Page 4 of 15
1 2 3 4 5 6 15

Mala comunicación institucional: estudiantes se sienten traicionados por sus universidades

Por: Paulette Delgado

Los estudiantes se sienten traicionados por su universidad durante la pandemia pero, ¿por qué se sienten así?

Durante la pandemia de COVID-19, las y los estudiantes se han acercado a sus instituciones para que les ofrezcan recursos para cuidar su salud mental y cumplir con sus necesidades educativas. Sin embargo, muchas universidades no han cumplido con estas expectativas, y es probable que los alumnos se sientan traicionados por esto. En un estudio realizado por Alexis Adams-Clark y Jennifer J. Freyd a estudiantes de la Universidad de Oregon, se descubrió que más de la mitad de los encuestados han sentido algún tipo de traición institucional por sus universidades en algún tema relacionado con la pandemia. Para la investigación, el término “traición institucional” se refiere a cuando las universidades dañan a las personas que dependen de ellas o no cumplen con las obligaciones que tienen con el alumnado.

Las encuestas se realizaron entre el semestre de otoño del 2020 e inicios del invierno 2021. Durante este periodo, la Universidad de Oregon usó principalmente el aprendizaje a distancia, sin embargo, la mayoría de los estudiantes de primer año debían vivir en dormitorios en el campus tomando una pequeña cantidad de clases presenciales. El estudio les preguntó al alumnado si su institución creó un entorno seguro donde seguían los protocolos de seguridad, si los violan o si se les dificulta compartir sus preocupaciones sobre el COVID-19. Además, preguntaron si experimentaron síntomas de trauma, como dolores de cabeza, cambios en su estado de ánimo, depresión o ansiedad, en los últimos dos meses.

La encuesta del año pasado reveló que el 67 % del alumnado informó haber experimentado al menos un tipo de traición institucional relacionada con el coronavirus. Este número disminuyó a 55 % en los resultados más recientes. En ambos casos, esos sentimientos estaban relacionados con el trauma. La forma menos reportada de traición fue castigar al estudiante por expresar preocupación ante la situación o negar sus experiencias relacionadas con el COVID-19. Lo preocupante es que entre lo más común, el alumnado reportó que sienten que la institución no cumple con los protocolos de seguridad o que puede ocurrir transmisión del virus o inclumplir con los protocolos en cualquier momento.

Las investigadoras justifican aplicar dos encuestas argumentando que en la primera (llevada a cabo en el 2020), las políticas del Coronavirus eran nuevas y percibidas como inquietantes e insuficientes. Para el 2021 las instituciones educativas ya contaban con más información y pudieron crear mejores protocolos, además de que los estudiantes tuvieron tiempo para acostumbrarse a las políticas. Según la investigación, la disminución de sentimientos de traición institucional se debe a que se modificaron las medidas de seguridad. Sin embargo, el estudio tiene sus limitaciones ya que sólo encuestó a estudiantes de la Universidad de Oregon. “Como tal, es difícil concluir cómo estos resultados se generalizan a otras universidades, que pueden haber implementado políticas y procedimientos COVID-19 marcadamente diferentes”, escribieron las autoras. Las autoras teorizan que las instituciones que tengan medidas de seguridad estrictas, bien pensadas y justificadas, tienen menor riesgo de cometer traición institucional y, como resultado, sus estudiantes pueden experimentar menos angustia psicológica. “Sin embargo, tal conclusión está más allá del alcance del estudio actual”, escribieron.

Sentirse traicionados por sus universidades podría tener ramificaciones para las instituciones mucho después de que la pandemia disminuya o desaparezca, además de afectar negativamente el desempeño académico de los estudiantes. También podría impactar su participación en las actividades universitarias, la inscripción futura y las próximas donaciones a la institución. Las autoras señalan que “el objetivo no es solo reconocer el daño y eliminar la traición institucional, sino reemplazarla con acciones que centren las necesidades de sus integrantes institucionales”.

El alumnado no conoce los apoyos que ofrecen sus universidades

Aquí tenemos el otro lado de la moneda: los alumnos desconocen los apoyos que ofrecen las universidades. En una encuesta realizada por la Universidad de Texas en Austin a más de 120 mil estudiantes de 273 instituciones, cerca del 60 % de los estudiantes contestaron que no sabían si existían servicios de apoyo relacionados con el COVID-19.

Al igual que el estudio de la Universidad de Oregon, los investigadores realizaron una segunda encuesta seis meses después donde el porcentaje de desconocimiento se redujo de 60 % a 49 %. Estos hallazgos subrayan el impacto de la pandemia en la educación superior y sus efectos desproporcionados en los estudiantes, especialmente las minorías. Las universidades tienen un gran trabajo por delante para ayudar a sus pupilos a obtener acceso a los recursos que necesitan y superar los retos que la pandemia sigue creando.

En la segunda encuesta, más de un tercio (34 %) del alumnado respondió que su situación financiera personal es peor ahora que antes que iniciara la cuarentena, cuatro puntos más arriba que en el 2020; y cerca de un cuarto admitieron que tienen dificultades para pagar los estudios. El estudio remarcó que los estudiantes asiáticos, nativos americanos, negros y latinos tenían más probabilidades de tener dificultades financieras que sus compañeros blancos.

Para apoyarlos a completar su educación superior, las universidades estadounidenses han empleado fondos de ayuda federal que incluye ofrecer puntos de banda ancha para aquellos que no tienen acceso a internet hasta cubrir préstamos pendientes. Pero si no conocen estos recursos, no podrán acceder a ellos. “Las universidades están haciendo todo lo posible para comunicarse, pero, ¿cómo nos comunicamos y [con qué] frecuencia? Los estudiantes están tratando de absorber la información, están pensando en un millón de cosas. Se trata de mostrarles la información de apoyo”, señalaron los autores del estudio.

Un medio de comunicación que las universidades usan comúnmente son los correos electrónicos pero muchos estudiantes no revisan su buzón. Sin embargo, es el sistema más sencillo para hacerles llegar avisos, actualizaciones, y comunicarles los tipos de apoyo que ofrecen. Una técnica exitosa, según el estudio, para informar a los estudiantes es involucrar al personal de la facultad. Todos los pupilos interactúan con el profesorado, por lo que es clave que estén bien preparados con información relevante para que la compartan. Además de descubrir las necesidades de sus estudiantes, el profesorado también puede conocer los apoyos que la institución les ofrece.

Para los autores, lo importante es permanecer flexibles ante la pandemia, no sólo en las formas de conectarse con los estudiantes, sino también en la forma de tomar clases ya que hay algunos que prefieren tomar las lecciones en casa, más que la enseñanza presencial o híbrida. El estudio descubrió que el 59 % de los estudiantes evitan activamente situaciones en el campus donde no se garantiza el distanciamiento social. De ese porcentaje, la mayoría pertenece a grupos que experimentaron tasas de mortalidad COVID más altas.

“Nuestros estudiantes están traumatizados por la pérdida de estabilidad. Muchos sufrieron la pérdida de empleo y de cuidadores. El estrés de ¿cómo me mantengo saludable, empleado y trato de avanzar en mis estudios? El impacto en la salud mental ha sido significativo. Ha sido increíblemente estresante para nuestros estudiantes”, señalan los investigadores. Conocer los recursos que tienen disponibles evitará que los estudiantes se sientan traicionados por sus instituciones. Este tipo de encuestas sirve para iniciar una conversación sobre cómo las universidades interactúan con los estudiantes para saber cómo se sienten, qué les preocupa, qué necesitan.

