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Educación musical: Ante el silencio gubernamental, carta abierta a los maestros

México / 1 de octubre de 2017 / Autor: Samuel Maynez Champion / Fuente: Proceso

  1. Pirécua Tsik Tsik Tsapiratiecha (florecita). Arreglo de Luis Sandi

2. Luis Sandi – Hoja de Albúm No. 2

3. Luis Sandi – Scherzando de la Sinfonía No .2

 

En nuestro texto anterior (Proceso 2128) abordamos un problema de extrema gravedad: el destierro de la música dentro de las aulas, argumentando con hechos concretos su papel crucial dentro de la formación del ser humano, sin embargo, no hubo desmentido ni refutación de parte del eximio Aurelio Nuño, titular de la Secretaría de Educación Pública, a quien sólo parece importarle su carrera política, en vez de hacer bien su trabajo para revertir la severa penuria educativa en la que se encuentra sumido el país.

Como era de preverse, la ausencia de diálogo nos compele a enunciar algunas aclaraciones pertinentes, amén de dirigir el soliloquio hacia los integrantes del magisterio quienes son, a fin de cuentas, las correas de trasmisión entre las directrices gubernamentales y el alumnado. Huelga decir que corresponde al maestro crear conciencia, primero dentro de sí mismo, y después hacia sus discípulos y sus familias sobre la imprescindible función formativa de las artes ‒y de la música en especial‒ para la equilibrada evolución del estudiantado. Es un inexcusable error seguir negándole al arte sonoro la preeminencia que le corresponde dentro de la curricula escolar (en otras épocas se situaba en el mismo nivel que las matemáticas, la geometría y la astronomía). Por no hablar de su penosa impartición, cual materia optativa, de la que se desprende que se recurra a música pedestre ‒con teclados electrónicos y sus deshumanizados ritmos y sonidos‒ para satisfacer la garrafal necesidad de “adornar” con tonterías ‒entiéndanse los violentos sonsonetes de nuestros perturbados jóvenes‒ el espacio acústico, so consigna de que hay que llenarse de ruido para que parezca que el ambiente está vivo.

Pero mejor cedámosle la palabra a una verdadera autoridad en estos relevantes asuntos, pues su larga trayectoria como educador la avala. Digamos, para dar un perfil somero de su estatura artística, que fue vicepresidente del Consejo Interamericano de la Música, presidente de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR), columnista de El Universal, El Sol de México y El Nacional, Director de Bellas Artes, presidente de las Juventudes Musicales de México, Jefe del Departamento de Música de la SEP, miembro del Consejo Internacional de la Música de la UNESCO, maestro del Conservatorio Nacional, cantante, director de orquesta, fundador del Coro de Madrigalistas de Bellas Artes y, por supuesto, un compositor de sólida tendencia nacionalista. De su autoría son importantes partituras vinculadas al pasado indígena, junto a una ingente cantidad de transcripciones de nuestra música autóctona.[1] Tocante a su labor como maestro es de señalar que fue, nada menos, creador de los primeros métodos ‒hoy en desuso‒ de educación musical que incorporaron cantos en lenguas vernáculas y responsable de la elaboración de los primeros planes de estudio ‒para la enseñanza no profesional de la música‒ donde se incorporó el mejor repertorio coral que jamás hayan tenido nuestras primarias, secundarias y normales. La carta que reproducimos fue escrita en 1946 y a pesar de sus 7 décadas de vida sigue siendo de una atroz actualidad (va citada casi en su totalidad y con ligeras adecuaciones léxico-formales debidas al paso del tiempo).

 

A los Directores de Escuelas Normales y a los Maestros de Música

Muy estimables señores:

 

Uso este medio tan indirecto porque quiero hablar con ustedes largo y tendido, con más confianza que la que permite el documento oficial. Esta carta va además, sin envoltura, para que puedan leerla muchos a los que, a lo mejor, les interese sin yo saberlo, y sin ellos pensarlo.

