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Libro: El ethos de la escuela

Libro: El el ethos de la escuela

ibro de divulgación.
Autor: Wilman Alexis Galeano Builes.
Fondo Editorial Luis Amigó.
ISBN: 978-958-8943-22-0
Fecha de edición: 12 de diciembre de 2016.
Características: publicación digital en pdf, 95 p.
Reseña: este abordaje ético-filosófico entorno al acto de hacer escuela, retoma la experiencia docente y la forma como se involucra en la cultura posmoderna, también trata las TIC y la educación, y cómo los estudiantes asimilan estos profundos cambios; la reflexión surge en esta nueva cultura que exige también un nuevo modo de educar y una reestructuración de los métodos de enseñanza a partir de la comunicación.
Descargar en: https://www.funlam.edu.co/uploads/fondoeditorial/283_El_ethos_de_la_escuela.pdf
Fuente: https://www.funlam.edu.co/modules/fondoeditorial/item.php?itemid=283
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Libro: Clic, implicaciones de la virtualidad globalizada en el sujeto

Libro de divulgación.
Autores: Gloria María López Arboleda, Lilian Johanna Marroquín Navarro y Alexander Rodríguez Bustamante.
Fondo Editorial Luis Amigó.
ISBN:
978-958-8399-87-4
Fecha de edición: 29 de mayo de 2015.
Características: publicación digital en pdf, 104 p.
Reseña: se propone el texto bajo la perspectiva de hacer una reflexión general sobre las implicaciones de la virtualidad en contexto y como ese contexto y los sujetos que en él se manifiestan posibilitan la vida en una dimensión virtualizada. Los tres autores coinciden en la imperiosa necesidad de analizar con juicio los nuevos tránsitos propuestos por las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) y como ellos han posibilitado la vida misma entres los seres humanos, las organizaciones y todo lo que circunda en un mundo globalizado y glocalizado. Clic: implicaciones de la virtualidad globalizada en el sujeto; no es más que la oportunidad escritural para que el lector erudito, desprevenido o neófito posibilite nuevas preguntas sobre la noción o nociones de la virtualidad en contexto y sus implicaciones en lo cotidiano, lo proximal, lo vivencial que nos hace ser humanos siempre humanos.Lo rizomático, implicará construcciones colectivas, lo cual hace pensar en un texto que será odiado por algunos y asumido por otros como una de tantas posibilidades en el proceso de lectura que debería ser como el paso de acariciar página tras página hasta llegar a su punto más atenuante como un beso que se funde tras el palabrear en cada uno de sus clic lo que se dice como se dice. El libro hace su despedida con algunas preguntas que a nuestro juicio problematizan y dan horizonte de cara a lo quisiéramos llamar virtualizados/conectados/relacionados/enredados.

Descargar en: https://www.funlam.edu.co/uploads/fondoeditorial/90_Clic,_implicaciones_de_la_virtualidad_globalizada_en_el_sujeto.pdf

Fuente: https://www.funlam.edu.co/modules/fondoeditorial/item.php?itemid=90

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En busca de la esperanza: un libro infantil trata de dar esperanza a los niños y las niñas

Prensa Internacional de la Educación

Esperanza, ¿dónde estás?’ es un libro infantil de reciente publicación que trata de cambiar el discurso en torno a la COVID-19 y dar a los niños y sus familias esperanza en estos momentos de pandemia y cierres de escuelas.

Esperanza, ¿dónde estás? es la historia de seis niños y niñas de diferentes partes del mundo que experimentan el cierre de sus escuelas por la pandemia de la COVID-19. Todas las historias siguen un patrón similar: las frustraciones y desafíos a los que se enfrentan los niños, cómo encuentran la esperanza y cómo la comparten con otras personas.

Junto a los seis niños y niñas, los personajes de Esperanza y Germen aportan un giro cómico a las historias. Armand Doucet y Elisa Guerra, docentes reconocidos internacionalmente, colaboraron para escribir este libro, que ha sido ilustrado por Ana Ragu (hija de Elisa).

Desarrollo social y emocional 

El libro es un recurso mundial para apoyar a niños, niñas y familias afectados por la pandemia y los consiguientes cierres de escuelas. Su objetivo es ofrecer una fuente de esperanza y un contexto en el que los niños puedan hablar de la situación actual y estimular su desarrollo social y emocional.

“El objetivo del libro es reflejar las voces de los niños y sus historias particulares durante la pandemia”, dice Armand Doucet, docente canadiense y coautor. “Expone cómo afrontamos distintos problemas durante la pandemia y cómo las relaciones humanas nos acercan a la esperanza. Un docente, un progenitor, un abuelo, un hermano, un amigo, un vecino e incluso uno mismo: siempre hay alguien que puede ayudarte a superar un momento difícil”.

Ciudadanía mundial

Doucet añade: “Esperamos que los docentes utilicen este libro para ayudar a mantener conversaciones difíciles, iniciar un diálogo sobre la esperanza, hablar sobre la ciudadanía mundial partiendo de sus historias personales, infundir esperanza a la comunidad y mucho más”.

El libro ha sido traducido a 20 idiomas y estará disponible en formato PDF de forma gratuita en múltiples plataformas, como Apple Books, Amazon Kindle y la tienda Google Play.

Apoyo a la respuesta contra la COVID-19 de UNICEF

Los autores también son conscientes de que muchos niños y niñas y sus familias no tendrán acceso al libro por diversos motivos y esa es una de las razones por la que será gratuito.

Sin embargo, a las personas y familias que deseen contribuir a introducir cambios positivos en sus comunidades en el ámbito local y a escala mundial en estos momentos difíciles, los autores quieren invitarlas, si se lo pueden permitir, a que compren la versión impresa por encargo y hagan una donación a UNICEF para apoyar su respuesta a la COVID-19, que brinda asistencia a los niños más vulnerables del mundo.

Crear un movimiento de esperanza

Esperanza, ¿dónde estás? también tiene como objetivo crear un movimiento de esperanza (#hopewhereareyou) a través de una campaña de relaciones públicas y redes sociales que muestre esperanza mediante la solidaridad social mundial.

