Formación de conciencias para construir nuevas realidades

René Rojas González

Introducción

Recorriendo la selva amazónica, podemos encontrarnos con un asentamiento humano que lleva por nombre Madre Cristina, ubicado en el municipio de Ariquemes, en el estado de Rondônia, Brasil. Madre Cristina, en honor a una monja que emprendió una lucha comprometida por los pobres.

¿Qué tipo de asentamiento humano es éste? Se trata de uno de los espacios conquistados por el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), movimiento social de corte campesino y de espectro nacional sumamente consolidado que al llegar a sus 26 años de existencia –cuenta con 29 años actualmente- organizó y ofreció una opción de vida a más de 1.5 millones de personas en 23 estados y en el Distrito Federal. (Secretaria Nacional do MST; 2010: 10 y 11)

El MST es “…un movimiento social, de masas, autónomo, que busca articular y organizar a los trabajadores y trabajadoras rurales y a la sociedad para conquistar la Reforma Agraria y un Proyecto Popular para Brasil”, que “…a través de su organización, luchas y conquistas, busca construir permanentemente una sociedad socialista cimentada en el ser humano, en el respeto al medio ambiente y en los valores de la solidaridad, compañerismo, igualdad e indignación contra cualquier forma de injusticia”. (MST-CE; s/f: 8 y 9)

Lo anterior nos invita a pensar que, en consecuencia, el Madre Cristina es un espacio que se ha planteado regirse por una lógica diferente, una lógica que busca despegarse de las relaciones sociales capitalistas que enarbolan la “igualdad entre los individuos” y que conducen al “progreso”. Para ello, es preciso partir de una idea distinta, que al mismo tiempo es uno de los objetivos del MST y probablemente el que mejor expresa de manera concreta su entendimiento por reforma agraria: “garantizar que la tierra, un bien de todos, esté al servicio de toda la sociedad”. (MST-CE; s/f: 10)

Con base en estos preceptos, la realización de una estancia y el recurrir a la teoría, uno va entendiendo que existen diferentes ámbitos en la dinámica cotidiana de las vidas de los asentados, confluyendo en lo que he llamado la formación de conciencias: un proceso complejo donde la fórmula “práctica-teoría-práctica”, orientada por el MST, conduce a una transformación de la realidad de las personas.

 

La Lucha Social del MST desde la Teoría

Anclando el análisis en la teoría, resulta de gran utilidad retomar al gran pensador brasileño Paulo Freire, de tal forma que puede interpretarse que el MST es reflexión sobre la práctica en una realidad concreta que conduce a la teorización de esa realidad para que, a través de la acción –una nueva práctica-, sea transformada, materializándose una realidad imaginada.

Siguiendo la línea de Freire, la imaginación y concreción de una nueva realidad exige un proceso de liberación; pero, ¿liberarse de qué? De “la imposición de la opción de una conciencia a otra” (Freire; 1970: 28), de una prescripción –en palabras del autor- en la que una conciencia es receptora de la conciencia opresora, generando un comportamiento obediente de los oprimidos a las pautas de los opresores.

Para Freire, la libertad es una conquista y no una donación, es una búsqueda permanente en el acto responsable de quien la realiza, es partir de la premisa de que al no ser libre se lucha por conseguirla y no que se tenga la libertad para ser libre, es una “condición indispensable al movimiento de búsqueda en que se insertan los hombres como seres inconclusos”. (Freire; 1970: 28)

Por lo tanto, la superación de la situación opresora “implica el reconocimiento crítico de la razón de esta situación, a fin de lograr, a través de una acción transformadora que incida sobre la realidad, la instauración de una situación diferente, que posibilite la búsqueda del ser más” (Freire; 1970: 28), lo que significa la tarea de los oprimidos de partir de su ser menos al ser más de todos, dado que la situación opresora afecta tanto a opresores como a oprimidos.

De esta forma, estamos frente a un movimiento social en Brasil organizado por trabajadores y trabajadoras rurales, conscientes de una opresión hacia ellos y ellas, y que, por tal motivo, deciden actuar por una liberación, a través de la ocupación de tierras que legalmente no les pertenecen, frente a los que consideran sus opresores, entre los que figuran hacendados, gobiernos y empresas transnacionales. Es así que se va forjando una formación de conciencia en el campesino sin tierra.

 

Primeros Significados para la Formación de Conciencias

Retomando el aspecto legal, desde el trabajo de la socióloga chilena Marta Harnecker, podemos conocer sus implicaciones profundas, mismas que van insertándose en dicha formación de conciencia. La autora expone que el razonamiento de los Sin Tierra es, retomando a João Pedro Stédile y Frei Sérgio, que “…la ley protege la propiedad privada de un latifundio que concentra la tierra, produce poco e impide el acceso de millones de personas a una vida digna… Es una ley injusta. Y ningún ser humano está obligado a obedecer leyes injustas. Desobedecer pública y deliberadamente una ley considerada injusta es, desde hace muchos siglos, un instrumento de lucha de los movimientos populares contra esas leyes y a favor de la vida.” (Harnecker; 2002: 50).

Por lo tanto –y nuevamente apelando a Stédile y Frei Sérgio-, “…la ocupación es legítima, primero, porque está motivada por la defensa de la vida y por la conquista de los instrumentos para conseguir la supervivencia; segundo, porque es practicada por personas que la sociedad ha marginado y tercero, porque se realizan en tierras improductivas que no tienen un significado económico para su dueño ni para la sociedad”. (Harnecker; 2002: 50)

En síntesis, el porqué de este ejercicio de reflexión-acción –retomando a Freire- sobre la realidad concreta que el Movimiento hace es el siguiente: por causa de una ley que al ser injusta –la conciencia de la opresión- legitima la acción de la ocupación de la tierra –el actuar por la liberación- en aras de alcanzar la supervivencia y el acceso a una vida digna –la realidad imaginada.

 

La Pedagogía en la Acción y sus Implicaciones para la Conciencia

Es justamente sobre aquella visión de ocupación que surge, al igual que cientos de asentamientos en Brasil, el Madre Cristina. Y así como existe una recuperación de significados en lo que respecta a lo legal, el acto mismo de ocupación ya se traduce en un gran impacto, digno de ser rescatado para la formación de la conciencia del Sin Tierra.

En este sentido, resulta muy provechoso lo que retoma Harnecker de Salete Caldart: “…la acción de ocupar un latifundio representa una clara desobediencia que implica un cambio enorme en la vida del sin tierra: éste rompe con su tradición de obedecer siempre a otro: al patrón, al padre, al alcalde, y bajar la cabeza; rompe con dos sentimientos muy fuertes en la vida del campesino: el miedo y el conformismo”. Asimismo, “…con la ocupación se vuelve palpable la lucha de clases: para los hombres y mujeres del MST el enfrentamiento que se vive al ocupar la tierra de un latifundista, es una vivencia que ayuda a la formación de la conciencia de clase del campesino: antes de cortar el alambre y entrar a la tierra, el trabajador puede ver claramente la contradicción y la diferencia de clase: de un lado, el latifundio improductivo, la burguesía altiva y la policía de su parte; y del otro, los trabajadores sin tierra, pero organizados”. (Harnecker; 2002: 51)

Además, Harnecker resalta, basándose igualmente en la autora mencionada, un cambio de valores: “…al ocupar una tierra, de alguna manera los sin tierra están rompiendo con el valor supremo de la propiedad privada, y le están diciendo a la sociedad, y a sí mismos, que la tierra debe estar subordinada a valores como la vida y el trabajo [cursivas mías]. De esta forma, se van destruyendo algunos valores y se recuperan o construyen otros, como el de la organización”. (Harnecker; 2002: 51) Así, “la ocupación permite aglutinar a las familias campesinas y hacerlas vivir en carne propia la importancia de la organización para llevar adelante una ocupación exitosa y luego poder sobrevivir”. (Harnecker; 2002: 52)

De esta forma, las ideas recién expuestas confluyen con los conceptos que se han venido desarrollando: la diferencia de clase que el Sin Tierra percibe frente a él, en el terreno, en la realidad concreta, alimenta como nunca la conciencia de la opresión; si bien difícil porque se trata de un cambio enorme en su vida, en su tradición, en su costumbre, debe desobedecer para vencer el miedo, el conformismo, el valor de la propiedad privada, debe ocupar, actuar por la liberación, que encuentra su legitimidad en la defensa de los valores de la vida, el trabajo y la organización para la sobrevivencia.

