Page 9 of 9
1 7 8 9

Reforma educativa, profesionalización docente y derecho a la educación (de buena calidad): ¿es posible una relación entre ellas?

La vorágine de los hechos recientes –la radicalización de la resistencia magisterial, la represión gubernamental que implicó la pérdida de vidas de civiles y el inicio forzado de negociaciones entre un sector del magisterio y el gobierno federal– obliga a hacer una pausa y dar un paso atrás para recuperar la perspectiva necesaria que permita entender lo que sucede e intentar descifrar el rumbo que tomarán los acontecimientos y si ése es el adecuado para lo que queremos como Nación. Para ello es necesario puntualizar algunos elementos de carácter general.

Primero. Parafraseando una idea de Justa Ezpeleta relativa a la escuela de educación básica, se puede afirmar que el sistema educativo mexicano se ha encontrado en un estado permanente de reforma, al menos, desde hace casi 25 años. El ciclo reformista inició con el Acuerdo Nacional para la Modernización Educativa, que afectó de modo simultáneo a los órdenes curricular, administrativo-organizativo y docente. Le siguieron diversas reformas, más particulares: la asociada a la obligatoriedad de la educación preescolar y la de la educación secundaria; que devinieron en la Reforma Integral de la Educación Básica (RIEB). Además, situada en el horizonte la declaración de obligatoriedad de la educación media superior, se implementó la Reforma Integral de ese nivel (RIEMS). Ahora nos encontramos en un tercer momento, a partir de la formulación de “la reforma educativa” de 2013.

En cada momento se han hecho presentes procesos de cambio en diversos órdenes, con distinta intencionalidad y profundidad, así como con diferente direccionalidad (en algunos casos se identifican ya procesos de contra-reforma): lo pedagógico-curricular, lo administrativo-organizativo (macro, del sistema y micro, de la escuela), así como lo relativo a los trabajadores de la educación (v. g. escalafón horizontal). La mayor parte de los planteamientos de reforma fueron justificados bajo la retórica del mejoramiento de la calidad de la educación.

Segundo. Desde finales de los años noventa se plantearon varios límites a las posibilidades de cambio real de los diversos programas con los que se buscaba concretar la reforma. Unos tenían qué ver con el peso histórico de las formas dominantes del trabajo cotidiano en las escuelas (las culturas y prácticas escolares).

Otros se referían a las mediaciones y ajustes a las propuestas de cambio derivadas de la peculiar relación entre la administración educativa federal y local y de ésta con la organización gremial del magisterio. Otros más aludían a la inestabilidad y discontinuidad de los planteamientos, a su carácter fragmentario y acumulativo, al modo tradicional de implementación en cascada, que generaron apatía y resistencia entre el profesorado. Se hizo referencia entonces a la necesidad de pensar en la profesionalización del magisterio como punto de partida para generar condiciones para un cambio educativo genuino que aportara a la mejora de la calidad de la educación. En ese horizonte se plantearon la reforma curricular y el fortalecimiento de las instituciones formadoras de docentes; se probaron estrategias diversas en el ámbito de la actualización del profesorado en servicio; se estimuló el desarrollo profesional de los profesores a través de la realización de estudios de licenciatura y posgrado.

La aparente ineficacia del conjunto de medidas llevó a reclamar la necesidad de controvertir a fondo el arreglo burocrático-corporativo-clientelar de la relación SEP-SNTE, arraigado en la normativa administrativa-laboral, que ha incidido en el conjunto de procesos de gestión operativa del servicio educativo que limitan de fondo las posibilidades de mejora.

Tercero. La ‘reforma educativa’ en curso se planteó con base en varios argumentos. Uno fue el de la “recuperación” de la rectoría del Estado en materia educativa. Otro ha sido el de la profesionalización del magisterio. Ambos argumentos están conectados. Limitar la injerencia sindical en los procesos de ingreso, permanencia, promoción y reconocimiento del profesorado exigió el planteamiento de un proceso/sistema de valoración de los méritos individuales de cada profesor. La transformación de la relación del Estado con el magisterio supone y exige su individualización (la desestructuración del andamio corporativo-clientelar derivado de la participación sindical en la gestión laboral, fuente de corrupción e impunidad).

