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La estafa del Primero de Mayo

Por: Roberto Patiño

Llegando al Primero de Mayo, la mayoría de los venezolanos parecía haber hecho sus quinielas sobre el monto en que quedaría el salario mínimo en Venezuela, una práctica común en un país donde la supervivencia de buena parte de los trabajadores está atada a la decisión de un solo hombre, dada la ausencia de mecanismos para el consenso entre empresarios y el Estado, el desconocimiento a los gremios independientes y la persistencia saboteadora de un sindicalismo oficial, leal con los intereses del régimen. Sólo los más pesimistas pudieron haber acertado sobre la estafa que se anunciaría horas más tarde y que pudimos ver en directo por las cámaras de Venezolana de Televisión.

Como ya es conocido por todos, Nicolás Maduro no aumentó el salario mínimo integral que queda en un estimado de cinco dólares al momento de escribir este artículo (según la tasa de cambio oficial), incrementó los Cesta Ticket a cuarenta dólares y el llamado Bono de la guerra económica subió hasta los treinta dólares, después de haber anunciado, el día anterior, que el Bono sería de veinte dólares, lo que es otra evidencia del nivel de improvisación de las medidas económicas y la inquietud que debió generar en Miraflores las primeras reacciones a los anuncios.

Lo ocurrido el 1 de mayo en Venezuela pone a nuestra nación en el último escalafón en los salarios en la región y uno de los más bajos del mundo, condena a la pobreza a quienes dependen de su trabajo en la administración pública, margina a los pensionados del país que no tienen derecho a los Cesta Ticket y le quita beneficios a los trabajadores al no incluirse los llamados “bonos” en las prestaciones sociales. Todo esto en medio de una parafernalia oficial que celebra el origen sindical y obrero del líder máximo de una revolución que llegó al poder levantando, entre otras banderas, el de las luchas sindicales y donde Hugo Chávez criticó las “bonificaciones” como estrategia engañosa para compensar el salario sin aumentar las jubilaciones.

Lo ocurrido en el país a comienzos de este mes, afectará a la administración pública al empujar a sus trabajadores a ausentarse de sus puestos de trabajo o abandonar definitivamente sus cargos, tendrá efectos muy concretos sobre la calidad de los servicios públicos, desmantelará los restos de la educación pública venezolana y su sistema sanitario, mantendrá a los trabajadores movilizados y expulsará a miles de venezolanos fuera de su patria, familias que deberán buscar subsistir en otras partes del mundo, todas estas consecuencias  de un sistema de gobierno que carece de una política económica coherente y que ha apelado a la represión como la única y quizás más efectiva estrategia para garantizar la “paz” en la calle.

A la estela del escándalo de corrupción que se desveló en el interior de la industria petrolera venezolana, con un estimado de 3 mil millones de dólares perdidos (hay quienes elevan esta cifra hasta los 9 mil millones, e incluso más, gracias a la ausencia de datos oficiales) es imposible considerar que la precariedad de los salarios en el país se debe a las sanciones y el bloqueo imperial. La miseria a la que fuimos condenados el 1 de mayo fue una decisión política, improvisada, embadurnada de argumentos ideológicos endebles, una imposición que demuestra la desconexión del régimen con el país y un acto de doloroso cinismo en el que se exige a las mayorías una “resistencia” que los poderosos no son capaces de practicar.

La humillación que vivimos aquella tarde nos recuerda la certeza de que la única posibilidad que tienen los venezolanos para vivir en su país está en la capacidad que tengamos para organizarnos, de manera solidaria, con los gremios y sindicatos que siguen movilizados en la calle y, sobre todo, en la medida que sigamos trabajando por el cambio pacífico que desean la mayoría de los venezolanos.

Sólo el regreso de la democracia, con todas las garantías políticas que conllevan, los trabajadores tendrán la capacidad de exigir y negociar sus condiciones laborales dentro de una economía que ofrezca garantías para el emprendimiento y reglas de juego claro para los inversores.