Va, para comenzar, una revelación: la música es entre nosotros una miseria. Hay en el país muy pocas orquestas para la cantidad de habitantes que somos, la Ópera Nacional no tiene de nacional sino el dinero que la sostiene, no hay concertistas mexicanos de cartel internacional y hay unos cuantos compositores que ni siquiera pueden dedicarse en serio a componer.

Todos estos males tienen un origen común: no hay músicos en número y calidad satisfactorios porque no hay demanda para ellos y porque la cultura del mexicano es, en este sentido, ínfima.

¿Qué es lo que le gusta al mexicano medio? La vulgaridad, cursilería y vacuidad musicales. Tiene con relación a la música muchas supersticiones: cree que hay que saber de ella para poder gustarla, que es necesario entenderla, que es aburrida, que es innecesaria, lujo inútil de gente acomodada. Cree, en cambio, que la otra música, o la basura sonora de que se rodea, es música de verdad, buena para ser oída en toda ocasión, y paga cantidades crecidísimas a los que se la ofrecen, pero escatima para la que merece llamarse buena música.

El mexicano medio no debe preferir esta música de pacotilla a la otra hecha con todas las reglas del arte, por la misma razón por la que no debe preferir la hechicería a la medicina: porque debe gozar de los beneficios de la verdad y librarse de los males de la superstición. Con relación a la buena música, la verdad es que no se necesita ser músico para gozar de ella; no hay que “entender” a la música, ya que no va dirigida al intelecto sino a la sensibilidad, bastando sólo un par de orejas en buen estado y una mente libre de prejuicios para gustar de la buena música; misma que tampoco puede ser aburrida puesto que es de una variedad infinita.

Es necesario librar al pueblo de estas como de tantas otras supersticiones ilustrándolo con la luz del verdadero saber.

Y entramos con esto en los terrenos del maestro. Pero si el maestro puede enseñar a sus alumnos que no hace daño cortarse las uñas en viernes y que no pasa nada si se sale de casa con el pie izquierdo, no debe desconocer a quienes nos han legado el gran arte sonoro, porque en esto sería tan ignorante como sus discípulos.

Me apresuro a decir que la culpa de tal ignorancia no la tienen los maestros sino la escuela que los formó: el plan de estudios que no incluía la asignatura, el programa de la asignatura que no correspondía a su finalidad, o las enseñanzas del maestro de música que no correspondían al programa. De todo esto ha habido. Porque es opinión común que la música en las escuelas sirve para solaz vacuo o para nada; muy pocos ven su valor educativo y no le asignan un papel análogo, en la formación del futuro maestro, al de las matemáticas o al de la pedagogía.

Señores Directores, concedámosle a la música una categoría semejante a la de las otras asignaturas formativas e informativas, de la carrera de maestro. Si éste necesita saber pedagogía y psicología para poder llegar a la mente del niño, no necesita menos de la música para llegar a su sensibilidad y modelarla también formando su gusto y su juicio estético. Si el maestro necesita no tener vicios en su lenguaje para poder enseñar a hablar a sus alumnos, también necesita saber música y tener educado el gusto para iniciar a sus alumnos en el cultivo del arte sonoro.

La finalidad de la clase de música en las escuelas normales es dar cultura musical, lo más sólida posible, a los futuros maestros. Enseñarles solfeo que es la base del saber musical, historia de la música para que conozcan lo más importante que en este arte ha producido la humanidad, historia que no ha de consistir en una acumulación de datos, sino en el aprendizaje de la música de las distintas épocas y países: han de aprender canto coral con dos propósitos: ponerlos en contacto con la buena música y enseñarles los cantos que transmitirán posteriormente a sus discípulos.

Sólo después de que estas finalidades se hayan cumplido puede desempeñar la música en la escuela otras funciones. Es preciso que sea hasta haber llenado su papel de instrumento formativo, cuando la música empiece a ser fuente de sano y elevado deleite, porque sólo la buena música es la que ha de difundirse en la comunidad circundante para bien de nuestra cultura patria.

Es conveniente insistir en que sólo la buena música merece ocuparse de ella, porque es en la escuela donde suele colarse, sin tropiezos, la mala música. La educación supone siempre un esfuerzo; y el aprender a estimar la buena música también lo supone, pero no es tan grande como algunos temen, ni deja de tener compensaciones inimaginables.