Las crisis de salud y otros desastres son inevitables, y cada vez que suceden, el desempeño académico de los estudiantes se ve afectado. Si las universidades no tienen un buen sistema para comunicar sus recursos de apoyo, así como las medidas que están tomando para crear un entorno seguro para los alumnos, estos se seguirán sintiendo traicionados.

¿Tú conoces los recursos de apoyo que ofrece tu universidad? ¿Cuál crees que es la mejor manera de transmitirle la información al alumnado? ¿Te has sentido a lo largo de la pandemia traicionada por tu institución? Déjanos tus comentarios abajo.

Fuente de la informaión e imagen: https://observatorio.tec.mx/edu-news

Comparte este contenido:

Reimaginar la educación para ayudar a los estudiantes a prosperar

Por: Paulette Delgado

 

Se necesita una comunidad para asegurar que los estudiantes tengan un futuro exitoso.

En el último año y medio, gracias al COVID-19, pareciera que todo ha cambiado, especialmente la educación. Más allá de pasar de aulas físicas a clases en línea, la pandemia desafió a la comunidad educativa a imaginar la enseñanza y el aprendizaje de una manera distinta. Obligó a repensar qué es lo que realmente importa cuando se trata de educar a una generación de estudiantes que ha tenido que soportar la contingencia.

El rol de las universidades

Las universidades no pueden seguir descuidando su papel de preparar a los estudiantes para la fuerza laboral. Los alumnos siguen estudiando después del bachillerato para conseguir un trabajo, ganar más dinero, sin embargo, existe una desconexión entre lo que ellos quieren y lo que buscan los empleadores. Las universidades son las guardianas del talento para la fuerza laboral y deben priorizar la preparación profesional. Para los líderes de la industria, la educación superior es la fuente de habilidades profesionales.

Desde el inicio de la pandemia, los trabajos que necesitan un título profesional se desplomaron en un 45 %, lo que demuestra que cada vez son más los empleadores que valoran más las habilidades y la experiencia que completar una carrera universitaria. Es por esto que las instituciones necesitan una comprensión de qué tan bien preparan a sus estudiantes para el mundo laboral y ajustar sus programas curriculares y cocurriculares; deben estar en constante cambio de especializaciones y programas, principalmente las habilidades deseadas por los empleadores.

Actualmente la brecha de habilidades se puede resumir en dos categorías: digitales y blandas. El 66 % de los trabajos creados en la última década requieren habilidades digitales altas o moderadas. Durante la pandemia, cuando muchas empresas pasaron al teletrabajo, se demostró que la fluidez digital no se limita al sector tecnológico y empresarial, es necesario en todas las áreas. Incluso los estudiantes reconocen su necesidad de aprender habilidades digitales. En una encuesta realizada por Internships.com y General Assembly en el 2014, el 52 % de los estudiantes dijeron que estas habilidades deben ser una parte indispensable de su educación. Por otro lado, están las habilidades blandas como la comunicación escrita y oral, el trabajo en equipo, la toma de decisiones, la resolución de problemas, el pensamiento crítico y la aplicación del conocimiento en un ambiente real, entre otras. Sin embargo, sólo el 14 % de los empleadores creen que los recién graduados tienen estas habilidades.

Para abordar los desafíos del futuro laboral de sus alumnos, enfocarse sólo en las habilidades no es suficiente. Las universidades deben observar el panorama institucional general, las tendencias laborales y la saturación del mercado. Deben incluir una revisión centrada en la admisión de carrera, asuntos estudiantiles, plan de estudios y calendario académico. Además de conocer de manera precisa las necesidades de los empleadores y no sólo la demanda laboral existente sino la futura. En conjunto, esta información proporcionará a las universidades una visión más clara de las ofertas curriculares y cocurriculares.

Una vez que una institución tiene una imagen funcional de las demandas laborales y de los programas, así como las habilidades que los empleadores esperan de los estudiantes que ingresan a la fuerza laboral, la próxima tarea será determinar cuándo y cómo entregar ese aprendizaje a secciones transversales más amplias de estudiantes. También es importante considerar que cada vez más trabajos requieren una capacitación constante, especialmente debido a los desarrollos tecnológicos. Por ello, las universidades deben considerar crear programas de microcredenciales que se alinean directamente con las necesidades de la industria, como bootcamps o cursos individuales. Esto abre la puerta a un mercado interminable de asociaciones corporativas que pueden crear cursos o bloques modulares según sus necesidades.

No obstante, para preparar a la fuerza laboral del futuro, es necesario no sólo enfocarse en los estudiantes universitarios, sino también en los más jóvenes. Según un estudio de la organización McKinsey, la pandemia dejó a los alumnos con un promedio de cinco meses de retraso en matemáticas y cuatro meses de retraso en lectura al final del año escolar. Las consecuencias del COVID-19 amenazan con limitar las oportunidades de estas generaciones. La posibilidad de asistir a la universidad es uno de los aspectos que resultó más afectado, lo que impacta en la posibilidad de encontrar un trabajo satisfactorio y digno. El análisis de McKinsey sugiere que los estudiantes americanos pueden ganar entre $49,000 y $61,000 dólares menos a lo largo de su vida debido al impacto de la pandemia en su educación.

El caso de Texas: ayudando a los jóvenes a prosperar

Uno de cada diez jóvenes menores de 18 años en Estados Unidos viven en Texas, ¿cómo se prepara este estado para ofrecer educación de calidad para el 2036? Para contestar esta pregunta, el Instituto George W. Bush junto con “The 74”, una plataforma de publicación digital educativa, se dio a la tarea de mapear los puntajes de lectura de tercer grado, las tasas de graduación de la preparatoria, el nivel de educación superior y los salarios promedio de ciudades como Houston, Dallas y Austin. Los investigadores centraron su atención en examinar qué tan bien se están preparando los estudiantes de Texas para la fuerza laboral mientras el país se recupera de la pandemia.

Su investigación se centró en la coalición de organizaciones y líderes comunitarios centrados en la educación, que describen como “ecosistema”, las acciones de la junta escolar y el uso de la legislación y políticas públicas, es decir, “gobernanza” y por último, el uso de políticas sólidas, “la innovación”. Para ellos, estos tres elementos son complementarios y deberán trabajar juntos al servicio de los jóvenes porque una gobernanza escolar sólida y ecosistemas educativos eficaces son fundamentales para ayudar a los estudiantes a prosperar.

Los datos demuestran que muchos alumnos están atrasados en los niveles de lectura en tercer grado y de matemáticas en octavo grado, y aún así, lograron graduarse de la preparatoria. Para los autores del estudio esto plantea la pregunta: “¿estaban realmente preparados para la oportunidad y su próximo paso, o los preparamos para fallar al pasarlos al sistema?”  Estos datos se vuelven aún más relevantes por su conexión entre el nivel de educación y los ingresos anuales. Un mayor nivel educativo se traduce en una mayor capacidad de generar ingresos, ayudando a evaluar si los texanos tendrán una vida significativa. Entre más grandes sean sus salarios, más grande es su capacidad de tomar decisiones, mayor acceso a oportunidades y capacidad de adaptación durante crisis económicas.

