Nuevas tendencias en la educación mundial

Por: Santiago García Álvarez.

Recientemente, se celebró el congreso anual de la Asociación Europea para la Educación Internacional, en que se presentaron líneas generales impulsadas por la OCDE, la Unesco y el Consejo de Europa. Entre otros temas se analizaron algunas tendencias relacionadas con “competencias globales”, que se consideran indispensables en la educación actual.

La OCDE enfatiza sobre la necesidad de entender y apreciar las perspectivas de otros, conseguir interacciones efectivas con personas de otras culturas y actuar colectivamente por el bienestar y desarrollo sustentable. La Unesco, por su parte, hace hincapié en la empatía, el conocimiento propio, la curiosidad y la capacidad de “escuchar para entender”, como cuestiones fundamentales en la materia. Para el Consejo de Europa, en el rubro de habilidades necesarias para un estudiante, debe incluirse la capacidad de escuchar y observar, el conocimiento interior, la empatía, la flexibilidad, la adaptabilidad, la cooperación y la resolución de conflictos.

Al final, en los distintos foros del Congreso se reiteró que la actitud de respeto y apertura a los otros es esencial. Al mismo tiempo, se hizo ver que el conocimiento de uno mismo y del entorno son factores fundamentales en la educación. Una de las conferencias magistrales corrió a cargo de Simon Anholt, famoso por publicar el Good Country Index, quien aseguró que su mensaje principal aquella mañana era la necesidad de generar a good generation. En su opinión, más que enseñar tolerancia, habría que enseñar antropología cultural y así lograr el entendimiento de distintas culturas, lo que automáticamente nos llevaría a la comprensión y a la tolerancia.

En un artículo publicado recientemente en The university world news, un académico del Reino Unido proponía un nuevo modelo curricular basado en valores. Frente a las tendencias de las últimas décadas, orientadas a robustecer los modelos pedagógicos, o la necesidad de responder a las necesidades del mercado, existe una creciente preocupación de volver la mirada hacia temas tan sencillos como profundos: cuidar a la persona y a su entorno.

Da mucho gusto escuchar el enorme interés en el mundo académico por regresar a principios antropológicos fundamentales tales como conocerse, escuchar, comprometerse socialmente, respetar la dignidad humana, abrirse a otros e interesarse por los problemas locales y globales. Se trata, curiosamente, de las “nuevas competencias” indispensables para sobrevivir en un mundo globalizado.

Este casual descubrimiento de muchos académicos y de importantes organizaciones como la OCDE, la Unesco y la EAIE, entre otros, nos deja una importante lección: aunque tengamos sistemas académicos bien elaborados, no tienen sentido si al final no se ordenan a formar personas mejores y un mundo más feliz.

Lo que el discurso público actual suele omitir, se expresó con claridad en este foro: lo realmente importante es poner a la persona en el centro. Verdad tan simple como ignorada. Enhorabuena a los académicos por redescubrir este concepto tan elemental. Si aplicamos ese mismo principio a la economía, a la política, al derecho, a los medios de comunicación, a la tecnología y a tantos otros aspectos de nuestra vida, quizá perderíamos menos tiempo discutiendo posiciones políticas, técnicas o ideológicas y podríamos emplear esas energías para centrarnos de verdad en potenciar a las personas a desarrollarse y a construir un mundo mejor para todos.

Fuente del artículo: https://www.excelsior.com.mx/opinion/opinion-del-experto-nacional/nuevas-tendencias-en-la-educacion-mundial/1340241

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El verdadero reto de la Reforma Educativa.

Hay que preparar técnica y humanamentea los profesores, exigirles pero respetarlos y remunerarlos adecuadamente.

Por: Santiago García Álvarez.

Recientemente se dio a conocer el nuevo modelo educativo nacional para la educación obligatoria. Es un esfuerzo destacable, en el que se concede mayor relevancia a “aprender a aprender” y al uso de las tecnologías. Al mismo tiempo promueve la inclusión y la equidad, impulsa la evaluación de profesores y otorga cierta autonomía curricular a las escuelas.

Nuestro país no es el primero ni el único en plantear nuevos modelos. Se trata de un debate que ha generado polémica, tensiones y variados puntos de vista en distintas partes del mundo.

La educación tradicional del siglo pasado ha derivado en numerosos excesos. Con alguna frecuencia, profesores han ejercido mal su autoridad, con el consecuente daño a los alumnos. Incluso han habido casos de directivos irresponsables en la aplicación de medidas preventivas y correctivas en sus instituciones educativas. Se abusó también del sistema basado en la memoria, de “la letra con sangre entra” y –en general­— de la autoridad como “carta de presentación” y “credencial de ejecución” de la educación.