Esta tarea de educar musicalmente se parece mucho a la de limpiar el idioma. En una y otra hay que hacer que los educandos puedan expresarse correctamente y que logren entender a los otros, a fin de que sean capaces de captar y valorar las excelsitudes del pensamiento humano.

Así, señores míos, no permitan que los alumnos flaqueen; no justifiquen sus faltas, no usen el tiempo señalado para la clase de música en otra actividad, piensen ustedes que la música no es fácil de asimilar y que el futuro maestro ha de aprenderla para ser un educador completo; no le pidan al maestro que enseñe a los muchachos ninguna canción de moda, ni que enseñe instrumentos “de oreja”. Pídanle, sí, que forme un coro, que enseñe algún instrumento, pero por nota, que colabore en los programas cívicos de la escuela con lo mejor del repertorio coral. No se alarmen si ven en el programa el nombre de Bach o de Mozart: no pasa nada si se cantan bien.

Les diré que mi propia experiencia me ha enseñado que los públicos sencillos gustan de las obras más exquisitas de manera extraordinaria. He recorrido el país con mi Coro de Madrigalistas y he hecho oír, por ejemplo, la distante pero maravillosa música del Renacimiento a niños de primaria, a muchachos de secundaria, a campesinos, a obreros, a indígenas, siempre con éxito.

Les ruego señores directores y maestros que hagan suyo mi propósito de desterrar de nuestras escuelas la música canallesca y el corito escolar bobo y mal hecho, y den forma a nuevas generaciones de mexicanos completos y de buen gusto.

Su respetuoso amigo

Luis Sandi

[1] Se recomienda la audición de algunas de sus obras más representativas. Audio 1: Pirécua Tsik Tsik Tsapiratiecha (florecita) Arreglo de Luis Sandi. (Coro L´Altalena Ensemble Vocal. NESTLÉ, 2003)

Audio 2: Luis Sandi – Hoja de álbum n° 2 . (Omar Hernández, viola. Mauricio Nader. Piano.QUINDECIM, 2007)

Audio 3: Luis Sandi – Scherzando de la Sinfonía n° 2. (Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México. Fernando Lozano, director. (CONACULTA, 1998)

Fuente del Artículo:

http://www.proceso.com.mx/500755/ante-silencio-gubernamental-carta-abierta-a-los-maestros

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México: ¿Y la música en las aulas? (Educando a los que educan…)

México / 27 de agosto de 2017 / Autor: Samuel Máynez Champion / Fuente: Proceso

A la memoria de Eduardo del Río, un mexicano imprescindible

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- En fecha reciente, Aurelio Nuño, nuestro ínclito Secretario de Educación Pública anunció la “Estrategia” para el aprendizaje masivo de la lengua inglesa dentro del sistema educativo nacional que preside, obligándonos a publicar algún comentario. Acorde con sus conocidos dislates ‒imposible olvidar la perla de su “ler”, sin el diptongo del infinitivo, por señalamiento de una niña‒, Nuño reconfirmó su incapacidad para proponer algo con visos de congruencia y volvió a certificar la ineptitud gubernamental ‒representada por él con donaire‒ para bregar con un grave problema al que sólo se busca la forma de paliarlo, o de “remediar” con grandilocuentes “estrategias” que, a fin de cuentas son, meramente, palos de ciego.

Así, cual panacea de la fraudulenta “reforma educativa”, ahora el titular de la SEP discurre que con el aprendizaje en gran escala del inglés, los educandos mexicanos podrán salir de sus baches formativos y estarán capacitados para aprovechar las oportunidades que el “mundo global” ‒otro de sus dislates, pues no capta que el planeta, por definición es global‒ les ofrece. No es el caso de ahondar mucho en la finitud y torpeza de tal iniciativa sino, más bien, de insistir en que el hecho de que los ciudadanos del futuro sean pseudo bilingües no es garantía de que estarán capacitados para saber relacionarse con sus semejantes, que sus valores serán afines a la ética, que sus capacidades intelectuales estarán bien desarrolladas y que sus herramientas emocionales para lograr desenvolverse sanamente dentro de una sociedad cada día más cambiante y convulsa serán las adecuadas. Tampoco, que serán capaces de insertarse socialmente como seres propositivos de espíritu crítico y como individuos plenos con una formación humanística e integral que les permitirá valorar su cultura en la misma medida que valorarán las de otras civilizaciones, tanto del pasado como del presente.

