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Estados Unidos: Niños detenidos en frontera con EU estarían expuestos a COVID

América del Norte/Estados Unidos/29-11-2020/Autor(a) y Fuente: www.jornada.com.mx

Agentes de la Patrulla Fronteriza tienen detenidos a unos 65 menores inmigrantes en una estación del sur de Texas en condiciones que no controlan la diseminación del coronavirus, con distanciamiento social limitado y falta de acceso a jabón y desinfectante de manos, denunciaron abogados de inmigración el viernes.

Un abogado que visitó la estación en Weslaco, Texas, el miércoles habló con adolescentes que habían estado detenidos allí al menos tres días, dijo Carlos Holguin, cofundador del organismo activista Center for Human Rights and Constitutional Law.

Uno de los adolescentes, de 15 años, dijo en una declaración jurada que se le permite tomar una ducha diaria de 5 minutos para la que tiene que esperar en una fila sin espacio para distanciamiento social, dijo Holguin. El joven dijo que se le dio una sola mascarilla y esa es la que usa todos los días.

Un niño de 13 años indicó en otra declaración jurada que está usando la mascarilla de tela que tenía cuando entró a Estados Unidos, agregó Holguin. Ambos menores señalaron que no tienen desinfectante de manos ni jabón para lavárselas.

“Si no llegan con COVID, las condiciones en estas instalaciones son tales que, cuando salen, muy probablemente han estado expuestos al COVID”, dijo el abogado.

El inmigrante de menor edad en la estación es una niña de 3 años acompañada por su madre, dijo Holguin. Hay además niños de 8 y 9 años.

El informe es la acusación más reciente de que niños inmigrantes están siendo maltratados por el gobierno del presidente Donald Trump, que separó a miles de familias en el 2017 y el 2018, deteniendo a muchas de ellas en un almacén adaptado en el sur de Texas. Otra estación de la Patrulla Fronteriza en Clint, en la misma entidad, fue usada el año pasado para detener a más de 250 niños y adolescentes sin comida, agua ni saneamiento, y surgieron reportes de niños que tenían que cuidarse entre sí.

Las estaciones de la Patrulla Fronteriza no están diseñadas para detener a menores, a diferencia de instalaciones operadas por el Departamento de Salud y Servicios Humanos. La estación en Weslaco es donde Carlos Hernández Vásquez, de 16 años, murió de influenza tras haber sido dejado durante horas dentro de una celda sin recibir atención. Hernández es uno de seis niños desde 2018 que han muerto poco después de ser aprehendidos por agentes fronterizos.

La Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza indicó en una declaración que había designado Weslaco como la localidad regional para detener a los menores que cruzan la frontera sin sus padres.

“Se requieren servicios y comodidades específicos para esas poblaciones vulnerables, y la instalación designada específicamente contiene los suministros y el personal para satisfacer esa necesidad”, dijo la agencia. “La Patrulla Fronteriza de Estados Unidos se adhiere a las directrices de los CDC (Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades) sobre distanciamiento social e higiene personal”.

La agencia no respondió a preguntas sobre si los menores tenían jabón, desinfectante de mano o mascarillas nuevas.

Durante la pandemia, el gobierno de Trump ha expulsado del país a miles de niños migrantes sin darles la oportunidad de solicitar protección bajo las leyes de asilo u otras, argumentando riesgos para la salud pública. Alegó que las expulsiones eran necesarias para controlar la propagación del COVID-19. The Associated Press ha reportado que el vicepresidente Mike Pence le ordenó a los CDC que usasen su poder de emergencia luego que algunos en la agencia se resistieron.

Este año, el gobierno estaba deteniendo a niños y familias migrantes en hoteles durante días y semanas antes de expulsarlos del país. En septiembre, un juez federal prohibió el uso de hoteles como sitios de detención a largo plazo.

Tras la orden, las autoridades fronterizas comenzaron a referir a más niños a las instalaciones del Departamento de Salud mientras aún intentaban efectuar expulsiones. Esta semana, otro juez federal le prohibió al gobierno expulsar a menores no acompañados por sus padres, aunque el fallo no es aplicable a los menores que cruzan la frontera desde México con sus papás.

Holguin forma parte de un equipo de abogados que monitorea el tratamiento de niños inmigrantes detenidos bajo un arreglo en las cortes conocido como el acuerdo Flores. Dijo que la CBP se había negado a decirle a su equipo por cuánto tiempo los menores habían estado detenidos en Weslaco y si alguno llevaba más de tres días, el límite establecido por el acuerdo.

“Nuestra preocupación es que, como no se les permite usar hoteles como lo hacían previamente, entonces ellos van a detener a los niños en estaciones de la Patrulla Fronteriza como la de Weslaco”, dijo.

con información de AP

Fuente e Imagen: https://www.jornada.com.mx/sin-fronteras/2020/11/22/ninos-detenidos-en-frontera-con-eu-estarian-expuestos-a-covid-6486.html

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El Salvador: Dos millones de salvadoreños, en riesgo de carecer de alimentos

América Central/El Salvador/29-11-2020/Autora: Jessica Guzmán/Fuente: www.elsalvador.com

Según el Programa Mundial de Alimentos y la FAO, actualmente unas 380,000 personas no logran suplir sus necesidades alimentarias.

Tras una crisis sanitaria, económica y social por la pandemia y el cierre económico adoptado por el gobierno de El Salvador, 2 millones de salvadoreños están en riesgo de caer en precariedad alimentaria, según cifras del Programa Mundial de Alimentos (PMA).