Estas realidades, entre otras, ocasionaron que el debate educativo se centrara de manera preponderante en los procesos de enseñanza y aprendizaje, en las nuevas tecnologías, en los modos de aprender y en los sentimientos de los alumnos. Son muchos y conocidos los programas encaminados a cuidar la autoestima de los niños, reducir el estrés escolar, emplear métodos didácticos más modernos, entre otras cosas. Numerosas corrientes pedagógicas han abordado estas problemáticas y propuesto una serie de soluciones, algunas muy atinadas, que han representado importantes conquistas y otras, lamentablemente sesgadas, derivado principalmente de su alto contenido ideológico.

Hemos vivido muchos años con estas discusiones y se han implementado muchas de las soluciones propuestas. Sin embargo, a nivel mundial y a nivel nacional la educación básica y media sigue presentando innegables problemas.

Se ha puesto tanto énfasis en cuidar la autoestima de los niños que, en ocasiones, quienes la han perdido han sido los profesores. Su traslado a ser “mediadores” tiene ventajas desde el punto de vista del aprendizaje, pero si no es correctamente entendido e implementado, les puede restar fuerza y autoridad, en perjuicio, paradójicamente, de los propios alumnos.

Los niños necesitan respetar la autoridad, tanto en casa como en el colegio. Esto en sí no es malo, aunque sí lo ha sido su extremo —el autoritarismo—, que sin duda ha resultado perjudicial. Tener figuras de autoridad es muy conveniente si queremos un desarrollo maduro y balanceado de la personalidad de niños y niñas, como lo demuestran muchos estudios.

Algo parecido sucede con los directivos de las instituciones educativas. El director de colegio suele vivir amenazado. Cualquier situación —muchas de ellas accidentales— que ocurra en su institución educativa puede derivar en una demanda civil, penal, en un escándalo mediático o en un daño reputacional injusto. El director actual, en su labor cotidiana, se enfrenta a un sinnúmero de problemas administrativos, legales y mediáticos, que le dejan —irónicamente— poco tiempo para pensar y actuar en lo más importante: la formación de los alumnos.

Sin duda es importante buscar métodos educativos que hagan más fácil el acceso al conocimiento. Sin embargo, a veces parecería que se ha abandonado la exigencia. Y cierta exigencia es buena, pues, como se ha señalado, forma el carácter y prepara al alumno a superar retos importantes en su vida.

En el pasado se abusó de la memoria. Parecía el único medio para aprender, llegando a veces a extremos absurdos. Paradójicamente, en la actualidad, con frecuencia se ridiculiza y “sataniza” la relevancia de la memoria, cuando, en realidad, la memoria es valiosa, y no es malo educarla, pero con un enfoque correcto y sin caer en estrategias fallidas del pasado.

Hace algunas décadas, profesores y directivos gozaban de una infinidad de derechos y quizá tenían pocas obligaciones. Actualmente, parece que el péndulo se ha movido en la dirección opuesta. El alumno actual posee numerosos derechos, pero en ocasiones tiene pocos deberes. El profesor actual, por su parte, está cargado de obligaciones, y poco se ha hecho en relación con sus derechos. No me refiero —por supuesto— a los profesores que se han politizado y secuestrado la educación, sino a la gran mayoría de profesores con una verdadera vocación de servicio.

Necesitamos fortalecer la figura de maestros y directivos. Es importante velar también por sus derechos. La autoestima no es privativa de los alumnos; directivos y profesores son humanos, y también tienen derecho a ella. Ciertamente, los alumnos son los “primeros en intención” en un modelo educativo. Pero habría que preguntarse si no son, también, los “últimos en ejecución”, pues para educarlos a ellos es preciso primero trabajar muy bien con los profesores y hacer equipo con los padres de familia. Es fundamental preparar técnica y humanamente a los profesores, exigirles pero al mismo tiempo respetarlos, remunerarlos adecuadamente, acompañarlos y valorarlos socialmente. Si esto se consigue, harán bien su tarea y por tanto los niños recibirán los beneficios. Ahí está el verdadero reto de la Reforma Educativa.

Fuente: http://www.excelsior.com.mx/opinion/opinion-del-experto-nacional/2017/03/26/1154145

Imagen: http://www.educacionyculturaaz.com/wp-content/uploads/2014/08/bachillerato-examen-maestros-e1407772771609.jpg

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De placeres y gratificaciones.