En todo caso, de lo que podrá estarse seguro es que los mexicanos de las siguientes generaciones serán aptos para entender los discursos vanos y las ordenanzas perentorias del imperio yanqui, mismo que sabrá aprovechar su rupestre bilingüismo para incorporarlos, sin mediadores, a su perverso engranaje de capital y mercadeo. Aunque, es necesario aclarar que nadie se opone al aprendizaje de otro idioma, al contrario, con ello se incorpora una nueva ventana para asomarse al cosmos ‒siendo previsores será igual de necesario en un futuro inminente saber mandarín‒, pero es más importante dominar ‒porque como se habla se piensa‒ primero el propio ‒lo que implica conocer su literatura y sus expresiones líricas‒ y sobre todo, entender cuál es el mecanismo que hace que el aprendizaje de una lengua se destrabe en el cerebro y se instale en la memoria.

Es precisamente ahí, en la comprensión de ese mecanismo cognitivo donde habría de centrarse, ya que como podemos anticipar, la “estrategia” aludida se implementará con las añejas taras de nuestro sistema educativo, es decir, se pondrá a maestros y niños a repetir, como loros, frases inocuas hasta que la simple repetición ‒no habrá, por supuesto, complicados análisis sintácticos, ni un estudio exhaustivo de las características fonéticas específicas‒ les meterá en la cabeza el vocabulario mínimo y las morfologías elementales del nuevo idioma. Estos serán los ciudadanos que la SEP pretende formar en el lapso de dos décadas: seres incompletos y deficientes ‒a eso habrá que agregarle la severa desnutrición, para más de la mitad de ellos, que incide en su pobre rendimiento escolar‒ que mascullarán tonterías en dos lenguas, las mismas que los jerarcas del “nuevo” PRI, empezando por su máximo líder, procesan y farfullan.

Mas centrándonos en esa cognición que permite que la mente se moldee y opere a través de un nuevo canal de comunicación, hay que enfatizar que es ahí donde nuestra materia tiene mucho que decir o, mejor dicho, tiene todo que ofrecer.

La música, al igual que las lenguas, se aprende en primera instancia mediante el oído. Y eso no hay manera de refutarlo. Asimismo, los músicos bien formados ‒en especial aquellos que aprendieron el lenguaje de los sonidos a temprana edad‒ son reconocidos desde siempre por la facilidad con la que manejan muchas lenguas. El pianista Arthur Rubinstein, por ejemplo, se comunicaba con fluidez en diez idiomas, y el violinista Henryk Szeryng dominaba nueve y sin dejo alguno de acento. ¿Es llana coincidencia, o el hecho de adiestrar el oído a percibir y discernir las texturas más tenues, las frecuencias más finas y las mezclas polifónicas más insólitas repercuta en que la predisposición auditiva se establezca con firmeza para que el aprendizaje de cualquier materia e información se consoliden? Por supuesto que no, es un hecho comprobado.

Lo saben muy bien los japoneses y lo adoptan en su sistema Susuki. Lo ponen en práctica los suizos con diversos sistemas de enseñanza como el Dalcroze. Y pasa lo mismo con los alemanes y su método Orff y con los finlandeses, noruegos, suecos, etcétera; básicamente, con todos los pueblos donde la enseñanza sistemática de la música es consustancial con su grado de civilidad. Sólo a los bárbaros de Norteamérica ‒regidos entonces por Bush Jr.‒ y a sus lambiscones del Tercer Mundo ‒en nuestro caso a partir de Zedillo‒ se les ocurrió desterrar la música de las aulas, reduciéndola a una materia optativa sin beneficios concretos.[1] Exactamente de eso se trataba, de traficar con los aportes de la música para el desarrollo humano volviéndolos negocio, y de quitarle a los desposeídos la posibilidad de seguirlo siendo; no en balde las opciones sustitutas se emplazaron en peores contenidos mediáticos, una alimentación más sórdida y en una oferta ilimitada de estupefacientes para ayudarlos a evadir sus oquedades existenciales.