“Según la última Evaluación de Seguridad Alimentaria y Nutricional (ENSAN) realizada en el contexto de la COVID-19 en agosto del 2020, unas 380,000 personas en el área urbana y rural no pueden cubrir sus necesidades básicas, ni comprar suficientes alimentos para sus familias y lo más preocupante es que el 30 % de la población, es decir casi dos millones de personas, viven en riesgo de caer en inseguridad de precariedad completa”, manifestó Jaakko Valli,Oficial Encargado del PMA en El Salvador.

Que 380,000 personas estén en situación de inseguridad alimentaria significa que no pueden cubrir sus necesidades básicas y brindar comida a sus familias, según estadísticas y datos registrados por el PMA.

El representante de este organismo explica que la pérdida de empleos y cierre de empresas recrudeció la situación de las personas que ya estaban sin poder cumplir con la demanda de alimentos de sus familias y sumió a cientos de miles más en ello.

Valli también señaló que si bien es cierto el gobierno dio dinero en efectivo y paquetes de alimentos a las familias más vulnerables esto no es una medida que les ayude a salir adelante en el tiempo.

“Y aunque de parte de Naciones Unidas, otras organizaciones y el gobierno, este año, han dado paquetes alimenticios y distribución de dinero en efectivo, para que las familias se puedan sostener, esas no son soluciones sostenibles”, dijo el oficial del PMA para El Salvador.

Por su parte, Diego Recalde, Representante de la FAO – también organización de Naciones Unidas y que trabaja para paliar el hambre en el país-  señaló que la caída del Producto Interno Bruto (PIB) este año caerá 6 % o más y esto impactará con fuerza en el consumo, tomando en cuenta que este ya viene sufriendo una caída.

“El PIB este año caerá 6 % o más y esto tiene un impacto en el consumo, pues ya había caída en ingresos porque han perdido empleos, consumen menos, cuánto sube la pobreza, podemos regresar 20 años, esta es la gravedad del asunto, el impacto del COVID-19 tardará muchos años en recuperarse”, manifestó el representante de la FAO.

Recalde explica que si el año siguiente (2021) se dice que se recuperará la economía un 4 %, según el gobierno, quiere decir que estamos en -2 si este año se pierde 6 % del PIB y si en 2022 el país crece 2 %, significa que el crecimiento será cero.

“Cuántas empresas han cerrado, cuántos locales están vacíos y esas familias que se quedan sin ingresos bajan su nivel de consumo de alimentos inmediatamente más barata, comida chatarra, un pan y una soda y ahí el otro lado, que en El Salvador también los índices de obesidad están incrementándose muchísimo”, dijo con preocupación el representante de la FAO.

A nivel mundial, la pandemia tiene un fuerte impacto en la seguridad alimentaria de los países, la cual se incrementó considerablemente.

Según estimaciones del PMA, el impacto socioeconómico de la pandemia en muchos países, en particular la pérdida de ingresos, está agravando los riesgos relacionados con conflictos y el cambio climático. Alrededor de 690 millones de personas sufren hambre en el mundo y podría aumentar en más de 100 millones este año, es decir que se ha llegado a unos 800 millones de personas en todo el mundo que no alcanzan a suplir sus necesidades alimentarais, ni otras como salud, agua, ni las de sus familias .

El agravante del cambio climático

A toda esta situación generada por el cierre económico se le suma la gravedad por los huracanes, depresiones tropicales y tormentas que está sufriendo los países vulnerables de la región por el cambio climático.

Según expuso Recalde, El Salvador es uno de los 10 países a nivel mundial más vulnerables a estos episodios naturales.

“El Salvador es sumamente frágil a los fenómenos naturales. Es uno de los países más vulnerables a nivel global, es decir aquí vamos a ver siempre crecientes inundaciones, desbordamientos, deslaves y la lista es larga, entonces nosotros como Naciones Unidas siempre estamos tratando de construir resiliencia, para las familias rurales”, dijo Recalde.

“Con la vulnerabilidad el país, los deslaves, desbordamientos e inundaciones seguirán sucediendo, el punto es crear estrategias para mitigar el impacto negativo de esos episodios o catástrofes”, agregó el representante.

Sin un modelo

El otro gran problema del país es que carece de un modelo económico en el que hayan estrategias de producción de alimentos, de generación de empleos y de sostenibilidad de ambos, señala el representante de la FAO.

Según datos que expuso el representante de la FAO, los países importadores netos de alimentos como El Salvador son totalmente inseguros en alimentación.

“Un país que importa más del 30% de alimentos es un país sumamente vulnerable, y aquí estamos hablando de un país que importa hasta el 90 % de hortalizas y frutas, también granos básicos, la mitad de los cárnicos, el 75 % del pescado, eso no es sostenible, no es un modelo económico sostenible”, aseveró el Recalde.

Según Recalde, dos de los grandes errores que se han cometido es que se abandonó el sector agrícola desde finales de los años 70 y además, el país prácticamente sobrevive de las remesas.

“Ha habido un descuido enorme de la política pública y de la inversión hacia el sector agropecuario. Se debe tomar más conciencia y es necesario cambiar ese modelo que no es modelo porque una economía no puede ser que subsista de las remesas, que por cierto han caído en 17%”, aseveró el representante de la FAO.

Recalde señala que con las graves afectaciones de los huracanes Eta y Iota que azotaron a Nicaragua, Honduras y Guatemala la oferta de productos se reducirá, y a El Salvador, un país que importa casi al 100 % sus alimentos, le tocará comprar mucho más caro.

“Eso derivará en una inflación importada. El país tiene el gran reto de recuperar su producción primaria y de revertir esas importaciones, solo veamos como ejemplo las pupusas, los quesos de Nicaragua, el maíz o la harina mucha importada de México, hortalizas de Guatemala, no puede ser, esto no es sostenible, se debe hacer un futuro resiliente, producir alimentos y generar empleos”, señaló el experto.

