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Telesalud: ¿una respuesta ante la crisis de salud mental?

Por: Paulette Delgado

Ante el aumento de problemas de salud mental por la pandemia y el acceso limitado a servicios de apoyo, cada vez más expertos y pacientes acuden a la tecnología para reemplazar las sesiones presenciales.

Para la Organización Mundial de la Salud (OMS), la pandemia exhibe la creciente necesidad de apoyo en materia de salud mental y, lamentablemente, muchos países están fracasando en ofrecer los servicios que las personas necesitan.

Cada tres años, la OMS publica el Atlas de salud mental, un documento con información de sus miembros sobre “las políticas, la legislación, la financiación, los recursos humanos, la disponibilidad y la utilización de los servicios y los sistemas de recopilación de datos en materia de salud mental”.  La versión más reciente se publicó este año en vísperas del Día Mundial de la Salud Mental, que se celebró el pasado 10 de Octubre.

El doctor Tedros Adhanom Ghebreyesus, Director General de la OMS, expresó que “Es sumamente preocupante que, a pesar de la evidente y creciente necesidad de servicios de salud mental, la cual se ha agudizado aún más durante la pandemia del COVID-19, las buenas intenciones no se vean acompañadas de inversiones. Debemos atender esta llamada de atención y actuar al respecto acelerando drásticamente el aumento de la inversión en salud mental, porque no hay salud sin salud mental”.

A través del Atlas de Salud Mental 2020, la OMS descubrió que ninguna de las metas estuvo cerca de alcanzarse. Sólo el 51 % de los miembros informaron que sus políticas o planes sobre salud mental estaban en armonía con los instrumentos internacionales y regionales de derechos humanos (la meta era del 80 %). Igualmente, el 52 % de los países cumplieron con la meta de programas de promoción y prevención de la salud mental (la meta era la misma, 80 %). La OMS también informó que las estimaciones mundiales sobre las personas que reciben atención por problemas de salud mental se mantienen por debajo del 50 %. Lo más preocupante es que, la media mundial de personas con psicosis que reciben apoyo es sólo del 29 %.

Con la llegada del COVID-19, el acceso a recibir ayuda en temas de salud mental se vio muy afectado ya que muchos psiquiatras, psicólogos y médicos en general optaron por no tener sesiones presenciales por miedo a contagiarse. Para poder seguir atendiendo a quien lo necesita, muchos profesionales optaron por empezar a consultar por medio del teléfono o videoconferencia, es decir, se adaptaron a la tendencia conocida como telesalud.

¿Qué es la telesalud?

La telesalud, también conocida como telemedicina, es cuando se usa la tecnología, como computadoras y dispositivos móviles, para acceder a los servicios de atención médica de forma remota. A veces cuando es sobre salud mental también se le conoce como telepsiquiatría o telepsicología. Debido al COVID-19, ha aumentado la necesidad de ofrecer servicios virtuales por lo que esta manera de diagnosticar se ha vuelto una opción bastante atractiva. En Estados Unidos, por ejemplo, su uso  aumentó increíblemente. En el 2019, sólo 11 % de los americanos utilizaban esta opción, para el 2020 esta cifra era del 46 % y los doctores están viendo entre 50 a 175 más pacientes a través de telesalud que antes.

Un estudio de la Universidad de California, San Francisco (UCSF) reportó que los médicos de San Francisco Health Network (SFHN) apoyan abrumadoramente el uso de estos servicios, nueve de cada diez doctores contestaron que se sentían cómodos de brindar atención por teléfono o video. Anjana Sharma, profesora asistente de Medicina Familiar y Comunitaria en UCSF, expresó que “esa transición fue dolorosa para muchas personas: encontrar una nueva forma de brindar atención médica».

En el estudio de la UCSF, los doctores confesaron que estaban preocupados por no saber si podían diagnosticar con precisión a los pacientes de forma remota, casi el 60 % cuestionó la seguridad de diagnosticar por teléfono y el 35 % sobre identificar problemas de salud por teléfono. Además, alrededor del 44 % informó que no es práctico el uso del teléfono ya que implica muchas barreras cognitivas, auditivas y del habla. Aún así, el 90 % señaló que seguirá usando la tecnología cuando acabe la pandemia.

Una de las ventajas que ofrece la telesalud mental es que no es necesario trasladarse a ningún lado, lo cual es conveniente especialmente para aquellas personas que tienen un horario complicado o no tienen facilidad de trasladarse fácilmente. Además proporciona un horario más flexible. Otro aspecto positivo es que permite que la ayuda tenga un alcance más amplio. Debido a que la tecnología es una herramienta con la que muchos ya cuentan, hace más accesible la atención para los que no podían tener acceso a servicios de salud mental, incluidas personas en zonas remotas o en situación de emergencia.

Sin embargo, al tratarse de tecnología, los niveles de calidad pueden variar. Por ejemplo, si se tiene una mala conexión a internet, la videoconferencia puede trabarse, verse u oírse mal, afectando cómo se ofrecen y reciben estos servicios. Además, la calidad del video también depende del dispositivo, no es lo mismo tener una sesión en una computadora que en un celular. También, la reunión está a la merced de la plataforma en donde se llevará a cabo la videoconferencia; si esta tiene algún problema puede que se tenga que cancelar.

Otro tema importante es el de la privacidad. Por un lado, las cámaras están en las casas de los usuarios lo que puede hacerlos sentir expuestos. Además, si la persona vive con otros, puede que no cuenten con un espacio privado para tener la cita sin que lo escuchen, provocando que no hable libremente. Aunado a eso, puede que el paciente tenga problemas para configurar el acceso al video, instalar la plataforma para la sesión como Skype o Zoom, o incluso cómo acceder a la sesión debido a barreras del idioma o porque no tienen suficientes conocimientos y habilidades en el uso de la tecnología.

Cada vez son más los países que tienen la mira en la telesalud como una herramienta para enmendar la falta de atención presencial. Según la OMS, el 70 % de sus miembros han adoptado la telemedicina o la teleterapia, sin embargo, esta cifra depende de los ingresos de cada país. Para aquellos países de altos ingresos, el 80 % reportó que veían el uso de la tecnología para mitigar los retos de ofrecer servicios de salud mental. Sin embargo, menos del 50 % de los países de bajos recursos reportaron usar la telesalud.

Con menos del 50 % de la población siendo atendida por problemas de salud mental, todos los países deberían de aprovechar la facilidad de consultar en línea para brindar ayuda a quien lo necesite, no sólo los países de altos ingresos. Así lo señaló Casey Tallent, directora de iniciativas de salud colegiada y teleconductual en Pathlight Mood & Anxiety Center, “la telesalud nos ha permitido continuar brindando atención a miles de pacientes, que de otra manera no habrían podido recibir la atención de salud mental que necesitaban”, Y es algo que hay que aprovechar.

¿Has utilizado alguna vez la telesalud? ¿Qué opinas de esta manera de acceder a servicios médicos? ¿Crees que sea una buena respuesta ante la crisis de salud mental? Déjanos tus comentarios abajo.

