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Prevención del suicidio: ¿Qué pueden hacer las escuelas?

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El estar encerrados en casa por casi dos años debido a la pandemia, el constante cambio de rutina con las escuelas abriendo y cerrando, la distancia social y el miedo al contagio, aumentan la probabilidad de que la población infantil y juvenil presenten problemas de salud mental. Según el informe Estado Mundial de la Infancia 2021 de la UNICEF, 13 % de los jóvenes entre los 10 y 19 años padecen algún trastorno mental, y en un 50 % de los casos, los trastornos comenzaron antes de los 14 años.

En España, el suicidio es la primer causa de muerte no natural de los jóvenes entre los 15 y 29 años. Incluso, en promedio, diez jóvenes deciden acabar con su vida diariamente. En el caso de México, el Instituto Nacional de Salud Pública de México estima que por cada suicidio consumado, se realizaron 20 intentos no fortuitos. ¿Que pueden hacer las instituciones educativas para evitar que se llegue este punto?

A medida que los estudiantes comienzan a regresar a las aulas, los centros educativos se vuelven el lugar donde niños y jóvenes pasan más tiempo, por lo que las escuelas juegan un rol importante en la prevención del suicidio. La conducta suicida no consiste solo de la intención de quitarse la vida, incluye los pensamientos e intentos, por lo que las escuelas deben saber cómo intervenir y tener los recursos necesarios para ayudarlos a dejar de sufrir en silencio.

Las instituciones educativas son un recurso ideal para que los alumnos aprendan habilidades socioemocionales, es el lugar donde socializan con personas de su edad y es el primer lugar donde pasan una cantidad significativa de horas sin la supervisión de sus familiares. Es por eso por lo que es importante que las escuelas aprovechen para potencializar la habilidad para gestionar emociones, el autocontrol y el cómo relacionarse con otras personas. Para ello, es necesario que las instituciones inviertan en la prevención, ofreciendo atención puntual y eficiente para los problemas de salud mental de niños y jóvenes. Según un estudio publicado en el Journal of Affective Disorders, se ha encontrado que aplicando programas de resiliencia emocional, las escuelas han reducido los síntomas de ansiedad y depresión en niños de 6 a 12 años.  Adicionalmente, existen casos donde las escuelas son los únicos lugares donde los estudiantes tienen acceso a esa clase de recursos de apoyo.

Es indispensable que también se informe a la comunidad educativa sobre cómo detectar cualquier señal de alarma que indique que un estudiante presenta problemas mentales o emocionales para guiarlo a obtener ayuda. La formación del personal educativo tras un intento de suicidio es clave, pero también preparar a los mismos compañeros para que se conviertan en buenos agentes preventivos. Que una niña o adolescente cuente con una persona con la que pueda hablar y sentirse escuchado genera una línea de apoyo vital que puede salvar su vida. Que las escuelas tengan espacios y profesionales a los cuales los estudiantes puedan acudir para hablar de temas que les preocupan es un paso imprescindible para prevenir el suicidio. Además, de esta forma también se detectan y resuelven casos de acoso escolar.

Contar con protocolos también es una medida necesaria ya que ayuda a saber cómo abordar a los estudiantes con ideación o intentos de suicidio. Saber qué hacer en estos casos puede ser lo único que evite un fatal desenlace. Aunado a esto, trabajar en las aulas aspectos de salud mental como habilidades de manejo de las emociones, solución de problemas, estrategias para la flexibilidad cognitiva, regulación de estrés y cómo actuar en situaciones de crisis, entre otros.

El metaanálisis School-Based Suicide Prevention Programs publicado en The International Handbook of Suicide Prevention, Second Edition, el cual contiene distintos programas de prevención contra el suicidio, encontró que las medidas de prevención que mejor funcionan son las siguientes:

  1. Currículos de sensibilización y educación

    • Se deben crear programas escolares que tengan un plan de estudios de concientización y educación para enseñar a los estudiantes sobre el suicidio, sus factores de riesgo y qué hacer cuando se enfrentan a una situación de estudiantes con tendencias suicidas. El estudio concluyó que las instituciones que cuentan con este tipo de currículos demostraron tener un cambio de comportamiento significativo y una reducción en la incidencia de la ideación y los intentos de suicidio, lo que demuestra que el modelo de concientización y educación de los programas de prevención del suicidio es una vía prometedora que merece una mayor exploración.

  2. La detección es clave

    • Menos del 25 % de las familias son conscientes de las conductas autolesivas y suicidas de sus hijos, especialmente porque los jóvenes no buscan ayuda. Una solución, según el estudio, es administrar un cuestionario de detección preliminar y luego remitir a los estudiantes que presentan señales de alerta al consejero escolar o facilitar que obtengan ayuda psiquiátrica emergente.

  3. Capacitar a guardianes

    • Tener estrategias de los programas enfocados a concientizar y detectar. Un ejemplo es el programa utilizado por la Fuerza Aérea de los Estados Unidos para abordar el comportamiento de suicidio y autolesión conocido como “Preguntar, persuadir y referir” (QPR por sus siglas en inglés). Su objetivo es aumentar la conciencia sobre el suicidio dentro del personal escolar, la identificación de estudiantes en riesgo, mejorar las habilidades del personal para intervenir y, en general, aumentar la comunicación entre el personal académico y los estudiantes. Implica enseñar al personal a identificar a jóvenes en riesgo y luego responder adecuadamente al ayudar con la derivación a recursos de salud mental.

    • El estudio demostró que aquellos estudiantes en riesgo normalmente no buscan ayuda en los adultos por sí mismos, así que capacitar a los educadores a actuar como guardianes parece una solución más lógica, sin embargo, es clave capacitar a los adultos y a los compañeros, ya que estos son más conscientes de las percepciones y los comportamientos dentro de sus círculos sociales. Contar con un programa de guardianes o vigilantes entre compañeros es una estrategia aún más eficaz que simplemente, “Preguntar, persuadir y referir”.

    • Estos programas de apoyo dirigidos por otros estudiantes y guardianes se ha utilizado para capacitarlos para difundir mensajes positivos, que modifiquen las normas sociales en los entornos escolares, para que los estudiantes se animen a desarrollar habilidades y actitudes positivas para la vida, y fomenten una creencia y una estrategia que promuevan la búsqueda de ayuda de los adultos. Además, el programa busca crear una expectativa de que los compañeros también busquen ayuda cuando se enfrentan a la tendencia suicida.

  4. Entrenamiento de habilidades

    • El estudio sugiere aplicar el programa CARE/CAST que se trata de cuidar, evaluar, responder, empoderar y entrenar (CARE por sus siglas en inglés) a los estudiantes para afrontar y apoyar (CAST) ya que desarrolla habilidades para prevenir el suicidio. Primero, la parte CARE se trata de detección selectiva con una intervención directa seguido de entrevistas motivacionales. Después está la parte CAST que tiene como objetivo aumentar el afrontamiento y la regulación del estado de ánimo, disminuir el uso de sustancias y aumentar el rendimiento escolar. Se trata de capacitar en habilidades a grupos pequeños de estudiantes con promedio bajo, con alto porcentaje de ausentismo o referencias directas del personal. Se trata de 12 sesiones que buscan enseñar habilidades y el cambio de comportamiento que resultan en reducir los factores de riesgo de un suicidio.

La salud mental y la conducta suicida necesitan ser parte del contexto educativo. Más allá de sólo cumplir con el currículum académico, las escuelas, el personal educativo y los estudiantes deben ser concientizadas sobre la importancia de la corresponsabilidad social y su papel para prevenir el suicidio. Como se mencionó anteriormente, siempre hay intentos antes de la consumación de un suicidio; saber identificar estas y otras señales de alarma puede prevenir un fatal desenlace y ayudar al estudiante a salir adelante.

Fuente e Imagen: https://observatorio.tec.mx/edu-news/estrategias-para-prevenir-el-suicidio

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Abordando las consecuencias a largo plazo del aprendizaje inconcluso

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Alumnos de primaria y secundaria están atrasados en matemáticas y en lectura. ¿Qué acciones se pueden tomar para ayudar a que se recuperen?