Fuente e Imagen: https://www.elsalvador.com/noticias/negocios/coronavirus-dos-millones-depersonas-en-riesgo-de-carecer-alimentos/779427/2020/

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ESPECIAL: Jóvenes de Argentina acuden a herramientas virtuales para aprender mandarín

América del Sur/Argentina/29-11-2020/Autor(a) y Fuente: Spanish. xinhuanet. com

 La modalidad de educación virtual y a distancia no ha sido impedimento para unos 150 estudiantes argentinos que se han volcado a aprender mandarín en el recién inaugurado Instituto Confucio de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC).

Los jóvenes, quienes ven en el nuevo Instituto una forma de aproximarse a una «cultura totalmente distinta» y una «fuente de aprendizaje», han logrado sortear las múltiples dificultades que ha traído consigo la pandemia de COVID-19 en estos últimos tiempos.

El contexto «era totalmente desafiante, pero valió la pena», comentó a Xinhua la abogada egresada de la UNC Martina Jeifetz, quien integró el curso inicial para principiantes de la institución.

«Fue un gran desafío para mí porque no sabía nada del idioma ni de la cultura china. Aprender algo de lo que no tienes la más remota idea y, a parte, de manera virtual por el contexto que estamos viviendo, era un poco desafiante, pero estuvo bueno», comentó.

Martina, de 32 años, relató que las clases se desarrollaron a través de plataformas de internet con profesores, principalmente, desde China.

Esto implicó horarios poco flexibles y grandes sacrificios para los profesores chinos en Beijing, quienes tuvieron que comenzar a impartir clases desde tempranas horas de la mañana.

«Las clases se daban vía Zoom, los martes de siete a 8:30 de la tarde, y nuestra profesora ‘Roxi’ nos enseñaba desde China, lo que lo hacía más emocionante también porque en su país serían las seis de la mañana», comentó.

«Teníamos un aula virtual y ahí también iban subiendo cada clase grabada y todos los materiales del curso, si quería repasar algo tenía esos materiales, eso me pareció bueno y creo que es una de las ventajas de la virtualidad», agregó la estudiante.

El instituto, que es el tercero que se instala en Argentina, ofrece cursos introductorios, de nivel 1 y 2, de lectocomprensión de chino en español e inglés, un taller de chino para negocios en inglés, y además se encuentra en fase de preparación de los exámenes HSK (prueba escrita) y HSKK (prueba oral) para certificar el aprendizaje del idioma chino.

Sus autoridades se encuentran desarrollando además cursos orientados a niñas y niños que incluyen rondas infantiles, caligrafía, técnica del papel cortado y la grafía de los nombres propios.

«Es uno de los idiomas más hablados del mundo y creo que China hoy en día se posiciona como un país líder mundial. El idioma es importante para extender los horizontes e ir ensanchando los conocimientos», sostuvo Martina.

«Por otro lado, si te interesa la cultura de otro país, un paso fundamental es a través del estudio del idioma. Estoy muy interesada en continuar, en realizar una instancia de investigación o continuar mis estudios en China», continuó.

Inaugurado oficialmente el pasado 10 de octubre, el Instituto Confucio de la Universidad de Córdoba es el resultado de cuatro años de esfuerzos entre autoridades de este recinto, la Universidad de Jinan en China y la Embajada de China en Argentina.

Para los estudiantes, este nuevo espacio para el aprendizaje del idioma permite adentrarse a un «territorio enorme» con «variedad de costumbres, prácticas sociales, comida y cultura».

«Me parece que hay muchas cosas por explorar en la cultura china, y espero que muchos jóvenes que estén interesados en aprender sobre ella lo hagan a pesar de las dificultades. Hoy en día hay muchos recursos y sólo basta tener mucha dedicación, compromiso y ganas», concluyó la estudiante.

Fuente e Imagen: http://spanish.xinhuanet.com/2020-11/25/c_139541923.htm

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Ocho nuevas víctimas: imparable la violencia en Colombia

América del Sur/Colombia/29-11-2020/Autor(a) y Fuente: lahora.com.ec

Al menos ocho recolectores de café fueron asesinados en una finca en el departamento de Antioquia (noroeste). “Hombres fuertemente armados irrumpieron la madrugada del domingo en una finca cafetera y dispararon” a quienes estaban en el alojamiento con unos 14 recolectores, dejando como saldo ocho fallecidos», dijo el alcalde de Betania, Carlos Mario Villada.

Se apuntó responsabilidad al Clan del Golfo, la mayor banda delincuencial que surgió del paramilitarismo, y que se disputa el control del narcotráfico. Estos meses, en plena temporada de recolección de café, existe una mayor presencia de obreros que se alojan en las fincas de la zona. EFE

Fuente e Imagen: https://lahora.com.ec/quito/noticia/1102333661/ocho-nuevas-victimas-imparable-la-violencia-en-colombia

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Federación de Estudiantes Universitarios exige destitución de la Ministra de Gobierno en Ecuador

La Federación de Estudiantes Universitarios de Ecuador (FEUE) exigió la destitución de la ministra de Gobierno, María Paula Romo, a quien responsabilizan de la represión contra el levantamiento popular ocurrida durante el mes de octubre del año 2019.

Los estudiantes universitarios recuerdan que aquellas movilizaciones se produjeron “contra la política neoliberal del Gobierno de Lenín Moreno que afecta a los bolsillos de los ecuatorianos y donde Romo se convirtió en la defensora número uno de la represión a las organizaciones sociales, durante el levantamiento indígena y popular al ser, en ese momento, la responsable de la seguridad interna del país a través de la Policía Nacional”.

