Las intuiciones en la educación

Por: Sydia Candanedo de Zúñiga

Nunca imaginé que, a mi avanzada edad, encontraría información tan impactante como para revolucionar los conceptos que yo tenía sobre la historia del conocimiento, cuando escuché las palabras del filósofo mendocino Enrique Dussel, quien expresó de una manera didáctica en ese extraordinario programa televisivo, Dossier, sus teorías sobre la modernidad y la europeización del conocimiento, situación que devino con la conquista de América y que alteró el relato de cómo se entendía el desarrollo del conocimiento en el mundo y de la cultura de los pueblos. Esa alteración —dijo el filósofo— se concretó cuando los escritores románticos alemanes ‘decidieron’ que el conocimiento era creación de los europeos, y dividieron la Historia en las épocas que nos han estado enseñando en las escuelas a lo largo y ancho del planeta. Todo lo anterior me ha hecho descubrir que no debe ser ya un ‘basta de historias’, como dijera equivocadamente un periodista, sino más bien un ‘basta de falsas historias’, como lo plantea positivamente Enrique Dussel. Hay que saber, por ejemplo, que la filosofía no nació en la antigua Grecia, sino mucho siglos antes en Egipto, que la imprenta no fue invento de Gutenberg, sino de los chinos y que Alepo, ahora bombardeada, fue cuna del conocimiento aristotélico.

Hace poco en nuestro país, celebramos dos fechas emblemáticas; el Día del Maestro, y el Día de la Madre, las que me recuerdan siempre a mi progenitora, Aurelia Castillo de Candanedo, educadora chiricana que dejó su impronta en varias generaciones de niños que después descollaron como profesionales en nuestro país y que muchos de ellos, la resaltaban por su profundo conocimiento que recibieron y por la forma como ella enfrentaba los temas. Yo recuerdo a mi madre preparando ‘las intuiciones’, que no son más que el material didáctico hecho con cartulinas, figuras, recortes y con el uso de cuentos y rondas infantiles para facilitar al estudiante la comprensión sencilla de la materia de una manera real, inmediata y directa.

Pues bien, para aquellos años en que ese ser que me trajo al mundo era mi maestra, en nuestro país había un desarrollo extraordinario de la Educación, porque se era maestro por vocación, en las escuelas normales y con buenos profesores que sí existían. Además, en Panamá convergían grandes educadores de otros países con culturas superiores a la nuestra y hay que decirlo, teníamos igualmente ilustres personalidades, panameños raizales, dirigiendo los destinos de nuestra educación y la cultura. Panamá en esos años se convirtió en un Estado Docente, con una dirigencia política que le daba valor a la educación, apoyada como algo positivo por el pueblo panameño y desarrollada en base al pensamiento universal. Mi madre contribuía con su granito de arena con la educación nacional y casi sin saberlo era parte de ese engranaje valiosísimo que teníamos en nuestro país y que nos llevó a tener importantes organizaciones como el Magisterio Panameño Unido y la Antigua Asociación de Profesores. Y era tan pujante nuestra educación que pienso que de seguirla desarrollando, hubiéramos llegado a otros niveles, de manera que tal vez se hubiese arribado a excelentes conclusiones parecidas a las de Dussel.

No obstante, ese desarrollo en la educación y la cultura nuestras, fue cortado, especialmente a partir de los años de la dictadura militar y desde entonces el caminar educativo fue de tumbo en tumbo, sin encontrar la brújula que nos llevaría hoy, hacía la luz del conocimiento.

Sí, es cierto, en América Latina, para aquellos años, no sabíamos ni remotamente lo que plantea actualmente el sabio filósofo Enrique Dussel, sobre todo, cómo se ha estado manipulando la historia del conocimiento, al atribuirle todos los logros de la civilización a Europa y a los países beneficiarios de la modernidad; es decir, a las culturas del norte. Diría yo que entonces por ‘intuición’ sentíamos que se nos daba una educación que nos colocaba a los países del Sur como segundones, pero haciendo un juego de palabras, las ‘intuiciones’ didácticas de mi madre y de otros maestros de la época, nos llevaban al fondo de lo que es nuestra verdadera cultura, aunque lo hicieron parcialmente porque tal vez la cultura latinoamericana estaba en formación y el conocimiento de lo nuestro era muy limitado.

Pienso que ahora las cosas han cambiado. El mundo está preparado para dar, efectivamente, un salto enorme para cambiar la ‘geopolítica del conocimiento’ y de la cultura de los pueblos. Sobre todo de nuestra América Latina que debe ‘descolonizar su pensamiento’, como dijo el filósofo en su disertación. Sin embargo, el hecho de que estemos listos para ese desarrollo de la educación y de la cultura, de revolucionar la forma como se debe enseñar, no nos hace menos vulnerables a las fuerzas centrífugas que desintegran y que se resisten a ese desarrollo del verdadero conocimiento. Por eso se hace necesario entender, más allá de lo que expresara el filósofo argentino Enrique Dussel, como conclusión de su análisis claro y contundente, que los latinoamericanos ‘o inventamos, para brillar con luz propia, o vamos camino a la destrucción’.