La evaluación, por tanto, se esgrime como el argumento técnico generalizable que facilita el establecimiento de nuevas bases “objetivas” para la regulación de la relación del magisterio individualizado con el Estado. Pero esto significa que la reforma trasciende el ámbito educativo/administrativo/laboral y cobra un significado eminentemente político (Arnaut, 2014). Lo que está en curso es un proceso de reconstrucción de la racionalidad con la cual el Estado revolucionario se constituyó y que, para reproducirse/actualizándose, requiere establecer nuevas y distintas bases de relación con la sociedad (reconstruyendo a sus viejas clientelas).

La primacía de la evaluación en ese proceso sugiere el establecimiento de un sistema meritocrático basado en cierta clase de evidencias (objetivables y manejables a gran escala, como ‘big-data’), ya no en la valoración local del desempeño de los profesores en función de criterios referidos a los réditos político-electorales, al control social ejercido por el gremio, o el mantenimiento de la pax laboral dentro del sistema.

Cuarto. La evaluación, en tanto mediador técnico-científico de la nueva relación del Estado con el magisterio, funciona de manera instrumental como mecanismo para gestionar el ingreso, la permanencia y el reconocimiento al desempeño del magisterio, así como para operar la promoción de los docentes en el escalafón vertical, es decir, a puestos directivos y de supervisión. Sin embargo, no resulta claro cómo los dispositivos desarrollados para operativizar tal evaluación inciden en a) la profesionalización de los docentes, b) la mejora de la calidad de la educación que reciben los alumnos y c) la garantía del derecho a la educación (de buena calidad).

¿La evaluación continua, en las distintas etapas de la trayectoria laboral de los docentes y directivos, aporta a su profesionalización? Si entendemos por profesionalización “la capacidad, la facultad, la responsabilidad y el compromiso (…) de los profesores para tomar decisiones altamente calificadas sobre los aspectos cotidianos y de política general (…) que forman la esencia de su desempeño laboral” (Consejo de especialistas, 2006), no resulta claro que los dispositivos evaluativos den cuenta de cómo medir la profesionalización –o la profesionalidad progresiva del profesorado– en su complejidad. Supondría tener evidencias de un proceso helicoidal verificable de medición-juicio-recomendación-formación-capacitación-desarrollo-medición-juicio, aceptando –sin conceder– que existe una relación causal medición-juicio-capacitación-mejora del desempeño del profesorado.

Pero eso resulta complicado si también se reconoce que el magisterio es muy heterogéneo. Múltiples generaciones, diversas trayectorias formativas y laborales, distintas relaciones con y significaciones del trabajo docente. Coexisten de manera problemática diferentes “tipos” de profesores. De acuerdo con Fuentes (2013), se pueden identificar tres grupos de docentes: a) los buenos, tenaces y comprometidos; b) los que se desempeñan en la medianía y “cumplen” con los mínimos de su trabajo; y c) los que nunca debieron ser maestros y permanecen para cobrar la quincena y jubilarse. En otra aproximación, Rockwell (2013) identifica cinco tipos de docentes: a) los que son excelentes en su trabajo; b) los que son regulares pero cumplidos con su trabajo; c) los que tienen poca experiencia y enfrentan dificultades en su trabajo y d) el resto, en dos subgrupos: los que no muestran interés o gusto por su trabajo, y los mayores, que dan evidencias de cansancio y no tienen una opción digna de jubilación. Los anteriores sin contar a aquellos que abusan de su poder y de la seguridad de su plaza laboral. Entonces ¿la evaluación tal como está instrumentalizada puede favorecer procesos de profesionalización de los diversos tipos de docentes activos en el sistema?