Para añadir profundidad al contenido del libro, el equipo mundial de educadores voluntarios también utilizó sus conocimientos especializados para crear un ecosistema educativo que respalde el proyecto. Esto incluye una guía para los padres y cuidadores sobre cómo utilizar el libro con los niños y niñas como apoyo para diversas habilidades sociales y emocionales y como contexto para celebrar debates.

Para descargar el libro hacer clik aqui: https://drive.google.com/file/d/1KD-u9wLe9HZPTRLv8cd36VdO6ZekfK0c/view

Fuente: https://www.ei-ie.org/spa/detail/16793/en-busca-de-la-esperanza-un-libro-infantil-trata-de-dar-esperanza-a-los-ni%c3%b1os-y-las-ni%c3%b1as

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El premiado centro de lectura que nació con los libros personales de una maestra

Reseñas/África/Costa del Marfil/ 21 Mayo 2020/elpais.com

El Centro Eulis se encuentra en Yopougon, la comuna urbana más grande de Costa de Marfil y su creadora, Tchonté Silué, impulsa desde allí el amor por la literatura y la educación igualitaria

Dos o tres meses antes del Día del Libro allá por 23 de abril de 2017, ya pensaba en un espacio educativo, una biblioteca que, durante su infancia en la mayor comuna de Costa de Marfil, tan difícil se le había antojado encontrar. Un lugar que no fuera sustituto de una escuela, sino un complemento. Un lugar donde los libros fueran el billete para viajar, el camino para conocer y el impulso para imaginar. El espacio que ofreciera, sobre todo, la herramienta para una educación igualitaria.

Tchonté Silué es joven maestra y tiene claro que la educación tiene que reconstruirse para que todo el mundo tenga las mismas oportunidades de aprender. Tal y como se plantea ahora el sistema de la enseñanza, “aunque vayan a la escuela, los niños no tienen por qué estar aprendiendo”, matiza la fundadora del Centro Eulis, “el proceso de aprendizaje todavía es pasivo, los niños necesitan una forma de aprendizaje en la que se impliquen”.

El énfasis en la lectura emana de esta idea. Silué defiende que, al leer un libro, el niño se involucra en la historia, se ve capaz de “desarrollar su propia imaginación, mejora su vocabulario y aprende sobre temas y personajes que puede que nunca llegue a conocer”. A falta de una educación igualitaria, buenas son las bibliotecas.

Durante su infancia en la comuna urbana de Yopougon, en Abiyán, encontrar una biblioteca era como buscar el oasis en medio de un desierto. Sus años de primaria los pasó en colegios privados, y secundaria en uno de los mejores colegios públicos de la comuna. Allí, por fin, encontró una biblioteca, pero su hallazgo se frustró “con libros viejos y polvorientos”, cuenta. “Al menos existía”, se consuela.

Para la comunidad de Yopougon, el Centro Eulis es algo “inusual y poco común”, en palabras de Silué. En algunos casos ha servido de inspiración para los adultos y han recreado sus clubes de lectura en otros barrios. En especial, los niños “lo adoran”, cuenta, son a quienes más tiempo y actividades dedican. La acogida de este proyecto pionero se ha visto reflejada en los premios al emprendimiento que ha recibido. Se alzó con el premio Coup de Coeur en el Premio Orange de Emprendimiento Social en 2017 y el Premio de Impacto Social, patrocinado por el compañía eléctrica de Costa de Marfil, en los Premios Adicom 2018.

Tan importantes como los premios, o más, han sido las personas que se han acercado hasta allí para colaborar con el proyecto. En solo un año, el centro pasó de una sala con poco más de 100 libros, a dos con 1.500. En general, su fundadora asegura que la reacción fue “muy positiva”: la gente ha ofrecido financiación, trabajo voluntario o libros.

Los primeros que se pusieron en las estanterias del Centro Eulis eran de la biblioteca personal de Silué, o los compró durante el primer año en ferias, librerías informales con libros viejos, de esas que exponen su género directamente en el suelo. Más adelante, le empezaron a llegar libros de amigos, fundaciones, oenegés, personalidades políticas e incluso de gente anónima que le sigue en las redes sociales.

Cuenta Silué que lo que más les gusta a los niños son las lecturas en grupo, en las que cada uno tiene la oportunidad de leer en voz alta al menos un párrafo, y los que aún no saben leer, disfrutan escuchando. Cuando leen bien su parte, suelen conseguir dulces y eso es un incentivo. Cuando, por su edad, un niño debería saber leer y no lo hace, el Centro le da “un empujón para que lo consiga”, celebra.

Los cambios para la educación

Hay una lista larga de características que cambiaría del sistema educativo en Costa de Marfil, asegura. “El mayor problema en Costa de Marfil es que no tiene suficientes escuelas”, empieza. Esto lleva a que los profesores no sean capaces de hacer el seguimiento de todos sus alumnos y “algunos llegan al instituto y aún no saben ni leer”. Además, falta profesorado dispuesto a ir a los pueblos alejados de las ciudades principales. Hay errores que, dice, se generalizan en el sistema educativo global. Las lecciones de la escuela y los conocimientos teóricos que se pueden adquirir en ella no se adecúan a las necesidades de un mercado cada vez más centrado en la tecnología. “Se enseñan oficios tradicionales como las finanzas, contable o comunicación sin abrirlos a nuevas realidades”, destaca.

En esta nueva red de oficios enfocados a la tecnología, Silué ve la necesidad de “más dialogo entre empresas y estudiantes, programas más flexibles” en los que el estudiante pueda trabajar y estudiar a la vez para que, de esta manera, los propios profesionales del sector sean los ojos en los que mirarse de cara a una carrera futura.

Con todo ello la fundadora de Eulis admite que todos estos cambios son difíciles de llevar a cabo y, además, muy caros. Ella tiene claro cuál sería su primera medida para mejorar la educación: “poner a disposición de todo el mundo los libros”. Lucha por ello, y el resultado es que, “de forma espontánea y desde el principio”, los niños han sido los que más le han visitado.

El Centro Eulis para Silué es “su bebé”, así lo llama en el blog donde cuenta sus hazañas por el mundo. Es el proyecto de vida del que más orgullosa se siente, admite, porque no solo le involucra a ella, sino que “tiene beneficio para otras personas”.

