Sobre educación se escribe y se habla mucho pues nuestras experiencias educativas nos otorgan el derecho de opinar: situación conocida y nada nueva. Esto es válido para ejercicio del derecho de emitir nuestros criterios, sin embargo, bien vale una reflexión más amplia que permita adentrarnos en un nuevo pensamiento sobre la educación en la complejidad actual.
Al repensar la educación le es inherente un nuevo modo de pensamiento, una nueva concepción del proceso educativo, de la escuela, el contexto y sus actores que ayude a comprender que ocurre actualmente y los senderos por los cuales transitar. Vale la penar reflexionar sobre lo macro, sobre la complejidad del entorno que comprende lo educativo. Los contextos son cada vez más complejos y dinámicos, todo cambia permanentemente, la certidumbre del pasado es cada vez menor, lo inesperado se hace frecuente. Las distancias se acortan, las comunicaciones en tiempo real permiten un acercamiento y acceso a información impensada. Las desigualdades se mantienen y abundan esfuerzos por reducir brechas pero con resultados lejanos. El imperio de lo material se combate arduamente por unos pocos pero la naturaleza se resiente. Todo esto y mucho más interactúa permanentemente, un nuevo modo de ver y pensar la educación en estas condiciones puja por emerger.
Ahora bien: ¿dónde está el ser humano en este proceso y cómo lo debe abordar la educación?. Parafraseando a Morin decimos que la condición humana es el centro de todo acto educativo. La formación de la persona para vivir, desarrollarse, crear en el mundo complejo. La unidad y la diversidad humanas abordadas desde lo educativo en un conocimiento re-organizado desde las diversas disciplinas. Esto implica un modo de pensar diferente, que una y no separe, que vea puntos de encuentro y aborde la educación y el ser humano desde lo flexible, dialógico y vinculante. Que conciba la educación desde lo cognitivo, lo afectivo, lo artístico, lo científico, lo humano; una acción pedagógica que ocurre en contextos ecologizados, no rígidos, donde confluyen las culturas y las personas en sus diferencias y se enriquecen mutuamente. Un maestro con actitud transdisciplinaria, transcultural, lo cual, en palabras de Nicolescu implica “ una conversión del alma”. Una educación y un maestro con un alma abierta a la formación humana. En la UNAE trabajamos y apostamos hacia este repensar de la educación desde el pensamiento, la emoción y la acción. (O)
Fuente: http://www.eltiempo.com.ec/noticias/columnistas/1/399959/es-posible-repensar-la-educacion-r
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