Como escribimos la semana pasada, los efectos de la pandemia con el aprendizaje inconcluso y el absentismo crónico pueden afectar a largo plazo a una generación entera de estudiantes. Una buena educación está relacionada no solo a mayores ingresos sino también a una mejor salud, menor tasa de encarcelamiento y una mejor participación política. Mckinsey estima que el aprendizaje inconcluso relacionado con los estragos del COVID-19 podría reducir los ingresos de por vida para los estudiantes de primaria y secundaria por un promedio de $49,000 a $61,000 USD. La economía también corre peligro porque si bajan los niveles de educación y los ingresos, habrá menos innovación y menos productividad económica. Para el 2040 que la mayoría de los niños estén en la fuerza laboral, los autores estiman una posible pérdida anual del PIB de Estados Unidos de unos $128 mil millones a $188 mil millones de dólares.

Para abordar el aprendizaje inconcluso y demás problemáticas educativas provocadas por la pandemia, líderes educativos en Estados Unidos crearon el Consejo de Oficiales Principales de Escuelas Estatales (CCSSO por sus siglas en inglés). Esta coalición busca promover el éxito de los estudiantes, resaltando las prioridades que se necesitan para lograrlo con el uso eficaz y efectivo de los fondos federales.

Esas prioridades se resumen en cuatro acciones: reabrir las escuelas, reincorporar a los estudiantes, apoyar a los estudiantes en la recuperación del aprendizaje inconcluso y reimaginar los sistemas educativos a largo plazo. Para los expertos, para que se lleven a cabo de manera exitosa estas acciones, es importante que se involucre el gobierno y que comprendan las necesidades cambiantes de los padres y estudiantes a medida de que avanza y se termina la pandemia, y que se comprometan con ellos para ayudar a los alumnos a aprender y prosperar. Mckinsey encuestó a más de 16 mil madres y padres sobre estas necesidades y su perspectiva, y mencionan qué pueden hacer los estados y distritos escolares para adaptarse y satisfacerlas.

1. Reabrir escuelas de forma segura para el aprendizaje en persona

La mayoría de los distritos escolares de todo Estados Unidos emplean estrategias de mitigación del COVID-19 como campañas de vacunación para el personal y los estudiantes. Además de proporcionar pruebas del coronavirus, mascarillas obligatorias y actualización de sus infraestructuras para abrir sus puertas y ofrecer clases en persona todos los días.

Un análisis del año pasado sobre si es seguro o no reabrir las escuelas con los protocolos correctos implementados sugiere que sí es recomendable hacerlo, sin embargo, los padres entrevistados siguen preocupados por la seguridad en las escuelas y un tercio está extremadamente preocupados por la amenaza del COVID-19 para la salud de sus hijos. Para ellos, los distritos debieron invertir en las medidas de salud y seguridad desde el regreso a clases en otoño.

2. Reincorporar a los estudiantes

El reabrir las instituciones es un gran desafío, sin embargo, aún más desafiante puede ser alentar a los alumnos a regresar. Más allá que algunos estudiantes abandonaron sus estudios por completo o les da miedo exponerse y contagiarse, la encuesta sugiere que el 24 % de los padres aún no están convencidos de mandar a sus hijos a clases presenciales, en caso de las comunidades negras, eso se eleva al 34 %.

En una nota positiva, solo el 4 % de los padres y el 6 % de los padres afroamericanos contestaron que definitivamente no mandarían a sus hijos a la escuela. Para estas familias que permanecen tomando clases virtuales, las escuelas deben buscar continuamente cómo mejorar sus modelos de aprendizaje en línea, buscando corregir errores que han cometido anteriormente.

A las familias que aún están indecisas, el gobierno debe comprender sus necesidades y brindar opciones de aprendizaje que sean efectivas para sus hijos. La principal preocupación es la seguridad, sin embargo, otra razón es que consideran que el aprendizaje a distancia ha sido un mejor entorno de aprendizaje para sus hijos, incluso considerando que han mejorado la salud social, emocional y mental de sus hijos aprendiendo desde casa. Aún así, para muchos el aprendizaje remoto le falló a muchos otros.

Además de comprender las necesidades de los padres, los distritos deben acercarse a las familias para conocer sus preocupaciones sobre el entorno de aprendizaje y abordar las causas por las cuales no regresan los niños a la escuela. Es posible que el gobierno necesite una amplia gama de tácticas, desde campañas de asistencia y alcance, hasta incentivos para los estudiantes para brindar servicios que las familias necesitan, como transporte y cuidado de los niños. Además, se debe hacer un mayor esfuerzo por descubrir qué estudiantes están en riesgo y necesitan intervenciones específicas.

En Chicago, EE. UU., por ejemplo, en asociación con la Universidad de Chicago, han desarrollado un índice de priorización de estudiantes (SPI), para identificar a los alumnos con mayor riesgo de aprendizaje inconcluso. El índice se basa en una combinación de insumos de vulnerabilidad académica, asistencial, socioemocional y comunitaria. El distrito se acercará a los estudiantes más vulnerables con apoyo adicional mientras que las escuelas se asocian con organizaciones comunitarias para realizar visitas domiciliarias. Al final del año escolar, el gobierno monitorea y rastrea los resultados para ver qué tácticas funcionan y cómo mejorar.

3. Apoyar a los estudiantes en la recuperación del aprendizaje inconcluso y en necesidades más amplias

Incluso si los estudiantes regresan y cuentan con entornos de aprendizaje efectivos, muchos estarán atrasados académicamente, lo que puede provocar que se les complique regresar al aprendizaje tradicional. El gobierno debe crear estrategias para apoyarlos mientras los alumnos se esfuerzan por recuperarse del aprendizaje inconcluso, resuelven sus problemas de salud mental y reintegración social. Sin embargo, por más planes y soluciones que presenten los distritos, de nada sirve si los padres no asisten a los programas de apoyo o a las pláticas, por lo que es vital que ellos también pongan de su parte.

Según la encuesta de Mckinsey, los padres subestiman el aprendizaje inconcluso causado por la pandemia. El 40 % respondieron que su hijo está bien encaminado y el 16 % dijo que su hijo está progresando más rápido que en el entorno tradicional. Sólo el 14 % cree que su hijo se ha retrasado significativamente.

Incluso si los programas son gratuitos, es posible que muchos padres no los aprovechen porque no lo ven necesario. Solo alrededor de una cuarta parte dijo que es muy probable que escriban a sus hijos en programas de tutoría, después de la escuela o en la escuela de verano, por ejemplo. Casi el 40 % respondió que es más probable que inscriban a sus hijos en programas de enriquecimiento como arte o música, por lo que los distritos y las escuelas deben considerar la importancia de no sólo ofrecer programas efectivos, pero hacerlos atractivos.

En Rhode Island, EE. UU., por ejemplo, las escuelas durante sus clases de verano combinan lecciones de matemáticas y lectura con actividades divertidas proporcionadas por asociaciones comunitarias. Las actividades de enriquecimiento como cocina italiana, deportes, o de navegación, logran persuadir a los estudiantes a participar. Para ellos, el fomentar la unión de la comunidad con asociaciones y las escuelas crea un enfoque dual en lo académico, creando un fuerte enfoque en las relaciones y el apoyo socioemocional.

4. Reimaginar el sistema educativo a largo plazo

Las brechas de oportunidades siempre han existido, sin embargo, a medida que las escuelas se recuperan de la pandemia, los distritos deben comprometerse en brindar una educación excelente a todos. Un posible punto de partida para CCSSO es redoblar los esfuerzos para proporcionar un plan de estudios atractivo y de alta calidad con educadores diversos y efectivos en cada aula, respaldados por evaluaciones para informar cómo van y cómo mejorar.

Además, los distritos escolares deben considerar reinventar otros aspectos del sistema. Los padres también deben estar abiertos a modelos no tradicionales. El 33 % de los encuestados contestaron que, incluso cuando la pandemia haya terminado, lo ideal para su hijo sería algo más que cinco días a la semana en una escuela tradicional. Cada vez más familias consideran modelos híbridos, aprendizaje remoto, educación en el hogar o centros de aprendizaje a largo plazo. Aunque se reabren por completo las escuelas, para ellos, se necesita el uso de las nuevas tecnologías para apoyar la enseñanza.

