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La venganza de los virus

Por: Raúl Zibechi

Uno de los problemas que aquejan al pensamiento crítico en este periodo de casos sistémicos, se relaciona con el tiempo y, de modo particular, con cierta fijación en las coyunturas y en los acontecimientos, o en el tiempo corto, según el historiador Fernand Braudel. Como si lo decisivo fuera el último discurso del candidato, la nueva ley aprobada o la genial iniciativa de algún dirigente.

Para el historiador, los acontecimiento son polvo, sucesos que se los lleva el viento y que no dejan más que vagos recuerdos; si los dejan. Braudel no desestimó ninguno de los tres tiempos que estudió, pero siempre se mostró fascinado por la larga duración, el tiempo largo, el de las estructuras y las continuidades, al que llegó a definir como el tiempo de los sabios.

De algún modo, es el tiempo de los pueblos originarios. Mayores se refieren casi siempre a los cinco siglos con los que nombran el inicio de una nueva era, plagada de desastres. Raras veces se enfocan en las coyunturas, a las que suelen abordar, casi, como meras anécdotas.

En 1995, Immanuel Wallerstein que se decía inspirado por Braudel, escribió un texto que hoy tiene rabiosa actualidad: Así como hace 25 años al parecer alcanzamos un pico en el fortalecimiento de las estructuras estatales, es posible que también hayamos alcanzado un pico en el ataque mundial, que ya duraba dos siglos, contra las enfermedades infecciosas y contagiosas. Es posible que la arrogante utilización de soluciones dramáticas haya dañado algunos mecanismos ecológicos de protección, posibilitando la aparición de enfermedades epidémicas terribles antes desconocidas [*].

Una cita que daría para un seminario. En efecto, en esas dos frases aparecen varios conceptos fuertes.

Sabemos que dos siglos de ataque a virus y bacterias, incluyendo la sobreutilización de antibióticos y el consumo masivo de comida chatarra, han dañado las defensas del organismo humano, de los no humanos y del planeta Tierra. Wallerstein se refiere a dos siglos que coinciden con la aparición de las primeras vacunas y del comienzo del ataque sistemático, equiparable a bombardeos, contra virus y bacterias.

Lo más notable, desde mi punto de vista, es su capacidad de emparejar el devenir de los estados con el del combate a las enfermedades, lo que evidentemente sugiere que estamos ante dos facetas ineludiblemente entrelazadas. Existe un solo planeta y lo que suceda con una de las variables se relaciona, inevitablemente, con las demás. Esta realidad sólo la podemos aquilatar si la miramos con los lentes de la larga duración, que disuelve los compartimentos estancos que está reproduciendo el pensamiento crítico.

El segundo aspecto que me parece necesario destacar, es el que menciona como soluciones dramáticas que, a la larga, no solucionan nada. ¿Qué conclusiones podemos sacar de estos dos siglos de guerra contra los virus? Una fundamental es que los virus vuelven, retornan porque pueden mutar pero, sobre todo, porque son parte de la vida, esa que no se puede eliminar sin provocar algo así como el suicidio de la especie.

En este punto entran las vacunas, que empiezan a ser obligatorias en algunos países y que se proponen como la solución única a la pandemia. Debo aclarar que quien esto escribe está vacunado de dos dosis, de modo que no milito entre los antivacunas, aunque tenga dudas sobre su eficiencia y su conveniencia. El punto es otro.

Administrar vacunas masivamente puede ser un modo de atajar la pandemia, puntual y coyuntural, pero que no elimina las futuras pandemias y, como señala Wallerstein, puede estar agravando el daño a los mecanismos ecológicos de protección. Aquí aparecen dos cuestiones. Una, que si no se abordan las causas profundas de la pandemia, como la deforestación y los gigantescos criaderos de animales para el consumo de carne, los virus volverán y serán más dañinos.

Dos, que al parecer no hemos aprendido nada de estos dos siglos: el bombardeo sistemático a virus y bacterias para combatir infecciones y enfermedades ha dañado nuestro sistema inmunitario, quizá de forma irremediable. Pero seguimos insistiendo en la misma receta, sin hacer balance de lo que nos puede enseñar la larga duración.

La arrogancia de la humanidad, profundizada por gobernantes ególatras (de derecha y de izquierda), atontada con la zanahoria del consumo, utilizada y fomentada por el capital, hace muy difícil desandar el camino de la autodestrucción. Sólo pueblos originarios enseñan caminos diferentes, precisamente porque no han abandonado la cultura de la larga duración. Se vacunan pero además cultivan sin agrotóxicos, por poner un ejemplo.

Por último, confiar en los estados es tan ingenuo como confiar la salud colectiva a las multinacionales farmacéuticas, que sólo piensan en ganancias gigantes por su control monopólico del mercado. Una salud autónoma que se construya a contrapelo del mercado y del Estado, es tan posible como urgente.