Houston

Hace 15 años, la ciudad de Houston, Texas, tenía un gobierno efectivo y una comunidad de apoyo que producía innovaciones impresionantes y mejores resultados. Hoy en día, según los investigadores, el progreso de los estudiantes se ha detenido. En parte, el problema proviene del Distrito Escolar Independiente (ISD por sus siglas en inglés) de Houston; este es el sistema de escuelas públicas más grande de Texas. Durante los últimos cinco años ha tenido un superintendente que duró dos años en su cargo y dos superintendentes interinos en tan solo tres años. Aunado a esto, la Agencia de Educación de Texas tomó el control del HISD en 2019, provocando una pelea por control por los últimos dos años. Esta lucha interna ha dejado el progreso de los estudiantes y sus resultados en segundo plano.

Afortunadamente, en junio de este año el HISD nombró a Millard House, un educador con experiencia de más de 26 años, como el superintendente. House promete utilizar la investigación a la hora de crear mejores prácticas, especialmente en las escuelas de bajo rendimiento. Esto funcionó antes en la ciudad ya que, a principios de los noventas y durante las siguientes dos décadas, los líderes empresariales, las organizaciones sin fines de lucro y los filántropos se unieron para juntar información y evaluar datos para impulsar estrategias innovadoras en la educación, como el sistema de pago por mérito para los educadores.

Contar con un buen ecosistema ayuda a analizar qué es lo importante para los alumnos. Unir fuerzas con organizaciones puede realmente beneficiar la educación. Está Good Reason Houston, por ejemplo, una organización que lanzó un plan para cambiar la calidad del aprendizaje. Esta organización sugiere replicar o extender escuelas exitosas, crear sistemas para identificar y recompensar a los maestros efectivos dándoles incentivos para que enseñen en las escuelas con más dificultades de la ciudad. Aunado a eso, utilizar planes de estudio que hayan demostrado su eficacia, dar a los alumnos apoyos e intervenciones individuales en caso de que lo necesiten e involucrar a las familias en todas las tomas de decisiones de las escuelas.

Dallas

En el 2011, el ecosistema de Dallas recorrió ciudades de todo el país para conocer distintos sistemas escolares urbanos para saber qué dirección tomar ya que, en el periodo 2010-2011, 33 de sus 230 escuelas fueron calificadas como «académicamente inaceptables». Este viaje resultó en la contratación de un nuevo superintendente en el 2012, Mike Miles, y en el lanzamiento de “The Commit Partnership”, una organización sin fines de lucro que reúne a otras organizaciones para impulsar el éxito educativo y la movilidad económica del condado. Este proyecto fue impulsado por el empresario y filántropo Todd Williams. The Commit Partership se enfoca en recopilar, informar y analizar datos para ayudar a los fideicomisarios escolares a tomar decisiones basadas en investigación. En ese periodo, el alcalde de Dallas era Mike Rawlings, hijo de maestros, lo que reforzó el movimiento de repensar la educación. “No podríamos crecer con escuelas marginales. La educación es lo único para superar las brechas entre los que tienen y los que no tienen en Dallas”, señaló Rawlings en un reporte de Anne Wicks y William McKenzie.

Se empezaron a producir cambios importantes en la educación centrándose en los estudiantes, por ejemplo, Dallas ISD comenzó a diferenciar la enseñanza eficaz. Pasó de un sistema de evaluación en el que el 95 % de los maestros obtuvieron calificaciones altas, a uno de evaluación múltiple para identificar a los educadores más efectivos y con mejor desempeño. Estos recibieron incentivos para enseñar en el programa “Acelerando la Excelencia en el Campus”, creado por Mike Miles, para atender a las escuelas con menor rendimiento.

Aún con todos estos esfuerzos, el progreso académico de los alumnos ha sido desigual. Los puntajes de matemáticas de octavo grado del 2019 estuvieron por debajo del nivel de otros distritos urbanos pero los resultados de lectura de los de tercer grado mejoraron en un 9 % entre el 2012 y el 2019. La creación de un nuevo ecosistema que se basa en los resultados de los estudiantes tomando en cuenta las diferencias entre las minorías, ha ayudado a Dallas a mantener este impulso para garantizar mejores resultados a pesar de la pandemia. Pero, tomando a Houston como ejemplo, este tipo de enfoques puede evaporarse rápidamente si se debilita el ecosistema de apoyo.

Austin

A diferencia de las otras dos ciudades, Austin no ha tenido una gobernanza sólida o una cultura centrada en los resultados. Aún así, entre 1999 y el 2009, bajo la superintendencia de Pat Forgione, el condado tuvo iniciativas como jardín de niños gratuito, pequeñas comunidades de aprendizaje y más opciones de bachillerato. Durante este periodo, el distrito obtuvo dos veces el primer y segundo lugar entre los distritos urbanos en los exámenes de Evaluación Nacional del Progreso Educativo. Una intensa campaña de participación pública impulsó el crecimiento de la matriculación de estudiantes en un 8.5 %. Por otro lado, aumentaron las inscripciones de las escuelas autónomas, lo que resultó en una variedad de opciones entre escuelas. Esto ha disminuido la inscripción a escuelas dentro del Distrito Escolar Independiente de Austin, y la junta escolar se centra en cerrar las escuelas de las comunidades a medida que las inscripciones bajan, en lugar de buscar mejorar la calidad para atraer a más familias del distrito. Además, la junta no promulgó un calendario extendido para abordar las pérdidas de aprendizaje derivadas de la pandemia.

Gracias a los resultados las evaluaciones de preparación académica del estado de Texas, (STAAR por sus siglas en inglés), exámen proporcionado por la Agencia de Educación de Texas, existen datos sobre la brecha antes de la pandemia y cómo esta ha afectado a los estudiantes los últimos 18 meses. El COVID-19 afectó de manera desproporcional a los estudiantes de color de la región.

El trabajo de las escuelas es preparar a sus estudiantes para oportunidades futuras. Para lograrlo, se necesita un trabajo en conjunto entre el gobierno, organizaciones, universidades, estudiantes y familias, Como demostró Texas, tener un buen ecosistema es clave para generar un cambio sustancial. Se necesita recopilar información para reconocer lo que los estudiantes necesitan para mejorar sus resultados, o en caso de las universidades, lo que buscan los empleadores y lo que los alumnos ofrecen. Para que los estudiantes realmente prosperen, se necesita reimaginar la educación desde el jardín de niños. Si desde el tercer grado los estudiantes presentan dificultades para leer y más adelante tienen un mal desempeño en matemáticas, el ecosistema debe evaluar qué es lo que realmente necesitan y cómo mejorar. Lo mismo sucede con las universidades, si los datos demuestran que se necesitan ciertas habilidades para garantizar el éxito de los futuros egresados ¿por qué no cambiar para poder ofrecérselos?

Fuente de la información e imagen: https://observatorio.tec.mx

Comparte este contenido:

Telesalud: ¿una respuesta ante la crisis de salud mental?

Por: Paulette Delgado

Ante el aumento de problemas de salud mental por la pandemia y el acceso limitado a servicios de apoyo, cada vez más expertos y pacientes acuden a la tecnología para reemplazar las sesiones presenciales.

Para la Organización Mundial de la Salud (OMS), la pandemia exhibe la creciente necesidad de apoyo en materia de salud mental y, lamentablemente, muchos países están fracasando en ofrecer los servicios que las personas necesitan.