Las Escuelas Públicas del Condado de Edgecombe en Carolina del Norte, por ejemplo, usan centros de aprendizaje para atender las necesidades de los estudiantes. Para los alumnos de primaria y secundaria, ofrecen actividades de enriquecimiento que incluirán proyectos basados en intereses en ciencias y estudios sociales; para los de preparatoria, las actividades incluyen exponer sus pasiones e intereses a través de proyectos específicos de artes del lenguaje y estudios sociales u obtener experiencia laboral, ya sea remunerada o voluntaria. El gobierno aprovecha las asociaciones comunitarias para realizar estas actividades.

Por otro lado, Dallas, Texas, está reconsiderando el año escolar tradicional, recabando opiniones de las familias, los educadores y el personal escolar para garantizar que las comunidades estén preparadas para los desafíos que puedan presentarse. Más de 40 escuelas han optado por agregar cinco semanas de intercesión adicionales al año escolar para brindar actividades académicas y de enriquecimiento específicas.

Aunque es imposible saber si estos experimentos tendrán éxito y los distritos escolares deben monitorear de cerca cada estado para asegurar que triunfen e ir mejorando cualquier falla. Sin embargo, la pandemia ha demostrado que algunas de las innovaciones nacidas por necesidad satisfacían mejor las necesidades de algunas familias. La experimentación continua y el ajuste fino podrían unir lo mejor de los enfoques tradicionales y nuevos.

Debido a que los desafíos están arraigados en el sistema escolar desde antes de la pandemia y han resistido muchos esfuerzos para reformarse. Aun así, los distritos y las escuelas pueden garantizar la implementación de iniciativas basadas en evidencia, al mismo tiempo que realizan pruebas piloto y hacen seguimiento de los nuevos enfoques innovadores.

Aunque es demasiado pronto para evaluar completamente la efectividad de las soluciones pre pandémicas para el aprendizaje inconcluso, es necesario no sólo reabrir las escuelas y recuperar el aprendizaje inacabado, sino también reinventar los sistemas educativos a largo plazo. Para Mckinsey, la mejor opción es adoptar un enfoque holístico basado en las opiniones y preocupaciones de los estudiantes y sus padres para poder diseñar programas que satisfagan las necesidades académicas y no académicas por igual.

Fuente e Imagen: https://observatorio.tec.mx/edu-news/abordando-las-consecuencias-del-aprendizaje-inconcluso

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Aprendizaje inconcluso: los efectos persistentes de la pandemia

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Según la consultora McKinsey, a raíz de la pandemia alumnos de primaria y secundaria están cinco meses atrasados en matemáticas y cuatro meses atrás en lectura.

A medida que comienza otro año de pandemia es necesario analizar su impacto en el aprendizaje de los estudiantes. Sin duda, la llegada del Coronavirus y su permanencia provocaron un sin fin de desafíos para educadores y estudiantes, ya que se vieron obligados a adaptar un modelo en línea o híbrido. Aún así, ha ayudado a abordar las desigualdades históricas en la educación.

Para analizar el impacto que ha tenido el COVID-19 en el aprendizaje de los alumnos de primaria y secundaria, la compañía de consultoría McKinsey, analizó los resultados de estudiantes estadounidenses en el ciclo escolar del 20-21. Los resultados preliminares demostraron que, en promedio, los alumnos están cinco meses atrasados en matemáticas y cuatro meses atrás en lectura. Además, la pandemia amplió las brechas preexistentes de oportunidades, afectando a aquellos estudiantes más desfavorecidos.

Aunque aún no se puede conocer cuáles serán todas las consecuencias de la pandemia, según McKinsey, una de las áreas más afectadas es la salud mental. En su análisis, descubrieron que el 35 % de las familias están “muy preocupados” o “extremadamente preocupados” por la salud mental de sus hijos, lo que amenaza sus oportunidades hasta la edad adulta. Esto podría causar un efecto dominó que puede socavar sus posibilidades de asistir a la universidad y, en el peor de los casos, un trabajo gratificante. Aún así, uno de los estragos más alarmantes que ha dejado toda la situación ha sido el aprendizaje inconcluso.

El aprendizaje inconcluso

Al comienzo del ciclo escolar 20-21 de Estados Unidos, sólo un 40 % de los estudiantes de primaria y secundaria tenían la opción de tener clases presenciales, al final del año este porcentaje aumentó al 98 %. Esto no significa que los niños volvieron a clases como ocurría normalmente antes de la pandemia, si no que, o iban los tradicionales cinco días o en algún modelo híbrido en la que asistían a la escuela en semanas intercaladas. Durante este tiempo, los estudiantes enfrentaron múltiples cambios de horario, nuevos maestros a mitad del año, problemas de conexiones, fatiga de Zoom y más problemas en lo que las instituciones educativas experimentaron entre el aprendizaje virtual, híbrido y en persona. Estos desafíos causaron el aprendizaje inconcluso en muchos estudiantes.

Los autores de la investigación describen el término “aprendizaje inconcluso” para referirse a aquellos estudiantes que no tuvieron la oportunidad de completar el aprendizaje que habrían completado en un año típico. Esto no precisamente significa que abandonaron sus estudios, simplemente que aprendieron menos de lo que habrían aprendido en un año sin pandemia. Esto se vuelve un problema aún más grave cuando éstos pasan al siguiente grado sin estar preparados y no dominan los temas necesarios para tener éxito en el siguiente año escolar, creando un efecto dominó que puede llevarlos a no acabar el bachillerato u obtener un título universitario. Corren el riesgo de terminar la escuela sin las habilidades, los comportamientos y la mentalidad para tener éxito en la universidad o en la fuerza laboral.

Para evaluar el aprendizaje, McKinsey analizó los resultados de más de 1.6 millones de alumnos de escuelas primarias en más de 40 estados publicados en i-Ready de Curriculum Associates. En las evaluaciones, los estudiantes estaban diez puntos atrasados en matemáticas y nueve puntos en lectura, en comparación con los resultados del año anterior del mismo grado. Para tener una idea más clara de la magnitud de la brecha entre un año y otro, los autores tradujeron las diferencias entre los puntos a meses. “Aunque no existe una manera perfecta de hacer esta traducción, podemos tener una idea de cuán atrasados están los estudiantes al comparar los niveles que alcanzaron los estudiantes esta primavera con el crecimiento en el aprendizaje que generalmente ocurre de un nivel de grado al siguiente. Descubrimos que esta cohorte de estudiantes tiene cinco meses de retraso en matemáticas y cuatro meses de retraso en lectura, en comparación con lo que esperaríamos que estuvieran según los datos históricos”, dijeron.

Los resultados arrojaron que el aprendizaje inconcluso no varió significativamente entre los grados de primaria, a pesar de que las clases remotas fueron más desafiantes para los estudiantes de este nivel. Los autores plantearon la hipótesis de que estos estudiantes recibieron más apoyo ya sea de su madre, padre o hermanos mayores, en comparación con los estudiantes de los últimos grados de primaria. Sin embargo, un estudio publicado por Curriculum Associates sugiere que más niños de primer y segundo grado han terminado el año escolar por debajo de las expectativas que en cualquier año. Normalmente en estos años escolares ya dominan la lectura y tienen un buen entendimiento crítico de lo que leen, lo que es clave para obtener el éxito académico más adelante.

Según observaciones de los investigadores de McKinsey, cuando las escuelas cerraron en la primavera del 2020, los estudiantes se retrasaron rápidamente en matemáticas, casi no aprendieron nada de forma remota. En el año escolar 20-21, aprendieron a un ritmo más lento, resultando en los meses de aprendizaje inconcluso. En la lectura, sin embargo, la historia es algo diferente. Cuando las instituciones educativas cerraron, su progreso continuó en las clases en línea, sólo que a un ritmo más lento y en el siguiente ciclo escolar, aumentó ligeramente. Esto resultó en cuatro meses de aprendizaje sin terminar. “Dicho de otra manera, el impacto inicial en la lectura fue menos severo, pero las mejoras en el aprendizaje remoto e híbrido parecen haber tenido menos impacto en la lectura que en las matemáticas,” explican los autores.

Aunque esto pareciera representar un escenario optimista, sólo toman los resultados de aquellos estudiantes que tomaron evaluaciones de manera presencial, excluyendo a los que permanecieron en clases en línea durante todo el año escolar.