Luchar por este cambio ha sido y seguirá siendo nuestro compromiso.

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Fuente e Imagen: https://www.elnacional.com/opinion/la-estafa-del-primero-de-mayo/

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Primero de Mayo y la esperanza

Por: Roberto Patiño

Para muchos venezolanos que aspiran a poder vivir de su trabajo honesto, aparece nuevamente la fecha del Primero de Mayo como un hito en el calendario, un día en el que la esperanza se atrinchera con la ilusión de que se tomen las decisiones necesarias para que los trabajadores dispongan de un sueldo digno.

Una aspiración que año a año es traicionada, como lo demuestra la pasiva indiferencia del Estado ante los reclamos de los trabajadores movilizados, la burla de pretender compensar los salarios con bonos entregados de manera arbitraria sin cotizar en las prestaciones sociales y las estrategias emprendidas por el régimen, a través del Instructivo Onapre, con la que se les desconoce décadas de luchas sindicales en toda la administración pública.

Con el paso del tiempo, el Primero de Mayo se está convirtiendo en Venezuela en una fecha que ha perdido su razón de ser, un día donde solo se celebra los protocolos y los gestos vacíos.

Por un lado vemos a un régimen que afirma estar al lado de la clase trabajadora, ser consciente de sus luchas, mientras recibe las bendiciones de los empleados movilizados a la fuerza delante las cámaras de Venezolana de Televisión. En la otra esquina de la realidad, observamos a buena parte de la administración pública sometida al hambre, acosada por grupos violentos en sus protestas, donde sus líderes son detenidos de manera arbitraria y donde la deserción laboral parece ser la única vía que pueden asumir todos los padres de familia responsables. Todo un sainete que convocaría a la carcajada si no fuera tan lamentable la situación a la que están sometidos los trabajadores honestos que dependen del Estado.

Si algo hemos aprendido con las malas noticias en torno a la corrupción en Petróleos de Venezuela y el sistema judicial venezolano, es que el Estado ha dispuesto de recursos suficientes para garantizar salarios dignos, pero fue una decisión política no hacerlo: el dinero siempre estuvo allí, pero era utilizado para financiar a las diversas camarillas que sustentan el poder del régimen. Ni el llamado “bloqueo” ni la corrupción son argumentos creíbles con los que se pueden defender los voceros del poder.

A pocos días del Primero de Mayo, la esperanza no debe estar al lado de la voluntad del poderoso, debe enfocarse en la organización y apoyo a los gremios movilizados en las protestas de los últimos meses.

Debemos estar allí junto a ellos, al lado de los trabajadores de la salud, junto a Mauro y Pablo Zambrano; a la líder sindical Zenaida Figuera de Sunep-Sas; Luis Cano y Carlos Julio Rivera, representantes de pensionados y jubilados; Elsa Castillo y Edgar Machado, líderes del gremio educativo; y junto a todos ellos, los trabajadores, la sociedad civil organizada y los nuevos liderazgos que se construyen de abajo hacia arriba. El esfuerzo coordinado y solidario con nuestros trabajadores en la calle es el mejor tributo que podemos dar en esta fecha. La esperanza debe movilizarnos en nuestras luchas pacíficas por el cambio democrático que quiere la mayoría de los venezolanos. Sólo en democracia, con plenas libertades, se puede comenzar a reconstruir un sistema en el que los trabajadores puedan vivir dignamente y el Primero de Mayo vuelva a ser una fecha importante.

Fuente e Imagen: https://www.elnacional.com/opinion/primero-de-mayo-y-la-esperanza/

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Alianza por la Educación

Por: Roberto Patiño

El martes 24 de enero la organización no gubernamental Fe y Alegría presentó a los venezolanos Alianza por la Educación, un proyecto que aspira a crear un pacto social que convoque a los mejores talentos en un proyecto para salvar la educación en Venezuela.