Nota:

[*] En Después del liberalismo, Siglo XXI, pp. 69 y 70.

Fuente: https://www.jornada.com.mx/2021/07/16/opinion/015a2pol

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La revolución como problema

Por: Raúl Zibechi

Pertenezco a la generación que creció influenciada por el clima político y cultural de la revolución cubana. Me contagié del entusiasmo que generaba, en particular, la figura del Che, quien no dudó en dejar las comodidades de la vida urbana posrevolucionaria para caminar selvas y montañas, porque «el deber de todo revolucionario es hacer la revolución».

Hoy Cuba atraviesa una situación compleja, que me lleva a reflexionar en varios tiempos sobre la coyuntura, la estructura y el concepto mismo de revolución.

I

La soberanía nacional es intocable, tanto como el derecho de las naciones a su autodeterminación. La soberanía de una nación no depende de quién esté en el gobierno. Nadie tiene derecho a intervenir o subvertir el gobierno de una nación ajena.

El bloqueo a Cuba es inaceptable, como los intentos por derrocar la revolución, sistemáticos y continuos desde hace seis décadas. Nunca pedimos una intervención extranjera para poner fin a las dictaduras del Cono Sur, porque confiamos en que los pueblos deben decidir su futuro. Por eso tampoco pedimos que regímenes oprobiosos y genocidas (como el de Arabia Saudita, entre muchos otros) sean derrocados con invasiones militares.

Cuba tiene derecho a que se la deje en paz, como sucede con todas las naciones del mundo. Solo dos países apoyan el bloqueo: Israel y Estados Unidos.

II

La crisis actual tiene causas precisas. En 2020 la economía registró una contracción del 8,5 por ciento, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe. La industria cayó 11,2 por ciento y el agro, 12 por ciento. La crisis del turismo es tremenda y repercute en toda la sociedad: en 2019 Cuba recibió 4,2 millones de turistas, en 2020 apenas 1,2 millones. En el primer semestre de este año solo recibió 122 mil turistas, según datos recabados por la periodista chilena Francisca Guerrero.

El turismo aporta en torno al 10 por ciento del PBI, emplea al 11 por ciento de la población activa y es la segunda fuente de divisas. La escasez de divisas crea enormes dificultades para la importación de alimentos: Cuba debe importar el 70 por ciento de la comida que consume, mientras los precios internacionales crecieron un 40 por ciento en un año.

El llamado ordenamiento cambiario, que eliminó las tasas diferenciadas con las que se cambiaban los pesos cubanos por dólares, decidido en enero, aunque necesario y deseable, llegó tarde y en un momento de aguda escasez de dólares. Lo cierto es que la población tiene grandes dificultades para acceder a bienes básicos.

Inflación y apagones son el corolario de viejos problemas nunca resueltos (como el deterioro de las infraestructuras) y de improvisaciones en la aplicación de cambios largamente postergados.

El bloqueo es un gran problema para Cuba. Pero no todos sus problemas pueden reducirse al bloqueo. Un problema del que no se quiere hablar, no solo en Cuba, es el de la revolución como problema. O sea, del Estado como palanca de un mundo nuevo.

III

Creíamos que la revolución era la solución a los males del capitalismo. No fue. Quizá la obra mayor de las revoluciones haya sido empujar al capitalismo a reformarse, limando durante cierto tiempo sus aristas más extremas, aquellas que todo lo confían al mantra del mercado autorregulador, que lleva a millones a la pobreza y la desesperación.

Revolución fue siempre sinónimo de conquista del Estado, como herramienta para caminar hacia el socialismo. Originalmente el socialismo debía ser, ni más ni menos, el poder de los trabajadores para superar la alienación que supone la separación entre los productores y el producto de su trabajo. Sin embargo, socialismo se volvió sinónimo de concentración de los medios de producción y de cambio en el Estado, controlado por una burocracia que, en todos los casos, devino en una nueva clase dominante, casi siempre ineficaz y corrupta.

El pensamiento crítico se sometió a esta nueva burguesía, o como quiera denominarse a esa casta burocrática que, no siendo propietaria, tiene la capacidad de gestionar los medios de producción a su antojo, sin rendir cuentas más que a otros burócratas, sin que los trabajadores, privados de formas de organización y de expresión autónomas, puedan incidir en las decisiones. Sin libertades democráticas, los Estados socialistas (contradicción semántica evidente) devinieron en Estados autocráticos y totalitarios, no muy diferentes a las dictaduras que sufrimos y a las democracias que no nos permiten elegir el modelo económico que nos gobierna, sino apenas a representantes ungidos gracias a costosas campañas publicitarias.