¿La evaluación del profesorado contribuye a la mejora de la calidad de la educación? Se puede decir que sólo de modo potencial y parcial. Depende de qué dimensiones y aspectos de la práctica docente y del desempeño profesional sean evaluados –e intervenidos, en consecuencia. Si se privilegia la dimensión cognitiva, puede referirse a conocimientos formales o disciplinares. Sin embargo, se ha hecho notar la complejidad de observar, medir y valorar la disposición y uso del conocimiento profesional del profesorado, en tanto conjunto de conocimientos y saberes prácticos que tienen un carácter situado y contextual (De Ibarrola, 2014), es decir, no estandarizable (como parece suponer el proceso de evaluación general). Más allá de los conocimientos, prácticas y desempeños reales del profesorado, hay que reconocer el peso de la historia y la cultura de las comunidades en cada aula. Primero, el aprendizaje de los alumnos no depende sólo de las prácticas de enseñanza del profesor. Antes está el entorno social, económico y cultural en el que nacieron y se desarrollaron los alumnos, relacionado con sus posibilidades de aprendizaje y desarrollo.

Le siguen las trayectorias formativas y de aprendizaje de los mismos estudiantes (Rockwell, 2014). Luego están las condiciones en las que funciona la escuela, la disponibilidad –y manejo efectivo– de recursos de apoyo, el uso del tiempo en la operación de la escuela, la enseñanza y el aprendizaje, etc. (Fuentes, 2013). Las posibilidades de mejora de los aprendizajes escolares de los alumnos dependen más de intervenciones “sistémicas”, que atiendan con criterios de acción afirmativa las diferencias de origen social de los alumnos, que coordinen además el quehacer escolar cotidiano para centrarlo en mejorar el tiempo de enseñanza y las oportunidades de aprendizaje de los alumnos. Sólo en ese contexto cobra relevancia la evaluación del desempeño del profesorado o de sus prácticas docentes, así como las intervenciones orientadas a su mejora.

¿La evaluación del profesorado y del personal directivo contribuye a garantizar el derecho a la educación de los niños, niñas y adolescentes, titulares primordiales de tal derecho? En el proceso de implementación de la reforma algunas voces reprochan al magisterio que no está de acuerdo con ella porque sus paros atentarían contra el derecho a la educación de los alumnos pues éstos no asisten a la escuela. Otras voces arguyen que debe primar tal derecho por encima de los derechos laborales del magisterio, por lo que resultaría legítimo que el gobierno suprimiera la protesta y forzara a tal sector de trabajadores a “educar” a los alumnos. En el ámbito de los derechos humanos, sin embargo, se distingue entre el derecho “a la educación” y el derecho “en la educación”.

En el primer caso se alude a la accesibilidad y la asequibilidad de los servicios educativos/escolares para la población. Sin duda, la suspensión de labores en las escuelas afecta tales principios. Una escuela cerrada representa una educación inaccesible. Pero eso es contingente, en la medida en que es un recurso de fuerza empleado por el gremio. En el segundo caso, se recurre a las nociones de adaptabilidad y aceptabilidad del proceso y los resultados del trabajo educativo escolar. Y es aquí donde tienen gran centralidad las prácticas y los desempeños reales del profesorado, en el marco de las condiciones y recursos que les provee la escuela y el sistema escolar: ¿los programas y los materiales educativos facilitan al docente la posibilidad de tomar decisiones profesionales para adaptar el currículo al contexto sociocultural de los alumnos? ¿Las políticas escolares soportan las prácticas docentes inclusivas y no discriminatorias de los estudiantes; prácticas que atiendan de modo atingente (no contingente) las diferencias sociales, económicas, culturales de los alumnos? ¿La evaluación reconoce y valora la capacidad de los docentes para tomar decisiones relativas a la construcción de ambientes educativos que favorezcan la igualdad y eliminen el igualitarismo? Es difícil de saber el modo en que la evaluación de ingreso, permanencia o promoción del profesorado facilita el ejercicio de prácticas docentes y escolares orientadas a y sustentadas en los principios de adaptabilidad y aceptabilidad. La anunciada contextualización de la evaluación eventualmente pudiera aportar elementos, pero no sabemos si ello resuelve el problema de fondo.