La propuesta, en construcción en estos momentos, busca crear alianzas con las familias, las comunidades, organizaciones de la sociedad civil, ONG, empresarios, periodistas, universidades y partidos políticos que deseen suscribir un compromiso real ante la situación educativa en el país. Formar una nueva cohorte de educadores, facilitar la formación docente a los profesionales de otras áreas que quieran servir en el sistema, contribuir con propuestas para la actualización del pensum de formación, acompañar al gremio docente en sus luchas pacíficas por mejores condiciones de trabajo y establecer alianzas educativas con el sector privado, universidades, centros de investigación y medios de comunicación, son algunas de las ideas de un plan integral, urgente y necesario para garantizar un futuro para los venezolanos.

En estos días hemos acompañado en la calle al gremio docente en sus luchas por sueldos dignos y mejores condiciones laborales, estamos conscientes del compromiso que tienen estos profesionales para mantener los colegios abiertos en medio del desprecio que ha demostrado el régimen por su trabajo, pero el problema educativo en Venezuela va más allá de un salario justo y unas obras de cabilla y cemento en los centros educativos. Estamos atados a un pensum de estudio con más de quince años de retraso, según datos de Fe y Alegría; nuestros planteles carecen de tecnologías necesarias para la formación de jóvenes aptos para el exigente mercado laboral  y, lo que es más grave por sus implicaciones en el futuro, necesitamos una generación de al menos 256.000 nuevos profesores, según las investigaciones de la Universidad Católica Andrés Bello, que cubran las vacantes originadas por los profesionales que debieron de huir de sus puestos de trabajo para garantizar un futuro para sus familias.

Sabemos muy bien que la obra es titánica y urgente, un compromiso que nos debe mover a todos los venezolanos que persistimos en la fe y la certeza de que nuestro país se merece un futuro digno.

En nuestra experiencia en Mi Convive, hemos conocido de primera mano la importancia que tienen los centros educativos en la vida de las comunidades. El colegio (y la cancha deportiva) son los espacios por excelencia de la vida comunitaria, desde allí suelen nacer la verdadera organización popular que convocan a las familias y vecinos de la comunidad, la educación de un chamo, el futuro de nuestros hijos es el mejor aliciente para sumar voluntades y comprometernos por nuestro futuro; a la sombra de los colegios es donde se organizan las comunidades y se construyen los liderazgos populares. Lo sabemos muy bien, Alimenta la Solidaridad nace como un esfuerzo para atender la inseguridad alimentaria y con ello contener la deserción escolar con el apoyo de las comunidades organizadas. Por su parte Mi Convive, se ha enfocado en la recuperación de espacios deportivos, el fortalecimiento del proceso educativo, el apoyo a las independencia de nuestros jóvenes y el apuntalamiento de los liderazgos populares, entre otros esfuerzos que la comunidad ha asumido como propios en búsqueda de un mejor futuro. Una diversidad de iniciativas de trabajo por el cambio que tienen siempre como referencia y centro de sus preocupaciones, la escuela, los muchachos, en definitiva, recurso más valioso por nuestro futuro.

Un país ata su supervivencia a la calidad de la educación que se imparte en sus colegios y esta convocatoria que hace Fe y Alegría a través de la Alianza por la Educación debe involucrarnos a todos los que queremos trabajar por el cambio en Venezuela.

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Fuente e Imagen: https://www.elnacional.com/opinion/alianza-por-la-educacion/

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Los jóvenes no son nuestro futuro, son nuestro presente

Por: Roberto Patiño

Tras dos años de pandemia, el lunes 3 de octubre las clases presenciales volvieron a Venezuela, sin lugar a dudas una buena noticia para muchos venezolanos conscientes de la necesidad de recuperar la normalidad en la vida cotidiana y para quienes están conscientes del esfuerzo que tendremos por delante para recuperar el tiempo que se perdió durante este lapso académico, donde la educación a distancia mostró sus debilidades en una sociedad como la venezolana, alejada de las capacidades tecnológicas necesarias para trasplantar el liceo a la casa.