 

El Lugar en el Posdesarrollo y sus Implicaciones para la Conciencia

Anteriormente, hemos hablado de que la formación de conciencias conduce a una transformación de la realidad. Ésta permitiría la materialización de una realidad imaginada, lo que en términos del MST significa alcanzar la supervivencia y el acceso a una vida digna. Retomando el aspecto teórico, cabe aquí la posibilidad de rescatar el concepto de lugar del antropólogo colombiano Arturo Escobar. La formación de conciencias, con miras a la transformación de la realidad, crea lugares, en los cuales se construyen nuevas realidades que apuestan por un actuar y un pensar que va más allá del desarrollo en su concepción tradicional.

Entonces, ¿podría perfilarse el asentamiento Madre Cristina como un lugar? Veamos un poco más de cerca. Escobar parte de preguntarse sobre “…las condiciones que permitirían prácticas basadas-en-el-lugar para crear estructuras alternativas que les ofrecieran una oportunidad de sobrevivir, y de crecer y florecer” (Escobar; 2000: 135) y halla respuestas en Arif Dirlik. En una primera parte, las condiciones para llegar a dichas estructuras alternativas son “…la proyección de lugares hacia espacios para crear nuevas estructuras de poder… de manera de incorporar los lugares a su propia constitución”, así como “la liberación de imaginarios no-capitalistas para que formen parte de la constitución de economías y estructuras económicas, y defender las culturas locales frente a la normalización por culturas dominantes para que puedan convertirse en fuerzas políticas y de vida efectivas”. En una segunda parte, el cumplimiento de estas condiciones exige, a su vez, una condición: los lugares deben “…proyectarse hacia espacios que son actualmente del dominio del capital y la modernidad”. (Escobar; 2000: 135)

Dicho de otra forma, es preciso un pensamiento alternativo al sistema imperante para que las prácticas basadas-en-el-lugar sean posibles, cuestión que se logra apuntando a los espacios dominados por el capital y la modernidad, que en el MST se traduce en la ocupación del latifundio.

Buscando entender el lugar, Escobar nos señala, sin embargo, que casi toda la teoría social convencional le ha restado énfasis a la construcción cultural de este concepto, por prestar atención al “…proceso abstracto y aparentemente universal de la formación del capital y del Estado”, de tal forma que “…ha hecho invisibles formas subalternas de pensar y modalidades locales y regionales de configurar el mundo”. (Escobar; 2000: 116)

En estas circunstancias, resulta pertinente definir al lugar. Escobar expone que “las mentes se despiertan en un mundo, pero también en lugares concretos, y el conocimiento local es un modo de conciencia basado en el lugar [cursivas mías], una manera… específica de otorgarle sentido al mundo”. (Escobar; 2000: 125) Así, ante la desaparición del lugar por el interés en la globalización, el autor resalta la existencia de trabajos que procuran superar esta paradoja a través de un esclarecimiento epistemológico en las teorías de la globalización, al tiempo que se dirigen hacia una conceptualización para pensar más allá del desarrollo [cursivas mías], es decir, un posdesarrollo [cursivas mías] que es más favorable a la creación de nuevos tipos de lenguajes, comprensión y acción. (Escobar; 2000)

Siguiendo esta línea, en términos espaciales –o mejor dicho, de lugares- y culturales, son tremendamente valiosos para el entendimiento del posdesarrollo el siguiente par de argumentos concretos formulados por Escobar: el posdesarrollo, en el ámbito espacial, “…es una ayuda para reaprender a ver y revaluar la realidad de las comunidades en Asia, África y Latinoamérica,” y, en el ámbito cultural, es “un intento de despejar un espacio [cursivas mías] para pensar otros pensamientos [cursivas mías], ver otras cosas, escribir otros lenguajes”. (Escobar; 2000: 125) Por lo tanto, retomando lo que se plantea en los trabajos a los que hace alusión el autor, el lugar se opone al dominio del espacio y el no-capitalismo se opone al dominio del capitalismo como imaginario de la vida social.

Buscando sintetizar, podemos identificar entonces que el latifundio, nuevamente dentro de una consciencia de la opresión, es el espacio dominado por los opresores, por lo que se necesita que los oprimidos despejen ese espacio, actuar por liberarlo, en el caso del MST, que lo ocupen, para pensar otros pensamientos, para respetar el conocimiento local, en el que se posdesarrollan nuevos tipos de lenguajes, de comprensión y de acción, que son un modo de conciencia basado en el lugar. Se torna necesario sustituir el espacio por el lugar con el fin de ejercer una liberación de la opresión.

Volviendo a los conceptos iniciales, se hace necesaria una formación de conciencias nutrida por la búsqueda de la sobrevivencia, de la vida digna, así como nutrida por el impacto del acto de ocupar, basado en dicha búsqueda. Esta nueva conciencia (con)formada, en aras de alcanzar la sobrevivencia, la vida digna, opta por el pensamiento de pensamientos alternativos y el desempeño de nuevas prácticas en el lugar, en el espacio ocupado, es decir, opta por un posdesarrollo, que terminará por incorporarse a la propia formación de conciencias. Por lo tanto, la formación de conciencias incide en el posdesarrollo, al tiempo que el posdesarrollo incide en la formación de conciencias.

Si, como vimos en un principio, el MST es un movimiento social que apuesta por la construcción permanente de una sociedad socialista y por la garantía del acceso a la tierra para todos, si esto ha empujado al Movimiento a la conquista del espacio dominado por el capital, si lo ha conducido a pensar y actuar por una nueva realidad, el asentamiento Madre Cristina puede ser ejemplo de la construcción del lugar, de la construcción de posdesarrollo.

Por tal motivo, sin abandonar el marco teórico que hemos venido desarrollando, es tiempo ahora de recurrir a la vivencia de la estancia realizada en el 2012 por medio del relato analítico, de donde podremos recuperar el pensar y la práctica del colectivo de asentados del Madre Cristina dentro de la construcción de una nueva realidad.

Significados en la Producción

En el centro del Área Social, una bandera del MST en el piso. Encima de ella, cultivos producidos en el asentamiento, así como un par de textos pertenecientes a algún asentado. Hay plátano, papa, papa dulce, cacao y papaya, acompañados por la Agenda 2012 del MST, un cuadernillo sobre “Trabajo de Base” y otro cuadernillo del Movimiento. Está por dar inicio una asamblea, que ya colocaba un ambiente diferente con el solo hecho de recurrir a la imagen del centro. De repente, Leonardo, asentado e hijo de Zonalia, la dirigente del asentamiento, comienza a leer un texto que habla sobre producción, de lo que puedo rescatar que en la misma dinámica de producción está la dignificación. Cuando termina la lectura, un asentado dice: “amén”, pareciendo un poco el ánimo de una broma.

Así se nos estaba presentando la vida una mañana, alrededor del 25 de marzo, en el asentamiento Madre Cristina, municipio de Ariquemes, en Rondônia, Brasil. Haya sido una broma o no aquella última parte, lo cierto es que había acontecido un ritual que buscaba invitar a los asistentes a hacer una reflexión, previa a dicha asamblea, sobre el significado de la producción en la vida, contando con el refuerzo visual de un pequeño altar de lo producido y de lo escrito, rodeándolo los asistentes en un semicírculo irregular.

Meses después comprendería que aquel acto se trataba de lo que el MST define como mística y que me da la pauta para entender la carga de simbolismos incrustada en el afán de remarcar y compartir una perspectiva campesina y una forma de aprendizaje particulares. Ante esto, no queda más remedio que reconocer que aquella mística se presentaba como un ejercicio para el refuerzo de la formación de conciencias de aquellas y aquellos Sin Tierra, buscando interiorizar o mantener interiorizado el significado del día a día: todo mundo ve que todo mundo trabaja para producir dentro de un lugar –el asentamiento- que ya de por sí es bastante público, pero que ahora, a través de un lugar más público –el Área Social, donde se da la asamblea-, los asentados hacen explícito lo que todo mundo ve, a través de una reflexión compartida. Hay un análisis del sentido del trabajo cotidiano. Se busca un darse cuenta de lo que se hace, que va más allá de trabajar la tierra como hecho concreto. Si en la producción está la dignificación –como rezaba el texto que leía Leonardo-, entonces trabajar la tierra es una práctica digna.

Si entendemos lo digno como aquello que merece respeto y que no permite la humillación, asistimos a una valoración de la actividad del ser humano, valoración que, en este caso, descansa sobre producir para sí y para los demás. La forma de ganarse la vida es digna en tanto permite el sustento y el respeto propios y de los otros.