Sin duda, la implementación de una reforma que requiere la reconstrucción de la relación entre el Estado y el magisterio nacional demanda que se privilegien –al menos temporariamente– las dimensiones política y laboral. El proceso ocupará todavía mucho tiempo y energía social. Más cuando de por medio se ha de edificar una gobernabilidad del sistema educativo sobre bases diferentes. La pax docente del futuro no podrá ser, de ninguna manera, la que funcionó y le dio réditos al sistema político en el pasado. Por lo mismo, no hemos de sofocarnos en la coyuntura conflictiva ni en el corto plazo de los arreglos políticos que pretendan superar la crisis de gobernabilidad del sistema educativo. Más bien, tenemos la responsabilidad de alzar la mirada y reiterar, al menos, dos preguntas: ¿cómo articular las políticas nacionales, las estrategias institucionales y los recursos culturales disponibles para construir –con la participación central e inalienable de los docentes– una reforma educativa capaz de asegurar la mejora de la calidad y de garantizar el derecho a la educación de las futuras generaciones de mexicanos? ¿Cómo superar los riesgos de una reforma política que apuesta demasiado a un vector –la evaluación docente– y no parece reconocer la importancia, relevancia y complejidad histórica-socio-cultural de lo que sigue, la intervención, transformación y mejora de procesos y prácticas docentes, escolares e institucionales, en los que se articulen de modo distinto los órdenes curricular, organizacional y docente?

Referencias

Arnaut, Alberto (2014) “Lo bueno lo malo y lo feo del Servicio Profesional Docente”. En: Del Castillo, Gloria y Giovanna Valenti (coord.) Reforma educativa ¿qué estamos transformando? México: FLACSO-México.

Consejo de Especialistas para la Educación (2006) Los retos de México en el futuro de la educación. México: Consejo de Especialistas para la Educación

Fuentes, Olac (2013) “Las tareas del maestro y los desafíos de la evaluación docente”. En: Ramírez, Rodolfo (Coord.). La reforma constitucional en materia educativa: alcances y desafíos. México: Senado de la República. Instituto Belisario Domínguez.

Ibarrola, María de (2014) “El conocimiento profesional docente en el marco de la reforma educativa”. En: Del Castillo, Gloria y Giovanna Valenti (coord.) Reforma educativa ¿qué estamos transformando? México: FLACSO-México

Rockwell, Elsie (2013) “La complejidad del trabajo docente y los retos de su evaluación: resultados internacionales y procesos nacionales de reforma educativa”. En: Ramírez, Rodolfo (Coord.). La reforma constitucional en materia educativa: alcances y desafíos. México: Senado de la República. Instituto Belisario Domínguez.

Fuente del articulo: http://www.educacionfutura.org/reforma-educativa-profesionalizacion-docente-y-derecho-a-la-educacion-de-buena-calidad-es-posible-una-relacion-entre-ellas/

Fuente de la imagen:http://www.educacionfutura.org/wp-content/uploads/2016/04/evaluacion-extraordinaria-guerrero2-e1460132287865.jpg

Comparte este contenido:

Reformas Educativas en AL: Violencia en El Salvador como un atentado al derecho a la educación

Observatorio del Derecho a la Educación y la Justicia

Carolina Bodewig / Universidad Iberoamericana

El Observatorio del Derecho a la Educación y la Justicia (ODEJ) es una plataforma para el pronunciamiento público, impulsado por el campo estratégico en modelos y políticas educativas del Sistema Universitario Jesuita (SUJ). Su propósito consiste en la construcción de un espacio de análisis informado y de posicionamiento crítico de las políticas y las reformas educativas en México y América Latina, arraigado en la realidad social acerca de las injusticas del sistema educativo, y recupera temas coyunturales y estructurales con relación a la agenda educativa vigente.

El informe de estadísticas educativas del Ministerio de Educación (MINED) de El Salvador correspondiente al año 2014, reportó una deserción de un poco más de 86 mil estudiantes de educación básica, con causas muy variadas. De ese total, 9 mil 451 de esos estudiantes que abandonaron la escuela tienen como razones la delincuencia, la violencia o las amenazas de pandillas. De la misma forma, la Oficina de Información y Respuesta (OIR)[i] de la misma entidad gubernamental reportó que para el 2015 el total de estudiantes que abandonaron fue de 114,617 de todos los niveles educativos. De este total, un poco más de 15 mil estudiantes manifestaban que las razones de abandono escolar estaban relacionadas con la delincuencia, la violencia o amenazas.

