ley de prevención de riesgos laborales. Seguimos cuidando en esta situación a miles de personas que lo necesitan en sus domicilios y que no son atendidas desde un sistema público insuficiente e infradotado. Somos 600.000 trabajadoras. Hemos denunciado la discriminación histórica que sufre nuestro colectivo y hoy somos excluidas nuevamente”, decía el escrito, al inicio del primer confinamiento, que la Red Estatal de Trabajadoras del Hogar trasladó al Gobierno. Porque, de la misma manera que han sido ignoradas tradicionalmente, las trabajadoras del hogar también quedaron para el final en la lista de ayudas adoptadas por el Gobierno en plena pandemia. En los primeros meses de pandemia, el sistema especial de Empleadas de Hogar perdió unas 20.000 afiliadas.

Del subsidio extraordinario por desempleo aprobado el 31 de marzo –del que quedaban excluidas las mujeres sin papeles o aquellas que no cotizan, muchas de ellas por la propia situación diabólica de precariedad en el sector–, el Gobierno ha reconocido la prestación al 80% de las solicitantes. Según una respuesta parlamentaria, hasta el 4 de noviembre, el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social había resuelto 36.587 solicitudes. Hasta octubre solo se habían resuelto 23.000 de las 52.000 que habían sido presentadas. “La falta de respuesta gubernamental es tal que se ha resuelto menos de la mitad de una prestación que estructuralmente ya es insuficiente y no cubre ni la totalidad de las compañeras ni se corresponde con la realidad precarizada y vulnerable del sector”, denunció entonces el recién creado sindicato SINTRAHOCU en su primer comunicado, en el que exigía, además, la inclusión de las trabajadoras del hogar en la ampliación de todos los subsidios, entre ellos la Renta Activa de Inserción y obligar la inspección laboral y prevención de riesgos laborales adaptadas a las medidas sanitarias por la COVID-19.

Hay más colectivos que consideran que los sindicatos mayoritarios no las representan y se han autoorganizado ellas mismas, como ha ocurrido también en otros sectores como el de las Kellys o camareras de piso. Desde Barcelona, Sindihogar, Sindicato independiente de Trabajadoras del Hogar y los Cuidados (THC), nació, según explican, ante la ausencia de una organización independiente, con perspectiva de género, clase y raza de orden jurídico sindical. En su página web resumen el listado de reivindicaciones. O, dicho de otra manera, el listado de las discriminaciones que sufren: ratificación del Convenio 189 de la OIT (2011), que obliga a la equiparación de los derechos laborales y de seguridad social de las trabajadoras del hogar y del cuidado al resto de trabajadores/as; inclusión total del empleo del hogar en el régimen General de la Seguridad Social; derecho a la prestación por desempleo: cotización por salarios reales; obligación por parte de las personas empleadoras a realizar contratos por escrito; eliminación del pago en especie; tabla salarial con revisión según el IPC; cumplimiento de las pagas extras; derecho a vacaciones anuales y descansos diarios y semanales; derogación del despido por desistimiento de la persona empleadora; eliminación de las oficinas de colocación y de las ETT, la derogación de la Ley de Extranjería; visibilización de las situaciones precarias de las cuidadoras, las trabajadoras por horas y las internas, sensibilización; y concienciación en torno a la fundamental importancia social del trabajo del hogar y de los cuidados.

La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, dijo que la prestación por desempleo había llegado para quedarse. “Que se dejen de chapuzas, queremos estar en el régimen general, que este trabajo se reconozca, que las personas que lo hacemos seamos valoradas y tengamos derechos como cualquier otro trabajador, y ya está, un salario digno que nos permita tener una vivienda digna. Eso es lo que debe hacer el Gobierno, que se deje de chapuzas”, afirma rotunda Rafaela Pimental, que gana 690 euros. En ese mismo trayecto, su teléfono no deja de sonar a diario. Es el momento de atender a las compañeras, de echar las manos, de seguir organizándose ante lo que consideran un abandono por parte del Estado. El día antes, rememora, una amiga la llamó para contarle la situación de una mujer a la que tratan de ayudar en estos momentos: “Tiene dos hijos, uno de 5 y otro de 14 años, con asilo, no tiene trabajo, que es lo único que pide. Y si no paga la habitación este mes los echan. Necesita ropa, abrigo, un techo y alimentos. Lo básico”. Y añade, para remarcar lo que significa básico: “Vamos, una mierda”.

“España hace oídos sordos a la OIT. A nosotras nos dejan desprotegidas si el anciano muere o la situación económica de la familia cambia, como con la pandemia. Yo no tengo a nadie en este país que me acoja si me quedo sin nada. Y eso nos hace más vulnerables. Zapatero lo dejó para enero de 2019, pero el señor Rajoy lo pospuso a 2025. Si nosotros ponemos nuestra mano de obra, si nuestro trabajo cotiza en la Seguridad Social, vamos a levantar este país”, argumenta la hondureña Karla.

Ella cuenta que tenía su propio protocolo en la casa donde trabajaba y donde sigue trabajando, en Cáceres (Extremadura). Y gracias a él, sin saber que estaba contagiada, evitó que la persona mayor a la que cuida se contagiara. “Yo sufrí el COVID cuidándola. Estuve muy mal, con apenas fuerza. Me ponía malita. Fue al principio, en abril. No supe que era COVID. Pero siempre la cuidaba con la mascarilla puesta. Me enteré en julio, porque cuando fui a hacerme una colonoscopia que tenía prevista y me hicieron la PCR por protocolo de anticuerpos positivos. La carga viral era suave. Yo me cuidé tanto por ella, porque su vida depende de mi cuidado. Muy fuerte la señora, y no lo cogió. Gran susto”.