En el pasado día del libro de 2020, con un mundo irreconocible con las calles más vacías que nunca, por la pandemia de coronavirus, Silué recomendó el libro Las 8 claves del liderazgo del monje que vendió su Ferrari: Una fábula espiritual, del autor Robin S. Sharma. Pero, sobre todo, y sea el libro que sea, sueña con que todo el mundo pueda leer uno.

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/elpais/2020/04/20/africa_no_es_un_pais/1587414360_492898.html

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Colombia: Historias de madres adolescentes que encuentran en la educación una salida

Reseñas/América del sur/Colombia/21 Mayo 2020/elpais.com

Romper el círculo de pobreza de las madres menores de edad en contextos vulnerables y enseñarlas a ser agentes de transformación social y económica en su propio terreno: esta organización en Cartagena (Colombia) lo está consiguiendo

“Esta es la condición”. Cuando Ana María Salas, madre adolescente de una niña de dos años, vecina de Cartagena de Indias (Colombia), entró a la Fundación Juanfe, se lo explicaron así, según recuerda: “Te podemos ofrecer formación técnica, y la oportunidad de conseguir un trabajo digno, con una condición: evita embarazarte por segunda vez en los próximos cinco años”.

Es una de las características más llamativas del modelo con el que trabaja esta organización. En sus inicios, hace 18 años, contribuyó a reducir la mortalidad infantil en Cartagena y, actualmente, se centra en romper el ciclo de la pobreza de madres menores de edad en contextos vulnerables y acompañarles a ser agentes de transformación social y económica.

Catalina Escobar, fundadora de la Juanfe (el nombre proviene de su propio hijo, Juan Felipe Gómez Escobar, que murió en el año 2000), explica cómo surgió la necesidad de este modelo de trabajo: “El embarazo adolescente hace que el país sea más pobre y menos sostenible. En Colombia, cuando una joven se queda encinta, con menos de 15 años, hay un 83% de probabilidades que antes de los 20 años tenga ya tres hijos. Aquí, el 74% de las menores están por debajo de la línea de pobreza”. Catalina es una emprendedora social muy conocida en círculos empresariales y políticos del país.

Ana María Salas vive en esa otra Cartagena que contrasta con la del centro histórico o de la línea de costa que frecuentan los turistas. Como ella, muchos habitantes de esta ciudad caribeña habitan en “casas de invasión”, construcciones precarias levantadas sin licencia por familias en espera de conseguir legalizarlas o de tener que mudarse a otro barrio. Esta muchacha estudia un curso de servicios hoteleros, una de las salidas laborales de más demanda en la ciudad. El período en el que la Fundación desarrolla sus programas de atención en salud, educación e integración al mercado laboral, suele durar unos dos años. Ana María conoció la Juanfe por el boca a boca de algunas amigas.

Al vivir en una casa de invasión, no dispone de todos los servicios básicos. El agua, por ejemplo, llega mediante una tubería a la que se han enganchado. Su madre, que trabaja de cocinera en un centro infantil y cobra unos 450.000 pesos mensuales (121 euros aproximadamente), es la fuente principal de ingresos de esta casa con espacios muy reducidos y que alberga a cinco familiares, incluyendo a Ana María y su hija de dos años y su hermano mayor, Adrián, de 22 años. Él no tiene trabajo formal, ni está estudiando.

“Me quedé embarazada a los 15 años”, relata Ana María. “Pero yo al menos pude estudiar la secundaria en cursos sabatinos. Creo que la fundación me ha ayudado a ser mejor persona, y a fijar metas, metas que voy a lograr”. Quedarse embarazada tan joven no fue algo que le preocupase en demasía, según confiesa. Su madre la tuvo a los 17 años. Pero ahora piensa que fue una equivocación.

Para la fundadora de la Juanfe, centrar el trabajo en las madres adolescentes es fruto del aprendizaje de errores iniciales: “Al principio quisimos trabajar con más ahínco en la prevención del primer embarazo. Pero no nos funcionaba, puesto que muchas de las jóvenes que atendíamos son hijas, nietas y biznietas de mujeres que dieron a luz muy temprano. Es muy difícil evitarlo. Es un trabajo de escala nacional que debe reforzarse desde el sector público. Nosotras queríamos un modelo replicable, sostenible, escalable y que rompiera ciclos de pobreza. Entonces, decidimos prestar más atención. Entrar a los barrios, y escuchar”.

Y escucharon a las mujeres de más edad. “Ellas fueron una fuente de información clave. Nos ayudaron a entender los problemas de las potenciales beneficiarias, así como sus verdaderas necesidades. Cambiamos el enfoque y todo empezó a ir mejor”, reconoce Catalina. “Las adolescentes empezaron a empoderarse a través de la formación y el trabajo, y así evitaban embarazarse por segunda vez. Entonces vimos los buenos resultados que ello supone en la reducción de la carga de la pobreza en el país”.

Uno de los compromisos que se pide a las madres aceptadas es que no vuelvan a quedarse embarazadas en cinco años.ver fotogalería
Uno de los compromisos que se pide a las madres aceptadas es que no vuelvan a quedarse embarazadas en cinco años. LEAFHOPPER PROJECT

Antes de entrar a la Juanfe, Ana María tuvo que pasar los exámenes de ingreso: pruebas de lectura y escritura, entrevistas y test de personalidad. Un filtro riguroso que, según explica Eunice Cortecero, del equipo directivo del centro en Cartagena, hace que cada año entren 300 jóvenes, seleccionadas de unas 1.000 solicitudes, aproximadamente. La fundación trabaja anualmente con un total de 850 madres, sumando las de nuevo ingreso, provenientes de los barrios más vulnerables de la ciudad. “Nuestra intervención les ayuda a recuperar el hábito de estudiar, de formarse para trabajar. Las que no entran en una primera ocasión, tienen la oportunidad de volver a intentarlo, siempre que no se embaracen por segunda vez. Sólo un 5% de las jóvenes que inician el programa de la Juanfe lo abandonan”, afirma Eunice.

Hay un dato aún más revelador: el 99,7% de las jóvenes que entran a la Juanfe optan por no tener otro bebé durante el período de formación, y aún varios años después.