Y en términos místicos, vale la pena rescatar que, así como aquella apología a la producción, a través de la palabra escrita/hablada –texto compartido- y de los símbolos –pequeño altar-, sugiere que la práctica cotidiana dignifica, también invita a entender que el trabajo diario es un ritual en sí. Se le “rinde culto” a la producción, que es aquello que se hace todos los días. De esta forma, si el trabajo cotidiano representa el sustento, la vida se convierte en un ritual.

La Fórmula Producción-Reproducción y la Agroecología como Perspectiva Alternativa de Producción

Considero, además, que la visión de la producción campesina como un trabajo digno no sólo está respaldada por el sustento y el respeto, sino también por un entendimiento de la fórmula producción-reproducción y de una perspectiva alternativa de producción, conocimiento al que tengo acceso alrededor del 27 de marzo, gracias a que Altamir, otro asentado del Madre Cristina, comparte conmigo una monografía. La autora de este trabajo es Milaine, asentada agrónoma y compañera de él. [1]

En la introducción de ese texto académico, Milaine resalta la fuerte relación entre producción y reproducción en la vida campesina: “a partir del momento que los campesinos no logran reproducirse en el modelo de producción desempeñado en la agricultura –convencional- optan por varias vías, éstas van del abandono de la tierra a la creación de nuevas maneras de producir, lo cual comprenda las especificidades del espacio de producción y desarrollo del campesinado” (Souza Lopes; 2010: 9). Asimismo, “la economía campesina tiene como base la producción para el sustento y la reproducción familiar, son ésos, objetivos que los campesinos intentan alcanzar a través de la organización de los medios de producción y de la fuerza de trabajo que dispone la ‘Unidad de Producción Agrícola’”. [2] (Souza Lopes; 2010: 10)

Si bien Milaine no especifica la variedad de vías por las cuales el campesino podría optar, por las implicaciones en la formación de conciencias resulta muy ilustrativo que haga mención de los extremos entre las alternativas: desde el abandono de la tierra hasta la creación de nuevas maneras de producir. Y es muy ilustrativo, porque, bajo la perspectiva del MST, el abandono de la tierra no es una opción, puesto que uno de sus objetivos centrales es la lucha por la tierra. Es por ello que la mística de aquella mañana con los campesinos asentados del Madre Cristina tiene mucho sentido: luchar por la tierra significa conquistarla y permanecer en ella, para trabajarla y hacerla producir, hacerla producir para dignificarse, que es, al mismo tiempo, una de las razones fundamentales para permanecer y no abandonarla.

Por otro lado, la perspectiva alternativa de producción se encuentra representada en el concepto de creación de nuevas maneras de producir que menciona Milaine, lo cual va ligado con lo que ella misma se encarga de remarcar: el abarcamiento de las especificidades del espacio de producción y desarrollo del campesinado. Es muy importante esto último, dado que las especificidades del espacio, que se trata en realidad –bajo los fundamentos teóricos ya expuestos- de las especificidades del lugar, es una de la características dentro de la alternativa de producción que ella aborda en su texto, es decir, la agroecología. Y para efectos del presente trabajo, puede resaltarse el siguiente planteamiento de la autora: “…en la resistencia –los campesinos- construyen alternativas a la producción convencional, que en las últimas décadas junto a la preocupación de los problemas ambientales vienen desarrollando una manera de practicar la agricultura con principios ecológicos, denominada agroecología con el objetivo de implementarla buscando la sustentabilidad en el desarrollo rural”. (Souza Lopes; 2010: 9)

Así, en términos de formación de conciencias, me parece importante extraer de este planteamiento que la construcción de alternativas a la producción convencional se da en el marco de la resistencia. Esto significa que los campesinos practicantes de la agroecología van interiorizando una conciencia sociopolítica, de donde habría que entender que, si se da en el marco mencionado, más que alternativas a la producción convencional, se trata de alternativas frente a ella, en defensa de la garantía del sustento y, por ende, de la reproducción campesina. En el espacio del MST, esto se traduce en una postura política que, por su naturaleza justamente política, busca el beneficio colectivo para los campesinos aglutinados en torno al Movimiento y se dirige a la acción. Parte de dicha postura, por ejemplo, consiste en incentivar al trabajo de la tierra sin agroquímicos, resistiendo a la presión que, en el contexto de la agricultura convencional, genera la presunción de que con el uso de éstos se consigue una buena productividad, siendo que, además, provocan afectaciones en la salud de los trabajadores rurales, de los consumidores y de la tierra, así como contaminación en el agua. La acción concordante con esta postura es lo que conozco por vez primera entre finales de marzo y principios de abril en un encuentro de concientización en el municipio de Ji-Paraná, Rondônia, y que han hecho llamar la Campaña Permanente contra los Agrotóxicos y por la Vida, impulsada por La Vía Campesina y a la cual está suscrito el MST.

Con lo hasta ahora mencionado, puede desprenderse, por un lado, la idea de que postura y acción políticas alimentan la conciencia sociopolítica de practicar la agroecología y, por otro, la idea de que la dignificación en la producción no sólo pasa por garantizar el sustento y la reproducción, sino por producir con conciencia ecológica, en concordancia con el argumento de Milaine sobre el hecho de que junto a la preocupación de los problemas ambientales los campesinos vienen desarrollando una manera de practicar la agricultura con principios ecológicos.

Continuando la línea de conjugación entre perspectiva alternativa de producción y formación de conciencias, considero que debe rescatarse otro planteamiento que hace la autora, el cual indica que “…vincular conocimientos ecológicos de base popular y científica en la estructuración de metodologías que vengan a diseñar los sistemas productivos ideales para cada lugar es una característica de la producción con enfoque agroecológico”. (Souza Lopes; 2010: 9)

Así pues, uno de los elementos clave en la agroecología es el rescate del saber popular con miras a una producción ecológica, con base en las características de una localidad determinada. Si los campesinos han resistido a la producción convencional a través de la agroecología, ahora ellos reconocen que el conocimiento popular es útil para alcanzar el sustento de cada día. Entonces, se va formando una conciencia cognitiva, el saber que se sabe. Y de esta forma, el producir con conciencia cognitiva también acaba por dignificar la producción en tanto garantiza el sustento y la reproducción y respeta el saber propio.

Llegados a este punto, estrechamente ligado con la contribución de Arturo Escobar, resulta sumamente valioso rescatar lo que el ambientalista mexicano Enrique Leff aporta, a la hora de argumentar sobre repensar la geopolítica. Basado en Gonçalves, expone que “…las geografías, como marcas dejadas por las civilizaciones en la tierra, son el locus, el hábitat en el que se asienta un mundo que ha sido trastocado por la globalización, que desplaza el lugar de su lugar, que hace prevalecer la globalidad de una razón única, universal, dominante. Pero es también la escritura que van dejando en la naturaleza los nuevos movimientos sociales de reapropiación de la naturaleza”. (Leff; 2004: 6) Continúa explicando que éstos internalizan la racionalidad ambiental, deviniendo en la expresión de una demanda política y arraigándose en nuevos territorios y nuevas identidades.

Para Leff, “…una nueva política del lugar y de la diferencia está siendo construida a partir del sentido del tiempo en las luchas actuales por la identidad, por la autonomía y por el territorio”. (Leff; 2004: 6) Así, el territorio, es “…un espacio donde se precipitan tiempos diferenciados” y es “…el lugar donde la sustentabilidad se enraíza en bases ecológicas e identidades culturales. Es el espacio social donde los actores sociales ejercen su poder para controlar la degradación ambiental y para movilizar potenciales ambientales en proyectos autogestionarios generados para satisfacer necesidades, aspiraciones y deseos de los pueblos, que la globalización económica no puede cumplir”. (Leff; 2004: 5)

En este sentido, el autor da importancia particular al espacio local, del que “…emergen las sinergias positivas de la racionalidad ambiental y de un nuevo paradigma de productividad ecotecnológica”, así como al concepto de territorios culturales, los cuales implican “…una política cultural para la reconstrucción de identidades, para proyectar sus seres colectivos trascendiendo un futuro prefijado y excluyente; es resistencia a la hegemonía homogeneizante de la globalización económica y afirmación de la diversidad creativa de la vida, construida desde la heterogénesis cultural-ecológica”. (Leff; 2004: 6)

Es así que se corrobora a Leff mediante los argumentos de Milaine y los acontecimientos de la experiencia personal vivida, de tal forma que podemos entender que la agroecología es una práctica basada en el lugar –retomando a Escobar-, inserta como forma alternativa de actuar –de producir- para garantizar el sustento y la reproducción, valiéndose de una nueva formación de conciencias: sociopolítica, ecológica y cognitiva.