Cuatro años después de llegar a España, Karla trabaja como interna y vive ahora, según sus propias palabras, una situación aceptable. Pero no olvida lo que ha pasado, el hambre, la necesidad, el frío y esa especie de impuesto revolucionario que tienen que pagar por ser migrante, mujer, de otro país, cuando vienen de su país de pagar otros tantos: “Allá tú tienes un negocio, llega un grupo dedicado al crimen organizado, al narcomenudeo, te dicen ‘usted tiene que darme tanto y yo la cuido’. Y eso de cuidar es que nadie te va a asaltar. Y luego hay otro grupo que se llaman maras y vienen a pedirte. Y de repente hay tres grupos delictivos pidiéndote y tu negocio no te da. Si tú decides cerrarlo o emigrar, y ellos se enteran, te matan antes de que tú cierres o te vayas. Y estás amarrada. Y lo triste es que todo ese dinero de las extorsiones va para arriba, es una cadena. El señor que gobierna tiene el control sobre esas maras. La vida no vale nada”.

Karla trabajaba para el Estado. Era funcionaria, asesora técnica financiera: “Brindaba asesoría para quienes abrían un negocio. Yo tenía un salario mes a mes, pero la situación es tan peligrosa… que sales en la mañana y no sabes si vas a volver con vida por la tarde. Vas en el coche, en el comercio, y te apartas a un lado para no pisar un charco de sangre de alguien a quien han asesinado por ajustes de cuentas. Abusan en las oficinas. Uno se recoge a las seis de la tarde por el peligro. Los negocios… Vienes del súper, abres el portón de tu casa y entran los ladrones contigo, te roban la compra, el coche y, si entran dentro, hacen y deshacen, con abusos sexuales también. Es muy fuerte. Mi familia vive en una zona de circuitos cerrados y privada. Yo vivo –lo dice todavía en presente, como si viviera allí– en una zona más modesta pero es muy buena zona. Pero te pueden perseguir y te extorsionan y muchas veces venimos huyendo de esas cosas”.

Es rotunda: “Tenemos un narcogobierno y no me da miedo decirlo. Un hombre de armas tomar. Su hermano era diputado, está preso en EE.UU. por narcotráfico. ¿Por qué los organismos internacionales no van a por él, a por el presidente? Mientras sea dignatario no le pueden poner la mano encima. Reformó la Constitución y se reeligió con fraude. Y sus secuaces van a tratar de continuar en el poder. Allá la gente que protesta es reprimida, gaseada, es desaparecida y es asesinada. El pueblo está atado de pies y manos. Además de la represión, de la pobreza y de la pandemia. Robaron todo el dinero. El encargado de los hospitales móviles le dio 40 millones de dólares a una empresa que desapareció. Y bueno, esa es la situación. Yo trabajaba para ese partido de gobierno y por eso tenía mi plaza. He sido obligada a huir. A este narcogobierno sumamos la pandemia y que acaban de pasar dos huracanes y está devastado nuestro país. Ha retrocedido cien años. Se espera una migración masiva”.

Ella logró traer a su hija, pero aún tiene en Honduras a dos hijos, que los cuida su hermana. “No traje denuncias porque lamentablemente la justicia allá es vergonzosa y te puedes encontrar con las mismas personas que te han hecho secuestro exprés. Cuando ves a un policía, no te sientes segura, sientes temor. Desde el gobierno para abajo hay una redada de corrupción y todos trabajan para los malos”, denuncia Karla. Su hija ha vuelto a solicitar el asilo, esta vez alegando el peligro que corre en su país por ser homosexual.

En estos días, previos a la Navidad, Karla anda entre la tristeza y la alegría de saber que, al menos, puede enviarles remesas. Acaba de venir, además, de una recogida de alimentos y materiales para su país en ayuda por los destrozos de los huracanes: “Qué duro fue ver –lo dice así, ver, ver desde lejos sin poder hacer nada– a mi hermana, con mis dos hijos, irse de mi casa. Se fueron con lo puesto, con lo poco que pudieron echar en una mochila para ponerse a salvo. Y todo lo que nos ha costado tener eso, pues ahí se queda para que te lo roben. Y así vamos, a veces no nos enteramos de lo que les pasa a los nuestros. Allá, en un grupo de WhatsApp, alguien dice ‘cuando le asaltaron y le quitaron el móvil’… ¡Y me entero de que es a mi hija! No te enteras de que los familiares han estado ingresados hasta que salen…”. Aunque lo más duro, según Karla, lo más duro es que viven sin ti, se casan, tienen hijos, se gradúan sin ti. “Dejas la mitad de la vida allá”.

Dania vive en Murcia. Llegó a España hace dos años con su marido. Vinieron, según denuncia, huyendo de la persecución política a la que eran sometidos en su país, en Nicaragua. “Todo empezó cuando nos casamos. Nos conocimos trabajando en el área de turismo. Yo siempre fui progobierno, era militante del partido. Pero mi marido era del partido contrario”, cuenta. Su familia está rota, dividida entre quienes apoyan al gobierno y entre quienes han tenido que huir. “El vínculo familiar debería estar antes que la ideología política. Mi propio hermano me llamaba con amenazas, que saliera de ahí”, relata, con voz suave, al otro lado del teléfono. Ella, a diferencia de Karla, sí traía pruebas, y les ha sido concedido el asilo. “Teníamos una casa a las afueras del pueblo y nos vigilaban. Dejamos de salir porque nos seguían. Nos espiaban, nos controlaban, teníamos miedo. Nos obligaron a salir sí o sí de nuestro país. Al hermano de mi marido lo secuestraron. Un país que amas tanto se ha deteriorado”, dice ahora con la voz encogida en la garganta.

En España, tuvo suerte con la primera casa en la que entró a trabajar. Pero siempre con el miedo, la incertidumbre y el desasosiego metidos en el cuerpo. “La familia era muy buena, muy buena, pero como no tienes papeles no tienes derecho a nada, ni a vacaciones, ni medias pagas, lo que te den es lo que tienes que aceptar”, asegura. “En la segunda casa, como no tenía papeles, la señora no me quería contratar. Pero confió en mí, le gustaron mis formas”. Mientras tanto, estuvo como el preso que vive con la condicional. “Ahora que ya los tengo, todo ha cambiado. Los papeles han venido a cambiar la situación. Con papeles tienes más opciones, tienes más libertad”. Ella sabe lo que es viajar por placer y viajar para huir.