Tener un hijo antes de los 18

En Colombia, aproximadamente una de cada cinco embarazadas es adolescente, de acuerdo a la Encuesta Nacional de Demografía y Salud del Ministerio de Salud y Profamilia, aunque la tendencia es a la baja en los últimos años. Esta situación está ligada a menores niveles educativos y socioeconómicos: el 48% solo había cursado la educación primaria.

Adrián, el hermano de Ana María, también tienen una niña pequeña que vive con su madre, de la que él se separó. Durante un tiempo estuvo limpio, pero con la separación recayó en las drogas, que llevaba consumiendo desde los 12 años. Lleva un par de semanas en proceso de desintoxicación. Mira a su hermana “como un ejemplo a seguir, una buena influencia”.

Los habitantes de Cartagena cuentan que es frecuente que no se utilicen métodos de planificación ni de protección en las relaciones sexuales. Adrián indica que su expareja se había quedado embarazada en diferentes ocasiones. ¿Qué método utilizaban para evitarlo?: “La hice abortar varias veces”.

Entonces, ¿por qué su pareja dio a luz a la niña (que hoy tiene dos años)? “Porque mi mamá es muy creyente. Va a una iglesia. Me convenció de que era un pecado. Así que le dije a mi pareja que, por esta vez, sería mejor que tuviéramos al bebé”.

En sus inicios, la fundación demostró que podía reducirse la mortalidad infantil en Cartagena. Desde los años noventa, era una de las ciudades donde más niños morían por causas evitables. Catalina se puso a estudiar esta situación, desde su experiencia en el sector empresarial y económico, tras la muerte de su pequeño.

Su familia estaba vinculada al negocio del acero. “Yo no iba a dejar el sector empresarial y un horizonte de éxito por algo que no valiese la pena arriesgarlo. Así que esto no es una ONG de una madre que perdió a su hijo. Esto es un modelo económico de desarrollo. Y la economía del desarrollo tiene el reto de demostrar su eficacia en el campo, en contextos reales”.

“El paseo de la muerte” le llamaban, en la Cartagena de aquellos años, al periplo que recorrían las madres con sus hijos enfermos de hospital en hospital sin poder recibir la atención necesaria. Y a ello, se unía la corrupción que penetró en las instituciones públicas y privadas de la ciudad. “Desde 2002, durante los primeros siete años de trabajo de la fundación, contribuimos a reducir en un 81% la mortalidad infantil en la ciudad. Podemos decir que salvamos la vida de unos 5.000 niños y atendimos a 20.000 por desnutrición crónica y severa, sin ayudas estatales”, afirma Catalina.

Cartagena de Indias es una ciudad de contrastes, desde las zonas turísticas hasta los barrios vulnerables.ver fotogalería
Cartagena de Indias es una ciudad de contrastes, desde las zonas turísticas hasta los barrios vulnerables. LEAFHOPPER PROJECT

Durante esa experiencia, la fundación constató que alrededor del 30% de los partos que se producían en la ciudad eran de mujeres menores de edad. Fue entonces cuando viró su enfoque de trabajo: conseguir que las madres adolescentes rompieran el ciclo de dependencia y pobreza.

Actualmente, este modelo de intervención atrae la atención de diversas instituciones y centros de investigación como la Universidad de los Andes, o el Banco Interamericano de Desarrollo que han colaborado con la Juanfe en la medición de impacto de sus programas.

La financiación de la Juanfe depende principalmente de eventos y recursos privados fundamentalmente, como los que aporta la Fundación Mapfre. Además, cuentan con iniciativas de autosostenimiento, como la panadería que opera en el centro de la fundación en Cartagena. Actualmente, el modelo se está exportando a otras ciudades de Colombia, como Medellín, y también a la de otros países, como Panamá, Santiago de Chile y Guayaquil.

Desde 2014, 1.200 mujeres jóvenes formadas en la Juanfe han obtenido la certificación laboral. 700 de ellas ya trabajan en el sector de la hostelería y el turismo, principalmente. El 70% de las jóvenes que consiguen un empleo formal, continúan trabajando en la empresa que les contrató después del primer año, según datos de la fundación.

El bono de impacto social

Un ejemplo de ello, es Mabel Cecilia Iriarte. Tiene 21 años, y nació en Caracas, aunque su familia es colombiana. Mabel vino a Colombia con otros 3 hermanos, cuando tenía 11 años. Sus padres se quedaron en Venezuela durante mucho tiempo, desde donde les enviaban remesas, y los niños vivieron con parientes cercanos. Actualmente reside en el barrio Olaya Herrera, un lugar que para algunos significa violencia, pandillas, tráfico de drogas, aunque para otros no es un sitio tan peligroso como se dice.

Mabel es bailarina de música afrocaribeña y contemporánea. Transpira optimismo, es una pura sonrisa. Ahora vive con sus padres, que regresaron de Venezuela hace pocos años. Ella se quedó embarazada antes de los 18, aunque asegura que tomaba precauciones. Desde que entró a la Juanfe no ha vuelto a quedarse embarazada, y tampoco ha vuelto a tener pareja. “Hasta que tenga mi propio camino recorrido, hasta que esté más segura”, dice.

Ella es una de las 17 jóvenes de la Juanfe que trabajan en el Centro Comercial La Serrezuela. Es el único mall que se ha levantado en el entorno histórico, respetando la arquitectura de una antigua plaza de toros, y tiene un convenio con la Juanfe para contratar a las jóvenes que finalizan el período de formación. El salario de Mabel está algo por encima del mínimo en Colombia, y llega al millón de pesos (unos 270 euros, con las horas extras). Para ella representa un cambio exponencial.

Catalina Escobar es conferencista en diversos foros nacionales e internacionales, y aborda el gran reto de la sostenibilidad de ONG como la suya. “Una buena forma de atraer recursos”, dice, “son los bonos de impacto social. La sostenibilidad en las ONG depende de estrategias muy diversas. La nuestra es empresarial. Una empresa no invierte sin retorno. Todos los proyectos en los que trabajamos se basan en la economía de escala, utilizando el principio de Pareto: un 20% de inversión para un 80% de impacto y retorno”, dice Catalina. “El resultado de la inversión es una ciudad con menos madres adolescentes abandonadas y sin empleo. Y a la vez, muchas de ellas se integran a la vida económica y aportan su esfuerzo y capital para el desarrollo del país”.