El daño va más allá de lo académico

Más allá de perder meses de aprendizaje durante la pandemia, muchos estudiantes perdieron familiares o personas cercanas, vieron a sus cuidadores perder su fuente de ingreso y experimentaron aislamiento social.

Mckinsey decidió encuestar a 16,370 madres, padres y cuidadores en todo Estados Unidos para conocer cómo el Coronavirus ha afectado a los estudiantes más allá del aprendizaje. En total, aproximadamente el 80 % tiene algún nivel de preocupación por la salud mental o el desarrollo social y emocional de sus hijos desde que comenzó la pandemia. Más específicamente, el 35 % de los encuestados dijeron que están “muy o extremadamente preocupados por la salud mental de sus hijos y por su bienestar social y emocional”. Aún así, la cantidad de evaluaciones y pruebas de salud mental realizadas a niños es un 6.1 % menor que en el 2019, la disminución más pronunciada en las tasas de evaluación y pruebas de cualquier grupo de edad.

Los que vieron un retraso significativamente mayor en el aprendizaje de sus hijos son los que reportaron estar “muy o extremadamente preocupados” por la salud mental de los estudiantes. Esto demuestra que el bienestar general no es independiente de lo académico; el trauma y otros problemas que afectan la salud mental pueden influir en la asistencia de los niños, su capacidad para completar las asignaciones, y la forma en la que aprenden.

En la encuesta, los investigadores descubrieron que el ausentismo crónico para los estudiantes de 8 a 12 años ha aumentado en un 12 %. Mientras que el 42 % de los estudiantes que no solían faltar de manera habitual ahora ni siquiera asisten a sus clases, según sus familiares. Aún así, no está claro si los que faltan por temas relacionados con la pandemia abandonarán por completo la escuela, algunos pueden optar por regresar una vez que se restablezcan las clases en línea. Los investigadores estiman que entre 617,000 y 1,2 millones de alumnos no volverán a las aulas si no se hace un esfuerzo por incluirlos.

En cuanto a asistir a la universidad, según la encuesta, el 17 % de los entrevistados en su último año de preparatoria respondieron que tenían planeado continuar su educación pero abandonaron ese sueño con la llegada del COVID-19, la mayoría porque veían más importante unirse a la fuerza laboral o porque los costos de las universidades son demasiado altos. Los efectos de la pandemia con el aprendizaje inconcluso y el absentismo crónico puede afectar a largo plazo a una generación entera de estudiantes. Para abordar el aprendizaje inconcluso y demás problemáticas educativas provocados por la pandemia, líderes en la educación crearon El Council of Chief State School Officer o Consejo de Oficiales Principales de Escuelas Estatales (CCSSO por sus siglas en inglés).

Entérate la siguiente semana cuáles son las acciones que propone el CCSSO, en la segunda parte de esta entrega.

Fuente e Imagen: https://observatorio.tec.mx/edu-news/aprendizaje-inconcluso

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Las mujeres dominan las universidades estadounidenses ¿qué les pasó a los hombres?

Por: Paulette Delgado

Actualmente las mujeres superan en número a los hombres en las universidades estadounidenses. Sólo el 40 % de los estudiantes universitarios en Estados Unidos son hombres.

Los expertos en educación en Estados Unidos se encuentran alarmados ya que la brecha de género en la educación superior va al alza. Según información del National Student Clearinghouse, un grupo de investigación sin fines de lucro, los hombres representan sólo el 40 % de los estudiantes universitarios en el periodo 2020-2021. Esto es algo que viene sucediendo desde años atrás. En los últimos cinco años, los hombres han representado más del 70 % de la disminución de estudiantes que entran a las universidades en Estados Unidos.

Esta brecha de género en la universidad atraviesa la etnia, la geografía y el entorno económico. Antes, los hombres blancos eran el grupo predominante en las instituciones americanas, sin embargo, ahora las tasas de matriculación de los hombres blancos pobres y de clase trabajadora son más bajas que las de los jóvenes negros, latinos y asiáticos de los mismos orígenes económicos, según un análisis de datos del censo realizado por el Pell Institute.

Conforme a información del Wall Street Journal, después de entrar a la educación superior en el 2012, el 65 % de las alumnas recibieron su título universitario en el 2018, en comparación con el 59 % de los hombres durante el mismo periodo. Esto es corroborado por el director del National Student Clearinghouse, Douglas Shapiro, “en los próximos años, dos mujeres obtendrán un título universitario por cada hombre, si la tendencia continúa”.

Antes, muchos de los empleos que realizaban las mujeres no requerían un título universitario. Sin embargo, a partir de los años 70, las mujeres empezaron a ingresar a trabajos que requerían más educación y algunas de las profesiones que antes no requerían estudios universitarios ahora lo hacen, lo que las empujó a entrar a la universidad. Pero ¿por qué 40 años después, hay más mujeres que hombres en las universidades?

En promedio, los niños tienen calificaciones (GPA) más bajas

Según la organización ACT, que se encarga de realizar exámenes estandarizados para conocer qué tan listos están los estudiantes para entrar a la universidad, los hombres suelen tener calificaciones más bajas, lo que termina perjudicándolos en el proceso de admisión. Hay dos razones principales por las cuales sucede esto; en primer lugar, el sistema educativo americano se enfoca en seguir las reglas y la organización sobre el aprendizaje activo; y segundo, hay una escasez de maestros y consejeros universitarios varones, especialmente que pertenezcan a alguna minoría. Aunque siempre han existido estos factores, se han visto agraviados por los cambios en el mercado laboral de las últimas décadas.

Asimismo, el promedio de calificaciones universitarias no se registra con regularidad pero, según los datos de 2009 recopilados por el Wall Street Journal, es de aproximadamente 3.10 de 4 para las mujeres, frente a 2.90 para los hombres. La brecha de género es particularmente grande en las materias de inglés, pero ellas también tienen calificaciones más altas en matemáticas, ciencias sociales y ciencias. Sin embargo, según ACT, esto no se refleja en sus pruebas ya que, aunque las mujeres siguen dominando en inglés y ciencias sociales, los hombres tienen mayores niveles de rendimiento en matemáticas y ciencias.

Aunque tanto las calificaciones como los puntajes de las pruebas miden el rendimiento académico, las primeras reflejan el desempeño diario del alumno en una disciplina académica, pero son afectadas por factores no cognitivos que no son medidas directas del aprendizaje académico. Por ejemplo, dar puntos por participación, reducir puntos por mal comportamiento, falta de atención o por entregar tareas atrasadas. Para los autores de la investigación, los alumnos masculinos obtienen calificaciones más bajas porque tienen más problemas de conducta. En contraste, los resultados de las pruebas ACT son una estimación más puntual del rendimiento académico.

La habilidad de seguir reglas

Para Jayanti Owens, profesora de sociología en la Universidad Brown, muchos niños enfrentan una desventaja en la escuela desde temprana edad, y cuando llegan a la preparatoria y aplican para entrar a la universidad, ese obstáculo es aún más grande. Un estudio del 2011 para la revista Social Science Research, encontró que las niñas empiezan su educación con habilidades sociales y de comportamiento más avanzadas, lo que les da ventaja durante los primeros seis años de escolaridad; mientras que los niños tienen problemas para prestar atención o quedarse quietos en clase.

Según describen los autores, los psicólogos clasifican muchas de estas habilidades en las categorías de autorregulación cognitiva, autodisciplina, control esforzado o función ejecutiva. Estas habilidades incluyen la planificación, el mantenimiento de la atención, el control esforzado de la atención o la acción, la perseverancia en la tarea y la inhibición de las respuestas impulsivas. Además, los psicólogos incluyen un segundo conjunto de habilidades, las de «autorregulación emocional» que se refiere a la capacidad de manejar la ira, la tristeza, la alegría y otras reacciones emocionales.

Otro estudio también del 2011 de la Oficina Nacional de Investigación Económica de Estados Unidos (NBER por sus siglas en inglés), corrobora los resultados. Su evidencia sugiere que el déficit de estas habilidades en los niños podría ser un factor principal que les impide completar la universidad. Además, la mayor tendencia que tienen para presentar problemas de conducta se vuelven factores relevantes para su relativa ausencia. Incluso desde preescolar se ve la brecha de género ya que los niños tienen cuatro veces más probabilidad de ser expulsados, según el Centro Nacional de Salud y Bienestar en la Primera Infancia. El problema también es que, entre más suspensiones tiene su escuela, menor es la probabilidad de acceder a la universidad.