En este sentido, a través de un comunicado, el gremio estudiantil denuncia que la Ministra conocía del uso de bombas lacrimógenas caducas, en la zona de las universidades “que fueron declaradas zonas de paz, de las tácticas utilizadas por la policía para disparar directo al cuerpo balas de salva, perdigones, bombas lacrimógenas al pueblo ecuatoriano que protestaba”.

El comunicado de la FEUE recuerda que “mientras a la educación superior se le ha reducido durante estos tres años, mas de 300 millones de dólares, afecta el funcionamiento, investigación y oferta  académica de las universidades y escuelas politécnicas, la ministra Romo ha insistido en reiteradas ocasiones que no se reduzca el presupuesto de las Fuerzas Armadas, bajo el argumento de que es vital mantener el orden público”, refiere una nota de prensa de Telesur.

Fuente: https://www.vtv.gob.ve/federacion-estudiantes-universitarios-destitucion-ministra-gobierno-ecuador/

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ODS1. El 50% de las familias en Afganistán han enviado a sus hijos a trabajar durante la pandemia de COVID-19

Según un informe realizado por World Vision hasta el 50% de las familias se han visto obligadas a enviar a sus hijos a trabajar durante la pandemia para hacer frente a las presiones financieras.

El 50% de las familias afganas encuestadas por World Vision se ven obligadas a enviar a sus hijos a trabajar, ya que la COVID-19 ha diezmado sus medios de vida.La ONG hace un llamamiento a los líderes mundiales que se reúnen en la Conferencia de Afganistán 2020 para que acuerden objetivos comunes para proteger a los niños afganos y devolverles la educación.

“El pueblo afgano ya se enfrentaba a una crisis compleja, debido a los conflictos, los sistemas de protección debilitados y los desplazamientos durante décadas, y la Covid-19 ha traído nuevos desafíos que conducen a un aumento del trabajo infantil y el matrimonio infantil. Al consultar a los niños y los padres, hemos descubierto que la mitad de las familias encuestadas se ven obligadas a enviar a sus hijos a trabajar o a mendigar para sobrevivir”, explica Asuntha Charles, directora de World Vision Afganistán.

El sondeo de World Vision también muestra que el 48% de las familias afganas encuestadas han perdido sus fuentes de ingresos durante la pandemia, y más del 50% no tienen acceso a alimentos. Los impactos secundarios de la COVID-19 no solo han provocado un aumento de las tasas de trabajo infantil, sino también matrimonio infantil. Estudios recientes muestran que una de cada tres adolescentes se ve obligada a contraer matrimonio infantil en Afganistán.

“Estas cifras son muy alarmantes y demuestran que la COVID-19 ha empujado a las familias vulnerables a situaciones que ponen en peligro sus vidas y a tomar medidas desesperadas. Hacemos un llamamiento urgente a los líderes mundiales para que den prioridad a la protección de los más vulnerables en Afganistán, en particular a los niños”añade Asuntha Charles.

World Vision se compromete a trabajar con los líderes y con la comunidad en Afganistán para proteger a los niños y las niñas y restaurar sus derechos básicos. La ONG ha publicado un informe,Nexus,que detalla sus planes de colaborar con el pueblo afgano para abordar sus desafíos e insta a otros agentes de cambio a que se asocien en estos esfuerzos.

“La conferencia debería dar prioridad al futuro de los niños afganos. Los líderes mundiales deben tener en cuenta que los niños representan el futuro de la paz, la recuperación y la prosperidad de Afganistán. No invertir adecuadamente en la protección y los derechos de todos los niños en Afganistán, incluida la educación de calidad, socavará cualquier esfuerzo por lograr un cambio sostenido”agrega Asuntha Charles. 

World Vision en Afganistán

World Vision inició operaciones de socorro de emergencia en Afganistán en 2001 abordando las necesidades urgentes de los niños y las familias afectadas por desastres naturales y décadas de conflicto. Más de una década después, los programas de World Vision en Afganistán se han expandido a sectores de desarrollo como salud, nutrición, WASH, protección y educación infantil, empoderamiento de la mujer y promoción de cambios sociales positivos a través de asociaciones interreligiosas.

Desde el inicio de operaciones, la ONG ha llegado a más de 10 millones de personas. Solo en 2020, 642.761 personas vulnerables se beneficiaron de las intervenciones. Actualmente, se están ejecutando 35 proyectos activos en las provincias de Herat, Badghis y Ghor.

Fuente: https://www.corresponsables.com/actualidad/ods1-50-familias-afganistan-enviado-hijos-trabajar-pandemia-covid19-world-vision

 

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Entrevista a Andreas Malm: «Nuestra lucha es la de una fuerza contra otra, no la del conocimiento contra la ignorancia»

Andreas Malm (Mölndal, Suecia, 1977) se ha convertido en uno de los pensadores con más visibilidad dentro del ecosocialismo, también en el estado español, con dos libros aparecidos en apenas unas semanas y otros más que están por venir.

Desde que publicara Capital fósil, recientemente traducido al castellano, su preeminencia no ha dejado de crecer, en parte debido a la claridad y el vigor de su manera de escribir, pero sobre todo gracias a la contundencia (incluso la brutalidad) de sus análisis y propuestas. La editorial Errata Naturae ha publicado hace poco uno de los últimos libros del autor sueco, El murciélago y el capital. Coronavirus, cambio climático y guerra social, en el que, inspirándose en cómo los bolcheviques lidiaron con una situación catastrófica de varias dimensiones (social, política, económica, bélica, energética…) durante el fin de la primera guerra mundial, la revolución de octubre y la guerra civil rusa, propone retomar la noción de comunismo de guerra y poner en marcha un leninismo ecológico que nos permita salir de la actual crisis ecosocial global, la cual se está manifestando también en múltiples niveles: pandemia, emergencia climática y desigualdades sociales rampantes a escala planetaria. Para ello, Malm pone sobre la mesa la necesidad de apropiarnos de todos los recursos materiales y sociales a nuestro alcance, utilizarlos para recuperar el ímpetu comunista de salvación y redirigir esta crisis contra sus causas y, especialmente, contra sus causantes. Hemos tenido la oportunidad de entrevistar al autor en torno a estas propuestas, sus complicaciones y sus posibilidades.