Fuente de la información e imagen: https://observatorio.tec.mx

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Los estudiantes universitarios están exhaustos emocionalmente y necesitan ayuda

Por: Paulette Delgado

A más de un año de la pandemia, los estudiantes universitarios de nuevo ingreso están exhaustos mental y físicamente.

A medida de que los estudiantes universitarios de nuevo ingreso toman sus primeras clases presenciales, muchos están emocionados por iniciar una nueva etapa pero también están sintiendo los estragos de los desafíos creados por la pandemia. Según resultados preliminares de la encuesta anual de participación estudiantil para estudiantes universitarios de nuevo ingreso (BCSSE por sus siglas en inglés) las y los estudiantes están agotados y presentan un aumento en problemas de salud mental. El estudio se aplicó a cerca de 50 mil estudiantes de nuevo ingreso desde mayo hasta septiembre de 2021. De los participantes, más del 50 % contestó que se sienten mental y físicamente exhaustos, un 30 % sufre de depresión, el 27 % se siente más solos, otro 27 % siente incapacidad para concentrarse, y un 20 % se siente desesperado.

A casi un año y medio de pandemia y cambios en la normalidad, era de esperarse que surgieran este tipo de problemas, especialmente porque el acceso a apoyo en temas de salud mental también se vio afectado. Otra encuesta que se enfoca en el impacto del COVID-19 en la salud mental de 18,764 alumnos universitarios estadounidenses. De estos, 41.8 % respondió que han buscado apoyo pero, de este porcentaje, el 60.1% dijo que obtener ayuda es algo o mucho más complicado. Por otro lado, el 69 % de los estudiantes dijeron que la administración de su institución les brindó ayuda pero de dónde más recibieron respaldo fue de sus profesores (78 %).

La Fundación JED realizó una guía sobre cómo abordar la salud mental y el bienestar en el campus. Según la Fundación, además de preocuparse por un regreso presencial sin riesgo de contagios, se necesita abordar temas de bienestar mental y emocional. En este sentido, lo primordial es la planificación estratégica. Para garantizar el éxito, el bienestar y la seguridad de los estudiantes se necesita organización, especialmente para garantizar que todos tengan la mismas oportunidades y no excluir a minorías. Este proceso debe incluir a los profesores, el personal y las familias ya que han pasado por los mismos desafíos que los estudiantes, sugiere la fundación.

Debido a que cada institución es diferente, la Fundación JED recomienda realizar encuestas, tener grupos de enfoque, o cualquier otra medida para recopilar datos para saber qué están pensando no sólo los alumnos, sino el personal educativo y las necesidades de toda la comunidad educativa. Después de tener una buena recolección de datos y se creen estrategias, es importante planear cómo comunicarse con la comunidad de manera clara y relevante. Las y los estudiantes, sus familias y el personal docente son bombardeados con actualizaciones e información que cambia constantemente, así que decirles las cosas de manera puntual y oportuna es muy importante para que no haya confusiones. Hacerlo, según la Fundación JED, mejorará la confianza de la comunidad en los procesos y decisiones de las instituciones.

Otra estrategia valiosa es enfocarse en habilidades para la vida ya que estas ayudan a los alumnos a lidiar con los factores estresantes producidos por la pandemia, a tomar decisiones, fomentar la resiliencia y lograr el éxito académico. Ofrecer programas enfocados en conexiones sociales, la empatía, el procesamiento del dolor, manejo del estrés, la atención plena, entre otros, e incluir recursos para el profesorado y el personal administrativo. El Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT por sus siglas en inglés), por ejemplo, creó una página de recursos integrales para lidiar con el estrés. Además, es esencial recordar que probablemente muchos estudiantes perdieron a alguien cercano debido al COVID-19, por lo que es recomendable ofrecer grupos de apoyo, programas y demás servicios enfocados en el duelo.

Los sentimientos de soledad se han visto exacerbados por el distanciamiento físico durante el último año y medio, por lo que es clave que se promueva la conexión social y crear una comunidad. La Fundación JED recomienda promover programas de apoyo entre pares, siempre que sea posible, e incentivar el activismo estudiantil ya que puede fomentar conexiones y colaboraciones entre los propios alumnos. Sobre este último punto, las universidades deben trabajar con sus estudiantes para garantizar que cuenten con los apoyos y estructuras adecuadas para que se expresen. Proporcionar una variedad de recursos de apoyo, como foros o grupos estudiantiles, es fundamental para permitir que ellos procesen su activismo.

Por otro lado, las personas que trabajan en las universidades muchas veces son la única conexión que un estudiante tendrá, especialmente si su educación es totalmente en línea, por lo que es fundamental tener programas de capacitación y formación para la facultad. La Fundación JED también recomienda promover recursos para que las familias reconozcan las señales de advertencia en jóvenes con problemas de salud mental para que respondan y refieran a los estudiantes el apoyo que necesitan. Además, aconsejan tener información actualizada en sus sitios web principales, no sólo en centros de bienestar o asesoramiento.

También sugieren incluir el bienestar emocional en los servicios de salud del campus. Por ejemplo, dentro de las herramientas de detección del COVID-19, incluir preguntas sobre cómo se sienten emocionalmente y no sólo si han estado en contacto con alguien que haya salido positiva. Estas preguntas proporcionarán datos útiles sobre los desafíos que enfrentan las y los alumnos y no sólo ayudará a planear la mejor manera de atender sus necesidades, sino también es un recurso para que el alumnado reflexione sobre su salud mental. Como se mencionó anteriormente, el 60 % de los estudiantes encuestados informan que la pandemia aumentó la dificultad para atender su salud mental. Los campus pueden considerar la posibilidad de crear boletines o campañas de salud mental para difundir sus recursos y hacerlos más accesibles. El sitio web del Centro de asesoramiento de la Universidad de Pittsburgh es un buen ejemplo de cómo mostrar todos los servicios disponibles. Por su parte, el Tec de Monterrey creó el programa “Tqueremos” que se enfoca en el bienestar integral de los estudiantes, brindando apoyo emocional, social, financiero, ocupacional, espiritual, intelectual, física y social.

Para que los recursos de atención de salud mental sean más integrales y efectivos, la Fundación JED recomienda incrementar el personal de apoyo, que la diversidad del personal refleje la población estudiantil, flexibilidad en los enfoques de tratamiento y proveedores fuera del campus que ofrecen servicios complementarios o especializados. Por otro lado, la fundación insiste en considerar a los profesores dentro de estos programas ya que de esta manera ellos también pueden procesar sus experiencias y trauma con respecto al impacto de la pandemia al mismo tiempo que apoyan las necesidades de los estudiantes.