Es en este sentido que percibo una garantía de la producción en el Madre Cristina, lo que conduce a una garantía de la reproducción. Es lo que puede verse en la cotidianidad del asentamiento. Hay subsistencia y perdura la sobrevivencia. Se garantizan los alimentos de adultos, jóvenes y niños y se constata la reproducción con la llegada de las nuevas generaciones.

Alternativa ante la Carencia y Garantía de la Vida: Teología de la Liberación, Homeopatía y Agroecología

Es una mañana del 10 de marzo en la casa de Valdir y Cida, pareja con la que viviré durante dos meses, y conozco finalmente a Claudinho, quien es uno de mis primeros contactos para concretar la estancia y coordinador estatal por el MST/Rondônia. Aquella mañana también conozco a Altamir, el compañero de Milaine. Particularmente con ambos se da una charla natural sobre la práctica alternativa que representan los Sin Tierra, habiendo una dinámica donde de repente a cualquiera de los tres –yo incluido- se le ocurre hablar.

Considero prudente mostrar, en primera instancia, a Claudinho, quien comparte perspectivas críticas, un poco sobre las ciencias, y más tarde, en la casa de Altamir, un poco más sobre la política; sin embargo, su visión a resaltar para efectos de este apartado es la siguiente: cuando una persona tiene carencias, tiene que buscar una alternativa. Ya veremos por qué.

Me queda la idea de que Claudinho se distingue de los demás por tener una mayor formación, característica que puede entenderse en tanto funge como coordinador estatal del MST. Ahora bien, esto no quiere decir que los demás estén faltos de conciencia sobre lo que sucede a su alrededor, tal como ocurre cuando, estando aún en la casa de Altamir, también con la compañía de Claudio –asentado de otro asentamiento-, a la hora de que Claudinho comienza a hablar de las iglesias en el Movimiento, los demás también expresan su formación con base en su propia experiencia, de tal forma que van construyendo una conciencia común de lo compartido en la plática.

Lo recién mencionado acontece cuando repentinamente emerge el tema de la Teología de la Liberación, y que, desde la influencia de esta tendencia religiosa, Claudinho es el primero en plantear que ellos entienden otra cosa por riqueza, misma que para ellos está en la sobrevivencia. A partir de aquí, se van tejiendo las hablas de cada uno y acaban por confluir en que no concuerdan con la visión evangélica que, en palabras de ellos, exalta el que la gente siempre puede tener más y que si tiene más es por causa de Dios. Y entre los tres terminan por explicarme que hay varias iglesias dentro del Movimiento y que, según la religión de los asentados, pueden ser más o menos participativos.

Ahora me parece oportuno darle el turno a Altamir, el cual “irrumpe” en el escenario de la casa de Valdir y Cida con un hambre de soltar todo aquello que sabe sobre su especialidad: la homeopatía. Ya que Claudinho habla de que cuando la persona tiene carencias, tiene que buscar una alternativa, la escena que percibo es que Altamir aprovecha complementarlo inmediatamente con su conocimiento, con la intención de presentar la alternativa a través de un ejemplo palpable. [3] Para comenzar, él no tiene duda de que la alopatía significa veneno tanto en los medicamentos como en los alimentos y que éste produce cáncer. [4] Así, maneja la homeopatía con plantas, animales, personas y con la tierra. También habla de una capacidad vital, lo que, según él, guarda relación con la identificación de energías en los cultivos. Altamir expone que los efectos de la homeopatía son eficaces, si bien reconoce que esta práctica es preventiva. No pierde el tiempo y ya encaminado aprovecha ponerme un ejemplo sumamente interesante sobre las propiedades positivas del plátano desde el manejo homeopático: en el caso de los seres humanos, para gripe, heridas, bacterias y pulmones, y en el caso de las plantas, para cuando les falta potasio. Altamir es un apasionado por lo que sabe y por expresarlo, en definitiva un tremendo parlanchín.

Por cierto, es un dato muy significativo que Claudinho –en lo que parece ser una entrevista de seguimiento como parte de sus funciones- le pregunte a Altamir, ya en su casa, por qué hace actividades relacionadas con la homeopatía, a lo que él responde: “por apoyo económico y social”.

Con esta pequeña historia de la mañana del 10 de marzo sólo pretendo exponer aquello que algunos asentados “cargan” en la conciencia, misma que, si percibimos bien, nos permite retomar a Milaine: si nos preguntáramos por qué los campesinos no logran reproducirse en el modelo de producción de agricultura convencional, Claudinho es el que responde. Si Milaine escribe que dicha situación los empuja a optar por nuevas formas de producir y si Claudinho me dice que cuando una persona tiene carencias, tiene que buscar una alternativa, entonces las nuevas formas de producir parten de la carencia.

Es así que descubro que la agroecología de Milaine es una opción digna para la producción ecológica y el rescate del saber popular frente a la carencia. Y no sólo eso, descubro que la influencia de la Teología de la Liberación de Claudinho es una opción espiritual digna para entender la riqueza como sobrevivencia frente a la carencia y que la homeopatía de Altamir es una opción digna a través del uso de medicamentos saludables y económicos frente a la carencia.

Además, considero obligado hacer notar que lo anterior se encuentra inevitablemente entrelazado, es decir, la idea de riqueza en la sobrevivencia de la Teología de la Liberación va de la mano con la vida productiva de los asentados, enfocada en la subsistencia; al mismo tiempo, la alternativa homeopática se constituye en una oportunidad de acceso a una medicina que mantiene saludable no sólo al ser humano para que continúe viviendo y, por ende, produciendo, sino a los animales, plantas y suelo destinados a la producción. Si estas prácticas coadyuvan a la garantía de la producción, entonces contribuyen a la garantía de la reproducción. Asimismo, Teología de la Liberación y homeopatía aparecen como dignas, al igual que la agroecología, en tanto su práctica coadyuva al sustento y el respeto propios y de los otros. [5]

Esto me lleva a una temprana conclusión alrededor de aquel 27 de marzo que, de cualquier forma, se va reforzando a lo largo de la estancia: lo que ellos “simplemente” están haciendo es garantizar la vida. Siento que ésa es la esencia de su actuar. Eso es lo que está en el día a día.

Entonces, conforme lo que he venido revisando, es a partir de esa carencia, de ese no conseguir reproducirse en el modelo convencional, que se elabora colectivamente, a través de los diferentes e interconectados ámbitos –producción, reproducción, influencia religiosa, salud- un discurso sobre la garantía de la sobrevivencia, que no es otra cosa que garantizar la vida. Así, sustento y sobrevivencia, producción y reproducción, dignidad de las alternativas son motivaciones que encuentran espacio en las conciencias de los asentados.

No obstante, teniendo en cuenta lo que hablo con Zonalia alrededor de ese 27 de marzo, para que todo lo anterior sea posible, no puede olvidarse la primera garantía: la conquista de la tierra. Y para que esto sea posible, como ella dice, tiene que darse el primer paso: la ocupación. Zonalia continúa tomando la palabra, haciendo gala –¡con sencillez!- de su visión estructural y pedagógica: “una persona se forma en la sociedad. Un hijo no es el mismo después de salir de la barriga de su madre. Una ocupación es del mismo modo. Una vez que se hace una ocupación, la persona no es la misma”. Subraya cómo es la vida antes, que es individual y pensando que Dios soluciona los problemas, y como es la vida después, que es colectiva, preocupándose por los otros. Y “finaliza su intervención”, remarcándome que el MST dice que la ocupación es la mejor escuela de un Sin Tierra, cuestión en tremenda consonancia pedagógica con lo que Harnecker expone sobre las rupturas que éste tiene que emprender.

Básicamente, y nuevamente en términos de formación de conciencias, lo que Zonalia está planteando es que se vuelve a nacer a través del aprendizaje que deja la ocupación y que viene una nueva vida caracterizada por lo colectivo. No es casualidad que en aquella asamblea de alrededor del 25 de marzo, a la hora que toca discutir el tema sobre la fiesta del asentamiento por cuestión de la proximidad de su aniversario, ella declare: “tenemos que decir por qué se hace la fiesta o por qué no… Creo que es importante hacerla porque es la conmemoración del día en que se hizo la ocupación. Es como festejar el nacimiento de un hijo”.