Aunque a primera vista podría parecer que el cambio climático y la crisis del COVID-19 presentan profundas similitudes debido a sus implicaciones globales y de urgencia, en tu libro subrayas las muchas diferencias que hay entre ellos. Pese a que no existían muchas pruebas científicas acerca del COVID-19 ni análisis políticos sobre las posibles soluciones, muchos gobiernos aplicaron medidas rápidas y drásticas sin demasiado debate político. En el caso del cambio climático, tras décadas de investigación disponemos de una cantidad abrumadora de pruebas sobre sus causas y sobre qué hacer, pero en este momento las medidas que es necesario aplicar parecen políticamente irrealizables. ¿Qué crees que puede aprender el movimiento climático de esta aparente paradoja y de la relativa importancia que tiene la «verdad científica» si no está vinculada a la importancia del poder?

Esta es una muy buena pregunta, porque señala una lección que al movimiento climático se le debería quedar grabada a fuego después de este año: el progreso no deriva del conocimiento, deriva del poder y del equilibrio de fuerzas. Parece haber una relación inversa entre las acciones más relevantes y la cantidad de conocimiento que las acompaña; como sugerís, la sobreabundancia de pruebas científicas sobre el calentamiento global viene acompañada por una actitud de pasividad, mientras que las acciones más dramáticas para combatir el COVID-19 (se llegó al punto de dejar en suspenso economías enteras) emergen de una base con una comprensión muy rudimentaria acerca de la pandemia. Por lo tanto, el movimiento por el clima ya no puede simplemente seguir pidiendo a los políticos que presten atención y «escuchen a los científicos», un enunciado repetido por gente como Greta Thunberg. Si bien esa postura tiene, por supuesto, muy buenas intenciones, está pasando por alto lo que es la clave del asunto: los políticos se alinean con las posturas científicas solo si los intereses de la clase dominante, responsable de la destrucción que ahora mismo está en marcha, son sobrepasados y derrotados o si estos no aparecen siquiera cuestionados. La pregunta que el movimiento debería hacerse es más bien esta: «¿Cómo construimos el músculo social necesario para obligar a los estados a hacer lo que hace falta?». No tanto «¿por qué no escucháis a la ciencia?» sino «¿cómo forzamos a los gobiernos, tan plegados hasta ahora al capital fósil que han ignorado la montaña inmensa de pruebas científicas, para que empiecen a actuar?». En otras palabras, ¿cómo rompemos los lazos que los unen al capital fósil y los ponemos a funcionar como aparatos que apliquen una transición ecológica? Lo que yo creo, por supuesto, es que esta transición no puede tener lugar sin que los estados se encarguen de ella, pero nunca va a suceder si son los estados los que tienen que tomar la iniciativa: el principal motor serán las fuerzas situadas fuera del estado, fuerzas populares, dentro del movimiento climático y aliado con él, que hagan que los gobiernos se comporten de manera distinta a como lo han venido haciendo hasta ahora. No estoy diciendo que el movimiento (incluida Thunberg y sus cuadros) no hayan intentado lograr precisamente esto; probablemente la generación de 2018-2019 se ha acercado más que ninguna otra dentro de la historia del movimiento a encarnar este papel. Pero tenemos que pensar en nuestra lucha como la de una fuerza contra otra más que como la del conocimiento contra la ignorancia. Porque la política no viene determinada por la presencia de la verdad científica; desde luego, esta es una lección que sacar de la comparación entre la crisis del coronavirus y la crisis climática.

Afirmas que la deforestación y la destrucción de ecosistemas están entre los principales desencadenantes de la zoonosis, las pandemias y el cambio climático. ¿Qué podrían hacer los países del norte global para frenar esta destrucción y comenzar a restaurar ecosistemas situados más allá de sus fronteras? ¿Está sucediendo esto de algún modo que nos pueda resultar visible?

Lo primero sería tomar el control público de las cadenas de suministro que llegan a zonas tropicales de tala masiva de árboles. Los estados del norte global deberían dejar de aplicar su capacidad de orden, mando y mapeo sobre la ciudadanía (y, añadiría, sobre la gente migrante) y empezar a hacerlo sobre las compañías que sacan sus mercancías de pastizales y plantaciones y minas y cultivos situados donde hasta hace poco se alzaban bosques. Que esto se puede hacer es evidente, no hay ningún obstáculo técnico. Pero no estamos viendo nada que se le parezca; de hecho, a estas alturas de 2020 solo hemos visto lo contrario: una deforestación acelerada de las áreas tropicales más sensibles del planeta. Las carreteras penetran tanto en las selvas tropicales del Amazonas, del centro de África y del Sudeste Asiático que la integridad de estos ecosistemas se halla en peligro inminente. La devastación del interior del Amazonas llegó este verano a un punto de intensidad nuevo, cuando hubo empresarios que se adentraron en la región para incendiar bosques enteros, al tiempo que el gobierno de Indonesia decidía abrir sus selvas a la inversión extranjera, sin límite alguno a la tala. Y todo eso en mitad de una pandemia, cuando cabría pensar que los estados se lo iban a pensar dos veces antes de dar alas a una mayor destrucción forestal. Porque lo cierto es que la ciencia es tremendamente clara acerca del hecho de que la deforestación es el principal desencadenante de la zoonosis. Cuando las carreteras se abren paso a través de los bosques, los patógenos que habitan en ellos entran en contacto con los seres humanos; cuando se talan bosques enteros, los portadores (como los murciélagos, que portan los coronavirus) se ven obligados a irse a otro lugar. Es aquí donde el contraste entre el coronavirus y el cambio climático se esfuma: es precisamente allí donde se ven involucradas las principales entidades de acumulación de capital donde los estados no han estado preparados para llevar a cabo ningún movimiento contra las causas de la pandemia. En su lugar, lo que hemos visto este año ha sido cómo se echa más gasolina al fuego de la fiebre global: más deforestación, lo que ha causado el surgimiento de nuevas enfermedades infecciosas, junto a una mayor quema de combustibles fósiles. Todos los pasos se están dando en la dirección equivocada.