Cada tres años, la OMS publica el Atlas de salud mental, un documento con información de sus miembros sobre “las políticas, la legislación, la financiación, los recursos humanos, la disponibilidad y la utilización de los servicios y los sistemas de recopilación de datos en materia de salud mental”.  La versión más reciente se publicó este año en vísperas del Día Mundial de la Salud Mental, que se celebró el pasado 10 de Octubre.

El doctor Tedros Adhanom Ghebreyesus, Director General de la OMS, expresó que “Es sumamente preocupante que, a pesar de la evidente y creciente necesidad de servicios de salud mental, la cual se ha agudizado aún más durante la pandemia del COVID-19, las buenas intenciones no se vean acompañadas de inversiones. Debemos atender esta llamada de atención y actuar al respecto acelerando drásticamente el aumento de la inversión en salud mental, porque no hay salud sin salud mental”.

A través del Atlas de Salud Mental 2020, la OMS descubrió que ninguna de las metas estuvo cerca de alcanzarse. Sólo el 51 % de los miembros informaron que sus políticas o planes sobre salud mental estaban en armonía con los instrumentos internacionales y regionales de derechos humanos (la meta era del 80 %). Igualmente, el 52 % de los países cumplieron con la meta de programas de promoción y prevención de la salud mental (la meta era la misma, 80 %). La OMS también informó que las estimaciones mundiales sobre las personas que reciben atención por problemas de salud mental se mantienen por debajo del 50 %. Lo más preocupante es que, la media mundial de personas con psicosis que reciben apoyo es sólo del 29 %.

Con la llegada del COVID-19, el acceso a recibir ayuda en temas de salud mental se vio muy afectado ya que muchos psiquiatras, psicólogos y médicos en general optaron por no tener sesiones presenciales por miedo a contagiarse. Para poder seguir atendiendo a quien lo necesita, muchos profesionales optaron por empezar a consultar por medio del teléfono o videoconferencia, es decir, se adaptaron a la tendencia conocida como telesalud.

¿Qué es la telesalud?

La telesalud, también conocida como telemedicina, es cuando se usa la tecnología, como computadoras y dispositivos móviles, para acceder a los servicios de atención médica de forma remota. A veces cuando es sobre salud mental también se le conoce como telepsiquiatría o telepsicología. Debido al COVID-19, ha aumentado la necesidad de ofrecer servicios virtuales por lo que esta manera de diagnosticar se ha vuelto una opción bastante atractiva. En Estados Unidos, por ejemplo, su uso  aumentó increíblemente. En el 2019, sólo 11 % de los americanos utilizaban esta opción, para el 2020 esta cifra era del 46 % y los doctores están viendo entre 50 a 175 más pacientes a través de telesalud que antes.

Un estudio de la Universidad de California, San Francisco (UCSF) reportó que los médicos de San Francisco Health Network (SFHN) apoyan abrumadoramente el uso de estos servicios, nueve de cada diez doctores contestaron que se sentían cómodos de brindar atención por teléfono o video. Anjana Sharma, profesora asistente de Medicina Familiar y Comunitaria en UCSF, expresó que “esa transición fue dolorosa para muchas personas: encontrar una nueva forma de brindar atención médica».

En el estudio de la UCSF, los doctores confesaron que estaban preocupados por no saber si podían diagnosticar con precisión a los pacientes de forma remota, casi el 60 % cuestionó la seguridad de diagnosticar por teléfono y el 35 % sobre identificar problemas de salud por teléfono. Además, alrededor del 44 % informó que no es práctico el uso del teléfono ya que implica muchas barreras cognitivas, auditivas y del habla. Aún así, el 90 % señaló que seguirá usando la tecnología cuando acabe la pandemia.

Una de las ventajas que ofrece la telesalud mental es que no es necesario trasladarse a ningún lado, lo cual es conveniente especialmente para aquellas personas que tienen un horario complicado o no tienen facilidad de trasladarse fácilmente. Además proporciona un horario más flexible. Otro aspecto positivo es que permite que la ayuda tenga un alcance más amplio. Debido a que la tecnología es una herramienta con la que muchos ya cuentan, hace más accesible la atención para los que no podían tener acceso a servicios de salud mental, incluidas personas en zonas remotas o en situación de emergencia.

Sin embargo, al tratarse de tecnología, los niveles de calidad pueden variar. Por ejemplo, si se tiene una mala conexión a internet, la videoconferencia puede trabarse, verse u oírse mal, afectando cómo se ofrecen y reciben estos servicios. Además, la calidad del video también depende del dispositivo, no es lo mismo tener una sesión en una computadora que en un celular. También, la reunión está a la merced de la plataforma en donde se llevará a cabo la videoconferencia; si esta tiene algún problema puede que se tenga que cancelar.

Otro tema importante es el de la privacidad. Por un lado, las cámaras están en las casas de los usuarios lo que puede hacerlos sentir expuestos. Además, si la persona vive con otros, puede que no cuenten con un espacio privado para tener la cita sin que lo escuchen, provocando que no hable libremente. Aunado a eso, puede que el paciente tenga problemas para configurar el acceso al video, instalar la plataforma para la sesión como Skype o Zoom, o incluso cómo acceder a la sesión debido a barreras del idioma o porque no tienen suficientes conocimientos y habilidades en el uso de la tecnología.

Cada vez son más los países que tienen la mira en la telesalud como una herramienta para enmendar la falta de atención presencial. Según la OMS, el 70 % de sus miembros han adoptado la telemedicina o la teleterapia, sin embargo, esta cifra depende de los ingresos de cada país. Para aquellos países de altos ingresos, el 80 % reportó que veían el uso de la tecnología para mitigar los retos de ofrecer servicios de salud mental. Sin embargo, menos del 50 % de los países de bajos recursos reportaron usar la telesalud.

Con menos del 50 % de la población siendo atendida por problemas de salud mental, todos los países deberían de aprovechar la facilidad de consultar en línea para brindar ayuda a quien lo necesite, no sólo los países de altos ingresos. Así lo señaló Casey Tallent, directora de iniciativas de salud colegiada y teleconductual en Pathlight Mood & Anxiety Center, “la telesalud nos ha permitido continuar brindando atención a miles de pacientes, que de otra manera no habrían podido recibir la atención de salud mental que necesitaban”, Y es algo que hay que aprovechar.

¿Has utilizado alguna vez la telesalud? ¿Qué opinas de esta manera de acceder a servicios médicos? ¿Crees que sea una buena respuesta ante la crisis de salud mental? Déjanos tus comentarios abajo.

Fuente de la información e imagen: https://observatorio.tec.mx

Comparte este contenido:

Los estudiantes universitarios están exhaustos emocionalmente y necesitan ayuda

Por: Paulette Delgado

A más de un año de la pandemia, los estudiantes universitarios de nuevo ingreso están exhaustos mental y físicamente.

A medida de que los estudiantes universitarios de nuevo ingreso toman sus primeras clases presenciales, muchos están emocionados por iniciar una nueva etapa pero también están sintiendo los estragos de los desafíos creados por la pandemia. Según resultados preliminares de la encuesta anual de participación estudiantil para estudiantes universitarios de nuevo ingreso (BCSSE por sus siglas en inglés) las y los estudiantes están agotados y presentan un aumento en problemas de salud mental. El estudio se aplicó a cerca de 50 mil estudiantes de nuevo ingreso desde mayo hasta septiembre de 2021. De los participantes, más del 50 % contestó que se sienten mental y físicamente exhaustos, un 30 % sufre de depresión, el 27 % se siente más solos, otro 27 % siente incapacidad para concentrarse, y un 20 % se siente desesperado.