Según el estudio realizado por la Universidad de los Andes con el apoyo del BID, en 2017, este modelo de intervención es rentable en un tiempo de 31 meses, lo que implica que se produce un beneficio social costo-efectivo y que aumenta exponencialmente a partir del segundo año y medio de la intervención.

En la Juanfe también se cuida de los niños de las madres que se están formando. En su centro infantil de desarrollo integral, se atiende semestralmente a unos 120 bebés. Ahora han ampliado una decena de plazas para hijos de madres venezolanas o colombianas que han regresado de la crisis del país vecino. En el centro trabaja Yorelis Figueroa. Tiene 26 años. Fue beneficiaria de la Juanfe, después de quedarse embarazada a los 16 años. Aquí se formó como técnica de atención a la primera infancia. Y desde entonces, no ha vuelto a quedarse embarazada. “Tengo aún muchas metas. Entre ellas, la de seguir estudiando. Me gustaría ser una investigadora judicial”. A Yorelis le motiva poder ayudar a esclarecer y prevenir casos de violencia y abuso. “He visto muchos en estos barrios, y me duele ver a mujeres en situación tan vulnerable”.

La fundación atendió a 30 casos de abuso sexual en un solo semestre del pasado año, comenta Eunice. “Las víctimas son niñas de entre 9 y 11 años. Un 2% han tenido un embarazo, resultado del abuso. Otro dato alarmante, en este último año es que se ha disparado la atención a personas con tendencias suicidas, muchas veces, a causa de la violencia intrafamiliar”. Es un trabajo difícil, pero Eunice afirma que, en este contexto, “lo difícil es ser indiferente”. Ella tiene un compromiso personal que parece un lema de muchos que trabajan en esta fundación: “No perder nunca la capacidad de asombrarse”.

La visita al centro se realizó antes de que las medidas de confinamiento con motivo de la pandemia se extendieran en Colombia. “La pobreza en el país se está agravando y se empieza a ver la desesperación”, afirma Catalina Escobar. Toda la actividad de la Juanfe se está desarrollando ahora de manera virtual. “El personal docente se ha reinventado y continúa con su labor para que las alumnas sigan las clases. Por ello hemos distribuido smartphones para garantizar la conexión. Hay 3.000 personas más 100 empleados que dependen de la Juanfe. Nuestra prioridad ahora es que a ninguna de las jóvenes que atendemos, muchas en condiciones extremas de pobreza, no les falte un plato de comida en la mesa”.

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/elpais/2020/03/23/planeta_futuro/1584958428_459337.html

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Francesco Tonucci: «Cuando empecemos de nuevo, deberemos inventar otra escuela»

Desde Roma, el célebre pedagogo italiano propone sacar las tareas en cuarentena y que la casa sea un laboratorio. Y para después del virus, aboga por aulas desjerarquizadas y centradas en la diversidad.

Por: Gustavo Sarmiento

«Me arruiné las vacaciones». Francesco Tonucci sonríe al otro lado del teléfono y menciona una agenda interminable de videollamadas (con colegas, funcionarios, periodistas) que le impide un consumo típico de cuarentena, como libros o series. «Y va a seguir, porque me preguntan mucho por el después», agrega en perfecto español. Tonucci habla del Covid-19, como todos en estos días, pero especialmente de las infancias y de la escuela en este contexto de crisis, ilusionado con que sirva como oportunidad para cambiar el modelo educativo imperante.

Un currículum a las apuradas dirá que es pedagogo, escritor, dibujante, investigador y creador del proyecto internacional La Ciudad de los Niños y las Niñas, que se replica en más de 200 localidades de todo el mundo –unas 30 en la Argentina–, en las que se propone dar voz a los pequeños y brindarles espacios públicos donde puedan jugar en libertad. Uno de los que habló con él esta semana fue el ministro de Educación, Nicolás Trotta, que apoyó su iniciativa de que, cuando se abran completamente las ciudades, se les deje el primer día solo a los chicos y chicas, para que jueguen y las disfruten como nunca las vieron.

Francesco vive en Roma, «con el miedo de una persona vieja como yo, y la preocupación de que no se generen más problemas ahora que todo se empieza a abrir». Lo que más lo angustia es que hace más de 70 días no puede ver a sus hijos y, sobre todo, a sus nietos. «Estoy solo en mi casa, aislado, como todos, abriendo la puerta una vez a la semana para comprar». Al segundo se corrige. De hecho, el miércoles dio un paseo por su barrio, en la periferia de la capital italiana, por primera vez en dos meses. «Hice tres kilómetros, paseando por calles y monumentos que no conocía, cerca del Cementerio del Verano, que sorprendentemente tiene nombre español y aquí nadie sabe qué significa. Después de 50 años de transitar una ciudad que vive de manera caótica, con un movimiento espantoso, verla vacía es un efecto muy fuerte… Qué poder tiene un virus para conseguir parar el trabajo y el tráfico, dos dioses de nuestra cultura. Pensemos que aquí la contaminación aérea produce el doble de muertos que el Covid».

-Lo mismo que estamos recogiendo de los chicos de nuestros Consejos de Niños de todo el mundo. Cuando empezó todo este rollo, me golpeó mucho que todos buscaran expertos para dar consejos a padres y maestros y nadie se preocupara por preguntarles a los niños qué pensaban y qué proponían, por lo cual le pedí a alcaldes e intendentes de nuestra red de ciudades, que convoquen al Consejo de Niños. Y lo que sale de esos testimonios son tres cosas básicas. Lo principal: les faltan los amigos. Esto ha sido mal interpretado, creyendo que decían «me falta la escuela». Pero no: les falta la escuela porque es el único lugar donde se encuentran sus amigos. Décadas atrás, se los encontraban en la calle, en el tiempo libre, para hacer otras cosas, inventar, jugar, y en la escuela estaban los compañeros de clase. Ya no es así: se perdió la calle. Lo segundo que dicen en las encuestas es que les gusta pasar tiempo con sus padres. Es un regalo de la pandemia. Muchos niños o no los conocían o los veían casi de casualidad. Ahora tienen que compartir y participan de las cosas de la casa. Lo tercero: todos manifiestan que están hartos de la tarea de manera virtual. Es algo que la escuela no ha entendido que no debía hacer. Por eso propuse aprovechar la casa para que sea un laboratorio, y que sean las acciones con los padres las verdaderas tareas, no las del libro de texto. Aprender a cocinar, coser, recuperar las fotos, pintar, y que la escuela trabaje con los niños sobre estas experiencias. Si «hacen pasta” y nada más, no sirve; veamos si hay matemáticas dentro de la cocina: hay pesos, proporciones, tiempos de cocción. O aprovechar para hacer lengua, escribiendo recetas, que no es escribir cualquier texto, debe ser útil para que otra persona que no me conoce pueda repetir el mismo plato. Cuando el mundo se amplíe de nuevo fuera de las casas, me gustaría que la escuela no perdiera este descubrimiento: que se puede trabajar sobre el mundo, el barrio, las historias, la naturaleza y los problemas ambientales, y no sobre los libros de textos.