Como es natural el hecho fue celebrado por la red de medios públicos, quienes aprovecharon la fecha para hacer actos de campaña mostrando la recuperación de los liceos, celebrando la buena disposición del gremio docente y anunciando su compromiso de apoyar a las familias venezolanas con la vuelta a clases, un proceso que ha convocado a las aulas a más de 8 millones de niños y jóvenes, según cifras oficiales.

Denimar tiene sus dudas sobre este ánimo de celebración. Con doce años de experiencia como docente en un liceo en Nuevo Horizonte, Caracas, la profesora nos advierte que el regreso a clases es un reto muy grande. En principio las condiciones salariales y laborales que se le han impuesto al gremio docente ha hecho que muchos profesionales estén perdiendo su compromiso para atender un proceso educativo con las peculiaridades como el venezolano, donde falta personal en los colegios, donde muchos alumnos no cuentan con una red de apoyo familiar que lo acompañe durante su educación y donde es necesario, en muchos casos, retomar casi en el mismo punto donde se interrumpió las clases con la llegada del covid 19 en 2020. ¿Cómo puedes exigirle a un maestro atender aulas repletas de muchachos con necesidades pedagógicas específicas, cuando tiene que buscarse la vida al salir del liceo?, se pregunta Denimar quien para sobrevivir, al salir de clases, tiene que llenar su día con tareas dirigidas en su casa y con los pedidos en repostería que tiene que atender, iniciativas que ha emprendido en los últimos años para tratar de cuadrar las cuentas familiares. Y es que solo para cubrir la compra de útiles escolares y uniformes para su hija, con el salario que devenga como maestra, tendría que trabajar un año entero.

No tiene tiempo para nada que no sea trabajar, reconoce.

Quienes se dedican a la docencia, nos recuerda Denimar, lo hacen por vocación, pero el compromiso no es correspondido. La eliminación de los incentivos la llevó a la calle, junto a sus compañeros, en contra del llamado Instructivo Onapre, una causa justa que de momento no ha tenido un final feliz para el gremio docente, que se ha tenido que conformar, al parecer y por ahora, con un bolso y unos zapatos. Sin embargo no tira la toalla, hay mucha lucha que dar y “los buenos somos mayoría” nos dice.

El optimismo de Denimar es genuino. Desde hace meses participa en los talleres de formación para líderes comunitarios en Mi Convive y ha encontrado en estos espacios, muchas coincidencias con su vocación docente: hay que aprender a formar a los niños en el aula, a la gente en la calle, aprender a tener una meta en común, defender pacíficamente lo que es tuyo, trabajar en el espacio comunitario por una mejor calidad de vida, por el país que queremos.

El enorme parecido que existe entre el colegio como espacio de formación y crecimiento personal y la comunidad, lo “público”, como el lugar para formación los ciudadanos en valores, es evidente. En nuestros años de experiencia en Mi Convive hemos aprendido que la escuela es donde se concentra el reservorio de los valores democráticos de nuestro país, es un punto de encuentro para el trabajo compartido, voluntario, para la puesta en marcha de proyectos comunes, es el lugar donde se resume lo mejor de la vida comunitaria. El liceo es el corazón de una comunidad, el punto de partida donde se atan voluntades y se trabaja por el futuro. Todo lo que se haga en torno al aula de clases redunda en beneficio de los niños y jóvenes y es un lugar para la organización popular que lucha por el cambio en el país.

Invertir esfuerzo, tiempo y recursos en la escuela, en los maestros, en los padres que acompañan a sus hijos en su formación, es una forma de trabajar por el bien común de todos en la comunidad. Bien nos lo dijo Denimar: los niños no son nuestro futuro, ¡son nuestro presente!

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El drama de la vuelta a clases

Por: Roberto Patiño

No bastó con las amenazas de su madre, ni las explicaciones de que no tenían tiempo, que aquella era su parada y debían abandonar el vagón del Metro de Caracas lo antes posible; la niña seguía atornillada al piso, jalándola de la mano, exigiendo a su madre que la acompañara a saludar a su maestra, a la que había visto al final de la unidad. Así lo recuerda Yuleima, 43 años, profesora y líder comunitario de Casalta 2: “Dejamos una impresión muy fuerte en los jóvenes, es una gran responsabilidad la que tenemos los maestros, un compromiso de vida”.