La modificación de la Ley de Extranjería es otra de las reivindicaciones en el colectivo. El Movimiento estatal #RegularizacionYa, que exige la regularización permanente y sin condiciones de todas las personas migrantes y refugiadas ante la emergencia sanitaria y social por la COVID-19, llegó a presentar una proposición no de ley en el Congreso, defendida por varios partidos –Unidas Podemos, Esquerra Republicana (ERC), EH Bildu, Junts per Catalunya, BNG, Compromís y CUP–, que finalmente fue rechazada. El PSOE –partido de gobierno– alegó que tanto la legislación española como la europea lo que permiten es una regularización “puntual, individualizada y tasada”, no como la masiva que reclaman. En estos momentos, el movimiento espera, según explican en su página web, que Unidas Podemos, el otro socio de gobierno, busque, “de forma honesta y a la altura”, una solución digna a la irregularidad sobrevenida, entre otros colectivos, a las trabajadoras del hogar y cuidados.

“Exigimos que la ley se revise porque estamos obligados a trabajar en el trabajo sumergido, valga la redundancia, y estamos expuestas a abusos, maltratos, porque a un inmigrante se le permite regularizar su situación a los tres años mediante un arraigo social. Imagina, una persona tres años en España no va a vivir de ayudas. Esos son mitos, bulos, no tenemos derecho a nada porque no tenemos papeles, serán otro tipo de migrantes y en otras circunstancias. Una se ve obligada a trabajar como sea y donde sea. Muchos, amontonados en pisos, en habitaciones, en condiciones increíbles. Muchas veces la gente es engañada, los hombres van a las obras, los despiden y encima los denuncian y los meten presos. Te sientes intimidada. Entonces, al no tener nosotros ese amparo de la Ley de Extranjería…”, reflexiona Karla. “A mi criterio, si un extranjero puede demostrar que es productivo y que no le va a quitar el trabajo a ningún español o a ninguna española, ¿por qué Extranjería no puede hacer una enmienda y concederle a esa persona el permiso de trabajo? Porque aquí dicen que no hay trabajo y es cierto, el trabajo no está como que vas a salir a la calle y lo vas a encontrar. Pero si buscas, a las dos o tres semanas lo encuentras y te lo digo yo con conocimiento de causa. Solamente está en querer hacer el trabajo que se ofrece y muchos no quieren estar al cuidado de mayores, de niños, no quieren limpiar. Que no es fácil, pero nosotros tenemos una meta clara y no tenemos a nadie que nos pueda acoger. Y, sencillamente, si no trabajamos, no comemos y no tenemos para vivir, y la necesidad nos obliga a aceptar lo que sea. Y en condiciones tremendas”, insiste.

Reyna, nicaragüense de 31 años, tuvo que lanzar un crowdfunding, en colaboración con otras organizaciones en Euskadi, para poder hacer frente a la situación de desamparo en pandemia. Trabajadora social, en septiembre hace tres años que llegó a España. Su madre, que tiene 53, viajó seis meses antes por la imposibilidad de sostener a su familia: trabajaba por un salario que no llegaba ni a la tercera parte de la canasta básica –la cantidad mínima para cubrir las necesidades de un hogar–. “A mí me cerraron todas las puertas laborales porque firmé en contra del Canal Interoceánico”, un proyecto faraónico, con años de historia, que intentó reflotar sin éxito el presidente Daniel Ortega. “Nunca pensé que al llegar aquí me iba a costar un año encontrar un trabajo, precario. No sabía cuál era la realidad”. Su primer trabajo fue en una casa de seis miembros, ocho horas, por un suelo de 700 euros, también inferior, como en el caso de su madre allá, al salario mínimo de acá, de España.

A Reyna la despidieron de su trabajo el 15 de abril, un mes justo después del inicio del estado de alarma por la pandemia. “Me despidieron alegando que no sabían qué iba a pasar, me pagaron lo que quisieron. Los iba a demandar, pero era cansado, no había garantías”. Su madre también se quedó sin trabajo. Y ahí surgió, en el grupo en el que se han organizado, Feministas por Nicaragua Euskal Herria, la idea del crowdfunding. Consiguieron entre los grupos que participaron –Mujeres con Voz, Mujeres Tejiendo Red, Trabajadoras No Domesticadas, en colaboración con Fondo de Mujeres Calala, Pikara Magazine y Sortzen Consultoría– unos 18.000 euros. “Nosotras ayudamos a unas 30 mujeres con pequeños bonos porque las ayudas que había lanzado el Gobierno no eran para nosotras, sobre todo las que estábamos en situación irregular. Porque había que cotizar, un montón de requisitos que nosotras no teníamos. Y la solidaridad entre nosotras. Amigas que estaban mejor que nosotras nos ayudaban con la compra y cosas así”, explica. El 1 de noviembre ha comenzado un nuevo trabajo en una casa, donde cuida a una bebé.

Reyna habla muy rápido, como si quisiera que el tiempo transcurriera a la velocidad de la luz. “Aquí no tengo derecho ni a vivienda digna. No tengo tarjeta sanitaria. En el médico me han tratado fatal. Y con la situación política en Nicaragua me toca quedarme aquí. No veo la manera de que pasen esos benditos tres años por esa dichosa ley de extranjería, que es la peor de las violencias que podemos tener las migrantes. Tampoco puedes estudiar porque, uno, es carísimo, y dos, como estoy en situación irregular, tampoco tengo derecho a nada. Es una superdesigualdad increíble”. Literalmente, Reyna asegura sentirse encerrada. El día de la entrevista le acababan de denegar el asilo a su hermano, que también viajó a España. Tiene 15 días para abandonar el país. “Es una pesadilla, ahora no podemos ni volver por el COVID”. Y desde el COVID, además, no pueden mandar remesas. “30 o 40 dólares, pequeños envíos por si a mi hermano que sigue allí le cortan la luz. Pero mayor envío no. Ni hemos podido concretar metas que traíamos como casas, negocios y tal. Yo he solicitado el arraigo social el 1 de octubre. Con la esperanza de que mi situación migratoria cambie y poder optar a otro empleo, con mejor salario”, aclara.