-¿Cree posible un cambio en la escuela después de la pandemia?

-Clases y tareas en este tiempo son cosas que no tienen sentido, porque vivimos situación extraordinaria, no puede ser que la escuela siga como antes. Pero esta manera de interpretar la educación y la escuela no debe ser sólo en tiempos de crisis y coronavirus, sino para siempre. Los cambios cuestan. Normalmente, las estructuras intentan quedarse iguales para siempre. La escuela italiana adoptó como lema en esta crisis: «La la continúa». Sería un “seguimos como antes”. Y es algo paradójico: ¿cómo que no cambia nada si cambió todo para todos? Pero si la mayoría piensa que la escuela no tiene que cambiar, vendrá agosto u octubre y todo seguirá igual. Tenemos que aprovechar esta oportunidad para lanzar una idea nueva de una escuela que corresponda a lo que nuestra sociedad necesita.

-¿Y qué necesita?

-Por ejemplo, la diversidad. En la escuela hay niños de culturas y lenguas diferentes, minorías indígenas, niños con discapacidades, de diferentes sectores sociales, niños pobres que en este momento manifiestan limitaciones porque no tienen aparatos tecnológicos para conectarse con la escuela. El tema de fondo es que hay una idea equivocada de que la escuela debe ser para iguales, entonces todas las veces que alguien no es igual a los demás se considera un problema. Y la verdad es que los niños son diferentes uno del otro, por lo cual si queremos hacer una propuesta educativa democrática y eficaz, tenemos que hacerla para diferentes, y no para iguales. Lo dice la Convención de los Derechos del Niño, a la que Argentina adhirió hace 30 años con carácter constitucional: la educación no tiene como objetivo que todos consigan los mismos resultados. El propósito de la escuela y la familia en conjunto debe ser que los chicos descubran sus aptitudes, vocación y talento, sus inteligencias, y una vez que cada uno descubrió su camino, ofrecerle los instrumentos adecuados para desarrollarlo hasta el máximo nivel posible. Por eso tiene que haber diversidades en la escuela, y trabajar sobre lo bueno que cada uno tiene, no sobre lo malo. Con los mismos textos para todos, pensados desde un ministerio casi siempre desde la capital del país, la escuela está dejando afuera a un porcentaje enorme de alumnos que no nacieron para ser literatos o matemáticos, que quieren ser músicos, pintores, deportistas, arquitectos o mecánicos. Hay una injusticia. Una propuesta igual para desiguales.

-¿El Covid-19 es una oportunidad para pensar en una escuela diferente?

-La crisis, como dijo Albert Einstein, puede ser una bendición, porque produce progresos. Espero eso, especialmente para casos como el de la Argentina, donde las autoridades parecen motivadas a impulsar cambios y no la conservación. Las escuelas que mejor funcionan en el mundo, como las de Finlandia, no tienen exámenes; hay muchas menos horas de cursada a lo largo del año; empiezan la primaria a los 7 años y no hay tareas. Se hace mucho hincapié en repetir o pasar de año, y eso no es lo central. Cuando empecemos de nuevo, tendremos que inventar una escuela que hoy no existe. No es verdad que vamos a poder volver a la escuela de antes; porque el virus nos obligará, con las condiciones de distancia y de cuidado, a pensar cosas totalmente distintas. Aquí, por ejemplo, hemos analizado la posibilidad de dividir las clases en dos grupos, uno en casa y otro en la escuela, e ir rotándolos. Pero lo principal es que tenemos que idear una escuela pensada de otra manera. La debilidad es que se funda en una base jerárquica y que los de la misma edad saben lo mismo, creyendo que cuando empiezan el proceso escolar no saben nada y después empiezan a saber lo que los maestros supieron pasarles. El mérito del aprendizaje se pone siempre en los niños: si no aprenden, no se castiga al docente que no supo enseñarles, sino al alumno que no tuvo capacidad o no quiso aprender. Podemos abandonar la idea de la clase con pupitres en la que los alumnos escuchan y repiten, y pensar que trabajen entre ellos. Si tenemos grupos de 6 a 12 años, hasta se pueden manejar solos, por lo cual un profesor puede lanzar propuestas, o crear grupos de trabajo que luego supervisa. En este momento, donde tenemos que enfrentar una situación nueva y problemática, mezclar edades lo haría mucho más fácil.

-¿Cómo están los niños en estas semanas en las que les cambió el mundo?

-No se los escucha, en casi ningún lugar, excepto en países como Finlandia o Nueva Zelanda, que no casualmente son liderados por políticas mujeres, que desde el principio les hablaron a los niños. Los niños valen poco porque no votan. No están en agenda. Y si la escuela quiere modificar la relación con ellos, no puede repetir siempre lo mismo. El tema central es si la escuela es consciente de que hay que cambiar: así como era ya no funcionaba desde antes de la pandemia. No es que antes funcionaba bien y entonces lamentamos no poder seguir como antes. No. Muchos niños se aburrían, no seguían la clase, y después olvidaban lo que habían aprendido. Era una estructura débil, incluso en el aula. Por eso me gustaría una escuela donde todos los espacios se utilicen como talleres y laboratorios, con muchísimas propuestas distintas: baile, música, física, huertas, ir moviendo a los grupos. En estas épocas puede ser útil la idea de la jornada escolar como un recorrido y no como una estancia. Hace 30 años que lo propongo, pero ahora parece que llegó el momento en el que a los gobiernos que me consultan les parece viable. Algo bueno habrá hecho este virus maldito.