Yuleima comenzó a ejercer su vocación de docente tarde, reconoce, hace apenas diez años, tras superar retos inesperados en su vida. Nunca dudó que podía alcanzar su meta, la constancia en el trabajo fue un valor que aprendió desde muy joven en la casa y en la escuela; sin embargo cada día es más difícil cumplir con esa vocación.

Ella, al igual que todo el gremio docente venezolano, ha visto disminuir sus ingresos desde que el Estado decidió aplicar el llamado Instructivo Onapre, unas tablas salariales, escritas por fuera de los márgenes del ordenamiento jurídico venezolano, que desconocen los logros sindicales del magisterio al suprimir bonos e incentivos, un instrumento que el TSJ calificó como inexistente, pero que es usado en todas las quincenas para quitarle parte de su salario. “Hay desánimo entre las maestras, se lamenta, hay quienes dicen que ganan más dinero vendiendo café en la calle que atendiendo un salón con treinta chamos”, nos dice, mientras saca cuentas y repite lo que hemos escuchado todos estos días en las calles de Venezuela: “Nos merecemos un salario digno, tener nuestro dinero para comprar nuestra comida, nuestras cosas, tener una vida”, con ese Instructivo “nos meten mano en nuestra cartera y nos piden un sacrificio que ellos no son capaces de hacer”.

Yuleima sabe que está ante un año complejo, la educación pública en Venezuela se ha convertido en un reto para los docentes, padres y jóvenes. Las instalaciones de su unidad educativa no están completamente reparadas, dejaron las obras por la mitad “y nos llaman todos los días para que hablemos con los padres y representantes, para que pidamos materiales para la escuela, un martilleo constante –se queja–. ¿Cómo voy a pedirles a unos padres que nos compren unos bombillos si a veces mandan a sus hijos con un vaso de agua como desayuno?”.

Con una inflación anual del 155% sobre los alimentos, según el Banco Mundial, Venezuela es el tercer país con mayor inflación alimentaria del mundo, una realidad que expone a los niños y jóvenes a una situación de inseguridad nutricional que afecta su crecimiento y su educación. “Tú no puedes prender un carro sin gasolina, un chamo no puede estudiar con hambre”, nos dice Yuleima quien afirma estar alarmada, las secuelas de la pandemia se sienten en el nivel educativo de sus alumnos, la educación a distancia no funcionó, se lamenta, “los muchachos lo que hacían era transcribir las tareas que los padres les hacían”, hay mucho que hacer en muy poco tiempo, “antes de terminar el curso, antes de que se vayan del país”, comenta mientras lleva la lista mental de los nueve alumnos que se fueron de Venezuela antes de culminar las clases.

Ahora Yuleima comparte su responsabilidad y divide su tiempo con otra vocación: el trabajo comunitario. Es egresada de la Segunda Corte de la Red Solidaria y en la actualidad, con el apoyo de sus vecinos y amigos, y con la fuerza que le dio una comunidad organizada, pudo abrir un comedor de Alimenta la Solidaridad en su casa y por allí pasan, de lunes a viernes, sesenta niños. “Ellos son el país, sin ellos Venezuela se va a pique y hay que darles todo el apoyo que necesitan, hacerles crecer el sentido de pertenencia, de madurez e inclusión”. “Vendrá un cambio en el país”, nos dice, “los venezolanos somos gente trabajadora y nos merecemos cosas buenas, la gente está cansada y quiere cambio, por eso es necesario que los chamos sigan estudiando, cuando uno se esfuerza los sueños se cumplen, yo pude ser maestra”, concluye mientras reconoce que, pese a las dificultades, volverá al aula de clase en el próximo curso, los niños de su colegio la siguen buscando en la calle o en un vagón del Metro y es un compromiso que no puede ni quiere eludir.