Leamos lo que apunta un doctor de la Universidad de Granada al respecto:[2] “la enseñanza de la música es un medio insustituible para la evolución humana en el que intervienen el tiempo, el ritmo, las emociones y el movimiento, gracias a la perfecta directriz de los sonidos. Como recurso pedagógico enriquece sustancialmente la formación integral del niño, no sólo por su aspecto formativo, sino por su contribución en el sano desarrollo de su personalidad. Entre sus ventajas más significativas está el desarrollo del aspecto intelectual, socio-afectivo, psicomotor, de crecimiento personal y la formación de hábitos. En el aspecto intelectual, la música desarrolla una relación adecuada con el propio organismo, permite la improvisación de respuestas creativas a situaciones imprevistas; favorece el pensamiento lógico, la atención, observación, concentración, memorización, experimentación, agilidad mental y la creatividad; también permite evaluar resultados, mide capacidades, ayuda al conocimiento de sí mismo, y enseña a razonar. En el aspecto psicomotor, la música condiciona ostensiblemente al cuerpo, desarrolla la psicomotricidad fina y gruesa, la agilidad corporal y autonomía y la energía constructora; y en lo relativo al crecimiento personal, desarrolla el sentido de la justicia, promueve la libertad, alivia el temor y la timidez, canaliza la agresión, desarrolla la voluntad y el autocontrol, enseña a definir límites y a tomar decisiones, ofrece una alternativa armonizada del mundo y auxilia el logro de metas. Además, la música cumple una función de extrema importancia en el desarrollo socio-afectivo del pequeño ser humano al enseñarle a diferenciar roles y definir responsabilidades, al capacitarlo para una mayor y mejor participación en el aula y al adiestrarlo para interactuar de manera saludable y respetuosa con sus semejantes.”

Podemos ahora preguntarnos, por citar un ejemplo de terrible actualidad escolar: ¿tendría el bullying tal “boom” si los que lo practican se ejercitaran todos los días, mediante la música, a confrontar sus límites y expandir sus habilidades? Seguramente no, y para demostrarlo basta con recurrir al caso de las escuelas suizas, donde este problema de conducta es casi inexistente. Para empezar, los niños suizos inician sus jornadas educativas cantando a varias voces en el patio.[3] Acto seguido, ingresan a los salones con los oídos predispuestos para captar todo lo que se les imparta. En adición, tienen cotidianamente verdaderas clases de música ‒sus maestros perciben por ellas el equivalente de $2000 x hora, en promedio,[4] y el Estado está obligado constitucionalmente a proveerlas‒ y al finalizar su bachillerato son, como mínimo, cuadrilingües.

¿Le quedarán claros los conceptos Mr. Nuño, o en qué lengua tendríamos que explicárselos?

[1] Nos referimos a las escuelas públicas, pues las privadas yanquis ofrecen la formación más depurada del planeta.

[2] Pedro Cornejo. El valor formativo de la música para la educación en valores Revista de Educación y humanidades, UGR, 2012 pp. 263-277.

[3] Se sugiere la audición de alguno de los coros infantiles suizos, con el repertorio que aprenden en las aulas. Audio 1: Robert Cantieni – Lingua materna (Zürcher Sängerknaben. (MÚSICA HELVETICA, 2014)   Video 1: Himno nacional suizo-   www.youtube.com/watch?v=bQRImwYqcvs

[4] Esa es la tarifa para los profesores sin antigüedad; con ésta pueden ganar hasta 12 000 francos al mes, los que aunados al aguinaldo se convierten en 3 120 000.°° de pesos al año. Es de aclarar que los costos por vivir en Suiza son exorbitantes, pero aún así, su profesorado es el mejor pagado del orbe.

Fuente de la noticia:

http://www.proceso.com.mx/498654/la-musica-en-las-aulas-sea-educando-a-los-educan

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