A casi un año y medio de pandemia y cambios en la normalidad, era de esperarse que surgieran este tipo de problemas, especialmente porque el acceso a apoyo en temas de salud mental también se vio afectado. Otra encuesta que se enfoca en el impacto del COVID-19 en la salud mental de 18,764 alumnos universitarios estadounidenses. De estos, 41.8 % respondió que han buscado apoyo pero, de este porcentaje, el 60.1% dijo que obtener ayuda es algo o mucho más complicado. Por otro lado, el 69 % de los estudiantes dijeron que la administración de su institución les brindó ayuda pero de dónde más recibieron respaldo fue de sus profesores (78 %).

La Fundación JED realizó una guía sobre cómo abordar la salud mental y el bienestar en el campus. Según la Fundación, además de preocuparse por un regreso presencial sin riesgo de contagios, se necesita abordar temas de bienestar mental y emocional. En este sentido, lo primordial es la planificación estratégica. Para garantizar el éxito, el bienestar y la seguridad de los estudiantes se necesita organización, especialmente para garantizar que todos tengan la mismas oportunidades y no excluir a minorías. Este proceso debe incluir a los profesores, el personal y las familias ya que han pasado por los mismos desafíos que los estudiantes, sugiere la fundación.

Debido a que cada institución es diferente, la Fundación JED recomienda realizar encuestas, tener grupos de enfoque, o cualquier otra medida para recopilar datos para saber qué están pensando no sólo los alumnos, sino el personal educativo y las necesidades de toda la comunidad educativa. Después de tener una buena recolección de datos y se creen estrategias, es importante planear cómo comunicarse con la comunidad de manera clara y relevante. Las y los estudiantes, sus familias y el personal docente son bombardeados con actualizaciones e información que cambia constantemente, así que decirles las cosas de manera puntual y oportuna es muy importante para que no haya confusiones. Hacerlo, según la Fundación JED, mejorará la confianza de la comunidad en los procesos y decisiones de las instituciones.

Otra estrategia valiosa es enfocarse en habilidades para la vida ya que estas ayudan a los alumnos a lidiar con los factores estresantes producidos por la pandemia, a tomar decisiones, fomentar la resiliencia y lograr el éxito académico. Ofrecer programas enfocados en conexiones sociales, la empatía, el procesamiento del dolor, manejo del estrés, la atención plena, entre otros, e incluir recursos para el profesorado y el personal administrativo. El Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT por sus siglas en inglés), por ejemplo, creó una página de recursos integrales para lidiar con el estrés. Además, es esencial recordar que probablemente muchos estudiantes perdieron a alguien cercano debido al COVID-19, por lo que es recomendable ofrecer grupos de apoyo, programas y demás servicios enfocados en el duelo.

Los sentimientos de soledad se han visto exacerbados por el distanciamiento físico durante el último año y medio, por lo que es clave que se promueva la conexión social y crear una comunidad. La Fundación JED recomienda promover programas de apoyo entre pares, siempre que sea posible, e incentivar el activismo estudiantil ya que puede fomentar conexiones y colaboraciones entre los propios alumnos. Sobre este último punto, las universidades deben trabajar con sus estudiantes para garantizar que cuenten con los apoyos y estructuras adecuadas para que se expresen. Proporcionar una variedad de recursos de apoyo, como foros o grupos estudiantiles, es fundamental para permitir que ellos procesen su activismo.

Por otro lado, las personas que trabajan en las universidades muchas veces son la única conexión que un estudiante tendrá, especialmente si su educación es totalmente en línea, por lo que es fundamental tener programas de capacitación y formación para la facultad. La Fundación JED también recomienda promover recursos para que las familias reconozcan las señales de advertencia en jóvenes con problemas de salud mental para que respondan y refieran a los estudiantes el apoyo que necesitan. Además, aconsejan tener información actualizada en sus sitios web principales, no sólo en centros de bienestar o asesoramiento.

También sugieren incluir el bienestar emocional en los servicios de salud del campus. Por ejemplo, dentro de las herramientas de detección del COVID-19, incluir preguntas sobre cómo se sienten emocionalmente y no sólo si han estado en contacto con alguien que haya salido positiva. Estas preguntas proporcionarán datos útiles sobre los desafíos que enfrentan las y los alumnos y no sólo ayudará a planear la mejor manera de atender sus necesidades, sino también es un recurso para que el alumnado reflexione sobre su salud mental. Como se mencionó anteriormente, el 60 % de los estudiantes encuestados informan que la pandemia aumentó la dificultad para atender su salud mental. Los campus pueden considerar la posibilidad de crear boletines o campañas de salud mental para difundir sus recursos y hacerlos más accesibles. El sitio web del Centro de asesoramiento de la Universidad de Pittsburgh es un buen ejemplo de cómo mostrar todos los servicios disponibles. Por su parte, el Tec de Monterrey creó el programa “Tqueremos” que se enfoca en el bienestar integral de los estudiantes, brindando apoyo emocional, social, financiero, ocupacional, espiritual, intelectual, física y social.

Para que los recursos de atención de salud mental sean más integrales y efectivos, la Fundación JED recomienda incrementar el personal de apoyo, que la diversidad del personal refleje la población estudiantil, flexibilidad en los enfoques de tratamiento y proveedores fuera del campus que ofrecen servicios complementarios o especializados. Por otro lado, la fundación insiste en considerar a los profesores dentro de estos programas ya que de esta manera ellos también pueden procesar sus experiencias y trauma con respecto al impacto de la pandemia al mismo tiempo que apoyan las necesidades de los estudiantes.

Por último, la Fundación JED aconseja tener un protocolo de emergencia claro y accesible para guiar a la comunidad. Proporcionar información de emergencia como números de teléfono para situaciones de crisis, chats o servicios de texto también es de gran ayuda. La información que proporcione la universidad debe ser clara de manera que sea sencillo para la comunidad universitaria encontrar estos recursos y puedan compartirlos con sus compañeros y colegas. Las universidades también deben estar preparadas con información y protocolos sobre qué hacer en caso de que algún alumno muera debido al COVID-19, cuando se presente algún caso de suicidio u otro tipo de accidente o enfermedad. Saber reconocer, responder y referir a los estudiantes que presentan problemas de salud mental y tendencias suicidas puede ayudar a prevenir crisis.

La encuesta anual de participación estudiantil para estudiantes universitarios de nuevo ingreso reporta que los estudiantes se mantienen optimistas, a pesar de estar exhaustos emocionalmente. Ahora que más universidades están retomando las clases presenciales o usan modelos híbridos, es indispensable dar prioridad a la salud mental de la comunidad, planear la mejor manera de apoyar tanto al alumnado, profesorado, así como también a las familias y la comunidad.

¿Has considerado que la pandemia te ha afectado emocionalmente? ¿Te sientes más agotado? ¿Crees que tu universidad tiene buenos recursos sobre salud mental? ¿Los conoces? Deja tus comentarios abajo.