Por último, la Fundación JED aconseja tener un protocolo de emergencia claro y accesible para guiar a la comunidad. Proporcionar información de emergencia como números de teléfono para situaciones de crisis, chats o servicios de texto también es de gran ayuda. La información que proporcione la universidad debe ser clara de manera que sea sencillo para la comunidad universitaria encontrar estos recursos y puedan compartirlos con sus compañeros y colegas. Las universidades también deben estar preparadas con información y protocolos sobre qué hacer en caso de que algún alumno muera debido al COVID-19, cuando se presente algún caso de suicidio u otro tipo de accidente o enfermedad. Saber reconocer, responder y referir a los estudiantes que presentan problemas de salud mental y tendencias suicidas puede ayudar a prevenir crisis.

La encuesta anual de participación estudiantil para estudiantes universitarios de nuevo ingreso reporta que los estudiantes se mantienen optimistas, a pesar de estar exhaustos emocionalmente. Ahora que más universidades están retomando las clases presenciales o usan modelos híbridos, es indispensable dar prioridad a la salud mental de la comunidad, planear la mejor manera de apoyar tanto al alumnado, profesorado, así como también a las familias y la comunidad.

¿Has considerado que la pandemia te ha afectado emocionalmente? ¿Te sientes más agotado? ¿Crees que tu universidad tiene buenos recursos sobre salud mental? ¿Los conoces? Deja tus comentarios abajo.

Fuente e imagen: https://observatorio.tec.mx

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Dark Academia, una tendencia problemática

Por: Paulette Delgado

Lo que empezó como un “club de lectura” se convirtió en una comunidad de jóvenes influenciados por las culturas del renacimiento, barroco y el romanticismo, dando paso a la tendencia conocida como Dark Academia.

Con más de un millón de publicaciones en Instagram e innumerables cuentas dedicadas a la tendencia, Dark Academia está tomando al mundo por sorpresa, pero ¿qué es exactamente la Dark Academia? Este término se refiere a una subcultura con un gran énfasis en la lectura, la escritura y el aprendizaje. Se trata de personas que tienen interés por la literatura clásica europea, el latín, el arte, la poesía, la moda de Europa occidental, lo inusual y lo ilícito.

Aunque ha tenido un auge en popularidad este año, la tendencia Dark Academia apareció por primera vez en el año 2015 en la plataforma Tumblr. Su enfoque era más hacia la lectura que a la moda ya que la gente recomendaba libros clásicos y novelas góticas y rendía homenaje a la novela de Donna Tartt “El Secreto”. Este libro gira en torno a un grupo de seis estudiantes que se ven envueltos en misterios y secretos que, junto a su profesor, entablan discusiones intelectuales, creyéndose superiores.

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A lo largo de los años, lo que empezó como un “club de lectura” debido a las recomendaciones, fue creando una comunidad de jóvenes influenciados por las culturas del renacimiento, barroco y el romanticismo, entre otras. Y aunque la literatura es parte de los pilares del Dark Academia, la caligrafía también es importante. La gente que sigue esta tendencia a menudo experimenta con la lingüística, la caligrafía y prueba plumas estilográficas.

Generalmente, la tendencia tiene dos lados: por un lado, están los clásicos tanto del canon de la literatura como de la historia del arte, y por el otro, una serie de obras de la cultura pop. Por ejemplo, los seguidores pueden leer obras como “Antígona” de Sófocles o “Harry Potter” de J.K Rowling, ver películas como “La sociedad de los poetas muertos” de 1989 o “Entre navajas y secretos “ que se estrenó en el 2019. En cuanto a música, artistas desde Frédéric Chopin hasta Lorde se incluyen dentro de las listas de reproducciones.

En cuanto al aspecto de la moda, otra área de la tendencia que es la más popular, está asociada a la élite inglesa masculina, buscando dar la impresión de estudiar en una universidad de principios del siglo XX: blazers, suéteres de cuello alto, ropa vintage donde predominan los cuadros y tonos otoñales. Esta moda es sumamente atractiva para los jóvenes ya que promueve un estilo andrógino ya que es común usar sacos o chaquetas clásicas.

La pandemia juega un papel importante en su reciente popularidad ya que muchos estudiantes anhelan una educación más tradicional, en lugar de sus clases remotas. Otro factor importante es el declive de las carreras de humanidades para priorizar aquellas de las áreas STEM, como en el Reino Unido donde el Departamento de Educación recortó en un 50 % la financiación de las instituciones de artes y humanidades. Sin embargo, el origen de la tendencia es preocupante ya que perpetúa de manera inherente que el estudio occidental y la literatura clásica es el epítome de la academia. Además, idealiza el estereotipo de hombres delgados, blancos, ricos e intelectuales como los estudiantes de Julian Morrow en el libro de Donna Tartt “El Secreto” o los de John Keating en la película ”La sociedad de los poetas muertos”.

Sobre este último ejemplo, al igual que en la Dark Academia, glorifica ciertos textos escritos por autores masculinos blancos que representan la literatura inglesa y excluye a cualquier otra persona que no se ajuste al ideal eurocéntrico de autenticidad. De manera sutil pero segura, esta estética alimenta la formación del canon y las narrativas opresivas que históricamente favorecen las narrativas de hombres blancos.

En gran parte, el movimiento está basado en la estética de las películas y novelas de décadas pasadas, creando una visión nostálgica y romántica de un tiempo antes del declive de las humanidades. Para que avance, se necesitan programas, películas, libros y demás que romanticen el conocimiento y aprendizaje basado en la educación actual. No hay nada de malo en romantizar la educación, siempre y cuando incluya distintas narrativas y voces, no sólo de hombres blancos, sino de mujeres, minorías, y todas las regiones más allá del mundo occidental. Promover sólo esta narrativa como “clásica” ayuda a mantener jerarquías determinadas por género y raza, pero ¿y si la Dark Academia enfatizara distintas voces además de los personajes masculinos ricos, blancos y heteronormados?

Fuente de la información e imagen:  https://observatorio.tec.mx

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La crisis de salud mental: Los estudiantes de posgrado necesitan ayuda

Paulette Delgado

Invertir económicamente ya no es suficiente, se necesita un cambio cultural para apoyar la salud mental de los alumnos de posgrado.

A pesar de estar en un momento de gran tensión financiera e incertidumbre, las universidades no deben de dejar de invertir recursos para abordar la salud mental de sus estudiantes. Según un informe de las Academias Nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina de Estados Unidos, los estudiantes de posgrado están en riesgo de sufrir una crisis de salud mental en todo el país. Alan Leshner, quien presidió el comité detrás del informe, dice que “el problema es tan grande o más grande que nunca, y no está mejorando. A menos que haya una atención concertada, la situación empeorará sustancialmente, porque las presiones no desaparecerán».

Los estudiantes de posgrado muchas veces sienten que no tienen acceso a una buena atención de salud mental y que su único apoyo u orientación son sus supervisores, los cuales no son suficiente recurso. Además, muchas veces estos jóvenes se sienten presionados por adaptarse al mundo laboral y cumplir con expectativas familiares, empeorando su situación. Para que el panorama realmente mejore, se necesita un cambio cultural que va más allá de invertir dinero, se debe involucrar desde el rector hasta los estudiantes. Los educadores y demás miembros de las universidades deben recibir capacitación formal para saber cómo apoyar y abordar el bienestar de los alumnos, quienes también deben aprender sobre distintos problemas de salud mental como parte de su formación introductoria.