Son mujeres que quieren prosperar y no pueden. Como le ocurre también a Lourdes, hondureña de 27 años. Ella llegó a España con 19, sin saber absolutamente “naaaaada”, así, con muchas aes en su dicción, con apenas 300 euros en el bolsillo. En un taxi le cobraron 100. Quiso estudiar Derecho en su país, pero su madre no pudo costearlo. “No tengo padre, me crié con mi abuela. Honduras no es país para vivir. La luz y la comida es más cara allí que aquí. Nos mataron a un primo que era periodista, y en la Corte no hay un expediente, ni juicio”, asegura.

En España ya ha estudiado un módulo de educación infantil –una opción bastante parada ahora por la pandemia– y está ahora estudiando primero de Derecho por la UNED mientras trabaja como empleada del hogar. Vive en Madrid. Tiene estabilidad y la tratan bien. Pero –y volvemos al principio– no entiende cómo en España, en España, ese país del primer mundo al que un día decidió migrar, discrimina a las trabajadoras del hogar: “Por más empleada de hogar que seas, todos los trabajos son dignos, requieren un trato justo y un salario justo. No es normal que en un país que es el primer mundo no tengamos derecho a paro”. Y lanza, también, una reflexión sobre el otro lado del océano: de su trabajo se está beneficiando el mismo gobierno que la expulsó, pero no puede dejar a su familia de allá tirada.

“Las remesas son las que sostienen a esos países realmente. Cogen los gobiernos de los países de origen y los de acá reciben sus impuestos. Pero es que si no envías, la gente de tu familia no come, ni se pueden pagar tratamientos médicos”, denuncia Rafaela Pimentel. En la Red Estatal de Trabajadoras del Hogar también tuvieron que crear una caja de resistencia: “Porque sí, muchas ayudas, pero a ver quién es la guapa o el guapo que le dice al casero que no va poder pagar la luz”. Por eso, las redes, la autoorganización, ha sido vital para sobrevivir durante muchos años, pero mucho más en pandemia. “Como organización, hemos hablado con los caseros y, así, a muchas compañeras no las sacaron de los pisos o de sus habitaciones. O a sus propios compañeros si ellas estaban internas. Ha sido terrible sostener todo eso. Pero ha sido muy importante sostenernos”, añade Rafaela. Durante todos estos meses han formado a promotoras de salud, están acompañando a muchas mujeres a interponer denuncias, en los ambulatorios… El sostén, siempre el sostén.

Y también están para sonreír. “La alegría es fundamental. Nos mandamos canciones, audios, vídeos”. Porque a ellas la pandemia también les ha arrebatado vidas. Vanessa, por ejemplo, perdió en agosto a su abuelito.

Fuente: https://desinformemonos.org/expulsadas-de-sus-paises-esclavizadas-en-espana/

Imágenes: Álvaro Minguito/La Marea

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Turquía: protestas ante el nombramiento de rector en la Universidad del Bósforo

Asia/Turquía/11/02/2021/Autor: Antonio Pinilla Torres*


Estudiantes y profesores han rechazado la decisión del presidente Erdogan y la denuncian como un ataque a la autonomía y democracia universitaria.

En Turquía, el año nuevo llegó con la decisión del presidente Recep Tayyip Erdogan de nombrar a Melih Bulu, fallido candidato a la Asamblea Nacional por el gobernante Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), como rector de la Universidad del Bósforo (Boğaziçi Universitesi), una de las más importantes instituciones de educación superior en el país. Este nombramiento, sin precedentes en la historia reciente de Turquía, ha ocasionado protestas por parte de la comunidad universitaria y ha sido denunciado como una violación a la “libertad académica y la autonomía científica, así como a los valores democráticos de [la] universidad”. Las protestas, que ya se extienden por más de un mes, se han enfrentado a una respuesta gubernamental caracterizada por la intervención policial en el campus universitario, la criminalización que ha llevado a cientos de arrestos y detenciones y, desde la última semana, la creciente persecución a la comunidad LGTBQI+ luego de que oficiales del gobierno les llamaran “pervertidos” e instigadores.

El 3 de Febrero, solamente dos días después del nombramiento, profesores de la universidad publicaron un comunicado rechazando al nuevo rector: “Un académico ajeno a la comunidad de la Universidad del Bósforo fue nombrado rector, lo cual es una práctica introducida por primera vez después del tutelaje militar de los 80”. Los académicos se referían a una decisión que el presidente Erdogan tomó en uso de las facultades que le fueron otorgadas luego del intento de golpe de Estado de 2016. Bulu, quien ha ocupado otros cargos en universidades del país y pertenece al gobernante AKP, ha rechazado las protestas y ha afirmado que no dimitirá.

La movilización de la comunidad universitaria tampoco demoró. Desde el 4 de enero, los plantones de profesores y estudiantes se han tomado el campus universitario en Estambul y jornadas de apoyo han sido organizadas en otras ciudades del país. A la vez que la decisión ha sido denunciada como un ataque a la autonomía académica y a los valores democráticos de la universidad, la reacción del gobierno turco ha dejado a más de 600 estudiantes detenidos, 8 arrestados y 24 en arresto domiciliario.