Y retomando la conversación que tengo con ella, después de que me expresa su visión a través de un planteamiento analógico entre ocupación-campamento/asentamiento y un hijo, me atrevo a hacerle una nueva analogía: el ciclo de la vida. Zonalia está de acuerdo. Nacimiento, crecimiento, reproducción y la llegada de las nuevas generaciones. Luego le comento el razonamiento que me hace llegar a la conclusión de que ellos están buscando garantizar la vida. Zonalia vuelve a estar de acuerdo conmigo.

Una Vuelta a Freire, una vuelta al Madre Cristina

A propósito de los oprimidos, Freire escribe que “sufren una dualidad que se instala en la ‘interioridad’ de su ser. Descubren que, al no ser libres, no llegan a ser auténticamente. Quieren ser, mas temen ser. Son ellos y al mismo tiempo son el otro yo introyectado en ellos como conciencia opresora. Su lucha se da entre ser ellos mismos o ser duales. Entre expulsar o no al opresor desde ‘dentro’ de sí. Entre desalienarse o mantenerse alienados. Entre seguir prescripciones o tener opciones. Entre ser espectadores o actores. Entre actuar o tener la ilusión de que actúan en la acción de los opresores. Entre decir la palabra o no tener voz, castrados en su poder de crear y recrear, en su poder de transformar el mundo”. (Freire; 1970: 29)

Para Freire, ése es “el trágico dilema de los oprimidos, dilema que su pedagogía debe enfrentar”. Al respecto, continúa exponiendo que “…por esto, la liberación es un parto. Es un parto doloroso. El hombre que nace de él es un hombre nuevo, hombre que sólo es viable en y por la superación de la contradicción opresores-oprimidos que, en última instancia, es la liberación de todos”. Y siguiendo la línea, agrega que “…la superación de la contradicción es el parto que trae al mundo a este hombre nuevo; ni opresor ni oprimido, sino un hombre liberándose”. (Freire; 1970: 29)

Desde mi punto de vista, el asentado del MST es ese ser humano que viene librando una batalla interna como parte de su proceso de liberación, al cual le fueron ofrecidas una interpretación de la realidad concreta, misma que ha reflexionado e interiorizado, una acción para transformarla, la cual ha adoptado y con la cual ha conquistado la tierra, así como diversas orientaciones para establecer una práctica sobre el espacio ocupado, sobre el lugar, sobre el territorio. Este proceso teórico-práctico es el que forma conciencias e impulsa la creación de nuevas realidades. Al mismo tiempo, las nuevas prácticas en las nuevas realidades alimentan la formación de la conciencia, dentro de lo que considero un proceso dialéctico.

Hoy, el Madre Cristina es claro reflejo de ello. Es el lugar de una práctica que dignifica. Es el territorio en el que permea una lógica diferente a la del desarrollo en su sentido capitalista. Es opción de vida generada a través de la organización colectiva de los Sin Tierra. Es, pues, la conquista de la tierra para quien la trabaja.

René Rojas González es Maestro en Desarrollo Económico y Cooperación Internacional por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, es estudioso de los movimientos sociales latinoamericanos. De entre ellos, ha abordado principalmente a los movimientos indígenas en Bolivia y al Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra en Brasil.

Bibliografía y Referencias Electrónicas

Escobar, Arturo. (2000). El Lugar de la Naturaleza y la Naturaleza del Lugar: ¿Globalización o Postdesarrollo? Consultado el 6 de noviembre de 2012, en página web de Arturo Escobar, de http://www.unc.edu/~aescobar/html/texts.htm.

Freire, Paulo. (1970). Pedagogía del Oprimido. Siglo XXI, México.

Harnecker, Martha. (2002). Sin Tierra. Construyendo Movimiento Social. Siglo Veintiuno de España Editores, España.

Leff, Enrique. (2004). “La Geopolítica de la Biodiversidad y el Desarrollo Sustentable: economización del mundo, racionalidad ambiental y reapropiación social de la naturaleza”. En Seminário Internacional REG GEN: Alternativas Globalização. Rio de Janeiro, Brasil UNESCO. [ Versión electrónica] Consultado el 6 de noviembre de 2012, en http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/reggen/pp12.pdf.

MST-CE. (s/f). História do MST (1984-2009). Caderno de Formação nº 01, Ceará, Brasil.

Secretaria Nacional do MST – Movimento dos Trabalhadores Rurais Sem Terra. (2010). MST: Lutas e Conquistas, 2ª Edição, São Paulo, Brasil.

Souza Lopes, Milaine. (2010). Potencialidade de Produção Agroecológica no Assentamento Madre Cristina, Ariquemes – RO. Monografia apresentada como requisito obrigatório para a obtenção do titulo de Agrônomo na Universidade do Estado de Mato Grosso – Campus Cáceres, Brasil.


* El texto que se presenta es resultado de una estancia de práctica profesional y de investigación que realizó el autor por un periodo de cuatro meses –entre los meses de marzo y junio del 2012- con el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra en Rondônia, Brasil.

[1] En junio de 2010, Milaine presenta aquella monografía dentro de un Curso de Agronomía de los Movimientos Sociales del Campo, en el marco de un Programa Institucional de Educación y Socioeconomía Solidaria. Con este trabajo, obtiene el título de Agrónoma por la Universidad del Estado de Mato Grosso. La monografía lleva por nombre “Potencialidad de Producción Agroecológica en el Asentamiento Madre Cristina, Ariquemes – Rondônia”.

[2] Sobre este concepto, Milaine recupera la definición de una publicación titulada “Administración de la Unidad de Producción Familiar: Modalidades de Trabajo como Agricultores”, de Arlindo Prestes Lima y otros autores: “un conjunto de medios de producción (tierra, trabajo y capital) combinados entre sí para asegurar una producción vegetal y/o animal, sometidos a una gestión única de una o más personas” (Souza Lopes; 2010: 10).

[3] El acercamiento de Altamir con la homeopatía comienza con el apoyo de una iglesia y años más tarde a través de un curso con una universidad.

[4] Según los asentados, Rondônia es el estado en Brasil con el mayor número de casos de cáncer.

[5] Deseo puntualizar que también hablo de respeto a los otros, ya que la Teología de la Liberación y la homeopatía no son una imposición a los asentados: pertenecen a otras religiones o son ateos y recurren a la alopatía cuando reconocen los límites de la homeopatía. En el caso de la agroecología, si bien no hay una línea impositiva desde la dirigencia, la difusión sobre el manejo agroecológico de la tierra es persistente.

Fuente del articulo: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=163401

Fuente de la imagen:

 http://sociedadlatinoamericana.bligoo.com/media/users/8/400444/images/public/27868/1360012271856-3.JPG?v=13600124461

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Una ocupación estudiantil en Paraná, Brasil

Por: René Rojas González

Si me preguntaran qué significa ocupar en Brasil, mi respuesta sería la siguiente: ocupar en Brasil es ocupar los latifundios, porque contar con un pedazo de tierra puede ofrecer la oportunidad de aprovechar la naturaleza en algún grado; es ocupar los edificios públicos, porque, por lo menos, es necesario incomodar al Estado para torcerlo y garantizar que respete la producción de la vida; es ocupar las escuelas, porque la educación no conoce de presupuestos gubernamentales y es más que la aceptación de materias planificadas. Ocupar es decirle a los que tienen la vida resuelta –o así creen tenerla- que no se está dispuesto a privarse de las condiciones materiales, mismas que pueden tomar diversas formas sociales decididas en colectivo; es decir, se ocupa contra la privatización de la tierra o de la educación, pero también puede ocuparse contra la privatización de la creatividad social para formar producciones propias: no se disputa un solo tipo de producción en la tierra, ni se disputa un solo tipo de producción de la educación, se disputan formas de organización social de lo que queremos producir; generalmente, entre unas que privan de las condiciones materiales y otras que abren las posibilidades de uso de éstas.

La ocupación estudiantil de la Universidade Federal da Fronteira Sul (UFFS) – Campus Laranjeiras do Sul, en el estado de Paraná, como parte de una desbandada de ocupaciones de escuelas que vuelve a Brasil, y con epicentro en ese estado, ha emergido justamente como forma de organización social, en el más instintivo sentido de paralizar las clases como manifestación de no querer privarse del acceso a una educación que depende de una crisis de presupuesto del Estado. El gobierno Temer aborda esta crisis con la típica re-gestión del capital para que esa educación del Estado se pague con más explotación social. Por un lado, la Medida Provisoria No. 746 (MP 746) propone flexibilizar la formación de los estudiantes y deshacerse de la carga social de su preparación, lo que se antoja entender como la construcción de los próximos robots obedientes para el empresariado. Es así que la MP 746 incluye “el retiro de las materias de artes, filosofía, educación física y sociología como obligatorias en el mapa curricular; 50% del mapa curricular será obligatorio y común nacionalmente, el otro 50% estará a cargo de los sistemas estatales, incluyendo la formación técnica profesionalizante; educación media nocturna sólo para mayores de 18 años; el reconocimiento de ‘notorio saber’ con el permiso de que profesores sin formación específica asuman materias para las cuales no fueron preparados” (Coordenação do coletivo Ocupa UFFS, 2016).