Por su parte, la profesora Owens realizó una investigación sobre el tema en el 2016 donde demuestra que los desafíos de comportamiento que se ven desde preescolar pueden ser predictores significativos de si los niños abandonan la escuela secundaria o decidirán no ir a la universidad. Aunado a esto, ella considera que los niños tienen problemas de conducta porque el sistema de educación temprana prioriza el autocontrol y apegarse a las reglas. «Realmente es necesario tener altos niveles de autorregulación y autocontrol para poder sentarse y prestar atención durante tanto tiempo», dijo Owens a Business Insider International. «Entonces, parte de esto es que las niñas son más capaces de hacer eso, en promedio, y esto hace que los maestros respondan a los niños que no lo hacen como alborotadores o traviesos. Eso puede llevar a una especie de autoprofecía cumplida, por la cual los niños que reciben este mensaje terminan actuando más, en parte porque no tienen las habilidades de atención, y en parte porque se rebelan contra la idea de que no son buenos en la escuela”.

Hay estudios que están de acuerdo con que los maestros a menudo clasifican a los niños como más problemáticos que las niñas. El estudio de NBER incluso menciona que las familias suelen leerles más a sus hijas que a sus hijos, y son más propensas a administrar castigos corporales en ellos que en ellas. Además, la manera en que son vistos los hombres ayuda a disuadirlos de buscar ayuda académica. Si los maestros se expresan negativamente de ellos y crecen creyendo que no son buenos estudiantes estos temen buscar ayuda. Y este miedo puede reflejarse desde el tercer grado de primaria.

Debido a que no tienen tan desarrolladas sus habilidades de autorregulación cognitiva y emocional, muchos niños son clasificados como “malos”, haciendo que los educadores y consejeros les tengan paciencia o los guíen, lo que resulta en que no sepan qué clases tomar o qué exámenes presentar para mejorar sus probabilidades de entrar a la universidad. Algunos descubren qué necesitan hasta el penúltimo o último año de preparatoria, cuando es demasiado tarde.

Los hombres se ven obligados a trabajar por problemas financieros

Además de enfrentarse a problemas de conducta y falta de habilidades, muchos jóvenes enfrentan la necesidad de mantenerse a ellos mismos o a su familia. Anteriormente, los hombres de bajos ingresos eran los menos propensos de cualquier grupo demográfico a inscribirse en la universidad, sin embargo, debido al COVID-19, las preocupaciones monetarias se han exacerbado.

Otro factor es el costo de la matrícula universitaria. Muchos alumnos ven la educación superior como un problema porque no tienen el dinero suficiente para pagar sus estudios, útiles, libros, y mantener su estilo de vida. Adrian Huerta, profesor asistente de educación en la Universidad del Sur de California, dijo a Business Insider que «las tensiones financieras hacen que los jóvenes digan: ‘la universidad es realmente cara. ¿Quién va a pagarla? ¿Quién va a pagar por mis libros? ¿Quién va a pagar por mi auto?'».

La profesora Owens añade que “si eres un niño que proviene de bajos ingresos, es posible que tengas modelos a seguir a tu alrededor que se hayan dedicado a los oficios o que se hayan dedicado a otras ocupaciones no profesionales. Ese es el ejemplo que tienes frente a ti». Para muchos jóvenes es más fácil seguir ese camino conocido que atreverse a hacer las cosas de otra forma.

¿Qué se puede hacer?

Debido a la pandemia, el sistema educativo estadounidense tiene acceso colectivo a miles de millones de dólares en fondos de ayuda COVID-19. Para Huerta, la mejor manera de usar ese dinero es poniendo dos o tres consejeros universitarios en las preparatorias, incluidos hombres de color. Actualmente hay uno por cada 424 estudiantes. Tener más acceso a recibir ayuda temprana puede ser una gran ventaja para los estudiantes varones.

Para Owens, los fondos deben enfocarse en la educación temprana para que los estudiantes de preescolar tengan proyectos más activos y prácticos en lugar de pedirles quedarse quietos en sus sillas. Reclutar más maestros varones en ese nivel también es fundamental, agregó. Esto ayudaría a preparar a los niños con habilidades de autorregulación cognitiva y emocional.

El Wall Street Journal reportó que la solución de varias universidades para balancear la escala es enfocarse en aceptar solicitantes masculinos, pero para Pell Institution, el problema no está en limitar las admisiones de las instituciones sino en analizar los factores que hicieron que existiera en primer lugar.  ¿Cuál crees que podría ser una solución a esta brecha de género? ¿Consideras que el éxito de los jóvenes puede garantizarse desde el bachillerato o debe hacerse algo desde preescolar? Déjanos abajo tus comentarios.

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Mala comunicación institucional: estudiantes se sienten traicionados por sus universidades

Por: Paulette Delgado

Los estudiantes se sienten traicionados por su universidad durante la pandemia pero, ¿por qué se sienten así?

Durante la pandemia de COVID-19, las y los estudiantes se han acercado a sus instituciones para que les ofrezcan recursos para cuidar su salud mental y cumplir con sus necesidades educativas. Sin embargo, muchas universidades no han cumplido con estas expectativas, y es probable que los alumnos se sientan traicionados por esto. En un estudio realizado por Alexis Adams-Clark y Jennifer J. Freyd a estudiantes de la Universidad de Oregon, se descubrió que más de la mitad de los encuestados han sentido algún tipo de traición institucional por sus universidades en algún tema relacionado con la pandemia. Para la investigación, el término “traición institucional” se refiere a cuando las universidades dañan a las personas que dependen de ellas o no cumplen con las obligaciones que tienen con el alumnado.

Las encuestas se realizaron entre el semestre de otoño del 2020 e inicios del invierno 2021. Durante este periodo, la Universidad de Oregon usó principalmente el aprendizaje a distancia, sin embargo, la mayoría de los estudiantes de primer año debían vivir en dormitorios en el campus tomando una pequeña cantidad de clases presenciales. El estudio les preguntó al alumnado si su institución creó un entorno seguro donde seguían los protocolos de seguridad, si los violan o si se les dificulta compartir sus preocupaciones sobre el COVID-19. Además, preguntaron si experimentaron síntomas de trauma, como dolores de cabeza, cambios en su estado de ánimo, depresión o ansiedad, en los últimos dos meses.

La encuesta del año pasado reveló que el 67 % del alumnado informó haber experimentado al menos un tipo de traición institucional relacionada con el coronavirus. Este número disminuyó a 55 % en los resultados más recientes. En ambos casos, esos sentimientos estaban relacionados con el trauma. La forma menos reportada de traición fue castigar al estudiante por expresar preocupación ante la situación o negar sus experiencias relacionadas con el COVID-19. Lo preocupante es que entre lo más común, el alumnado reportó que sienten que la institución no cumple con los protocolos de seguridad o que puede ocurrir transmisión del virus o inclumplir con los protocolos en cualquier momento.

Las investigadoras justifican aplicar dos encuestas argumentando que en la primera (llevada a cabo en el 2020), las políticas del Coronavirus eran nuevas y percibidas como inquietantes e insuficientes. Para el 2021 las instituciones educativas ya contaban con más información y pudieron crear mejores protocolos, además de que los estudiantes tuvieron tiempo para acostumbrarse a las políticas. Según la investigación, la disminución de sentimientos de traición institucional se debe a que se modificaron las medidas de seguridad. Sin embargo, el estudio tiene sus limitaciones ya que sólo encuestó a estudiantes de la Universidad de Oregon. “Como tal, es difícil concluir cómo estos resultados se generalizan a otras universidades, que pueden haber implementado políticas y procedimientos COVID-19 marcadamente diferentes”, escribieron las autoras. Las autoras teorizan que las instituciones que tengan medidas de seguridad estrictas, bien pensadas y justificadas, tienen menor riesgo de cometer traición institucional y, como resultado, sus estudiantes pueden experimentar menos angustia psicológica. “Sin embargo, tal conclusión está más allá del alcance del estudio actual”, escribieron.