En «El murciélago y el capital» hay una idea que aparece con frecuencia y que nos resulta interesante: no solo la deforestación y la destrucción de ecosistemas están entre los principales desencadenantes tanto de las pandemias como del cambio climático, sino que también es muy importante en este sentido la mercantilización y subsunción de la vida animal a los circuitos del capital. Llegas incluso a proponer, de manera bastante provocativa, que deberíamos alcanzar un «veganismo global obligatorio». En este sentido, ¿crees que el antiespecismo, que ahora mismo en la práctica parece estar políticamente separado de la lucha ecologista, podría tener un papel relevante en la lucha contra el cambio climático y viceversa?

Eso creo, sí. El «veganismo global obligatorio» es, por supuesto, una provocación. No tengo ninguna intención de prohibir el consumo de carne al pueblo sami o a comunidades del Amazonas con las que no se ha establecido ningún contacto. Pero sí que creo que la generalización del veganismo sería un fin deseable dentro de la transición que necesariamente tiene que hacer en su dieta el norte global rico; eso para empezar. Nuestras metrópolis no pueden seguir cebándose gracias a las preciadas tierras que hay por todo el planeta. Lo que hace falta es utilizar la tierra para otros fines que no son ni la producción de carne ni la de lácteos; especialmente se deben dedicar a la resilvestración y la reforestación, que permitirán absorber CO2 y estabilizar el clima. Estamos alcanzando un punto en el que el interés de la humanidad por su propia supervivencia (y debemos suponer que existe tal interés, al menos más allá de las clases dominantes, de la extrema derecha y demás gente que parece poseída por una arrebatadora pulsión de muerte) se está alineando de manera objetiva con la de otras especies. Lo que quiero decir es lo siguiente: la crisis de biodiversidad ahora mismo se ha vuelto también peligrosa para los seres humanos. El COVID-19 es la primera manifestación épica de esta respuesta. Lo que ha sucedido hace poco en la granja de visones en Dinamarca nos ha puesto ante los ojos de nuevo el mismo asunto: al tener enjaulados a quince millones de criaturas, la industria danesa de visones (que es la más grande del mundo, pues produce abrigos de piel y productos de pestañas falsas para un segmento de consumidores espantosamente rico) generó las condiciones perfectas para que el Sars-Cov-2 saltase de nuevo a organismos animales, mutase y volviese otra vez a los seres humanos de una forma potencialmente desastrosa. Por tanto, el estado danés ahora está liquidando esa industria. Esto es algo que, por supuesto, los y las activistas por los derechos de los animales han estado exigiendo desde hace una eternidad por compasión hacia los visones, que necesitan deambular y nadar y andar escarbando; para estas criaturas, la vida en una jaula es de un terror abyecto. Y ahora finalmente se ha convertido en una fuente de terror también para los seres humanos. En el mismo espíritu, el cambio de la comida de origen animal a la de origen vegetal en nuestra dieta debería estar motivado por un interés humano por nosotros mismos. Por decirlo de algún modo, el antiespecismo se convierte así en un abandono con base antropocéntrica del reino animal.

En tu libro hay una parte en la que hablas de algo que para mucha gente de izquierdas no es fácil de asumir: la necesidad de hacer cesiones, un asunto que incluso los bolcheviques tuvieron que afrontar y que se vuelve aún más inevitable cuando apenas disponemos de fuerza política y queremos empezar a crecer, que es lo que sucede actualmente. ¿Cómo podríamos combinar esta necesidad con la de empezar a ver cambios drásticos de manera inmediata? ¿Cómo puede el movimiento climático empezar a levantarse a partir de esta idea de un diálogo entre reforma y revolución, y no solo a partir de la oposición negativa entre reforma revolución?