Las revoluciones socialistas y de liberación nacional, y aun los movimientos emancipatorios, se autodestruyeron en el rompeolas de los Estados: al institucionalizarse y perder su carácter transgresor y superador del estado actual de cosas; al relegitimar un sistema-mundo que pretendían desbordar; al trasmutar, por la vía institucional, la potencia rebelde de las clases populares en impulso para la conversión de los burócratas en nuevos opresores.

Como sostuvieron Fernand Braudel e Immanuel Wallerstein, y ahora Abdullah Öcalan, el Estado nación es la forma de poder propia de la civilización capitalista. Por lo tanto, dice el líder kurdo, la lucha antiestatal es más importante que la lucha de clases, y esto no tiene nada que ver con el anarquismo, sino con la experiencia de más de un siglo de socialismo. Es revolucionario el trabajador que se resiste a ser proletario, que lucha contra el estatus de trabajador, porque esa lucha apunta a superar y no a reproducir el sistema actual.

Para hacer política centrada en el Estado, las categorías de hegemonía y homogeneidad son centrales. La primera es una forma de dominación, sin más, aunque el progresismo y la izquierda crean que supera al leninismo. La segunda es una pretensión de quienes, desde arriba, quieren llevar a los pueblos de las narices. Agrietados el patriarcado y el colonialismo interno, hoy es imposible una sociedad homogénea, porque las mujeres, los jóvenes y todo tipo de disidencias (desde las culturales hasta las sexuales) rechazan el aplanamiento de las diferencias y diversidades.

Imponer homogeneidad con base en la hegemonía es una apuesta al autoritarismo, ya sea a través del mercado o del partido de Estado. La forma ideal de dominación es aquella que se presenta como democrática (simplemente porque hay elecciones), pero encarcela a la población en un modelo económico que vulnera su propia vida.

IV

La revolución socialista es cuestión del pasado, no es el futuro de la humanidad. Tampoco lo es el capitalismo. El binarismo capitalismo/socialismo ya no funciona como organizador y ordenador de los conflictos sociales.

Mientras las izquierdas siguen prisioneras de su visión estadocéntrica, los sectores más activos y creativos de las sociedades latinoamericanas (feministas, pueblos originarios, jóvenes críticos) ya no se referencian en Cuba, como lo hizo mi generación, sino en luchas concretas como las revueltas chilena o colombiana, en el zapatismo y en los mapuches, en ritmos raperos y en sueños de libertad imposibles en la Nicaragua de Ortega y en la Cuba del Partido, en la Colombia de los paramilitares o en el Brasil de Bolsonaro.

Fuente de la información e imagen:  Brecha

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Hoy recibí una carta

Por: Raúl Zibechi

Un compañero que vive en Cali, muy cerca de Puerto Resistencia, un suburbio de la ciudad colombiana que desde hace un mes se ha convertido en uno de los 25 “puntos de resistencia”, relata lo sucedido en algunas asambleas1. El relato dice:

“Me gustaría compartir una anécdota que me parece hermosa. En la Primera Línea de defensa, en Puerto Resistencia, hay un niño mudo, que ni siquiera sabe el lenguaje de señas para comunicarse. Sin embargo, ese niño es tratado en pie de igualdad por todos los demás, tanto es así que -en dos de las asambleas que se realizaron- fue invitado a «hablar». Sí, le entregaron el micrófono para que dijera «lo que podía y debía decir». Ciertamente no era una forma de burlarse de él sino de decir que en Puerto Resistencia todos pueden hablar. Todos, incluso aquellos que literalmente no tienen voz. De la misma manera, entonces, en ese espacio, hay que escuchar a todos”.

Mirar el mundo con las y los de abajo supone partir de los pequeños hechos de la vida cotidiana, esos que normalmente no aparecen en los grandes medios de comunicación, pero que son el alimento espiritual de la gente común y el cimiento de la vida comunitaria.

Así es como podemos componer un cuadro de los sectores populares. Un cuadro de conjunto que surge de la combinación de retratos de esa cotidianeidad, un tapiz tejido con muy diversas hebras y colores.

El objetivo es comprender y mostrar la heterogeneidad de la vida real, la vida que rechaza la homogeneización que sirve al sistema capitalista. Ese sistema necesita convertirnos a todos en consumidores de los mismos productos, para que todos vivamos en los espacios iguales.

El capitalismo, en general, se entiende como un modo de producción, una economía que produce bienes. Esta, sin embargo, es una mirada de arriba, que no hace centro en las personas. Si miramos desde abajo, lo que vemos es una enorme diversidad que es aplastada -en cada minuto y en cada parte del mundo- por un sistema que necesita homogeneidad, para destruir la diversidad de la vida y convertirnos en consumidores.

El compa que me escribió desde Cali relata una historia similar a la que viven los pueblos originarios y, en particular, a las que aparecen en los relatos zapatistas.