Sentirse traicionados por sus universidades podría tener ramificaciones para las instituciones mucho después de que la pandemia disminuya o desaparezca, además de afectar negativamente el desempeño académico de los estudiantes. También podría impactar su participación en las actividades universitarias, la inscripción futura y las próximas donaciones a la institución. Las autoras señalan que “el objetivo no es solo reconocer el daño y eliminar la traición institucional, sino reemplazarla con acciones que centren las necesidades de sus integrantes institucionales”.

El alumnado no conoce los apoyos que ofrecen sus universidades

Aquí tenemos el otro lado de la moneda: los alumnos desconocen los apoyos que ofrecen las universidades. En una encuesta realizada por la Universidad de Texas en Austin a más de 120 mil estudiantes de 273 instituciones, cerca del 60 % de los estudiantes contestaron que no sabían si existían servicios de apoyo relacionados con el COVID-19.

Al igual que el estudio de la Universidad de Oregon, los investigadores realizaron una segunda encuesta seis meses después donde el porcentaje de desconocimiento se redujo de 60 % a 49 %. Estos hallazgos subrayan el impacto de la pandemia en la educación superior y sus efectos desproporcionados en los estudiantes, especialmente las minorías. Las universidades tienen un gran trabajo por delante para ayudar a sus pupilos a obtener acceso a los recursos que necesitan y superar los retos que la pandemia sigue creando.

En la segunda encuesta, más de un tercio (34 %) del alumnado respondió que su situación financiera personal es peor ahora que antes que iniciara la cuarentena, cuatro puntos más arriba que en el 2020; y cerca de un cuarto admitieron que tienen dificultades para pagar los estudios. El estudio remarcó que los estudiantes asiáticos, nativos americanos, negros y latinos tenían más probabilidades de tener dificultades financieras que sus compañeros blancos.

Para apoyarlos a completar su educación superior, las universidades estadounidenses han empleado fondos de ayuda federal que incluye ofrecer puntos de banda ancha para aquellos que no tienen acceso a internet hasta cubrir préstamos pendientes. Pero si no conocen estos recursos, no podrán acceder a ellos. “Las universidades están haciendo todo lo posible para comunicarse, pero, ¿cómo nos comunicamos y [con qué] frecuencia? Los estudiantes están tratando de absorber la información, están pensando en un millón de cosas. Se trata de mostrarles la información de apoyo”, señalaron los autores del estudio.

Un medio de comunicación que las universidades usan comúnmente son los correos electrónicos pero muchos estudiantes no revisan su buzón. Sin embargo, es el sistema más sencillo para hacerles llegar avisos, actualizaciones, y comunicarles los tipos de apoyo que ofrecen. Una técnica exitosa, según el estudio, para informar a los estudiantes es involucrar al personal de la facultad. Todos los pupilos interactúan con el profesorado, por lo que es clave que estén bien preparados con información relevante para que la compartan. Además de descubrir las necesidades de sus estudiantes, el profesorado también puede conocer los apoyos que la institución les ofrece.

Para los autores, lo importante es permanecer flexibles ante la pandemia, no sólo en las formas de conectarse con los estudiantes, sino también en la forma de tomar clases ya que hay algunos que prefieren tomar las lecciones en casa, más que la enseñanza presencial o híbrida. El estudio descubrió que el 59 % de los estudiantes evitan activamente situaciones en el campus donde no se garantiza el distanciamiento social. De ese porcentaje, la mayoría pertenece a grupos que experimentaron tasas de mortalidad COVID más altas.

“Nuestros estudiantes están traumatizados por la pérdida de estabilidad. Muchos sufrieron la pérdida de empleo y de cuidadores. El estrés de ¿cómo me mantengo saludable, empleado y trato de avanzar en mis estudios? El impacto en la salud mental ha sido significativo. Ha sido increíblemente estresante para nuestros estudiantes”, señalan los investigadores. Conocer los recursos que tienen disponibles evitará que los estudiantes se sientan traicionados por sus instituciones. Este tipo de encuestas sirve para iniciar una conversación sobre cómo las universidades interactúan con los estudiantes para saber cómo se sienten, qué les preocupa, qué necesitan.

Las crisis de salud y otros desastres son inevitables, y cada vez que suceden, el desempeño académico de los estudiantes se ve afectado. Si las universidades no tienen un buen sistema para comunicar sus recursos de apoyo, así como las medidas que están tomando para crear un entorno seguro para los alumnos, estos se seguirán sintiendo traicionados.

¿Tú conoces los recursos de apoyo que ofrece tu universidad? ¿Cuál crees que es la mejor manera de transmitirle la información al alumnado? ¿Te has sentido a lo largo de la pandemia traicionada por tu institución? Déjanos tus comentarios abajo.

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Reimaginar la educación para ayudar a los estudiantes a prosperar

Por: Paulette Delgado

 

Se necesita una comunidad para asegurar que los estudiantes tengan un futuro exitoso.

En el último año y medio, gracias al COVID-19, pareciera que todo ha cambiado, especialmente la educación. Más allá de pasar de aulas físicas a clases en línea, la pandemia desafió a la comunidad educativa a imaginar la enseñanza y el aprendizaje de una manera distinta. Obligó a repensar qué es lo que realmente importa cuando se trata de educar a una generación de estudiantes que ha tenido que soportar la contingencia.

El rol de las universidades

Las universidades no pueden seguir descuidando su papel de preparar a los estudiantes para la fuerza laboral. Los alumnos siguen estudiando después del bachillerato para conseguir un trabajo, ganar más dinero, sin embargo, existe una desconexión entre lo que ellos quieren y lo que buscan los empleadores. Las universidades son las guardianas del talento para la fuerza laboral y deben priorizar la preparación profesional. Para los líderes de la industria, la educación superior es la fuente de habilidades profesionales.

Desde el inicio de la pandemia, los trabajos que necesitan un título profesional se desplomaron en un 45 %, lo que demuestra que cada vez son más los empleadores que valoran más las habilidades y la experiencia que completar una carrera universitaria. Es por esto que las instituciones necesitan una comprensión de qué tan bien preparan a sus estudiantes para el mundo laboral y ajustar sus programas curriculares y cocurriculares; deben estar en constante cambio de especializaciones y programas, principalmente las habilidades deseadas por los empleadores.

Actualmente la brecha de habilidades se puede resumir en dos categorías: digitales y blandas. El 66 % de los trabajos creados en la última década requieren habilidades digitales altas o moderadas. Durante la pandemia, cuando muchas empresas pasaron al teletrabajo, se demostró que la fluidez digital no se limita al sector tecnológico y empresarial, es necesario en todas las áreas. Incluso los estudiantes reconocen su necesidad de aprender habilidades digitales. En una encuesta realizada por Internships.com y General Assembly en el 2014, el 52 % de los estudiantes dijeron que estas habilidades deben ser una parte indispensable de su educación. Por otro lado, están las habilidades blandas como la comunicación escrita y oral, el trabajo en equipo, la toma de decisiones, la resolución de problemas, el pensamiento crítico y la aplicación del conocimiento en un ambiente real, entre otras. Sin embargo, sólo el 14 % de los empleadores creen que los recién graduados tienen estas habilidades.

Para abordar los desafíos del futuro laboral de sus alumnos, enfocarse sólo en las habilidades no es suficiente. Las universidades deben observar el panorama institucional general, las tendencias laborales y la saturación del mercado. Deben incluir una revisión centrada en la admisión de carrera, asuntos estudiantiles, plan de estudios y calendario académico. Además de conocer de manera precisa las necesidades de los empleadores y no sólo la demanda laboral existente sino la futura. En conjunto, esta información proporcionará a las universidades una visión más clara de las ofertas curriculares y cocurriculares.

Una vez que una institución tiene una imagen funcional de las demandas laborales y de los programas, así como las habilidades que los empleadores esperan de los estudiantes que ingresan a la fuerza laboral, la próxima tarea será determinar cuándo y cómo entregar ese aprendizaje a secciones transversales más amplias de estudiantes. También es importante considerar que cada vez más trabajos requieren una capacitación constante, especialmente debido a los desarrollos tecnológicos. Por ello, las universidades deben considerar crear programas de microcredenciales que se alinean directamente con las necesidades de la industria, como bootcamps o cursos individuales. Esto abre la puerta a un mercado interminable de asociaciones corporativas que pueden crear cursos o bloques modulares según sus necesidades.