En una encuesta realizada en diciembre del 2020 por el Consejo Estadounidense de Educación, el 68 % de los rectores de universidades reconocen que la salud mental de los estudiantes es de sus problemas más urgentes. La tasa de abandono de los alumnos con problemas de este tipo oscila entre el 43 % y el 68 %, haciendo el conflicto no sólo de salud mental, sino también sobre la efectividad y la economía de las instituciones.

Además, la pandemia ha aumentado enormemente la necesidad y demanda de apoyo para los servicios de rubro psicológico y psiquiátrico. Según Sara Oswalt, científica de salud pública de la Universidad de Texas en San Antonio, quien rastreó las tasas de salud mental y el uso de servicios para mantenerla en los campus desde el 2009, dice que “los servicios de salud mental están abrumados. Los desafíos a los que se enfrentan los estudiantes ahora son diferentes a los que tenían en el pasado. Es difícil cuantificar lo que le está haciendo a su salud mental”. Los recursos son especialmente escasos en pequeñas instituciones privadas y universidades de carreras de dos años.

Lamentablemente, los efectos de la pandemia podrían permanecer mucho tiempo después de que se controle el virus, ya que este provocó un brote de ansiedad y depresión que algunos estudiantes no supieron manejar y cayeron en mecanismos de escape que no son saludables, como el alcohol.  Según una investigación que estudió el cambio del consumo del alcohol durante el cierre de universidades por COVID-19, antes de la pandemia el mayor consumo de alcohol informado por los alumnos era de 63 bebidas por semana y ahora es de 98 (el número promedio aumentó de tres y medio a más de cinco). El autor, William Lechner, advierte que el cambio en el consumo podría durar años y que puede traer consecuencias neuronales y psicológicas duraderas.

La presión de la academia

Otro sector con problemas de salud mental son los jóvenes investigadores ya que son presionados para obtener fondos, publicar y conseguir trabajos en un mercado brutalmente competitivo, donde el fracaso parece no ser una opción. Una encuesta realizada el año pasado a 13 mil académicos por Cactus Communications, mostró que más de un tercio (38 %) de los participantes se sienten abrumados constantemente por su situación laboral.

La incertidumbre profesional ha detonado gran parte de la ansiedad y depresión en la comunidad académica ya que muchos miembros cuentan con contratos temporales que los hace siempre pensar en el futuro sin tener ninguna seguridad de que las cosas mejoren. Esta situación los lleva a trabajar muchas horas y priorizar su carrera a costa de su salud mental.

En una encuesta de Nature del 2019, el 76 % de los graduados contestaron que trabajan más de 40 horas a la semana y casi el 40 % dijo que está insatisfecho con su equilibrio entre el trabajo y la vida. Otro problema es que no sienten que cuentan con el apoyo necesario para salir adelante. Aunque tienen mentores y colegas con quienes deberían poder compartir sus labores, un 21 % de ellos experimentan acoso o discriminación por parte de ellos, especialmente las mujeres o los participantes que forman parte de grupos étnicos minoritarios.

Otra razón por la cual no todos los investigadores buscan apoyo es por el estigma percibido y la falta de conciencia de los recursos que existen. Muchos ni siquiera saben qué opciones tienen ni que apoyo ofrecen sus universidades, hace falta mucha difusión. Y cuando los estudiantes si conocen los recursos, no siempre están disponibles. En un informe del Consejo de Escuelas de Posgrado y la Fundación Jed descubrieron que muchos alumnos de doctorado describieron problemas para recibir apoyo. Una de estas dificultades es el horario de los centros de asesoramiento que cierran después de las cinco de la tarde y los fines de semana, limitando el acceso para aquellos que llevan clases, trabajan y están investigando. Además, muchos temen encontrarse con alumnos de sus clases o compañeros de trabajo, o los recursos se encuentran fuera de su alcance económico.

Hace falta un cambio estructural, no individual

Algunas instituciones han optado por implementar programas enfocados en el bienestar integral como talleres de yoga, meditación y administración del tiempo, ya que muchos de los estudios sostienen que tanto estudiantes como investigadores tienen problemas para poner límites entre el trabajo y la vida personal. Estos recursos planean impulsar la resiliencia, hacer que recuperen la motivación y planeen mejor su trabajo. Sin embargo, Katia Levecque, investigadora de psicología y derecho en la Universidad de Gante en Bélgica, argumenta que estas medidas, aunque sí ayudan, no abordan las causas estructurales de los problemas de salud mental, sólo se enfocan en los síntomas. Además, son programas dirigidos al individuo, lo que según la psicóloga puede crear una mentalidad de “culpar a la víctima”. Hacen que parezca que el problema es individual y no estructural, se necesita cambiar la cultura y el sistema.

Levecque advierte que de continuar esta mentalidad, las instituciones de educación superior no podrán retener a estudiantes afectados por el problema. «Perderán la guerra de los talentos, es tan simple como eso. Si otros trabajos (fuera de la academia) están mejor pagados, tienen más perspectivas y permiten el equilibrio entre el trabajo y la vida privada, ¿por qué deberían quedarse?».

Otro aspecto importante es que muchos estudiantes de posgrado a menudo reciben becas, por lo que su ingreso está comprometido a su condición de estudiantes, lo que evita que tomen vacaciones o tiempo para dedicarse a mejorar su salud mental. Por eso es necesario que las instituciones mejoren sus políticas internas para permitir que aquellos alumnos comprometidos con sus estudios puedan enfocarse en su bienestar sin temer quedarse sin el apoyo económico.

Además, las universidades deben promulgar políticas que aborden el acoso y la discriminación, ya que es otro factor importante que afecta la salud mental. Retomando la encuesta de Cactus, el 23 % de los participantes pide a las organizaciones académicas implementar medidas para promover la igualdad y prevenir el acoso, la discriminación y la intimidación.

Para mejorar las condiciones de los alumnos y los académicos, se debe de preparar a las personas a adquirir habilidades de comunicación, liderazgo, resolución de conflictos y espíritu empresarial, dice Suzanne Ortega, la presidenta del Consejo de Escuelas de Posgrado. Además, un buen equilibrio entre la vida y el trabajo alejaría a los académicos de la cultura de “publicar o perecer«. Normalizar las vacaciones, tiempo libre, jubilarse o crear una cultura de trabajo en la que no se tiene que ser productivo todo el tiempo. Los líderes de laboratorio pueden comenzar el cambio brindando una mayor flexibilidad de horario para permitir más tiempo libre. Queda mucho camino por recorrer.

Fuente: https://observatorio.tec.mx/edu-news/la-crisis-de-salud-mental-en-estudiantes-de-posgrado

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Disciplina de exclusión ¿un problema o una solución?

Por: Paulette Delgado

Suspender a un alumno por su mal comportamiento hace más daño que beneficio, según estudio.

 

Una tarea abrumadora para los maestros y personal de cada escuela es la disciplina. Por años, las instituciones castigan a los alumnos por mala conducta con una suspensión o expulsión, pero ¿esto realmente ayuda?