Volver a clases en Venezuela es un reto para la mayoría de los venezolanos, un compromiso por el futuro que exige el mayor esfuerzo de las familias, profesores y comunidades, una apuesta cierta por el futuro, una necesidad para avanzar el cambio que tanto necesita Venezuela. Somos un país que se merece cosas buenas y desde Mi Convive seguiremos trabajando en el apoyo a estos nuevos líderes y activistas que se comprometen por el futuro que tanto necesitamos y que nos merecemos todos.

Este es nuestro compromiso.

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Seis años de Alimenta la Solidaridad: ¡valientes todos!

Por: Roberto Patiño

Para Elva Ramos existen dos experiencias que la marcaron, unas coordenadas de un mapa desde donde reconstruye los aprendizajes más importantes que la han definido a los 36 años de vida, “dos cosas que me marcaron para siempre y que agradezco”: el primero de ellos, su decisión de salir de Caja Seca, Zulia, con apenas 19 años, para buscar una mejor vida para su hija y el haber ingresado, hace 6 años, a un comedor de Alimenta la Solidaridad en La Vega, Caracas. Ambas experiencias, nos dice, definieron su vida.

Elva es una de las madres voluntarias que ha estado desde el principio apoyando el proyecto Alimenta la Solidaridad, que en su origen estuvo dirigido a brindar apoyo nutricional a los niños y jóvenes más afectados por la crisis humanitaria en Venezuela. Este proyecto tiene en su esencia el impulsar líderes comunitarios como ella. Es un proyecto que promueve la corresponsabilidad y la calidad en todo lo que se hace. Es un proyecto que contrasta con lo regalado y de mala calidad. 6 años de un recorrido que ha permitido llegar a 240 comunidades y que ha alcanzado, a través de sus comedores, a 18.000 beneficiarios en todo el país. Una iniciativa que se ha enraizado en las comunidades y que gracias al apoyo e influencia de los liderazgos que se consolidan en los sectores populares, se ha venido diversificando a través de los años con nuevas tareas y mayores retos.

Así lo explica Elva, el comedor en el que trabaja como voluntaria es mucho más que un almuerzo para 72 beneficiarios en el sector Sinaí de La Vega, es un lugar de encuentro donde se comparte, se habla y escuchan a los vecinos, se exploran iniciativas de trabajo para mejorar las condiciones de vida y se coordina un esfuerzo por el futuro. A la distancia que da el tiempo, nos sigue sorprendiendo cómo un proyecto como el de Alimenta es apropiado por la comunidad, adquiriendo un sentido propio que convoca a todos, superando las alcabalas ideológicas. Ha sido nuestra experiencia y nuestra mayor certeza que la vocación democrática que sobrevive en el venezolano coincide y se refuerza con el compromiso de servicio de quienes trabajan en Alimenta la Solidaridad.

Si pudiera hablar con su yo más joven, aquella que se asomó siguiendo el ímpetu de su curiosidad a uno de los comedores de Alimenta la Solidaridad, hace seis años, Elva se diría a sí misma que lo más importante es superar el miedo, aquel mantra de mensajes que a veces arrastramos en nuestra conciencia y que insiste en decirnos que no podemos, que no es posible, que no se puede… en el comedor, en los talleres de formación para madres y padres, en los espacios de encuentro de mujeres, en los planes de refuerzo educativo que se imparten en los espacios de Alimenta la Solidaridad, ha aprendido a silenciar esos mensajes y ha comprendido la importancia de trabajar y ser valiente ante los retos que tenemos como país.

“Somos un pueblo de valientes”, nos dice con énfasis mientras conversamos junto a un café. Han sido valientes los que se han ido para buscarse un futuro para sus familias, han sido valientes los que nos quedamos luchando en Venezuela, hemos sido valientes todos, porque todos queremos cambios.