A mí, que vengo del movimiento trotskista, la conceptualización que más me atrae de la relación entre reforma y revolución sigue siendo la idea de «reivindicaciones transitorias»: se elevan reivindicaciones que articulan intereses materiales inmediatos de los grupos subalternos, pero ello, precisamente por esta razón, entra en conflicto con el statu quo y acaba apuntando aún más allá. Las reivindicaciones más básicas por una transición climática tienen esta forma. La abolición total de aquello que normalmente denominamos «industria de combustibles fósiles» (las compañías que extraen sus beneficios directamente de la producción de petróleo, gas y carbón) es una reivindicación de mínimos para lograr la estabilización del clima. Toda aquella persona que tenga cierta idea sobre la crisis climática sabe también que esas empresas no pueden seguir existiendo en cuanto tales. Deben ser apartadas de la economía de manera inmediata y para siempre. Sin embargo, eso abriría un agujero enorme en el tejido del capitalismo tal cual existe actualmente y no sabemos qué puede surgir al otro lado; perfectamente podría ser alguna versión de una sociedad poscapitalista. No obstante, es importante no poner el carro delante de los bueyes. No se arranca diciendo «acabemos con el capitalismo», esa no es la lógica de las reivindicaciones transitorias. Uno empieza exigiendo lo que es necesario ahora y luego sigue la dinámica social de esa demanda allí donde le lleve. Por poner un caso un poco más concreto, pensemos en un país del que rara vez se habla en este contexto: Francia. La empresa privada más grande del país es Total, una de las compañías de petróleo y gas más grandes del mundo. Como cualquier otra empresa del sector, ahora mismo está planeando una expansión de su producción para la década actual, la misma en la que las emisiones se deben reducir a la mitad a nivel mundial si queremos conservar alguna posibilidad de tener un calentamiento global que esté por debajo de 1,5 ºC. Evidentemente, Total tiene que dejar de existir. La manera más obvia de lograr que eso suceda sería nacionalizar la compañía y poner fin a toda su producción de petróleo y gas (y yo añadiría que habría que convertirla en una entidad dedicada a absorber CO2 de la atmósfera en lugar de a emitirlo). Es también evidente que el estado francés no está pensando hacer esto ni nada que se le parezca. Al contrario, el presidente Macron respalda los planes que tiene Total de irse al Ártico a hacer perforaciones en busca de más petróleo, y lo hace en el mismo momento en el que hay científicos informándonos de que el calentamiento en el Ártico se está dando a tal velocidad que los depósitos de hidrato de metano ubicados en el fondo del mar se están activando, filtrando así a la atmósfera este gas de efecto invernadero ultrapotente, uno de los mecanismos de retroalimentación más temidos y peligrosos del sistema climático. Pero imaginemos que el estado francés, sometido a algún tipo de presión de masas, de hecho socializase Total y se la quedase. ¿Sería eso compatible con el capitalismo tal cual lo conocemos en Francia o apuntaría, de manera más o menos inevitable, a un lugar situado más allá del statu quo? Esa es la lógica de las reivindicaciones transitorias en la crisis climática: trascienden la oposición binaria entre reforma y revolución. Y, en este momento de emergencia, lo cierto es que no podemos permitirnos quedarnos atascados en ningún tipo de insistencia purista en ninguna de las dos. Sencillamente hay que hacer lo hay que hacer.

Dentro del mismo marco de reforma revolución, en el libro sugieres que incluso los revolucionarios más radicales del siglo veinte tuvieron que mantener cierta continuidad con el antiguo régimen debido a las circunstancias extremas que estaban afrontando. Las nuestras no solo son extremas, sino que además nos dan muy poco tiempo para reaccionar. ¿Crees que deberíamos hacernos a la idea de que los cambios políticos más importantes de la próxima década para superar lo peor del cambio climático se darán dentro del antiguo régimen capitalista? ¿O esta es la receta perfecta para el desastre y el derrotismo?

Retomo la respuesta a la pregunta anterior: no podemos aceptar el capitalismo como un marco del que no podemos escapar y en el que tenemos que permanecer mientras resolvemos el problema del clima. No obstante, tampoco podemos decir que solo acabando primero con el capitalismo vamos a poder abordar el asunto del clima. Eso es una bobada. La lógica de la reivindicaciones transitorias, a riesgo de repetirme, es la de insistir en las políticas que resulten más evidentes (pensemos en la petición de paz en Rusia en 1917) y después, dado que estas políticas solo pueden ser llevadas a cabo a través de la confrontación con las clases dominantes, o al menos con fracciones de la clase dominante, prepararnos para ir más allá de su gobierno, si es eso lo que hace falta. La transición climática es un viaje que no empieza (que no puede empezar) con el fin del capitalismo, como tampoco pudo la revolución rusa. Puede terminar en ello, pero eso aún no lo sabemos. Lo que sí sabemos es que ninguna de nuestras exigencias (emisiones cero, la liquidación de la industria de combustibles fósiles, revertir la deforestación, etcétera) va a darse sin lucha. Y esa lucha debemos darla hasta el final. Todo depende de ello.

En otras entrevistas has señalado que esta cuarentena a nivel global ha supuesto todo un golpe para la lucha contra el cambio climático, la cual parecía estar en auge antes de marzo. Además, como decíamos antes, la pandemia ha demostrado que es más que necesario un movimiento social potente para dotar de ambición y sentido a las intervenciones estatales. Esto nos podría recordar otro de los preceptos leninistas: debemos estar preparados para aprovechar el momento. ¿Cómo podría prepararse el movimiento climático antes de una posible vuelta a la normalidad, cómo debería proceder cuando eso suceda (si es que sucede)? ¿Crees que la actual situación podría ser redirigida contra el capital fósil? En resumidas cuentas, ¿qué aspecto podría tener hoy ese «momento a aprovechar»?