Las prácticas de disciplina de exclusión, es decir, la suspensión y exclusión operan bajo un modelo de situación del comportamiento, es decir, que el estudiante cambie a una conducta dócil por medio del castigo. Y aunque puede ser convincente para algunos, si el alumno no disfruta de la escuela en primer lugar, o de sus compañeros, es poco probable que cambie su comportamiento, hasta puede reforzar malas prácticas.

Según el estudio “Exclusionary School Discipline: Recommendations to Improve Outcomes” de la Universidad de Wisconsin, el autor Clark Thelemann, este tipo de acciones no ofrecen una intervención eficaz hacia los problemas de comportamiento de los estudiantes. Lo que ellos necesitan es un enfoque más preventivo y positivo, capacitar a los alumnos y al personal para saber cómo resolver conflictos de manera eficaz y no violenta, así como fomentar una buena comunicación entre los padres, estudiantes y docentes.

Hasta la década de los sesenta, en Estados Unidos, el castigo corporal era un método de disciplina aceptado. Luego, durante los setenta, dependía de cada estado decidir y muchos prohibieron el castigo corporal. Buscando cómo disciplinar de manera efectiva a los estudiantes el sector educativo volteó hacia la suspensión y expulsión.

En su lucha por disciplinar eficazmente, se creó una intolerancia generalizada por los delitos menores y la desobediencia juvenil ya que lo veían como una manera de prevenir crímenes serios.

Según el estudio de Thelemann, alrededor del 97 % de los delitos cometidos en la escuela caen en una de las siguientes cinco categorías:

  1. Falta de respeto o insubordinación

  2. Pelea

  3. Comportamiento perturbador y conducta desordenada

  4. Hacer amenazas

  5. Hurto menor

Aunque inició con buenas intenciones, el suspender y expulsar crea un entorno donde se criminaliza lo que antes se consideraba un comportamiento adolescente normal, como insubordinación. Acciones que podrían verse como actos de rebeldía adolescente y ser una oportunidad de aprendizaje para el alumno, se ven como una violación a las políticas estudiantiles.

Además del por qué, es importante identificar y revisar qué alumnos están siendo suspendidos y expulsados. Según estadísticas de la Comisión de Derechos Civiles De Estados Unidos, hasta 95 % de las suspensiones son por acciones no violentas, como molestar la clase, actuar irrespetuosamente, llegar tarde, decir maldiciones o violar el código de vestimenta.

Los datos también demuestran que estas políticas afectan de manera desproporcionada a las minorías. En el caso de Texas, el gobierno hizo un estudio a un millón de estudiantes de preparatoria y se encontró que los estudiantes negros eran más propensos que los latinos o blancos a ser disciplinados por tardanza, salir temprano de la clase, violaciones del código de vestimenta, etcétera. Sin embargo, los tres grupos cometen delitos como posesión de drogas o armas en tasas similares. Incluso, la investigación encontró que casi tres cuartas partes de los estudiantes que calificaron para recibir servicios de educación especial fueron suspendidos o expulsados al menos una vez.

Además, la disciplina excluyente a menudo afecta a alumnos que tienen menos probabilidad de tener supervisión en su hogar. Según la investigación de Jane G. Coggshall, David Osher y Greta Colombi, aquellos con padres solteros, tienen entre dos y cuatro veces más probabilidades que los que tienen a ambos padres en el hogar. Esto hace que suceda una de dos cosas cuando un estudiante es suspendido o expulsado: que tenga poca o ninguna supervisión o que su guardián no vaya a trabajar para poder cuidarlo, lo que puede crear problemas financieros.

Sustituyendo la expulsión y suspensión

El estudio demuestra que este método puede contribuir a los mismos comportamientos que trata de corregir. Para mejorar la conducta, Thelemann, propone ocho sugerencias en lugar de la suspensión o expulsión. A continuación, se describe cada una:

  1. Reducir el uso de la disciplina de exclusión

    1. Explorar alternativas y eliminar las prácticas disciplinarias excluyentes es el primer paso para mejorar los resultados educativos. Aunque hay casos donde la expulsión es necesaria, esta debe ser el último recurso. Si un alumno se porta mal, la primera respuesta debe ser reconocer esa conducta como un síntoma de lo que puede ser un problema mayor y usarlo como una oportunidad para ofrecerle apoyo, no suspenderlo.

  2. Identificación e intervención tempranas

    1. El entorno de aprendizaje debe estar alineado con las fortalezas y necesidades del joven, él necesita sentirse seguro, valorado y respetado. Se necesita un enfoque proactivo donde se desarrollen relaciones entre el educador y el alumno para que se identifiquen comportamientos que pueden provocar conductas problemáticas. Por ejemplo, el absentismo escolar es a menudo el primer signo de problemas y el indicador más poderoso de conducta delictiva.

  3. Intervención y apoyos de conducta positiva

    1. Las intervenciones y apoyos conductuales positivos ayudan a establecer una cultura prosocial donde se establezcan expectativas de comportamiento. Adoptar este sistema busca desarrollar un conjunto de valores fundamentales a los que todos deberían adherirse. Una vez que se establecen, se refuerza los comportamientos que los apoyen a través del reconocimiento positivo. Aquellos estudiantes que se comporten en contra de esos valores fundamentales, se les enseñan comportamientos apropiados para que cumplan con las expectativas.

  4. Prevención y respuesta al acoso escolar

    1. El acoso, o bullying, puede causar daños a corto y largo plazo a las personas, por eso es importante prevenirlo y crear un entorno escolar más seguro y conectado. El personal escolar debe recibir capacitación sobre la prevención e identificación para saber cómo intervenir cuando ocurra.

  5. Resolución de conflictos y capacitación en habilidades para la vida

    1. Las escuelas deben adoptar un plan de estudios que enseñe a los estudiantes cómo resolver los conflictos de manera eficaz y no violenta o abusiva. La mayoría de los profesores y padres creen que es responsabilidad de la escuela preparar a los alumnos para unirse a la sociedad, por lo que se debe exigir que las instituciones deben capacitarlos en habilidades como la inteligencia emocional para que aprendan a regular sus sentimientos.

  6. Conexiones y conectividad

    1. La conexión entre un estudiante con los adultos involucrados en la escuela y la institución provoca vínculos sociales positivos que apoyen un entorno inclusivo, así como apego, apoyo y buenas relaciones. La capacidad de conectarse con el personal educativo está asociada positivamente con el rendimiento académico, la motivación e ir a la universidad y en caso de ser negativa provoca delincuencia, inadaptación socioemocional y la deserción. Además, la conexión escolar se relaciona con niveles más bajos de abuso de sustancias, violencia, ideación suicida, embarazo y angustia emocional. Se deben desarrollar oportunidades positivas para que los jóvenes se involucren y se conecten con los docentes y la comunidad.