Los zapatistas nunca comienzan hablando de economía, bolsas de valores, multinacionales, sino con los pequeños acontecimientos de la vida diaria, como las historias del viejo Antonio o las de la niña Defensa Zapatista. Es el modo como la gente entiende la vida, a partir de las pequeñas cosas que nos afectan e involucran.

¿Podemos mirar la vida, el mundo, con los ojos de ese chico mudo que participa en las barricadas de Puerto Resistencia?

El punto es si somos capaces de sentir como siente ese niño mudo; de aceptar que pueda ocupar el centro de la asamblea, desplazando a quienes emiten un discurso racional, ordenado, “político”.

¿Podemos, como activistas de izquierda, imaginar que un niño mudo puede ser sujeto político? Que aunque no habla con la voz, lo hace con el enorme gesto de estar allí, en la barricada, junto a sus pares, poniendo el cuerpo, arriesgando la vida. Para eso, como sabemos, sólo hace falta dignidad, no un programa máximo y otro mínimo.

Si podemos compartir espacios y tiempos con el niño mudo, entonces sí, podemos cambiar el mundo. Podemos construir un mundo nuevo. Porque hemos logrado estar a la altura de un niño mudo (o una mujer que ha sufrido violencia, o cualquier otra persona que el sistema condena por diferente, porque no puede tomar el poder) es porque nosotros ya somos parte de lo nuevo, porque ya estamos caminando con otros pasos.

El nuevo mundo no es la sociedad perfecta, el paraíso al que algún día llegaremos, después de tantos sacrificios. Es una forma de caminar por el mundo, con pies de niña y sonrisas. El nuevo mundo comienza el día en que merecemos sentirnos migrantes, ancianos, niñas, el día que tenemos el honor de volvernos mudos en una asamblea.

1 Se trata de un correo de Alejandro Sánchez Guevara, a quien conocí en uno de mis viajes.

Fuente: desinformemonos.org

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Guardia Indígena: Dignidad y solidaridad

Por: Raúl Zibechi

La Guardia Indígena de los pueblos originarios del Cauca, sur de Colombia, es una de las más importantes creaciones de los movimientos emancipatorios de nuestro continente. La comenzamos a ver en torno al año 2000, cuando los resguardos indígenas del Cauca eran escenario de una guerra que los nasa, misak, totoroes, coconucos y otros pueblos de la región rechazaron de forma tajante.

Las y los Guardias son nombrados por las asambleas comunitarias que pueden removerlos si constatan comportamientos no adecuados. Como señala la Comisión de la Verdad, la Guardia “es una forma de organización ancestral de los pueblos indígenas de protección colectiva no violenta”. Su tarea es la defensa del territorio, la autonomía y la cultura, y procuran defender el plan de vida de los pueblos.

Según el CRIC (Consejo Regional Indígena del Cauca) la guardia la integran “los niños, niñas, mujeres, hombres, autoridades espirituales y culturales que están en constante contacto con la defensa de la cultura, la vida, el territorio y la autonomía”. En ocasiones son familias enteras las que integran la Guardia.

El signo distintito es el bastón de mando que simboliza el mandato de las comunidades y el ejercicio de derecho propio, y la pañoleta verde y roja. Tallado en madera de chonta, el bastón está adornado con cintas de cuatro colores: verde es la naturaleza, rojo por la sangre de los antepasados, azul por el agua y negro por la tierra. A nivel nacional, porque la Guardia ha sido adoptada por los 115 pueblos indígenas de Colombia, las diversas cosmovisiones le imprimen sus propias simbologías.

La presencia femenina es muy importante y pueden verse compañeras trabajando como coordinaras de Guardias. Defienden el cuidado y no la explotación de la tierra, por lo que se oponen a las multinacionales que se quieren instalar en sus territorios, en particular con minería a cielo abierto.

Estos días cientos de Guardias Indígenas han llegado hasta Cali porque, como dicen los pueblos del Cauca, “somos diferentes, pero no indiferentes”. La Guardia fue a Cali no sólo a manifestarse sino a apoyar a los barrios más golpeados por la represión en el marco del paro nacional, a pedido de varios estudiantes y vecinos movilizados.

“Muchos creen que si nos matan o nos disparan nos van a doblegar o nos harán retroceder. Es lo contrario, nos llenamos de coraje y eso nos da fuerza”, dijo Harold Secué, consejero de la Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca (ACIN). El domingo pasado, varias camionetas de alta gama con vidrios polarizados, atacaron a balazos a la Minga con apoyo de la policía. Pese a los 14 heridos, algunos de gravedad, las comuneras no retrocedieron y persiguieron a los atacantes, sin armas, sólo con su digna rabia.

El periodista de Pacifista, Nicolás Sánchez, le pregunta a Secué: “¿Cómo hacen para enfrentarse a hombres armados y hacer que salgan corriendo?”.