Las tensiones entre el gobierno y la comunidad universitaria se incrementaron luego de que una exposición de arte organizada en apoyo a las protestas incluyera una obra que mostraba la Kaaba –considerada sagrada por los musulmanes– rodeada por banderas LGBTQI+. Esto resultó en el cierre unilateral del colectivo estudiantil LGBTQI+ de la Universidad del Bósforo, así como en acusaciones de terrorismo y “corrupción moral” por parte del gobierno a estudiantes asociados con estos colectivos. Los estudiantes rechazaron la represión gubernamental y negaron los cargos al tiempo que denunciaron los intentos del gobierno por desviar la atención del foco de las protestas.

 

A pesar de la represión y la arbitrariedad con la que han sido recibidas, las protestas no se detienen y el rechazo a la injerencia gubernamental en la educación pública sigue en el centro de las movilizaciones. Desde el primer plantón a comienzos de enero, los profesores de la universidad continúan reuniéndose semanalmente de espaldas a la rectoría de la universidad, expresando su desacuerdo con la decisión que llevó a Bulu al cargo. A lo largo del país, estudiantes han levantado su voz en contra de los ataques a la educación pública, en varios casos pagando altos costos por su defensa de la democracia y la autonomía universitaria. Un académico asociado a la universidad, que prefirió reservar su nombre ante las posibles represalias del gobierno, le dijo al portal Otras Voces en Educación que “nos mantenemos en vigilia diaria y colectiva como muestra de solidaridad y fuerza a favor de la transparencia, las libertades académicas y científicas, la salida de las fuerzas policiales del campus de la universidad y la liberación de todos los estudiantes que se encuentran detenidos”.

Profesores de la Universidad del Bósforo en el plantón semanal frente a la oficina del rector designado, Melih Bulu. Sostienen carteles con el número “159”, pidiendo la liberación de los estudiantes retenidos, y con las frases: “No bajamos la mirada. No aceptamos. No nos damos por vencido”. Foto de @resistBU
Profesores de la Universidad del Bósforo en el plantón semanal frente a la oficina del rector designado, Melih Bulu. Sostienen carteles con el número “159”, pidiendo la liberación de los estudiantes retenidos, y con las frases: “No bajamos la mirada. No aceptamos. No nos damos por vencido”. Foto de @resistBU

En medio de la deriva autoritaria del gobierno de Erdogan, los ataques a la educación pública, autónoma y de calidad continúan siendo rechazados y denunciados por figuras públicas y ciudadanos. De igual manera, la persecución institucional a la comunidad LGBTQI+, que ha llegado a negar y criminalizar su existencia, evidencia la sistematicidad con que la discriminación de las minorías es instrumentalizada por poderes gubernamentales en busca de ganancias políticas.

Como espacios de resistencia, libertad y democracia, las comunidades educativas alrededor del mundo debemos defender y acompañar las protestas de estudiantes y profesores que se niegan a servir a los proyectos antidemocráticos y represivos. Acompañando sus esfuerzos por construir alternativas académicas y sociales más justas, igualitarias e inclusivas, sigamos el ejemplo de los estudiantes turcos para que nuestras voces resuenen al decir: “¡no vamos a bajar la mirada!”

Fuente: *Antonio Pinilla Torres/Colaborador permanente de OVE.

Imágenes:  @Paul_Osterlund

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España: La ‘Ley Trans’ divide a colectivos LGTB+ y feministas: «Están haciendo política con los niños»

Por: Alba Cañamero (MDO)

A comienzos del mes de febrero, el Ministerio de Igualdad -capitaneado por Irene Montero– dio a conocer el borrador de la ‘Ley para la igualdad real y efectiva de las personas trans’ -la ‘Ley Trans’-. Desde entonces, la propuesta ha ganado tanto adeptos como contrarios.


Las actrices de la serie Veneno –que narra la historia de Cristina Ortiz, ‘La Veneno’, icono que visibilizó la transexualidad en España en los años 90–, Daniela Santiago y Jedet, al igual que la política Carla Antonelli, entre otras, celebraron en redes sociales que esta ley pueda ver próximamente la luz.

La diputada socialista ha sido la que ha llevado la voz cantante al hablar sobre el tema, sobre todo tras las declaraciones de la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, sobre la Ley. El 4 de febrero en una entrevista a la Cadena Ser, Calvo declaró sentirse preocupada por “los conceptos con los que vamos a trabajar”.

“Me preocupa fundamentalmente la idea de pensar que se elige el género sin más que la mera voluntad o el deseo, poniendo en riesgo los criterios de identidad del resto de los 47 millones de españoles; eso tendrá que tener unas garantías, estabilidad y unos criterios. No me preocupan las discrepancias, sino que lo resolvamos bien”, apuntó.

Antonelli no tardó en responder en redes sociales y en otros medios como el diario El Salto, calificando de “muy desafortunadas” esas declaraciones.

Mientras que en La Moncloa no reconocen como propio el borrador y atribuyen su completa autoría a Unidas Podemos, Antonelli recuerda que el germen de esta Ley se remonta a 2017. El PSOE propuso reformar la ley 3/2007, reguladora de la rectificación registral. Ello derivó en una ponencia en la Comisión de Justicia donde se acordó la autodeterminación y despatologización.

El texto del borrador, en el que ella colaboró junto con la jueza Lola Galovart, recogió los acuerdos de esa ponencia de manera literal, al igual que el actual borrador del Ministerio de Igualdad.

“La Ley Trans será Ley”, ha repetido hasta la saciedad Antonelli en todas sus redes sociales, confiando en que este borrador pueda convertirse en un amplio abanico de derechos para todas las personas trans.

La idea del Ministerio de Igualdad es llevar -en la primera quincena de este mes- la ley al Consejo de Ministros para que sea tomada en consideración, aunque admitieron al diario El País que todavía quedan “meses y meses de trabajo” para la puesta a punto del texto antes de ser aprobado definitivamente.

Por otro lado, desde Moncloa no se ha puesto ninguna fecha e inciden en que antes de la presentación, el borrador debe incluir los informes preceptivos de ministerios como Sanidad o Justicia para que cuente con seguridad jurídica; desde la cartera de Montero aseguran que las garantías son suficientes.