  7. Capacitación y evaluación de salud mental

    1. Aumentar la capacitación del personal sobre discapacidades de aprendizaje, minorías y problemas de salud mental es clave ya que son los que están más propensos a ser suspendidos o expulsados. Además, se necesita que las instituciones tengan más profesionales capacitados en salud mental ya que ayudaría a identificar a los que tienen mala conducta por ser adolescentes y aquellos que realmente presentan tendencias delictivas. Haciendo esta distinción, se pueden ofrecer diferentes tipos de intervenciones.

  8. Educación y respuesta al trauma

    1. Hay estudiantes que han sido expuestos a traumas como ser víctimas de abuso o negligencia, estos tienen más probabilidad de verse afectados negativamente por los enfoques de disciplina excluyente y contribuir aún más a los sentimientos de aislamiento. El sistema educativo debe enseñar resiliencia y cuidado personal adecuado a los docentes y a los estudiantes ya que esto ayuda a amortiguar las secuelas del trauma y refuerza un sentido de esperanza y optimismo. Esa resiliencia pueden ser factores individuales como un sentido de control o dominio de sí mismo, sentido de relación con los demás y reactividad emocional.

La disciplina de exclusión no ha logrado crear un ambiente seguro ni controlar el comportamiento de los estudiantes. Si bien, parecían ser una respuesta rápida para reemplazar la falta del castigo corporal, no se ha demostrado que sea una manera eficaz de controlar o mejorar el comportamiento de los estudiantes. Existen mejores alternativas a los problemas de disciplina que se enfocan en la prevención más que en el castigo, alentando el comportamiento positivo.

Más que una solución, la suspensión y expulsión sólo deja preguntas cómo: ¿qué sucede exactamente cuando se saca a un niño del aula? Y quizás lo más importante, ¿qué se hace para asegurar que el progreso académico y el desempeño del alumno continúe o mejore fuera de la escuela?

Fuente de la información e imagen: https://observatorio.tec.mx/edu-news/disciplina-de-exclusion

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¿Qué es el trastorno de déficit de atención? Todo lo que necesitas saber

Por: Paulette Delgado

Hay tres tipos de trastorno de déficit de atención. Conoce cuáles son y sus diferencias.

El espectro de los trastornos por déficit de atención con o sin hiperactividad, popularmente conocidos por las siglas TDA/TDAH, son trastornos del neurodesarrollo, es decir, que se trata de un problema con bases neurológicas y que afecta al desarrollo psicosocial de quién lo padece. Otros trastornos del neurodesarrollo comunes, especialmente en las aulas, son los del espectro autista, del aprendizaje (como la dislexia) o aquellos de aprendizaje específico y la discapacidad intelectual.

Anteriormente el complejo TDA/TDAH se consideraba un trastorno de comportamiento, sin embargo, en los últimos años se han descrito las bases neurobiológicas, genéticas y ambientales que contribuyen a la expresión de estos trastornos. Según los datos de los CDC, de 1997 a 2010, la prevalencia se ha incrementado en un 4 %, pasando de 6 % a 11 %, lo que ha generado dudas referentes a la existencia de un sobrediagnóstico de estos trastornos.

¿Qué es TDA/TDAH?

Según el Manual diagnóstico y estadístico de trastornos mentales, en su quinta edición (DSM-V por sus siglas en inglés) existen tres tipos de trastorno por déficit de atención:

  • Con predominio del déficit de atención

  • Con predominio de hiperactividad/impulsividad

  • Combinado

Y aunque existen distintos tipos, normalmente se engloba como Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH). De hecho, en inglés, desde 1994 sólo se utiliza el término Attention Deficit Hyperactivity Disorder (ADHD), dejando en desuso Attention Deficit Disorder (ADD).

Las posibles causas de TDAH son factores genéticos, bioquímicos, sensitivomotores, fisiológicos y conductuales. Algunos factores de riesgo son un peso al nacer < 1.500 gramos, traumatismo craneoencefálico, deficiencia de hierro, apnea obstructiva del sueño y exposición al plomo, así como la “exposición prenatal a alcohol, tabaco y cocaína”.

Comúnmente comienza antes de los doce años y en promedio se diagnostica entre los ocho y diez años. Aun así, a veces no se diagnostica hasta después de la adolescencia, incluso ya que la persona es un adulto.

Los principales síntomas de TDA/TDAH son:

  • Falta de atención

  • Impulsividad

  • Hiperactividad

La falta de atención normalmente se presenta con los siguientes síntomas:

  • No presta atención a los detalles, cometiendo errores en las tareas o en otras actividades

  • Tiene dificultad para mantener la atención, no sólo al hacer la tarea, también a la hora de jugar

  • No parece escuchar cuando se le habla en forma directa

  • No sigue las instrucciones ni finaliza las tareas

  • Tiene dificultad para organizarse

  • No le gusta realizar actividades que requieren un esfuerzo mental durante mucho tiempo

  • Pierde cosas con frecuencia

  • Se distrae fácilmente

  • Es olvidadizo

Sin embargo, el DSM-V lista las características de la impulsividad e hiperactividad como conjunto, sin distinguir entre una condición y otra.

  • Le cuesta quedarse quieto, mueve mucho las manos, pies o se retuerce

  • Se levanta seguido de su asiento

  • Le cuesta jugar tranquilamente

  • Siempre está haciendo algo

  • Habla en exceso

  • A menudo corre o se sube a lugares, cuando no debería

  • Responde antes de que se completen las preguntas

  • No espera a que sea su turno

  • Interrumpe a los demás

Para identificar algún tipo de TDAH, se basa en una evaluación exhaustiva de los aspectos de desarrollo, educativos, psicológicos y médicos de los niños. Se diagnostica en base a los criterios del DSM-V tomando en cuenta estos nueve signos y síntomas de falta de atención y nueve de hiperactividad e impulsividad. Estas características necesitan estar presentes a menudo por seis meses o menos, ser más visibles que lo esperado según su nivel de desarrollo, ocurrir en al menos dos situaciones o entornos, como en la casa y en la escuela, presentarse antes de los doce años, e interferir con el comportamiento del niño ya sea en la casa o la escuela.

Para cumplir con los criterios diagnósticos del déficit de atención, dependiendo de la edad de diagnóstico, se necesitan al menos seis síntomas de los ya descritos, presentes de forma persistente por al menos seis meses y que afecten a la persona en más de una situación. El déficit de atención del tipo hiperactivo-impulsivo exige lo mismo, pero cumpliendo los síntomas específicos de hiperactividad e impulsividad. Cuando se cumplen criterios tanto de atención como impulsividad o hiperactividad, se habla de un tipo combinado. Es difícil diferenciar entre los tipos de TDAH, por lo que el manual pide no hacer un sobrediagnóstico e identificar con exactitud si no existen síntomas de otros trastornos de desarrollo como autismo, o del aprendizaje, ansiedad, depresión o conductuales que expliquen mejor los síntomas identificados.

Entre más crece el niño, los signos de TDAH se hacen más evidentes desde el punto de vista cualitativo ya que los niños con el tipo hiperactivo-impulsivo o el tipo combinado suelen ser más inquietos, moviendo las manos o las piernas continuamente, hablan impulsivamente o no están conscientes de su entorno. Sin embargo, aquellos con TDA son más difíciles de identificar ya que no presentan síntomas físicos.