Fuente e imagen: https://observatorio.tec.mx

Comparte este contenido:

Dark Academia, una tendencia problemática

Por: Paulette Delgado

Lo que empezó como un “club de lectura” se convirtió en una comunidad de jóvenes influenciados por las culturas del renacimiento, barroco y el romanticismo, dando paso a la tendencia conocida como Dark Academia.

Con más de un millón de publicaciones en Instagram e innumerables cuentas dedicadas a la tendencia, Dark Academia está tomando al mundo por sorpresa, pero ¿qué es exactamente la Dark Academia? Este término se refiere a una subcultura con un gran énfasis en la lectura, la escritura y el aprendizaje. Se trata de personas que tienen interés por la literatura clásica europea, el latín, el arte, la poesía, la moda de Europa occidental, lo inusual y lo ilícito.

Aunque ha tenido un auge en popularidad este año, la tendencia Dark Academia apareció por primera vez en el año 2015 en la plataforma Tumblr. Su enfoque era más hacia la lectura que a la moda ya que la gente recomendaba libros clásicos y novelas góticas y rendía homenaje a la novela de Donna Tartt “El Secreto”. Este libro gira en torno a un grupo de seis estudiantes que se ven envueltos en misterios y secretos que, junto a su profesor, entablan discusiones intelectuales, creyéndose superiores.

«,»resolvedBy»:»embedly»,»providerName»:»Tumblr»}» data-block-type=»22″>

A lo largo de los años, lo que empezó como un “club de lectura” debido a las recomendaciones, fue creando una comunidad de jóvenes influenciados por las culturas del renacimiento, barroco y el romanticismo, entre otras. Y aunque la literatura es parte de los pilares del Dark Academia, la caligrafía también es importante. La gente que sigue esta tendencia a menudo experimenta con la lingüística, la caligrafía y prueba plumas estilográficas.

Generalmente, la tendencia tiene dos lados: por un lado, están los clásicos tanto del canon de la literatura como de la historia del arte, y por el otro, una serie de obras de la cultura pop. Por ejemplo, los seguidores pueden leer obras como “Antígona” de Sófocles o “Harry Potter” de J.K Rowling, ver películas como “La sociedad de los poetas muertos” de 1989 o “Entre navajas y secretos “ que se estrenó en el 2019. En cuanto a música, artistas desde Frédéric Chopin hasta Lorde se incluyen dentro de las listas de reproducciones.

En cuanto al aspecto de la moda, otra área de la tendencia que es la más popular, está asociada a la élite inglesa masculina, buscando dar la impresión de estudiar en una universidad de principios del siglo XX: blazers, suéteres de cuello alto, ropa vintage donde predominan los cuadros y tonos otoñales. Esta moda es sumamente atractiva para los jóvenes ya que promueve un estilo andrógino ya que es común usar sacos o chaquetas clásicas.

La pandemia juega un papel importante en su reciente popularidad ya que muchos estudiantes anhelan una educación más tradicional, en lugar de sus clases remotas. Otro factor importante es el declive de las carreras de humanidades para priorizar aquellas de las áreas STEM, como en el Reino Unido donde el Departamento de Educación recortó en un 50 % la financiación de las instituciones de artes y humanidades. Sin embargo, el origen de la tendencia es preocupante ya que perpetúa de manera inherente que el estudio occidental y la literatura clásica es el epítome de la academia. Además, idealiza el estereotipo de hombres delgados, blancos, ricos e intelectuales como los estudiantes de Julian Morrow en el libro de Donna Tartt “El Secreto” o los de John Keating en la película ”La sociedad de los poetas muertos”.

Sobre este último ejemplo, al igual que en la Dark Academia, glorifica ciertos textos escritos por autores masculinos blancos que representan la literatura inglesa y excluye a cualquier otra persona que no se ajuste al ideal eurocéntrico de autenticidad. De manera sutil pero segura, esta estética alimenta la formación del canon y las narrativas opresivas que históricamente favorecen las narrativas de hombres blancos.

En gran parte, el movimiento está basado en la estética de las películas y novelas de décadas pasadas, creando una visión nostálgica y romántica de un tiempo antes del declive de las humanidades. Para que avance, se necesitan programas, películas, libros y demás que romanticen el conocimiento y aprendizaje basado en la educación actual. No hay nada de malo en romantizar la educación, siempre y cuando incluya distintas narrativas y voces, no sólo de hombres blancos, sino de mujeres, minorías, y todas las regiones más allá del mundo occidental. Promover sólo esta narrativa como “clásica” ayuda a mantener jerarquías determinadas por género y raza, pero ¿y si la Dark Academia enfatizara distintas voces además de los personajes masculinos ricos, blancos y heteronormados?

Fuente de la información e imagen:  https://observatorio.tec.mx

Comparte este contenido:

La crisis de salud mental: Los estudiantes de posgrado necesitan ayuda

Paulette Delgado

Invertir económicamente ya no es suficiente, se necesita un cambio cultural para apoyar la salud mental de los alumnos de posgrado.

A pesar de estar en un momento de gran tensión financiera e incertidumbre, las universidades no deben de dejar de invertir recursos para abordar la salud mental de sus estudiantes. Según un informe de las Academias Nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina de Estados Unidos, los estudiantes de posgrado están en riesgo de sufrir una crisis de salud mental en todo el país. Alan Leshner, quien presidió el comité detrás del informe, dice que “el problema es tan grande o más grande que nunca, y no está mejorando. A menos que haya una atención concertada, la situación empeorará sustancialmente, porque las presiones no desaparecerán».

Los estudiantes de posgrado muchas veces sienten que no tienen acceso a una buena atención de salud mental y que su único apoyo u orientación son sus supervisores, los cuales no son suficiente recurso. Además, muchas veces estos jóvenes se sienten presionados por adaptarse al mundo laboral y cumplir con expectativas familiares, empeorando su situación. Para que el panorama realmente mejore, se necesita un cambio cultural que va más allá de invertir dinero, se debe involucrar desde el rector hasta los estudiantes. Los educadores y demás miembros de las universidades deben recibir capacitación formal para saber cómo apoyar y abordar el bienestar de los alumnos, quienes también deben aprender sobre distintos problemas de salud mental como parte de su formación introductoria.

En una encuesta realizada en diciembre del 2020 por el Consejo Estadounidense de Educación, el 68 % de los rectores de universidades reconocen que la salud mental de los estudiantes es de sus problemas más urgentes. La tasa de abandono de los alumnos con problemas de este tipo oscila entre el 43 % y el 68 %, haciendo el conflicto no sólo de salud mental, sino también sobre la efectividad y la economía de las instituciones.

Además, la pandemia ha aumentado enormemente la necesidad y demanda de apoyo para los servicios de rubro psicológico y psiquiátrico. Según Sara Oswalt, científica de salud pública de la Universidad de Texas en San Antonio, quien rastreó las tasas de salud mental y el uso de servicios para mantenerla en los campus desde el 2009, dice que “los servicios de salud mental están abrumados. Los desafíos a los que se enfrentan los estudiantes ahora son diferentes a los que tenían en el pasado. Es difícil cuantificar lo que le está haciendo a su salud mental”. Los recursos son especialmente escasos en pequeñas instituciones privadas y universidades de carreras de dos años.