Fuente: http://laestrella.com.pa/opinion/columnistas/intuiciones-educacion/23975995

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Universidad decente para un Estado docente

Por: Sydia Candanedo de Zúñiga

La Universidad de Panamá (UP), que a partir del 1 de octubre de 2016 iniciará un período con nuevas autoridades, es la única institución que podría sacar a nuestra Educación del desastre en que se encuentra. Este equipo que asumirá la dirección de la UP, llegará a la Colina inspirado en un mensaje renovador, ético y democratizador, pero, para lograr sus propósitos, tendrá mucho trabajo, por delante, en la construcción de las bases sobre las que deben descansar la Educación panameña y las futuras generaciones.

Es una doble e inmensa tarea, salvar a la Universidad y salvar al país. De manera que, si logramos tener una UP decente y preparada, ella estará en la capacidad de forjar el Estado docente que lleve al desarrollo humanístico al que aspira todo ciudadano honesto. Se sabe que la Educación es función social y es por ello que el Estado tiene que ser docente. Los educadores así lo deben entender. Es cierto que la UP es autónoma, pero ello no es obstáculo para que camine en forma unísona con el Estado. ¿En qué forma?, siguiendo el Estado las leyes educativas que lo rigen, que son las mismas que contempla la Primera Casa de Estudios.

Un Estado docente es aquel en que el Estado es el eje rector de la educación, la que debe ser laica, no atea, sino que permita diferentes religiones, que cultive la conciencia nacional, en el que las instituciones giren alrededor de la Educación. El Estado debe colocar cada institución en sintonía con la Universidad y las escuelas. Si es en Obras Públicas, se deben tener las infraestructuras eficientes y puentes y carreteras de acceso a sus centros de estudios. El Ministerio de Gobierno debe ser una fuente de docencia, brindando programas y noticias educativas. Si se trata del Ministerio de Salud, el Estado debe preocuparse por la salud física y espiritual de estudiantes y profesores. En la actualidad ni siquiera el Meduca ni el Mides están dirigidos a reforzar una idea de Estado docente, porque hay tal desconocimiento y falta de voluntad de parte de las autoridades que no tienen las metas dirigidas a ese fin. La educación en un Estado docente debe ser ‘ integral ‘, para formar seres con conocimiento, personalidad, espíritu y cultura, pero no pensando en una supuesta educación sexual ‘integral ‘, concepto que confunde el propósito de lo que es la educación integral.

Los cimientos de esos conocimientos pedagógicos que iniciarían los cambios profundos, deben nacer en la Facultad de Educación de la UP. La universidad estatal que debe ser luz y guía, no solo en conocimientos académicos, sino en dar las directrices y hacer respetar nuestra verdadera identidad nacional. Allí, en la Facultad de Educación, es donde tenemos que iniciar los cambios, porque es la esfera donde se preparan los profesores que educarán, a su vez, a los maestros de primaria en las escuelas normales. Esos maestros salidos de las escuelas normales, que podrán preparar eficazmente al niño de primaria.

Por otro lado, los profesores, educadores que egresan de las distintas facultades para enseñar su especialidad, en ocasiones no están preparados ni pedagógicamente ni académicamente. Eso también hay que corregirlo. Además, estos no pueden aspirar a ser maestros, porque les falta el bagaje personal de los pedagogos y maestros de aula. Los maestros deben salir de escuelas normales. La Universidad debe revisar sus programas educativos de la Facultad de Educación de manera que los profesores que enseñarán a los maestros, deben tener una instrucción diferente a la de los profesores que se preparan para educar en secundaria las diversas especialidades. La práctica docente metodológica que es verdaderamente especializada, no puede ser igual para primaria que para secundaria.

El pensum académico del profesor formado en la Universidad y que luego enseñará al futuro maestro y al futuro educador de secundaria tiene que ser reforzado en Pedagogía y en Metodología de la Enseñanza. Hay que establecer Escuelas Anexas de Práctica Docente. Además, para ello tendríamos que crear una mística que contagie a todo el Estado en esta misión.

Desde luego, compete a la UP igualmente, hacer los análisis pertinentes a través de organismos tales como el Centro de Estudios Nacionales, para indicar al Gobierno Central cómo hacer para atacar los problemas educativos con el fin de enfrentar la corrupción.

Empero, el primer gran desafío antes de iniciar estos cambios, es adecentar a la UP. La Universidad adecentada tendrá la capacidad de hacer docencia y la autoridad moral para obligar al Estado a convertirse al fin en un Estado docente. Todo esto será posible, si tenemos una Universidad decente, dispuesta a romper con el pasado y a forjar las bases de nuestro futuro.

Fuente: http://laestrella.com.pa/opinion/columnistas/universidad-decente-para-estado-docente/23955435

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