La respuesta fue muy clara: “A los jóvenes indignados de este país ya no les importa incluso su vida. Ellos tendrán armas y municiones, pero la dignidad del pueblo es tan fuerte y tan grande que deciden enfrentarlos. La gente se llena de valor”.

“Nuestra lucha es con el pensamiento, pero debemos defendernos y nos corresponde enfrentar este modelo que nos está acabando, porque la violencia del Estado nos ha matado más que la pandemia”, dijo Secué.

Lo cierto es que los jóvenes movilizados le pidieron a la Minga, por primera vez, que fuera a Cali a apoyarlos porque los están matando. Y ahí decidieron irse a la ciudad, en sus chivas (autobuses abiertos) repletas de varones, mujeres, niños y niñas. La violencia racista de habitantes de barrios ricos que se denominan “ciudadanos”, no ha hecho más que mostrar la miseria ética del capitalismo.

La experiencia y el reconocimiento de la Guardia Indígena motivó que otros sectores se organizaran. Ya existen las Guardias Cimarronas de los pueblos negros y las Guardias Campesinas, pero lo más novedoso es que durante estos días de paro nacional los jóvenes urbanos comienzan a reflexionar sobre la necesidad de organizarse como Guardias en las ciudades y en los barrios. La derecha y los ricos no sólo cuentan con su policía y sus fuerzas armadas, han salido a la calle armados en varias ciudades. En Pereira atacaron con armas a los manifestantes.

Creo que los pueblos originarios están marcando un rumbo: recuperar/liberar tierras, tumbar monumentos de conquistadores y monocultivos de caña, para construir otros mundos y defenderlos en comunidad.

Tal vez con los años concluyamos que la gran victoria de este paro que lleva 12 días, no será el cambio de gobierno sino la extensión de la organización de las Guardias a las periferias urbanas, allí donde los jóvenes no tienen futuro en este sistema y, por lo tanto, deben construirlo, abriendo brecha, con organización como enseñan los pueblos.

Dejen protestas, pide Duque a indígenas

Fuente e imagen: desinformemonos

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Uruguay: Nuevas formas de segregación y control social

Nuevas formas de segregación y control social

Fuentes: La Jornada

La segregación siempre fue una forma de dominación, al separar a las personas por su pertenencia de clase, de color de piel, de opciones sexuales y geografías. Los trabajadores siempre vivieron en barrios separados de las clases medias y altas, en áreas con menos servicios, peor calidad del aire y del agua, y con mucha menor cantidad de espacios verdes.

Los pueblos originarios y negros han sido despojados de sus territorios, proceso que se ha profundizado en las últimas décadas, condenándolos a vivir en las tierras menos productivas, a menudo en pendientes y zonas rocosas, como sucede con los nasa y misak, del Cauca colombiano.

Hay muchas más formas de segregación, pero ahora aparecen nuevas, con la excusa de la pandemia. Se perfilan pasaportes sanitarios para atravesar fronteras, incluyendo o excluyendo las vacunas que las multinacionales prefieren o rechazan.

Por ejemplo, un latinoamericano no podrá ingresar a Europa si fue vacunado con Sinovac, aunque es uno de los biológicos más difundidos en la región (https://bit.ly/3nebLmH). No sólo exigen vacunación, sino que discriminan por la geografía de donde proviene la persona, en una geopolítica sanitaria que agrava la segregación.

Estamos ante una ventana de oportunidades para quienes, con la excusa de la pandemia, buscan cercenar libertades engordando códigos penales. En Uruguay, el parlamento está a punto de aprobar una ley que crea el delito de peligro sanitario, que se aplicará a quienes incumplan las normas sanitarias.

Si el nuevo delito suena grave, el que se pueda penar con tres a 24 meses de prisión sin la necesidad de comprobar que la persona contagió a otra (https://bit.ly/3v94CqI), es muestra de la discrecionalidad con que se pretenden establecer las penas.

El presidente de la Asociación de Abogados Penalistas, Juan Fagúndez, calificó la ley de absolutamente fascista, pues considera un error inventar un delito en estas circunstancias y para este momento (https://bit.ly/3tDaHLr). Como sucedió durante la dictadura militar, otra vez va a caer sobre los jóvenes la punición de su conducta, algo que no tiene ninguna relación con la salud, sino con el disciplinamiento de generaciones enteras que no aceptan la imposición de conductas por el Estado y la policía.

Algo que se pretende penalizar son las fiestas y encuentros juveniles que producen aglomeraciones, figura que la policía está empeñada en criminalizar.

Meses atrás, el parlamento uruguayo aprobó una ley sobre un artículo de la Constitución, por la cual se suspendieron por cuatro meses las aglomeraciones de personas que pueden generar un notorio riesgo sanitario. Sin embargo, cuando se le pidió al gobierno que definiera lo que entiende por aglomeración y cuánta gente incluye, respondió que eso corresponde definirlo a la policía en el momento y sobre el terreno.