Para el 2014, la deserción escolar vinculada con pandillas y violencia, manifestada explícitamente así por los estudiantes o sus padres o madres, aparecía entre las primeras cuatro causas más recurrentes de abandono escolar, sobrepasada por causas como cambio domiciliar o abandono del país, las cuales sumaban 38, 431 estudiantes; sin embargo muchas veces presentadas así por los estudiantes y sus familias a los directores de sus escuelas para disfrazar la razón real por la cual dejan su barrio, colonia o comunidad.

Y para traducir un poco estos números a historias reales, quiero mostrar que en El Salvador sucede que las niñas y jovencitas son amenazadas de muerte por sus propias compañeras de clase y ofrecidas por sus propias compañeras a otros pandilleros. En este país sucede que hay niños que, de un día para otro, abandonan su casa y su comunidad porque es la unica forma en que pueden evitar que los persigan o que los maten. En El Salvador también sucede que jóvenes deciden no estudiar más allá de noveno grado (último nivel de educación básica y de secundaria) porque acudir a la escuela más cercana que ofrece bachillerato (equivalente a la preparatoria) representa un riesgo para su vida. En El Salvador, niños y jóvenes, si tienen suerte, caminan hasta la escuela acompañados de su mamá, abuela, tío o hermano mayor porque de lo contrario no llegarían vivos. Hay estudiantes que deben cambiar su ruta hacia su escuela cada día para no ser acosados o amenazados. En El Salvador los niños, niñas y jóvenes abandonan su escuela porque sus aulas, sus baños, el patio de recreo o la cancha de fútbol ya no son lugares seguros, ya no son para jugar, para reír, ni para aprender.

Estos datos son realmente alarmantes, y así fueran dos, tres niños o niñas los que han abandonado la escuela por esta causa, es algo que en El Salvador no debería estar sucediendo, por la razón que ellos y ellas, como cualquier otro salvadoreño, tienen derecho a la educación para desarrollarse, para crecer, para tener oportunidades y tener una vida más plena y libre en su país.

Además de los niños, niñas y jóvenes que están siendo afectados por el acoso, amenazas y violencia, las escuelas y los docentes salvadoreños están enfrentando serios problemas para poder trabajar, para poder propiciar ambientes seguros y cómodos para el aprendizaje de cada uno de sus estudiantes. Tanto por el entorno externo que rodea a la escuela y las rutas que caminan sus estudiantes, como por el ambiente y los factores al interior de las propias escuelas.

Muchos docentes y directores de centros educativos públicos manifiestan que han sido víctimas de acoso y amenazas de pandillas, por ejemplo, para poner calificaciones a gusto de los estudiantes, también han recibido amenazas de pandillas por haber llamado la atención a sus propios estudiantes, al punto tal que en ocasiones estas amenazas desembocan en que los docentes presentan su renuncia al centro educativo. Otros docentes manifiestan que han sido extorsionados para poder caminar por las calles que llevan a su escuela o para poder permanecer trabajando ahí.

Según el reporte “Observatorio MINED 2015 sobre los Centros Educativos público de El Salvador “[1], de 5,132 centros educativos, alrededor de 3,327 reportaron que son afectados por actividad de pandilleros externa al centro y 1,220 reportaron que son afectados por actividad pandilleril interna, es decir, extorsiones, amenazas, acoso a estudiantes y docentes al interior del centro educativo. Ese mismo reporte también muestra que mil 630 docentes manifiestan haber recibido amenazas de pandillas, 348 docentes entrevistados manifestaron haber sido extorsionados por estudiantes pandilleros al interior del centro educativo.

Es claro y está de más decir que la inseguridad, la violencia, las amenazas a la comunidad educativa son un problema complejo y frente al cual debemos demandar y señalar que está violentando el derecho a la educación de los niños, niños y jóvenes salvadoreños. Esta situación que tiene tantos factores que la originan y que la fortalecen, también necesita no solo de acciones y respuestas múltiples, sino también articuladas y congruentes, desde diferentes entidades del Estado, desde la sociedad civil, desde el sector privado, desde el acompañamiento a los directores y docentes de los centros educativos sobre el manejo de estos conflictos y riesgos sociales.