Que las ciudades sean para los niños

Una de las propuestas de Tonucci para estos tiempos de pandemia apunta a que, el día que «reabran» las ciudades, cuando todo vuelva a una mínima normalidad, se las entreguen por 24 horas a los niños y las niñas. «Lo lanzamos como proyecto internacional de la Ciudad de los Niños. La gente puede firmar la petición en nuestra página lacittadeibambini.org/o en nuestro Facebook. Lo que decimos es que esta crisis tuvo errores sanitarios, víctimas (sobre todo nosotros, los viejos), y ha tenido campeones, que son los niños. Porque resistieron al virus, no por mérito de ellos solos, claro, pero viven esta temporada muy larga, encerrados en casa, que les significa algo incomprensible, y lo están haciendo muy bien. Darles un día la ciudad vacía para que jueguen y la disfruten en libertad, como nunca han podido, y como les gusta a ellos, sin tráfico, peligros ni contaminación, es el regalo que les podemos hacer a modo de agradecimiento».

Hizo llegar su iniciativa a los 200 alcaldes de las localidades que forman parte de la red internacional, entre ellas varias argentinas. Tonucci menciona a Arrecifes y a Rosario, una de las históricas desde que el proyecto de la Ciudad de los Niños arrancó en mayo de 1991, con la idea de que «los niños asuman un papel activo en el proceso de cambio, participando de forma concreta en el gobierno y en la delineación de su ciudad, apropiándose de nuevo del espacio urbano».

También le comentó al ministro de Educación, Nicolás Trotta, la iniciativa de liberar un día las ciudades para los niños: «Prometió que se iba a sumar a la petición, igual que Rosario o Neuquén. Es más una decisión política que educativa. Sé que es una propuesta muy utópica, pero lamentablemente todo el tiempo que proponemos algo para niños, es utópico».

Pruebas Pisa

Afirma Tonucci: «La escuela sigue siendo la escuela de lengua y matemáticas, y el resto es algo que si hay, hay, y si no, no importa, como las Pruebas Pisa que toman estas dos o tres competencias y las miden por igual en todos los países sin tener en cuenta las diferentes realidades. El niño mapuche ve distinto la vida del que vive en Palermo o en una villa miseria, todos tienen el mismo derecho de aprender, y lo hará mejor cuanto más pueda examinar su propia realidad».

 

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El corto trecho entre coronavirus y mutilación genital

Reseñas/21 Mayo 2020/elpais.com

Las medidas de confinamiento son una trampa para mujeres y niñas. Un estudio sobre el aumento de la ablación a causa de la nueva pandemia confirma que el cierre de escuelas y programas en zonas vulnerables provocarán dos millones más de casos en la próxima década

Algunas veces, las coincidencias pueden ser realmente extrañas. El 28 de abril, el Gobierno de Sudán anunció una ley que por fin convertirá en delito la mutilación genital femenina, en uno de los países africanos con mayor número de víctimas de esta cruel tradición patriarcal (Unicef considera que el 87% de las mujeres del país la ha sufrido). Sudán era, hasta ahora, uno de los más reacios a considerar delito lo que para muchos grupos étnicos sigue siendo un sello de pureza indispensable para cualquier chica que aspire a un buen matrimonio.

En las mismas horas en que activistas de todo el mundo celebraban esta victoria histórica por los derechos de las mujeres, el Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA, por sus siglas en inglés), inició un estudio sobre la posibilidad de que la mutilación genital femenina se propague en todo el mundo a causa de la pandemia en curso. Es uno de los numerosos efectos secundarios de la covid-19: las medidas de confinamiento, el toque de queda y el cierre de las actividades económicas y de las escuelas, decretado en toda en África para detener el virus pueden ser una trampa para muchas mujeres y niñas, que serán aún más vulnerables frente a la violación de sus derechos.

Según los expertos del UNFPA, que han publicado el análisis en colaboración con la ONG Avenir Health, la universidad estadounidense Johns Hopkins y la universidad australiana Victoria, la prolongación del confinamiento podría provocar en la próxima década dos millones más de casos de mutilación genital femenina respecto a las cifras previstas, además de 13 millones de matrimonios forzosos para niñas menores de 10 años.

¿Las razones? En primer lugar, el retraso en la aplicación de los programas contra la mutilación genital femenina, que se basan en encuentros con las comunidades, la sensibilización de los jefes de las aldeas, las reuniones y el intercambio continuo de informaciones. Todo ello ha quedado en suspenso debido a los cierres causados por la covid-19 y la restricción de movimientos.

La mutilación genital femenina afecta a 200 millones de mujeres en el mundo y tiene consecuencias psicológicas y sanitarias devastadoras, según el último informe de Unicef. La mayor concentración se produce en África, donde 27 Estados siguen registrando distintos porcentajes de esta violencia de género, incluidos aquellos que la declararon ilegal mucho antes que Sudán. Estos porcentajes varían del 95% de mujeres que han sufrido la mutilación en Guinea al 76% de Burkina Faso; del 65% de Etiopía al 24% de Senegal; hasta países donde la práctica es marginal, pero aún no se ha erradicado, como Benín (9%) y Togo (3%).

“Los nuevos datos muestran el impacto catastrófico que la covid-19 podría tener pronto en las mujeres y las niñas de todo el mundo”, afirma la directora del UNFPA, Natalia Kanem. Aunque son solo cálculos: “Las proyecciones ofrecen una visión alarmante sobre el futuro de las mujeres y las niñas, a menos que se hagan urgentemente esfuerzos para garantizar su bienestar y sus derechos”.

Cuatro mujeres sudanesas caminan juntas por un barrio de la capital del país, Jartum, el pasado 5 de mayo de 2020, pocos días después de que Sudán prohibiese por ley la práctica de la mutilación genital femenina.
Cuatro mujeres sudanesas caminan juntas por un barrio de la capital del país, Jartum, el pasado 5 de mayo de 2020, pocos días después de que Sudán prohibiese por ley la práctica de la mutilación genital femenina. ASHRAF SHAZLY AFP

Es probable que las mutilaciones genitales femeninas aumenten también debido a la crisis económica y la consiguiente pobreza, que es el principal motor de los matrimonios infantiles que, en países en los que se sigue esta tradición, van precedidos del “corte” de la niña para que llegue pura a la boda. “Las familias pobres tienen más probabilidades de casar a sus hijas en tiempos de estrés económico, para aliviar la carga que supone cuidarlas”, subraya Natalia Kanem.