En suma, es la policía o el golpe de Estado permanente, en palabras de Michel Foucault, la que tiene la potestad para definir si existe riesgo sanitario cuando grupos de jóvenes se juntan. En los últimos meses, la policía ha llegado a disolver más de 100 aglomeraciones diarias, en un país de apenas 3 millones de habitantes (https://bit.ly/3sHS7jX). En algunos casos se trataba de grupos de apenas cinco personas en una playa, como muestran las redes sociales (https://bit.ly/2P7Kaaa).

De lo que se trata es de apretar las clavijas del control social, prohibiendo manifestaciones (la del 8M ya ha sido acusada en todo el mundo de expandir la pandemia), recortar derechos y libertades permitiendo el ingreso de la policía a las viviendas particulares, incluso por la noche, si hay una denuncia por riesgo sanitario.

Entiendo esta situación como parte de la militarización de nuestras sociedades. El control a gran escala, con policías, cámaras de seguridad y drones, se complementa con un control capilar, que invade todos los rincones de la sociabilidad popular.

En este asunto también hay clases y geografías. Para disipar cualquier acusación de conspirativismo, un estudio sobe movilidad en Montevideo (1.5 millones) con datos de Google, dice que cayó 51 por ciento la movilidad en plazas, parques y playas; bajó 48 por ciento en restaurantes, cafeterías y centros comerciales, y más de 40 por ciento en el transporte público; pero aumentó 10 por ciento en las zonas residenciales, o sea en los barrios de clase media alta y alta (https://bit.ly/3n83SiB).

¿No estamos acaso ante un panóptico a cielo abierto, una gigantesca cárcel cuyos barrotes son poco visibles, porque sus guardianes son nuestros vecinos, y hasta nosotros mismos? ¿Cómo se escapa de una cárcel así?

No lo sabemos, porque las formas de dominación van mutando, las nuevas se superponen a las viejas, sin sustituirlas. Lo seguro es que no hay salidas individuales y sin estar organizados. Lo demás habrá que improvisarlo, probando, errando y volviendo a probar, hasta abrir brechas.

Fuente: https://www.jornada.com.mx/2021/04/23/opinion/016a1pol

Fuente de la Información: https://rebelion.org/nuevas-formas-de-segregacion-y-control-social/

 

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¿Encuentro entre dirigentes o entre movimientos?

Por: Raúl Zibechi

En un encuentro con la Caravana Nacional e Internacional de Observación y Solidaridad con las Comunidades Zapatistas, realizado en el 2 de agosto de 2008 en La Garrucha, el subcomandante Marcos explicó cómo entienden los encuentros internacionales entre movimientos en el marco de La Sexta Internacional.

Dijo que se trataba de un “encuentro de rebeldías” para intercambio de aprendizajes directos, no mediáticos sino reales.

Como el zapatismo pone todo patas arriba, en estos momentos de preparación de giras vale volver sobre sus modos plebeyos (que es como decimos en mi tierra las relaciones entre abajos) de establecer relaciones y de trabajar.

Relató que esos meses recibieron delegaciones de varias partes del mundo y que a miembros de Via Campesina les dijeron: “El encuentro entre dirigentes para nosotros no vale nada. Ni siquiera la foto que se tomen. Si las dirigencias de dos movimientos no sirven para que los movimientos se encuentren y se conozcan, esas dirigencias no sirven”.

Estamos ante una cultura política completamente opuesta a la que practican, incluso, los movimientos que se reclaman como anti-capitalistas o revolucionarios, y esto es tan trascendente que merece algunas explicaciones.

La primera es que la cultura capitalista y patriarcal no sólo es hegemónica en la sociedad en general, sino también entre los sectores populares, pueblos negros y originarios y, por lo tanto, también en los movimientos y organizaciones. Reconocerla y evitar que se reproduzca es una tarea central, ya que no podemos cambiar el mundo con los modos del sistema.

La segunda es que para acotar la cultura del capital en los movimientos, no digo eliminar porque es un proceso muy largo, es necesario comenzar a hacer las cosas de otro modo, rehuir las inercias, poner en discusión todas y cada una de las prácticas, y hacerlo abiertamente, en el diálogo entre las y los de abajo organizados.

Un rasgo típico de la cultura capitalista en el interior de los movimientos consiste en darle prioridad a los dirigentes; a los varones sobre las mujeres; a los militantes más experimentados y reconocidos sobre los menos conocidos; a quienes se expresan mejor en la lengua que manejan los medios, desplazando a las que hablan lenguas originarias.

En los medios del sistema hay una clara tendencia a “reconocer” y darle voz a los dirigentes que mejor se expresan, los que se destacan por alguna razón en la que se espeja la cultura dominante, convirtiéndolos a menudo en los favoritos de los periodistas que siempre los buscan y con los cuales se sienten más cómodos. De este modo, los medios terminan eligiendo a los dirigentes en vez de hacerlo las bases.