Considero también que es urgente pensar en lo que esta limitación y, en muchos casos expulsión del sistema educativo, significa para el futuro de los niños, niñas y jóvenes salvadoreños, para la estabilidad, la convivencia y el desarrollo del país entero. Las preguntas que suscita este escenario son ¿qué significa que estos niños y niñas abandonen su escuela? ¿Qué significa que tengan miedo de ir a su escuela y de convivir con sus propios compañeros? ¿Qué implica para El Salvador, social, cultural y económicamente, que tantos niños y niñas estén abandonando su escuela por esta causa?

Este escenario apunta a que hay una generación en El Salvador que no terminará de estudiar y no tendrá acceso a  la educación más allá del nivel básico o, con suerte, el bachillerato, una generación a la que además de violentarle su derecho a educación, que de por sí es gravísimo, le están arrebatando su presente y sus posibilidades de aprender, de relacionarse y convivir, de imaginar y caminar hacia una vida personal más plena, de contribuir social, cultural y económicamente al país. Esta también será una generación llena de miedos, odios y frustraciones las cuales, definitivamente, se verán reflejadas en el futuro. Este escenario que tantos niños, niñas, jóvenes, docentes y directores están atravesando nos debería bastar para generar en nosotros un sentido grande de indignación, de urgencia y exigencia por algo diferente.

Referencias:

–http://www.laprensagrafica.com/2016/04/01/pandillas-aumentan-acoso-para-controlar-escuelas

–http://www.elsalvador.com/articulo/nacional/docentes-dejan-aula-para-morir-por-estar-subutilizados-111908

 http://www.laprensagrafica.com/2016/04/25/desercion-de-estudiantespor-violencia-persiste

-OBSERVATORIO MINED 2015 SOBRE LOS CENTROS EDUCATIVOS PÚBLICOS DE EL SALVADOR. Elaborado con los resultados del Proyecto “Monitoreo a los Programas del MINED en Centros Educativos de El Salvador y Asistencia Técnica al Programa de Alimentación y Salud Escolar, PASE 2,015”

– Informe de Estadísticas Educativas, MINED, 2014. Disponibles en:http://www.mined.gob.sv/index.php/estadisticas-educativas

[1] Se revisaron 5,132 centros educativos y se consultaron 45,871 docentes

[i] Información obtenida gracias a un artículo publicado en el periódico salvadoreño La Prensa Gráfica el 25 de abril por el periodista Ricardo Flores

Fuente del articulo:http://www.educacionfutura.org/reformas-educativas-en-latinoamerica-violencia-en-el-salvador-como-un-atentado-al-derecho-a-la-educacion/

Fuente de imagen: http://www.educacionfutura.org/wp-content/uploads/2016/08/pandilleros-presos-768×433.jpg

Comparte este contenido:

Reformas educativas en AL: Ecuador

Por: Observatorio del Derecho a la Educación y la Justicia

Reformas educativas en Latinoamérica
El caso de Ecuador: La política educativa durante la presidencia de Rafael Correa

Mateo Guayasamin

Universidad Iberoamericana

El Observatorio del Derecho a la Educación y la Justicia (ODEJ) es una plataforma para el pronunciamiento público, impulsado por el campo estratégico en modelos y políticas educativas del Sistema Universitario Jesuita (SUJ). Su propósito consiste en la construcción de un espacio de análisis informado y de posicionamiento crítico de las políticas y las reformas educativas en México y América Latina, arraigado en la realidad social acerca de las injusticas del sistema educativo, y recupera temas coyunturales y estructurales con relación a la agenda educativa vigente.

Rafael Correa llegó a la presidencia en el año del 2007 con un apoyo del 56,67% del electorado. Desde sus primeros años de mandato, Correa enfocó su política de gobierno en un modelo denominado como “socialismo del siglo XXI”, que se relaciona con el abandono de políticas neoliberales, la recuperación del Estado en su papel de rector de la economía y el incremento del gasto social (De la Torre, 2010).

En cuanto al ámbito educativo, desde el inicio de gobierno, se establecieron normativas y metas que apuntaban a mejorar no solamente el acceso, sino también la calidad de la educación. El Plan Decenal de Educación (2006) la Constitución de la República (2008) la Ley de Educación Intercultural (2011) y el Plan Nacional del Buen Vivir (2013) son algunos de ellos.