La evaluación médica busca identificar antecedentes de exposición prenatal a drogas, alcohol o tabaco, complicaciones o infecciones perinatales en el sistema nervioso central, lesión cerebral traumática, enfermedades cardiacas, trastornos respiratorios del sueño, y antecedentes familiares de TDAH. La evaluación del desarrollo busca determinar el comienzo y evaluación de los signos y síntomas por medio de comprobación de los hitos del desarrollo, especialmente los del lenguaje, y el uso de escalas de calificación de TDAH-específica.

La evaluación educativa se centra en documentar los signos y síntomas principales; implica revisar los registros educacionales, las escalas de valoración o listas de verificación. Sin embargo, estas dos a menudo no permiten distinguir si el niño tiene TDAH u otro tipo de trastorno del desarrollo.

Por otro lado, los niños son tres veces más probables de ser diagnosticados que las niñas debido a que ellas tienen síntomas más sutiles. A veces, sus únicos síntomas es que son desatentas y se les califica como soñadoras o atontadas. Si presentan síntomas de hiperactividad-impulsividad, es más probable que se les considere agresivas, hiperactivas o demasiado emocionales.

TDAH en adultos

Aunque se considera un trastorno de la niñez ya que inicia durante la infancia, persiste hasta la edad adulta y en algunos casos los síntomas conductuales siguen siendo evidentes incluso en la adultez.

En los adultos, los síntomas de TDAH incluyen:

  • Dificultad para concentrarse

  • Se les complica terminar tareas

  • Cambios de humor

  • Impaciencia

  • Dificultad para mantener relaciones

La hiperactividad se manifiesta como inquietud e intranquilidad, a diferencia de la hiperactividad motora en los niños. Estos están en mayor riesgo de ser desempleados, tener menos logros académicos, abusar de sustancias y la criminalidad.

Es más difícil diagnosticar a los adultos ya que los síntomas pueden confundirse con los de trastorno del estado de ánimo, ansiedad, o síntomas por el uso de sustancias. Los médicos revisan los registros escolares, entrevistan al paciente y familiares para confirmar que los síntomas se hayan manifestado antes de los 12 años. Puesto que el autoinforme de síntomas infantiles puede ser poco fiable, los médicos pueden tener que revisar los registros escolares o de entrevistas familiares para confirmar la existencia de manifestaciones antes de los 12 años.

Existen dos tipos de tratamiento: terapia conductista o con fármacos. Aún así, la Asociación Americana de Psiquiatría aclara que la terapia conductual por sí sola no es tan eficaz como los fármacos estimulantes en niños de edad escolar, pero se recomienda como monoterapia, es decir, sola en los niños más pequeños. La farmacoterapia no corrige las diferencias neurofisiológicas del TDAH, pero ayudan a aliviar síntomas y permiten que participen en actividades que antes no podían por su escasa atención o su impulsividad e hiperactividad. Sin embargo, pueden presentar efectos secundarios como falta de sueño, depresión, malestar estomacal, taquicardia, entre otros.

Sobrediagnóstico de TDAH

En la investigación “Overdiagnosis of Attention-Deficit/Hyperactivity Disorder in Children and Adolescents: A Systematic Scoping Review”, los autores revisaron 12,267 publicaciones desde el primero de enero de 1979 hasta el 21 de Agosto del 2020. El estudio encontró evidencia de sobrediagnóstico y sobretratamiento del TDAH, confirmaron que las tasas de diagnóstico y tratamiento van en aumento y hay una gran proporción de nuevos casos con síntomas leves. Incluso descubrieron que hay un creciente número de adultos diagnosticados con TDAH que pueden presentar otros trastornos, como el autismo.

Estos hallazgos implican que las personas que son sobrediagnosticadas pueden ser perjudicadas por los efectos de los medicamentos durante la infancia, adolescencia e incluso la adultez. Es necesario realizar estudios más amplios para confirmar si los casos con síntomas leves pueden dañar a la persona. Para los autores, las investigaciones deben centrarse en las necesidades de los jóvenes con síntomas más graves y que tienen más probabilidades de beneficiarse. Recomiendan que los médicos, maestros y familiares piensen en los beneficios y los daños que pueden presentarse al diagnosticar y tratar el TDAH, especialmente si tienen síntomas leves.

TDAH en la educación

A veces, los educadores no conocen que existen diferentes tipos de déficit de atención, especialmente porque las características de cada uno pueden ser inconstantes e impredecibles, y pueden confundirse con otros trastornos de aprendizaje o de conducta.

El “Foro infancia y adolescencia Los Millares” da recomendaciones para el manejo de los trastornos de atención en el aula:

  1. Estar seguro de que el alumno realmente tiene TDA/TDAH: si sospecha que el alumno tiene déficit de atención, acercarse con la familia o expertos para saber si se realizó una evaluación o recomendar que se la haga.

  2. Asegurarse de que el maestro cuenta con el apoyo de la escuela, la familia y un experto.

  3. Que el educador conozca sus limitaciones y cuándo pedir ayuda.

  4. Preguntar al alumno cómo ayudarlo.

  5. Los niños con TDA/TDAH necesitan estructura, por lo que necesitan listas, límites, recordatorios y previsiones.

  6. Al poner reglas en el aula, hacer que ellos las escriban y las entiendan.

  7. Repetir instrucciones.

  8. Recordar la parte emocional del aprendizaje: estar pendientes de las emociones involucradas en su proceso de aprendizaje.

  9. Hacer contacto visual frecuentemente: esto sirve para encarrilar al alumno si se distrae, darle confianza a que pregunte algo, o simplemente transmitirle seguridad.

  10. Sentar al niño con TDAH cerca del escritorio o donde pueda verlo constantemente.

  11. Establecer límites dentro del salón, que el maestro tome el control.

  12. Hacer un calendario de actividades tan predecible como sea posible.

  13. Tratar de ayudar a los niños a hacer sus propios calendarios de actividades.

  14. Elimine o reduzca la frecuencia de las pruebas o evaluaciones con límites de tiempo.

  15. Enfocarse en la calidad de las tareas más que por la cantidad.

  16. Dividir las actividades largas en varias actividades cortas.

  17. No ser convencional, introducir innovaciones diarias y bromas. Sin embargo, cuidar de no sobre estimular.

  18. Exprésese en forma clara y determinante.

  19. Un sistema de bonificación con puntos es una posibilidad como parte de una modificación conductual o un sistema de recompensa para los más pequeños.

  20. Apoyarse en juegos al explicar un tema.

  21. El educador debe insistir en tener un cuaderno de comunicación hogar-escuela-hogar.

  22. Incentivar una estructura para el automonitoreo, hacerlos auto-observadores.

  23. Estos niños necesitan saber por adelantado lo que está por venir, de tal manera que ellos puedan prepararse internamente.