No obstante, para preparar a la fuerza laboral del futuro, es necesario no sólo enfocarse en los estudiantes universitarios, sino también en los más jóvenes. Según un estudio de la organización McKinsey, la pandemia dejó a los alumnos con un promedio de cinco meses de retraso en matemáticas y cuatro meses de retraso en lectura al final del año escolar. Las consecuencias del COVID-19 amenazan con limitar las oportunidades de estas generaciones. La posibilidad de asistir a la universidad es uno de los aspectos que resultó más afectado, lo que impacta en la posibilidad de encontrar un trabajo satisfactorio y digno. El análisis de McKinsey sugiere que los estudiantes americanos pueden ganar entre $49,000 y $61,000 dólares menos a lo largo de su vida debido al impacto de la pandemia en su educación.

El caso de Texas: ayudando a los jóvenes a prosperar

Uno de cada diez jóvenes menores de 18 años en Estados Unidos viven en Texas, ¿cómo se prepara este estado para ofrecer educación de calidad para el 2036? Para contestar esta pregunta, el Instituto George W. Bush junto con “The 74”, una plataforma de publicación digital educativa, se dio a la tarea de mapear los puntajes de lectura de tercer grado, las tasas de graduación de la preparatoria, el nivel de educación superior y los salarios promedio de ciudades como Houston, Dallas y Austin. Los investigadores centraron su atención en examinar qué tan bien se están preparando los estudiantes de Texas para la fuerza laboral mientras el país se recupera de la pandemia.

Su investigación se centró en la coalición de organizaciones y líderes comunitarios centrados en la educación, que describen como “ecosistema”, las acciones de la junta escolar y el uso de la legislación y políticas públicas, es decir, “gobernanza” y por último, el uso de políticas sólidas, “la innovación”. Para ellos, estos tres elementos son complementarios y deberán trabajar juntos al servicio de los jóvenes porque una gobernanza escolar sólida y ecosistemas educativos eficaces son fundamentales para ayudar a los estudiantes a prosperar.

Los datos demuestran que muchos alumnos están atrasados en los niveles de lectura en tercer grado y de matemáticas en octavo grado, y aún así, lograron graduarse de la preparatoria. Para los autores del estudio esto plantea la pregunta: “¿estaban realmente preparados para la oportunidad y su próximo paso, o los preparamos para fallar al pasarlos al sistema?”  Estos datos se vuelven aún más relevantes por su conexión entre el nivel de educación y los ingresos anuales. Un mayor nivel educativo se traduce en una mayor capacidad de generar ingresos, ayudando a evaluar si los texanos tendrán una vida significativa. Entre más grandes sean sus salarios, más grande es su capacidad de tomar decisiones, mayor acceso a oportunidades y capacidad de adaptación durante crisis económicas.

Houston

Hace 15 años, la ciudad de Houston, Texas, tenía un gobierno efectivo y una comunidad de apoyo que producía innovaciones impresionantes y mejores resultados. Hoy en día, según los investigadores, el progreso de los estudiantes se ha detenido. En parte, el problema proviene del Distrito Escolar Independiente (ISD por sus siglas en inglés) de Houston; este es el sistema de escuelas públicas más grande de Texas. Durante los últimos cinco años ha tenido un superintendente que duró dos años en su cargo y dos superintendentes interinos en tan solo tres años. Aunado a esto, la Agencia de Educación de Texas tomó el control del HISD en 2019, provocando una pelea por control por los últimos dos años. Esta lucha interna ha dejado el progreso de los estudiantes y sus resultados en segundo plano.

Afortunadamente, en junio de este año el HISD nombró a Millard House, un educador con experiencia de más de 26 años, como el superintendente. House promete utilizar la investigación a la hora de crear mejores prácticas, especialmente en las escuelas de bajo rendimiento. Esto funcionó antes en la ciudad ya que, a principios de los noventas y durante las siguientes dos décadas, los líderes empresariales, las organizaciones sin fines de lucro y los filántropos se unieron para juntar información y evaluar datos para impulsar estrategias innovadoras en la educación, como el sistema de pago por mérito para los educadores.

Contar con un buen ecosistema ayuda a analizar qué es lo importante para los alumnos. Unir fuerzas con organizaciones puede realmente beneficiar la educación. Está Good Reason Houston, por ejemplo, una organización que lanzó un plan para cambiar la calidad del aprendizaje. Esta organización sugiere replicar o extender escuelas exitosas, crear sistemas para identificar y recompensar a los maestros efectivos dándoles incentivos para que enseñen en las escuelas con más dificultades de la ciudad. Aunado a eso, utilizar planes de estudio que hayan demostrado su eficacia, dar a los alumnos apoyos e intervenciones individuales en caso de que lo necesiten e involucrar a las familias en todas las tomas de decisiones de las escuelas.

Dallas

En el 2011, el ecosistema de Dallas recorrió ciudades de todo el país para conocer distintos sistemas escolares urbanos para saber qué dirección tomar ya que, en el periodo 2010-2011, 33 de sus 230 escuelas fueron calificadas como «académicamente inaceptables». Este viaje resultó en la contratación de un nuevo superintendente en el 2012, Mike Miles, y en el lanzamiento de “The Commit Partnership”, una organización sin fines de lucro que reúne a otras organizaciones para impulsar el éxito educativo y la movilidad económica del condado. Este proyecto fue impulsado por el empresario y filántropo Todd Williams. The Commit Partership se enfoca en recopilar, informar y analizar datos para ayudar a los fideicomisarios escolares a tomar decisiones basadas en investigación. En ese periodo, el alcalde de Dallas era Mike Rawlings, hijo de maestros, lo que reforzó el movimiento de repensar la educación. “No podríamos crecer con escuelas marginales. La educación es lo único para superar las brechas entre los que tienen y los que no tienen en Dallas”, señaló Rawlings en un reporte de Anne Wicks y William McKenzie.

Se empezaron a producir cambios importantes en la educación centrándose en los estudiantes, por ejemplo, Dallas ISD comenzó a diferenciar la enseñanza eficaz. Pasó de un sistema de evaluación en el que el 95 % de los maestros obtuvieron calificaciones altas, a uno de evaluación múltiple para identificar a los educadores más efectivos y con mejor desempeño. Estos recibieron incentivos para enseñar en el programa “Acelerando la Excelencia en el Campus”, creado por Mike Miles, para atender a las escuelas con menor rendimiento.

Aún con todos estos esfuerzos, el progreso académico de los alumnos ha sido desigual. Los puntajes de matemáticas de octavo grado del 2019 estuvieron por debajo del nivel de otros distritos urbanos pero los resultados de lectura de los de tercer grado mejoraron en un 9 % entre el 2012 y el 2019. La creación de un nuevo ecosistema que se basa en los resultados de los estudiantes tomando en cuenta las diferencias entre las minorías, ha ayudado a Dallas a mantener este impulso para garantizar mejores resultados a pesar de la pandemia. Pero, tomando a Houston como ejemplo, este tipo de enfoques puede evaporarse rápidamente si se debilita el ecosistema de apoyo.

Austin

A diferencia de las otras dos ciudades, Austin no ha tenido una gobernanza sólida o una cultura centrada en los resultados. Aún así, entre 1999 y el 2009, bajo la superintendencia de Pat Forgione, el condado tuvo iniciativas como jardín de niños gratuito, pequeñas comunidades de aprendizaje y más opciones de bachillerato. Durante este periodo, el distrito obtuvo dos veces el primer y segundo lugar entre los distritos urbanos en los exámenes de Evaluación Nacional del Progreso Educativo. Una intensa campaña de participación pública impulsó el crecimiento de la matriculación de estudiantes en un 8.5 %. Por otro lado, aumentaron las inscripciones de las escuelas autónomas, lo que resultó en una variedad de opciones entre escuelas. Esto ha disminuido la inscripción a escuelas dentro del Distrito Escolar Independiente de Austin, y la junta escolar se centra en cerrar las escuelas de las comunidades a medida que las inscripciones bajan, en lugar de buscar mejorar la calidad para atraer a más familias del distrito. Además, la junta no promulgó un calendario extendido para abordar las pérdidas de aprendizaje derivadas de la pandemia.