Lamentablemente, los efectos de la pandemia podrían permanecer mucho tiempo después de que se controle el virus, ya que este provocó un brote de ansiedad y depresión que algunos estudiantes no supieron manejar y cayeron en mecanismos de escape que no son saludables, como el alcohol.  Según una investigación que estudió el cambio del consumo del alcohol durante el cierre de universidades por COVID-19, antes de la pandemia el mayor consumo de alcohol informado por los alumnos era de 63 bebidas por semana y ahora es de 98 (el número promedio aumentó de tres y medio a más de cinco). El autor, William Lechner, advierte que el cambio en el consumo podría durar años y que puede traer consecuencias neuronales y psicológicas duraderas.

La presión de la academia

Otro sector con problemas de salud mental son los jóvenes investigadores ya que son presionados para obtener fondos, publicar y conseguir trabajos en un mercado brutalmente competitivo, donde el fracaso parece no ser una opción. Una encuesta realizada el año pasado a 13 mil académicos por Cactus Communications, mostró que más de un tercio (38 %) de los participantes se sienten abrumados constantemente por su situación laboral.

La incertidumbre profesional ha detonado gran parte de la ansiedad y depresión en la comunidad académica ya que muchos miembros cuentan con contratos temporales que los hace siempre pensar en el futuro sin tener ninguna seguridad de que las cosas mejoren. Esta situación los lleva a trabajar muchas horas y priorizar su carrera a costa de su salud mental.

En una encuesta de Nature del 2019, el 76 % de los graduados contestaron que trabajan más de 40 horas a la semana y casi el 40 % dijo que está insatisfecho con su equilibrio entre el trabajo y la vida. Otro problema es que no sienten que cuentan con el apoyo necesario para salir adelante. Aunque tienen mentores y colegas con quienes deberían poder compartir sus labores, un 21 % de ellos experimentan acoso o discriminación por parte de ellos, especialmente las mujeres o los participantes que forman parte de grupos étnicos minoritarios.

Otra razón por la cual no todos los investigadores buscan apoyo es por el estigma percibido y la falta de conciencia de los recursos que existen. Muchos ni siquiera saben qué opciones tienen ni que apoyo ofrecen sus universidades, hace falta mucha difusión. Y cuando los estudiantes si conocen los recursos, no siempre están disponibles. En un informe del Consejo de Escuelas de Posgrado y la Fundación Jed descubrieron que muchos alumnos de doctorado describieron problemas para recibir apoyo. Una de estas dificultades es el horario de los centros de asesoramiento que cierran después de las cinco de la tarde y los fines de semana, limitando el acceso para aquellos que llevan clases, trabajan y están investigando. Además, muchos temen encontrarse con alumnos de sus clases o compañeros de trabajo, o los recursos se encuentran fuera de su alcance económico.

Hace falta un cambio estructural, no individual

Algunas instituciones han optado por implementar programas enfocados en el bienestar integral como talleres de yoga, meditación y administración del tiempo, ya que muchos de los estudios sostienen que tanto estudiantes como investigadores tienen problemas para poner límites entre el trabajo y la vida personal. Estos recursos planean impulsar la resiliencia, hacer que recuperen la motivación y planeen mejor su trabajo. Sin embargo, Katia Levecque, investigadora de psicología y derecho en la Universidad de Gante en Bélgica, argumenta que estas medidas, aunque sí ayudan, no abordan las causas estructurales de los problemas de salud mental, sólo se enfocan en los síntomas. Además, son programas dirigidos al individuo, lo que según la psicóloga puede crear una mentalidad de “culpar a la víctima”. Hacen que parezca que el problema es individual y no estructural, se necesita cambiar la cultura y el sistema.

Levecque advierte que de continuar esta mentalidad, las instituciones de educación superior no podrán retener a estudiantes afectados por el problema. «Perderán la guerra de los talentos, es tan simple como eso. Si otros trabajos (fuera de la academia) están mejor pagados, tienen más perspectivas y permiten el equilibrio entre el trabajo y la vida privada, ¿por qué deberían quedarse?».

Otro aspecto importante es que muchos estudiantes de posgrado a menudo reciben becas, por lo que su ingreso está comprometido a su condición de estudiantes, lo que evita que tomen vacaciones o tiempo para dedicarse a mejorar su salud mental. Por eso es necesario que las instituciones mejoren sus políticas internas para permitir que aquellos alumnos comprometidos con sus estudios puedan enfocarse en su bienestar sin temer quedarse sin el apoyo económico.

Además, las universidades deben promulgar políticas que aborden el acoso y la discriminación, ya que es otro factor importante que afecta la salud mental. Retomando la encuesta de Cactus, el 23 % de los participantes pide a las organizaciones académicas implementar medidas para promover la igualdad y prevenir el acoso, la discriminación y la intimidación.

Para mejorar las condiciones de los alumnos y los académicos, se debe de preparar a las personas a adquirir habilidades de comunicación, liderazgo, resolución de conflictos y espíritu empresarial, dice Suzanne Ortega, la presidenta del Consejo de Escuelas de Posgrado. Además, un buen equilibrio entre la vida y el trabajo alejaría a los académicos de la cultura de “publicar o perecer«. Normalizar las vacaciones, tiempo libre, jubilarse o crear una cultura de trabajo en la que no se tiene que ser productivo todo el tiempo. Los líderes de laboratorio pueden comenzar el cambio brindando una mayor flexibilidad de horario para permitir más tiempo libre. Queda mucho camino por recorrer.

Fuente: https://observatorio.tec.mx/edu-news/la-crisis-de-salud-mental-en-estudiantes-de-posgrado

Comparte este contenido:

Disciplina de exclusión ¿un problema o una solución?

Por: Paulette Delgado

Suspender a un alumno por su mal comportamiento hace más daño que beneficio, según estudio.

 

Una tarea abrumadora para los maestros y personal de cada escuela es la disciplina. Por años, las instituciones castigan a los alumnos por mala conducta con una suspensión o expulsión, pero ¿esto realmente ayuda?

Las prácticas de disciplina de exclusión, es decir, la suspensión y exclusión operan bajo un modelo de situación del comportamiento, es decir, que el estudiante cambie a una conducta dócil por medio del castigo. Y aunque puede ser convincente para algunos, si el alumno no disfruta de la escuela en primer lugar, o de sus compañeros, es poco probable que cambie su comportamiento, hasta puede reforzar malas prácticas.

Según el estudio “Exclusionary School Discipline: Recommendations to Improve Outcomes” de la Universidad de Wisconsin, el autor Clark Thelemann, este tipo de acciones no ofrecen una intervención eficaz hacia los problemas de comportamiento de los estudiantes. Lo que ellos necesitan es un enfoque más preventivo y positivo, capacitar a los alumnos y al personal para saber cómo resolver conflictos de manera eficaz y no violenta, así como fomentar una buena comunicación entre los padres, estudiantes y docentes.

Hasta la década de los sesenta, en Estados Unidos, el castigo corporal era un método de disciplina aceptado. Luego, durante los setenta, dependía de cada estado decidir y muchos prohibieron el castigo corporal. Buscando cómo disciplinar de manera efectiva a los estudiantes el sector educativo volteó hacia la suspensión y expulsión.

En su lucha por disciplinar eficazmente, se creó una intolerancia generalizada por los delitos menores y la desobediencia juvenil ya que lo veían como una manera de prevenir crímenes serios.