El Plan Decenal de Educación 2006-2015 (PDE) fue aprobado mediante consulta popular el 26 de noviembre de 2006 por casi el 66% y ratificado por el presidente Correa durante su primer año de mandato. Son ocho los ejes que posee este Plan:

  1. Universalización de la Educación Inicial de 0 a 5 años
  2. Universalización de la Educación General Básica de primero a décimo.
  3. Incremento de la población estudiantil del Bachillerato hasta alcanzar al menos el 75% de los jóvenes en edad correspondiente.
  4. Erradicación del analfabetismo y fortalecimiento de la educación de adultos.
  5. Mejoramiento de la infraestructura y el equipamiento de las instituciones educativas.
  6. Mejoramiento de la calidad y equidad de la educación e implementación de un sistema nacional de evaluación y rendición social de cuentas del sistema educativo.
  7. Revalorización de la profesión docente y mejoramiento de la formación inicial, capacitación permanente, condiciones de trabajo y calidad de vida.
  8. Aumento del 0,5 % anual en la participación del sector educativo en el PIB hasta el año 2012, o hasta alcanzar al menos el 6% del PIB.

El punto crítico del PDE se encuentra en el financiamiento. La consulta popular realizada el 26 de noviembre del 2006 no explicaba a la población cómo se iban a obtener los recursos para realizar el anunciado incremento en educación.

En lo que se refiere a la Ley Orgánica de Educación Intercultural (LOEI), llevada al Registro Oficial en el año 2011, plantea la visión educativa del país. Recoge algunos fundamentos como la igualdad de género, la participación ciudadana, la gratuidad desde el nivel inicial hasta el bachillerato, el acceso y la permanencia. Con esta ley se procura un modelo de educación que fortalezca el conocimiento de los pueblos y nacionalidades del Ecuador.

Por su parte, el Buen Vivir y la cosmovisión del Sumak Kawsay, otra medida implementada durante este periodo, apelarían a una transformación cualitativa de la educación. Se destacan temáticas como la interculturalidad, la formación de una ciudadanía democrática, el fomento de actividades recreativas y deportivas, el cuidado al medio ambiente y la prevención de la salud sexual. El objetivo central consiste en fortalecer las capacidades y las potencialidades de la ciudadanía tomando en cuenta una buena nutrición, un clima de convivencia pacífica y el disfrute de la cultura y el deporte.

Sin embargo, sabemos que es en la implementación donde suele evidenciarse la capacidad de cumplimiento o incumplimiento de la política educativa, dado que la mayoría de las veces existe una distancia entre aquello que se explicita en el papel y lo que sucede en la realidad cotidiana de las escuelas. En este marco, resulta preciso observar cómo han sido puestos en práctica dichos programas.

Como parte del objetivo de la Universalización de la Educación (Plan Decenal, meta 1) para el año 2007 se eliminaron la matrícula (25 dólares) y el cobro por uniformes y útiles escolares que anteriormente los establecimientos solicitaban para sostener los costos de funcionamiento. El Ministerio de Educación, además de prohibir esta práctica, hoy entrega a cada escuela los materiales y recursos según una planificación y el presupuesto presentados por los directivos de cada institución (aunque siempre existen demoras y complicaciones burocráticas).

Los estudiantes reciben alimentación escolar y textos gratuitos. En el año 2007, en la región Costa se entregaron 4.266.343 textos para 1.197.905 alumnos de básica. En la Sierra se distribuyeron 3.767.274 a 1’063.781 estudiantes. En el sistema intercultural bilingüe se repartieron 365.351 textos para 86.741 alumnos (Luna, 2014). Aunque al parecer estos datos resultan favorables, falta por establecer la utilidad y calidad de los textos.

Estas cifras, de alguna manera, nos permiten considerar que la política educativa de los diez últimos años ha estado enfocada especialmente en la cobertura y en ampliar el número de la población escolarizada, lo cual es un paso importante. En cuanto a la calidad el aprendizaje también se han dado pasos importantes. Uno de ellos es la creación del Instituto de Evaluación Educativa (Ineval), encargado de medir estándares de calidad educativos.