¿En qué consiste la ‘Ley Trans’?

El borrador de la ‘Ley para la igualdad real y efectiva de las personas trans’ se sienta sobre la base que permite a los mayores de 16 años cambiar de sexo en el registro sin necesidad de un informe ni tratamiento médico. Para las personas de 12 a 16 se deberá realizar con consentimiento paterno.

No se les obligará a cambiar su nombre y, para facilitar la plena inclusión de los menores trans, se les permitirá cambiar el nombre sin rectificar el sexo.

En línea con la Organización Mundial de la Salud (OMS), la ‘Ley Trans’ busca fijar la despatologización de la transexualidad y garantizar la protección y derechos a todas las personas “cuya identidad de género no se corresponde con el sexo asignado al nacer”.

Las medidas incluidas en el texto abarcan diferentes ámbitos -sanitario, educativo, laboral y deportivo– e introducen que sea posible solicitar que no se especifique el sexo en los documentos oficiales de identidad para aquellas personas que no se identifican ni con el género masculino ni con el femenino.

Entre otras cuestiones, se garantizará la atención específica a las personas trans y se prohibirá obligarlas a que se sometan a tratamiento. El Sistema Nacional de Salud les ofrecerá tratamiento hormonal, terapia de voz, cirugías genitales, mamoplastias, mastectomías y material protésico y las personas trans con capacidad de gestar podrán optar a las técnicas de reproducción asistida.

En el ámbito educativo, se garantizará el derecho de los alumnos a exteriorizar su identidad, el respeto a su imagen física, la elección de su indumentaria y el acceso y uso de las instalaciones de los centros conforme a la identidad de género del estudiante. En el laboral, las empresas contarán con incentivos por contratar a personas trans en situación de desempleo.

En cuanto a los eventos deportivos, las personas trans participarán según su sexo registral y no se podrán realizar pruebas de verificación de sexo. Asimismo, en las prisiones, las personas trans tendrán derecho a ser tratadas según su sexo registral y pedir ser separadas de ese grupo si creen que puede estar en riesgo su seguridad o intimidad.

Persona alza la bandera trans en la manifestación del Orgullo (Foto: Chema Barroso)

Persona alza la bandera trans en la manifestación del Orgullo (Foto: Chema Barroso)

Enfrentamiento entre diferentes colectivos

Tras conocerse las medidas que recoge el borrador de la ‘Ley Trans’, la polémica saltó no solo en la política, sino también dentro de los colectivos LGTB+, enfrentados con las asociaciones feministas que se declaran “en contra” de esta ley.

El Instituto de Política Social (IPSE) y el Partido Feminista lanzaron un comunicado en conjunto en el que declararon su unión en contra de esta nueva ley por “discriminar los derechos de las mujeres, por su carácter agresivo y que atenta contra los niños”.

Pablo Hertfelder, presidente del IPSE, explica a Madridiario esta unión: “Consideramos que es una ley aberrante. Un menor de 16 años no está preparado para tomar una decisión como es la del cambio de género. Al igual que está prohibido que un menor vote o compre tabaco, consideramos que esto es muchísimo más importante como para que un menor pueda pasar a determinar si le apetece cambiar de género. No se puede entender, es un disparate”.

Señala que es una ley que está hecha “desde la perversidad, el cinismo y sin consenso”, y que atenta contra el “verdadero feminismo”.

“El verdadero feminismo entiende que los hombres somos aliados y complementarios. Lo que promueve la ministra Montero es un ataque directo contra los derechos de la mujer y de los niños”, señala, añadiendo que cree que lo mejor sería apartar a Irene Montero del Ministerio de Igualdad al no representar al feminismo y al apartar a los hombres que quieren colaborar con la causa feminista. “Está anclada en que los hombres somos peligrosos por naturaleza”, subraya.

«La ley atenta con el verdadero feminismo»

Asimismo, incide en que esta ley merma tanto el poder de los médicos como el poder de los padres. “Esto desde siempre se ha visto como una disforia y que de repente los médicos sean apartados y que los menores se puedan hormonar sin el consentimiento paterno es un veto parental”, indica.

Tanto él como Lidia Falcón, presidenta del Partido Feminista, creen que, “por desgracia”, la ley será aprobada a pesar de que “están haciendo política con los niños” y que sea una ley que “repudia a la mujer y es un insulto muy grave”.

“Por mucho que alcemos la voz contra esta ley, como está hecha desde la clandestinidad saldrá adelante”, apunta, definiendo la unión del IPSE y del Partido Feminista con otros movimientos como una contramanifestación.

“Esta ley es totalmente agresiva y sabemos que nos enfrentamos a una lucha bastante importante de cara a los tribunales. Demandarán a todos los que estemos en contra de esta ley porque consideran que esto es un acto xenófobo y no lo es. No estamos en contra de los trans, pero sí consideramos que se está haciendo una ley perversa y se está metiendo a los niños por medio cuando con los niños no se hace política”, sentencia.

En el otro lado de la balanza se sitúa el COGAM, Colectivo LGTB+ de Madrid, cuya presidenta, Carmen García de Merlo, instó al Gobierno de coalición a “coordinarse para cumplir con sus compromisos electorales y avanzar en una ‘Ley Trans’ que ponga fin a la despatologización, permita la autodeterminación del género, la inclusión de los menores y las personas migrantes, así como el reconocimiento de las personas no binarias”.

«Una mujer trans es una mujer y punto»

Para COGAM, esta nueva ley supondrá «facilitar la vida a 50.000 personas españolas y otras tantas más extranjeras afectadas, minorías, como la mayoría de las víctimas a lo largo de nuestra historia». Declaran a Madridiario que su deber es prestar ayuda para que esta ley salga adelante, y que lo harán en la medida de lo posible «para que los socios de Gobierno lleguen a un entendimiento».

