De una u otra forma, la inexperiencia, las circunstancias externas, la falta de estrategia, llevan a cualquier organización hacia caminos accidentados.
Por: Rodrigo Mesa.
Crisis, momentos difíciles y decisiones equivocadas, existen en todos los gobiernos. De una u otra forma, la inexperiencia, las circunstancias externas, la falta de estrategia, llevan a cualquier organización hacia caminos accidentados en donde en mayor o menor medida siempre hay consecuencias que pagar. Esto no debe de asustarnos ni de llamar la atención, si no fuera porque en el caso del gobierno de México, estos yerros han sido el signo constante desde hace meses.
Se inició un proceso de reformas constitucionales como no se veían en los últimos 20 años para luego retroceder en sus esfuerzos: En la educativa se dijo que la evaluación docente era irreversible, para luego claudicar ante la presión de grupos clientelares. En la energética –esa que ahora parece huérfana- se hablaba de dotar de competitividad al sector y de reducir los escandalosos gastos de Pemex, para que ahora nos demos cuenta que ni lo uno ni lo otro sucedió. En materia de transparencia, la reforma se quedó a medio camino, con un Sistema Nacional que no se termina de implementar y con órganos garantes en los estados sin los medios adecuados para hacer valer las reformas.
En el escenario internacional, tampoco se ha notado consistencia y ante los embates del presidente de Estados Unidos, las acciones del gobierno mexicano han sido dispersas y poco esperanzadoras. Persiste el discurso de que México no pagará el muro fronterizo, pero no se perciben decisiones que hagan pensar que exista un plan de respuesta claro y articulado, si acaso me viene a la mente el caso de algún miembro del gabinete muy creativo, que se puso a preparar guacamole. Hoy estamos a merced de lo que resuelva Trump, de lo que se especule en las redes sociales o de lo que concluyan los inversionistas extranjeros. ¿En verdad no hay nada más que hacer?
Y en lo que más irrita y frustra a todos los mexicanos, la corrupción y el grotesco dispendio del gasto público, la cosa está peor que nunca. Basta mencionar los 23 millones de pesos en cajas de huevo –sí en cajas de huevo- que aparentemente se le olvidaron a Javier Duarte mientras huye de la justicia. Irrita y frustra porque a la gente no se le puede pedir comprensión ni apretarse todavía más el cinturón cuando esto pasa todos los días, desde alcaldes que desgobiernan municipios quebrados como si fueran señores feudales, pasando por gobernadores autócratas y legisladores que cobran hasta por ir a pasar lista el día de la sesión.
Con una crisis política, económica y social, al gobierno se le ocurrió reciclar un acuerdo o pacto –de esos que estaban de moda en los ochentas cuando la inflación llegaba a triple dígito- buscando que con el apoyo de la iniciativa privada, permeara el mensaje de que se estaba haciendo algo por salir del problema. Pero buena parte del sector empresarial no se sumó, aduciendo que el acuerdo era improvisado y porque no existe un genuino compromiso del gobierno en reducir el gasto y hacerse responsable de los errores cometidos.
Para los casi dos años que quedan de administración, urge un replanteamiento de objetivos y cambios en el equipo de gobierno que no sean meros reciclajes ni segundas partes de malas películas. Más que haberse acabado la gallina de los huevos de oro, pareciera que se acabaron las ideas, la creatividad, la congruencia y las ganas de sacar a este país adelante. De no ser así, quizá no estarían preguntando, ¿qué hubieran hecho ustedes?
Fuente: http://www.excelsior.com.mx/opinion/opinion-del-experto-nacional/2017/01/28/1142742
Imagen: http://necesitodetodos.com/wp-content/uploads/2013/03/trabajo-en-grupo-ideas.jpg