Una de sus funciones fue la implementación de la prueba Ser Bachiller a los estudiantes de 3er año de bachillerato para medir las habilidades y el aprendizaje en las áreas de Matemática, Lengua y Literatura, Ciencias Naturales y Ciencias Sociales. Las autoridades señalaron que el 57% de los 106.147 estudiantes evaluados en el 2014 lograron un nivel satisfactorio en la mencionada prueba. En ese camino por mejorar la calidad educativa, también se han inaugurado 209 instituciones educativas con Bachillerato Internacional.

Datos cuantitativos que demuestran que la inversión educativa ha sido destacable con respecto a otros períodos de gobierno, casi 4,3 veces más que otros gobiernos, alcanzando una cifra de casi 20.000 millones de dólares.

Sin embargo, si indagamos en las críticas y los desafíos pendientes (Luna, 2014; Terán, 2015; Torres, 2016) encontraremos ciertos puntos como el excesivo trabajo administrativo para los docentes, evaluaciones que no satisfacen a los maestros, enfrentamientos con los estudiantes, aplicación de políticas punitivas, un diseño curricular poco efectivo y un sistema pensado en meritocracia y no en la igualdad de condiciones.

Un problema fundamental que merece una mayor concentración de política educativa es la deserción del sistema educativo. Según el Ministerio de Educación, para el año 2015, solamente el 68,9% de alumnos completaba el bachillerato. Antes, en el año 2006 esta cifra estaba en el 50,3 %, pero todavía es preocupante saber que 3 de cada 10 estudiantes no cumplen con los 10 años de escolaridad.

A esto se añade que todavía falta por cumplir que los docentes tengan grupos con menos estudiantes, implementar un sistema de clases extracurriculares (como deporte, arte y cultura) y aumentar la infraestructura educativa con la construcción de 900 Escuelas del Milenio. También, este panorama ha evidenciado que no existen fuertes estrategias para enfrentar el rezago educativo y principalmente, no existe un modelo que pretenda mejorar la calidad del aprendizaje con nuevos paradigmas pedagógicos.

Con esto, quedan algunas interrogantes que esperamos puedan ser resueltas en el futuro próximo y orientar la política educativa en Ecuador: ¿Qué podemos hacer como sociedad para continuar con la construcción de políticas a favor de la educación? ¿Cómo se enfrentará el rezago educativo que sigue siendo un problema visible en el país? ¿Se puede llegar a una coherencia entre el diseño y la acción de las políticas educativas?  ¿Con el bajo precio del petróleo, cómo se verá afectado el recorte presupuestal en la educación? ¿Qué estrategias debemos tomar en las escuelas luego del terremoto del 16 de abril pasado?

Referencias:
Terán, R (2015) Educación, cambio institucional y equidad, Quito, UASB
Paladines, C (2015) Perspectivas de cambio en la Educación Básica y Bachillerato. Ecuador 2007-2013, Argentina, UNLPam
Luna, M (2014) Las políticas educativas en el Ecuador, 1950 – 2010. Las acciones del Estado y las iniciativas de la sociedad (Tesis doctoral). España, UNED
Torres (2016) La Educación en el gobierno de Rafael Correa (compilación), Blog disponible en http://otra-educacion.blogspot.mx/2014/09/la-educacion-en-el-gobierno-de-rafael.html
Ministerio de Educación del Ecuador (2014) Rendición de cuentas 2014, Quito, Dirección Nacional de Seguimiento y Evaluación.

ONU  (2005).  Cap.III.  La  educación  como  eje  del  desarrollo  humano. En Objetivos del Desarrollo del Milenio. Una mirada desde América Latina y el Caribe, Santiago de Chile: ONU.
Plan decenal de Educación 2006-2015
Constitución de la República del Ecuador 2008
Plan Nacional del Buen Vivir 2013, Objetivo No.4
Ley Orgánica de Educación Intercultural LOEI 2011

*fuente de la imagen:  http://www.infolatam.com/2013/09/11/maestros-generan-caos-en-mexico-contra-reforma-educativa/

Comparte este contenido:
Page 9 of 9
1 7 8 9