Sobre las acusaciones en contra de la ‘Ley Trans’ son claros: «El ‘feminismo’ que rechaza a una mujer por ser negra, india, blanca, lesbiana, bisexual o trans, no es feminismo. Una mujer trans es una mujer y punto«. Asimismo, critican también las palabras de la vicepresidenta, Carmen Calvo: «Alguien que desconoce lo que es ser trans y todo lo que ello implica, difícilmente puede empatizar«.

Confían en que la ley vea la luz, ya que supondrá un gran paso hacia el progreso en materia de derechos humanos y derechos LGTB+. «Estamos en un momento histórico en el que nos jugamos ser el país más avanzado en materia de derechos y dignidad hacia las personas LGTB+ o quedarnos en la cola», destacan.

Fuente e imagen: https://www.diariocritico.com/nacional/ley-trans-divide-a-colectivos-lgtb-y-feministas

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Bolivia: ayuda psicológica en pandemia es más buscada por mujeres y ancianos

Por: Dayana Flores A.

La carrera de psicología de la UMSS ofrece apoyo a pacientes con COVID, familiares de enfermos y personal de salud. Habilitaron un número de WhatsApp 62710879.


Las mujeres y los adultos mayores de Cochabamba son los que más ayuda psicológica buscan en pandemia. La mayoría teme morir.

Esto fue constatado por el equipo de psicólogos de la Universidad Mayor de San Simón (UMSS) que, en coordinación con el Centro Departamental de Emergencias del Servicio Departamental de Salud (SEDES), ofrece terapia gratuita a pacientes con coronavirus, a sus familiares y a personal de salud.

Si bien esos dos segmentos mencionados tienen problemas emocionales a consecuencia del brote del virus, sus circunstancias son diferentes.

Las mujeres que buscan apoyo psicológico son aquellas que se enteraron que dieron positivo a coronavirus y contagiaron a miembros de su familia que tienen enfermedades de base. Cuando se contactan, “están llorando, están angustiadas”, contó la psicóloga del equipo de coordinación de la UMSS, Stefany Morales.

La situación de algunas de ellas es tan crítica, que no pueden ni hablar debido al llanto inconsolable, por lo que el equipo de psicólogos opta por el envío de mensajes de texto. “Cuando están más calmadas, se les hace las llamadas”.

En el caso de los adultos mayores, la afectación psicológica responde a otro contexto, habitualmente vinculado al encierro. Los que requieren a un psicólogo son quienes “viven solos y encima están contagiados o están recayendo”.

En ambos casos, tanto mujeres como adultos mayores, tienen un sentimiento en común: miedo a morir y dejar solos a sus hijos o nietos, aseveró Morales. Además, “se sienten solos, tienen temor a que les vuelva a pasar, a contagiar a su familia y, sobre todo, tienen temor a morir”.

Desde el rebrote, “la demanda de apoyo psicológico es alta”, es fue una de las conclusiones de una reunión que este equipo tuvo con el SEDES.

DETALLES

El grupo de profesionales que está detrás de este proyecto pertenece a la carrera de Psicología de la UMSS. Son una decena de personas que cursan la etapa de titulación. Alternan para atender las solicitudes que llegan hasta el telecentro.

Los psicólogos trabajan en el Centro de Coordinación de Emergencias, cuya línea de contacto es el 168.

Si bien, inicialmente, no realizan una terapia de 45 minutos, que es lo recomendable. Acompañan y contienen a las víctimas.

“Hay personas que se comunican con nosotros cuando están en crisis, están con un enfermo al lado y no saben qué pueden hacer ante esa situación”.

PROCEDIMIENTO

Para acceder a esta atención psicológica, los interesados tienen que comunicarse a la línea gratuita, que es el 168 o al WhatsApp 62710879.

Los profesionales trabajan de lunes a domingo y durante 12 horas continuas en el telecentro, pero están disponibles las 24 horas del día, incluso de madrugada.

Cada llamada recibida es agendada y luego se le asigna un psicólogo que se pondrá en contacto. “No estás solo, cuenta con nosotros”, ese es su lema.

Fuente e imagen: https://www.opinion.com.bo/articulo/cochabamba/ayuda-psicologica-pandemia-es-mas-buscada-mujeres-ancianos/20210206112815806886.html

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Reino Unido: Incluir la biodiversidad en los índices de riqueza, una necesidad a nivel mundial

Incluir la biodiversidad en los índices de riqueza, una necesidad a nivel mundial

Cada país evalúa su grado de riqueza mayormente evaluando PBI per cápita, algunos países hasta han incluido el índice de felicidad como Bután. Pero la nueva propuesta realizada por el Ministerio de Economía del Reino Unido, es incluir la conservación de la biodiversidad.

La sugerencia de incluir la biodiversidad como riqueza, surge de un estudio realizado por el profesor emérito y economista, Partha Dasgupta, de la Universidad de Cambridge titulado “La economía de la biodiversidad”.

Dasgupa destacó que el desarrollo de la economía a nivel global se a logrado a costa de depredar la naturaleza y señaló que “el verdadero crecimiento económico y desarrollo sostenible implica reconocer que nuestra prosperidad a largo plazo depende de que volvamos a equilibrar nuestra demanda de bienes y servicios naturales con la capacidad (del planeta) de proporcionarlos

Por otro lado el economista reflexionó sobre la pandemia que actualmente al mundo y al respecto expresó que “la covid-19 nos ha demostrado lo que puede ocurrir” si no se equilibran los recursos naturales con la demanda de bienes.

En noviembre de este año se desarrollará en Escocia la cumbre del clima COP26 y Boris Johnson, primer ministro británico, líder del G7, será su anfitrión. Al respecto señalo que “este año es crítico para determinar si podemos detener y revertir la preocupante tendencia a la rápida decadencia de la biodiversidad” y que el estudio realizado por Dasgupta fundamenta muy claramente que “proteger y mejorar la naturaleza requiere algo más que buenas intenciones”.

El primer ministro tomará como bandera la defensa de la naturaleza como una de las prioridades a nivel global.