Por: Santiago García Álvarez

Martin Seligman es uno de los principales impulsores del movimiento conocido como “sicología positiva”. Tiene una larga trayectoria académica y práctica, tanto en la Universidad de Pensilvania como en la Asociación Americana de Psicología. Ha publicado distintos libros sobre sicología desde una perspectiva complementaria al sicoanálisis. En una de sus obras distingue entre los placeres, que son aquellas realidades que nos reportan una grata sensación inmediata, como puede ser comer un chocolate, ver una serie de TV o tener contacto afectivo con una persona y las gratificaciones, entendidas como cuestiones que son arduas, requieren dedicación y cuestan trabajo, pero que, al conseguirse, dejen una sensación más duradera de satisfacción y plenitud. Ejemplos de ello sería graduarse de una licenciatura, terminar una difícil competencia deportiva, superar una pequeña crisis familiar, establecer una relación duradera, etc.

 Según Seligman, las vidas centradas en las gratificaciones notoriamente alcanzan mayores índices de felicidad respecto de aquellas orientadas en los placeres. Las gratificaciones producen satisfacción duradera, aumentan la autoestima, forman el carácter, entre muchos otros beneficios. Los placeres, por su parte, están más vinculados al propio interés, mientras que las gratificaciones con frecuencia tienen un carácter comunitario.

Estoy convencido de que, en el mundo de la educación, uno de los grandes retos es hacer ver a los jóvenes esta distinción entre placeres y gratificaciones y animarles a apostar más por lo segundo. No se trata de que opten disyuntivamente entre pasarla bien o estudiar, sino que consigan ambas cosas en la adecuada proporción. Está bien que disfruten de placeres lícitos, pero es fundamental que apuesten por gratificaciones que les dejarán una sensación mucho más profunda de satisfacción en el mediano y largo plazo y, consecuentemente, los hará más felices.

Llenar la propia vida de experiencias placenteras, pero sin sentido más profundo siempre tendrá un costo en el largo plazo. Uno de los aspectos más preocupantes de la juventud actual es la sensación de vacío, desesperanza y sin sentido que experimentan muchos de ellos. Se ha documentado que, con frecuencia, quienes tienen esa sensación en un nivel más elevado son aquellos que han sido “más libres” y han explotado alternativas placenteras de corto plazo. En contraparte, quienes han hecho apuestas más profundas y se han involucrado en proyectos más trascendentes – con el esfuerzo y trabajo que eso conlleva- son los que al final poseen vidas más plenas y más satisfechas.

 Esta realidad, que se presenta a nivel personal, también se da a nivel de organizaciones, instituciones y sociedades. En México, por ejemplo, en numerosas organizaciones de distintos ámbitos (públicas, privadas, sociales, etc.) que sacrifique el largo plazo por obtener beneficios de corto plazo. Las empresas familiares tienen fama de “exprimir” las utilidades y extraer beneficios de corto plazo. Tanto las instituciones como las personas físicas tienen una tendencia a ahorrar poco e invertir lo mínimo. Lo más cómodo es gastar y disfrutar lo que se tiene en el momento.

Nuestro país invierte poco y se tiene una débil cultura del ahorro. Con frecuencia se apuesta mucho por lo placentero y poco por lo gratificante. Parece que nuestra cultura se ha orientado más a lo inmediato, al corto plazo. Echamos en falta políticas de largo plazo que sobrevivan más allá de un sexenio y que tengan un efecto social mucho más profundo, especialmente en materia educativa. Países con exitosos modelos educativos han sabido apostar por políticas de largo plazo, cuya ejecución paciente y consistente ha generado excelentes resultados.

Me parece que los retos y amenazas actuales especialmente la situación incierta con Estados Unidos— tenemos que fomentar la cultura del ahorro y de la inversión interna. Pero no sólo eso; hay un tema más de fondo: Tenemos que ser disciplinados y estar dispuestos a sacrificar ligeramente el presente por el futuro. Conviene apostar más por una vida de gratificaciones sin dejar de lado la posibilidad de disfrutar ciertos placeres, que brinde sentido a la vida de otras personas y a las nuestras propias y una certera sensación de plenitud. Ojalá nos convirtamos en un país que apueste más por el mediano y largo plazo, aunque eso con frecuencia implique sacrificios en el corto; de esta forma, no sólo heredaremos una mejor sociedad, sino también y más importante aún vidas más plenas y satisfechas.

Fuente: http://www.excelsior.com.mx/opinion/opinion-del-experto-nacional/2017/02/26/1148716

Imagen: https://prepanetnl.files.wordpress.com/2012/11/prepanet5.jpg

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