Como aprendimos en la educación popular, la cultura de abajo ha sido colonizada por el capitalismo y ella se expresa de forma compleja y distorsionada, con muchos matices de la cultura dominante. Sin embargo, aún persisten rasgos de lo mejor de las culturas negras, originarias, campesinas y populares, pero es necesario hacer un trabajo interior, en el seno de nuestras comunidades, para aventar –separar la paja del trigo- los aspectos opresores de los liberadores.

Eso no se puede hacer en una sola asamblea, ni lo deben hacer sólo los organismos superiores de la organización y los dirigentes, sino es tarea permanente de todas y todos los que integramos un colectivo.

Como señala el EZLN, la foto entre dirigentes no tiene sentido, no va a ningún lugar salvo a ocupar espacios en los medios. Lo importante es que las personas que integran movimientos se encuentren, dialoguen, aprendan unas de otras, consigan intercambiar saberes y experiencias. Esto es más fácil de hacerlo en rondas, en fogones, en los que hay tiempo para compartir, hablar y escuchar sin interferencias externas. Pero también valen las fiestas, los partidos de fútbol y los bailes para cumplir esos objetivos.

Los modos públicos de los movimientos son incluso más importantes que sus programas y declaraciones, ya que emiten mensajes de mayor profundidad porque escenifican el mundo por el que luchan. Muchos hablan contra el capitalismo y el neoliberalismo, pero actúan de forma opuesta. La coherencia entre lo que se dice y lo que se hace, es una cuestión ética que, finalmente, es el norte que debería guiar todas las acciones.

Fuente e imagen: desinformemonos

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Hasta aquí llegó mi amor

Por: Raúl Zibechi

TENSIÓN ENTRE BOLSONARO Y LOS GENERALES

La semana comenzó con una rotunda derrota del presidente brasileño tras la renuncia de su canciller, el más ultra de sus ministros. Pero el epicentro de la crisis se trasladó enseguida al campo militar.

«El cerco del Congreso, los tribunales superiores, los diplomáticos, los médicos, los enfermeros, los ambientalistas, los economistas, los abogados, los banqueros y los grandes empresarios, generó un grito unánime en Brasilia: ¡Basta! Basta de desgobierno, basta de delirios ideológicos y amenazas golpistas, basta de hundir a Brasil en el escenario internacional», escribió este martes la columnista especializada en asuntos castrenses Eliane Cantanhêde en el diario más conservador del país (O Estado de São Paulo, 30-III-21). Todos los analistas coinciden en que el presidente Jair Bolsonaro intentó subordinar a las Fuerzas Armadas a una iniciativa propia en contra del orden constitucional. Incluso el general Sérgio Etchegoyen, jefe del Gabinete de Seguridad Institucional en el gobierno de Michel Temer, fue enfático en distanciarse del oficialismo en una entrevista a Radio Gaúcha, este martes, en la que declaró que «las Fuerzas Armadas están maduras y no serán un factor de inestabilidad».

Según la columnista Thais Oyama, «lo que hizo al presidente Bolsonaro pedir la cabeza del comandante del Ejército, Edson Pujol, fue la negativa del general a manifestarse contra la decisión judicial que anuló las condenas del expresidente Lula a principios de mes» (UOL, 30-III-21). El excapitán y actual mandatario exigía, de ese modo, una iniciativa militar similar a la que tuvo el comandante del Ejército Eduardo Villas Boas en 2018, cuando, en vísperas del pronunciamiento del Supremo Tribunal Federal sobre un habeas corpus que podía haber habilitado a Lula a presentarse a las elecciones, tuiteó que el Ejército «repudiaba la impunidad», en una presión castrense a la Justicia para que vetara al dirigente del Partido de los Trabajadores.

En la ocasión actual, el general Fernando Azevedo e Silva, ministro de Defensa hasta este lunes, se negó a seguir el libreto de Bolsonaro y alinear a sus pares, incluido Pujol, detrás de los designios del presidente. El problema, como señala Cantanhêde, es «la manía de Bolsonaro de exigir sometimiento incondicional» a sus ministros y cargos de gobierno, que ahora parece haber encontrado un límite preciso.

RECHAZO MILITAR

Azevedo insiste en su carta de despedida: «Durante este período [al frente de la cartera de Defensa] preservé a las Fuerzas Armadas como instituciones del Estado». Es un mensaje indirecto a lo que no habría hecho el presidente al querer usarlas para su proyecto político personal. De hecho, en la mañana del martes 30, los tres jefes de las Fuerzas Armadas entregaron su dimisión al nuevo ministro de Defensa, el general Walter Braga Netto. Según afirma O Globo, con base en fuentes castrenses, se trata de un mensaje del alto mando militar de que «no cederá al golpismo» (O Globo, 30-III-21). Para la columnista Cantanhêde, Braga Netto «encuentra el ambiente militar contaminado por la política, dividido y polarizado». Pero la duda mayor, estima, radica en saber si el general (que se desempeñaba hasta ahora como jefe de gabinete de Bolsonaro) asume el cargo «para hacer el juego sucio que su predecesor tuvo la dignidad de rechazar».