  24. La memoria es frecuentemente un problema en niños con TDA/TDAH, hacerlos escribir notas para ellos mismos ayudará a que recuerden sus responsabilidades y sus dudas.

  25. Promover la lectura en voz alta en la casa.

  26. Uno de los mejores tratamientos para el TDAH, tanto en niños como en adultos, es el ejercicio, preferiblemente vigoroso.

  27. Los premios y recompensas deben aplicarse de forma inmediata a lo que se necesite reforzar.

  28. Trate de evitar aquellas situaciones que el niño no puede controlar.

  29. Colocar al lado del niño con TDA a alumnos que sean modelos apropiados: atentos, ordenados y que suelan cumplir las órdenes.

Es importante recordar que, porque un alumno tenga problemas para concentrarse o sea hiperactivo, no quiere decir que tiene TDA/TDAH. Es más, por mucho tiempo era complicado identificar a los estudiantes con déficit de atención sin hiperactividad porque suelen ser lentos y tranquilos.

Aunque la familia debería de ser la encargada de llevar a su hijo a que lo diagnostiquen, los educadores a veces son los que se dan cuenta de que el niño o la niña necesita ir con un experto. Ser detectado desde una edad temprana puede asegurar que el niño no sólo cuente con el apoyo que necesita, ya sea terapia o medicamento, pero también ayudarlo a no sentirse menos por tener un ritmo de aprendizaje diferente.

¿Conocías los diferentes tipos de déficit de atención? ¿Sabías que se puede tener sin hiperactividad? ¿Has tratado con alguien con TDA/TDAH? Déjanos tus respuestas en los comentarios.

Fuente de la información  e imagen:  https://observatorio.tec.mx

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Los niños aislados necesitan apoyo pero pasan desapercibidos

Por: Paulette Delgado

Los niños aislados por sus compañeros necesitan ayuda, sin embargo, son confundidos con niños rechazados. ¿Por qué es importante conocer la diferencia?

Aunque parecen términos similares debido a que se consideran formas de marginación social, los niños que son rechazados por sus compañeros y los que son aislados son dos términos distintos, esto según un estudio publicado en el Journal of Youth and Adolescence. La investigación se basó en el seguimiento de 1075 estudiantes de quinto, sexto y séptimo grado durante dos años. A los alumnos se les preguntaba cada semestre quién de sus compañeros de clase les simpatizaba menos para identificar aquellos niños que eran más rechazados. También se les pidió que describieran las dinámicas de grupo de cada grado, es decir, quién se junta con quién. Los que no fueron identificados como parte de ningún grupo fueron categorizados como aislados. Además, se les explicaron diferentes comportamientos como si el alumno es cooperativo, buen estudiante, amistoso, perturbador, comienza peleas, se mete en problemas, intimida, es tímido, está triste, molesto o es popular, y se les preguntó cuáles niños consideraban que cumplían con alguna de esas características. Los autores identificaron que los niños aislados eran vistos por otros niños como tímidos o tristes, las cuales son conductas de internalización.

Los autores descubrieron que existen muchas distinciones entre los niños rechazados y los niños aislados. Una de las autoras del estudio, Kate Norwalk, explica esto diciendo que “hubo muy poca superposición entre los dos grupos, la mayoría de los niños que eran menos queridos en una clase todavía pertenecían a algún tipo de grupo y los niños que no tenían un grupo de compañeros no eran especialmente desagradables». De hecho, una de las pocas similitudes entre los dos grupos era que esos niños rechazados o aislados tienen mayor riesgo de victimización, es decir, sufrir algún tipo de intimidación o bullying.

La publicación también describió que hay muy poca investigación sobre los niños aislados, pero mucha sobre niños que son rechazados por sus compañeros. Incluso, Norwalk señala que realmente no se le ha prestado atención a los niños aislados, especialmente porque muchos psicólogos consideran a los dos como sinónimos. Entre las más grandes diferencias entre ambos está que aquellos estudiantes que son rechazados tienen mayores probabilidades de tener comportamientos disruptivos como ser agresivos, interrumpir la clase o intimidar a otros. También eran menos propensos a ser amables o tener un buen desempeño escolar.

En el caso de los alumnos aislados es común que se presentan comportamientos de internalización como inseguridad, timidez, tristeza, preocupación, inestabilidad del estado de ánimo, entre otros. “Este estudio muestra que los estudiantes que enfrentan el rechazo de sus compañeros y los estudiantes que enfrentan el aislamiento social tienen diferentes perfiles y enfrentan diferentes riesgos”, dice Norwalk. “Es más, es más probable que los niños aislados pasen desapercibidos precisamente porque no causan problemas en clase ni intimidan a otros niños”.

Aunque ambos necesitan apoyo, las particularidades de cada grupo hace que se requieran estrategias específicas para intervenir en cada uno. Según el estudio, el comportamiento de aquellos niños más bien aislados a menudo presenta síntomas tempranos de problemas de salud mental como depresión o ansiedad. Y debido a que se apartan de otras personas, es menos probable que reciban ayuda de maestros o sus padres ya que no causan problemas ni intimidan a otros compañeros.

Además, otras de las grandes diferencias entre niños rechazados y niños aislados  es que se espera que el rechazo de los compañeros se mantenga a lo largo del tiempo mientras que el aislamiento representa una dimensión distinta y depende del ajuste social y conductual de los asociados. Debido a que el estudio se realizó a niños de quinto a séptimo grado que es un periodo de transición de la niñez media a la adolescencia temprana, la posición de estatus social o popularidad puede cambiar a cada grado.

Aunque se cree que los estudiantes que fueron identificados como rechazados o aislados tienen características de victimización, sólo los niños aislados reportaron que, en caso de sufrir algún tipo de acoso o victimización, sus compañeros no los iban a apoyar o ayudar.

A medida que los jóvenes empiezan a valorar más la popularidad y la aceptación social, el estatus social se vuelve una parte importante de su funcionamiento social durante esos años de desarrollo.  Debido a que el estudio siguió a los alumnos por dos años, los investigadores lograron descubrir diferencias entre el ajuste social y conductual a lo largo de ese periodo. Aquellos niños que son rechazados por sus compañeros no suelen presentar comportamientos sociales, como ayudar a otros, por lo tanto, no desarrollan estas habilidades y por el contrario, pueden incluso desarrollar conductas desadaptativas antisociales como agresión o manipulación.

Los autores del estudio concluyen que hace falta más investigación sobre las diferencias entre ambos grupos para poder dar una mejor atención a los niños que son aislados y evitar problemas de salud mental en un futuro. Aunque ambos tipos se pueden ver como formas de marginación social, la trayectoria de ajuste social y comportamiento que presentan los alumnos que son rechazados por sus compañeros y los que están aislados son distintas por lo que necesitan ser apoyados de diferente manera.

¿Conocías estas diferencias? ¿Consideras que los estudiantes rechazados por sus compañeros y aquellos aislados sufren de lo mismo? ¿Por qué? Deja tus respuestas en los comentarios.

Fuente e imagen:https://observatorio.tec.

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