Por otro lado, la Propuesta de Enmienda Constitucional 241 (PEC 241), que ha avanzado en su aprobación en la Cámara de Diputados –primera votación-, deja demasiado claro que los estudiantes son rehenes del presupuesto del Estado, ya que el gasto público en educación quedaría limitado por 20 años a través de un nuevo régimen fiscal, conduciendo al “aumento de la evasión escolar, la inviabilidad del acceso de casi 2 millones de jóvenes de 15 a 17 años que están fuera de la escuela o que trabajan y estudian”, así como “desprecia una formación que debe ser integral, además de estimular la diferenciación de la formación de los que deben ir a la universidad de los que deben ser ubicados de forma inmediata en el mercado de trabajo al concluir la educación básica” (Coordenação do coletivo Ocupa UFFS, 2016).

Tampoco es que la gravedad de esta situación sea exclusiva del gobierno Temer. Sólo que hoy estamos viendo la re-gestión de la crisis del capital, cuando ayer, con los gobiernos Lula y Dilma, ya se estaba cocinando la rebanada privilegiada e intocable en el presupuesto. Hoy, se propone el recorte en educación, pero ya en 2014 el gobierno federal había gastado el 45.11% de todo el presupuesto de ese año en intereses y amortizaciones de la deuda pública, dejando a la educación el 3.73% y haciendo “evidente el privilegio a la deuda pública, detentada principalmente por grandes bancos, en detrimento del cumplimiento de los derechos sociales básicos establecidos en la Constitución Federal”. Aún más, la propuesta del Ejecutivo para los gastos con la deuda pública dentro del Presupuesto Federal para 2015 abarcaba el “47% de todo lo que el país va a recaudar con tributos, privatizaciones y emisión de nuevos títulos, entre otros ingresos” (Cornelli, 2016).

De esta forma, parece que la primera reacción de resistencia de los estudiantes fue lanzarse a la ocupación de la UFFS el día 11 de octubre en contra de la distribución desigual del presupuesto, acorde con algunos mensajes en los carteles que colocaron dentro del edificio principal, lugar donde se encuentran los salones de clase: de manera más o menos general, podía leerse que demandaban menos presupuesto para banqueros y más presupuesto para educación. A mi llegada, el día 13 de octubre, se percibía una ocupación bastante organizada, la cual impedía el acceso a los salones –concentrados en el segundo, tercer y cuarto piso- a través del cierre de los elevadores y escaleras, poniendo los estudiantes ocupantes sus propios cuerpos sentados –por lo menos, en el caso de los elevadores. Los salones del segundo piso y un salón del tercero eran ocupados para cambiar su uso a dormitorios y se usaban también decenas de colchonetas de la universidad. El resto de los salones del tercer y cuarto piso se mantenían bloqueados.

Justo aquel día de mi llegada, se llevaba a cabo una votación extensiva a todos los estudiantes de la universidad para decidir si se declaraba la huelga estudiantil, lo que, en otras palabras, significaba que, de conseguirse la mayoría, se obtendría la legitimidad de la ocupación. Ya entrada la noche acababa el conteo con el resultado favorable para los ocupantes, provocando en ellos una verdadera explosión de felicidad y alegría por la conquista, expresada en el múltiple contagio de abrazos, brincos, cantos de consignas, batucadas y bailes. Aún dentro de la euforia del momento, la Coordinación de la ocupación daba el mensaje de que se liberaban las trancas de los accesos a los pisos, pues “la universidad es nuestra”.

Efectivamente, la universidad era suya, y lo más probable era que la declaración, “al final”, representaba la reivindicación del carácter público de la universidad frente a la privatización de la educación, pues, si se acepta que la primera reacción de resistencia habría sido contra la distribución desigual del presupuesto, que es público y para la educación pública, la exigencia va por un espacio público de un todos incluyente para que nadie quede excluido de educación justamente. Dicho de otra forma, es muy posible que se declarase que la universidad era suya como parte del sentido de la demanda principal: más presupuesto público para la educación pública. Sin embargo, advertiría que ese “la universidad es nuestra” obedecía primordialmente a la disponibilidad de uso que había generado la ocupación de los estudiantes para ellos mismos: por ello, se abrían los accesos a los pisos de los salones de clase, para que ellos continuaran haciendo uso del espacio –por ejemplo, continuando el re-uso de los salones como dormitorios-, contando con ese respaldo de la votación que implicaba que ningún otro estudiante de la universidad podía interrumpir la ocupación-huelga usando los salones para dar clases. El uso estaba decidido por los ocupantes.

En esa línea, puede entenderse que lo que primaba era el uso sobre la propiedad pública de la universidad por parte de ellos y no el uso predeterminado de la universidad como propiedad pública; es decir, en la disputa de las condiciones materiales por la educación, hasta ese todos incluyente que pretende lo público, se detenía. La ocupación terminaba por fragmentar justamente lo público como cuerpo social monolítico y homogéneo, para abrir paso a una organización social de los estudiantes que se responsabilizaba por la universidad y que, por lo tanto, tenía que ir decidiendo qué hacer con ella. Los estudiantes ocupantes tenían que hacerse cargo del espacio de su propia educación. Podría leerse que su ocupación estaba encuadrada en la típica disputa entre lo público que “protege” y lo privado que despoja, pero su uso de la universidad ya agrietaba la propiedad pública de ésta al disputarle el uso al resto de los estudiantes, sin perder de vista que la preocupación principal era enfrentar la privatización de la educación. Pareciera, entonces, que la responsabilidad de los ocupantes por el uso de la universidad, replanteado a través de la ocupación, se tornaba el verdadero recurso social de protección de la educación, más allá de lo público. En este tenor, en efecto, la universidad era suya, pero más allá de un sentido de propiedad.

Así, esa apertura que producía la ocupación de los estudiantes reclamaba más el uso de las condiciones materiales –tierra, instalaciones, mobiliario, etc.- para decidir la educación, que la propiedad pública de las condiciones materiales para el mismo fin, aunque, contradictoria pero potentemente, todavía estuvieran enmarcados y disputados los usos dentro de lo público: pocos días después de mi llegada, entre los estudiantes ocupantes se escuchaba de la intención de algún profesor de dar clase forzosamente y corría un rumor de desalojo por parte de la Policía Federal. En la segunda semana de ocupación, se reculaba en negociaciones con la directora del campus al entregar los pisos tercero y cuarto para la impartición de clases.

Sin embargo, el movimiento interno de la ocupación puede decirnos otra cosa: la ocupación no sólo abre socialmente para contrarrestar privatizaciones, sino que también abre para desprivatizar lo público. Las decisiones sobre lo público se diversificaban. Se tenía la decisión gubernamental del congelamiento del presupuesto en la educación pública y se tenía la decisión de los ocupantes por encargarse del uso de la universidad pública frente a la decisión presupuestal sobre la educación pública. Pero, además, se tenían decenas de estudiantes que decidieron votar a favor de la ocupación-huelga estudiantil y que no se lanzaron a ocupar, si bien su apoyo fue determinante para conseguir legitimidad. Estos últimos también abrían lo público –aun sin colocar sus cuerpos en la ocupación- a la hora de ceder el uso público al uso relanzado de los ocupantes, es decir, respaldaban la generación de un uso disponible.

Parece que en ese uso disponible se jugaba la lucha de los ocupantes, pues, así como habían conseguido en votación la cesión del uso por parte de la mayoría de los estudiantes, también se preguntaban cómo era posible que los que habían votado a favor de la ocupación no estuvieran ocupando. Asimismo, ya desde el primer fin de semana de la ocupación, varios de los ocupantes salían por compromisos personales, si bien la organización de la ocupación emprendía un registro de los días que cada uno de ellos podía quedarse y, en su caso, de la fecha en que podía regresar. Varios ocupantes terminaban sus compromisos y regresaban. En otras palabras, la ocupación también iba enfrentando cierres: como podía presentarse falta de disciplina por batuquear a cualquier hora del día e incomodar a otros –exhortando varias veces a respetar-, como podía encontrarse a la ocupante que se había perdido el cumpleaños de su hijo por mantenerse en la ocupación.