Según el estudio de Thelemann, alrededor del 97 % de los delitos cometidos en la escuela caen en una de las siguientes cinco categorías:

  1. Falta de respeto o insubordinación

  2. Pelea

  3. Comportamiento perturbador y conducta desordenada

  4. Hacer amenazas

  5. Hurto menor

Aunque inició con buenas intenciones, el suspender y expulsar crea un entorno donde se criminaliza lo que antes se consideraba un comportamiento adolescente normal, como insubordinación. Acciones que podrían verse como actos de rebeldía adolescente y ser una oportunidad de aprendizaje para el alumno, se ven como una violación a las políticas estudiantiles.

Además del por qué, es importante identificar y revisar qué alumnos están siendo suspendidos y expulsados. Según estadísticas de la Comisión de Derechos Civiles De Estados Unidos, hasta 95 % de las suspensiones son por acciones no violentas, como molestar la clase, actuar irrespetuosamente, llegar tarde, decir maldiciones o violar el código de vestimenta.

Los datos también demuestran que estas políticas afectan de manera desproporcionada a las minorías. En el caso de Texas, el gobierno hizo un estudio a un millón de estudiantes de preparatoria y se encontró que los estudiantes negros eran más propensos que los latinos o blancos a ser disciplinados por tardanza, salir temprano de la clase, violaciones del código de vestimenta, etcétera. Sin embargo, los tres grupos cometen delitos como posesión de drogas o armas en tasas similares. Incluso, la investigación encontró que casi tres cuartas partes de los estudiantes que calificaron para recibir servicios de educación especial fueron suspendidos o expulsados al menos una vez.

Además, la disciplina excluyente a menudo afecta a alumnos que tienen menos probabilidad de tener supervisión en su hogar. Según la investigación de Jane G. Coggshall, David Osher y Greta Colombi, aquellos con padres solteros, tienen entre dos y cuatro veces más probabilidades que los que tienen a ambos padres en el hogar. Esto hace que suceda una de dos cosas cuando un estudiante es suspendido o expulsado: que tenga poca o ninguna supervisión o que su guardián no vaya a trabajar para poder cuidarlo, lo que puede crear problemas financieros.

Sustituyendo la expulsión y suspensión

El estudio demuestra que este método puede contribuir a los mismos comportamientos que trata de corregir. Para mejorar la conducta, Thelemann, propone ocho sugerencias en lugar de la suspensión o expulsión. A continuación, se describe cada una:

  1. Reducir el uso de la disciplina de exclusión

    1. Explorar alternativas y eliminar las prácticas disciplinarias excluyentes es el primer paso para mejorar los resultados educativos. Aunque hay casos donde la expulsión es necesaria, esta debe ser el último recurso. Si un alumno se porta mal, la primera respuesta debe ser reconocer esa conducta como un síntoma de lo que puede ser un problema mayor y usarlo como una oportunidad para ofrecerle apoyo, no suspenderlo.

  2. Identificación e intervención tempranas

    1. El entorno de aprendizaje debe estar alineado con las fortalezas y necesidades del joven, él necesita sentirse seguro, valorado y respetado. Se necesita un enfoque proactivo donde se desarrollen relaciones entre el educador y el alumno para que se identifiquen comportamientos que pueden provocar conductas problemáticas. Por ejemplo, el absentismo escolar es a menudo el primer signo de problemas y el indicador más poderoso de conducta delictiva.

  3. Intervención y apoyos de conducta positiva

    1. Las intervenciones y apoyos conductuales positivos ayudan a establecer una cultura prosocial donde se establezcan expectativas de comportamiento. Adoptar este sistema busca desarrollar un conjunto de valores fundamentales a los que todos deberían adherirse. Una vez que se establecen, se refuerza los comportamientos que los apoyen a través del reconocimiento positivo. Aquellos estudiantes que se comporten en contra de esos valores fundamentales, se les enseñan comportamientos apropiados para que cumplan con las expectativas.

  4. Prevención y respuesta al acoso escolar

    1. El acoso, o bullying, puede causar daños a corto y largo plazo a las personas, por eso es importante prevenirlo y crear un entorno escolar más seguro y conectado. El personal escolar debe recibir capacitación sobre la prevención e identificación para saber cómo intervenir cuando ocurra.

  5. Resolución de conflictos y capacitación en habilidades para la vida

    1. Las escuelas deben adoptar un plan de estudios que enseñe a los estudiantes cómo resolver los conflictos de manera eficaz y no violenta o abusiva. La mayoría de los profesores y padres creen que es responsabilidad de la escuela preparar a los alumnos para unirse a la sociedad, por lo que se debe exigir que las instituciones deben capacitarlos en habilidades como la inteligencia emocional para que aprendan a regular sus sentimientos.

  6. Conexiones y conectividad

    1. La conexión entre un estudiante con los adultos involucrados en la escuela y la institución provoca vínculos sociales positivos que apoyen un entorno inclusivo, así como apego, apoyo y buenas relaciones. La capacidad de conectarse con el personal educativo está asociada positivamente con el rendimiento académico, la motivación e ir a la universidad y en caso de ser negativa provoca delincuencia, inadaptación socioemocional y la deserción. Además, la conexión escolar se relaciona con niveles más bajos de abuso de sustancias, violencia, ideación suicida, embarazo y angustia emocional. Se deben desarrollar oportunidades positivas para que los jóvenes se involucren y se conecten con los docentes y la comunidad.

  7. Capacitación y evaluación de salud mental

    1. Aumentar la capacitación del personal sobre discapacidades de aprendizaje, minorías y problemas de salud mental es clave ya que son los que están más propensos a ser suspendidos o expulsados. Además, se necesita que las instituciones tengan más profesionales capacitados en salud mental ya que ayudaría a identificar a los que tienen mala conducta por ser adolescentes y aquellos que realmente presentan tendencias delictivas. Haciendo esta distinción, se pueden ofrecer diferentes tipos de intervenciones.

  8. Educación y respuesta al trauma

    1. Hay estudiantes que han sido expuestos a traumas como ser víctimas de abuso o negligencia, estos tienen más probabilidad de verse afectados negativamente por los enfoques de disciplina excluyente y contribuir aún más a los sentimientos de aislamiento. El sistema educativo debe enseñar resiliencia y cuidado personal adecuado a los docentes y a los estudiantes ya que esto ayuda a amortiguar las secuelas del trauma y refuerza un sentido de esperanza y optimismo. Esa resiliencia pueden ser factores individuales como un sentido de control o dominio de sí mismo, sentido de relación con los demás y reactividad emocional.

La disciplina de exclusión no ha logrado crear un ambiente seguro ni controlar el comportamiento de los estudiantes. Si bien, parecían ser una respuesta rápida para reemplazar la falta del castigo corporal, no se ha demostrado que sea una manera eficaz de controlar o mejorar el comportamiento de los estudiantes. Existen mejores alternativas a los problemas de disciplina que se enfocan en la prevención más que en el castigo, alentando el comportamiento positivo.

Más que una solución, la suspensión y expulsión sólo deja preguntas cómo: ¿qué sucede exactamente cuando se saca a un niño del aula? Y quizás lo más importante, ¿qué se hace para asegurar que el progreso académico y el desempeño del alumno continúe o mejore fuera de la escuela?

Fuente de la información e imagen: https://observatorio.tec.mx/edu-news/disciplina-de-exclusion

Comparte este contenido:
Page 4 of 15
1 2 3 4 5 6 15