Judy Gitayu, coordinadora regional en África de la campaña Equality Now, ha observado que también el cierre de las colegios durante la pandemia puede ser perjudicial, y no solo desde el punto de vista educativo. “Las escuelas, en general, son lugares seguros para las niñas”, asegura, “y aquellas que no asisten a clase son más vulnerables a la violación de los derechos humanos, incluida la explotación sexual y laboral, la mutilación genital, el embarazo precoz y el matrimonio infantil. Además, las escuelas suponen un canal para denunciar violaciones o amenazas y tomar medidas; la pandemia ha bloqueado esta importante fuente de salvaguardia, lo que seguramente se traducirá en una menor protección para las niñas y una menor responsabilidad para los autores del delito”.

También hay quienes aprovechan el encierro para retomar de nuevo campañas a favor de la mutilación genital femenina, que se presenta como una tradición cultural típicamente africana que debe mantenerse para preservar su identidad étnica. Lo denuncia, en Nairobi, en Kenia, Everlyne Komba de la red EndFGM: “En las comunidades donde la mutilación genital femenina está profundamente arraigada, la niña no tiene otra opción, no puede negarse sin pagar un precio social, físico o cultural muy alto. En situaciones de emergencia como la que estamos experimentando debido al virus, esas consecuencias degeneran en intolerancia extrema o en etnoterrorismo, o incluso en sanciones sociales como la marginación dentro de la comunidad, el abuso psicológico, o la maldición, la excomunión y las amenazas de muerte”.

Tomemos el ejemplo de Kenia, considerado el país más avanzado del África subsahariana en la lucha contra la mutilación genital femenina, con un porcentaje de víctimas en constante disminución (actualmente, el 21%). El Gobierno de Uhuru Kenyatta se ha comprometido a suprimirla por completo de aquí a 2022, es decir, ocho años antes que el quinto de los Objetivos de Desarrollo Sostenible establecidos por la ONU. “Una meta muy ambiciosa”, comenta Komba, que ahora se enfrenta a un movimiento pequeño pero decidido que se opone a la criminalización de esta práctica.

«La pandemia ha creado las condiciones ideales para que estas personas persigan sus motivaciones perversas, aprovechando que las instituciones están completamente enfocadas en responder a la covid-19 y, por lo tanto, prestan menos atención a otros asuntos». La activista africana comunica que ha recibido noticias directas de niñas a las que mutilaron clandestinamente (en Kenia se considera un crimen desde 2001), y lo mismo cuenta la psicoterapeuta y feminista de origen somalí Leyla Hussein, que ha fundado en Reino Unido, donde vive, varias asociaciones que brindan apoyo psicológico a las víctimas de la mutilación genital: “En este período, estoy dando apoyo a través de Internet a muchas activistas de África”, explica. “Una de ellas me dijo que en su aldea mutilaron a 45 niñas en una mañana. Por supuesto, la pandemia está matando a muchas personas, pero creemos que, en el mundo, cada 11 segundos se le corta el clítoris a una niña. ¿Por qué no podemos preocuparnos también por esto? Sin embargo, el aumento de esta violencia contra las mujeres tendrá un gran impacto en comunidades enteras”.

De hecho, en toda África se alzan voces que invitan, en este período de covid-19, a no bajar la guardia en lo relativo a los derechos de las niñas. En Ghana, la actriz Yvonne Ossei, protagonista de una serie de televisión que habla precisamente de la mutilación genital femenina, no pierde ninguna ocasión de recordar públicamente a sus compatriotas que no se escuden en la pandemia para no denunciar los abusos contra las mujeres. En Kenia, en el condado septentrional de Samburu, Bernadette Loloju, del organismo gubernamental Anti-FGM, declaró a la agencia Reuters que el cierre de escuelas desde el 16 de marzo ha provocado un aumento de la mutilación genital. “Se ha detenido incluso a una madre que hizo que mutilaran a su hija de 12 años”, refiere, “y las autoridades nos pidieron a los técnicos y a los jefes de la aldea que visitáramos las comunidades rurales del condado para vigilar”.

En el sureste de Nigeria, Kenneth Ehouzou, del UNFPA, ha observado que durante el confinamiento es casi imposible vigilar a las comunidades, y que el alto riesgo de mutilación genital también se debe a la falta de apoyo social a las niñas, obligadas a recluirse en su entorno familiar. En otras palabras, si los padres deciden mutilar a su hija, ella no puede pedir ayuda a nadie.

En Tanzania, la ONG Hope reunió a expertos internacionales (todos a través de Internet) para buscar la mejor manera de lidiar con el posible aumento de las mutilaciones clandestinas debido al nuevo coronavirus: “En la región de Mara”, señalan desde Hope, “el 32% de las mujeres han sufrido la mutilación genital. Hope ha abierto dos casas refugio para niñas que huyen de esta práctica: llegan por la noche, con lo puesto, y les ofrecemos seguridad, educación y esperanza. Ahora nos preguntamos cómo equiparnos para un posible aumento de casos”.

En Nigeria, donde más de 40 millones de mujeres, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), sufren la herida de una mutilación genital, durante un foro organizado en Lagos por la fundación Think Right, varias asociaciones han pedido al Gobierno federal que, durante esta pandemia, redoble sus esfuerzos contra esta forma de violencia. “Nunca quise circuncidar a mi hija de 10 años, a pesar de la presión de la familia de mi marido”, contaba la activista Foluke Olowoyo durante el foro, “pero cuando fuimos a visitarlos con ocasión de un funeral en el estado de Ekiti, al suroeste del país, los parientes cogieron a la niña y la mutilaron a la fuerza, y luego trataron de aplacar nuestra ira diciendo que el clítoris es un tabú y que una niña no circuncidada sufrirá graves consecuencias en la vida. Mi hija desarrolló una infección y poco después murió. Esta es la realidad de la mutilación genital femenina”.

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/elpais/2020/05/11/planeta_futuro/1589200091_762767.html

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