Teresa Ortuño
Calidad en la Educación es un término que se entiende de diferentes maneras. Para empezar, tenemos tres definiciones legales en respectivos ordenamientos jurídicos en México.
Son muchos los actores que intervienen en el proceso educativo. Deben colaborar en sus distintas trincheras y no verse como adversarios sólo por el hecho de considerar el propio papel como el único relevante.
Me explico:
Los legisladores deben escuchar y conocer para establecer un marco jurídico que contemple y vaya ajustando la realidad a los requerimientos de todos. Las autoridades deben, en el marco de la Ley, operar para que escuelas, docentes y padres de familia, cuenten con la infraestructura, contenidos, materiales, capacitación, condiciones laborales, mecanismos de participación y todo lo que requiere el día a día de la educación. A los padres de familia corresponde saberse parte y cumplir como parte del proceso educativo, participar con sus hijos, escuela y comunidad.
Los docentes no sólo transmiten conocimientos. El auténtico maestro se da a sí mismo, ama a sus alumnos, atiende la conflictividad que surge no sólo entre ellos, sino en las vidas de cada uno. En muchas ocasiones, el docente es la única persona en quien puede confiar la criatura, ante sus dramas y sufrimientos personales. A los docentes corresponde vivir diariamente su misión, vocación y profesión.
Lo que no se vale, es negar la importancia de todos los actores en el proceso educativo. Una cultura de la colaboración nos llevaría más fácilmente al objetivo de alcanzar calidad y equidad en la educación.
Los países que han alcanzado niveles superiores en los indicadores, son aquellos en donde la colaboración es la regla. En cualquier parte del mundo donde hay pobres resultados, los actores del proceso se ven como adversarios: “Tú que vas a saber de esto, si estás en un escritorio”; “A ti te toca obedecer, que para eso soy la autoridad”; “Hijo, no hagas caso a las tonterías que dice tu maestro”; “Ese investigador/comunicador no sabe, que se venga a la trinchera si quiere hablar del tema”, son muestra de algunas actitudes que garantizan el fracaso escolar.
La comunicación y el intercambio de experiencias entre todos los que intervienen en el proceso educativo, cambia el panorama. La auténtica empatía es la que favorece la mejora.
En la era de la tecnología, no debería complicarse la posibilidad de esta comunicación de ida y vuelta entre autoridades, docentes, padres/madres de familia, investigadores y organizaciones.
La diversidad de puntos de vista debe verse como una riqueza, no como ocasión para el enfrentamiento.
Claro que esto requiere de un factor clave: ciudadanía. Este concepto supone estar informados, tener espíritu crítico y disposición a escuchar otros puntos de vista con respeto, sin descalificar, así como estar dispuesto a modificar el punto de vista propio, en la búsqueda del bien superior.
En Educación avanzaremos en la medida en que estemos dispuestos a escuchar, aprender, respetar, ceder, conceder y todo aquello que implica la vida en comunidad.
La democracia no se reduce a votar. Aunque las elecciones sirven para poner en la mesa las agendas de los temas que a todos interesa. Haya ganado o no quien recibió mi sufragio, es deber de todos participar para que los objetivos se alcancen.
La Educación requiere del ejercicio de ciudadanía responsable. Sin ello, estamos a expensas de los demagogos que hay en todas partes.
Fuente del articulo: http://www.educacionfutura.org/los-mundos-que-convergen-en-la-educacion/
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