Mal haríamos si no ubicásemos llamadas de atención sobre aquellas cosas que podrían proyectarnos con mayor fuerza social o que nos dejan sin fuerza social momentáneamente, y mal haríamos también si no diésemos reconocimiento a los esfuerzos personales de responsabilidad y compromiso. Pero esta suerte de faltantes y agradecimientos tampoco es tanto para cobrar la factura sobre algún fin último de la ocupación, pues si bien ésta era resultado de la decisión común de abrir un tiempo en cada vida afectada por la privatización de la educación, tampoco se trataba de que este tiempo terminase por restringir los otros tiempos necesarios de reproducción de vida que cada ocupante llevaba por fuera de la ocupación, es decir, cuando no era formalmente ocupante. La ocupación abría un tiempo no contemplado, que se sentía necesario, pero que no necesariamente tenía que pasar por encima de los propios ocupantes, como si fuera un objetivo mayor que, por “ser mayor que ellos”, los aplastaba y les impedía otras producciones.

Mal se haría también en pensar la ocupación como el momento en el que uno se convertía en ocupante: la ocupación no era algo separado y arriba de uno, la ocupación ya era la vida misma en relance. Creo que esto era lo que hacía que, por ejemplo, uno de los coordinadores, a propósito de reivindicar la prioridad de y el ánimo en la ocupación, expresase una ocasión en una asamblea que él qué más quería que en ese momento estar sentado en su casa tomándose una cerveza. La ocupación no tenía por qué opacar que se destinaban o se deseaban tiempos para otras producciones –como la del placer de beber alcohol donde era permitido-, y claro que ciertas circunstancias políticas podían determinar la prioridad productiva hacia la ocupación por parte de los estudiantes, pero nadie era obligado a quedarse.

Eso era interesante en la ocupación: cómo se relanzaban las vidas de los estudiantes ocupantes al disputar un uso disponible en la universidad frente al uso público, abriendo otro espacio y otro tiempo de reproducción de vida social, mientras ajustaban temporalmente las otras producciones necesarias en sus vidas. Esa apertura de tiempo y espacio generada por el uso disponible no estaba disociada del resto de producciones necesarias; al contrario, creo que el interés de los ocupantes en producir el uso relanzado a través de la ocupación estaba conectado con la sensación de imposibilidad de una educación como ámbito que reproduce otras producciones en la vida. Dicho de otra forma, los estudiantes ocupantes se preocupaban por esa educación que permite la continuidad de otras producciones, al percibir que el golpe presupuestal representaría para la UFFS la probable desaparición de cursos, la también probable desaparición de las cuotas para el acceso de los indígenas a la educación y el comprometimiento de la educación para las siguientes generaciones –esto último no sólo por tratarse de la universidad, sino de manera generalizada.

Tal vez, donde más era notoria esa conexión entre el uso disponible para una reproducción social otra y la preocupación por el peligro que corrían las otras producciones por falta de educación, era en aquellas y aquellos estudiantes ocupantes que ya cargaban trasfondos organizativos: varias de ellas y ellos ya venían de procesos de movimentación social con organizaciones como el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), el Movimiento de los Pequeños Agricultores (MPA) y el Levante Popular de la Juventud. Por lo tanto, esa reproducción social otra en la ocupación, para la reproducción de la educación, ya traía sus perspectivas organizativas, mismas que, por experiencia personal-colectiva, pueden asociarse con el MST.

Tenemos así una manera de entender aquel re-uso de los salones como dormitorios y el uso de las colchonetas. La ocupación disponibilizaba el uso para generar otros usos, permitiendo una vida en relance, no sólo formalmente dentro de la ocupación, sino para garantizar la educación en el resto de producciones “por fuera” de los estudiantes ocupantes. Así, los espacios se adaptaban a la nueva organización del uso de las condiciones materiales de la universidad, por ejemplo: en el edificio de los cubículos de los profesores se usaba la única regadera con la que se contaba y se organizaban los tiempos de baño para la tarde-noche. Ahora bien, al destinarse el edificio principal para las necesidades más básicas como dormir, comer e ir a los baños, el re-uso social de este inmueble se volvía destellante.

En el edificio principal, no sólo se reusaban los salones como dormitorios, se maximizaba el uso de una pequeña cocina con la que ya contaba la universidad, para preparar las comidas y los refrigerios acorde a los tiempos acostumbrados de alimentación; a manera de comedores, se disponía, sobre todo, de las mesas de la cafetería y del gran patio interno que contaba con bancas largas; se garantizaba el uso de, por lo menos, cuatro baños para las diversas necesidades de higiene y se organizaba la limpieza de los mismos. El espacio de dicho edificio, en general, estaba relanzado para reuniones de organización en pasillos, en el patio, en los salones mismos o incluso en los alrededores, y para asambleas de organización que convocaban a todas y todos los ocupantes, generalmente, en el gran patio. El auditorio corría la misma suerte, abriéndolo para otros fines: ahí se realizó el conteo de la votación de la huelga, ahí hubo asambleas, ahí se realizó videollamada con otros campus y rectoría de la UFFS para discutir y posicionarse sobre el problema presupuestal en la educación, y ahí llegaron conferencistas para exponer temas, justamente, como el del presupuesto en la educación y la afectación en ésta por la deuda pública.

La organización del uso relanzado se reflejaba en la Coordinación de la ocupación y sus Sectores constitutivos, como el de Disciplina, encargado de vigilar y hacer respetar los tiempos de las actividades; el de Comunicación, que se responsabilizaba por la comunicación de pautas internas y de manifiestos internacionales de apoyo, así como por la producción de contenidos de texto y audiovisuales, haciendo también un re-uso del internet de la universidad para la publicación en redes de dichos contenidos; el de Infraestructura, que garantizaba la llegada de los alimentos a preparar y las colchonetas, primordialmente; el de Cultura, encargado de intervenciones político-culturales como mensajes en carteles pegados en la pared, música contestataria durante la ocupación, y noches culturales de representaciones artísticas críticas y de baile; o el de Alimentación, que llevaba el control de los alimentos y su preparación para las y los ocupantes. Además, según los pisos que se estuvieran ocupando en el edificio principal, se organizaba un mutirão de limpieza en fin de semana, es decir, casi todos los ocupantes se lanzaban a la labor coordinada de lavar los pisos con jabonadura, escobas y jaladores, como parte de una responsabilidad por lo que se estaba usando.

No obstante, ese uso disponible de la ocupación abría con altas y bajas, como ya se esbozó un poco: por otras producciones que los estudiantes ocupantes tenían que atender en sus vidas, tenían que irse, si bien, en diferentes tiempos, varios regresaban y se rearticulaban. En algunos momentos, se tenía entre 30 y 40 ocupantes, y en otros, con la llegada de algún contingente, se contaba probablemente con alrededor de 60 ocupantes. Conforme eran menos o más personas, la adaptación en la organización de ese uso se hacía necesaria, como fue en los casos de los Sectores de Comunicación y de Alimentación, los cuales, considerando que se tenía más gente en la ocupación, sufrieron modificaciones: el primero decidió una división interna entre Comunicación Interna y Agitación y Propaganda, y el segundo, que había fincado su actividad en una o dos personas específicas, desconcentró hacia una rotación por Núcleos, mismos que involucraban a toda la ocupación y donde cada uno de ellos, compuestos generalmente por tres ocupantes, era responsable por la preparación de los alimentos, según la comida o refrigerio en turno.

Esa vida en relance por la nueva organización del uso no se explica sin otras condiciones materiales que garantizaban la reproducción misma de la ocupación: se mantenían las donaciones de comida, si bien, también tenían sus altas y sus bajas, como el quedarse sin carne en alguna ocasión. Esa vida en relance tampoco se entiende sin el mantenimiento del ánimo, que igualmente dependía de las condiciones materiales con las que se contasen: disponibilidad de conexiones eléctricas, internet, bocina y laptops para la música que se colocaba buena parte del día desde el gran patio; las noches culturales realizadas, también en el gran patio; el reuso del internet en los celulares de cada ocupante, que no sólo se destinaba para los fines de la ocupación, sino también para el entretenimiento; el conocimiento, igualmente, a través del internet, del aumento en el número de ocupaciones en Paraná y en otros estados; un churrasco, cuando llegó carne para hacerlo, y que marcaba otro ánimo en el convivio, como si fuese un día relajado; y hasta la simple diversión por jugar cuando se limpiaba o por jugar el popular truco en las cartas. Todo esto, sin embargo, no eximía de una baja en el ánimo, que se reflejaba en momentos de tedio y cansancio –y se tenía que descansar también-, tal vez, por causa de las reuniones y producciones de cada Sector; por causa de las reuniones de Coordinación con cabezas de Sector; por las asambleas, que abarcaban a todas y todos; e incluso, tal vez, por los tiempos “muertos” de la ocupación –que eran más bien tiempos de alerta ante alguna contingencia.