Al igual que muchos venezolanos, Elva comparte la melancolía de vivir en una familia dividida por la migración, pero la tristeza ha dejado de acosarla, ya no puede rendirle su acostumbrado tributo en lágrimas, no tiene tiempo para ello. La esperan todos los días, ¡bien temprano!, en el comedor. “Hay que seguir luchando por el país”, nos dice poniendo fin a la conversación mientras mira el reloj de su teléfono. “Cuando esto mejore, ya volveremos a estar juntos”.

Fuente e Imagen: https://www.elnacional.com/opinion/seis-anos-de-alimenta-la-solidaridad-valientes-todos/

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¿Vuelta a clases?

Por: Roberto Patiño

Hace un par de semanas el régimen ordenó la vuelta a clases presenciales en todo el país.

El anuncio fue presentado por la red de medios públicos como una evolución natural de los logros de la revolución frente a la pandemia, el resultado positivo de la inversión pública en la recuperación de los liceos y enmarcado dentro de un aumento salarial a los docentes que fue acordado, señalaron, con el apoyo de todos los gremios y sindicatos. Toda una emotiva declaración de principios que no puede ocultar la gravedad del sistema educativo venezolano.

Lo que no dijeron durante el evento es que, según información de los propios profesores, agrupados en torno a la Federación Venezolana de Maestros (FVM), de 27.000 liceos que hay en el país, el Estado venezolano sólo ha invertido recursos en 5.000, mientras que los más elementales servicios públicos en la mayoría de los colegios, como el agua, tan necesaria en medio de una pandemia que no ha sido erradicada, sigue agravándose, como queda demostrado con el hecho de que en cada diez centros educativos, ocho no tienen agua corriente. La educación en Venezuela, han advertido los profesionales que están sobre el terreno, es de colapso.

A esta realidad que no aparece reflejada por las pantallas de VTV hay que sumarle el hecho de que la tabla salarial de los docentes fue “aprobada” por el Ejecutivo de espalda a los profesionales de la educación, pasando por encima de años de luchas y reivindicaciones laborales. Este acto de fuerza sobre el gremio educativo impuso unas tablas salariales donde un Docente Tipo III, devenga un salario mensual de 82 dólares, mientras la Canasta Alimentaria está en 455 dólares al mes. Los maestros venezolanos tienen suficientes razones para pensar en abandonar los liceos, es un gremio al que no se le puede exigir más de lo que han dado por el país en los últimos años.

El grave estado del sistema educativo coincide con la publicación del informe de Cecodap y la Agencia PANA, donde señalan, entre otras cosas, que la pobreza, el hambre, la violencia doméstica y la deserción escolar, son factores de riesgo para que niños y adolescentes sean reclutados por megabandas delictivas que operan en el país. Un riesgo que nuestra sociedad no puede tolerar.

En nuestro trabajo en las comunidades, junto a nuestros líderes, apoyando la verdadera organización comunitaria, sabemos que la escuela, junto a la cancha deportiva, es el corazón de la comunidad, una coordenada geográfica y existencial donde ocurre el encuentro de los vecinos, donde nacen y se llevan adelante los proyectos que surgen al calor de los nuevos liderazgos.

El liceo es el centro de la vida social de muchas comunidades y las organizaciones que trabajan en torno al liceo, apoyando a los niños, padres y docentes, tienen un alcance limitado que no puede ni aspira a sustituir las obligaciones que tiene el Estado, por más importante que sea su misión.

El Estado debe cumplir con su deber de garantizar las condiciones de trabajo en los centros educativos, dando un sueldo de calidad a los docentes y desarrollando, junto a los profesores, padres y comunidad educativa, un pensum de estudios acorde a los tiempos que vivimos, una exigencia para la cual el régimen que gobierna Venezuela no está preparado.

Nosotros seguiremos en la calle, apoyando el trabajo de las comunidades educativas, los maestros y padres, colaborando en los esfuerzos que emprenden muchos líderes para evitar que nuestros colegios sean desmantelados de manera definitiva y, sobre todo, luchando para lograr el cambio pacífico y democrático que necesita Venezuela para colocar a la educación pública, en el centro del debate y de las obligaciones de nuestro país.

Este es nuestro compromiso.

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