Una cosa que defiendo en How to Blow Up a Pipeline: Learning to Fight in a World on Fire, que aparecerá en la editorial británica Verso en enero y algo más tarde en castellano [Cómo dinamitar un oleoducto. Nuevas luchas en un mundo en llamas será publicado también por Errata Naturae], es que el movimiento por el clima tiene que aprovechar los momentos de desastres climáticos, es decir, debemos aprender a actuar cuando nos golpeen sucesos meteorológicos extremos. Hasta el momento, el movimiento ha seguido un calendario ajeno al clima (huelgas los viernes, eventos contra las cumbres de la COP) y rara vez ha ajustado sus acciones a desastres reales, pero la próxima vez que Australia sufra unos incendios infernales, el movimiento debería lanzar una serie de acciones militantes contra la industria del carbón del país, y el próximo verano que Europa padezca un calor y unas sequías insoportables, deberíamos atacar las infraestructuras y tecnologías de combustibles fósiles para dejarle claro a la gente que, a menos que desarmemos esta maquinaria, vamos a arder hasta la muerte. El leninismo ecológico en funcionamiento sería eso: transformar una crisis de los síntomas en una crisis contra las causas. Los momentos de condiciones meteorológicas extremas y el sufrimiento que los acompaña deben ser politizados como los episodios bélicos que en realidad son. Son también los momentos en los que existe el potencial de ganar un apoyo masivo para la resistencia contra los combustibles fósiles; el verano de 2018 en Europa y lo que vino después (Fridays for Future y Extinction Rebellion) así lo indican. Tenemos que aprender a golpear cuando la cosa se está poniendo caliente, de manera bastante literal. Es entonces cuando las acciones militantes de masas se deben escalar, llegando a tomar las infraestructuras y tecnologías de combustibles fósiles, también dentro de las ciudades, para asfixiarlas hasta tal punto que los estados se vean obligados a negociar su desmantelamiento permanente. Pero está claro que hay algo de camino que recorrer hasta llegar ahí.

Como dices en el libro, el comunismo ha sido un movimiento fuertemente vinculado a las ideas de emergencia y salvación, desde el Manifiesto comunista hasta el periodo de 1914-1945 y hasta, queremos creer, la actual crisis climática. ¿Crees que si abordamos el cambio climático y la destrucción de ecosistemas desde una perspectiva realmente de emergencia, esta sería inherentemente comunista, al menos en espíritu (si es que existe tal cosa)?

Debemos atrevernos a enfrentarnos a la propiedad privada. Esto es inevitable, es el alfa y el omega. Que eso requiera un comunismo en toda regla es harina de otro costal; yo creo que en ningún caso lo hace de manera axiomática. Uno puede concebir de manera lógica la abolición de las industrias de combustibles fósiles sin la abolición del capitalismo como modo de producción. Pero, de nuevo, la abolición de las primeras perfectamente puede llevar a una ruptura con el capitalismo. A fin de cuentas, las reivindicaciones transitorias básicas y de mínimos apuntan algo que se parece bastante al comunismo de guerra.

En todo caso, sí afirmas que las experiencias comunistas históricas fueron una especie de operación de rescate a partir de fallos catastróficos anteriores, esto es, fueron empresas inherentemente trágicas. Dices que deberíamos estar dispuestos a aceptar esta situación y a tener por delante una vida de lucha sin cuartel. Todo indicaría que esto es así y, pese a todo, vivimos en sociedades en las que cualquier cambio significativo viene después de haber convencido a un porcentaje importante de la población. Un comunismo del desastre, en estas condiciones, podría parecer un suicidio político perfecto a la hora de hacer campaña por él. ¿Qué opinas al respecto?

En las pancartas yo no escribiría «¡Comunismo del desastre ya!», sino que plasmaría reivindicaciones como las que hemos mencionado, que puedan granjearse un apoyo extenso, como lo hacen, claro está, la reivindicaciones por un Green New Deal, por una transición justa y otros proyectos similares. Lo que pasa con el comunismo en el siglo veintiuno (si pensamos en el comunismo como una sociedad sin clases en la que todo el mundo tiene sus necesidades básicas cubiertas) es que probablemente tendría que construirse en una situación de escasez más que de abundancia. No tenemos más que pensar en el aumento del nivel del mar. Si crece dos metros, la mayor parte de Bangladés y todo el sur de Irak van a estar inundados, y puede que ya sea demasiado tarde para evitar este crecimiento, dada la velocidad y la irreversibilidad potencial del derretimiento del hielo en Groenlandia y en la Antártida occidental. Así pues, de aquí a un siglo, el comunismo en países como Bangladés o en el sur de Irak tendría una forma más parecida a la del comunismo de guerra o del desastre que a propuestas como el «comunismo de lujo totalmente automatizado», que parten de una «capacidad de suministro extremo» de cualquier bien que podamos desear. Bien pudiera ser que hubiera una escasez extrema de los bienes más básicos, incluso de un suelo sobre el que poner los pies. ¿Cómo cubriríamos entonces las necesidades de todo el mundo? ¿Podemos hacerlo sin dejar atrás las terribles desigualdades que existen en una sociedad de clases? Son preguntas que debemos hacernos de manera seria. Tendríamos que formular nuestras reivindicaciones más inmediatas pensando en evitar hacer más daño a la Tierra, pero sabiendo que hay un daño que ya se le ha hecho.

Dicho todo esto, cierras tu libro vinculando las ideas de supervivencia y utopía. La de utopía es una noción que nos resulta muy cercana, pensada no solo como la necesidad de dibujar un futuro imaginario mejor, sino también, y de manera muy concreta, un presente diferente. ¿En tu idea de «comunismo de guerra» hay espacio para el pensamiento utópico?

Desde luego. Como señalo en el libro (si bien no me extiendo en ello, ya lo han hecho otras personas) una transición que deje atrás los combustibles fósiles es compatible con mejoras radicales en las vidas de la gente. Puede venir acompañada de mejores trabajos, trabajos más seguros y, lo que no es menor, menos trabajo: jornadas laborales más cortas, más tiempo libre. De hecho en el comunismo de guerra original existía también una pulsión utópica: la emergencia de la guerra civil rusa ofreció la ocasión de experimentar con una vida sin dinero ni propiedad privada. Evidentemente, no salió demasiado bien. Pero la supervivencia y la utopía no son conceptos opuestos por definición. La primera podría hallarse en la segunda y necesitarla.

Fuente: https://contraeldiluvio.es/nuestra-lucha-es-la-de-una-fuerza-contra-otra-no-la-del-conocimiento-contra-la-ignorancia-entrevista-con-andreas-malm/

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