Lo cierto es que al presidente la soledad lo llevó a buscar apoyos donde no debía hacerlo. No ha tenido otro camino que aceptar la reforma ministerial que abre aún más las puertas de su gobierno al centrão (formalmente, el centro político del Parlamento, pero, realmente, lo que los brasileños llaman «diputados de alquiler», que se prestan a cualquier alianza con tal de asegurar sus cargos). Dos de los nuevos ministros vienen directamente de ese sector, pero al menos cinco de los seis recambios ministeriales de esta semana forman parte de una necesaria conciliación de un presidente que asumió cargando contra la vieja política, pero que a mitad de su mandato debió rendirse a ella. «La reforma ministerial refleja el debilitamiento político del presidente Bolsonaro, que aumenta la dependencia del centrão y pierde el apoyo militar», estima el analista Kennedy Alencar (Folha de São Paulo, 30-III-21).

Algunos estiman que esta crisis representa el fin del gobierno de Bolsonaro, ya que no podría lidiar con tantos adversarios al mismo tiempo, en particular con los militares. La renuncia simultánea de los tres comandantes no tiene precedentes en Brasil, lo que refleja la profundidad de los desacuerdos. Divergencias que, en rigor, se arrastran desde noviembre, cuando una reunión de los ministros militares con el vicepresidente Hamilton Mourão provocó la ira del presidente.

Enemigo de las cuarentenas generales, Bolsonaro afirmó el 19 de marzo: «Mi Ejército no va a cumplir el lockdown ni por orden del papa». Fue cuando se lo consultó sobre la posibilidad de que la tropa auxiliara a los gobernadores y alcaldes para reforzar las medidas sanitarias de restricción de la movilidad (El País, 30-III-21). Ahora, los uniformados decidieron bajarle el pulgar.

CHINA, EMPRESARIOS Y SOCIEDAD

«A los chinos no les interesa que los países mantengan su libertad, ya que no la tienen allí», espetó hace dos años el canciller Ernesto Araújo en una entrevista para la revista Piauí. Durante su gestión al frente de Itamaraty, mantendría esa retórica anti-Beijing. Pero el ministro más ideológico del gabinete de Bolsonaro debió renunciar el lunes 29 ante la presión del Parlamento y, sobre todo, de representantes del poder económico, lo que muestra los nuevos vientos que soplan en Brasil y en todo el mundo.

Según la edición brasileña de El País de Madrid, Araújo es un «fervoroso anticomunista y trumpista, considerado el mayor responsable de que el país no haya conseguido comprar dosis suficientes para una vacunación en masa que permita vislumbrar un horizonte para una recuperación económica» (El País, 29-III-21). A la crisis causada por el desborde de los hospitales y las salas de urgencia se sumó la pasada semana que diez senadores pidieron su renuncia y que el fin de semana circuló una carta apoyada por 300 diplomáticos de carrera que pedían su dimisión.

Araújo no actuaba como canciller, sino como propagandista, como estiman buena parte de los analistas brasileños. Su rechazo a China llegó al extremo de denominar el coronavirus como «comunavirus», en la misma sintonía con que Donald Trump lo llamaba «virus chino». Dado que China es el principal mercado de las exportaciones de Brasil y su principal socio comercial desde 2013, la ideología de Araújo se convirtió en un obstáculo para la economía brasileña. La presión empresarial resultó ser la más pesada para su sobrevivencia. El 21 de marzo se difundió una carta firmada por más de 1.500 economistas, líderes empresariales y banqueros que señala que es ilusorio imaginar una economía en auge con la pandemia fuera de control. La misiva fue decisiva para la renuncia de Araújo.

La carta exige respeto por la ciencia y una adecuada gestión gubernamental, sugiere un cierre de la actividad no esencial y el paso a una toma de decisiones coordinada «para poner fin al deterioro que está experimentando la nación» (El País, 21-III-21). El punto central del documento es el rechazo al dilema entre el cierre y el mantenimiento de la actividad económica: «De hecho, los datos preliminares sobre muertes y desempeño económico sugieren que los países con el peor desempeño económico tuvieron más muertes por covid-19. La experiencia ha demostrado que incluso los países que inicialmente optaron por evitar el bloqueo terminaron adoptándolo, de diversas formas, ante el agravamiento de la pandemia», señalan –citando el caso de Reino Unido– los líderes empresariales y economistas afines.

Fuente e imagen: https://brecha.com.uy/hasta-aqui-llego-mi-amor/

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