Gracias a los resultados las evaluaciones de preparación académica del estado de Texas, (STAAR por sus siglas en inglés), exámen proporcionado por la Agencia de Educación de Texas, existen datos sobre la brecha antes de la pandemia y cómo esta ha afectado a los estudiantes los últimos 18 meses. El COVID-19 afectó de manera desproporcional a los estudiantes de color de la región.

El trabajo de las escuelas es preparar a sus estudiantes para oportunidades futuras. Para lograrlo, se necesita un trabajo en conjunto entre el gobierno, organizaciones, universidades, estudiantes y familias, Como demostró Texas, tener un buen ecosistema es clave para generar un cambio sustancial. Se necesita recopilar información para reconocer lo que los estudiantes necesitan para mejorar sus resultados, o en caso de las universidades, lo que buscan los empleadores y lo que los alumnos ofrecen. Para que los estudiantes realmente prosperen, se necesita reimaginar la educación desde el jardín de niños. Si desde el tercer grado los estudiantes presentan dificultades para leer y más adelante tienen un mal desempeño en matemáticas, el ecosistema debe evaluar qué es lo que realmente necesitan y cómo mejorar. Lo mismo sucede con las universidades, si los datos demuestran que se necesitan ciertas habilidades para garantizar el éxito de los futuros egresados ¿por qué no cambiar para poder ofrecérselos?

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Telesalud: ¿una respuesta ante la crisis de salud mental?

Por: Paulette Delgado

Ante el aumento de problemas de salud mental por la pandemia y el acceso limitado a servicios de apoyo, cada vez más expertos y pacientes acuden a la tecnología para reemplazar las sesiones presenciales.

Para la Organización Mundial de la Salud (OMS), la pandemia exhibe la creciente necesidad de apoyo en materia de salud mental y, lamentablemente, muchos países están fracasando en ofrecer los servicios que las personas necesitan.

Cada tres años, la OMS publica el Atlas de salud mental, un documento con información de sus miembros sobre “las políticas, la legislación, la financiación, los recursos humanos, la disponibilidad y la utilización de los servicios y los sistemas de recopilación de datos en materia de salud mental”.  La versión más reciente se publicó este año en vísperas del Día Mundial de la Salud Mental, que se celebró el pasado 10 de Octubre.

El doctor Tedros Adhanom Ghebreyesus, Director General de la OMS, expresó que “Es sumamente preocupante que, a pesar de la evidente y creciente necesidad de servicios de salud mental, la cual se ha agudizado aún más durante la pandemia del COVID-19, las buenas intenciones no se vean acompañadas de inversiones. Debemos atender esta llamada de atención y actuar al respecto acelerando drásticamente el aumento de la inversión en salud mental, porque no hay salud sin salud mental”.

A través del Atlas de Salud Mental 2020, la OMS descubrió que ninguna de las metas estuvo cerca de alcanzarse. Sólo el 51 % de los miembros informaron que sus políticas o planes sobre salud mental estaban en armonía con los instrumentos internacionales y regionales de derechos humanos (la meta era del 80 %). Igualmente, el 52 % de los países cumplieron con la meta de programas de promoción y prevención de la salud mental (la meta era la misma, 80 %). La OMS también informó que las estimaciones mundiales sobre las personas que reciben atención por problemas de salud mental se mantienen por debajo del 50 %. Lo más preocupante es que, la media mundial de personas con psicosis que reciben apoyo es sólo del 29 %.

Con la llegada del COVID-19, el acceso a recibir ayuda en temas de salud mental se vio muy afectado ya que muchos psiquiatras, psicólogos y médicos en general optaron por no tener sesiones presenciales por miedo a contagiarse. Para poder seguir atendiendo a quien lo necesita, muchos profesionales optaron por empezar a consultar por medio del teléfono o videoconferencia, es decir, se adaptaron a la tendencia conocida como telesalud.

¿Qué es la telesalud?

La telesalud, también conocida como telemedicina, es cuando se usa la tecnología, como computadoras y dispositivos móviles, para acceder a los servicios de atención médica de forma remota. A veces cuando es sobre salud mental también se le conoce como telepsiquiatría o telepsicología. Debido al COVID-19, ha aumentado la necesidad de ofrecer servicios virtuales por lo que esta manera de diagnosticar se ha vuelto una opción bastante atractiva. En Estados Unidos, por ejemplo, su uso  aumentó increíblemente. En el 2019, sólo 11 % de los americanos utilizaban esta opción, para el 2020 esta cifra era del 46 % y los doctores están viendo entre 50 a 175 más pacientes a través de telesalud que antes.

Un estudio de la Universidad de California, San Francisco (UCSF) reportó que los médicos de San Francisco Health Network (SFHN) apoyan abrumadoramente el uso de estos servicios, nueve de cada diez doctores contestaron que se sentían cómodos de brindar atención por teléfono o video. Anjana Sharma, profesora asistente de Medicina Familiar y Comunitaria en UCSF, expresó que “esa transición fue dolorosa para muchas personas: encontrar una nueva forma de brindar atención médica».

En el estudio de la UCSF, los doctores confesaron que estaban preocupados por no saber si podían diagnosticar con precisión a los pacientes de forma remota, casi el 60 % cuestionó la seguridad de diagnosticar por teléfono y el 35 % sobre identificar problemas de salud por teléfono. Además, alrededor del 44 % informó que no es práctico el uso del teléfono ya que implica muchas barreras cognitivas, auditivas y del habla. Aún así, el 90 % señaló que seguirá usando la tecnología cuando acabe la pandemia.

Una de las ventajas que ofrece la telesalud mental es que no es necesario trasladarse a ningún lado, lo cual es conveniente especialmente para aquellas personas que tienen un horario complicado o no tienen facilidad de trasladarse fácilmente. Además proporciona un horario más flexible. Otro aspecto positivo es que permite que la ayuda tenga un alcance más amplio. Debido a que la tecnología es una herramienta con la que muchos ya cuentan, hace más accesible la atención para los que no podían tener acceso a servicios de salud mental, incluidas personas en zonas remotas o en situación de emergencia.

Sin embargo, al tratarse de tecnología, los niveles de calidad pueden variar. Por ejemplo, si se tiene una mala conexión a internet, la videoconferencia puede trabarse, verse u oírse mal, afectando cómo se ofrecen y reciben estos servicios. Además, la calidad del video también depende del dispositivo, no es lo mismo tener una sesión en una computadora que en un celular. También, la reunión está a la merced de la plataforma en donde se llevará a cabo la videoconferencia; si esta tiene algún problema puede que se tenga que cancelar.

Otro tema importante es el de la privacidad. Por un lado, las cámaras están en las casas de los usuarios lo que puede hacerlos sentir expuestos. Además, si la persona vive con otros, puede que no cuenten con un espacio privado para tener la cita sin que lo escuchen, provocando que no hable libremente. Aunado a eso, puede que el paciente tenga problemas para configurar el acceso al video, instalar la plataforma para la sesión como Skype o Zoom, o incluso cómo acceder a la sesión debido a barreras del idioma o porque no tienen suficientes conocimientos y habilidades en el uso de la tecnología.

Cada vez son más los países que tienen la mira en la telesalud como una herramienta para enmendar la falta de atención presencial. Según la OMS, el 70 % de sus miembros han adoptado la telemedicina o la teleterapia, sin embargo, esta cifra depende de los ingresos de cada país. Para aquellos países de altos ingresos, el 80 % reportó que veían el uso de la tecnología para mitigar los retos de ofrecer servicios de salud mental. Sin embargo, menos del 50 % de los países de bajos recursos reportaron usar la telesalud.

Con menos del 50 % de la población siendo atendida por problemas de salud mental, todos los países deberían de aprovechar la facilidad de consultar en línea para brindar ayuda a quien lo necesite, no sólo los países de altos ingresos. Así lo señaló Casey Tallent, directora de iniciativas de salud colegiada y teleconductual en Pathlight Mood & Anxiety Center, “la telesalud nos ha permitido continuar brindando atención a miles de pacientes, que de otra manera no habrían podido recibir la atención de salud mental que necesitaban”, Y es algo que hay que aprovechar.

¿Has utilizado alguna vez la telesalud? ¿Qué opinas de esta manera de acceder a servicios médicos? ¿Crees que sea una buena respuesta ante la crisis de salud mental? Déjanos tus comentarios abajo.

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