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Recomendaciones del informe

En el estudio se destaca como necesidad incrementar la sostenibilidad en los procesos relacionados con la alimentación y la energía mediante la actualización de tecnologías y el apoyo con medidas políticas.

Además, se recomienda facilitar el acceso a las áreas naturales protegidas y expandir su superficie a nivel global; orientar las inversiones a proyectos de gran escala que pongan freno a la pérdida de biodiversidad y pensar en programas relacionados con la planificación familiar.

Ecoportal.net

Fuente de la Información: https://www.ecoportal.net/paises/biodiversidad-indices-riqueza/

 

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Impulsa Cuba programa de especies para medicina verde

Impulsa Cuba programa de especies para medicina verde

La importación de secadores solares –siete hasta ahora-, permite acelerar el proceso de secado y garantizar la calidad de la masa verde.

Por sus propiedades, las plantas medicinales constituyen una vía para aliviar síntomas y padecimientos. Esas características llevan a Cuba a impulsar un programa para, a despecho del calor tropical, incrementar su cultivo, como un paliativo eficaz ante el déficit de medicamentos.

El tilo, con efectos relajantes, hipotensoras y antimigrañosas; la caléndula, regeneradora celular, antibacteriana y tranquilizante, útil ente la gastritis, hipertensión y enfermedades urinarias, y la manzanilla, que reduce la ansiedad, controla la diabetes y refuerza el sistema inmunológico, entre otros beneficios, son de las especies más demandadas.

En Cuba se producen más de 42 especies medicinales en el sector agropecuario. La materia prima seca es entregada al Ministerio de la Agricultura para la elaboración de biofármacos, entre ellos,  jarabes, tinturas, extractos, fricciones y pomadas.

Si antes solo se producían para los centros de producción local de medicamentos, en 2020, se sumó como destino la industria farmacéutica, con un incremento considerable de la demanda, de 300 a 1.042 toneladas.

En la actualidad, a partir de las plantas medicinales, en Cuba se producen unos 95 millones de frascos. El propósito para 2021 es fabricar 100 millones de unidades de las diferentes formulaciones.

Suplir lo que falta

Orégano, caña santa, sábila, tilo, mentas, llantén, naranja, salvia, guayaba, ajo y pasiflora, entre muchas otras, tienen hoy una demanda muy alta  y provienen de los campos cubanos.

De acuerdo con Lisbet Avello, especialista del Ministerio de la Agricultura, en el país existen 142 fincas dedicadas a las plantas ornamentales, que ocupan un total de 472 hectáreas.

A esas especies están vinculados en la actualidad 167 productores, asociados a diferentes unidades cooperativas.

“Los agricultores entregan la masa verde de las diferentes especies, que les compramos para que sea procesada en las unidades de beneficio de plantas medicinales de los territorios. Se requiere de mucho conocimiento técnico para que salgan con la calidad necesaria y tengan realmente su efecto medicinal”, explicó Avello.

A juicio de la especialista, los precios para los productores son estimulantes y “es una política del país, que ha estimulado mucho la producción de plantas medicinales para poder adquirir esos medicamentos”,  al constituir “una opción que las personas tienen para curarse”.

“Hoy nosotros tenemos medicamentos en falta que con la medicina verde los estamos cubriendo perfectamente bien y es muy eficaz”, sentenció.

Las plantas medicinales son cultivos muy nobles que, a diferencia de otros, no requieren de ningún producto químico, al ser cultivados  con lo natural: la materia orgánica y el humus de lombriz, entre otros.

El clima, un obstáculo

No pocas de las especies que se cultivan en Cuba son muy sensibles al clima y deben producirse a una altura de más de 600 metros sobre el nivel del mar, pues en el llano, con la intensidad solar, incrementada por los efectos del cambio climático, se nos dificulta un poco su producción, dijo Avello.

Entre ellas se encuentran especies sensibles de alta demanda como tilo, mentas, llantén, manzanilla  y caléndula, la producción de estas dos últimas no logra cubrir las necesidades nacionales.

Estos son cultivos de frío y necesitan una temperatura de 22 grados, algo muy difícil de alcanzar en Cuba, indicó la especialista.

Según agregó, se trabaja en la creación de fincas de montaña –donde las temperaturas son relativamente inferiores a la media nacional-, y ya 11 de las 142 se encuentran en esos entornos, donde se producen semillas, para sustituir las importaciones, que resultan costosas, así como las especies sensibles.

Otra limitante es el riego. De acuerdo con la especialista, de las tierras dedicadas a estas plantas, disponen de sistemas de riego apenas 161 hectáreas, lo que representa el 38 por ciento del total.

Por el desarrollo

Hacia 2030, Cuba proyecta garantizar desde la agricultura la materia prima necesaria para la producción de 130 millones de frascos de estos fitofármacos.

Para ello, se desarrollan acciones tanto para el incremento del área de las fincas, como para la introducción de secadores solares “que nos permiten trabajar con más seguridad y rapidez, evitando que se contaminen nuestras plantas”, señaló la experta.

Como parte de la estrategia, se levantan casas de cultivo rústicas, que dan mayor protección a las plantas de los fenómenos meteorológicos, a la espera de que se puedan adquirir tecnologías más avanzadas.

De acuerdo con Avello, diversas instituciones trabajan en un manual de buenas prácticas agrícolas y de recolección dirigido a influir directamente en seguridad, eficacia y consistencia terapéutica de los productos medicinales derivados de plantas.

Por otra parte, instituciones de investigación y desarrollo llevan adelante proyectos para el mejoramiento genético de especies como jengibre y sábila, mediante procesos biotecnológicos para aumentar su potencial productivo y calidad.

 

Fuente: https://www.ipscuba.net/salud-y-ciencia/impulsa-cuba-programa-de-especies-para-medicina-verde/

 

Fuente de la Información: https://rebelion.org/impulsa-cuba-programa-de-especies-para-medicina-verde/

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