Toda esa potencia de producciones sociales, a mi entender, desprivatizaba lo público en el contexto de resistencia a la privatización de la educación, a partir del uso disponible generado por la ocupación. Sin embargo, el uso público también ejercía presión para el cierre de esa disponibilidad: como se mencionó más arriba, en la segunda semana de ocupación, se reculaba en negociaciones con la directora del campus al entregar los pisos tercero y cuarto del edificio principal para la impartición de clases. En los siguientes días, al incorporarse decenas de estudiantes de la universidad a sus clases habituales en los salones de los pisos desbloqueados, la ocupación-huelga dejaba de frenar esa normalidad privatizadora al permitir el acceso. Si bien las actividades de ocupación continuaban, por lo menos algunas y algunos ocupantes iban sintiendo una “pérdida de sentido” de aquella.

A partir de esa evaluación que sentían y considerando la afluencia de aquellos estudiantes que se incorporaban a las clases, reorganizaron lo ocupado y lo cedido en lo público, con intervenciones político-culturales más enfáticas para el 24 de octubre: de los primeros carteles que demandaban menos presupuesto para banqueros y más para educación, se pasaba a unos segundos carteles que, en general, expresaban como mensaje un también te va a tocar a ti, pegados en varias partes del interior del edificio principal, pero, particularmente, justo afuera de los salones donde se tomaba clases. Durante una parte de la mañana, se repetía un performance, sincronizado con la hora de llegada a la universidad del transporte escolar, en el cual, varias y varios ocupantes se tiraban al piso cerca de la entrada del edificio, representando su muerte –y acompañándose de música alusiva- por causa de “la PEC de la muerte”, la forma como nombraban a la PEC 241. Un par de intervenciones más se hicieron en el gran patio interno: un performance contra la fobia LGBT y una simulación de álgida discusión estudiantil con argumentos a favor y en contra de la PEC 241.

No obstante, los momentos específicos dentro de la coyuntura creada por el gobierno continuaban marcando la pauta. Al día siguiente, 25 de octubre, se realizaba la segunda votación de la PEC 241 en la Cámara de diputados, con una mayoría de parlamentarios que ya había dejado claro, en la primera votación, que estaba decidiendo la privatización de la educación pública. Al tenerse noción de que la tendencia sería hacia la aprobación, en la ocupación se asomaba la opción de bloquear el acceso a los salones nuevamente. Una vez que se conoció que el resultado de la votación fue justamente hacia la aprobación –turnando a la Cámara de senadores-, se convocó a asamblea para decidir el uso de la UFFS de nueva cuenta. La Coordinación planteó ocupar todo, la propuesta fue sometida a consulta y votación en asamblea, y prácticamente el 100% de las y los asistentes se decidieron por dicha medida. El 26 de octubre, el edificio principal de la UFFS amanecía bloqueado en sus accesos al segundo, tercer y cuarto piso, y, por lo tanto, con los salones inhabilitados para dar clases. Ese mismo día, terminaba mi tiempo en la ocupación.Las últimas reflexiones, que me sugería esta última parte que me tocó vivir con las y los estudiantes ocupantes, son, que una vez más se apreciaba que, ante el uso público en proceso de privatización, volvía a torcerse lo público, volvía a cobrarse una responsabilidad por usar los medios que producen la educación, es decir, por usar la universidad. De hecho, frente a esa segunda votación parlamentaria, no había condiciones para respetar la negociación con la directora del campus sobre los pisos que habían sido desbloqueados. La ocupación se lanzaba nuevamente y, con ello, la vida social de las y los estudiantes ocupantes. Decidir volver a ocupar todo significaba, anímicamente, reconocer la preocupación por el riesgo de volver a poner el cuerpo para bloquear, desafiando el “resguardo” que podía hacer la fuerza pública, pero también era abrazarse en forma de rueda entre todas y todos y lanzar un mensaje de fortalecimiento anímico después de haber decidido la acción de ocupación ampliada para el día siguiente. Decidir volver a ocupar todo priorizaba la producción en la ocupación y no en las otras producciones “por fuera” que tuviesen las y los ocupantes: el Sector de Cultura preparaba nueva intervención; el Sector de Disciplina organizaba a las y los ocupantes que pondrían sus cuerpos justo en los accesos; el Sector de Infraestructura se encargaba de proteger las pertenencias en los dormitorios; la Coordinación daba la instrucción de que, durante el día, éstos se mantuviesen cerrados, concentrándose todas y todos los ocupantes en el patio interno con lo básico material. Esto, sólo por recordar algunos de los movimientos que eran efectuados, acorde con la nueva reorganización del uso del edificio principal de la UFFS.Hago hincapié en que considero que la vida social de las y los estudiantes ocupantes se relanzaba con la ocupación. ¿Por qué? Primero, porque, así hubiese momentos de prioridad en la producción de la ocupación, en detrimento del tiempo asignado a otras producciones “por fuera”, la ocupación finalmente correspondía a la preocupación por una privatización de la educación que afectaría a esas otras producciones, al estar faltando una educación que impactase en éstas. Por esta razón que pueda entenderse que eran más que ocupantes formales: eran personas que se valían de la reproducción de la ocupación sin soltar las otras producciones necesarias en sus vidas. Segundo, porque la ocupación ya asomaba un potencial desprivatizador a través de sus propias producciones: vivir en la universidad sólo era posible disputando lo público, amenazado por lo privado; pero, lo público ya privaba con su pretendido uso para un todos incluyente, al “consensuar” socialmente una sola forma de disponer de las condiciones materiales para la educación, además, dependiente del presupuesto. La ocupación representaba una forma disidente de la organización social que, si bien ya tenía muy claro que la responsabilidad de la educación no cayese en lo privado –sólo quien pueda pagar tiene acceso-, también iba más allá de lo público. Lo público se convertía en uso disponible para reproducir la vida social en la propia universidad con producciones propias, lo cual permitía a las y los ocupantes estudiantes no delegar la producción de la educación ni a lo privado ni a lo público. Por eso la potencia de que ellas y ellos dispusieran de la UFFS para reusarla, organizándose en Sectores, preparando sus alimentos y comiendo ahí, adaptando los salones a dormitorios, ocupando los baños y regadera para sus necesidades de higiene, reusando el internet para los fines políticos de la ocupación y para entretenimiento, tomando posesión de los diferentes espacios del edificio principal para reuniones y asambleas, etc.

Dicho todo lo anterior, mi balance es, que esa crisis de capital que el gobierno regestionaba privatizando la educación pública, es decir, haciéndole pagar al pueblo con la flexibilización de su formación y con la prioridad presupuestaria para el pago de la deuda pública, ya estaba siendo rebasada, en buena medida, por el mismo pueblo a través de sus producciones relanzadas en la ocupación. Tal vez ésta enarbolaba lo público para la educación como defensa frente a la privatización, y tal vez podía “desactivarse” para anclarse en lo público como puerto seguro, pero las y los estudiantes ocupantes estaban mostrando también la potencia de responsabilizarse por las condiciones materiales de su educación, o sea, de tomar la universidad pública: abrirse en tiempo y espacio para una organización social del uso que disputase los medios de producción de la educación, destinada al resto de producciones.

Hacia mi salida de la ocupación, más aperturas aparecían: ocupantes y profesores donaban clases sobre producciones que sabían hacer; se realizaba una segunda votación estudiantil, de la cual las y los ocupantes salían nuevamente victoriosos; lograban la cancelación del calendario escolar; trabajaban voluntariamente en la producción de un área de tierra en forma de mandala; establecían un servicio de guardería; etc. La ocupación abría posibilidades y desprivatizaba la vida social.[1]

Fuentes

Coordenação do coletivo Ocupa UFFS, Manifesto de apoio aos povos indígenas otomí, tepehua e nahua da Sierra Norte do estado de Puebla no México, 2016.

Cornelli, Marcela, A lógica perversa da dívida e o orçamento de 2015, en http://www.auditoriacidada.org.br/blog/2015/03/13/a-logica-perversa-da-divida-e-o-orcamento-de-2015/, consultado el 09 de noviembre de 2016.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=221276&titular=una-ocupaci%F3n-estudiantil-en-paran%E1-brasil-

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